II
Pág.
1. Lemus, Jorge; Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades. 2
2. Sarlo, Beatriz; Alumnos, alumnas y 'alumnes'. 24
3. Gil, José María; La paradoja de la "e": ¿es inclusivo el lenguaje inclusivo? 27
4. Sec. Académica y Depto. de Lenguas y Literatura (UNLP); El lenguaje inclusivo. 30
5. Hoyos Ragel, María del Carmen; Sexo, género y usos lingüísticos. 46
6. Almeida, Manuel; El factor sexo en los procesos de variación y cambio. 66
7. Seisdedos, Iker (entrev.); Darío Villanueva: "El problema está en confundir la
gramática con el machismo". 79
8. Giampaolo, Nancy; "Lenguaje inclusivo": una solución engañosa para la 84
desigualdad social.
9. Alvarez de Miranda, Pedro; El género no marcado. 88
10. Grijelmo, Alex; ¿Invisibiliza nuestra lengua a la mujer? 92
11. Marenghi, Claudio; A propósito del lenguaje inclusivo. 99
12. Lagneaux, Milagros; El lenguaje inclusivo y la escritura académica en la
universidad. 110
13. Alcaraz, María Florencia; Manual de instrucciones para hablar con la E. 117
14. Lewin, Miriam; Lenguaje inclusivo: la nueva grieta. 123
15. De Salvia, Bárbara; Lenguaje inclusivo: tres miradas para entender. 128
16. Marías, Javier; Palabras que me impiden seguir leyendo. 130
17. Gutiérrez Órdoñez, Salvador; Sobre 'pilota', 'portavoza', 'miembra' y otros
femeninos. 132
18. Navarro, Fernando; Si es mujer, ¿un miembro, una miembro o una miembra? 135
19. Díaz García, Soledad; Lenguaje inclusivo, un aspecto de una rebelión mucho más
profunda. 137
20. Nigro, Patricia; Diez motivos por los que no conviene usar (todavía) el lenguaje
inclusivo. 140
21. Ferro, Nanzur, Tedeschi (coord.); Guía para el uso de un lenguaje no sexista e
igualitario en la HCDN. 144
22. Regúnaga, María Fernanda; El género gramatical en algunas lenguas indígenas
sudamericanas desde una perspectiva tipológico-comparativa. 208
23. Fajardo Aguirre, Alejandro; La norma lingüística del español desde una
perspectiva lexicográfica: norma nacional versus norma panhispánica. 229
24. Rodríguez Diez, Bonifacio; Del latín al romance en español: la evolución del
género en los pronombres. 248
Publicado en Memorias del Encuentro de la Red Centroamericana
de Antropología (2001), Asociación Salvadoreña de Antropología,
San Salvador: pp 195-225
Resumen
Abstract
This paper analyses the language traits usually regarded as sexist, showing that in pure
linguistic terms no language can be regarded as sexist and that there is no relation between
the grammar of a language and the state of women in society. Then, it is shown how the
use we make of language reflects the real sexism present in our societies. This sexist usage
of language is less obvious but more meaningful than the linguistic forms usually attacked
by feminist groups.
Introducción
En las últimas décadas, con el auge del movimiento feminista y con la reivindicación de
los derechos de la mujer, el lenguaje ha sido acusado de sexista, y se han querido incorporar
de hecho modificaciones a diversos idiomas para “limpiarlos” de ese carácter.1 Sin embargo,
estas modificaciones no han sido adoptadas por la población en general sino únicamente por
una minoría que se preocupa por proyectar una imagen personal o institucional con
“perspectiva de género” en el discurso hablado o escrito porque consideran que es
¿Qué es el género?
Antes de comenzar con el análisis, quiero discutir brevemente las diferencias existentes
entre el género sexual, el género gramatical y el género social para delimitar el alcance del
estudio.4 El género o sexo de las personas es una diferencia genética natural de las especies
que no puede ser cambiada arbitrariamente, a menos que los estudios del genoma humano
nos lleven hasta niveles en los que se pueda determinar el sexo de las personas antes de su
concepción, lo cual sería un campo de discusión ético, religioso y científico más allá de los
propósitos de este estudio. Esta diferencia genética ha sido la responsable de la separación de
funciones entre el hombre y la mujer tanto en las sociedades primitivas como en las
modernas. El hombre tiene una complexión naturalmente más fuerte que la mujer, por lo que
históricamente ha realizado tareas que requieren de mayor esfuerzo físico, como la cacería y la
guerra, mientras que la mujer, físicamente más débil y en estado de preñez constante, ha
desarrollado actividades más domésticas, como cocinar, recolectar semillas y criar a los hijos.
En muy pocas sociedades prehistóricas se ha podido comprobar la participación de la mujer
en la cacería, la pesca o la guerra como una función cotidiana compartida con el hombre (ver
Friedl 1990). Aunque la mujer prehistórica debió ser mucho más fuerte que la moderna, era
siempre relativamente más débil que el hombre prehistórico. La discusión de la igualdad del
hombre y la mujer no se puede realizar en el campo de la genética.
El género gramatical es intrínseco de las palabras, como se demuestra más adelante, y no
puede ser cambiado por decreto. El género gramatical es un parámetro lingüístico que
diferencia a los idiomas y es impredecible. Incluso, en el mismo idioma el género de la
2
En idiomas como el español que tienen esta característica. En otros idiomas como el inglés se ha optado por
utilizar terminología incluyente.
3
Ver definición propuesta más adelante.
4
También existe el género literario, artístico, musical, etc. que se refiere a los diferentes estilos en estas áreas.
Este no se ha incluido en la discusión.
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 3
palabra cambia su significado. En francés, por ejemplo, la palabra livre puede ser masculina
“le livre” (el libro) o femenina “la livre” (la libra, unidad de peso), o en español “la frente” y “el
frente” o “el capital” y “la capital”. Este tipo de género, como se demuestra más adelante,
tampoco debe ser parte de la discusión de la igualdad de la mujer y el hombre ya que las
estructuras lingüísticas de los idiomas, igual que la estructura genética de las personas,
evolucionan naturalmente y no se pueden cambiar arbitrariamente.
El género social es intangible para el grupo social ya que éste es asignado por la misma
sociedad y cambia con ella. El género social es el que le asigna roles a las personas en una
comunidad; roles que son aceptados por todos tácitamente. Este tipo de género es el que ha
mantenido a la mujer como ciudadano de segunda o tercera clase en muchas sociedades. Este
es precisamente el campo en el que se debe luchar para borrar los roles estereotipados que
han sido asignados a las mujeres y que las han mantenido en una posición estigmatizada de
desventaja ante el hombre.
En este artículo me referiré únicamente a los dos últimos tipos de género y mostraré la
relación existente entre ambos.
Género gramatical
El género es uno de los parámetros lingüísticos que diferencia a un idioma de otro.
Greenberg (1966) en su tipología lingüística presenta una taxonomía del género en los idiomas
del mundo en su búsqueda de patrones lingüísticos universales. Él propone la existencia de
tres tipos de idiomas: a) Los que nunca marcan el género, b) los que tienen género semántico
o natural que únicamente distinguen género neutro (para todas las cosas) y género sexual
(hombre y mujer, macho y hembra) y c) los que tienen género gramatical o anómalo que le
asignan género a todas las cosas, sin importar si es animada o inanimada, humana o no.
Basándonos en la clasificación de Greenberg podemos decir que el español tiene género
anómalo o gramatical, por lo que el género de las palabras es impredecible, aunque no en su
totalidad. Entonces, la primera problemática que debemos resolver es determinar qué es lo
que marca el género de las palabras en español.
Sufijos –a y –o
El español cuenta con los sufijos –a y –o que marcan el género femenino y masculino,
respectivamente. Así tenemos palabras como perro, gato, niño y amigo que son masculinas, y
perra, gata, niña y amiga que son femeninas. Estas palabras muestran que con sólo cambiar el
sufijo cambia el género de las mismas (P.ej., perro / perra). Sin embargo, algunas palabras que
se refieren a animales o cosas tienen la vocal terminal como parte intrínseca de ellas; es decir,
no como sufijo sino como parte de la raíz. Esto implica que el género de éstas es invariable.
Por ejemplo, casa, mesa y escuela son intrínsecamente femeninas, y no podemos decir *caso, *
meso y *escuelo. De la misma manera, carro, cielo y lapicero son palabras intrínsecamente
masculinas y no podemos decir *carra, *ciela y *lapicera.5
Infortunadamente, la determinación del género de las palabras en español no es tan
sencilla como parece, ya que la vocal terminal de las palabras no siempre es la clave para
determinar el género de éstas. Muchos nombres de profesiones, por ejemplo, terminan en –a
5
El asterisco antes de cada palabra indica, por acuerdo entre lingüistas, que ésta es agramatical.
4 Jorge E. Lemus
y son gramaticalmente considerados como masculinos (P.ej., centinela, poeta, profeta), mientras
que otras palabras terminan en –o y son consideradas femeninas (P.ej., mano, seo, dínamo).6
Las palabras terminadas en –e también son un problema ya que –e es una vocal neutral
epentética (ver discusión más adelante). Así, “cantante” puede ser tanto masculina como
femenina.
Una solución apropiada y sin errores es fijarnos en el artículo que acompaña a los
sustantivos. Si el artículo es femenino (“la”) la palabra es femenina y si es masculino (“el”) la
palabra es masculina. De esta manera, sabemos que “la mano” es femenina y que “el atleta” y
“el cantante” son masculinos. Estos pocos ejemplos son suficientes para demostrar que lo que
marca el género de las palabras es el artículo, ya que el sustantivo únicamente se
subcategoriza (i.e. toma ciertas categorías como parte de su sintagma, por lo que no podemos
decir *el mano) por un artículo que concuerde con su género intrínseco, sin importar su
terminación vocálica.
Otra prueba es añadir adjetivos a las palabras y ver qué género toman estos. “La mano
bonita” nos indica que la “mano” es femenina no sólo por el artículo sino también por el
adjetivo “bonita” que es femenino. De nuevo esto se debe a los requisitos de
subcategorización de las palabras.
El idioma español utiliza la forma masculina y femenina de las palabras como género
gramatical, y cuando el término incluye a ambos géneros, el idioma utiliza gramaticalmente la
forma masculina como género sintético, por lo que se dice que el género en español es
incluyente. Es decir, la forma masculina usada en forma sintética es incluyente (incluye tanto
al género masculino como el femenino) mientras que la forma femenina es excluyente (excluye
al género masculino) por lo que se dice que el femenino es el género “marcado”.7 Así, en un
grupo de hombres y mujeres, utilizamos el pronombre “nosotros” para referirnos a todo el
grupo, sin importar el sexo del hablante. Sin embargo, si se utiliza el pronombre femenino
“nosotras”, se excluye automáticamente a todos los hombres del grupo. Esta es una
característica propia del idioma español. Sin embargo, actualmente algunos grupos feministas
sostienen que el masculino “nosotros” es excluyente, por lo que tenemos que utilizar el
desdoblamiento de términos y decir “nosotros y nosotras”.8 Incluso he escuchado a alguien
sugerir que si hay más mujeres que hombres se debe decir “nosotras”, aunque el que habla
sea hombre. Ésta sí sería una opción excluyente ya que los hombres quedarían
automáticamente fuera de la conversación.9
La problemática de las posibilidades de género de las palabras terminadas en /a/ y /o/
que no son los sufijos de género –a y –o, dependiendo del artículo que tomen se ilustra en
apéndice 1.
6
Dínamo, para muchas personas en El Salvador es una palabra masculina por asociación de la terminación –o
que es interpretada como el sufijo masculino.
7
Decir que una palabra es “marcada” significa que no sigue los patrones comunes del lenguaje por lo que es
excepcional.
8
Los desdoblamientos del tipo “nosotros y nosotros”, “ciudadanos y ciudadanas”, “salvadoreños y salvadoreñas”
son considerados por muchos lingüistas como un vicio lingüístico de estilo.
9
Por siglos, los gramáticos prescriptivos han tratado infructuosamente de decirnos “como se debe hablar el
idioma”. Siempre han fracasado pues los idiomas son un fenómeno natural y evolucionan independientemente de
lo que nosotros queramos. Si los gramáticos hubieran tenido éxito en el pasado, este artículo estaría escrito en latín
o en español antiguo. ¿Porqué ahora un grupo minoritario habría de imponernos una nueva forma de hablar?
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 5
10
Un racimo consonántico es una combinación de dos o más consonantes como cabeza (al principio) o coda (al
final) de una sílaba; por ejemplo, en la primera sílaba de la palabra trans.na.cio.nal, [trans], la cabeza es el racimo
consonántico tr- y la coda el racimo consonántico –ns.
11
Excepto el fonema /s/, transcrito con las letras “s” y “z”, que sí es legal en posición final debido a su condición
extramétrica (Lemus 1996).
12
En el caso de palabras como club, reloj, usted que terminan en consonante obstruyente (prohibida en español en
esta posición), los hablantes de español generalmente optan por elidirla en el habla coloquial, diciendo [klu, reló,
usté], o espirantizarla (volverla fricativa) como [klu!, uste!]. En el habla hipercorrecta siempre optamos por
pronunciar las consonantes ilegales. De la misma manera, los racimos consonánticos en posición de coda son
reducidos a una sola consonante como transcribir o bíceps que se simplifican a [traskribir] y [bíses].
13
La representación subyacente es la forma básica de la palabra (su representación abstracta) antes de sufrir algún
cambio morfofonológico del idioma, mientras que la representación superficial es la palabra dicha por el hablante
(su representación concreta, lo que oímos decir), resultado de la aplicación de reglas morfofonológicas del idioma.
14
Cualquier profesor de inglés puede dar fe de esta vocal epentética. Todos los estudiantes de inglés como lengua
extranjera cuya lengua materna es el español introducen /e/ al principio de las palabras que comienzan con /s/ en
inglés (P.ej., special, student, storm y sky son pronunciadas por los hispanohablantes nativos como especial, estudent,
estorm y esky). Este proceso es tan natural que a los estudiantes les cuesta reconocer el error y corregirlo.
15
La evidencia de la existencia de esta vocal epentética proviene del gran número de palabras que terminan en –e
precedida de una consonante obstruyente o del comportamiento de la –e final en palabras compuestas. Por
ejemplo, las palabras eslavo y esfera pierden la /e/ inicial en yugoslavo y hemisferio ya que después de la
concatenación de morfemas y resilabación de las palabras se pierde la ilegalidad de los racimos consonánticos /sl/ y
/sf/. Para una discusión más técnica de este fenómeno ver Lemus (1996) y Harris (1983).
