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DERECHO CIVIL IV
INTRODUCCIÓN
El art. 1437 señala cuales son las fuentes de las obligaciones: “Las obligaciones nacen, ya del
concurso real de las voluntades de dos o más personas, como en los contratos o
convenciones; ya de un hecho voluntario de la persona que se obliga, como en la
aceptación de una herencia o legado y en todos los cuasicontratos; ya a consecuencia de un
hecho que ha inferido injuria y daño a otra persona, como los delitos y cuasidelitos; ya por
disposición de la ley, como entre los padres y los hijos de familia”.
Las restantes fuentes de las obligaciones tienen un carácter excepcional. Destina el Código
a los cuasicontratos y a los delitos y cuasidelitos solamente los Títulos XXXIV y XXXV. De las
obligaciones legales no se ocupa sistemáticamente
Es natural, por lo tanto, al abordar el examen particular de las fuentes de las obligaciones,
iniciarlo con el estudio de los contratos.
Los actos ilícitos tienen como fuente de obligaciones, una importancia considerable y
creciente. Las cuestiones relacionadas con la responsabilidad que resulta de comisión de un
delito o cuasidelito son de las más delicadas y de mayor actualidad en el Derecho Civil. Su
estudio debe venir inmediatamente a continuación.
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GENERALIDADES
Convención es, por tanto, una declaración bilateral de voluntad tendiente a producir
determinadas consecuencias de derecho.
Pero nuestra atención deberá orientarse hacia una clase o tipo de convención: aquella que
tiene por objeto crear obligaciones. A está convención generadora de obligaciones se le
denomina tradicionalmente contrato.
Para ciertos autores, el concepto de contrato comprende sólo los actos destinados a
producir obligaciones de carácter transitorio. Desde que se trata de establecer un estatuto
de carácter permanente, un modus vivendi, el acto dejaría de ser un contrato para
convertirse en una institución.
Como observa con justicia Josserand, la gama de los contratos es rica y variada; junto a las
transacciones más humildes y fugitivas se encuentran las más importantes y permanentes.
Pero todas ellas presentan, aparte de sus inevitables particularidades, rasgos generales
comunes.
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Elementos del contrato .- Según el art. 1445, “para que una persona se obligue a otra por
un acto o declaración de voluntad”, es menester: 1° que sea legalmente capaz; 2° que
consienta en el acto o declaración y que el consentimiento no adolezca de vicios; 3° que
recaiga sobre un objeto lícito, y 4° que tenga una causa lícita.
La disposición legal citada ha omitido este requisito, porque ha señalado las condiciones
generales que debe reunir todo contrato y porque la observancia de las solemnidades
legales se confunde con el consentimiento. En los contratos solemnes, el consentimiento
de las partes se manifiesta o exterioriza a través del cumplimiento de las formalidades
legales.
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c) En fin, la regla del art. 1552 establece que en los contratos bilaterales la mora purga la
mora, o, en otros términos, ninguna de las partes está en mora dejando de cumplir lo
pactado, mientras la otra no cumpla o este pronta a cumplir sus obligaciones recíprocas.
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Contrato gratuito, en cambio, es aquel en que una de las partes se procura una ventaja sin
que ello le demande un sacrificio, porque no debe suministrar una contraprestación a
cambio del beneficio que recibe. Son contratos gratuitos la donación y el comodato.
De lo dicho resulta que los contratos bilaterales son siempre onerosos; al obligarse ambas
partes reportan un beneficio y soportan el gravamen que significa la obligación recíproca.
Dispone el art. 1441: “El contrato oneroso es conmutativo, cuando cada una de las partes
se obliga a dar o hacer una cosa que se mira como equivalente a lo que la otra parte debe
dar o hacer a su vez; y si el equivalente consiste en una contingencia incierta de ganancia o
pérdida, se llama aleatorio”.
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Los contratos onerosos, que excepcionalmente son rescindibles por causa de lesión, dejan
de serlo cuando, en vez de ser conmutativos, revisten el carácter de aleatorios.
Tal es el caso de la compraventa de minas (art. 77 del C. de Minería ).
Dice el art. 1442;”El contrato es principal cuando subsiste por sí mismo sin necesidad de
otra convención, y accesorio cuando tiene por objeto asegurar el cumplimiento de una
obligación principal, de manera que no pueda subsistir sin ella”.
El contrato principal, por tanto, es el que tiene una vida propia e independiente, como la
compraventa, la sociedad, el arrendamiento.
El interés de esta clasificación deriva de la aplicación del principio de que lo accesorio sigue
la suerte de lo principal. El contrato accesorio no puede subsistir sin una obligación
principal: por consiguiente, las causas que extinguen la obligación principal extinguen
igualmente las que provienen del contrato accesorio.
Por esto, “la nulidad de la obligación principal acarrea la de la cláusula penal” (art. 1536);
la fianza se extingue total o parcialmente “por la extinción de la obligación principal en
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todo o parte” (art. 2381, N°3°); se extingue la hipoteca “junto con la obligación principal”
(art. 2434, N°1°).
Con todo, el contrato accesorio no puede subsistir sin obligación principal, pero puede
existir sin ella. En otros términos, se concibe el contrato accesorio sin que exista aún la
obligación principal; pero es inconcebible que sobreviva a la extinción de la obligación
principal. La caución puede constituirse para garantizar una obligación futura y, en tal caso
existirá la obligación accesoria antes que la principal. (art. 2339 y 2413 CC)
Contratos consensuales, solemnes y reales.- Por último, el art. 1443 establece: “El
contrato es real cuando, para que sea perfecto, es necesaria la tradición de la cosa a que se
refiere; es solemne cuando esta sujeto a la observancia de ciertas formalidades especiales,
de manera que sin ellas no se produce ningún efecto civil; y es consensual, cuando se
perfecciona por el solo consentimiento”.
a) La regla general es que los contratos sean consensuales, esto es, que se perfeccionen
por el solo acuerdo de voluntades, solo consensu, con prescindencia de todo requisito de
forma.
El cumplimiento de determinadas formas se justifica por diversos motivos. Pone a las partes
a cubierto de un malentendido, atrae su atención acerca de la gravedad del contrato que
concluyen y les suministran una prueba preconstituida en caso de controversia.
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Contratos nominados e innominados.- Los primeros son aquellos que tienen una
individualidad acusada y, por lo mismo, un nombre y una reglamentación legal.
Contratos de libre discusión y de adhesión.- El primero supone que las partes concluyen
sus condiciones como resultado de una libre deliberación. El contrato verdaderamente
resume las voluntades convergentes.
Junto a este tipo, como decía Josserand “venerable de contrato”, ha adquirido creciente
auge el contrato denominado de adhesión. Una de las partes formula las condiciones del
contrato y la otra se limita a prestar su aprobación o adhesión a dichas condiciones en
block.
Esta forma revisten hoy el contrato de seguro, el de transporte, los de suministros de luz,
agua, teléfonos, etc.
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El ejemplo más típico es el contrato colectivo de trabajo es el celebrado por uno o más
empleadores con una o más organizaciones sindicales o con trabajadores que se unan para
negociar colectivamente, o con unos y otros, con el objeto de establecer condiciones
comunes de trabajo y de remuneraciones por un tiempo determinado. (art. 6 inciso 3°, del
Código del Trabajo).
El art. 1444 dispone: Se distinguen en cada contrato las cosas que son de su esencia, las que
son de su naturaleza y las puramente accidentales”.
a) Son de la esencia del contrato “aquellas cosas sin las cuales o no produce efecto alguno,
o degenera en otro contrato diferente”.
Las cosas de la esencia del contrato le dan su fisonomía propia y característica, le
individualizan y distinguen de los demás. La cosa y el precio son esenciales en la
compraventa. A falta de cosa y precio, no hay contrato; si el precio no consiste en dinero, el
contrato será de permuta.
b). Son cosas de la naturaleza del contrato “las que no siendo esenciales en él se
entienden pertenecerle, sin necesidad de una cláusula especial”.
Las cosas de la naturaleza del contrato pueden ser suprimidas o alteradas sin que pierda su
fisonomía característica; para ello hace falta una cláusula formal. A falta de una expresa
estipulación, tales cosas se subentienden y reputan incorporadas al contrato.
De esta clase de cosas es la obligación de garantía que pesa sobre el vendedor. Las partes
no necesitan estipular que el vendedor está obligado al saneamiento y pueden convenir que
no lo esté. Habrá siempre compraventa, pero una compraventa sin garantía.
c) En fin, son cosas accidentales del contrato “aquellas que ni esencial ni naturalmente le
pertenecen, y que se les agregan por medio de cláusulas especiales”.
Las cosas accidentales, por lo tanto, sólo pertenecen al contrato por acuerdo especial de las
partes contratantes. Por ejemplo, es cosa accidental del contrato la estipulación de un plazo
para efectuar el vendedor la entrega de la cosa vendida o facultad del comprador de pagar
el precio por cuota.
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El viejo adagio res inter alios acta, aliis nec nocere nec prodesse potest resume estas
ideas.
No ha establecido nuestro Código, como lo hace el Código Francés, una disposición expresa
que consagre el principio de que los contratos no aprovechan ni perjudican a terceros.
Sin embargo junto a las partes se encuentran ciertas personas que aprovechan de los
efectos del acto o sufren sus consecuencias. Por esto es, menester enfocar los efectos del
contrato desde el punto de vista de las partes y de los terceros, esto es, de los que han sido
partes en el acto.
Debe considerarse también como partes a aquellos que, sin intervenir personalmente en el
contrato, actuaron debidamente representados.
El mandante, por ejemplo, es parte en el contrato concluido por su mandatario, porque lo
que una persona ejecuta a nombre de otra, facultada por ella para representarla, produce
los mismos efectos que si hubiere contratado el representado en persona (art. 1448).
La Ley del contrato.- El art. 1545 precisa cual es la fuerza que el contrato tiene entre las
partes: “Todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes, y no puede
ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas legales.”
Las expresiones del art. 1545, tomadas del Código francés, indican de manera
singularmente enérgica la fuerza obligatoria del contrato.
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Para los contratantes, el contrato constituye una verdadera ley particular, a la que deben
sujetarse en sus mutuas relaciones del mismo modo que a las leyes propiamente dichas.
Pero, al atribuir al contrato el carácter de una ley para los contratantes, el legislador no ha
querido sólo valerse de una fórmula vigorosamente expresiva de su fuerza.
Ha significado, además, que el legislador deja a las partes en libertad para señalar las
normas que han de regir sus relaciones y que tales normas tiene para ellas la fuerza de una
verdadera Ley.
Por lo mismo, las estipulaciones del contrato se imponen también a los jueces, quienes
deben respetarlo para que sea acatada la voluntad contractual
El Juez no puede, por tanto, alterar lo estipulado en el contrato celebrado legalmente,
eximiendo a las partes de las obligaciones que les impone, o atribuyéndole un diverso
significado del que los contratantes le atribuyeron.
El contrato válido debe respetarse y cumplirse con dos únicas excepciones; a)que las partes
acuerden abolirlo; y
b) que la ley autorice expresamente dejarlo sin efecto por determinadas causas.
Infracción de la Ley del contrato.- Corresponde a los jueces interpretar el contrato, en caso
de controversia.
En uso de esta facultad, les incumbe determinar su sentido y señalar el alcance de sus
estipulaciones.
Pero la clasificación jurídica que corresponde atribuir al contrato, dados los hechos
acreditados en el juicio y cuya apreciación corresponde soberanamente a los jueces del
fondo, es problema de derecho.
Los jueces del fondo no pueden desconocer los efectos legales de una convención cuya
existencia han constatado; la calificación jurídica de un contrato y la determinación de sus
obligadas consecuencias caen dentro del control de la Corte Suprema.
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Al proceder de esta manera, se viola la ley del contrato o, mejor dicho, se infringe el gran
principio que consagra el art. 1545 de que los contratos legalmente celebrados son una ley
para las partes contratante.
Ejecución de buena fe .- El art. 1546 establece otra regla fundamental relativa a los efectos
del contrato entre las partes contratantes: “Los contratos deben ejecutarse de buena fe, y
por consiguiente obligan no solo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que
emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre
pertenecen a ella”.
La ejecución de la buena fe del contrato significa que debe cumplirse conforme a la
intención de las partes y a las finalidades que se han propuesto al contratar.
La buena fe contractual tiene como natural corolario que el contrato no sólo obliga a
aquello que fue materia de una expresa estipulación.
La regla del art. 1546 simplifica la tarea de las partes que contratan y hace posible que
concreten su atención a las estipulaciones fundamentales del contrato.
El art. 1546 establece, en suma, el gran principio de que las leyes relativas a los contratos
son supletorias de la voluntad de las partes.
La libertad de contratación no tiene más limitaciones, en general, que las que imponen las
leyes en defensa de las buenas costumbres y del orden público.
Esta tendencia, que atribuye a la libertad un vasto poder creador de relaciones jurídicas, se
refleja en múltiples aspectos.
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Por de pronto, los particulares pueden celebrar toda suerte de contratos, aunque no sean
aquellos que la ley ha dotado de una especial reglamentación, esto es, de contratos
innominados.
Los contratos son generalmente consensuales; el solo consentimiento es bastante para que
se perfeccionen, independiente de la observancia de formas externas.
Las partes pueden hacer solemnes aquellos contratos que son naturalmente consensuales y
revestirlos de las solemnidades que juzguen convenientes (arts. 1802 y 1921 del Código
Civil).
En suma, las disposiciones legales que rigen los contratos son regularmente supletorias de
la voluntad de las partes y pretenden interpretar esta voluntad que no ha llegado a
manifestarse. Del mismo modo, las reglas de la sucesión intestada constituyen el
testamento tácito del causante. La ley regla la sucesión cuando el testador no dispuso o,
por diversas causas, se frustra la manifestación de voluntad.
Una materia de tanta envergadura como el contrato de trabajo escapa a la libre discusión
de los contratantes.
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La estabilidad del contrato tiende a hacerse más precaria. El concepto de la lesión adquiere
un desarrollo creciente y de causal que justifica la invalidación de muy contados actos
jurídicos, tiende a convertirse en una causal capaz de invalidar toda relación jurídica que
ocasione a una de las partes un grave daño pecuniario.
Quiénes son terceros. El principio de que el contrato no afecta a terceros, tan simple en su
enunciación, plantea el problema de averiguar quiénes son terceros.
Entre los no contratantes hay personas cuya situación es radicalmente diversa. Preciso es
distinguir a.- Los herederos o sucesores a título universal; b.- Los sucesores a título singular;
c.- Los acreedores de las partes; y, d.- Los verdaderos terceros que la doctrina llama, parea
distinguirlos con nitidez, penitus extranei.
a.- Los herederos o sucesores a título universal. Los sucesores a título universal no
pueden considerarse extraños al contrato, pese a que no intervinieron en su celebración.
Los herederos representan a su causante, se identifican con él, le suceden en todos sus
derechos y obligaciones transmisibles artículo 1097 C.C.
Para expresar sintéticamente estas ideas se dice que quien contrata lo hace para si y para
sus herederos. Así lo establece expresamente el artículo 1112 del Código Civil Francés.
Los contratos, pues, aprovechan y perjudican a los herederos de modo que sus efectos
pueden invocarse por ellos y contra ellos. Pero esta regla tiene excepciones.
1.- Se exceptúan, desde luego, aquellos contratos que se celebran intuito personae, como el
mandato, la sociedad. La muerte del contratante pone fin a los efectos del contrato.
2.- Exceptúanse, asimismo los contratos de que derivan derechos personalísimos, como los
de habitación y uso.
El derecho de usufructo tampoco es transmisible a los herederos del titular.
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3.- Puesto que la ley no ha vedado una estipulación semejante, se exceptúan también los
contratos en que las partes han convenido expresamente que sus consecuencias no ligarán
a sus herederos.
b.- Sucesores a título singular.- Los sucesores a título singular adquieren de su causante
determinados bienes o derechos; no le suceden en el todo o en una cuota de su patrimonio.
Tales son el legatario, el cesionario, el comprador, el donatario.
En otros términos, el sucesor a título singular adquiere el bien tal como se encontraba en
virtud de los contratos que, respecto de dicho bien, había celebrado el causante.
Por consiguiente, y en palabras del tratadista francés Baudry-Lacantinerie, los contratos por
los que el autor había consolidado, transformado, aumentado o disminuido su derecho,
aprovecharán o perjudicarán al causahabiente a título singular.
El sucesor hace suyas las ventajas atribuidas por su causante al derecho que adquiere. Así,
el cesionario de un crédito se beneficia con la fianza, prenda o hipoteca que lo garantiza, y
aprovecha de los contratos celebrados por el cedente para obtener estas cauciones que
mejoran o robustecen su derecho.
Por la inversa, debe el sucesor soportar las consecuencias de las limitaciones impuestas por
el causante con anterioridad, como una hipoteca o una servidumbre. El comprador de un
inmueble, por ejemplo, quedará ligado por la transacción que antes de la venta celebró su
vendedor que limitó su dominio del predio.
Pero los contratos que no afectan al derecho mismo, ni para mejorarlo, disminuirlo,
consolidarlo o transformarlo, no pueden ser opuestos al causahabiente ni invocados por
éste. Supóngase que se vende y transfieren un predio arrendado. Ni el arrendatario podrá
prevalerse de los derechos derivados del contrato contra el adquirente, ni éste podrá
invocar el contrato contra el arrendatario.
Dos condiciones deben reunir los contratos que han de afectar a los sucesores a título
singular:
1) Deben ser anteriores a la adquisición, y
2) Deben referirse al bien mismo adquirido
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La prenda general se verá incrementada por las adquisiciones que haga el deudor y
experimentará una disminución con las nuevas obligaciones que contraiga.
En este sentido, los contratos celebrados por el deudor afectan a los acreedores y les son
oponibles; los acreedores, en suma, no son partes pero tampoco se les puede considerar
por completo terceros.
d.- Los terceros extraños.- Los verdaderos terceros penitus extranei, son aquellos a
quienes no liga, ni ligará en el futuro ninguna relación con los contratantes.
Para estos terceros rige plenamente el principio de la relatividad de los efectos del
contrato. El contrato no puede conferirles o quitarles un derecho, convertirles en
acreedores o deudores.
De acuerdo con el art. 1815, la venta de cosa ajena es válida, sin perjuicio de los
derechos del dueño. Para el propietario, tercero totalmente extraño al contrato, no
produce éste ningún efecto, no puede menoscabar su derecho. Por esto podrá accionar, con
completa prescindencia del contrato, en contra del comprador y adquirente.
Con todo, merecen un párrafo aparte la estipulación a favor de otro y la promesa por otro.
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Nuestra ley positiva.- El Código Civil, como se dijo, reconoce valor a la estipulación a favor
de otro, sin restricciones. El art. 1449 dispone: “Cualquiera puede estipular a favor de una
tercera persona, aunque no tenga derecho para representarla; pero sólo esta tercera
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Es preciso que el estipulante obre a nombre propio.- Pero no basta que el estipulante no
tenga derecho para representar al tercero. Es preciso que obre a su propio nombre.
En caso de obrar sin poder, pero a nombre del tercero, el estipulante será un agente
oficioso. Jurídicamente no estipula para otro, sino a nombre de otro.
Se aplicarán entonces, las reglas de la agencia oficiosa.
Mientras el tercero no ratifique que se convertirá en acreedor; desde que ratifica, deja de
ser un tercero y el acto se reputa ejecutado por él, porque el estipulante se considerara
retroactivamente como su mandatario.
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Aceptación del tercero.- La facultad de las partes de revocar la estipulación dura hasta que
interviene la aceptación del tercero.
Esta aceptación puede ser expresa o tácita. El art. 1449 establece que “constituyen
aceptación tácita los actos que sólo hubieran podido ejecutarse en virtud del contrato”.
La aceptación puede prestarse en todo tiempo, mientras las partes no hayan revocado la
estipulación. Pero la aceptación no es una condición para la adquisición del derecho por el
tercero. El derecho nace directamente de la estipulación.
La aceptación, pues, no condiciona la incorporación del derecho al patrimonio del tercero,
sino que se hace irrevocable el contrato. Por la aceptación, el derecho revocable del tercero
se torna irrevocable.
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La teoría de la oferta ha sido abandonada por las graves consecuencias prácticas a que
conduce:
1.- Por de pronto, el derecho del tercero no nacería sino al intervenir su aceptación;
mientras tanto, habría una simple oferta sujeta a todas las contingencias de una
policitación.
La oferta está expuesta a caducar, entre otras causas, por la muerte del proponente,
circunstancia que sería fatal para el tercero. Piénsese en el seguro de vida. La aceptación se
presta ordinariamente después de la muerte del estipulante, esto es, cuando ya habría
caducado la oferta.
2.- Por otra parte, el tránsito del derecho por el patrimonio del estipulante puede ser
igualmente fatal para el beneficiario.
Los acreedores podrán hacer valer sus créditos en el derecho nacido para el estipulante de
la estipulación, por ejemplo, en la suma asegurada.
Los herederos del estipulante podrán considerar el derecho como parte del patrimonio
hereditario y reputándolo una liberalidad, exigir que se colacione o reduzca.
Los propósitos del estipulante obviamente se frustran; su intención, en el caso del seguro
de vida, fue que el tercero recibiera, en todo caso, el capital asegurado y he aquí que este
resultaría la presa de sus acreedores o sus herederos.
