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TEOLOGÍA FUNDAMENTAL

A. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA

1. El término TEOLOGÍA

La primera constatación es que el término no tiene un origen bíblico, sino que deriva del mundo
cultural griego. Sólo en la época tardía, y no sin contradicciones, hizo su entrada en el mundo
occidental (s. XII-XIII) Anteriormente se utilizaron otros términos: en oriente: gnosis (cognitio),
sophia (sapientia), oikonomia (dispensantio), teoría. En occidente: doctrina cristiana, sacra
doctrina, sacra eruditio, página y sacra pagina.

El mundo griego parece que utilizó el término en una triple acepción: mitológica, filosófica y
cultual.

Platón parece ser el primero en utilizar el término, pero no se refiere a la doctrina sobre Dios,
sino a aquellos poetas (Homero, Hesíodo, Orfeo) que explicaban el origen y la historia del
mundo en relación con las obras de los dioses. Platón critica esta explicación mitológica del
cosmos (Rep. II, 379ª)

En Aristóteles se encuentra una utilización análoga del término, llama teólogos a los poetas,
pero en cuanto creadores de mitos y los contrapone a los filósofos de la naturaleza, a quienes
llama físicos. Sin embargo, Aristóteles también llama a su philosophia prima “theologia”, o
aquella parte de la metafísica (distinta de la filosofía natura y de la matemática) que considera
el ser y se remonta a los diversos grados hasta la causa prima, explicación de todo. En este
sentido el término vendría a significar la doctrina de Dios como ser inmutable del que depende
todo lo que cambia.

Para los estoicos, el término se utiliza para designar el culto dado a los dioses y más
exactamente para hablar de los dioses en el culto. cualquier esfuerzo para pensar y expresar
un discurso sobre Dios, sea en términos mitológicos o cultuales denominado Teología.

En el mundo cristiano fue reacio a utilizar el término, precisamente por sus significados
mitológicos. Es por eso que el término no aparece ni en el NT, ni en los Padres
apostólicos.

Sólo con los apologistas, san Justino, se inicia una tímida utilización del término para designar
la conciencia precristiana de Dios. Clemente de Alejandría y Orígenes reconocen en la
conciencia pagana las huellas del verdadero Logos.

Eusebio (s.IV-V) cuando la cuestión pagana ya ha sido en parte superada, escribe una obra
llamada “De Theologia Ecclesiastica”, utilizando el término como conocimiento de la verdadera
doctrina de Dios revelado en Jesucristo, y que debe ser recibida desde la fe. Dos
connotaciones caracterizan la utilización del término: una connotación cristológico-trinitaria,
pues la Teología es considerada como doctrina de la divinidad de Cristo y de las Personas de la
Trinidad. Y una connotación místico-contemplativa, pues la Teología es vista como el
conocimiento místico de Dios. Ya el término Teología empieza a verse distinto del término
“economía” que va a ser utilizado para designar la doctrina revelada en el plano salvífico.

Con Abelardo (1142) el término Teología lo refiere más bien al conjunto de los dogmas
cristianos.

Pero es en el s.XIII cuando se afirma el significado de Teología como “ciencia de la fe”,


considerada como la ciencia reina entre las disciplinas escolásticas. Con Buenaventura y
Enrique de Gand, designa el complejo de las verdades reveladas, estudiadas en un método
dialéctico. Bajo el nombre de Teología se entiende la profundización de la verdad creída
(scientia fidei).

Hoy se ha replanteado el término ante la discusión de la noción de ciencia, y en relación con la


historicidad de la revelación. Por eso hoy la Teología es vista como una interpretación reflexiva
de la revelación, dirigida a proponer a la comunidad creyente, el sentido decisivo de la historia y
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de la existencia humana. La Teología es considerada como la lógica que Dios ha empleado


para la salvación del hombre.

B. ESTRUCTURA DE LA TEOLOGIA SISTEMATICA

Hoy se ve según tres círculos concéntricos que buscan de alguna manera reagrupar todo el
saber teológico. El primer círculo lo constituyen las disciplinas que regulan las estructuras
mismas de la Teología: fundamental, bíblica o dogmática. El segundo círculo mira más
directamente a la vida de la Iglesia en su estructura interna: historia, liturgia, moral,
espiritualidad o derecho. El tercer se identifica con las dimensiones de apertura de la Iglesia al
mundo y al futuro: pastoral, misión y ecumenismo.

a. PRIMER CIRCULO

1) Teología fundamental

Desde fines de los siglos XII y XIII se vio la necesidad de una búsqueda de los motivos
racionales que justificasen la adhesión de los cristianos a la fe. Actualmente la Teología
fundamental es la disciplina que se esfuerza por mostrar la credibilidad de la revelación, dando
razón al creyente y al no creyente, del porqué de la fe.

2) Exégesis y Teología bíblica

Preocupaciones exegéticas se encuentran ya en los Padres y en los doctores de la Iglesia


(Orígenes, Agustín, Jerónimo). En los siglos XVII y XVIII se da un desarrollo generalizado e
intempestivo de la crítica bíblica y si la crisis modernista retarda el uso de los métodos histórico
críticos, el siglo XX puede ser considerado como el siglo del nacimiento de la exégesis como
disciplina teológica. El Vaticano II afirma que la Escritura constituye el alma de la reflexión
teológica y de todo el saber de la fe, junto con la tradición DV.24) Si la exégesis es la búsqueda
y la explicación del sentido histórico literal del texto bíblico y del sensus plenior de la Escritura;
la Teología bíblica es el estudio de la unidad de la historia salutis que tiene en Jesús de Nazaret
su vértice y su centro decisivo y paradigmático, y es por lo tanto el estudio de las relaciones
que se dan entre el AT y el NT y la presentación de los grandes temas bíblicos y sus desarrollos
y relaciones.

3) La Teología dogmática

Se constituye como una ciencia aparte sólo en el siglo XVIII. Desde aquel momento y hasta
casi el Vaticano II su tarea es prevalentemente aquello de documentar, en sentido
controversista-apologético, las proposiciones dogmáticas de la fe de la Iglesia, sea de frente a
las posiciones de las comunidades cristianas no católicas, sea de frente a los retos del mundo.
El decreto OT y los textos conciliares muestran como la Teología dogmática está llamada a
recuperar su amplitud originaria.

Síntesis de todo el teologizar de la Iglesia y de las ciencias particulares (Teología bíblica,


patrística, historia de los dogmas) la dogmática expone de modo orgánico y profundiza
sistemáticamente los contenidos de la revelación y de la tradición cristiana, ofreciendo la visión
global de la fe de la Iglesia y de cuanto esta anuncia al mundo. En cuanto tal, la dogmática se
presenta hoy como la ciencia general de la fe con la cual las otras ciencias especializadas, está
llamada a confrontarse para progresar en su conocimiento y para no tomar vías erróneas.

b. SEGUNDO CIRCULO

1) Teología histórica.

Si desde el medioevo la reflexión teológica ha valorizado el momento histórico, es sobre todo


en los siglos XVII-XVIII y XIX que se introduce la exigencia de una Teología histórica
desarrollada como método científico y en grado de constituirse como disciplina autónoma y
disciplina de base para todo el saber teológico. Y es sólo con el inicio del siglo XX que se
puede datar el inicio de una Teología histórica en sentido verdadero y propio.