6 Jorge E. Lemus
(cfr., president-a, elefant-a, estudiant-a). Aceptar estas formas tiene implicaciones serias para
el lenguaje ya que esto predice que otras formas similares también tomarían la declinación de
género. No habría argumento para decir que las formas femeninas de cantante, ponente y jinete
no son *cantanta, *ponenta y *jineta. Sin embargo, todas estas palabras son rechazadas por
hablantes de español como lengua materna.16
Como se ha podido demostrar en la discusión anterior, el español y todos los idiomas con
género gramatical, no discriminan por sí solos a la mujer al utilizar términos masculinos
sintéticos ya que las características de la concordancia del género son totalmente predecibles y
obedecen reglas y restricciones propias de cada idioma. Algunos fenómenos naturales del
idioma como la epéntesis discutida anteriormente han sido mal interpretados como
marcadores del género masculino sintético, lo cual es errado. Sin embargo, sí se puede utilizar
terminología ya existente en el idioma que no haga referencia explícita al hombre, aunque se
trate de formas sintéticas. En español, y en otros idiomas con género gramatical, podemos
evitar en el discurso el aparente antropocentrismo estructural del lenguaje utilizando palabras
más genéricas. Por ejemplo, en lugar de decir los profesores podemos decir los docentes o el
personal docente.17
16
Podría ser que en el futuro estas formas sean aceptadas o simplemente rechazadas por los hablantes. En el
lenguaje no se pueden predecir los cambios.
17
Ver el Apéndice 2 para más ejemplos de alternativas lingüísticas ya existentes en el idioma.
18
Este es el resultado histórico de cuando los indios caribes conquistaron las islas matando a todos los hombres
arauacos y tomando a las mujeres arauacas como sus esposas (Taylor, 1951).
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 7
asiático, las mujeres y los niños pronuncian los sonidos [ts] y [dz], mientras que los hombres
pronuncian [tj] y [dj], y los ancianos de ambos sexos pronuncian [tS] y [dZ]; en chukchi, idioma
hablado en Siberia, los hombres eliden la /n/ y la /t/ entre vocales, mientras que las mujeres
no; en Montreal, los hombres tienden a no pronunciar la /l/ de los artículos franceses il, elle, la
y les mientras que las mujeres sí; y en Escocia, las jóvenes escolares pronuncian la /t/ en
palabras como water y got, mientras que los jóvenes escolares la sustituyen por una glotal
oclusiva [/].
Como podemos ver con los ejemplos anteriores, diversos idiomas en el mundo utilizan el
lenguaje de tal manera que es claro distinguir el sexo de los interlocutores y del referente. Las
diferencias no sólo tienen que ver con el género, algunas veces con la edad como en Yukaghir
o con el parentesco como en dyirbal. Es decir, entonces, que cada idioma desarrolla
naturalmente su forma de referirse a los distintos géneros. Estas diferencias estructurales no
tienen nada que ver con las diferencias de status entre los sexos en las distintas sociedades.
Simplificación lingüística
El idioma es dinámico, cambiante y se resiste a todo control externo. Por eso podemos
decir que el idioma es probablemente lo más democrático que hay en nuestra sociedad ya que
los cambios lingüísticos siempre son por la mayoría. La élite académica y la clase social
dominante siempre han querido imponer su variedad del lenguaje como la “correcta” y han
prescrito numerosas reglas de “cómo se deben decir las cosas”. Históricamente, siempre han
fracasado. Los romanos educados insistían en que todo el mundo debía hablar latín clásico
porque era lo mejor, pero el pueblo hablaba latín vulgar. Luego, el latín vulgar evolucionó en
las distintas regiones europeas (no se “degeneró”, como dicen algunos gramáticos) en las
lenguas románicas (Menéndez Pidal, 1973), de las cuales el español es miembro. ¿Qué hubiera
sucedido si los puristas del lenguaje hubieran tenido éxito? En la actualidad, todos
habláramos latín clásico y las lenguas románicas no existirían. Los cambios diacrónicos
(históricos) y sincrónicos (actuales) en el lenguaje se dan por el uso masivo de una nueva
forma lingüística que simplifique o vuelva más exacto el idioma. Un cambio que vuelva al
idioma más complejo o añada ambigüedades a las expresiones nunca es adoptado por la
población, aunque una élite con autoridad lo promueva.
La simplificación del lenguaje es lo natural. Podríamos llamar a esto “el principio de la
simplicidad lingüística”. Aquí en El Salvador, por ejemplo, entre los escolares, y cada vez más
en otros grupos sociales, las palabras porfa, comper y el borra son formas simplificadas de por
favor, con permiso y el borrador. En este mismo orden de palabras apocopadas encontramos
profe, inge, lic, doc, etc. Estas palabras adquieren su género dependiendo del artículo que se
utilice: el profe, la profe, el inge, la inge, el lic, la lic, el doc, la doc. Otras palabras y expresiones
cambian el género por la reducción. Por ejemplo, los saludos buenos días, buenas tardes y
buenas noches han sido cambiados en el uso diario coloquial por “buenas”, que se usa incluso
en las mañanas por “buenos días” (nótese el cambio de género).
Análisis diacrónicos de diferentes idiomas nos muestran que la tendencia es siempre a
simplificar: el número de vocales disminuye, los sonidos complejos se reemplazan por otros
más simples, la morfología se simplifica, las palabras largas se acortan, y muchos otros
cambios que tienden a hacer la lengua más simple. Volver más complejo el idioma viola el
principio de la simplicidad lingüística. Ningún idioma toma este camino en su evolución
natural y cualquier intento de cambiarlo en forma artificial es siempre rechazado por los
8 Jorge E. Lemus
hablantes. Sobre esta base, podemos explicar porqué los hablantes de español se niegan a
utilizar los desdoblamientos del tipo niños y niñas, salvadoreños y salvadoreñas. Esta es una
complejidad innecesaria y no es un cambio natural ya que el español tiene nombres sintéticos
que incluyen tanto al femenino como al masculino.
Otros cambios propuestos también son rechazados por los hablantes. Por ejemplo,
algunos han propuesto utilizar la vocal neutral [e] en lugar de los desdoblamientos con los
sufijos –a y –o discutidos anteriormente. Así, en lugar de decir niños y niñas, salvadoreños y
salvadoreñas, nosotros y nosotras, diríamos niñes, salvadoreñes y nosotres o al dirigirnos a un
grupo de personas compuesto por hombres y mujeres diríamos querides amigues o compañeres.
Otros han optado, siempre pensando en evitar los desdoblamientos, en utilizar el símbolo @19
en lugar de los sufijos de género. De esta manera en lugar de los niños y las niñas se escribiría
l@s niñ@s. Sin embargo, aun queda el problema de la pronunciación del símbolo @ ya que
éste no representa a ningún fonema español.
Lo interesante de las propuestas anteriores hechas por sectores progresistas y feministas
es que tienden a evitar los desdoblamientos y por lo tanto tratan de simplificar el idioma. A
pesar de que estas formas han sido promovidas por organismos gubernamentales y no
gubernamentales, su uso es prácticamente inexistente entre la población y los medios de
comunicación. La razón de este rechazo es sencilla: ninguno de los cambios propuestos ha
evolucionado naturalmente y atentan contra la estructura propia del idioma. Aceptar estos
cambios en el lenguaje es asumir, tal como los conductistas de los años 50’s y 60’s (Skinner
1957) proponían, que el lenguaje es un hábito. El enfoque conductista de la adquisición de la
lengua fue ya ampliamente refutado en el pasado (Chomsky 1959). Se demostró, incluso
matemáticamente (McNeill 1968), que la adquisición del lenguaje no podía ser explicada en
términos de estímulo y respuesta.
19
Este símbolo, popularizado en el lenguaje de Internet, se utilizaba originalmente como abreviatura de la palabra
latina at, y actualmente para abreviar la palabra arroba (unidad de peso).
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 9
20
Whorf sostenía que en hopi no existían adverbios de tiempo por lo que el tiempo en esta comunidad indígena
del sur de Arizona, EE.UU., era no lineal y por lo tanto sus hablantes podrían entender fácilmente la teoría de la
relatividad de Einstein. Estaba equivocado en ambas afirmaciones: el hopi sí tiene adverbios de tiempo y sus
hablantes son tan buenos con las matemáticas como los hablantes de cualquier otro idioma.
21
Basta con comparar nuestra cultura salvadoreña, y nuestra visión del mundo, con la de otro país de habla
hispana. No me atrevería a decir que los argentinos y los españoles, por ejemplo, ven la vida igual que nosotros en
El Salvador.
22
No hay duda que el lenguaje es el medio principal por el cual se transmiten de generaciones veteranas a novatas
los principios, creencias y valores de las distintas comunidades. Hay mucha diferencia, sin embargo, entre usar el
lenguaje como medio transmisor de cultura y usar el lenguaje como moldeador de cultura.
23
Debido al tipo de pasiones ideológicas que este tema puede despertar en muchas personas, es necesario
despojarse de todo subjetivismo al hacer este tipo de análisis ya que es muy fácil encontrar evidencia a favor de la
HIS en idiomas como el español por tener género sintético, por eso tenemos que hacer un estudio comparativo
entre varios idiomas de distintas familias lingüísticas. El peligro de un análisis sesgado es evidente en este tema. Ya
Karl Popper señalaba en Conjectures and Refutarions (1963) los peligros de sólo querer confirmar una hipótesis. Es
fácil encontrar evidencia a favor si no se toma en cuenta o se busca la evidencia en contra. Por esta razón, Popper
sostenía que la única forma de confirmar una hipótesis es tratar por todos los medios de refutarla. Si fallamos en
nuestra empresa de falsificación, la confirmamos.
10 Jorge E. Lemus
igual al del hombre. Por lo tanto, si el idioma cambia, el estatus de la mujer en la sociedad
también cambiará. Esta es una predicción demasiado fuerte y le da al lenguaje un poder que
no tiene sobre la sociedad.24 A continuación describo el uso del género lingüístico en algunos
idiomas de familias lingüísticas distintas. Esto servirá para poner a prueba la HIS.
Pipil
El idioma pipil de El Salvador es un idioma uto-azteca, de la subfamilia de uto-aztecas
sureños que cubre desde el norte de México hasta Nicaragua (Campbell 1985, Lemus 1997).
Este idioma carece totalmente de género sintáctico. Las palabras no muestran ninguna
concordancia de género y los pronombres son sintéticos. Los pronombres de tercera persona
singular y plural, por ejemplo, son yaha (él, ella) y yehemet (ellos/ellas). Para formar
sustantivos, únicamente se añaden los sufijos –lis o –ni a los verbos. Por ejemplo, tamachtía
“aprender, enseñar”, tamachtiani “profesor/profesora”, taqika “cantar”, taqikalis “cantante”,
kukuya “enfermarse”, kukuyani “enfermo/enferma”. Palabras como takat “hombre”, siwat
“mujer”, xulehiu “esposo”, nanzin “señora”, no muestran ninguna concordancia de género con
otras palabras. Para tener género semántico, por ejemplo, la palabra takat debería poder ser
sustituida por un pronombre masculino y siwat por uno femenino. Sin embargo, el
pronombre utilizado para sustituir ambas palabras es el sintético yaha.
Inglés
El idioma inglés es una lengua indoeuropea de la subfamilia germánica. Esta lengua ha
perdido casi toda distinción de género. Solo sobreviven los pronombres de la tercera persona
singular (he, she, it), los cuales se pierden en el plural (they). Aunque algunas palabras toman
el sufijo –ess para marcar el femenino (p.ej., lion/lioness, prince/princess, actor/actress,
poet/poetess), la tendencia actual es eliminar esta diferencia utilizando el masculino como
forma sintética. Así, por ejemplo, las palabras actress y poetess están poco a poco siendo
sustituidas por las formas masculinas sintéticas actor y poet.25 Es decir, en inglés la tendencia
es utilizar terminología sintética y lograr dos cosas: a) borrar la diferencia entre hombres y
mujeres y b) simplificar el lenguaje. Otro ejemplo en inglés, es la eliminación del sufijo –man
de algunas profesiones porque discrimina a la mujer.26 Las primeras opciones fueron inventar
un nuevo sufijo –woman (mujer). Así, se introdujeron desdoblamientos como policeman y
policewoman, chairman y chairwoman. Luego, estos desdoblamientos fueron rechazados por la
población y fueron cambiados por formas sintéticas como police officer, chairperson o
simplemente chair. De esta manera se ha logrado en inglés eliminar la diferencia de género en
este tipo de palabras.27
24
No estoy negando el hecho que el idioma nos ayuda a moldear nuestras ideas y que es el instrumento más
importante para nuestro desarrollo cognitivo y para la transmisión de la cultura. El lenguaje, sin embargo, no es
responsable de nuestros actos sociales.
25
Muchas actrices famosas, por ejemplo, exigen se les llame “actor”, no “actress”.
26
La razón de esta concepción es que el sufijo –man se escribe igual a la palabra man que significa hombre por lo
que, arguyen las feministas, en las profesiones a las que se les añade este sufijo se excluye a las mujeres. El sufijo –
man se pronuncia con una vocal reducida /m´n/, y el nombre man se pronuncia con una vocal completa /mQn/.
27
Por el contrario en español, aún estamos en la etapa de marcar las diferencias. Por ejemplo, una profesora
estadounidense no comprendía porqué usábamos Licda. y no Lic. para abreviar “licenciada”, si Lic. no tiene
ninguna marca de género. Comparto completamente esta interrogante.
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 11
Persa moderno
El idioma persa o farsi es una lengua indoeuropea de la subfamilia indo iraní. El persa
antiguo tenía los géneros originales del indoeuropeo (femenino, masculino y neutro) y al igual
que el sánscrito, el griego y el latín, era un idioma con muchas declinaciones gramaticales. Al
evolucionar, el idioma se simplificó. En su proceso de simplificación, optó por erradicar las
diferencias de género y tener únicamente uno sintético. Así, ya en persa medio (S. III D.C.) el
género gramatical había desaparecido y el idioma se había simplificado grandemente. En el
persa moderno, toda flexión de género ha desaparecido. Por ejemplo, los pronombres él y ella
se han fusionado en uno solo, un. El farsi lo hablan actualmente alrededor de 61 millones de
personas en iran, Afghanistan, Tayikistán, Uzbekistán, Bahrein, Iraq, Azerbaiján, Armenia y
otros países.
