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Clase 22/11

(…) habíamos visto la clase pasada cómo todas las provincias quedan coaligadas en
base al mecanismo del Pacto Federal; cómo se intenta llevar adelante el cometido que
tenía la Comisión Representativa (establecido por el Pacto Federal), posibilidad que es
luego desactivada por Rosas (fundamentalmente porque la Comisión Representativa
tenía sede en la ciudad de Sta. Fe y la ciudad de Sta. Fe quedaba fuera del control de
Rosas); y cómo este lo que hace finalmente es provocar su disolución.
Ahora pasemos a ver los artículos 15 y 16 del Pacto Federal (’31):

Artículo 15: “Ínterin dure el presente estado de cosas, y mientras no se establezca


la paz pública de todas las provincias de la República (…)” El “estado actual de cosas”
es: 1) todas las provincias adheridas al Pacto Federal, 2) sin gobierno central, 3) sin
constitución, 4) sin orden supra-provincial, en situación de estados independientes
(autónomos), es decir, cada uno haciéndose cargo de sus propias instituciones, de sus
propias leyes, 5) con un vínculos entre ellas todavía de carácter de derecho
internacional, es decir, la misma situación que estaba en el ’20 está en este momento.
“(…) residirá en la capital de Sta. Fe una comisión compuesta de un estado por cada una
de las tres provincias litorales, cuya denominación será Comisión Representativa de los
Gobiernos de las Provincias Litorales de la República Argentina, cuyos diputados
podrán ser removidos al arbitrio de sus respectivos gobiernos cuando lo juzguen
conveniente, nombrando a otro inmediatamente en su lugar”.
Este es el texto original del Pacto, por eso dice tres provincias litorales, las cuales
eran: Entre Ríos, Santa Fe y Bs. As (después adhiere Corrientes, y adhieren todas las
otras provincias). Al adherir, asumen los mismos derechos, compromisos y
obligaciones.

Artículo 16: “Las atribuciones de esta Comisión serán: Primera: celebrar tratados
de paz (a) nombre de las expresadas tres provincias conforme a las instrucciones que
cada uno de los diputados tenga de sus respectivos gobiernos y con la calidad de
someter dichos tratados a la ratificación de cada una de las tres provincias. Segunda:
hacer declaración de guerra contra cualquier otro poder a nombre de las tres provincias
litorales toda vez que estas estén acordes en que se haga tal declaración (…)”. Es decir,
se fija en estos dos artículos que siempre tiene que haber acuerdo entre las provincias.
Esto es muy importante porque en el ’38 (cuando se produce el bloqueo del río de la
Plata por parte de la flota francesa), el principal enojo de los gobernadores santafecino y
correntino es, justamente, la actitud inconsulta de Rosas, osea un problema que era sólo
de Bs. As. termina siendo trasladado al resto de las provincias. “(…) Tercera: ordenar
se levante el ejército en caso de guerra ofensiva o defensiva y nombrar el general que
deba mandarlo (…)”. “Se levante el ejército” significa la leva, osea que se reclute. Y
“nombrar el general que deba mandarlo” es porque tenía que haber una única dirección.
“(…) Cuarta: determinar el contingente de tropas con el que cada una de las provincias
aliadas deba contribuir conforme al tenor del artículo trece. Quinta: invitar a todas las
demás provincias de la República (…)” y este es el punto principal al que yo quería
hacer referencia, “(…) cuando estén en plena libertad y tranquilidad, a reunirse en
federación con las litorales y a que por medio de un Congreso General Federativo se
arregle la administración general del país bajo la administración federal, su comercio
interior y exterior, su navegación, el polo de distribución de las rentas generales y el
pago de la deuda de la república (…)”. Deuda que se había incrementado porque el
empréstito adquirido durante el periodo rivadaviano por Bs. As. había sido
nacionalizado durante esa misma presidencia, osea que ahora era una deuda que
involucraba a todas las provincias. “(…) consultando del mejor modo posible la
seguridad y engrandecimiento de la república, su crédito interior y exterior y la
soberanía, libertad e independencia de cada una de las provincias”.
Entonces, este artículo dice que cuando las demás provincias estén en plena libertad
y tranquilidad, se debe invitar a reunirse en federación con las litorales por medio de un
Congreso General Federativo para que se arreglen todos estos asuntos que son del orden
de lo que correspondería a un gobierno nacional (supra-provincial). Este momento de
paz debería llegar cuando las provincias pudieran acordar entre ellas.
Nosotros vimos la clase pasada cómo una vez que están todas las provincias con sus
representantes en la Comisión de Santa Fe, se intenta llevar adelante por parte del
diputado de Corrientes (Manuel Leiva) una campaña para que se active este mecanismo.
