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"¡Tengo la lista!"
Sophia Rousseau saltó del sofá y corrió hacia su hermana mayor.
Gertrude apenas tuvo oportunidad de quitarse el abrigo antes de
que Sophie le arrebatara las hojas de papel grapadas de la mano.
"No sé por qué estáis tan excitadas por leer esa maldita lista". Elsa,
la hermana más joven de Sophie apareció en la puerta. "Ella
intenta controlar nuestras vidas diciéndonos con quien tenemos que
emparejarnos".
Sophie volvió al sofá y sus hermanas se apretujaron a su lado.
Conteniendo el aliento, pasó el dedo por los grupos de parejas,
buscando el suyo.
"¡Oh, Dios!". Fijó la mirada en los tres hombres-lobo quienes la
Abuela Rousseau, la líder de su manada, había determinado que
serían sus parejas. Leyó los tres nombres silenciosamente para sí
misma: Niklas Alexander, Lukas Kade, y Jonathan Abram. Durante
un momento, se olvidó de respirar.
"Jodida suertuda", susurró Gertrude, cogiéndole las hojas para
buscar su nombre.
Sophie se levantó y camino hacia el enorme ventanal por el que se
veía el terreno del jardín delantero. La urgencia de mutar avanzó
por su sistema, el deseo de experimentar sus emociones en su
forma más salvaje. Los huesos le dolían por querer hacerse más
grandes, elásticos; le empezó un cosquilleo en la nuca, pequeños
pelos picando por querer salir y transformarla en la preciosa bestia
que esperaba en el interior.
"Me pregunto si Nik ya lo sabe". Miró hacia el exterior por la
ventana. Una imagen de sus penetrantes ojos azules apareció ante
ella, ojos que siempre la miraban, la evaluaban. Y mostraban lo que
quería hacer con ella. Él sería su macho alfa -lo veía. Se lo follaría
el primero, y lo haría pronto.
"Mejor aprende a desear a todas tus parejas". El tono de
desaprobación de Elsa no molestó a Sophie. "Somos unas jodidas
afortunadas por tener que engendrar con tres lobos".
La imitación de su abuela hizo que Sophie sonriera. Al contrario que
su hermana, Sophie no lo encontraba repulsivo en absoluto. Eran
afortunadas de tener tres hombres-lobo a su disposición -
especialmente ¡sus tres magníficos lobos! Se volvió y sonrió a sus
hermanas.
"Nick será mi alfa. Pero Jonathan y Lukas son hombres estupendos
también".
"Te encanta la idea de follártelos a todos". Rió tontamente
Gertrude, entregándole la lista de hombres a Elsa. "Yo tengo los
hombres que quería también".
Elsa arrojó las hojas grapadas sobre la mesa de café. "Yo no quiero
ninguno de estos lobos. No entiendo como podéis estar tan
excitadas de que os digan con quien follar. Mierda niñas, este es el
siglo 21, no la edad oscura".
"Necesitas estar más orgullosa de ser una lunewulf", le dijo
Gertrude.
"Estoy de acuerdo". Sophie se dio la vuelta para mirar otra vez el
jardín. El anhelo de correr a través de los prados la distraía.
El fértil olor de la tierra, la maravillosa variedad de verdes, con el
profundo azul del infinito cielo sobre la cabeza suavizaría los
miedos que parecía no poder vencer a pesar de su aceptación de la
ley de la manada. Pero eso la excitaba también. Tendría tres
hombres-lobo, todos diferentes, sus cuerpos y pollas suyos para
poder explorarlos. Quería tumbarse en el prado, imaginándolos y
metiéndose los dedos dentro y fuera de su empapado coño.
Pero ¡tres hombres-lobo! ¿Podría con los tres?
Ignorando sus propios temores, retornó su atención a sus
hermanas.
"Tanto si estás de acuerdo como si no con los métodos que están
establecidos en la manada, es importante mantener la raza de los
lunewulf fuerte. Somos una de las razas más antiguas de
hombres-lobo en el mundo. Y sabes que los machos superan en
número a las hembras. Tomamos tres parejas para así no
extinguirnos."
