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INSTITUTO NACIONAL, para Marcelo Nontecinos 1 Los profesores nos Imaban por el nimero de ist, pot) que s6lo conociamos los nombres de los compaseros mis | nos. Lo digo como disculpa: ai siquiera sé el nombre| ‘mi personaje, Pero recuerdo con precisién al 34. En exe! po yo era el 45. Gracias la nical de mi apelito goza- ide una identidad mis firme que los demis. Todkvia sien- familaridad con ese niimero, Era bueno ser e timo, el ra mucho mejor que ser, por ejemplo, el 15 0 27. Lo primero que recuerdo del 34 es que a veces comia ras a la hora del reereo. Su madre ls pelata y aco- a armoniosamente en un pequefio tupperware, que fa desmontando con cautela las esquinas superiores la dosis exacta de fuerza como si practicara un ante limo. Pero mds importante que su gusto por as 2a. era su condicién de repitente, el tinico del curso. nosotros repetir de curso cra un hecho vergon. ‘En nuestras cortas vidas nunca habfamos estada ide esa clase de facasos. Teniamos once o doce aos, de entrar al Instituto Nacional, el colegio mis igione de Chile, y nuestos expedicites eran, por tan Hachables. Pero ahi estaba el 34: su presencia demos. 99 iceman ete tienes | taba qu fracas er px, que er inl Hever que él lucia su estigma con naturalidad, como si estu Mie en el fondo, conento de repasat ls mismas mat- rias. Usted me es cara conocida, le decia a veces algtin pro: fesor, socarronamente, y el 34 respondia con gentileza: si sefior, soy repitent, el inico del curso. Pero estoy seguro ue este afo va a set mejor para pie ieee ai ei Netal e infernales. Los profesores se encargaban de decirnos una y cotra vez lo dificil que era el colegio: intentaban que nos arrepintiramos, que volvigramos al liceo de la esq ‘como decian de forma despectiva, con ese tono de girgn ras que en lugar de darnos rsa nos atemorizaba. No sé si es preciso aclarar que es0s profesores eran tunos verdaderos hijos de puta. lls s{tenian nombres y apelidos: el profesor de matematicas, don Bemardo Agua 0, por ejemplo, un completo hijo de puta. O el profesor de técnicas especiales, seftor Eduardo Venegas. Un concha desu madre, Niel ticmpo ni la distancia han atenuado mi rencor. Eran crucles y mediocres. Gente frustrada y tonta ‘Obsecuentes,pinochetistas. Huewones de mierda, Pero es taba hablando del 34 y no de esos malparidos que tenia- mos por profesores. El comportamiento del 34 contradecia por completo Ja conducta natural de los repitentes. Se supone que son hhoscos y se integran a destiempo y de mala gana al contex- to de su nuevo curso, pero el 34 se mostraba siempre dis puesto a compartir con nosotros en igualdad de condicio ce atraigo al pasado que hace de los repitentes tipos infelices o melancdlicos, ala siga perpecua {sus compateros del ao anterior, «en balances ‘contra los supuestes culpables de su situacién. 100 so era lo mis rao del 34: que no era rencorso. A ve- Jo veiamos hablando con profesores para nosotos desco- Aocidos. Eran didlogos aegres, con movimientos de manos Y Bolpecitos en la espalda. Le gustaba mantener relaciones ‘cordiales con lo profesores que lo habian reprobado. ‘Tembldbamos cada vee que el 34 daba mucstras, en clases, de su innegable inteligencia. Pero no alardeaba, al ontrario, solamente intervenia para proponer nucvos nuntos de vista o seialar su opinién sobre tema: comple- . Deca cosas que no saan en los libros y nosotros lo admirabamos por eso, pero admirarlo era una forma de la propia tumba: si habia fracasado alguien tan listo, yn mayor razén fracasarlamos nosotros. Conjeturiba. 