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Estipulación de una cláusula penal.- El art. 1536 establece que si se promete por otra
persona, imponiéndose una pena para el caso de no cumplirse lo prometido,”valdrá la pena,
aunque la obligación principal no tenga efecto por falta del consentimiento de dicha
persona”.
La disposición es defectuosa, porque sugiere que es eficaz la pena sin que haya una
obligación principal. La verdad es, entre tanto, que si bien la obligación del tercero no llega
a formarse, por falta de su consentimiento, la obligación del prometiente existe y, si no
obtiene que el tercero dé, haga o no haga lo prometido, infringirá su obligación y deberá
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indemnizar perjuicios. Estos perjuicios pueden ser avaluados por medio de una cláusula
penal.
Teoría de la inoponibilidad
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Inoponibilidad por falta de publicidad.- Los requisitos de forma de que está revestido un
acto jurídico se exigen regularmente erga omnes y su omisión acarrea nulidad.
Pero la ley suele exigir la observancia de determinadas formas con el solo propósito de
proteger a terceros; tales formas tienden a dar publicidad al acto para hacerlo conocido de
éstos.
La omisión de estas formalidades o medidas de publicidad no anula el acto, solamente lo
hace inoponible a terceros.
a) El art. 1707 del Código Civil, establece que las escrituras privadas que hacen los
contratantes para alterar lo pactado en una escritura pública, “no producirán efecto contra
terceros”.
Y añade la disposición: “Tampoco lo producirán las contraescrituras públicas, cuando no se
ha tomado razón de su contenido al margen de la escritura matriz cuyas disposiciones se
alteran en la contraescritura , y del traslado en cuya virtud ha obrado el tercero”.
Las alteraciones a lo pactado tienen plena eficacia entre las partes, bien se hagan por
escritura pública o privada. Pero son inoponibles a terceros las alteraciones que constan de
escritura pública cuando no se han adoptado las medidas de publicidad previstas.
Para los terceros no existirán sino las estipulaciones de la primitiva escritura.
Supóngase que en la compraventa de un bien raíz que A hizo a B se estipuló que se quedaría
adeudando un saldo de precio de $ 120 y que por escritura posterior los contratantes
declaren que el precio se pagó de contado.
Omitidos los requisitos del art. 1707, para los terceros no existe sino el texto primitivo del
contrato y, por ejemplo, los acreedores de A podrán embargar el crédito contra B por $120.
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d) Con arreglo a lo dispuesto en el art. 2513, la sentencia judicial que declara una
prescripción adquisitiva de bienes raíces o derechos reales constituidos en ellos “no valdrá
contra terceros sin la competente inscripción”.
Inoponibilidad por falta de fecha cierta.- La inoponibilidad puede producirse por falta de
fecha cierta. El art. 1703 establece que “la fecha de un instrumento privado no se cuenta
respecto de terceros”, sino desde que han ocurrido hechos tales como el fallecimiento de
algunas de las personas que los subscribieron, su presentación en juicio, etc.
El instrumento privado, reconocido o mandado tener por reconocido, hace fe de su fecha
respecto de los que aparecen o se reputan haberlo suscrito y de aquellos a quienes se han
transferido sus derechos y obligaciones.
Pero para que adquieran fecha cierta respecto de terceros, para que les sea oponible en este
aspecto, es menester que ocurra alguno de los hechos que señala el art. 1703.
Inoponibilidad por lesión de las asignaciones forzosas.- El testador debe respetar las
asignaciones forzosas esto es, aquellas que está obligado a hacer y que se suplen aun con
perjuicio de sus expresas disposiciones testamentarias.
Para obtener que se respeten las legítimas y la porción conyugal no resulten vulneradas.
En definitiva, el testamento no es oponible al cónyuge y a los legitimarios, en cuanto atenta
contra las asignaciones forzosas que le corresponden. La acción de reforma es, pues, una
acción de inoponibilidad.
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a) El art. 1815 declara válida la venta de cosa ajena; pero se cuida de añadir que esto se
entiende “sin perjuicio de los derechos del dueños de la cosa venida, mientras no se
extingan por el lapso de tiempo”.
La venta es válida entre el comprador y el vendedor; el contrato es inoponible al dueño y ,
con prescindencia absoluta de la venta, puede reivindicar la cosa.
b) El mandante debe cumplir las obligaciones que el mandatario contraiga en su nombre,
dentro de los límites del mandato (art. 2160).
Pero, excediendo el mandatario la órbita de sus atribuciones, sus actos son inoponibles al
mandante; éste no puede considerarse presente en el acto.
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Asimismo, la inoponibilidad se hará valer como acción cuando el tercero pretenda eludir las
consecuencias de la nulidad de un acto.
En cuanto a las inoponibilidades por fraude o por lesión de las asignaciones forzosas, es
igualmente obvio que deben hacerse valer como acción. El tercero deberá deducir la acción
pauliana o de la reforma de testamento, en su caso.
Por último, en las inoponibilidades por falta de concurrencia, no es posible formular una
regla. Queda de manifiesto que el mandante podrá invocarla como excepción; sin embargo
en la venta de cosa ajena la excepción no es suficiente, el propietario debe ejercer
directamente una acción, que no será otra que la reivindicatoria.
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Corresponde al juez interpretar el contrato para asignar a la convención los efectos que las
partes han querido atribuirle.
El juez en esta tarea debe poner a contribución la lógica, el buen sentido, la experiencia; a la
vez es una tarea de conciencia y buena fe.
Carácter de las reglas legales de interpretación.- Para orientar la labor del juez, el
legislador ha formulado las reglas de interpretación de los contratos de los arts. 1560 a
1566.
La interpretación del contrato corresponde soberanamente a los jueces del fondo y escapa
al control de la Corte Suprema. Si el juez se equivoca al interpretar el contrato, más bien de
las normas de que se trata, infringiría el contrato mismo.
Misión de la Corte Suprema .- Los jueces del fondo son soberanos para interpretar la
voluntad de los contratantes, indagar cual ha sido su intención y el sentido que debe darse a
las cláusulas de la convención.
La Corte Suprema sólo interviene cuando hay violación de ley, que se cometería en las
siguientes hipótesis:
a) Los jueces del fondo establecen la existencia de un contrato determinado, pero le
atribuyen consecuencias o efectos diversos de los que prevé la ley.
De este modo, desconociendo las necesarias consecuencias del contrato, los jueces del
fondo infringen la ley que le atribuyen tales efectos.
b) Los jueces del fondo, a pretexto de interpretar el contrato, no pueden desnaturalizarlo
y rehacerlo. La Corte Suprema está autorizada para actuar y hacer respetar el principio de
que el contrato es ley para las partes contratantes.
Métodos de interpretación.- Dos métodos se conciben para interpretar los contratos: uno
subjetivo y otro objetivo.
El primero de estos métodos se preocupa de indagar cuál es la voluntad real de los
contratantes. Suelen las partes emplear en la manifestación de su voluntad términos
inadecuados; la forma de la declaración traiciona, a menudo, su pensamiento íntimo.
Trátase de establecer el verdadero pensamiento de los contratantes que debe prevalecer
sobre la voluntad declarada.
Tal es el sistema que adopta nuestro Código, tomado del Código Francés.
El segundo sistema adopta un criterio radicalmente diverso. La declaración de voluntad
tiene un valor en sí, independientemente de la intención de sus autores.
Para interpretar el contrato no debe indagarse, por lo tanto, cuál ha sido la intención de los
contratantes sino el alcance que corresponde atribuir a la declaración, según el uso
corriente, las costumbres, las prácticas admitidas en los negocios.
Tal es el sistema del Código alemán.
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Aplicación práctica del contrato.- La aplicación práctica que los contratantes han hecho de
las estipulaciones del contrato, antes de que surgieran discrepancias entre ellos, es decisiva
para precisar su genuino sentido y alcance.
El art. 1564 . inc. 3°, establece que las cláusulas contractuales podrán también interpretarse
“O por la aplicación práctica que hayan hecho de ellas ambas partes, o una de las partes con
aprobación de la otra”.
Tal es la interpretación denominada auténtica, cuya importancia real no destacan
suficientemente las disposiciones del Código.
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Causas de disolución de los contratos.- El artículo 1545 establece que “todo contrato
legalmente celebrado es una ley para los contratantes y no puede ser invalidado sino por
consentimiento mutuo o por causas legales” De este modo, el contrato puede tener fin por
un acuerdo de las voluntades que concurrieron a generarlo y por diversas causas que señala
la ley.
Consentimiento mutuo o resciliación .- Por regla general, todo contrato se disuelve por un
acuerdo de voluntad de las partes. Es natural que la misma voluntad que le dio origen
pueda ponerla fin.
Con todo, esta regla tiene excepciones en un doble sentido:
a.- A veces la voluntad de los contratantes es importante para disolver el contrato, como en
el caso del matrimonio.
b.- Otras veces, es suficiente para poner fin al contrato la declaración unilateral de voluntad
de los contratantes, como ocurre en el mandato(art. 2163, N° 3° y 4), en el arrendamiento
(art. 1951), en la sociedad (art. 2108).
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Otras causas legales.- Merecen señalarse, todavía como causas de disolución de los
contratos, la muerte y el término extintivo:
a) la muerte de uno de los contratantes es un modo excepcional de disolución de los
contratos; en principio, quién contrata lo hace para sí y para sus herederos.
La muerte disuelve los contratos intuito personae, como el mandato (art. 2163, N°5°) y la
sociedad (art. 2103).
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LA PROMESA
Supóngase que A promete vender a B su casa, al cabo de tres meses, por el precio de
$800.000. Esta es una simple oferta o policitación, que el oferente puede retirar a voluntad.
Pero imagínese que B manifiesta su conformidad con la propuesta y declara que está
dispuesto a comprar, por el precio indicado, si al cabo del plazo decide que le resulta
conveniente el negocio. Hay concurso de voluntades y, por consiguiente, contrato. Pero el
contrato no es compraventa, porque A se obligó a vender, pero B no se obligó a comprar. El
contrato es una promesa unilateral de compraventa.
Supóngase, por último, que B acepta comprar en el precio fijado, al cabo del plazo que se
señaló. Esta vez ambas partes se han obligado recíprocamente, A a vender y B a comprar.
Pese a que las partes están acordes en la cosas y en el precio, no hay compraventa, porque
el contrato versa sobre bienes raíces y requiere por lo tanto, el otorgamiento de la escritura
pública. El contrato es una promesa bilateral de compraventa.
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Originalidad del Código Civil.- El Código Civil reglamenta la promesa, en general, sin
referirla a un determinado contrato.
En este punto el Código ha sido original. El Código francés, su habitual modelo, se ocupa
sólo de la promesa de compraventa.
Las reglas legales son aplicables, pues, cualquiera que sea el contrato que se prometa a
celebrar: compraventa, mutuo, sociedad.
Con todo, la regla del art. 1554 no puede referirse sino a la promesa de celebrar un contrato
real o solemne.
Así se explica que el N°4 establezca que debe especificarse cabalmente el contrato
prometido, de modo que sólo falte para que sea perfecto “la tradición de la cosa, o las
solemnidades que las leyes prescriban”.
Si el contrato no es real ni solemne, la cabal especificación del contrato prometido, el
completo acuerdo acerca de sus estipulaciones, trae como consecuencia que el contrato
quedará desde ya perfecto o, en otros términos, la promesa se identificará con el contrato
prometido.
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La promesa debe contar por escrito.- Como la ley exige sólo la constancia escrita, bastará
el otorgamiento de una escritura privada.
Es suficiente una escritura privada aunque el contrato prometido requiera para su
perfeccionamiento que se otorgue escritura pública. La exigencia de una escritura pública, a
pretexto de que la requiere el contrato prometido, importaría crear una solemnidad no
exigida por la ley.
El N° 4° del art. 1554 es concluyente y pone de manifiesto que el legislador no ha intentado
someter a las mismas solemnidades la promesa y el contrato que se promete.
Por otra parte, cuando el legislador ha querido que la promesa conste por escritura pública,
lo ha dicho expresamente. Así, el art. 1787 dispone que las promesas que se hacen los
esposos, en consideración al matrimonio, “deberán constar por escritura pública”.
El contrato prometido debe ser válido.- La promesa requiere que el contrato prometido
no sea de aquellos que la ley declara ineficaces o, más exactamente, que sea válido, que no
adolezca de nulidad.
La ley se refiere ciertamente a la nulidad del contrato prometido por omisión de requisitos
intrínsecos o de fondo. Se comprende que los requisitos de forma deberán observarse
cuando llegue el momento de su celebración.
Por esto, es nula la promesa de compraventa entre cónyuges no divorciados
perpetuamente; la ley prohíbe la celebración de dicho contrato y éste adolece, por lo tanto,
de objeto ilícito.
Pero es válida la promesa de compraventa de bienes de incapaces, celebrada sin
autorización judicial. La autorización es un requisito de forma de la compraventa y deberá
cumplirse cuando este contrato se celebre.
Promesa de compraventa de bienes embargados.- El art. 1464, N°3, declara que hay
objeto ilícito en la enajenación de bienes embargados y el art. 1810 añade que no pueden
venderse las cosas cuya enajenación ésta prohibida por la ley.
¿Es válida la promesa de compraventa de bienes embargados?
La promesa es válida y debe entenderse celebrada bajó la condición de que los bienes
pueden ser enajenados en el momento de la celebración del contrato prometido.
La existencia de un embargo será un motivo frecuente, en la práctica, para que las partes no
puedan celebrar de inmediato la compraventa y se vean obligadas a recurrir a una promesa.
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Es indispensable, por lo mismo, establecer cuándo deberán las partes cumplir las
obligaciones que la promesa les impone, en que momento debe celebrarse el contrato
prometido.
Este tiempo puede señalarse de dos maneras: mediante la fijación de un plazo o por medio
de la estipulación de una condición.
Pero no es preciso que el plazo o condición marque el instante preciso en que el contrato
deba celebrarse, basta que por medio de estas modalidades se señale la “época” de su
celebración
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deba realizarse dentro de cierto plazo. Ha negado valor a promesas en que se estipuló una
condición indeterminada.
Con todo, la mayor parte de la doctrina es adversa a esta tesis, y sus argumentos son los
siguientes:
a.- La especificación del contrato prometido tiende a individualizarlo y hacerlo
inconfundible con otro. En una promesa unilateral de compraventa, individualizadas las
partes, señalada la cosa y fijado el precio, el contrato futuro queda especificado
suficientemente y no es posible dudar acerca de la clase de contrato de que se trata y del
alcance de sus estipulaciones.
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b.- La exigencia de que las partes contraigan en la promesa las obligaciones que son propias
del contrato prometido, importa asumir de antemano las obligaciones de un contrato aún
inexistente.
c.- Si el legislador hubiese entendido que era menester que ambas partes en la promesa
contrajeran obligaciones recíprocas, ciertamente lo habría expresado, como lo hizo el
artículo 98 que define los esponsales como la promesa de matrimonio “mutuamente
aceptada”.
d.- Es sabido que el proyecto de 1853 establecía que la promesa y el contrato prometido
consensual se identifican. Así ocurre, en efecto, pero a condición de que la promesa sea
bilateral. La promesa unilateral de compraventa de bienes muebles, no puede identificarse
con el contrato prometido, porque falta el acuerdo sobre la cosa y el precio.
La aseveración del Proyecto contenía, pues, una verdad sólo parcial. Su eliminación del
texto definitivo del código se ha debido probablemente a la comprobación de este aserto.
No se identifican el contrato prometido consensual y la promesa unilateral de celebrarlo.
Pero ¿para qué preocuparse de la promesa unilateral si, en concepto del legislador, no fue
valida?
e.- En fin, no se perciben razones morales o jurídicas para prohibir las promesas unilaterales
que responden a una sentida necesidad en la vida de los negocios.
Efectos de la promesa. El artículo 1554 concluye que, concurriendo los requisitos legales,
“habrá lugar a lo prevenido en el artículo precedente”.
Esta referencia al artículo 1553, pone de manifiesto que de la promesa nacen obligaciones
de hacer. Por lo tanto, podrá el acreedor instar por que se apremie al deudor para la
ejecución del hecho convenido o para que se le indemnicen los perjuicios derivados de la
infracción del contrato. (concordar con art. 532 C. P. C.)
LA COMPRAVENTA
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El art. 1801 inc. 1° expresa, en efecto, que la compraventa se reputa perfecta desde que las
partes han convenido en la cosa y en el precio.
Por excepción la compraventa es solemne; la solemnidad consiste, por lo común, en el
otorgamiento de escritura pública, como ocurre en los casos que prevé el inc. 2° del art.
antes citado. El solo consentimiento de las partes no es suficiente, en tales casos, para
perfeccionar el contrato.
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Solemnidades Legales
Casos en que la ley exige escritura pública para la validez de la venta.- El art. 1801, inc.
2°, previene; “La venta de los bienes raíces, servidumbres y censos, y la de una sucesión
hereditaria, no se reputan perfectas ante la ley, mientras no se ha otorgado escritura
pública”.
a.- Es solemne, pues, la compraventa de bienes raíces. La importancia de esta clase de
bienes justifica la exigencia de que la compraventa debe revestirse de formas que la
constaten fehacientemente. Por otra parte, la tradición de los inmuebles vendidos debe
verificarse por la inscripción en el Registro del Conservador de Bienes Raíces; tal inscripción
ha de hacerse mediante la exhibición de un titulo auténtico. (concordar con el art. 57 del
reglamento del Conservador de Bienes Raíces).
b.- Es también solemne la venta de los derechos de servidumbre y de censo. En verdad,
estos derechos recaen siempre sobre bienes raíces y son por lo tanto inmuebles (art. 580).
c.- En fin, es solemne de una sucesión hereditaria, esto es, del derecho para que una
persona reciba en una sucesión todos o una, cuota de los bienes que la forman.
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Solemnidades voluntarias
Solemnidades estipuladas por las partes.- Las partes pueden someter el contrato de
compraventa a las solemnidades que deseen. Prácticamente la solemnidad consistirá en el
otorgamiento de escritura pública o privada, cuando la compraventa es puramente
consensual.
Prevé el art. 1802 esta situación: “Si los contratantes estipularen que la venta de otras cosas
que las enumeradas en el inc. 2° del articulo precedente no se repute perfecta hasta el
otorgamiento de escritura pública o privada, podrá cualquiera de las partes retractarse
mientras no se otorgue la escritura o no haya principiado la entrega de la cosa vendida”.
Es menester que las partes estipulen expresamente que el contrato de compraventa,
cuando este es consensual, no se repute perfecto, sin embargo, si no se otorga escritura
pública o privada.
Mientras no se otorgue la escritura, el pacto verbal es un simple proyecto; la facultad de
retractarse de las partes, es una lógica consecuencia de que el contrato no se ha
perfeccionado.
La facultad de retractación se mantiene hasta que ocurra alguna de las dos circunstancias
siguientes:
a.- hasta que se otorgue la escritura pública o privada porque, perfecto el contrato, no es
lícito a las partes dejarlo unilateralmente sin efecto, o
b.- hasta que haya principiado la entrega, porque el cumplimiento del contrato, sin que se
haya otorgado la escritura prevista, importa una tácita derogación de la estipulación que lo
hizo solemne.
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Las Arras
Concepto de las arras y sus clases.- Consisten las arras en una cantidad de dinero u otras
cosas muebles que se dan en garantía de la celebración del contrato, o bien en parte del
precio o en señal de quedar convenidos.
Las arras, por lo tanto, pueden ser de dos clases y tener una doble finalidad:
a) sirven como garantía de la celebración o ejecución del contrato, y
b.- se dan como parte del precio o en señal de quedar las partes convenidas.
Las arras como garantía.- Las arras, dadas en garantía de la celebración o ejecución del
contrato, significan que las partes no han entendido ligarse definitivamente, sino que
mutuamente se reservan la facultad de desdecirse perdiendo su valor.
En efecto, el art. 1803 dispone: “Si se vende con arras, esto es, dando una cosa en prenda de
la celebración o ejecución del contrato, se entiende que cada uno de los contratantes podrá
retractarse; el que ha dado las arras, perdiéndolas; y el que las ha recibido, restituyéndolas
dobladas”.
Las arras de esta clase ponen de manifiesto la fragilidad del contrato, puesto que no son
sino un medio de poner a las partes en situación de desistir de él. El contrato se celebra bajo
una condición negativa y suspensiva, que consiste en que las partes no hagan uso de la
facultad de retractación.
Las arras en señal de quedar convenidos o como parte del precio.- Esta clase de arras
constituyen un testimonio de la celebración definitiva del contrato; en otras palabras,
constituyen un medio de prueba de su celebración.
Las partes carecen de la facultad de retractarse, porque el contrato de compraventa ha
quedado perfecto, a menos que requiera el otorgamiento de escritura pública.
El art. 1805 inc. 1° previene: “Si expresamente se dieren arras como parte del precio, o
como señal de quedar convenidos los contratantes, quedará perfecta la venta; sin perjuicio
de lo prevenido en el art. 1801, inc. 2° ”.
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Para que las arras se entiendan dadas en señal de quedar convenidos o como parte del
precio, es menester la concurrencia copulativa de estas dos circunstancias;
a.- que las partes lo convengan expresamente, y
b.- que este convenio conste por escrito.
