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A. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA
1. El término TEOLOGÍA
La primera constatación es que el término no tiene un origen bíblico, sino que deriva del mundo
cultural griego. Sólo en la época tardía, y no sin contradicciones, hizo su entrada en el mundo
occidental (s. XII-XIII) Anteriormente se utilizaron otros términos: en oriente: gnosis (cognitio),
sophia (sapientia), oikonomia (dispensantio), teoría. En occidente: doctrina cristiana, sacra
doctrina, sacra eruditio, página y sacra pagina.
El mundo griego parece que utilizó el término en una triple acepción: mitológica, filosófica y
cultual.
Platón parece ser el primero en utilizar el término, pero no se refiere a la doctrina sobre Dios,
sino a aquellos poetas (Homero, Hesíodo, Orfeo) que explicaban el origen y la historia del
mundo en relación con las obras de los dioses. Platón critica esta explicación mitológica del
cosmos (Rep. II, 379ª)
En Aristóteles se encuentra una utilización análoga del término, llama teólogos a los poetas,
pero en cuanto creadores de mitos y los contrapone a los filósofos de la naturaleza, a quienes
llama físicos. Sin embargo, Aristóteles también llama a su philosophia prima “theologia”, o
aquella parte de la metafísica (distinta de la filosofía natura y de la matemática) que considera
el ser y se remonta a los diversos grados hasta la causa prima, explicación de todo. En este
sentido el término vendría a significar la doctrina de Dios como ser inmutable del que depende
todo lo que cambia.
Para los estoicos, el término se utiliza para designar el culto dado a los dioses y más
exactamente para hablar de los dioses en el culto. cualquier esfuerzo para pensar y expresar
un discurso sobre Dios, sea en términos mitológicos o cultuales denominado Teología.
En el mundo cristiano fue reacio a utilizar el término, precisamente por sus significados
mitológicos. Es por eso que el término no aparece ni en el NT, ni en los Padres
apostólicos.
Sólo con los apologistas, san Justino, se inicia una tímida utilización del término para designar
la conciencia precristiana de Dios. Clemente de Alejandría y Orígenes reconocen en la
conciencia pagana las huellas del verdadero Logos.
Eusebio (s.IV-V) cuando la cuestión pagana ya ha sido en parte superada, escribe una obra
llamada “De Theologia Ecclesiastica”, utilizando el término como conocimiento de la verdadera
doctrina de Dios revelado en Jesucristo, y que debe ser recibida desde la fe. Dos
connotaciones caracterizan la utilización del término: una connotación cristológico-trinitaria,
pues la Teología es considerada como doctrina de la divinidad de Cristo y de las Personas de la
Trinidad. Y una connotación místico-contemplativa, pues la Teología es vista como el
conocimiento místico de Dios. Ya el término Teología empieza a verse distinto del término
“economía” que va a ser utilizado para designar la doctrina revelada en el plano salvífico.
Con Abelardo (1142) el término Teología lo refiere más bien al conjunto de los dogmas
cristianos.
Hoy se ve según tres círculos concéntricos que buscan de alguna manera reagrupar todo el
saber teológico. El primer círculo lo constituyen las disciplinas que regulan las estructuras
mismas de la Teología: fundamental, bíblica o dogmática. El segundo círculo mira más
directamente a la vida de la Iglesia en su estructura interna: historia, liturgia, moral,
espiritualidad o derecho. El tercer se identifica con las dimensiones de apertura de la Iglesia al
mundo y al futuro: pastoral, misión y ecumenismo.
a. PRIMER CIRCULO
1) Teología fundamental
Desde fines de los siglos XII y XIII se vio la necesidad de una búsqueda de los motivos
racionales que justificasen la adhesión de los cristianos a la fe. Actualmente la Teología
fundamental es la disciplina que se esfuerza por mostrar la credibilidad de la revelación, dando
razón al creyente y al no creyente, del porqué de la fe.
3) La Teología dogmática
Se constituye como una ciencia aparte sólo en el siglo XVIII. Desde aquel momento y hasta
casi el Vaticano II su tarea es prevalentemente aquello de documentar, en sentido
controversista-apologético, las proposiciones dogmáticas de la fe de la Iglesia, sea de frente a
las posiciones de las comunidades cristianas no católicas, sea de frente a los retos del mundo.
