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TRABAJO FIN DE GRADO

Título

Estudio histórico-jurídico de la Inquisición: la sentencia


inquisitorial

Autor/es

Mónica Agudo Caballero

Director/es

María del Carmen Sáenz Berceo

Facultad

Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales


Titulación

Grado en Derecho

Departamento

Curso Académico

2014-2015
Estudio histórico-jurídico de la Inquisición: la sentencia inquisitorial, trabajo
fin de grado
de Mónica Agudo Caballero, dirigido por María del Carmen Sáenz Berceo (publicado por la
Universidad de La Rioja), se difunde bajo una Licencia
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ESTUDIO HISTÓRICO-JURÍDICO DE LA
INQUISICIÓN: LA SENTENCIA INQUISITORIAL

Mónica Agudo Caballero

Tutora Dra. Dña. Mª del Carmen Sáenz Berceo

Trabajo Fin de Grado en Derecho

2015
ÍNDICE

RESUMEN/ABSTRACT……………………………………………….……....4

I. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………....5

II. LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA…………………………………………...7

III. EL PROCESO INQUISITORIAL………………………………………..10


III.1. Órganos del proceso……………………………………………………….11
a) Inquisidor General y Consejo de la Suprema Inquisición
b) Inquisidor de distrito
c) Ordinario
d) Consultores
e) Promotor Fiscal
f) Notarios o Secretarios

III.2. Principios del proceso……………………………………………………...17


1. Especialidad del procedimiento inquisitorial y reducido número de leyes
2. Sumariedad del procedimiento
3. Mantenimiento del principio de desigualdad de las personas ante la ley
4. Secretismo del proceso

III.3. Fases del proceso…………………………………………………………..22


a) Fase inicial o sumaria
b) Fase intermedia
c) Fase final

IV. LA SENTENCIA INQUISITORIAL……………………………………..27


IV.1. Concepto y elementos………………………………………...…………...27
1. Elemento objetivo
2. Elemento subjetivo

IV.2. Clases de sentencias………………………………………………………..43


1. Sentencia interlocutoria
1. A) Sentencia de tormento
1. B) Sentencia de prueba
2. Sentencia definitiva
2. A) Sentencia absolutoria
2. B) Sentencia condenatoria
2. B). 1. Sentencias de reconciliación
2. B). 2. Sentencias de relajación
2. B). 1´. Sentencias con méritos
2. B). 2´. Sentencias sin méritos

IV.3. Requisitos de la sentencia………………………………………………….51


1. Plasmación por escrito
2. Pronunciamiento público
3. Plazo
4. Notificación
5. Ejecución
6. Archivo

IV.4. Estructura de la sentencia………………………………………………….53


1. El visto
2. El fallo

IV.5. Impugnación de la sentencia………………………………………………58


1. Apelación
2. Suplicación

V. CONCLUSIONES…………………………………………………………..61

BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………….....64

ANEXO……………………………………………………………………...….67
RESUMEN

El objetivo de este trabajo es el examen detallado de la sentencia inquisitorial


como resolución que ponía fin a un proceso llevado a cabo por el Tribunal de la
Inquisición.

Para ello hemos analizado el concepto, las clases, la estructura, los requisitos de
validez y las formas de impugnación de la sentencia inquisitorial.

Como paso previo antes de afrontar el estudio de la sentencia, hemos


considerado necesario referirnos sumariamente al Tribunal del Santo Oficio y sus
orígenes, así como analizar las distintas fases del proceso inquisitorial, los principios
que lo informan y los sujetos intervinientes.

ABSTRACT

The aim of this study is the detailed examination of the inquisitorial judgement
as a resolution that ended a process carried out by the Inquisition Court.

So we have analized the concept, the types, the structure, the requirements of
validity and the ways of appeal of the inquisitorial jugdement.

As a preliminary step before dealing with the study of the judgement, we have
considered important to refer summarily to the Court and its origins, as well as to
analize the different stages of the inquisitorial process, the stablished principles and the
parties involved.
Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

I. INTRODUCCIÓN

La sentencia es, según la definición de la Real Academia Española 1 (en adelante


RAE), la declaración del juicio y resolución del juez. En palabras de Ormazábal
Sánchez2, la sentencia es la declaración judicial que debe dictarse cuando se decide
definitivamente el pleito o causa en cualquier instancia o recurso o cuando, según las
leyes procesales, las resoluciones deban revestir esta forma.

La importancia de la sentencia reside en su cualidad de eslabón final del


proceso, de plasmación de todo lo actuado durante un procedimiento judicial.
Podríamos decir que la sentencia es el resultado final de todas las actuaciones
procesales y sustantivas que se han ido desarrollando en un proceso judicial.

Las sentencias han sido estudiadas desde varias ramas del Derecho, tanto por el
Derecho Constitucional como por el Derecho Penal o el Derecho Procesal, en su
vertiente civil y penal. Además, el estudio ha sido afrontado desde múltiples puntos de
vista: contenido, forma, requisitos, estructura, modos de impugnación, etc.

El estudio de la sentencia inquisitorial nos ha permitido conocer más a fondo los


detalles de este tipo de resolución en el contexto del Tribunal del Santo Oficio. Pero no
sólo eso, sino que, además, mediante esta investigación hemos profundizado en el
estudio de otros aspectos relacionados con el tema principal del trabajo. En primer
lugar, nos estamos refiriendo a las fases o estadios por los que transcurre un proceso
antes de llegar a su conclusión con la sentencia. En segundo lugar, a los principios o
exigencias que informan el proceso. Y en tercer lugar, a los órganos que intervienen
durante todo el desarrollo de las actuaciones, tanto acusados como acusadores:
inquisidores, ordinarios, Consejo, notarios, Inquisidor General, etc.

Por lo que respecta al tema principal del estudio, ha sido abordado con la
intención de ampliar los conocimientos que podemos tener sobre la Inquisición y sobre
las sentencias que emitió, ya que, aunque la institución del Santo Oficio ha sido una
materia muy analizada por los estudiosos, lo cierto es que la sentencia como resolución
que ponía fin a un proceso inquisitorial no ha sido un tema profusamente examinado.
Por ello, mi modesto objetivo con este trabajo ha sido arrojar un poco de luz sobre un
asunto que, tal vez, contenga aspectos desconocidos para quienes no somos expertos en
la materia para así poder conocer cómo se aplicaba en la práctica el Derecho en el
contexto inquisitorial y compararlo en lo posible con su aplicación en la actualidad.

Por último, y con base en los gráficos que hemos elaborado a partir de las
fuentes que se recogen, se ha pretendido poner de manifiesto mediante una relación de
causas recogidas en un período de tiempo, la realidad de la actuación de la Inquisición,

1
http://www.rae.es/, consultado el día 03/06/2015.
2
ORMAZÁBAL SÁNCHEZ, G., Introducción al Derecho Procesal, Marcial Pons, Madrid, 2010. Pág.
185.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

tal vez exagerada al hilo de la “leyenda negra” 3, y que según Kamen4, tuvo dos
orígenes:

1) Proveniente del ámbito católico de Italia, basado en la imagen que los


italianos tenían de los españoles como un pueblo pobre, atrasado y de religiosidad
dudosa, dominado necesariamente por la Inquisición debido a los siglos de mezcla con
judíos y moros.
2) Una fuente protestante desarrollada en la Europa central y septentrional como
consecuencia de las persecuciones de protestantes en España y su identificación con la
herejía. Estas tensiones religiosas y políticas entre Estados pudieron crear un halo
sangriento y cruel más amplio de lo que fue en la realidad. Lo que por otra parte no es
exclusivo del mundo inquisitorial, ya que como dijo Voltaire, la historia de los grandes
acontecimientos del mundo apenas es más que la historia de sus crímenes.

3
El término “leyenda negra” fue atribuido por primera vez a Julián Juderías Y Loyot (1877-1918), un
historiador, sociólogo, crítico literario, periodista, traductor e intérprete de Ministerio de Estado de
España. En su obra La Leyenda Negra de 1914, Juderías la describe así: “…el ambiente creado por los
relatos fantásticos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en todos los países, las
descripciones grotescas que se han hecho siempre del carácter de los españoles como individuos y
colectividad, la negación o por lo menos la ignorancia sistemática de cuanto es favorable y hermoso en
las diversas manifestaciones de la cultura y del arte, las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado
sobre España fundándose para ello en hechos exagerados, mal interpretados o falsos en su totalidad, y,
finalmente, la afirmación contenida en libros al parecer respetables y verídicos y muchas veces
reproducida, comentada y ampliada en la Prensa extranjera, de que nuestra Patria constituye, desde el
punto de vista de la tolerancia, de la cultura y del progreso político, una excepción lamentable dentro del
grupo de las naciones europeas.”
4
KAMEN, H., La Inquisición Española. Una revisión histórica, Crítica, Barcelona, 1999. Págs. 82-89.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

II. LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA

Antes de centrarnos en la sentencia inquisitorial conviene situar el tema a través


de unas breves líneas sobre la institución de la Inquisición.

La Inquisición Española fue una institución fundada por los Reyes Católicos en
1478, que surgió con el fin de reprimir a los disidentes religiosos que no se ajustaban al
modelo de creencias y conducta que previamente se había establecido. El Papa Sixto IV
otorgó a los Reyes Católicos la facultad de nombrar tres obispos, arzobispos, sacerdotes
seculares o religiosos en cada ciudad o diócesis de sus reinos de España dotados, para la
averiguación y castigo de los herejes, de los mismos poderes que los ordinarios u otros
inquisidores pontificios a través de la Bula de noviembre de 1478:

“Nos igitur de huiusmodi vestro laudavili zelo fidei ad salutem animarum summentes in
Domino letitiam et sperantes quod non solum de regnis ipsis huiusmodi perfidiam eiicere,
sed etiam Granatae regnum et illi adiacentia loca, que infideles incolunt, nostris etiam
temporibus vestrae ditionis subiicere et infideles ipsos ad fidem rectam comvertere, divina
operante clementia, cum efectu curabitis, quantum praedecesores diversimode impediti
nequiverunt, in eiumodi verae fidei exaltationem, animarum salutem et ad vestram
perfectam lavdem, cum eterni beatitudinis premii conservatione votiva, ac volentes
petitionibus vestris huiusmodi annuere, et super his oportuna adhibere remedia,
5
huiusmodi suplicationibus vestris inclinati, volumus et vobis concedimus.”

Con las emergentes tensiones entre judíos, moros y cristianos que durante los
siglos XIV y XV se sucedieron, un gran número de judíos, atemorizados por la
persecución a la que estaban sometidos debido a la significación que habían adquirido
en el mundo financiero, profesional y público, decidieron convertirse al cristianismo.
Sin embargo, esta conversión creó un recelo por parte de los cristianos, que no
confiaban en que la adopción de su religión hubiera sido sincera. Esta desconfianza fue
el motivo principal de la actuación del Tribunal del Santo Oficio, esto es, el
aseguramiento de la ortodoxia cristiana, amenazada por las actuaciones de estos nuevos
cristianos.

La Inquisición Española tuvo como su precedente europea a la Inquisición


medieval o romana. Esta institución se creó en 1184 mediante la Bula del Papa Lucio
III Ad abolendam, para controlar los movimientos heréticos surgidos en la Edad Media,
que llevaron a los obispos a controlar estas, digamos, rebeliones que ciertamente
suponían una importante preocupación para el cristianismo de Occidente.

“Ad abolendam diversam haeresium pravitatem, quae in plerisque mundi partibus


modernis coepit temporibus pullulare, vigore debet ecclesiasticus excitari, cui nimirum
imperialis fortitudinis suffragante potentia, et haereticorum provervitas in ipsis falsitatis

5
Bula del Papa Sixto IV otorgando a los Reyes Católicos facultad para nombrar tres obispos, arzobispos,
sacerdotes seculares o religiosos en cada ciudad o diócesis de sus reinos de España dotados, para la
averiguación y castigo de los herejes, de los mismos poderes que los Ordinarios u otros Inquisidores
pontificios. MARTÍNEZ DÍEZ, G., Bulario de la Inquisición Española, Complutense, Madrid, 1998. Pág.
76.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

suae conatibus elidatur, et catholicae simplicitas veritatis in ecclesia sancta resplendens,


6
eam ubique demonstret ab omni exsecratione falsorum dogmatum expiatam.”

Esta Inquisición medieval se extendió por la mayoría de territorios europeos y


obtuvo especial relevancia en países como Alemania, Francia o Italia, en los que la
colaboración y apoyo de reyes y emperadores jugaron un papel vital en el proceso de
afianzamiento del Tribunal.

Volviendo a la Inquisición Española, en sus inicios, el Tribunal tuvo como


misión descubrir a aquellos conversos procedentes del judaísmo que no poseían una fe
verdadera en la religión cristiana y que, por ello, eran calificados de herejes.
Posteriormente también amplió su radio de actuación a los musulmanes y luteranos
conversos. De esta forma, las competencias del Tribunal del Santo Oficio se
acrecentaron, abarcando desde la bigamia hasta la censura de publicaciones, pasando
por la vigilancia de beatos o humanistas. Este incremento de sus actividades afectó a
ámbitos de la vida cotidiana como la moral sexual, en la que la Inquisición juzgó las
desviaciones y excesos sexuales del pueblo; la política, dado que, con la acusación de
ciertos comportamientos perseguidos a priori por la Inquisición, se conseguía eliminar
la competencia y oposición políticas. Y del mismo modo la censura y la represión
cultural como medio de control de ideas y de adoctrinamiento cayeron dentro de su
competencia.

A partir de 1808 el Tribunal del Santo Oficio sufrió los constantes cambios que
se experimentaron en España especialmente durante el reinado de Fernando VII y que
se dejaron sentir no sólo en la organización religiosa sino también en la civil, política y
económica. Lo que desembocó en la supresión del Tribunal Inquisitorial.

La entrada de Napoleón a Madrid supuso un golpe terrible tanto para el reino


como para la Inquisición, puesto que fue abolida con el Decreto de abolición de la
Inquisición el 4 de diciembre de 1808.

“Artículo 1º. El Tribunal de la Inquisición queda suprimido, como atentatorio a la


soberanía y a la autoridad civil.

Artículo 2º. Los bienes pertenecientes a la Inquisición se secuestrarán y reunirán en la


Corona de España, para servir de garantía a los Vales y cualesquiera otros efectos de la
Deuda de la Monarquía.

Artículo 3º. El presente Decreto será publicado, y de él se hará registro en todos los
Consejos, Audiencias y demás Tribunales, para que se cumpla como ley del Estado.
7
Firmado, Napoleón.”

Las Cortes se constituyeron el 24 de septiembre de 1810, y tan sólo tres días


después se creó una comisión de cinco diputados al objeto de resolver la situación de la

6
DUARTE RUST, L., “Bulas Inquisitoriais: Ad Abolendam (1184) e Vergentis in senium (1199)”, en
Revista de História, São Paulo, 2012, núm. 166. Págs. 129-161.
7
Gaceta de Madrid, 11 de diciembre de 1808- Número 151.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Inquisición. Esta comisión presentó un Dictamen en diciembre de 1812 con el objetivo


de informar a las Cámaras sobre si el Tribunal del Santo Oficio era conforme o no a la
Constitución gaditana aprobada el 19 de marzo de ese mismo año. Examinado el origen
de la institución, su recorrido histórico, la situación en aquel momento y la forma de
tratar las materias que tuvo encomendadas, la comisión se inclinó hacia la
incompatibilidad del Tribunal con la Constitución. Las razones se fundamentaban en la
vulneración del principio de separación de poderes en la medida en que la Inquisición
era una institución cerrada y autónoma del orden civil y eclesiástico; y en la oposición
inquisitorial a la libertad individual de cada ciudadano, irreconciliable con los derechos
que propugnaba la Carta Magna.

“Es incompatible la Inquisición con la constitución, porque se opone a la soberanía e


independencia de la nación y a la libertad civil de los españoles, que las Cortes han
8
querido asegurar y consolidar en la ley fundamental.”

Aunque el 22 de febrero de 1813 quedó estipulado el final de la Inquisición en el


Decreto sobre la abolición de la Inquisición y establecimiento de los tribunales
protectores de la fe, con la vuelta de Fernando VII a España la situación cambió. El
monarca dictó el decreto de 4 mayo de 1814 que anulaba la Constitución de 1812, y con
él el Decreto de abolición de la Inquisición, provocando el restablecimiento de la
institución.

El pronunciamiento del General Riego obligó a Fernando VII a firmar, el 7 de


marzo de 1820, un decreto en el que juraba la Constitución de 1812. La vuelta al
régimen constitucional suponía una situación conflictiva para el Tribunal como
consecuencia de la contraposición de los derechos fundamentales que propugnaba el
texto constitucional y las actuaciones inquisitoriales que los violentaban.

El final definitivo de la institución se produjo durante la regencia de María


Cristina como consecuencia del Decreto de 15 de julio de 1834 9. Llegados a esa fecha,
la Inquisición había perdido la eficacia que la había caracterizado siglos atrás, lo que
ayudó a su desaparición, que, junto con la incompatibilidad que suponía con la
Constitución de Cádiz, creó en la población la visión de una institución anacrónica e
innecesaria.

“Artículo 1º. Se declara suprimido definitivamente el Tribunal de la Inquisición”.

8
Discusión, 26.
9
Real Decreto de 15 de julio de 1834, por el que se suprime definitivamente el Tribunal de la Inquisición.
Gaceta de Madrid de 17 de julio de 1834- Número 150.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

III. EL PROCESO INQUISITORIAL

El proceso inquisitorial constituía el conjunto de actos por el que los tribunales


ejercían su competencia y llegaban a una sentencia. Como en cualquier proceso, para
llegar al fallo del tribunal era necesario pasar por una serie de actuaciones previas
informadas por unos principios y dirigidas por unos órganos concretos.

En la actualidad, nuestro sistema judicial parte del principio de presunción de


inocencia consagrado constitucionalmente en el artículo 24.2 CE.10 Sin embargo, los
procesos que se dirimían en el Tribunal de la Inquisición no tenían su origen en el
mismo principio, de forma que los acusados no eran considerados inicialmente
inocentes, sino culpables. Esta consideración de culpabilidad desde el inicio del proceso
suponía que el principal objetivo del Tribunal no era otro que impulsar o exhortar al
procesado a confesar su culpabilidad, lo que hacía que en la práctica se redujeran
considerablemente sus medios de defensa, circunscribiendo casi en su totalidad el
resultado del proceso a la resistencia y aguante del reo en las pruebas que los jueces
consideraban necesarias para averiguar la verdad de los hechos. De esa resistencia
dependería en muchas ocasiones que el inculpado fuera declarado más o menos
culpable.

Con relación al derecho a no declararse culpable, relevante en la actualidad a


través de la protección que la consideración de derecho fundamental le otorga, era cuasi
inexistente en el proceso inquisitorial, puesto que las torturas a las que eran sometidos
los acusados y la precaria y a veces desesperada situación en la que se encontraban
quebraban el derecho convirtiendo la propia incriminación en una vía de escape aunque
fuera tan sólo momentánea.

Otro rasgo relevante del proceso inquisitorial era la acusada tendencia del juez a
procurar la confesión culpable del acusado. Más que juez era fiscal en la medida en que
su labor no era resolver la causa de la forma más objetiva y justa posible, sino que su
visión inicial del acusado y de los hechos que allí se discutían estaba viciada con el
principio de presunción de culpabilidad, que provocaba un cambio en la función del
juez: no buscaba la verdad para, con base en ella declarar al acusado inocente o
culpable, sino que su pretensión era sacar a la luz la culpabilidad del reo, culpabilidad
que existía y que sólo había que demostrar mediante los medios oportunos.

10
Artículo 24 de la Constitución Española: “1. Todas las personas tienen derecho a obtener la tutela
efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún
caso, pueda producirse indefensión. 2. Asimismo, todos tienen derechos a Juez ordinario predeterminado
por la ley, a la defensa y a la asistencia de letrado, a ser informados de la acusación formulada contra
ellos, a un proceso público sin dilaciones indebidas y con todas las garantías, a utilizar los medios de
prueba pertinentes para su defensa, a no declarar contra sí mismos, a no confesarse culpable y a la
presunción de inocencia. La ley regulará los casos en que, por razón de parentesco o de secreto
profesional, no se estará obligado a declarar sobre hechos presuntamente delictivos.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

En la actualidad, la imparcialidad del juez es uno de los derechos más


importantes de cualquier proceso. Tanto es así que el Tribunal Constitucional ha
declarado que “la imparcialidad judicial es una garantía tan esencial de la función
jurisdiccional que condiciona su existencia misma. Sin juez imparcial no hay,
propiamente, proceso jurisdiccional” (Sentencia 11/2000, de 17 de enero de 2000.) O
dicho con otras palabras, “La imparcialidad del tribunal forma parte de las garantías
básicas del proceso, constituyendo incluso la primera de ellas” (Sentencia 146/2006, de
8 de mayo).

III.1. Órganos del proceso

Los órganos que actuaban en el proceso inquisitorial eran: el Inquisidor General


y el Consejo de la Suprema y General Inquisición; el inquisidor de distrito; el ordinario;
los consultores; el promotor Fiscal y los notarios o secretarios.

a) Inquisidor General y Consejo de la Suprema Inquisición

El Inquisidor General era la cabeza de la Suprema y, por tanto, de todo el


aparato inquisitorial11. Era nombrado por el Papa a propuesta del Rey. El embajador
español en Roma era quien comunicaba al Pontífice el nombre del candidato. El
nombramiento adoptaba la forma jurídico-canónica de un Breve mandado expedir por el
Papa “Auctoritate apostolica”, “motu propio”, “nullius intercedentibus meritis”. La
Corona gozaba así de gran influencia sobre el Inquisidor General. Aunque se pretendía
que el Papa tuviera libertad para elegir, en la práctica, la iniciativa real era fundamental
para acceder al generalato puesto que el Sumo Pontífice nombraba para el cargo a
aquella persona que le proponía el Rey. En lo que se refiere a la destitución,
formalmente también correspondía al Papa, pero la influencia regia llegó hasta el punto
de que la propia Corona los hacía cesar en el cargo (que era vitalicio como regla
general), la mayoría de las veces por no acomodarse a la política regia.