Si así no fuere, se entiende las arras dadas en garantía y facultadas las partes para
retractarse. El art. 1805, inc. 2° establece “No constando alguna de estas expresiones por
escrito, se presumirá de derecho que los contratantes se reservan la facultad de retractares
según los dos arts, precedentes”.
Las arras en garantía, pues, constituyen la regla general; para que pueda atribuírseles otro
carácter, es preciso un pacto expreso y escrito.
Los gastos son de cargo del vendedor.- Supone el legislador que los gastos que demande
el contrato de compraventa han sido tomados en cuenta en el precio y establece que son de
cargo del vendedor, salvo estipulación contraria.
El art. 1806 dispone: “Los impuestos fiscales o municipales, las costas de la escritura y de
cualesquiera otras solemnidades de la venta, serán de cargo del vendedor, a menos de
pactarse otra cosa”. Los impuestos a que la disposición se refiere son obviamente, los que
graven la compraventa.
La Cosa Vendida
Requisitos de la cosa vendida.- La cosa vendida debe reunir los requisitos propios del
objeto de toda declaración de voluntad: ser lícito, determinado y existir o esperarse que
exista.
La cosa vendida debe reunir estos caracteres y, además, los que son peculiares para el
contrato de compraventa. Tales requisitos son cuatro:
a.- debe ser comerciable;
b.- debe ser singular y determinada;
c.- debe existir o esperarse que exista, y
d.- no debe pertenecer al comprador.
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su enajenación. El art. 1810 dispone, en efecto: “Pueden venderse todas las cosas
corporales o incorporales, cuya enajenación no este prohibida por la ley”.
La compraventa no es propiamente un acto de enajenación puesto que no transfiere el
dominio; la cosa se hace ajena por la tradición subsiguiente.
Si no mediara el texto legal citado, podría razonablemente entenderse que la venta de
bienes cuya enajenación la ley prohíbe sería valida, y nula solamente la tradición.
La compraventa de cosas cuya enajenación está prohibida es nula, de la nulidad absoluta,
porque adolece de ilicitud en el objeto.
De esta manera, no pueden venderse las cosas embargadas, a menos que el juez lo autorice
o el acreedor consienta en ello; las especies cuya propiedad se litiga, sin permiso del juez
que conoce el litigio; los derechos los derechos y privilegios que no pueden transferirse a
otra persona (art. 1464), etc.
2.- La cantidad de la cosa vendida puede ser determinable.- Cuando la cosa vendida se
determina genéricamente, debe igualmente determinarse la cantidad.
Pero la cantidad puede ser inicialmente incierta, esto es no ser determinada sino solamente
determinable. La determinación posterior, sin embargo, no podrá quedar entregada a un
nuevo acuerdo de las partes, sino que deberá verificarse de acuerdo con las normas
señaladas en el contrato mismo.
El art. 1461, inc. 2°, dispone que la “cantidad puede ser incierta con tal que el acto o
contrato fije reglas o contenga datos que sirvan para determinarla”.
De esta manera es viable la venta de la cantidad de carbón o petróleo que requiera una
industria que puede determinarse por la naturaleza o capacidad de sus máquinas
3.- La cosa vendida debe ser singular.- No es válida la venta de una universalidad jurídica.
No es posible que una persona venda su patrimonio, reputado un atributo inherente de la
personalidad.
El art. 1811 dispone sobre el particular: “Es nula la venta de todos los bienes presentes o
futuros o de unos y otros, ya se venda el total o una cuota”.
4.- Es válida la venta de todos los bienes de una persona, especificándolos.- Pero los
bienes todos de una persona pueden venderse, con tal que se individualicen o inventaríen
en escritura pública.
El art. 1811 añade: “pero será válida la venta de todas las especies, géneros y cantidades
que se designen por escritura pública, aunque se extienda a cuanto el vendedor posea o
espere adquirir, con tal que no comprenda objetos ilícitos”.
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2.- Venta de la cosa que dejó de existir al tiempo del contrato.- La inexistencia de la cosa
al tiempo del contrato sin que se espere que llegue a existir produce consecuencias
diversas, según que falte total o parcialmente.
a) Si la cosa no existe en absoluto, no hay ni puede haber compraventa. El art. 1814
previene: “La venta de una cosa que al tiempo de perfeccionarse el contrato se supone
existente y no existe, no produce efecto alguno”.
Es indiferente que comprador y vendedor supieran o ignorarán que la cosa no existe; la falta
total del objeto hace imposible que el contrato se perfeccione.
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4.- Venta de cosa futura o que se espera que exista.- Cosa futura es aquélla que no existe
al tiempo del contrato, pero se supone que existirá a posteriori.
La compraventa, en tal caso, se entiende verificada bajo la condición suspensiva de que la
cosa llegue a existir; fallida la condición, o sea, si la cosa no llega a existir, la compraventa
no se habrá perfeccionado.
El art. 1813 se refiere a la compraventa de cosa futura y dispone que “la venta de cosas que
no existen, pero que se espera que existan, se entenderá hecha bajo la condición de existir”.
Esta especie de compraventa es muy común en la vida de los negocios. A compra a B 1.000
quintales de trigo de la próxima cosecha de su fundo; la compraventa existirá a condición
de que se coseche trigo y no habrá venta si el fundo nada produce.
5.- Venta de la suerte.- La compraventa de cosa futura es, es como ha dicho, condicional.
Suele, sin embargo adoptar un carácter diverso.
El art. 1813 dispone que no se reputará condicional el contrato, subordinado a la condición
de que la cosa llegue a existir, cuando se estipule lo contrario o “por la naturaleza del
contrato aparezca que se compró la suerte”.
Lo vendido en tal caso, no es la cosa que se espera que exista, sino la suerte o esperanza.
No obsta para que venta sea perfecta, por lo tanto, que la cosa no llegue a existir y que se
frustren las previsiones de las partes.
La no existencia de la cosa no influye en la validez del contrato, sino en el provecho que las
partes reportarán de él, de modo de que sino llega a existir, el comprador experimentará
sencillamente una pérdida.
Es clásico el ejemplo de Pothier de esta especie de compraventa. Si un pescador vende por
determinado precio los peces que saque en su red, el comprador debe pagar el precio
convenido, aunque no saque ninguno; lo vendido no fueron los peces mismos, sino el azar
de la pesca.
La venta de la suerte, pues, no es condicional, sino que pura y simple. El contrato en esta
hipótesis, es eminente mente aleatorio.
d.- La cosa no debe pertenecer al comprador
1.- La compra de cosa propia no vale.- La cosa propia puede pertenecer al vendedor o a un
tercero, pero nunca al comprador.
El art. 1816 dispone: “La compra de cosa propia no vale: el comprador tendrá derecho a que
se restituya lo que hubiere dado por ella”.
Carece de interés el comprador para intentar la adquisición de una cosa que le pertenece.
Pero será menester que el comprador tenga sobre la cosa la propiedad plena o absoluta.
Por esto el propietario fiduciario,(PROPIEDAD FIDUCIARIA: es la típica excepción a la
propiedad plena, P.F. es de tipo convencional, está sujeta a perderse, si no se cumple la
condición, aquí aparecen 3 personas; generalmente estas son operaciones que se llevan
a cabo vía sucesión por causa de muerte, entonces el heredero otorga la propiedad a
una persona y que es el propietario fiduciario y en el evento en QUE SE CUMPLA LA
CONDICION, cede a favor del propietario fiduciario que es el que se a favorecer con la
misma, Te doy mi casa pero si Pedro llegara a recibirse de abogado, o si Pedro vuelve a
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Chile, tú se la entregas a él, tiene todas las garantías de un propietario, salvo que se
quiera imponer otra cosa, pero que puede ocurrir: en el evento de cumplirse la
condición, esta tiene carácter extintivo para el P.F., se cumple la condición, se extingue
su derecho y la cosa objeto de la propiedad pasa a 3ros. Es una propiedad ciertamente
condicionada, ahora para que esa propiedad produzca todos los efectos que hemos
especificado, particularmente lo que dice relación con derecho de terceros hay que
tener a la vista lo que encabeza el art. 1491, obligaciones condicionales, operan con
efecto retroactivo, habría que empezar a ponderar que tipo de condiciones había tenido
el deudor condicional de la cosa, buena o mala fe, para que sea oponible) podrá comprar
la cosa al fideicomisario y la compraventa, válida en tal caso, persigue una finalidad útil
evidente: evitarse el fiduciario tener que restituir la cosa al tiempo de cumplirse la
condición.
2.- Venta de cosa ajena.- Mientras la compraventa de cosa propia adolece de nulidad, es
válida la compraventa de cosa ajena.
El art. 1815 establece en forma perentoria: “La venta de cosa ajena vale, sin perjuicio de los
derechos del dueño de la cosa vendida, mientras no se extingan por el lapso de tiempo”.
La disposición es la obligada consecuencia de ser la compraventa, en nuestro derecho,
como lo era en el derecho romano, simplemente productiva de obligaciones.
Si, en virtud del contrato de compraventa, mediante cierto precio, el vendedor se obliga a
entregar la cosa, a procurar al comprador la posesión tranquila o, aún, a hacerle propietario
de la cosa, nada obsta para que la convención sea válida.
Puede el vendedor contraer la obligación de hacer al comprador propietario de una cosa
que no le pertenece; la ejecución de la obligación será posible en virtud de un arreglo entre
vendedor y el dueño de la cosa.
Efectos de la venta de cosa ajena.- Los efectos de la compraventa de cosa ajena deben
considerarse desde el punto de vista del verdadero propietario y desde el punto de vista de
las relaciones entre el vendedor y el comprador.
Efectos con relación al dueño de la cosa.- El dueño de la cosa es totalmente extraño al
contrato y a su respecto no produce efecto alguno, el contrato es para él res inter alios acta.
No contrae el dueño ninguna obligación y conserva incólume su derecho de propiedad,
mientras el comprador no haya llegado a adquirirlo por prescripción. El art. 1815 se cuida de
advertir que la validez de la venta de cosa ajena se entiende “ sin perjuicio de los derechos
del dueño de la cosa vendida, mientras no se extingan por el lapso de tiempo”.
El derecho del dueño consistirá en reivindicar la cosa contra el comprador, que será
regularmente quien la posea.
Efectos entre las partes.- Los efectos de la compraventa de cosa ajena entre los contratantes
se resumen como sigue:
a.- La compraventa, seguida de la correspondiente tradición, no dará al comprador el
dominio de que el vendedor carecía. Únicamente le transferirá los derechos transferibles
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del vendedor sobre la cosa (art. 682). Pero el comprador adquirirá la posesión de la cosa y
podrá ganarla consecuencialmente por prescripción (art. 683). Esta prescripción será
ordinaria o extraordinaria según que el comprador haya estado de buena o mala fe.
b.- Como consecuencia de ser ajena la cosa podrá verse el vendedor en la imposibilidad de
entregarla, por ejemplo, por no poder conseguirla del dueño. El comprador en tal caso,
tiene derecho a demandar el cumplimiento del contrato o su resolución, con indemnización
de perjuicios.
c.- Si entregada la cosa al comprador, el dueño de ella la reivindica, el vendedor está
obligado a sanear la evicción, esto es, a defenderle en el juicio y a indemnizarle en caso de
producirse una privación total o parcial de la cosa vendida.
No tiene el comprador este derecho, si compró a sabiendas “de ser ajena la cosa”. (1852,
inc. 3°).
3.- Venta de cosa ajena ratificada por el dueño.- El vendedor no puede transferir un
dominio de que carece. Pero si el dueño de la cosa vendida ratifica el contrato, adquirirá el
comprador el dominio retroactivamente.
El artículo 1818 dispone: “la venta de cosa ajena, ratificada después por el dueño, confiere al
comprador los derechos de tal desde la fecha de la venta”.
La disposición es desafortunada en su redacción y, entendida literalmente, absurda y
contraria al sistema del Código.
Nótese que la ratificación no valida el contrato; el comprador adquiere los derechos de tal
desde el momento en que el contrato se celebra, puesto que la venta de cosa ajena es
válida, con prescindencia de la ratificación.
Solamente la ratificación hace posible que se transfiera el dominio y, obviamente, éste se
entiende transferido desde el momento de la tradición y no de la venta.
4.- Adquisición ulterior del dominio por el vendedor.- Iguales efectos produce la
adquisición por el vendedor del dominio de la cosa vendida, después de celebrado el
contrato.
El art. 1819, inc. 1° expresa: “Vendida y entregada a otro una cosa ajena, si el vendedor
adquiere después el dominio de ella, se mirar al comprador como verdadero dueño desde la
fecha de la tradición”.
La disposición concuerda con el art. 682; si el tradente después adquiere el dominio, se
entenderá éste transferido desde el momento de tradición.
El inc. 2° del art. 1819 señala una consecuencia lógica: “Por consiguiente, si el vendedor la
vendiere a otra persona después de adquirido el dominio, subsistirá “el dominio de ella en el
primer comprador”.
La nueva venta que el vendedor hiciere sería de cosa ajena; la cosa ya no le pertenece y es
de propiedad del comprador desde que le fue entregada.
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El Precio
Requisitos del precio.- El precio debe reunir los requisitos o cualidades que siguen:
a.- debe consistir en dinero;
b.- debe ser real y serio, y
c.- debe ser determinado.
El Código señala el primero y el último de los requisitos enunciados; el segundo resulta de la
naturaleza misma del precio y de la aplicación de los principios generales.
1.- El precio debe ser en dinero.- El art. 1793 establece reiteradamente que el precio debe
consistir en dinero.
Si el precio no se estipula en dinero no hay compraventa sino otro contrato diverso; el
precio en dinero, pues, es de la esencia del contrato.
No obsta para que exista compraventa la circunstancia de que el precio se pacte en dinero,
pero se pague con otra cosa.
1.- Realidad y seriedad del precio.- Que el precio sea real o serio significa, que exista
efectivamente una suma de dinero que se pague a cambio de la cosa.
No es real el precio simulado o fingido; no es serio el precio cuando es irrisorio.
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La realidad o seriedad del precio debe existir tanto en relación a la voluntad de las partes,
como en relación con la cosa que se reputa equivalente.
En relación con la voluntad de las partes, el precio real y serio significa que se tenga
efectivamente la intención de pagarse por el comprador y de exigirse por el vendedor.
Con relación a la cosa vendida, el precio no será real o serio, cuando exista entre ambos tal
desproporción que resulte puramente ilusorio.
2.- Precio justo y precio vil.- Pero si el precio debe ser real y serio, no es menester que sea
justo.
Precio justo es el que equivale al valor de la cosa, en oposición a precio vil, que no refleja tal
equivalencia.
El precio vil o insuficiente no importa o significa que la compraventa carezca de precio; la
vileza del precio no excluye la existencia del contrato.
El precio vil es un precio serio. El vendedor ha contratado para recibir efectivamente ese
precio.
Por excepción, la desproporción de valores entre la cosa y el precio, que ocasiona una lesión
patrimonial al vendedor, cuando es enorme, influye en la suerte del contrato.
2.- Determinación del precio por las partes.- La forma normal de determinar el precio es el
acuerdo de las partes. El art. 1808, inc. 1°, establece: “El precio de la venta debe ser
determinado por los contratantes”.
Esta determinación se hará regularmente en el contrato; pero no hay inconveniente para
hacer la determinación a posteriori, sobre las bases señaladas en el contrato. Gozan las
partes de amplia libertad para determinar la manera cómo ha de fijarse el precio. El artículo
citado en su inciso 2° añade que “podrá hacerse esta determinación por cualesquiera
medios o indicaciones que lo fijen”.
Como una aplicación de esta regla el inciso 3° del artículo 1808 agrega, todavía: “si se trata
de cosas fungibles y se vende al corriente de plaza, se entenderá el del día de la entrega, a
menos de expresarse otra cosa”.
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En este caso, el precio no se ha determinado en el contrato, pero se ha fijado una base para
su determinación. Para que se aplique la determinación es menester:
a.- que se trate de cosas fungibles, y
b.- que expresamente se vendan al precio de plaza.
Con todo, el artículo 139 del Código de Comercio establece una importante excepción. Si
bien, en principio, no hay compraventa cuando las partes no están acordes en la cosa y en el
precio, verificada la entrega “se presumirá que las partes han aceptado el precio corriente
que tenga en el día y lugar en que se hubiere celebrado el contrato” y si hubiere diversidad
de precios en el mismo día y lugar, “el comprador deberá pagar el precio medio”.
De esta manera, hay compraventa, a pesar de no haberse convenido el precio, siempre que
se entregue la cosa vendida.
Determinación del precio por un tercero. La fijación del precio puede hacerla un tercero;
puesto que su mandato arranca de la voluntad de las partes, se considera como si ellas
mismas hubieran hecho la determinación.
El artículo 1809 dispone: “Podrá asimismo dejarse el precio al arbitrio de un tercero; y si el
tercero no lo determinare, podrá hacerlo por él cualquiera otra persona en que se
convinieren los contratantes; en caso de no convenirse, no habrá venta”
El contrato, en tal caso, es condicional, sujeto a la condición de que el tercero efectúe la
determinación del precio.
Reglas generales. El art. 1445 establece que para que una persona se obligue a otra por un
acto o declaración de voluntad es menester “que sea legalmente capaz” y el art. 1446 añade
que “toda persona es legalmente capaz, excepto aquellas que la..”
Para la compraventa, como para todo contrato, la capacidad es la regla general y la
incapacidad constituye la excepción. Dispone el art. 1795, en efecto: “son hábiles para el
contrato de venta todas las personas que la ley no declara inhábiles para celebrarlo o para
celebrar todo contrato”.
En este sentido,
a.- Son incapaces para celebrar el contrato de compraventa, en primer término, las
personas afectas a una incapacidad general para contratar.
Tales son los dementes, los pródigos interdictos, los menores de edad.
b.- Son incapaces, además, aquellas personas afectas a ciertas incapacidades particulares
del contrato de compraventa.
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El art. 1447, inc. 4°, establece que existen incapacidades particulares “que consisten en la
prohibición que la ley ha impuesto a ciertas personas para ejecutar ciertos actos”.
En esta ocasión interesan solamente estas incapacidades particulares o prohibiciones.
1.- Compraventa entre cónyuges. El art. 1796 proclama enfáticamente que “es nulo el
contrato de compraventa entre cónyuges no divorciados perpetuamente”.
La nulidad afecta, por tanto, al contrato de compraventa que celebran los cónyuges
casados en el régimen normal de matrimonio o bajo el régimen de separación de bienes,
aunque fuere total, así como tampoco bajo ningún otro. Afecta incluso el contrato entre
cónyuges divorciados temporalmente.
Solamente es lícito celebrar entre sí el contrato de compraventa a los cónyuges
perpetuamente divorciados.
Los motivos de esta prohibición pueden resumirse de este modo:
a.- La ley prohibe las donaciones irrevocables entre cónyuges y por medio de un contrato
de compraventa simulado o hecho a vil precio, se burlaría fácilmente la prohibición.
b.- Los cónyuges podrían, mediante una venta simulada, sustraer sus bienes de la
persecución de los acreedores.
2.- Compraventa entre el padre y el hijo familiar. El art. 1796 declara igualmente nulo el
contrato de compraventa “entre el padre o madre y el hipo de familia”.
La disposición tiene por objeto proteger al hijo, regularmente falto de experiencia, y evitar
al padre o madre el conflicto entre el deber de cautelar los intereses del hijo y su propio
interés.
La prohibición rige para el contrato de compraventa entre el “hijo familiar” y su padre o
madre. De este modo, en otros términos, se prohíbe el contrato de compraventa entre el
hijo o el padre o madre a cuya patria potestad se encuentra sometido.
Sin embargo, es válido entre el hijo familiar y el padre o madre el contrato de compraventa,
cuando verse sobre bienes que forman parte del peculio profesional o industrial del
primero.
El art. 251 previene que “el hijo se mirará como mayor de edad para la administración y
goce de su peculio profesional o industrial, sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 254”.
En conclusión, respecto de los bienes que forman este peculio, el hijo no está sometido a la
patria potestad; pero la venta de estos bienes, si se trata de inmuebles, debe ser autorizada
por el Juez, con conocimiento de causa.
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2.- Prohibición a los Jueces y funcionarios del orden judicial. El mismo artículo 1798
prohíbe comprar “a los jueces, abogados, procuradores o escribanos los bienes en cuyo
litigio han intervenido, y que se vendan a consecuencia del litigio”. La prohibición rige
aunque la venta se verifique en pública subasta.
La Ley exige, pues, para que se aplique la prohibición:
a) que el comprador sea alguna de las personas señaladas;
b) que las cosas se vendan a consecuencia de un litigio, y
c) que las personas referidas hayan intervenido en el litigio.
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3.- Incapacidad de tutores y curadores. El artículo 1799 dispone: “No es lícito a los tutores
y curadores comprar parte alguna de los bienes de sus pupilos, sino con arreglo a lo
prevenido en el título De la administración de los tutores y curadores”.
Se ocupa de esta materia el artículo 412, haciendo la disposición, una marcada diferencia
entre bienes muebles e inmuebles del pupilo. En efecto, a este respecto podemos
distinguir:
a) El guardador no puede comprar los bienes muebles del pupilo “sino con la autorización
de los otros tutores o curadores generales, que no estén implicados de la misma manera, o
por el juez en subsidio”.
b) En cambio, la compra de bienes raíces del pupilo está radicalmente vedada a los
guardadores. El art. 412, en su inc. 2° dispone que “ni aún de éste modo –con autorización
de los guardadores o del juez- podrá el tutor o curador comprar bienes raíces del pupilo”.