Activar este mecanismo implicaba que todos los representantes de las provincias
convoquen a un Congreso, y esto es lo que va a ser resistido por Rosas (que se entera de
esta campaña que se venía gestando a través de algunas provincias, sobre todo por
medio de Quiroga). Rosas decide tomar una determinación que está al arbitrio de cada
provincia: retirar su diputado de la Comisión, la cual se termina disolviendo.
Todo este proceso convive es paralelo a la gestión del primer gobierno de Rosas en
Buenos Aires; lo que vamos a hacer ahora es retroceder nuevamente hasta el ’29 (hasta
el momento de la elección de Rosas para reemplazar a Dorrego) para retomar el proceso
completo.
La época de Rosas junto con la etapa peronista son los dos procesos más complejos
de la historia argentina en relación a las distintas visiones que existen sobre ambos
periodos. Algunas celebratorias, otras críticas y que se originan en el mismo desarrollo
del proceso. Por ejemplo, la etapa rosista está vinculada a términos como tiranía,
dictadura, terror, caudillismo; estos son todos términos que quedaron desde el punto de
vista de la historiografía liberal. Entonces, nosotros que sabemos cuestiones
historiográficas, tenemos en claro que la historia se escribe siempre desde un lugar, y las
primeras visiones, lecturas e interpretaciones de la etapa rosista se escribe desde la
historiografía liberal. Es decir, desde sectores que en su momento fueron opositores a
Rosas. Es decir, en un principio la imagen de la época de Rosas está construida por
sectores que fueron opositores, la mayoría de ellos proviene de la línea de lo que fueron
los emigrados.
Y esa imagen que va a ser muy exitosa va a comenzar a ser cuestionada y revisada:
1) A fin del siglo XIX y comienzos del XX en un conjunto de revisiones que se
hacen en relación, en general, con el caudillismo (la figura de Artigas y Quiroga entre
otros).
2) Posteriormente en los años ’30 aparece el primer revisionismo (el primer
movimiento historiográfico extra-académico revisionista; en general el revisionismo
argentino corre por canales institucionales ajenos al sistema universitario). Estos van a
iniciar un proceso de reivindicación de Rosas, en algunos casos para incorporarlo al
panteón de héroes nacionales y en otros para reemplazar con su figura al panteón de
héroes que nosotros venimos viendo paralelamente (como Lavalle y Paz que,
justamente, van a liderar ejércitos contra Rosas) y que fueron heroíficadas en la década
del 1880. Todo esto hizo que durante mucho tiempo no se investigara la época de
Rosas.
3) Recién es reinterpretado posteriormente al retorno de la democracia (’83) y
sobre todo en la normalización del sistema universitario de ciencia y tecnología en el
’86 cuando se vuelven a elegir a las autoridades de las universidades de manera
democrática.
Y partir de allí se inicia un proceso de revisión en general, que hace crecer las
lecturas de la historiografía regional y que permiten revisar entre otras cosas la imagen
de la etapa rosista. La historia en este punto se complejiza, se matiza, y elementos de la
historia política y de la etapa del rosismo que eran adjudicados de manera exclusiva a la
época de rosas o al sector federal rosista comienzan a ser vistos o entendidos como
elementos o prácticas propias de la política del siglo XIX y entran, así, dentro de su
lógica: una de ellas es la de demonizar al enemigo.
Hay también unas interpretaciones muy fuertes que se hicieron al comienzo de la
historiografía, una por ejemplo es la de ver a la etapa rosista como un período anómalo
en la línea de la historia argentina. Un periodo que en vez de ser visto como una de las
tantas alternativas que había para resolver las situaciones que se vivieron después del 20
del 30 para la construcción de un orden nacional, se lo veía como algo extraño; es vista
también como una etapa de retroceso. Por ejemplo, la historiografía liberal tradicional
va a interpretar a la época de Rosas como un periodo que (al igual en su momento lo
había sido el artiguismo) había sido un obstáculo para la construcción de un orden
constitucional o supra-provincial que contuviera a las provincias.
Frente a esa interpretación, los historiadores revisionistas van a decir que Rosas
generó un tipo de funcionamiento confederal entre las provincias, no establecido en la
constitución pero que terminó siendo un facilitador de la posterior unidad nacional, es
decir, no hubiese sido posible esa unidad posterior a Caseros sin toda esa práctica previa
construida durante la época de Rosas.