El decreto OT y los textos conciliares muestran como la Teología dogmática está llamada a
recuperar su amplitud originaria.
b. SEGUNDO CIRCULO
1) Teología histórica.
Con las palabras Teología histórica se buscan reagrupar tres momentos específicos de esta
ciencia: patrística y patrología, historia de la Iglesia e historia de los dogmas. Constituyendo
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tres disciplinas distintas, con contenidos y métodos propios, sin embargo muestran una
preocupación común: mostrar la comprensión que la Iglesia ha tenido de sí y de su propio
depositum fidei a lo largo de su historia.
2) Teología litúrgica
El origen de la Teología moral va unido a los comentarios que del siglo XIV se desarrollan sobre
la suma Teológica de Tomás. Estos comentarios asumen la tarea de tratar la solución de los
casos de conciencia: lo que se convirtió en el modelo básico para los confesores. No obstante
durante los siglos XVII-XIX la moral se cristalizará en manuales de tipo prevalentemente
casuístico.
Actualmente la Teología moral está redescubriendo toda su riqueza positiva para mostrar cuál
sea la vocación nueva y propia del hombre redimido por Cristo y que vive la vida del Espíritu en
la comunidad eclesial, con las exigencias éticas que se deducen.
c. TERCER CÍRCULO
1) Teología pastoral, misionera
La Teología pastoral tiene su primera aparición en la universidad alemana del siglo XVIII en
calidad de enseñanza de los deberes del pastor de almas frente al pueblo a él confiado. Sólo
con el inicio de este siglo y el afirmarse de la catequesis, la homilética y el sentido de la Iglesia
local, se ha desarrollado en sentido completo como el estudio de la misión salvífica de la
Iglesia, en sus varios aspectos y momentos no sin una constante atención a los signos de los
tiempos y a las instancias nuevas de la palabra revelada.
La Teología misionera mira la tarea de la Iglesia en el mundo, con la diferencia que mientras
la pastoral se dirige a los fieles de la Iglesia, lo misionero tiene que ver con la masa de los no
cristianos. Su fin es estudiar la naturaleza misionera de la Iglesia, los contenidos y operadores
de la misión, junto a las condiciones a través de las cuales la Iglesia está en grado de cumplir el
mandato recibido del Señor para realizarlo en toda su extensión.
2) Teología ecuménica
El movimiento ecuménico sea entre los no católicos, o el diálogo interreligioso con los no
cristianos, ha llevado al nacimiento de la Teología ecuménica. Su fin es favorecer sea la
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sensibilidad y la conciencia del patrimonio de las otras comunidades, sea de educar y releer
con atención ecuménica todos los sectores del saber teológico católico (de la cristología, a la
eclesiología y a la sacramentaria) en el cuadro de un camino hacia la unidad plena que está
enteramente en las manos de Dios.
TEOLOGÍA
a. Teología y ciencia
Cuando se preguntaba qué cosa era la Teología generalmente se respondía “ciencia de Dios y
de las cosas divinas”, y se continuaba “ciencia en Teología es un complejo de conocimientos
ciertos, ordenados y conexos que proceden de las causas, pero esta argumentación no era
suficiente... Sólo en estos últimos años se repropone la problemática Teología y ciencia en
términos más serios y consistentes; aunque para algunos la cientificidad de la Teología no
traiga problemas, para otros esto causa críticas y escepticismo.
Diremos antes que todo que la Teología vive una dimensión paradójica que se extiende del
objeto de estudio al sujeto que indaga. La fe del teólogo implica que la verdad del objeto no
alcanza a la conclusión de la búsqueda, sino que es presupuesto como constitutivo. La
Teología no busca la verdad, esta ya se la posee porque es lo que la hace existir. El contenido
no viene construido a lo largo del recorrido, sino que es ya dado como punto de partida.
De estos elementos aparece claro que la Teología no es una ciencia llamada a desarrollar y
resolver un teorema, ella participa del anuncio salvífico porque está implicada por él y lo debe
implicar en su vida. La Teología se presente como un mensaje que es paradójico para el
hombre que recurre al lenguaje científico-.