A partir de 1714, la propuesta de los Inquisidores Generales fue llevada a cabo


por la Secretaría de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia, cuya actividad
terminaba una vez que comunicaban a la Cámara el Breve con la elección por parte del
Papa del nuevo Inquisidor.

La toma de posesión del cargo tenía lugar ante el Consejo de la Suprema


Inquisición. Este acto suponía jurídicamente que había un nuevo Inquisidor. Antes de
que el elegido llegase al recinto, la Suprema se reunía en la sala de los estrados en la
que el secretario más antiguo leía la Real Cédula que comunicaba el nombramiento del
nuevo Inquisidor. Tras la lectura, se votaba la aceptación, que siempre era positiva.

11
BARRIOS PINTADO, F., “Las competencias privativas del Inquisidor General en la normativa regia
de los siglos XVI y XVII. Una aproximación al tema”, en Revista de la Inquisición, núm. 1, Madrid,
1991, Instituto de Historia de la Inquisición, Universidad Complutense de Madrid. Págs. 121-140.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

El nuevo Inquisidor no podía visitar a nadie durante el tiempo comprendido


entre su nombramiento y la toma de posesión, salvo al Rey o Reina, el valido o primer
ministro, el nuncio de su Santidad, el presidente del Consejo de Castilla, el arzobispo de
Toledo o el vicecanciller de Aragón. Sin embargo, sí podía ser visitado en su cuarto,
tanto por las personas antes aludidas como por las demás que deseasen hacerlo.

El Inquisidor General poseía unas amplias competencias dentro del gobierno del
Santo Tribunal. Le competía la dirección del Santo Oficio en su conjunto: en materia de
gracia, en materia de justicia, en materia de gobierno, en materia de hacienda y en las
relativas a la vigilancia de los libros.

En las materias de gracia competía a los Inquisidores Generales el


nombramiento, revocación, inspección y castigo de los inquisidores en todos los
tribunales, la designación de los consejeros, secretarios, relatores y demás ministros
necesarios para el despacho de los asuntos. Además, expedía los títulos de
nombramiento de los cargos y concedía las licencias que autorizaban la ausencia de
oficiales del Santo Oficio de la sede del Tribunal en el que servían. Poseían también
atribuciones relativas a informaciones de limpieza de sangre, esto es, tramitaban estas
informaciones y decidían sobre ellas.

En materia de justicia, los Inquisidores Generales conocían de las causas de fe


de todas las personas y en todos los territorios del reino de España. Tanto de las
sentencias de primera instancia como de los recursos presentados contra éstas.
Correspondía también al cargo la facultad de moderar las penas y remitirlas a los
inquisidores de distrito para su ejecución.

En materia de gobierno, el Inquisidor asumía la defensa del papel institucional


del Santo Oficio, sus ministros y oficiales. Nombraba la planta de los tribunales, sobre
todo en cuanto al número de inquisidores y ministros; elaboraba la normativa
inquisitorial, es decir, las famosas Instrucciones del Santo Oficio 12; despachaba los
asuntos en los que habían de intervenir otros tribunales; y creaba el protocolo y
ceremonial.

En materia de hacienda, era el encargado de la administración económica de los


bienes del Santo Oficio. Libraba las cantidades necesarias para su disposición, distribuía
los recursos del Tribunal procedentes de las penas y penitencias impuestas a los reos, y
12
Señala Juan Carlos Galende que el Tribunal del Santo Oficio actuaba según un Derecho perfectamente
regulado en textos. Como fundamento del mismo estaba el Derecho Común, una combinación de leyes y
normas procedentes del Derecho Romano y las distintas disposiciones emanadas a partir de la centuria
undécima. Además, el procedimiento inquisitorial estaba normalizado por textos específicos del Derecho
Canónico, principalmente los mandatos de los pontífices Bonifacio VIII (1298) y Juan XXII (1317). Estas
órdenes generales dieron paso a otras concretas, las «Instrucciones», que fueron confeccionando los
primeros Inquisidores Generales: las ordenanzas de Tomás de Torquemada (1484-85), Diego de Deza
(1500), Francisco Jiménez de Cisneros (1515), Adriano de Utrecht (1521) y Fernando de Valdés (1561).
GALENDE DÍAZ, Juan Carlos. “El proceso inquisitorial a través de su documentación: estudio
diplomático”, en Espacio, tiempo y forma. Serie IV, Historia moderna, 2001, núm. 14. Págs. 491-518.

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La sentencia inquisitorial.

nombraba a los oficios inquisitoriales relacionados con la administración de los bienes


confiscados a los procesados.

En materia de vigilancia de libros, el Inquisidor realizaba actuaciones variadas,


desde la censura de libros hasta la concesión de licencias para la lectura de libros
prohibidos o la visita de librerías y bibliotecas.
Es importante precisar que en todas las atribuciones que tenía encomendadas el
Inquisidor General, su propia personalidad influía de manera significativa, en la medida
en que el arbitrio que rodeaba sus funciones podía ser moderado o embrutecido por su
carácter.

El Consejo de la Suprema Inquisición o Consejo de la Suprema y General


Inquisición, conocido por la Suprema, era el órgano presidido por el Inquisidor General.
Contaba además entre sus integrantes con consejeros con el nombre de inquisidores
apostólicos, un abogado, fiscal, dos secretarios (uno del Rey y otro del Inquisidor
General), dos relatores y una pluralidad de calificadores y consultores.

La Suprema era un órgano fundamentalmente consultivo. Se encargaba de


tramitar las apelaciones y de la gobernancia compartida con el Inquisidor General. Las
atribuciones de la Suprema no quedaban bien delimitadas respecto de las del Inquisidor
General ya que, mientras las funciones del Inquisidor sí estaban plenamente acotadas,
las del Consejo no fueron reguladas en ningún precepto. Esta indeterminación propició
en que, en ocasiones, no se supiera bien en qué materias se necesitaba el acuerdo de la
Suprema, en cuáles podía actuar de forma individual el Inquisidor General y cuáles eran
exclusivas del Consejo. Se reunía los lunes, miércoles y viernes por la mañana, y los
martes, jueves y sábados por la tarde.

Durante el siglo XV y buena parte del XVI, la Suprema fue un órgano consultivo
completamente al servicio del Inquisidor General. Progresivamente, y a raíz de la
muerte del cardenal Espinosa, fue tomando mayor iniciativa y poder hasta el punto de
que durante los siglos XVI y XVII, el órgano fue tomando estructura colegiada e
interviniendo en prácticamente todos los asuntos, fueran importantes o no.

b) Inquisidor de distrito

El inquisidor de distrito era la autoridad de más alto rango de los Tribunales


inquisitoriales de distrito. Estos tribunales fueron inicialmente itinerantes, instalándose
en aquellos lugares que lo requirieran. Durante los diez primeros años de la Inquisición,
los tribunales de distrito fueron asentándose en diversos territorios hasta que en algunas
ciudades se instalaron como permanentes13.

13
KAMEN, H., La Inquisición Española. Una revisión histórica. Págs. 182-183.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Se conformaron así los siguientes distritos inquisitoriales radicados en las


ciudades que señalamos:

Reino de Aragón: Reino de Castilla:


1482 – Zaragoza y Valencia 1482 – Sevilla y Córdoba
1484 – Barcelona 1485 – Toledo y Llerena
1488 - Mallorca 1488 – Valladolid y Murcia
1489 – Cuenca
1505 – Las Palmas
1512 – Logroño
1526 – Granada
1574 – Santiago
1640 – Tribunal de Corte: Madrid

Los inquisidores dirigían el Tribunal de distrito y tenían bajo su jurisdicción una


determinada circunscripción y personal adscrito a su Tribunal. Ejercían sus funciones
sobre todas las personas bautizadas de la Iglesia Católica que cometiesen un delito de
herejía. No obstante, había excepciones tales como el Papa, los nuncios, oficiales del
Santo Oficio u otros inquisidores de igual o superior rango, a los que no podía
sometérseles a una jurisdicción de grado inferior al que pertenecían.

El inquisidor de distrito quedaba obligado en su actuación a velar por el correcto


cumplimiento de los actos procesales. Para ello visitaba los distritos a su cargo con el
fin de controlar su actividad a través de la elaboración de informes basados en las
denuncias y testimonios recogidos.

Los inquisidores eran nombrados por el Inquisidor General y debían cumplir una
serie de requisitos: ser honestos, justos, cultos, ser sacerdotes y contar con una edad
mínima de cuarenta años. Estas condiciones sufrieron con el tiempo múltiples
variaciones.

Las oscilaciones en el requisito de la edad fueron muy numerosas. La Bula de 24


de marzo de 1487 del Papa Inocencio VIII14 exigió como edad mínima los cuarenta. En
1498, la Bula de 1 de diciembre del Papa Alejandro VI15, rebajó la edad mínima a los
treinta. Esta edad se siguió manteniendo en los Breves de 4 y 5 de junio de 1507 del
Papa Julio II16. Fue el Papa Clemente VII quien la restableció en cuarenta años en 1596
14
Bula del Papa Inocencio VIII por la que ratifica de nuevo el nombramiento de fray Tomás de
Torquemada como Inquisidor General de todos los reinos de España y especialmente de la Corona de
Aragón. MARTÍNEZ DÍEZ, G., Bulario de la Inquisición Española. Pág. 194.
15
Bula del Papa Alejandro VI nombrando al dominico don Diego de Deza, obispo de Jaén, Inquisidor
General en los reinos de Castilla, León y Granada, en sustitución del fallecido fray Tomás de
Torquemada, otorgándole facultades para poder designar a otros Inquisidores delegados suyos.
MARTÍNEZ DÍEZ, G., Bulario de la Inquisición Española. Pág. 305.
16
Breve del Papa Julio II por el que designa como Inquisidor General para los reinos de la Corona de
Aragón y Sicilia a Juan de Enguera, obispo de Vich, en lugar de fray Diego de Deza, que ha presentado su
dimisión. MARTÍNEZ DÍEZ, G., Bulario de la Inquisición Española. Pág. 361.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

puesto que consideraba que a esa edad se garantizaba una mayor preparación y
madurez. Pero, con el permiso expreso del Inquisidor General, también podían acceder
al cargo de inquisidor de distrito los menores de dicha edad. En la práctica esto ocurrió
con mucha frecuencia de forma que en los siglos XVII y XVIII la mayoría de títulos de
inquisidor de distrito fueron ocupados por menores de cuarenta años.

La condición de ser sacerdote también varió a lo largo de los años. Como la


Inquisición fue un Tribunal de fe se creyó conveniente que sus miembros fueran
sacerdotes. Dicha condición fue exigida en la Bula de 24 de marzo de 1487 del Papa
Inocencio VIII17, y suprimida en 1498 en la Bula del Papa Alejandro VI el 1 de
diciembre18. Esta exigencia volvió en 1595, cuando se consideró conveniente la
condición sacerdotal. A lo largo de la historia fue claramente mayoritario el número de
inquisidores pertenecientes al clero secular que al clero regular. 19

El tribunal inquisitorial de distrito estaba integrado por dos inquisidores que


debían actuar conjuntamente, salvo en los casos de menor importancia en los que
estaban facultados para proceder por separado.

Recapitulando, las funciones del inquisidor de distrito eran fundamentalmente


cinco:

1. Ejercer de juez en los procesos adscritos a su jurisdicción y hacer cumplir la


sentencia. A partir de 1647 las sentencias tuvieron que ser ratificadas por el
Consejo para ser ejecutadas. Ello llevó a una progresiva centralización en todo el
aparato inquisitorial.
2. Dirigir a los funcionarios de su tribunal de distrito.
3. Visitar los distritos a su cargo para informarse de lo que acontecía en esos
lugares, recoger denuncias y testimonios y representar a la institución en su
jurisdicción.
4. Responsabilizarse de la hacienda de su tribunal de distrito.
5. Servir de nexo entre su tribunal de distrito y el Inquisidor General y la
Suprema.

Breve del Papa Julio II por el que designa al cardenal Cisneros como Inquisidor General para los reinos
de la Corona de Castilla. MARTÍNEZ DÍEZ, G., Bulario de la Inquisición Española. Pág. 369.
17
Bula del Papa Inocencio VIII por la que ratifica de nuevo el nombramiento de fray Tomás de
Torquemada como Inquisidor General de todos los reinos de España y especialmente de la Corona de
Aragón. MARTÍNEZ DÍEZ, G., Bulario de la Inquisición Española. Pág. 194.
18
Bula del Papa Alejandro VI nombrando al dominico don Diego de Deza, obispo de Jaén, Inquisidor
General en los reinos de Castilla, León y Granada, en sustitución del fallecido fray Tomás de
Torquemada, otorgándole facultades para poder designar a otros Inquisidores delegados suyos.
MARTÍNEZ DÍEZ, G., Bulario de la Inquisición Española. Pág. 305.
19
El clero secular estaba constituido por sacerdotes católicos no sujetos a votos religiosos ni a reglas de
instituto religioso o monacal. Administraban parroquias adscritas al obispado o diócesis, cuyo titular era
el obispo. El clero regular eran frailes católicos que estaban bajo la disciplina de una orden religiosa, a la
que pertenecían.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

c) Ordinario

El ordinario es, en la Iglesia Católica, el obispo diocesano. El ordinario tenía una


de las funciones más importantes en el proceso inquisitorial: era el encargado de
averiguar las causas de herejía y enviar las pruebas al inquisidor. Tenía libertad para
arrestar y citar a los acusados, salvo en el momento de pronunciar sentencia
condenatoria, en donde se exigía que actuara conjuntamente con el inquisidor. En el
caso de sentencia absolutoria se le permitía proceder individualmente aunque en la
práctica no fuera así.
En los supuestos de desacuerdo, la causa debía remitirse al Sumo Pontífice para
su decisión de forma que el asunto salía del aparato inquisitorial para ser decidido por el
Papa.

“Cum Episcopus & Inquisitor non conveniunt in ferenda sententia; tunc non posset unus
sine altero eam pronuntiare, sed causam instructam ad Summum Pontificem transmittere
debent.”

“Si Episcopus, & Inquisitor discordant in ferenda sententia, debent causam instructam ad
Sumum Pontificem, vel sepremum Inquisitionis Sentaum mittere decidendam.”

“Nam cum episcopi & Inquisitores non sunt concordes, remittitur causa instructa ad
20
senatum sanctae inquisitionis.”

Además de la obtención de pruebas, el ordinario votaba en las consultas de fe y


firmaba las sentencias. Estaba facultado para delegar sus funciones en otras personas,
siempre y cuando residieron en la misma ciudad que el tribunal.

d) Consultores

Los consultores eran los asesores del Santo Oficio. Se les exigía que fueran
expertos en teología, derecho canónico o civil, prudentes, honestos, previsores y con
experiencia. Eran escogidos por los inquisidores de distrito. No se requería su
intervención en las votaciones de procesos contra solicitantes, aunque en la práctica se
demostró que no fue así.

e) Promotor Fiscal

El Promotor Fiscal era la persona encargada de hacer la acusación y asesorar a


los inquisidores. Hay que precisar que esta figura fue incorporada con la nueva
Inquisición puesto que en la Inquisición medieval o romana las funciones del Promotor
Fiscal eran realizadas por el juez, de modo que éste se convertía en acusador y
sentenciador a la vez.

20
EYMERICH, N., Directorium. Pág. 588, D, 1578.
SIMANCAS, D., De Catholicis. Pág. 182, 5, 1569.
SOUSA, A., Aphorismi. Pág. 27, núm. 17, 1633. Citados por: FERNÁNDEZ GIMÉNEZ, M. C., La
Sentencia Inquisitorial, Complutense, Madrid, 2000. Pág. 57.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Al Promotor Fiscal se le exigía ser perito en derecho y actuar de forma prudente


y diligente. Presenciaba todo el proceso inquisitorial pero no intervenía en la votación
de la sentencia. Tramitaba la acusación contra el acusado ante el notario y los
inquisidores, solicitaba el encarcelamiento y el secuestro de los bienes. Generalmente
era quien pedía las penas más altas, y si no conseguía demostrar la culpabilidad del
acusado recurría al tormento. Durante la fase intermedia del proceso se encargaba de
reproducir frente al reo las pruebas, declaraciones de testigos, a los que solicitaba su
ratificación, y documentos obtenidos contra él. El Promotor debía también redactar las
acusaciones, ordenar las pruebas, mantener la correspondencia y asistir a la ejecución de
sentencias, denunciando incluso a personas fallecidas por delitos de herejía.

Según Martínez Navas21, “el fiscal en el proceso inquisitorial desempeña un


papel relevante en la fase de instrucción, pues es él quien formula la denuncia con la
que se da forma a las primeras diligencias. Se hace a un lado en el tiempo en el que se
efectúan los primeros interrogatorios al reo. Y cobra de nuevo protagonismo al
presentar la acusación en forma contra aquél, instalándose definitivamente en el
proceso, ahora ya en calidad de parte.”

f) Notarios o secretarios

Los notarios o secretarios fueron los oficiales encargados de dar fe de los actos
procesales llevados a cabo, levantando acta de lo sucedido en el proceso. Los notarios
redactaban y firmaban los documentos, registraban las votaciones en los registros de
votos y prestaban juramento de ejercer adecuadamente sus funciones, bajo pena de
excomunión.

Los secretarios redactaban, firmaban y leían las sentencias, y actuaban de igual


modo en los recursos en caso de haber apelación por alguna de las partes. El secretario
del Consejo refrendaba los escritos transmitidos por el Inquisidor General o la Suprema
a los demás tribunales. Destacaba el notario de secuestros, un secretario encargado de
registrar los bienes confiscados del acusado. A diferencia del resto de funcionarios, los
notarios y secretarios podían ser personas laicas, clérigos seculares o religiosos.

III.2. Principios del proceso inquisitorial

El procedimiento inquisitorial aparecía informado por unos principios


característicos que le confirieron singularidad y notoriedad propias.

21
MARTÍNEZ NAVAS, I., “El fiscal en los tribunales inquisitoriales. Aproximación al estudio de sus
competencias.”, en Intolerancia e Inquisición: actas del Congreso Internacional de Intolerancia e
Inquisición celebrado en Madrid y Segovia en febrero de 2004. Edición de José Antonio Escudero,
Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Madrid, 2006. Págs. 495-528.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

1. Especialidad del procedimiento inquisitorial y reducido número de leyes

El procedimiento inquisitorial era una excepción al procedimiento ordinario.


Éste se caracterizaba porque seguía el orden simplificado, mientras que aquél buscaba el
orden complejo que, alejado de la rapidez a costa de la disminución de las defensas del
acusado, perseguía el respeto a las garantías de los reos. No obstante, hay que precisar
que debido al arbitrio judicial que poseían los inquisidores, las garantías de los reos se
reducían. Así se observa cuando, con el transcurso del tiempo, la Inquisición retiró a los
acusados la posibilidad de elegir libremente su abogado, limitándolo a una pluralidad de
profesionales nombrados por el Tribunal.

2. Sumariedad del procedimiento

El procedimiento inquisitorial contaba con unos requisitos de validez tales como


la citación del reo y de sus herederos, la confesión del menor de edad en presencia de su
curador, etc. que no eran exigibles en el procedimiento ordinario. En la medida en que
estos requisitos no estaban presentes en el procedimiento ordinario, suponían un plus de
arbitrariedad conferido a los tribunales de la inquisición para actuar con un cierto
margen de maniobra. Véase la posibilidad de actuar en días feriados, prohibidos para los
tribunales ordinarios; o algo más importante como la posibilidad de no concluir la causa
por si aparecían nuevas pruebas contra el acusado.

3. Mantenimiento del principio de desigualdad de las personas ante la ley

Tal y como señala Tomás y Valiente22 “La condición social del delincuente era
un elemento esencial para determinar la pena que merecía.”
La estructura social comportaba diferentes tratamientos penales, tanto en lo que se
refiere al proceso como en lo que se refiere a la pena a imponer. Cabe destacar que los
nobles gozaban del privilegio de fuero especial o de la exención de tormento, que
suponían a la postre una protección de los tribunales canalizada en la inaplicación de la
ley penal.

4. Secretismo del proceso

El secreto informaba todo el proceso. Era uno de los caracteres más importantes
y atractivos de la jurisdicción del Santo Oficio. La Inquisición advertía de que el secreto
rodeaba tanto a las causas de fe como a las informaciones de limpieza y, en general, a
todas las actuaciones del Santo Oficio.

El secretismo aparecía desde que comienza el proceso inquisitorial. Ya en la


denuncia era necesario preservar el secreto de las delaciones desde el comisario o

22
TOMÁS Y VALIENTE, F., El Derecho Penal de la Monarquía Absoluta (siglos XVI, XVII y XVIII),
Tecnos, Madrid, 1992. Págs. 317-331.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

eclesiástico residente en algún punto del distrito hasta la sede del Tribunal. Pero, como
bien sostiene Galván Rodríguez23, afirmar el secreto de las delaciones no implica
sostener su anonimato. Las denuncias anónimas eran rechazadas. Una vez que se
acordaba el auto de prisión, los calificadores examinaban el documento que contenía el
resultado de los interrogatorios a los testigos y al acusado en orden a determinar si el
proceso debía o no continuar. Estos calificadores recibían el informe sin el nombre del
acusado para actuar con mayor libertad e imparcialidad.