Hay que tener en cuenta que la política del siglo XIX era una política de lucha
armada: lo que no se podía resolver por canales institucionales o por la vía electoral se
resolvía con las armas, y eso lo hacía Rosas, pero también lo hacía Mitre en el ’74
(libro: “Mitre, el montonero”). Hasta 1910 hubo conflicto armado registrado en una
elección de gobernador, y eso no significa que haya sido el último. En la década del ’70
por ejemplo hubo muchas luchas armadas.
Uno de los aspectos que más se cuestiona de lo que era la visión más tradicional de
la época de Rosas, era la falta de una periodización, es decir, se veía a su época como un
todo, como que siempre hubiera tenido determinadas características. Y se le
adjudicaban características de un momento a todo el periodo. Entonces, lo principal era
entender la época de Rosas en una periodización que resultara del análisis mismo del
proceso. También entenderla contextualizada dentro de lo que es la política XIX en
general. Es decir, se le adjudica a las prácticas rosista elementos que son propios de la
lucha política en el siglo XIX. Por ejemplo: existe en la historia argentina este rótulo de
“los emigrados”. ¿Quiénes son estos? Si recurrimos a un manual de historia argentina,
los emigrados son los emigrados del rosismo, es decir, los que se van porque son
opositores de Rosas. Sin embargo, en la historia en general de las distintas provincias
que integran la argentina hay emigrados de todos los colores políticos, porque la
emigración es parte de la política en el siglo XIX. Si nosotros olvidamos estos
ingredientes de la política del siglo XIX, ciertos acontecimientos históricos nos van a
parecer algo extra-ordinario, algo anómalo.
Otro aspecto que matiza este carácter anómalo que se le otorgaba a la época de
Rosas, es el hecho de que los intereses que se le adjudican a Rosas eran en realidad los
intereses de las élites a las que él pertenecía. Por eso es que Rosas tiene tanto apoyo en
determinados momentos, porque es el representante de los intereses de una élite
gobernante partidaria de la construcción de un orden social y político que no es
cualquier orden, sino un orden que favorece el desarrollo de este sector ganadero,
mercantil y bonaerense. Rosas representa a aquellos sectores hacendados que habían
integrado el partido del orden y que se habían decepcionado de la política rivadaviana,
aquellos que habían resistido la capitalización que intentó hacer Rivadavia.
Otro aspecto que también tiene que matizar un poco la imagen de la “dictadura” o
la “tiranía” de Rosas, es, primero, el de entender que ambos términos les fue adjudicado
por sus enemigos políticos. Justamente, el tratar de tirano o de dictador al gobernador
del partido opositor era un elemento del discurso político del siglo XIX. Hay que
señalar que, más allá de cómo funcionaban los poderes entre sí, la división de poderes
siguió existiendo bajo el rosismo en todos sus periodos, como existió también durante
los veinte años de gobierno de Estanislao López la división de poderes en Sta. Fe.
También se siguen desarrollando las elecciones (sigue vigente la Lay Electoral de
1821). Justamente el título que un sector le otorga en su momento de “restaurador de las
leyes”, es por haber sido considerado defensor de las leyes fundamentales que habían
sido las votadas durante el gobierno de Martín Rodríguez (21-24). Esas son las famosas
leyes restauradas, leyes que habían sido puestas en cuestión o perjudicadas por la
revolución unitaria de Lavalle.
Otros aspectos que hacen entender o contextualizar la época de Rosas (acuérdense
de la imagen que les comenté recién de que él impidió la formación del orden
constitucional anterior al ’53), es que, después de la sanción de la Constitución del ’53,
sin Rosas, la élite bonaerense no ingresa a la confederación, no participa de la sanción
de la Constitución; e intenta resistir a esa organización en defensa de sus propios
intereses. Eso significa, primero, que esos mismos intereses son defendidos antes,
durante y después del rosismo; y segundo, que no son intereses exclusivamente
atribuibles a Rosas, sino a esa élite que él, en un determinado momento, defiende sus
intereses.
Lo cierto es que Rosas va a establecer un tipo de orden político que tiene mucho
que ver con sus condiciones de liderazgo. Yo siempre pongo el ejemplo de Luis XIV y
el absolutismo, éste es mucho más que Luis XIV, es anterior y posterior a él; pero
nosotros tenemos como modelo de monarca absoluto a Luis XIV porque él ejerció en
plenitud los poderes de los que disponía, pudo llevar ese modelo monárquico a su
máxima expresión. Rosas, por su parte, construye un orden a la medida de su liderazgo
después de negarse a mantener la posibilidad de construir un orden nacional a partir de
los mecanismos del Pacto Federal. Él utiliza el Pacto Federal pero sin ese mecanismo.