Sin embargo, la Teología debe comunicar. Hay necesidad de comunicar este mensaje a los
hombres de nuestro tiempo y echa manos de muchos elementos lingüísticos, pedagógicos,
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históricos, filosóficos para hacer más inteligible este mensaje. Por eso la Teología desarrolla un
método y un lenguaje, un sistema, que la hacen ser una verdadera ciencia.
Por esto la urgencia, para la Teología, de un encuentro con las ciencias que hablan hoy la
lengua del contemporáneo. Es una necesidad propia de la Teología: la atención a los tiempos
porque el creyente sea siempre pronto a dar razón de la esperanza que está en él (1Pe.3, 15).
b. Teología y hermenéutica
La Teología puede ser considerada como ciencia porque funda su investigación sobre
testimonios, escritos y orales, que pertenecen a la historia pasada y que están distanciados de
nuestra cultura moderna de miles de años. Ahora en la recepción de estos datos es necesaria
la hermenéutica, mediante ella nosotros nos llegamos a los textos antiguos dándoles la forma
originaria, descubriendo las intenciones y las experiencias que han tenido los autores al escribir
aquellas páginas y podemos estimular al contemporáneo con un lenguaje comprensible, para
dar sentido a la vida.
c. Teología y lenguaje
Hoy asistimos a la fractura entre el lenguaje que habla el hombre y el lenguaje que habla la
Iglesia. El Concilio siendo consciente del problema lo refiere a aquel más complejo de la
evangelización, sostiene que la adaptación del lenguaje a las varias culturas y situaciones de
vida debe permanecer ley de la misión de la Iglesia al anuncia el evangelio (GS.44)
Esta dimensión dialógica desemboca en aquella histórica. Quien se comunica lo hace metido
en su historia y en la historicidad del momento. Esto implica de una parte la dependencia de
toda la historia precedente y de otra en la valoración del momento presente que habilita a ser
creativos en el intercambio personal.
Existe una constante dialéctica entre la fundación del lenguaje teológico y la misma realidad de
la revelación. Se trata de permitir una comprensión lo más posible, universal y racional del
contenido teológico y una superación del lenguaje histórico que por una parte verifica los límites
del lenguaje humano, de otra capacita la reelaboración de nuevas formulaciones lingüísticas y
empuja al reconocimiento de la trascendencia.
a. Teología y contemplación
Por eso se puede decir que el hombre de este tiempo a pesar de ser un racionalista contempla
el inefable, lo percibe con lucidez y reconoce el misterio. Pero ¿qué cosa es el misterio?
Adoración como comprensión de aquello que es la verdadera actividad del intelecto, como es el
auto reconocimiento de no poder comprender al solo nivel racional y por lo tanto el llamado de
todo el hombre a la obediencia en la fe. Aquí se puede recuperar la dimensión de la Teología
orante típica de lo Padres de la Iglesia. La adoración llega a ser oración, esto es capacidad de
llenarse del misterio y dejarse llenar por él.
b. Teología y decisión
Al terminar el discurso de Pedro en Pentecostés se hizo una pregunta: “¿Qué cosa debemos
hacer? (Hch. 2,37). La respuesta inmediata del apóstol orienta a una acción radical:
“convertíos”. El arrepentimiento, el cambio total de vida con la recepción del bautismo señala el
ingreso a la comunidad primitiva y la actitud fundante de la fe. Como respuesta al Kerygma, el
creyente debe cumplir un paso decisivo que determina toda la existencia: la aceptación de la
propia vida como contingente y finita y la posibilidad de superarla con el ingreso en la
obediencia de la fe. El anuncio llega a ser salvífico en el momento en el cual, alcanzando al
sujeto, provoca en él la conversión y el arrepentimiento y habilita el gesto más personalizante
de la libertad.
Delante del misterio e inserto en él, el creyente no puede permanecer neutral. La actitud de la
adoración es significativa para la recepción del misterio y de la trascendencia que el significa,
aquel de la decisión es expresiva para la voluntad y recibe luz y significado propio del misterio.
Aunque pueda aparecer paradójico la libre decisión a depender del misterio constituye el gesto
más personalizante para cada uno y la última posibilidad para dar la autocomprensión definitiva
al enigma del hombre.