"No me voy a encadenar a tres hombres". Elsa se metería en
problemas si protestaba en voz tan alta, pero Sophie estaba
cansada de discutir con ella.
Por no mencionar, que prefería soñar con lo que le aguardaba a
ella: Nik, con su cuerpo poderoso, aquella manera tan sexy de
moverse, su sonrisa de gallito, y aquellas largas y musculosas
piernas la mantenían despierta por la noche con deseos lujuriosos.
Su polla era enorme. La había apretado contra ella muchas veces.
Tan solo el pensamiento de aquel pene duro como una roca
empujando profundamente en su interior la hacía temblar de
necesidad. Se acaloró y se lamió los labios, imaginando su caliente
chorro saliendo mientras ella le chupaba aquella enorme polla.
Gertrude tenía razón. ¡No podía esperar para follar!
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
Habían habido otras hembras, mujeres bien dispuestas en su
manada quienes se abrieron de piernas en algún prado. Algunas de
ellas habían estado realmente bien, pero ninguna había sido
Sophie. Él había estado observándola a lo largo de los años de
instituto, e incluso después de eso, con sus hermanas en las
reuniones de la manada, o por la ciudad o en fiestas.
Sabía desde hacía años que haría de ella su hembra, la madre de
sus cachorros. Y puede que quizás expresara su interés a la gente
adecuada cuando se tomaron las decisiones de con quien tenían
que emparejarla. La compartiría, pero solo bajo sus términos.
Nik levantó a Sophie entre sus brazos, su suave piel torturándolo
más de lo que él creía posible. No podía creer que fuese tan osada,
por no mencionar la impaciencia con la que había hecho lo que le
pidió. Su sumisión hacía a su polla arder por la necesidad de estar
dentro de ella. Quería su coño, su dulce boca y su prieto culo.
Quería que ante todo ella le perteneciera a él.
Tendría que compartir su coño, pero nadie más follaría su
culo. Oiría esa promesa de ella.
Confiaba en Sophie, pero su palabra no era suficiente. Necesitaba
la palabra de sus otros dos compañeros también. Por lo que había
contactado con ellos. Los tres habían hablado sobre ella largo y
tendido. Era virgen, pero dispuesta para follar. Ella respetaría la ley
de la manada, aunque pareciera tímida de tener que follar con los
tres. Les dijo a los otros que él la iniciaría, y la iría calentando hasta
que estuviese preparada.
Ella era suya. Pero las leyes de la manada eran las leyes de la
manada. Por su cuenta, se había establecido él mismo como el
macho alfa y en su verdadero compañero. Lukas y Jonh no habían
discutido. Una maldita buena cosa también. No sería nada bueno
que un respetable miembro de la manada asesinara a uno de su
misma especie.
En estos momentos, matar era la cosa más lejana en su mente. El
torturante, caliente aliento de ella causaba estragos en su nuca.
Más que nada quería follársela ahora mismo, no tener que llevarla
a cualquier punto aislado. Su polla ardía con una fiebre que él no
había experimentado antes.
Follársela a lo loco estaría bien. El acto consumaría su
emparejamiento, la haría suya. Pero él quería que ella lo ansiara,
rogara por sus atenciones. Ella amaría su polla; podía decirlo por
como actuaba. Su aliento era rápido y excitado, sus pechos
amasándose contra su pecho con cada inhalación. La lujuria había
estado en sus ojos desde que ella supo que iban a ser pareja. Si él
manejaba esto bien, ella le rogaría que se la follara una y otra vez.
Por lo que tenía que ir despacio, no importaba lo
desesperadamente que deseaba machacar su coño hasta que su
polla ya no pudiera más.
Encontró un área tranquila entre los árboles con una gruesa capa
de hojas alfombrando el duro suelo. Cuando la bajó, su polla se
tensó dolorosamente con la presión de su pequeño cuerpo. Ella no
debía saber de su tormento personal, o del dulce dolor que le
infligía. Tirarse a Sophie había sido su sueño durante años. Lo haría
bien. Se quitó la sudadera y la extendió sobre las hojas, haciéndole
una cama.