Osea, tiene a todas las provincias reunidas en torno al pacto, y hace un uso de él que le
permite sobreponerse al resto de los gobernadores de las distintas provincias siendo él
un par de esos gobernadores. Rosas es un gobernador de provincia, de la más importante
de la más rica (esto de la más rica es importantísimo); es un gobernador que está a la par
de los otros gobernadores, pero hay elementos que lo convierten en un gobernador con
cierta preeminencia. Esos elementos son: 1) ser gobernador de Bs. As., lo que le permite
el manejo de las relaciones exteriores de las distintas provincias (porque ellas delegan y
renuevan permanentemente esa delegación, en el gobernador de Bs. As.). 2) La
existencia del Pacto Federal que mantiene una suerte de débil confederación: un
conjunto de provincias coaligadas con un vínculo muy laxo, sin un gobierno nacional
pero con un gobernador que maneja las relaciones exteriores por delegación de todas las
provincias. 3) La caja: el dinero que obtiene de la aduana de Bs. As. le permite también
a Rosas poder subsidiar a algunas provincias, y eso es muy importante. Sobre todo por
lo que nosotros venimos mencionando: que muchas provincias tenían dificultades para
sostener sus estados-provinciales, para hacer frente a sus gastos (esas provincias
imperiosamente necesitan de un orden supra-provincial que redistribuya ingresos
centralizados o nacionalizados). Por eso la búsqueda de la mayor parte de estas
provincias, va a ser la posibilidad que se establezca una regulación supra-provincial. Lo
que pasa es que a Bs. As. le conviene evitarla, porque así se mantiene en una situación
desahogada. A Entre Ríos, a Corrientes, en determinados momentos les sirve y después
deja ser útil para ellas. En el momento que deja de ser útil se produce el
pronunciamiento de Urquiza.
Hay una periodización de la etapa de Rosas que tiene que ver con lo que se
considera su primer gobierno (1829-32). En ese momento (después lo vamos a ver
mejor) Rosas es reelecto, pero al no recibir los poderes extraordinarios con los que
había gobernado durante ese primer periodo, decide negarse a esa elección que se hace
en la Sala de Representantes. Y eso provoca una suerte de interregno (el periodo de
vacancia que hay entre un gobernante y otro), porque en menos de tres años se suceden
tres gobernantes distintos (Juan Balcarce, Juan José Viamonte y Manuel Baza (¿??))
que tienen un dejo de provisoriedad: ninguno llega a afirmarse en el gobierno porque
Rosas, de alguna manera, sigue teniendo capacidad de conducción de la política de la
provincia. Hasta que, en 1835, sucede una situación extraordinaria (como en su
momento lo fue el fusilamiento de Dorrego): el asesinato de Quiroga. Esto genera una
situación conflictiva que favorece la entrega de los poderes extraordinario a Rosas
nuevamente, y eso hace que acepte retornar al gobierno. Y a partir de ahí se inicia un
periodo en el que Rosas va a ser reelecto, y va a iniciar una práctica de intentar
renunciar para ser reelecto nuevamente, de amenazar con que ya quiere dejar el
gobierno (ahí hay que separar claramente dos cosas que suele ser una confusión que
tiene a veces en los exámenes finales: una cosa es renunciar a ser gobernador de
Buenos Aires, que debe ser aceptada por la Sala de Representantes, ya que es el poder
legislativo que lo eligió; otra es renunciar al manejo de las relaciones exteriores, que
tiene que ser aceptadas por las provincias; o que puede ser sacada por ellas; eso es lo
que hace Urquiza en su pronunciamiento: retira a Rosas el manejo de las relaciones
exteriores de Entre Ríos).
Cuando se inicia este proceso de su primer gobierno, Rosas es presentado como el
defensor de las instituciones bonaerenses (de la provincia de Bs. As.) que habían sido
atacadas, ultrajadas, por la revolución del ’28 que había generado Lavalle; en general se
culpaba en ese momento revolucionario al sector unitario. Así como nosotros vemos
que en sentido discursivo fue exitosa la demonización que se hace de los federales (al
atribuirle ciertos rasgos al rosismo), así también en esa época desde el sector federal se
decía lo mismo de los unitarios. Los unitarios fueron demonizados por el sector de
Rosas: “el peligro unitario” latente siempre en el discurso federal. Cuando Lavalle
retorna de Europa, se renueva la posibilidad de dicho “peligro”.
Esto implica el establecimiento de un orden federal en Bs. As., la búsqueda de una
hegemonía de los federales, que va a tener su punto máximo de expresión en la
obligatoriedad del uso de la divisa punzó. Que se va a comenzar a utilizar en la primera
etapa pero que después se va a volver obligatoria.