Con las palabras Teología histórica se buscan reagrupar tres momentos específicos de esta
ciencia: patrística y patrología, historia de la Iglesia e historia de los dogmas. Constituyendo
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tres disciplinas distintas, con contenidos y métodos propios, sin embargo muestran una
preocupación común: mostrar la comprensión que la Iglesia ha tenido de sí y de su propio
depositum fidei a lo largo de su historia.

2) Teología litúrgica

La liturgia es sin duda una expresión particularmente significativa de la fe de la Iglesia. Esta


conciencia ha aportado a los teólogos a partir del siglo XVII a considerarla como el “lugar
teológico” a través del cual se conoce lo que enseña el magisterio ordinario y se expresa lo que
el pueblo cristiano cree. Por este motivo en los manuales habrá referencia a la liturgia para
confirmar los varios aspectos teológicos tratados a la manera de un argumento tradicional. Es
con el movimiento litúrgico de este siglo y con el Vaticano II que el estudio de la liturgia ha sido
redescubierto y reafirmado en toda su riqueza de contenidos positivos y se ha constituido como
ciencia autónoma con un propio objeto y una propia metodología.
3) Teología moral y espiritual

El origen de la Teología moral va unido a los comentarios que del siglo XIV se desarrollan sobre
la suma Teológica de Tomás. Estos comentarios asumen la tarea de tratar la solución de los
casos de conciencia: lo que se convirtió en el modelo básico para los confesores. No obstante
durante los siglos XVII-XIX la moral se cristalizará en manuales de tipo prevalentemente
casuístico.

Actualmente la Teología moral está redescubriendo toda su riqueza positiva para mostrar cuál
sea la vocación nueva y propia del hombre redimido por Cristo y que vive la vida del Espíritu en
la comunidad eclesial, con las exigencias éticas que se deducen.

La Teología espiritual, tiene un camino autónomo respecto a la moral. En parte unida a la


Teología monástica y en parte un poco en contraposición con la Teología sistemática, tenida
como demasiado abstracta o académica. La Teología espiritual es hoy una disciplina teológica
en sentido propio que estudia la experiencia espiritual cristiana y describe el desarrollo
progresivo haciendo conocer las estructuras y las leyes.

4) Teología del derecho de la Iglesia


El derecho es una dimensión propia de la Iglesia en cuanto pueblo de Dios jerárquicamente
estructurado y comunión-comunidad constituida de diversos ministerios y carismas. La
constitución de la ciencia del derecho tiene sus precedentes en las controversias sobre el
Papado de los siglos XII y XXIII y en las discusiones eclesiológicas posteriores a Trento hasta
la época moderna, donde toma una importancia decisiva con la promulgación del código de
derecho de 1917. Actualmente se orienta por el nuevo código de 1983. Esta Teología tiene
como tarea estudiar, no sin una atención pastoral, la legislación canónica que la comunidad
cristiana tiene para la plena realización de la misión que ha recibido del Señor.

c. TERCER CÍRCULO
1) Teología pastoral, misionera

La Teología pastoral tiene su primera aparición en la universidad alemana del siglo XVIII en
calidad de enseñanza de los deberes del pastor de almas frente al pueblo a él confiado. Sólo
con el inicio de este siglo y el afirmarse de la catequesis, la homilética y el sentido de la Iglesia
local, se ha desarrollado en sentido completo como el estudio de la misión salvífica de la
Iglesia, en sus varios aspectos y momentos no sin una constante atención a los signos de los
tiempos y a las instancias nuevas de la palabra revelada.

La Teología misionera mira la tarea de la Iglesia en el mundo, con la diferencia que mientras
la pastoral se dirige a los fieles de la Iglesia, lo misionero tiene que ver con la masa de los no
cristianos. Su fin es estudiar la naturaleza misionera de la Iglesia, los contenidos y operadores
de la misión, junto a las condiciones a través de las cuales la Iglesia está en grado de cumplir el
mandato recibido del Señor para realizarlo en toda su extensión.

2) Teología ecuménica

El movimiento ecuménico sea entre los no católicos, o el diálogo interreligioso con los no
cristianos, ha llevado al nacimiento de la Teología ecuménica. Su fin es favorecer sea la
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sensibilidad y la conciencia del patrimonio de las otras comunidades, sea de educar y releer
con atención ecuménica todos los sectores del saber teológico católico (de la cristología, a la
eclesiología y a la sacramentaria) en el cuadro de un camino hacia la unidad plena que está
enteramente en las manos de Dios.

C. PARA UNA DEFINICIÓN DE TEOLOGÍA

Si queremos acercarnos a una definición de Teología debemos considerar fundamentalmente


dos horizontes

TEOLOGÍA

HORIZONTE EPISTEMOLÓGICO HORIZONTE


EXISTENCIAL
CIENCIA CONTEMPLACIÓN
HERMENEUTICA DECISIÓN
LENGUAJE TESTIMONIO

La ciencia deberá reconocer la presencia del misterio y permitir la contemplación; la


hermenéutica deberá conducir a la decisión, el lenguaje será concreto en el testimonio... la
síntesis se cumplirá en el creyente mismo en su unidad de intelecto y voluntad, de pensamiento
y acción...

1. La Teología en el horizonte epistemológico

a. Teología y ciencia

Cuando se preguntaba qué cosa era la Teología generalmente se respondía “ciencia de Dios y
de las cosas divinas”, y se continuaba “ciencia en Teología es un complejo de conocimientos
ciertos, ordenados y conexos que proceden de las causas, pero esta argumentación no era
suficiente... Sólo en estos últimos años se repropone la problemática Teología y ciencia en
términos más serios y consistentes; aunque para algunos la cientificidad de la Teología no
traiga problemas, para otros esto causa críticas y escepticismo.

Diremos antes que todo que la Teología vive una dimensión paradójica que se extiende del
objeto de estudio al sujeto que indaga. La fe del teólogo implica que la verdad del objeto no
alcanza a la conclusión de la búsqueda, sino que es presupuesto como constitutivo. La
Teología no busca la verdad, esta ya se la posee porque es lo que la hace existir. El contenido
no viene construido a lo largo del recorrido, sino que es ya dado como punto de partida.

La verdad fundamental de la Teología no es abstracción, porque la fe presenta esta verdad en


la revelación última y definitiva de Jesús de Nazaret. Él es la verdad inmutable que recorre
toda la humanidad y precede cada Teología, pero este evento se presenta a la Teología como
paradójico. En Jesús, hombre entre los hombres, Dios no expresa más conceptos sobre su
existencia, sino que se presenta definitivamente a sí mismo en la persona del Hijo, Palabra que
habla las palabras del Padre y cumple las acciones que le ve cumplir a El (Jn. 5,30.36) Entre
más crece el análisis aumenta lo paradójico, porque Jesús de Nazaret, Epifanía de Dios, revela
completamente al Padre en el acto kenótico del total abajamiento de la divinidad: en la muerte
de cruz y en el abandono en el reino de los muertos. No obstante, el mismo crucificado es
reconocido como resucitado, vivo después de tres días de su muerte. Delante al misterio de
este evento, la fe y la Teología se dirigen constantemente a la dialéctica de lo escondido que se
revela y de la revelación que se esconde.

