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Knight and Play - Kitty French PDF
Knight and Play - Kitty French PDF
¡Disfruta la lectura!
Staff
Moderadora:
Deydra Eaton
Traductoras:
Deydra Eaton Juli aa.tesares NnancyC
Sofí Fullbuster *~ Vero ~* CrisCras Melody Hamort
Aimetz14 MaryJane♥ Kathuu Tsuki
Adriana Tate Mar Winston Marie.Ang Chachii
EyeOc Vanessa VR Moni
3
Correctoras:
Melii Alessa Itxi Juli
Alaska Sofí Fullbuster Lalu Mel M
Tsuki Vanessa VR CrisCras NnancyC
Aimetz Moni Deydra Eaton Meliizza
Lectura Final:
Deydra Eaton Maca Delos
Juli Luna West
CrisCras Sofí Fullbuster
Diseño:
Sofí Fullbuster
Índice
Sinopsis Capítulo 19
Capítulo 1 Capítulo 20
Capítulo 2 Capítulo 21
Capítulo 3 Capítulo 22
Capítulo 4 Capítulo 23
Capítulo 5 Capítulo 24
Capítulo 6 Capítulo 25
Capítulo 7 Capítulo 26
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 27
Capítulo 28
4
Capítulo 10 Capítulo 29
Capítulo 11 Capítulo 30
Capítulo 12 Capítulo 31
Capítulo 13 Capítulo 32
Capítulo 14 Capítulo 33
Capítulo 15 Capítulo 34
Capítulo 16 Próximo Libro
Capítulo 17 Sobre el Autor
Capítulo 18
Sinopsis
E
l director ejecutivo de Knight Inc, Lucien Knight, es magnífico
hasta quitarte el aliento y está dañado por su turbulento
pasado en Noruega. Maduro y trasladado a Londres, ha
construido su imperio de clubes para adultos desde sus cimientos para
convertirse en el santo patrón de la industria del sexo. Nadie sabe los
oscuros secretos de su infancia que le han dado a Lucien un carácter de
acero y un corazón encerrado en hielo. Nadie hasta Sophie Black.
Desde el momento en que la chica de al lado, Sophie, acepta el
trabajo como asistente personal de Lucien Knight, entiende cómo debió
haberse sentido Alicia cuando cayó por el agujero del conejo. Lucien toma
su segura y vainilla vida y la sumerge en un gran plato de sabores de
fantasía. ¿Rico y picante chocolate cubierto de salsa oscura líquidamente
chupable? Listo. ¿Tutti-frutti con cerezas brillantes e indecentemente rojas 5
en la parte superior? Sí, por favor.
Lucien despoja a Sophie de todas sus inhibiciones y, cuando le da
instrucciones para seleccionar tres juguetes nuevos, ella pronto se da
cuenta de que él tiene más que un juego de Monopoly en mente…
Él le ha abierto la puerta a un nuevo mundo lleno de placer sin
límites, y Sophie está totalmente intoxicada. Pero, ¿qué tan lejos está
dispuesta a ir? Y, ¿qué pasa cuando tiene que dar un paso atrás a la
realidad de nuevo?
Knight #1
1
Traducido por Aimetz14 & Melody Hamort
Corregido por Alaska Young
—E
l señor Knight la verá ahora.
Sophie sonrió nerviosamente a la mujer vestida
elegantemente frente a ella. Se pasó la mayor parte de
su día en el trabajo, buscando potenciales respuestas
para las posibles preguntas que le podrían hacer, pero un sólo vistazo al
brillante edificio Knight Inc. consiguió sacar de su cabeza todas las
palabras que había memorizado tan cuidadosamente. Su predatoria
presencia en la atestada calle la intimidaba demasiado y consideró
seriamente irse. 13
Ya tenía un trabajo, no necesitaba otro.
Entonces, se quedó sin aliento al ver su reflejo en el espejo. Kara fue
fiel a su palabra y usó su magia en ella el día anterior, dejando a Sophie
casi incapaz de reconocer a la sexi y sofisticada mujer que la miraba. La
chaqueta de su oscuro traje se apretaba en la cintura, siguiendo la línea
de sus curvas. La falda de tubo estaba a un pelo de ser demasiado corta, y
sus tacones altos marca Mary Jane le añadía al menos tres centímetros a
sus piernas. Kara era una diseñadora de ropa obsesiva, y apareció con un
cargamento de ropa bien diseñaba que estaba a un mundo de distancia del
estilo de Sophie, un mundo que consistía sólo en ropa ordinaria. En el
momento en que se deslizó dentro del pequeño traje morado, algo
extraordinario ocurrió. Ya no era sólo Sophie, la asistente del
departamento local. Era una versión mejorada de ella misma, alguien
ardiente y sofisticada. Alguien totalmente nueva, abierta a infinitas
posibilidades.
Mucha de su confianza había abandonado su cuerpo mientras se
sentaba en la recepción del último piso, esperando ser llamada. Podría
haberse ido fácilmente mientras seguía a la mujer a lo largo de la afelpada
alfombra del corredor.
Se sentía físicamente enferma.
Pero luego, se detuvieron en la puerta al final del pasillo y, después
de golpear una vez, la mujer la abrió, haciéndose a un lado para que ella
pudiera pasar.
Sophie tragó duramente y entró.
Normalmente, Sophie no se sentía atraída por otros hombres. Pero
desde el momento en el que entró en la habitación, no pudo quitar sus
ojos de Lucien Knight.
Pero esta no era una situación normal.
Alto, oscuro y guapo, no podía ni siquiera describirlo. Era
definitivamente alto, con cabello rubio oscuro y un par de acerados ojos
azules que la miraban detenidamente, con hambre. Tampoco se hallaba
exactamente vestido con ropa de trabajo. Lo podría haber estado más
temprano, durante la mañana, pero ahora mismo tenía puesta una camisa
color carbón con los puños doblados hacia arriba, revelando sus fuertes y
tonificados antebrazos. Tenía la oscura corbata aflojada y había
desabrochado el botón superior de su camisa, y si hubiera puesto los pies
sobre el escritorio y servido un vaso de whisky, Sophie no se habría
sorprendido. Lucía como recién salido de un club, o de una portada de
alguna famosa revista sofisticada. O incluso de una revista para adultos.
—Adelante, señorita Black. No muerdo. —Caminó a través de la
14
habitación—. A menos que quiera que lo haga —murmuró tardíamente.
Ella alzó una ceja mientras tomaba asiento al lado contrario del escritorio.
Ciertamente no era una pregunta para la cual Sophie hubiera
preparado una respuesta. ¿Debía responder, o pretender que no lo había
escuchado?
Afortunadamente, mientras lo consideraba, el señor Knight
continuó—: Entonces, señorita Black, ¿por qué quiere ser mi asistente
personal?
Uf. Territorio seguro. Una pregunta para la cual se preparó.
—Bueno, he estado en el mismo puesto durante años. Siento que
necesito un nuevo desafío. —Lo vio observándola. Sus palabras parecieron
divertirlo.
—Ya veo. —Asintió—. ¿Pero por qué aquí específicamente? ¿Por qué
Knight Inc?
Sophie cruzó sus tobillos y juntó los dedos en su regazo para
impedir que se movieran nerviosamente. —Bueno… porque es muy
diferente a lo que hago en este momento. —Ja. Esa fue la explicación del
año. Aún la miraba intensamente, pero su expresión no mostraba nada—.
Y porque… porque, para ser totalmente honesta, estoy aburrida, señor
Knight. —Sus ojos centellaron, haciéndole saber que, finalmente, había
dicho algo que lo sorprendió. Un silencio se produjo entre ellos mientras
parecía sopesar sus palabras.
—¿Usted sabe por qué la llamé para la entrevista? —preguntó
eventualmente.
Sophie se atragantó. —¿Por mi currículo?
Asintió. —Lo selló con un beso. Quería ver los labios que hicieron
esa marca.
Su respuesta le quitó el aire de los pulmones y envió un candente
hormigueo por su cuello. Esto comenzaba a sentirse menos como una
entrevista y más como si estuviera conociendo a alguien en un bar, y eso
no había sucedido en un plazo considerable de tiempo.
—Se sonroja demasiado fácil, señorita Black. —Giró un lápiz entre
sus dedos—. Confíe en mí, no es algo bueno en esta industria.
Su boca se arqueó de un lado, la mirada asesina aún en sus ojos. —
Esta no es una industria para chicas tímidas. —Se apoyó sobre sus codos
y juntó los dedos—. ¿Eres tímida, Sophie?
Jesús, esto es ridículo. Sophie no podía decir si se burlaba de ella.
Una parte asustada de su cerebro la empujaba para que saliera de ese
edificio y regresara a su ordinaria y mundana vida. Pero algo la mantuvo 15
en su silla, y ese mismo algo fue lo que le dio la valentía para enfrentar su
mirada desafiante y responder su pregunta.
—No, señor Knight. No soy exactamente tímida.
—Llámame Lucien. —Lucien. Mierda. Incluso su nombre era sexy—.
Bueno, Sophie, este es el asunto. Necesito a alguien que pueda hacer todo
lo que hace una asistente personal. Ya sabes lo que es, así que no te
aburriré con una lista, pero incluye hacer una buena taza de café. ¿Eso es
un problema para ti?
Sophie sacudió la cabeza y se echó a reír, casi mareada del alivio.
Animada, replicó—: Eso es un poco machista de su parte, señor Knight.
—Lucien.
—De acuerdo, bueno… para que conste, sí. Hago una taza de café
decente, Lucien. —Sophie saboreó su nombre por primera vez y sintió que
si decía algo más, sería obsceno.
—Necesitaré que me acompañes a reuniones, exhibiciones,
ocasionales viajes publicitarios. Tendrás horas extras. ¿Eso te molestaría?
Era todo negocios ahora y la expresión de su rostro no admitía
discusión. Sophie frunció el ceño. Su primer pensamiento fue Dan, pero…
¿él no le daba los mismos servicios a su jefe sin siquiera pensar en ella?
—No sería un problema —dijo suavemente.
—Hasta ahora todo va bien. —Asintió en señal de aprobación
mientras se pasaba una mano por la barbilla durante unos segundos y la
estudiaba cuidadosamente—. No lo sé, Sophie. Encajas en todas las casi-
llas, sin embargo…
—Sin embargo… ¿qué? —preguntó Sophie. Sus dudas alejaron todos
los intentos para mantenerse seria. Además, se encontraba tan lejos de
estar seria que ya parecía no preocuparla.
Lucien ladeó su cabeza. —¿Cómo puedo decirlo suavemente? —Se
lamió los labios—. Te ves muy… inocente.
Sophie sacudió la cabeza. —No estoy segura de lo que quiere decir.
Dejó caer las manos a un lado. —Esto es una industria sexual,
Sophie. Estarás mucho tiempo escribiendo citas aquí. Puede que un día
escribas un reporte sobre una compañía de juguetes sexuales. Al día
siguiente, podrías estar pidiendo jaulas nuevas para uno de los clubs.
Necesito a alguien que pueda hacer eso sin que se le mueva un pelo. —
Sophie sabía que el color de sus mejillas la delataba—. Alguien que no se
sonroje cuando nombren un vibrador —añadió para demostrar su punto.
—Puedo hacer todo eso —insistió Sophie, sintiendo que estaba lejos 16
de creer que pudiera.
Lucien le lanzó una mirada asesina y abrió el cajón del escritorio.
Colocó un objeto sobre la mesa entre ellos. —¿Qué es eso? —
preguntó.
—Señor Knight… —Lucien arqueó una ceja—. Lucien… yo…
—¿Tú qué, Sophie? ¿No sabes qué es esto, o eres muy remilgada
para decirlo? —Levantó los anillos de silicona azul y se los tendió. Lo miró,
y sus ojos le dijeron que ésta era la prueba de fuego. Si fallaba, debía irse
por esa puerta. Los tomó y tragó saliva al sentir lo pequeños y estrechos
anillos en sus manos. Lo miró directamente a los ojos.
—De acuerdo. Es un anillo para el pene.
—Buena chica. —Sonrió—. ¿Y qué es lo que hace?
Sophie tragó de nuevo y miró hacia abajo. No tenía ningún
conocimiento íntimo para aprovechar aquí.
—Esto… uhm…
—Respuesta equivocada, Sophie. —Frunció el ceño—. Inténtalo de
nuevo.
Sophie se retorció en su silla. —No estoy totalmente segura, pero
creo que es para que los hombres duren más.
La boca de Lucien se torció hacia un lado. —¿No estás totalmente
segura? ¿Debo deducir que no tienes experiencia directa con juguetes
sexuales?
—Señor Knight… —Sophie jadeó—. No creo que esa sea una
pregunta apropiada para cualquier entrevista de trabajo. —Se erizó, en
parte por la indignación y en parte porque él dio justo en el clavo.
—Quizá no, pero tú no querrías este trabajo si fuera de cualquier
manera remilgada.
—No soy remilgada. Por el amor de Dios, no soy una virgen que se
sonroja, soy una mujer casada.
Durante un segundo, Lucien pareció genuinamente sorprendido
mientras sus ojos se posaban en su mano izquierda. —¿Estás casada?
—¿Es contra la ley de esta empresa, también?
—No, no. —Todo su comportamiento cambió bruscamente—. Dime,
¿qué piensa tu esposo sobre la entrevista para este trabajo?
Sophie vaciló y apartó la mirada. —Está bien con eso.
Lucien soltó un suave silbido. —No lo sabe, ¿verdad?
—Sí. Más o menos. —Dirigió su mirada al anillo de bodas—. Sabe 17
que tenía una entrevista, sólo que no sabe para qué exactamente.
—¿Y crees que a le importará? A mí me importaría si tú fueras mi
esposa. —Los ojos azules de Lucien se posaron en Sophie mientras que
sus palabras hacían cosas impresionantes en su interior. Si Dan fuera así
de territorial.
—No le importa —dijo quedamente—. Está muy ocupado con su
propio trabajo. Si soy feliz, estoy muy segura de que será feliz.
—¿Y tú eres feliz, Sophie?
No estaba segura de lo que quería decir con esa pregunta, pero la
ponía nerviosa. ¿Sus problemas maritales se hallaban escritos por todo su
rostro? ¿O simplemente preguntaba si su desagradable y único modo de
entrevistar le molestaba? De cualquier manera, sólo había una respuesta
aceptable.
—Sí, creo que lo soy.
Lucien asintió y golpeteó sus dedos sobre el escritorio.
—Bien. —Su sonrisa no llegó a sus ojos—. Gracias por venir, Sophie.
Estaremos en contacto. —Empujó su silla hacia atrás.
Sophie lo miró, sorprendida. ¿Eso era todo? ¿Había terminado?
Tuvo la sensación de que Lucien creía que era una mala apuesta, y
porque era poco probable que lo volviera a ver, se dispuso a enfrentarlo.
—Decidió que soy inadecuada.
Él se recargó en su silla con una dura expresión en el rostro. —No
creo que este sea un trabajo para ti. —Se encogió de hombros—. Eres
demasiado vainilla.
—¿Vainilla? —No pudo ocultar la nota de frustración en su voz—.
¿Qué significa eso?
Sacudió la cabeza con una pequeña sonrisa. —Exacto. —Se inclinó
hacia adelante y suspiró—. Mira, Sophie, pareces una buena chica. Pero
no necesito chicas buenas para este trabajo. Necesito a alguien sin
inhibiciones. Alguien que conozca desde los consoladores hasta las bolas
anales. Alguien que no titubee como una colegiala si tiene que decir una
palabra grosera.
Sophie cuadró los hombros. —Me subestimas, Lucien. Podría hacer
este trabajo. Soy malditamente buena y aprendo rápido. —Le sostuvo la
mirada azul, deseando que le creyera. De repente, se había convertido en
algo crucial que no la marcara como remilgada, porque comprobaría todos
los sentimientos negativos que tenía sobre su relación con Dan. ¿Era
realmente el ratoncito por el que ambos la tomaban?
18
—Está bien. —Lucien cruzó los brazos sobre su pecho, y los ojos de
Sophie se sintieron atraídos por la forma en que la camisa definía sus
bíceps—. Di clítoris, Sophie.
La boca de Sophie se abrió a causa del shock. Escuchar a Lucien
Knight decir inesperadamente la palabra clítoris hizo que su estómago
cayera. No había forma de que lo dijera sólo para divertirlo.
—Bueno, esa sin duda es una pregunta que no figuraba en ninguno
de los sitios web de empleos que estudié —bromeó para cubrir su
vergüenza.
—Tienes razón. —Asintió y trabajó en abrir el nudo de su
corbata. ¿Se sentía acalorado? Sin duda comenzó a sentir que el calor
subía en la habitación. Él golpeteó su lápiz en el escritorio—. Muy bien, no
digas clítoris. —Suspiró, aliviada—. Di masturbación, en su lugar.
Sophie no podía soportarlo más. Lucien Knight era demasiado.
Demasiado sexual, demasiado arrogante, demasiado masculino. A pesar
de que se encontraba completamente vestido, el sexo era expulsado de
cada poro del hombre de una manera que Sophie nunca había visto antes.
La hacía pensar en guerreros vikingos, y ahora mismo, se sentía como una
damisela en apuros. Lucien Knight tenía razón. No estaba preparada para
las candentes conversaciones que se requerían. No podía ser tan
descarada como necesitaba que fuera. Se puso de pie.
—¿Sabe que, señor Knight? Probablemente tenga razón. No estoy
hecha para esto. —Se colocó su bolso sobre el hombro e ignoró la chispa
de diversión en sus ojos—. Lamento haber desperdiciado su tiempo.
Lucien se puso de pie para abrirle la puerta. —Por el contrario,
Sophie. Ha sido un placer.
Se había parado entre Sophie y la salida, dejándola sin más remedio
que pasar junto a él mientras salía. Le sacaba una cabeza de altura,
incluso con sus tacones altos y, mientras apretaba el nivel, pudo captar su
olor. Delicioso. Olía a especias y cítricos, y algo más. Algo oscuro y sexy,
tan único en Lucien Knight que puso sus sentidos a toda marcha. Quería
irse, pero al mismo tiempo quería que dijera algo para detenerla.
Se volvió hacia él, y lo encontró apoyado en el marco de la puerta
con una sonrisa perezosa.
—Adiós, señor Knight.
—Señorita Black. —Asintió, pero no hizo ningún otro movimiento,
dejándola sin otra opción que irse.
A excepción de una. 19
Sophie se dio la vuelta, y luego volvió y dijo algo que nunca pensó
que diría en una entrevista de trabajo.
—Clítoris. —Disfrutó al ver como la chispa depredadora volvía a sus
fríos ojos azules, y se lamió los labios antes de hablar de nuevo—:
Masturbación.
Sophie se encontró con la miraba fija en su cabeza, mareada y con
regocijo.
—Anillos para el pene, bolas anales, vibradores, consoladores y… —
Buscó desesperadamente en su limitada imaginación el gran final—:
¡Muñecas inflables!
El divertido calor en los ojos de Lucien la quemó. En ese momento,
no era la ordinaria Sophie Black, asistente personal de una constructora y
la esposa invisible. Era la sexy y sofisticada señorita Black, capaz de
detener a dioses vikingos del sexo en sus caminos con tan solo unas
pequeñas palabras. Se fijó en la forma en que la garganta de Lucien
tragaba antes de hablar.
—Empieza en la mañana. A las nueve en punto. No llegue tarde,
señorita Black.
Más tarde esa noche, acurrucada en el sofá, comiendo comida china
y equilibrando el plato en sus rodillas, Kara miró a Sophie, emocionada—:
No vas a tomar realmente el trabajo, ¿verdad?
Sophie puso sus pies debajo de ella y asintió.
—Kara, lo haré. Tengo que hacerlo. —Tomó un sorbo de vino y buscó
las palabras para expresar sus sentimientos—. Si no lo hago, estoy
aceptando que esto es lo más emocionante que mi vida va a ser. —Hizo un
gesto alrededor de la sala de estar—. Un trabajo sin futuro, un esposo que
casi nunca está aquí y que no me avisa cuando lo está…
—Soph, si tienes problemas con Dan, este trabajo lo va a hacer un
millón de veces peor, ¿lo sabes?
—No lo hará. Quizá aprenda cosas nuevas para condimentar nuestra
relación.
—¿No puedes sólo hablar con él? 20
—Kara, no estoy aceptando este trabajo por lo que está pasando
entre Dan y yo. Lo estoy tomando porque, por un momento allí, vislumbré
una versión diferente de mí misma, y me gustó.
Kara meneó la cabeza y se echó a reír con resignación. —Debes
colgar más de esas prendas, entonces. Algo me dice que las necesitarás.
Sophie había bloqueado todas las puertas y se fue a la cama con su
celular en mano para llamar a Dan. Escuchó los clics, ya que realizaba la
conexión de larga distancia, y sonó un par de veces antes de que se
desviara a su contestador. Echó un vistazo al reloj. Eran justo después de
diez y media para ella, así que un poco después de la medianoche para él.
¿Con quién estaba que tenía que rechazar su llamada en ese
momento? No iba a comenzar sus reuniones hasta mañana. Sophie
suspiró y se metió en la cama, con su celular todavía en la mano, en caso
de que Dan llamara.
No lo hizo.
3
Traducido por Adriana Tate
Corregido por Tsuki
A
las ocho con cuarenta minutos de la mañana siguiente,
Sophie pasó por las relucientes puertas negras de Knight Inc.
con el corazón en la boca.
El pobre y viejo Derek nunca había sonado sin palabras como
cuando lo llamó ayer en la noche, de la nada, para renunciar, y
afortunadamente él había estado tan confundido como para discutir con
ella para solicitarle que usara los días de vacaciones que le debía, en vez
de una semana de las políticas de notificación de la compañía.
Su antiguo jefe era un viejo pervertido de la categoría más alta; 21
Sophie sentía lástima por la próxima chica que tuviera que aguantar sus
inquietas manos.
¿Era su nuevo jefe un viejo pervertido? Lucien Knight se cernía en su
mente, un bronceado y musculoso guerrero con brillantes ojos azules y
una matadora manera de hablar. No. No era un viejo pervertido. Su trabajo
sólo demandaba que el habitual velo de decencia fuera removido. A pesar
de que Sophie había visto a Lucien sólo una vez, ya sentía que podía
confiar en él para no cruzar la línea. Derek no había sido capaz de alejar
sus viejas manos asquerosas de ella, pero Sophie se sentía bastante
segura de que Lucien Knight no pondría un dedo inapropiado sobre ella.
A menos que él pensara que ella quería que lo hiciera.
Sophie sacudió su cabeza para desalojar el espontáneo pensamiento,
y salió del ascensor a la alfombra de felpa en el último piso.
La misma inmaculada mujer que ayer ocupaba la recepción, con una
sonrisa que era una fracción más cálida hoy mientras Sophie se acercaba
al mostrador.
—El señor Knight la está esperado, Sophie. Bienvenida a bordo.
Sophie sonrió, desconcertada de que la mujer ya supiera su nombre.
—Gracias. —La recepcionista tecleó en la computadora y no hizo ademán
de levantarse—. ¿Debería simplemente pasar?
En respuesta, la mujer asintió y extendió un brazo detrás de ella
hacia el pasillo.
Entonces, eso es todo. Ahora era oficialmente una empleada en
Knight Inc.
Los nervios se arremolinaban bajo el estómago de Sophie mientras
se acercaba a la puerta de Lucien, al final de la franja de la alfombra. Ayer
ya se sentía como si lo hubiese soñado, cosas como esas no pasan en la
vida real, ¿cierto? En los libro quizás, o en las películas, pero no a las
chicas normales llevando vidas normales. Excepto que había pasado, y
mientras Sophie golpeaba la puerta de Lucien dos veces, se sentía como
nada más que una chica normal.
—Adelante —su tranquilo mandato se filtró a través de la puerta, y
ella giró la manilla y entró—. Sophie. —Una sonrisa cruzó por su rostro
cuando él levantó la mirada—. Viniste.
Alzó las cejas en sorpresa. —¿Esperaba que no lo hiciera?
Él se encogió de hombros. —¿Cómo podrías resistirte?
Sophie sonrió a pesar de sus nervios. No lo pudo evitar. Lucien
Knight era el hombre más seguro de sí mismo, no, de hecho, más engreído
que había conocido. 22
—Por aquí. —Lucien se puso de pie y abrió la puerta a una segunda
oficina a un lado de su escritorio. Sophie no se había dado de la puerta
hasta ese momento, y ella cruzó por detrás de su escritorio para estar a su
lado. La oficina de al lado era más pequeña, con la misma exuberante
decoración y la misma vista de Londres en la ventana que Lucien
disfrutaba.
—Deberías encontrar todo lo que necesitas aquí. Claire ha dejado
unas detalladas notas para orientarte.
—¿Claire? —El interés de Sophie fue despertado.
—Mi anterior asistente personal. Tuvo que irse un par de semanas
antes de lo esperado, pero deberías encontrar todo en orden.
Sophie no era lo suficientemente valiente para preguntar por qué
Claire tuvo que salir tan rápido. Tal vez se había enamorado de su jefe…
—¿Por qué no te tomas un poco de tiempo para familiarizarte con las
cosas? Yo te llamo si necesito algo.
Lucien dejó la puerta de Sophie abierta y se sentó en su escritorio. A
pesar de que acababa de decir lo contrario, podía apostar un buen dinero
a que Sophie Black no se aparecería esta mañana. Lo había sorprendido
una vez más, justo como lo había hecho cuando regresó ayer y dijo las
cosas que claramente la hacían sentir incomoda. Sintió la chica valiente
oculta debajo de su actitud de chica buena. Y estaba ansioso en ayudarla
a buscar su salida. Levantó la vista cuando ella apareció en la puerta.
—¿Quiere café, señor Knight? —Había un brillo en sus ojos que casi
se podía considerar malicioso.
—Vaya, gracias, Sophie. Me gustaría mucho. Expreso. Si puedes
hacer funcionar esa máquina infernal.
Desapareció de nuevo, y se oía el ruido metálico de la máquina de
café de alta tecnología que él nunca se había molestado en llegar a
comprender. Unos cuantos minutos más tarde, ella colocó una taza
humeante en su escritorio.
—No estaba segura si tomaba azúcar —dijo, con una bolsita en la
mano lista.
—No, gracias. Así está perfecto.
Ella inclinó la cabeza, y la luz del sol rebotaba en la horquilla que 23
sujetaba su cabello recogido. Los dedos de Lucien anhelaban extenderse y
quitárselo, para dejar su cabello rubio caer alrededor de su cara. Qué tan
largo era, se preguntó. ¿Por la altura de los hombros? ¿Lo suficiente para
cubrir sus senos? Se removió en su asiento, repentinamente incómodo.
Agarró la taza y la observó retirarse hacia su oficina. Tenía mucho
que aprender de Sophie Black, pero dos cosas ya eran evidentes. La chica
tenía un fabuloso trasero y realmente podía hacer una bestial taza de café.
1Esun juego de palabras: Sophie dice “aim” en inglés que significa apuntar, puntería así
como también propósito, objetivo, pretender, etc.
nombre que era tan personal, ¿completamente suyo? Él parecía llenar
cada rincón de la palabra.
Eligió ese momento para rodar su silla hacia atrás y entrar en la
oficina con un montón de papeles en la mano.
—Sophie, ¿podrías trabajar en esto después del almuerzo, por favor?
—Le entregó los papeles—. Son los informes de retroalimentación de los
clientes de nuestro grupo de productos a prueba. Necesito los resultados
en orden, por favor.
Ella colocó los resultados a un lado con una sonrisa profesional. Di
su nombre. Di su nombre. —Por supuesto… Lucien. —Ya está. Lo había
dicho, y nadie había muerto.
Sus ojos brillaron con aprobación. —Mucho mejor. —Miro hacia su
reloj—. Tengo que salir por una hora o dos. No se olvide de tomar un
descanso para el almuerzo.
Se fue unos minutos más tarde, y Sophie respiró apropiadamente
por primera vez desde que había llegado esta mañana. Había estado tensa,
demasiado tensa en su presencia. Una imagen espontánea de Lucien
Knight masajeando la tensión de sus hombros le vino a la mente, y la hizo
a un lado rápidamente. ¿Qué le estaba pasando? Su último jefe nunca la
había inquietado de esta manera, pero Derek era un hombre cuya atención
25
había evitado activamente, en lugar de andar soñando como una fan
deslumbrada. El hecho de estar alrededor de Lucien la tenía al borde.
Nunca había conocido a alguien como él antes. Irradiaba una cruda
energía sexual; goteaba por cada uno de sus poros. Él mismo se había
eximido de las convenciones habituales que encadenan a las personas y
había creado el imperio de Knight Inc. como contra parte. Su investigación
previa a la entrevista le había dicho poco del hombre en sí mismo, pero
mucho sobre el negocio multimillonario en libras esterlinas2 de los clubes
y tiendas para adultos que opera en todo el Reino Unido. Parecía ver el
mundo por una lente pornográfica, y había hecho sus millones explorando
la vena de la depravación que corría en cada persona decente.
Hasta ahora, Sophie se había considerado a sí misma una mujer
convencional. Aceptar éste trabajo fue, definitivamente, el riesgo más
grande que alguna vez había tomado. Lo había solicitado porque el
aburrimiento en su vida la estaba sofocando, y hasta ahora parecía que si
su objetivo había sido inyectar algo de emoción a sus días, había anotado
un gol espectacular.
¿Estaba escapando de su antigua vida? Sí.
2Moneda británica.
¿Estaba usando el trabajo para detenerse a sí misma de pensar en el
texto conciso que había recibido esta mañana, diciéndole que no lo llamara
tan tarde de nuevo y que él la llamaría cuando pudiera? Por supuesto.
Él se había ido por tres días y todavía no había encontrado el tiempo
para responderle las llamadas. No era que eso fuera tan raro en estos días.
Había sido de esa manera en más y más viajes de noche en los últimos
años.
Sophie sabía que si se permitía pensar en ello a profundidad,
entonces habría preguntas que necesitaban respuestas. Hasta ahora, no
había querido preguntarlas. A pesar de que estaban allí en letras grandes,
mayúsculas y negras. El abismo entre ellos se había ampliado poco a poco
en un océano de restos y desechos de una descuidada relación;
innumerables hombros fríos en lugar de envolventes abrazos. Demasiados
besitos secos en la mejilla, en lugar de apasionados apretones sobre la
mesa del comedor. Demasiados mensajes de textos rápidamente ocultos.
Toda la evidencia circunstancial apuntaba hacia otra mujer, y la confianza
sexual de Sophie había decaído frente a las innegables refutaciones de Dan
en la cama. Se había estado sintiendo vieja y fría. Hasta ahora. Hasta que
entró en el campo de vigor de Lucien Knight ayer en la tarde.
Él tenía una manera de mirarla que la hacía sentir toda una mujer,
Sophie podía sentirse a sí misma floreciendo, madurando, resurgiendo y…
26
le gustaba.
Muchísimo.
Agarró su almuerzo de su bolso y regresó a su escritorio para
empezar con ese reporte que Lucien le había pedido. Abrió el archivo y la
ilustración de toda la página uno mantuvo su sándwich a medio camino de
su boca.
¿Qué era eso? Inclinó la cabeza hacia un lado para tratar de
entenderlo, pero terminó sin enterarse. Un vibrador estándar que le fue
dado en su despedida de soltera fue tan lejos como su experiencia había
llegado con los juguetes sexuales, e incluso ese no había tenido mucho
uso. Sophie bajó la página rápidamente y leyó la descripción del producto.