La prohibición se hace extensiva al cónyuge del tutor o curador, a sus descendientes,
ascendientes, etc.
b).- La disposición es aplicable a los síndicos, en cuanto no pueden comprar para sí los
bienes que, en su carácter de tales, deben vender para hacer pago a los acreedores. (Ley de
Quiebras, art. 38).
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c).- En cuanto a los albaceas, si bien el art. 1800 se remite a las reglas antes indicadas del
mandato, el art. 1294 establece que “Lo dispuesto en los arts. 394 y 412 se extiende a los
albaceas”, esto es, hace aplicable las normas de las guardas.
Frente a esta contradicción, debe prevalecer la regla del art. 1294 y, en consecuencia, no
podrá el albacea, ni las personas ligadas a él, comprar bienes muebles de la sucesión, sino
con anuencia de los otros albaceas no inhabilitados o del juez en subsidio, y los bienes
inmuebles en ningún caso.
La regla del mandato no es prácticamente aplicable al albaceazgo, porque nunca podrá el
albacea obtener la expresa aprobación del causante.
Venta al peso cuenta o medida.- La venta de las cosas que se aprecian según su cantidad
puede hacerse en bloque o al peso, cuenta o medida.
La venta es hecha en bloque cuando no es necesario pesar, contar o medir para llegar a
determinar, sea la cosa vendida, sea el precio de la venta. La venta será a peso cuenta o
medida cada vez que sea menester pesar, contar o medir para determinar la cosa o el
precio.
Pero los efectos de la venta son diversos según que la operación de pesar, contar o medir
vaya encaminada a determinar el precio total o la cosa que se vende.
Baudry-Lacantinerie, sostiene que para algunos autores, la venta es a peso, cuenta o
medida solamente cuando es menester pesar, contar o medir para determinar la cosa
vendida, pero no el precio.
En relación a lo anterior, podemos establecer:
a).- Imagínese que se venden ciertas cosas determinadas, pero que para establecer su
precio total sea menester pesarlas, contarlas o medirlas.
A vende a B el trigo que tiene en su bodega, a razón de $50.000 el quintal. La venta se
encuentra perfecta; las partes han convenido en la cosa y en la manera de fijar el precio que
consistirá en pesar, contar o medir las cosas vendidas.
El art. 1821, inc. 1°, dispone: “Si se vende una cosa de las que suelen venderse a peso,
cuenta o medida, pero señala de modo que no pueda confundirse con otra porción de la
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misma cosa, como todo el trigo contenido en cierto granero, la pérdida, deterioro o mejora
pertenecerá al comprador, aunque dicha cosa no se haya pesado, contado o medido; con tal
que se haya ajustado el precio”.
b).- Supóngase, ahora, que se vende una cosa que es preciso contar, pesar o medir para
determinarla. A vende a B 100 de las 500 toneladas de trigo que tiene en bodega, al precio
de $100.000 la tonelada.
Se conoce el precio que es de $10.000.000; la operación de pesaje va encaminada a
determinar a cosa vendida. Puesto que la venta no recae sobre todo el trigo en bodega,
dicha operación es indispensable para saber qué parte del trigo es la vendida.
La venta se encuentra igualmente perfecta; pero los riesgos serán de cargo del comprador
desde que las cosas hayan sido pesada, contadas o medidas.
El art. 1821, inc. 2°, expresa: “Si de las cosas que suelen venderse a peso, cuenta o a
medida, solo se vende una parte indeterminada, como diez fanegas de trigo de las
contenidas en cierto granero, la pérdida, deterioro o mejora no pertenecerá al comprador,
sino después de haberse ajustado el precio y haberse pesado, contado o medido dicha
parte”.
c).- La operación de peso, cuenta o medida determina solamente de cargo de quién son los
riesgos; pero el contrato se encuentra perfecto.
Esta conclusión es indudable en mérito de lo que dispone el art. 1822: “ Si avenidos
vendedor y comprador en el precio, señalaren día para el peso, cuenta o medida, y el uno o
el otro no comparecieren en él, será éste obligado a resarcir al otro los perjuicios que de su
negligencia resultaren; y el vendedor o comprador que no faltó a o la cita podrá, si le
conviniere, desistir del contrato”.
Las partes disponen de estas acciones porque el contrato tiene existencia jurídica. Tales
acciones, en suma, se reducen a pedir el cumplimiento del contrato o su resolución, con
indemnización de perjuicios.
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b) cuando las cosas vendidas son de aquellas que se acostumbra vender de este modo,
aunque no medie una expresa estipulación.
El comprador puede renunciar a la facultad de gustar las cosas. Habrá renuncia, por
ejemplo, cuando aparece claramente que el comprador ha querido, simplemente, comprar
cosas de buena calidad o cuando se compran mercaderías de un tipo fijo y conocido, como
vino embotellado de una determinada marca.
Generalidades. Los efectos del contrato de compraventa son los derechos y obligaciones
que genera para las partes contratantes. Como el contrato es bilateral ambas partes
contraen obligaciones recíprocas.
Enuncia la definición del artículo 1793 cuales son las obligaciones fundamentales de las
partes: dar el vendedor la cosa y pagar el comprador el precio.
Tales son las obligaciones de la esencia del contrato; sin ellas no hay contrato o existe uno
diverso.
Sin necesidad de una estipulación expresa, las partes contraen otras obligaciones; por
ejemplo el vendedor está obligado al saneamiento de la evicción y de los vicios
redhibitorios. Dichas obligaciones son de la naturaleza del contrato; pueden los
contratantes abolirlas, sin que pierda su peculiar fisonomía, pero para ello será menester
una cláusula especial.
Finalmente, por medio de un convenio expreso, las partes pueden imponerse toda suerte
de obligaciones accidentales; así, el comprador podrá obligarse a levantar en el predio que
compra determinadas construcciones.
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a) el artículo 1815 proclama la validez de venta de cosa ajena; vendida la cosa ajena, el
vendedor cumplirá su obligación entregándola, poniéndola a disposición del comprador
para que la goce útil y pacíficamente. El comprador no adquirirá el dominio por la muy
sencilla razón de que el vendedor no era dueño.
Cierto es que la venta de cosa ajena deja naturalmente a salvo los derechos del propietario.
Pero mientras este no reclame y haga valer sus derechos de dueño, ningún cargo puede
formular el comprador al vendedor puesto que el derecho del dueño no le turba en el goce
de la cosa comprada.
b) Por consiguiente, carece el comprador del derecho para pedir la resolución del contrato,
pretextando que el vendedor no le ha hecho dueño de la cosa. Así se ha fallado.
En este sentido, Pothier agrega: “Por esto es que si alguno me ha vendido de buena fe una
heredad que no le pertenecía, pero que me ha puesto en posesión de la misma, aunque yo
descubra después que no sea su dueño, no tengo ninguna acción en su contra, en tanto no
sea turbado por otra persona”.
Por otra parte, la acción resolutoria carece, en este caso, de un objetivo práctico; por su
intermedio el comprador perseguiría la abolición del contrato y la restitución de lo que
hubiere pagado. Este resultado se obtiene por la acción de saneamiento de la evicción.
Privado el comprador de todo o parte de la cosa comprada por sentencia judicial, el
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a) La tradición de los bienes muebles se verifica significando una de las partes a la otra que
le transfiere el dominio y figurando la transferencia de alguna de las maneras que señala el
art. 684.
La tradición de los bienes muebles por anticipación, como las maderas y los frutos de los
árboles, se verifica al momento de la separación del inmueble.
b) La tradición de los bienes raíces, en general, se efectúa por la inscripción del contrato de
compraventa en el registro de Propiedades del Conservador de Bienes Raíces.
Con todo, esta regla tiene excepciones: * La tradición del derecho de servidumbre, se
verifica por escritura pública en que el tradente exprese constituirlo y el adquirente
aceptarlo (art. 698). Sin embargo, la servidumbre de alcantarillado en predios urbanos debe
inscribirse (Ley N°6.977).
* La tradición de las minas debe hacerse por la inscripción en el registro de Propiedades del
Conservador de Minas (Art. 101 N°1).
Época en que debe efectuarse la entrega.- La entrega de la cosa vendida debe efectuarse
en la época estipulada; a falta de estipulación, la entrega es exigible inmediatamente de
celebrado el contrato.
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El art. 1826, inc. 1°, establece “El vendedor es obligado a entregar la cosa vendida
inmediatamente después del contrato, o a la época prefijada en él”.
La época de la entrega, que no es el resultado de una expresa estipulación, puede resultar
de las circunstancias del contrato. Así, en la venta de un producto agrícola en verde, la
entrega no podrá verificarse antes de la cosecha. El plazo para la entrega, en este caso, es
tácito.
Derecho de retención del vendedor.- Sin embargo, el vendedor tiene derecho a retener la
cosa vendida en ciertas circunstancias; no ésta obligado, entonces, a entregar la cosa y
carece el comprador del derecho de reclamarla:
b) Pero aunque se haya convenido un plazo para el pago del precio, puede el vendedor
retener la cosa, cuando se vea en peligro de perderlo como consecuencia de una
disminución considerable de la fortuna del comprador.
El art. 1826, inc. 4° expresa: “pero si después del contrato hubiere menguado
considerablemente la fortuna del comprador, de modo que el vendedor se halle en peligro
inminente de perder el precio, no se podrá exigir la entrega aunque se haya estipulado
plazo para el pago del precio, sino pagando, o asegurando el pago”.
Como la facultad de retener la cosa tiende a asegurar el pago, cesa esta facultad del
vendedor cuando el comprador lo cauciona de alguna manera eficaz.
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Gastos de la entrega.- Los gastos del pago sonde cargo del deudor (art. 1571); por lo tanto,
serán de cargo del vendedor los que demande la entrega en el lugar debido. En cambio,
incumbirán al comprador los gastos que sea menester incurrir para transportar la cosa ya
entregada.
El art. 1825 prescribe: “Al vendedor tocan naturalmente los costos que se hicieren para
poner la cosa en disposición de entregarla, y al comprador los que se hicieren para
transportarla después de entregada”.
Que comprende la entrega .- El pago debe hacerse bajo todos los respectos al tenor de la
obligación y el acreedor no está obligado a recibir cosa diversa de la que se le debe, ni aun a
pretexto de ser de igual o mayor valor la ofrecida (art. 1569).
Para la compraventa rige esta regla fundamental que reproduce el art. 1828: “El vendedor
es obligado a entregar lo que reza el contrato”.
La cosa vendida debe ser entregada con sus accesorios y frutos.
Frutos de la cosa vendida .- La cosa vendida debe ser entregada al comprador con aquellos
frutos que según la ley le pertenecen.
Decide el art. 1816, inc. 2° cuáles son los frutos que pertenecen a uno u otro contratante:
“Los frutos naturales, pendientes al tiempo de la venta, y todos los frutos, tanto naturales
como civiles que después produzca la cosa, pertenecerán al comprador, a menos que se
haya estipulado entregar cosa al cabo de cierto tiempo o en el evento cierta condición; pues
en estos casos no pertenecerán los frutos al comprador, sino vencido el plazo, o cumplida la
condición.
Todo lo dicho en este art. puede ser modificado por estipulaciones expresas de los
contratantes”.
Por lo tanto:
a) Pertenecen al comprador, pues, los frutos naturales pendientes al tiempo del contrato,
esto es, los que se encontraren aún adheridos a la cosa fructuaria (art. 645).
No debe el comprador ninguna indemnización al vendedor por los por los gastos hechos
para producirlos: tales gastos se han tenido ciertamente en cuenta para la fijación del
precio.
Concordante con esta regla y para evitar posibles dificultades, el art. 1829 expresa: “La
venta de una vaca, yegua u otra hembra comprende naturalmente la del hijo que lleva en el
vientre o que amamanta; pero no la del que puede pacer y alimentarse por sí solo”.
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b)Igualmente pertenecen al comprador los frutos, tanto naturales como civiles, que la cosa
vendida produzca después de celebrado el contrato.
El art. 1816 modifica, en verdad, las reglas de los arts. 646 y 648, que disponen que los
frutos naturales y civiles de una cosa pertenecen a su dueño. El comprador no hace suyos
los frutos desde que, en virtud de la tradición, se convierte en propietario, sino desde la
celebración del contrato.
Con todo, la regla del art. 1816 tiene tres excepciones; a saber:
1.- Cuando las partes han señalado un plazo para la entrega porque los frutos pertenecen al
vendedor, en tal caso, hasta el vencimiento del plazo.
2.- Cuando la cosa debe entregarse cumplida una condición, porque los frutos pertenecerán
igualmente al vendedor hasta que la condición prevista se cumpla. y
3.-Cuando las partes han estipulado cláusulas especiales, en cuyo caso los frutos
pertenecerán al comprador o vendedor, según las normas contractuales.
Riesgos de la cosa vendida.- De acuerdo con la regla general del art. 1550, el riesgo de la
especie o cuerpo cierto cuya entrega se debe es de cargo del acreedor. El art. 1820 aplica
esta norma al contrato de compraventa y pone los riesgos a cargo del comprador.
Establece la disposición legal “ la pérdida, deterioro o mejora de la especie o cuerpo cierto
que se vende, pertenece al comprador, desde el momento de perfeccionarse el contrato,
aunque no se haya entregado la cosa”
Por consiguiente, la pérdida de la cosa vendida proveniente de un caso fortuito, extingue la
obligación del vendedor de entregarla; pero el comprador, en cambio, deberá pagar el
precio.
Si la cosa se ha deteriorado o perecido parcialmente, debe el comprador soportar
igualmente el deterioro, porque habrá de recibirla en el estado en que se encuentre.
Como justa compensación, pertenecen al comprador, sin costo alguno, las mejoras de la
cosa y, como se dijo, sus frutos.
La regla es aplicable a la venta de cosas genéricas que se hace en bloque o que deben ser
pesadas, contadas o medidas para determinar el precio total.
De cualquier manera, esta norma tiene excepciones:
a) en la venta condicional, sujeta a una condición suspensiva;
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b) en la venta a peso, cuenta o medida en que debe procederse a pesa, contar o medir para
determinar la cosa vendida, y
c) en la venta al gusto.
b) En la venta a peso, cuenta o medida en que las operaciones de pesar, contar o medir
tienen por objeto determinar la cosa vendida, la pérdida, deterioro o mejora pertenecen al
comprador sólo desde que tales operaciones se verifiquen.
c) El compraventa al gusto, los riesgos son del comprador desde que he expresado que la
cosa le agrada y, mientras tanto, corresponden al vendedor.
La entrega en la venta de predios rústicos.- “Un predio rústico – dice el art. 1831- puede
venderse con relación a su cabida o como una especie o cuerpo cierto” Esto significa que la
venta puede verificarse tomando en consideración la cabida del predio o desentendiéndose
de ella.
Se comprende que si se vende un predio con relación a su cabida o superficie, pueden surgir
dificultades con motivo de que la cabida real sea mayor o menor que la expresada en el
contrato y que tales dificultades no pueden plantearse si la venta se hace sin tomar en
cuenta la superficie o cabida del predio.
Importa precisar, por lo tanto, cuándo se entiende vendido un predio con relación a la
cabida y cuando como especie o cuerpo cierto.
El art. 1831, inc. 2°, expresa que “se vende con relación a la cabida, siempre que ésta se
exprese de cualquier modo en el contrato” y el inciso final añade que “en todos los demás
casos se entenderá venderse el predio o predios como un cuerpo cierto”.
Pero no es exacto que la venta sea hecha en relación a la cabida cada vez que se exprese en
el contrato; si la cabida se indica como un dato meramente ilustrativo, la cosa debe
entenderse vendida como cuerpo cierto.
En líneas generales, la venta se entiende efectuada con relación a la cabida siempre que:
a) la cabida se exprese en el contrato;
b) el precio se fije con relación a ella, y
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c) las partes no renuncien a las acciones resultantes de que la cabida real sea diversa de la
que reza el contrato.
El art. 1831, inc. 3°, expresa: “Es indiferente que se fije directamente un precio total, o que
éste se deduzca de la cabida o número de medidas que se expresa, y del precio de cada
medida”.
Y en el inc. 4° añade: “ Es asimismo indiferente que se exprese una cabida total o las
cabidas de las varias porciones de diferentes calidades y precios que contenga el predio,
con tal que de estos datos resulte el precio total y la cabida total”.
En cambio, un predio se entiende vendido como cuerpo cierto cada vez que:
a) la cabida no se exprese en el contrato, y
b) las partes mencionen la cabida, pero expresa o tácitamente declaren que es un dato
puramente ilustrativo y que no hacen cuestión por los defectos de ella.
Comúnmente se expresa en el contrato que la venta se hace ad corpus.
Efectos de la venta con relación a la cabida.- En la venta hecha con relación a la cabida
podrá plantearse una de estas dos cuestiones: que la cabida real del predio sea mayor o
menor que la cabida declarada en el contrato.
a).- Si la cabida real, esto es, la superficie que realmente mide el predio, es mayor que la
expresada en el contrato, podrá ser poco o mucho mayor, Naturalmente las consecuencias
son diferentes.
Pero el legislador ha debido señalar una pauta exacta. Considera que la cabida real es
mucho mayor cuando el precio del sobrante excede de la décima parte del precio de la
verdadera cabida.
Por ejemplo, se venden 1.000 metros cuadrados en $1.000.000 a razón de $1.000 el metro
cuadrado; la cabida real del predio resulta ser de 1.050 metros cuadrados. El precio del
exceso es de $50.000 y el precio de la cabida real es de $1.050.000, el sobrante no alcanza a
la décima parte.
En este caso, el vendedor tendrá derecho a que se le aumente proporcionalmente el precio.
El art. 1832, inc. 1°, establece: “Si se vende el predio con relación a su cabida, y la cabida
real fuere mayor que la cabida declarada, deberá el comprador aumentar
proporcionalmente el precio”.
En el mismo ejemplo propuesto, supóngase que la cabida real es de 1.200 metros
cuadrados; el precio del exceso sería de $ 200.000 y el precio de la cabida real de
$1.200.000. El exceso es superior a la décima parte.
En esta hipótesis, queda al arbitrio del comprador desistir del contrato o aumentar el precio
proporcionalmente. El art. 1832 previene que la regla de su primera parte no rige en el caso
de que “el precio de la cabida que sobre, alcance a más de una décima parte del precio de la
cabida real; pues en este caso podrá el comprador, a su arbitrio, o aumentar
proporcionalmente el precio o desistir del contrato; y si desiste, se le resarcirán los
perjuicios según las reglas generales”.
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b).- Si la cabida real es menor que la declara en el contrato, del mismo modo, podrá ser poco
o mucho menor.
Considera el legislador que la cabida real es mucho menor cuando el precio de la cabida que
falta, excede de la décima parte del precio de cabida declarada.
Por ejemplo, se venden 1.000 metros cuadrados en $1.000.000, esto es a razón de $1.000 el
metro cuadrado; el predio tiene, en verdad, una superficie de 950 metros cuadrados. El
precio de la cabida que falta es de $50.000 inferior a la décima parte del valor de la cabida
declarada.
En tal caso, con arreglo al inc. 2° del art. 1832, “si la cabida real es menor que la declarada,
deberá el vendedor completarla; y si esto no fuere posible, o no se le exigiere, deberá sufrir
una disminución proporcional del precio”.
Supóngase, en el ejemplo propuesto, que la cabida real es de 800 metros cuadrados; el
precio de la cabida que falta es de $200.000 superior a la décima parte del precio de la
cabida declarada que es de $1.000.000.
Entonces, conforme a la misma disposición legal, “si el precio de la cabida que falte alcanza
a más de una décima parte del precio de la cabida completa, podrá el comprador, a su
arbitrio, o aceptar la disminución del precio o desistir del contrato en los términos del
precedente inciso”.
Aplicación de los arts. 1832 y 1833 a cualquier conjunto de mercaderías.- El art. 1835
dispone que las reglas de los arts. 1832 y 1833 “se aplican a cualquier todo o conjunto de
efectos o mercaderías”.
Así, por ejemplo, si se vende un rebaño de 100 animales, a razón de $20.000 cada uno faltan
algunos, el comprador podrá pedir que se le entreguen los que faltan, que se les baje el
precio o desistir del contrato, según los varios casos.
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Prescripción.- Las acciones que otorgan los arts. 1832 y 1833 prescriben en corto tiempo. El
art. 1834 dispone: “Las acciones dadas en los dos artículos precedentes expiran al cabo de
un año, contado desde la entrega”.
Por lo tanto, las acciones de que se trata son:
a) la acción del vendedor para exigir un aumento del precio cuando la cabida real es mayor
que la declarada;
b) la acción del comprador para pedir la rebaja del precio cuando la cabida declarada es
menor que la real;
c) la acción del comprador para exigir la entrega de la cabida que falta en el mismo caso;
d) la acción del comprador para desistir del contrato.
Acción rescisoria por lesión enorme.- Las acciones especiales otorgadas a comprador y
vendedor no les privan de la acción rescisoria por lesión enorme, cuando las diferencias de
la cabida sean de tal importancia que constituyan una lesión de esta índole.