Suahili
El suahili es una lengua Níger-kordofiana que pertenece a la subfamilia Níger-congo
conocida como bantú. El suahili ha sido utilizado como lengua franca en partes del África
Oriental y es actualmente lengua nacional en Tanzania y Kenya y es hablado en otros países
africanos. En suahili se hace la distinción entre seres vivos y objetos inanimados. En su
sistema pronominal, no hace ninguna diferencia de género. Los pronombres para la tercera
persona singular y plural son yeye y wao y los prefijos designadores de clase son a- y wa- (Van
Pelt 1992), respectivamente. Así, por ejemplo, se dice yeye a-naamkia “Él/ella saluda”. Para
indicar que es una mujer o un hombre el que saluda, tengo que utilizar otro sustantivo y decir
Mama a-naamkia bwana “La señora saluda al señor” o Bwana a-naamkia mama “El señor
saluda a la señora”.
La HIS predice que las mujeres afganas e iraníes, al igual que las africanas y pipiles viven
en una sociedad igualitaria ya que sus idiomas no muestran ninguna diferencia de género.
También predice que las mujeres estadounidenses están en mayor desventaja con respecto al
hombre que las mujeres de esos países ya que el idioma inglés, aunque tiene género
semántico, aún tiene rasgos sexistas antropocéntricos (como el sufijo –man). Pero, ¿Es esto
cierto? Es de todos conocido el estado de discriminación contra las mujeres que existe en
Irán y Afganistán o de las mujeres africanas por lo que asegurar únicamente basados en la
estructura de la lengua que las mujeres afganas tienen mayores derechos que las mujeres
inglesas o salvadoreñas es totalmente erróneo.
Las predicciones, entonces, de la HIS no se cumplen, por lo que automáticamente se
refuta. Es decir, la estructura lingüística de los idiomas no tiene ninguna relación con el status
de mujeres y hombres en la sociedad. La estructura de la lengua está regida por principios y
parámetros universales y no por diferencias sociales.
La opción que queda es reformular la hipótesis o plantear una nueva hipótesis sobre el
sexismo en el lenguaje y someterla nuevamente a prueba. En la siguiente sección propongo
una nueva hipótesis que hace mayor énfasis en el aspecto social del lenguaje que en el
estructural.
12 Jorge E. Lemus
28
Un sociolecto es una variante del idioma hablada por un sector de la sociedad. Maltz y Broker (1982) y Haas
(1979) llaman a las diferencias lingüísticas entre hombres y mujeres el “generolecto”, para señalar que no se trata
de una diferencia de clase (sociolecto) sino de género.
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 13
29
Hay que señalar que aunque las mujeres washo tuvieran acceso al poder en su sociedad no era un matriarcado.
Otros ejemplos de comunidades que pueden considerarse igualitarias incluyen a los lovedu de África y los
iroquois de Norteamérica. Aunque la mujer tienen acceso al poder y a los bienes intercambiables igual que el
hombre, es el hombre el dueño de la tierra, lo que le da poder en la sociedad.
14 Jorge E. Lemus
30
Es por eso que nuestro primer idioma se llama “lengua materna” porque quien está en el hogar siempre es la
madre y no el padre. Esto explica también porqué cuando las lenguas tienden a desaparecer y ser sustituidas por
una lengua dominante, como el pipil en El Salvador que ha sido totalmente reemplazado en todas sus funciones
sociales por el español (Lemus 2000), los últimos hablantes de la lengua son mayormente mujeres.
31
Como “bachillerato” que es un juego en el que las niñas tienen que encontrar palabras que comiencen con una
letra específica, o “ahorcado” en el que hay que adivinar una palabra, “equis-cero”, etc.
32
Juegos como el fútbol o ladrón-librado en los cuales la condición física es importante para ganar y obtener el
liderazgo sobre el grupo.
33
“Bolado” y “chunche” son dos salvadoreñismos que se utilizan como comodines en el habla cotidiana para
sustituir en la oración a alguna cosas cuyo nombre no recordamos o no estamos seguros de qué es. La palabra
“bolado” incluso ha evolucionado a verbo, y algunas personas dicen “boladear” para significar “hacer alguna cosa”.
34
Esta utilización del lenguaje no es estándar entre todos los hombres y las mujeres. En las clases sociales más
bajas, las mujeres tienden a utilizar un lenguaje más obsceno en público y con extraños. Las vendedoras del
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 15
mercado se han ganado la fama de malcriadas por este uso del lenguaje, permitido a los hombres por la sociedad
pero no a las mujeres.
35
Fisiológicamente, la laringe de las mujeres no es significativamente más pequeña que la de los hombres como
para justificar diferencias tan marcadas en el tono de la voz en el hablar de algunas de ellas.
16 Jorge E. Lemus
lingüístico de uso femenino (cfr.., expresiones como divino, encantador, me fascina generan una
burla o reprimenda de parte de otros niños o adultos en muchos casos).
Para demostrar que son los papeles asignados por la sociedad al hombre y a la mujer los
que determina su forma de actuar y su lenguaje, veamos el siguiente ejemplo de los
malgaches. Keenan (1974) reporta que entre los malgaches (nativos de Madagascar cuya lengua
es de origen Malayo-Polinesio) los hombres usan el lenguaje en forma sutil, tratan de
mantener buenas comunicaciones y relaciones con los demás, son discretos y se consideran a
sí mismos como buenos oradores. Las mujeres malgaches, por otro lado, son directas en su
hablar, expresan su enojo rápidamente, evitan circunlocuciones y van directamente al grano.
Este uso del lenguaje es lo opuesto a lo descrito anteriormente para sociedades patriarcales, y
cualquiera podría decir que la mujer tiene una posición relevante y de poder en la sociedad
malgache. Sin embargo, no es así. Entre los malgaches, el habla directa se asocia con la
pérdida de tradición y la adquisición de costumbres contemporáneas. En esta sociedad las
mujeres son inferiores al hombre y no tiene acceso al poder ya que las características más
preciadas del lenguaje son la sutileza y delicadeza al hablar (características del lenguaje
masculino). El ejemplo de los malgaches demuestra que las características del habla masculina
y femenina no son natas sino que adquiridas en el ambiente cultural en el que se crece.
36
Aunque en forma marginal, ya que la mujer aún no ha logrado igualar al hombre en todos estos aspectos. La
tendencia de las transformaciones sociales en el mundo occidental muestran una acelerada reivindicación de los
derechos de las mujeres.
37
Como la reconocida novelista británica Mary Ann Evans que firmaba sus obras como George Eliot.
38
Me quedé sorprendido al leer en el Artículo 4 de la Nueva Ley de Educación Superior en el que se estipula que
“los grados adoptarán la declinación del género correspondiente a la persona que lo reciba” (ingeniero/ingeniera,
Sexismo en el lenguaje: mitos y realidades 17
De igual manera, los puestos públicos eran exclusivos para los hombres por lo que
únicamente tenían forma masculina. Sin embargo, al escalar puestos públicos, los títulos
adquirieron su forma femenina, como lo estipula la gramática del español. Así, ahora tenemos
ministras, magistradas, presidentas, directoras, diputadas, etc.
Inicialmente, cuando eran pocas las mujeres profesionales o que ostentaban cargos
públicos, el género se marcaba únicamente con el artículo y no con el sufijo de género –a. Así,
se decía (y algunas personas aún lo siguen utilizando, incluso las mismas mujeres
profesionales, quienes así lo prefieren) la ingeniero, la juez, la arquitecto, la psicólogo, etc.
Este uso es completamente aceptado por la gramática española. El uso de los artículos “la” y
“el” para marcar el género siempre ha existido en el idioma español, por eso su gran
aceptación en los ejemplos anteriores (ver discusión en la sección anterior).
El título social más utilizado en nuestro país es “Señora de...” (o “ingeniero de, doctora de,
licenciada de, profesora de”, etc.) que claramente indica la pertenencia de la mujer al hombre.
Y no sólo eso, ya que le niega a la mujer el derecho de preservar su apellido para futuras
generaciones. Sus hijos lo llevarán únicamente como segundo apellido y desaparecerá con los
nietos. Ésta es una convención social que no tiene nada que ver con la gramática del idioma y
puede ser fácilmente cambiada. Muchas mujeres que han triunfado profesionalmente en la
vida y son conocidas por sus nombres de solteras, optan por preservarlo al contraer
matrimonio. Estos son casos aislados. En la mayoría de los casos la mujer adopta el apellido
del hombre y el título “de” de pertenencia.39
En el ambiente profesional en nuestro país es muy común que a las mujeres profesionales
se les llame en las oficinas por su nombre de pila y no por el título o el apellido, como se hace
con los hombres. Por ejemplo, una mujer profesional, con postgrado y una gran trayectoria
profesional es “Anita” para sus compañeros profesionales y no “licenciada, ingeniera o
doctora”, mientras que los hombres profesionales alrededor de ella son “ingeniero, doctor,
licenciado, etc.” Por supuesto que en muchas oficinas esto no sucede pero es un caso común
que demuestra que a la mujer incluso con un título profesional no se le permite alcanzar el
mismo status social del hombre. De nuevo, esta omisión de título es fácilmente corregible,
aunque no se dará mientras la sociedad siga considerando el papel de la mujer como inferior
al del hombre. Este cambio lingüístico se puede notar cuando la mujer accede a una posición
de mando, sus subordinados sí la llaman por su título. Así, Anita se convierte en Licenciada
Núñez, por ejemplo. En algunos casos, habrá resistencia y, aunque la llamarán por su título,
seguirán usando su nombre de pila, Licenciada Anita.
Los títulos de señor y señora no denotan lo mismo para hombres que para mujeres. Para
las mujeres ser señora significa ser casada o mayor de edad. Si es soltera la mujer es señorita.
Para los hombres el único término utilizado es “señor” sin importar su estado civil o edad.40
Este tratamiento diferente con títulos honoríficos también indica que la mujer tiene diferente
abogado/abogada, etc.). El lenguaje no se puede regular por ley porque es algo natural que evoluciona a su propio
ritmo, de la misma manera que no podemos decretar que es el sol el que gira alrededor de la tierra y no la tierra
alrededor del sol ya que esa afirmación sería empírica y científicamente incorrecta. El género del título lo
determina el sexo del graduando y no la Ley. Esta regulación me recordó la novela de George Orwell 1984 en la que
el estado (“Big Brother”) regula el idioma cambiando conceptos (C.fr., libertad igual a esclavitud), borrando palabras
del idioma, etc., para dominar y controlar mentalmente al pueblo.
39
El Código de Familia salvadoreño en el artículo 28, inciso segundo estipula que la mujer puede optar por
mantener su apellido de soltera al casarse. Sin embargo, los hijos llevarán siempre el apellido del padre.
40
El término “señorito” no se utiliza ya en español moderno, y si se utiliza no tiene el mismo significado que
“señorita”.
18 Jorge E. Lemus
status social ya que su soltería debe ser anunciada pero la del hombre no. En El Salvador se
ha vuelto muy común el uso de “seño” para las mujeres, aludiendo al hecho de que puede ser
señora o señorita, algo así como el uso de “Ms” en inglés en lugar de “Miss” o “Mrs” para
indicar que el estado civil no importa. Aunque “Ms” es un título honorífico reconocido en
inglés, “seño” no lo es en español, pero podría llegar a serlo en un futuro no muy lejano.
Conclusión
La discusión anterior nos lleva a asegurar que el problema del sexismo en el lenguaje no
es un problema lingüístico sino un problema sociocultural. No podemos cambiar las reglas
gramaticales del lenguaje a nuestro criterio ya que éstas cambian únicamente por el uso de la
mayoría. Se ha demostrado en este artículo (§3) que el género gramatical es arbitrario, que
cambia de idioma a idioma y que no se puede utilizar como parámetro para determinar si una
sociedad es más o menos sexista que otra. Se refutó la HIS al demostrar que no existe relación
alguna entre la existencia de terminología sintética en el idioma y el estatus de la mujer en la
sociedad. Es un mito, entonces, pensar que al cambiar la estructura del idioma cambiaremos
la situación de desventaja de la mujer con respecto al hombre.
Se comprobó también en este artículo, que el uso del lenguaje no es más que un síntoma
del problema de la relación de poder existente entre el hombre y la mujer. Mientras la mujer
no tenga acceso a la educación igual que el hombre, no escale posiciones de poder, no esté en
capacidad de intercambiar favores y de controlar los medios de subsistencia, la sociedad
seguirá siendo patriarcal y el uso del lenguaje antropocéntrico. Al modificar nuestra conducta
social y lograr igualdad entre hombres y mujeres, el idioma se adaptará naturalmente. Esta es
una realidad que también se demostró en este artículo, ya que el lenguaje ha cambiado con el
rol diferente de la mujer en la sociedad moderna, especialmente con el acceso de la mujer al
poder y control de los medios de subsistencia. La palabra “ministra”, por ejemplo, existió
hasta que una mujer alcanzó ese cargo y no fue la acuñación de esta palabra la que logró que
una mujer llegara a esa posición. Entonces, el cambio en el lenguaje para quitarle su carácter
aparentemente sexista debe concentrarse en las razones sociales subyacentes del problema
(discriminación femenina y desigualdad de oportunidades, y los papeles de la mujer en la
sociedad) y no en las manifestaciones superficiales de éste (usos antropocéntricos del
lenguaje). A medida que la mujer sube en la escalera social y se involucra en actividades
productivas y accede al control de los medio de subsistencia, el lenguaje cambia naturalmente
para reflejar los roles sociales.
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20 Jorge E. Lemus
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Apéndice 1
*
Los ejemplos de la siguiente tabla demuestran claramente que lo que determina el género de la palabra no es su
terminación, ya que la vocal terminal puede ser parte intrínseca de la raíz, como en poeta y artista, la cual no debe
confundirse con los sufijos de género –a y –o como en niño y niña.
22 Jorge E. Lemus
Apéndice 2
*
El siguiente cuadro nos da algunas alternativas para evitar el antropocentrismo. La propuesta de utilizar formas ya
disponibles en el lenguaje no es exhaustiva y sólo pretende dar ideas de cómo podemos conscientemente
modificar el uso del lenguaje sin volverlo más complicado, respetando así el principio de simplicidad lingüística. La
primera columna muestra el lenguaje antropocéntrico que toma al hombre como forma masculina sintética; la
segunda columna muestra algunas de las alternativas utilizadas actualmente en el discurso hablado y escrito con
perspectiva de género que complican el lenguaje y que no son utilizadas por la mayoría en su habla cotidiana
(incluso los que lo usan en público, en el lenguaje coloquial no lo utilizan); y la tercera columna muestra una
alternativa no-sexista, que no complica sino simplifica el lenguaje. Es esta última columna la que como lingüista
propongo que todos utilicemos, ya que son formas existentes en el idioma y aceptadas por todos. Las propuestas
hechas aquí no son mas que una muestra de las posibilidades léxicas existentes en el español para evitar el lenguaje
antropocéntrico sin tener que volver al idioma más complejo. El cambio de “costumbres lingüísticas”
antropocéntricas no lo veremos generalizado sino hasta que la nueva generación adopte formas genéricas “no
sexistas.” Mucho más importante que todos los cambios lingüísticos que se puedan proponer es el cambio del
papel de la mujer en la sociedad, ya que al cambiar éste, el lenguaje se adaptará para representar el nuevo papel
social de la mujer.