De estos elementos aparece claro que la Teología no es una ciencia llamada a desarrollar y
resolver un teorema, ella participa del anuncio salvífico porque está implicada por él y lo debe
implicar en su vida. La Teología se presente como un mensaje que es paradójico para el
hombre que recurre al lenguaje científico-.

Sin embargo, la Teología debe comunicar. Hay necesidad de comunicar este mensaje a los
hombres de nuestro tiempo y echa manos de muchos elementos lingüísticos, pedagógicos,
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históricos, filosóficos para hacer más inteligible este mensaje. Por eso la Teología desarrolla un
método y un lenguaje, un sistema, que la hacen ser una verdadera ciencia.

Por esto la urgencia, para la Teología, de un encuentro con las ciencias que hablan hoy la
lengua del contemporáneo. Es una necesidad propia de la Teología: la atención a los tiempos
porque el creyente sea siempre pronto a dar razón de la esperanza que está en él (1Pe.3, 15).

b. Teología y hermenéutica

La Teología puede ser considerada como ciencia porque funda su investigación sobre
testimonios, escritos y orales, que pertenecen a la historia pasada y que están distanciados de
nuestra cultura moderna de miles de años. Ahora en la recepción de estos datos es necesaria
la hermenéutica, mediante ella nosotros nos llegamos a los textos antiguos dándoles la forma
originaria, descubriendo las intenciones y las experiencias que han tenido los autores al escribir
aquellas páginas y podemos estimular al contemporáneo con un lenguaje comprensible, para
dar sentido a la vida.

La hermenéutica es la ciencia de la interpretación de los textos que pertenecen a una cultura


que no es más la nuestra y de la cual estamos separados espacio-temporalmente. Cuando un
hecho, un pensamiento, una experiencia del pasado vienen puestos por escrito es como si
inmediatamente se les cortase del propio presente para enviarlos a un futuro no conocido, que
estará en grado de reportarles vida propiamente mediante la interpretación.

El problema de la interpretación toca también a la esfera teológica. Este evento, Jesús de


Nazareth, creído desde la primera comunidad cristiana ha sido confesado en diferentes modos
en los textos sacros. Pero aquellos textos que hoy escuchamos y en los cuales creemos,
provocan en nosotros preguntas de inteligibilidad que brota de nuestra esfera de comprensión
determinada de la época en la cual vivimos. Debemos entonces echar mano de la
hermenéutica para establecer el contenido originario y presente en la Escritura y para portar a
la luz la precomprensión que han determinado los autores sacros en la textura de aquellos
textos para verificar las auténticas experiencias que son descritas.

c. Teología y lenguaje

Un tema unido a la hermenéutica es aquel del lenguaje. Pues si la hermenéutica nos da la


posibilidad de acoger la vitalidad y la esencia de los textos el lenguaje deberá ser capaz de
hacerlos comprensibles. Nace entonces el problema del lenguaje, para que la comunicación de
la verdad de fe pueda ser comprendida por aquello que realmente significa y alcance el fin para
el cual es revelada: la respuesta que debe ser dada por el creyente. Pero el lenguaje teológico
constituye un problema. Pues la Teología expresa una verdad inmutable, no solo mediante un
lenguaje doxológico-litúrgico, sino también a través de un lenguaje común que desea llevar al
hombre su mensaje.

Hoy asistimos a la fractura entre el lenguaje que habla el hombre y el lenguaje que habla la
Iglesia. El Concilio siendo consciente del problema lo refiere a aquel más complejo de la
evangelización, sostiene que la adaptación del lenguaje a las varias culturas y situaciones de
vida debe permanecer ley de la misión de la Iglesia al anuncia el evangelio (GS.44)

Esta dimensión dialógica desemboca en aquella histórica. Quien se comunica lo hace metido
en su historia y en la historicidad del momento. Esto implica de una parte la dependencia de
toda la historia precedente y de otra en la valoración del momento presente que habilita a ser
creativos en el intercambio personal.

Existe una constante dialéctica entre la fundación del lenguaje teológico y la misma realidad de
la revelación. Se trata de permitir una comprensión lo más posible, universal y racional del
contenido teológico y una superación del lenguaje histórico que por una parte verifica los límites
del lenguaje humano, de otra capacita la reelaboración de nuevas formulaciones lingüísticas y
empuja al reconocimiento de la trascendencia.

El lenguaje teológico deberá hacer referencia a la naturaleza profética. Mediante la categoría


de la profecía se alcanza a crear un equilibrio entre los diferentes elementos que constituyen el
objeto para describir: El misterio que viene anunciado, el juicio que se pone al presente
histórico la orientación hacia el futuro escatológico.
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2. Teología en el horizonte existencial

El horizonte existencial no está en contradicción con el epistemológico, al contrario, está en


perfecta continuidad con aquél.

a. Teología y contemplación

Hablar de la contemplación dentro de la Teología equivale a redescubrir el sentido del misterio


que está al origen de la contemplación y de la Teología misma. Hay momentos en la historia de
la Teología en los cuales se ha olvidado el misterio, por lo tanto, son períodos oscuros para la
comprensión de la misma revelación (racionalismo, modernismo). Hoy la Teología debe hacer
emerger de su reflexión esta dimensión, el contemporáneo debe ser conducido al gusto por el
misterio para encontrarse fielmente a sí mismo: el creyente lo debe redescubrir para dar
plenitud de significado a su confiado abandono en la fe.

Por eso se puede decir que el hombre de este tiempo a pesar de ser un racionalista contempla
el inefable, lo percibe con lucidez y reconoce el misterio. Pero ¿qué cosa es el misterio?

Experiencia humana y enseñanza bíblica constituyen una admirable complementariedad en la


presentación del misterio: aquello que el hombre experimenta como sentido del absoluto,
encuentra el nombre en la revelación bíblica: Dios en nosotros, misterio y revelación del amor
del Padre que se hace visible en el actuar del Hijo. La constitución Dei Vebum ha clarificado
bien este concepto, cuando queriendo explicar el misterio de la revelación dice que se realiza
con “hechos y palabras íntimamente conexas, de modo que las obras cumplidas por Dios en la
historia de la salvación manifiesta y refuerzan la doctrina y las realidades significadas en las
palabras, y las palabras declaran las obras y hacen emerger el misterio en ellas contenido DV 2.

Adoración como comprensión de aquello que es la verdadera actividad del intelecto, como es el
auto reconocimiento de no poder comprender al solo nivel racional y por lo tanto el llamado de
todo el hombre a la obediencia en la fe. Aquí se puede recuperar la dimensión de la Teología
orante típica de lo Padres de la Iglesia. La adoración llega a ser oración, esto es capacidad de
llenarse del misterio y dejarse llenar por él.

b. Teología y decisión

Al terminar el discurso de Pedro en Pentecostés se hizo una pregunta: “¿Qué cosa debemos
hacer? (Hch. 2,37). La respuesta inmediata del apóstol orienta a una acción radical:
“convertíos”. El arrepentimiento, el cambio total de vida con la recepción del bautismo señala el
ingreso a la comunidad primitiva y la actitud fundante de la fe. Como respuesta al Kerygma, el
creyente debe cumplir un paso decisivo que determina toda la existencia: la aceptación de la
propia vida como contingente y finita y la posibilidad de superarla con el ingreso en la
obediencia de la fe. El anuncio llega a ser salvífico en el momento en el cual, alcanzando al
sujeto, provoca en él la conversión y el arrepentimiento y habilita el gesto más personalizante
de la libertad.

