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Características para la rama del Derecho

La profesión de abogado es atractiva. Bien sea por la fama que ha tenido siempre el
oficio, al que tradicionalmente madres y padres empujaban a sus hijos pre
universitarios ya que era señal de prestigio y buen futuro, o bien por el romanticismo
dado por las películas de Hollywood, lo cierto es que los letrados han contado con el
respeto de la sociedad y, por qué no decirlo, con estereotipos muy marcados apelando
a su energía, su labia, o su sentido de la ética.

Seguramente como abogado, o futuro abogado, te hayas enamorado de alguno de los


personajes más recurrentes de la ficción en el sector de la abogacía. Es el caso del
personaje principal del film ‘Testigo de cargo’, uno de los largometrajes más
recomendados dentro del oficio. O de Atticus Finch, en ‘Matar a un ruiseñor’. Películas
de culto como ’12 hombres sin piedad’ o‘Veredicto final’ también han contribuido a
dotar al mundo del derecho de una atmósfera única, especial, diferente a cualquier otro
oficio. Una imagen que también se refleja en la televisión con series como la
humorística ‘Ally McBeal’; o en personajes como Saul Goodman, el abogado defensor
de Walter White en ‘Breaking Bad’, que muestra a un abogado lleno de recursos para
salvar a su cliente de las peores situaciones (la mayoría de ellas, pasando por encima
de la Ley).

Como se suele decir, la realidad siempre supera la ficción. Así que cualquier
personaje inventado, excéntrico, o muy eficaz seguramente se quede corto al lado de
abogados reales que, día a día, luchan en favor de sus clientes para ganar los casos
asignados. Y aquí viene la pregunta clave: ¿qué características debe tener un abogado
para ser bueno?

Virtudes que te harán marcar la diferencia

Es cierto que dentro del mundo de la abogacía la competencia es feroz. Hay muchos,
muchísimos profesionales bien cualificados que buscan su opción, que tratan de llegar
a sus clientes. Pasa en todas las ciudades en España, con especial atención a Madrid y
Barcelona, las dos urbes que concentran la mayor demanda de estos servicios, pero
también la mayor oferta.

Pero también sucede en ciudades pequeñas. Por ejemplo el último en alzar la voz fue
Jesús Verdugo, decano de los abogados de Valladolid (una ciudad con 1.601 abogados
para 300.000 habitantes), quien habló de “número desproporcionado, desmedido” de
letrados que hay en nuestro país, por encima de otras naciones europeas.

Por ello el abogado necesita destacar. Hacer que sus virtudes se sobrepongan, ser
hábil en el momento de captar clientes. Porque que nadie lo olvide, ahora mismo el
letrado no solo tiene que saber de Derecho sino también de marketing, tener alma de
vendedor y saber dónde están sus clientes y cómo poder llegar a ellos. Para ello el
profesional puede apoyarse en herramientas como Easyoffer, que facilitan esa
búsqueda de clientes a través de Internet, un mercado al alza al que recurren cada vez
más personas para localizar a su especialista de confianza.

Y precisamente esa es una de las primeras virtudes que debe tener un buen
abogado: generar confianza en su cliente. ¿Cómo lo consigue? Según destacan
expertos en la materia, con integridad. Un abogado debe ser sincero con su cliente,
cercano a él para exponerle de una forma clara y sincera la situación en la que se
encuentra y las posibles salidas que tiene. Los casos se pueden perder o ganar, pero si
el cliente se lleva la sensación de que el abogado es de fiar es muy posible que esa
persona hable bien de sus servicios, lo recomiende por boca a boca y por sus redes
sociales, e incluso vuelva a él cuando tenga un nuevo problema.

Hay que tener en cuenta que sobre el abogado recae mucha responsabilidad, casos de
tremenda trascendencia para su cliente.Sé cercano, apuesta por una ética sólida, y
consigue que la persona que acuda a tu despacho vea en ti no solo a un profesional sino
a un amigo que de verdad se preocupa por sus arreglar sus problemas.

Discutir, persuadir y negociar

En la forma de ser de cualquier letrado deben caber estas tres capacidades: discusión,
persuasión y negociación.

La primera de ellas se trata de la base del oficio. Desde el momento en el que dos
versiones opuestas entran en juego, hay que discutir sobre cuál de ellas puede ser la
verdadera. Y generalmente el abogado va a ser un gran discutidor, no solo de temas
legales, sino también sobre actualidad, cine, gastronomía o cualquier otro asunto que
se le plantee. Se trata de saber mostrar tu opinión de una forma coherente y
educada y de tener la capacidad de contrastarla con la de otra persona sin caer en la
histeria ni en la cabezonería. Lo que no implica, evidentemente, tener que dar la razón.

Y aquí entra el segundo de los factores, la persuasión. El abogado tratará de convencer


a su oponente (la otra parte en el juicio, pero también al tribunal, jurado, los propios
jueces, etc.) de que su versión es la acertada. Aquí entra en juego la capacidad de
argumentación, ya que para persuadir se necesita mostrar solidez en el discurso y
hacer ver a los demás que tú tienes la razón mediante el desarrollo lógico de las ideas.
Esta es una capacidad con la que algunos nacen pero sobre todo es algo que se adquiere
con la práctica, así que no lo dudes. Ya sea en una comida familiar, en el bar, o mientras
lees las noticias con los compañeros, trata de poner en práctica el don de la
persuasión para que luego acudas a los juicios con seguridad.