"Quiero que te tumbes". Le costó sonar tranquilo cuando lo que
quería era forzarla a ponerse a cuatro patas. Agarrar su culo, y
embestir contra sus agujeros mientras ella gritaba de placer.
Sophie se arrodilló, mirando hacia arriba, a él, con los ojos de par
en par. "¿Qué vas a hacer?"
Sonaba tímida, borrada la chulería anterior y reemplazada por una
recatada mirada que lo ponía más que si le estuviera bombeando la
polla.
Sería más fácil mostrárselo que decírselo. Había abierto las piernas,
mostrando completamente su glorioso coño; empapado todo
alrededor con su humedad. Su dulce aroma llenaba el aire que los
rodeaba. Ella sonrió y sus mejillas se colorearon de un precioso
tono rosado. Quería besarla, decirle lo que había hecho con él.
Decirle que había querido follársela durante años. Pero sabía que si
se acercaba ahora mismo a ella, enterraría su polla en ella y solo él
encontraría satisfacción. Esta noche era para los dos.
Esta noche podía hacerla suya para siempre.
"Tócame Nik", susurró.
No había querido mantenerla en vilo mientras se estaba divirtiendo
en la fiesta. La belleza de aquel meloso coño, aquellos esbeltos
muslos abiertos, redondos pechos con tiesos pezones la hacían
parecer un sacrificio ofrecido a él, y solo quería adorar su belleza
durante un momento.
Si la tocaba, la violaría, estaba seguro. Quizás la conversación
podría mantenerle cuerdo, ayudarle a recordar cuan inocente era
en realidad la virgen ansiosa que yacía delante de él.
"¿Por qué te depilas?" Él pasó un dedo por su raja.
Su cuerpo se tambaleó cuando ella intentó agarrarlo, pero entonces
dudó, y sus dedos vagaron por su rubio y sedoso pelo.
Su polla daba tirones, implorando atención. En vez de eso, él
apartó los labios de su coño, tocando su pequeño y redondo clítoris.
Sus caderas corcovearon, y aprisionó con las piernas el brazo de él.
"Nik. Oh, Dios mío. Nik"
El orgasmo la atravesó, llenándolo a él de orgullo y un poderoso
deseo. Se corría por él con el simple toque de su dedo. Y el modo
en que había gritado su nombre...Su adorable hembra sería una
maravillosa pareja de juegos.
"Eres tan hermosa" No pudo evitar elogiarla.
Cuando cogió sus rodillas, ella luchó, tratando de verlo bajo los
párpados semi-cerrados como un animal salvaje, pero al final, abrió
las piernas de par en par.
"Buena chica. Ahora respóndeme". Sus dedos temblaban mientras
él toqueteaba su coño, luchando por ser suave, dolorido por
zambullirse profundamente en su calor, sentir sus músculos
apretarse alrededor de él.
Continúa hablando. Mantén el control. "Dime, ¿por qué te
depilas?"
"Me gusta como queda", dijo con un jadeo, con la boca formando
una "o".
No tuvo comentarios para esto. Separó los labios de su coño, y sus
músculos externos se agarraron a su dedo, lo empaparon con su
caliente cremosidad. Su cuerpo preparado para otro orgasmo, sus
muslos temblando, su respiración en jadeos. Deslizó un dedo en su
interior, imaginando su polla deslizándose en el interior de su dulce
agujero. ¡Ella estaba tan jodidamente caliente! La lujuria de ella lo
abrasaba.
"¿Te lo haces tú misma, pequeña?" Metió otro dedo en su chocho.
Los fluidos de su orgasmo le cubrieron la mano.
La folló con los dedos, bombeando dentro y fuera de su húmedo
coño. La respiración de ella se hizo más rápida y superficial, y ella
se agarró los pechos, tirando de ellos, apretándolos hasta que sus
pezones color caramelo se alzaron hacia él.