Delante del misterio e inserto en él, el creyente no puede permanecer neutral. La actitud de la
adoración es significativa para la recepción del misterio y de la trascendencia que el significa,
aquel de la decisión es expresiva para la voluntad y recibe luz y significado propio del misterio.
Aunque pueda aparecer paradójico la libre decisión a depender del misterio constituye el gesto
más personalizante para cada uno y la última posibilidad para dar la autocomprensión definitiva
al enigma del hombre.

A la actitud inicial de conversión y de arrepentimiento sigue el confiarse a Dios para construir


sobre la fe la propia vida. Al fondo del anuncio evangélico, está la propuesta hecha al hombre
de tomar una decisión y cumplir una elección que oriente la globalidad de la existencia a la luz
de la gracia. La experiencia de los discípulos es aquella típica de los que han dejado todo para
seguir al Maestro (Mt. 19,27). La comunidad primitiva está formada de aquellos que deciden de
dejar lo suyo para meterse al servicio del Evangelio (Hch. 2,42; 4,32-36) En una palabra al
hombre le viene pedido de decir la propia vida tomando como modelo la locura de la cruz
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(1Cor. 1,20-31) para que el gesto de la obediencia a la fe adquiera todo su valor y exprese toda
la eficacia.

c. Teología y testimonio

La tercera actitud que la Teología inspira como elemento resultante de su especulación es


aquel del testimonio concreto de vida. La ciencia conduce a la puerta del misterio, pero es la
contemplación que lo percibe realmente tal; la hermenéutica alcanza el sentido preciso de los
textos, pero es la decisión la que caracteriza la libre respuesta del hombre; el lenguaje rinde
comprensible al contemporáneo el contenido de la fe, pero es el testimonio que tiene la fuerza
para convertirlos.

El testimonio es lenguaje. Él pertenece al modo de expresarse del hombre, llega a ser


elemento privilegiado de la expresión humana porque crea estilos concretos del lenguaje que
solo la palabra hablada sería insuficiente a expresar.

¿Qué cosa es el testimonio? Dos elementos se evidencian: el hecho de que se comunica y el


contenido de la comunicación. Para permitir la comunicación es necearía la presencia de aquel
que recibe el testimonio, ella llega a ser relación que se cumple, en fuerza de un contenido,
entre un sujeto que se expresa y otro sujeto que recibe.

La relación que se crea entre los dos pertenece a la esfera más profunda de la relación
interpersonal porque sobre le terreno del contenido del recuento, los dos arriesgan la
credibilidad del propio ser. El testigo, según su fidelidad, revela la veracidad o falsedad del
propio ser; el receptor del testimonio, juzgando el grado de sinceridad del testigo, manifiesta la
voluntad de salir de sí para confiarse en la persona que habla. En un caso como en el otro los
dos revelan de participar parte de la propia intimidad y entonces salen de sí mismos para
permitir la esencia de la comunicación.

El Vaticano II ha propuesto el testimonio, como la horma unitaria de todo el ser y actuar


cristiano. Porque la Iglesia debe ser hoy testigo de la salvación que está en acto para el
hombre que quiere creer, esta es la proclamación que debe cumplir y de la cual es
responsable.

La constatación profética de Paulo VI en la Evangelii Nuntiandi posee también una fuerza de


provocación: “El hombre contemporáneo escucha mejor a los testigos que a los maestros o si
escucha a los maestros lo hace porque son testigos” (40 - 41) El testimonio es necesario para
la Iglesia para su desarrollo y para su misión en el mundo.

La necesidad del testimonio personal y comunitario deriva del contenido mismo que se quiere
testimoniar. El cristianismo en efecto no es una ideología sino una vida. Es vida de un hombre
que metido totalmente su existencia para mostrar la perfecta coherencia entre el actuar y el
pensar. En una palabra, porque el testimonio y el testigo son el amor del Padre que se hace
visible, el testimonio de cada creyente y de la Iglesia entera debe portar a cada hombre a
encontrar su propio camino.

* Podríamos entonces definir la Teología diciendo:

Que es la autoconciencia refleja de la fe de la comunidad cristiana, emergente de la


revelación que se llega a ser respuesta personal, en una motiva decisión de ponerse en
el seguimiento de Cristo.

1) Autonciencia refleja: Reclama el horizonte epistemólogico por el cual la Teología es un


saber crítico, metódico, sistemático, que viene cumplido mediante las normales y comunes
actividades propias del hombre.

2) De la fe de la comunidad cristiana: La comunidad cristiana es, en efecto, el sujeto


privilegiado de la reflexión teológica, porque ella reflexiona sobre el hoy de la fe, así como viene
provocado de la revelación y de las diferentes situaciones culturales.
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3) Emergente de la revelación: Indica que la Teología no encuentra otra dimensión fundante


que la fe de la comunidad cristiana y el particular en ella, en la revelación histórica de Dios, que
se expresa plena y definitivamente en el misterio global de la encarnación.

4) Que llega a ser: El llegar a ser indica la dinámica de cada Teología que, partiendo de la
Escritura, tradición e interpretación carismática del magisterio, está sotopuesta a la dimensión
histórica, como dimensión que permite la adquisición progresiva del conocer, del aprender, del
modificar y del adaptar los distintos resultados alcanzados.

5) Respuesta personal: Evidencia la dimensión de cada uno que, como sujeto libre y racional,
comprende ser parte de una comunidad, sujeto eclesial; pero también como sujeto que es
llamado a responder a la revelación en primera persona, sin posibilidad de delegación alguna.

6) Motivada decisión: Es el horizonte existencial, para el cual la Teología justifica los


comportamientos y actitudes que permiten hacer visible el misterio escondido y acogido en la
reflexión.

7) Seguimiento de Cristo: Es el fin último de la Teología que reclama el fin mismo de la


revelación, aquel de meter al hombre en Cristo para poder obtener la salvación. Misión de
Cristo y su acción salvífica llegan a ser misión y acción para cada creyente que lleva
conscientemente la buena nueva de la salvación.