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EL PAÍS
Babelia
TRIBUNA LIBRE TRIBUNA i
En Estados Unidos ya no se usa la palabra “negro” para identificar a los que hoy se definen
como black o african americans. Fue una batalla que no comenzó con disputas sobre
sustantivos, sino con una larga marcha desde Alabama . Primero esclavos, luego
habitantes de segunda categoría, lucharon por la igualdad jurídica, no simplemente por un
lugar en el diccionario. Quizás intuyeron que el lugar en el diccionario resulta de las luchas
sociales, culturales y económicas: comienza por un asiento en el transporte , una
habitación en los mismos hoteles y una mesa en los mismos bares. Durante décadas, la
orquesta de Duke Ellington supo que debía respetar las humillantes imposiciones del
apartheid cuando llegaba la hora de irse a dormir en una ciudad que visitaban de gira y
tocaban para los blancos. Hoy, al norte del Central Park neoyorquino, una espléndida
avenida circular lleva el nombre de Duke Ellington.
1/3
En mi país, la Argentina, la palabra gaucho atravesó un centenario proceso de cambios
semánticos. A mediados del siglo XIX todavía significaba vago y bárbaro; un gran
intelectual, que fue presidente, los aborrecía como la encarnación del atraso. Mucho
después, gaucho comenzó a designar lo que hoy designa: alguien dispuesto a ayudar, por
buena voluntad y sin interés. No intervino la Academia ni ninguna otra tribuna ideológica
para establecer el nuevo significado. Habían llegado los inmigrantes pobres de Europa y,
frente a esa gente que traía otras costumbres y defendía sus derechos con ideas tan
extemporáneas como las del anarquismo, el gaucho se convirtió en un mito nacional. Los
inmigrantes eran despreciados como tanos que no hablaban español y gallegos brutos.
Sorprende la confianza con que hoy se quiere implantar el uso conjunto de masculino y
femenino, como si esa transformación lingüística garantizara una igualdad de género.
Cuando esa igualdad se exprese enteramente, ya estará afincada en los diccionarios. Pero
lo que más sorprende es la curiosa solución de utilizar la letra e final para indicar
conjuntamente al masculino y el femenino. Estudiantes de la élite social y cultural, que
asisten a los dos prestigiosos colegios universitarios de Buenos Aires, hoy dicen: les
alumnes, les amigues, como si la e final otorgara la representación del masculino y el
femenino, a contrapelo del español. La historia de las lenguas enseña (a quien la conozca
un poco) que los cambios en el habla y en la escritura no se imponen desde las academias
ni desde la dirección de un movimiento social, no importa cuán justas sean sus
reivindicaciones.
La historia enseña que los cambios en las lenguas no se imponen desde las academias ni
desde un movimiento social
Como sea, las élites son optimistas sobre aquello que pueden hacer incluso en materia tan
resistente como el uso de la lengua. Daré un ejemplo. En la primera mitad del siglo XX la
escuela primaria argentina impuso el uso del tú en lugar del vos. Las maestras, que usaban
un impecable voseo durante la mayor parte del día, entraban al aula y empezaban a
dirigirse a sus alumnos de tú. Esa escuela primaria tuvo una potencia excepcional en las
tareas de alfabetización. Pero no pudo lograr que los chicos, que tan bien aprendían a leer
y escribir, se trataran de tú. El voseo rioplatense (que, como enseña la historia de la lengua,
es un rasgo arcaico del castellano) no se sometió a las instrucciones de una institución
escolar que, en casi todos los demás aspectos, fue de una eficacia que hoy añoramos.
Finalmente, las autoridades educativas abandonaron sus caprichos reglamentaristas sobre
el uso del tú, y maestros y niños viven en paz con el voseo.
Los cambios en una lengua son más difíciles de implantar que los cambios políticos. La
razón es evidente, si atendemos a que la lengua no es un instrumento exterior que se
adopta a voluntad (como se adopta una ideología, incluso una perspectiva moral), sino que
2/3
nos constituye. Para cambiarla hay dos caminos: imponer que padres y madres hablen a
sus hijos desde el nacimiento con los sustantivos en femenino y masculino, lo cual es una
utopía atractiva pero autoritaria. O esperar que la victoria en las luchas por la igualdad de
género resulte, como en los ejemplos de black o gaucho, en cambios de larga duración.
Opinión
Beatriz Sarlo
3/3
La paradoja de la "e": ¿Es inclusivo el lenguaje inclusivo?
clarin.com/sociedad/paradoja-inclusivo-lenguaje-inclusivo_0_ubeRSbY22.html
El cambio morfológico incide desde luego en los artículos y adjetivos que modifican a los
sustantivos en cuestión. Surge así una nueva forma que significa “género indistinto” y
abarca no sólo “masculino” y “femenino” sino también otras opciones no contempladas
dentro de alguna de esas dos categorías.
Así, en “lenguaje tradicional”, alguien puede expresar lo siguiente: Los chicos argentinos no
tienen que ser distintos ante la ley porque todos tienen los mismos derechos.
Una de las variantes del “lenguaje inclusivo” propone que se use desinencia x para
significar “indistinto”: Lxs chicxs argentinxs no tienen que ser distintxs ante la ley porque
todxs tienen los mismos derechos.
Otra posibilidad que se ofrece es la @ (arroba): L@s chic@s argentin@s no tienen que ser
distint@s ante la ley porque tod@s tienen los mismos derechos.
Tal vez sin proponérselo, la equis y la arroba encierran al “lenguaje inclusivo” dentro de la
breve cárcel de la lectoescritura porque ninguno de esos dos símbolos tienen realización
fonética. Por ello, en la oralidad, los dos ejemplos anteriores deberían verbalizarse más o
menos en estos términos: Los chicos argentinos y las chicas argentinas no tienen que ser
distintos ni distintas ante la ley porque todos y todas tienen los mismos derechos.
Hay una tercera (o cuarta) variante que ofrece una ventaja notable sobre la otras: Puede
usarse en la interacción oral. Parece, entonces, la variante morfológica más viable para
significar “indistinto”:
Les chiques argentines no tienen que ser distintes ante la ley porque todes tienen los
mismos derechos.
Los detractores del “lenguaje inclusivo” deben admitir que visibiliza un reclamo justo de
forma artística. Produce extrañamiento con respecto al lenguaje mismo: des-automatiza la
percepción del lenguaje ordinario. En términos de Roman Jakobson, la comunicación se
orienta al mensaje como tal. Con el “lenguaje inclusivo” se consigue el predominio función
poética del lenguaje por encima de otras funciones.
1/3
También produce un impacto emotivo. Es habitual que algunos oyentes se muestren
incómodos y aun irritados con el “lenguaje inclusivo”, y ya se sabe que el estupor o el
escándalo pueden ser otras de las generosas funciones del arte. En conclusión, debe
reconocérsele al “lenguaje inclusivo” que cumple en buena parte con el objetivo que se
propuso: Hacer cada vez más manifiesta la urgente necesidad de la igualdad de género. Y
por si fuera poco, lo hace de modo poético.
Con todo, sus usuarios y defensores también deberían admitir que el “lenguaje inclusivo”
presenta varias limitaciones. Para empezar, un cambio morfológico no implica un cambio
conceptual. Ni, por contrapartida, para que haya un cambio conceptual se necesita un
cambio morfológico. En este sentido el “lenguaje inclusivo” parece estimular ideas erradas:
Que el mero cambio de una forma por otra sea suficiente para modificar el pensamiento o
que la creatividad conceptual se reduzca a una modificación muy básica de la morfología.
Recordemos que, por ejemplo, a Borges no le hizo falta inventar palabras nuevas ni
cambiar la morfología para escribir los cuentos de Ficciones. La creatividad
desconcertante de Borges se explica, por ejemplo, a partir del modo en que descoloca con
los adjetivos. Consideremos el comienzo de “Las ruinas circulares”: Nadie lo vio
desembarcar en la unánime noche.
¿Por qué es “unánime” la noche? Los significados estallan en muchos sentidos. Pero el
estallido de significados tiene lugar en el sistema conceptual del lector, no en la parte del
sistema lingüístico donde se representa la morfología.
Por otro lado, no hay evidencia de que la distinción de género morfológico sea un
impedimento para considerar la igualdad de género en la vida personal y social. Por
ejemplo, el inglés no distingue género para la inmensa mayoría de los sustantivos, y
directamente no distingue género para adjetivos y artículos. No parece que los hablantes
nativos del inglés estén mejor predispuestos para contemplar la igualdad de género que,
por caso, los hablantes nativos de francés (que sí distingue género morfológico).
En efecto, una utilización más o menos consistente del “lenguaje inclusivo” exige un alto
nivel de conciencia gramatical porque un hablante tiene que estar muy atento para
reconocer cada caso de concordancia que involucra a los sustantivos con significado
2/3
“humano”. Entonces, el “lenguaje inclusivo” se circunscribe a hablantes altamente
escolarizados. Así, estamos ante la paradoja de que el “lenguaje inclusivo” termina siendo
indeseablemente elitista.
Ahora bien, pensar que una minoría puede imponer un cambio lingüístico en beneficio de la
mayoría no sólo alimenta la fantasía de la élite iluminada sino que también pasa por alto la
conocida dialéctica entre la inmutabilidad y la mutabilidad del signo lingüístico, que ya
fuera explicada por Ferdinand de Saussure a principios del siglo XX. Por un lado, el signo
lingüístico es inmutable porque los hablantes de la comunidad no lo eligen ni pueden
cambiarlo según sus preferencias. La comunidad de habla está ligada a su lengua tal cual
es y por ello el signo lingüístico está fuera del dominio de la voluntad de los hablantes.
Pero el paso del tiempo tiene otro efecto complementario en la estructura del sistema
lingüístico: si bien asegura la continuidad de la lengua a través de las sucesivas
generaciones (por ello el signo es inmutable), el tiempo también altera la estructura del
sistema porque permite que los signos lingüísticos cambien (por ello el signo es también
mutable). Pero tanto la inmutabilidad como la mutabilidad del signo lingüístico dependen
de factores que están mucho más allá de la planificación de un grupo minoritario de
hablantes. Desde luego, cabe pensar en la posibilidad de que la variante "e" del “lenguaje
inclusivo” termine siendo aceptada por la comunidad de habla, pero esa aceptación sería el
desenlace de un largo proceso de cambio lingüístico.
Por último, el lenguaje inclusivo quiere defender con toda justicia la igualdad de género. Sin
embargo, cae en la hipótesis falsa del determinismo lingüístico, según la cual el léxico y la
gramática de la lengua que hablamos crea una trama de hierro para los pensamientos que
elaboramos.
Reconozcamos otra vez que, más allá de las paradojas excluyentes en las que incurre, el
“lenguaje inclusivo” tiene la noble intención de defender valores fundamentales. Dichos
valores puedan quizá expresarse en estos términos: “Todos somos personas”; “ninguna
persona es más (ni menos) que otra”; “es inaceptable que la mujer se subordine al
hombre”; “la ética no abarca los hechos sexuales” , etc.
Parece, entonces, que no hace falta escudarse en la renovación morfológica para promover
valores igualitarios y democráticos. La promoción de esos valores requiere cambios en el
pensamiento de las personas, los cuales son mucho más complejos y vastos que un
cambio premeditado en la morfología nominal.
3/3
EL LEN-
GUAJE
I N C L U-
SIVO
Secretaría
Académica
Año del Centenario de la Departamento de
Reforma Universitaria Lenguas y Literatura
El lenguaje inclusivo
Introducción
De acuerdo con María Marta García Negroni, Sin embargo, suele discutirse la profundidad y el
doctora en Ciencias del Lenguaje e investigadora prin- compromiso con las opciones de lenguaje inclusivo. Tal
cipal del conicet, esta discusión «pone en primer plano como sostiene del Valle (2018),
la necesaria reivindicación de la mujer en el mundo
contemporáneo, así como también de las otras eleccio- « dada su relevancia en múltiples dimensiones del
nes genéricas» (citada por Tosi, 2018). Indudablemente, cambio social, es imperativo no limitar la discusión
como dice Tosi, sobre el lenguaje inclusivo a consideraciones su-
perficiales: ¿respetan o no las innovaciones la ma-
« todas estas formas de lenguaje inclusivo generan triz gramatical del idioma? ¿Triunfará o no tal o cual
efectos de sentido que nos interpelan como ha- forma? Es necesario mantener vivo el fuego de una
blantes y por eso muchas veces nos incomodan y reflexión glotopolítica para evitar la frivolización de
desestabilizan. Son marcas lingüísticas de disenso, fenómenos lingüísticos que son de hecho elemen-
funcionan como espacios de puesta en escena de tos integrales de los procesos de emancipación».
la otredad, emergen como huellas de la diversidad
históricamente soslayada».
El lenguaje inclusivo
en las guías de estilo de revistas científicas o bien de pueden derivar en variación lingüística. Como sostiene
organismos públicos, como el Ministerio Público de la Silva-Corvalán (2001):
Defensa de la Nación o la Cámara de Diputados, suelen
figurar pautas de lenguaje inclusivo. En un libro editado « el estudio de la variación más allá del nivel de la
por el Ministerio de Salud, una nota inicial fundamenta fonología lleva necesariamente al sociolingüista
el uso de la x a lo largo de la obra: «No se han utilizado a extender su análisis al nivel del discurso, de la
pronombres y/o artículos (él, el, la), sino que se han semántica y de la pragmática, ya que su objetivo es
marcado con una x las vocales que generalizan los pro- explicar la variación. La sociolingüística toma el dis-
nombres, reconociendo y visibilizando así los paradig- curso en su contexto pues le interesa explicar por
mas e identidades que cuestionan el sistema binarista». qué la lengua ofrece posibilidades aparentemente
sinónimas y por qué el hablante escoge una de ellas
en un discurso dado, qué factores en el contexto
motivan la elección de decir de una u otra forma la
misma cosa».