En todas estas actuaciones previas el secretismo era la base del proceder puesto
que con ello se evitaba que el reo estuviera al tanto de la acusación para el momento del
interrogatorio. Así el acusado no podía influir en las personas que le habían delatado
compeliéndoles a falsear sus testimonios o revocarlos ante el Tribunal. Esto también
evitaba que el reo, enterado del proceso que se había iniciado contra él (todavía sin su
conocimiento) huyese de la ciudad.

El secretismo en la figura de los testigos poseía dos manifestaciones. Por un


lado, el Tribunal garantizaba la prestación de testimonio sin revelar su identidad, y por
otro, el testigo quedaba obligado a guardar secreto de todo lo que sucediese en el
proceso. En cuanto a la primera, la reserva de la identidad del testigo suponía un
quebranto en ciertas actuaciones que no se producían en el proceso penal ordinario por
la inexistencia de tal secreto. Así, en el proceso inquisitorial no había encuentro entre
acusado y acusador, trámite de careo ni juramento de testigos con presencia del reo.
Llama la atención que incluso las sedes de los distintos tribunales estaban preparadas
arquitectónicamente para preservar este secreto: algunos tribunales, como el de
Canarias, poseían dos entradas lejanas entre sí para que pudieran entrar por un lado los
delatores y por otro los delatados sin que nadie sospechase de nadie.
La doctrina admitió que los tribunales pudieran ocultar la identidad de los testigos
cuando cupiera esperar alguna resistencia a declarar contra personas poderosas por el
miedo a las represalias o el riesgo de soborno. Así lo entendió Castillo de Bobadilla:

“Y si fuesse persona tan poderosa, o tirana, o en pública dignidad constituyda, contra


quien los testigos huviessen depuesto, y huviesse sospecha de soborno, amenazas o medo
para no ratificarle, podrá el Pesquidor, concurriendo tanta especialidad y no de otra
manera, dar traslado de sus deposiciones sin los nombres dellos…” 24

El Tribunal realiza determinadas diligencias para informarse del crédito, vida y


honestidad de los testigos. Estas averiguaciones son especialmente trascendentes en el
delito de solicitación, respecto del cual la Suprema ordena que, en torno a los testigos,
el Tribunal, guardando el secreto requerido, adquiera “informe del crédito que
merezcanse hayan de tomar de otras personas. Fuera del Tribunal se hará esta
23
GALVÁN RODRÍGUEZ, E., El secreto en la Inquisición Española, Servicio de Publicaciones de la
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, 2001. Pág. 56.
24
CASTILLO DE BOBADILA, J., Política para Corregidores, y Señores de vasallos, en tiempo de paz y
de guerra. Y para juezes eclesiásticos y seglares, y de sacas, aduanas, y de residencias, y sus oficiales: y
para regidores y abogados, y del valor de los Corregimientos y Goviernos Realengos, y de las órdenes.
Amberes, 1704, II, Libro 2, cap. 21, nº 58. Pág. 21.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

diligencia por medio de los ministros de él. Y no se llamen a él estas personas, por
obviar el inconveniente de que se hagan ruidosas las causas y se exponga el secreto que
tanto importa.”25
En lo que se refiere a la segunda manifestación, la confidencialidad de los testigos
respecto de todo lo que conocieran del proceso, era asegurada mediante declaración ante
el Tribunal. Se aprecia la extrema importancia que la Inquisición dotaba al secretismo
procesal en que cuando se producían filtraciones por parte de los testigos, el Tribunal
del Santo Oficio prefería sacrificar el interrogatorio antes que arriesgar el secreto.

Pero donde el secretismo incidió de manera más severa fue en la figura del
acusado. El reo no conocía la identidad de la persona que lo delataba, ni quienes
apoyaban su acusación. En este sentido, Puig i Blanch26 critica que la Inquisición oculta
al imputado los nombres de sus contrarios, cercenándole o quitándole los medios de
defensa, sin dejarle otro que el de adivinar o conjeturar.

La incidencia del secreto también llegó a la prisión. Los jueces preferían enviar a
los acusados a las cárceles secretas que poseía la Inquisición con el fin de tener
controlados a todos los que estaban siendo objeto de algún proceso inquisitorial y evitar
dispersiones en el conocimiento de las actuaciones del tribunal. Fue la instrucción de
Valladolid de 27 de octubre de 1488 la que inició esta práctica. El sigilo propio de la
prisión en las cárceles secretas no sólo ha de preservar de la publicidad el contenido de
las actuaciones desarrolladas con el acusado, sino también su propia estancia en prisión.
Es decir, nadie ajeno al Tribunal debe conocer que dicho sujeto está recluido en las
cárceles secretas del Santo Oficio. Nadie puede ver ni hablar a ninguno de los presos.
Fuera de la cárcel no debe saberse quiénes están alojados en sus celdas, ni la razón por
la que lo están. Más aún, durante la reclusión, el número de personas que entren en
contacto con el reo ha de ser lo más reducido posible.

Finalmente, en la elaboración y ejecución de la sentencia también estaba


presente el secretismo. Los manuales inquisitoriales exigían que en la redacción de las
sentencias se evitaran las referencias pormenorizadas al contenido de las conductas
heréticas para evitar que pudieran convertirse en instrumentos de difusión. El Consejo
tenía la labor de inspeccionar y controlar la redacción de las sentencias antes de hacerlas
definitivas. La lectura de la sentencia se realizaba sin notificación al reo, excepto en las
sentencias de los relajados, que siempre eran comunicadas tres días antes de la
celebración del auto de fe. Como explicaremos con más detalle, las sentencias de
relajación eran aquellas en las que se declaraba que el reo era hereje, demostrando con
ello que la conversión al cristianismo no había sido sincera. El motivo por el que la
sentencia de relajación era comunicada al reo en los tres días antes del auto de fe

25
Según Acuerdo de la Suprema de 10 de mayo de 1757. Citado por: GALVÁN RODRÍGUEZ, E., El
secreto en la Inquisición Española, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria, 2001. Pág. 65.
26
PUIG I BLANCH, A., La Inquisición sin máscara, o disertación en que se prueban hasta la evidencia
los vicios de este tribunal y la necesidad de que se suprima, Niel, 1881. Pág. 150.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

respondía a la oportunidad que se le daba al acusado de expresar un último


arrepentimiento sobre su comportamiento herético antes de pronunciar la sentencia
definitiva. Una vez leída la sentencia se procedía al aviso de cárceles y al juramento del
secreto. El aviso de cárceles era un interrogatorio al que se sometía al reo acerca de las
escuchas que hubiera podido realizar durante su estancia en prisión, sobre todo acerca
del comportamiento del alcaide, su ayudante y el despensero en relación a otros presos.
El juramento del secreto era el instrumento principal para la guarda de la ocultación de
los procesos inquisitoriales. En él se ordenaba al reo que jurase guardar para sí todo lo
que percibió durante el tiempo que duró el proceso en orden a preservar el principio del
secreto que informaba todo el proceso inquisitorial.

En las informaciones de limpieza, el secreto también estuvo presente en todo el


proceso. Las informaciones de limpieza fueron un mecanismo de discriminación hacia
las minorías españolas conversas que estaban bajo la sospecha de practicar en secreto
sus antiguas religiones. Consistía en exigir al sospechoso el requisito de descender de
padres que pudieran probar su descendencia de cristiano viejo. En la iniciación y en las
relaciones con las partes la Suprema ordenó, el 10 de abril de 1588, que los ministros y
oficiales del Tribunal de la Inquisición no respondieran ni de palabra ni por escrito a
cartas sobre materias de limpieza con el fin de preservar la libertad de actuación del
Tribunal. También se ordenó que las informaciones verbales referentes a dicha materia
se hicieran siempre dentro de la sede del Tribunal en presencia del fiscal y de los
notarios del secreto; y que se negase ante cualquier tercero que se estaba llevando a
cabo una información de limpieza.

Por todo ello dice Gacto Fernández27 que el hermético sigilo que rodeaba todas
las diligencias procesales del Tribunal implicaba un evidente perjuicio para el reo,
situándole en peor situación que la que asumían la mayor parte de los acusados ante los
tribunales seculares.

Finalmente, el secreto también inundaba otras actuaciones. Los papeles y


documentos de la Inquisición eran fuertemente protegidos en una estancia llamada
precisamente “secreto”, y que era defendida con tres llaves custodiadas por otros tres
oficiales del Tribunal (dos notarios y un fiscal). Las comunicaciones recibidas por la
Suprema debían ser abiertas en la sala del Tribunal, ante la totalidad o mayoría de
inquisidores y en presencia de un notario del secreto. El sigilo también obraba sus
efectos en otras acciones de diversa índole. Así, por ejemplo, en los procesos de
reducción al catolicismo, mientras los protestantes recibían instrucción sobre los
contenidos de la fe católica, tenían prohibida la comunicación de cualquier clase con
otros protestantes, en orden a prevenir posibles recaídas en el error, por contagio de la
enfermedad herética.28

27
GACTO FERNÁNDEZ, E., “Observaciones jurídicas sobre el proceso inquisitorial”, en La Inquisición
en Hispanoamérica, estudios, 1997. Págs. 13-42.
28
FAJARDO SPÍNOLA, F., Reducciones de protestantes al catolicismo en Canarias durante el siglo
XVIII: 1700-1812, Las Palmas de Gran Canaria, 1977. Pág. 65.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Este sigilo llegó a influir incluso en la vida privada de los oficiales del Tribunal.
De esta forma, en el año 1597 la Suprema ordenó a los inquisidores que salieran de casa
sólo cuando fuera necesario, y que siempre lo hicieran acompañados de otros oficiales
del Tribunal o su familia, y por supuesto manteniendo la autoridad que les corresponde
por razón de su oficio.

III.3. Fases del proceso

El proceso inquisitorial estaba constituido por tres fases: fase inicial o sumaria,
fase intermedia y fase final.

a) Fase inicial o sumaria

La fase inicial comenzaba con una denuncia o una acusación presentada por los
particulares, o, en determinados casos, por el juez. Así, las tres formas de iniciar el
proceso eran: acusación, denuncia y, la más frecuente y propia, inquisición. Destaca
Fernández Giménez, tomando como referencia las Instrucciones de Argüello 29, que, a
pesar de que debía seguirse el mismo proceso en todos los tribunales, la práctica ponía
de manifiesto que no era así:

“Hazemos saber a vos los Reverendos Inquisidores Apostolicos contra la heretica


pravedad y apostasia en todos los dichos Reynos y Señorios, que somos informado, que
aunque esta proveido y dispuesto por las instrucciones del Santo Oficio de la Inquisición,
que en todas las Inquisiciones se tenga, y guarde un mismo estilo de proceder, y que en
esto sean conformes: en algunas Inquisiciones no se ha guardado, ni guarda como
convenía.”30

- Acusación

La acusación suponía la imputación, por una persona a otra, del crimen de


herejía. La persona que acusaba pasaba a formar parte del proceso, de forma que era
sobre quien recaía la carga de la prueba.

Toda persona tenía la obligación de delatar, bajo penas espirituales, las


opiniones o actos que considerase contrarios a la fe. Por ello, la sociedad estaba
constantemente informada de los comportamientos que merecían denuncia. La pena de
excomunión, empleada contra aquellos que no se atrevían a denunciar, era un potente
instrumento de convicción y coacción, tal es así que creaba problemas de conciencia en
la población, haciendo que algunas personas recurrieran a la autodenuncia para
tranquilizar su conciencia, sanar sus problemas morales y poder acceder a una sentencia
y un trato más benigno.

29
ARGÜELLO, G.I., Instrucción, 1484, núm. 1.
30
FERNÁNDEZ GIMÉNEZ, M. C., La Sentencia Inquisitorial. Pág. 22.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

El denunciante se comprometía a decir la verdad y a guardar secreto de todo lo


que sucediese en el proceso. Los inquisidores eran conscientes del mal uso que podía
hacerse de la acusación, imputando a personas inocentes por exclusivo afán de
venganza. Por ello, la falsa denuncia recibía un tratamiento severo: era considerada
como un delito contra la fe, y los falsarios eran sometidos a proceso y castigados con
rigurosas penas. Según el Derecho penal común (Ley LXXXIII de Toro) el acusador
temerario era castigado con la pena del talión, es decir, que recaía sobre él la misma
pena que hubiera correspondido al acusado injustamente en el caso de haber sido veraz
su incriminación. En este punto García Marín31 puntualiza la acusación hacia los
judaizantes. En este caso, el colectivo católico no se mostró temeroso a la hora de
denunciar o acusar a los falsos cristianos, a pesar de las consecuencias que el Derecho
penal preveía para las falsas denuncias.

La acusación debía redactarse por escrito y entregarse al inquisidor, quien


comunicaba al acusado que el documento iba a presentarse ante notario público y dos
religiosos, o dos personas consideradas justas, con el fin de hacer justicia.

- Denuncia

La denuncia también comportaba que una persona ponía en conocimiento del


inquisidor que otra había cometido algún delito. Pero la diferencia entre la denuncia y la
acusación consistía en que mientras que en la acusación era la propia persona la que
iniciaba el proceso con su escrito, en la denuncia, esta comunicación no iniciaba el
proceso, sino que la incoación correspondía a los jueces. Como consecuencia de ello, el
denunciante no formaba parte del proceso, era exculpado de presentar pruebas, quedaba
amparado bajo el secreto. No tenía nada que temer ni del Derecho penal ni del delatado.
Los delatores podían aparecer después como testigos, pero en ningún caso como parte
interesada en el proceso.
La denuncia era una de las formas más comunes de iniciar el proceso, más frecuente que
la acusación privada y que la genérica obligación de denunciar impuesta por el edicto de
fe.

El Fiscal aparece en muchos procesos como el iniciador de ellos, aunque es muy


probable que el conocimiento del delito le hubiera llegado, no por sus averiguaciones,
sino por las de otras personas o delatores más o menos profesionales, que eran personas
que denunciaban pero no aparecían en el proceso.

El inquisidor, tras recibir la denuncia, informaba de sus motivos, sometía al


denunciante a juramento y le interrogaba minuciosamente sobre las circunstancias del
caso ante notario público. Tras ello, se redactaba la demanda, que debía ir firmada por el
denunciante para validar su contenido, y se presentaba ante el juez para incoar el

31
GARCÍA MARÍN, J. M., “Proceso inquisitorial-proceso regio. Las garantías del procesado”, en Revista
de la Inquisición. 1998, núm. 7. Págs. 137-149.

- 23 -
Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

proceso. Aquí finalizaba la actuación del delator y, de cara al exterior, el proceso


parecía haber comenzado de oficio.

- Inquisición

La inquisición era la forma más común de empezar el proceso inquisitorial


puesto que no se requería la actuación previa de terceras personas, sino que el propio
juez, atendiendo al principio inquisitivo que informaba el proceso, era el que podía
iniciarlo cuando tuviera conocimiento de la comisión de algún delito.

La inquisición como forma de iniciar el proceso era de dos tipos: la inquisición


general y la inquisición especial.
En la inquisición general el inquisidor desconocía quién era el sospechoso a pesar de
tener constancia de la producción de un delito. La inquisición general se establecía bajo
tres supuestos:

- Cuando existían rumores de herejía en una determinada ciudad.


- En las visitas anuales de los obispos a sus diócesis o de los inquisidores a los
lugares de su circunscripción.
- Por medio del Edicto de Gracia, que otorgaba un plazo de treinta o cuarenta
días durante los cuales aquellas personas que se considerasen herejes podían
presentarse para confesar, tanto sus propios errores, como los de otras personas.
Los Edictos de Gracia aseguraban a los herejes que se prestasen a la confesión
que no recibirían penitencia que no fuera saludable, que en ningún caso podía ser
de muerte, cadena perpetua o confiscación de bienes, si bien en este último
supuesto, los inquisidores podían considerar algunas excepciones.

En la inquisición especial el juez conocía a la persona autora del delito a través


de indicios legítimos, presunciones o sospechas probables de herejía y actuaba contra
ella, con la finalidad de castigarla. De la investigación que realizaba el inquisidor
podían deducirse indicios sólidos de delito, en cuyo caso, el juez ordenaba
mandamiento de prisión y embargo de bienes. En caso contrario, se archivaba la
investigación.

b) Fase intermedia

La fase intermedia del proceso se caracterizaba por el interrogatorio de testigos.


Como hemos dicho anteriormente, la identidad de los testigos nunca era revelada al
acusado, de forma que, externamente, el proceso daba la impresión de haberse iniciado
de oficio por los propios jueces. Esta información confidencial encaja plenamente en
todo el halo de secretismo que envolvía al proceso inquisitorial. El interrogatorio se
llevaba a cabo con la actuación de cinco personas: el juez, el acusado, el transcriptor, el
inquisidor asistente y el testigo interrogado.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Según la Instrucción de Argüello de 148432 el examen de testigos se


encomendaba al inquisidor de forma personal, salvo en los casos en que el testigo
sufriera alguna enfermedad o el inquisidor estuviera impedido para realizar el
interrogatorio. En estos casos, la investigación era encomendada al juez ordinario
eclesiástico del lugar junto con otra persona apropiada para la misión, asistidos
formalmente por un notario.

Con el interrogatorio debía dejarse claro si había herejía o sospecha de herejía,


puesto que sólo en el primer supuesto el inquisidor daba paso al fiscal para que
solicitara el encarcelamiento del acusado con la consiguiente presentación de la
denuncia. El aprisionamiento conllevaba el secuestro de bienes, pero sólo en los casos
en que la herejía era formal.33

La fórmula más común de interrogar a los testigos era preguntarles de forma


general sobre todas las cosas, si habían visto u oído algo que pudiera constituir una
conducta contraria a la fe. Los motivos de inhabilitación para ser testigo en causas de fe
eran muy pocos en comparación con las contempladas en las causas civiles y criminales.
No podían ser testigos los impúberes, los faltos de juicio y los enemigos mortales del
acusado. Por el contrario, podían ser testigos los criminales, los infames, los bandidos,
los ladrones, los cómplices, los excomulgados, los penitenciados, los familiares y los
parientes, los criados, los esclavos, los judíos. Esta amplitud de la Inquisición en la
admisión de testigos se fundamenta en la consideración que se hace de la herejía como
delito; para los estudiosos, la herejía era considerada como el crimen más horroroso que
una persona podía cometer, por herir a la autoridad divina.

El alguacil era el encargado de efectuar el mandato de prisión y de elaborar el


inventario de bienes del reo, junto con el receptor y el escribano de secuestros. La
comunicación con otros reos u otras personas solía estar prohibida por el alguacil, salvo
que los inquisidores dieran su consentimiento en contrario.

El interrogatorio al acusado estaba compuesto por una serie de preguntas


personales acerca de sus antepasados, su oficio, su lugar de residencia, estado civil y
antecedentes de encarcelación de sus parientes. Esta última cuestión era muy relevante
porque con las referencias familiares podía saberse si alguno de ellos descendía de
judíos, moros o penitenciados por el Tribunal y, así, acumular más antecedentes para
determinar la culpabilidad del encausado. Tras ello, el interrogatorio se centraba en
cuestiones religiosas como su bautismo, confirmación u observancia del rito religioso.

32
ARGÜELLO, G.I, Instrucción, 1484, núm. 17. Citado por FERNÁNDEZ GIMÉNEZ, M. C., La
Sentencia Inquisitorial. Pág. 29.
33
FRIES, H., Conceptos fundamentales de la Teología, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1979: “…herejía
formal, es decir, condicionada por una maliciosa intención y, por tanto, pecaminosa…” “La herejía
formal presupone un conocimiento suficientemente claro de la autoridad divina de la Iglesia.”
“El pecado lleva consigo no sólo la decisión, sino también la conciencia de su maldad moral.” Págs. 626-
628.

- 25 -
Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Tras este primer interrogatorio se preguntaba al reo sobre el motivo que le había
llevado a esa situación de encarcelamiento. En la mayor parte de los casos esta cuestión
tenía una respuesta negativa, es decir, el reo desconocía las razones por las que estaba
imputado. Sorprende que en las Instrucciones de 1561 se añadieran otras faltas del preso
a la acusación, con la justificación de que, aunque esas faltas nada tuvieran que ver con
el proceso inquisitorial que se estaba llevando a cabo, sirvieran para agravar los actos
heréticos que el Tribunal pretendía atribuirle para demostrar que su vida no era
cristiana.

Una vez que el acusado respondía a los puntos de la acusación, se le permitía


escoger un abogado que le ayudase en su defensa. Entre sus funciones se encontraban la
de negar la acusación, recusar al juez, presentar testigos o tachar los de la acusación por
enemistad manifiesta y alegar circunstancias atenuantes y eximentes tales como la ira
justificada, el sexo o la edad. La figura del abogado defensor era muy diferente a la
actual y servía en realidad como instrumento para arrancar la confesión del reo a través
de su posición amistosa con él. Señala Gacto Fernández34 que la figura del abogado
terminó “funcionariada” hasta el punto de convertirse en un colaborador más del
tribunal, a cuyo servicio incondicional quedaba.

La fase intermedia finalizaba con la comunicación al reo y a su abogado de las


declaraciones de los testigos y daba comienzo la fase final.

c) Fase final

La fase final constaba de dos actos: la consulta de fe y la publicación de la


sentencia. La consulta de fe consistía en la votación y exposición del parecer de los
inquisidores, el ordinario del lugar y los consultores del Santo Oficio. Comenzaban a
votar en primer lugar los consultores, después el ordinario del lugar y, finalmente, los
inquisidores, cuyo voto era el que realmente decidía.

Obtenida una votación y anotada por un notario en el registro de votos, el


tribunal publicaba la sentencia, con la consiguiente redacción por escrito y ocultamiento
de los nombres de los testigos. Si no llegaban a un acuerdo, la causa se remitía al
Consejo de la Suprema y General Inquisición, que, no obstante, intervenía siempre en
las cuestiones más graves aun habiendo consenso entre los votantes.