D. PAPEL Y MISIÓN DEL TEOLOGO

“Se dicen teólogos aquellos miembros de la Iglesia que, por estudio y vida vivida en la
comunidad de fe de la Iglesia, son cualificados para profundizar la palabra de Dios según el
método científico propio de la Teología, y también, en fuerza de la misión canónica, en el
enseñar” (Comisión Teológica Internacional)

Se puede interpretar esta definición diciendo que el teólogo es un creyente inserto en la


comunidad al servicio de la Iglesia. Esta fórmula permite evidenciar tres momentos particulares
que son constitutivos en la descripción del teólogo:

a) El es un creyente. El teólogo no es un estudioso cualquiera porque el objeto de su estudio


y la elección de su existencia forman todo un uno. La fe que es estudiada es la misma fe que
es vivida. Es ilusorio por lo tanto pensar que el pueda, en cualquier momento de la
investigación, suspender totalmente la fe para alcanzar la objetividad del dato. La forma de
precomprensión es inicial a cada investigación y la acompaña. Conditio sine qua non es la fe
en el dato que quiere estudiar: esto no significa que su fe será juzgada del resultado de sus
estudios propio porque es experiencia siempre más grande de cada resultado alcanzado.

b) Inserto en la comunidad. La palabra de Dios es don dado a la Iglesia históricamente


encarnada en el tiempo. El teólogo que se refiere a esta palabra lo hace como partícipe de una
comunidad histórica en la cual está metido y de la cual es expresión. Hablando de comunidad
histórica entendemos las comunidades locales, religiosas, los movimientos que se interrogan
sobre la fe y su empeño en el mundo pidiendo al teólogo indagar de que modo la palabra
puede estar al servicio de lo que piden las aspiraciones de una determinada región territorial o
cultural.

c) Al servicio de la Iglesia. El teólogo no habla a título personal, él es un ministro de la Iglesia


en cuanto en ella y por ella desarrolla el servicio de la enseñanza. Las cartas paulinas no
tienen temor de meter los doctores al lado de los pastores y describe su enseñanza como un
carisma finalizado para la construcción de toda la Iglesia (Ef. 4,12; 1Cor. 12; 2Tim. 2,24).
Además, el recibe la Iglesia un mandato canónico para el testimonio de su catolicidad en su
enseñanza.

En cuanto el teólogo realiza su ministerio de maestro de la fe al interno de la Iglesia, se


encuentra en relación con el magisterio, que por institución de Cristo tiene la tarea específica
de enseñar, además de santificar y gobernar.

A la luz de la enseñanza del Magisterio del Vaticano II, se dice que tal relación se desarrolla en
la unidad y la distinción de carismas. Hay elementos comunes que se ponen en conjunto entre
el magisterio y el teólogo, primero que todo la común dependencia de la Escritura. No sólo el
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teólogo sino también el magisterio “no es superior a la Escritura, sin que la sirve “(DV 10).
Existe entonces una unidad de fondo en la realización del propio ministerio que se apoya sobre
una doble dependencia: la de la palabra de Dios y la del sensus ecclesiae. Teólogos y
magisterio sirven a la palabra y están sometidos a ella. El Vaticano II además dice que tanto el
magisterio como los teólogos deben recordar su pertenencia a la Iglesia, antes de ser teólogos
y pastores, son bautizados que participan de la acogida y la transmisión del depositum fidei en
cuanto pueblo de Dios. El sensus fidei Ecclesia debe animar el ministerio de la enseñanza,
porque sólo “la universalidad de los fieles que tienen la unción del Espíritu santo “ (LG. 12) es la
garantía de la fe y de su gentilidad.

Estos elementos permiten evidenciar también su complementariedad. Mientras los pastores


son signo de garantía de permanecer en la Iglesia y en la tradición, los teólogos son signo de la
dimensión escatológica. Los unos garantizan la enseñanza, los otros evidencian la tensión
futura como condición necesaria para la eficacia de la fe. Ahora la autoridad con la cual
enseñan deriva de ámbitos diferentes: para los pastores de su ordenación, para los teólogos de
la competencia de su estudio e investigación. Para ambos sin embargo el Espíritu Santo es
que interviene para que sea el lenguaje de la ciencia, o el de la sapientia manifiesten la única
verdad. El magisterio necesita de la Teología para explicar y actualizar el contenido inmutable
de la fe; la Teología necesita del magisterio para ver finalizada su investigación y para saber
que es católica su expresión.

Misión del Teólogo:

a) Él está profundamente radicado en la Palabra de Dios, en constante escucha de la pregunta


del mundo. El teólogo suscita el problema, interroga la palabra para que sea respuesta ala
pregunta del contemporáneo. Particularmente en estos años, en los que asistimos a la
fragmentariedad del hombre y de las culturas, el debe ser capaz de presentar una respuesta
unitaria, capaz de mostrar la unidad basilar del hombre y su profunda verdad.

b) El teólogo tiene la tarea de mantener viva la Teología. Esto comporta que su investigación
sea constantemente puesta entre dos polos: debe poner en crisis cada pregunta del hombre
sobre el hombre y hacer emerger la respuesta original que está sometida a los escritos sacros
y a la experiencia de la Iglesia primitiva. esta función crítica de cada antropología no es un fin
en sí mismo, sino que prepara una definición a una antropología más amplia, la antropología
cristiana.

c) En fin el teólogo tiene la misión de hacer creíble el dogma. Si se expresó que se entiende
por dogma la globalidad del misterio que la Iglesia presenta. Para que él sea creíble es
necesario que sea significativo. Credibilidad y significación es el centro de la revelación. El
teólogo pues aplica las leyes del lenguaje humano de modo que la ley de la fe aparezca más
evidente. El teólogo no debe buscar ante todo la “modernidad” para ser más aceptado, sino,
ante todo, la obediencia profética al mensaje y a la acción profética del Espíritu.

E. FIGURAS DE LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA

1. Los modelos antiguos

a. Figura judeocristiana

La Teología del período neotestamentario hacia el fin del 150 ha sido organizada y desarrollada
en categorías típicamente judaicas y judeocristianas. Así el cristianismo hasta la mitad del s. II
difundido por todo el Mediterráneo es de estructura esencialmente judaica.
El elemento propio de tal Teología está en el hecho de que ella se expresa en un contexto de
pensamiento judaico del tiempo y en particular de la apocalíptica, y demuestra que el
cristianismo antes de manifestarse con los conceptos del mundo helenístico ha conocido una
expresión semítica.

No obstante, la diversidad de grupos se puede afirmar la existencia de una figura originaria de


Teología de expresión judeo cristiana sustancialmente homogénea. Esta figura correspondería
al período de los Padres apostólicos, con características semíticas, aunque no faltan los
elementos griegos y gnósticos.
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* La exégesis judeocristiana no considera el texto bíblico sólo como un texto del pasado para
estudiar o reconstruir en la precisa materialidad histórica, sino como una palabra que “vivit in
aeternum”: una palabra que permanece continuamente viva y actualizada en relación con los
acontecimientos que Dios realiza en la historia. El significado de la Escritura no es estático,
sino dinámico, es un perenne targum, una interpretación que se renueva continuamente en la
sinagoga, y un perenne midrash una constante búsqueda del sentido actual de la Biblia. El
cristianismo hereda este tipo de exégesis, pero la novedad consiste en el hecho que esta
exégesis es ya aplicada a los acontecimientos cristológicos de la salvación y a su significado
para la Iglesia: la referencia al AT sirve para mostrar que su lectura escatológica llega a la
plenitud en Cristo y en don del Espíritu. Se hace una lectura a partir de la plenitud de los
tiempos. Así se explica la continua referencia a “según las Escrituras” continuamente presente
en los textos del NT y en los Padres apostólicos. El AT es un testimonio para mostrar su
cumplimiento en Cristo y en la Iglesia.

* La apocalíptica judía. Entre el siglo I a.c. y el II d.c. se ha producido en el judaísmo una


vasta Teología apocalíptica, siguiendo los textos del AT, que es una verdadera lectura de la
historia desde los orígenes hasta su cumplimento final, con revelaciones de secretos
escondidos acerca del fin del mundo. El nacimiento de este género de literatura radica sobre
la convicción de que en los últimos siglos los cielos fueron cerrados y que el Espíritu del Señor
no fue dado sobre ningún jefe de Israel después de la desaparición de los últimos profetas
Ageo, Zacarías, Malaquías; la profecía había cesado, y se decía que los cielos serían
reabiertos con la llegada del Mesías, sobre el cual se daría la plenitud del Espíritu y sería el
profeta de los tiempos nuevos.