"A veces".
Sus pelotas se pusieron duras. Pre-semen goteó de su polla. No
podría resistir la dulce tortura mucho más tiempo. Movió con
dificultad una mano hasta su cremallera, hasta que liberó su polla
del insoportable confinamiento. El aire frío hizo poco por calmar el
pulsante calor salvaje que lo atravesaba.
Dentro y fuera. Sus dedos se introducían profundamente en su
apretado chocho, entonces se deslizaban fuera lentamente, los
músculos de ella luchando contra él. Quería enterrarse él mismo en
su calor. La necesidad hacía muy difícil mantener sus pensamientos
coherentes.
Abriendo aún más las piernas, ella balanceó su culo atrás y
adelante, provocando un orgasmo. "Oh, Nik". Cabalgó sus dedos,
empujando salvajemente y sujetándolo apretadamente. Calientes
fluidos empaparon su mano. Le tomó más fuerza de la que creía
que poseía no correrse él también.
Su coño prensaba sus dedos, entonces otro espasmo los expulsó de
su interior. Él no podía quitar la vista de su pequeño agujero, que
permanecía abierto para él, por poco tiempo, antes de que se
cerrara del todo y la suntuosa crema se deslizara hacia su culo.
"Tengo que saborearte, pequeña" Se acomodó entre sus piernas,
esperando hasta que pareció que ella era consciente de lo que le
había dicho y lo miró. "Antes de follarte, quiero lamer todo tu
orgasmo"
Él quería que ella lo mirase, que lo viese disfrutarla mientras se
bebía a lengüetazos el flujo que goteaba hacia su virgen ano que
sería solo de él. Cuando por fin bajó la boca hasta su ardiente
chocho, su rica cremosidad lo embriagó. Los pliegues de su coño
eran tan suaves, tan tersos.
"Nik. Oh. Mierda" Agitaba la cabeza de lado a lado, su precioso pelo
rubio golpeándole en la cara.
Él agarró sus piernas, espatarrándola mientras se deleitaba con su
coño. Empujando su lengua profundamente, saboreó su reciente
lujuria, y sus músculos se contrajeron alrededor de él. Entonces,
levantándola más, provocó su prieto culo con la lengua,
mordiéndolo y observando como su flujo formaba un charquito en
la entrada de su ano.
Bordeó su dulce ano, imaginando lo apretado que estaría cuando se
la follara por allí.
Su polla se encabritó como una criatura peligrosa, hinchándose y
aumentando llena de vida. Necesitaba penetrarla, necesitaba su
apretado calor a su alrededor. Necesitaba poseer cada trozo de ella.
"No puedo esperar más", murmuró, medio para sí mismo. "Me voy
a volver loco si no te follo enseguida".
"¿Me vas a hacer tu hembra?" Su susurro lo envolvió, recordándole
la antigua tradición de la manada. Su virginidad, su pureza, su
primera experiencia. Todo esto compartirían, haciéndola su
hembra, marcando su unidad.
Cuando levantó la cabeza, ella lo estudió con la mirada llena de
lujuria y curiosidad. Su rubio pelo estaba alborotado alrededor de
su cara, enredado de pasarse los dedos por él. Sus ojos azules se
veían salvajes, llenos de deseo y vacilación que lo hacían
enloquecer de lujuria. Entonces la incertidumbre se instaló en sus
ojos y su boca se frunció en lo que casi fue un puchero. Su cuerpo
se tensó; su preocupación impregnó el aire que los rodeaba.
"Mi dulce y pequeña hembra lunewulf. Mi gloriosa Sophie".
Necesitando quitar con un beso aquel puchero de su boca, sonrió y
se alzó sobre ella. "Has sido mi hembra durante años"
Ella jadeó, un brillante tono rosado calentó sus mejillas - le había
dicho lo que ella quería oír. Sophie quería ser su hembra.
No la decepcionaría. Su unión sería para siempre. Le traería su
presa, la depositaría a sus pies, la adoraría por siempre.