La lengua y las variedades
internas
El lenguaje inclusivo 5
lenguaje equilibrado desde la plena igualdad». Y d) Vacíos léxicos: falta de vocablos para referirse a
añade: «¡Ojo! Puedes decir: compañeros y compa- ciertas cualidades en la mujer que sí tienen vocablo para
ñeras, niños y niñas, pioneras y pioneros, para ser varón: «caballerosidad», «hombría de bien».
políticamente correctos y luego no referirte nunca
más a las mujeres y ensamblar ejemplos, nombres,
e) Palabras y expresiones androcéntricas: «En-
contré a dos portugueses con sus mujeres» (compárese con
conceptos destinados o referidos únicamente al
«encontré a dos portuguesas con sus maridos»).
universo masculino. Esa ha sido la banda sonora de
mi vida. El discurso aparentemente igualitario pero Según García Menenguer, «el sexismo sintáctico
blindado de machismo». es más importante y significativo que el léxico, pues
revela en quienes incurren en él un arraigo más profun-
do de la mentalidad patriarcal», entre los casos que se
pueden mencionar encontramos:
Desde una perspectiva sociolingüística, García b) Androcentrismo u óptica de varón: «Gente que
Menenguer (1987) se refiere a «tres agentes potencial- sólo busca su pan, su hembra, su fiesta en paz» (se identi-
mente responsables del sexismo lingüístico: el hablante fica «gente» con un colectivo de varones); «El mundo se
y su contexto mental; el oyente y su contexto mental; mueve por dos razones: una por sobrevivir y otra por unirse
y la lengua como sistema». La inclusión de la lengua a hembra placentera» (Arcipreste de Hita: se identifica
como responsable del sexismo es discutible en tanto «mundo» con el sexo masculino).
que los enunciados son apropiaciones individuales
del código que llevan a cabo los hablantes en procesos c) Salto semántico: «Los ingleses prefieren el té al
complejos de ostensión e inferencias. La lengua no café. También prefieren las mujeres rubias a las morenas»
dice en forma sexista sino que los hablantes hacen uso (de una frase a otra, la voz «ingleses» salta semántica-
explícita o implícitamente de los recursos que les ofrece mente de colectivo de personas a colectivo de varones).
el sistema para comunicarse de un modo u otro. El autor
agrega que el sexismo lingüístico puede producirse tan-
to en el nivel del léxico como sintáctico. Así, los hablan-
tes «incurren» en sexismo léxico por razón de utilizar
ciertas palabras que pueden identificarse aisladamente, El debate sobre el lenguaje
mientras que se comete sexismo sintáctico cuando la
discriminación se debe a la forma de construir la frase.
inclusivo/inclusivista:
Serían casos de sexismo léxico, entre otros, los
cruce de voces
usos que se detallan:
A continuación seleccionamos algunos fragmentos
a) Tratamientos de cortesía: «señor» no prejuzga
que ponen de manifiesto los argumentos que justifican
estado civil, alude a varón adulto. En cambio, «señora»,
las posiciones de sus autores frente al tema que resulta
«señorita» dependen del estado civil, de la relación que
polémico desde su misma mención como «lenguaje
tenga la mujer con el varón: casada con, hija de.
inclusivo» o «propuesta inclusivista».
b) Pares incorrectos: el par «varón—hembra» es
denigratorio para la mujer, debe usarse «varón—mujer»
o bien «macho—hembra».
El lenguaje inclusivo 7
ria sobre ciertos abusos. Resulta eviden- eso, desde Comisiones Obreras promo- blo y de su espíritu como diría Montes-
te que todos los ejemplos expuestos me- vemos un uso de la lengua más inclusivo quieu, y, por tanto, no hay nada más so-
recen una reflexión desde el punto de desde el punto de vista del género y más berano y democrático que lo que emana
vista lingüístico. No hay que olvidar que igualitario desde la práctica democrática del pueblo, y el lenguaje es soberano. Por
determinadas prácticas y recomendacio- del lenguaje y demandamos que la Rae otra parte, no es nunca neutro en el senti-
nes de las citadas guías se plantean para también lo haga. Las guías sobre la utili- do de que cuando uno utiliza una palabra
hacer una llamada de atención sobre una zación de un lenguaje no sexista son ela- no solo se refiere a lo que ese término de-
situación de infravaloración de las muje- boradas por personas expertas y forma- signa, sino a un universo de connotacio-
res, que en determinados ámbitos no han das académicamente (no precisamente nes, de tal manera que cuando sea correc-
alcanzado la plena igualdad, pero ello no por este autor), con excelentes currículos to gramatical o sintácticamente también
debe poner en riesgo la utilidad del idio- en lengua española, por lo que nuestra ellas están cargadas de ideología. Son dos
ma como herramienta de comunicación apuesta por un lenguaje inclusivo de gé- observaciones paralelas y no debemos ad-
y relación. nero no carece de fundamentos lingüís- mitirlas por ser solo una cuestión filológi-
ticos, ni de objetivos sociales como son: ca porque lo ideológico le subyace con una
democratizar el lenguaje y dar visibilidad visión del mundo. Y si la sociedad entiende
Adelaida de la Calle, Rectora
social a los géneros femenino y masculi- que esa visión del mundo que subyace a la
de la Universidad de Málaga y
no y lograr una sociedad más igualitaria filología es incorrecta o degradante o in-
presidenta de la Conferencia y transparente desde el punto de vista del justa creo que se pueden adoptar algunas
de Rectores de Universidades género lingüístico. medidas para corregirlas. El lenguaje es en
Españolas sí mismo una costumbre y las correcciones
Es un auténtico trabajo de investigación deberían convertirse en costumbre y no en
Laura Freixas, escritora
con todo el sentido. La sociedad españo- una imposición de nadie.
la ha funcionado normalmente con un Me parece excelente que haya debate
lenguaje muy sexista y hay que cambiar- —nada menos que en la portada de EL
Ouka Leele, Fotógrafa y artista
lo, igual que hemos cambiado montones PAÍS— porque para solucionar un proble-
de actuaciones. La mujer debe contar en ma cualquiera (en este caso la invisibili- Creo firmemente en el poder de la pala-
todo, y eso incluye el lenguaje. Es cierto dad lingüística de las mujeres) el primer bra. La influencia de la estructura del len-
que la lengua es algo vivo y se va adaptan- paso imprescindible es reconocerlo como guaje en la cultura es enorme. El uso de
do a las circunstancias en cada momento problema. Es una buena noticia que el las palabras ha de ser consciente y si en
y características, y que, hasta hace relati- debate sobre el sexismo de la lengua se cuanto a la visibilidad de la mujer ha de
vamente poco, la mujer no formaba parte haya colocado en la agenda, como pasó hacerse una revisión del lenguaje, estoy
de muchos aspectos y era difícil que con- hace unos años con la violencia de géne- completamente de acuerdo con ello. Es
tase en una estructura lingüística diferen- ro, y, hace un siglo largo, con el sufragio importante que nos demos cuenta de lo
te a la que se había ido generando a lo lar- femenino. Vamos bien. Además, me ale- que decimos y de lo que nuestras palabras
go del tiempo. Ahora somos conscientes gro de que por fin se plantee un debate, pueden influir sobre todo cuando se tra-
y lo estamos intentando. Hay que poner con argumentos, en lugar de las caricatu- ta de la formación de las niñas y los niños
a la mujer en valor y hacer el esfuerzo de ras, exabruptos y ocurrencias a los que al- que ya en el aprendizaje de su lengua ma-
cambiar el lenguaje, aunque no se puede gunos articulistas (lo pongo en masculi- terna reciben todo el peso de su cultura
lograr de la noche a la mañana. Debemos no porque son todos varones) nos tienen casi sin darse cuenta. E interiorizan una
trabajar desde los primeros niveles de la acostumbrados/as. ¡Ya era hora! supremacía o minusvalía de su género en
enseñanza. También tengo claro que el el simple hecho de aprender a hablar.
Desde sus orígenes en el siglo xviii, el fe-
genérico se debe seguir utilizando porque minismo creyó que la igualdad entre los Por otro lado hay palabras como poeta
no se hace con tono discriminatorio. sexos se conseguiría mediante la igual- que son muy bonitas y que no necesitan
dad política, jurídica y educativa. Cuan- de la palabra poetisa o poeto para definir
Carmen Bravo, Secretaria do por fin las hemos conseguido, resulta su género cuando se puede entender por
Confederal de la Mujer que aún estamos muy lejos de la igualdad el artículo: la poeta o el poeta. Como no
(Madrid) real. ¿Por qué? ¿Qué ha fallado, qué falta? me gustaría periodistisa para el femenino
Yo creo que la respuesta está en la cultu- de periodista o periodisto para el masculi-
Al académico, catedrático y ponente de ra. Y la cultura es la ilustración figurativa no. Hay también que cuidar la belleza de
la Nueva gramática, ante el conocimien- de lo que el lenguaje expresa a un nivel una lengua cuando se plantean cambios
to de las numerosas publicaciones para la más abstracto: la jerarquía entre los sexos para la mejoría, la igualdad y la dignidad
utilización de un lenguaje no sexista, de- y el monopolio de la condición humana de todas las personas que practican esa
biera inquietarle esta realidad e instar a la por parte del varón. El lenguaje tiene par- lengua.
Academia a promover la utilización de un te de culpa de que todo lo femenino sea
lenguaje no sexista; no para dar mayor vi- visto como parcial, marginal, particular…
sibilidad a la mujer a través del lenguaje, mientras que lo humano se confunde con
sino para no ocultar el género social: mu- lo masculino.
jeres y hombres.
El lenguaje inclusivo 9
cesito que ese adjetivo (si tiene variación tima», «una figura», «una eminencia»… el adopta una ideología, incluso una pers-
de género; muchos no la tienen) vaya en femenino asume la representación tanto pectiva moral), sino que nos constituye.
uno de los dos géneros. Uno cualquiera, del masculino como del femenino. A nin- Para cambiarla hay dos caminos: imponer
en principio… Lo que no puede es no ir en gún hombre se le ocurrirá sentirse discri- que padres y madres hablen a sus hijos
ninguno, porque el «sistema», para fun- minado por ello. Faltaría más. desde el nacimiento con los sustantivos
cionar, necesita que uno se imponga por en femenino y masculino, lo cual es una
Hay otro ejemplo muy bonito, y de más
defecto. Tampoco puede ir en los dos, por- utopía atractiva pero autoritaria. O es-
calado. En italiano —una lengua hermana
que su presencia simultánea es incompa- perar que la victoria en las luchas por la
de la española, y hablada por un pueblo a
tible en una sola forma, del mismo modo igualdad de género resulte, como en los
menudo tildado de masculinista o de ma-
que una misma palabra no puede estar ejemplos de black o gaucho, en cambios de
chista— un pronombre femenino, «Lei»
escrita al mismo tiempo en redonda y en larga duración.
(literalmente «ella»), se utiliza con el mis-
cursiva (sí, por cierto, en redonda y en ne-
mo valor que nuestro «usted», es decir, La militancia puede favorecer esos cam-
grita). Sí puede, pero no debe, duplicar-
asume, en el tratamiento de respeto, la bios, pero no puede imponerlos. Si pu-
se el adjetivo, porque ello atenta contra
representación tanto de un hombre como diera imponerlos, quienes defendemos la
un principio fundamental en las lenguas
de una mujer. Bien pensado, otro tanto le igualdad más completa entre hombres y
que es el de la economía, al que también
ocurría al antecesor de nuestro «usted», mujeres ya estaríamos hablando con doble
podríamos llamar «del mínimo esfuerzo».
la forma «vuestra merced», con esa visi- sustantivo desde el momento en que apo-
Así, no nos queda más remedio, en nues-
ble marca femenina en el posesivo, en yamos un movimiento que es universal e
tra lengua, que decir «los árboles» y las
consonancia con el género femenino de indetenible, pero no omnipotente como
plantas estaban secos, con el adjetivo en
merced. un dios o una diosa.
masculino. ¿Por qué? Porque el masculino
es el género por defecto, es, frente al feme- Ya sé que estos ejemplos de ligera preva-
nino, el género no marcado. lencia del femenino implican muy par- Ignacio Roca, lingüista
va compensación. Espero, al menos, que
Rosa Montero lo ha escrito admirable- La igualación espuria de sexo y género en
sirvan, como lo pretende la totalidad de
mente: «Es verdad que el lenguaje es sexis- efecto está en la base de la práctica doble-
este artículo, para relativizar las cosas,
ta, porque la sociedad también lo es». Lo tista. Asimismo en la del uso de la misma
desdramatizando a todo trance una terca
que resulta ingenuo, además de inútil, es palabra género por sexo en un creciente
realidad contra la que es estéril estrellar-
pretender cambiar el lenguaje para ver si número de contextos: considérese la por
se: la condición inamovible del masculino
así cambia la sociedad. Lo que habrá que desgracia tan manida frase violencia de
como género no marcado.
cambiar, naturalmente, es la sociedad. género, o formularios que piden el género
Al cambiarla, determinados aspectos del del solicitante al lado de su nombre, fecha
lenguaje también cambiarán (en ese or- Beatriz Sarlo, ensayista de nacimiento y demás. Pero el sexo es
den); pero, desengañémonos, otros que una realidad biológica diferencial de los
La historia enseña que los cambios en las
afectan a la constitución interna del siste- seres vivos, mientras que género signifi-
lenguas no se imponen desde las acade-
ma, a su núcleo duro, no cambiarán, por- ca «clase, tipo», de donde géneros litera-
mias ni desde un movimiento social.
que no pueden hacerlo sin que el sistema rios o musicales, por ejemplo, y también
deje de funcionar. Sorprende la confianza con que hoy se género gramatical, que diferencia el (por
quiere implantar el uso conjunto de mas- tradición mal llamado) «masculino» («el
Una última consideración, también des-
culino y femenino, como si esa transfor- almendral pequeño») de su contrapuesto
dramatizadora y relativizadora. En es-
mación lingüística garantizara una igual- «femenino» («la catedral pequeña»), am-
pañol, los nombres que designan seres
dad de género. Cuando esa igualdad se bos evidentemente sin la menor conexión
animados, y por tanto dotados de sexo,
exprese enteramente, ya estará afincada con el sexo.
pueden ser de tres tipos. Unos tienen
en los diccionarios. Pero lo que más sor-
marcas de género («niño/niña», «monje/ El tercer hecho real es que el significado
prende es la curiosa solución de utilizar la
monja», «profesor/profesora»…). Otros no de cada palabra en cada lengua es alea-
letra e final para indicar conjuntamente al
las tienen, pero sí tienen dos géneros, evi- torio, a la manera como son impredeci-
masculino y el femenino. Estudiantes de
denciados por la doble concordancia que bles el tamaño y la forma de cada guijarro
la élite social y cultural, que asisten a los
establecen con el artículo o con otras pa- que pisamos en el camino: ni el uno ni
dos prestigiosos colegios universitarios de
labras («el artista/la artista», «el modelo/ los otros son derivables por ninguna re-
Buenos Aires, hoy dicen: «les alumnes»,
la modelo», «el cantante/la cantante», «el gla, sino que se aprehenden pieza a pie-
«les amigues», como si la «e» final otor-
portavoz/la portavoz»…). Otros, cierta- za según se van encontrando en la vida.