34
GACTO FERNÁNDEZ, E., “Consideraciones sobre el secreto del proceso inquisitorial”, en Anuario de
Historia del Derecho Español, 1997, Vol. 67. Págs. 1633-1656.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

IV. LA SENTENCIA INQUISITORIAL

IV.1. Concepto y elementos

Actualmente, la sentencia es la resolución judicial que pone fin al juicio o


proceso. En ella se determina si el imputado es responsable o no de la comisión del
hecho delictivo que se le imputa; en caso afirmativo, se impondrá la sanción y la
reparación del daño que se haya generado, y en caso negativo, será declarada su
inocencia.

La sentencia inquisitorial era el acto final del proceso. En ella se recopilaba el


resultado de todas las actuaciones que se habían seguido en el proceso y se decidía
sobre la culpabilidad o inocencia del reo.

Fernández Giménez35, basándose en una recopilación de definiciones de otros


autores36, elabora su propia definición de sentencia inquisitorial: “todo acto
jurisdiccional decidido por los inquisidores del Santo Oficio, que se pronuncia a
continuación de la fase probatoria, y cuya consecuencia es la finalización y resolución
del proceso absolviendo o condenando al reo”.

La sentencia inquisitorial estaba formada por dos elementos: uno objetivo y otro
subjetivo. El elemento objetivo hace referencia a la herejía, mientras que el elemento
subjetivo hace referencia al sujeto, al reo acusado de hereje.

1. Elemento objetivo

El elemento objetivo, como hemos dicho, alude a la herejía. Creemos


conveniente hacer unas precisiones en este punto al objeto de delimitar correctamente el
contenido del concepto “herejía”. “Herejía” puede definirse como la negación pertinaz,
después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y
católica, o la duda pertinaz sobre la misma 37. En otras palabras, es una desviación sobre
el contenido de la fe que tiene como origen la divergencia entre escuelas sobre el
significado de la verdad formulada por el dogma, y que es desarrollada tanto en el plano
intelectual, suponiendo la oposición de las tesis dogmáticas, como en el plano
comunitario, impidiendo vivir en hermandad con los pertenecientes a la religión.
No debemos confundirla con “apostasía”, que es la renuncia formal o el abandono de
una religión para convertirse a otra; ni con la “blasfemia”, definida como la injuria o la
irrelevancia hacia la religión.

35
FERNÁNDEZ GIMÉNEZ, M.C., La Sentencia Inquisitorial. Pág.72.
36
LEA, H., Historia de la Inquisición Española, Tomo II, Fundación Universitaria Española, Madrid,
1983. Pág. 603; y MAQUEDA ABREU, C., El auto de fe, Istmo, Madrid, 1995. Pág. 375.
37
Canon 751, Libro III. Código de Derecho Canónico.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

La herejía como elemento objetivo de la sentencia inquisitorial podía ser de dos


clases: formal o material.
- Siguiendo a Larraga38, la herejía material es el error en que incurre una persona
respecto a la fe católica, pero sin saber que la Iglesia promulga lo contrario a lo que él
afirma. Esta herejía no es propiamente herejía porque falta la pertinacia, el
conocimiento y la malicia en la acción.
- Por su parte, la herejía formal es la negación de un dogma de fe con pleno
conocimiento de que la Iglesia promulga lo contrario. Diferenciamos en este punto entre
los herejes manifiestos y los herejes secretos. Aquéllos son los que hacen público su
comportamiento contra los dogmas de la religión, mientras que éstos son los que llevan
tal conducta en secreto.

Según el Compendio Moral Salmaticense39, podemos distinguir entre herejía en


pure interna, pure externa, y mixta de interna y externa. Si el error queda sólo en la
mente, sin que en manera alguna se manifieste en lo exterior, será pure interna. Si se
manifiesta en lo exterior pero no en el interior, será pure externa. Y finalmente, será
mixta de interna y externa, cuando el error interno se manifiesta suficientemente en lo
exterior. Distingue también entre herejía manifiesta per se y oculta per
accidens, y manifiesta omnibus modis. Esta última se verificará cuando el error mental
se manifieste en presencia de alguna persona, y aquélla cuando aunque se manifieste
exteriormente, no haya testigo alguno de esta manifestación.

La herejía perseguida por la Inquisición agrupaba tanto la conducta propiamente


de negación de dogmas cristianos como una serie de comportamientos que el Tribunal
del Santo Oficio consideraba indirectamente como herejía a pesar de tratarse de delitos
menores. Con estas consideraciones entraban dentro de la órbita competencial de los
Tribunales de la Inquisición los siguientes asuntos:

- Judaizantes
Los judíos que se habían convertido al cristianismo pero que seguían practicando
los ritos propios de la religión judía eran perseguidos por el Tribunal como si de herejes
y apóstatas se tratara. La distinción entre judíos bautizados y no bautizados era
importante a la hora de ejercer jurisdicción. Los no bautizados no eran considerados
como herejes porque los inquisidores no podían ejercer su actuación sobre ellos. Sin
embargo, los bautizados sí podían ser considerados herejes cuando realizaban alguna de
estas conductas: mantener comunicación con otros judíos, blasfemar acerca de la
religión cristiana, continuar practicando los ritos judíos tales como el descanso el día del
shabat en vez del domingo, celebración del bar mitzva, vestimenta de sus ropas
propias…

38
LARRAGA, F., Prontuario de la Teología moral, Imprenta Pablo Riera, Barcelona, 1860. Pág. 306.
39
Compendio Moral Salmaticense, Pamplona, 1805, tomo 1. Págs. 188-191.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

- Luteranos
El luteranismo es un movimiento religioso surgido a partir de las enseñanzas de
Martín Lutero40. Inició lo que más tarde pasó a denominarse la Reforma Protestante y
tuvo sus orígenes en el movimiento que lideró el fraile Martin Lutero (1483-1546) en el
espacio geográfico del Imperio Germánico. El objetivo de Lutero era la reforma de la
Iglesia, pero la sucesión de los acontecimientos y la resistencia de las posiciones
desencadenó un desenlace diferente: la ruptura de la unidad de la Iglesia cristiana de
Occidente. Esta ruptura con la doctrina católica es la que llevó a la Inquisición a
considerarlo como conducta perseguible.

La doctrina de Martín Lutero se extendió rápidamente, lo que en España motivó


una fuerte y eficiente actuación de la Inquisición para reprimir y controlar este
movimiento. Muchos fueron los protestantes españoles del siglo XVI que terminaron en
la hoguera por causa de su fe evangélica. Otros, fueron condenados a cárcel, destierro y
a todo tipo de penalidades y privaciones. Destacaron entre ellos Marina de Guevara,
Francisco de Vivero y María de Cazalla41.

- Moriscos
Al igual que ocurría en el caso de los judíos convertidos al cristianismo, también
hubo musulmanes que abandonaron el islam para convertirse a la religión católica. Sin
embargo, muchos de estos conversos seguían practicando los ritos y tradiciones propias
de la religión musulmana, lo que provocó que fueran perseguidos por la Inquisición,
recibiendo el nombre de moriscos.

Vincent42 pone de manifiesto que el reparto de la población en el territorio era


un factor importante en la represión inquisitorial contra este colectivo. Durante los años
1563 a 1571 la población morisca se concentraba en zonas del sur como las Alpujarras
(en donde la densidad de población musulmana era del cien por cien), la región de

40
El luteranismo cree en Jesucristo como fundador espiritual, y comparte la creencia de la unidad de Dios
y la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo). La base del pensamiento luterano se encuentra, al igual que
el catolicismo, en que Dios no justifica a los hombres por sus buenas obras, sino más bien por su fe. Este
concepto de justificación de la fe supone para los luteranos la negación de cualquier teoría católica
ortodoxa respecto a los méritos personales aplicables a la salvación. Por otro lado, el luteranismo rechaza
la mediación de los santos y vírgenes y la veneración de sus imágenes, la venta de las indulgencias y la
obtención de los perdones a cambio de bienes, la figura del Papa y la existencia del purgatorio. El
movimiento protestante afirma el valor único de las Escrituras y la supremacía de la fe en Jesucristo.
Desarrolla la doctrina del Sacerdocio Universal, esto es, la libertad que poseen los creyentes para
interpretar las Escrituras gracias a la creación de la imprenta. La idea del sacerdocio universal de todos
los creyentes se deduce del principio de la justificación por la sola fe. Si la fe es un don que Dios otorga a
cada uno y a quien él quiere, no se necesitan los intermediarios. El cristiano es el único que puede tener la
certeza de su propia fe y ninguna persona especial, el sacerdote, puede ratificarla. Ahora bien, como todos
pueden, en principio, recibir la gracia de Dios y tener su propia certeza, todos son, desde este punto de
vista, iguales ante Dios.
41
María de Cazalla fue condenada públicamente por la Inquisición en el Auto de Fe del 21 de abril de
1529 por “alumbrada” y “luterana” después del Edicto contra los Alumbrados del reino de Toledo de 23
de septiembre de 1525.
42
VINCENT, B., “Los Moriscos y la Inquisición (1563-1571)”, en Chronica Nova, 1982, núm. 13. Págs.
197-206.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Almería, el valle de Lecrín y la serranía de Ronda, territorios que los inquisidores no se


aventuran a visitar con frecuencia debido a su inseguridad. Aragón y Valencia también
ostentaban una gran densidad de población musulmana: Aragón con la quinta parte de la
población y Valencia con un tercio. Por contraposición, Cataluña y Castilla eran los
territorios que menos musulmanes tenían en sus límites.

En realidad, muchos musulmanes se convirtieron al cristianismo de forma


auténtica, pero la mayoría de ellos no lo hizo por convicción sino que aceptó la
conversión para escapar de la presión religiosa de la Inquisición y de la discriminación
social a la que eran sometidos por pertenecer a una religión distinta a la de la mayoría
de la población. En 1502, un edicto de los Reyes Católicos ofreció a los moriscos la
posibilidad de optar entre bautizarse o marcharse de España, anulando así la posibilidad
de mantener la religión musulmana en territorio español.

La actuación de la Inquisición española desde finales del siglo XV hasta


principios del siglo XVII puede ser calificada como una reacción contra judaizantes y
moriscos que actúan en contra de la fe cristiana y contra los cristianos.

- Bigamia
La bigamia es la situación que se crea cuando una persona casada contrae un
nuevo matrimonio sin haber disuelto el anterior. La monogamia es el pilar básico del
matrimonio cristiano, por lo que el hecho de que un cónyuge lo sea en más de una unión
atenta contra los dogmas cristianos. La bigamia era considerada en su origen como un
delito de fuero mixto puesto que podía ser conocido tanto por la jurisdicción secular
como por la canónica. Sin embargo, fue a partir de la Edad Moderna cuando este delito
se circunscribió exclusivamente a la jurisdicción del Tribunal de la Inquisición (igual
que la blasfemia y la solicitación). Este hecho suscitó problemas en diversas
instituciones, como en las Cortes de los Estados de la Corona de Aragón, que decían
que la bigamia no era un delito herético por lo que quedaba fuera de la jurisdicción del
Tribunal del Santo Oficio. Pero éste contestó aduciendo que a través de la bigamia se
despreciaba la santidad del matrimonio, por lo que la conexión con el dogma era
patente.

Kamen43 apunta que la adscripción de esta conducta se debe a la campaña que el


Santo Oficio realizó para preservar la vida sexual y apoyar la doctrina del Concilio de
Trento acerca de la santidad del matrimonio. En este sentido destacan curiosas
iniciativas, como la que llevó a cabo el obispo de Barcelona, que ordenó que no se
expidieran licencias de matrimonio sin antes instruir a los futuros cónyuges en materia
religiosa, y que ha continuado prácticamente hasta nuestros días.

En cuanto a la pena a imponer por este delito, los autores están divididos. Una
parte de ellos considera que es la pena de muerte la que corresponde a la bigamia. Otra

43
KAMEN, H., La Inquisición Española. Una revisión histórica. Págs. 255-256.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

parte apuesta por la pena impuesta para el adulterio: reclusión en monasterio para la
mujer casada y muerte para el amante44. No obstante, todos coinciden en que se trata de
un delito con pena arbitraria, de tal forma que las circunstancias de cada caso precisarán
los límites y la gravedad de la sanción.

Unido inexcusablemente al delito de bigamia está el delito de falso testimonio en


la medida en que la falsa afirmación de la soltería de los contrayentes es el requisito
esencial para contraer matrimonio. En estos casos, Gacto Fernández45 advierte que la
práctica del Tribunal del Santo Oficio consistía en juzgar a quienes hubieran cometido
el delito de falso testimonio para la consecución del delito de bigamia en la medida en
que colaboraban en la realización de un delito incluido en su jurisdicción. Esta inclusión
dentro de su ámbito de actuación conllevaba que el cómplice era objeto de penas
arbitrarias que, en ocasiones, eran de la misma gravedad que las del bígamo.

Puesto que en aquella época el divorcio era inexistente, casi la única forma de
evitar la acusación del delito de bigamia consistía en la prueba de viudedad, presentando
al Tribunal el certificado de defunción, lo que se prestaba a menudo a la falsificación.

- Blasfemos
La blasfemia consiste en la expresión de afirmaciones injuriosas contra Dios, la
Virgen, los santos o contra las cosas sagradas en general. Existían dos tipos de
blasfemia: heretical y simple. La blasfemia heretical era consecuencia de alguna herejía,
mientras que la blasfemia simple era fruto de la ira o enfado del momento o de alguna
circunstancia concreta. En el primer caso, la jurisdicción se atribuía en exclusiva a la
Inquisición; en el segundo, a la autoridad civil que hubiese conocido la causa
inicialmente.46
Como ha señalado Kamen47, "la blasfemia o falta de respeto a las cosas sagradas era en
aquel tiempo un delito público contra Dios que era castigado tanto por el estado como
por la Iglesia.” Esto planteó conflictos entre las dos jurisdicciones, especialmente con
la Inquisición española que "dio al término una definición muy amplia, lo que provocó
las protestas de las Cortes, tanto en Aragón como en Castilla. En 1534, las Cortes de
Madrid pidieron de modo específico que los casos de blasfemia quedaran reservados a
los tribunales seculares. El Santo Oficio continuó, sin embargo, interviniendo en la
represión de este tipo de delitos, castigando el uso del lenguaje inmoderado de acuerdo
con la gravedad del contexto."

44
FARINACCI, P., Praxis et theoricae criminalis: partes quator. Cardom, Lugduni, 1631. Págs. 456-
457. COVARRUBIAS Y LEIVA, D., De matrimoniis, cap. 7, núm. 10. Pág. 243.
45
GACTO FERNÁNDEZ, E., “El delito de bigamia y la Inquisición Española”, en Anuario de Historia
del Derecho Español, 1987, núm. 57. Págs. 465-492.
46
MORENO TAVERA, M.A., “Las raíces del anticlericalismo y la blasfemia en el carácter español: el
influjo del colectivo inconsciente de los cristianos conversos”, en Docta Ignorancia Digital, 2012, núm.
3. Págs. 48-55.
47
KAMEN, H., La Inquisición Española. Una revisión histórica. Págs. 252.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

El delito de blasfemia era tratado de forma diferente por los tribunales civiles y
por el Tribunal de la Inquisición. De esta forma, las autoridades civiles actuaban con
absoluta severidad en el tratamiento de este delito y, en cumplimiento de las
disposiciones reales, imponían violentos castigos contra los blasfemos, entre ellos la
pena de muerte. Cuando la blasfemia era contra la Virgen o los santos se decretaba
mutilación de la lengua, azotes, prisión, destierro, galeras, confiscación de bienes, etc.
Sorprendentemente, el Tribunal del Santo Oficio aplicaba sanciones más benignas:
cuando existía autodenuncia y retracto no se detenía al acusado. Pero si era denunciado
y la blasfemia era considerada grave se le condenaba a salir al auto de fe con una vela
en mano, una soga en el cuello y una mordaza en la boca, para después aplicarle la pena
de 100 azotes o de destierro. En las blasfemias leves las penas eran más suaves: asistir a
misa en calidad de penitente llevando un cirio encendido en la mano.

Este tratamiento diferenciado nos muestra cómo a pesar de la fama sanguinaria


atribuida al Tribunal del Santo Oficio, los tribunales civiles también actuaban con lo
que ahora consideramos dureza y crueldad. En relación a estas actuaciones debemos
tener siempre presente el momento histórico en que se sitúan los hechos, de forma que
no podemos valorar el pasado con los anteojos del presente.

- Solicitación en confesión
Sarrión Mora48 incluye en la expresión solicitantes en confesión, “las palabras,
actos o gestos que, por parte del confesor, tienen como finalidad la provocación,
incitación o seducción del penitente, con la condición de que dichas acciones se realicen
durante la confesión, inmediatamente antes o después de ella, o bien, cuando finge estar
confesando aunque de hecho no sea así. Es decir, podemos considerar solicitación toda
incitación sexual que el confesor ha hecho al fiel y tiene alguna relación espacio-
temporal con el sacramento de la penitencia.”

El bien protegido era la santidad del sacramento de la penitencia y la dignidad de


los fieles que se acercaban a este sacramento. El proceso comenzaba con la denuncia del
fiel ante los inquisidores. Tras ello, los jueces investigaban en los registros en busca de
antecedentes sobre el acusado con el fin de acumularlas para poder encausar al
solicitante. Después comenzaba la fase probatoria, en la que se interrogaba a los
testigos. Las especialidades de este delito hacían que la prueba testifical constituyese un
importante punto de inflexión en el descubrimiento de los hechos. El solicitante contaba
a su favor con la discreción del sacramento y era realmente difícil que una persona ajena
pudiera apreciar comportamientos que dieran lugar a la solicitación.

Una de las cuestiones clave de este delito era la calidad del testigo.
Normalmente eran mujeres las solicitadas, lo que hacía que sobre ellas se cerniera un
nimbo de desconfianza. Para paliar este problema, se extendió la práctica de elaborar un

48
SARRIÓN MORA, A., Sexualidad y confesión: la solicitación ante el Tribunal del Santo Oficio (siglos
XVI-XIX), Ediciones Universidad de Castilla-La Mancha, 2010. Págs. 221-261.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

informe acerca de la calidad, la vida, el crédito y la honestidad de los testigos. Una vez
recogidos los primeros testimonios que aportaban indicios suficientes para proseguir el
procedimiento, el fiscal solicitaba del Tribunal que acordara la prisión del acusado. Esta
medida cautelar, a juicio de Alejandre García, más que garantizar la presencia física del
reo, lo que perseguía era presionarle para que confesase sus culpas cuanto antes49. La
sentencia suponía el punto final del proceso. Una resolución que siempre era
condenatoria. No se preveían las sentencias exculpatorias o declarativas de la inocencia
del reo, sino que, en los supuestos en los que no era posible probar suficientemente su
culpabilidad, la causa quedaba suspensa y pendiente de la aparición de nuevas pruebas.

En cuanto a la pena a aplicar por el delito de solicitación en confesión, el


Tribunal recurría a la abjuración de levi, la prohibición de confesar a las mujeres
perpetuamente y a los varones durante un período establecido. Además, eran
suspendidos de predicar y administrar los sacramentos; y se les condenaba a prisión,
penas pecuniarias, destierro, disciplinas, ayunos, oraciones, etc.
El delito de solicitación en confesión podía concurrir con el de sodomía en el
supuesto de que el solicitado fuera varón, lo que conllevaba una pena más grave.

- Sodomía
La sodomía era uno de los delitos más graves que podían cometerse porque se
entendía que el sexo era utilizado para quebrantar las leyes naturales divinas basadas en
la atracción y en la complementariedad del hombre y la mujer con el objeto de llevar a
cabo el fin reproductor. Recibían también el nombre de pecados nefandos, delitos
abominables o inconfesables, y se incluían las relaciones sexuales entre personas del
mismo sexo, las relaciones sexuales entre personas de sexos opuestos contra natura y las
relaciones sexuales con animales. A partir de fines del siglo XVI en los documentos
inquisitoriales se distinguió la sodomía a secas de la sodomía bestial o bestialidad (sexo
practicado con animales). Las penas que se imponían a estos delitos eran realmente
duras.

- Alumbrados
Los alumbrados eran los seguidores de la teoría de la religiosidad interior, que
rechazaba toda manifestación externa como los sacramentos, los ritos, las festividades
religiosas, el rezo, etc. Aparecieron en España hacia 1511 agrupados en torno a Isabel
de la Cruz y su seguidor, Pedro Ruiz Alcaraz, que se convirtió en su líder. Siguiendo a
Esteva de Llobet50: “La palabra iluminados, alumbrados o aluminados, se acuña como
término para designar la herejía a partir del momento en que Pedro Ruiz de Alcaraz, su
cabecilla espiritual, se encuentra preso en las cárceles de la Inquisición (22 de junio de
1524) y acuña de su puño y letra una carta al Inquisidor Mariana tratando de justificar
su inocencia.”

49
ALEJANDRE GARCÍA, J. A., El veneno de Dios. La Inquisición de Sevilla ante el delito de
solicitación en confesión, Siglo XXI de España Editores, 2002. Pág. 184.
50
ESTEVA DE LLOBET, M. D., “Las cárceles interiores de María de Cazalla: análisis de un proceso
inquisitorial”, en Estudios Humanísticos, 1996, núm. 18. Págs. 37-56.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Los orígenes de este movimiento se encuentran en el misticismo judío e


islámico, la escuela mística renana y las ideas erasmistas. Desconocían la jerarquía y la
organización eclesiástica y decían estar inspirados y guiados por el Espíritu Santo. Los
acusados de este delito solían ser beatas, ilusas, visionarios y milagreros, quienes solían
realizar sus reuniones de forma clandestina e incluyendo en éstas desbordes de
sensualidad que degeneraban en auténticas orgías. Pronto fueron vistos como una
amenaza hacia la Iglesia institucional y fueron perseguidos y condenados por la
Inquisición desde abril de 1524, fecha en la que Isabel de la Cruz y Pedro Ruiz de
Alcaraz fueron encarcelados y sentenciados en un auto de fe celebrado en julio de 1529.

