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.El Colegio de la Muerte.

Margarita era una niña muy antipática, de pocos o mejor dicho de


ningún amigo, a la que no le gustaba estar cerca de la gente, ella era
una niña muy extraña, solitaria e incluso en ocasiones hablaba sola,
todos sus compañeros pensaban que estaba loca. Sus padres
pensaron que lo ideal para ella era cambiarla de escuela para ver si de
ese modo, al conocer a nuevas personas, ella haría amigos, así que lo
hicieron, cambiaron a Margarita de escuela, ella tampoco se sentía a
gusto en esa escuela, por lo menos en la anterior todos la conocían y
nadie se metía con ella.

Un día un niño la vió y le dijo “rara”, todos se empezaron a reír pero


ella no hizo nada, así que el niño volvió a decirle “rara” y todos los
demás niños comenzaron a imitarlo “rara” “rara” “rara”, todos se lo
gritaban hasta que ella salió corriendo y llorando de ahí, estaba
muy enojada, y decidió hacer algo al respecto, así que a la hora de la
salida del día viernes, pasado ya casi una semana del incidente,
espero a que el niño que había comenzado todo saliera y tomará el
camino diario a su casa, lo siguió y se vengó de él, al terminar, lo
aventó al río que pasaba cerca de su casa, pero no terminó ahí, fue
por cada uno de los niños que se burlaron de ella, no sólo por ellos
sino por cada niño de su nueva escuela, al fin satisfecha, se fue a su
casa a descansar en su fin de semana.

El lunes amaneció particularmente contenta, –ya tengo amigos– les


dijo a sus padres, ellos se emocionaron y le dijeron a Margarita que
ese día, ellos la llevarían a la escuela –NOOOOO!- gritó ella, -quede
de verme con ellos para irnos juntos a la escuela- argumentó después
de ver a sus pares sorprendidos por su reacción, ellos accedieron y la
dejaron ir sola. Al llegar a la escuela, se paró justo en medio del patio,
hablando sola y riéndose, las maestras comenzaron a preocuparse, no
sólo por la actitud de Margarita, sino porque ningún niño llegó, una de
las maestras se acercó a Margarita y le preguntó si no sabía nada
acerca de la ausencia de sus compañeros, –ya lo arreglé– contestó –
sólo faltan ustedes.

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