(1Cor. 1,20-31) para que el gesto de la obediencia a la fe adquiera todo su valor y exprese toda
la eficacia.
c. Teología y testimonio
La relación que se crea entre los dos pertenece a la esfera más profunda de la relación
interpersonal porque sobre le terreno del contenido del recuento, los dos arriesgan la
credibilidad del propio ser. El testigo, según su fidelidad, revela la veracidad o falsedad del
propio ser; el receptor del testimonio, juzgando el grado de sinceridad del testigo, manifiesta la
voluntad de salir de sí para confiarse en la persona que habla. En un caso como en el otro los
dos revelan de participar parte de la propia intimidad y entonces salen de sí mismos para
permitir la esencia de la comunicación.
La necesidad del testimonio personal y comunitario deriva del contenido mismo que se quiere
testimoniar. El cristianismo en efecto no es una ideología sino una vida. Es vida de un hombre
que metido totalmente su existencia para mostrar la perfecta coherencia entre el actuar y el
pensar. En una palabra, porque el testimonio y el testigo son el amor del Padre que se hace
visible, el testimonio de cada creyente y de la Iglesia entera debe portar a cada hombre a
encontrar su propio camino.
4) Que llega a ser: El llegar a ser indica la dinámica de cada Teología que, partiendo de la
Escritura, tradición e interpretación carismática del magisterio, está sotopuesta a la dimensión
histórica, como dimensión que permite la adquisición progresiva del conocer, del aprender, del
modificar y del adaptar los distintos resultados alcanzados.
5) Respuesta personal: Evidencia la dimensión de cada uno que, como sujeto libre y racional,
comprende ser parte de una comunidad, sujeto eclesial; pero también como sujeto que es
llamado a responder a la revelación en primera persona, sin posibilidad de delegación alguna.
“Se dicen teólogos aquellos miembros de la Iglesia que, por estudio y vida vivida en la
comunidad de fe de la Iglesia, son cualificados para profundizar la palabra de Dios según el
método científico propio de la Teología, y también, en fuerza de la misión canónica, en el
enseñar” (Comisión Teológica Internacional)
A la luz de la enseñanza del Magisterio del Vaticano II, se dice que tal relación se desarrolla en
la unidad y la distinción de carismas. Hay elementos comunes que se ponen en conjunto entre
el magisterio y el teólogo, primero que todo la común dependencia de la Escritura. No sólo el
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teólogo sino también el magisterio “no es superior a la Escritura, sin que la sirve “(DV 10).
Existe entonces una unidad de fondo en la realización del propio ministerio que se apoya sobre
una doble dependencia: la de la palabra de Dios y la del sensus ecclesiae. Teólogos y
magisterio sirven a la palabra y están sometidos a ella. El Vaticano II además dice que tanto el
magisterio como los teólogos deben recordar su pertenencia a la Iglesia, antes de ser teólogos
y pastores, son bautizados que participan de la acogida y la transmisión del depositum fidei en
cuanto pueblo de Dios. El sensus fidei Ecclesia debe animar el ministerio de la enseñanza,
porque sólo “la universalidad de los fieles que tienen la unción del Espíritu santo “ (LG. 12) es la
garantía de la fe y de su gentilidad.
b) El teólogo tiene la tarea de mantener viva la Teología. Esto comporta que su investigación
sea constantemente puesta entre dos polos: debe poner en crisis cada pregunta del hombre
sobre el hombre y hacer emerger la respuesta original que está sometida a los escritos sacros
y a la experiencia de la Iglesia primitiva. esta función crítica de cada antropología no es un fin
en sí mismo, sino que prepara una definición a una antropología más amplia, la antropología
cristiana.
c) En fin el teólogo tiene la misión de hacer creíble el dogma. Si se expresó que se entiende
por dogma la globalidad del misterio que la Iglesia presenta. Para que él sea creíble es
necesario que sea significativo. Credibilidad y significación es el centro de la revelación. El
teólogo pues aplica las leyes del lenguaje humano de modo que la ley de la fe aparezca más
evidente. El teólogo no debe buscar ante todo la “modernidad” para ser más aceptado, sino,
ante todo, la obediencia profética al mensaje y a la acción profética del Espíritu.
a. Figura judeocristiana
La Teología del período neotestamentario hacia el fin del 150 ha sido organizada y desarrollada
en categorías típicamente judaicas y judeocristianas. Así el cristianismo hasta la mitad del s. II
difundido por todo el Mediterráneo es de estructura esencialmente judaica.