El art. 1836 dice: “ Además de las acciones dadas en dichos artículos compete a los
contratantes la de lesión enorme en su caso”.
B) Obligación de saneamiento.
Ideas generales.- El art. 1824 señala como una segunda obligación del vendedor “el
saneamiento de la cosa vendida”.
No vasta que el vendedor entregue la cosa vendida; es preciso que la entregue en
condiciones tales que el comprador pueda gozar de ella tranquila y útilmente.
No logrará el comprador una posesión tranquila o pacífica de la cosa vendida cuando se vea
turbado en dicha posesión a consecuencia de los derechos que terceros hagan valer con
relación a ella.
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No obtendrá una posesión útil si la cosa adolece de defectos que la hacen inadecuada para
el objeto que tuvo en vista al comprarla.
En uno y otro caso el comprador quedaría defraudado en sus justas expectativas si no
dispusiera de recursos para exigir del vendedor que le ampare en la posesión y subsane los
vicios o defectos de la cosa. Este recurso es la acción de saneamiento.
En virtud del contrato de compraventa, en efecto, el vendedor se obliga a garantizar al
comprador la posesión tranquila y útil de la cosa que vende. Se obliga, en otros términos, al
saneamiento.
El art. 1837 señala este doble objetivo de la obligación de saneamiento: “La obligación de
saneamiento comprende dos objetos: amparar al comprador en el dominio y posesión
pacífica de la cosa vendida, y responder de los defectos ocultos de ésta, llamados vicios
redhibitorios”.
a) Saneamiento de la evicción.
Objeto de la obligación de saneamiento de la evicción .- La obligación de sanear la
evicción tiene por objeto, como expresa el art. 1837, “amparar al comprador en el dominio y
posesión pacífica de la cosa vendida”.
Este amparo del comprador, se traduce en su defensa cada ves que sea víctima de la
agresión de terceros que pretendan derechos sobre la cosa, que embaracen su goce y
turben su posesión. Si fracasa en su empresa y sobreviene la evicción, o sea, es privado el
comprador de todo o parte de la cosa comprada, está obligado el vendedor a indemnizarle.
Por tanto, la obligación de saneamiento de la evicción persigue dos fines o se desarrolla en
dos etapas:
a.- defender al comprador contra los terceros que reclaman derechos sobre la cosa; y,
b.- indemnizar al comprador si la evicción, no obstante, se produce.
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Requisitos para que sea exigible la obligación de saneamiento. Para que se haga exigible
la obligación del vendedor de amparar al comprador en el dominio y posesión pacífica de la
cosa vendida, es menester que sea turbado en dicho dominio y posesión. En otros términos,
es preciso que el comprador se vea expuesto a sufrir evicción de la cosa.
No basta, sin embargo, que el comprador sea turbado en el dominio y posesión de la cosa;
es necesario que el comprador haga saber al vendedor la turbación de que es víctima para
que acuda en su defensa. En otras palabras, es menester que el vendedor sea citado de
evicción.
Por lo tanto, para que el vendedor esté obligado al saneamiento, se requiere:
a) que el comprador se vea expuesto a sufrir evicción de la cosa comprada, y b) que el
vendedor sea citado de evicción.
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b) Necesidad de una sentencia judicial.- Puesto que la evicción es una derrota judicial del
comprador, supone un proceso y una sentencia que le desposea total o parcialmente de la
cosa.
Se siguen de lo dicho diversas consecuencias que importan destacar:
2.- El abandono voluntario que haga el comprador al tercero, de todo o parte de la cosa, no
obliga al vendedor al saneamiento.
Sin embargo, puede darse el caso que se produzca la evicción sin una sentencia judicial,
como claramente resulta de lo dispuesto en el art. 1856: La citada disposición establece que
el plazo de prescripción de la acción de saneamiento se contará desde la fecha de la
sentencia o, “si ésta no hubiere llegado a pronunciarse”, desde que se restituye la cosa.
Pero el caso previsto, es aquel en que el vendedor, citado al juicio, acepta de la demanda y
se allana a la evicción y el comprador, reconociendo igualmente la justicia de las
pretensiones del tercero, restituye la cosa.
El vendedor, en suma, acepta dar por evicto al comprador, sin necesidad de fallo judicial.
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c) La evicción debe tener una causa anterior a la venta.- El art. 1839 exige,
perentoriamente, que la causa de la evicción sea anterior a la celebración del contrato de
compraventa: “ El vendedor es obligado a sanear al comprador todas las evicciones que
tengan en una causa anterior a la venta, salvo en cuanto se haya estipulado lo contrario”.
El art. 1843 insiste en que el comprador debe citar de evicción al vendedor, cuando se le
demanda la cosa “por causa anterior a la venta”.
Las evicciones motivadas por causas posteriores a la venta, las soporta exclusivamente el
comprador. El vendedor es por completo extraño a la evicción.
Las partes, sin embargo, pueden convenir otra cosa.
Citación de evicción.- Para que el vendedor acuda en defensa del comprador y quede
obligado a indemnizarle, es menester que tenga noticia del juicio que amenaza con privarle
total o parcialmente de la cosa.
Por este motivo, el art. 1843 dispone: “ el comprador a quien se demanda la cosa vendida,
por causa anterior a la venta, deberá citar al vendedor para que comparezca a defenderla”.
La falta de citación exonera totalmente de responsabilidad al vendedor. “Si el comprador
omitiere citarle, y fuere evicta la cosa, el vendedor no será obligado al saneamiento” ( art.
1843, inc. 3°).
Forma y oportunidad de la citación. El art. 1843, inc. 2°, prescribe que la citación de
evicción “se hará en el término señalado en el código de enjuiciamiento”. El Código de
Procedimiento Civil, en efecto, reglamenta la citación de evicción en el Título V del Libro III.
a) La citación debe solicitarse por el comprador y para el que juez la ordene “deberán
acompañarse antecedentes que hagan aceptable la solicitud” (art. 584, inc 2° C.P.C.)
b) La citación debe hacerse “antes de la contestación de la demanda. (art. 584, inc. 1°
C.P.C.).
c) Decretada la citación, el juicio se paraliza por el plazo de diez días, si el citado reside
en el territorio jurisdiccional en que se sigue el juicio; si reside en otro territorio
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jurisdiccional o fuera del territorio nacional, el plazo de diez días se aumenta como el
emplazamiento para contestar demandas (art. 585 C.P.C.).
d) Vencidos estos plazos sin que el demandado haya hecho practicar la citación, podrá
pedir el demandante que se declare caducado el derecho de aquél para exigirla, o que se le
autorice para llevarla a efecto, a costa del demandado (art. 585, inc. 2° C.P.C.).
e) Practicada la citación, las personas citadas de evicción dispondrán del término de
emplazamiento que corresponda para comparecer al juicio, suspendiéndose, entre tanto, el
procedimiento (art. 486 C.P.C.).
A quién puede citarse de evicción. Es obvio que el demandado puede citar de evicción a su
vendedor. Pero también, puede citar a los antecesores del vendedor.
El art. 1841 dispone: “Aquel a quien se demanda una cosa comprada podrá intentar contra
el tercero de quien su vendedor la hubiere adquirido, la acción de saneamiento que contra
dicho tercero competería al vendedor, si éste hubiera permanecido en posesión de la cosa”.
El comprador adquiere sobre la cosa, todos los derechos de sus antecesores y, entre ellos, la
acción de saneamiento de cada comprador contra su vendedor. El último comprador reúne
en sus manos todas estas acciones.
De este modo se evita, la innecesaria pérdida de tiempo en que se incurriría si el comprador
tuviera que citar a su vendedor, éste al suyo y así sucesivamente hasta llegar al responsable
de que la cosa sea evicta.
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Actitudes que puede adoptar el vendedor que comparece al juicio.- El vendedor que
comparece al juicio puede percatarse de la justicia de la demanda, de la esterilidad de sus
esfuerzos y allanarse a la evicción.
En tal caso, el comprador puede seguir por su cuenta el juicio. Si sobrevienen la evicción, el
vendedor deberá indemnizarle; pero no se comprenden en la indemnización las costas del
pleito, ni los frutos percibidos durante la secuela del litigio, pagados al demandante.
El art. 1845 dispone: “Si el vendedor no opone medio alguno de defensa, y se allana al
saneamiento, podrá con todo el comprador sostener por sí mismo la defensa, y si es
vencido, no tendrá derecho para exigir del vendedor el reembolso de las costas en que
hubiere incurrido defendiéndose, ni el de los frutos percibidos durante dicha defensa y
satisfechos al dueño”.
Las costas se han causado y los frutos han debido reembolsarse debido a la obstinación del
comprador; el resultado del juicio mostró que era injustificada.
El vendedor, asimismo, podrá considerar injusta la agresión de que se ha hecho víctima al
comprador y asumir su defensa en el litigio.
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El vendedor queda aun eximido de indemnizar los daños que la demanda hubiere
ocasionado al comprador.
El art. 1855 dispone: “Si la sentencia negare la evicción, el vendedor no será obligado a la
indemnización de los perjuicios que la demanda hubiere causado al comprador, sino en
cuanto la demanda fuere imputable a hecho o culpa del vendedor”.
2.- Si, por el contrario, la sentencia es adversa para el comprador y favorable al tercero, se
producirá la evicción. El vendedor no habrá cumplido su obligación de amparar al
comprador; a la obligación de defenderle sucede la de indemnizarle de la evicción (art.
1840).
Las indemnizaciones que debe el vendedor al comprador son diversas según que la evicción
sea total o parcial.
Indemnizaciones en caso de evicción total.- El art. 1847 señala cuales son las
indemnizaciones que debe pagar el vendedor en caso de evicción total, esto es, cuando el
comprador es privado íntegramente de la cosa. La indemnización comprende:
a) la restitución del precio;
b) el pago de las costas del contrato;
c) el pago de frutos;
d) el pago de las costas del juicio, y
e) el pago del aumento de valor de la cosa.
a) Restitución del precio.- La más importante, sin duda, de las prestaciones a que está
obligado el vendedor es la restitución del precio que recibió del comprador.
Debe el vendedor restituir el precio aunque la cosa haya disminuido de valor, o como dice el
art. 1847, N°1°, “aunque la cosa al tiempo de la evicción valga menos”.
La regla anterior tiene una justificada excepción; si el menor valor de la cosa proviene de
deterioros de que el comprador se ha aprovechado, debe hacerse la correspondiente rebaja
del precio.
Dispone el art. 1848: “Si el menor valor de la cosa proviene de deterioros de que el
comprador ha sacado provecho, se hará el debido descuento en la restitución del precio”.
b) Pago de las costas del contrato.- La indemnización comprende, asimismo, “las costas
legales del contrato de venta que hubieren sido satisfechas por el comprador” (art. 1847,
N°2°).
Conviene recalcar que la prestación se refiere sólo a las costas “legales” del contrato y en
cuanto el comprador las hubiere pagado.
c) Pago de Frutos.- Debe el vendedor indemnizar al comprador “del valor de los frutos, que
el comprador hubiere sido obligado a restituir al dueño; sin perjuicio de lo dispuesto en el
art. 1845” (art. 1847, N° 3°).
El pago de los frutos debe hacerse por el vendedor en la medida en que el comprador deba
restituirlos al dueño de la cosa. La obligación del comprador de restituir los frutos depende
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de su buena o mala fe y se regula por las reglas de las prestaciones mutuas de título De la
reivindicación.
No debe el vendedor los frutos posteriores a la fecha en que el vendedor se allanó a la
evicción y percibidos durante la secuela del juicio que el comprador se empeño en seguir
adelante. Tal es el alcance de la referencia al art. 1845.
d) Pago de las costas del juicio.- La indemnización comprende, también, “las costas que el
comprador hubiere sufrido a consecuencia y por efecto de la demanda” (art. 1847, N°4°).
No se incluyen las costas en que el comprador haya incurrido defendiéndose, después que
el vendedor se allanó al saneamiento.
e) Pago del aumento de valor de la cosa.- Comprende la indemnización, por último, “el
aumento de valor que la cosa evicta haya tomado en poder el comprador, aun por causas
naturales o por el mero transcurso del tiempo” (art. 1847, N°5°).
El aumento de valor de las cosas puede provenir:
1.- de causas naturales o del simple transcurso del tiempo, y
2.- de mejoras introducidas por el comprador.
1.- Para determinar en qué términos debe pagar el vendedor los aumentos de valor de la
cosa que provienen de causas naturales o del transcurso del tiempo, es preciso distinguir si
ha tenido buena o mala fe. Si el vendedor ésta de buena fe, “el aumento de valor debido a
causas naturales o al tiempo, no se abonará en lo que excediere a la cuarta parte del precio
de la venta”(art. 1850). Suponiendo que el precio de la venta haya sido de $1.000 el
vendedor sólo estará obligado a pagar el aumento de valor hasta $250.
Si el vendedor está de mala fe, debe abandonar el total del aumento de valor de la cosa.
El art. 1850 dispone que la antedicha limitación no tiene lugar en caso “de probarse en el
vendedor de mala fe, en cuyo caso será obligado a pagar todo el aumento de valor, de
cualesquiera causas que provenga”.
2.- En cuanto los aumentos de valor que provengan de mejoras, el art. 1849 dispone: “El
vendedor será obligado a reembolsar al comprador el aumento de valor, que provenga de
las mejoras necesarias o útiles, hechas por comprador, salvo en cuanto el que obtuvo la
evicción haya sido condenado a abandonarlas. El vendedor de mala fe será obligado aun al
reembolso de lo que importen las mejoras voluptarias”.
De este modo, es preciso distinguir nuevamente si el vendedor está de buena o mala fe. El
vendedor de buena fe debe abonar el aumento de valor resultante de las mejoras necesarias
y útiles que hizo el comprador y que no hayan sido abandonadas por el que obtuvo la
evicción.
El comprador de mala fe debe reembolsar aun las mejoras voluptarias.
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a) la parte evicta es tal, que sea de presumir que sin ella no se habría comprado la cosa, y
b) la parte evicta no es de tanta importancia, o el comprador no hace uso del derecho que le
acuerda el art. 1852, inciso final.
a)Para el caso de que la evicción sea de considerable magnitud, el art. 1852 inc., 4° dispone: “
Si la evicción no recae sobre toda la cosa vendida, y la parte evicta es tal, que sea de
presumir que no se habría comprado la cosa sin ella, habrá derecho a pedir la rescisión de la
venta”.
Tiene el comprador el derecho opcional de pedir la rescisión de la venta o el saneamiento
de la evicción.
Regula el art. 1853 las relaciones entre el comprador y el vendedor, en caso de que el
primero opte por pedir la rescisión del contrato: “En virtud de esta rescisión, el comprador
será obligado a restituir al vendedor la parte no evicta, y para esta restitución será
considerado como poseedor de buena fe, a menos de prueba contraria; y el vendedor,
además de restituir el precio, abonará el valor de los frutos que el comprador hubiere sido
obligado a restituir con la parte evicta, y todo otro perjuicio que de la evicción resultare al
comprador”.
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Solamente en dos casos la renuncia extingue por completo la obligación del vendedor:
a) “si el que compró lo hizo a sabiendas de ser ajena la cosa”, y
b) “si expresamente tomó sobre sí el peligro de la evicción, especificándolo”. (art. 1852, inc.
3°)
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b)En caso de que el vendedor se allane al saneamiento y el comprador prosiga por sí solo el
juicio, la indemnización no comprende las costas del pleito en que hubiere incurrido
defendiéndose, ni los frutos percibidos durante dicha defensa y satisfechos al dueño (art.
1845).
Concepto de los vicios redhibitorios. No ha definido el código lo que se entiende por vicios
redhibitorios; pero el art. 1858 ha señalado sus características.
De la enumeración que hace la disposición legal resulta que, en términos generales, para
merecer el calificativo de vicios redhibitorios, los defectos de la cosa deben ser:
a) contemporáneos de la venta;
b) graves, y
c) ocultos.
No obstante, las partes pueden atribuir el carácter de redhibitorios a vicios que no reúnan
estos requisitos. “Las partes pueden por el contrato hacer redhibitorios los vicios que
naturalmente no lo son”, dice el art. 1863.
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a) El vicio debe ser contemporáneo de la venta.- El primer requisito que debe reunir el
vicio para el para ser redhibitorio es “ haber existido al tiempo de la venta” (art. 1858, N°1°).
Se comprende que la responsabilidad del vendedor se limite a los vicios existentes al
tiempo del contrato y que no le quepa responsabilidad por los que sobrevengan después. El
vendedor cumplió lealmente su obligación de entregar una cosa apta para su natural
destino.
Bastará que el vicio exista en germen al momento de la venta, aunque posteriormente se
manifieste en toda su gravedad.
b) El vicio debe ser grave. El vicio debe ser grave porque no es posible que cualquier
defecto de la cosa atente contra la estabilidad del contrato.
Ha cuidado el legislador de concretar cuándo debe entenderse que los vicios invisten
carácter de gravedad para ser considerados redhibitorios. Deben “ser tales, que por ellos la
cosa vendida no sirva para su uso natural, o sólo sirva imperfectamente, de manera que sea
de presumir que conociéndolos el comprador no la hubiera o la hubiera comprado a mucho
menos precio” (art. 1858, N°2°).
La gravedad del vicio puede resultar de estas tres circunstancias:
1.- que la cosa no sirva para su uso natural;
2.- que sirva para este uso, pero imperfectamente, y
3.- que conocidos estos hechos por el comprador, sea presumible que no hubiera
comprado o hubiera pagado un precio mucho menor.
c) El vicio debe ser oculto.- El requisito más característico de los vicios redhibitorios es que
sean ocultos, esto es ignorados por el comprador.
Si el comprador conoció la existencia de los vicios, se presume que no les atribuyó
importancia, ajustó el precio teniéndolos en cuenta e, implícitamente, renuncio a la
garantía.
Para que los vicios se consideren redhibitorios es menester “no haberlos manifestado el
vendedor, y ser tales que el comprador haya podido ignorarlos sin negligencia grave de su
parte, o tales que el comprador no haya podido fácilmente conocerlos en razón de su
profesión u oficio” (art. 1858, N°3°).
El comprador ignorará los vicios cuando el vendedor no se los haya dado a conocer. Sin
embargo, el comprador no habrá de atenerse a lo que el vendedor le exprese. Deberá
examinar la cosa vendida y si omite este examen incurrirá en grave negligencia.
Pero es preciso tener en cuenta las circunstancias personales del comprador. El mismo vicio
puede ser oculto para un lego, pero es inaceptable que lo sea para un entendido.
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Efectos de los vicios redhibitorios.- Los vicios redhibitorios autorizan al comprador para
ejercitar la acción redhibitoria “para que se rescinda la venta o se rebaje proporcionalmente
el precio” (art. 1857).
En verdad se trata de dos acciones diversas:
a) la acción propiamente redhibitoria, que no es sino una acción resolutoria del contrato de
compraventa, y
b) la acción, que los romanos denominan aestimatoria o quanti minoris, para pedir la
restitución de una parte del precio, proporcional a la disminución de valor resultante del
vicio de la cosa.
El art. 1860 reitera que el comprador dispone de ambas acciones y previene que puede
elegir una u otra, a su arbitrio: “Los vicios redhibitorios dan derecho al comprador para
exigir o la rescisión de la venta o la rebaja del precio, según mejor le pareciere”.
Casos de excepción.- El art. 1860 señala la regla general. Pero, en casos excepcionales, el
comprador puede ejercer solamente la acción de rebaja del precio o pedir, además, que se
le paguen los perjuicios sufridos.
a) En efecto, si los vicios no revisten los caracteres de gravedad que señala la ley, solamente
tiene el comprador derecho para pedir una rebaja del precio.
b) Si el vendedor conoció los vicios o debió conocerlos en razón de su profesión u oficio,
“será obligado no sólo a su restitución o la rebaja del precio, sino a la indemnización de
perjuicios” (art. 1861).
Pero si los ignoró y no eran tales que por su profesión u oficio debiera conocerlos, “será
obligado a la restitución o la rebaja del precio”(art. 1861).
En otras palabras, en contra del vendedor de mala fe tiene el comprador, además, la acción
de perjuicios.
c) Si la cosa viciosa perece después de perfeccionado el contrato, aunque haya parecido en
poder del comprador y por su culpa, “no por eso perderá el comprador el derecho que
hubiere tenido ala rebaja del precio” (art. 1862, inc. 1°).
Nótese que el comprador, en este caso, no dispone de la acción redhibitoria.
Pero si la cosa pereció “por un efecto del vicio inherente a ella”, podrá el comprador pedir
resolución del contrato o la rebaja del precio, con indemnización de perjuicios en contra del
vendedor de mala fe (art. 1862, inc. 2°)
Caso en que el objeto vendido se compone de varias cosas.- El art. 1864 regla el caso de
que sean varias las cosas vendidas conjuntamente y algunas de entre ellas adolezcan de
vicios. En tal caso, “ sólo habrá lugar a la acción redhibitoria por la cosa viciosa y no por el
conjunto”.
Pero la regla no es aplicable si aparece “que no se habría comprado el conjunto sin esa cosa;
como cuando se compra un tiro, yunta o pareja de animales, o un juego de muebles”,
termina el mismo artículo.