gara la representación del masculino y el
mente, vacilan. Pero hay un tercer grupo Y en castellano real, normal, tradicional,
femenino, a contrapelo del español. La
que me interesa especialmente: es el de general, apolítico el significado de «vas-
historia de las lenguas enseña (a quien la
los nombres llamados epicenos; los epi- co» no posee restricción sexual a varo-
conozca un poco) que los cambios en el ha-
cenos tienen un solo género gramatical, nes: cuando decimos los vascos son un
bla y en la escritura no se imponen desde
pero sirven para referirse tanto a seres de pueblo prerromano estamos incluyendo
las academias ni desde la dirección de un
sexo masculino como a seres de sexo fe- tanto a hombres como a mujeres, mien-
movimiento social, no importa cuán justas
menino. Ahí se ve muy bien que no se de- tras que si decimos los monjes llevan una
sean sus reivindicaciones.
ben identificar género y sexo. Pues bien, vida virtuosa sí excluimos a las mon-
hay muchos nombres epicenos que son fe- Los cambios en una lengua son más difí- jas. Esto lo sabemos todos los hablantes
meninos, lo que supone una muy modes- ciles de implantar que los cambios polí- pues el castellano es así: el significado de
ta compensación al avasallador poder del ticos. La razón es evidente, si atendemos «vasco» carece de restricción sexual (es
masculino como género no marcado. En a que la lengua no es un instrumento ex- simplemente «persona vasca»), pero el
«una persona», «una criatura», «una víc- terior que se adopta a voluntad (como se de «monje» (muy excepcionalmente) la
El lenguaje inclusivo 11
Conclusiones
El lenguaje inclusivo
Sitios Fernández Pérez, Milagros (2013). Sexismo y lengua:
¿Qué nos dicen los enfoques discursivos? Revista
Meana, Teresa [Cotidiano Mujer] (4 de octubre de
de Investigación Lingüística, 16(1), pp. 43-60.
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discriminación sexual en el lenguaje. Madrid: Asociación para la Enseñanza del Español como
Narcea. Lengua Extranjera.
El lenguaje inclusivo
Autoridades de la
Universidad Nacional de La Plata
Presidente
Dr. Fernando Tauber
Autoridades del
Bachillerato de Bellas Artes
Directora
Prof. Andrea Aguerre
Vicedirectora Institucional
Lic. Laura Martínez
Vicedirector Académico
Prof. Pablo Araujo
Secretaria Académica
Dra. Guillermina Piatti
Secretaria Administrativa
Mónica Luna
RESUMEN
Lengua y mujer son dos conceptos tan extensos que la precisión a través
del título es necesaria como categorías distintas y diversas: la lengua es neutra,
su uso puede ser sexista, mientras que el género es una cuestión estrictamente
técnica y no marca sexo, de aquí la atención a la comunicación real, a la
pragmática comunicativa y a lo que queremos decir, lo que decimos y lo que
decimos sin querer. La casuística ejemplificatoria concluye con propuestas para
evitar el desconocimiento de usos sexistas y contribuir, desde la enseñanza de
lenguas, a evitarlos.
ABSTRACT
Language and woman are such two wide concepts that it is necessary to
distinguish them from the title as two distinct and diverse categories: language
is neutral, it can be used in a sexist way, while genre is a purely technical
question, non sex-defining, thus the attention to real communication, to
communicative pragmatics, to what we mean to say, what we actually say and
what we say without knowing. The examples conclude with proposals to prevent
the ignorance of sexist uses and to contribute, from the field of language teaching,
to avoid them.
1
Una primera versión de este texto constituyó la lección inaugural del curso académico
2001-2002 en la Facultad de Educación y Humanidades de Melilla, el día 24 de octubre de
2001.
13
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Las premisas que acabo de exponer casi me han impuesto el tema de esta
intervención, que versará, claro, sobre la lengua y la mujer. El tema es tan amplio
que precisa delimitaciones inmediatas, para que la extensión y la intención se adecuen
a la situación comunicativa en que nos encontramos. Ese es mi propósito y de
ustedes, en tanto que auditorio cuya presencia agradezco, es el derecho a discrepar.
2
Madrid: Siglo XXI, 1978, vol. I.
14
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también una construcción cultural, ejerció una gran influencia. A medida que proli-
feraron los estudios de género, comienza a problematizarse la misma noción de
género, que en principio se asumía como unívoca, y las investigaciones más recien-
tes se cuestionan la utilidad de esa categoría y muchas de sus propuestas van contra
el género 3 , o al menos contra el sistema de género como sistema jerárquico
3
En este sentido, véase Feminismo y filosofía. Ed. de Celia A MORÓS. Madrid: Síntesis,
2000, especialmente pp. 255-284.
4
Citado por M OLINA P ETIT, Cristina: “Debates sobre el género”, en Feminismo y filo-
sofía, op. cit., p. 258.
15
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mesa, fabada, mano o luz? Incluso cuando en la variación lingüística una misma
forma se construye por moción, con variación de género gramatical, no alude siem-
pre a diferencias de sexo, sino a otros ámbitos: el tamaño (jarra / jarro, barca /
barco), el fruto y el árbol (cereza / cerezo, manzana / manzano), el instrumento
frente al usuario (la espada / el espada).
5
En cambio, textos fundamentales no incurren en ese error. Para Francisco M ARSÁ:
Diccionario normativo y guía práctica de la lengua española. Barcelona: Ariel, 1986, en el
parágrafo “El género de los sustantivos”, pp. 115 y ss., se trata de un problema de flexión
genérica en sustantivos y adjetivos que no tiene “una regla única y sencilla”, p. 116; mientras
que para Emilio A LARCOS L LORACH: Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe,
1994, el género es un morfema que por tradición distingue entre masculino y femenino: “Es
un mero indicio de ciertas relaciones del sustantivo con otras palabras del enunciado”, p. 62,
y concluye: “El género es un accidente o morfema que caracteriza al sustantivo, dotándole
de una de las dos posibilidades combinatorias que llamamos masculino y femenino, las
cuales, mediante la concordancia, permiten la manifestación explícita de ciertas relaciones
entre las unidades (o palabras) del enunciado. Al mismo tiempo, el género puede servir de
indicio diferencial de las realidades designadas por el sustantivo (sexo, tamaño, etc.)”, p. 63.
El mismo planteamiento se apuntaba en Juan ALCINA F RANCH y José Manuel B LECUA: Gramá-
tica española. Barcelona: Ariel, 1975, Francisco M ARCOS M ARÍN: Curso de gramática espa-
ñola. Madrid: Cincel-Kapelusz, 1980 y se mantiene en el más reciente de Leonardo G ÓMEZ
TORREGO: Gramática didáctica del español. Madrid: SM, 1997.
16
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El lenguaje es una capacidad compartida por todas las personas, cualquiera que
sea su sexo biológico, su orientación sexual y su identidad genérica, y en el propio
sistema de la lengua, como repertorio que es de posibilidades, se encuentran los
recursos y los mecanismos para usos lingüísticos no discriminatorios. En tanto que
sistema, es creativo y en ello reside su riqueza y su vitalidad. Así, no es necesario
un lenguaje femenino, que en su momento propugnaban feministas, como Luce
6
D UCROT, Oswald.: Decir y no decir. Principios de semántica lingüística. Barcelona:
Anagrama, 1982, pp. 7-10.
7
Después de Babel. Aspectos del lenguaje y la traducción. México: Fondo de Cultura
Económica, 1995 2.ª
8
LÓPEZ GARCÍA , Ángel y MORANT, Ricardo: Gramática femenina . Madrid: Cátedra,
1991, p. 11.
9
I ZQUIERDO , María Jesús: Las, los, les (lis, lus). El sistema sexo/género y la mujer como
sujeto de transformación social. Barcelona: laSal [sic], 1983 e IRIGAY, Luce: «Sexos y géneros
lingüísticos», en Yo, tú, nosotras. Valencia: Cátedra, 1992.
17
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Irigay o María Jesús Izquierdo9 y Álvaro García Meseguer 10 , y de hecho, los dos
últimos, en sus investigaciones más recientes, se retractan de aquellas primeras pro-
puestas 11 , que calificaban de “terrorismo lingüístico”.
10
Vid. Lenguaje y discriminación sexual. Barcelona: Montesinos, 1988 3.º .
11
Vid. I ZQUIERDO , María Jesús: Sin vuelta de hoja. Sexismo, placer y trabajo. Barcelo-
na: Bellaterra, 2001, p. 9. En el mismo sentido, G ARCÍA M ESEGUER , Álvaro: “Sexo, género y
sexismo en español”, en Actas de las VIII Jornadas de Investigación Interdisciplinaria. Los
estudios sobre la mujer: de la investigación a la docencia. Editoras: B ERNIS, Cristina (Salud);
DEMONTE , Violeta (Lengua); G ARRIDO , Elsa y C ALBERT, Teresa G. (Historia); D E LA T ORRE,
Isabel (Sociología). Madrid: Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la Universidad
Autónoma de Madrid, 1991, pp. 329-342, especialmente 338. Y del mismo, más recientemen-
te, ¿Es sexista la lengua española? Una investigación sobre el género gramatical. Barcelona:
Paidós, 1994, y “El español, una lengua no sexista”, en El sexismo en el lenguaje. Eds.
FERNÁNDEZ DE LA T ORRE M ADUEÑO, M.ª D. y otras. Málaga: Servicio de Publicaciones. Centro
de ediciones de la Diputación Provincial de Málaga, 1999, pp. 51-75.
12
Vid. R IVAS C ARMONA , María del Mar: Voz de mujer: lo femenino en el lenguaje y la
literatura. Córdoba: Publicaciones de la Universidad y Obra Social y Cultural Cajasur, 1997.
18
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resume en tres verbos: querer, decir y entender. Qué se quiere decir, cómo se dice
y cómo se entiende, y en los límites se sitúa el poder de manipular. La lengua, como
hecho social, está sometida a cambios, que son posteriores a los producidos en la
sociedad, y está demostrado que las claves del cambio lingüístico son los factores
sociales y las actitudes de los hablantes13 .
El problema, tal como queda planteado, son los usos lingüísticos, y la impor-
tancia de la conducta verbal radica en que a través de ella se revelan las actitudes.
El usuario selecciona de acuerdo con su grado de conocimiento del sistema lingüís-
tico, pero también de acuerdo con sus convicciones, con su lexicón privado, con sus
limitaciones. Como ejemplo: en español existen los términos entender y explicar,
mandar y pedir, orden y responsabilidad, elevar y presentar, suplicar y solicitar, etc.,
pero la elección entre ¿Habéis entendido? o ¿Me he explicado con claridad? depen-
de de que se asuma o no responsabilidad en esa comunicación; entre mandar que
hagan un ejercicio o pedir que hagan un ejercicio se detecta la misma actitud
despótica que entre el personal está a mis órdenes y el personal está bajo mi
responsabilidad. Del mismo modo que era muy diferente la actitud de la persona
cuando elevaba una instancia por la que suplicaba y la de quien presenta una
instancia por la que solicita. En este mismo sentido, es curioso notar que las enti-
dades bancarias han impuesto la expresión pedir y conceder un crédito, cuando los
créditos se compran y se venden. Pero el uso de pedir y conceder sitúa al cliente en
posición de inferioridad y le obliga a dar explicaciones. Y ese mismo matiz de
inferioridad que se adhiere a pedir, lleva a quienes gestionan la administración
pública a encargar un informe en vez de pedirlo.
El peligro reside en que si, como dijo Wittgenstein, los límites del lenguaje son
los límites del pensamiento, desde los usos lingüísticos se puede manipular el pen-
samiento: el lenguaje influye en el modo de percibir la realidad y transmite un
trasfondo cultural e ideológico que tiende a perpetuarse, ya que a menudo los hablantes
no son conscientes de ello: “El lenguaje disfraza el pensamiento” 14 . Los discursos
de la persuasión y de la seducción, especialmente el lenguaje político y el publici-
13
Vid. L OZANO D OMINGO, Irene: Lenguaje femenino, lenguaje masculino ¿Condiciona
nuestro sexo la forma de hablar? Madrid: Minerva, 1995.
14
W ITTGENSTEIN , Ludwig: Tractatus Logico-Philosophicus. Madrid: Alianza, 1993 4.º
19
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15
La distinción del alemán está tomada de Marina GUGLIELMI : “La traducción literaria”,
en Introducción a la literatura comparada. Ed. Armando G NISCI . Barcelona: Crítica, 2002, p.
332. Un trabajo que se sitúa en la línea de los estudios poscoloniales que intentan abordar
las formas silenciosas de escritura femenina y abordar la textualidad de las mujeres del
llamado Tercer Mundo. A veces no hay que recurrir a la traslación entre lenguas diferentes,
para la que puede verse el trabajo de J. F. RUIZ C ASANOVA: Aproximación a una historia de
la traducción en España. Madrid: Cátedra, 2000 y Amparo H URTADO A LBIR: Traducción y
traductología. Introducción a la traductología. Madrid: Cátedra, 2001. Las opiniones clásicas
sobre este problema pueden verse en Textos clásicos de la teoría de la traducción. Ed. M.
A. V EGA. Madrid: Cátedra, 1994.
20
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16
Generalitat Valenciana (1987), Ministerio de Educación y Ciencia (1988), Ministerio
de Asuntos Sociales (1989), Ministerio para las Administraciones Públicas (1990), Unesco
(1991), Generalitat de Catalunya (1992), Instituto Andaluz de la Mujer (1995), Instituto
Aragonés de la Mujer (1995), Plataforma para un lenguaje no discriminatorio (1996), Comissió
Obrera Nacional de Catalunya-CONC (1997), Ayuntamiento de Alcobendas (s.a.), CC.OO.
(s.a.), Herrera-Reñé (s.a.). Citado por C ALERO F ERNÁNDEZ , M.ª Ángeles: Sexismo lingüístico.
Análisis y propuestas ante la discriminación sexual en el lenguaje. Madrid: Narcea, 1999, p.
165.
17
Respecto al uso de la barra y el paréntesis, véase la Ortografía de la Lengua Espa-
ñola de la Real Academia Española de la Lengua. Madrid: Espasa, 1999, pp. 42 y 86.
21
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- Los llamados duales aparentes: significa algo distinto zorro y zorra, hom-
bre público y mujer pública; entretenido y entretenida...