El elemento propio de tal Teología está en el hecho de que ella se expresa en un contexto de
pensamiento judaico del tiempo y en particular de la apocalíptica, y demuestra que el
cristianismo antes de manifestarse con los conceptos del mundo helenístico ha conocido una
expresión semítica.
* La exégesis judeocristiana no considera el texto bíblico sólo como un texto del pasado para
estudiar o reconstruir en la precisa materialidad histórica, sino como una palabra que “vivit in
aeternum”: una palabra que permanece continuamente viva y actualizada en relación con los
acontecimientos que Dios realiza en la historia. El significado de la Escritura no es estático,
sino dinámico, es un perenne targum, una interpretación que se renueva continuamente en la
sinagoga, y un perenne midrash una constante búsqueda del sentido actual de la Biblia. El
cristianismo hereda este tipo de exégesis, pero la novedad consiste en el hecho que esta
exégesis es ya aplicada a los acontecimientos cristológicos de la salvación y a su significado
para la Iglesia: la referencia al AT sirve para mostrar que su lectura escatológica llega a la
plenitud en Cristo y en don del Espíritu. Se hace una lectura a partir de la plenitud de los
tiempos. Así se explica la continua referencia a “según las Escrituras” continuamente presente
en los textos del NT y en los Padres apostólicos. El AT es un testimonio para mostrar su
cumplimiento en Cristo y en la Iglesia.
La novedad absoluta de la fe cristiana consistirá en afirmar que con Cristo los cielos nuevos
son abiertos, sobre El ha descendido el Espíritu y el ha abierto los secretos del libro de la
historia. Esta novedad absoluta viene desarrolla en la Teología judeocristiana por medio de las
categorías pertenecientes a la apocalíptica judía.
b. figura helenístico-platónica
Los apologistas buscan por primera vez hablar al mundo greco romano, a los “doctos” de este
mundo usando el mismo lenguaje. El desarrollo de la escuela alejandrina y las tentativas de
una síntesis teológica operadas por Orígenes, seguida por Agustín, hacen asumir a la Teología
una figura de carácter helenístico-platónica.
El error sería quedarnos de modo estático en estas categorías utilizadas, identificándolas con
los mismos datos de la revelación. Pues como ya se ha señalado el dato revelado trasciende
siempre su explicación y formulación conceptual.
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Se ha visto cómo el tiempo de la escolástica y sus desarrollos tardíos cubren varios siglos y se
caracterizan por el ingreso progresivo del pensamiento filosófico de Aristóteles en el teologizar
cristiano. Este pensamiento comprende la lógica, la física, la metafísica, la psicología filosófica
y la ética e implica una extraordinaria unidad de método y de interpretación de la totalidad de la
realidad. Si en un primer momento (s.XII) son sobre todo los instrumentos de la lógica
aristotélica que entran en el teologizar (quaestio, disputatio), en un segundo momento (XIII y
ss) se tiene un macizo ingreso en la Teología de las mismas categorías centrales del
pensamiento aristotélico) la comprensión del ser en cuento ser, los trascendentales y sus
principios supremos, la distinción entre acto y potencia, entre materia y forma, la doctrina de las
causas, las categorías y las cuestiones sobre las facultades humanas, la teodicea y la ética.
Pero no se debe pensar que el cuadro de referencia aristotélica sea único o absoluto, también
permanecen categorías neoplatónicas, esencialmente las acogidas por Agustín y por el Pseudo
Dionisio y continuadas por Duns Scoto y su escuela.
El problema era de saber si la Teología, ahora disciplina universitaria dominante, podía llamarse
ciencia en sentido aristotélico y pudiese venir clasificada como una verdadera ciencia.