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Prescripción de las acciones que originan los vicios redhibitorios.- La ley ha señalado
plazos de prescripción diversos para la acción redhibitoria propiamente tal y para la acción
encaminada a pedir la rebaja del precio o quanti minoris, y estos plazos varían según sea raíz
o mueble la cosa vendida.
El art. 1866 dispone: “La acción redhibitoria durará seis meses respectos de las cosas
muebles y un año respecto de los bienes raíces, en todos los casos en que las leyes
especiales o las estipulaciones de los contratantes no hubieren ampliado o restringido este
plazo. El tiempo se contará desde la entrega real”.
Y el art. 1869 agrega: “La acción para pedir rebaja del precio, sea en caso del art. 1858, o en
el del art. 1868, prescribe en un año para los bienes muebles y en dieciocho meses para los
bienes raíces”.
La acción redhibitoria, pues, prescribe en seis meses y un año; la acción quanti minoris, en
un año y dieciocho meses.
Como es mayor el plazo de prescripción de la acción quanti minoris, subsiste esta acción
después de prescrita la acción redhibitoria. Así lo dice, innecesariamente, el art. 1867.
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a) que el plazo de la prescripción se cuenta desde la entrega real de la cosa; sólo entonces el
comprador podrá percatarse de la existencia de los vicios;
b)que las partes pueden restringir y aún ampliar el plazo de prescripción de la acción
redhibitoria;
c)que la acción de indemnización de perjuicios prescribe según las reglas generales.
La regla que fija en un año el plazo de prescripción de la acción para la rebaja del precio,
tratándose de bienes muebles tiene la excepción del art. 1870 “si la compra se ha hecho
para remitir la cosa a lugar distante, la acción de rebaja del precio prescribirá en un año
contado desde la entrega al consignatario, con más el término de emplazamiento, que
corresponda a la distancia”.
La disposición justificada por las dificultades y lentitud de las comunicaciones al tiempo de
entrar en vigencia el Código, no se justifica hoy.
Pero la regla rige a condición de que “ el comprador en el tiempo intermedio entre la venta
y la remesa haya podido ignorar el vicio de la cosa, sin negligencia de su parte”. (art. 1870,
inc. 2°).
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No excluye este art. los derechos del vendedor para pedir el cumplimiento o la resolución
del contrato, con indemnización de perjuicios. Tales derechos resultan, en todo caso, de la
aplicación del art. 1489.
El art. 153, inc. 1° del Código de Comercio consagra expresamente estos derechos del
vendedor.
b)..El vendedor queda descargado del cuidado ordinario de la cosa y sólo responde de los
estragos que sufra por su culpa lata o dolo.
Lugar y época del pago del precio.- Con arreglo a las normas generales, el pago debe
hacerse en lugar señalado por la convención y, a falta de estipulación, cuando la obligación
es de género, en el domicilio del deudor (arts. 1587 y 1588). Por otra parte, las obligaciones
deben cumplirse de inmediato, si las partes no han postergado expresamente su
cumplimiento.
El art. 1872 deroga ligeramente estas normas por lo que toca al lugar y época en que se
debe pagar el precio: “El precio deberá pagarse en el lugar y el tiempo estipulados, o en el
lugar y el tiempo de la entrega, no habiendo estipulación en contrario”.
a) Si las partes han expresado su voluntad, es obvio que el pago debe hacerse en la época
y lugar convenidos: rigen, en consecuencia, las reglas generales.
b) Pero si las partes han guardado silencio, tales reglas generales sufren una derogación;
el pago no deberá hacerse de inmediato y en el domicilio del deudor, sino en el momento y
en el lugar de la entrega.
Como consecuencia, fijado un plazo para la entrega, el mismo plazo rige, sin necesidad de
estipulación, para el pago del precio. Convenido el lugar de la entrega, este convenio se
hace extensivo a la obligación de pagar el precio, que ha de verificarse en el mismo lugar.
Derecho del comprador para suspender el pago del precio.- Puede el comprador, sin
embargo, excusarse de pagar el precio en la época convenida o fijada por la ley; en suma;
cuando se ve expuesto a perder la cosa.
El comprador evicto tiene derecho a que le vendedor le restituya el precio; es lógico que si
le amenaza una evicción y no ha pagado el precio, pueda suspender el pago para evitar una
inútil repetición de lo pagado y el riesgo consiguiente.
El art. 1872, inc. 2°, acuerda al comprador este derecho: “Con todo, si el comprador fuere
turbado en la posesión de la cosa o probare que existe contra ella una acción real de que el
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Efectos de la resolución del contrato por falta de pago del precio. La ley ha
reglamentado los efectos entre las partes y respecto de terceros, de la resolución del
contrato de compraventa por incumplimiento de la obligación del comprador de pagar el
precio.
Estos efectos, en gran parte, son la aplicación de los principios generales que regulan los
efectos de la condición resolutoria cumplida, con algunas importantes modificaciones.
Efectos entre las partes. Resuelto el contrato, las partes tienen derecho a que se las
restituya al estado anterior a su celebración. Con tal objeto, el comprador debe al vendedor
determinadas prestaciones; a saber:
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Por su parte, el vendedor debe realizar ciertas prestaciones a favor del comprador; a saber:
a) El comprador tiene derecho “para que se le restituya la parte que hubiere pagado del
precio” (art. 1875, inc. 2°).
b) Tiene igualmente derecho para que se le abonen las mejoras, reputándosele, para estos
efectos, como poseedor de mala fe.
Debe el vendedor, por lo tanto, abonarle las mejoras necesarias; no tiene derecho ni a las
mejoras útiles, ni voluptuarias, y podrá llevarse sólo los materiales de dichas mejoras,
siempre que pueda separarlos sin detrimento y que el vendedor rehuse pagarle el precio
que tendrían una vez separados (arts. 909, 910 y 912)
Sin embargo, el comprador será reputado de buena fe si probare que su fortuna, sin culpa
suya, ha sufrido menoscabos tan considerables que le hicieron imposible cumplir el
contrato (art. 1875, inc. 3°).
Efectos respecto de terceros.- La resolución del contrato no afecta a terceros de buena fe.
El art. 1876 aplica al contrato de compraventa los principios generales de los arts. 1490 y
1491: “La resolución por no haberse pagado el precio no da derecho al vendedor contra
terceros poseedores, sino en conformidad a los artículos 1490 y 1491”.
En consecuencia, si la cosa vendida es mueble, los terceros deben estar de mala fe, o sea,
conocer el hecho de que el comprador adeudaba parte del precio. Si la cosa es inmueble,
será menester que en el título respectivo, inscrito u otorgado por escritura pública, conste
la existencia de dicho saldo de precio.
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Cláusula de no transferirse del dominio sino por el pago del precio.- Siguiendo los
precedentes romanos, los Proyectos del Código establecían que la tradición de la cosa
vendida no transfería el dominio mientras no se pagara el precio o se asegurara a
satisfacción del vendedor, a menos de estipularse un plazo para el pago.
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El sistema fue abandonado y el art. 680, inc. 2° dispuso que “verificada la entrega por el
vendedor, se transfiere el dominio de la cosa vendida, aunque no se haya pagado el precio,
a menos que el vendedor se haya reservado el dominio hasta el pago”.
La condición implícita de no transferirse el dominio a pesar de la entrega, por no estar
pagado el precio, quedó abolida. Con arreglo al art. 680, inc 2°, sería menester una expresa
reserva.
Pero, en clara contradicción con el texto legal citado, el art. 1874 atribuye a la cláusula de no
transferirse el dominio sino por el pago del precio un alcance diferente. El dominio, pese a
la estipulación, se transfiere al comprador; la falta de pago del precio no impide que se haga
dueño, sino que otorga al vendedor el derecho de pedir el cumplimiento del contrato o su
resolución, con indemnización de perjuicios.
El art. 1874, en efecto dispone: “ La cláusula de no transferirse el dominio sino en virtud de
la paga del precio, no producirá otro efecto que el de la demanda alternativa enunciada en
el artículo precedente”.
De este modo, mientras el art. 680 establece que si el vendedor se reserva expresamente el
dominio hasta que el precio se pague, la tradición no hará dueño al comprador, el art. 1874
declara, enfáticamente, que tal reserva no obsta para la adquisición de la propiedad por el
adquirente.
El comprador adquiere el dominio expuesto a resolverse si, constituido en mora de pagar el
precio, el vendedor opta por pedir la resolución del contrato.
Reforzando la idea anterior, el art. 1874, parte final, concluye que, “pagando el comprador
el precio, subsistirán en todo caso las enajenaciones que hubiere hecho de la cosa o los
derechos que hubiere constituido sobre ella en el tiempo intermedio”.
b) El pacto de retroventa.
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Requisitos del pacto de retroventa. Para que el pacto de retroventa produzca sus efectos,
es menester que concurran los siguientes requisitos:
a) facultad concedida al vendedor de recobrar la cosa;
b) obligación del vendedor de reembolsar al comprador, y
c) un plazo concedido al vendedor para ejercitar su derecho.
Condiciones para ejercitar el derecho que emana del pacto de retroventa.- Para el
ejercicio de los derechos que el pacto de retroventa genera para el vendedor y para que
opere la resolución del contrato de compraventa, es preciso que concurran las siguientes
condiciones:
a) que el vendedor haga valer judicialmente su derecho;
b) que en el acto de ejercerlo ponga el precio a disposición del comprador;
c) que el derecho se haga valer en tiempo oportuno, y
d) que se dé el correspondiente aviso al comprador.
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d) En fin, para ejercitar su derecho, el vendedor debe avisar al comprador con la debida
anticipación. El comprador goza de la cosa y es lógico que anticipadamente se le avise que
debe restituirla.
El art. 1885, inc. 2°, dispone: que “en todo caso tendrá derecho el comprador a que se le dé
noticia anticipada, que no bajará de seis meses para los bienes raíces ni de quince días para
las cosas muebles”.
Esta regla no tiene lugar cuando la cosa produce frutos, de tiempo en tiempo, mediante
trabajos e inversiones preliminares; justo es que la restitución no pueda reclamarse del
comprador, sino después de obtenidos los frutos de su esfuerzo. Por este motivo la
disposición citada concluye que “si la cosa fuere fructífera, y no diere frutos sino de tiempo
en tiempo y a consecuencia de trabajos e inversiones preparatorias, no podrá exigirse la
restitución demandada sino después de la próxima percepción de frutos”.
Efectos del pacto de retroventa.- Los efectos del pacto de retroventa serán diversos,
según que el vendedor haya o no ejercitado oportunamente su derecho.
1.- Si el vendedor no ejercitó su derecho en el plazo convenido o legal, fallará la condición
resolutoria del contrato de venta. Caducarán los derechos del vendedor y los del comprador
se consolidarán definitivamente.
2.- Por la inversa, si el vendedor ejercita su acción en la oportunidad debida, se habrá
cumplido la condición resolutoria, se resolverá el contrato de venta y las cosas volverán al
mismo estado en que se encontrarían si no se hubiera contratado.
Como en el caso de toda condición resolutoria cumplida, será menester examinar los
efectos entre las partes y con relación a los terceros.
Efectos entre las partes.- Comprador y vendedor se deben mutuas prestaciones. a). El
comprador está obligado, desde luego, a restituir la cosa, con sus accesorios. El art. 1883,
inc. 1° previene: “El vendedor tendrá derecho a que el comprador le restituya la cosa
vendida con sus acciones naturales”.
b)..El comprador debe indemnizar al vendedor por los deterioros de la cosa. El vendedor
“tendrá asimismo derecho a ser indemnizado de los deterioros imputables a hecho o culpa
del comprador” (art. 1883, inc. 2°).
c)..Por su parte, el vendedor debe pagar al comprador las mejoras introducidas en la cosa.
“Será obligado al pago de las expensas necesarias, pero no de las invertidas en mejoras
útiles o voluptuarias que se hayan hecho sin su consentimiento” (art. 1883, inc. 3°).
Efectos contra terceros.- Respectos de los terceros se siguen las reglas generales. La
resolución del contrato de compraventa les afectará a condición de que estén de mala fe.
El art. 1882 dispone: “El pacto de retroventa en sus efectos contra terceros se sujeta a lo
dispuesto en los arts. 1490 y 1491”.
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El derecho que nace del pacto de retroventa es intransferible.- El derecho que nace para
el vendedor del pacto de retroventa es intransferible. El art. 1884 prohíbe la cesión: “El
derecho que nace del pacto de retroventa no puede cederse”.
Con todo, el derecho del vendedor podría, sin embargo, transmitirse por causa de muerte.
c) Pacto de Retracto.
Se llama Pacto de Retracto o adictio in diem aquel en que las partes convienen que se
resolverá la venta si, en un plazo determinado, se presenta un nuevo comprador que
ofrezca al vendedor condiciones más ventajosas que el comprador primitivo.
El art. 1886 dispone: “si se pacta que presentándose dentro de cierto tiempo (que no podrá
pasar de un año), persona que mejore la compra se resuelva el contrato, se cumplirá lo
pactado; a menos que el comprador o la persona a quien éste hubiere enajenado la cosa, se
allane a mejorar en los mismos términos la compra”.
Requisitos de la rescisión por lesión enorme. Tiene lugar la rescisión de la venta por causa
de lesión, siempre que concurran los siguientes requisitos:
a) que la venta sea susceptible de rescindirse por causa de lesión;
b)..Que la lesión sea enorme, en los términos que señala la ley;
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Ventas rescindibles por causa de lesión. La rescisión por causa de lesión tiene cabida sólo
en los actos que la ley expresamente señala. Por este motivo, el legislador creyó oportuno
consignar, en el art. 1888, que “El contrato de compraventa podrá rescindirse por lesión
enorme”.
No tiene cabida la rescisión por lesión enorme en todo contrato de compraventa. En
términos generales, sólo tiene cabida en la compraventa de bienes raíces. En efecto:
a) No procede la acción rescisoria por lesión enorme “en las ventas de bienes muebles” (art.
1891).
Como consecuencia, no tiene cabida en las ventas comerciales, (art. 126 Código de
comercio, concordado con el art. 3°, n°1 del mismo cuerpo legal).
b) No habrá tampoco lugar a la acción rescisoria en las ventas “que se hubieren hecho por el
ministerio de la justicia” (art. 1891, segunda parte).
Las ventas judiciales, forzadas o voluntarias, no son rescindibles por causa de lesión. La
venta se hace en pública subasta, cumpliéndose diversos requisitos de publicidad, y el
precio, si no guarda relación con el verdadero valor de la cosa, es el único en que ha podido
venderse.
c) No cabe la rescisión por lesión enorme, aunque se trate de inmuebles, en la venta de
minas.
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Pérdida de la cosa por el comprador.- Para que proceda la rescisión por lesión enorme, es
preciso que la cosa no haya parecido en poder del comprador.
En efecto, el art. 1893 previene: “Perdida la cosa en poder del comprador no habrá derecho
por una ni por otra parte para la rescisión del contrato”.
La disposición se explica, porque rescindido el contrato deberá restituirse la cosa. Esta
restitución se torna imposible cuando la cosa ha perecido.
Prescripción de la acción rescisoria por lesión enorme.- Por último, para que proceda la
rescisión por lesión enorme, es preciso que se deduzca la acción correspondiente en tiempo
oportuno.
El art. 1896 dispone: “La acción rescisoria por lesión enorme expira en cuatro años contados
desde la fecha del contrato”.
Como prescripción del corto tiempo, con arreglo al art. 2524, la prescripción de la acción
rescisoria corre contra toda clase de personas.
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Frutos y expensas.- El comprador o el vendedor deben abonar frutos e intereses, pero sólo
desde la fecha de la demanda. “No se deberán intereses o frutos sino desde la fecha de la
demanda”, expresa al inc. 2° del art. 1890, esto es, por el tiempo comprendido entre el
contrato y la iniciación del juicio.
La disposición añade que no podrá “pedirse cosa alguna en razón de las expensas que haya
ocasionado el contrato”.
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LA PERMUTA
Definición. Define el art. 1897 el contrato de permuta como “La permutación o cambio es
un contrato en que las partes se obligan mutuamente a dar una especie o cuerpo cierto por
otro”.
La permuta se rige por las reglas de la compraventa. Se aplican al contrato de permuta las
reglas que rigen la compraventa; a saber:
1.- Por regla general, el contrato de permuta es consensual. De acuerdo al art. 1898, “el
cambio se reputa perfecto por el mero consentimiento”.
2.- Por excepción, la permuta es solemne cuando “una de las cosas que se cambia o ambas
sean raíces o derechos de sucesión hereditaria”. En tal caso, “para la perfección del contrato
ante la ley, será necesaria escritura pública” (art. 1898)
3.- Las cosas que no pueden venderse, tampoco pueden permutarse (art. 1899, inc. 1°).
4.- No son hábiles para celebrar el contrato de permuta “las personas que no son hábiles
para el contrato de venta”. (art. 1899, inc. 2°).
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LA CESIÓN DE DERECHOS
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Créditos a la orden son aquellos, en que al nombre de la persona del titular se antepone la
expresión “a la orden” u otra equivalente.
Tales créditos son pagaderos a la persona designada o a quién ésta ordene o designe. Las
letras de cambio, los pagarés y cheques adoptan generalmente esta forma.
Por último, créditos al portador son aquellos, en que no se designa la persona del acreedor o
llevan la expresión “al portador”.
De esta clase de créditos son los billetes de banco, los bonos hipotecarios, los cheques en
que no se han borrado las palabras “al portador”.
Formalidades de la cesión.- Las formas requeridas para la eficacia de la cesión deben ser
enfocadas desde un doble ángulo: entre las partes y respecto de terceros.
Perfecta la cesión entre las partes, aún puede no estarlo respecto del deudor cedido y de
terceros.
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Cesión de créditos que constan por escrito.- La entrega del título supone que el crédito cedido
conste por escrito. ¿La imposibilidad de efectuar la entrega importa que no pueden cederse
los créditos que no constan por escrito?
Una respuesta afirmativa dejaría sustraídos del comercio una apreciable cantidad de
derechos personales, contrariado el espíritu general de la legislación.
En tal caso, la escritura de cesión en que se especifique el crédito, servirá de título que
habrá de entregarse al cesionario.
Perfeccionamiento de la cesión respecto del deudor y terceros .- La entrega del título deja
perfecta la cesión entre las partes, esto es, entre el cedente y el cesionario.
Para que la cesión se perfeccione respecto del deudor cedido y de terceros, es menester
que se notifique al deudor o éste acepte la cesión.
Mientras no intervenga la notificación o aceptación, para el deudor y terceros el titular del
crédito continúa siendo cedente.
El art. 1905 establece que “ en general, se considerará existir el crédito en manos del
cedente respecto del deudor y terceros”.
La misma disposición prevé dos consecuencias particulares de este principio general:
a).- El deudor podrá pagar válidamente al cedente;
b).- Los acreedores del cedente podrán embargar el crédito que se reputa pertenecerle.
En suma, mientras no medien la notificación o aceptación, la cesión es inoponible al deudor
y a terceros.
Formas de perfeccionarse la cesión respecto del deudor cedido y de terceros.- El art. 1902
dispone: “La cesión no produce efecto contra el deudor ni contra terceros, mientras no ha
sido notificada por el cesionario al deudor o aceptada por éste”.
Importa destacar que los requisitos que señala el art. 1902 no son copulativos. Basta la
notificación del deudor o la aceptación del mismo.
Notificación del deudor.- La cesión se perfecciona respecto de terceros y del propio deudor,
en primer término, por la notificación de éste:
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Extensión de la cesión.- El art. 1906 establece: “La cesión de un crédito comprende sus
finanzas, privilegios e hipotecas; pero no traspasa las excepciones personales del cedente”.
En suma, el cesionario gozará del crédito en los mismos términos que el cedente.
Sin embargo, la cesión no transfiere las excepciones personales del cedente. Se exceptúa la
nulidad relativa que, de acuerdo con el art. 1684, pueden invocar las personas en cuyo favor
la establece la ley y sus cesionarios.
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Efectos de la cesión. Por efectos de la cesión, el cesionario adquiere todos los derechos y
contrae todas las responsabilidades del cedente.
El Código prevé algunas de las consecuencias que derivan de la calidad de heredero o
legatario de que el cesionario queda investido, desde el momento de la apertura de la
sucesión; a saber:
1.- El cedente debe al cesionario todos los elementos activos de la sucesión; debe hacerle
entrega de los bienes comprendidos en la herencia o legado, deber tan obvio que el
legislador no juzgó necesario señalarlo;
2.- Debe el cedente al cesionario, igualmente, los frutos que haya percibido, los créditos
que haya cobrado, los precios recibidos por la enajenación de bienes sucesorios, etc. Así lo
dispone el art. 1910: “Si el heredero se hubiere aprovechado de los frutos o percibidos
créditos o vendidos efectos hereditarios, será obligado a reembolsar su valor al cesionario”.
3.- Por su parte, el cesionario deberá reembolsar al cedente, al tenor de lo que dispone el
art. 1910, inc. 2° “los costos necesarios o prudenciales que haya hecho el cedente en razón
de la herencia”.
4.- El cesionario se beneficia con el derecho de acrecer. El Art. 1910, inc. 3°, establece:
“Cediéndose una cuota hereditaria se entenderá cederse al mismo tiempo las cuotas
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hereditarias que por el derecho de acrecer sobrevengan a ella, salvo que se haya estipulado
otra cosa”.