La novedad absoluta de la fe cristiana consistirá en afirmar que con Cristo los cielos nuevos
son abiertos, sobre El ha descendido el Espíritu y el ha abierto los secretos del libro de la
historia. Esta novedad absoluta viene desarrolla en la Teología judeocristiana por medio de las
categorías pertenecientes a la apocalíptica judía.

b. figura helenístico-platónica

Si el siglo I se caracterizó por el influjo prevalente de categorías semítico-judaicas y


apocalípticas, los siglos sucesivos hasta el medioevo se caracterizarán preponderantemente
por un encuentro entre el mensaje cristiano y el medio helenístico y en particular con el
pensamiento filosófico platónico y neoplatónico. No es que el judeocristianismo no haya
continuado por lo menos hasta el siglo V o VI, sino que por el carácter herético que fue
asumiendo y por la hegemonía del pensamiento griego, la tendencia fue la helenístico-cristiana,
la cual significó un encuentro fecundo con el universalismo y el cosmopolitismo del
conocimiento y de la moral griegos.

Los apologistas buscan por primera vez hablar al mundo greco romano, a los “doctos” de este
mundo usando el mismo lenguaje. El desarrollo de la escuela alejandrina y las tentativas de
una síntesis teológica operadas por Orígenes, seguida por Agustín, hacen asumir a la Teología
una figura de carácter helenístico-platónica.

El encuentro con el pensamiento griego comporta un profundo replanteamiento y reelaboración


de la revelación cristiana. El mismo kerygma que en el ambiente judaico tenía por fin
fundamental suscitar la fe en Cristo, dirigido a los paganos implica el rechazo a los ídolos y
aceptar a Dios como único. En el campo cristológico y trinitario se utilizarán las categorías
griegas de persona y naturaleza, y en el ámbito antropológico predomina la perspectiva
neoplatónica y gnóstica del alma “infusa” en un cuerpo, con un notable desprecio de todo lo
que pertenece a este mundo. Se afirma un modo de pensar jerárquico (Dios-realidad suprema,
y de él una serie de grados de conocimiento hasta llegar a la materia) que termina por dar
primado a un teologizar de tipo prevalentemente espiritualista y contemplativo en el cual Dios
es, en cierto sentido, ya poseído, alejándose de una Teología de la historia y de la escatología
que reclama al hombre una tarea en el mundo, un hacerse a partir del acontecer mismo.
También se da la doctrina de la reconciliación universal, la misma Teología de la historia de
Agustín es más bien una Teología del eterno diálogo entre el bien y el mal, cuyo éxito está ya
predestinado por Dios.

El error sería quedarnos de modo estático en estas categorías utilizadas, identificándolas con
los mismos datos de la revelación. Pues como ya se ha señalado el dato revelado trasciende
siempre su explicación y formulación conceptual.
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c. Figura aristotélico escolástica

Se ha visto cómo el tiempo de la escolástica y sus desarrollos tardíos cubren varios siglos y se
caracterizan por el ingreso progresivo del pensamiento filosófico de Aristóteles en el teologizar
cristiano. Este pensamiento comprende la lógica, la física, la metafísica, la psicología filosófica
y la ética e implica una extraordinaria unidad de método y de interpretación de la totalidad de la
realidad. Si en un primer momento (s.XII) son sobre todo los instrumentos de la lógica
aristotélica que entran en el teologizar (quaestio, disputatio), en un segundo momento (XIII y
ss) se tiene un macizo ingreso en la Teología de las mismas categorías centrales del
pensamiento aristotélico) la comprensión del ser en cuento ser, los trascendentales y sus
principios supremos, la distinción entre acto y potencia, entre materia y forma, la doctrina de las
causas, las categorías y las cuestiones sobre las facultades humanas, la teodicea y la ética.

Pero no se debe pensar que el cuadro de referencia aristotélica sea único o absoluto, también
permanecen categorías neoplatónicas, esencialmente las acogidas por Agustín y por el Pseudo
Dionisio y continuadas por Duns Scoto y su escuela.

El problema era de saber si la Teología, ahora disciplina universitaria dominante, podía llamarse
ciencia en sentido aristotélico y pudiese venir clasificada como una verdadera ciencia.

La respuesta hasta ahora era la ya intuida por Orígenes y Agustín que hacían la diferencia
entre ciencia y sabiduría, en esta visión la ciencia era vista como un conocimiento de lo que es
temporal, la sabiduría era vista como conocimiento de lo que es eterno y permanente. La
ciencia constituía en definitiva sólo una preparación a la sapiencia. Con Anselmo, Alberto y
Tomás de Aquino el problema se presenta realmente nuevo, pues según Aristóteles, la ciencia
es el conocimiento de cierta cosa a través de la demostración que de algunas premisas
(principios) se deduce con evidencia las conclusiones. Los principios de los que se deducen
las conclusiones no vienen demostrados por la ciencia misma, son presupuestos en relación
con los distintos ámbitos del ser y del conocer. Hay así principios del ser cuantitativo por la
matemática, los principios del ser natural por la física, los principios del ser en cuanto ser por la
metafísica. Cuando una ciencia recibe sus principios de otra se llama ciencia subordinada
(scientia subalternata). Hay así una jerarquía de las ciencias humanas de las cuales la más
excelsa es la metafísica de cuyos principios supremos todas las otras dependen. El valor de
estos principios supremos es garantizado por la razón que demuestra con evidencia y certeza.

Aplicando esta noción de ciencia a la Teología, Tomás muestra que el conocimiento teológico
es ciencia en sentido propio porque como cada ciencia, constituye un conocimiento cierto a
través de una demostración que, de determinados principios, los artículos de la fe, deduce a la
manera de conclusiones, nuevos conocimientos. Los artículos de la fe son para Tomás las
verdades inmediatamente y formalmente reveladas, proclamadas como tales por la fe de la
Iglesia. Estos principios no pueden ser demostrados con la razón, deben ser acogidos con la
fe, en cuanto que no tienen, para la Teología, aquella intrínseca evidencia que poseen los
principios supremos de la metafísica. La garantía de la verdad de los principios de la Teología
no deriva de la razón sino de la scientia Dei et beatorum, fuente de la revelación. De
consecuencia, la Teología es una ciencia subordinada a la ciencia superior que Dios mismo
tiene de la realidad y los beatos tienen por participación. Parte de esta scientia Dei et beatorum
es comunicada al hombre con la revelación y es expresada en los artículos de la fe. La
Teología recibe sus principios no de una ciencia humana, sino de aquella divina y se funda
sobre la autoridad de Dios mismo. Una vez sin embargo que la Teología ha acogido este
propio estatuto, su tarea se desarrolla análogamente a las otras ciencias, deduciendo siempre
nuevos conocimientos de los principios de su saber. La Teología es entonces en todo y para
todo una ciencia en el sentido aristotélico del término.