“El nuevo anillo vibrador Lick’n’Love3 cuenta con todas las mejores
características de nuestro normal anillo-pene vibrador, con la adición de una
innovadora forma de lengua de silicona estimuladora de clítoris para un
mejor juego. Diseñada para moverse y sentirse como una lengua, el control
remoto de Lick’n’Love combina lo mejor de todos los mundos. La unidad a
prueba de agua también viene con bolas desmontables para la estimulación
anal para el uso masculino o femenino.”
3Lame y ama.
Sophie leyó la propaganda con las manos presionadas contra sus
mejillas en shock. ¿Estaba Lucien probándola de nuevo?
¿O era ésta la realidad del trabajo que había aceptado? Sophie no
estaba segura, pero de cualquier manera necesitaba escribir el informe.
Pasó el resto de las páginas mostrándole encuestas individuales de
satisfacción con casillas de respuestas, y luego un espacio para
comentarios individuales. Lo suficientemente sencillos como para cotejar,
pero lejos de ser fáciles de leer. Sophie se encontraba cada vez más
caliente y agitada mientras leía las respuestas anónimas de los extraños
en los formularios. Sin duda, parecía que el juguete había conseguido
favoritismo de sus colaboradores.
Orgasmo alucinante, dijo una. Se sintió como una lengua de verdad,
otra informó. Sophie encontró sus ojos constantemente volviendo a la
imagen mientras anotaba las respuestas.
¿Era realmente tan bueno? ¿Cómo en la vida se sentiría de
realmente? Esas preguntas y más pasaron por la mente de Sophie
mientras recopilaba los comentarios. Y no escuchó la puerta de la oficina
de Lucien abrirse hasta que él apareció en la entrada. Le dio un saludo
burlón cuando ella levantó la vista.
¿Estaba sus mejillas rojas y reveladoras? ¿Podía ver lo agitada que 27
estaba? Por el brillo conocedor en sus ojos azules, probablemente sí.
—Estaré aquí afuera si necesitas algo —murmuró. Sophie lo miró
mientras se alejaba, y no puedo evitar darse cuenta de la forma que su
camisa oscura se aferraba a la anchura de sus hombros. Era obvio que se
encontraba en buena forma, alto y delgado con definidos músculos. Sophie
sopló su flequillo fuera de sus ojos y sacudió su cabeza para sacar su
mente del camino en que se estaba dirigiendo. Un camino que la tenía
preguntándose qué tan bien luciría Lucien Knight sin esa camisa puesta.
¿Cómo va el informe?
La pregunta apareció en la ventana de conversación en la esquina de
la pantalla. Vaciló, y luego escribió,
Creo que bien. Casi terminado.
Buen trabajo. Ven y coméntame los resultados cuando hayas
terminado.
Lucien probablemente la escucho jadear en voz alta. La idea de
discutir los resultados de los informes con él la hacía retorcerse en su
asiento.
No podía, simplemente no podía.
Sí puede.
Las palabras aparecieron en la pantalla, y ella lo escuchó reírse en
voz baja.
Su currículo decía que quería ser desafiada, señora Black.
Sophie se llevó las manos a la cara. No había esperado este tipo de
desafíos.
Quince minutos. Traiga café.
Sophie casi anheló su puesto en su antiguo trabajo mientras hacía
clic en guardar en el último comentario y presionaba imprimir. El
aburrimiento era mucho más fácil de manejar que el aluvión de nervios
que la tenían constantemente en el borde.
Grapó dos copias del informe y las colocó en la bandeja al lado del
café. Era ahora o nunca. Asomó la cabeza por la puerta.
—Podría enviarle el informe por correo si está ocupado.
Lucien le sonrió, desesperado por el discurso de evitación. —No es
necesario. Soy todo oídos, Sophie.
Ella regresó y tomo una respiración profunda mientras recogía la
bandeja. Era tiempo para que la otra Sophie saliera a jugar, a la que
Lucien le había dado el trabajo. Podía hacer esto. 28
Se dio la vuelta y fue hacia la oficina de Lucien.
4
Traducido por Juli
Corregido por Tsuki
S
ophie puso el café de Lucien a su lado y se sentó frente a él en
el escritorio.
—Entonces, Sophie. ¿Cómo vas con el informe?
Sophie tomó las dos copias impresas y le entregó una. Él le echó un
vistazo a la portada, en la que Sophie había incluido la imagen del anillo
Love’n’Lick, y su propaganda acompañada por la fecha y el encabezado del
informe.
—Bonita presentación. —Asintió—. Hasta ahora, todo bien.
—Gracias. —Sophie sonrió, pero no levantó la vista para mirarlo a
29
los ojos. Había decidido que la única manera en la que iba a sobrevivir a
ésta sesión era imaginando que era su antiguo jefe, Derek, y hablaban de
algo tan inocuo como opciones de paredes rejuntadas. Si alzaba la vista,
eso sería imposible.
Lucien cambió la primera página a los resultados del análisis.
—Háblame de los resultados, por favor, Sophie.
Ella tragó ante su orden amable. A excepción de negarse, le había
dejado su pequeño margen de maniobra. Se aclaró la garganta. —Bueno,
como puede ver, el grupo de prueba encontró que el producto era, mmm...
apto para el propósito.
—¿Apto para el propósito? —La risa de Lucien era baja y sugerente—
. Tendrá que hacerlo mejor que eso, señora Black. Desde el principio, por
favor.
Los dedos de Sophie tocaron su garganta, y los ojos de Lucien se
detuvieron en el movimiento. —Está bien. Bueno... la primera pregunta. Se
les pidió a los probadores que juzgaran la apariencia del producto.
—¿Y?
—Y les gustó. Un par de personas habrían preferido que fuera de
color, pero a la mayoría le gustó el hecho de que era transparente.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué?
—¿Por qué prefieren trasparente a color?
—Teniendo en cuenta los comentarios, a la gente le gusta el hecho
de que se integra en lugar de destacarse.
Lucien asintió. —¿Y qué piensas tú de su apariencia?
—¿Yo?
Lucien asintió de nuevo y la miró con ojos expectantes, y ella trató
de imaginar que sólo le había preguntado qué mezcla de lechada de
cemento le recomendaría. No funcionó muy bien.
—No puedo decir realmente… —se trabó y tomó de nuevo la portada
para verla otra vez. Lucien hizo girar su silla hacia un armario y lo abrió, y
luego regresó a la mesa con una versión real del Love’n’Lick en la mano.
Sophie palideció cuando él lo sacó de la bolsa. La extendió sobre la mesa, e
hizo lo único que podía. Lo tomó.
—Mira esto —dijo, y ella bajó la vista a toda prisa—. Prueba cómo se
siente sobre la piel.
Sophie no pudo hacer nada para detener el cálido rubor en sus 30
mejillas, pero ¿qué más esperaba?
—Fíjate la forma en que puedes ver tu piel a través de él. Lo
diseñamos para que sea casi invisible cuando se usa.
Podía oír la nota de orgullo en su voz. Sin embargo, lo que parecía
excitarle del tema era el hecho de que la investigación de este producto era
información esencial para Lucien y lo tomaba en serio.
Bajó la mirada hacia el juguete sexual en su mano, y la curiosidad
superó a la vergüenza. Era mucho más suave y más elástico de lo que
había imaginado que sería, más táctil. La lengua estimuladora le pareció
muy... bueno... con forma de lengua. Su mente se dirigió a lo más obvio...
¿cómo se sentiría usar esto durante el sexo? Y lo más inquietante es que
no era Dan quien protagonizaba su sexo imaginario.
—La segunda pregunta. —Tosió, y ahuyentó las imágenes de su
cabeza—. ¿Qué tan fácil era usar el producto?
La gente había contado maravillas sobre ello en los cuestionarios.
—Está altamente calificado en esta área, Lucien. La gente lo
encontró increíblemente fácil de usar.
—Bueno. Eso es lo que esperábamos. —Parecía satisfecho con eso,
así que agradeció a sus estrellas de la suerte y siguió adelante.
—La siguiente pregunta apuntaba específicamente a las mujeres. —
Sophie deseaba que sus mejillas se mantuvieran frías—. Se preguntaba si
el producto aumentaba el placer de la pareja femenina durante el sexo.
Sophie no podía levantar la mirada. Toda esta conversación era
demasiado íntima. Ni siquiera se habría sentido cómoda teniéndola con
Dan, por no hablar de Lucien.
—¿Y los resultados?
Sophie asintió. —Mmm, sí. Las respuestas fueron favorables otra
vez.
—¿Para todos? ¿No hay comentarios adicionales?
Oh, había comentarios. Un montón.
Sophie se pasó la mano por la frente y volvió a toser. Esto era
terriblemente difícil, dado el tema. ¿Pero ese no era el punto? Este era el
pan de cada día de la empresa de la que ahora era parte, así que tenía que
demostrarle a Lucien que podía manejarlo. Era el momento de recuperar la
compostura y ser la asistente de publicista que él necesitaba, o bien podía
ir a buscar su abrigo ahora. La idea de perder el trabajo la centró, y puso
los hombros hacia atrás y levantó la mirada.
—Hasta a la última de las mujeres les encantó, Lucien. —Sophie 31
habló sin dejar que un rastro de temblor saliera en su voz—. Todas
encontraron que la estimulación adicional del clítoris ayudaba a alcanzar
el orgasmo durante el sexo. Una mujer citó tres orgasmos en menos de
media hora, y muchas mencionaron que la acción de la lengua se sentía
muy realista.
Lucien asintió. —¿Y tú, Sophie?
—¿Yo?
—¿Tú crees que la acción de la lengua se siente realista?
—Lucien, yo no he... —Las cejas de Sophie tocaron su flequillo.
—Enciéndelo y pruébalo contra la palma de tu mano.
—No hablas en serio.
—Perfectamente. Necesito que estés plenamente familiarizada con
todos los aspectos de lo que hacemos, y eso incluye conocer el producto.
Dios mío. Realmente esperaba que lo encendiera y lo probara, aquí
en frente de él. Era indignante, y Sophie nunca se había sentido tan
expuesta en su vida. O tan encendida.
Encendió el interruptor de la lengua vibradora, y la pequeña
máquina zumbó a la vida en su mano. Cuando bajó la mirada, vio que la
lengua tenía pequeñas protuberancias en toda su superficie que oscilaban
en un movimiento ondulatorio.
Un movimiento como si fuera una lengua. Movió sus ojos hacia Lucien
y lo encontró mirándola fijamente a la cara, y sus ojos azules se habían
oscurecido hasta un azul marino brillante. Levantó una ceja, desafiándola.
—Pruébalo contra la palma. —Fue más una orden que una
pregunta, pero Sophie se encontraba lista para cumplir.
Colocó la punta de la lengua suavemente sobre el centro de la mano.
Lucien negó con la cabeza. —Así no. —Rodeó el escritorio y se dejó
caer en cuclillas delante de su silla—. Imagínate la posición en que estaría
durante el sexo. —Extendiéndose, puso una mano grande y bronceada
debajo de la de ella más pequeña para mantenerla firme, y luego con la
otra mano giró el juguete y presionó la lengua estimuladora contra su
palma.
—Ya está. Ahora sí —dijo, mirándola—. ¿Cómo se siente?
Sophie se quedó inmovilizada y lo miró fijamente, con los ojos
abiertos.
—Como si alguien estuviera lamiendo mi mano —susurró.
Movió el interruptor y las vibraciones aumentaron.
32
—¿Y ahora?
Sophie se movió en su asiento. El aroma de Lucien llegó a su nariz y
le llenó la cabeza con canela y especias, y la cálida fuerza de sus manos
sosteniendo el juguete contra la de ella la hizo desear sus manos sobre
todo su cuerpo. Sus ojos miraban las manos, y él parecía de alguna
manera vulnerable con el movimiento de sus pestañas contra su mejilla.
—Me está lamiendo con más fuerza —dijo.
Lucien asintió y atrapó su labio inferior entre los dientes. Empujó el
deslizador con toda su fuerza, y la pequeña lengua comenzó a lamer con
urgencia contra la palma de la mano de Sophie.
—¿Y esto, Sophie? ¿Cómo se siente?
Sophie cerró los ojos. No podía recuperar el aliento.
—¿Honestamente? —Suspiró, su mente volvió a su anterior fantasía
de un Lucien sin camisa—. Me dan ganas de sexo... para saber cómo se
siente entre mis piernas. —Abrió los ojos y se dio cuenta con horror que
realmente acababa de decirlo en voz alta. Lucien la miró con lujuria
apenas controlada, su respiración casi tan baja como la suya.
—Eso es excelente, Sophie.
Se aclaró la garganta y apagó las vibraciones, dándole a Sophie un
par de segundos para recomponerse mientras regresaba a su asiento. —
Creo que podemos enviar este a producción —dijo, dejando caer el juguete
Lick’n’Love en su cajón—. Parece que dio en el clavo perfectamente.
Sophie:
Quédatelo. Parecía gustarte.
Mañana no te necesito para empezar hasta las 2:00pm, espero que seas
puntual.
L.
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5
Traducido por EyeOc
Corregido por Tsuki
S
ophie emergió del elevador hacia el último piso, justo antes de
las dos, vestida en un vestido verde botella que se aferraba a
cada una de sus curvas. Era un vestido que no se habría
atrevido a usar en su viejo empleo, y por lo que importa, nunca lo hubiera
querido. Siendo el asistente personal de Derek todo sobre trataba de alejar
sus desorientadas manos, pero ser la asistente personal de Lucien trajo un
completo set de parámetros.
¿Qué haría si las manos de Lucien comenzaran a desorientarse? Lo
cierto es, que comenzaba a sentirse más preocupada de que sus propias
manos probablemente serían las que se desviarían. Se dejó caer y giró en
36
su grande y vacía cama, la mayoría de la noche, su cabeza llena de
fantasías de Lucien Knight dándole una demostración personal del juguete
Lick’n’Love. Aunque era algo bueno que tuviera algo en que enfocar su
mente, porque Dan una vez más le mostró su lado evasivo, por el mensaje
en la contestadora esperándola cuando llegó a casa ayer. ¿Cuál era el
punto de llamarla a casa cuando sabía que se encontraba en el trabajo? La
idea de que lo hizo por esa precisa razón la acechó en la parte trasera de
su mente, pero se rehusó a permitirle controlarla. No quería tener esa
conversación, incluso consigo misma. Dan era un hombre ocupado, y
desde ayer, también se convirtió en una mujer muy ocupada.
Sophie rodeó el escritorio de recepción con un asentimiento educado
hacia la recepcionista, y un pequeño entusiasmo de pertenencia se
extendió en su estómago cuando pasó sus nudillos suavemente por la
puerta de Lucien.
—No necesitas tocar. —Se hallaba justo ahí y le abrió la puerta
ampliamente para que pasara. Sophie dio un paso dentro de la lujosa
oficina, sintiendo como si un león hubiera abierto la puerta de su guarida,
atrayéndola dentro.
—Buenas tardes, Lucien. —Levantó su mirada y le dio el beneficio de
su sonrisa deslumbrante. Hizo un pacto consigo misma mientras aplicaba
cuidadosamente su maquillaje de ojos en la hora del almuerzo. Desde el
momento que puso un pie dentro de Knight Inc. ese día, iba a dejar que la
otra Sophie se hiciera cargo, y lo iba a disfrutar bastante.
—Sophie —murmuró, y la ligera sonrisa en sus labios le dejó saber
que su saludo lo complació. Cristo, era hermoso. Todo en negro, desde su
bien confeccionada camisa a sus pantalones que se ajustaban hacia abajo,
hasta sus botas negras. Estaba cubierto desde la garganta hacia abajo, y
de alguna manera lucía más sexy que cualquier otro hombre desnudo.
¿Cómo luciría Lucien desnudo? El escandaloso pensamiento hizo que
Sophie bajara la mirada a sus brillantes zapatos y deseó que leer la mente
no fuera una de las habilidades de Lucien. Aunque no le sorprendería si lo
fuera. Parecía mirarla y ver a través de su cuidadosamente construido
cascarón, justo a través de una inactiva y sexy mujer que necesitaba
despertar de su hibernación. Conocía a Lucien Knight desde hace menos
de cuarenta y ocho horas, pero ya la había cambiado en más formas que
alguien más en toda su vida.
37
Unos pocos minutos después, Sophie miró la pantalla de la
computadora de Lucien mientras colocaba su café junto a él en su
escritorio. Por lo que pudo deducir, lucía como una página web de un club,
pero no cualquier club en el que alguna vez estuvo. Era oscuro, opulento y
gritaba sexo desde cada toma.
—¿Es ese uno de tus clubes?
Levantó su café y movió sus hombros. —Sí. El más nuevo de los
Clubes Gateway. Se inaugura esta noche. —Hizo una pausa y lamió sus
labios—. Iremos allí alrededor de las cinco en punto.
—¿Nosotros? —La boca de Sophie se secó.
Lucien asintió. —¿Tienes algún problema con eso?
¿Tenía un problema con eso? Negó con la cabeza. —Supongo que no.
Es solo que nunca he ido a un…
Entrelazó los dedos detrás de su cabeza y se inclinó hacia atrás en
su silla, una perezosa sonrisa en su cara. —¿Un qué, Sophie?
—A ni un lugar como ese. —Sophie gesticuló hacia la pantalla.
—No te preocupes. Estarás perfectamente a salvo.
Miró su vestido. —¿No estoy vestida un poco inapropiadamente para
el club?
Su risa era baja y sugestiva. —Totalmente lo opuesto, de hecho. —Se
rió otra vez ante su impactada expresión—. Estoy bromeando. Vamos a
trabajar, no a jugar.
Sophie asintió y escapó de regreso a su propia oficina.
No quería ir a un club de sexo con él.
Quería ir a un club de sexo con él.
Abrió el programa de correo y comenzó a trabajar, dejando que la
rutina de engancharse con su nuevo trabajo calmara sus nervios hechos
jirones. Su predecesora hizo funcionar el barco muy ajustadamente, lo
cual hizo el trabajo de Sophie mucho más fácil y la detuvo de necesitar
pedirle constantemente ayuda a Lucien. Un pitido de la computadora la
alertó de un mensaje entrante en su bandeja en la pantalla.
Estas muy callada ahí.
¿Cuánto ruido espera que una asistente personal haga?
La anterior era bastante habladora.
¿Qué quería decir con eso? Sophie se consumió por saber por qué 38
Claire tuvo que irse de su trabajo antes. ¿Dormía con Lucien? ¿Salió todo
mal? Ciertamente, no parecía estar cuidando de un corazón roto.
Perdida en sus pensamientos, debió de haberse tomado mucho
tiempo para contestar, porque un segundo mensaje destelló mientras se
sentaba allí, reflexionando sobre las cosas.
Se fue para casarse con su novio Francés. Un flechazo, o alguna
frase igualmente trillada, que creo que usó.
Cristo, de verdad era un lector de mentes. O realmente entendía cómo
trabajaba su mente. Sophie fue a la oficina de Lucien y tomó su taza vacía.
Eran las cuatro y media.
—¿Necesitamos irnos pronto?
Lucien asintió. —No estés nerviosa, Sophie. Creo que lo disfrutaras
si mantienes una mente abierta.
Apreció su intento de asentar sus nervios, pero el hecho de que
necesitara tener una mente abierta fue de hecho más preocupante que
calmante.
—Sólo tomaré mi bolsa. —De regreso en su oficina, Sophie checó su
teléfono por mensajes. Nada. Suspiró pesadamente. Aún para los
estándares de Dan, esto era ridículo. Cambió su celular a modo de espejo y
colocó una nueva capa de brillo labial en sus labios, luego se detuvo por
un segundo mientras su reflejo le devolvía la mirada. ¿Lucía de alguna
manera diferente? ¿Sus ojos tenían un brillo más vivo que lo usual? Este
trabajo y Lucien Knight hacían que su piel hormigueara con entusiasmo y
su sangre fluyera un poco más fuerte en sus venas.
―Vamos Sophie. Tiempo de irnos.
43
6
Traducido por EyeOc
Corregido por Aimetz14
S
ophie entró en la habitación y se sentó en la silla del club más
cercana a la ventana.
Lucien inclinó un fuerte hombro contra la puerta y ladeó su
cabeza hacia un lado, mirándola.
Cruzó sus tobillos y lo miró.
—Mi esposo está teniendo una aventura, Lucien.
Tuvo la gracia de lucir genuinamente asombrado, después esperó y
la miró para que continuara. 44
—Y aquí está la cosa. Justo en este momento, está Dios sabe dónde
con Dios sabe quién hasta la semana que viene, y no creo que siquiera me
importe.
¿Cuán bien se sentía decir eso? Sophie se sintió momentáneamente
atónita por la fuerza de su alivio al escuchar sus propias palabras en voz
alta. Dan la había menospreciado lo suficiente con su desinterés casual
por el tiempo suficiente. La aceptación era un alivio. Lucien cruzó la
habitación lentamente, sin quitar los ojos de ella nunca, y se sentó en la
silla opuesta.
—Es un maldito idiota.
Sophie se encogió de hombros y miró por la ventana. —A lo mejor.
Ha evitado tener sexo conmigo por más de seis meses ya.
—Lo diré otra vez. Es un maldito idiota.
—Sí.
Sophie miró el lado opuesto de Lucien. Jesús, era hermoso. Si iba a
ser infiel con alguien, este pecaminoso y sexy hombre era perfecto.
—¿Ayudaría si follamos?
Sophie rió y puso las manos en sus mejillas por la sorpresa.
—¿Podemos por lo menos tomar una bebida primero?
Lucien le arqueó una ceja y cruzó la habitación para abrir un
elegante gabinete. Regresó momentos después, colocó una cubeta de
champagne y dos copas en la mesa entre ellos, después se sentó al lado
opuesto a ella otra vez.
—Quítate el vestido —dijo suavemente.
Sophie contuvo el aliento. Si pensó que se sentía excitada antes, se
equivocaba. Ahora estaba excitada.
Se levantó lentamente y le dio la espalda. —Necesito ayuda con el
cierre. —No lo necesitaba, de hecho. Pudo haber levantado el vestido por
su cabeza como lo hizo esta mañana, pero eso no parecía apropiado para
este momento. Se quedó allí por unos segundos y el horrible pensamiento
de que probablemente no se levantaría y la ayudaría la golpeó. Se
desvaneció en el instante que sintió que levantó el peso de su cabello en
un solo hombro para exponer el cierre. Sus dedos enviaron una onda de
calor contra su cuello, y tomó todos sus esfuerzos para no girarse. El
sonido del cierre deslizándose hacia abajo sonaba indecente en la
silenciosa habitación. Sophie no podía estar segura, pero pensó que Lucien
pasó ligeramente las puntas de sus dedos por su columna mientras lo
hacía.
—Quítatelo —suspiró contra su oído, luego se deslizó de regreso en 45
su silla para mirarla, sus largas piernas extendidas frente a él.
Sophie se giró para mirarlo, y la cruda lujuria en sus ojos era tan
desconocida, tan poderosa, que no pudo alejar sus ojos. Se quitó el vestido
de un hombro y luego el otro, después contuvo el aliento mientras dejaba
ir el material y permitía que cayera al piso.
Los ojos de Lucien se movieron lentamente de los suyos, a sus
hombros y permanecieron en sus pechos envueltos en seda negra. Sophie
se retorció, y peleó con la urgencia de colocar sus manos para cubrirse.
—Quédate quieta.
Se inclinó, sirviendo el champagne y entregándole una copa. La tomó
y bebió profundamente, dejando que las burbujas burbujearan en su
lengua.
Sus ojos se movieron de su busto a su estómago, y más abajo, a sus
bragas de seda negra.
—Date la vuelta.
Joder. Sophie quería recoger su ropa y correr. O… a lo mejor no lo
hacía. Descubrió que quería darse la vuelta y dejarlo mirar su parte
trasera.
Se dio la vuelta.
Por interminables y silenciosos segundos, no movió ni un músculo.
Sophie movió un dedo de arriba abajo por el tallo de su copa mientras se
preguntaba qué pensaba. Realmente quería ver su cara. Se bebió la mitad
de su champagne, aterrorizada al pensar que su trasero revestido de seda
no tuviera su aprobación.
Usualmente nunca usaba medias. Le tomó diez minutos esta
mañana para encontrar el soporte en la parte de atrás de su closet, pero
ahora se sentía contenta por el esfuerzo.
Estaba a punto de girarse cuando sintió las manos de Lucien en su
cintura. Sophie soltó una aguda respiración y arqueó la espalda cuando su
cálida mano se deslizó a su alrededor para extenderse sobre su caja
torácica.
Su otra mano tomó su copa de champagne y la colocó en la mesa. Se
encontraba tan cerca de ella que podía sentir su calor. Cuando dio un
paso aún más cerca, todo duro contra ella desde sus hombros hasta la
cadera, sus manos se elevaron y cubrieron sus pechos. Sophie lo escuchó
hacer un sonido bajo en su garganta, y después la giró en sus brazos para
mirarlo.
Dios, era alto. Miró su rostro, y su mano se deslizó hacia abajo por
su columna para acariciar su trasero. Enrolló su cabello alrededor de su 46
otra mano, todo el camino hacia arriba de su espalda hasta que lo tenía lo
suficientemente apretado en su puño como para levantar su barbilla. Sus
dedos pellizcaron su nalga, justo encima del borde de seda de sus bragas.
Dan siempre era gentil, y en ese momento Lucien era todo menos eso. Era
crudo, y fuerte, y Sophie lo deseaba más de lo que deseó a alguien más en
su vida.
¿Cómo podía estar ahí, semidesnuda en sus brazos sin siquiera
haberlo besado?
Deslizó sus manos a lo largo de la pared de su pecho y lo tocó por
primera vez. Sus manos registrando el duro calor, y aún a través de su
camisa, podía sentir el constante latido de su corazón.
—Desabróchala.
Oh, sí, por favor. Sophie desabrochó cada botón y deslizó el material
negro por encima de sus hombros, sacándola de sus brazos y tirándola
hacia el piso.
Cerca y con el pecho desnudo, Lucien era un fabulosamente
detenedor de corazones. La suave seda de su sostén se rozó en contra de
su duro pecho, y Sophie se derritió contra él.
La respiración de Lucien era audible pero constante mientras
sostenía sus manos. Puso ambas detrás de su espalda con una de sus
largas manos, mientras que deslizaba la otra alrededor de la base de su
cuello para atraer su boca a la suya.
Estaba captiva, a su merced, y le encantaba.
—Hermosa Sophie —murmuró en contra de sus labios, y luego, por
último, bajó su cabeza y la besó.
Los sentidos de Sophie se tambalearon ante el primer toque de su
boca en la suya, suave y después duro y tan lleno de un propósito sexual
que se estremeció. Mordió sus labios y después los lamió. Exploró su boca
con su caliente y potente lengua mientras su firme mano acunaba la parte
trasera de su cabeza. Ser besada por Lucien hacía que Sophie se sintiera
como si cualquiera que hubiera besado antes debiera de hacer fila para
tomar lecciones de él. Sus rodillas cedieron, pero la tenía tan asegurada en
su agarre que ni siquiera importó.
—Tranquila —murmuró en su boca.
Sus manos se deslizaron alrededor de su garganta, y después hacia
abajo, moviéndolas a través de las curvas de sus pechos cubiertas con
seda. Sophie se arqueó contra él, desesperada por más, y gimió cuando su
erección se presionó, dura, en su estómago.
Levantó su cabeza para mirarla a la cara, después acomodó su 47
rodilla entre sus piernas.
—No tienes idea de en cuantas formas voy a hacer que te vengas.
Sophie sólo aulló. Era indecente, y no podía tener suficiente de él. Se
sentía desesperada por tocarlo, pero sostuvo sus manos más apretadas
una fracción cuando se retorció en un intento por liberarlas.
Lucien negó con la cabeza. —Todavía no, princesa. —Deslizó su
muslo más a fondo entre sus piernas. Deliciosa fricción. Con su mano libre
jaló los tirantes de su sostén hacia abajo para desnudar sus pechos a sus
ojos.
Sophie jadeó y sintió sus pezones endurecerse mientras lo miraba
inclinar su cabeza ligeramente hacia un lado y mirar abiertamente su
cuerpo. Balanceó su erección más duro contra ella y lamió sus labios
mientras su acelerada respiración contradecía su aparentemente
indiferente control. Estaba tan excitado como ella lo estaba.
—Tan rosados. —Se inclinó para succionar por turnos cada pezón,
sacando un chisporroteo de deseo de la garganta de Sophie. Quería
empujar las manos por su cabello y sostenerlo ahí, pero no liberaría sus
muñecas. En vez de eso, comenzó a mecerla en su muslo. La seda de sus
bragas rozó su sexo. Hacia atrás. Hacia adelante. Hacia atrás. Hacia
adelante. Duro, hasta que lo montó como una bailarina exótica en un
tubo, desvergonzada de su necesidad por él para terminar lo que comenzó
entre sus piernas.
—Eso está mejor —canturreó, besando su garganta cuando dejó caer
la cabeza de Sophie hacia atrás—. Déjalo ir. —Jugó con sus pechos,
mirando a su rostro por reacciones. Acariciando. Acunando. Rodando sus
pezones lo suficientemente duro para enviar dardos de deseo en respuesta
a través de su cuerpo.
—Lucien… —suspiró su nombre—. Lucien…
Arqueó una ceja cuando sus dedos trazaron hacia abajo la suave
curva de su estómago, cada toque como un millón de pequeños voltios
eléctricos.
Una torcida sonrisa cruzó sus labios mientras daba sacudidas en su
contra. Se inclinó y besó su oído. —Dime lo que quieres que haga, Sophie.
—Sus dedos acariciaban el borde de sus bragas, haciendo que los
músculos de su estómago brincasen en respuesta—. No lo haré al menos
que me lo pidas. —Lamió el hueco en la base de su garganta.
Sabía exactamente lo que quería.
—Lucien, por favor… tócame.
Su risa en respuesta era pura obscenidad. —No es lo 48
suficientemente bueno, señorita Black. —Acunó uno de sus pechos en sus
manos e inclinó la cabeza—. Tienes unas tetas perfectas. —Lamió su pezón
y movió rápidamente sus ojos hacia su rostro. Sophie miró su lengua
deslizarse sobre la protuberancia rosa, fascinada por lo que le hacía. Sus
pechos palpitaron, y lo ansiaba entre sus piernas—. ¿Es esto lo que
quieres, Sophie?
Deslizó sus dedos dentro de sus bragas y la acunó.
Sophie se retorció con placer. —Dios, sí. Sí… —gimió y se empujó así
misma hacia sus manos.
Lucien se enderezó y la sujetó con fuerza en su contra, su mano en
sus bragas y su lengua en su boca.
—Dime exactamente qué es lo que quieres que haga. Di las palabras.
Sophie nunca había conocido una lujuria como esta. Estaba tan
cerca de correrse, y Lucien debía de saberlo. Movió con cuidado sus
piernas, abriéndolas más y se frotó así misma contra de sus dedos. —
Ábreme —susurró, e instantáneamente sus dedos la abrieron. Sophie
podía sentir su calor, los fuertes dedos rodeando, listos por órdenes.
—Toca mi clítoris —suspiró. Lucien la miró, una expresión de
despreocupado triunfo posándose en sus ojos.
—¿Así, princesa? —Comenzó a acariciarla, haciendo círculos lentos
en su clítoris con el pulgar.
Sophie se estremeció exquisitamente y cerró los ojos mientras las
deliciosas sensaciones escalaban por su cuerpo. Su lengua explorando su
boca, sus hábiles dedos más insistentes que nunca entre sus piernas.
—Dios, Lucien… —Sophie se arqueó, tan cerca del clímax que el
único pensamiento en su mente era la liberación. Sus dedos se deslizaron
hacia su abertura, y frotó el pulgar a lo largo de su boca—. Vamos Sophie,
pide por más.
—Pon tus dedos dentro de mí —murmuró, su corazón golpeando y
su deseo calentándola.