Las mismas reglas se aplican al legatario.
Concepto de derecho litigioso.- Se llaman derechos litigiosos, aquellos que son objeto de
una controversia judicial, cuya existencia es discutida en juicio.
El Código se ha cuidado de precisar, con toda exactitud, cuándo un derecho tiene el carácter
de litigioso, a saber: “Se entiende litigioso un derecho para los efectos de los siguientes
artículos, desde que se notifica judicialmente la demanda”. (Art. 1911, inc. 2°).
De este modo el derecho litigioso supone dos condiciones: En primer lugar, es preciso que
se deduzca una demanda sobre el derecho de que se trata.
No es bastante, como pensaba Pothier, que el derecho pueda ser materia de discusión, sea
que el proceso haya comenzado o esté por intentarse.
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Cuando hay cesión de derechos litigiosos.- La cesión de derechos litigiosos supone que el
derecho sea objeto de una contienda judicial Pero no importa cesión de derechos litigiosos
la transferencia del derecho que se discute en juicio.
La cesión de un derecho litigioso no tiene por objeto el derecho mismo, sino la pretensión,
bien o mal fundada, de obtener una determinada ventaja, que el cedente cree conseguir en
un litigio.
En otros términos, la cesión de derechos litigiosos versa sobre la expectativa del cedente de
ganar o perder el pleito.
El art. 1911, inc. 1°, no deja dudas al respecto: “Se cede un derecho litigioso cuando el
objeto directo de la cesión es el evento incierto de la litis, del que no se hace responsable el
cedente”.
Esta cesión, por lo tanto, tiene un carácter eminentemente aleatorio, puesto que el
equivalente de la prestación que suministre el cesionario, envuelve una contingencia de
ganancia o pérdida.
Los derechos sobre los cuales se litiga pueden ser reales o personales. La ley no establece
ninguna distinción.
Quién puede ceder el derecho litigioso.- Sólo el demandante en el juicio puede efectuar la
cesión de derechos litigiosos. Diversas circunstancias lo demuestran; como por ej. lo que
dispone el art. 1912, al declarar que es indiferente que sea el cedente o el cesionario el que
persiga el derecho. Pero, en todo caso, ha de ser el demandante en el juicio. Y el art. 1913
concede el derecho de rescate al deudor, esto es, el demandado. Fluye de aquí, que el
demandante es el cedente de los derechos litigiosos
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La cesión puede igualmente efectuarse a título gratuito. El art. 1913 prevé que, en tal caso,
el cesionario carece del derecho de rescate.
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EL ARRENDAMIENTO
Definición.- El art. 1915 define el arrendamiento: “El arrendamiento es un contrato que las
dos partes se obligan recíprocamente, la una a conceder el goce de una cosa, o a ejecutar
una obra o prestar un servicio, y la otra a pagar por este goce, obra o servicio un precio
determinado”.
De la definición resulta que el arrendamiento puede tener un triple objeto:
a) la concesión del goce de una cosa;
b) la ejecución de una obra, y
c) la prestación de un servicio.
Trata el Código, en sucesivos párrafos, del arrendamiento de cosas y de sus modalidades,
de los contratos para la confección de una obra material, del arrendamiento de servicios
inmateriales y del arrendamiento de transporte.
Caracteres generales del contrato.- Difícil resulta enunciar preceptos generales por las
hondas diferencias que existen entre un arrendamiento y otro:
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Arrendamiento de Cosas.
Ideas Generales
Concepto.- El arrendamiento de cosas es el contrato en que una de las partes se obliga a
conceder el goce de una cosa y la otra a pagar por este goce un determinado precio .
La parte que confiere el goce de la cosa se denomina arrendador y la que debe pagar el
precio, arrendatario (art. 1919).
El arrendatario de predios urbanos recibe la denominación particular de inquilino (art.
1970), y el arrendatario de predios rústicos, la particular denominación de colono (art.
1979).
Diferencias entre el arrendamiento de cosas y la compraventa.- Ofrece el arrendamiento de
cosas notable semejanza con la compraventa.
Ambos contratos son consensuales, bilaterales, onerosos y conmutativos; requieren ambos
como elementos esenciales, cosa, precio consentimiento de las partes contratantes; en fin,
en ambos contratos una parte se obliga a entregar una cosa y a procurar a la otra un goce
tranquilo y útil, respondiendo del saneamiento de la evicción y de los vicios redhibitorios.
Median entre ambos contratos, sin embargo, fundamentales diferencias:
a) La compraventa es un título translaticio de dominio, porque naturalmente sirve para
transferirlo; seguida la tradición conduce al comprador a la adquisición del dominio, a
condición de que el vendedor y tradente sea propietario. En todo caso, el comprador
adquirirá la posesión de la cosa.
El arrendamiento, en cambio es un título de mera tenencia. El arrendatario no adquiere el
dominio, ni si quiera la posesión de la cosa arrendada, puesto que no la tiene como señor o
dueño, sino que reconociendo un dominio ajeno.
b) El goce de la cosa que el vendedor se obliga a procurar al comprador, es un goce
definitivo y perpetuo.
Entre tanto, el goce que el arrendador debe conceder al arrendatario es necesariamente
temporal y, al cabo de terminado el goce, la cosa debe ser restituida.
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arrendador para que le proporcione el goce de la cosa; su rol es activo: hacer gozar a su
acreedor, el arrendatario.
A.- El Consentimiento
El arrendamiento de cosas es consensual.- El arrendamiento de cosas es consensual y se
perfecciona por el solo consentimiento de las partes acerca de la cosa y del precio.
Solemnidades voluntarias.- Pueden las partes estipular las solemnidades que juzguen
convenientes y dar al contrato, en consecuencia, un carácter solemne.
Consagra el art. 1921 una regla similar a la señalada para la compraventa: “Si se pactare que
el arrendamiento no se repute perfecto mientras no se firme escritura, podrá cualquiera de
las partes arrepentirse hasta que así se haga, o hasta que se haya procedido a la entrega de
la cosa arrendada”.
Como lógica consecuencia de que el contrato no se encuentra perfecto, las partes tienen el
derecho de retractarse. Puede hacerse uso de esta facultad hasta que se otorgue la
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C.- El precio
Caracteres del precio.- Como en la compraventa, el precio debe ser real o serio y
determinado.
El precio, por tanto, no habrá de ser fingido o simulado, ni irrisorio. El arrendamiento
degeneraría en un contrato gratuito.
La determinación del precio es una exigencia que fluye de los principios generales. La
cantidad a que asciende el precio puede ser incierta con tal que en el contrato se fijen
normas o se contengan datos que sirvan para determinarlo.
Pero mientras en la compraventa el precio debe consistir en dinero, en el arrendamiento
“puede consistir ya en dinero, ya en frutos naturales de la cosa arrendada” (art. 1917).
En caso de pagarse el precio con frutos de la cosa, puede fijarse una cantidad determinada
o una cuota o parte alícuota de los de cada cosecha. Esta última forma de pago del precio es
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Forma de determinar el precio.- El art. 1918 dispone que el precio puede fijarse “de los
mismos modos que en el contrato de venta”.
En consecuencia, el precio puede fijarse por las partes o por un tercero; no puede dejarse al
arbitrio de una de las partes.
La determinación del precio puede hacerse “por cualesquiera medios o indicaciones que lo
fijen” (art. 1808, inc. 2°).
Forma de la entrega. El art. 1920 previene que la entrega de la cosa arrendada “podrá
hacerse bajo cualquiera de las formas de tradición reconocidas por la ley”.
La disposición no es exacta. La entrega de la cosa corporal mueble arrendada, podrá
hacerse por cualquiera de los medios de efectuar la tradición que señala el art. 684. Si se da
en arrendamiento un crédito, habrá de entregarse el título.
Pero cuando la cosa arrendada es un inmueble, la entrega obviamente, no podrá verificarse
por medio de la inscripción del título en el Registro del Conservador. La entrega a que se
obliga el arrendador, es la entrega material de la cosa que permite al arrendatario gozarla.
La inscripción, por medio de la cual se hace la tradición de los inmuebles, supone un título
traslaticio de dominio y el arrendamiento es un título de mera tenencia.
La entrega del inmueble se verifica poniéndolo materialmente a disposición del
arrendatario o, simbólicamente, entregándole, por ej. las llaves.
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Tiempo y lugar de la entrega. En este punto, deben observarse las reglas generales en la
materia; a saber:
a).- La entrega deberá verificarse en la época señalada por las partes y, a falta de
estipulación, inmediatamente después de celebrado el contrato.
b).- La entrega se hará, en primer término, en el lugar convenido,; en el silencio de las
partes, la entrega se verificará en el lugar en que se encontraba la cosa al tiempo del
contrato o en el domicilio del arrendador, según se trate de cosas especificas o genéricas
(art. 1587, 1588 y 1599).
Estado en que debe entregarse la cosa..- La cosa debe entregarse en estado de servir para
el fin para que fue arrendada. De otro modo el arrendatario no podrá obtener el adecuado
goce de la cosa que se propuso al contratar.
Por consiguiente, son de cargo del arrendador las reparaciones de todo género que sea
menester efectuar antes de que el arrendatario entre a gozar de la cosa.
El arrendatario debe efectuar ciertas reparaciones cuya necesidad se hace presente durante
el arrendamiento; probablemente se han hecho necesarias por su culpa o de las personas
por quienes responde. Pero ninguna responsabilidad lógicamente le cabe para tomar a su
cargo las reparaciones que se hacen necesarias por causas anteriores al goce, ya que su
necesidad no puede serle imputable por ningún motivo.
Garantía por los vicios de la cosa.- La obligación de entregar la cosa se habrá cumplido
imperfectamente si adolece de vicios o defectos que no permitan obtener de ella el
provecho a que está naturalmente destinada.
La existencia de estos vicios hace responsable el arrendador, en términos de que dependen
de su magnitud o importancia y de su consentimiento por las partes:
a).- Si el mal estado o calidad de la cosa impide hacer de ella el uso para que ha sido
arrendada”, tiene derecho el arrendatario para pedir la terminación del contrato de
arrendamiento.
Puede ejercitar este derecho sea que el arrendador conociese o no el mal estado o calidad
de la cosa al tiempo de contratar, y aun en el caso de haber empezado a existir el vicio
después del contrato, pero sin culpa del arrendatario (art. 1932).
b).- En cambio, cuando el mal estado o calidad de la cosa impide parcialmente el goce o la
cosa se destruye en parte “ el juez decidirá, según las circunstancias, si debe tener lugar la
terminación del arrendamiento, o concederse una rebaja o renta” (art. 1932, inc 2°)
c).- Además del derecho de pedir la terminación del arrendamiento, o concederse una
rebaja del precio en su caso, suele el arrendatario tener derecho a que se le indemnicen los
perjuicios, cuando el vicio de la cosa ha tenido una causa anterior al contrato.
La indemnización comprende sólo el daño emergente; pero si el vicio era conocido del
arrendador al tiempo del contrato o tal que debió preverlo o por su profesión conocerlo, “ se
incluirá en la indemnización el lucro cesante” (art. 1933, inc. 2°).
d).- No tiene el arrendatario derecho a indemnización de perjuicios:
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Arrendamiento de una cosa a varias personas.- Prevé la ley el caso de que el arrendador
haya arrendado la cosa a diversas personas y adopta análogo criterio que en la
compraventa: “Si se ha arrendado separadamente una misma cosa a dos personas, el
arrendatario a quién se haya entregado la cosa será preferido; si se ha entregado a los dos,
la entrega posterior no valdrá; si a ninguno, el título anterior prevalecerá”. (art. 1922).
2.- Obligación de mantener la cosa en estado de servir para el fin del arrendamiento.
Contenido de esta obligación. Debe el arrendador entregar la cosa en estado de servir.
Pero no basta con que la cosa sea inicialmente apta; la obligación del arrendador de
procurar al arrendatario el goce de la cosa se prolonga por el tiempo de duración del
arrendamiento. En suma, debe entregarla en estado de servir y mantenerla y conservarla en
este estado.
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El art. 1927 previene: “la obligación de mantener la cosa arrendada en buen estado consiste
en hacer durante el arriendo todas las reparaciones necesarias, a excepción de las locativas,
las cuales corresponden generalmente al arrendatario”.
Con todo, el arrendador deberá efectuar aun las reparaciones locativas, si los deterioros que
las han hecho necesarias provienen de caso fortuito o mala calidad de la cosa arrendada
(art. 1927, inc. 2°).
Las estipulaciones de las partes pueden alterar estas reglas (art. 1927, inc. 3°).
Mejoras útiles.- Prevé la ley la suerte de las mejoras útiles introducidas por el arrendatario,
entendiendo por tales las que aumentan de valor venal de la cosa (art. 909, inc. 2°).
El arrendador es obligado a reembolsar el costo de las mejoras útiles, siempre que haya
consentido en que se efectúen “con la expresa condición de abonarlas”. ( art. 1936).
De este modo, parar que el arrendatario tenga derecho a reclamar el pago de las mejoras
útiles es preciso:
a) que el arrendador le haya autorizado para efectuarlas; y
b) que se haya comprometido expresamente a pagarlas.
En caso de que las mejoras no se hubieren efectuado en las condiciones apuntadas, “el
arrendatario podrá separar y llevarse los materiales, sin detrimento de la cosa arrendada; a
menos que el arrendador esté dispuesto a abonarle lo que valdrían los materiales
considerándolos separados” (art. 1936).
El derecho del arrendatario de separar y llevarse los materiales se encuentra limitado, pues,
por el derecho que se otorga al arrendador de pagar su valor y hacerlo suyos. En otros
términos, el arrendatario goza del derecho de separar y de llevarse los materiales a
condición de que el arrendador no esté dispuesto a pagar su valor.
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2.- Si las reparaciones han de dificultar el goce por mucho tiempo, de manera que no pueda
subsistir el contrato de arrendamiento sin grave molestia o perjuicio para el arrendatario.
(artículo 1928, inciso 5º).
b).- Obligación de sanear las turbaciones que sean obra de terceros. Las turbaciones de que el
arrendatario pueda ser víctima de parte de terceros son de hecho y de derecho.
Turbaciones de hecho es la que proviene de vías de hecho de terceros que no pretenden
derechos sobre la cosa arrendada. Turbación de derecho es aquella que se produce por vías
de derecho, esto es, por las acciones que terceros entablen alegando derechos sobre la cosa
arrendada.
Turbaciones de hecho. Las turbaciones de hecho, resultantes de la ejecución de actos
materiales que no importan pretensión de ningún derecho, no imponen al arrendador
responsabilidad alguna.
El arrendatario, por los medios de que disponga, debe repeler esta clase agresiones que le
turben el goce.
El art. 1930, inc. 1°, es concluyente: “Si el arrendatario es turbado en su goce por vías de
hecho de terceros, que no pretenden derecho a la cosa arrendada, el arrendatario a su
propio nombre perseguirá la reparación del daño”.
Turbaciones de derecho. Muy diverso es el caso en que el arrendatario es turbado por vías de
derecho, por ej. porque un tercero pretende ejercer en la cosa un derecho de usufructo o
servidumbre, o deduce una acción judicial para reclamar todo o parte de ella.
De tales turbaciones es responsable el arrendador porque, en verdad, provienen de una
mala calidad de su derecho. Como el derecho del arrendador queda en tela de juicio, él
debe intervenir; el arrendatario no tiene calidad para representarle en el debate en que se
discuta el derecho del arrendador.
Por este motivo, el art. 1931 previene: “La acción de terceros que pretendan derecho a la
cosa arrendada, se dirigirá contra el arrendador”.
Pero el arrendatario por su parte tiene la obligación de dar noticia al arrendador de las
turbaciones o molestias que reciba de los terceros. La omisión o tardanza en que incurra le
hará responsable de los perjuicios “que de ello se sigan al arrendador” (art. 1931, inc. 2°).
Para determinar los derechos que competen al arrendatario turbado en el goce, es
menester indagar la importancia de la turbación, esto es, si las vías de derecho de terceros
atentan en forma grave o leve contra dicho goce:
a).- Cuando la turbación es de escasa importancia, el arrendatario tiene derecho a una
rebaja del precio. En efecto, el art. 1930, inc. 2°, prescribe: “Y si es turbado o molestado en
su goce por terceros que justifiquen algún derecho sobre la cosa arrendada, y la causa de
este derecho hubiere sido anterior al contrato, podrá el arrendatario exigir una disminución
proporcionada en el precio o renta del arriendo, para el tiempo restante”.
b).- Si la turbación o embarazo fueren considerables, el arrendatario puede pedir la
terminación del contrato.
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El art. 1930 en su inc. 3° añade: “Y si el arrendatario, por consecuencia de los derechos que
ha justificado un tercero, se hallare privado de tanta parte de la cosa arrendada, que sea de
presumir que sin esa parte no habría contratado, podrá exigir que cese el arrendamiento”.
Por regla general, todo incumplimiento de las obligaciones derivadas del contrato,
cualquiera que sea su importancia, autoriza para pedir su resolución. En este caso, como en
diversos otros en el arrendamiento, la facultad de pedir la terminación del contrato se
otorga sólo en casos de grave infracción de las obligaciones de las partes.
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Fijación del precio en caso de discordia de las partes. La falta de acuerdo de las partes
acerca del precio o renta, impide que el contrato de arrendamiento llegue a generarse.
Pero el legislador desecha esta lógica conclusión cuando las partes discuerdan acerca del
precio, pero se han efectuado la entrega de la cosa arrendada.
El art. 1943 previene: “Si entrega la cosa al arrendatario hubiere disputa acerca del precio o
renta, y por una o por otra parte no se produjere prueba legal de lo estipulado a este
respecto, se estará al justiprecio de peritos, y los costos de esta operación se derivan entre
el arrendador y el arrendatario por partes iguales”.
Época del pago del precio.- El precio o renta debe pagarse en la época convenida; a falta
de estipulación, conforme a la costumbre del país; en defecto de normas consuetudinarias,
con arreglo a las supletorias que establece el art. 1944.
A falta de estipulación de las partes o de costumbre, se observarán las reglas siguientes:
a) La renta del arrendamiento de predios urbanos se pagará por meses y la de predios
rústicos por años.
b) Si se arrienda una cosa mueble por cierto número de años, meses o días, la renta se
deberá inmediatamente después de expirado el respectivo año, mes o día.
c) Si se arrienda por una suma alzada, “se deberá ésta luego que termine el
arrendamiento”.
De este modo, el precio es pagadero al término del contrato o de cada uno de los períodos
de pago.
Falta de pago del precio o renta.- La falta de pago del precio o renta confiere al arrendador
el derecho alternativo de pedir el cumplimiento del contrato o su terminación.
Las reglas generales tienen, en tal caso, pleno vigor.
Cada vez que se pone término al arrendamiento por culpa del arrendatario, debe éste pagar
los perjuicios que resulten para el arrendador.
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Esta indemnización comprende, especialmente, el pago de la renta por el tiempo que falte
hasta que el día en que desahuciando hubiere podido hacer cesar el arriendo, o en que el
arriendo hubiere terminado sin desahucio.
Para liberarse de este pago el arrendatario podrá proponer, bajo su responsabilidad, otra
persona idónea que le sustituya por el tiempo que falte, prestando fianza u otra seguridad
competente (art. 1945).
2.- Obligación de usar de la cosa según los términos o el espíritu del contrato.
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una viña deberá cultivarla, abonarla, fumigarla y actuar, en suma, como un cuidadoso
viñatero cultivaría su propia viña.
Concepto y alcance de esta obligación.- El art. 1927 previene que el arrendador debe
efectuar las reparaciones necesarias no locativas y aún estas, si los deterioros que las han
hecho indispensables provienen de fuerza mayor o caso fortuito, o de mala calidad de la
cosa.
Pero, aparte de estos casos de excepción, toca el arrendatario efectuar las reparaciones de
esta índole. “El arrendatario es obligado a las reparaciones locativas”, dispone el inc. 1° del
art. 1940.
Son reparaciones locativas las que tienen por objeto subsanar aquellos deterioros que son
una consecuencia normal del goce que el arrendatario tiene de la cosa.
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El art. 1940, inc. 2° precisa el concepto: “Se entienden por reparaciones locativas las que,
según la costumbre del país, son de cargo de los arrendatarios, y en general las de aquellas
especies de deterioro que ordinariamente se producen por culpa del arrendatario o de sus
dependientes, como descalabros de paredes o cercas, albañales y acequias, rotura de
cristales, etc.”.
Estado en que debe restituirse la cosa.- El arrendatario debe restituir la cosa “en el estado
en que le fue entregada”( art. 1947, inc. 2°).
Pero, como se comprende, el goce de la cosa suele causar un natural desgaste o
menoscabo. Por este motivo, la disposición añade que en la restitución debe tomarse en
cuenta “el deterioro ocasionado por el uso y goce legítimos”.
Es probable que las partes hayan dejado constancia del estado en que se encontraba la
cosa; en tal caso, no surgirán dificultades acerca de cómo debe efectuarse la restitución.
Si las partes no han expresado el estado en que se entregó la cosa, la ley establece una
presunción de que ese estado fue satisfactorio; la presunción es simplemente legal y cede
ante la prueba contraria que el arrendatario rinda.