El teologizar es un acto de la inteligencia iluminada de la fe (lumen fidei) a través del cual el


creyente comienza a entrever y a gustar ya desde hoy, la grandeza admirable del rostro de Dios
y de su amor hacia el hombre creyente e internamente orientado (lumen gloriae). Sin embargo,
esta posición lleva un riesgo: hacer de la Teología una ciencia de las conclusiones.

d. Figura controversista - manualística

Después del siglo XII, la Teología escolástica conoció una fase de decadencia, que se agravó
posteriormente con el nominalismo y la disociación entre Teología y espiritualidad. Es en este
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ámbito en que se lleva a cabo la reforma y la contrarreforma y la relación de la Teología con el


mundo moderno, especie de la no-creencia y del iluminismo, factores que determinan el
nacimiento de una nueva figura de la Teología que globalmente podemos calificar como
controversista y manualística.

La Teología de la reforma pone radicalmente en discusión sea el método, sea la mayor parte de
los contenidos de la Teología de la época medieval y en particular de la tardía escolástica, a la
cual se refiere la crítica de Lutero. La respuesta de la Iglesia católica que se expresa con el
concilio de Trento y en los siglos sucesivos da origen aun modo particular de teologizar
típicamente caracterizado por la controversia. Método que se concentra sobre aquellos
particulares dogmas creídos por la Iglesia católica y refutados por los protestantes. La Teología
controvesista se encarga precisamente de elaborar la “demostración” de la verdad de la fe.

Pero además con el nacimiento de la figura controversista se da otro elemento y es la


dedicación de la Teología como dada solamente al clero. Es notorio como la maciza
contestación de la reforma haya llevado a una exaltación del sacerdocio y de la institución de
los seminarios como lugares especializados para la formación de clero, con una notable
ausencia de los laicos, confinados a un papel pasivo y visto sólo como objeto de la acción
pastoral de la Iglesia jerárquica. La Teología es vista sobre todo ad uso de la formación de los
sacerdotes y de su labor pastoral. Se da un empobrecimiento de la reflexión, la Teología se
cristaliza como Teología manualística.

Al lado de este fenómeno se da el fenómeno de la incredulidad. En el medioevo y en la


societas christiana la incredulidad estaba oficialmente marginada porque no tenía
reconocimiento alguno; los derechos eran reservados a la fe cristiana, considerada como el
bien supremo de la sociedad. Ahora bien, la situación con el renacimiento, con el iluminismo y
con la revolución francesa, introduce un nuevo modo de concebir la presencia de la Iglesia en
el mundo. La Transformación de la sociedad se obra por fuera y a veces en contraposición con
la fe de la Iglesia. Nacen filosofías que se oponen directamente al patrimonio retenido y
homogéneo de la Teología. Las ciencias naturales y humanas se aferran progresivamente en
toda su autonomía.

2. Modelos más recientes y perspectivas de la Teología hoy

El papel de la Teología es principalmente demostrar cómo la revelación, realizada de una vez


para siempre en Cristo y acogida como don por la Iglesia, representa un anuncio inteligible e
interpelante para los hombres de cada generación, de cada cultura y para el futuro del mundo.
Se busca fundar una doctrina teológica que acoja en la integridad los grandes temas bíblicos y
las grandes instituciones patrísticas y de la tradición y se refiere a la fe dogmática de un modo
positivo y no polémico, haciendo emerger al mismo tiempo los contenidos espirituales y
pastorales en referencia al anuncio cristiano y a la lectura de los signos de los tiempos.

El Vaticano II constituye un momento de convergencia de este conocimiento y de esta


exigencia y representa un testimonio de un nuevo modo de pensar la fe y de hacer Teología, un
modo que no es ni el simple ni el material recurso de los argumentos de autoridad, ni el
recalcar obre los modelos de la Teología precedente sino. Esta ausente del concilio el tono
condenatorio o apologético, el estilo es más bien expositivo y kerygmático, no faltando
formulaciones de compromiso, buscando redescubrir la Iglesia en su realidad de misterio y de
acontecimiento pneumatológico y la atención de valorizar la colegialidad, el significado de la
Iglesia local, el ecumenismo y la apertura a los valores del mundo y a las diversas culturas. El
Concilio quiere evitar el ligarse a cualquier discusión de tipo filosófico.

Apoyados en la apertura conciliar se han dado nuevas formas de metodología y de reflexión


que podríamos resumir en cinco modelos que podrían ser las figuras del teologizar
contemporáneo: la figura hermenéutica, la antropológica, la escatológica, la ortopráctica, y la
narrativa

a. Figura hermenéutica

Una Teología atenta a las problemáticas del lenguaje y de la formulación del dato revelado y de
los dogmas, en modo de poder acoger qué cosa el lenguaje y la formulación signifiquen para sí
y digan al hombre de hoy y a su tarea en la historia. El lenguaje religioso está al centro de las
investigaciones actuales, y está en la discusión no porque se deba contestar su valor, sino
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porque si su tarea es significar cada cosa, se trata de ver cómo, de hecho, signifique y diga lo
que signifique, en modo de hacerlo adecuadamente interpelante para quien se pone a su
escucha. No sirve de nada colocar los acontecimientos uno tras los otros, es necesario que el
lenguaje diga su sentido y lo diga de modo perceptible para el hombre. Se pone en este
contexto el problema de la interpretación del lenguaje, y del lenguaje de la fe y de la Teología.

No es suficiente para un teólogo contemporáneo proclamar los textos bíblicos o repetir los
dogmas en la manera como han sido significativos e interpelantes para los interlocutores de
otras épocas. Es tarea del teólogo, en estrecha relación con el magisterio de la Iglesia,
discernir el núcleo inmutable y permanente de la revelación, distinto de las representaciones
literarias y de las formulaciones conceptuales utilizadas en determinados contextos históricos
para buscar de encontrar el sentido, con tal de conservar la frescura y la novedad del mensaje
para el hombre de hoy y provocarlo a la decisión de la fe.

No basta creer que Dios ha hablado, se necesita que la revelación tenga un sentido para el
hombre de hoy. No se trata evidentemente de agregar contenidos nuevos a los datos revelados
o descubrir otros sentidos diferentes al sentido originario sino de recuperar la portada y de
proclamar la actualidad para el hoy de la historia y hacerlo posiblemente con las categorías
mismas de nuestro tiempo.

La Teología asume el carácter de una anamnesis, de una memoria de la revelación acogida y


continuamente releída en la fe de la Iglesia. La Teología positiva (la Escritura y la Tradición) no
es simplemente un preliminar a la reflexión sistemático-especulativa, sino que es constitutiva,
tanto así que la profundización sistemática no se podrá más que organizar como un desarrollo
sucesivo del sentido expresado en la revelación y no como una elucubración conceptual
abstracta.

b. Figura antropológica

Esta figura nos lleva a mirar como la Teología tiene por centro a Dios y su proyecto de
salvación, y este centro no se revela y se actúa en la historia si no en cuanto se comunica al
hombre. La Teología siempre habla al hombre, también en los casos en los que directamente
afirma cualquier verdad de Dios, y no puede hablar de Dios sin referirse al hombre, sin
considerar que el hombre es sujeto destinado a participar de la vida divina. En este sentido se
puede decir que la Teología cristiana es antropocéntrica.