Lucien hizo un sonido gutural y la movió hacia adelante en su
muslo, después empujó dos dedos dentro de ella. Sophie chilló por la
intimidad, y la boca de Lucien se suavizó sobre la suya hasta un beso muy
gentil.
Acarició su clítoris con el pulgar, encorvando sus dedos dentro de
ella, y Sophie perdió las cuerdas de su control. Sintió su clímax comenzar
en la punta de sus dedos, y la otra mano de Lucien se apretó alrededor de
su cintura para sostenerla cuando sus piernas cedieran debajo de ella. La
besó hasta que su cuerpo se tensó, y empujó sus dedos más profundos
49
mientras se mecía duro contra su mano.
—Eso es, princesa —murmuró—. Puedo sentirte llegando. —Sus
dedos fueron dentro de ella hasta el nudillo, su pulgar moviéndose
apresuradamente en su clítoris.
—Cristo, no puedo esperar para follarte —musitó, luego empujó otra
vez. Y otra vez. Y otra vez, hasta que Sophie lo perdió completamente. No
tenía a dónde ir además de a lo grande… Chilló y dejó caer su cabeza
hacia atrás salvajemente, la liberación abandonándola. La admiración de
Lucien la hizo sentirse poderosa, sexy y sin inhibiciones. Nunca había
sentido un orgasmo como ese, y estaba ávida por más, más, más. Desató
algo nuevo en ella, una cruda necesidad sexual que estuvo demasiado
tiempo enterrada debajo de los desechos de la vida diaria. Debajo de los
desechos de su matrimonio roto. Sophie no podía hacerse sentir
culpable. No todavía. No con los dedos de Lucien aun moviéndose
vagamente dentro de ella, y su beso lento y atormentador aún en sus
labios, mientras le soltaba las manos.
Le mostró cómo se suponía que era el sexo, y no había vuelta atrás.
7
Traducido por MaryJane♥
Corregido por Alessa Masllentyle
C
uando el resplandor de su orgasmo se disipó, Sophie se
deslizó lentamente a la realidad. No podía creer que hubiera
sido tan descarada. O tan infiel. Se retorció en los brazos de
Lucien y se sentó en la silla detrás de ella, tirando de su ropa interior en
su lugar y con la cara caliente, de repente en sus manos.
¿Qué hacía? Estaba en un club de sexo por el amor de Dios, y había
permitido que su jefe la llevara al orgasmo. O para ser más exactos, le
suplicó que lo hiciera.
¿Quién era ella? Y oh, Dios. Dan. 50
Lucien estaba despatarrado en la silla opuesta y apoyó los pies sobre
la mesa de café, todavía sin camisa, aún sexy como el pecado. Cruzó los
brazos sobre su pecho.
—Sophie. Mírame.
No podía. Estaba mortificada.
—Mírame.
No podía ignorarlo. Dejó caer las manos y lo miró a los ojos. ¿Cómo
podía parecer tan completamente relajado, descansando como si no
tuviera ninguna preocupación en el mundo? Bueno, tal vez no la tenía,
pero ella sí.
—Soy una mujer casada, Lucien.
—Sí. Y tu marido se está tirando a otra persona, por lo que, de la
manera en que yo lo veo, esto es justo.
Sophie negó con la cabeza. —Esto no es un juego de toma y da,
Lucien, es mi matrimonio. He amado a Dan desde que tenía diecisiete
años.
Las lágrimas brotaron de sus ojos y las quitó con el dorso de la
mano. Siempre había pensado que ella y Dan eran buenos juntos. Cuando
las grietas comenzaron a aparecer, frenéticamente las había empapelado,
excusándolo. Era una agonía quitar la envoltura frágil y exponer la verdad
fea debajo.
—Cristo, Lucien. —Le dolía el corazón—. ¿Y si me equivoco? ¿Y si ni
siquiera está teniendo una aventura?
Lucien fijó su mirada en la ventana, de repente sin expresión.
—Parecías bastante segura.
Sophie se encogió de hombros y cogió su vestido.
—¿Sí? Tal vez sólo me decía a mí misma que era conveniente, porque
quería darme permiso para... para follarte. —Se obligó a decir la palabra.
—No me has follado —dijo—. Aún.
—¿Aún? —Sacudió la cabeza para tratar de aclararla—. Lucien,
tengo que irme.
—No, no tienes. Sé valiente, Sophie. Quédate aquí.
Se puso de pie para entrar en su vestido, pero él se puso de pie
también y la agarró por los hombros. Cuando levantó la vista, su rostro
estaba serio.
—No se trata de tu marido, Sophie. Se trata de ti. Se trata del hecho
de que eres una joven atrapada en un matrimonio infiel. —Sus manos se
51
movieron hasta acunar su cara, los pulgares cálidos moviéndose por su
mandíbula.
—Cristo Todopoderoso. ¿Cómo puede mentirte y no desearte?
Las lágrimas quemaron la garganta de Sophie, y las tragó.
Jesús. Lucien era bastante peligroso cuando estaba siendo
habitualmente engreído, ¿pero de esta manera? ¿Perceptivo y crudo? Era
letal.
Lucien le tomó el vestido de las manos y lo tiró en la silla detrás de
sí. —No te mientas a ti misma, porque te sientes culpable, Sophie. Está
jugando, y te mereces algo mejor. Mereces ser adorada, y mereces que te
follen hasta que no puedas ponerte de pie.
Sophie lo miró y sus entrañas se retorcieron con deseo. Esa era la
cosa más sexy que alguien le había dicho, y la forma en que la miraba
ahora con carnalidad no disimulada, era la manera más sexy en que
alguien la había mirado, también.
Nunca había conocido a nadie como Lucien, tan en contacto con su
propia sensualidad, tan sin el estorbo de la inhibición innecesaria.
Él debió haber sentido que sus palabras habían encontrado una
grieta en su armadura, ya que se acercó y tomó su mano.
—Ven conmigo. Quiero que veas algo. —La llevó a través de la
habitación hacia el enorme, espejo de suelo con marco dorado—. Mírate en
el espejo, Sophie.
Ella trató de apartarse, pero la sostuvo firme. —Mira. Dime lo que
ves.
Miró de mala gana. Y vio a la misma persona que siempre veía
reflejada. La misma pero sutilmente diferente. ¿Más adulta? ¿Más
conocedora?
Ropa interior de seda negra, sujetador, zapatos de tacón alto. Pelo
largo y rubio. Una boca hinchada por los besos y los líquidos, ojos
sensuales de una mujer satisfecha.
Y detrás de ella, una cabeza y hombros más altos, Lucien. Sin
camisa.
Hermoso.
Su guerrero vikingo, y ahora su amante vikingo.
—Déjame que te cuente lo que veo —dijo Lucien, con las manos
sobre sus hombros—. Veo a una mujer con el rostro de un ángel. —Pasó el
dorso de sus dedos por su mejilla—. Un rostro que hace que los hombres
la quieran follar sólo para ver cómo luce cuando se viene. —Sophie lo miró 52
en el espejo, sorprendida y fascinada—. Que tiene el tipo de curvas que
hacen que los hombres quieran tocarla. —Extendió una gran mano cálida
sobre su pálido estómago, haciéndola temblar y el aliento se quedó en su
garganta—. Veo una mujer que merece ser tratada como una princesa.
Sólo tenía que tocarla y era como si hubiera accionado el botón
“sedúceme ahora” en su cabeza.
—Mírate, Sophie. —Se encontraba tan cerca que podía sentir el calor
de su aliento cosquillear en su cuello—. Eres como un melocotón en
espera a ser arrancado del árbol. —Dio un paso contra ella, su espalda
contra su pecho—. Piel de suave terciopelo. —Pasó los dedos por sus
brazos—. Deliciosas curvas. —Cubrió sus pechos con las manos y los
acarició a través de su sujetador—. Madura. —Deslizó una mano entre sus
piernas y la acunó. Sophie observó todos sus movimientos en el espejo con
los ojos muy abiertos, casi demasiado encendida para respirar—. Jugosa.
—Él gimió mientras deslizaba su mano dentro de sus bragas—. Tan
jodidamente jugosa. —Movió los dedos por su sexo, todavía mojado de la
primera vez que la hizo venir—. Quiero lamer tus jugos, Sophie.
Sophie podía sentir su erección presionando con fuerza en su
espalda, y lo único que podía pensar era en lo mucho que quería que
continuara haciéndola sentir tan bien. La visión de ellos en el espejo era
como una película porno suave, no podía apartar los ojos de su mano
moviéndose dentro de sus bragas.
—Dime que esto no es hermoso —dijo en su oído.
Ella no podía. El hecho era que la hacía hermosa.
—Quédate ahí. —Sophie casi lanzó un grito de protesta cuando él
sacó sus manos de ella y retrocedió. Regresó momentos después con su
copa de champán en una mano y un vibrador grande, de plata en la otra.
Sophie se quedó boquiabierta. Lo que había esperado, no era eso.
—¿Cuál te gustaría primero? —preguntó, su perezosa sonrisa de
vuelta en su lugar.
—Lucien, no. Yo no quiero...
—Sophie, Sophie, Sophie. —Le entregó el champán y negó con la
cabeza—. No me digas que no quieres esto. Te vi en mi oficina, pensar en
ese juguete te encendió.
—Pero nunca he... —Miró el vibrador con aprensión—. Nunca he
utilizado realmente nada como... como esto... —Se fue apagando, sus
mejillas ardiendo, y tragó una gran bocanada de champagne—. No es lo
mío. 53
Él se rió y se paró detrás de ella otra vez. —Esa es la cosa, princesa.
No creo que sepas qué es lo tuyo. —Su brazo se deslizó alrededor de su
cintura, el vibrador de plata en la mano. Movió el interruptor y se
encendió.
Sophie se quedó inmóvil, sabiendo muy bien que no iba a detenerlo.
En este momento, no podía hacer casi nada que quisiera.
—Has vivido una existencia segura y aburrida. —Tocó con la punta
del vibrador la curva de sus pechos, y desabrochó el sujetador a la vez en
un movimiento rápido. Ella abrió la boca y fue a aferrarse a él, pero él fue
más rápido y le quitó las manos.
—Deja de esconderte de mí. —Le movió el cabello detrás de sus
hombros para exponer completamente sus pechos desnudos—. Mírate. —
Sus ojos se oscurecieron con la lujuria y movió la cabeza del vibrador
hasta su estómago—. Estás perdida entre el combate ocasional del sexo
misionero con un hombre desinteresado. —Puso la punta del vibrador
contra uno de sus pezones, y los ojos de Sophie se abrieron ante la nueva
sensación. Los dientes de Lucien rozaron su cuello mientras movía el
vibrador alrededor de su otro pezón. Jesús. Sophie sintió la vibración
erótica en sus pezones duros como guijarros a su ingle, y se arqueó contra
las olas de placer erótico que la recorrieron.
—Te veo. Realmente te veo —susurró, mirándola a los ojos en el
espejo—. Veo a la chica de allí que quiere más.
Deslizó el vibrador por su cuerpo y acarició entre sus piernas. —
¿Todavía estás segura de que esto no es lo tuyo, Sophie?
Ella sacudió la cabeza y se recostó contra él, extendiendo un brazo
detrás de la cabeza para aferrarse a su cuello. No estaba segura de nada,
aparte de lo malditamente bueno que el vibrador se sentía mientras él lo
pasaba por la escasa seda que cubría su sexo.
Movió sus manos para enganchar los pulgares en los costados de
sus bragas mientras Sophie se veía desnuda, sus pechos sobresaliendo,
subiendo y bajando en el espejo. Iba a desnudarla y follarla con ese gran
vibrador de plata, y ella no podía esperar.
—Quieres esto. —Él bajó su ropa interior, luego se enderezó para
mirarla a los ojos. Se mordió el labio y asintió lentamente—. Mira de
nuevo. Mira lo que yo veo.
Sophie se vio a sí misma, desnuda, aparte de sus tacones altos, y
nunca se había sentido tan profundamente sexy en su vida.
—Arrodíllate. —Sus ojos saltaron a él con confusión—. Aquí, frente
al espejo. 54
Puso una mano sobre su hombro y aplicó un poco de presión para
animarla, y ella se dejó caer con incertidumbre arrodillándose con su parte
inferior descansando sobre sus tobillos. Lucien la miraba de pie detrás de
ella, y podía ver claramente su erección cerca de su cabeza. Tenía el
aspecto de vaquero sexy: todo músculo y el pecho desnudo con un
vibrador en lugar de un arma.
Se sentó y se arrodilló detrás de ella y juntando las piernas a las
suyas, el vibrador silenciado en el suelo junto a él. Envolvió los brazos
alrededor de su cuerpo y la abrazó, y esos pocos momentos inesperados de
ternura la abrumaban. Los brazos de Lucien eran fuertes y cálidos, sus
labios suaves, rozando su hombro. Sophie miró su cabeza inclinada, en la
forma en que cerraba los ojos cuando la besaba, y se derritió por él otra
vez. Luego abrió los ojos y le dio esa torcida sonrisa de Dios del sexo, y el
momento se había ido. Su pulso se disparó en anticipación erótica por lo
que podría suceder a continuación.
Lucien no la hizo esperar para averiguarlo. Puso las manos en sus
rodillas y le separó las piernas, y luego mantuvo sus manos en sus
rodillas, aun mientras ella instintivamente trató de cerrarlas de nuevo.
—Uh-uh. Ábrelas.
El pánico se arremolinó en el vientre de Sophie. ¿O era emoción?
Las dos sensaciones se habían entrelazado en sus entrañas desde el
momento en que había puesto un pie en el umbral de la oficina de Lucien
y entró en su presencia. Quería cerrar las piernas, era demasiado obsceno,
ambos mirando su sexo brillante en el espejo, pero luego... no quería.
Las manos de Lucien se movieron a lo largo de sus muslos cuando
estuvo seguro de que ella no iba a cerrarlos sobre él. Sus dedos trazaron la
piel suave, y ella gimió cuando él pasó un dedo por su base. Otra vez, muy
lento. La respiración de Sophie llegó en cortos jadeos, y amenazó con
detenerse por completo cuando él movió las manos para cubrir las suyas y
llevarlas hacia abajo entre sus piernas. Sus grandes manos calientes sobre
las suyas, pequeñas.
—Ábrete para mí, Sophie. —Cerró los ojos con fuerza y él hundió sus
dientes en su cuello casi lo suficiente para hacerla gritar—. No cierres los
ojos. Observa. —Movió los dedos con los suyos propios, guiando sus
acciones, obligándola a exponer su yo interior a los dos en el espejo—. ¿Lo
ves? ¿Puedes ver cuán jodidamente hermosa eres? —Él tocó con su dedo
índice su clítoris, y sonrió a la manera en que ella se sacudió y gimió de
placer—. Eso está mejor. No muevas las manos. Mira. Mira mis dedos. —
Ella hizo lo que le dijo, perdida en la intensidad de los sentimientos que
había liberado. Quería venirse. Quería que los dos la vieran venirse. Sí. Sí.
No te detengas. Se lamió los labios, perdida en la forma en que sus
grandes dedos morenos se movían de la manera correcta. Y luego se 55
detuvo y ella se quedó sin aliento por la frustración, porque había estado
tan cerca, muy, muy cerca. Y entonces se quedó sin aliento de nuevo, pero
esta vez con temor, porque había agarrado el vibrador y lo deslizaba por
detrás de su espalda. Sonó bruscamente contra la plenitud de su trasero,
y luego los ojos de Sophie se ampliaron cuando Lucien pasó la punta entre
sus piernas. Podía ver su palpitante cabeza de plata, y ella sacudió sus
caderas en un esfuerzo para moverlo más cerca de su clítoris.
—Chica codiciosa. —Lucien empujó hacia adelante para darle lo que
quería por un breve segundo. Lo suficiente como para hacer que se
retorciera, demasiado breve para dejarla venir. Él era su verdugo celestial,
corriendo la punta arriba y abajo de su sexo, nunca dejando que tuviera lo
que necesitaba—. ¿Lo quieres dentro de tu coño, Sophie? —Dejó que la
punta del vibrador se deslizara en su interior.
—Sí —susurró, horrorizada por el hecho de que su cruda elección de
las palabras sólo la excitara aún más—. Sí. —Estaba más allá desesperada
porque él la llenara.
—Princesa —murmuró contra su pelo, y luego introdujo el vibrador
dentro de ella en un empuje largo y lánguido. Sophie gimió de placer,
incapaz de apartar la mirada de sus manos mientras introducía el eje de
plata en ella. Comenzó a temblar, a temblar físicamente con profundo
placer, y él la mantuvo en el borde de su clímax, desafiándola con sus ojos
y sus manos a ir más allá de lo que lo había hecho antes.
—Sí... sí... —gimió y empujó el vibrador dentro de ella hasta la
empuñadura, y luego se retorció hasta que el estimulador de clítoris golpeó
su punto dulce. La mantuvo allí.
—Joder, sí —susurró—. Mírate... —Su cuerpo comenzó a
sacudirse—. Mírate venir, Sophie. —La tenía bien abierta y el estimulador
se mantuvo estable contra su clítoris cuando trató de zafarse ante la
intensidad, haciéndola convulsionarse con la violencia de su orgasmo,
mientras explotaba a través de ella. Podía oír a alguien gritar de placer, y
le tomó varios minutos para registrar el sonido como suyo. Su cuerpo
había tomado el control de su mente con un instinto animal que ella era
incapaz de luchar. Lucien Knight era salvaje, y le encantaba.
Sophie se dejó caer en los brazos de Lucien mientras la acercaba a
su pecho. Necesitaba estar quieta, para que su corazón martillado se
detuviera y su cuerpo dejara de temblar.
¿Qué hacía? Las réplicas de vergüenza se apoderaron de ella, y cerró
los ojos ante la imagen de sí misma desnuda en brazos de otro hombre. Lo
que le había parecido tan erótico hace momentos, ahora se veía sucio.
¿Que control tenía este hombre sobre ella? Sólo tenía que tocarla y el
sentido común se iba volando, dejándola sin sentido y deseosa de su
toque. Incluso ahora, con el peso de la vergüenza en sus hombros, no 56
podía verlo como algo más que hermoso. No era su culpa que su
matrimonio se hubiera roto, y por mucho que pudiera pensar, dejarse
seducir no era la clave para recomponerlo.
Lucien se agitó detrás de ella, pero sus huesos se sentían demasiado
pesados para levantarse del suelo. Ella no tenía por qué preocuparse.
Momentos más tarde, sus fuertes brazos se deslizaron por debajo de ella y
la levantó como un niño, su cálido pecho contra su mejilla mientras ella se
instalaba en su contra. Se acercó a la cama y la depositó suavemente, y
luego colocó las sabanas sobre su cuerpo temblando ligeramente y alisó el
pelo húmedo de su mejilla.
Si hubiera sido distinto a impresionantemente suave, Sophie podría
haber encontrado la voluntad de poner fin a la misma, pero su ternura
derribaba sus defensas. Se robaba su vergüenza y su ira, y la dejaba con
sólo un sentido de inevitabilidad y calma, y el dolor cansado de una
amante satisfecha. Le acarició el pelo, y la tranquilizó con susurros,
palabras incomprensibles. Se esforzó por atraparlas, pero flotaron lejos
mientras se dormía. Todas excepto una.
Princesa.
8
Traducido por Deydra Eaton
Corregido por Sofí Fullbuster
L
ucien se sentó en la silla junto a la cama y observó dormir a
Sophie. Había estado fuera de combate durante un par de
horas, y abajo el club había cobrado vida. Había recorrido el
piso una hora atrás y se encontró satisfecho por el número de personas
que fluían por las puertas, cada una de ellas con ojos audaces y
expectantes. Amaba su falta de inhibición, su coraje para rechazar los
límites sociales y ser quienes demonios quisieran en ese lugar que había
creado.
El Club Gateway era precisamente lo que decía sobre la puerta. Una 57
puerta a la libertad sexual para cualquier persona lo suficientemente
valiente como para entrar.
Miró a Sophie de nuevo. Lo había frustrado como el infierno desde el
momento en que desfiló en su oficina con tacones en los que apenas podía
mantenerse en pie, y lo había sorprendido cuando se dio la vuelta y soltó
palabras que claramente la mortificaron. Su vergüenza había perdido la
batalla con su arrebato, y eso lo impresionó. La chica era ochenta por
ciento gatita y veinte por ciento leona, y consideró su misión el hacerla
rugir. El potencial sexual brilló en ella como un faro, y su insistencia de lo
contrario sólo le daba aún más ganas de demostrar que se equivocaba.
Además, estaba el pequeño detalle de su marido. Si había una cosa
que realmente ponía de gallina la piel de Lucien, eran los hombres que
trataban mal a las mujeres. Su investigador había cavado alrededor y
aparecieron pruebas de que otra mujer de Dan había sido un accesorio
permanente en el matrimonio de Sophie por un tiempo considerable.
¿Cómo podía hacerlo ese hombre? ¿Cómo podía decirle mentiras
descaradas a la mujer a la que profesaba amar?
La oscuridad de asentó en el corazón de Lucien mientras los
recuerdos del dolor del corazón de su madre, enterrados durante mucho
tiempo, nadaban a través de su cabeza. Su único crimen había sido amar
demasiado a su padre, y murió por su causa. Sola, salvo por una botella
de píldoras y una arrugada fotografía de su esposo. Había vivido su vida a
la sombra del engaño del padre de Lucien, y en su mayor parte se engañó
a sí misma diciendo que era feliz. Justo hasta el día en que no pudo
ignorarlo más, porque fue empujado bruscamente en su cara cuando lo
había visitado en el trabajo y lo encontró a horcajadas sobre su secretaria
en el escritorio.
Se había enfrentado con la verdad en toda su fealdad, y la había
roto.
Lucien había sido demasiado joven en ese entonces para salvar a su
madre, pero se iba a asegurar jodidamente que Sophie no se dejara
atrapar en el mismo ciclo de destrucción. Se tambaleaba justo directo al
punto de enfrentar a su esposo, y Lucien pretendía armarla para la lucha.
S
ophie abrió los ojos. Cálidas y tenues lámparas iluminaban el
dormitorio, y se encontraba increíblemente cómoda.
Fragmento por fragmento, el recuerdo de las últimas horas
hicieron clic en su lugar cuando despertó, y una mirada bajo las mantas
confirmó sus temores. Estaba desnuda. No lo había soñado. Realmente
había dejado a Lucien hacerle aquellas cosas.
¿Dónde se encontraba Lucien? Se sentó en la cama, la sábana
apretada contra su cuerpo desnudo. Él debió haber oído sus movimientos,
porque un segundo después apareció en la puerta.
60
—Lo tomaré como un cumplido que durmieras tan bien. —Se apoyó
contra el marco de la puerta con los brazos cruzados encima del pecho.
Sophie frunció el ceño, contrariada por el hecho de que se había cambiado
de ropa. No lo había visto en nada más que trajes de negocios, pero justo
ahora, en suaves y desgastados pantalones vaqueros y una camisa negra
descolorida que se adhería a su cuerpo bien definido, era un nuevo tipo de
marca de hermosura.
—¿Qué hora es? —preguntó, desorientada por la oscuridad y la
cercanía de Lucien.
—Casi media noche.
Sophie lo miró de reojo. Había estado dormida por más de tres
horas. Oh, Dios. Estaba en un club de sexo. El cielo solamente sabía lo
que sucedía debajo de ella.
—Lucien. Esto está mal. No debería estar aquí. —Su voz salió más
ronca de lo que había esperado.
Lucien negó con la cabeza y desapareció por unos segundos, luego
volvió con una bandeja. La colocó en la cama al lado de ella, luego se sentó
a la par.
—Come. Debes estar hambrienta.
Sophie bajó la mirada al despliegue de comida. Sándwiches
delicados. Boles con frutas. Trufas de chocolate.
Levantó la mirada hacia Lucien otra vez, preguntándose cómo podía
esperar que se sentara allí, desnuda, y comiera algo. Ella era su asistente
personal. Él era su jefe.
—¿Así es tu bienvenida a todo nuevo personal, Lucien? ¿Un viaje al
club de sexo, un rápido tanteo y un sándwich? No es muy elegante.
Había tenido la intención de ofenderlo, pero sólo se rió de su
grosería.
—Eso no fue un tanteo, Sophie. Fue un preludio.
Había estado medio considerando comer un sándwich, pero la idea
perdió su atractivo ante sus palabras. —¿Un preludio?
Asintió y agarró una cereza del bol.
—Un preludio. —Hundió los dientes en la oscura y brillante piel de
la cereza y rasgó la pulpa desde el carozo.
Siempre había un elemento sorpresa en las conversaciones con
Lucien; era tan impredecible como imprevisible. Sophie lo observó en
silencio y esperó por más. 61
—Tengo una propuesta para ti. —Se estiró por otra cereza.
Sophie sacudió la cabeza. ¿Dónde se había ido su realidad? De
repente entendió como Alice se había sentido cuando cayó en la
madriguera del conejo. ¿Había alguien arrancándola de su propia vida y
arrojándola en una fantasía? Estaba desnuda en un club de sexo mirando
a un guerrero vikingo succionar una cereza. Este no era su promedio de
martes a la noche. No podía hablar. No conocía las palabras apropiadas.
—Quédate conmigo esta semana.
Vaya. Sophie conocía la respuesta a eso.
—¿Qué? ¡No! —Podría ser hermoso, pero estaba claramente loco.
—Dame una buena razón de por qué no —dijo, luego se extendió a
su lado en la cama y balanceó otra cereza indecentemente grande sobre su
boca por el tallo.
—Porque… porque no quiero, por eso.
—Por supuesto que quieres, sólo tienes miedo a admitirlo. —Lucien
se rió y mordió la cereza en la mitad—. Una mejor razón, por favor.
Sophie negó con la cabeza. —Eres el hombre más engreído que
jamás haya conocido.
—Blah, blah, blah. —Hizo gestos para que se moviera, y lo miró
fijamente, frustrada. Estaba atrapada. Sus ropas se hallaban dispersas
por el otro lado de la habitación, y la sábana estaba sujetada bajo su
cuerpo. Aparte de invitarlo a un striptease no había escape de esta
conversación, y él lo sabía perfectamente bien.
Volvió sus grandes e inocentes ojos azules a ella. —¿Tienes un gato?
¿Es eso? ¿El señor Tibbles va a morir si no vuelves a casa para
alimentarlo?
Estrechó los ojos y desvió la mirada. —No tengo un gato.
—¿Un perro, entonces? ¿Dos hijos gritones?
Sophie suspiró y se dejó caer en la almohada de nuevo, la sábana
apretada bajo sus brazos. —Sólo somos Dan y yo.
—Quien no está allí. —La frialdad contenida de sus palabras
arrebató la ira de Sophie y la dejó a la defensiva—. De acuerdo. Vamos a
comenzar esta conversación otra vez. Quédate conmigo hasta el domingo.
Sophie se apoyó a sí misma en un codo y se giró hacia él.
—¿Por qué?
Sus ojos se deslizaron a los suyos. —Porque te lo debes a ti misma.
Porque eres joven, y hermosa, y hay mucho más que el sexo que has
62
experimentado hasta ahora. Mereces saber todo, sentir todo, y quiero ser
el único que te muestre.
—¿Se te había ocurrido que podría no querer saber?
Lucien sacudió la cabeza con una sonrisa baja y sexy. —Se me
ocurrió que creías que no querías saber. Pero luego te toco, y vuelves a
vivir. —Extendió el brazo y eligió un melocotón de la bandeja—. ¿No
sientes curiosidad, Sophie? ¿De verdad no quieres saber?
Por convención decretó que Sophie se rehusaría, pero su franqueza
exigía la misma sinceridad de ella. No podía recomponerse lo suficiente
como para mentir, aún del mismo modo no podía permitirse admitir la
verdad.
Lucien giró el melocotón en sus manos, sabiendo muy bien que era
mucho más que una pieza de fruta inocente.
Trazó con la punta de su dedo la curva del melocotón, y también
podría haber estado acariciando su trasero. Lo hacía otra vez, infiltrándose
con sutileza en sus pensamientos. Si alguna vez renunciara a su vida
como el rey de un imperio sexual, se convertiría en un caliente
hipnotizador de primera.
—Quédate porque quiero que lo hagas, Sophie. —Llevó el melocotón
hasta su nariz e inhaló profundamente.
—Quédate porque puedo hacerte sentir mejor de lo que cualquier
otro jamás hizo. —Se puso el melocotón en la boca, cerró los ojos y hundió
los dientes profundamente en él.
Los pezones de Sophie se endurecieron debajo de la sábana. No
podía negarlo. Lucien había ganado. Quería su boca en ella en vez de en
ese melocotón, pero las palabras no saldrían. Se apoyó en el codo,
reflejando su postura, luego ofreció el melocotón a sus labios, lo
suficientemente cerca como para que ella lo probara. —Muerde.
Cerró los ojos y obedeció su orden.
—Sabe como tú. —Sus palabras la acariciaron cuando comió la
suave pulpa—. Dulce. —Sus dedos le tocaron la boca cuando tragó—. Y
tentador. —Sophie no podía detenerse. Abrió la boca y le chupó el dedo,
arremolinando el dulce jugo del melocotón alrededor de él con la lengua.
Cuando abrió los ojos, Lucien deslizó los dedos lentamente fuera de su
boca y luego los metió en la suya.
—Me gusta tu sabor —dijo—. Dime que te quedarás.
Sophie le dio el más diminuto asentimiento. —Me quedaré —
susurró, luego se aclaró la garganta—. Me quedaré —repitió, más fuerte
esta vez—. Quiero quedarme contigo, Lucien.
63
La sonrisa en respuesta de Lucien se hallaba llena de promesa
sexual, y en un movimiento veloz, se cernió y rodó a Sophie encima de él.
Estaba totalmente vestido, y había capas de ropa de cama entre ellos, pero
Sophie todavía podía sentir claramente su excitación presionando en su
estómago.
Sus manos recorrieron la longitud de su columna expuesta,
haciéndola jadear. Estaba desnuda aparte de sus medias de liguero, y
Lucien no perdió el tiempo.
Puso las manos en su trasero. —Ahora esto es estupendo4 —dijo,
con una mirada de soslayo al abandonado plato con frutas, luego
serpenteó una mano alrededor de su nuca para atraer su boca para un
beso. Fuegos artificiales explotaron en su estómago cuando su lengua se
deslizó sobre la suya y sus caderas se mecieron, fuertes en suavidad. No
pudo evitarlo, por lo que abrió las piernas un poco para él, y sus dedos se
deslizaron en la grieta de su trasero. Su otra mano se movió para acunar
su cabeza contra la suya.
Sus dedos se movieron en largas caricias, tocándola en todas partes.
Deslizándose justo dentro de ella, luego retrocediendo para trazar vagas
figuras de ocho en su clítoris.
—Voy a lamerte aquí.
S
ophie se quedó atrás junto a la puerta abierta de la suite de
Lucien, usando de nuevo el vestido verde y zapatos de tacón
alto, pero despojada de la ropa interior. Estaban en el bolsillo
de Lucien, y ninguna cantidad de súplicas por ella había hecho la más
mínima pizca de diferencia. Se había reído de la idea de que ella nunca
antes había dejado la casa sin ropa interior, y la guardó en su bolsillo a
pesar de su protesta.
Se puso de pie en la parte inferior de la pequeña escalera y la llamó.
—Vamos, Sophie. Voy a hacer toda una entrada, y vas a venir 65
conmigo.
—Pero… —Miró desesperadamente hacia su bolsillo. Realmente
quería la seguridad de su ropa interior.
—Deja de mirar mi entrepierna y ven aquí. —Tomó su mano,
teniendo la ventaja frente a sus palabras. Dio un paso vacilante hacia
abajo para estar junto a él, sintiéndose mal y expuesta a pesar de que se
veía perfectamente decente a simple vista.