En efecto, el art. 1947, inc. 3° expresa: “Si no constare el estado en que le fue entregada, se
entenderá haberla recibido en regular estado de servicio, a menos que pruebe lo contrario”.
Los daños y perdidas sobrevinientes durante el goce de la cosa, se presumen culpables.
Toca al arrendatario acreditar que no han sobrevenido por su culpa o de sus huéspedes,
dependientes o subarrendatarios (art. 1947, inc. 4°).
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El art. 1949 dispone: “Para que el arrendatario sea constituido en mora de restituir la cosa
arrendada, será necesario requerimiento del arrendador, aun cuando haya precedido
desahucio”.
Constituido en mora el arrendatario, “ será condenado al pleno resarcimiento de todos los
perjuicios de la mora, y a lo demás que contra él competa como injusto detentador”( art.
1949).
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Pérdida total de la cosa arrendada.- La pérdida o destrucción de la cosa debe ser total.
Destruida íntegramente la cosa, no podrá en lo sucesivo, el arrendador, procurar al
arrendatario el goce de la misma; el arrendatario, a su vez , quedará liberado de la
obligación de pagar el precio; su obligación carece de causa.
Tanto da que la pérdida sea fortuita o culpable, solamente que la destrucción total y
culpable de la cosa hará responsable al arrendatario de los consiguientes perjuicios.
El art. 1945 establece que la terminación del arrendamiento por culpa del arrendatario le
obliga a esta indemnización y, especialmente, al pago de la renta por el tiempo que falte
hasta la expiración del plazo estipulado o hasta que, mediante el desahucio, hubiera podido
cesar el contrato.
Si la destrucción es solamente parcial, el juez debe decidir si tendrá lugar la terminación del
arriendo o se concede al arrendatario una rebaja del precio o renta ( art. 1932, inc. 2°).
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arriendo a su voluntad, estará sin embargo sujeta a dar la noticia anticipada que se ha
dicho”.
El desahucio. Sus formas.- El desahucio es el aviso anticipado que una de las partes da a la
otra de su voluntad de poner fin al contrato.
Este aviso, que debe darse con cierta anticipación, tiende a precaver los perjuicios que a las
partes ocasionaría el término inopinado del arrendamiento.
Es el desahucio un acto unilateral; la aceptación de la parte a quien se dirige carece de
importancia.
De acuerdo al art. 588 del C.P.C., el desahucio puede ser judicial o extrajudicial. Y este
último podrá ser, verbal o escrito. Con todo, el desahucio extrajudicial tiene serios
inconvenientes probatorios.
El desahucio judicial, como su nombre lo indica, es el que se da por medio de una
notificación judicial. El mismo art. 588 del C.P.C. se encarga de regular esta situación.
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Como lógica consecuencia, hasta esa época, subsiste el derecho del arrendador de percibir
el precio o renta.
Si el arrendatario restituye anticipadamente la cosa deberá, no obstante, pagar la renta
hasta el fin del contrato.
Tal es la norma del art. 1955: “cuando el arrendamiento debe cesar en virtud del desahucio
de cualquiera de las partes, o por haberse fijado su duración en el contrato, el arrendatario
será obligado a pagar la renta de todos los días que falten para que cese, aunque
voluntariamente restituya la cosa antes del último día”.
Casos en que tiene lugar la tácita reconducción. Por excepción, acepta el Código la
reconducción tácita. El mismo art. 1956, inc. 3° así lo dispone: “Con todo, si la cosa fuere
raíz y el arrendatario con el beneplácito del arrendador hubiere pagado la renta de
cualquier espacio de tiempo.....”.
Para que tenga lugar la excepción prevista en la disposición indicada es preciso, por lo
tanto:
a).- que la cosa arrendada sea inmueble;
b).- Que el arrendatario conserve la tenencia de la cosa, y
c).- Que el arrendatario haya pagado, con el beneplácito del arrendador, la renta
correspondiente a un período posterior a la extinción del contrato, o las partes hayan
ejecutado otros hechos demostrativos de su inequívoca intención de perseverar en el
arriendo.
La reconducción importa la celebración de un nuevo contrato de arrendamiento, en las
mismas condiciones que el anterior; se mantendrá idéntico el precio y las demás
modalidades del contrato, pero variará su duración.
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Cualquiera que haya sido la duración del arriendo que terminó, el nuevo arrendamiento
durará hasta tres meses si el bien arrendado es urbano, y hasta que puedan recogerse los
frutos pendientes y aprovecharse las labores realizadas, si se trata de un predio rústico.
Suerte de las cauciones en caso de tácita reconducción. Puesto que el contrato que liga
en lo sucesivo a las partes es un nuevo contrato, se extinguen las cauciones constituidas por
terceros para la seguridad de las obligaciones derivadas del primero.
La renovación, en otros términos, no afecta a los terceros; éstos no quedarán obligados
sino a condición de que accedan al nuevo contrato.
El art. 1957 dispone, en efecto: “Renovado el arriendo, las fianzas como...”.
Principio general y causas de extinción del derecho del arrendador. La extinción del
derecho del arrendador pone fin al contrato por aplicación del principio fundamental que
enuncia el aforismo Resoluto jure dantis resolvitur jus accipientis.
Se obliga al arrendador a procurar al arrendatario el goce de la cosa; y esta obligación, de
carácter sucesivo, se prolonga durante la vigencia del contrato. La pérdida de los derechos
que el arrendador tenía en la cosa le coloca en la imposibilidad de satisfacer sus
obligaciones y, por ende, determina la extinción del contrato.
Diversas son las causas que extinguen el derecho del arrendador. La extinción puede
producirse, en síntesis, por hecho o culpa del arrendador o por causas independientes de su
voluntad.
El contrato de arrendamiento expirará en todo caso y la distinción tiene importancia
solamente en relación con las indemnizaciones a que puede estar obligado el arrendador.
Para estos efectos tiene considerable interés discriminar si la extinción de su derecho le es o
no imputable.
a).- Efectos de la extinción involuntaria.- El art. 1958, inc. 1°, dispone: “Extinguiéndose el
derecho del arrendador sobre la cosa arrendada, por una causa independiente de su
voluntad, expirará el arrendamiento aun antes de cumplirse el tiempo que para su duración
se hubiere estipulado”.
La extinción del derecho del arrendador supone que otra persona adquiere este derecho; la
expiración del contrato significa, en otros términos, que los terceros que adquieren los
derechos que el arrendador perdió no están obligados a respetar el arrendamiento. Para
ellos el contrato es res inter alios.
Se justifica plenamente, de esta manera, que el contrato expire, aunque exista un plazo
señalado para su duración.
La disposición citada propone dos ejemplos. Si el arrendador era usufructuario o propietario
fiduciario de la cosa, “expira el arrendamiento por la llegada del día en que debe cesar el
usufructo o pasar la propiedad al fideicomisario”, pese a las estipulaciones que medien
entre arrendador y arrendatario sobre la duración del arriendo (art. 1958, inc. 2°).
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El art. 1958, advierte en su parte final, que la regla rige “sin perjuicio de lo dispuesto en el
art. 794, inc. 2°”.
Esta última disposición prescribe solamente que el nudo propietario deberá conceder al
arrendatario el tiempo que necesite para efectuar la próxima percepción de frutos y que,
por este tiempo, quedará sustituido al usufructuario en el contrato.
Extinción por causa de expropiación.- La expropiación por causa de utilidad pública es, en
verdad, una causa de extinción del arriendo ajena a la voluntad del arrendador.
Prevé el art. 1960 las reglas que deben observarse en este caso:
1) Deberá otorgarse al arrendatario el tiempo necesario para utilizar las labores
principiadas y coger los frutos pendientes (art. 1960, N°1°).
2) Si fuere tan urgente la causa de la expropiación que no diere lugar a utilizar las labores
y percibir los frutos, o el arriendo fuere a un plazo que se encuentra pendiente, y así
constare por escritura pública, “se deberá al arrendatario indemnización de perjuicios por el
Estado o la corporación expropiadora” ( art. 1960, N°2°).
3) Si la expropiación abarca sólo una parte de la cosa arrendada, tendrá lugar la regla del
art. 1930, inc. 3°, esto es, tendrá derecho el arrendatario a pedir terminación del contrato,
cuando la parte de que ha sido privado sea tanta “que sea de presumir que sin esa parte no
habría contratado”.
Por consiguiente, la expropiación que pone fin al contrato debe ser total; la expropiación
parcial autoriza solamente al arrendatario para pedir la terminación del contrato, cuando
reúne los caracteres anotados.
b).- Extinción del derecho del arrendador por causa que le es imputable.- La extinción del
derecho del arrendador puede operarse por su hecho culpa.
Así ocurre cuando el arrendador enajena la cosa arrendada o por el hecho de no pagar el
precio se declara resuelto el contrato de compraventa que le sirvió de titulo para su
adquisición, etc.
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Pero las consecuencias de la extinción del derecho difieren según las circunstancias y una
distinción se hace necesaria; es preciso distinguir si el sucesor en los derechos del
arrendador debe o no respetar el arriendo.
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Casos en que el sucesor debe respetar el arriendo.- De acuerdo con la citada norma del
art. 1962, están obligados a respetar el arriendo:
a) Todo aquel a quien se transfiere el derecho del arrendador a título gratuito;
b) Todo aquel a quien se transfiere a título oneroso el derecho del arrendador, si el
arrendamiento ha sido celebrado por escritura pública, exceptuados los acreedores
hipotecarios;
c) Los acreedores hipotecarios, si el arrendamiento se otorgado por escritura pública,
inscrita con anterioridad a la inscripción hipotecaria.
Sucesores a título gratuito.- Deben respetar el arriendo los sucesores a titulo gratuito,
esto es, los herederos, legatarios y donatarios del arrendador (art. 1962, N°1°).
Los herederos deben respetar el contrato porque representan a su causante y le suceden en
todos sus derechos y obligaciones transmisibles (art. 1097).
En cuanto a lo legatarios y donatarios deben respetar el arriendo porque de otro modo se
crearía para su causante una embarazosa situación, como consecuencia de la
indemnización de perjuicios que debería pagar al arrendatario; no es justo que se imponga
esta responsabilidad al autor de la liberalidad y la única manera de ponerle a cubierto de
ella es obligar a los sucesores a respetar el arriendo.
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Caso de los acreedores hipotecarios.- Una regla especial rige para los acreedores
hipotecarios. Deben respetar el arriendo siempre que conste de escritura pública, “inscrita
en el Registro del Conservador antes a la inscripción hipotecaria” (art. 1962, inc. 3°).
El arrendatario de bienes raíces podrá requerir por sí sólo la inscripción de la escritura de
arrendamiento.
Por consiguiente, para que los acreedores hipotecarios deban respetar el arriendo es
menester:
a) que conste por escritura pública;
b) que se encuentre inscrito en el Registro del Conservador,
c) que la inscripción del arriendo sea anterior a la inscripción de la hipoteca.
Inscrito el arriendo con anterioridad a la hipoteca, los acreedores hipotecarios han podido
tener cabal conocimiento de su existencia y calcular la influencia del contrato en la eficacia
de la garantía. Un arriendo que debe respetarse, a largo plazo y por una renta módica,
influye decisivamente en el valor comercial del inmueble, desvalorizándolo.
La regla del N°3 del art. 1962 se refiere a los acreedores hipotecarios que se adjudiquen la
finca hipotecada para hacerse pago de sus créditos.
Si la finca es subastada a instancias de un acreedor hipotecario, y la adquiere un tercero,
deberá este respetar el arriendo que conste de escritura pública aunque no se encuentre
inscrito con anterioridad a la hipoteca. El tercero subastador es un adquirente a título
oneroso y para él rige la regla del N° 2° del art. 1962.
Cláusula de no enajenar la cosa arrendada.- Reglamentada el art. 1964 los efectos del
pacto que celebren el arrendador y el arrendatario de no enajenar el primero la cosa
arrendada.
Por de pronto, la estipulación no impide al arrendador enajenar y, en verdad, poco importa
al arrendatario que la cosa enajene, con tal que el adquirente deba respetar el arriendo.
Por este motivo, el art. 1964 dispone: “El pacto de no enajenar la cosa arrendada, aunque
tenga la cláusula de nulidad de la enajenación, no dará derecho al arrendatario sino para
permanecer en el arriendo, hasta su terminación natural”.
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Sentencia judicial de terminación del arriendo.- Expira el contrato “por sentencia del juez
en los casos que la ley ha previsto” (art. 1950, N°4°).
Así ocurre cuando por infracción de las diversas obligaciones que para las partes derivan del
arrendamiento, se pronuncia por el juez la terminación de contrato.
Del mismo modo, terminará por sentencia de juez cuando se declara judicialmente nulo o
rescindido el contrato.
Insolvencia del arrendatario.- La insolvencia del arrendatario suele poner fin al arriendo.
Tiene derecho el arrendador para “dar por concluido el arrendamiento” y para que el
arrendatario le indemnice los perjuicios, según las reglas generales ( art. 1968).
Pero los acreedores del arrendatario, interesados en la subsistencia del contrato, podrán
sustituirse al arrendatario, rindiendo caución a satisfacción del arrendador.
Por este motivo el art. 1968, inc. 1°, expresa que “la insolvencia declarada del arrendatario
no pone necesariamente fin al arriendo”.
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Concepto. Con arreglo a la definición del art. 1915, el arrendamiento puede tener por
objeto “ejecutar una obra”.
El contrato puede definirse, como aquel en que las partes se obligan mutuamente, la una a
ejecutar una obra material y la otra a pagar por ella un precio determinado.
La persona que toma a su cargo la ejecución de la obra se denomina, artífice.
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Fijación del precio por un tercero.- Las partes pueden confiar a un tercero la fijación del
precio. Prevé la ley que el tercero fallezca antes o después de ejecutada la obra:
a) Cuando el tercero fallezca antes de la ejecución de la obra, “será nulo el contrato”.
b) Si el fallecimiento sobreviene después de haberse procedido a la ejecución de la obra,
“se fijará el precio por peritos”(art. 1998).
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1. pagar el precio, y
2. Declarar si aprueba o rechaza la obra.
El artífice contrae la obligación de ejecutar la obra fiel y oportunamente.
Incumplimiento de las obligaciones de las partes.- Con arreglo al art. 1999, “habrá lugar a
la reclamación de perjuicios, según las reglas generales de los contratos, siempre que por
una o por otra parte no se haya ejecutado lo convenido, o se haya retardado su ejecución”.
La regla es manifiestamente innecesaria.
Pero el art. 2002 se refiere especialmente al incumplimiento de la obligación del artífice. Si
es fundada la alegación de no haberse ejecutado debidamente la obra, “el artífice podrá ser
obligado, a elección del que encargó la obra, a hacerla de nuevo o a la indemnización de
perjuicios”(art. 2002, inc. 2°).
Es evidente, que si el que encargó la obra suministró los materiales se le deben reembolsar.
Pero esta restitución de los materiales podrá hacerse “con otros de igual calidad o en
dinero” (art. 2002, inc. 3°).
a).- Extinción por voluntad del que encargó la obra. El contrato puede tener fin por
voluntad del que encargó la obra. El art. 1999, inc. 2°, establece que “aun en el caso de
haberse estipulado un precio único y total por ella, podrá hacerla cesar, reembolsando al
artífice todos los costos, y dándole lo que valga el trabajo hecho y lo que hubiere podido
ganar en la obra”.
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La obra está destinada a satisfacer una necesidad del que la encargó, que un cambio de las
circunstancias ha podido hacer cesar. Su desistimiento no lesiona al artífice, porque debe
indemnizarle cumplidamente.
b).- Extinción por muerte del artífice. La consideración de la persona del artífice es de
suma importancia y, por lo mismo, su fallecimiento pone fin al contrato.
En cambio, no influye en la suerte del contrato la muerte del que encargó la obra, así se
desprende de lo que señala el art. 2005, inc. 2°.
Ha debido prever el legislador la suerte de los trabajos realizados con anterioridad al
fallecimiento.
El que encargó la obra debe pagar el valor de los materiales preparados, “que pueden ser
útiles para la obra de que se trata” (art. 2005, inc. 1°). Y deberá igualmente pagar el valor de
los trabajos realizados, que se calculará proporcionalmente, “tomando en consideración el
precio estipulado para toda la obra”.
EL MANDATO
Definición. Define el Mandato el art. 2116: “El Mandato es un contrato en que una parte
confía la gestión de uno o más negocios a otra, que se hace cargo de ellos por cuenta y
riesgo de la primera”.
“La persona que confiere el encargo se llama comitente o mandante, y la que lo acepta
apoderado, procurador, y en general mandatario”.
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Cuando un contrato se otorga por escrito, regularmente el instrumento deja constancia del
consentimiento de ambas partes. En el mandato, el documento deja constancia, por lo
general, sólo de la voluntad del mandante que propone el mandatario la realización de un
encargo, que éste puede aceptar o rechazar. El consentimiento del mandatario, aceptando
el encargo, interviene a posteriori.
Por otro lado, el encargo debe ser aceptado por el mandatario. El art. 2124 previene que “el
contrato de mandato se reputa perfecto por la aceptación del mandatario”.
La aceptación del mandatario puede ser expresa o tácita. Cuando el mandato se otorga por
escrito y posteriormente sobreviniente la aceptación del mandatario, generalmente la
aceptación será tácita.
Importa aceptación tácita “todo acto en ejecución del mandato” (art. 2124, inc. 2°). Es
menester, por tanto, que el mandatario ejecute actos positivos de gestión del mandato; su
silencio no constituye aceptación.
Sin embargo, por excepción, el silencio del mandatario suele importar que acepta el
encargo. En efecto, el art. 2125 dispone: “Las personas que por su profesión...”
La persona ausente que hace el encargo confía en que será aceptado por quien hace su
profesión de la gestión de negocios ajenos y que éste adoptará las medidas encaminadas al
resguardo de sus intereses.
Pero aunque rechacen el encargo, las personas que se encargan habitualmente de negocios
ajenos, “deberán tomar las providencias conservativas urgentes que requiera el negocio
que se les encomienda” (art. 2125, inc. 2°).
Finalmente, aunque perfecto el mandato por la aceptación del mandatario, puede este
retractarse.
No impone la retractación responsabilidad al mandatario si se verifica “mientras el
mandante se halle todavía en aptitud de ejecutar el negocio por sí mismo, o de cometerlo
diversa persona” (art. 2124, inc. 3°). En caso contrario, es responsable de los perjuicios que
ocasione al mandante su retractación.
Se explica que el mandatario pueda unilateralmente poner fin al mandato porque, debido a
su peculiar naturaleza, el contrato termina por la renuncia del mandatario(art. 2163, N°4°).
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c).- Debe constar por escritura pública, asimismo, el mandato que confiera la mujer casada,
para expresar su conocimiento para la enajenación de bienes raíces sociales (art. 1749, inc.
7°) o inmuebles suyos, que el marido éste o pueda estar obligado a restituirle en especie
(art. 1754, inc. 2°).
b).- El mandato es oneroso por su naturaleza. De acuerdo con los términos del artículo
2117, “el mandato puede ser gratuito o remunerado”, esto es, oneroso.
En efecto, el mandato es generalmente oneroso; el mandante debe pagar una
remuneración al mandatario, aunque no medie una expresa estipulación.
Tal conclusión resulta claramente de lo que señala el artículo 2158, Nº 3 al sostener como
una de las obligaciones del mandante la de pagar al mandatario la remuneración estipulada
o usual.
Por otro lado, la remuneración del mandatario, denominada honorario, se determina, en
primer termino por acuerdo de las partes, anterior o posterior al contrato. Puede
determinarse, asimismo, “por la ley, la costumbre o el juez” (artículo 2117, inciso 2º).
Finalmente, la circunstancia de ser el mandato remunerado, influye en la responsabilidad
del mandatario. En efecto, este se hace responsable de la culpa leve, como sostiene el
artículo 2129 en su inciso 2º.
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d).- El mandatario obra por cuenta y riesgo del mandante. El rasgo característico y
esencial del mandato es que el mandatario obre “por cuenta y riesgo del mandante”.
El mandatario gestiona el negocio encomendado como algo ajeno, de manera que serán
para el mandante los beneficios que la gestión reporte y soportará las pérdidas, como si tal
gestión la realizara personalmente.
Esto es evidente cuando el mandatario representa al mandante. El acto ejecutado por el
mandatario compromete sólo el patrimonio del mandante. La gestión del mandatario
convierte al mandante en acreedor o deudor; personalmente aquél no se obliga para con
los terceros, ni los obliga para con él.
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comprar los materiales necesarios para el cultivo o beneficio de tierras, minas o fabricas que
se le hayan confiado.
El encargo que consiste en la ejecución de un hecho material, como construir un camino,
levantar un muro, no constituye un mandato sino un contrato de arrendamiento de
servicios o de confección de obra material.
Servicios profesionales.- El art. 2118 establece que “ los servicios de las profesiones y
carreras que suponen largos estudios....”
No ha calificado la ley la naturaleza de estos servicios: han dispuesto únicamente que se
“sujetan alas reglas del mandato”.
A tales servicios serán igualmente aplicables, en su caso, las normas del arrendamiento de
servicios o del contrato de trabajo.
Capacidad del mandatario.- Entre tanto, puede desempeñar las funciones de mandatario
una persona incapaz. El art. 2128 dispone : “ Si se constituye mandatario a un menor adulto
a una mujer...”
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