- Sortilegio
Adivinar es predecir hechos futuros o descubrir cosas ocultas a través de actos
sobrenaturales o mágicos sin recurrir a Dios. La adivinación se caracteriza porque no
utiliza medios naturales como la razón o el estudio para vaticinar el futuro, sino que
recurre explícita o implícitamente al demonio, y por tanto quien la practica queda
inexcusablemente vinculado a fuerzas demoníacas. Debemos precisar la diferencia
existente entre adivinación y profecía. Así, mientras que en la adivinación el hombre es
el que busca conocer un suceso futuro, en la profecía, Dios, por iniciativa propia, revela
algo que va a suceder y que quiere que el profeta transmita a los demás. Dentro de las
adivinaciones podemos distinguir dos tipos: sortilegios y augurios.
- El sortilegio es la adivinación realizada mediante artes basadas en la
superstición. Algunos autores, como Carena51, distinguen tres tipos de sortilegio:
adivinatorio, erótico y maléfico. Las personas que lo practicaban decían invocar al
demonio para adivinar el futuro.
- Los augurios son la adivinación de cosas ocultas a partir de objetos existentes.
Los augurios más comunes estaban vinculados a la astrología, sobre la base de la
ubicación y el movimiento de las estrellas para predecir acontecimientos futuros o
explicar hechos presentes o pasados. La única astrología permitida era la denominada
astrología natural, empleada para intentar predecir las condiciones climáticas o para no
perder la ubicación durante los viajes.

- Brujería
Dentro de la brujería o magia negra englobamos todas aquellas actividades que
se basaban en el ejercicio de un poder sobrenatural siniestro, y que eran practicadas por
personas que vivían sometidas al demonio. La brujería era normalmente ejercida por
mujeres. Las razones que llevaban a recurrir a la ayuda de las brujas eran habitualmente
de tipo sexual como desórdenes sexuales o seducción de la persona deseada, pero
también se acudía en su búsqueda con el objetivo de provocar desastres e infortunios a
enemigos o rivales, invocar a los muertos, etc.

La brujería se remonta a épocas inmemoriales y a regiones diversas. Tiene como


base una concepción dualista, es decir, que cada día se enfrentan las fuerzas del bien

51
CARENA, C., Tractatus, Montius, 1668. Pág. 170.

- 34 -
Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

seguidoras de Dios con las del mal seguidoras del demonio. Las brujas servían al
demonio, a quien le debían sus dones excepcionales, y siguiendo las creencias populares
se les atribuía una serie de poderes que les permitían producir plagas en las cosechas,
tormentas, enfermedades o diversos tipos de daños en los enemigos de sus clientes
incluyendo la muerte. Además, eran expertas en preparar pócimas con poderes de
enamoramiento u odio hacia otras personas, se creía que podían transformarse o
transformar a otros en animales, realizar vuelos nocturnos, hacerse invisibles, acceder a
cualquier lugar y provocar desgracias a los reyes. Todas estas actividades eran puestas
en práctica durante los llamados aquelarres nocturnos, que resultaban ser reuniones
orgiásticas en las que se permitía todo tipo de abominaciones en torno al invitado de
honor: el demonio, quien era representado por un macho cabrío. La brujería era una de
las actividades más antisociales por lo cual se hacía merecedora de los más severos
castigos.

Como dice Sánchez52: “La hechicería se vivía como una verdadera amenaza en
el seno de la comunidad, las convicciones relativas a la magia estaban profundamente
arraigadas en la vida social.” En este sentido, Caro Baroja53 establece que “Las
consecuencias que trae a una sociedad el hecho de que se crea objeto de actos mágicos
constantemente son incalculables, pues todo su sistema de sanciones religiosas o
legales, debe ajustarse al que podríamos llamar sentido mágico de la existencia.”

El estigma de las brujas viene de antaño. En el Antiguo Testamento las brujas ya


eran condenadas a muerte (Éxodo, XXII, 18). Desde las más antiguas leyes romanas
hasta las últimas previas a su cristianización se mantiene el castigo más duro para estas
actividades brujeriles. Por ejemplo en las realizadas en la época de Constancio, Valente
y Valentiniano I. En los primeros siglos del cristianismo fue muy poco reprimida pero,
leyes como las del Codex Iustinianus (libro IX, título 18) sancionaban con la pena de
muerte a quienes realizasen sacrificios nocturnos en honor del diablo.

“Quod si quisquam ex agitatoribus ( id est aurigis) seu ex quolibet alio genere hominum
contra hoc interdictum venire temptaverit aut clandestinis suppliciis etiam manifestum
reum maleficae artis oppresserit, ultimum supplicium non evadat geminae suspicionis
obnoxius, quod aut publicum reum, ne facinoris socios publicaret, severitati legum et
debitae subtraxerit quaestioni aut proprium fortassis inimicum sub huiusmodi vindictae
nomine consilio atrociore confecerit.”

Cuando aparecieron las primeras manifestaciones brujeriles en España, el


Tribunal de la Inquisición reunió a una Junta o Congregación Católica, integrada por
representantes de la Corona, la Universidad, la Iglesia y el propio Tribunal, que
sentenció que los poderes atribuidos a las brujas pertenecían a la imaginación o a la
ignorancia de la población. Así, mientras en los países protestantes el castigo recibido
por brujería consistía en morir en la hoguera, en España las brujas sólo eran azotadas

52
SÁNCHEZ, A., Amancebados, hechiceros y rebeldes, Centro de Estudios Regionales Andinos
"Bartolomé de las Casas", 1991. Pág. 37.
53
CARO BAROJA, J., Las brujas y su mundo, Alianza Ediciones del Prado, Madrid, 1988. Pág. 35.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

públicamente, trato comparativamente más benigno. Por estas razones Henningsen54


sostuvo que “La Inquisición podía haber causado un holocausto de brujas en los países
católicos del Mediterráneo -más la historia nos muestra algo muy diferente- la
Inquisición fue aquí la salvación de miles de personas acusadas de un crimen
imposible.”

- Hechicería
El delito de hechicería se encontraba dentro de la jurisdicción del Tribunal de la
Inquisición. A raíz de las Bulas promulgadas por el Papa Juan XXII se impusieron
penas a quienes invocasen al demonio. Tras éstas, otras Bulas papales, ahora
condenatorias, fueron decretadas. Con Inocencio VIII se expidió la Bula Summis
Desiderantes Afectibus, en la que se establecían los poderes que tenían los inquisidores
para reprimir a las hechiceras. La Inquisición reconocía el delito de hechicería cuando
se invocaba al demonio y cuando se mezclaban en los hechizos objetos u oraciones
sagradas.

La diferencia entre la brujería y la hechicería no es clara. Caro Baroja55


diferencia entre unas y otras matizando que la brujería se desarrolla principalmente en el
ámbito rural y fue objeto de múltiples persecuciones durante los años 1450 a 1750. Por
su parte, la hechicería, cuyo origen se remonta a la antigüedad clásica, es llevada a cabo
por personajes populares tal y como puede apreciarse en la literatura española: La
Celestina, El coloquio de los perros, etc. Lisón Tolosana establece la diferencia en el
elemento maligno o demoníaco. Mientras que la hechicería invoca y se sirve del poder
demoníaco para realizar sus conjuros, la brujería se basa en pactos con el Diablo,
renunciando a su fe y rindiéndole culto al demonio. Como dice el autor: “La fuente del
poder oculto no es ahora la fuerza de la palabra ni la invocación al diablo ni la
ceremonia mágica, sino que aquélla proviene de la adoración personal y voluntaria al
demonio por parte de la bruja hereje y apóstata; su poder es vicario pero diabólico,
adquirido a través de pacto explícito, personal y directo con el mismísimo Satán en
conciliábulo nocturno y destructor que anuncia el aquelarre.”56

La idea principal es la existencia de pacto con el diablo, que sólo está presente
en la brujería. La brujería se sirve de hierbas, ungüentos y alucinógenos para producir
sugestión en sus víctimas, y la hechicería, materiales empíricos.
En la mayoría de los idiomas la distinción entre hechicería y brujería se plasma
lingüísticamente, de forma que en inglés existe sorcery y witchcraft, en
portugués feitiçaria y bruxaria, en italiano fattucchieria y stregoneria, en alemán se
dice Kunts o Zauberei y Hexerei. Tan sólo el francés emplea la misma palabra para
referirse a ambas realidades: sorcellerie.

54
HENNINGSEN, G., El abogado de las Brujas: Brujería Vasca e Inquisición Española, Alianza
Editorial, 2010. Pág. 105.
55
CARO BAROJA, J., Las brujas y su mundo. Pág. 135.
56
LISÓN TOLOSANA, C., Las brujas en la historia de España, Temas de hoy, Madrid, 1992. Págs.
112-113.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

La distinción entre brujería y hechicería es ciertamente complicada. A grandes


rasgos podríamos englobar ambos comportamientos en el mismo, pero son ligeros
matices tales como el pacto con el Demonio o la utilización de productos alucinógenos
o naturales, los que hacen que brujería y hechicería sean conductas distintas.

- Religiosos casados
Las órdenes sagradas -por el voto de castidad- constituían impedimento para el
matrimonio y, por ende, el realizado por las personas ordenadas era nulo en sí mismo.
Los que cometían tal falta eran considerados como sospechosos de herejía. En algunas
ocasiones se le denominaba apostasía de las religiones. Las personas que caían en estas
faltas debían abjurar de levi en la sala de audiencias o en un auto de fe y eran
sancionadas con prisión, destierro o galeras.

2. Elemento subjetivo

El elemento subjetivo de la sentencia era el reo o persona acusada. La acusación


podía ser de herejía formal o de sospecha de fe.

El reo, como sujeto del proceso, tenía una serie de obligaciones y derechos.
Como obligaciones destacamos:

a. Confesión y arrepentimiento.

El fin de la Inquisición cuando iniciaba un proceso contra una persona era que
ésta se declarase culpable por sí misma, ya fuera justo al comienzo de las actuaciones o
en el momento final de lectura de su sentencia. Dicha confesión debía ser sincera y
verdadera para poder proceder a la reconciliación y a la imposición de las penas.

b. Ratificación de las confesiones tras el tormento.

El tormento era el daño físico causado al reo con el fin de que confesase su
crimen. A pesar de que el uso del tormento era frecuentemente asociado a los
Tribunales Eclesiásticos, hay que precisar que en el sistema penal de la Edad Moderna
la tortura judicial era habitualmente utilizada, bien como medio de prueba para que el
acusado confesase o bien como castigo o pena por el delito cometido.

La Inquisición empleó el tormento como medio de prueba ad eruendam


veritatem, para averiguar la verdad, y, aun así, no lo empleó de manera sistemática
puesto que sólo lo usó para las acusaciones de herejía, de forma que quedaba excluido
en los supuestos de infracciones menores. De esta forma, Domínguez Nafría57 destaca la
característica del tormento como instrumento procesal no exclusivo del proceso

57
DOMÍNGUEZ NAFRÍA, J. C., Textos de Historia del Derecho Español, Universitas, Madrid, 2002.
Pág. 101.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

inquisitorial, sino común a todos los procesos penales de aquella época. De hecho, la
utilización por la Inquisición era bastante excepcional, pues las Instrucciones del
Inquisidor General Fernando Valdés de 1571 lo calificaban como “remedio… frágil y
peligroso,…por la diversidad de fuerzas corporales y ánimos de los hombres.” Sólo se
llegó a emplear en el uno o dos por ciento de los procesos.
Hemos de recordar que el tormento, además de como medio de prueba, también
era empleado como castigo una vez finalizado el proceso a través de la sentencia y el
auto de fe. La tortura, empleada al término de la fase probatoria del proceso, tenía lugar
cuando se trataba de delitos muy graves, había grandes indicios o sospechas de
culpabilidad y se produjera alguna de las siguientes circunstancias:
a) El reo entraba en contradicciones
b) El reo era incongruente con su declaración
c) El reo reconocía una acción torpe pero negaba su intención herética
d) El reo realizaba sólo una confesión parcial.

La tortura era una actuación aplicable a todas las personas acusadas, sin
distinción de sexo ni edad, aunque en la práctica no solía aplicarse ni a muy jóvenes ni a
muy ancianos. Señala Llàtzer De Dou I De Bassols 58 que quedaban exceptuadas de
sufrir el tormento las personas ilustres (el Papa, el Rey y los nobles), los decuriones, sus
hijos y nietos; los menores de catorce años y los ancianos; los mudos y los sordos de
nacimiento; y las mujeres embarazadas o recién paridas. A menudo el acusado era
colocado in conspectu tormentorum, de modo que la vista de los instrumentos de tortura
en muchos casos podía provocar la tan buscada confesión de culpabilidad sin necesidad
de recurrir a poner en práctica las técnicas de tormento. Hay que tener en cuenta que
cuando el acusado llegaba a este punto llevaba sobre sus espaldas mucho tiempo preso y
se encontraba débil física y psíquicamente.

Su aplicación era practicada por un verdugo, supervisada por los inquisidores y


el médico, y registrada minuciosamente por escrito por un secretario o notario, que
elaboraba un informe que se remitía a la Suprema.

La única norma del tormento era que no debía producir derramamiento de sangre
ni superar la hora y media. La práctica del tormento era controlada por un médico, que a
veces lo impedía al reconocer previamente a la víctima; otras, aconsejaba posponerlo, y
en ocasiones, lo limitaba a una parte del cuerpo que él consideraba sana y no a la que
diagnosticaba como enferma.

Para aplicar el tormento, bastaba con la unanimidad de los inquisidores del


Tribunal, pero los reiterados abusos cometidos en algunos Tribunales en los que se
aplicó con demasiada frecuencia y no siempre conforme a lo estipulado en las

58
LLÀTZER DE DOU I DE BASSOLS, R., Instituciones del derecho público general de España, 9: con
noticia del particular de Cataluña y de las principales reglas del gobierno en cualquier estado, Oficina
de Benito García y Compañía, Madrid, 1800. Págs. 360-361.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Instrucciones provocó que a partir del siglo XVII no se pudiera aplicar el tormento sin
el permiso previo de la Suprema, lo que redujo las situaciones de abuso.
Al lado del acusado, en posición que pudiera escuchar hasta los más leves
suspiros del mismo, se colocaba un notario que se encargaba de escribir todo lo que el
reo manifestase. La confesión obtenida por la vía de tormento, para ser válida, debía ser
ratificada por el acusado en un plazo no superior a 24 horas después de aplicado el
mismo. De negarse a ratificar o si bajo tortura había insistido en mantener su inocencia,
se lo podía someter de nuevo a ella. En teoría había una sola cuestión de tormento, por
lo que, para renovarlo, se ideó la ficción legal de la suspensión temporal del mismo, que
de todos modos, no se aplicaba en más de tres «sesiones».

Los Tribunales de la Inquisición Española, también en contra de lo que


vulgarmente se cree, no admitieron la serie de tormentos que eran usuales en Europa
tales como el prensado de pies, la quema de extremidades, el derramamiento de plomo
fundido sobre ojos, orejas o boca, etc. La Inquisición española hizo uso en concreto de
solo cuatro procedimientos de tormento, debidamente reglamentados: la garrucha, la
toca, el tormento de potro y el tormento de vueltas de mancuerda o cordel.

c. Guardar secreto.

El acusado tenía la obligación de guardar secreto durante todo el proceso. Sólo


en el momento de la lectura de la sentencia este deber era quebrantado con el fin de que
las personas que acudían al acto público pudieran conocer el modo de actuar del
Tribunal, siempre limitado a las cuestiones generales y guardando para sí las
actuaciones más concretas.

d. Presencia del reo en la lectura de la sentencia.

Las sentencias podían leerse de dos formas: lectura en privado, cuando la


sentencia era absolutoria; o sentencia en público, cuando se producía en el seno de un
auto de fe, es decir, cuando la sentencia era condenatoria.

La asistencia del reo a la lectura pública de la sentencia inquisitorial era


obligada. La escucha solía hacerse de pie, a cabeza descubierta y portando una vela
amarilla en las manos. El notario era el encargado de leer la sentencia, tras lo cual, los
inquisidores pronunciaban la fórmula: “así lo pronunciamos y declaramos”. Las
especialidades del acto dependían de la pena a la que iba a ser condenado el reo. Si el
castigo eran azotes, portaba una soga con nudos en el cuello. Si era condenado a
relajación, es decir, a pena de muerte – era la condena más grave – portaba una
mordaza. Esta sentencia se aplicaba cuando se daban, como mínimo, las siguientes tres
circunstancias:

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

- Que fuera un delito extremadamente grave.


- Que el penado fuera reincidente: relapso. (Relapso significa “quien cae de
nuevo”).
- Que quedara plenamente probada su culpabilidad.

También podía darse el caso de que el reo fuera considerado un reconciliado,


esto es, que durante el proceso los inquisidores habían reunido pruebas suficientes
contra el acusado para considerarle hereje, lo que comportaba la aplicación de penas
muy severas y ejemplares para el resto de la sociedad. En este supuesto, el reo portaba
un hábito de color amarillo con dos cruces coloradas de San Andrés.

e. Cumplimiento íntegro de la pena.

Los reos debían cumplir la condena impuesta en su totalidad.

Además de las obligaciones referidas, los acusados tenían unos derechos que
debían respetarse en la medida de lo posible durante todo el tiempo que durase el
proceso.

a´. Derecho a la asistencia de un abogado.

La posibilidad de contar con la asistencia de un abogado en el proceso


inquisitorial fue un derecho reconocido y otorgado por el Tribunal a todos los reos que
lo solicitasen, tal y como lo reconoce hoy nuestra Constitución su artículo 17.3 59.
Además de la asistencia letrada, las personas conducidas ante la Inquisición podían
presentar testigos de abono, esto es, personas que acudían al tribunal a rendir su
testimonio sobre la honestidad, responsabilidad, comportamiento y reputación del
incriminado penalmente; y a efectuar la tacha de los testigos de cargo, o lo que es lo
mismo, la persona que emite su testimonio en contra del imputado.

El abogado comenzaba su labor una vez que se hacía pública la acusación,


concretamente con la negación por parte del acusado de los cargos que se le imputaban.
Al abogado se le permitía reunirse con el reo para organizar la defensa, pero estas
reuniones siempre debían producirse en presencia de algún inquisidor, lo que suponía
una merma en la eficacia de la misma al no poder establecerse un contacto y
comunicación libre entre acusado y abogado.

De acuerdo con las Instrucciones de 1484 dos condiciones limitaban la actuación


del abogado. La primera era la existencia de cavilaciones o dilaciones maliciosas. La
segunda consistía en el descubrimiento de la culpabilidad del acusado, de forma que una

59
Artículo 17.3 de la Constitución Española: “Toda persona detenida debe ser informada de forma
inmediata, y de modo que le sea comprensible, de sus derechos y de las razones de su detención, no
pudiendo ser obligada a declarar. Se garantiza la asistencia de abogado al detenido en las diligencias
policiales y judiciales, en los términos que la ley establezca.”

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

vez conocido esto, el abogado debía informar inmediatamente a los inquisidores y


abstenerse de continuar en su defensa.

“Si el reo acusado pidiere, que le den Abogado, y Procurador que le ayude, debengelo dar
los Inquisidores, recibiendo juramento en forma de tal Abogado, que ayudara fielmente al
tal acusado, alegando sus legítimas defensiones, y todo lo que de Derecho oviere lugar,
según la qualidad del dicho delito, sin procurar ni poner cavilaciones, ni dilaciones
maliciosas; y que en cualquier parte del pleito, que supiere y conociere, que su parte no
tiene justicia, no le ayudará mas, y lo dirá a los Inquisidores.” 60

El pago de los honorarios del abogado se hacía con los bienes confiscados del
acusado. Entre los requisitos para ser abogado estaban, además de estar instruido en
leyes, ser cristiano, actuar siguiendo las normas jurídicas y no tener ni haber tenido
contacto alguno con ningún tipo de herejía.61
En el caso de menores de veinticinco años o personas con pérdida de razón, no
era un abogado el que se encargaba de su defensa, sino un curador Oficial del Santo
Oficio, y, en su defecto, una persona de calidad, confianza y buena conciencia.

b´. Conocimiento del contenido de las acusaciones.

Publicadas las declaraciones de los testigos el acusado era informado de los


cargos, siempre preservando en secreto la identidad de los acusadores. La identidad de
los testigos se guardaba en secreto, tanto en lo referente a su nombre como en su
apariencia física, y no sólo frente al reo sino incluso frente a los demás testigos.

El hecho de prestar testimonio o realizar una acusación ante el Tribunal de la


Inquisición se veía envuelto por el deber de secreto, que era el elemento fundamental de
todo el proceso inquisitorial. Los testigos tenían, por un lado, un derecho al anonimato,
y, por otro, un deber de confidencialidad con todo lo que pudieran conocer en relación
con la actuación del Tribunal.

El secretismo que rodeaba el proceso suponía que el acusado no iba a conocer a


su acusador. De esta forma se excluía cualquier actuación en la que intervinieran
conjuntamente ambas partes, se prescindía del reo en el acto de juramento de los
testigos, del acto del careo, etc. como ya explicamos anteriormente. Sin embargo,
existían algunas excepciones en las que los inquisidores podían llevar a cabo las
actuaciones con acusado y acusador: cuando ambos eran cómplices o se sospechaba de
la falsedad de alguno de los testimonios.