—Así está mejor, Sophie. Ahora, voy a hacer todo un chequeo
completo del lugar, y vas a hacer tu trabajo como mi asistente personal y
acompañante.
Sophie encontró un pequeño consuelo en el hecho de que le había
dado al evento un sesgo relacionado con el trabajo.
—¿No debería tener un portapapeles o algo así? —preguntó. Se
sentiría mucho mejor si luciera oficial, distinta del resto de la clientela del
club. Algo para marcarla como parte del personal, en vez de una
buscadora de placer.
Lucien se rió de ella.
—No seas ridícula. Nuestro objetivo es mezclarnos, no sobresalir y
hacer que las personas se… —Se volvió hacia ella y lamió sus labios—.
Alejen a grandes zancadas. —Pasó una mano por la parte trasera de ella y
se inclinó hacia su oído.
—No creo que vaya a dejar que te pongas ropa interior de nuevo esta
semana.
El hombre era letal. Todo esto era un gran juego para él, y era un
jugador de clase mundial. Sophie enderezó la columna vertebral y colocó
los hombros hacia atrás. La idea de ver el club con personas en esas
habitaciones, en esas camas… se estremeció. Como que quería huir a
casa, incluso sin su ropa interior, pero tenía que aceptar que una gran
parte de ella quería quedarse y ver lo que había más allá. Se recordó que
independientemente de todo lo demás, se suponía que debía estar aquí en
calidad de la asistente personal de Lucien. Si lo pensaba de esa manera,
tal vez podría lograrlo durante las próximas horas.
—Muéstreme el camino, Sr. Knight.
Él inclinó la cabeza y colocó la mano en la parte baja de su espalda.
—Quédate cerca de mí. Nadie te tocará a menos de que lo toques
primero.
Antes había estado nerviosa. Ahora estaba aterrorizada. ¿Y si se
tropezaba con alguien, o rozaba al pasar junto a ellos por error? ¿La atarían 66
a una cama y le darían treinta azotes? Y, ¿Lucien intervendría, o lo
consideraría todo parte de su liberación sexual?
—¿Sophie? —Lucien se detuvo y la miró—. Por amor a Dios, sólo
relájate, ¿quieres? Por aquí. —Se movió hacia la salida de incendios, y le
lanzó una mirada inquisitiva cuando no lo siguió automáticamente.
—Iremos por este camino y entraremos por la recepción —explicó,
tendiéndole de nuevo la mano—. Quiero verlo a través de los ojos de
nuestros clientes que pagan.
Sophie lanzó una última mirada de anhelo sobre su hombro hacia la
ahora puerta cerrada que se interponía entre ella y el santuario, y luego
siguió a Lucien por la salida de incendios.
72
11
Traducido por Adriana Tate
Corregido por Alessa Masllentyle
L
ucien llevó a Sophie a través del club. A través de habitaciones
llenas de extraños follándose los unos a otros. Más allá de la
bañera de hidromasaje, una maraña de extremidades
desnudas, una mujer rubia desnuda con tres hombres en ella. Uno por
detrás. Uno por delante entre sus muslos extendidos. El tercero de pie
sobre ella con su polla en su boca. Ella llamó la atención de Sophie
mientras pasaban, una silenciosa pero inconfundible invitación para
sumarse, tenía a Sophie apresurándose para evitar su mirada. Podría
haber dejado a Lucien tocarla aquí, pero no tenía ganas de dejar a nadie
más.
73
Escaleras arriba, Lucien abrió una puerta tras otra, y un
caleidoscopio de imágenes de sexo explícito se quemaron a sí mismas en
las retinas de Sophie. La música de la planta baja también se oía aquí, un
ritmo bajo sexual que sustenta la acción. Si la planta baja parecía lasciva,
aquí arriba era francamente obsceno. Parejas. Tríos. Orgías. Lucien abrió
la puerta de la habitación que contenía la cama que Sophie había probado,
y esta vez no se hallaba vacía. Tres mujeres desnudas estaban enroscadas
una alrededor de la otra en un triángulo sáfico.
Una pelirroja se encontraba situada al final de la cama viendo las
actuaciones, con un pie de tacón de aguja apoyado en el colchón para
darle a la mujer arrodillada en el suelo entre sus piernas mejor acceso. La
mano de Lucien masajeó a Sophie por detrás mientras ella quedó
paralizada en su sitio. Podía ver claramente la lengua de la mujer
trabajando su magia entre las piernas de la otra… moviendo rápidamente
su clítoris… a diferencia de la mayoría de las mujeres en el club, ella no
estaba completamente afeitada. Un triángulo de suaves rizos rojos cubrían
su sexo, y de alguna manera representaba el acto oral más íntimo, como
ver animales salvajes.
—Jodidamente hermoso, ¿no es así? —susurró Lucien, y movió la
mano detrás de ella para cubrir su abultada erección. La garganta de
Sophie se sentía reseca. No quería estar excitada por lesbianas. No quería
disfrutar de la sensación de la polla de Lucien en su mano mientras
observaba a alguna mujer venirse en la cara de otra mujer. Quería irse,
pero Lucien le bloqueaba el camino, y la mujer comenzó a gritar. Se iba a
venir, justo aquí delante de Sophie. Ella retrocedió, pero sólo tuvo éxito en
estar más cerca en contra de la dureza del cuerpo de Lucien.
—No huyas. Obsérvala venirse. ¿Puedes ver lo cerca que está,
Sophie? —Lucien meció su polla en la parte de atrás de su mano—. Ve lo
rosada que está. Cristo… —susurró Lucien—. Tú eres incluso más
hermosa Sophie.
La mujer ahora realmente gemía, y se extendió a sí misma aún más
amplia con sus dedos. Sophie no podía quitar los ojos de su brillante sexo,
sus labios extendidos para esa golosa boca.
—Tan mojada… —Lucien respiró—. ¿Estás mojada, Sophie? —
Sophie agarró su polla duro. Sí—. Imagínate como te vas a sentir cuando
lama tu clítoris de esa manera.
Sophie se puso tensa, demasiado perdida en la bestial sensación
para estar avergonzada. La cadera de la mujer se sacudió contra la cara de
su amante, y los dientes de Lucien se hundieron en la oreja de Sophie.
—Vamos. El espectáculo terminó.
74
—Supongo que podemos tachar “hacerte ver un espectáculo en vivo
de sexo de lesbianas” de esa lista, también —dijo Lucien secamente,
mientras la guiaba por el corredor. Sophie no podía mirarlo. Su cabeza
daba vueltas. Demasiadas imágenes sexuales. Demasiadas posiciones.
Demasiadas emociones que no había esperado y no sabía cómo manejar.
Estaba avergonzada de su reacción allá en esa habitación, avergonzada
por el hecho de que lo había encontrado tan erótico.
Lucien la presionaba demasiado lejos. No tenía idea de quién era, de
cómo actuar, cómo regresar a la normalidad después de lo que él había
hecho con ella.
—Por favor, Lucien. ¿Podemos regresar ahora? —Se giró hacia él, y
sus ojos recorrieron su cara por unos cuantos minutos en silencio.
—Suficiente por ahora, ¿eh? —Ahuecó su mejilla.
—Más que eso —dijo Sophie, su garganta de repente obstruida con
lágrimas. Todo esto estaba mal, mal, mal—. Quiero ir a casa. —Sophie
recogió su cartera de la habitación de Lucien tan pronto como llegaron a
su suite. Se sentía agotada más que cansada. Saturada más que
informada, y quería estar sola para mantener su propia asesoría. Lucien
parecía robarle la capacidad de pensar racionalmente; un toque y su
resolución se derretía como un cubo de hielo que se enfrenta a un soplete.
No quería derretirse más. Si tan sólo pudiera mantener la calma y la
compostura cerca de él, entonces nada de esto habría pasado.
Lucien inclinó su cabeza de lado.
—Siempre puedes dormir aquí.
Sophie negó con la cabeza y miró lejos de él.
—Necesito ir a casa, Lucien. —Sabía que su voz sonaba acuosa,
probablemente porque tenía que forzarla más allá de las lágrimas que
brotaban de su garganta.
Lucien parecía como si iba a decir algo pero luego lo pensó mejor.
Cogió las llaves de la mesa y las lanzó al aire.
—Está bien. —Atrapó las llaves y señaló hacia la puerta—. Te llevaré
ahora.
Sophie suspiró más fuerte, aliviada de que él había elegido no pelear
con ella. —Gracias —murmuró, siguiéndolo mientras cerraba la puerta y
se dirigía hacia la salida de emergencia de nuevo. Tragó bocanadas de aire
de la noche fresca mientras taconeaba en su camino por las escaleras de
incendio de metal, más que agradecida de que Lucien la había llevado por
la parte de atrás del club. Ella no podría enfrentar todo eso otra vez esta
noche. 75
Él le quitó el seguro al carro y ella se deslizó en la seguridad del
cuero negro, el vidrio y el metal a su alrededor, un muro de bienvenida
separándola de la depravación más allá.
Y entonces Lucien entró con ella, el gran maestro de toda la
depravación, y no estaba segura en el carro, o en cualquier otro sitio.
Porque si Lucien se encontraba cerca, no estaba segura de sí misma.
Condujeron en silencio, el carro devorando los kilómetros como si
fuera caramelo. El cuerpo de Sophie le dolía, pero su corazón le dolía más.
Todo era un caos total en su cabeza. Amaba a Dan. Quería a Lucien. El
sexo con Dan era… apretó los ojos. El sexo con Dan era aburrido. No lo
supo hasta que Lucien le había quitado la venda de los ojos. Jesús, ni
siquiera había tenido sexo con Lucien, no como Dios manda, pero aun así,
la había excitado más en los dos últimos días que Dan en los últimos
años.
Sus ojos se desplazaron hacia su perfil mientras él miraba la
carretera, manejando el carro deportivo con fácil experiencia. Las luces de
las señales de tráfico y las fachadas de las tiendas brillaron, sombras
multicolores por las laderas y los ángulos de su cara. Verdes neón, rosados
calientes, rojos peligrosos. Extraño, sin embargo familiar. Una extraña
hermosura. Se había colocado una chaqueta de cuero sobre su camisa,
dándole un aire de modelo de dudosa procedencia de una revista costosa.
Él llevaba su belleza sin ninguna disculpa, así como no se disculpaba por
el negocio que había elegido por sí mismo. Era un hombre totalmente a
gusto con su piel, y parecía vivir una vida sin compromisos o convenios.
Sophie no podía evitar envidiarlo.
Él desaceleró el carro hasta estacionarse fuera de su casa; no le
había preguntado donde vivía y no fue ninguna sorpresa que ya supiera.
Le había dado una mirada y parecía ver sus secretos más íntimos, algunos
de los cuales eran tan profundos que ni ella misma era consciente de ellos.
—Hogar, dulce, hogar —murmuró mientras apagaba el motor—.
¿Vas a invitarme a tomar un café?
La idea de Lucien dentro de su casa, la casa de Dan, horrorizó a
Sophie. Verlo sentado en la silla de Dan… tomar desde la taza de Dan…
simplemente parecía muy mal. Invitarlo a la puerta borrando todas las
líneas, hacerlo parte de su matrimonio en lugar del distinto espacio que
Sophie había reservado para él en su mente.
—O sólo podrías invitarme a tener sexo. Prefiero el sexo que el café.
—Lucien… —Suspiró y retorció los dedos en su regazo—. Lucien ya
no puedo trabajar para ti. Todo esto es un desastre. —Sacudió la cabeza y
miró por la ventana, con los labios fruncidos—. No puedo creer que haya
hecho todo esto.
76
Él se giró, pero ella se rehusó a encontrarse con su mirada.
—Estás equivocada —dijo—. El error sería para ti correr de prisa
bajo tu roca y esconderte de quien realmente eres.
La ira golpeó caliente dentro de ella.
—Oh por favor, Lucien. ¿Qué es lo que realmente sabes de mí? —
Este hombre en realidad no la conocía, no en ninguna manera que
importaba. Su relación no había seguido ninguna de las rutas
convencionales, él la conocía íntimamente, sin embargo apenas en lo
absoluto.
Pero entonces ahí estaba el sexo. Oh Dios, el sexo.
—Sé lo suficiente. Sé que te has sentido viva en este último par de
días más de lo que te has sentido en un largo tiempo. Lucías apagada
cuando viniste a mí. Ahora… —Se encogió de hombros—. Ahora, estás
ardiendo.
Sophie cerró los ojos para contener las lágrimas que la amenazaban.
No era muy dada a llorar, pero estar cerca de Lucien parecía intensificar
todas sus emociones. Él definitivamente la había hecho venir diez veces
más fuerte de lo que había conocido antes. Ella gimió y colocó las palmas
de sus manos en los ojos y se los frotó duro.
No podía mentir, él tenía razón. Tal vez había estado a la deriva a
través de su vida matrimonial en un estado de insatisfacción sin saberlo,
pero eso no excusaba su comportamiento. Se encogió ante la idea de estar
en el club, en esa habitación, viendo a esas mujeres teniendo sexo, con la
erección de Lucien apretada en su mano.
—Entra, Sophie, duerme un poco. —Él encendió el motor—.
Empezaremos después del almuerzo mañana otra vez. No llegues tarde.
Sophie ya sabía lo suficiente como para darse cuenta que no tenía
sentido discutir con él. Necesitaba escapar dentro del santuario de su
propia casa. Tener a Lucien y su carro fuera de su entrada.
Él claramente no creía que ella pudiera resistírsele.
Se equivocaba. No iba a volver a trabajar en Knight Inc. mañana ni
ningún día otra vez.
Lucien observó a Sophie subir por el sendero del jardín, despeinada
y deliciosa. No podía ayudarla a luchar la batalla que se desencadenó en
su cabeza en este momento; él entendía que ella necesitaba estar sola esta
noche para sacar sus sentimientos para sí misma.
Él aceleró el motor y movió el carro lejos sin mirar hacia atrás. Ella
estaría de vuelta en su oficina mañana a las dos en punto. Sólo que no lo 77
sabía todavía.
12
Traducido por Aimetz
Corregido por Moni
D
entro de la casa, Sophie cerró la puerta y se recostó contra
ella, insegura de que sus piernas no pudieran sostenerla por
mucho tiempo. Había cambiado mucho desde que había
dejado su casa ayer al mediodía.
La luz roja intermitente en el contestador llamo su atención, y tomó
una respiración fuerte y dolorosa.
Ese tenía que ser Dan. Cruzó y se sentó en el piso al lado de la mesa
del pasillo y presionó el botón con la cabeza entre sus manos.
—Hola Soph… —Sólo el sonido de su voz trajo un fuerte dolor en su
78
pecho—. Soy yo… ¿dónde estás, nena? Realmente quiero escuchar tu voz
esta noche, ha sido un día muy largo… te extraño… todo está bastante
mal aquí… la misma mierda de siempre. Bob está siendo un imbécil como
de costumbre con demandas irrazonables y arruinando las
negociaciones… en fin… —Suspiró audiblemente bajo la línea, y Sophie
apretó fuerte los ojos—. Deseo que estés aquí. O yo estar allá. Cualquiera
que sea… te amo, nena. Nos vemos pronto, ¿sí?
El mensaje terminó, y Sophie tragó aire mientras las lágrimas
corrían por su rostro. Se acercó y presionó rebobinar, escuchando más los
suspiros silenciosos de Dan que sus palabras. Sonaba desolado.
¿Dónde había estado ella cuando él necesitaba escuchar su voz?
Registró la hora de la grabación en la máquina. Las ocho en punto. Nuevas
lágrimas calientes de vergüenza corrían por sus mejillas. No podía soportar
pensar en Dan de pie en algún lugar, solo, esperando que ella contestara,
cuando todo el tiempo estuvo en el Club de Gateway dejando que Lucien la
follara con su gran vibrador plateado. Quería arañar sus propios ojos con
vergüenza mientras se dirigió arriba, deshaciéndose de sus ropas a su
paso y tirándolas en una bola. Excepto por las bragas, que seguían en el
bolsillo de Lucien.
Tragó duro, enferma con repugnancia de sí misma mientras salió de
la ducha de vapor. Por más de diez minutos, se quedó inmóvil, con la cara
viendo hacia el grifo de la ducha. Con la esperanza de que pudiera lavar su
pena junto con la capa de sudor que todavía quedaba en su piel desde el
club.
Ella era asquerosa. Apretó media botella de gel de baño en sus
manos y se restregó a sí misma, apretando los dientes contra la sensación
de sus manos en los pechos. Incluso tocándose, trajo recuerdos incómodos
de las manos de Lucien sobre ella.
—No. No. No. —El sonido que salió del pecho de Sophie, fue un grito
animal de frustración mientras golpeaba sus puños contra la pared de
azulejos. Se negó a dejar que el recuerdo dictase que se había sentido bien.
Debió haber sido horrible porque no era Dan.
Las lágrimas se mezclaron con el agua de la ducha cayendo en su
cara mientras se enjabonaba duramente el cuerpo. Se sentía sucia e
inmunda y se había burlado de sus votos matrimoniales. ¿Y para qué?
¿Para un manoseo con un extraño en un club de sexo? ¿En qué tipo de mujer
se había convertido? ¿Cómo logró Lucien así sin esfuerzo reducirla a su
esencia sexual, revelar a una mujer dentro que ella aún no había
reconocido? Una mujer con torceduras y perversiones, una mujer sin
inhibición sexual o respeto por la santidad del matrimonio.
Pero luego, ¿cualquier mujer no se habría desmoronado tan 79
fácilmente, ante la fuerza del vikingo de Lucien Knight y su cruzada por la
liberación sexual de las esposas insatisfechas?
¿Los hilos de la relación de cualquiera no se habrían descosido por
los ágiles dedos de un hermoso hombre carismático?
¿Todas las mujeres no habrían descubierto su lado oscuro, carnal
cuando se enfrentaban con Lucien? ¿O era sólo un peso emocional?
Agobiada por la culpa, Sophie se deslizó por la pared y dejó que el
agua cayera sobre su cabeza inclinada. Era inútil. Ninguna cantidad de
agua podía limpiar el auto-desprecio de su piel y de sí misma.
Incluso no importaba en ese momento que Dan pudiera estar
follando a otra persona, porque la horrible verdad es que nada hubiera
cambiado. Desde el momento en que ella había besado ese sobre y enviado
su solicitud de empleo, Sophie había puesto el sello sobre su romance con
Lucien Knight.
Se desmayó poco después de que su cabeza tocara la almohada,
agotada físicamente por Lucien y mentalmente por la culpa. Había
esperado dar vueltas en la cama, así que se sorprendió al encontrarse
parpadeando contra los delgados dedos de la luz de la mañana mientras se
movían entre las cortinas cerradas.
La alarma del reloj junto a la cama le informó que era un poco
después de las nueve. Podía levantarse, pero sus huesos y su corazón se
sentían demasiados pesados. Quería cerrar los ojos y quedarse en la cama,
en su propia cama, hasta sentirse como ella misma otra vez.
¿Cuánto tardaría? ¿Un par de días? ¿Un par de semanas? ¿Toda
una vida? Sophie se volvió a su lado y tiró de la colcha encima de su
hombro, rodando sobre sí misma en un capullo contra el mundo exterior.
No podría ser capaz de pasar por siempre en la cama, pero podía muy bien
dedicar esta mañana a estar allí, y esta tarde también si le daba la gana,
porque no tenía ninguna intención de ir a ninguna parte cerca de Knight
Inc.
¿La había sustituido Derek en su viejo trabajo? La idea de volver,
gorra en mano con él, hizo que Sophie se acurrucara aún más profundo en
la manta con la miseria, pero al menos sería un paso para colocar su vida
de vuelta al borde del desastre. Cerró los ojos y se obligó a respirar
profundamente. Inhalar, expirar. Inhalar, expirar. El sueño se deslizó a
80
través de sus huesos, y Sophie se relajó con gratitud en él. Inhalar,
expirar. Inhalar, expirar.
Y fue entonces cuando sonó el teléfono.
82
13
Traducido por Sofí Fullbuster
Corregido por Moni
L
ucien le echó un vistazo al rostro de Sophie mientras entraba
por la puerta justo antes de las dos de la tarde y supo con sólo
mirarla desde lejos que algo había cambiado.
Para empezar, obviamente había estado llorando. Después, había un
nuevo brillo en sus ojos, algo audaz y decidido. Pero, por mucho, la señal
más reveladora de que algo había pasado, fue el gran bolso que llevaba
bajo su brazo.
—Bueno, hola, señorita Black. —Arqueó una ceja—. Me gustas y
todo eso, pero no estoy seguro si estoy listo para que nos mudemos juntos. 83
No se rió, sólo se limitó a dejar caer su bolso junto a la puerta.
—Me pediste que me quedara contigo hasta el domingo. Soy toda
tuya.
Él asintió y golpeteó la punta del lápiz contra el escritorio mientras
apreciaba su sobresaliente mandíbula desafiante. Estaba molesta con
alguien y el hecho de que estuviera allí, significaba que no era con él.
—¿Estás segura de que el Señor Tibbles puede sobrevivir sin ti? —
Arqueó perezosamente una ceja en señal de pregunta.
Sophie suspiró profundamente.
—Se ha vuelto muy claro para mí que a nadie le importa donde
estaré esta semana, Lucien.
Auch. Al parecer, el idiota de su esposo se había vuelto demasiado
perezoso como para esforzarse en esconder sus huellas. Pobre princesa.
—Siéntate, Sophie.
Momentáneamente, pareció sorprendida y luego se sentó frente a él.
Hoy le recordaba a un asustadizo potro moviéndose de un pie a otro, con
ojos cautelosos; una mujer totalmente distinta de la que había seducido
anoche en el club.
—¿Quieres hablar de eso?
Suspiró de nuevo y hundió sus hombros.
—No hay mucho que decir. Ayer pensaba que mi esposo tenía un
romance. Hoy sé que es así.
Lucien asintió. —El conocimiento es poder, Sophie.
—¿Lo es? —Sus angustiados ojos se elevaron para encontrarse con
los suyos—. No me siento poderosa. Me siento como una mierda.
—Sin embargo, aquí estás.
—No estoy orgullosa de ello, Lucien. No estoy orgullosa de querer
herirlo.
Esto no estaba bien. Necesitaba hacerlo por sí misma, no por su
esposo. Lucien habló con sentimiento.
—No hagas esto para lastimarlo, Sophie. Hazlo por ti. Hazlo porque
te mereces algo mejor. Hazlo porque eres hermosa. —Se inclinó hacia
delante—. Hazlo porque lo deseas, y luego el domingo vuelve con él y toma
las riendas de la relación.
No había apartado la mirada mientras él hablaba, por lo que Lucien
vio todas las emociones que pasaron por su rostro.
Incredulidad. Dolor. Determinación. Cristo, era exquisita. Iba a 84
joderla de diez maneras diferentes hasta que no pudiera pararse y luego
iba a mandarla a casa para que barriera el piso con ese hombre.
P
oco después de las cinco, Sophie escuchó abrirse la puerta del
despacho de Lucien. Él había estado abajo en una reunión por
la mayor parte de la tarde, dejándola libre para pelear con su
conciencia y ver el video mientras instruía y construía su lista de tres
elementos.
Había retorcido su camino a través de la mayor parte de ello,
sorprendida a veces, horrorizada ocasionalmente, pero más que nada
encendida y desesperada por Lucien.
Sonrió tensamente mientras él aparecía en torno a su puerta. 89
—¿Una buena reunión?
Se encogió de hombros. —Conseguí lo que quería, así que sí.
Sophie respiró profundamente. Al parecer, este hombre siempre
conseguía lo que quería, en los negocios y en el placer.
—¿Has hecho tu lista?
Sophie bajó automáticamente la mirada hacia el trozo de papel en su
escritorio. Sí había hecho la lista que le había solicitado, pero no sin un
considerable malestar. Sólo escribir las palabras la habían hecho sonrojar.
La mirada de Lucien siguió la de ella, y cruzó la habitación y tomó el
pedazo de papel. Lo escaneó en silencio por lo que a Sophie le pareció al
menos tres horas.
—Interesantes opciones, Sra. Black. Un poco aburrido en algunos
lugares, pero podemos trabajar en eso. —Se desabrochó el botón superior
de su camisa y pasó un dedo por el collar. Por un sorprendente —no,
emocionante— segundo, Sophie pensó que empezaría a trabajar en ello ahí
mismo, pero se dio la vuelta y se dirigió a la puerta.
—Termina, Sophie. Nos vamos.
Sophie le echó un vistazo al perfil de Lucien mientras él conducía.
Manejaba el coche con la misma maestría con la que manejaba todo lo
demás en su vida, y él respondía a su toque como una amante
embelesada. No tenía ni idea de a dónde se dirigían, pero se sintió aliviada
de que la dirección que había tomado no era el club de nuevo.
Podría preguntarle, por supuesto, pero no importaba realmente
porque había tomado la decisión de entregarse a él por completo hasta el
domingo. Había una cierta libertad en seguir su liderazgo; libertad de la
responsabilidad, la rendición de todas las decisiones conscientes.
Ahora estaban en un campo abierto, lo que la sorprendió. Lucien era
una criatura tan de la metrópolis, pertenecía a la oscuridad, el punzante
corazón de vidrio y metal de la ciudad. Parecía fuera de lugar entre campos
ondulantes y frondosos setos.
Giró bruscamente a lo largo de un camino sin marcar y un par de
puertas negras de hierro se abrieron silenciosamente para permitirles el
90
acceso.
Era un marcado contraste con la noche anterior, cuando había caído
en su casa en su suburbio privado. Condujo a lo largo del extenso camino
y, mientras el coche doblaba la curva, Sophie obtuvo el primer vistazo de
lo que debía ser su casa. La ubicación le hizo imaginar una casa country,
pero la impresionante pared delantera de la completamente moderna casa
country de Lucien era una revelación. El sueño húmedo de un arquitecto
de ángulos yuxtapuestos y vidrio laminado, que era más una escultura
que un hogar.
—Guau.
Se giró para mirarla mientras el motor estaba en reposo mientras
esperaba a que la puerta del garaje se abriera silenciosamente.
—¿No es lo que esperabas?
—No... en realidad, es justo lo que esperaba, pero en un lugar
inesperado.
Deslizó el coche en el garaje y salió.
—Aquí nadie puede oírla gritar, Sra. Black.
Sophie salió del lado del pasajero y lo miró a través del techo del
Aston Martin. No estaba asustada. Por alguna razón, sabía que podía
confiar en él. Nunca habría venido aquí si no estuviera completamente
segura de que estaría a salvo. La protegería, no le haría daño.
Sin embargo, él tenía razón en una cosa. Había muchas
posibilidades que la harían gritar.
91
15
Traducido por NnancyC
Corregido por Itxi
S
ophie siguió a Lucien al interior de la casa y se encontró en un
enorme salón hundido, el cual, desde el ángulo de la ventana,
parecía ser cortado por la pared. Lujosos y cálidos tonos
madera complementaban los descomunales sofás de visón de terciopelo.
Elegante y discreto con enormes alfombras y muebles lujosos, gritaba sexy
urbanidad, con su artístico ambiente iluminado desde el suelo al techo de
cristal. Todo muy de acuerdo con el hombre de pie a su lado.
―Siéntete como en tu casa. Regresaré en unos segundos.
Él le acarició con una mano por la cremallera que recorría la 92
longitud de su columna mientras hablaba, haciéndola estremecer con
anticipación. Ella había elegido su traje del día con cuidado, sabiendo que
se iba con él con la intención de quedarse.
El vestido azul de Kara se le entallaba perfectamente alrededor del
cuerpo, las mangas tres cuartos hacía un contraste recatado con su escote
redondo. La falda acampanada alrededor de sus muslos terminaba justo
sobre las rodillas, y había optado por zapatos de tacón, piernas desnudas
y su ropa interior favorita de encaje azul francés. Se sentía coqueta, una
decisión deliberada para señalarle su intención a Lucien, y un recordatorio
para ella misma ―si necesitaba uno― de que no había vuelta atrás.
La dejó momentáneamente para arreglárselas sola y miró toda la
habitación por pistas del Lucien real. No había nada. Sin fotografías, sin
adornos, ni una pequeña señal reveladora. Podría haber sido la casa de
alguien más, aparte del hecho de que de algún modo cantaba en voz alta
su nombre desde sus ladrillos y argamasa.
Volvió a la habitación, habiéndose cambiado de la ropa oscura de
trabajo a vaqueros gastados y nada más. Sophie cerró los ojos y contuvo la
respiración. Realmente era hermoso, todo hombros anchos y excelentes
músculos firmes y duros. Estaba descalzo, y Sophie sabía, sin necesidad
de comprobarlo, que no habría ropa interior debajo de aquellos vaqueros.
Lucien colocó tres artículos sobre la mesa de café con deliberado
cuidado, levantando la mirada hacia ella cada vez que dejaba uno para
medir su reacción. Tan pronto como el primer artículo apareció, el pulso
de Sophie rebotó, debido a que sabía exactamente qué iba a pasar
después.
Una venda de seda negra.
Un consolador de vidrio, más arte con brillo que juguete sexual.
Y el último de todos, un tapón anal pesado, plateado, en forma de
bellota sobre un soporte de vaivén.
―Su catálogo, creo, Sra. Black.
Sophie miró los artículos. ¿Realmente había elegido un tapón anal?
Jeannie parecía haberlo amado, y Sophie había estado muy nerviosa
pensando en Lucien como para considerar por completo la realidad de él
trabajándolo en su propio trasero.
Lucien cruzó la habitación para pararse a su lado, y segundos
después Sophie sintió sus dedos bajar la cremallera en un movimiento
fluido.
―Tienes que relajarte, Sophie.
Dejó el vestido deslizarse hasta el suelo, dejándola solo en su ropa
93
interior y tacones. ¿Cómo era posible relajarse en este estado? Él había
empujado deliberadamente sus botones durante toda la tarde, sin duda
sabiendo que sería masilla en sus manos para el momento en que la
trajera aquí. La giró en sus brazos y ella encontró su estómago contra su
cálido y duro cuerpo.
Sus manos se deslizaron por su cabello mientras él le levantaba el
rostro hacia el suyo, arremetiendo contra su boca para tomar su beso. Sus
labios fueron desde cariñosos a insistentes, hasta un completo asalto
sensual en segundos, dejándola tambaleante cuando él elevó la cabeza.
Sus ojos ardían en los suyos y sus manos se acercaron furtivamente para
bajar las copas de su sostén. Le pellizcó los pezones con duros
movimientos.
―¿Ves? ¿No es eso mejor?
Sinceramente, Sophie no estaba segura de sí se sentía más relajada,
pero no quería que se detuviera, así que juntó los brazos juntos y extendió
la mano para masajear la entrepierna de Lucien. Ella bajó la mirada a su
escote, sus pezones rosas expuestos y erectos, rogando por su atención.
Lucien cerró los ojos un momento cuando sus manos rodearon su
erección, luego los abrió de golpe y los fijó en los de ella. Él meció su polla
cubierta por los vaqueros hacia adelante, hacia sus manos.
―Voy a follarte hasta que no puedas ponerte de pie ―dijo en voz
baja.
La excitación se acumuló entre las piernas de Sophie cuando ella
abrió el botón superior de sus vaqueros. Lucien negó con la cabeza y
caminó hacia atrás. ―Pero todavía no.
Él recogió la venda de la mesa.
―Supongo que esto fue la primera cosa que elegiste.
Sophie asintió y tragó fuerte.
―Debido a que pensaste que era la opción más segura. ―Era una
afirmación más que una pregunta.
Ella levantó un hombro, incapaz de discutir, debido a que tenía
razón. Se había sentido como la opción más sosa comparada con los
demás artículos que había visto esa tarde.