Entonces, este intento que se va a llevar delante de uniformar a los sectores
políticos, en el sentido de obligarlos a manifestarse federales, hace que todo enemigo de
Rosas, toda persona que se opusiera a la línea del rosismo (porque al comienzo del
periodo no todo los federales son federales rosista), por más que fuera federal,
terminaría siendo tildado de unitario (Ferré, por ejemplo, y él se consideraba federal).
Entonces, uniforma a todos los enemigos como unitarios. Por eso digo que “absolutiza”.
De manera que el sector unitario aparece desde un principio como vencido, y se ven
obligados a ocultar su condición, y muchos a emigrar.
La emigración es también un acto político, casi todas las figuras políticas del siglo
XIX han tenido un periodo de emigración. En este caso esos emigrados son muy
conocidos por todos, eran parte de la “generación del ‘37”: este grupo estaba integrado
por personas mayoritariamente nacidas en torno al momento de la revolución de mayo,
“nacen con la patria”: Domingo Faustino Sarmiento (1811-88) Esteban Echeverría
(1805-51) Sarmiento (1811-88) Alberdi (1810-84) Juan María Gutiérrez (1809-78)
Vicente Fidel López (1815-1904) Mitre (1821-1906) José Marmol (1807-82), etc.
Este sector está muy vinculado a los extranjeros, como el caso de Andrés Lamas y
Francisco Bilbao que es chileno. Este grupo se empezó a reunir en su comienzo, para
iniciar su acción pública, en relación con el llamado “Salón Literario” en el 1837, que es
una tipología (una forma de sociabilidad) intelectual. Un tipo de sociabilidad que viene,
en cierto sentido, de la línea morenista. Por ende, este tipo de sociabilidad se opone al
militar (como en su momento fue el de Saavedra). Ellos mantienen todavía la actividad
intelectual cuando ya están en la emigración, sobre todo los que emigran a Montevideo,
porque Montevideo se convierte en el principal centro de oposición a Rosas constituido
por los sectores emigrados porteños (porteños o en general de las provincias
rioplatenses, o de las provincias de lo que será después la República Argentina; piensen
que “República Argentina” es un término que aparece en la constitución del ’26).
Estas figuras tienen obras de muy distintas dimensiones: las más importantes son
las de Sarmiento, Mitre y Alberdi. Y abarcan todos los géneros; tenemos que pensar que
la primera mitad del siglo XIX nosotros no tenemos aún instauradas lo que van a ser a
fines del XIX el inicio de las disciplinas sociales: no hay una historiografía, ni una
sociología, etc. Tampoco tenemos la figura del intelectual como tenemos hoy, porque
eso se construye también a fines de este siglo a partir del Caso Dreyfus, a partir de la
figura de Émile Zola.
La figura que se utiliza para referirse a los “intelectuales” es la del “publicista”, en
el sentido no del que hace publicidades sino en el sentido de aquellas personas que
escriben en los periódicos, en la prensa, redactores de revistas, escritores de novelas,
etc: en general, “escritores” o “ensayistas”. En general todos se dedican a la redacción
periódicos, y buscan el conocimiento más acabado posible de la realidad y son la
primera generación que se propone construir una identidad nacional. Están muy
influenciados por el romanticismo: el romanticismo, a comienzos del siglo XIX después
de todo el periodo de las revoluciones, tiene el espíritu de la nacionalidad que traslada la
idea de la autodeterminación de las personas a los países, a las naciones. De alguna
manera, estos jóvenes se consideran como los hijos de la revolución de mayo, que
vienen a llevar adelante lo inacabado de esa revolución; van a intentar en un primer
momento un acercamiento a Rosas, porque ven en él una figura capaz de conducir
políticamente el proceso que ellos creen poder llenar de “contenido”; cuando chocan
con Rosas, se ven de alguna manera condenados a la emigración. Entonces, desde la
emigración la mayoría van a producir sus textos, alejándose de la antinomia Unitarios-
Federales, tratando de buscar una línea que no los aleje de esos polos. Aunque sí
posteriormente asuman posiciones políticas.
Otro elemento que produce la salvación de este grupo, es el hecho de que van a ser
ellos los que van a generar la escritura de la historia argentina, es decir, inciden en el
orden constitución, y van a producir su obra en un lugar intelectual vacío. No hay un
sector con el cual contrastar la obra de estas figuras. La mayoría de ellos habían sido
beneficiarios de las reformas educativas y culturales del periodo rivadaviano; habían
podido formarse en la educación secundaria y universitaria en relación a esas
posibilidades que había abierto el periodo rivadaviano.

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