60
ARGÜELLO, G.I., Instrucción, 1484, núm. 16.
61
Los requisitos exigidos para ejercer la abogacía en el Tribunal de la Inquisición tienen su origen en
Roma y en las Partidas. Ambos exigían para el ejercicio de la abogacía la condición de varón, vetando a
las mujeres el acceso a la profesión. También exigían conocimientos jurídicos y una edad superior a
diecisiete años, puesto que en Roma se consideraba una edad suficiente para hablar en público. Sobre los
abogados en las Partidas y en Roma ver AGUDO RUIZ, A., “Notas sobre la Partida 3, 6 y sus
precedentes en Derecho Romano”, en Revista General de Derecho Romano (Iustel), 2008, núm. 10. Págs.
1-31.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

c´. Derecho a percibir alimentos durante su estancia en prisión.

Mientras permanecían en la cárcel, los reos tenían derecho a ser alimentados.


Cabía la posibilidad de que la situación económica de alguno de los encarcelados les
permitiera disfrutar de raciones extra a las ordinarias, siempre costeadas por ellos
mismos. En esas situaciones, el susodicho debía comunicarlo para proceder a su
realización.

d´. Recusación del inquisidor.

La recusación sólo podía llevarse a cabo por motivos de enemistad capital o


gravísima. Esta animadversión se plasmaba en actuaciones del inquisidor tales como
privar al reo de asistencia letrada, o nombrar un abogado con enemistad manifiesta con
el acusado.

El procedimiento de la recusación podía hacerse de dos formas. La primera


consistía en que antes de que el acusado notificara la recusación, el propio inquisidor
cedía, si lo estimaba conveniente, sus poderes a otro juez para que conociera del asunto.
La segunda, por su parte, no se iniciaba con la actuación de oficio del inquisidor sino
que era el propio acusado el que presentaba la recusación a su inquisidor. Éste quedaba
obligado a analizar los argumentos del reo para corregir aquello en lo que hubiera
podido equivocarse para enmendarlo y retrotraer las actuaciones al lugar en que se
produjeron los fallos.

Un árbitro nombrado por el inquisidor recusado era el encargado de examinar la


recusación y las pruebas del recusante para decidir si continuar o no con ellas. En un
período de ocho días el acusado era requerido por el árbitro para exponer sus
alegaciones. Una vez transcurrido dicho plazo, el árbitro resolvía acerca de su contenido
y sobre la procedencia o improcedencia de la recusación. Si consideraba que el trámite
debía seguir adelante tenía que contar con la aprobación del Consejo; y si estimaba la
improcedencia de la recusación se remitían las pruebas a la Suprema. Deducimos de
esto que el derecho de recusación era en la práctica inexistente puesto que el inquisidor
mismo podía decidir su propia recusación, bien directamente, bien a través de un tercero
nombrado por él mismo.

Los inquisidores recusados debían abstenerse inmediatamente del conocimiento


de la causa y remitirla al Consejo, que era quien decidía. En el caso de tribunales
formados por dos jueces, cuando sólo uno de ellos había sido recusado, el otro podía
continuar conociendo del asunto a la par que el Consejo resolvía.

e´. Certificado de la sentencia.

Una vez obtenida la sentencia absolutoria, el reo podía solicitar al Tribunal el


certificado de la misma, que era la prueba ineludible de su inocencia. Este carácter

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

probatorio suponía en la práctica la dificultad de los inocentes de obtenerla. La Suprema


sólo otorgaba este certificado cuando hubiese sido dejado en libertad sin penitencia ni
condena.62

IV.2. Clases de sentencias

Las sentencias emitidas por la Inquisición se dividían en dos tipos:


interlocutorias y definitivas. A su vez, dentro de las interlocutorias encontramos las de
tormento y las de prueba; y dentro de las definitivas, las condenatorias y las
absolutorias.

Sentencias interlocutorias: Sentencias definitivas:


1.A) De tormento 2.A) Absolutorias
1.B) De prueba 2.B) Condenatorias:

- De reconciliación
- De relajación

- Con méritos
- Sin méritos

En los orígenes del Tribunal los reos conocían su sentencia poco antes de
celebrarse el Auto de Fe, es decir, el acto público organizado por la Inquisición en el
que los condenados abjuraban de sus pecados y mostraban su arrepentimiento —lo que
hacía posible su reconciliación con la Iglesia Católica— para que sirviera de lección a
todos los fieles que se habían congregado en la plaza pública o en la iglesia donde se
celebraba (y a quienes se invitaba también a que proclamaran solemnemente su
adhesión a la fe católica). Sin embargo, a partir del siglo XVII, los acusados conocían el
veredicto durante la celebración del Auto de Fe.

En algunas causas los procesados no recibieron sentencia, aunque fueron casos


muy excepcionales, más aún cuando los inquisidores estaban facultados para reabrir los
asuntos siempre que quisieran. Lo habitual era que el proceso finalizara con una
sentencia.

1. Sentencia interlocutoria.

La sentencia interlocutoria es aquella en la que un tribunal resuelve sobre


cuestiones incidentales o accesorias del objeto principal del proceso. Los efectos de esta
sentencia son provisionales puesto que sus consecuencias pueden ser modificadas en la
sentencia definitiva.

62
LEA, H., Historia de la Inquisición Española, Tomo II. Pág. 619.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Como hemos precisado antes, las sentencias interlocutorias se dividían en dos:


de tormento y de prueba.

1. A) Sentencia de Tormento

La sentencia de tormento era aquella resolución que contenía la imposición del


tormento como elemento probatorio. El objetivo de esta sentencia no era decidir acerca
de ninguna de las cuestiones principales de la causa sino declarar aplicable el tormento
al caso concreto con el fin de averiguar la verdad de los hechos.

Si el delito no había sido probado del todo, o existían indicios contra el acusado
que no ofrecieran lugar a dudas para emitir una condena, los inquisidores acordaban
someter al reo al tormento, aplicándolo conforme a derecho, buena conciencia y arbitrio
de los jueces, con el fin de obtener la verdad.63

El proceso seguido en las sentencias de tormento comenzaba con una votación


de los inquisidores de distrito y el ordinario sobre la aplicación o no del tormento al
acusado.

De no alcanzarse una votación favorable, el proceso continuaba pero sin la


utilización del tormento como medio de prueba.

Obtenida una votación favorable al tormento, el acusado era amonestado en la


sala de audiencia ante los votantes concediéndole una última oportunidad de confesar la
verdad antes de aplicar el tormento. En la referida amonestación, el reo era informado
de los motivos por los que iba a recibir el tormento, actuación que había sido decidida
por personas instruidas en letras y en buena conciencia.
Si el reo confesaba antes de ser torturado el tribunal le exigía una confirmación
de su culpabilidad veinticuatro horas después – recogida por un notario –, tal y como se
procedía en el caso de haber aplicado el tormento. Esta confirmación era repetida ante el
acusado una vez había concluido el tormento, quien debía declarar su conformidad con
los hechos y expresar que su declaración se había realizado sin temor alguno y de forma
libre y voluntaria.

Una vez que los inquisidores aceptaban la ratificación, advertían al reo del
peligro de enseñar su herejía a otras personas.

En caso de negativa del torturado a confesar su culpabilidad, el tribunal estaba


facultado para tomar las medidas que considerase oportunas, entre las que se incluía la
repetición del tormento. Dicha repetición requería de una sentencia en forma, que no era
más que la resolución que autorizaba a la continuación o repetición del tormento. La

63
EYMERICH, N., Directorium. Pág. 480, A y B; SIMANCAS, D., De Catholicis. Pág. 499, núm. 25.
Citado por: FERNÁNDEZ GIMÉNEZ, M. C., La Sentencia Inquisitorial. Pág. 94.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

repetición se realizaba por causas tasadas: insuficiencia de la tortura o negación del reo
de lo declarado durante el tormento.

La repetición estaba limitada a dos veces, salvo en el supuesto de que el


tormento hubiera sido leve, en cuyo caso el límite ascendía a tres.

Toda sentencia de tormento incluía la firma de los inquisidores y el ordinario


presentes en la votación, quienes debían acudir tanto a la lectura de la sentencia como a
su ejecución, como explica la Instrucción de 1561.

“Al pronunciar de la sentencia de tormento, se hallen presentes todos los Inquisidores y


ordinario, asimismo a la execucion del, por los casos que pueden suceder en ella, en que
pueden ser menester el parecer, y voto de todos. Sin embargo, que en las Instrucciones de
Sevilla del año quatrocientos ochenta y quatro, se permita que la execucion del tormento
se pueda subdelegar. Porque esto que aquí se condena parece cosa conveniente quando
algunos de los dichos jueces no se excusasse por enfermedad bastante.”64

Como ya hemos mencionado anteriormente, sólo quedaban exceptuados del


tormento las personas ilustres, los decuriones, las personas de muy corta o muy
avanzada edad y las embarazadas. No obstante, la práctica revela que la exculpación por
la edad no fue realmente eficaz en la medida en que menores de catorce años eran
sometidos a tormento en delitos concretos como el de sodomía. En estos casos, el
curador del menor debía asistir al pronunciamiento de la sentencia y a la ejecución, y
tenía la posibilidad de apelar en caso de disconformidad con el resultado obtenido.

El reo tenía el derecho de apelación una vez que conocía la sentencia. Este
derecho debía ejercerse ante los inquisidores, quienes decidían si debía enviarse al
Consejo de la Suprema para su deliberación. Esta apelación sólo se admitía y concedía
cuando no existían dudas acerca de la inocencia del acusado, hecho que verdaderamente
era muy difícil de acreditar en un proceso inquisitorial. Por contra, si el reo no
conseguía desvirtuar la acusación herética, la apelación se consideraba frívola y se
procedía a la aplicación del tormento.

1. B) Sentencia de prueba

El segundo tipo de sentencias interlocutorias eran las sentencias de prueba. Por


encontrarse dentro de las interlocutorias y a pesar de su nombre, se trataba de
resoluciones que sólo resolvían cuestiones accesorias o secundarias, pero en ningún
caso el objeto principal de la causa.

Las sentencias de prueba eran aquellas en las que se decidía acerca de la petición
del promotor fiscal al tribunal sobre el sometimiento a prueba de las declaraciones del
reo como consecuencia de la disconformidad en el reconocimiento de los hechos que se
le imputaban. Esta sentencia se localiza tras la instrucción de la causa y antes de las

64
ARGÜELLO, G.I., Instrucción, 1561, núm. 48.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

declaraciones de las partes, y servía para contrastar lo expresado por el acusado con las
averiguaciones obtenidas por el promotor fiscal.

Obtenida la sentencia de prueba, el promotor y el reo expresaban lo que


considerasen oportuno. El fiscal exponía las declaraciones de los testigos, las pruebas
documentales obtenidas; y el reo manifestaba aquello que pudiera apoyar su inocencia.

Las sentencias de prueba podían ser de dos clases: prueba con término y prueba
sin término. El elemento distintivo entre una y otra era temporal, esto es, mientras que
en las sentencias con término existe un período de tiempo fijado por el tribunal para que
acusado y fiscal respondan a lo alegado por los testigos de la otra parte; en las
sentencias sin término dicho plazo no existe. Ambas tenían la misma estructura.

2. Sentencia definitiva.

Las sentencias definitivas son aquellas que resuelven sobre el objeto principal
del litigio, de forma que ponen fin al proceso a través de la absolución o condena del
procesado. Las sentencias definitivas se clasificaban en: absolutorias y condenatorias.

2. A) Sentencia absolutoria.

Las sentencias absolutorias, como su propio nombre indica, declaraban la


absolución del acusado. En estos supuestos, tras el proceso inquisitorial, el tribunal
llegaba a la convicción de que el reo no podía ser considerado como hereje puesto que
no existían pruebas ni hechos suficientes que lo declarasen. De esta forma, podía
obtener la absolución por varias causas: imposibilidad de probar la acusación, pruebas
testificales que desvirtuasen la presunción de culpabilidad, etc.

En este punto debemos precisar la distinción entre inocencia y absolución.


Define la RAE65 la inocencia como la exención de culpa en un delito o en una mala
acción; y la absolución como la terminación del pleito enteramente favorable al
demandado. En ocasiones, inocencia y absolución coinciden en el proceso. Sin
embargo, en otras, es posible llegar a la absolución sin que haya realmente inocencia,
por ejemplo en los casos en los que no hay pruebas concluyentes. Podemos decir que la
absolución no siempre conlleva inocencia, y la inocencia siempre debería conllevar
absolución.

La Inquisición entendía plenamente esta sutil diferenciación. Sólo en situaciones


muy concretas se declaraba la inocencia del acusado junto con su absolución: cuando
los testigos eran falsos, convictos, inicuos, malévolos, conspiradores y enemigos
capitales del reo; cuando tras imponer la penitencia se descubriese la falsedad de la

65
http://www.rae.es/, consultado el día 02/05/2015.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

acusación; y cuando hubiera constancia de la manifiesta inocencia del reo y de la


maldad de la acusación.

En estas sentencias también intervenían los inquisidores y el ordinario, pudiendo


hacerlo de forma conjunta o separada.

Tras declarar la sentencia absolutoria el tribunal devolvía al reo los bienes que
habían sido confiscados en el curso del proceso.

Dentro de las sentencias absolutorias distinguimos entre las absolutorias y las


absolutorias de la instancia. En las primeras el acusado quedaba absuelto totalmente de
la acusación interpuesta contra él, mientras que en las absolutorias de instancia el reo
era absuelto de la instancia de juicio, de forma que en el momento en que surgieran
nuevas pruebas o hechos contra él el tribunal podría reanudar el proceso con la
posibilidad de condenarlo.

Podemos establecer un paralelismo entre las sentencias absolutorias y las


absolutorias de la instancia, y unos actos procesales actuales con objetivos similares.
Nos referimos al sobreseimiento libre o definitivo, y al sobreseimiento provisional,
ambas figuras, formas de concluir la fase sumaria del proceso.
El sobreseimiento libre o definitivo que se recoge en el artículo 637 de nuestra Ley de
Enjuiciamiento Criminal podría asemejarse, salvando las distancias, a la sentencia
absolutoria, puesto que tiene como presupuestos:
1. Que no existan indicios racionales de haberse perpetrado el hecho que hubiere
dado motivo a la formación de la causa.
2. Que el hecho no sea constitutivo de delito.
3. Que aparezcan exentos de responsabilidad criminal los procesados como
autores, cómplices o encubridores.
El resultado de este sobreseimiento libre o definitivo es la culminación de la fase
sumaria y del proceso de forma definitiva y sin poder reanudar en un futuro la causa.

El sobreseimiento provisional recogido en el artículo 641 de la Ley de


Enjuiciamiento Criminal encuentra su parecido con la sentencia absolutoria de instancia
y tiene como presupuestos:
1. Que no resulte debidamente justificada la perpetración del delito que haya
dado motivo a la formación de la causa.
2. Que resulte del sumario haberse cometido un delito y no haya motivos
suficientes para acusar a determinada o determinadas personas como autores,
cómplices o encubridores.
El resultado del sobreseimiento provisional es la terminación del proceso pero dejando
abierta la posibilidad de reabrir la causa si en el futuro aparecen nuevos hechos o
pruebas.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Finalmente, y volviendo al ámbito inquisitorial, hay que precisar que cuando una
sentencia absolutoria de instancia recaía sobre un acusado fallecido, no se podían dar a
conocer sus errores sino simplemente declarar que no se había podido probar nada
contra él. A pesar de ello, el proceso continuaba hasta la obtención de una sentencia
absolutoria que debía leerse en público.

2. B) Sentencia condenatoria.

Las sentencias condenatorias, a diferencia de las absolutorias, castigaban al reo a


través de la imposición de penas graduadas en función del delito cometido y las
circunstancias atenuantes o agravantes.

El momento de pronunciar estas sentencias era una vez terminados los actos
procesales, cuando el reo confesaba su culpabilidad. En este tipo de sentencias, la
herejía del acusado era pronunciada públicamente como instrumento de adoctrinamiento
y represión contra el resto de la población. Además de la herejía cometida, también era
preciso comunicar el tiempo que había pasado entre la comisión del delito y la
iniciación del proceso inquisitorial con el fin de ensalzar la rápida actuación de la
Inquisición en la persecución de los delitos de fe.

Durante el pronunciamiento de la sentencia debían estar presentes el ordinario y


el inquisidor. Solamente cuando de la ejecución de la sentencia iba a encargarse un juez
secular, éste debía acudir al acto de lectura.

Las estadísticas ponían de relieve que la mayoría de las sentencias pronunciadas


por el Tribunal de la Inquisición eran condenatorias.

Las sentencias condenatorias podemos clasificarlas a su vez:


1. Atendiendo a si la sentencia se pronunciaba a raíz de la propia confesión del
reo o a raíz de la acusación del Tribunal: sentencias de reconciliación y sentencias de
relajación.

2. B). 1. Sentencias de reconciliación

Según el Diccionario de la RAE66, “reconciliar” consiste en restituir al gremio de


la Iglesia a alguien que se había separado de sus doctrinas.
La definición de la RAE expresa la naturaleza de este tipo de sentencias. A raíz de los
numerosos Autos de Fe en los que se daba a conocer a la población cuáles eran las
conductas que se consideraban alejadas de la Iglesia y su doctrina, muchas personas
decidían acudir voluntariamente al Tribunal para confesar sus errores y ser
reconciliados. Esta reconciliación se traducía en la absolución de la pena de
excomunión. No obstante, en el caso de que el reo se hubiera “reconciliado” de forma

66
http://www.rae.es/, consultado el día 02/05/2015.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

verdadera, el Tribunal inquisitorial podía volver a juzgarle, pero esta vez ya no como
reconciliado sino como relajado, lo que conllevaba las penas más severas. Podemos
decir que la sentencia de reconciliación era una amenaza de por vida en poder del
receloso Tribunal de la Inquisición.

Las sentencias de reconciliación fueron el tipo más votado en la historia de la


Inquisición (hasta un 70% de los procesos) y se pronunciaban cuando el reo estaba
realmente arrepentido de sus pecados: rogaba el perdón de Dios y el de los inquisidores,
y pedía que le dejasen vivir en su fe católica incluso admitiendo penitencias.
La forma de llevar a cabo este tipo de sentencias requería que el sentenciado
saliera al tablado como si de cualquier otro acusado se tratase vistiendo el hábito
amarillo con las cruces de San Andrés y portando una vela en sus manos. Tras la lectura
de la sentencia, el acusado abjuraba de sus errores, es decir, juraba no volver a reincidir
en la herejía. Las penas más habituales para los reconciliados consistían en llevar
sambenito durante largo tiempo, permanecer en prisión no menos de tres años, perder
todos sus bienes, ser desterrados y recibir azotes (200 los hombres y 100 las mujeres).
Hasta el siglo XVIII fue habitual que también pudieran ser condenados a servir en
galeras o en minas reales durante varios años, lo que con frecuencia les ocasionaba la
muerte o lesiones muy graves.

2. B). 2. Sentencias de relajación

En las sentencias de relajación el Tribunal declaraba la culpabilidad del reo


demostrando que su conversión no había sido sincera. A diferencia de las sentencias de
reconciliación que eran ejecutadas por la Inquisición, en las sentencias de relajación, la
ejecución correspondía a la jurisdicción laica.

Según Kamen, hubo un “número proporcionalmente pequeño de ejecuciones” lo


que “constituye un argumento eficaz contra la leyenda de un tribunal sediento de sangre.
Nada, ciertamente, puede borrar el horror de los primeros y terribles años. Ni pueden
minimizarse ciertas explosiones ocasionales de salvajismo, como las padecidas por los
chuetas67 a finales del siglo XVII. Pero está claro que la Inquisición, durante la mayor
parte de su existencia, estuvo lejos de ser una máquina de la muerte, tanto por sus
propósitos como por lo que realmente podía llevar a cabo”. Pasado el primer período, el
número de relajados se redujo drásticamente, como muestran los datos de los tribunales
de Valencia y de Santiago. En Valencia entre 1566-1609 sólo el 2% de los acusados
fueron quemados en persona y el 2,1% en efigie; en Santiago, entre 1560 y 1700, el 0,7
en persona y el 1,9 en efigie. Se estima que el número total de ejecuciones en persona

67
Los chuetas, del catalán xueta, conforman un grupo social de la isla de Mallorca, descendientes de una
parte de los judíos mallorquines conversos al cristianismo y de los cuales, a lo largo de la historia, se ha
conservado conciencia colectiva de su origen, por ser portadores de alguno de los apellidos, de linaje
converso, afectado por las condenas inquisitoriales por cripto-judaísmo en el último cuarto del siglo
XVII, o por estar estrechamente emparentados con ellos. Históricamente han sido
estigmatizados y segregados, por lo cual, y hasta la primera mitad del siglo XX, han practicado una
estricta endogamia.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

en el conjunto de los tribunales no superó el 2% entre 1540 y 1700. En el siglo XVIII


las relajaciones disminuyeron aún más y así durante los veintinueve años de los
reinados de Carlos III y Carlos IV sólo cuatro personas murieron en la hoguera.68

Las causas por las que se imponía sentencia de relajación eran:


-Persistencia en la herejía.
-Negación de la herejía.
-Reincidencia en la herejía, en cuyo caso el reo era considerado como
“relapso”. Un Reconciliado reincidente o un Abjurado de vehementi reincidente del
que se demostraba plenamente la culpabilidad, por lo general era condenado a
relajación, es decir, entregado a la justicia ordinaria (Corregidor y Lugarteniente de la
ciudad en que era pronunciada la sentencia) para que aplicara la pena máxima: pena de
muerte.

Tanto en las sentencias de reconciliación como en las de relajación, el reo y sus


descendientes hasta el segundo grado quedaban inhabilitados para llevar materiales
preciosos y ejercer cualquier cargo público o recibir honores. Y también, en las
sentencias de reconciliación y de relajación, el proceso podía llevarse a cabo contra
personas fallecidas de las que se mandaba construir una estatua que representase al
acusado para realizar todos los actos en dicha imagen.