―No pensaste esto meticulosamente, princesa, en absoluto
―murmuró cuando se puso frente a ella otra vez―. Las vendas son todo
sobre control. O pérdida de él. ―Colocó la seda negra sobre sus ojos y la
ató suavemente detrás de su cabeza. Sophie cerró los ojos detrás de la
tela, desorientada por la oscuridad. Podía oír a Lucien moviéndose, pero no
podía establecer la posición en la que estaba sin su visión para ayudarla. 94
―Lucien, por favor. No creo que esté preparada aún… ―murmuró, la
ansiedad pinchando por su cuerpo. Quería alcanzar y ajustar su sostén. Y
luego no quería, porque su boca caliente se cerró alrededor de un pezón y
chupó, y sus dedos se movieron a la otra punta endurecida. La sorpresa
por no notar que había estado tan cerca la hizo gritar, y un rayo de lujuria
atravesó de repente su interior.
Ella intentó alcanzarlo, pero él atrapó sus brazos y los puso hacia
atrás, a sus lados. ―Cuando estés vendada, no me toques a menos que lo
diga.
¿Qué? Dan nunca había sido un amante dominante, y la autoridad
de Lucien la entusiasmaba más allá de lo que le gustaba admitir.
―Así es como tiene que ser cuando estás vendada, Sophie ―susurró
detrás de ella ahora y presionó su mano inesperadamente en la parte
delantera de sus bragas.
―¡Joder, Lucien! ―jadeó Sophie, más allá de encendida por su juego
erótico.
―Eso no es muy educado, ¿lo es, Srta. Black? ―Sus dedos
ahondaron más profundo hasta que su mano cubrió su sexo―. La segunda
regla de estar vendada ―susurró mientras la abría y empujaba dos dedos
en su interior― es que debes ser educada todo el tiempo.
Sophie asintió. ―Sí, Sr. Knight. ―Cristo, sus dedos se sentían
asombrosos. No podía evitar más que mecerse contra él, y chilló con
asombro cuando su otra mano azotó su trasero en verdad totalmente
fuerte.
―¿Te di permiso para gozarlo?
Sophie no podía recuperar el aliento. Cuando la había azotado había
forzado sus dedos más profundo dentro de ella, y todo lo que podía pensar
era hazlo otra vez, hazlo otra vez, hazlo otra vez. ―No, Sr. Knight.
―Eso está mejor. ―Su mano acarició su trasero para disipar el
escozor, luego sacó con cuidado la otra mano de sus bragas―. Voy a
quitarte la venda por ahora. Cuando te la coloque de nuevo más tarde,
quiero que recuerdes las reglas. ¿Puedes hacer eso, Sophie?
Sophie asintió.
Su palma le abofeteó el culo de nuevo. ―En voz alta, si te complace,
Srta. Black.
Sophie deliberó por un segundo cuando la masajeó otra vez. ¿La
complacía? Si ella no lo decía en voz alta, se estaba haciendo evidente que
habría consecuencias. Parecía que la duda era otro pecado prohibido,
debido a que Lucien se quejó bajo su aliento con clara impaciencia. Sophie 95
se tensó.
―Tienes mucho que aprender, princesa. ―Su voz era seda contra su
oído cuando su palma golpeó la mejilla de su culo por tercera vez. Chispas
de dolor y placer ardieron entre las piernas de Sophie. Se sentía mal
querer que lo hiciera de nuevo, pero cada nervio en su cuerpo gritaba por
más.
Casi se quejó en voz alta con frustración cuando sus dedos se
deslizaron para deshacer el nudo de la venda. Sophie parpadeó cuando
sus ojos se reajustaron a la luz, y su cuerpo lloró la pérdida de su toque.
Cuando dio media vuelta, vio a Lucien parado con los brazos
cruzados sobre su pecho desnudo y el brillo de triunfo en sus ojos.
―Al parecer, las vendas no son tan inocentes como pensabas,
Sophie.
―No creo que haya alguna opción inocente en ese video, Lucien.
―Tal vez no. Sácate el sostén.
―Lucien… ―Avergonzada, Sophie bajó la mirada a sus senos medio
expuestos, queriendo poner la tela de vuelta en su lugar en vez de
sacársela. Él extendió el brazo y la presionó contra él, terriblemente cálido,
piel con piel, su evidente erección dura contra su estómago.
Bajó la vista hacia ella. ―¿Sientes lo que me haces?
Él pasó un dedo desde un pezón al otro con lentitud, luego lo llevó
por detrás y le desabrochó el sostén. La tela cayó, dejando a Sophie casi
desnuda y vulnerable en sus brazos. Él agachó la cabeza para reclamar su
boca, sus labios cálidos y suaves en los suyos. Lento. Sensual.
Sus brazos se movieron para sostenerla contra él, sus senos
chocaron contra la pared de su pecho. Sophie se aferró a él, perdida por la
ternura de su beso. ―Princesa ―susurró contra sus labios, sus manos
entre sus cuerpos acunaron la amplitud de sus pechos.
―Lucien… ―Suspiró, arrastrada por lo bien que sus manos la hacían
sentir. Él se agachó y la alzó, y ella envolvió las piernas alrededor de su
cintura cuando sus manos acunaron su trasero. Ella se deleitó en la
sensación de su firmeza alrededor de su suavidad. Ambos gimieron en
respuesta a la forma en que su sexo acunó su erección, y él la movió poco
a poco para acomodarse por completo entre sus piernas. Su boca nunca
dejó la suya cuando cruzó la habitación para recostarla sobre los mullidos
cojines del sofá. Le cubrió el cuerpo con el suyo y Sophie suspiró con
satisfacción ante su peso encima de ella.
Desde el momento en que había conocido a Lucien había irradiado
peligro y lujuria, pero justo en ese momento, protegida debajo de la calidez
de su pecho, él le dio la última cosa que esperaba, y resultó ser lo que
necesitaba más que nada. Le dio su contención de seguridad. Se sintió
96
protegida en sus brazos.
Ella no había anticipado cuán increíblemente dulce podría ser su
beso, o cuán cariñosas podían ser sus manos mientras deslizaba sus
bragas hacia abajo por sus piernas. Sin hablar de vendas, sin mirar hacia
los juguetes alineados en la mesita. Sophie sintió que eso estaba
probablemente fuera del plan de Lucien, y lo apreció más aún por
entender lo que ella necesitaba. La respiración se sacudió en su garganta
cuando sus dedos se movieron para desabotonar sus vaqueros. A pesar de
todo lo que había sucedido entre ellos, todavía no lo había visto desnudo.
La barrera final. Él buscó en su bolsillo un condón, y luego pateó afuera
sus vaqueros.
Por unos momentos, Lucien simplemente encajó su cuerpo sobre la
longitud del suyo y la sostuvo, dándole tiempo para aceptar el peso de su
erección contra su abdomen. Sophie se fundió. Lo quería. Cristo, lo quería.
No había duda, no había segundas intenciones. Lucien las había dejado
lejos. Rasgó el paquete de aluminio del condón con los dientes y se
recubrió a sí mismo, se acomodó entre sus piernas con sus antebrazos a
cada lado de su cabeza.
―Abre los ojos ―murmuró cuando su rodilla se movió entre las
suyas. Sophie levantó las pestañas, y la mirada azul clara de Lucien se fijó
en la suya cuando inclinó las caderas poco a poco, su longitud dura como
una roca alimentando la fricción deliciosa de un lado a otro sobre su
clítoris―. ¿Se siente bien? ―Una sonrisa perezosa tocó sus labios. Sophie
se mordió el labio para contener el llanto de placer en su interior. Este
hombre era algo más cuando tenía confianza. Jesús, sí. Sabes que se
siente bien.
Los tiernos pulgares de Lucien acariciaron las solitarias lágrimas de
sus mejillas, y sus besos como plumas trazaron sus labios cuando se
posicionó.
Sophie lo apretó, sus uñas clavándose en arcos en sus hombros. Él
era firme y magnífico, y cuando su hermosa polla dura se deslizó
contundentemente dentro de ella, la convirtió en su amante Vikinga.
Sophie gritó su nombre cuando la llenó, extraño y misterioso, y cada
penetración envió la lujuria ascendiendo en espiral más alto, más
apretado, más profundo… más, más, más. La euforia se mezclaba con el
placer físico, aumentando con cada caricia y penetración de Lucien.
Más. Más. Más. Intoxicada y sin control, ella era un charco de calor
y deseo debajo de su dominio.
Su mano le acunó el rostro cuando su otra mano serpenteó entre
sus húmedos cuerpos, y Sophie tragó aire en seco cuando le manoseó el
clítoris. Penetrar. Acariciar. Frotar. Penetrar. Acariciar. Frotar. Estableció 97
un conjunto de movimientos, y con cada repetición él empujaba a Sophie
más y más cerca del borde del control.
Sus ojos todavía le sostenían la mirada y podía ver el esfuerzo en su
mandíbula apretada mientras él contenía su propio placer por el de ella.
Su pulgar estaba todavía acariciando su clítoris, y su lengua reflejaba el
movimiento en su boca.
―Eres. Jodidamente. Maravillosa ―habló trabajosamente,
puntuando cada palabra con un profundo embiste. Los dedos de Sophie se
curvaron alrededor de su nuca cuando sus caderas comenzaron a
sacudirse sin control. Lucien leyó sus pistas bien y cambió de lento y
profundo a rápido y duro. Su lengua en su boca, su polla enterrada en su
interior. ¡Más rápido, más duro, sí, sí, sí! El orgasmo de Sophie explotó por
su cuerpo, haciéndola estremecerse y sacudirse debajo de él. Lucien arrojó
la cabeza atrás y bombeó las caderas, dejándola ir a algún sitio aún más
allá sobre la cima con él. Se movieron al unísono, frenético y primitivo.
Animal.
Salvaje.
Sensacional.
Lucien descansó la frente contra la de Sophie, las réplicas de su
orgasmo todavía vibrando por su entrepierna. Él no había tenido la
intención de que esto sucediera de una forma tan vainilla, pero una
mirada al rostro vulnerable de Sophie y su gen protector-cazador se había
puesto en marcha. Por encima de todo, quería calmarla, confortarla, ser
suave con ella en lugar de escandalizarla en la sumisión.
Le besó la punta de la nariz. Escandalizarla era lo siguiente en su
agenda.
98
16
Traducido por MaryJane♥
Corregido por Itxi
S
ophie enrolló la correa de la corta y blanca bata de felpa
alrededor de su cintura y la anudó, contenta de que Lucien
hubiera sido lo suficientemente considerado como para
proporcionarla. Él se había deslizado de nuevo en sus vaqueros
maltratados. Los juguetes seguían en la mesa de café, y ella hizo lo posible
por no mirar en su dirección mientras entraba en la cocina.
Brillo blanco impoluto y acero se alineaban en las paredes en filas
ininterrumpidas; era claro para Sophie que no era una cocina que viera
mucha acción. O no cocinando, por lo menos. 99
Era un poco después de las nueve y el atardecer había convertido el
cielo en un azul petróleo profundo y los árboles alrededor de la casa en
sombras negras fusiformes. No era de noche, pero casi. Sophie sintió un
pequeño escalofrío, sin embargo pasaría mucho tiempo antes de irse a
dormir.
Cuando entró en la cocina, Lucien estaba de pie de espaldas a ella,
iluminado por la tenue luz del interior de la enorme nevera de acero
inoxidable en la que estaba buscando algo. Ella se detuvo bruscamente
debido al hermoso tatuaje monocromático que había a través de sus
amplios hombros.
Un complejo y detallado lobo solitario, atado con cuerdas y lianas
que se extendían de omóplato a omóplato, mejorando cada pendiente y
ángulo de su espalda. Era impresionante, y Sophie deseaba ir a pasar sus
manos sobre él. Sobre él. Él se dio la vuelta mientras se acercaba, y perdió
el valor.
—¿Hambrienta?
Sophie pensó y decidió que, en realidad, se estaba muriendo de
hambre.
—Sí. Sí, lo estoy. ¿Es aquí donde me dices que eres un cocinero
caliente?
Lucien levantó una ceja.
—No. Este es el punto en que me ofrezco a servirte sushi en mi
ombligo.
Los ojos de Sophie se abrieron. ¿Estaba bromeando? Aún no lo
conocía lo suficiente como para estar segura. Ella dejó escapar un suspiro
de alivio cuando sacó un gran quiche de tocino, una bolsa de ensalada y
una botella de champán de la nevera y cerró la puerta.
—Estamos de suerte. Fran ha venido hoy.
¿Fran? ¿Quién era Fran?
Lucien llenó de alimentos dos platos, sin ofrecer una explicación.
Para ser justos, él no le debía una. Era su jefe, y su amante durante sólo
una semana, nada más.
La comida estaba deliciosa; la ayudó a bajar con el champán, que
aflojó los nervios de Sophie y su lengua. ¿Era Fran su novia? ¿Su amante?
¿Su madre? Quería saber. Jesús, ¿era su mujer?
No, no estaba casado. No podía poner su dedo en la llaga, pero
estaba sin duda soltero. A diferencia de ella. Pensamientos de Dan de
vacaciones en algún lugar con su amante invadieron su mente, y ella
empezó a empujar la comida lánguidamente alrededor del plato. 100
—Ya basta —dijo Lucien suavemente.
Sus ojos parpadearon hacia arriba.
—Deja la culpa, Sophie.
Hombre, era bueno. Él podría ser ilegible para ella, pero para él, ella
parecía ser un libro abierto.
—No es tan fácil. —Cogió su copa de champán y bebió
profundamente, tratando de lavar la melancolía.
Lucien llenó la copa de nuevo.
—Tu marido no parece luchar con eso.
La melancolía se convirtió en ira. Lucien tenía razón. Dan no le
había dado un segundo pensamiento cuando había planeado sus
vacaciones clandestinas. Cristo... ¿y si no iba a volver? ¿La había dejado y
no podía encontrar las pelotas para decírselo?
Cerró los ojos. Qué lío. ¿Por qué estaba aquí? ¿Qué demostraba, en
realidad? ¿Lo que sea que Dan podía hacer, ella podía hacerlo mejor?
Porque una cosa era segura. Lo que Dan había hecho, ella lo iba a hacer
mucho peor antes de que llegara el domingo.
—Así que, Sophie. Estoy intrigado —dijo Lucien, rompiendo su tren
de pensamiento—. ¿Por qué el consolador de cristal?
Lucien dirigió a Sophie hacia su habitación mientras él agarraba un
cubo fresco de hielo y una botella de vodka del congelador. Se guardó la
venda y la bellota de metal cuando pasó por el salón, hundiendo el
consolador de vidrio en el cubo de hielo mientras se dirigía hacia las
escaleras.
104
17
Traducido por Marie.Ang
Corregido por Vanessa VR
L
a manta de piel era cálida contra la espalda desnuda de Sophie
mientras se reclinaba, y la suavidad del colchón le hacía señas.
¡Qué magnífica cama! Incluso en su estado de máxima
expectación sexual, no podía evitar notar su calidez, como un capullo, y la
comodidad en directo contraste al peligroso hombre tumbado a su lado,
sosteniendo una venda en su mano.
Su cuerpo estaba lo suficientemente cerca como para tocar la
longitud del suyo, desde los hombros hasta las rodillas, su erección
pesada sobre su cadera. Si él elegía moverse, podía estar dentro de ella en
un segundo, y la idea estableció un pulso latente entre sus piernas.
105
Dejó vagar la venda de seda sobre su piel. A través de sus pechos,
sobre su estómago, por sus caderas. Sophie suspiró, relajándose ante la
burla susurrada de las caricias de la seda.
—¿Recuerdas lo que dijimos sobre esta venda, Sophie?
Lucien la acarició suavemente entre las piernas con la seda negra y
abrió sus muslos un poco. La sensación de sus manos revoloteando pero
sin llegar a tocarla, la hacía contener la respiración.
Sophie cerró los ojos por un momento, y luego asintió y levantó la
cabeza. Lucien reaccionó de inmediato, poniendo la venda en sus ojos y
anudándola cuidadosamente.
Cuando abrió los ojos y sólo vio oscuridad, por un momento el
pánico amenazó con consumirla. —¿Lucien? —pronunció su nombre en
voz alta, y su dedo tocó sus labios para calmarla.
—Shh. —Sus labios rozaron los de ella—. Tus ojos se adaptarán a la
oscuridad.
Sophie respiró temblorosamente y descubrió que tenía razón.
—¿Necesito una palabra de seguridad? —respiró ansiosamente,
sintiendo algo sospechosamente parecido a una risa de Lucien.
—No, en realidad no. Si quieres que me detenga, sólo di para. Pero
para que conste… no lo querrás.
Estaba demasiado confiado. Su dedo se quedó en sus labios,
trazándolos suavemente, y ella abrió la boca y lo mordió. Tomó su
mandíbula con los dedos y la sostuvo con fuerza.
—No me muerdas —murmuró como advertencia, y su mano bajó
para rodear su garganta. Sophie tomó aire y exhaló entonces, mientras lo
sentía inclinarse a través de su cuerpo hacia la mesita de noche. Señor,
estaba caliente y pesado. Podía escuchar un cajón siendo abierto. ¿Ya
estaba buscando un condón? Y entonces estuvo de vuelta junto a ella
colocando algo inesperado en sus manos.
Sophie frunció el ceño detrás de la venda mientras sus dedos
tanteaban aprendiendo el esquema de los dos círculos finos y suaves de
cuero que le había dado. Estaban unidos por una cadena de metal corta y
fría. Esposas.
—Lucien… no estoy segura si… —susurró, pero incluso para sus
propios oídos su protesta sonaba vacía. El peso de las esposas en sus
manos trajo recuerdos de cómo había sujetado sus brazos a su espalda en
el club, y no podía negar el hecho de que le encantó la sensación. Sus
dedos trazaron el cálido cuero, descubriendo el tachón frío de metal en 106
cada brazalete que supuso debía ajustar su tamaño.
—Pon los brazos sobre tu cabeza —ordenó Lucien en voz baja.
Sophie se estremeció, pero ofreció sus manos voluntariamente.
El primer círculo de cuero se deslizó por una de sus muñecas y los
cuidadosos dedos de Lucien lo ajustaron de modo que no podía liberar su
mano. La ansiedad se levantaba en la mente de Sophie cuando escuchó la
cadena tintinear contra el metal, luego los dedos de Lucien encerraron su
otra muñeca. Se apartó un poco, sintiendo el efecto de la resistencia.
—Confía en mí —murmuró, y rozó su boca contra la de ella antes de
volver su atención a asegurar la segunda esposa.
—Listo. —Terminó su trabajo—. Ahora probémoslas. Asegúrate de
que tus manos no se salgan.
Sus palabras salieron como una orden deliciosa y oscura, y Sophie
retorció las muñecas. No solo no podía salir de las esposas, sino que
Lucian había pasado la cadena detrás del diseño metálico de la cama,
cerniendo sus brazos en el lugar. Prisionera, jadeó y arqueó la espalda,
sintiendo la emoción combinada con conmoción por la restricción.
La risa baja de Lucien retumbó en su oído. —Tomaré eso como un
sí, ¿de acuerdo? Trata de relajarte.
Sophie deseó poder hacerlo. Sabía que sus senos debían estar
alzándose de forma grosera, pero las restricciones la excitaban tanto que
no podía suavizar su columna.
De verdad deseaba poder verlo. El golpe doble de la pérdida de
libertad de movimiento y visión la dejaban indefensa, y su cuerpo vibraba
con erótica anticipación. Lucien era impredecible en el mejor de los casos.
Con la privación de dos de sus sentidos, lo ascendía a francamente letal.
Interminables segundos de silencio se extendieron sin que la tocara,
y Sophie giraba en una rueda de emociones… lujuria… miedo…
ansiedad… y de vuelta a la deliciosa lujuria de nuevo. Su cuerpo gritaba
por su toque, y con cada momento que la hacía esperar, sus nervios se
tensaban al punto de romperse.
Y entonces llegó su recompensa. Su cálida y húmeda boca se fijó
sobre un pezón duro como una roca mientras deslizaba un cubo de hielo
alrededor del otro. Jadeó en voz alta y se arqueó incluso más, ávida de
más. Succionó fuerte su pezón hasta que lo sintió alargarse en su boca,
mientras sus dedos hacían círculos en el otro con el cubo de hielo. Su boca
estaba caliente. Sus dedos fríos. Se retorció, pero las esposas de cuero
sostenían sus muñecas firmemente en su lugar. Sophie hizo tintinear la
cadena contra el metal de la cama como un prisionero reticente,
consiguiendo una emoción sensual del traqueteo y la sensación de estar
107
atrapada. Se sentía encadenada, totalmente a su merced, y la sumisa en
ella se deleitaba con eso. Quería que este hombre hiciera lo que le placiera:
tocarla por todas partes, poseer su cuerpo de cualquier forma que
quisiera.
Un cubo de hielo se deslizó por su ombligo, haciéndola aspirar aire
bruscamente.
—Quédate quieta —dijo, la primera vez que había hablado desde que
la encadenó—. Deja que se derrita. —Sus manos estaban en sus pechos,
calentando donde estaba congelada, ahuecando su plenitud, masajeándola
mientras su lengua se deslizaba en su boca.
El cubo de hielo empezó a derretirse contra el calor de su piel y
pequeños riachuelos de agua helada goteaban por su cintura. Intentó
flexionar su cuerpo contra las delicadas gotas, pero Lucien movió su
rodilla para cubrir sus piernas y sujetarla.
—Quédate. Quieta.
Sophie descubrió que quería saber qué pasaría si le desobedecía.
Exhaló con fuerza, forzando a que los músculos de su estómago
subieran con el fin de remover el cubo derretido.
—Sophie… —advirtió, con voz baja y sensual.
Una emoción escandalosa se desplegó en su vientre. Le había
advertido dos veces.
No tenía ni idea de cómo jugar este juego. ¿Debía obedecer, o debía
dejar de cumplir? ¿Cuáles eran las reglas aquí? Dan nunca la había atado
a la cama y ordenado que no se moviera mientras derretía hielo en su
ombligo: esto era todo un territorio desconocido para ella. El impulso de
ser traviesa ganó. Frunció los labios y movió las caderas. El cubo de hielo
se deslizó de su cuerpo y esperó con gran expectación.
Lucien suspiró pesada y audiblemente, por lo que no pudo pasarlo
por alto a pesar de la venda. —Sophie. ¿Quieres que te castigue?
Se mordió el labio, genuinamente insegura.
—No estaba planeándolo, pero haces que mis dedos piquen por
alcanzar el paddle en el cajón a tu lado.
¿Paddle? De acuerdo… tal vez debería haberle obedecido después de
todo.
—Nada de paddle —suspiró, y mantuvo su cuerpo inmóvil cuando
su boca derivó desde la base de su garganta hasta el hueso púbico, y de
nuevo hacia arriba, sus manos pesadas en su muslo.
—Mejor —murmuró, y lamió cada uno de sus pezones al mismo 108
tiempo. Largos y lentos barridos de su lengua que la hicieron gemir con
placer.
—Mejor aún. —Acunó sus pechos con las manos y los juntó con un
sonido gutural de apreciación.
El esfuerzo de mantenerse quieta valía la pena por sentir y escuchar
su aprobación. Tenía una manera de hacerse cargo de ella y de conseguir
hacerla sentir invencible al mismo tiempo, y era una combinación
embriagadora.
Cuando se alejó de ella, sus niveles de ansiedad se dispararon de
nuevo. Saltó cuando sus manos agarraron sus tobillos y los separó, luego
se movió hasta arrodillarse entre sus pantorrillas.
—Si sólo pudieras ver lo que puedo ver en este momento —
murmuró.
Sophie cerró los ojos detrás de la venda. Debía tener una visión de
rayos X, podía sentir su sexo abierto para él. Debía ser toda pechos
pesados y carne rosada. Una imagen de las lesbianas del club de sexo se
deslizó en su mente y Sophie se alegró de que la venda escondiera sus ojos
avergonzados de Lucien.
Sus palmas recorrieron sus piernas con caricias lentas y largas que
terminaban tentadoramente cerca de su sexo. Se detuvo y se inclinó sobre
su cuerpo hacia la mesa de nuevo.
—Voy a derramar cera caliente en ti.
Sophie tiró de sus restricciones con fuerza en consternación. Había
visto a Madonna hacer algo similar en una película pervertida y pareció
doloroso. Lucien extendió la mano sobre su estómago para mantenerla
quieta, y el agua derretida del hielo que quedaba en su obligo se derramó
por su cuerpo.
—¿No te dije que confiaras en mí?
Antes de que pudiera sacar su voz para protestar, Lucien dejó una
cinta de gotas calientes por su abdomen de cadera a cadera.
Soltó el aliento que había estado reteniendo. La cera estaba caliente,
pero no tan quemante, y las manos de Lucien habían puesto sobre su
pubis una gran mariposa caliente presionando suavemente su carne.
—Se derrite en aceite —dijo mientras sus manos empezaban a
deslizarse sobre su piel, sus pulgares rozando ocasionalmente el pequeño
rastro de pelo salvado por su terapeuta de belleza. Con dedos cálidos y
resbaladizos por sus muslos internos, Lucien masajeaba el aceite por 109
todas partes, excepto por donde realmente lo ansiaba. Extendió las piernas
y levantó las caderas hacia sus manos.
¿Podría ver su clítoris? Debía ser capaz de hacerlo. Estaba tan
abierta como le era posible, palpitando con lujuria para que sus manos se
concentraran en su sexo.
En vez de eso, la lamió.
La sensación de su cabeza situada entre sus piernas la tenía
jadeando su nombre, y en respuesta sus manos llegaron a sus caderas
para mantenerla quieta.
La cabeza de Sophie iba de lado a lado, y sus ojos estaban cerrados
con fuerza bajo la seda de la venda. La cadena de las esposas arañaba la
cama cuando se retorcía, inquieta por la liberación.
Jesús. El hombre sabía lo que estaba haciendo. Su lengua estaba en
todas partes. Lenta y suave sobre su clítoris. Larga y firme mientras se
hundía en ella. Estaba caliente y húmeda, y necesitada. Era fuerte y
generoso, y tan abrumadoramente sexy que Sophie comenzó a temblar
desde sus manos atadas hasta los pies. Se iba a venir. Ella se iba a venir.
Y en eso fue cuando Lucien se detuvo.
—¡No! —gritó y sacudió su cuerpo hacia donde él había estado,
desesperada porque volviera. Y entonces lo hizo, haciéndola saltar
violentamente cuando algo frío y duro rozó sus pezones. Los sintió
endurecerse al instante bajo sus cuidados helados.
¿Qué era eso? Era demasiado sólido para ser hielo. Ella estaba
caliente, y lo que fuera que fuese, estaba más allá de frío. Su cerebro
giraba con lujuria mientras él acariciaba el objeto a través de su boca.
Era frío. Y duro. Y de vidrio.
Y entonces lo supo, incluso mientras sus labios se separaban para
permitir que el extremo bulboso del consolador de vidrio entrara en su
boca.
Escuchó a Lucien gemir, y sólo pudo imaginar cuan pervertida debía
verse atada a la cama y dejándolo follar su boca con la gran polla de vidrio.
Estaba muy, muy frío.
Lucien deslizó la otra mano entre sus piernas abiertas y empujó los
dedos dentro de ella, luego sacó el consolador de su boca y en vez de eso,
lo puso contra su clítoris.
Frío como el hielo y caliente como la boca, todo al mismo tiempo, y
duro. Tan, tan duro. Sophie gimió en apreciación ante las nuevas
sensaciones a las que Lucien había expuesto su cuerpo. Frío y pesado
vidrio contra la carne febrilmente caliente. 110
Él se inclinó hacia adelante y deslizó la lengua en su boca, luego
extendió la mano tras su cabeza y desató la venda.
—Abre los ojos, princesa.
Sophie parpadeó mientras su visión se ajustaba a la luz, y vio su
propia imagen reflejada en los espejos del techo. Desnuda. Abierta.
Encadenada. Un vikingo arrodillado entre sus piernas.
El consolador de vidrio se veía incluso más erótico en sus manos de
lo que lo había hecho en la película. Cristalino, con una cinta elevada de
brillante vidrio aurora boreal al azar alrededor del exterior… deliciosos
bordes de fricción cada vez que lo giraba, y un final bulboso y con forma
de polla. Lucien lo enroscó lentamente en ella, y los matices del vidrio
ondulado rebotaron en un millón de diminutos arcoíris de color en las
paredes de la habitación iluminada con velas. Todavía frío, Sophie sintió
cada delicioso canto del consolador deslizarse, inflexible y sólido como
roca.
Sus ojos devoraban el erótico cuadro. Lucien, desnudo y de rodillas,
el hermoso tatuaje del lobo vivo en su musculosa espalda mientras
trabajaba entre sus piernas. La suave piel de su espalda. Arcoíris de cristal
en las paredes. Esposas de cuero alrededor de sus muñecas.
Sophie revisó su opinión sobre los techos con espejos. No eran algo
viejo. Eran un clásico por una razón.
Cuando Lucien bajó la cabeza para succionar su clítoris, las
primeras señales de advertencia de que el orgasmo de Sophie se
aproximaba empezaron a hormiguear por su cuerpo como electricidad.
Lucien, Lucien, Lucien…
D
e acuerdo con el luminoso reloj en la mesita de noche de
Lucien era un poco más de las cuatro de la mañana. Sophie
parpadeó mientras sus ojos se acostumbraban a las sombras
del cuarto, medio despierta y muy consciente del peso del brazo de Lucien
en su cuerpo.
Giró la cabeza en la almohada para mirarlo, sus dedos dolían por
extenderse y acariciar el orgulloso ángulo de su pómulo.
El sueño le había robado su característica sonrisa arrogante y fácil
confianza, dejándolo desnudo y vulnerable como un niño. Había una 112
dulzura en cómo sus pestañas rozaban sus mejillas, y una inocencia en el
arco de cupido de su labio superior. Estudiándolo, Sophie casi puso ver al
niño sin preocupaciones e impetuoso que debió de hacer sido. ¿Quién era?
¿Cómo se había transformado de niño a hombre, de chico inocente a líder
autoproclamado de un movimiento de liberación sexual?
Su casa no ofrecía pistas de su pasado, e internet había demostrado
ser igual de escueto a la hora de revelar al chico detrás del hombre.
Él suspiró en su sueño, y Sophie giró su cuerpo por completo en el
círculo de sus brazos. La atrajo más cerca, y suspiró en él. Quien quiera
que fuese, justo ahora sólo estaba contenta de tenerlo en su vida.
Se durmió.
Lucien apagó su móvil. Todos los arreglos estaban hechos, el trabajo
de minutos. Era una de las cosas que más apreciaba de su riqueza: con un
gesto de varita mágica hacía que todo fuera posible.
¿Necesitaba que su jet privado estuviera listo para despegar con tres
horas de anticipación? Ningún problema.
¿Quería la casa de campo preparada para la hora de almuerzo?
Considéralo hecho.
El dinero habla, por supuesto. Pero en este momento, la única
conversación en la que estaba interesado en usarlo era en aquella para
ayudar que Sophie se diera cuenta de que ella tenía todos los ases, no su
marido.
Por lo que podía ver, el matrimonio era todo sobre poder. Su propio
padre había sostenido todas las cartas en el matrimonio de sus padres, su
madre jugando eternamente con una mano perdedora.
Cuando Sophie había entrado en su oficina la pasada noche del
lunes, el aspecto defensivo en sus ojos ante la mención de su matrimonio
había despertado profundos recuerdos, décadas de antiguos ecos de una
mirada perseguida similar en los ojos de su madre.