10s, entonces, asus espaldas, los verdaderos motivos de repitencia: enrevesados conflictos familiares, enferme- 2 largas y penosas. Pero sabfamos que el problema del «ra estrictamente académico ~sabfamos que si fracaso ra, mafiana, el nuestro, ‘Una vee se me acereé de forma intempestva, Se vela a vvex alarmado y feliz, Tardé en hablar, como hubiera ansado largo rato en lo que iba a decisme. ii no te reocupes,lanzé finalmente: te he estado observando y es- toy seguro de que vas a pasar de curso, Fue reconfortante irex0. Me alegré mucho. Me alegeé de forma cas iracio- EI 34 era, como se dice, a voz de la experiencia, y que sara eso de mi era un alivio. Pronto supe que la escena se habia repetido con otros smpatieros y entonces cortié la voz de que el 34 se burla- de todos nosotros. Pero luego pensimos que es era su rma de infundirnes confianza. ¥ necesitabamos esa con- Los profesores nos atormentaban a diatio y los in- mes de notas eran desastrosos para codes. No hubia cas. peiones. fbamos derecho al maadero, 101 La clave era saber si el 34 nos transmitria ese mens a todos 0 sélo a los supuestos elegidos. Quienes aiin no habian sido notificados entraron en panico. El 38 -0 el 37, no recuerdo bien su ntimero— era uno de los mis preocupados. No aguantaba la incertidumbre. Su desespe racién Ilegé a tanto que un dia, desaflando la Kigica de las nnominaciones, fue a preguntarle directamente al 34 si pa saria de curso. El parecié ineémodo con la pregunta. Dé jame estudiarte, le propuso. No he podido observailos « todos, son muchos. Perdéname, pero hasta ahora no te habia prestado demasiada atencidn. ‘Que nadie piense que el 34 se daba aires, Para nada Habia en su forma de hablar un permanente dejo de ho: nestidad, No era fécil poner en duda lo que decia. Tam bién ayudaba su mirada franca: se preocupaba de mirar a los ojos y espaciaha las frases con casi imperceptibles cuo- tas de suspenso. En sus palabras lata un tiempo lento y maduro. «No he podido observarlos a todos, son mu hos, acababa de decite a 38, y nadie dudé de que ha blaba en serio, El 34 hablaba raro y hablaba en serio. Aun que tal vez entonees erefamos que para hablar en serio habia que hablar raro. AA dia siguiente el 38 pidi6 su veredicto pero cl 34 le respondis con evasivas, como si quisiera ~pensamos~ ‘cultar una verdad dolorosa. Dame mis tiempo, le pidis, no estoy seguro, Ya todos Io creiamos perdido, pero al cabo de una semana, después de completar el periodo de observacién, cl adivino se acercé al 38 y le dijo, para sor presa de todos: Si, vas a pasar de curso, Es defintivo. Nos alegramos, claro, y también celebramos al dia si ‘guiente, cuando salv6 a los seis que faltaban. Pero que boa algo importante por rezlver: ahora la totalidad de lor alumnos habjamos sido bendecidos por el 34. No eran 102 aque pasara todo el euro. Lo investigamos: tl parece ‘nunca, en la casi bicentenaria historia del colegio, se dado que los 45 alumnos de un séptimo bisico pa- decuso. Durante los meses siguientes, los decisivos, el 34 now desconfisbamos de sus designios, pero no acusé te seguia comiendo con fidelidad sus zanahoriase inter- tegularmente en clases con sus opiniones valientes y jas. Tal vez su vidi social habia perdido ur poco de Sabla que lo observibamos, que esttba en el ll, pero nos saludaba con la caldes de siempre “Llegaron los eximenes de fin de aiio y comprobamos «1 34 habia acertado en sus vaticinios, Cuatro compa- habian abandonado el barco antes de tiempo (in- 1138), y de los 41 que quedamos fuimos 49 los que 8 de curso. El tinico repitente fue justamence, de el 34, Bl atimo dia de cases nos acercamos a hiblarle, a arto. Estaba triste, descle luego, pero no parecta fue- si Me lo esperaba, dijo. A mi me cuesta mucho es- '¥ quizds en otro colegio me vaya mejor. Licen que hay que dar un piso al costado. Creo que 2s el mo- de dar un paso al costado, todos nos dolié perder al 34. Ese final abmupto era ‘nosotros una injustcia. Pero volvimos a veto al ao te, formado en lsfilas de séptimo, el primer dia de El colegio no permitia que un alumno reptiera dos ‘el mismo grado, pero el 34 habia conseguico, quién ‘e6mo, una excepcibn, No faltaron quienes dijeron er4injusto, que l 34 tena santos en la crte. Pero ra de nosotros pensamos que eta bueno que se 103

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