Y se aseguraría de que ella supiera que en primer lugar le
pertenecía a él.
Su polla ardía enfebrecida por probarla. Sabiendo que ella lo
deseaba, lo necesitaba, colocó la hinchada cabeza de su polla
contra su coño. Ella abrió la boca para gritar, y el capturó su súplica
con un beso. La lengua de ella salió disparada para retraerse igual
de rápidamente.
Su timidez lo excitó. La impaciencia que vibraba en su cuerpo
llenaba el aire a su alrededor de un aroma lujurioso. Caliente, a
punto. Su boca era dulce, una mezcla de queso, patatas fritas, y un
recuerdo del fuerte sabor de la cerveza. Folló su boca con la
lengua, perdido en el deseo de embestir contra su coño.
"Fóllame Nik". Suspiró las palabras sobre su boca. "He estado
esperando esto desde siempre".
Igual que él.
Presionó su crecida polla contra el virgen chocho, sintiendo como se
abría a él. Húmeda y preparada para ser su hembra, se
emparejaría a él, y siguiendo la tradición de siglos, serían uno para
el otro durante toda la vida.
Estaba tan apretada...tan mojada...tan jodidamente caliente que
sabía que perdería la cabeza. "Dios mío. Sophie"
Control. Tenía que mantener el control o mutaría mientras estaba
en su interior. Sophie no estaba preparada para eso.
Se deslizó profundo, abriéndose paso a través del frágil himen. El
calor de ella lo devoraba, haciendo que su cuerpo ardiera,
separando al depredador de su alma.
"Mía, Sophie". Fuego líquido escaldaba su pulsante polla. Ella se
sentía tan jodidamente bien. "¡Tú eres mía!"
Ella se tensó brevemente, lo que le recordó que tenía que mantener
los movimientos lentos. "Está bien, pequeña. Dime si te hago
daño", susurró, y le recorrió el hombro con la lengua. El aroma del
aire libre impregnaba su salada piel.
"No pares Nik. Lo necesito mucho. Fóllame. Por favor, fóllame" Sus
gritos hicieron eco en la acalorada mente de él, añadiéndose al
caos de sus extasiados sentidos.
Él arqueó la espalda, sus huesos forzándose a cambiar, doliendo al
crecer y dividirse. Centrándose en ella, descendió la cabeza para
succionar un tieso pezón, provocándolo con los dientes.
Ella lo envolvió con las piernas, manteniéndolo pegado a ella. Sus
fluidos empapaban sus pelotas y se escurrían por los muslos de él.
Él se alimentó del cálido aroma del sexo de ella, deslizándose con
estocadas largas y lentas, profundamente en su interior.
"Nik. Ayúdame ¡Nik!" Se tensó, y otro orgasmo la atravesaba,
apretando su polla con las paredes de su coño.
Tan apretada. Y aunque deseaba su culo, deseaba su boca, su
coño...el coño de él...estrujándolo, ordeñándolo. Dejó de luchar y
se corrió en una explosión, su alma fundiéndose con la de ella.
CAPÍTULO CUATRO
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La fiesta había terminado cuando llegaron al patio trasero de casa
de Johann. Nik mutó primero, sus piernas crecieron, el pelaje
blanco se convirtió en piel. Tensa, suave piel que brillaba por el
sudor.
Los músculos de ella se alteraron y el pelaje desapareció. El aire de
la noche atravesó su piel. Su precioso cuerpo de lunewulf,
poderoso y puro como el brillo de la luna, transformado en su
forma humana, esbelto, pequeño...y helado.
"¿Nik?" Alargó la mano para coger su ropa, entonces se puso un
suéter por la cabeza.
Él permaneció allí desnudo, con la ropa en la mano, mirándola. La
oscuridad añadía una dureza depredadora a sus rasgos, acentuando
su bien definido pecho. Se veía peligroso, un lobo al que había que
tener en cuenta.
Ella inspiró profundamente, aclarando sus pensamientos. "Voy a
tener que..." Su posesiva mirada descansó con fuerza sobre ella.