Pero luego, anoche, esa mirada no había estado en ninguna parte en
el rostro de Sophie, especialmente no en los segundos antes de que se
corriera. Para el final del fin de semana esa mirada sería expulsada para
siempre.
Una sonrisa tocó las comisuras de su boca ante la idea de Daniel
Black regresando a casa el domingo. El hombre estaría realmente
sorprendido.
113
S
ophie se humedeció los labios y estableció su trasero sobre los
tobillos entre sus rodillas, luego se acercó más y pasó la punta
de la lengua alrededor de la cabeza de su pene. Sosteniéndolo
con firmeza, lo tomó en su boca y su lengua se arremolinó a su alrededor
hasta que él gimió y una de sus manos se deslizó en su pelo. El deseo
invadió a Sophie hasta el fondo de su sexo, encendida por la emoción de
arrodillarse delante de él y ser retenida.
Él era un festín, y ella se atiborraba de él. Cada desliz y giro de la
lengua, cada sacudida de su cabeza lo llevaba más cerca, lo ponía más
duro, hasta el punto en que ya no le acariciaba el pelo, sino que le
118
agarraba la cabeza con ambas manos y se empujaba en su boca. Sophie
aumentó la velocidad, coordinada con sus manos resbaladizas y su boca
deslizante, sintiéndolo caliente y duro y a punto de estallar. Ella levantó la
vista de los contornos de su cuerpo para encontrarlo mirándola y la
intimidad del contacto visual fue todo lo que tomó para enviarlo por
encima del borde. Sus caderas temblaron y el semen caliente y salado se
introdujo en la parte posterior de su garganta, evidenciando lo que había
hecho con él. Lo que había hecho por él.
Ella tragó, con su polla aún palpitante en la boca, las manos suaves
ahora en el pelo y los hombros. Sophie cerró los ojos y apoyó la mejilla en
la firmeza de su muslo, sus labios relajados sobre sus bolas mientras
escuchaba su respiración entrecortada cambiando lentamente de irregular
a constante.
—Supongo que esto es otra cosa que puedes tachar de tu lista. O
dos, en realidad —dijo ella, irguiéndose sobre sus rodillas hacia él.
—¿Dos? —Sus brazos se deslizaron alrededor de ella y la abrazó
contra su cuerpo desnudo.
—Dos. —Asintió para dar énfasis, disfrutando del calor de su pecho
contra el de ella—. Una, me he unido al club Mile High.
Su boca se torció. —Es una mención de mal gusto, pero lo aceptaré.
¿Y lo segundo?
—Le he hecho una mamada a mi jefe. —Sophie sintió que sus
mejillas se sonrojaron tan pronto como las palabras salieron de su boca.
Lucien asintió. —Pero todavía tenemos que trabajar en ese rubor.
Llevó la mano a su espalda, le desabrochó el sujetador y luego lo
deslizó fuera de su cuerpo. —Sigues ruborizada.
¿Qué esperaba? Estaba de rodillas entre sus muslos usando nada
más que la ropa interior mientras su jet privado la llevaba a través de los
cielos hacia un destino desconocido. Esta no era su típica mañana de
viernes.
—Estás toda rosa desde aquí... —Le tocó las mejillas calientes con
los dedos—… Hasta aquí. —Recorrió los dedos por su cuello hasta
sostenerle los pechos en sus manos como un vendedor de frutas podría
ahuecar las naranjas, sus pulgares jugando con los pezones. Él se agachó
para chupar cada uno de ellos, luego lamió sus labios antes de deslizar su
lengua en su boca.
—Ponte de pie.
Oyó su demanda tranquila, pero vaciló con un nuevo ataque de 119
nervios.
—Sophie... —Su tono era tranquila, pero no admitía discusión.
Todavía con las mejillas calientes se puso de pie. Se sintió intensamente
expuesta, de pie en la cabina del avión en tan sólo sus bragas. Y entonces
se sintió aún más expuesta cuando Lucien se las bajó por sus piernas.
—Quítatelas.
Levantó un pie y luego el otro para que pudiera sacarla sobre sus
tacones altos.
—Y deja de ruborizarte.
—No puedo —dijo ella, y apretó las manos contra sus mejillas.
Estaba completamente desnuda y la cabeza de Lucien estaba al nivel de su
entrepierna—. ¿Estás seguro de que el piloto no va a entrar?
Lucien levantó la mirada de entre sus piernas y pasó un dedo desde
el perineo a la parte delantera de su sexo.
—Sí. —Su dedo hizo el mismo camino hacia atrás—. Sin embargo no
podría jurarlo por el copiloto.
Sophie se quedó sin aliento. —¿Hay más de uno por ahí? —Miró
hacia la puerta de la cabina y trató de dar un paso atrás, pero las manos
de Lucien se posaron en sus caderas y la mantuvieron cautiva.
—Lucien, yo... —La protesta de Sophie murió en sus labios ante el
primer toque de su lengua insistente. Por mucho que temía ser
descubierta desnuda por el copiloto, la retorcida anticipación de lo que sea
que Lucien estaba a punto de hacerle era más convincente. Se deslizó
hacia adelante para sentarse en el borde de su asiento, su hermosa cara
mirando hacia arriba entre sus piernas abiertas. Sophie no podía recordar
haberse sentido más sensual que en este momento, de pie en tacones de
aguja, desnuda, con su increíble amante mirando en su sexo. Y entonces
se sintió aún más obscena, mientras él la abría con los dedos y acariciaba
con la punta de la lengua su clítoris.
Él miró su cuerpo hasta fijar los ojos en los de ella. Sophie respiró
profundo, más allá de encendida al verlo enterrar la nariz profundamente
en su sexo. Ella se agitó deliciosamente, sin saber dónde poner las manos.
Había tratado de ponerlas en las caderas, pero la postura se sentía
demasiado artificial, haciendo alarde abiertamente de sí misma.
Alardear abiertamente estaba bastante bien, no había manera de
alejarse de eso.
—Tócate las tetas —dijo, cerca de su clítoris, y las vibraciones de su
voz en su carne la hicieron temblar. Se tomó los pechos mientras él la
miraba, y la recompensó al empujar dos dedos dentro de ella y bombear
lentamente.
120
Sophie perdió cualquier persistente inhibición y echó la cabeza hacia
atrás en abandono mientras Lucien hacía una minuciosa exploración de
su sexo con la lengua. La folló con los dedos y su orgasmo llegó
inevitablemente duro y rápido. Ella se agachó y se aferró a su cabeza
mientras él giraba sin cesar la lengua sobre su clítoris.
Su boca se detuvo lentamente mientras sus dedos se aflojaron en su
pelo. Él levantó la mirada e inclinó la cabeza hacia un lado en uno de los
extremos de la cabina.
—Sólo para referencias futuras, princesa... hay una habitación por
allí.
Sophie lo miró con incredulidad, pero él sólo se encogió de hombros,
indiferente.
La había llevado deliberadamente a una posición donde podían ser
vistos en lugar de retirarse a la intimidad de la habitación.
—Podrías haberlo dicho.
—¿Por qué? ¿Así podías esconderte? Sé honesta, Sophie. Saber que
alguien podía entrar y vernos lo hizo aún más caliente, ¿verdad? —El
desafío iluminó sus ojos azules.
Sophie se inclinó para ponerse las bragas y pensó en su pregunta.
“Sé honesta”, había dicho. La honestidad es la única cosa que en su
matrimonio era lamentablemente escasa, así que la demanda de Lucien de
ello en todos los aspectos de su vida era algo que admiraba mucho. Él era
el Svengali5 de su propio culto de honestidad sexual, y ella era una
servidora dispuesta.
—¿Honestamente? —Ella abrochó el sujetador en su lugar mientras
él se abrochaba el cinturón—. Sí. Añadió algo el pensar que alguien...
alguien de uniforme... podría venir y descubrirnos. —Había una emoción
en tan sólo admitirlo. Hizo una pausa, tratando de encontrar las palabras
para expresarse—. Me sentí... más traviesa.
Él levantó las cejas.
—¿Entonces tiene una cosa por los uniformes, Sra. Black?
—¿Qué? ¡No! —Sophie abrochó la blusa desalineada y tuvo que
desabotonarla y empezar de nuevo—. Sólo me refiero a que entiendo lo que
quieres decir. La posibilidad de ser descubiertos fue... umm... sexy.
Lucien asintió. —Creo que acabas de añadir un nuevo ítem a la lista
en la que trabajamos.
Ella lo miró con curiosidad mientras se subía la cremallera de su 121
falda.
Lucien se volvió a poner la camisa.
—Voyeurismo.
Completamente vestida de nuevo, Sophie negó firmemente con la
cabeza.
—Donde quiera que vayamos, Lucien, no voy a tener sexo al aire
libre mientras la gente está mirando.
Lucien pasó una mano por el pelo que ella recientemente había
estado arreglando.
—Para que conste, el voyeurismo no tiene por qué significar estar
fuera. Y de todos modos, no recomendaría mucho sexo al aire libre adónde
nos dirigimos, princesa. Está dentro del Círculo Polar Ártico.
5 Svengali es una película protagonizada por John Barrymore y Marian Marsh basada en
la novela Trilby de George du Maurier.
20
Traducido por Deydra Eaton
Corregido por CrisCras
¿E
l Círculo Polar Ártico? ¿Cómo en la nieve, glaciares y osos
polares?
Sophie miró hacia su blusa vaporosa con alarma. Este
atuendo no sería suficiente. Se moriría de frío.
—No te preocupes, estarás bien, no es muy diferente a un invierno
inglés allí en este momento. Has traído un abrigo, ¿no?
Sophie asintió, desconfiada. Su hermoso abrigo rojo de lana la
mantenía lo suficientemente cómoda en casa, pero no sería la elección de
un típico esquimal.
122
Lucien se dirigió a la cocina de autoservicio y regresó con una
bandeja de croissants, pastelillos, quesos y carnes continentales.
—El desayuno está servido, señora.
Sophie miró la variedad de alimentos y se dio cuenta de que se moría
de hambre. Estar con Lucien la hacía olvidar las cosas más básicas,
incluido comer. Su marido probablemente también debía ser agregado a
esa lista.
—¿Tu vida siempre es así? —preguntó ella, después de que hubiera
llenado su plato—. ¿Jets privados, cualquier mujer que desees, champaña
de barril?
Lucien la estudió por encima del borde de su humeante taza de café.
—Más o menos.
Él estaba completamente sin complejos, pero entonces, ¿por qué no
lo estaría? Era una vida de ensueño, y Google la había informado
fiablemente de que a los treinta y un años, Lucien Knight era un hombre
completamente realizado. Su perspicacia para los negocios era muy
documentada y alabada, incluso si su historia antes de Knight Inc. era
una página en blanco.
—Sin embargo, ¿nunca quieres más?
—¿Más? Un jet privado es suficiente, incluso para mí —dijo
secamente.
—No... no me refería... —agitó un brazo alrededor de la lujosa
cabina—, a esto. ¿Qué pasa con la familia? ¿Y qué con el amor... niños
algún día, tal vez?
Lucien soltó un suspiro y sacudió la cabeza. —No es lo mío,
princesa. Los lazos no se han hecho para mí.
—Todo el mundo necesita amor, Lucien.
—Sí, y Santa realmente existe. —Lucien apartó su plato—. ¿A dónde
te ha llevado el amor, Sophie?
Sophie bajó la cabeza, picada por sus palabras. O picada por la
verdad detrás de sus palabras. El amor la había llevado precisamente a
ninguna parte. Tal vez tenía razón. Él se había construido una vida para sí
mismo que era toda sobre diversión sin dolor. ¿Qué tenía eso de malo?
—Pero, ¿no te sientes solo a veces?
Lucien se encogió de hombros. —Soy dueño de siete clubes y
veintinueve tiendas minoristas por todo el país, y tengo un equipo de más
de quinientas personas, incluyendo una AP terriblemente distraída. No
tengo tiempo para estar solo. 123
Por mucho que Sophie quisiera cavar más profundo, algo en el rostro
de Lucien se había cerrado. Sus brillantes ojos se habían diluido a un azul
plano, y un musculo tembló a lo largo de su mandíbula. Sus respuestas le
habían dicho absolutamente nada, y ella tenía la clara sensación de que
habían sido estructuradas para tener precisamente ese efecto. El hombre
debería ser político. ¿Quién eres, Lucien Knight?
Por más de la intimidad en la que habían estado en los últimos días,
en ninguna manera que contaba, el hombre sentado frente a ella era un
completo extraño.
124
Daniel Black era un hombre preocupado. No podía controlar a su
esposa. Difícilmente podía hacer una escena sobre ello con María, pero el
silencio de Sophie sólo podía significar una cosa. Él no era un hombre
dramático, no se le ocurrió que algo desfavorable le pudiera haber pasado.
El instinto le dijo que Sophie estaba eligiendo evitar sus llamadas. Un frío
miedo envolvió sus dedos húmedos alrededor de su corazón al pensar que
ella sabía de su aventura.
Nunca en un millón de años pudo contemplar la idea de que la
misma Sophie podría estar demasiado ocupada en los brazos de otro
hombre como para escuchar sus ruegos cada vez más desesperados para
que tomara sus mensajes.
De vuelta en los suburbios, su ordinaria y pequeña casa permanecía
abandonada, el rojo parpadeante del contestador automático como la
única luz en el lugar.
Rojo de daño. Rojo de peligro. Rojo de problemas por delante.
21
Traducido por Tsuki
Corregido por Deydra Eaton
—¿E
stás seguro de que no moriré de hipotermia?
Sophie le lanzó una mirada ansiosa a Lucien
mientras el avión avanzaba hasta detenerse en la
pequeña pista de aterrizaje. Lucien aún no tenía
detalles sobre dónde estaban exactamente, pero por el aspecto del
dramático paisaje con picos nevados sobre el que habían volado, se
encontraban en un lugar extremadamente frío.
Lucien enroscó una suave bufanda de lana negra que olía
deliciosamente a él alrededor de su cuello después de haberla tomado de 125
un compartimiento superior.
—Estarás bien. —Lanzó una mirada dudosa a sus pies—. Tus
zapatos no son lo que la mayoría de la gente elegiría para el Círculo Polar
Ártico, pero todo irá bien.
Él aseguró su chaqueta de cuero y abrió las puertas de la aeronave
con la facilidad de alguien que lo hace a menudo. —Bienvenida a Noruega,
Sra. Black. Cuidado al caminar.
Se detuvo un momento en la parte superior de las escaleras, inhaló
profundamente y luego se dirigió hacia abajo sobre el asfalto con la cabeza
gacha. Sophie le siguió, aliviada de sentir el frío, pero no tanto el helado
aire en sus mejillas mientras respiraba el cristalino aire fresco.
Noruega. Una vez más, Lucien había logrado hacer lo último que
había esperado. Cualquier otro playboy podría haber elegido París, o tal
vez Venecia. Lucien no. Por alguna razón inexplicable, había decidido que
el Círculo Polar Ártico era el escenario adecuado para la seducción.
Él la empujó directamente al cuero caliente del interior de una
limusina que los estaba esperando, y en cuestión de segundos, salieron
fácilmente del pequeño aeropuerto y ya se encontraban en carretera
abierta.
Sophie miró con asombro por la ventana, eufórica por su primer
vistazo de Noruega. Montañas cubiertas de nieve sobresalían contra el
pálido cielo azul, bordeadas alrededor con exuberantes tonalidades de
verdes y dorados del otoño. Parecía una escena sacada de un libro de
imágenes, demasiado perfecta para ser real.
—Es impresionante. —Suspiro, tanto para sí misma como para
Lucien.
—Esos son los Alpes de Lyngen. —Lucien señaló por la ventana a las
majestuosas montañas—. Estamos en el extremo norte del país, muy por
encima del Círculo Polar Ártico.
—Es muy hermoso —murmuró Sophie—. Me siento como María de
The Sound of Music6
—País equivocado, eso es Austria —corrigió, le pasó un brazo por los
hombros y la atrajo hacia él en el asiento trasero esponjoso del coche—.
Aunque puedes vestir como institutriz si quieres. O como una monja.
Sophie rodó los ojos. —¿Alguna vez no piensas en el sexo?
—¿Dónde está la diversión en eso?
Sophie volvió a mirar el hermoso paisaje. Él había estado
bromeando, pero envidiaba su punto de vista. Trabajaba duro, jugaba 126
duro, y nunca había tenido el corazón roto. Por lo que ella sabía, de todos
modos. ¿No era un plan mejor que el de la mayoría de la gente? ¿Hacer un
trabajo que odias, ver demasiada televisión y abrirse a sí mismo a la
devastación del amor y la pérdida?
—¿Vienes aquí a menudo? —Tan pronto como las palabras salieron
de los labios de Sophie, se arrepintió. Intentaba hacer una pregunta
genuina y logró hacer que sonara como una invitación. Pero Lucien no
captó la insinuación.
—Con menos frecuencia de lo que quisiera. —Fue su turno para
mirar por la ventana. Sophie frunció el ceño, sin saber qué le había dicho
para hacer que se cerrara. Por la forma en que había callado en el avión
anteriormente y la forma en que su rostro se había endurecido en este
momento, se podría decir que no apreciaba ese tipo de preguntas. ¿Qué
quiso decir con no tan a menudo como le gustaría? ¿Tenía obligaciones
personales aquí?
—¿Tienes clubes en Noruega?
—No.
6Conocida como “Sonrisas y lágrimas” o “La novicia Rebelde” es una película de 1965,
basada en un musical de Brodway sobre una institutriz que se enamora de un viudo.
Lucien pulsó un botón y el vidrio de privacidad entre el conductor y
la parte trasera de la limusina se deslizó en su lugar.
—Deja de hacer preguntas y ven aquí. —La atrajo a su regazo y miró
su reloj—. Tenemos aproximadamente catorce minutos. —Su mano se
deslizó a lo largo de su muslo—. Apuesto a que puedo hacerte venir antes
de tres.
131
22
Traducido por Chachii
Corregido por Juli
D
evuelta en la sala, Sophie se alegró de ver el crepitar del
fuego recientemente hecho en la chimenea. El aire de afuera
traía consigo una ventisca helada mientras se quitaba sus
zapatillas y se paraba junto al fuego para calentarse el trasero. Lucien se
sacó su chaqueta y paró frente a ella con el fin de desenroscarle la
bufanda, y luego bajar el cierre de la chaqueta para finalmente sacársela
fácilmente por los brazos. A pesar de la perdida de una capa de ropa,
Sophie se sentía más caliente que fría, una combinación del efecto del
fuego y del deseo que siempre tenía cuando miraba a ese hombre.
—Todo el personal se ha ido a casa. —Él acarició con la punta del 132
dedo su clavícula.
El significado tras sus palabras era claro. Estamos solos aquí,
podemos hacer lo que sea que queramos. El fuego que calentaba sus
espaldas no era nada comparado al fuego encendido en su vientre por sus
palabras. Los ojos de Lucien se desliaron sobre su hombro, y sin girarse,
ella sabía qué era lo que estaba mirando. La bellota. Sus ojos regresaron a
los suyos, un brillo de diversión en ellos mientras pasaba su mano detrás
de ella y le acariciaba el trasero.
—Ahora desnúdate y agáchate.
Los ojos de Sophie se agrandaron en alarma, pero Lucien sacudió la
cabeza.
—Estoy bromeando, Sophie. —Su mano seguía aferrada a la parte
trasera de sus jeans—. ¿Aún no has aprendido a confiar en mí? —Su otra
mano se desplazó para jugar con el botón superior de su blusa—. Para el
momento en que vayamos a usar esa bellota, rogarás por ello.
La mirada de Sophie se detuvo en su boca. No dudaba de él ni por
un segundo. Sus labios se abrieron un poco, y ella se inclinó más cerca.
Nariz contra nariz, respiración con respiración, hasta que vio que sus ojos
se iban a la deriva un segundo antes de que su boca tocara la suya.
El deseo la recorrió mientras él se tomaba su propio tiempo con el
dulce beso, sus manos acariciando su cuerpo mientras su lengua danzaba
un lento tango con la suya. Sophie sintió que sus pezones se ponían duros
mientras las palmas de él le rozaban los pechos, así que buscó los botones
para quitar las barreras de ropa. Quería tener sus manos sobre su cuerpo.
—¿Demasiado calor, señorita Black?
Lucien la ayudó a quitarse la blusa y también se deshizo de la suya,
luego se detuvo para pasar un dedo por el tirante de su sujetador. —¿Debo
quitar esto también? —Sophie tuvo la clara impresión de que la pregunta
no requería respuesta, pero decidió seguirle el juego.
—Todavía tengo bastante calor —dijo, batiendo las pestañas.
Lucien lo desabrochó con confianza.
—¿Mejor? —Deslizó los tirantes por sus brazos, dejándola desnuda
de la cintura para arriba—. He decido que puedes quedarte con el rubor —
dijo Lucien—. Eres más como un melocotón maduro que nunca. Carne
cremosa… —Sus dedos recorrieron su garganta y llegaron a los pezones—.
Y rosa justo aquí. —Hizo círculos con su pulgar alrededor de él—. Y aquí.
—Su mano restante se encargó del otro pezón, jugando con ellos
delicadamente.
133
Sophie lo miró, enloqueciendo ante el placer carnal en sus ojos
mientras miraba su cuerpo. Y entonces los ojos de ella se posaron en las
cuerdas de su cuello, sobre la hermosa definición de sus hombros, los
contornos de granito de sus musculosos abdominales, y fue su turno de
ser seducida. Él era alguien por quien babear a la vista, sexy, y los dedos
de ella habían encontrado el botón superior de sus jeans por propia
voluntad.
Ella levantó los ojos hacia su rostro y lo vio apreciando la situación,
entonces él tomó sus vaqueros y la miró en acción.
Ella liberó el segundo botón de su ojal, y Lucien hizo lo mismo con el
más mínimo movimiento de cejas.
Cuando ella abrió el tercero supo qué esperar, y segundos después
ambos se ayudaron a quitarle los jeans al otro. Lucien terminó primero y
se quitó la ropa interior al mismo tiempo, e incluso a pesar de que ya lo
había visto, Sophie tragó duro ante la vista de su polla. Él estaba duro y
listo, tal como ella esperaba. ¿Cuándo no?
Sólo se dejó puestas unas pequeñas bragas negras, tanto por la
emoción de que fuera Lucien quien las retirase, así como por modestia.
—¿Necesitas algo de ayuda con eso? —Los dedos de Lucien se
deslizaron bajo la tela.
Sophie asintió y se mordió el labio.
—Creo que podría necesitarla.
Él pasó sus dedos sobre el material, suavemente sobre su trasero,
explorando entre sus piernas. Sophie cerró los ojos y deseó que se las
quitara, sin embargo él no parecía tener prisa. Sus ojos se abrieron con
sorpresa cuando colocó un brazo tras su rodilla y el otro detrás de su
espalda, levantándola en brazos. Era algo tan primitivo, y tan sexy
encontrarse presionada contra su pecho, que enrolló los brazos alrededor
de su cuello y se aferró con fuerza.
Él la sostuvo como si pesara menos que el aire y por un segundo,
sintió que era una damisela en apuros siendo rescatada de las fauces del
dragón. Excepto que en ninguna película de peligros había visto al héroe con
la cabeza desnuda de su erección presionándose en el trasero de la
damisela.
Su boca era una tentación, justo allí y estaba lista cuando ella alzó
la cabeza. Apretó los brazos alrededor de su cuello y se empujó para que él
la besara, un suave y lento roce de su boca que la dejó queriendo más, un
lánguido toque de su lengua que la dejó mareada. Sus dedos se deslizaron
en su cabello y así mantuvo su boca contra la de ella, mientras ésta se
movía en sus brazos para sentir el roce de su polla un poco más. Era un
preludio, y él ya la tenía arqueada para el evento principal. 134
Él se arrodilló suavemente y la acostó sobre la enorme alfombra
frente a la chimenea. Ella movió su espalda contra la suave sensación.
Lucien se giró bruscamente hacia la mesa de café y abrió el cajón
inferior para sacar algo. Cuando se volvió, Sophie vio que se trataba de
una pequeña botella.
—Date la vuelta.
Ella se sentó, y entonces se detuvo mientras sentía su polla justo
ahí, irresistible. Bajó la cabeza y la lamió, luego deslizó su boca sobre ésta
y tomó su miembro dentro de la misma. Él gimió en agradecimiento,
sacudió sus caderas y le acarició el pelo. Ella sintió que se ponía más
duro, entonces él enroscó el cabello en sus dedos y le apartó la cabeza.
—No todavía, princesa. —Se inclinó y la besó para alejar la
decepción, soltándole el pelo—. Recuéstate y date la vuelta.
Sophie se dejó caer sobre la alfombra y se volcó sobre su frente, sus
manos haciendo de almohada bajo su barbilla y el calor de anticipación en
sus piernas. Lucien dio un rápido beso contra la parte baja de su espalda,
y luego se movió a horcajadas sobre sus muslos. Mientras se sentaba, la
punta de su erección empujó contra su trasero cubierto de seda, un
recuerdo de lo que estaba por venir.
Las gotas de un aceite para masajes cayeron de a una, dos, tres por
su espalda, y luego el mismo goteo cayó sobre sus hombros. El exuberante
aroma a naranja tiñó el aire mientras Lucien dejaba la pequeña botella en
el piso cercano a su rostro, entonces los ojos de Sophie deambularon hasta
la etiqueta negra. Aceite para Mansaje Sensual Neroli. El ahora conocido
logo plateado de Knight Inc. estaba discretamente impreso sobre la parte
inferior, una pequeña y brillante estrella sobre la “i” del nombre.
En su nombre. Lucien Knight, el nombre detrás del logo, y en ese
momento el hombre detrás de Sophie. Sus manos bajaron por su espalda,
haciendo movimientos largos, asegurándose de trabajar el aceite contra su
piel. Sobre sus hombros, era ligero como una pluma, y sus dedos iban a
ritmo sobre su columna, entonces bajó de nuevo uno a uno hasta la parte
superior de su ropa interior. Siguió bajando por lo que éstos cruzaban por
encima de sus muslos, y Sophie instintivamente movió su trasero
desnudo. El hecho de tener su carne expuesta se sentía mucho más
indecente que la simple razón de estar desnuda.
Las cálidas y resbaladizas palmas de Lucien se deslizaron sobre sus
nalgas y las apretaron, sus pulgares pecaminosos se deslizaron dentro de
la costura con cada nueva contracción de sus dedos. Cada vez que pasaba
sobre la apretada y pequeña entrada, se detenía para tomar aliento, y
Sophie contener el suyo. Cada vez que él se movía, ella soltaba una 135
bocanada, mayormente de placer, pero en parte de pesar. El conocimiento
asentado sobre ellos acerca de que él tenía intención de usar el dilator anal
en algún punto antes que la noche terminara, la había puesto al borde,
esperando, mitad ansiosa, mitad excitada. En la siguiente pasada, él aplicó
una pequeña cantidad de presión con su pulgar, y ella se tensó, gimiendo
un poco. En respuesta, Lucien inclinó la cabeza y le acarició el cuello, su
respiración siendo un cálido cosquilleo contra su oreja.
—Relájate, Sophie. —Su pecho le cubrió la espalda, y las manos
seguían en su trasero. El fuego la mantenía caliente por todos lados, y el
cuerpo de él estaba resbaladizo sobre el suyo gracias al aceite neroli—.
Todavía no es el momento. —Su pulgar trazó círculos lentos y secretos
mientras sus dientes rozaban su oreja—. Pero esto te gusta, ¿no es así?
Sophie cerró los ojos, respiró profundamente a través de la nariz y
asintió. Lo hacía. De verdad, de verdad le gustaba.
—Bien. —Escuchó antes que ver su sonrisa. Él movió un poco su
mano, remplazando su pulgar con el dedo medio. Sophie se movió contra
su mano. El peso del pulgar se sentía sexy—. Te has puesto tensa otra vez.
—Le besó la nuca—. Recuerda el club, Sophie. ¿En el cine?
Sophie lo recordaba de un glorioso tecnicolor, y sí, recordaba cómo
los dedos dentro de su trasero habían hecho que se viniera. Pero esto era
diferente. Eso había sido rápido y sucio. Esto era lento y sensual, y la
anticipación de la bellota de plata la tenía jadeando mientras Lucien metía
un dedo en ella, un preámbulo gentil. Sus labios viajaron por sus hombros
mientras volvía a sacar su dedo, y luego lo metía un poco más adentro por
segunda vez.
La tenía, y él lo sabía. Ella lo sintió reírse suavemente contra su
cuello cuando alzó su trasero, un instintivo intento por hacerse más
accesible a sus caricias. Él le dio lo que anhelaba, empujando más adentro
y torciendo un poco el dedo.
—No tienes idea de cuánto me gustaría follarte aquí —susurró él, la
boca caliente contra su cuello. Si se hubiese puesto condón y hecho
exactamente eso, Sophie no lo habría detenido. Tenía dedos mágicos, y se
encontraba bajo su hechizo completamente.
Pero no lo hizo. En su lugar, retiró el dedo y se sentó.
—Gírate.
Le bajó las bragas por las piernas y las arrojó a un lado, luego se
sentó a horcajadas sobre sus muslos otra vez.
Sophie aspiró aire caliente mientras alzaba la mirada hacia el grande
y bronceado hombre, con rayos dorados. Sus muslos presionaban los
suyos, y su erección descansaba contra su cadera. Los ojos de él se 136
movieron sobre ella y se detuvieron en sus pechos.
—Eres muy hermosa.
Los elogios eran pocos en su día a día, y Sophie usualmente
encontraba difícil aceptarlos, pero en ese momento no había dudado de la
sinceridad de Lucien. De todos modos, sus ojos se lo habían dicho sin
necesidad de palabras.
Él volcó un poco más de aceite neroli en sus manos, las frotó, y las
colocó sobre los hombros de ella, masajeándolos suavemente. Su erección
presionaba contra su estómago mientras se inclinaba hacia adelante, y
Sophie suspiró con placer. Estaba más allá de lo sensual, estando
desnuda y caliente aquí con sus manos aceitándole el cuerpo. Se tomó su
tiempo, bajando las manos por la longitud de sus brazos, pasando el aceite
por todos lados hasta la punta de sus dedos. Éstos se cerraron en torno a
los suyos, y él los apretó suavemente antes de moverse para aferrar su
caja torácica.
Sophie cerró los ojos y dejó que las emociones la inundaran.
Paz. Deseo. Gratitud. Pasión. Alegría.
Y entonces las manos de Lucien bajaron a masajear el vértice
superior de sus piernas, y la única emoción para la que había espacio allí
era el deseo.
Lucien ahuecó su sexo y trabajó con un dedo aceitoso el interior de
sus labios.
Jesús, ella se sentía bien. Caliente, y ya húmeda para él. Sophie
parecía no tener idea de cuán sexy era, especialmente en momentos como
este donde se rendía a las inhibiciones y se dejaba llevar. Su cuerpo
brillaba en la luz dorada del fuego y su clítoris florecía mientras él pasaba
un dedo a lo largo de su sexo. Su respiración pasó de acelerada a
superficial, al igual que la de él cuando ella hundió los dientes en su mano
para evitar gritar. Él se inclinó y chupó sus dulces pezones rosados otra
vez, una mano aún entre sus piernas, y la suavidad de su pecho en la otra.
Mirarla rendirse ante los deseos de su cuerpo era simplemente la cosa más
sexy que había visto, mucho mejor que porno hecho con ese propósito.
Ella era todo curvas y suavidad, cada vez que tocaba su clítoris, sus
muslos se presionaban contra él mientras intentaba abrir las piernas. 137
Fácilmente podría dejarla correrse ahora mismo, pero no lo hizo. Sus
ojos se deslizaron de Sophie a la bellota plateada en la repisa de la
chimenea. La próxima vez que Sophie tuviera un orgasmo, eso estaría
presionado en su trasero.
