Toman de ¢
Der Podeny La sramatica
Y oTRos quvsayos Sonne HiyTorL IA ,
Politicn y Urenatuna Clomsiavas
ogora : Tencen Munn Goirones
4993
MIGUEL ANTONIO CARO Y AMIGOS:
GRAMATICA Y PODER EN COLOMBIA
Ratact Uribe Uribe fue un inquieto y ambicioso guerrero y poli
tico colombiano, cuya carrera concluyé con su asesinato en octu-
bre de 1914. Combatié en tres guerras civiles, y en los intervalos
de paz publics periddicos, sembré café y animé a otros en el culti-
vo del banano. Dicté conferencias sobre el socialismo, figuré en el
Congreso, viajé mucho como diplomaitio y eseribié cuentos para
nifios. Fue el arquitecto de muchas combinaciones revoluciona-
rias y progresistas, o al menos subversivas. Semejante versatil
dad no era rara en la vida puiblica colombiana, aunque Uribe Uri-
be parece haberla levado a extremos frenéticos. Cualquier cosa
que otro pudiera hacer, él, ciertamente, intentaria hacerla mejor.
Viejos colombianos de ascendencia liberal en la década de 1960
guardaban entre sus recuerdos de niiez ambiguos sentimientos
acerca de este hombre ejemplar, quien también era muy dado a
los ejercicios de gimnasia sueca y a los bafios de agua fria’.
De joven coronel, Uribe Uribe no estuvo en el bando ganador
en la guerra civil de 1885. En un acceso de celo diseiplinario —es-
te fue siempre uno de sus defectos comé comandante en el eampo
de batalla, lo cual ocasioné en sus tropas muchas mas deserciones
que las usuales— maté de un disparo aun soldado de su bando y
fue enviado a prisidn. Alli, ademas de sdaptar un texto de geolo-
sia para el lector comtin, tradueir un trabajo de Herbert Spencer
y preparar su propia defensa, escribié su Diccionario Abreviado
de Galicismos, Provincialismos y Correeciones de Lenguaje, con
trescientas notas explicativas, un trabajo denso de 376 paginas”.26 ‘Matcoum Deas
Su carrera, su prestigio, su arsenal, no hubieran quedado
completos sin un libro asi. Tampoco fue ese el fin de sus estudios
gramaticales y filolégicos. Los congresos de finales de los afios
1880 y de la década de 1890 fueron ampliamente dominados por
Jos adversarios del liberalismo, y Uribe Uribe fue uno de los dos
inicos liberales que lograron ser elegidos en ese periodo. El cono-
cimiento de galicismos, provincialismos y correcciones era, sin
duda, una ayuda en el ataquey en la defensa®, Sin embargo, para
medirse con la figura principal del gobierno en la década de 1890,
Miguel Antonio Caro, el conocimiento del latin también era nece-
sario, Uribe Uribe contraté a un discreto profesor de esa lengua,
tun desconocido traductor de tratados religiosos, y tomé lecciones
durante tres meses, al final de los cuales le dijo a Caro en un
debate que él no era el tinico latinista en el Congreso.
Para demostrarlo cits un proverbio, Nunqua es fide cum po-
tente socia, Caro, poniondo las manos sobre la cabeza, exclamé:
“jHorror, horror! Cuando ustedes quieran hablarme en latin, les
ruego que me pronuncien bien las silabas finales, porque alli es
donde esti el meollo de la cuestién”®.
éPor qué escoger estas dos anéedotas en una carrera tan
activa y variada? Qué, aparte de vanidad, condujo a este revo-
lucionario a Ia lexicografia y a los clasicos? @Qué pertinencia
tienen estas peculiares preguntas? {No preferiria el lector cono-
cer mejor sus experiencias en ol cultivo del café y los caprichos
de sus precios, o su entusiasmo, posiblemente infundado, por
las prometedoras perspectivas del comercio del banano? Quizé.
Pero es tal vez algo mas que vanidad lo que impulsé a Uribe
Uribe a redactar su Diccionario y a tomar lecciones de latin. Se
daba la inevitable presencia de Miguel Antonio Caro, ingente
obsticulo para el partido liberal, fildlogo y latinista superior y
vicepresidente encargado de la presidencia, Cuando uno explo-
ra un poco mas alld, sale a luz que esta clase de sabiduria y de
‘competencia entre sabios esta intimamente conectada en Co-
lombia con el ejercicio del poder.
Una exploracién minuciosa de este tema y de sus implicacio-
nes, incluso en el que pareceria ser el nada complicado caso de
una repiiblica suramericana, agobiadoramente rural y analfabe-
ta, a finales del siglo XIX, es una perspectiva intimidante, A pesar
DEL PODER Y LA GRAMATICA 27
3s hoy tienen Ia particular
reparacidn, o el tiempo, o la inclinacién que se necesitan para
recrear su mundo académico y para evaluar sus contribuciones al
mismo. Este autor se siente lejos de estar bien equipado para la
tarea. Espera, sin embargo, que le sea posible analizar el impor-
tante papel que ha desempefiado esta cultura académica en la
politica colombiana, sin nada mas que una rudimentaria com-
prension de partes de su contenido.