"Bueno, ya sabes. Voy a tener que follar con Jonathan y Lukas
también."
Él miró a lo lejos y tiró de los vaqueros sin hacer ningún
comentario.
"Soy leal a la manada". Se mordió el labio inferior, buscando las
palabras con las que decirle que estaba asustada pero dispuesta.
Nik respaldaba la ley de la manda, y ella lo respaldaría a él. "No
quiero que pienses que te crearé problemas como compañera".
Nik miró al rededor del jardín. Estaba silencioso ahora aunque el
olor a cerveza todavía llenaba el aire. Estaban solos. Los coches se
habían ido, y ella no olía a ningún hombre-lobo cerca de ellos.
Encontró su mirada cuando él la miró.
"No quiero compartirte con nadie." La agarró por los brazos, su
tono brusco, cortante. "¿Me entiendes? ¡Eres mía!"
¡Oh, diablos siii! El corazón se le salía del pecho por su ferocidad.
No se había dado cuenta hasta ahora de los verdaderos
sentimientos de él.
"Soy completamente tuya. No lo olvides nunca" Tenía que saber
que había planeado hacer con sus otros dos compañeros. "Pero,
¿qué hay de la ley de la manada?"
"Haremos honor a la ley de la manada". Ella estudió su cara. Tan
guapo y sexy, tan seguro de sí mismo.
Ella querría apretarse contra ese poderoso pecho, y dejar que las
manos de él la acariciaran enviando las preocupaciones lejos. Pero
él tenía algo que decirle; lo intuía.
"He hecho arreglos".
Se le hizo un nudo en el estómago.
Le acarició los brazos, tranquilizándola, obviamente percibiendo su
nerviosismo, y entonces le cogió la cara entre las manos. "Y lo
haremos solo si tú estás de acuerdo".
"¿Hacer qué?" ¡Los planes que él le había mencionado a Lukas!
Oh...Se le secó la boca.
"He arreglado con Jonathan y Lukas encontrarnos en mi casa
mañana por la noche. Ellos te follarán, pero yo estaré allí. Eres mi
pareja, y tendré conocimiento de lo que mi pareja experimenta".
De repente era difícil respirar. ¿Los tres estarían allí con ella? El
corazón se le salía del pecho. ¿Podría follarla uno, y después otro?
¿O quizás lo haría con los tres a la vez? Una nerviosa energía la
recorrió, no podía negar la chispa de excitación que creció en lo
profundo de su barriga al pensar en estar los cuatro juntos. Tres
hombres follándosela al mismo tiempo...
¿Sería capaz de hacerlo? ¿Quería hacerlo?
"¿Tú estarás con ellos?" Quería que Nik estuviese con ella, si
decidía que la follaran todos a la vez.
"Ningún lobo te tocará si yo no estoy" Sus palabras produjeron
escalofríos por toda ella, tan firmes, tan llenas de pasión, tan
protectoras.
"Necesito pensar sobre ello". No quería decepcionarlo pero, ¿y si
ella no podía con eso? Necesitaba tiempo para aclarar sus ideas.
"Es como tiene que ser, Sophie" tiró de ella hacia él, los latidos de
su corazón golpeando contra los pechos de ella. "Podemos tenerte
de compañera todos, y luego yo diré cuando pueden ellos
preñarte".
Cuando los brazos de Nik la envolvieron con fuerza, se relajó en su
calor. Su coño estaba dolorido, aún así el doloroso deseo de follar
con él la inundó de nuevo.
Nik nunca quebrantaría la ley de la manada, no importaba cuanto
quisiera tenerla para él solo. Sabía como se sentía él. Si no fuese
por él, a ella no le importaría follar con los otros dos lobos- no eran
feos o crueles. Pero amaba a Nik. Y solo a Nik. Lo haría, por su
raza, por la manada, pero mayormente lo haría por Nik. Sería más
fácil para él de este modo, y más fácil para ella también si lo tenía
a él allí.
"Si. Es como tiene que ser", susurró ella.
CAPÍTULO CINCO
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CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
- FIN -