- En este nivel léxico hay que incluir también la denominación de los oficios
y profesiones y las polémicas para nombrar la imparable, pero todavía
insuficiente, incorporación de la mujer a oficios y profesiones en el espacio
público. Las soluciones que adoptan los hablantes son muy variadas, y los
nuevos nombres se van incorporando, con más o menos dificultad, a los
repertorios lexicográficos. De este modo, desde la décimonovena edición
del Diccionario de la Real Academia, que tanto ha criticado García Meseguer,
hasta la vigésima segunda , presentada el pasado día 16, la visión de la
mujer a través del léxico específico ha cambiado radicalmente. Con un
matiz inevitable: los repertorios lexicográficos son diacrónicos, se constru-
yen a lo largo del tiempo y recogen la vida de las palabras; por tanto,
existen muchos más vocablos para nombrar, por ejemplo, la prostitución
femenina (más de 700 recoge Miguel Casas 18 , sin parangón en ningún otro
22
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18
C ASAS, Miguel: Contribución al estudio del léxico eufemístico / disfemístico. Las
designaciones de la prostitución en el español moderno. Barcelona: ETD Micropublicaciones,
1990.
19
L LEDÓ C UNILL, Eulalia: “Crónica de un equívoco: la sesgada construcción de una
identidad femenina a través de las noticias sobre maltratos”, en Mosaicos y taraceas:
deconstrucción feminista de los discursos de género. Eds. B ENGOECHEA , Mercedes y MORALES,
Marisol. Madrid: Universidad de Alcalá, 2000, pp. 145-160.
20
GARCÍA M ESEGUER, Álvaro: Lenguaje y discriminación sexual. Barcelona: Montesinos,
1988 3.º
23
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A menudo las marcas de la discriminación son muy sutiles, tanto que se cons-
truyen con palabras aparentemente desprovistas de significación: pronombres perso-
nales, posesivos, conjunciones, adverbios...:
El ¿Te ayudo?, ¿te hago algo en la cocina?, que a veces utilizan los varones
en el ámbito doméstico para demostrar su buena disposición, lleva inconscientemen-
te a las mujeres a seguir construyendo: me ayuda mucho, cuando alardean de lo
buenos que son (algunos), sin reflexionar en que el te y el me nos consagran como
las únicas responsables del trabajo doméstico.
21
G RIJELMO, Alex: La seducción de las palabras. Madrid: Taurus, 2000, pp. 243-255.
24
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Ese término viudo, que confiere derecho al varón, asigna el deber a la mujer
de por vida.
Pero no es suficiente con alertar de las trampas del lenguaje: debemos conocer
cómo sortearlas y cómo contrarrestarlas. Desde la enseñanza de las lenguas se puede
y se debe contribuir a evitar usos sexistas, y quiero apuntar algunas propuestas:
25
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Es curioso, en este sentido, recordar la defensa de Lázaro Carreter del uso del
masculino genérico que él ejemplificaba en ¡Vivan los novios!, porque decía: ¿quién
puede dudar de que se refiere a él y a ella? Pues bien, cuando en estos momentos
22
Vid. C ALERO F ERNÁNDEZ , M.ª Ángeles: Sexismo lingüístico. Análisis y propuestas ante
la discriminación sexual en el lenguaje. Madrid: Síntesis, 1999, especialmente pp. 167 y ss.
26
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las relaciones sociales han evolucionado de tal modo que el matrimonio entre homo-
sexuales comienza a ser un hecho, el masculino genérico novios, además de no
discriminar a la novia, permite seguir vitoreando a la pareja, cualquiera que sea el
sexo biológico, la opción sexual y la identidad genérica de las personas que la
formen.
Para concluir: en todas las comunidades lingüísticas y en todas las épocas, han
sido los usuarios, y no las lenguas, quienes discriminan o no. El mismo sistema
lingüístico que hace posible construir: la maté porque era mía, que tanto ha pesado
en el inconsciente colectivo y todavía hoy produce efectos estremecedores, permitió
también la expresión del eslógan de las feministas italianas en los años sesenta: yo
soy mía (IO SONO MIA). Pero no olvidemos que mucho antes, en 1585, otro usuario
de nuestra lengua, Cervantes, por boca de una mujer, la pastora Gelasia, formuló ese
mismo grito en un endecasílabo perfecto: libre nací, y en libertad me fundo.
27
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BIBLIOGRAFÍA
28
P UBLICACIONES, 32, 2002
Feminismo y teoría del discurso. Ed. Giulia COLAIZZI . Madrid: Cátedra, 1990.
29
P UBLICACIONES, 32, 2002
IZQUIERDO , MARÍA JESÚS : Las, los, les (lis, lus). El sistema sexo/género y la
mujer como sujeto de transformación social. Barcelona: laSal [sic], 1983.
30
P UBLICACIONES, 32, 2002
RODES G ISBERT , M.ª I SABEL Y S IMÓN R ODRÍGUEZ, M.ª E LENA : «Una ocasión sin-
gular: el aprendizaje de otra lengua», en Del silencio a la palabra, op. cit.,
pp. 348-357.
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P UBLICACIONES, 32, 2002
32
CULTURA
El director de la RAE, Darío Villanueva, en la sede de la institución en Madrid, el pasado martes. En video, declaraciones
de la Vicepresidenta Carmen Calvo. FOTO: INMA FLORES. VÍDEO: EUROPA PRESS.
El director de la Real Academia Española (RAE) Darío Villanueva (Villalba, Lugo, 1950) empezó
la semana pasada inmerso en una polémica sobre las decepcionantes ventas en papel de la
23ª edición del Diccionario y la terminó en mitad de una tormenta por la renuencia de la RAE a
abrazar el lenguaje inclusivo en la Constitución. Tras ambas controversias laten dos
problemas de una institución de 305 años. Por un lado, están las estrecheces económicas,
derivadas de una prolongada crisis y de una drástica reducción de la aportación del Estado.
Por el otro, la imagen de sus académicos. La RAE salta a menudo a los titulares por
encontronazos lexicográficos, deslices ante periodistas y otras salidas de tono de una entidad
acusada de demasiado conservadora y de poco inclinada a adaptar el idioma a las realidades
de la igualdad y el género.
La RAE asegura que comprenderá, no voy a ser yo el que ande buscándola”. Y se reiteró en
no regala sus convicciones. “Ya hemos iniciado el trámite [que acabará con un
diccionarios sino que
pronunciamiento del pleno en octubre]. Aunque la doctrina sobre el
los dona
tema es muy clara y no creo que la academia se vaya a apartar de ella. El
cambio de la constitución es muy difícil; francamente, lo veo como una
serpiente de verano. La reacción de Arturo Pérez-Reverte, que puso la venda antes de la
herida, no ha ayudado al sosiego [el académico dio su palabra en Twitter de que dejaría la RAE
si prosperaba la iniciativa]. No se conoce un caso de nadie que haya abandonado la institución
y no está en cuestión el carácter vitalicio del cargo de académico”.
P. Entonces no la cambian porque consideren que está mal, sino por esos ejemplos.
R. Hemos creado una herramienta llamada Enclave, una plataforma integrada de servicios
lingüísticos, pensada para la utilización profesional de quienes trabajan con la lengua, que
somos casi todos. Además de los diccionarios, se pueden encontrar verificadores de texto y
correctores ortográficos y gramaticales muy desarrollados, así como recursos educativos. La
licencia individual cuesta 30 euros, aunque confiamos en que pueda ser adquirida por el
Estado. Ya se lo hemos expuesto a la administración anterior y parecían inclinados; tenemos
que retomar el asunto con la nueva. Con un contrato de esas características, paliaríamos la
reducción de la aportación pública a la RAE. En el momento mejor, que fue 2008, aportaba el
50% del presupuesto (4,1 millones). Eso ha caído un 60%: ahora ponen el 20% de un total de
7 millones. No pretendemos recuperar la subvención de 2008, sino parte de la financiación
que teníamos a través de los recursos propios. Tenemos una plantilla de 85 personas, además
de los 46 académicos, que, por todo sueldo, reciben 140 euros de dietas por sesión. El
problema está en sostener esa plantilla muy cualificada. Lexicógrafos, lingüistas, informáticos
y administrativos; sin ellos no se puede hacer el trabajo de los académicos. Esa es la primera
de las cuatro tormentas que azotan la RAE.
R. Nacerá digital. En su presentación habrá pantallas, no libros. Eso no quita para que luego
imprimamos diccionarios, en plural.
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En un escrito publicado por Daniel Molina se aclara que “todas las lenguas
aceptan cambios. Pero solo los aceptan en el nivel del léxico, de la
fonética y de la ortografía. En el nivel gramatical no” por lo que la
pretensión de aplicar modificaciones gramaticales al castellano, sería
equivalente a dejarlo atrás para generar un idioma nuevo. “Cuando los
pueblos del occidente del Imperio Romano dejaron de declinar las palabras –se
explaya- pasaron del latín al francés, al rumano, al catalán, al italiano, al
portugués y al castellano. Un cambio gramatical creó otros idiomas. Fue un
proceso inconsciente y llevó siglos. No se conocen cambios gramaticales que
permitan seguir hablando la misma lengua. Tampoco se conocen cambios de
idioma que hayan surgido de una militancia ideológica”.
1/4
Vale la pena ver lo que sucede con la gramática de otros idiomas y su
relación con la sociedad en la que se hablan. Según explica el lingüista
Mo’ámmer Al-Muháyir en la publicación científica Nullius in verba Site, el
árabe clásico, instalado sin modificaciones en todo el mundo
áraboparlante desde el Siglo VI, es una “lengua que a la inversa que el
castellano, usa el femenino para englobar ambos géneros” en tanto “el
artículo determinante no tiene género ni número” por lo que “el pronombre
femenino en singular que significa ‘esta’ es usado indistintamente para los
plurales de sustantivos masculinos. (…) Entonces, los árabes no dicen ‘estos son
libros’, sino que dicen: ‘esta son libros’”. Más allá de los prejuicios o
exageraciones diseminados por la prensa, las luchas para promover la
igualdad entre los géneros no tienen en el mundo árabe la relevancia con
la que cuentan en el mundo occidental. “No parece que el uso extendido
del femenino genérico, que abarca pronombres demostrativos, relativos y
adjetivos, haya tenido un efecto particular en la manera en que los
áraboparlantes entienden el papel de la mujer en su sociedad ni les haya
permitido solucionar sus problemas de igualdad de género”, concluye el
especialista en este sentido.
3/4
4/4
El género no marcado
elpais.com/cultura/2012/03/07/actualidad/1331150944_957483.html
Cuando yo construyo una frase en que un adjetivo debe concordar con dos
sustantivos, uno masculino y otro femenino, necesito que ese adjetivo (si tiene
variación de género; muchos no la tienen) vaya en uno de los dos géneros. Uno
cualquiera, en principio... Lo que no puede es no ir en ninguno, porque el “sistema”,
para funcionar, necesita que uno se imponga por defecto. Tampoco puede ir en los
dos, porque su presencia simultánea es incompatible en una sola forma, del mismo
modo que una misma palabra no puede estar escrita al mismo tiempo en redonda y
en cursiva (sí, por cierto, en redonda y en negrita). Sí puede, pero no debe, duplicarse
el adjetivo, porque ello atenta contra un principio fundamental en las lenguas que es
el de la economía, al que también podríamos llamar “del mínimo esfuerzo”. Así, no
1/4
nos queda más remedio, en nuestra lengua, que decir los árboles y las plantas estaban
secos, con el adjetivo en masculino. ¿Por qué? Porque el masculino es el género por
defecto, es, frente al femenino, el género no marcado.
Del mismo modo, si una persona tiene tres hijos y dos hijas, dirá, interrogado acerca
de su prole, que tiene cinco hijos. No dirá que tiene cinco hijos o hijas, ni cinco hijos e
hijas, ni cinco hijos / hijas (léase “cinco hijos barra hijas”). Podrá escribir que tiene cinco
hij@s, pero esto no lo podrá decir, leer, así que de nada le vale. Yo, a diferencia de mi
colega Ignacio Bosque, no he tenido paciencia para echarme al coleto todas esas
guías que sobre el lenguaje no sexista han proliferado. Supongo que alguna de ellas
recomendará a nuestro perplejo pater familias que diga algo así como esto: Mi
descendencia la forman cinco unidades. Pobrecillo.
Hay tres tiempos verbales, y uno de ellos, el presente, es el tiempo no marcado frente
al pasado y el futuro. Prueba de ello es la capacidad que tiene para suplantarlos:
Colón descubre América en 1492 significa en realidad ‘Colón descubrió América en
1492’, y mañana no hay clase significa ‘mañana no habrá clase’.
2/4
determinados aspectos del lenguaje también cambiarán (en ese orden); pero,
desengañémonos, otros que afectan a la constitución interna del sistema, a su núcleo
duro, no cambiarán, porque no pueden hacerlo sin que el sistema deje de funcionar.
Antes de seguir adelante conviene hacer una observación acerca del género neutro,
pues en las discusiones sobre estos asuntos hay quien esgrime a menudo esa
palabra, sin saber muy bien lo que dice, como posible vía de solución. Olvidémonos
por completo del neutro. En español (a diferencia de lo que ocurría en latín) no hay
más que dos géneros, masculino y femenino. Del neutro latino solo han sobrevivido
en nuestra lengua unos pocos fósiles pronominales y el artículo lo. Así que una más
que hipotética solución salomónica en que un ideal género neutro salvador viniera a
solucionar el problema asumiendo el papel de género no marcado es una “solución”
(¿?) absolutamente inviable.
Hay otro ejemplo muy bonito, y de más calado. En italiano —una lengua hermana de
la española, y hablada por un pueblo a menudo tildado de masculinista o de machista
— un pronombre femenino, Lei (literalmente ‘ella’), se utiliza con el mismo valor que
nuestro usted, es decir, asume, en el tratamiento de respeto, la representación tanto
de un hombre como de una mujer. Bien pensado, otro tanto le ocurría al antecesor
de nuestro usted, la forma vuestra merced, con esa visible marca femenina en el
posesivo, en consonancia con el género femenino de merced.
Ya sé que estos ejemplos de ligera prevalencia del femenino implican muy parva
compensación. Espero, al menos, que sirvan, como lo pretende la totalidad de este
artículo, para relativizar las cosas, desdramatizando a todo trance una terca realidad
contra la que es estéril estrellarse: la condición inamovible del masculino como
género no marcado.
