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TRES DE LA TARDE

Son las tres de la tarde. El color del mundo detenido.

Raudo un riff de guitarra en la canción que escucho.

Trato de no pensar en nada, dejar mi mente vacía,

dejar solo que la vida se deslice por mis venas y acaricie mis recuerdos.

Es una tarde lenta como tantas otras, esas mismas que traen su sabor ocre,

sabor a sangre detenida, a tristeza y a rutas sin transitar,

esas que ten dan ganas de vivir y de morir en un solo respiro,

de unas razones que empujan tu pequeño universo alrededor del sol.

Son las tres y veinte. La tarde deslizándose sobre olas de asfalto lacerado.

La ciudad clama por una suave brisa que seguramente no llegara, no hoy.

La radio de algún lugar indefinido mantiene su frecuencia,

bailan las notas y la soledad; un pobre perro atraviesa mi sombra y la divide,

sueña ser importante para mí, pero, nada, nada, oh, universo inverso,

nada me hará arrastrarlo hacia la soledad de una existencia vacía de amor.

Son las tres y treinta y tres de la tarde. El sol desafía al cielo azul.

Tímidas nubes avanzan raudas por el cielo,

ahora son algodón, ahora nada.

Son los sueños sin definir de hombres multifacéticos,

son los amores de gentes diferentes y tan iguales que duele tratar de definirlos.

Son las tres y cuarenta de la tarde. El sol se aleja derrotado.

El mundo estalla en un jubilo egoísta y altanero.

Corren las suelas de zapatos en busca de su destino cabalgados por la locura,

hombres y mujeres tempestuosas, jadeos y suspiros, azúcar morena y sal,

estas aquí y no estas presente, vives en la soberbia propia de no poder olvidarte.


La tarde se desliza lenta hacia su muerte, se escuchan lamentos plañideros

de mozas tiradas en hostales llenos de penumbra y televisión, suena mi canción.

La tarde corona su cenit empalagoso, se llenan los ojos de lejanía y polvo.

Son las tres y cincuenta de la tarde, temprano...pero languidece la melancolía.

SUEÑOS

Los sueños que mantienen a la derecha del camino, ese gramo de esperanza,

son los que estarán presentes en el lecho moribundo y cerrarán los ojos a la muerte,

serán amigo y enemigo, amante y esposa, o novia y amiga, para él o para ella,

un cumulo de sensaciones que ya no serán tan espesas como la marea,

ni tan sutiles como la caricia temblorosa de una boca sin besar.

Los sueños lánguidos de la esperanza se cansan de caminar dormidos,

perecen atados a los sinsabores de metas mal planeadas,

son riachuelos cargados de detritos, una bolsa de dormir con pesadillas,

los sueños que mantienen derecho su camino son fantasías pétreas grabadas en arena,

son los desiertos de los corazones que nunca sabrán su realidad, serán abejas obreras

trabajando por el egoísmo de una reina que les supo burlar las mieles del panal.

Los sueños azules de las niñas que bailan a la sombra del ritual aquelarre de la

seducción, los sueños que mueven al eje central del universo, un paralelo hueco y

carente de calor.

Esos, los sueños de una marea fría llegando a las playas azules del Caribe, rezagadas,

sueños de manos sin caricias, o de caricias sin manos, de una boca sin sabor

de unos labios pintados de carmín y que jamás besaron, se deslizan entre sabanas

que del amor tan solo tienen dos billetes que compran caricias tibias de sinsabor.

Esos sueños que reptan entre parpados cerrados a la realidad contagiosa,


esos que no dejan respirar y que duelen en el infinito cerrado del corazón,

en las entrañas y en los testículos de la realidad de una cámara de fotografía

dormida en un ventanal.

Sueños, sueños, sueños, esos, los blancos y sin valor real, los que no cotizan en la bolsa,

sueños que suelen ser madejas de otros sueños y deseos amarrados a un vil billete de

lotería, sueños cavernícolas, sueños vampiros, colgados de cabeza

en la rama del árbol del bien y del mal.

Sueños florecidos, todos llegareis hasta el fondo del universo y navegareis en las naves

del viejo Caronte, sin embargo, no olvidéis esa moneda, ese sestercio, pasaje de la

realidad.

ESPEJISMO

Caminando ayer por una de las calles del barrio soñoliento,

al pasar por frente a una de las casas proletarias cerca de donde trabajo,

más que trabajar diría, lugar donde mis sueños rompen contra el rompeolas diario,

al mirar una de las ventanas descubrí azorado a un noble can allí atrapado.

Sus ojos poseídos de una monumental melancolía miraban sin ver a quien pasaba

(me pregunto, ¿movería su cola feliz de ver tantos extraños desfilar ante sus ojos?)

o presa ya de la desidia resolvió mejor estar atento, montando guardia

a unos límites ajenos y a unas fronteras impuestas por amos sin sentido.

Negra la cabeza del noble animal, quizás como sus sueños, sus ambiciones y

esperanzas, brilla su pupila afiebrada por lo tosco de la tarde,

y mientras sus esperanzas se desvanecen tras el cristal que lo detiene,

corre en su recuerdo el sabor agrio del ultimo gato que atrapo ya hace mil años.

Lo miré y me miró sin verme. Dos figuras perdidas de la realidad circundante,

quise quererlo, quise que me quisiera, dos almas hermanas de la soledad,


el pavimento hacia olas candentes, mis zapatos protestaban,

el calor subía por las corrientes marinas de la tarde

la misma tarde jadeaba angustiada por los vientos agrestes del verano.

Suelen decir que los perros presienten los temblores

que buscan abrigo y refugio ante la desesperanza, ¿será verdad o solo mito?

pero el perro negro de mirada turbia, aquel del que no sé si movía la cola

seguía mirando al mundo sin ver mis buenas intenciones de quererlo

sin importarle otra cosa que ese vidrio, muralla circundante del foso nauseabundo

de su peculiar castillo,

soñando sin dormir y añorando, al viejo gato que atrapo ya hace mil años y una hora.

Ahí se quedó cuando mis pasos me llevaron más allá de sus desgracias.

¿Cómo se alcanza una ola que ya se perdió en el mar?

¿Cómo se llama a un sueño luego de llegar el despertar?

¿Cómo alcanzarte si tus pies no transitan la ruta que trazan mis pies?

¿Cómo hare esta noche para no llorarte en brazos de la soledad?

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