La problemática introducida del llamado “regreso antropológico” en Teología, va más allá de


una consideración del problema del hombre, para colocar al hombre al centro de la reflexión
interpretativa de la revelación: el hombre como escucha de la Palabra y término de toda la
historia. El “regreso antropológico” no consiste simplemente en un aumento de interés por el
hombre, sino que implica un cambio mucho más profundo: la conciencia que la antropología
ocupa una dimensión coesencial de toda la Teología y que, en consecuencia, el discurso del
hombre debe ser asumido en el horizonte como filo y ángulo de visualización de todo el saber
teológico. La autorrevelación de Dios en Cristo llega a ser la autocomprensión del hombre y
del sentido de su existencia y de su historia, a su vez la autocomprensión que el hombre tiene
de sí y de su historia es el lugar y la posibilidad de interpretación y de comprensión siempre
nueva de los datos inmutables y permanentes de la revelación. Esto conduce a unas
consecuencias relevantes en la Teología contemporánea.

c. Figura escatológica

Es la figura que descubre el papel central de la resurrección de Cristo y se abre con viva
atención al futuro y a la esperanza.

Debido al reto del mesianismo marxista y el autónomo descubrimiento de la escatología releído


en su globalidad, la comunidad cristiana contemporánea ha comprendido la necesidad de
proponer a los hombres su esperanza colectiva para comunicar la esperanza de la cual está
lleno el anuncio del Reino. Un mensaje se rinde creíble en la medida en que se muestra capaz
de abrir la esperanza al acontecimiento. La Teología contemporánea se hace particularmente
atenta a este punto; un punto que es también tradicional.

Lo que es nuevo en la escatología contemporánea, es que el tema no viene leído más en


categorías de la apocalíptica cristiana de los primeros siglos, o en los cuadros de la cristiandad
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del medioevo sobre las dos ciudades, sino en la perspectiva de las categorías del tiempo y de
la historia, de historicidad y de responsabilidad frente a la construcción del mundo,
particularmente vive n la conciencia común de este último siglo. La escatología a partir del
evento de la resurrección de Cristo y de la espera de su retorno, se presenta como apertura
sobre el tiempo y sobre la historia en la perspectiva del ya pero todavía no: el ya del evento
decisivo cumplido, pero el todavía no manifestado en todo su esplendor visible. La escatología
eclesial vive de esta dialéctica, y toda la existencia cristiana está caracterizada por la misma
tensión.

d. Figura ortopráctica

Las figuras anteriores habían presentado ya un problema agudo: El problema de la relación


entre ortodoxia y ortopraxis en la fe, entre la verdad profesada y la verdad vivida, o entre el
decir y el hacer en el ámbito de la fe cristiana. Problema que da origen a las llamadas
Teologías de la praxis.

Inicialmente se manifiesta en polémica con una Teología acusada de conducir “a contemplar en


vez de realizar la verdad”. Esta Teología surge a partir de un análisis de la praxis como criterio
de fondo de interpretación y de verificación de sentido de la palabra revelada. La praxis, el
actuar real y concreto de los cristianos y de la comunidad eclesial, llega a ser el paradigma
fundamental para reconocer y afirmar el sentido decisivo de la palabra de Dios acogida en la fe
y de consecuencia, el criterio de su autenticidad. Indudablemente el problema de la
correspondencia entre fe y vida, entre teoría y praxis ha estado siempre en la investigación
teológica. La patrística consideraba tal correspondencia como una de las pruebas de la verdad
del saber de la fe y como la regla áurea de la existencia cristiana, la escolástica también se
preocupaba por la práctica cristiana. Será la Teología controversista la única que se
preocupará más de la ortodoxia que de la ortopraxis dándose una dicotomía entre la reflexión
especulativa y lo práctico.

Los intereses de la Teología contemporánea no son simplemente recuperar la unidad patrístico-


escolástica perdida, sino mostrar el valor de la acción para la significación misma del dato
revelado. El actuar en la historia, el hacer como cristianos la propia parte en la construcción del
mundo llega a ser una componente fundamental de la acogida de la verdad revelada. Lo que
lleva evidentemente a la afirmación de un modelo de Teología nuevo (no es suficiente que la
Teología se interese por la verdad de la fe, su interpretación o su formulación (ortodoxia), se
necesita que esté atenta a la incidencia de su acción, y así la praxis se convierte en criterio de
inteligibilidad y autenticidad de las verdades de la fe (ortopraxis).

La desembocadura de la figura ortopráctica se ha expresado en varias Teologías de la práctica,


entre las que merece mención la Teología política (Cox, Moltmann, Metz), la Teología del
mundo, de la liberación, del desarrollo, de la paz, del trabajo, de la cultura, de la fiesta.

e. Figura narrativa

La Teología narrativa no se presenta sólo como una respuesta a las dificultades de la reflexión
crítica sobre la fe, sino más bien un recuperar la dimensión teológica olvidada y casi perdida.
Esta dimensión es precisamente narrar. Bajo este aspecto decimos que no se trata
simplemente de una Teología compuesta simplemente de redacciones, sino una Teología
experta en el análisis de las narraciones salvíficas y preocupada por tener la capacidad
narrativa de la comunidad eclesial. Se trata de buscar una Teología que descubra y reafirme en
todo su vigor la estructura narrativa misma de la economía de la revelación y del anuncio
evangélico y llegue a ser capaz de narrar la fe en el hoy de la Iglesia. Ahora para poder hablar
de Teología narrativa la Teología debe preliminarmente afrontar el problema de la narración
misma, de su naturaleza, de su eficacia y verdad teniendo en cuenta en este ámbito cuanto ha
sido hecho por los cultores de las otras ciencias.

La narración pertenece al género literario del testimonio, en ella el narrador tiende a pasar a un
segundo plano para hacer hablar los hechos y los protagonistas mismos narrados. En la
relación no son tanto los discursos los que hablan, sino los hechos que suceden con la
experiencia que evocan y con las descripciones que son datas. El tiempo pasado se hace
presente, y esto hace vivo el recuento. El verdadero narrador es aquel que hace revivir en el
hoy la descripción y los eventos y la experiencia que recuenta, casi rehaciendo la historia,
recreándola en el presente. Esto implica una real implicación de parte del narrador en lo que
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narra, si tal implicación faltase, el narrador sería sólo un repetidor de hechos y de experiencia
pero no aquel que devuelve la vida a lo que cuenta y hace vivir la historia en el presente.

Si la narración se desarrolla de un modo adecuado inevitablemente implicará también a aquel


que escucha haciéndolo participar de diferentes maneras en la experiencia recontada. La
narración tiene en cada caso una eficacia o de tipo participativo, emotivo, o propositivo o
provocatorio; es como un símbolo vital que ofrece lo que evoca e induce a revivir la fuerza de la
vida que se expresa en la historia. La memoria de momentos serenos, de amor vivido, nos
lleva a las fantasías que nos hace olvidar el insoportable presente y nos lanza hacia el futuro.
Los recuerdos son más significativos cuanto más profundos.

Se trata pues en Teología de narrar la fe en modo que esta misma narración llegue a ser una
pregunta que interpela al hombre y lo llama a la decisión de la fe. La memoria de la historia de
la salvación no ha sido nunca una memoria neutra; es siempre un recuerdo riesgoso, una
memoria subversiva, consciente de un pasado que se hace presente y que se empeña en
realizar un futuro.

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