La respuesta hasta ahora era la ya intuida por Orígenes y Agustín que hacían la diferencia
entre ciencia y sabiduría, en esta visión la ciencia era vista como un conocimiento de lo que es
temporal, la sabiduría era vista como conocimiento de lo que es eterno y permanente. La
ciencia constituía en definitiva sólo una preparación a la sapiencia. Con Anselmo, Alberto y
Tomás de Aquino el problema se presenta realmente nuevo, pues según Aristóteles, la ciencia
es el conocimiento de cierta cosa a través de la demostración que de algunas premisas
(principios) se deduce con evidencia las conclusiones. Los principios de los que se deducen
las conclusiones no vienen demostrados por la ciencia misma, son presupuestos en relación
con los distintos ámbitos del ser y del conocer. Hay así principios del ser cuantitativo por la
matemática, los principios del ser natural por la física, los principios del ser en cuanto ser por la
metafísica. Cuando una ciencia recibe sus principios de otra se llama ciencia subordinada
(scientia subalternata). Hay así una jerarquía de las ciencias humanas de las cuales la más
excelsa es la metafísica de cuyos principios supremos todas las otras dependen. El valor de
estos principios supremos es garantizado por la razón que demuestra con evidencia y certeza.
Aplicando esta noción de ciencia a la Teología, Tomás muestra que el conocimiento teológico
es ciencia en sentido propio porque como cada ciencia, constituye un conocimiento cierto a
través de una demostración que, de determinados principios, los artículos de la fe, deduce a la
manera de conclusiones, nuevos conocimientos. Los artículos de la fe son para Tomás las
verdades inmediatamente y formalmente reveladas, proclamadas como tales por la fe de la
Iglesia. Estos principios no pueden ser demostrados con la razón, deben ser acogidos con la
fe, en cuanto que no tienen, para la Teología, aquella intrínseca evidencia que poseen los
principios supremos de la metafísica. La garantía de la verdad de los principios de la Teología
no deriva de la razón sino de la scientia Dei et beatorum, fuente de la revelación. De
consecuencia, la Teología es una ciencia subordinada a la ciencia superior que Dios mismo
tiene de la realidad y los beatos tienen por participación. Parte de esta scientia Dei et beatorum
es comunicada al hombre con la revelación y es expresada en los artículos de la fe. La
Teología recibe sus principios no de una ciencia humana, sino de aquella divina y se funda
sobre la autoridad de Dios mismo. Una vez sin embargo que la Teología ha acogido este
propio estatuto, su tarea se desarrolla análogamente a las otras ciencias, deduciendo siempre
nuevos conocimientos de los principios de su saber. La Teología es entonces en todo y para
todo una ciencia en el sentido aristotélico del término.
Después del siglo XII, la Teología escolástica conoció una fase de decadencia, que se agravó
posteriormente con el nominalismo y la disociación entre Teología y espiritualidad. Es en este
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La Teología de la reforma pone radicalmente en discusión sea el método, sea la mayor parte de
los contenidos de la Teología de la época medieval y en particular de la tardía escolástica, a la
cual se refiere la crítica de Lutero. La respuesta de la Iglesia católica que se expresa con el
concilio de Trento y en los siglos sucesivos da origen aun modo particular de teologizar
típicamente caracterizado por la controversia. Método que se concentra sobre aquellos
particulares dogmas creídos por la Iglesia católica y refutados por los protestantes. La Teología
controvesista se encarga precisamente de elaborar la “demostración” de la verdad de la fe.
a. Figura hermenéutica
Una Teología atenta a las problemáticas del lenguaje y de la formulación del dato revelado y de
los dogmas, en modo de poder acoger qué cosa el lenguaje y la formulación signifiquen para sí
y digan al hombre de hoy y a su tarea en la historia. El lenguaje religioso está al centro de las
investigaciones actuales, y está en la discusión no porque se deba contestar su valor, sino
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porque si su tarea es significar cada cosa, se trata de ver cómo, de hecho, signifique y diga lo
que signifique, en modo de hacerlo adecuadamente interpelante para quien se pone a su
escucha. No sirve de nada colocar los acontecimientos uno tras los otros, es necesario que el
lenguaje diga su sentido y lo diga de modo perceptible para el hombre. Se pone en este
contexto el problema de la interpretación del lenguaje, y del lenguaje de la fe y de la Teología.