2. Atendiendo a si en la sentencia se daban a conocer los delitos y las


actuaciones del proceso: sentencias con méritos y sentencias sin méritos.
La elección entre unas y otras correspondía al Tribunal atendiendo al delito cometido y
al arrepentimiento del reo.

i) Sentencias con méritos

Las sentencias con méritos eran aquellas resoluciones en las que se daban a
conocer las etapas del proceso, los litigios entre acusado y acusador, los delitos
imputados al reo y las confesiones realizadas por éste.

Las penas de las sentencias con méritos eran más severas que las de las
sentencias sin méritos: condenas a destierro, galeras, penitencias, penas pecuniarias…

ii) Sentencias sin méritos

Las sentencias sin méritos, por contra, no recogían nada de lo que las anteriores
incluían: ni actuaciones, ni delito, ni confesiones.

Las penas de las sentencias sin méritos eran más leves que las de las sentencias
con méritos y, a menudo, consistían en destierros permanentes y castigos espirituales.

68
KAMEN, H., La Inquisición Española. Una revisión histórica. Págs. 197-198.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

IV.3. Requisitos de la sentencia

Podemos establecer como requisitos de la sentencia inquisitorial: plasmación por


escrito, pronunciamiento público, plazo, notificación, ejecución y archivo.

1. Plasmación por escrito.

Era exigencia del proceso que la sentencia estuviera redactada por escrito, bajo
sanción de nulidad. La plasmación por escrito debía hacerse para todas las sentencias,
ya fueran definitivas o interlocutorias.

“Dada y pronunciada fue esta dicha sentencia de suso por los señores Inquisidores y
Ordinario que en ella firmaron sus nombres, estando celebrando auto publico en la Fe en
la plaça mayor de esta ciudad de […] En unos cadahalsos de madera Domingo a […] Dias
de mes […] año de […] Presentes el Licenciado fulano Fiscal, y fulano contenido en la
dicha sentencia, el qual fue relaxado a la justicia y braço seglar; a lo qual fueron presentes
por testigos fulano y fulano, tres o quatro personas de las mas graves que allí se hallaren,
y otras muchas personas Eclesiasticas y seglares y nosotros fulanos y fulano Notarios.” 69

Era común incluir en las sentencias, una cláusula que permitía a los inquisidores
(en el caso de la Inquisición Española esta facultad quedaba reservada a la Suprema)
aumentar o disminuir la pena durante la ejecución.70

2. Pronunciamiento público.

La lectura de la sentencia escrita se realizaba tras la terminación del sermón y


correspondía al inquisidor, quien, antes de ello, exponía un breve resumen de los hechos
que iban a dar lugar a la misma. La lectura podía tener lugar en auto público o en auto
particular. La diferencia entre ambas, como su propio nombre indica, estriba en la
publicidad de la sentencia. La lectura en auto público suponía que la sentencia era
comunicada de forma oral a todos aquellos que quisieran acercarse al acto del pregón en
el acto público de fe, quebrando con ello el tan custodiado secreto. Las sentencias leídas
en auto público eran las de reconciliación y las de relajación, es decir, aquellas en las
que se demostraba la culpabilidad del acusado y se le imponía un castigo conforme al
hecho cometido. Una actuación claramente tendente a poner de manifiesto la grandeza y
el poder de actuación del Tribunal de la Inquisición. La lectura en auto público se
realizaba en unos cadalsos o tablados de madera levantados para actos solemnes
religiosos en medio de una iglesia o en la plaza principal de una población.

Por su parte, la lectura en auto particular tenía lugar en iglesias o en cámaras de


audiencia, lo que hace suponer que sólo ciertas personas podían acudir a la escucha del

69
GARCÍA, P., Orden que comúnmente se guarda en el Santo Oficio de la Inquisición acerca del
procesar en las causas que en él se tratan, conforme a lo que está proveído por las instrucciones
antiguas y nuevas, Córdoba, 1843. Pág. 31.
70
ESCUDERO LÓPEZ, J. A., Perfiles jurídicos de la Inquisición Española, Instituto de Historia de la
Inquisición, Madrid, 1992. Pág. 315.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

veredicto. Este tipo de lecturas quedaban normalmente reservadas a los sacerdotes o a


las monjas, en cuyo caso el lugar elegido era el convento.

En los procesos contra personas fallecidas las sentencias absolutorias eran leídas
en público sin necesidad de relatar sus delitos ni tener presente su estatua.

En lo que respecta a las personas que debían estar presentes en el momento de la


lectura, Fernández Giménez71 señala a los inquisidores, el ordinario, el fiscal, el notario
o secretario, el reo, el abogado, los ministros de secreto y los testigos.

El momento apto para la lectura de la sentencia era por el día, aunque en los
casos de exceso de trabajo, los inquisidores recurrían a la lectura nocturna. El día
empleado en la lectura se dejaba a elección de los inquisidores, y solía ser en día feriado
debido a la mayor posibilidad de congregación del pueblo.

Hasta el día elegido para el acto los reos no conocían cuál iba a ser su suerte.
Para la lectura de la sentencia los reos eran preparados y vestidos con las insignias
propias de su delito. Como señala Lea72 “tan rigurosamente se les mantenía en
ignorancia que cuando quince días antes se hacía el acostumbrado pregón de un auto a
tambor y trompeta, no se permitía publicarlo cerca de la Inquisición, para que los
reclusos no lo oyesen y no sospecharan lo que se preparaba.”

3. Plazo.

No existía plazo determinado para proceder a la lectura de la sentencia. La


práctica habitual era realizarla seguidamente tras la votación, pero también existieron
casos en los que transcurrieron largos períodos desde la votación hasta el
pronunciamiento. Esta circunstancia dependía de cada tribunal por lo que no podía
precisarse un plazo general.

4. Notificación.

La sentencia era notificada a todas las partes intervinientes en el proceso (menos


a los testigos). Una vez notificada la sentencia, acusado y acusador podían apelar la
sentencia a la Suprema, aunque en la práctica eran muy pocas las veces en las que se
procedía a ello. Destaca el hecho de que si los condenados querían ejercitar su
“derecho” a apelar debían hacerlo mediante su defensa personal sin contar con
asistencia letrada.

71
FERNÁNDEZ GIMÉNEZ, M. C., La Sentencia Inquisitorial. Pág.139.
72
LEA, H., Historia de la Inquisición Española, Tomo II. Pág. 604.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

5. Ejecución.

Una vez notificada y leída la sentencia debía procederse a su ejecución o


cumplimiento. La fase de la ejecución era llevada a cabo por los inquisidores pero
estaba notablemente influida por el Consejo de la Suprema, a quien se le remitía la
sentencia para que diera su opinión acerca del veredicto y la pena impuesta. En el caso
de que ésta estuviera conforme la pena se ejecutaba íntegramente. Pero en el caso de
que no hubiera conformidad por parte del órgano superior la sentencia debía revisarse
por los inquisidores para adaptarla a las recomendaciones de la Suprema.

Algunas de las penas más empleadas por la Inquisición fueron: excomunión


(considerando como hereje a quien pasase más de un año excomulgado); confiscación
de bienes; muerte por vivicombustión (muerte en la hoguera); cárcel, emparedamiento o
reclusión en monasterio; galeras; azotes; relegación o exilio; penas pecuniarias;
peregrinación; privación de sepultura… La elección de las penas dependía de la
gravedad del hecho cometido y las consecuencias que había ocasionado,
correspondiendo la imposición y regulación a los inquisidores atendiendo a
circunstancias subjetivas tales como la edad, el sexo, la reincidencia, etc.

6. Archivo.

En aras a proteger el secreto inquisitorial todas las actuaciones llevadas a cabo


en el proceso debían ser custodiadas en los archivos de cada tribunal. Éstos remitían
periódicamente a la Suprema una relación de las causas de fe tramitadas. Sólo en tres
ocasiones se remitía el proceso completo:

1. Cuando los inquisidores no encontraban letrados para consultarles, debiendo


dirigirse entonces a los que tenía la Suprema.
2. Cuando había discrepancias entre el ordinario y el inquisidor, actuando el
Consejo como órgano decisor.
3. Cuando la gravedad del asunto exigía su tramitación ante la Suprema.

IV.4. Estructura de la sentencia

La sentencia se estructuraba en dos apartados: el visto y el fallo.

1. El visto.

La palabra “visto” iniciaba todas las sentencias inquisitoriales, de ahí que se


convirtiera en el primer eslabón estructural de la resolución. El visto recogía los
fundamentos y argumentos que daban lugar al fallo, y estaba dividido a su vez en dos
partes:

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

- En la primera se exponía la intervención de las partes del proceso y el hecho o


delito que había dado lugar al litigio. A modo de comparativa, y salvando las distancias,
podemos decir que esta primera parte podía asemejarse al encabezamiento que inicia
nuestras sentencias en la actualidad.

- En la segunda el juez sintetizaba las actuaciones que se habían sucedido en el


transcurso del proceso con el fin de justificar la decisión adoptada en el Fallo.

A pesar de que el visto era la parte más importante de la sentencia puesto que en
él se recogían las partes intervinientes y los hechos, interesa resaltar que las
instrucciones y los tratadistas de la época no recogían la obligación de motivar las
sentencias, una obligación que en la actualidad nos parece inquebrantable a la luz de
numerosos preceptos normativos.73

2. El fallo.

El fallo era el segundo apartado de la sentencia y a través de él se canalizaban


los fundamentos recogidos en el apartado anterior. En todas las sentencias el fallo se
pronunciaba en nombre de Dios.

Como ya se expuso anteriormente, las sentencias podían ser interlocutorias o


definitivas, es decir, que en las primeras se decidía sobre un aspecto accesorio del
proceso tal como someter o no al reo al tormento, mientras que en las segundas la
decisión versaba sobre el proceso en sí, es decir, si declarar culpable o inocente al
acusado. Esto se tradujo en que las sentencias interlocutorias tenían un Fallo más
conciso y las sentencias definitivas uno más extenso.

La extensión de los fallos no estaba delimitada expresamente. No obstante, la


práctica puso de manifiesto que las sentencias de relajación eran las que tenían un fallo
más breve, siendo las de relajación en estatua y las de reconciliación las que ocupaban
más extensión. Además, podemos establecer diferencias no sólo en cuanto a los tipos de
sentencias sino también en cuanto al momento histórico en que fueron dictadas. De esta
forma, las sentencias del siglo XV tendían a ser más escuetas mientras que las del siglo
XVIII tuvieron una extensión mayor.

El objetivo del fallo era declarar la inocencia del acusado, cosa que en pocas
ocasiones ocurría, o demostrar la culpabilidad herética del reo con el fin de imponerle
una pena que castigase su comportamiento y que disuadiera al resto de la población de
repetir tal conducta. Siguiendo a Gacto Fernández74, las penas impuestas por los

73
Artículos 24.1 y 120.3 de la Constitución Española; artículos 11 y 248.1 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial; y artículo 218 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
74
GACTO FERNÁNDEZ, E., “Aspectos jurídicos de la Inquisición Española”, en Proyección Histórica
de España en sus tres culturas: Castilla y León, América y el Mediterráneo, núm. 1, 1993. Págs. 89-100.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

tribunales inquisitoriales poseen unas características y fines muy particulares como son
la ejemplaridad, el utilitarismo, el oportunismo y la arbitrariedad.

Afirma el citado autor75 que la arbitrariedad era otra característica del tribunal a
la hora de la imposición de penas. La apreciación de la conducta o arrepentimiento del
acusado era un elemento importante a la hora de decidir y calibrar la pena. De esta
manera, el tribunal podía decidir qué pena aplicar en los supuestos de culpabilidad
probada, podía modular la pena cuando existía arrepentimiento en el reo, graduar la
duración e intensidad de la pena, etc. La arbitrariedad llegaba hasta el punto de que si en
el futuro aparecían nuevas pruebas del caso, el tribunal estaba facultado para imponer
otras penas o reabrir la causa.

Centrándonos en el tema de las penas podemos afirmar que el castigo por


excelencia era la pena de muerte, ejecutada a través de la muerte a fuego en el territorio
de España (cada Reino tenía sus propias leyes). Destaca la “deferencia” o
“consideración” con las mujeres embarazadas, quienes no eran quemadas hasta después
de dar a luz.

Además de la pena de muerte también existían otras penas llamadas penas


arbitrarias por ser diferentes a la ordinaria. Las penas arbitrarias eran habitualmente
menos severas. Por ser sumamente variadas citaremos algunas de las más empleadas:

- Pena de excomunión: era una de las penas más antiguas y solía ser impuesta
con anterioridad a la declaración del delito de herejía, es decir, como consecuencia de la
sospecha que recaía sobre el reo.
La pena de excomunión era impuesta en tres ocasiones: cuando había negativa de los
citados ante el juez por causas de fe; cuando de forma directa o indirecta se impedía la
actuación de la Inquisición; y cuando se defendía la herejía. En estos tres casos la
duración de la pena era de un año, pasado el cual el reo persistente era considerado
como hereje. Solamente el Papa y aquellos en quienes éste había delegado –
inquisidores - tenían facultad para imponer esta pena.

- Pena de abjuración: la pena de abjuración tenía como fin que el hereje o


sospechoso de herejía, puesto que se aplicaba a ambos, pronunciara la verdad católica a
través de un juramento en el que se repudiaban las creencias prohibidas. Con excepción
de los menores de catorce años para los hombres y doce para las mujeres, ninguna
persona quedaba exceptuada de esta pena.
Era empleada en los delitos contra moriscos, solicitantes en confesión, iluminados,
sortilegio, sacerdotes casados.
La abjuración se recogía por escrito con firma del reo una vez realizado el juramento
después del pronunciamiento de la sentencia.

75
GACTO FERNÁNDEZ, E., “Aspectos jurídicos de la Inquisición Española”, en Proyección Histórica
de España en sus tres culturas: Castilla y León, América y el Mediterráneo, núm. 1, 1993. Págs. 89-100.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Dentro de esta pena encontrábamos tres tipos: abjuración de levi, de vehementi y de


violenta sospecha. La abjuración de levi era impuesta cuando el reo era considerado
sospechoso leve de herejía por la inexistencia de sólidas pruebas contra él y se llevaba a
cabo en la casa del obispo o del inquisidor. La abjuración de vehementi se imponía en
los casos en que existían pruebas considerables contra el acusado, y en público. El
abjurado de levi que recaía de nuevo en herejía era castigado gravemente, mientras que
el reincidente abjurado de vehementi recibía castigo de relapso. La abjuración de
violenta sospecha se sitúa un paso por delante de la abjuración de vehementi, de forma
que los indicios que existen contra el acusado son tan patentes que conllevan
directamente la pena de cárcel perpetua.

- Pena de destierro: esta pena prohibía al reo residir en ciertos lugares,


normalmente aquellos en los que se establecía la corte, la sede del tribunal, el lugar de
residencia habitual del reo, etc. La duración de esta pena dependía del arbitrio del
tribunal pudiendo variar de unos meses a toda la vida aunque la práctica demuestra que
el período solía ser de diez años. Esta pena era comúnmente impuesta en los delitos de
solicitación en confesión, blasfemia, sortilegio, bigamia, iluminismo, sacerdotes
casados.

- Pena de cárcel: la pena de cárcel suponía la privación de libertad y fue una de


las más aplicadas por el Tribunal. Era empleada contra los judaizantes, solicitantes en
confesión, bígamos, sacerdotes casados. Podía ser por tiempo definido o cárcel
perpetua. Ésta última era impuesta únicamente a los herejes no relapsos, quienes, una
vez mostrado su arrepentimiento, tenían la posibilidad de cambiar la cárcel perpetua por
una duración determinada. Por la gravedad que llevaba aparejada la pena de cárcel sólo
podía imponerse cuando los inquisidores poseían pruebas suficientes de la conducta
desviada del acusado. No era raro que esta pena de privación de libertad se llevase a
cabo en fortalezas, hospitales, conventos e incluso en el domicilio particular del reo
cuando así lo estimaban los inquisidores, aunque sólo de forma temporal en éste último
caso hasta ser conducidos a un establecimiento penitenciario.
Curioso es el hecho de que cuando los condenados eran marido y mujer se les
permitiera cumplir la pena juntos puesto que hombres y mujeres estaban separados en
las cárceles. Y sorprende aún más que cuando la condenada era la esposa se le
autorizara a cumplir la pena de cárcel perpetua en la casa del marido.

- Pena de galeras: la pena de galeras surgió con el fin de emplear a los reos en
actividades útiles y provechosas para el Estado, dado el coste que suponía tenerlos en
centros penitenciarios. Debido a la condición física que exigía este castigo no todos los
acusados podían ser condenados a ella. Los mayores de sesenta años, los clérigos y las
mujeres quedaban exonerados de ella cuando contaban con examen médico que lo
acreditase, pero a cambio les era impuesta la pena de destierro. La duración de la pena
dependía del delito cometido y su gravedad, pero era muy utilizada para castigar la
bigamia.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

- Penas de azotes y vergüenza: la pena de azotes pronto formó parte del Derecho
Penal de la Inquisición. Consistía en aplicar latigazos al reo, quien debía aparecer con
una soga al cuello en el Auto de Fe. Esta cuerda era expresión del castigo que el
acusado iba a recibir en la medida en que el número de latigazos dependía de cuantos
nudos tuviera la soga: si tenía un nudo, recibiría cien azotes; si tenía dos, doscientos…
La pena de azotes, empleada en los delitos de bigamia y sortilegio principalmente,
llevaba aparejada la de vergüenza. El acusado debía ir sentado sobre un asno con la soga
al cuello y una coroza 76 en la cabeza desfilando por la ciudad y recibiendo latigazos
mientras un pregonero declaraba los delitos en voz alta. En los delitos de blasfemia y de
herejía pertinaz e impenitente el castigo se agravaba obligando al reo a llevar una
mordaza durante el tiempo que durase la pena.
Esta pena fue muy utilizada en los casos de bigamia y de testimonio falso, y también
para aquellos reos que por su condición física no podían ser condenados a galeras.

- Pena pecuniaria: las penas pecuniarias eran utilizadas como castigo en los
delitos de sospecha contra la fe, bigamia y blasfemia (tanto contra Dios como contra el
Tribunal). El encargado de recaudar el dinero de esta pena era el llamado receptor, que
estaba al servicio del Inquisidor General cuando el dinero procedía de una pena
pecuniaria, o del Rey cuando tenía su origen en una confiscación de bienes. La
importancia de estas penas pecuniarias residía en el destino que se les daba: pagar al
personal del Santo Oficio y sufragar los gastos extraordinarios de la Inquisición. La
pena pecuniaria, como ocurría en las demás, era moderada según el delito y la gravedad
del mismo y debía cumplirse íntegramente, quedando prohibida su conmutación.

- Sambenito o pena de hábito penitencial: esta pena suponía que el condenado


debía llevar encima de la ropa el saco bendito, también denominado hábito o sambenito,
que consistía en un vestido de color amarillo con dos cruces, una delante y otra detrás,
de tres palmos de largo y dos de ancho. Con el paso del tiempo esta cruz fue sustituida
por la de San Andrés, que era de color rojizo con barras diagonales en el pecho y en la
espalda.
El origen del sambenito era muy antiguo y en sus inicios se aplicaba de forma perpetua,
para posteriormente aplicarse solamente de forma temporal.
Se distinguía entre el hábito de media aspa, empleado durante el Auto de Fe y luego
retirado, y el hábito de dos aspas, utilizado para señalar que el reo había cometido
herejía formal y que podía ser llevado a la hoguera en cualquier momento.
La facultad de dispensar al reo de este castigo correspondía exclusivamente al
Inquisidor General.

76
La coroza era un gorro de papel o cartón pintado en forma cónica que se ponía a los condenados por
la Inquisición española —y también por la Inquisición portuguesa— y que servía de complemento
al sambenito. La función de ambos era señalar al reo en el Auto de Fe por haber atentado contra Dios y
contra su Iglesia por lo que eran símbolos de la infamia.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

- Incapacitaciones: la pena de incapacitación se imponía para el ámbito religioso


y para el ámbito civil, y podía extenderse a varios grados descendentes de parentesco
como ocurría en los casos de herejes condenados a relajación.
Las incapacitaciones eran variadas: privación de oficio público, honores o beneficios
eclesiásticos; prohibición de portar oro, plata, coral, perlas, vestidos preciosos, armas,
etc.; prohibición de ejercer determinadas profesiones tales como procurador, arrendador,
boticario, especiero, físico, cirujano, comerciante, notario, escribano, abogado…;
prohibición de montar a caballo y en mula; prohibición de utilizar cualquier medio de
transporte.

IV.5. Impugnación de la sentencia

A diferencia de nuestro sistema actual, en el que sí rige el principio de cosa


juzgada, las sentencias pronunciadas por el Tribunal de la Inquisición nunca alcanzaban
ese estado. Esto tenía como principal consecuencia que la revisión de sentencias fuera
muy habitual a través de los dos métodos de impugnación establecidos por el Santo
Oficio: la apelación y la suplicación.

1. Apelación

El sistema de apelación era un modo de impugnación bastante similar al que


tenemos en la actualidad. Se fundamentaba en un posible error judicial, que suponía la
revisión de la causa por parte del órgano superior jerárquico, es decir, el Consejo, quien
dictaba nueva sentencia, bien ratificando la anterior bien emitiendo una diferente. La
apelación conllevaba la suspensión de la jurisdicción del tribunal que había dictado la
primera sentencia y la suspensión de la ejecución de dicha sentencia.