23
Traducido por Sofí Fullbuster
Corregido por Mel Markham
S
ophie abrió los ojos cuando Lucien sacaba sus manos y su
peso de ella. ¡Regresa! Su cuerpo temblaba, justo al borde del
orgasmo, desesperada por él.
Lucien se levantó. Desde su ventajosa perspectiva en el suelo,
parecía extenderse por encima de ella. Se recargó sobre los codos, y se
estiró hacia su mano cuando él alzó la suya para levantarla. Si quería
hacer eso, no tenía ninguna objeción. Si le hubiera dicho que diera cinco
vueltas desnuda alrededor del edificio, lo habría hecho; era totalmente su
esclava ahora. Pero claramente, eso no era lo que tenía en mente. Así que
en su lugar, Sophie envolvió el brazo alrededor de su cintura y frotó su
138
polla con la otra mano, la cabeza inclinada contra su pecho mientras él
alcanzaba la bellota de plata. Lucien apoyó el brazo contra la repisa de la
chimenea mientras ella frotaba su polla, sus manos aún resbaladizas con
el aceite con la que la había masajeado. Su corazón martilleaba
rápidamente contra su oreja, y Sophie volvió el rostro hacia él,
mordisqueando su pezón.
Los brazos de Lucien se envolvieron a su alrededor, y esta vez,
cuando la levantó del suelo, sus manos ahuecaron su trasero, y Sophie
pudo sentir el frío metal de la base del tapón anal contra su mejilla.
No había espacio para el miedo con el caliente deseo eclipsándolo.
Ella envolvió las piernas alrededor de su cintura y los brazos alrededor de
su cuello, y Lucien la acercó, besándola. Sophie abrió la boca para su
lengua, perdida en la intensidad de ser sostenida, de ser adorada.
Lucien la cargó a través de la habitación y la sentó en una silla de
madera junto a la ventana.
—Dime que tienes un condón en tu mano —susurró Sophie y frotó
su cuerpo contra su dura polla—. Te quiero dentro de mí.
Lucien abrió la mano para enseñarle los productos que había
recogido de la repisa de la chimenea. Un condón, un pequeño recipiente
con lubricante, y el tapón anal de plata.
—Envuelve tus piernas alrededor de la silla. Quiero tocar tu hermoso
trasero.
El deseo de Sophie se incrementó mientras obedecía su suave
demanda, la madera de la silla fijándose duramente contra la parte trasera
de sus rodillas.
Estaba extendida para él, y Lucien puso un poco de lubricante en
sus dedos, poniendo las cosas en sus manos en el pequeño estante junto a
él.
Sus ojos se trabaron con los suyos. —Voy a tocarte en todas partes.
Las manos de Lucien se movieron a lo largo de su cuerpo. Se
detuvieron en sus pechos, cepillando su estómago, y luego situándose en
su extendido sexo, poniendo un brazo detrás de Sophie y el otro delante
mientras la ponía sobre sus muslos. Por unos largos segundos, estuvo
perfectamente quieto y Sophie dejó de respirar. Ni siquiera podía conseguir
hacer eso, por el peso de la anticipación.
La hizo esperar con sus ojos y su cuerpo, y luego todos sus dedos la
tocaron a la vez. Fue un asalto sensorial. Los deslizó por todos lados,
masajeando, escurridizos por el lubricante y los jugos de Sophie. Ella
enterró las uñas en sus hombros e inclinó la frente contra él, sus ojos en
su polla mientras él metía dos dedos en su interior. Una de sus manos se
139
deslizó por la grieta en su trasero, aplicando lubricante en la suave piel.
Lucien era más que bueno en esto. Le había arrancado el miedo de
querer que empujase un dedo en su interior, de querer saber cuán bien iba
a sentirse la bellota de plata. Se estiró hacia el estante y aplicó lubricante
en sus propios dedos. Había estado actuando tan indiferente, tan
controlado. Quería empujarlo un poco, darle algo a cambio del disturbio de
emociones que había estado desatando en su interior.
Cuando cerró la mano alrededor de su firme polla, Lucien se quedó
sin aliento, y al mismo tiempo, empujó sus dedos profundamente en su
trasero. Sus manos estaban en todas partes, llenándola mientras ella
aplicaba lubricante a su ya resbaladiza vara. Jesús, la quería dentro suyo.
Lucien inclinó la cabeza hacia atrás por un segundo debido al
placer, y las venas en su garganta relucieron con un brillo de
sudor. Cristo. Era su perfecta Coca-Cola Light en versión hombre, y no
pudo evitar inclinarse y lamer el hueco en la base de su cuello. Sintió, más
que escuchar, el bajo ruido en su garganta, luego Lucien bajó la cabeza y
la besó, su lengua ardiente mientras se movía por su boca.
—Pásamelo, princesa. —No tuvo la necesidad de preguntar para
saber a qué se refería. Su dedo aún se deslizaba lentamente fuera y dentro
de su trasero mientras alcazaba lo que quería—. Y el lubricante.
La bellota se sentía pesada en su mano, era del tamaño de una
cereza y estaba fría. Arqueó las cejas hacia él, sin estar segura de qué
hacer a continuación y totalmente distraída por los gentiles dedos en su
trasero.
—Pon lubricante en tus manos. —Ambos miraron hacia abajo
mientras Sophie seguía sus instrucciones—. Desliza tus dedos alrededor
de ella. —Lucien movió su mano entre sus cuerpos y cubrió sus
resbaladizos dedos con ella—. Entíbiala.
El corazón de Sophie palpitaba duramente contra su esternón. La
bellota de plata se deslizó de entre sus manos mientras Lucien la cogía,
besando suavemente su boca mientras alejaba la mano en su trasero para
aplastarla contra él, piel contra piel. Su ternura alejó cualquier persistente
eco de ansiedad, y cuando puso la sólida punta de la bellota contra su
trasero… ella estuvo lista.
140
24
Traducido por Sofí Fullbuster
Corregido por Mel Markham
L
ucien sostuvo a Sophie en su brazos y se ordenó a sí mismo ir
más lento para darle lo mejor de esa experiencia. Confiaba en
él, y a diferencia del idiota de su esposo, no iba a arruinarlo.
Su piel se sentía cálida como la seda bajo sus manos mientras su
lengua acariciaba la suya. Era mucho más atrevida ahora y su creciente
coraje le hacía sentir cosas que nunca antes había sentido. Podía sentir el
temblar de su cuerpo mientras ponía la punta contra su trasero. Estaba
resbaladiza a causa del lubricante y su propia excitación, por lo que sabía
que la bellota se deslizaría en su interior si se relajaba y la dejaba entrar. 141
—Desearía que fuese mi pene ahora mismo —dijo mientras movía la
punta en su interior. Sophie se tensó, y luego relajó lentamente sus
músculos—. Eso es, princesa… déjala entrar.
Las cejas de Sophie se fruncieron por encima de sus apretados ojos
cerrados, y sus dientes se hundieron en su labio inferior. Acarició la
sensible piel bajo su oreja dándole tiempo para acostumbrarse a esa nueva
sensación.
—¿Más?
Movió suavemente sus caderas y asintió. Besó sus párpados
mientras empujaba la bellota profundamente en su interior.
Cuando llegó a la parte más ancha, Sophie gritó, y Lucien puso su
boca gentilmente sobre la suya. —Siéntelo, Sophie, grande y sólido en tu
interior. —Estaba jadeando, y se encontró a sí mismo casi sin respiración.
Su pene se tensó, deseoso de enterrarse en su interior, pero este momento
era todo sobre ella, no de él.
Sophie abrió los ojos de par en par y miró a Lucien, hacia el tapón
anal enterrado en su trasero. Quería decir algo, decirle cuán intensa se
sentía la bellota en su interior, pero no podía encontrar las palabras. Se
sentía llena, sucia y eufórica. Las manos de Lucien se enroscaron
alrededor de su cintura.
—Levántate.
Sus manos la alzaron con urgencia, así que se levantó. Él hizo lo
mismo y acarició su trasero.
—Esto se siente jodidamente maravilloso —dijo Lucien mientras
movía el curvado metal al final del tapón anal. Sophie jadeó y se arqueó
por el placer adicional. Tenía razón. Se sentía incluso más maravilloso
para ella.
—Ahora siéntate en la silla.
Miró la rígida silla de madera, y luego retrocedió vacilantemente
hacia Lucien.
Confía en mí, había dicho. Cerró los ojos mientras su culo hacía
contacto con la firme silla, y el placer en su interior crecía diez veces
mientras el tapón se presionaba con su vagina. Lucien se acuclilló y abrió
sus piernas, y luego, con un movimiento tan rápido que la dejó sin aire, se 142
inclinó hacia ella y succionó el clítoris en su boca. Arremolinó su lengua
sobre ella, y Sophie jadeó, empujando sus pies hacia el suelo por la erótica
conmoción que sentía, mientras un repentino e intenso orgasmo
serpenteaba a través de su cuerpo.
—Oh, Jesús… Lucien… —Sophie se aferró a sus hombros mientras
sus músculos se contraían. Todo su cuerpo latió, y sus músculos se
apretaron deliciosamente alrededor de la bellota. Cada sensación era
magnífica. Cada ola del orgasmo era más intensa debido al tapón.
Lucien alzó su cuerpo y la besó duramente, el sabor de su sexo en
sus labios, su cuerpo aun palpitando por el placer. Se estiró hacia la
repisa, buscando un condón, loca de necesidad por él.
—Fóllame, Lucien.
Él cogió el paquete de aluminio de sus dedos, sus azulados ojos
oscuros llenos de lujuria.
—Arrodíllate, Sophie. Quiero ver tu hermoso trasero cuando te folle.
Sophie se derritió contra él antes de deslizarse hacia el suelo. Lucien
había llegado más allá de su femineidad de una forma que Dan nunca
había conseguido descubrir. Le hacía sentir mucho más mujer de lo que
alguna vez se había sentido, más sexy, más consciente de lo que quería y
de lo que tenía para dar.
Lucien quería tomarla por detrás. Ella también. Pero lo quería a su
forma, y se sentía lo suficientemente confiada como para tomar las riendas
por un momento, segura de que encendería mucho más si lo hacía. Se
encontraba en cuatro patas, y mientras gateaba los pocos metros hacia el
sofá gris de terciopelo, el tapón de movió en su interior, enviando un sucio
entusiasmo por su cuerpo que la atrapó por sorpresa, haciéndola jadear.
Cuando alcanzó el asiento, se giró y lanzó una lasciva mirada a Lucien por
encima de su hombro, luego se volteó para descansar sus codos sobre el
sillón, moviendo su trasero provocativamente.
—Es una sumamente linda vista, señorita Black.
Estuvo detrás de ella y besando su trasero en segundos, su ardiente
boca y húmeda lengua bordeando el tapón. Sophie respiró profundamente
mientras escuchaba el sonido del paquete rasgarse, y sus dedos
moviéndose para acariciarla entre las piernas. Sí, Dios, sí. Estaba abierta y
desesperada por él, y gritó de placer cuando finalmente se empujó a sí
mismo en su interior. Lento y con calma, se tomó instintivamente su
tiempo mientras le entregaba esta nueva experiencia, y ningún persistente
miedo disiparía las increíbles sensaciones que sentía. Jesús. Lucien
retrocedió lentamente, y luego se movió en su interior hasta que sus
caderas tocaron su cuerpo. Se hallaba tan profundamente enterrado en su
interior que podía sentir su polla presionada contra el tapón. El éxtasis la 143
tuvo temblando, enviándola instantemente hacia el borde de nuevo, e
incluso más cerca con cada satisfactorio golpe del cuerpo de Lucien contra
el suyo.
Sus dedos se encontraban en todas partes… presionando
suavemente el tapón con cada zambullida de su polla… acariciando su
clítoris, haciéndola lloriquear con la necesidad de correrse… apretándose
en su cabello mientras se acercaba su orgasmo y la follaba duro y rápido.
El orgasmo de Sophie comenzó en la punta de sus dedos y violentos voltios
de placer, tan intensos que la sacudieron físicamente, la hicieron gritar
mientras la envolvían. Lucien enrolló su cabello alrededor de su mano y
tiró su cabeza hacia atrás, bombeando su palpitante polla en su interior
hasta que se corrió; pulsante y poderoso.
Sophie cayó sobre el sofá, exhausta, con las ahora gentiles mano de
Lucien en sus caderas. Salió suavemente de su interior mientras Sophie
respiraba lentamente, luego la subió con él hacia las acolchadas
profundidades del sofá. Estaba cansada y casi dormida cuando Lucien la
empujó a la curva de su brazo y tiró una manta de la parte trasera del
sillón para envolverla alrededor de ellos. Se sentía absolutamente feliz. Se
hundió en el cálido círculo de sus brazos y cerró los ojos.
25
Traducido por Vanessa VR
Corregido por Aimetz14
H
abía oscurecido cuando Sophie abrió los ojos de nuevo, y la
luz del fuego llenaba la sala de sombras doradas bailando.
Estaba increíblemente cómoda, arropada en piel, y un
pequeño pero delicioso estiramiento confirmó que el tapón anal seguía
metido en su interior. ¿Dónde estaba Lucien? Se apoyó en un codo y miró
alrededor de la habitación vacía. Sus ropas estaban todavía en el suelo, y
la pequeña botella de vidrio de aceite neroli colocada en la mesa de café.
Un sendero de puntos al sexo más sensacional de su vida, justo ahí.
La puerta se abrió y apareció Lucien con dos tazas humeantes en las
manos.
144
—Estaba a punto de despertarte. ¿Siempre duermes tan
profundamente después del sexo?
Sophie se irguió para sentarse y metió la manta debajo de sus axilas.
La taza caliente que Lucien le entregó tenía encima crema y virutas de
chocolate, y deliciosas ráfagas de chocolate caliente mezclado con alcohol
llenaron sus fosas nasales.
—Me agotaste. —Metió el dedo en la crema y lo chupó.
—Naturalmente. —Se encogió de hombros.
Usaba los vaqueros gastados y nada más, Sophie admiró la forma en
que la luz del fuego acentuaban los músculos esbeltos a través de sus
hombros.
¿Por qué ella? Era un hombre que podía seleccionar, así que el por
qué se había enfocado precisamente en ella era un misterio que no tenía el
coraje suficiente para resolver. ¿Era sólo que se había metido en su haz
principal? La idea de que cualquiera que hubiera conseguido el trabajo
como su PA estaría aquí en este momento revoloteó en su mente, pero la
descartó. Independientemente de lo que Lucien podría ser, no parecía el
tipo de persona que follaba sólo por el beneficio de eso. Por placer, sin
duda, ¿pero sólo porque había una mujer en torno a él a quien no había
tenido todavía? No. No albergaba esperanzas y sentimientos de amor, pero
tenían una conexión innegable que era algo más que físico.
El sexo con Lucien era... inmersión. Se sentía saturada de él,
inundada hasta los huesos con la lujuria cada vez que la tocaba. Estaba
tocándola ahora, masajeándole el tobillo mientras se sentaba en el extremo
del sofá con la taza en la mano. Sophie tomó un sorbo de su chocolate
humeante y vio el fuego.
Cuando la mano se movió un poco más alto para frotar el músculo
de la pantorrilla, estiró la pierna hacia fuera sobre su regazo.
—Gracias —dijo, en voz baja.
Lucien se volvió para estudiarla.
—¿Por qué?
Ella inclinó la cabeza, señalando la habitación, el momento, el
escenario más allá de las ventanas oscuras.
—Por esto. Por estar aquí.
Lucien acarició la suave piel de la parte posterior de la rodilla.
—Es un placer. Y para ti también, si no me equivoco.
Bebió un sorbo de chocolate, el brandy en él fuerte y fortificante.
145
—Nunca he conocido placer como este.
—Bueno. —Asintió—. Como debe ser. —Sus ojos no encontraron los
suyos mientras masajeaba la rodilla, ausente, y por unos tranquilos
minutos pareció a un mundo de distancia—. Bébelo. Hay algo que deberías
ver.
Sophie estaba de pie en la terraza con vistas al fiordo, su cabeza
inclinada hacia atrás a los cielos con asombro. Envuelta en la sábana de
piel para protegerla del aire frío, lo único que notaba era la sobrecarga
majestuosa astral.
El oscuro cielo nocturno estaba vivo con rayas mágicas de colores.
Mechones blancos etéreos salpicados con brillantina rosa alrededor de
bailarines fantasmas verdes luminosos, grandes franjas de luz que
burbujeaban y rodaban como si fueran mezclados desde arriba por una
bruja invisible. Era fácilmente lo más impresionante que Sophie había
visto en su vida.
—Guau —susurró. Era insuficiente, pero la visión la dejó casi sin
palabras—. Guau.
—Muy especial, ¿eh?
Quería responder, pero descubrió que no podía. De pie bajo la
gloriosa presentación de la naturaleza, las palabras le fallaron. Este
mundo estaba tan lejos del suyo, uno más grande, uno mejor donde los
maridos infieles y matrimonios rotos no importaban. Estos amplios cielos
ondulantes alcanzaron y tocaron su corazón, realizando su baile elegante
para ella. No se dio cuenta de que había lágrimas en su rostro, hasta que
probó la sal en sus labios. Finalmente, se volvió hacia Lucien detrás de
ella.
—¿Siempre es así?
Negó con la cabeza. —Es bastante pronto en el año para nosotros.
Las noches llegan más rápido aquí ahora, sólo vemos la Aurora en los
meses más fríos.
Miró hacia arriba de nuevo, ansiosa por ver más, y luego miró hacia
abajo cuando un zumbido comenzó detrás de ella. Las aguas previamente
inmóviles del jacuzzi cobraron vida, las burbujas de vapor caliente
iluminadas por luces bajo el agua evocando los cielos. Lucien estaba junto
al jacuzzi, una botella de champán y dos copas extendidas en sus manos.
Era una invitación que ninguna mujer podía rechazar. Un hombre
hermoso, y un jacuzzi caliente bajo un cielo pintado por una gama siempre
cambiando de la brocha de la madre naturaleza. Ya bañada en una 146
embriagadora sensación de liberación, Sophie dejó caer la manta de piel al
suelo y caminó por la cubierta hacia él.
S
ophie abrió los ojos en la penumbra de la madrugada,
desorientada por la ropa de cama desconocida y el hombre
durmiendo a su lado. Con un brazo sobre la cabeza y el otro
extendido hacia un lado, Lucien estaba totalmente pacífico, todo lo
contrario de su estado despierto. Lo miró por un rato, tratando de no dejar
que la culpa y el temor afectaran la tranquilidad del silencioso amanecer
noruego. Era algo que nunca tendría la posibilidad de volver a ver.
Después de hoy, nunca se despertaría junto a Lucien Knight de nuevo.
La vida real parecía un mundo aparte, pero dentro de veinticuatro
horas estaría de vuelta en su propia casa con sus propios grandes
153
problemas. Cerró los ojos por un momento y respiró hondo, y los volvió a
abrir lentamente.
Estaba lista. Ahora totalmente despierta y resuelta a hacer lo mejor
de este día, se deslizó de la cama y se puso el albornoz blanco que colgaba
de un gancho en la parte posterior de la puerta, luego se dirigió escaleras
abajo en busca de café.
D
e vuelta en las puertas de la casa de campo, Lucien fue
aclamado por su encargado. Quedó claro en la expresión del
hombre que tenía muchas ganas de tener una discusión
detallada con su jefe. Sophie hizo un gesto a Lucien cuando él le echó una
mirada de disculpa, dispuesta a hacer su propio camino a la cocina en
busca de café.
Y ahí es donde tenía toda la intención de ir, en un primer momento
al caminar derecho frente la puerta abierta del estudio de Lucien. Pero
entonces vaciló. Se encontraba cerrada cuando le había dado una visita 164
guiada y no le había dado importancia, pero ahora estaba abierta y había
una oportunidad de echar un vistazo detrás de la cortina. Lucien daba tan
poco de sí mismo, sin embargo, parecía saber mucho de ella. Tal vez
reuniendo un poco más de información, comprendería un poco más,
ayudaría a ver detrás de la fachada que había elegido mostrar.
Miró con incertidumbre ida y vuelta por el pasillo desierto, muy
consciente de que una puerta abierta no era necesariamente una
invitación a entrar. Luego su curiosidad venció sus escrúpulos y entró.
La habitación estaba amueblada de manera similar al resto de la
casa de campo, aunque sutilmente diferente. Más sencillas, más recortada,
destilado de reflejar la esencia del hombre que la utiliza.
Un escritorio grande, elegante dominaba el espacio, y Sophie se
sentó en la silla giratoria de cuero de color rojo oscuro detrás de ella para
inspeccionar la habitación. Las ventanas del piso al techo creaban una
pared de cristal con vistas al fiordo, más costoso que cualquier mural o
arte jamás podría haber sido. Sophie estaba aprendiendo rápidamente que
este edificio era todo acerca de hacer la mayor parte de esa hermosa vista:
cada habitación rendía homenaje a la porción cielo más allá de
transcendental.
Sus ojos se movieron nuevamente dentro de los límites del estudio,
hambre de conocimiento, ya que ella misma se había permitido entrar
ilegalmente en el santuario de Lucien. Estaba despojado de adorno o arte,
lo que sólo sirvió para poner de relieve el poder personal en la sala.
Sophie alargó la mano y tocó con un dedo el marco de plata de la
gran fotografía en blanco y negro en el escritorio de Lucien, reconociendo
de inmediato los rasgos inconfundibles del niño rubio con los ojos
brillantes. No podía haber tenido más de diez en la imagen, pero incluso
cuando era un niño, Lucien había sido impresionante. Sus pómulos
definidos se fueron suavizados por la flor de la juventud, y la risa iluminó
la sonrisa que rompía su rostro de forma abierta.
Pero fue la inocente mirada de amor en sus ojos que hizo el corazón
de Sophie contraerse por la emoción. La risa de Lucien y la adoración
estaban dirigidos a la mujer a su lado en la foto, con los brazos enrollados
alrededor de sus delgados hombros. Ella estaba elegantemente vestida de
negro, con su pelo rubio apartado de su rostro. Discretos diamantes
brillaban en el delicado brazalete alrededor de su muñeca.
Su mirada se centraba en Lucien mientras miraba hacia abajo, e
incluso sin que sus facciones completas estuvieran mirando a la cámara,
era obvio que la mujer sólo podía ser la madre de Lucien. La conexión
entre ellos saltaba desde detrás del vidrio y la broma privada que
compartían excluía al mundo que les rodea. Sophie suspiró ante la ternura
de la imagen, el vínculo irrompible de amor entre una madre devota y su
165
hijo.
Sosteniendo el marco en sus manos, Sophie estudió el conjunto
relajado de los hombros del niño Lucien y la expresión despreocupada en
su rostro. El hombre al que había llegado a conocer en los últimos días era
todo ángulos duros y músculos tensos, pero más que eso, era todo acerca
de estar en control de sí mismo, y encargase de los que le rodean.
Irradiaba una baja frecuencia de peligro en todo momento, y Sophie sintió
que de tener que serlo, actuaría completamente despiadado. ¿Qué le había
pasado? ¿Dónde había ido su suavidad, lo abierto que se veía en la foto?
Claro, todo el mundo crece, pero el niño de la fotografía era un
mundo aparte del hombre cuyos brazos acababa de dejar.
—¿Qué estás haciendo aquí?
La cabeza de Sophie se alzó culpable ante el sonido de la voz
cuidadosamente controlada de Lucien desde la puerta. Había estado tan
absorta en sus pensamientos que no había oído sus pasos acercándose, ni
notado que estaba en la puerta mirándola.
—Yo solo... quería... —Estaba completamente nerviosa, y muy
conscientes de que cuanto más se tropeaba con sus palabras, más
culpable la hacía a sonar.
—¿Querías qué, Sophie?
No había oído ese tono en su voz antes. Muerta y plana, y con más
depredadora por su tranquilidad.
Sophie miró la imagen fija en sus manos, y la puso con cuidado
sobre el escritorio. Así que, estaba en su oficina. No era el crimen del siglo,
no le había pedido expresamente no entrar aquí, y ella no había hurgado
alrededor. En realidad, no. La fotografía era fácilmente la cosa más
fascinante en la oficina: la austeridad de la habitación parecía diseñada
para atraer la mirada, por lo que mirarla había sido una respuesta
natural. Se acomodó sus hombros hacia atrás y lo miró a los ojos.
—La puerta estaba abierta. No me di cuenta que estaba fuera de los
límites.
La mirada inescrutable de Lucien se deslizó al bastidor fotografía, y
luego lentamente a Sophie.
—Es una hermosa toma —dijo ella en voz baja, mirándolo por una
reacción. Practicada, como él obviamente lo hacía para ocultar sus
emociones, Lucien no pudo detener el pulso que brilló a lo largo de su
mandíbula tensa, ni la forma en que su garganta se movió al tragar duro.
Pasaron varios segundos antes de volver a hablar.
—Sí. —Se paseó por la habitación hacia las ventanas, con el rostro
de perfil, mientras observaba el fiordo más lejano—. Preferiría que no
166
vinieras aquí de nuevo.
Fue un rechazo claro y directo, y frustró el infierno fuera de Sophie.
Había empleado la misma táctica de anoche en el jacuzzi, golpeando el
freno en la cara de cualquier pregunta que fuera más allá del aquí y el
ahora.
—¿Es tu madre?
Vio su garganta moverse otra vez, pero sus ojos permanecieron fijos
en la vista.
—Lo es.
—Es impresionante.
Lucien asintió lentamente. —Era.
Sophie respiró. —Lo siento.
—¿Por qué?
—Obviamente... —Sophie volvió a mirar la imagen con la nueva
comprensión, y luego, hacia el perfil aparentemente pasivo de Lucien. —
Debes extrañarla.
—¿Debo?
Sophie frunció el ceño, consciente de que estaba haciendo
deliberadamente la conversación lo más difícil posible.
Se volvió hacia ella. —Mira, tengo que hacer un par de llamadas,
Sophie. ¿Te importaría...? —Sus ojos se desviaron hacia la puerta.
—¿Por qué haces eso? —preguntó Sophie, sin hacer ningún
movimiento para levantarse de la silla.
Lucien audible suspiro. —¿Hacer qué?
—Cambiar el tema cada vez que te pregunto por cosas personales.
Se encogió de hombros y rodo los ojos, una muestra deliberada de
despreocupación que no engañó a Sophie por un segundo.
—No lo hago. No hay nada que decir.
—¿Pero seguramente tienes familia aquí en Noruega?
Su mandíbula se endureció de nuevo y sus fosas nasales se abrieron
ligeramente. Sophie sabía que lo estaba presionando, pero no estaba
dispuesta a parar. Las escalas de conocimientos actualmente se
inclinaban demasiado en su favor y que quería restablecer el equilibrio.
Se encogió de hombros. —Algunos.
—¿Hermanos... hermanas?
167
—¿Por qué es importante?
—Porque lo es, Lucien. Eres lo suficientemente feliz para profundizar
en mi matrimonio. ¿Seguro puedo hacer preguntas también?
Sus ojos se oscurecieron mientras consideraba su respuesta. —Está
bien. —Cruzó los brazos sobre su pecho, una muralla defensiva—. No hay
hermanos. No hay hermanas. Mi madre está muerta. ¿Algo más?
Sophie retrocedió ante la entrega contundente de sus palabras, y la
desolación que había detrás de ellas.
—Lo siento —murmuró otra vez.
—No lo sientas. Fue hace mucho tiempo y soy un chico grande.
Puedo cuidar de mí mismo.
No lo dudaba. Pero aún así algo la mantenía en su lugar en la silla, a
pesar de que había dejado claro que la quería fuera de su oficina y que
esta conversación terminara.
—¿Y tu padre?
Los ojos de Lucien se estrecharon, y Sophie se percató de la forma
en que sus dedos se enterraron en sus antebrazos.
—Suficiente, Sophie.
Así que era eso. —¿Está aquí en Noruega?
Lucien puso las palmas de sus manos sobre el escritorio y le clavó
una dura y firme mirada. —Te dije que es suficiente.
Sophie se irguió a una posición de pie y lo miró de lleno en toda la
extensión de la mesa. Su respiración era infinitamente demasiado rápida,
y sus ojos brillaban con ira reprimida, aunque su tono se mantuvo
incluso.
—Podemos hablar de ello, si pudiera ayudar —dijo Sophie
suavemente, sintiendo que estaban bailando alrededor de algo en lo más
profundo en la psique de Lucien.
Se rió con aspereza. —Y de repente eres psiquiatra. Es un gran salto
desde asistente personal, princesa.
Sophie se estremeció interiormente, odiando su uso sarcástico del
cariño que hasta ahora había parecido tan íntimo. —Sólo estaba tratando
de ayu...
—No necesito tu maldita ayuda. —Las palabras de Lucien cortaron a
través de ella y la sorprendió en un silencio momentáneo. Se miraron por
encima del escritorio.
—Pero tú crees que necesito la tuya —dijo. 168
—Eso es diferente y lo sabes jodidamente bien.
—¿Lo es? —Se inclinó hacia él—. ¿Por qué? ¿Porque tú lo dices?
—Sí, maldita sea. —Lucien golpeó la mesa para enfatizar—. Y porque
tú necesitabas mi ayuda, y yo no necesito la suya, o la de cualquier otra
persona.
Sus ojos ardían en los de ella, y sus puños en forma de bola
fuertemente le dijeron que estaba tan tenso como ella.
—Está muerto, Sophie, ¿de acuerdo? Todo esto fue hace mucho
tiempo, y es asunto de nadie sino mío, pero sólo para que conste, mi padre
está muerto. ¿Feliz, ahora?
Afectada, Sophie observó el rostro de Lucien en busca de rastros de
cualquier expresión, pero ira era todo lo que había. No entendía lo que
había detrás de él, pero algo le había sucedido a este hombre. En algún
momento, algo grande y feo que le había sucedido para acabar con esta
enorme y pesada carga de total autosuficiencia que llevaba encima de sus
hombros.
Echó un vistazo a la foto una vez más, y luego otra vez al hombre
en que el niño sonriente se había convertido.
—No. Estoy muy lejos de ser feliz, Lucien —murmuró—. Te voy a
dejar hacer tus llamadas. —Se volvió para salir de la habitación.
Estaba detrás de ella antes de que llegara a la puerta. Aplastó su
cuerpo contra la pared con el suyo, sus manos empujaron en su pelo. —Lo
siento, princesa. Lo siento.
Sophie cerró los ojos llenos de lágrimas y lo abrazó, deseando que su
toque pudiera derretir la tensión del hierro de los hombros y la tristeza
sombría de sus ojos. Lo había presionado para saber más acerca de él, y
todo lo que había logrado era desenterrar recuerdos que, obviamente, le
dolían.
Suavizó su respiración áspera con tiernas manos y alisó los dedos
sobre la seda de su pelo, hasta que por fin levantó la cabeza y la besó. Sus
labios se movían lentos y dulces sobre los de ella, bálsamo para calmar el
escozor de sus duras palabras anteriores.
—Yo también lo siento —susurró en su boca, abriendo la mandíbula
para dejar que su lengua se deslizara dentro. Podía sentir sus latidos
fuertes en contra los suyos, y su erección endureciéndose contra su
vientre. Dedos temblorosos tiraban de la ropa en busca de la comodidad y
la calidez de la piel desnuda, y disolvieron las tensiones de la única
manera que sabían, engranados juntos en el piso de la oficina de Lucien. 169
29
Traducido por Vanessa VR
Corregido por NnancyC
L
ucien rellenó la copa de vino de Sophie después del almuerzo,
luego echó su silla hacia atrás. La comida que el ama de llaves
preparó para ellos estaba deliciosa, sin embargo ambos ni la
disfrutaron después de su mañana tempestuosa.
