Ensayo.
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Publicado por primera vez en Oppositions 13 para el Institute for Architecture and Urban Studies, MIT Press,
1978.
De ahí que el tipo pueda ser comprendido como “cuadro o marco en el
que la transformación y el cambio se llevan a cabo”, siendo así, por
tanto, término necesario para la dialéctica continúa requerida por la
historia. Desde este punto de vista el tipo deja de ser “mecanismo rígido”
que inmoviliza la arquitectura, y se convierte en el medio necesario tanto
para negar el pasado como para anticipar el futuro.
Nos dice Moneo: Uno Los momentos más intensos de la historia de la
arquitectura son aquellos en los que un nuevo tipo surge. Una de las
tareas más difíciles con que un arquitecto puede encontrarse a lo largo
de su carrera, por tanto, una de aquellas que más merece nuestra
admiración, es la que se le plantea cuando un tipo conocido se
abandona y hay que proponer, de manera inequívoca, uno nuevo.
Es de esta afirmación, que podemos decir, que hoy en día en la
arquitectura post-moderna no han surgido muchos arquitectos capaces
de descubrir el juego de las relaciones formales que produzcan una
categoría de edificios y esto gracias, al estar más interesados en
satisfacer las necesidades de los programas de las grandes
multinacionales y en figurar como grandes celebridades, que en
sentarse a pensar y hacer un ejercicio profundo sobre el verdadero
significado de la forma y en conocer profundamente la vida y las
necesidades al sujeto que habita sus obras.
Luego, nuevos autores como Antonio Armesto, nos muestran que no es
la construcción la que hace posible la arquitectura, sino por el contrario,
es la arquitectura quien brinda sentido a los proyectos gracias a las
experiencias de los edificios y a su propia existencia. Esta reflexión le
permite a la arquitectura buscar una reconciliación con su tradición y
cómo se establecen nuevas relaciones entre la obra arquitectónica y la
ciudad, dando a conocer su verdadera naturaleza, entendiendo que sí
existe una estructura tipológica que media entre el programa y la forma
del edificio, rituales cotidianos, actividades o fundamentos de la forma.
Los materiales con los que se construye la forma, sus combinaciones,
como se relacionan entre sí, formando una dimensión sintáctica que le
da sentido a la estructura. Es por eso decimos que la forma sigue la
función, y si la función está mal, la forma también lo estará, que son los
hechos arquitectónicos, cuando de verdad llegan a serlo, objetos
culturales que recortan contra un fondo que es la historia. Los usos, los
sitios y las técnicas se articulan y componen, se formalizan, a través del
tiempo, en la arquitectura y la ciudad. Diríamos que es la naturaleza la
que, mediante estos y otros utensilios alcanza a entrar en la historia
humana, a poseer historicidad; el uso toma forma en las instituciones y
estas se articulan significativamente a través del concepto de lugar que
implica al sitio con su reconocibilidad y su memoria y a la técnica con su
desarrollo. La arquitectura es, así, una forma humana de naturaleza.
La arquitectura es, pues, una creación artificial que, como el lenguaje
humano, posee una substancia formal y es importante entender que,
aunque la arquitectura sirve a la vida, no es un ser vivo con funciones
fisiológicas; aunque tenga relieve no se confunde con una geografía o
topografía naturales; aunque este hecha de materiales y destrezas no
es una prolongación ciega o mecánica de las leyes de la naturaleza. Y
cuando se pretende que alguna o todas estas cosas ocurran, entonces
se mixtifica la naturaleza, se incurre en naturismo y la arquitectura falla
respecto a la esencia de su utilidad. Porque la utilidad última de la
arquitectura y también su primera utilidad, es resguardar al hombre de
su intemperie, de su desorientación.
Son estas relaciones las que dan cabida a nuevas relaciones más
minuciosas, valga la redundancia, como lo son la que existe entre el
pabellón y el patio que por siglos fueron ideas opuestas hasta mediados
del siglo pasado donde pudimos ver que, entendiendo la forma y sus
fundamentos, estos dos conceptos pueden complementarse y darle
sentido a la vivienda doméstica, separando y uniendo a la vez al hombre
con el paisaje que lo redea.
Gracias a Carles Martí, y a el estudio de otros varios autores sobre la
relación entre los elementos pabellón y patio estas dos entidades se
presentan en el proyecto arquitectónico: “Como principio de carácter
general que concierne a la totalidad de la obra o como un elemento que
tan solo designa una parte de la obra en cuestión” y así develar cómo a
partir del uso de diferentes operaciones formales que regulan la
apertura y la contención del espacio como: La implantación del proyecto
en la parcela, la disposición de los volúmenes, y el trazo de los recorrido
hacia la apertura visual; se crean las condiciones, que permiten la
combinación de los elementos pabellón y patio dando lugar a un
artefacto más complejo capaz de actuar como una sola entidad
espacial. Y como gracias a la intersección de las líneas de recorrido con
este dispositivo, se logra dar continuidad a los espacios interiores de la
casa y de estos hacia el exterior, dando lugar a una visual lejana o
profunda para finalmente esperamos comprender estas casas, más allá
de su condición de pabellón-patio, como escenarios de interacción
espacial que, propician la intersección de espacios múltiples, lo cual da
lugar al desarrollo de verdaderas piezas de composición arquitectónica
al servicio del espíritu del hombre, que en una alianza revolucionaria
entre parcela y casa, configuran la vivienda como dispositivo de
reconquista de la naturaleza.
Podemos ir concluyendo en que a lo largo de la historia se ha ido
perdiendo el verdadero sentido de la arquitectura y que por algún
extraño motivo o razones que no entendemos, la postmodernidad nos
metido en una burbuja ruidosa donde lo superficial y las modas importan
más que el ser y los modos, pero que está en nuestras manos como
una nueva generación de profesionales de la arquitectura, tomar
conciencia de ¿hacia dónde vamos?, ¿Por qué vamos cómo vamos?,
¿a dónde pretendemos llegar? y más importante aún ¿qué legado
queremos dejar en las nuevas generaciones y en sus ciudades? Para
así tomar acciones que contribuyan a construir tejido que dignifique la
calidad de vida e impacte positivamente en la manera como nos
debemos relacionar con el entorno y la naturaleza ya que todo es finito
y tierra solo tenemos una.
La invitación es dejar de seguir esos modelos artificiales de ciudad,
tomar conciencia, reflexionar sobre qué clase de profesionales
queremos ser y a retomar modelos correctos, cuya obra arquitectónica
se basaba en unos principios claros que buscaban enriquecer la vida de
todos y permitir darle sentido a la forma como habitamos cada uno de
los espacios que día a día forman nuestra manera de vivir y hacer
ciudad para nosotros y para las nuevas generaciones.