Por último, pero no menos importante, un buen abogado necesita ser buen
negociador. Son muchas las ocasiones en las que sentarse en una mesa y plantear unos
intereses comunes pueden evitar la vía judicial (por ejemplo, en casos como
un divorcio o una separación matrimonial; o ante un conflicto laboral), por lo que el
letrado tiene que tener la capacidad para reunir a las partes y proponer un trato justo
siempre pensando, como es lógico, en el beneficio de su defendido. Para ello tener un
carácter conciliador o simplemente ser amable y escuchar otras versiones serán de
utilidad.

Ármate de paciencia

Buena parte del ejercicio profesional de un abogado está dedicado a la


espera. Esperar a recibir la documentación solicitada, esperar a que se fije la fecha para
una vista oral, esperar por la resolución de un caso… La paciencia es una gran
virtud en un abogado para que no desespere con tanta espera. Y no solo eso, sino para
que además sepa aprovechar esos tiempos muertos para optimizar su nivel de trabajo
y poder dedicarlos a preparar mejor el caso, redactar nueva documentación, o volver
sobre un tema en el que crea que puede profundizar o buscar un nuevo enfoque.

Hay que tener en cuenta que con frecuencia las jornadas laborales de un
abogado exceden las ocho horas. Es un trabajo absorbente, que se lleva en el maletín
a todas las partes y que se instala en la cabeza, de donde habrá casos que no puedan
salir hasta que estén resueltos.

Por ello otra de las virtudes que debe tener el abogado, y esta es por su propia salud, es
la de ser capaz de desconectar. Un especialista que está quemado no va a rendir bien,
y se va a resentir su propio trabajo, su prestigio, así como en los peores casos su vida
familiar. Por ello, y aunque es complicado, el profesional debe saber marcar muy bien
los límites entre jornada laboral y vida personal, y en la medida de lo posible no
mezclarlos.

Esta idea va unida con otra, que es la de ser fuerte a nivel emocional. No hay que
desesperar porque un caso no haya salido tan bien como querías. Y tampoco debes
juzgar ni poner barreras a los clientes que recurran a ti con situaciones que de normal
rechazarías. Recuerda que eres un profesional y que tu misión es ayudar al cliente,
aunque ambos sepáis que es culpable. Pero hay que dejar la parte afectiva a un lado y
trabajar por el bien de esa persona que ha confiado en ti.

Por supuesto que tú podrás renunciar a llevar ciertos casos, bien porque tu ética no te
lo permita, o porque el cliente no te transmita buen feeling, o directamente porque te
es imposible empatizar con esa persona. Pero si decides aceptar un caso no te tienes
que dejar llevar por la parte pasional (estés del lado de la víctima o del verdugo, da
igual) sino comprometerte con esa persona hasta las últimas consecuencias legales.
Ese compromiso será muy bien valorado independientemente del resultado final.

Ten gran capacidad de trabajo y sé organizado

Estas dos son otras de las virtudes mejor apreciadas por los clientes cuando acuden a
un abogado. Lo primero es la organización. ¿Qué pensarías si llegas a la clínica de un
doctor y tiene todo lleno de papeles, desordenado, hasta el punto de no encontrar tu
historial? Pues piensa que un cliente, cuando llega a tu despacho, va a valorar también
todo eso. Así que esmérate por dar una buena primera imagen y por tener tus
documentos y tu escritorio lo más despejado posible.

Y eso a pesar de que, como abogado, serán muchos, muchos, los textos sobre los que te
toque trabajar a diario. Recuerda que la capacidad de comunicación oral es
imprescindible para un letrado, pero no lo es menos la escrita. Redactarás cientos de
documentos escritos, de alegaciones, contratos, o recursos, por lo que es necesario que
entre tus virtudes también figure la de escribir de una forma legible y con las ideas bien
estructuradas, además de un lenguaje jurídico apropiado para cada ocasión.

Y a lograr todo esto te ayudará ser un trabajador nato. Una persona infatigable, que
abarca todo el trabajo que le llega (sabiendo lógicamente donde están sus límites, para
no excederlos), y que lo hace todo con una sonrisa. Nunca subestimes el poder de la
fuerza de voluntad y del optimismo, ya que puede ser tu propia vitalidad la que haga a
un cliente quedarse a tu lado.

Persiste hasta lograr tus objetivos

Por supuesto, la persistencia es una gran virtud para la mayoría de los empleos. No te
des por vencido a las primeras de cambio sino que esfuérzate, ten esa capacidad, para
buscar cómo encauzar un caso que lleva un mal camino. Aprende a no desistir, a
encontrar siempre alternativas. Y no te preocupes por fallar, no te preocupes por
perder. Si estás orgulloso con tu trabajo tú no te podrás recriminar nada, y a buen
seguro tu cliente tampoco lo hará porque habrá visto que has luchado con
perseverancia por el objetivo común.

En el ejercicio de la abogacía te llevarás muchos varapalos. Todo el mundo lo hace en


sus puestos de trabajo, no existe la perfección. Pero lo que diferencia a las grandes
personas es que tienen la capacidad para reponerse de sus fracasos para, con el
aprendizaje que hayan adquirido, volver a intentarlo.

En definitiva, disfruta de lo que haces

Este es un consejo general, que trasciende del oficio de abogado. Los psicólogos apuntan
que la clave de un buen trabajo está enser feliz. Y sí, suena a tópico, pero eso no quita
para que sea cierto. Si disfrutas de tu profesión, si vives con vocación tu especialidad,
sabrás apreciar cada momento. Y las esperas no serán duras, las derrotas no sabrán tan
mal, y cada caso ganado será el elixir de tu felicidad.

Como hemos apuntado más arriba, entre tanta competencia hay que aprender a
destacar. Si reúnes estas virtudes, más otras muchas que puedas tener (por ejemplo,
un amplísimo conocimiento en un determinado tema, o una experiencia amplia que
te permita ser referente), es fácil que prosperes como abogado a pesar de la
competitividad.

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