—Tengo que salir un rato esta tarde.
Sophie asintió, extrañamente aliviada ante la perspectiva de un
tiempo a solas. Cada momento con Lucien era completamente acelerado y
las experiencias del día hasta el momento la dejaron sintiéndose en carne
viva y expuesta. Le dolía el cuerpo, y el corazón le dolía aún más. 170
Necesitaba un baño de espuma para suavizar sus músculos, y algún
precioso espacio para pensar. En menos de veinticuatro horas estaría de
regreso en Londres con Dan, y no tenía ni idea de qué diablos iba a hacer.
Lo único que sabía era que las próximas horas se sentían como si se
acercara su ejecución.
L
uego de llorar y decidida a aprovechar al máximo estas últimas
horas robadas, Sophie volvió a la habitación de Lucien y vio la
nota que dejó en la mesa de noche.
S
e vistieron para la cena.
Lucien parecía el hermano sexy de James Bond, letal y
goteando atractivo sexual. Sophie se sentía como si hubiera
entrado en un set de filmación y hubiera sido involuntariamente
contratada como su suertudo interés amoroso. Pero por supuesto, como en
todas las mejores películas de James Bond, no era más que la actriz
principal hasta que la aventura terminará.
La comida se hallaba divina, y sin embargo apenas la probaron.
Su rodilla toco la de él mientras cogía su copa de vino.
179
Sus dedos rozaron los de ella mientras volvía a llenar su vaso.
Su mirada se detuvo en sus labios mientras probaba el dorado puré
de mora rociados por la pannacotta9 perfectamente arreglada.
—Esto es delicioso. —Ella saboreó la fría y aterciopelada crema en la
boca.
Lucien asintió mientras saboreaba su propio postre. —Le falta algo
—Empujó su silla hacia atrás y se dirigió a la mesa con el plato de postre
en la mano—. ¿Qué piensas tú? —Le dio un poco de pannacotta en su
boca, sus ojos fijos en sus labios. Se encontraba en modo depredador
máximo, y un estremecimiento de anticipación onduló por la espalda de
Sophie.
Se apoyó en la mesa y ella puso una mano intencionalmente casual
en la pierna de él mientras se tragaba su bocado del impecable postre.
—Mmm. Veo lo que quieres decir...
Los ojos de Lucien bajaron a ver a su mano que se deslizaba hasta el
muslo. En segundos, la atrajo hacia sus pies contra su cuerpo.
186
32
Traducido por aa.tesares
Corregido por NnancyC
S
ophie se acomodó en el sillón reclinable de cuero en el jet de
Lucien, mientras rodaba para despegar. El cielo de terciopelo
negro de la madrugada discordaba con el color de su estado de
ánimo. Su estómago se revolvió con temor, su mente ya a cientos de
kilómetros por delante de Londres, reproduciendo las posibles formas en
que el día podría desarrollarse.
¿Dónde iba a estar cuando anochezca?
Si sólo pudiera retroceder el reloj y vivir la última noche una y otra
vez. Lucien le quitó el aliento tantas veces que era un milagro que aún 187
estuviera en pie. Había sido rampante y grosero en la mesa del comedor, y
más tarde fue tierno porque ella había necesitado que lo fuera. Se sintió
como cristal en sus manos.
Levantó la vista cuando él se abrochó el cinturón en el asiento junto
a ella.
—¿Todo listo? —preguntó. Ya podía sentir el abismo entre ellos
ampliándose mientras la realidad se entrometía en su interludio. Hubo
una torpeza en su tono y una mirada imparcial en sus ojos.
¿O se imaginaba esas cosas en él porque ella las sentía?
Con cada minuto que pasaba se sentía más como la antigua Sophie,
como si se deslizara de nuevo en su antigua piel opaca después de una
semana de prestada cubierta de oro pulido.
—Lista para irme —murmuró. ¿Qué otra opción tenía? ¿No, no estoy
lista? ¿No, dale la vuelta a este avión, no quiero ir a casa?
Esto siempre fue un trato de una semana. Ahora que todo había
terminado y el tiempo de seguir adelante con el asunto desastroso de la
vida real y los maridos que engañan y los matrimonios rotos.
Sophie cerró los ojos y tragó el nudo que le subió a la garganta
cuando el avión despegó del suelo noruego. Era un país que nunca
imaginó que incluso iba a ver, pero en pocos días, cayó completamente
bajo su hechizo. Sus vistas panorámicas, Alpes eminentes y cielos místicos
se habían grabados en ella para siempre, al igual que el grande y hermoso
vikingo a su lado ahora.
Dedos calientes cubrieron los suyos, y abrió los ojos.
—Estoy bien, de verdad. Sólo triste de irme.
Asintió. —Hoy vas a estar bien, Sophie.
—¿Lo estaré? —Lo miró a los ojos con los suyos mientras el pánico
se levantó en su pecho—. No creo que pueda hacerle frente.
—No es demasiado tarde para que me encargue —dijo Lucien,
inexpresivo, pero sus ojos eran suaves y preocupados.
—Me siento tan culpable, Lucien.
Lucien negó con la cabeza. —Dime una cosa, entonces. ¿Estarías
aquí si te hubiera tratado correctamente?
Sophie miró y estudió su anillo de bodas.
¿Estaría? ¿Podría haber resistido a Lucien si hubiera sido
completamente feliz con Dan? Le habría gustado decir que sí, pero no
estaba tan segura. Fue una gran pregunta. Después de una semana en la
empresa no estaba bajo ninguna ilusión sobre el poder de su encanto. 188
Él extendió la mano y la sostuvo por los hombros, forzando sus ojos
para encontrarse con los suyos. —¿Por qué debes ser la de la fibra de
moral, cuando él es el único que ha estado tirándose a otra persona por
meses?
Pero por mucho que tuviera un punto, no era sólo acerca de Dan,
pensó Sophie. Se trataba de ella, también. Se trataba de la estela de
destrucción que estaba a punto de causar en su propia vida.
—Lucien, me voy a casa, y estoy probablemente a punto de dejar a
mi marido. Y ya no puedo trabajar para ti, no después de esto. Al final de
hoy lo más probable es que estaré soltera, posiblemente sin hogar y sin
empleo.
—No vas a estar desempleada. Tienes un trabajo.
—No seas ridículo. —Lo miró fijamente. ¿Cómo podía pensar que era
sostenible para ella continuar como su asistente personal?—. Obviamente,
no puedo seguir trabajando para ti después de esto.
—¿Por qué no? No nos hemos mentido el uno al otro o hecho
algunas falsas promesas. No somos niños. Podemos separar el trabajo del
juego.
Sophie se estremeció. Guau. Realmente era tan helado como la tierra
que acababan de dejar atrás. Tan analítico, tan libre de vínculos
emocionales.
—No soy como tú, Lucien. No puedo separar perfectamente mi vida
en el trabajo y el sexo. —Se encogió de hombros—. No soy un hombre,
supongo.
Algo en sus palabras traspasaron a través del hielo. Lo vio en el
estrechamiento de sus ojos y la rigidez repentina en su mandíbula.
—No me añadas a los gustos de tu marido, Sophie. Sí, me gusta el
sexo, pero soy honesto acerca de lo que hago, y con quien lo hago. No
corro en torno a puertas cerradas para conseguir mis puntapiés de
lastimar a las personas que profeso amar.
Vaya. ¿De dónde vino eso?
—Amar. —Repitió la palabra distraída, como si nunca la hubiera
oído antes. Era algo que ella sentía que conocía muy poco en eso días.
—Sí, amar. Esa cosa no causa nada más que miseria y angustia,
luego hace que las personas engorden demasiado con helado y se corten el
pelo de forma poco aconsejable cuando las cosas van mal.
Ouch. Ahora ella estaba alerta de nuevo. ¿Qué demonios ocultaba 189
esto?
—¿Nunca has estado enamorado, Lucien? ¿Nunca has querido tanto
a alguien que tu corazón ruge cuando estás con ella, y todos los huesos de
tu cuerpo sufren por su ausencia?
—No.
—¿Eso es todo? ¿Simplemente, no?
—¿Qué esperabas? —Se encogió de hombros y extendió las manos
hacia los lados—. ¿Alguna triste historia de mi pobre corazón roto? Lo
siento, princesa.
Sophie se encogió de hombros ante el vacío. Se las arregló para
convertir su expresión de cariño en una burla, una vez más. —No lo sé. No
sé. Yo sólo...
—No necesito etiquetar mis sentimientos como el amor, o encadenar
a una mujer a mí sólo por el bien de una jodida fiesta y una pieza sin
sentido de basura. —Él miró su anillo de bodas y ella lo cubrió
instintivamente. Nunca había salido de su dedo desde el día que Dan lo
deslizó en su lugar, y por muy falso que parecía en este momento, la idea
de quitárselo se sentía como eliminar una parte de sí misma. Al igual que
toda su identidad siendo descartada con un bisturí.
—No digas eso. —A la defensiva tocó el anillo de oro en su dedo
anular.
—¿Por qué no? ¿Por qué la verdad duele? —La boca de Lucien se
torció con disgusto—. Apuesto a que tu marido se lo quita cuando se folla
a su amante.
Sophie sintió las palabras aterrizar como golpes. —¿Tienes que ser
tan contundente? —le lanzó en respuesta.
—Sí. Sí, lo tengo que ser. Porque si no lo soy, volverás ahí y
escucharás sus trivialidades y mentiras.
—Pero ¿no es mi elección? ¿Por qué te importa lo que hago, Lucien?
Lucien golpeó el brazo de su asiento con ira y frustración. —¿Por qué
haces esto ahora, Sophie? ¿Por qué estás dudando de todas las cosas que
has dicho y sentido esta semana?
Sophie suspiró profundamente. —Porque esto es mi vida de la que
estamos hablando, Lucien, no un episodio de algún reality show de la TV.
Tengo que escucharlo, por lo menos escuchar su versión de la historia.
—¿Su versión de la historia? —La risa de Lucien no tenía ningún
sentido del humor—. ¿Esa es la parte en la que cae de rodillas y lo
perdonas? —La miró intensamente, y Sophie lo miró de vuelta, notando la 190
forma en que su garganta se movió al tragar duro—. Te voy a mostrar su
lado de la jodida historia.
Agarró su portátil, la abrió, y después de unos cuantas claves, puso
la pantalla hacia Sophie, que se encontró a sí misma mirando a una serie
de fotografías. Entrecerró los ojos, tratando de dar sentido a las imágenes
frente a ella. Pero no tenían ningún sentido. No aquí, no en la
computadora de Lucien, no en el avión privado de Lucien.
Su marido, en un aeropuerto con su amante.
Dan riendo en un bar, envuelto sobre de su amante.
Una vez más en un balcón, su amante desnuda envuelta alrededor
de él.
No llevaba su anillo de bodas.
Sophie no podía respirar, sus pulmones de repente demasiado
apretados.
Incapaz de apartar los ojos de la pantalla, con las manos en las
mejillas en conmoción. Después de los días que sólo había pasado con
Lucien, que perdió su derecho a jugar a la víctima, aún así su corazón se
rompió en un millón de pedazos al ver los brazos de Dan envueltos
alrededor de otra mujer. Quería llegar al interior de la pantalla y tocar su
sonrisa, girar la cabeza lejos de esa mujer y hacerlo mirar en su dirección
en su lugar.
Aquellos eran los brazos en los que había planeado pasar el resto de
su vida y su beso era el único que alguna vez había deseado en los labios.
Las lágrimas le humedecieron las mejillas, y un gran sollozo se
arrancó de su cuerpo. Saber sobre el romance de Dan era una cosa. Tener
imágenes de ello para siempre grabados en las retinas era otra. Dejó caer
el rostro entre las manos y lloró a lágrima viva.
S
ophie se quedó mirando fijamente por la ventana cuando
Lucien detuvo su coche en el exterior de su casa. Parecía de
algún modo desconocido y siniestro, en lugar del paraíso que
solía ser. Era un poco antes de las diez, y afortunadamente la calle parecía
invitar en sí misma a una mañana de domingo de quedarse en la cama, las
cortinas cerradas resueltamente contra la mañana inevitablemente gris.
Sophie estaba agradecida. La última cosa que quería era una audiencia.
Lucien en su Aston Martin destacaba como un faro parpadeando entre el
paisaje suburbano de hombres barrigones paseando a sus perros con
berlinas familiares aparcadas en su caminos de entrada. 193
No tenía ni idea de qué decirle. La última parte del vuelo a casa
había sido infernal. Después de que ella hubiera visto las fotos de Dan con
su amante, todo lo que quería hacer era huir y gritar: en cambio, había
estado atrapada. Tumbada acurrucada en la cama, había repasado los
eventos de la última semana una y otra vez en su mente. Todo lo que
había llegado a pensar que sabía sobre Lucien había sido incorrecto. Él la
había usado. La había identificado como un objetivo vulnerable y se había
aprovechado de ella para sus propios juegos sexuales.
—Sophie, realmente lo siento. —La voz de Lucien era baja y estaba
llena de pesar—. Molestarte era lo último que quería hacer.
Ella cerró los ojos contra sus palabras vacías. ¿Cómo podía haber
esperado él que esas fotos hicieran otra cosa más que herirla? Excepto que
no era solo las fotografías de Dan lo que dolía, Ahora, el dolor fresco del
engaño de Lucien dolía como el infierno en la cima de todo. Ella había sido
un tonto premio por permitirle halagarle en la cama. Cualquier vestigio de
autoestima al que hubiera logrado aferrarse se había disuelto ante la idea
de lo fácilmente que había sido corrompida, de las cosas que había
permitido que sucedieran.
—Pensé que te ayudaría.
—¿Ayudarme? —Ella repitió sus palabras lentamente, dándoles
vueltas en su mente. Porque no tenían sentido—. Dime, por favor —porque
me estoy muriendo por saber—, ¿cómo pensaste que mostrarme imágenes
de mi marido con su amante me ayudaría, Lucien? ¿No crees que saber
que había estado viendo a alguien más dolía lo suficiente ya?
Él suspiró pesadamente y se pasó las manos por la cara. —Cometí
un error.
—No, yo cometí el error, y lo siento. —Sophie oyó el temblor en su
voz, pero no podía mantenerla firme—. Siento haber puesto mis ojos sobre
ti. —Negó con la cabeza con disgusto—. Como si no fuera lo
suficientemente malo que mi marido tenga una aventura. Ahora yo he
perdido la única ventaja que tenía. Soy tan mala como él.
Una amarga risa resonó a través de su pecho. —¿Y sabes que lo
hace incluso peor, Lucien? Al menos Dan parece como si tuviera
sentimientos por ella. Él podría incluso amarla, por todo lo que yo sé. —Su
voz se quebró e indeseadas lágrimas frescas cayeron por sus mejillas—. Lo
que yo he hecho es mucho, mucho peor. He permitido que un desconocido
frío y calculador me folle por venganza. —Se ahogó con las palabras—.
Joderme, más bien.
Lucien la miró con ojos sombríos, su piel dorada más pálida de lo 194
que ella lo había visto nunca.
—Tú no hiciste esto por venganza, Sophie, eres mucho mejor que…
—No me digas lo que soy, Lucien —le cortó—. En realidad, no me
conoces en absoluto, no en ninguna de las maneras que importan. Hice
esto para hacerle daño a mi marido. Podría haber sido cualquiera.
Simplemente fuiste tú.
—Eso es una mentira y tú lo sabes —dijo en voz baja.
—No, no lo es. ¿Por qué embellecerlo? Me viste como una presa fácil
y yo te vi como una forma de conseguir mi propio objetivo. Ni más ni
menos.
Ella extendió la mano hacia la puerta, pero las manos de él se
cerraron alrededor de las suyas.
—Está bien, Sra. Black. Ya has hablado. Ahora me gustaría hacerlo
a mí.
Ella se quedó inmóvil porque él no le dejó otra opción; sus manos la
sujetaban como un torno.
—Lo creas o no, realmente lamento mostrarte esas fotos, pero no lo
lamento ni un poco por tener sexo contigo. Eres malditamente hermosa,
Sophie Black, y necesitas a alguien que te lo recuerde.
Sophie lo miró a los ojos en silencio. Fiera frustración volvió sus iris
azules en un color ahumado, y su cuerpo orientado hacia el de ella estaba
rígido como una piedra. Solo sus pulgares se movían, deslizándose sobre
los puntos donde latía el pulso de sus muñecas.
—Tenías tristeza escrito por todo tu rostro la primera vez que
entraste en mi oficina —dijo suavemente—. Quería alejarla.
Ella quería bajar la mirada, pero sus ojos exigían los de ella. ¿Cómo
hacía eso? La sinceridad salía con tanta facilidad de él, pero después de
esta mañana no tenía forma de saber si era solo un mentiroso
malditamente bueno. Lucien tenía una forma de mirarla que la hacía
querer volver a caer en sus brazos otra vez, ¿pero no era exactamente ese
el objetivo de sus inteligentes palabras? ¿Para enredarla y luego convertirla
en una tonta?
—Noticia de última hora, héroe. No has mejorado las cosas. Las has
hecho diez veces peor.
Lo vio estremecerse y trató de apartar las manos, pero él mantuvo su
agarre.
—¿Puedes decirme que no disfrutaste de todas las cosas que
hicimos? Porque sé la verdad.
195
Él inclinó más cerca, y Sophie se puso rígida.
No le quería cerca de ella.
Le quería cerca de ella.
—Lo sé porque vi tus ojos, Sophie. Los vi cada vez que te venías, y
no vi tristeza nunca más. —Sus masajes con los pulgares la estaban
volviendo loca—. Vi alegría y vi belleza. Te vi brillar.
Su cruda honestidad derritió su ira y la dejó indefensa. De repente
estaba cansada más allá de la resistencia, y le dolía el corazón con tristeza.
—Entonces, ¿Cómo exactamente se supone que terminará esto,
Lucien?
Él suspiró y sacudió la cabeza. —Pensé que podría follarte para
hacerte feliz, supongo.
Estaba allí, en medio de las cosas más locas y más dulces que
Sophie había oído jamás. ¿Cómo podía alguien tan devastadoramente sexy
y masculino ser tan infantil?
—¿Y luego qué? ¿Estabas planeando caer de rodillas y declararme
amor verdadero? —Sophie vio su mandíbula endurecerse y sus ojos
parpadear—. No, no lo pensaste. Así que, permíteme adivinar… ¿Se
suponía que yo tengo que ir a casa y romper con Dan, para que tu después
sigas adelante rescatando a la próxima esposa despechada? —El pulso era
evidente en la mejilla apretada de Lucien—. ¿Se supone que voy a trabajar
el lunes como si nada hubiera sucedido?
Ella miró por la ventana hacia la lluvia que salpicaba. Él realmente
no había pensado en esta cosa del cuento de hadas. En todas las historias
que había amado de niña, el caballero no rescataba a la princesa y luego
se la devolvía directamente al príncipe malvado.
Lucien abrió la boca para responder cuando ella se volvió para
mirarlo, pero luego pareció cambiar de opinión y simplemente sacudió la
cabeza con un medio encogimiento de hombros resignado. Fue
simplemente así. No había nada que él pudiera ofrecer a modo de
justificación.
—Crece, Lucien. La vida no es así.
Lucien no intentó aferrarse a las manos de Sophie cuando ella las
liberó de las suyas y abrió la puerta. Él también se bajó del coche, una fría
llovizna humedeciéndole el rostro mientras sacaba su bolso del maletero.
Vio cómo los ojos de Sophie eran atraídos hacia la puerta principal.
Estaba obviamente desesperada por alejarse de él. No podía culparla. Sus
mejillas no tenían color y sus ojos se llenaron de un pesar tan profundo
que le dolió mirarla.
196
—¿Te llamo más tarde? —Extendió una mano sin esperanza y tocó la
manga de su abrigo rojo cereza.
Ella negó con la cabeza, pasándose el dorso de las manos por los
ojos.
—Ven a trabajar mañana. —Intentó otra vez, incapaz de contener el
borde de urgencia de su voz. Necesitaba verla pronto, solo para saber que
se las había arreglado para atravesar lo que tuviera que afrontar ahora con
Dan.
—No puedo, Lucien —susurró—. Sabes que no puedo.
Él pasó sus dedos por su mejilla, húmeda por las lágrimas y la
lluvia.
—No quiero dejarte así.
—No me estás dejando. —Su voz se estabilizó mientras le cogía la
bolsa y daba un paso atrás—. Yo te estoy dejando.
Lucien se pasó las manos por el pelo mientras la veía irse.
La había jodido.
¿En qué demonios había estado pensando?
Nunca debería haberle mostrado esas fotografías. Habría dado
cualquier cosa por volver atrás y cambiar las últimas horas. El dolor en los
ojos de Sophie cuando había sido confrontada con la verdad tecnicolor casi
había arrancado su corazón de su cuerpo.
Ahora sabía cómo debía de verse el rostro de su madre cuando
encontró a su padre inclinado sobre su secretaria; se había sentido como
un bastardo viendo a Sophie derrumbarse.
Un pesado suspiro escapó de él mientras la observaba cerrar la
puerta con decisión. Ella había cruzado de nuevo a su propio mundo.
Golpeó los puños con fuerza sobre el volante mientras se subía de
nuevo al asiento del conductor. Él había tenido la intención de enviarla a
la batalla lista para despedazar al idiota de su marido, pero su charla de
energía había fracasado gravemente. No estaba preparada para la batalla.
Sophie había sido golpeada y rota antes incluso de dar un paso en el ring,
y era todo por su culpa.
197
34
Traducido por CrisCras
Corregido por Melii
S
ophie caminó a través de las frías y silenciosas habitaciones de
su casa, seguía usando su abrigo y cargando su bolso de fin de
semana con el aire de un huésped de hotel. Recordó la primera
vez que ella y Dan habían visto la casa, seis meses antes de su boda. Se
enamoraron de ella en el momento que cruzaron la puerta. No era la más
grande o la más llamativa, pero podían convertirla en el nido perfecto para
los dos —o tres, llegado el momento—, le había dicho Dan sonriendo al
agente inmobiliario.
La encimera de mármol negro en la cocina estaba fría bajo sus
dedos. Había estado más allá de su modesto presupuesto, la verdad, pero
198
Dan se lo gastó todo para conseguirla porque a Sophie le encantaba.
Se detuvo en la sala de estar para estudiar la fotografía de ellos
tomada el día de su boda. No era la mejor foto de Sophie, pero le había
otorgado un lugar de honor porque había capturado una sonrisa de pura
alegría en el rostro de Dan. Mirándola ahora, todo lo que podía ver era la
misma sonrisa en una foto diferente, siendo otorgada a otra mujer.
En el dormitorio, dejó caer su bolsa al final de la cama pulcramente
hecha y se sentó torpemente a su lado. De todas las habitaciones de la
casa, esta se sentía con mucho la más premonitoria.
¿Había traído Dan a esa mujer aquí alguna vez?
¿Habían hecho el amor en su cama?
Sophie se puso de pie ante la desagradable idea y desabotonó su
abrigo color rojo cereza lentamente, luego abrió la cremallera de su bolsa.
Necesitaba desempacar, para quitar a Noruega y a Lucien Knight de su
ropa y de su mente.
Sacudió su mejor vestido y lo sostuvo contra ella. Tenía que ser
lavado en seco para quitar las manchas de color crema panacotta que
destacaban crudamente contra la seda negra. Sophie agarró el vestido sin
aliento por el recuerdo de la última noche en el comedor de Lucien. ¿En
serio fue hace menos de veinticuatro horas? Se sentía como toda una vida.
Cuando metió la mano en su bolso de nuevo, sus dedos se toparon
contra algo que no había esperado encontrar allí. Algo duro. Frunció el
ceño y apartó la ropa hacia un lado, luego jadeó suavemente. Una caja
negra poco profunda, de la longitud de una caja de zapatos, yacía en el
fondo de su bolsa. Una caja con el familiar logo de Knight Inc. grabado en
color gris plomo en la parte superior.
Sophie respiró fuerte y volvió a sentarse. ¿Qué había dentro? La sacó
y la equilibró con cuidado sobre sus rodillas. Era más pesada de lo que
había esperado, y estaba segura de que lo que fuera que contenía no la
ayudaría a sacar a Lucien de su cabeza. Debería esconderla en el fondo de
su armario sin mirar dentro. O incluso mejor, tirarla directamente a la
basura.
Abrió la caja.
Sus dedos temblaron mientras desprendía el papel de seda negro de
gran nitidez de su interior. Había una tarjeta, gruesa, cremosa e inscrita
con la oscura letra de Lucien.
Sophie sabía exactamente lo que había entre los pliegues del papel
de seda, pero retiró los objetos uno a uno de todos modos.
Un fragmento de encaje negro y seda.
La pesada bellota de plata, de repente demasiado aburrida y de mal
gusto.
El consolador de cristal amanecer, despojado de sus arco iris y de su
brillo por los opresivos cielos de Londres y el humor de Sophie.
Todo parecía tan ordinario, tan mundano, aquí en su ordenada
habitación. Tal vez Lucien había sido el mago cuyo toque los había traído a
la vida. Mientras suspiraba y doblaba de nuevo el tejido para devolverlos a
su caja, algo más ubicado en el fondo captó su atención.
Cogió la pequeña caja de terciopelo dorado, vintage, si la muy
querida condición de la tela era un indicador. Suave y gastada, Sophie
supo al instante que alguien había acariciado su contenido lo suficiente
como para sostenerla a menudo.
Sus dedos se curvaron sobre los bordes y la agarró con fuerza.
Cálido y táctil en su palma, Sophie solo podía preguntarse qué había
dentro, y por qué Lucien había querido que ella lo tuviera.
Ella despegó sus dedos y levantó la tapa con bisagras lentamente.
Una hoja de papel doblada cayó revoloteando sobre su regazo, luego vio
que dentro de la caja había un delicado brazalete de oro, sus eslabones
intercalados de vez en cuando con la pequeña cuenta de una joya. Cada
diamante brillaba con la luz del amanecer mientras lo sostenía a contraluz
para estudiarlo. Se quedó sin aliento. Era impresionante, como si alguien
hubiera llegado y tomado pequeñas manchas del brillante cielo nocturno
noruego.
Pero no era solo la belleza del brazalete lo que la hipnotizaba. Sophie
lo reconoció. Lo había visto una vez antes.
O más bien había visto una fotografía de alguien que lo llevaba.
La madre de Lucien. Había estado alrededor de su muñeca en la
fotografía que había sobre el escritorio de Lucien.
Sophie contuvo las lágrimas que amenazaban con empezar de nuevo
mientras miraba la delicada y preciada joya. Los juguetes sexuales habían
sido inesperados, pero no estaba sorprendida de encontrarlos allí.
200
Pero esto… ¿por qué? Debía de ser precioso para él. Ella dejó el
brazalete cuidadosamente de nuevo en su caja y cogió la nota.
Otra fuerte y hermosa mujer amaba esto mucho. Puede que siempre te
recuerde lo grande que es el mundo, y que siempre tienes elección.
Recuerda, Princesa.
Lx
Sophie leyó las palabras otra vez y sacudió la cabeza con suavidad.
Justo cuando pensaba que había descifrado todo de Lucien Knight, él
cambiaba completamente y hacía algo tan desvergonzadamente romántico
que deseaba que estuviera allí para que ella pudiera mirar en sus ojos y
ver la verdad que él no habría sido capaz de ocultar.
Cerró el broche de la pulsera alrededor de su muñeca, viendo las
pequeñas piedras emitir tonos del arco iris sobre su piel. Y entonces,
segundo por segundo, minuto por minuto, Sophie simplemente se sentó y
recordó.
Recordó vastos cielos caleidoscopio, montañas cubiertas de nieve y
brillantes fiordos.
Recordó piel caliente en su espalda y champán frío en la lengua. Y
recordó el oscuro y complejo lobo solitario que dormitaba a través de los
hermosos hombros del hombre que se había tomado el tiempo para
enseñarle lo grande que es el mundo realmente.
Perdida en sus pensamientos, Sophie se estremeció al oír el sonido
repentino de la puerta principal al cerrarse de golpe en la planta baja.
Pasos y una maleta arrastrada por el suelo de madera de la sala
anunciaban el regreso de Dan. Ella se quedó sin aliento y rápidamente
guardó los tres deseos de Lucien en la caja negra.
Era hora de ir a la batalla.
En la esquina azul, su marido. El hombre al que había planeado
amar para siempre.
En la esquina roja, su amante. El hombre al que no había planeado
amar en absoluto.
Sophie vaciló, sintiéndose expuesta y sola.
¿Realmente amaba a cualquiera de ellos? ¿Cualquiera de ellos la
amaba a ella?
—¿Sophie? —La urgente voz de Dan llegó por las escaleras—. Soph,
¿estás allí arriba? 201
Ella fue hasta el armario y rápidamente metió la caja negra en un
espacio en el fondo, luego cerró la puerta silenciosamente.
—Ya voy —gritó, sorprendida de que su voz sonara tranquila y clara.
Con una última mirada hacia el brazalete en su muñeca, abrió la puerta
de la habitación y se dirigió a las escaleras.
Y fue entonces cuando alguien golpeó la puerta principal con fuerza.
Sophie se congeló a medio camino bajando las escaleras, sus ojos
sobre la familiar espalda del traje de su marido mientras él giraba el
pestillo de la puerta.
Fugazmente, ella admiró su minuciosidad al recordar llevar traje de
negocios, incluso aunque ella sabía que no había estado cerca de una
reunión. Muy convincente, Dan.
Ella sabía quién estaba fuera. Era inevitable.
Dan abrió la puerta y miró al extraño recostado de brazos cruzados
contra el marco de la puerta.
—Lo que sea que está vendiendo, no lo necesitamos —dijo irritado.
El extraño le miró fijamente y no dijo nada.
Pasó un largo momento. Sophie sintió que Dan estaba a punto de
tratar de cerrar la puerta. Lo sabía con tanta certeza como que el visitante
lo impediría.
Rompió el silencio.
—Él no está vendiendo nada. —Sophie habló suavemente pero con
claridad, mirando de un hombre a otro.
Dan volvió sus inquisitivos ojos en su dirección. Estuviera lista o no,
parecía que los combatientes estaban saliendo de sus esquinas a pesar de
todo.
¿Se suponía que tenía que hacer de árbitro entre ellos? ¿Cómo
podría? Su lealtad estaba dividida entre el hombre con el que se había
casado para bien o para mal, y el hermoso vikingo que había puesto su
mundo del revés.
—Él es Lucien. —Tragó saliva con fuerza.
Segundos pasaron. Sophie casi pudo oír el sonido de la campana.
—Es Lucien Knight.
202
Fin
Próximo Libro
Sophie Black le ha dado la espalda tanto a su
infiel esposo como a su sexy y enigmático jefe,
Lucien Knight. Cuando toca fondo, se
encuentra a sí misma regresando al
glamuroso mundo sin ataduras, de alto riesgo
e intensos encuentros eróticos de Lucien
Audaz y hermoso, Lucien es un Dios Vikingo
del sexo andante. Es un atractivo mundo de
placer sin límites y promesas, pero ¿puede el
ya lastimado corazón de Sophie sobrevivir a
sus estrictas reglas sin ataduras?
Cuando su esposo regresa con el rabo entre
las piernas, Sophie se ve enfrentada a la
203
decisión más difícil de su vida. ¿Cómo puede
escoger entre el hombre al que juró amar para
siempre y el hombre al que no había planeado
amar en absoluto?
Knight #2
Sobre el Autor
Kitty French es escritora de romance erótico,
bebedora de vino, esposa desorganizada y
mamá.
También escribe comedias románticas bajo
el seudónimo de Kat French.
204
Traducido, Corregido y
Diseñado por:
205
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