Simone Weil, cseita, Aistricn~
peli tices wh a fen low L
M/Tastla , 1007 CAF8B, 244 FA)
1934-1938
AXED | TACION SOBRE LA OBEDIENCIA Y LA LIBERTAD
2PARA QUIEN EL PODER?
[Proyecto de articulo]
[ePrimavera de 19372]
La sumisién de la mayoria a la minorfa, hecho fundamental de casi toda
‘erganizacién social, no ha dejado de asombrar a quienes han reflexio-
[Extracto de una carta de Simone Weil a la redacci6n dela revista.) ‘
it le majaderias
aR. B se mantiene en conjunto con éxito fuera del fujo de maj
‘trainin Por decagle l sass da poder al inno oe
parecido una pura broma, Los obreros no enenel poder en sus propios
sindicatos, estan abi en las manos de los bonzos, que no tienen sin em-
bargo otros medias de dominion que sus fnciones burocrsties iQue
sueederas esos bonzosruviran adem lect, la pol pet
‘maquina del Estado! Un estalnismo sindical no me atrae més que él
otro, iVeriais c6mo el primer Grgano sindical prohibido seria la R. B
nado, por poco que sea, sobre este tema, Vemos cémo en la naturaleza
lo mis pesado prevalece sobre lo menos pesado, céma las razas mis
proli - Entre los hombres, esas relaciones tan
ertidas. Sabemos, sin duda, por la experiencia coti-
diana, que el hombre no es un simple fragmento de la naturaleza, que
iombre, la inteligencia, la voluntad, la fe, produce
lagros enormes. Pero no es de eso de lo que se trata
implacable que ha mantenido y mantiene de rodillas
alas masas de esclavos, las masas de pobres, las masas de subordinados,
es anfloga a todo lo que hay de brutal en la
id
no tiene nada de esp
naturaleza. ¥, sin embarg
contrarias a las de la natural
prevaleciera sobre el kilo.
Hace casi cuatro siglos, cl joven La Boétie, en su Contra-uno, plan-
teaba la pregunta, No respondia a ella. iCon qué ilustraciones conmo-
vedoras podriamos apoyar su pequeio libro nosotros, que vemos hoy,
‘en un pais que ocupa la sexta parte del globo, a un solo hombre desan.
srando a toda una generacién! Cuando la muerte impera es cuando el
igt0 de la obediencia estalla ante nuestros ojos. Que muchos hom-
bres se sometan a uno solo por miedo a ser matados por él es ciertamen-
te sorpren to écmo comprender que permanezcan sometidos
hasta el punto de morir por orden suya? €Cémo se mantiene la obedien-
cia cuando supone al menos tantos riesgos como la rebelién?
444El conocimiento del mundo material en que vivimos pudo desarro-
llarse a partir del momento en que Florencia, después de tantas otras
rmaravillas, aport6 a la humanidad, por medio de Galileo, la nocién de
fuerza. Fue s6lo entonces cuando la industria pudo emprender el
vechamiento del medio material. Y nosotros, que pretendemos orgai
zat el medio social, no poseeremos de él ni siquiera el conocimiento mas
burdo mientras no hayamos concebido claramente la nocién de fuerza
social. La sociedad no puede tener sus ingenieros mientras no tenga su
‘. dExiste en este momento, en toda la superficie de la tierra, una
inteligencia que pueda entender aunque sea vagamente cOmo ¢s posible
aque un hombre, en el Kremlin, renga lidad de hacer caer cual-
‘quier cabeza dentro de los limites de las fronteras rusas?
as. no han facilitado una visién clara del problema al
elegir la economia como clave del enigma social. Si se considera a una
sociedad como un ser colectivo, entonces ese gran animal, como todos
Jos animales, se define principalmente por la manera en que se asegura
clalimento, el sucfio, la proteccién de la intemperie, en pocas palabras,
la vida, Pero la sociedad considerada en su relacién con el individuo no
puede definirse simplemente por los modos de produccién. Por mas que
se recurra a todo género de sutilezas para hacer de la guerra un fenéme-
ho esencialmente econémico, es patente y manifiesto que la guerra es
destruccién y no produccién. La obediencia y el mandato son también
fenémenos que las condiciones de produccién no bastan para justificat.
Cuando un viejo obrero sin trabajo y sin ayuda perece
teen la calle 0 en un cuchitril, esta sumisin que se exticnd
muerte no se puede explicar por el juego de Jas necesidades vitales. La
destruccién masiva del trigo o el café durante las crisis ¢s un ejemplo
zno menos claro, La nocién de fuerza, y no la de necesidad, consttuye la
clave que permite leer os fenémenos sociales.
Galileo no tenia demasiados motivos para jactarse por haber puesto
tanto genio y tanta probidad en descifrar la naturaleza; al menos no se
cenfrentaba més que a un puiiado de hombres poderosos especializados
en la interpretacién de las Escrituras. El estudio del mecanismo soci
esté obstaculizado por pasiones que se encuentran en todos y en cada
uno, No hay casi nadie que no desee, bien cambiar, bien conservar las
actuales relaciones de dominio y sumisién, Uno y otro deseo ponen una
niebla ante la mirada de la inteligencia e impiden percibir las lecciones
de la historia, que muestra en todas partes a las masas bajo el yugo ya
unos pocos levantando el litigo.
‘Unos, del lado de las masas, quieren mostrar que esta situacién no
imposible, al menos para un faturo
préximo o lejano. lado que desea conservar el orden y
los privilegios, quieren mostrar que el yugo pesa poco, o incluso que
AAD
€s consentido, Desde los dos lados se lanza un velo sobre el absurdo
radical del mecanismo social, en lugar de considerar cara a cara este ab-
surdo aparente y analizarlo para encontrar ahf el secreto de la maquina.
En cualquier materia no existe otro método de reflexi6n. El asombro es
Ja fuente de la sabiduria, decia Plat6n,
Puesto que Ia mayoria obedece, y obedece hasta dejarse imponer el
sufrimiento y la muerte, mientras que la minoria manda, esto indica que
no €s cierto que ef nimero sea una fuerza. El niimero, por mas que la
imaginacin nos Hleve a creer otra cosa, es una debilidad. La debilidad
esti del lado en que se tiene hambre, en que hay extenuacién, donde
se suplica, donde se tiembla, no del lado donde se vive bien, donde se
conceden gracias, donde se amenaza. El pueblo no esta sometido aun-
‘que sea mayoria, sino porque es mayoria. Si un hombre lucha en la calle
contra veinte, sin duda acabara muerto en el suelo. Pero a una sefial del
hombre blanco, veinte culis anamitas pueden ser golpeados a bastona-
08, uno tras otro, por uno o dos capataces.
‘La contradicci6n no es quiza més que aparente. Sin duda los que
‘ordenan son siempre menos numerosos que los que obedecen. Pero pre-
cisamente porque son poco numerosos forman un conjunto. Los otros,
precisamente porque son demasiado numerosos, son uno mas uno mas
uno, y asf sucesivamente, De este modo, el poder de una infima minoria
se basa a pesar de todo en la fuerza del ntimero. Esta minorfa prevalece
‘con mucho en niimero sobre cada uno de aquellos que componen el re-
baiio de la mayoria. No hay que concluir de ello que la organizacién de
las masas invertirfa la relaci6n, pues esa organizacién es imposible. No
se puede establecer cohesién més que entre una pequefia cantidad de
hombres. Més alld de eso, no hay mas que yuxtaposici6n de individuos,
es decir, debilidad.
Sin embargo, hay momentos en los que no es asf. En ciertos mo-
mentos de la historia, un gran soplo pasa sobre las masas; su respira-