No es suficiente para un teólogo contemporáneo proclamar los textos bíblicos o repetir los
dogmas en la manera como han sido significativos e interpelantes para los interlocutores de
otras épocas. Es tarea del teólogo, en estrecha relación con el magisterio de la Iglesia,
discernir el núcleo inmutable y permanente de la revelación, distinto de las representaciones
literarias y de las formulaciones conceptuales utilizadas en determinados contextos históricos
para buscar de encontrar el sentido, con tal de conservar la frescura y la novedad del mensaje
para el hombre de hoy y provocarlo a la decisión de la fe.
No basta creer que Dios ha hablado, se necesita que la revelación tenga un sentido para el
hombre de hoy. No se trata evidentemente de agregar contenidos nuevos a los datos revelados
o descubrir otros sentidos diferentes al sentido originario sino de recuperar la portada y de
proclamar la actualidad para el hoy de la historia y hacerlo posiblemente con las categorías
mismas de nuestro tiempo.
b. Figura antropológica
Esta figura nos lleva a mirar como la Teología tiene por centro a Dios y su proyecto de
salvación, y este centro no se revela y se actúa en la historia si no en cuanto se comunica al
hombre. La Teología siempre habla al hombre, también en los casos en los que directamente
afirma cualquier verdad de Dios, y no puede hablar de Dios sin referirse al hombre, sin
considerar que el hombre es sujeto destinado a participar de la vida divina. En este sentido se
puede decir que la Teología cristiana es antropocéntrica.
c. Figura escatológica
Es la figura que descubre el papel central de la resurrección de Cristo y se abre con viva
atención al futuro y a la esperanza.
del medioevo sobre las dos ciudades, sino en la perspectiva de las categorías del tiempo y de
la historia, de historicidad y de responsabilidad frente a la construcción del mundo,
particularmente vive n la conciencia común de este último siglo. La escatología a partir del
evento de la resurrección de Cristo y de la espera de su retorno, se presenta como apertura
sobre el tiempo y sobre la historia en la perspectiva del ya pero todavía no: el ya del evento
decisivo cumplido, pero el todavía no manifestado en todo su esplendor visible. La escatología
eclesial vive de esta dialéctica, y toda la existencia cristiana está caracterizada por la misma
tensión.
d. Figura ortopráctica
e. Figura narrativa
La Teología narrativa no se presenta sólo como una respuesta a las dificultades de la reflexión
crítica sobre la fe, sino más bien un recuperar la dimensión teológica olvidada y casi perdida.
Esta dimensión es precisamente narrar. Bajo este aspecto decimos que no se trata
simplemente de una Teología compuesta simplemente de redacciones, sino una Teología
experta en el análisis de las narraciones salvíficas y preocupada por tener la capacidad
narrativa de la comunidad eclesial. Se trata de buscar una Teología que descubra y reafirme en
todo su vigor la estructura narrativa misma de la economía de la revelación y del anuncio
evangélico y llegue a ser capaz de narrar la fe en el hoy de la Iglesia. Ahora para poder hablar
de Teología narrativa la Teología debe preliminarmente afrontar el problema de la narración
misma, de su naturaleza, de su eficacia y verdad teniendo en cuenta en este ámbito cuanto ha
sido hecho por los cultores de las otras ciencias.
La narración pertenece al género literario del testimonio, en ella el narrador tiende a pasar a un
segundo plano para hacer hablar los hechos y los protagonistas mismos narrados. En la
relación no son tanto los discursos los que hablan, sino los hechos que suceden con la
experiencia que evocan y con las descripciones que son datas. El tiempo pasado se hace
presente, y esto hace vivo el recuento. El verdadero narrador es aquel que hace revivir en el
hoy la descripción y los eventos y la experiencia que recuenta, casi rehaciendo la historia,
recreándola en el presente. Esto implica una real implicación de parte del narrador en lo que
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narra, si tal implicación faltase, el narrador sería sólo un repetidor de hechos y de experiencia
pero no aquel que devuelve la vida a lo que cuenta y hace vivir la historia en el presente.
Se trata pues en Teología de narrar la fe en modo que esta misma narración llegue a ser una
pregunta que interpela al hombre y lo llama a la decisión de la fe. La memoria de la historia de
la salvación no ha sido nunca una memoria neutra; es siempre un recuerdo riesgoso, una
memoria subversiva, consciente de un pasado que se hace presente y que se empeña en
realizar un futuro.