Aunque se ha precisado que la revisión de las sentencias era algo habitual, es


necesario añadir que esta revisión sólo alcanzaba a las sentencias interlocutorias, es
decir, a aquellas que no ponían fin al proceso, y en las que además el reo no fuera
acusado de herejía. De esta forma, el Tribunal sólo permitía emplear la apelación en este
tipo de sentencias, excluyendo su utilización en las sentencias definitivas. Como señala
Alonso Romero77, esta prohibición ya se estableció en las Partidas 78. Gregorio López79
sostenía que la apelación debía concederse solo a los reos confesos para darles la
oportunidad en una ulterior instancia de demostrar que su confesión había sido hecha
por error.

77
ALONSO ROMERO, M. P., El Proceso Penal en Castilla (siglos XIII a XVIII), Ediciones Universidad
de Salamanca, Salamanca, 1997. Pág. 269.
78
PARTIDA III, 23, 16.
79
LÓPEZ, G., Glosa núm. 10 a Partida III, 23, 16.
Gregorio López (1496- 1560) fue un humanista, jurista y abogado, miembro del Consejo de Indias,
gobernador de los estados del Duque de Béjar, fiscal del Consejo de Castilla y abogado de la Real
Chancillería de Granada.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Para que la apelación prosperara era necesario que el acusado adujera alguna
causa o argumento que diera pie a la revisión. La apelación vana, ilegítima o falsa no
era admitida, debiendo el inquisidor hacer sus indagaciones con el fin de controlar la
debida fundamentación de la revisión. Los integrantes del Consejo estudiaban el caso y
tras calificar la acusación y realizar la correspondiente votación con el Inquisidor
General, emitían sentencia.80

Los estudiosos de la materia han distinguido entre herejía formal y sospecha de


herejía a la hora de admitir apelaciones contra sentencias por delitos de herejía. En la
herejía formal, los condenados por sentencia definitiva no tenían derecho a la apelación
por la gravedad del delito cometido. Sin embargo, en la sospecha de herejía, la revisión
se permitía ya que los reos no eran verdaderos herejes.

La práctica de los Tribunales demostró que accionar este derecho de apelación


no fue fácil. Las sentencias que conllevaban penas arbitrarias no eran notificadas antes
del auto, sino que era en el propio acto de lectura de la decisión y ejecución del castigo
cuando los acusados la conocían, impidiendo completamente la apelación.
Además, también existía la posibilidad de apelar al Papa. No obstante, era un recurso
poco utilizado debido a la dificultad y carestía de accionarlo, que sólo era empleado por
nobles y ricos que podían permitirse contar con la ayuda de algún canonista. Durante los
primeros años de la Inquisición la apelación al Papa alcanzó su apogeo, lo que provocó
que la reina Isabel solicitase al Papa Sixto IV que otorgase a los inquisidores españoles
la facultad de pronunciar sentencias finales no revisables. La Bula de 25 de mayo de
1483 respondió parcialmente a esa solicitud puesto que eliminaba el recurso ante el
Papa pero a cambio designaba a don Íñigo Manrique de Lara, arzobispo de Sevilla,
como juez único de apelaciones.

“Cognita autem doctrina, integritate atque prudentia singulari tue Fraternitatis, te solum
ex omnibus eligentes iudicem appellationum in causis predictis vnicum in eisdem regnis
loco nostri deputauimus, ut qui confidimus, nihil a te fieri posse quod ad Dei laudem non
pertineat et a iure ac iustitia discrepet.”81

Tan sólo tres años más tarde, Inocencio VIII eliminó tal facultad y restableció la
apelación ante el Sumo Pontífice.
En 1524 el Papa Clemente VII ordenó, mediante Bula de 6 de enero, que todas las
apelaciones debían hacerse ante el Inquisidor General.

Posteriormente fue el Consejo el único órgano ante el que se admitió la


apelación, permitida tanto para causas por delitos de herejía como por sospecha de
herejía, en sentencias interlocutorias y definitivas. Sin embargo, con el paso de los años
se estableció la regla de apelar sólo sentencias con pena arbitraria y con acusados de
sospecha en la fe, excluyendo la posibilidad de revisión de aquellas sentencias que

80
ALONSO MARTÍN, M. L., “Vías de revisión de la sentencia en el proceso inquisitorial”, en
Cuadernos de Historia del Derecho, núm. 2, 1995. Págs. 151-188.
81
MARTÍNEZ DÍEZ, G., Bulario de la Inquisición Española. Págs. 122-123.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

condenaban delitos de herejía. En cualquier caso las apelaciones prosperaron en pocas


ocasiones.

La apelación debía redactarse por escrito e interponerse ante el superior


jerárquico. Debía presentarse inmediatamente después de la notificación de la sentencia.
Como consecuencia de ello, el inquisidor no podía comenzar ni continuar ninguna causa
contra el apelante, salvo en el supuesto de que éste cometiera algún delito grave.

Como hemos resaltado, los condenados por herejía formal no tenían derecho de
apelación. Tampoco podían accionar este derecho otras personas relacionadas con el
acusado, tales como sus descendientes.

Cabe destacar el trato más benigno que se les daba a los clérigos, quienes se
beneficiaban de que sus sentencias eran leídas en cámara de audiencia pudiendo apelar
en el mismo momento.

2. Suplicación

La suplicación era el recurso existente en los tribunales de Indias, a los que la


lejanía con la Suprema les otorgó mayor independencia. La suplicación también era la
vía para revisar sentencias inquisitoriales, pero mientras que en la apelación la revisión
correspondía al órgano jerárquicamente superior, en la suplicación el mismo tribunal
que dictaba la sentencia de primera instancia era también el encargado de reexaminarla
una vez que la suplicación se presentaba ante el Consejo.

Si la suplicación no funcionaba los acusados podían recurrir a la apelación ante


el Consejo. Este recurso podía ser empleado por los acusados cuando consideraban que
existía error judicial y por los fiscales cuando estimaban que la sentencia había sido
demasiado benévola con el reo. Contra la sentencia del Consejo, tanto en el caso de la
apelación como en el caso de la suplicación, podía interponerse un nuevo recurso de
suplicación. Las nuevas actuaciones procesales a que daba lugar la suplicación recibían
la denominación de revista.

Si el reo conseguía que el Tribunal revisara la sentencia y le concediera la razón,


la resolución se revocaba, el acusado rehabilitaba su persona, su honra y fama y la de
sus familiares, recuperaba los bienes que le habían sido confiscados, le retiraban los
sambenitos y desaparecía su nombre de los libros del Santo Oficio.82

82
MARTÍNEZ DÍEZ, G., Bulario de la Inquisición Española. Págs. 122-123.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

V. CONCLUSIONES

I. La Inquisición fue una institución creada en 1478 con el objetivo de perseguir


y castigar aquellos comportamientos que la Iglesia consideraba inadecuados y alejados
de la doctrina cristiana. Durante varios siglos, la actuación del Tribunal del Santo Oficio
condicionó y dirigió la vida de la población española en diferentes ámbitos: a nivel
religioso, instaurando la religión cristiana como la única practicable en el territorio; a
nivel político, debido a la constante interconexión entre los integrantes de la Inquisición
y la cumbre política de las instituciones del Estado; a nivel cultural, a través de la
censura de libros; a nivel social, provocando el recelo, la desconfianza y la
estigmatización entre la población.

Con la llegada de la Constitución de Cádiz de 1812 y la progresiva pérdida de


actividad e importancia del Tribunal de la Inquisición, se alcanzó la eliminación de iure
de la institución en 1834. A partir de entonces, la censura y represión que habían
motivado la actuación del Santo Oficio dejaron paso a la consagración de la libertad
como derecho y principio rector básico de la autonomía y el desarrollo personal.

II. A la luz de los principios procesales que actualmente consagra nuestra Carta
Magna y nuestros códigos e instrumentos normativos, la opinión sobre la actuación de
la Inquisición no puede plantear dudas, es decir, el desarrollo de un proceso inquisitorial
en la actualidad constituiría una constante violación de derechos que hoy consideramos
esenciales en cualquier causa. Sin embargo, parece poco riguroso, históricamente
hablando, valorar hechos que sucedieron en otro contexto político, económico, social y
religioso basándonos en la realidad y circunstancias actuales.

III. El tema principal del estudio ha sido la sentencia inquisitorial como


resolución que pone fin a un proceso, en este caso al seguido por los tribunales
inquisitoriales. Para ello se han analizado cuantos aspectos de dicha resolución hemos
considerado relevantes, tales como la estructura, el contenido a incluir, o los requisitos
que debía cumplir, así como los tipos de sentencias que había en la época.

IV. Establecer un cierto paralelismo entre las sentencias inquisitoriales y las


sentencias actuales nos ha resultado verdaderamente difícil.

En primer lugar porque las conductas que la Inquisición perseguía por


considerarlas contrarias a la religión cristiana no constituyen actualmente ningún ilícito
castigable.

En segundo lugar porque las obligaciones y derechos que tenían los reos en el
proceso de la Inquisición no son los mismos que los que poseen actualmente. Así, entre
las obligaciones destacan la confesión, el arrepentimiento y la guarda del secreto,
obligaciones que en absoluto se asemejan a las que informan nuestros actuales procesos
judiciales. Entre los derechos que tenían los reos de la Inquisición destacaban el

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

conocimiento del contenido de las acusaciones, aunque como ya sabemos con bastantes
excepciones; derecho a recusar al inquisidor; o derecho a obtener un certificado de la
sentencia. Estudiados estos derechos podemos concluir, sin lugar a dudas, que no eran
tan absolutos como el Santo Oficio decía y que accionarlos era en muchos casos una
ardua tarea.

En tercer lugar, las clases de sentencias inquisitoriales tampoco se corresponden


con las que podemos encontrar en nuestro ordenamiento actual. Tan sólo podemos
hallar una cierta similitud entre las sentencias absolutorias y las absolutorias de
instancia, y la figura del sobreseimiento libre y provisional que tenemos en la
actualidad.
Por lo que se refiere a las sentencias condenatorias de ningún modo podemos encontrar
semejanza con las actuales puesto que los conceptos de reconciliación y relajación no
son extrapolables a nuestro tiempo presente.

Finalmente, tampoco podemos decir que las penas impuestas sean las mismas
que las de hoy en día. Así como las penas pecuniarias o las de cárcel sí son empleadas
en la actualidad, otras como las de azotes y vergüenza o las de galeras no tienen su
equivalente contemporáneo.

V. Sin embargo, existen otros aspectos en donde sí podemos ver una cierta
similitud entre las sentencias inquisitoriales y las sentencias dictadas actualmente.

En primer lugar, exigencias tales como la plasmación por escrito, el


pronunciamiento público o la notificación, también existen en las sentencias dictadas en
la actualidad.

En segundo lugar, la estructura de la sentencia también coincide. Aunque es


cierto que los términos empleados en unas y otras no son los mismos, hemos de decir
que sólo se diferencian a nivel terminológico puesto que el contenido viene a ser muy
similar.

El último aspecto en el que podríamos establecer una comparativa sería en el


tema de la impugnación de la sentencia. En este punto, la apelación inquisitorial
guardaría paralelismo con el recurso que hoy en día recibe el mismo nombre: recurso de
apelación. Ambos tienen el mismo objetivo y sirven al mismo principio revisor. Por su
parte, la suplicación inquisitorial también encuentra su coetáneo actual en el recurso de
súplica, ambos recursos no devolutivos son empleados para el reexamen de sentencias.

VI. El anexo incluido en este trabajo recoge gráficamente datos reales sobre
sentencias inquisitoriales durante unos 160 años. A la vista de los datos podemos
afirmar que, si bien se ha ido creando un halo de misterio y crueldad alrededor del
Tribunal de la Inquisición, la realidad nos demuestra que la “leyenda negra” incrementó
la mala imagen de la institución. Por un lado, hemos de decir que la Inquisición no fue

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

una creación exclusiva de nuestro país. Estados como Francia, Países Bajos, Alemania o
Inglaterra también mantuvieron en sus territorios la actuación de una Inquisición muy
similar. Por otro lado, y tomando como referencia los datos, podemos afirmar que en
términos cuantitativos no estamos ante unas cifras desproporcionadas y más aún si las
comparamos con países cercanos. La pena de muerte en España sólo se aplicó en un 2%
de los casos, y durante los siglos XVI y XVII menos de 1.000 personas fueron
condenadas a la hoguera. Sin embargo, en el continente europeo y en el mismo período,
unas 200.000 personas fueron condenadas por brujería en Alemania; unas 70.000 en
Inglaterra; y unas 34.000 en Francia.

VII. No quisiera terminar el estudio sin resaltar que el tema de la Inquisición está
de actualidad. Además de los numerosos estudios que se siguen realizando sobre
múltiples aspectos del Tribunal, el Santo Oficio ha ocupado espacios del cine, la
televisión y la literatura. Películas tan conocidas como “El nombre de la Rosa”, “Juana
de Arco”, “Los fantasmas de Goya” o la más reciente y exitosa “Las brujas de
Zugarramurdi”, han acercado al público una parte de la Inquisición. En televisión
destacan series como “Los archivos secretos de la Inquisición” o “Isabel”; y en
literatura, obras como “El capitán Alatriste”, “Los pilares de la Tierra” o “El hereje”
introducen al lector en el mundo inquisitorial a través de apasionantes aventuras.

Finalmente, sólo me queda agradecer a mi tutora Mª del Carmen Sáenz Berceo


su valiosa orientación en la dirección de este Trabajo Fin de Grado.

- 63 -
Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

ANEXO

Una vez finalizado el estudio sobre la sentencia inquisitorial consideramos que


la plasmación visual de los datos cuantitativos en varios gráficos puede ayudarnos a
comprender mejor la actuación del Tribunal de la Inquisición.83

- Gráfico 1.

Causas de fe sentenciadas por el Tribunal de la Inquisición


entre 1540-1700

Tribunales de la Secretaría
de Aragón (52,7 %)
Tribunales de la Secretaría
de Castilla (47,3 %)

Este gráfico representa las causas totales de fe encausadas por la Inquisición,


divididas entre los tribunales que estaban adscritos a la secretaría de Aragón y los
tribunales que estaban adscritos a la secretaría de Castilla. Dentro de esta división se
encuentran representados 19 de los 21 tribunales existentes en el período 1540-1700:

- Tribunales de la secretaría de Aragón: Zaragoza, Logroño, Barcelona,


Valencia, Mallorca, Cerdeña y Sicilia. También incluimos aquí los Tribunales de
Indias: México, Lima y Cartagena.

- Tribunales de la secretaría de Castilla: Canarias, Córdoba, Cuenca, Madrid,


Granada, Llerena, Murcia, Santiago, Sevilla, Toledo y Valladolid. Quedan
excluidos del estudio las causas del Tribunal de Cuenca y del Tribunal de
Madrid (Corte).

Analizando el gráfico observamos que el número de causas enjuiciadas por los


Tribunales de ambas secretarías era prácticamente igual. Mientras que los tribunales de
Aragón enjuiciaron el 52,7% de las causas del período, los tribunales de Castilla
intervinieron en el 47,3%. La diferencia cuantitativa de la actividad entre unas y otras es

83
Los gráficos han sido elaborados a partir de los datos contenidos en la obra de CONTRERAS
CONTRERAS, J., “Las causas de fe de la Inquisición de Galicia: 1560-1700”, Joaquín Pérez Villanueva,
La Inquisición Española. Nueva visión, nuevos horizontes. Págs. 355-370. El trabajo recoge el estudio de
Contreras sobre 50.000 sentencias de la Inquisición dadas durante los años 1540-1700.

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

sólo de 5,4 puntos. Esta ligera diferencia se debe a que el trabajo no recoge al análisis
de las causas del tribunal de Madrid ni del tribunal de Cuenca.

Y aunque el análisis no es exhaustivo debido también a que muchos de los


archivos de los Tribunales sufrieron daños y pérdidas irreversibles, pensamos que el
número referenciado es más que suficiente para permitir un trabajo serio y comprensivo
de la actividad inquisitorial en este tiempo.

- Gráfico 2.

Actividad general: Causas de fe sentenciadas entre 1540-1700


4000
3500
3000 Evaluación total
2500
Número de causas

2000
Causas de fe de los
1500 tribunales de la secretaría
1000 de Aragón

500 Causas de fe de los


tribunales de la secretaría
0 de Castilla
1540

1610

1680
1550
1560
1570
1580
1590
1600

1620
1630
1640
1650
1660
1670

1690
1700

Años

Este gráfico representa las causas de fe sentenciadas entre 1540 y 1700.


Observamos tres series de distinto color: el azul simboliza las causas totales en dicho
período; el rojo representa las causas de fe los tribunales adscritos a la secretaría de
Aragón; y el verde representa las causas de fe de los tribunales de la secretaría de
Castilla.

Analizando los datos representados podemos observar cómo durante el siglo


XVI (años 1540-1600) el ritmo de actuación de la Inquisición es ascendente en todo el
territorio, mientras que a partir de la entrada en el XVII y durante todo el siglo (años
1600 a 1700) la actividad de la Inquisición va decayendo notablemente. Así podemos
resumir esta tendencia por siglos: crecimiento hasta el año 1600 y decrecimiento a partir
de entonces.

Por un lado, las razones del incremento durante el siglo XVI las encontramos en
el espíritu cristiano de la época, marcado por el Concilio de Trento, iniciado en 1545 y
finalizado en 1563. Dicho Sínodo introdujo dogmas tan influyentes como la reserva de
la interpretación de las Santas Escrituras sólo a la Iglesia, la veneración de las imágenes
de Vírgenes y Santos, y la idea de la salvación del ser humano a través de la fe y de las

- 68 -
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La sentencia inquisitorial.

buenas obras. La influencia del Concilio de Trento en la actuación de la Inquisición fue


decisiva tal y como se plasma en el gráfico, motivando el ascenso más fuerte.

Por otro lado, a partir del siglo XVII se observa un descenso drástico del número
de causas enjuiciadas por los tribunales. Este descenso fue acrecentándose
progresivamente hasta el punto de que en el año 1700 nos encontramos con tan sólo 240
causas a nivel global. Los movimientos decrecientes de la actividad del tribunal tienen
su origen en una profunda crisis que arrastró consigo todo el sistema. Esta crisis
comienza con la muerte de Felipe II (1556-1598), quien había llevado a España a su
máximo apogeo con la conquista de numerosos territorios más allá del Atlántico y el
Pacífico, convirtiendo a España en la primera potencia mundial con territorios en todos
los continentes del planeta. A la muerte de Felipe II, sus sucesores no pudieron
mantener el esplendor del país, sucediéndose guerras y dificultades económicas que se
vieron acrecentadas con la crisis que afectó al Estado en la década de 1640-1650,
momento a partir del cual el número de causas de fe entra en un declive nunca antes
sufrido.

En lo que respecta a la actuación de cada secretaría podemos decir que ambas


realizan un recorrido parecido. Los tribunales de la secretaría de Aragón inician su
crecimiento unos 15 años más tarde que los de la secretaría de Castilla, pero llegan a
picos más altos como se observa en la década 1580-1590. Parece que Castilla mantiene
una mayor estabilidad durante los años 1550-1595, hasta que en 1600 comienza a
decaer. Sin embargo, Aragón revela unas subidas y bajadas bruscas con períodos de
actuación inestables. Como hemos dicho, a partir del año 1600 los tribunales de ambas
secretarías comienzan a sufrir descensos drásticos que traerán como consecuencia la
progresiva pérdida de importancia e influencia del Tribunal de la Inquisición hasta su
completa desaparición en el siglo XIX.

- Tabla 1.

TIPOS DE DELITOS
ARAGÓN CASTILLA TOTAL
Judaizantes 942 4.065 5.007
Mahometismo 7.472 3.339 11.311
Luteranos 2.284 1.215 3.499
Alumbrados 61 88 149
Proposiciones 5.888 8.431 14.319
Bigamia 1.591 1.199 2.790
Solicitación 695 546 1.241
Contra el Santo 2.139 1.815 3.954
Oficio
Superstición 2.571 1.179 3.750

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Estudio histórico-jurídico de la Inquisición:
La sentencia inquisitorial.

Diversos 2.154 825 2.979


No especificados 93 - 93
TOTAL 25.890 23.202 49.092

Finalmente vamos a proceder a analizar la tabla que recoge la organización de


las causas del período 1540-1700 por delitos. Como hemos comentado en el primero de
los gráficos, Aragón muestra una actividad superior a la de Castilla, con 25.890 causas,
frente a las 23.202 de Castilla).

La tabla recoge en su primera columna la relación de delitos encausados de


forma general. Por ello vamos a pasar a exponer qué otros delitos quedaban englobados
en cada una de las categorías. Dentro del mahometismo se incluyen también a los
renegados, es decir, a aquellos que han abandonado una religión para convertirse a otra.
En el grupo de alumbrados se engloba a los iluminados y molinistas. Las proposiciones
comprenden las dirigidas contra el dogma, contra la Iglesia y las de tipo sexual. Se
incluye también la blasfemia. En los delitos contra el Santo Oficio encontramos los
encubrimientos de reos, testigos falsos, quebrantadores de cárceles y del secreto,
agresiones contra funcionarios. Dentro de la superstición incluimos la hechicería, el
curanderismo, la magia y la brujería. Y, finalmente, delitos como sacerdotes casados,
profanación de imágenes, etc. quedan incluidos en el grupo de delitos diversos.

Ciñéndonos a los datos de la tabla podemos decir que los delitos más frecuentes
fueron, por orden, los de proposiciones, mahometismo y judaizantes. Los menos
habituales fueron los de alumbrados, los de solicitación, y bigamia. De esta forma
observamos cómo la actuación de la Inquisición iba encaminada a conseguir dos
objetivos: el descubrimiento de los falsos conversos y el adoctrinamiento religioso de la
población a través del castigo y la eliminación de todas aquellas conductas que bajo el
prisma de la religión se apartaban de lo establecido.

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