Que el siglo XIX fue “la edad de oro de los lexiedgrafos, gra-
miticos, fildlogos y letrados vernacularizantes”, ha sido frecuen-
temente dicho y su rol en el surgimiento de muchos nacionalis-
mos es bastante familiar®, Bl entusiasmo gramatical y
lexicogrifico en Ins colonias inglesas de Norteamérica y en los
Estados Unidos durante a primera etapa de la vida republicana,
al igual que el interés de su gente por la pureza y uniformidad,
han sido interpretados como “un fenémeno tipicamente colonial,
el de pueblos todavia inseguros de su nueva cultura y que trata-
ban de reafirmarse demostrando que eran més correctos atin
{que los habitantes de 1a madre patria”. Las interpretaciones nor-
teamericanas siempre revelan un caracteristico matiz igualita-
rio y enérgico:
Los primeros pobladores de la Nueva Inglaterra, pertenecientes
ala clase media educada, campeones de la escuela comin (com
‘mon school), tuvieron mucho que ver con el establecimiento de
Jn uniformidad en el primer lugar. El profesor de la escuela yan-
qui, asi como el vendedor yanqui, viajaban mucho, y ambos lle-
vaban consigo el manual de ortografia, que daba la pauta de la
respetabilidad lingtistica. A comienzos del siglo XIX, un tendero
do Nueva Inglaterra podia tener en su lista de ventas: “Todo
tenemos: whisky, melaza, percales, libros de ortografia y parillas
patentadas”, Noah Webster se beneficis grandemente con el he-
cho de que Ia uniformidad del lenguaje norteamericano depen-
diera de la escuela y de la universalidad del alfabetismo, “Nada
sino ol establecimiento de eseuclas y alguna uniformidad en el uso
{de los libros (jpreferiblemente la ortografia de Webster!) —argiiia
‘en sus Disertaciones sobre el idioma inglés (1789)—, puede aca-28 Matcoum Deas
bar con las diferencias en ol habla y preservar la pureza de la
Iengua estadounidense®,
Sin embargo, no parece posible asimilar satisfactoriamente
las preocupaciones de los colombianos por la lingiiistica con las de
los nacionalismos europeos del XIX 0 con las de la América del
Norte anglosajona. Aunque las hazafias filol6gicas eran motivo
de orgullo patridtico, e implicaban cierta resistencia contra las
influencias culturales externas, esencialmente no eran de car‘
ter nacionalista, Aum a yeees pda relat conssientement@)
fabia algo mas en juego. La gramatica, el dominio de las le-
yes y de los misterios de Ia lengua, era componente muy impor-
tante dela hegemonia conservadora que duré de 1885 hasta 1930,
y cuyos efectos persistieron hasta tiempos mucho mas recientes.
La politica colombiana ha contenido desde un prineipio un.
vigoroso elemento ideolégico y pedagégico. Mucho se escribié, y se
ha escrito desde entonces, acerca de la conveniencia de formar la
joven mentalidad republicana con base en los textos de Bentham
y Destutt de Tracy: el presidente Santander, 1832-1837, a favor;
cl presidente Herrén, 1841-1845, en contra ...’, La educacién po-
pular laica que preparase a las masas rurales, manipuladas por
Jos curas, para el sufragio universal que prematuramente se les
habia concedido, era una de las principales preocupaciones del
liberalismo radical en las décadas de 1860 y 1870, y fue una de
las ostensibles manzanas de discordia en la guerra eivil de 1876-
1877. Los colombianos no hubieran diserepado de la doctrina de
David Hume relativa a la importancia del piilpito y Ia escuela.
Los gobiernos sucesivos, al readmitir o reexpulsar a los jesuitas,
tuvieron muy en cuenta sus habilidades como educadores. El con-
trol de la educacién fue frecuentemente el centro del debate en
torno a las relaciones entre Iglesia y Estado; era algo de vital
importancia para conservadores y liberales, elemento esencial de
cualquier hegemonia.
Dichos debates fueron apasionados y comprometidos. Es fas-
cinante seguir las carreras de Bentham y Destutt de Tracy a tra-
DEL PODER ¥ LA GRAMATICA 29
vés de la geografia y las generaciones de la Colombia inde-
pendiente, y examinar los métodos y motivos opuestos que libe-
rales y conservadores adoptaron en la inmensa tarea de ilustrar
a las masas populares. Pero esto no es‘asunto de este ensayo, que
tiene que ver con la singular prominencia de gramsticos y fildlo-
os en la vida publica del pais.
Comencé con el ejemplo del diccionario que compuso en Ia
cércel Uribe Uribe, el Diccionario de Galicismos. Aunque respe-
table, jamds alcanzé la fama, ni Joguésuna segunda edicién Agu
jpanish Language” en la Encyclopaedia Britannica, undécima
edicién, 1911, lo elogia con cierta casual gonerosidad geogrifica,
como la primera autoridad en lo relacionado con el espaol de
‘América, La obra de Cuervo, en sus ediciones posteriores, fue im-
presa en Francia, y se encuentra, por lo general, bien encuader-
nada, con la apariencia solemne y sin leer del premio escolar
Mucho mas amplia divulgacidn alcanzé un librito mas barato,
menos ambicioso, mds practico: Tratado de Ortologia y Ortogra-
fia Castellana, de José Manuel Marroquin —guia para la orto-
gratia y pronunciacién castellana, con titiles listas de cuando usar
“”” y cudindo “s", y de palabras “de dudosa ortografia”—. Buena.
parte de esta informacién se daba en rimas, y generaciones de
nifos colombianos han tenido que aprenderlas de memoria:
Las voces en que la zeta
Puede colocarse antes
De otras letras consonantes
‘Son gazpacho, pizpireta,
Cabizbajo, plazgo, yazgo,
Hazlo, y hazlas y juzgar
Con pazguato, sojuzgar
Haztey los nombres en azgo