4/4
¿Invisibiliza nuestra lengua a la mujer?
elpais.com/cultura/2018/11/28/actualidad/1543418937_639835.html
December 2, 2018
Una corriente feminista muy presente en los medios asegura que la mujer se siente
excluida del llamado “masculino genérico”. Algunas de sus promotoras (sociólogas,
juristas…, raramente las filólogas) consideran machista este rasgo de la lengua
española y propugnan que en una artificial “lengua cultivada”, certera denominación
de Juan Carlos Moreno Cabrera (Diversidad lingüística y diversidad cultural, 2011), se
pronuncien duplicaciones como “ciudadanos y ciudadanas”, “españoles y españolas”,
“todos y todas”, a fin de evitar la “invisibilidad” de la mujer.
Para aportar nuevas reflexiones sobre este asunto, con otro punto de vista,
partiremos de la diferencia entre “significado” y “significante”.
MÁS INFORMACIÓN
El significante “casa” (es decir, la palabra “casa” pronunciada o escrita) nos hace
pensar en la imagen (el significado) de un edificio con puertas y ventanas, tal vez
también con chimenea. Al pronunciarse el significante “casa” no se expresan los
significantes “ventana”, “puerta” y “chimenea”; sin embargo, todos los conceptos que
ellos representan vienen a nuestra mente en el significado cuando oímos o leemos la
palabra “casa”. La ideación activada por el significante “casa” incluye esos elementos
porque están en nuestra memoria de una casa. Por tanto, el significante “casa” son
unas letras o unos sonidos. Y el significado, la idea que tenemos de una casa. Las
ventanas y la puerta no están en el significante, pero sí en el significado.
Por todo ello, como explican las investigadoras feministas en el uso del lenguaje
Aguasvivas Catalá y Enriqueta García Pascual (Ideología sexista y lenguaje, 1995), no
hay que confundir ausencia con invisibilidad. Es decir, no se debe confundir “ausencia
del género femenino” en el significante con “invisibilidad de las mujeres” en el
significado.
1/7
Así pues, al analizar el significado de una palabra conviene observar a la vez su
sentido (entendemos aquí el sentido como “el significado más el contexto”). Veamos.
La palabra “copa” se vincula a bote pronto en una conversación familiar con un
recipiente de cristal; pero con un trofeo en la conversación entre futbolistas, o con la
parte superior de un árbol si habla un grupo de ingenieros forestales. El contexto de
cada caso influye en el sentido que activa el significante en nuestra mente.
Estamos aquí ante lo que los filólogos llaman “automerónimos”. Victoria Escandell,
una de los grandes especialistas españoles en pragmática (el estudio del sentido más
allá de los significados exactos), compara el caso del genérico masculino con ejemplos
como “noche” y “día” (Reflexiones sobre el género como categoría gramatical, 2018).
Cuando decimos que alguien “tardó tres días en llegar”, en ese periodo se sucedieron
la noche y el día durante tres fechas. El término “noches” no ha figurado en el
significante, “días”, pero esa idea no está ausente de lo que se entiende al oír “tres
días”. Así pues, “día” engloba “noche” y “día”, del mismo modo que “los trabajadores
de la empresa” engloba a los trabajadores y a las trabajadoras. En todos estos casos,
una palabra puede abarcar a su opuesta conjuntamente o sólo a sí misma por
separado. El contexto lo descifra con facilidad.
Varias lenguas con femenino genérico (el guajiro, el afaro, el zaise…) se hablan en
comunidades muy patriarcales
Se trata de una traslación fácil, que parece de cajón. Sin embargo, nos hallamos ante
“una hipótesis científicamente indemostrable” (María Márquez Guerrero, Bases
epistemológicas del debate sobre el sexismo lingüístico, 2016), aunque la veamos como
probable con nuestros ojos de hoy. Pero, repetida tantas veces sin discusión, hasta se
hace difícil contradecirla, por la influyente presión general y porque quienes la
sostienen están defendiendo una lucha justa.
Esa relación de causa-efecto (es decir, que el dominio social masculino provocó el
masculino genérico) puede parecerse a la teoría de los dos relojes formulada hace
siglos (con otro propósito) por el holandés Arnold Geulincx: Dos relojes de pared
marchan perfectamente. Uno marca la hora y el otro da las campanadas, de modo
2/7
que si miramos al uno y oímos al de al lado podría pensarse que el primero hace
sonar al segundo.
Dicho de un modo más rural: sabemos que el canto de los gallos no hace que salga el
sol.
Todos podemos observar, sin embargo, que con una misma lengua se dan
sociedades machistas y sociedades más próximas a la igualdad. Unos idiomas tan
extendidos como el español o el inglés ofrecen muchas posibilidades al respecto.
Por otro lado, si se cumpliera esa relación entre el predominio social masculino y el
uso del genérico masculino en el idioma, las sociedades que hablan lenguas
“inclusivas” deberían ser menos machistas. Por ejemplo, el idioma magiar no tiene
género, de lo cual debería deducirse que la sociedad húngara es más igualitaria que la
sociedad española. Y lo mismo sucede con el turco, un idioma con escasísimas
palabras dotadas de género. Y con el farsi (o persa), la lengua que se habla en Irán. Si
la sociedad iraní no ha dado lugar a un idioma de predominio masculino, eso habría
de estar relacionado con la supuesta realidad de una sociedad menos masculina que
la española.
Y otro tanto pasa con el quechua, empleado por una sociedad que fue poligámica y
donde funcionaban los harenes (Araceli López Serena. Usos lingüísticos sexistas y
medios de comunicación).
Sin embargo, otras lenguas con femenino genérico, como el mohawk o mohaqués
(ahora 3.000 hablantes en EE UU y Canadá), sí se dieron en sociedades con notables
rasgos matriarcales.
3/7
Y en efecto, el genérico “niños” engloba a niños y niñas; pero el masculino “yernos” no
engloba a las nueras; ni “curas” engloba a las monjas. No podemos decir “mañana
vienen mis yernos” si en el grupo hay nueras. Eso sí sería lenguaje no inclusivo. Y
habría de afirmarse por tanto “mañana vienen mis yernos y mis nueras”; del mismo
modo, una reunión de curas y monjas no se puede definir como “una reunión de
curas”. Ni una asamblea de hombres y mujeres como “asamblea de hombres”.
Si hubiera existido algún día esa directriz machista original y duradera, el mismo
masculino que se impone en los dobletes morfológicos (es decir, “los niños” para
nombrar a “niños” y “niñas”) se habría impuesto también al femenino en todos los
dobletes que no son de carácter morfológico sino léxico (“toro / vaca”, “jinete /
amazona”, “dama / caballero”, “marido / esposa”…).
No está de más decir “la persona” y no “el hombre”, o huir de usos asimétricos como
“mi señora” o “mi parienta”
Asimismo, esas teorías que aquí cuestionamos deberían considerar más igualitario el
laísmo castellano (con su desdoblamiento “la dije” a ella / “le dije” a él) que el uso
general en español (“le dije” tanto para ella como para él). Sin embargo, ese laísmo
igualitario sería rechazado seguramente por la mayoría de las hablantes.
De todos estos ejemplos se puede deducir, si así se desea, que no existe una relación
comprobada de causa-efecto entre la sociedad y la lengua en cuanto al dominio
masculino.
Plantear esa relación como si fuera cierta y tenaz equivale a ver el problema en un
plano (la desigualdad real) y poner la solución en otro (la gramática).
Es cierto que la mujer sufre una discriminación insoportable, y eso dispara los juicios
y los prejuicios contra el genérico masculino una vez que éste ha sido erigido como
símbolo de la dominación del varón. Lo curioso es que si la sociedad discriminara al
hombre (lo cual planteamos solamente a efectos dialécticos, pues sabemos que no
sucede así) unas hipotéticas (y absurdas) organizaciones masculinistas tendrían
también argumentos (o falacias) para culpar al lenguaje. Es decir, podrían plantear
sus propios relojes de Geulincx.
Si en esa noticia se suprimiera el término “varón”, Major quedaría como “el primer
representante del Reino Unido en una cumbre comunitaria desde hace 11 años”, lo
que resultaría falso (pues no era la primera vez que el Reino Unido estaba
representado ahí). Así pues, la necesidad de añadir “varón” demuestra que el
genérico masculino incluye objetivamente a las mujeres.
2. Por otro lado, el genérico masculino excluye supuestamente a las mujeres de las
acciones meliorativas (aquellas en las que se suele pretender la visibilidad), pero
también de las peyorativas: Veamos esta afirmación: “Han entrado unos ladrones y se
lo llevaron todo”. Siguiendo las teorías de una parte del feminismo, con esa
afirmación se excluye la posibilidad de unas ladronas; a pesar de que se desconoce la
autoría del latrocinio. Un sistema lingüístico construido para beneficiar a los hombres
habría impedido eso. Y en una hipotética situación de inferioridad social masculina,
esta circunstancia gramatical habría podido usarse para reforzar (absurdamente) sus
reivindicaciones.
Como hemos visto, ante la palabra “casa” construimos nuestro significado a partir del
contexto que conocemos (y por eso imaginamos las ventanas). El contexto, en efecto,
rige el sentido de lo que expresamos.
Imagine usted, atento lector o atenta lectora, que lee esta oración:
Entonces, podemos pensar si no será mejor actuar sobre la realidad que sobre el
lenguaje. Cuando la realidad cambie, el contexto alterará el significado de las palabras
sin necesidad de alterar su significante, del mismo modo que el término “coche”
mantiene sus letras pero ha cambiado con el tiempo la representación mental que
provoca (desde los coches tirados por la potencia de los caballos a los caballos de
potencia que tiran ahora de los coches).
5/7
Por todo ello, al observar el supuesto machismo del lenguaje no se pueden analizar
los significantes y los significados en ausencia del contexto que les aporta el sentido.
Pero ante este problema también compartimos la propuesta que formulan las ya
mencionadas Catalá y García Pascual: Que las mujeres se apropien de los genéricos,
en vez de excluirse de ellos.
Hay precedentes. Por ejemplo, una mujer puede recibir un “homenaje” porque las
mujeres se han apropiado de esa palabra de forma que ya nadie recuerda que dentro
de tal vocablo se encuentra la raíz home (“hombre”, en el occitano de origen). Del
mismo modo, las mujeres tienen “patrimonio” y “patria potestad”; porque a lo largo
de los años se han apropiado de esos términos de raíz masculina (pater) en vez de
sentirse excluidas de ellos; como han hecho a su vez los homosexuales varones con la
palabra “matrimonio” (de mater), de la que también se han apropiado
venturosamente.
Todo eso no impide (y la lengua lo permite) que se usen fórmulas como “señoras y
señores”, “amigos y amigas” si así lo desea quien habla. Ya estaban en el Mio Cid (siglo
XII): “Exien lo ver mugieres e varones, burgeses e burgesas por las finiestras son”.
Tampoco está de más evitar masculinos “genéricos abusivos” (en expresión de María
Márquez) y decir “la persona” en vez de “el hombre”, o huir de usos asimétricos como
“mi señora” o “mi parienta” (puesto que no se emplean “mi señor” ni “mi pariente”); o
evitar el elogio de llamar “machada” a una hazaña deportiva, entre otros consejos
válidos que suelen partir de filólogas feministas.
Con este mismo sistema de lengua (el sistema es una cosa y los usos son otra) se
puede construir una sociedad más justa si nos aplicamos a ello, si desterramos la
violencia machista, la brecha salarial o la publicidad sexista, si aplicamos una
enseñanza igualitaria o si corregimos el tratamiento de la mujer en los videojuegos,
entre otros muchos asuntos.
6/7
Cuando todos esos problemas estén resueltos (ojalá pronto) y la igualdad sea
completa, el género gramatical perderá seguramente toda la trascendencia que
ahora se le otorga. La realidad habrá cambiado los contextos; los contextos habrán
transformado el sentido, y los genéricos masculinos se convertirán en una mera
convención porque habrán sido asaltados por las mujeres, como ya ocurrió con
“homenaje” o “patrimonio”.
Cuando ese momento llegue, quizás a nadie le importe ya la gramática. Pero mientras
tanto, es entendible que el genérico masculino siga pagando los platos rotos.
7/7
A propósito del lenguaje inclusivo
institutoacton.org/2019/02/05/a-proposito-del-lenguaje-inclusivo-claudio-marenghi/
February 5, 2019
10 de de enero de 2019
Tal es el caso del flamante ‘lenguaje inclusivo’, así llamado porque propone avanzar
con un nuevo modelo lingüístico no sexista, que anule la distinción entre masculino y
femenino en las palabras ligadas al ámbito de lo humano, con la finalidad de
visibilizar y exaltar la tan lícitamente reclamada igualdad de género. Para comenzar a
tratar esta cuestión, debemos partir del supuesto de que los seres humanos nacen
sexuados como varones o mujeres. Si alguien dudara o intentara negar este
supuesto, tiene ante sus ojos, en la simple observación directa de las personas
humanas, ciertos rasgos morfológicos de evidencia indubitable, especialmente en los
órganos sexuales y reproductivos. Si con esto no alcanzara, se podría llevar la
observación a un nivel molecular, en donde el ADN de los varones presenta dos
cromosomas sexuales distintos llamados ‘heterogaméticos’ (xy), en tanto que el ADN
de las mujeres manifiesta dos cromosomas sexuales de la misma clase denominados
‘homogaméticos’ (xx). Esto puede resultar muy elemental, pero es necesario
señalarlo porque de esta diferenciación sexuada binaria proviene la especificación
que da origen a los géneros lingüísticos con que se nombra a los seres humanos y a
1/11
todo lo relacionado a su mundo en ‘masculino’ y ‘femenino’: he aquí el correlato
genérico-lingüístico referenciado al ámbito de lo sexual-biológico.
Sin embargo, hay que tener presente que en castellano el género de una palabra, sea
masculino o femenino, no siempre diferencia sexo. Lo hace en sustantivos como
‘señor’ y ‘señora’, ‘secretario’ y ‘secretaria’, ‘perro’ y ‘perra’, ‘gato’ y ‘gata’, que remiten
Otras veces sucede que el género no sirve para diferenciar nada, porque muchas
palabras tienen su forma en femenino y no existen en masculino o, a la inversa,
tienen su forma en masculino y no existen en femenino. En esos casos, el género sólo
marca gramaticalmente el modo en que deben ser usadas las otras dicciones de los
sintagmas que rodean y complementan a la palabra en cuestión. Por ejemplo, ‘zapato’
existe sólo en masculino sin ser un objeto sexuado. No es posible decir ‘zapata’, sin
embargo necesitamos esa referencialidad masculina para poder decir que el zapato
es ‘negro’ y no ‘negra’. Otro ejemplo, ‘zapatilla’ existe sólo en femenino porque no
existe ‘zapatillo’ y tampoco es un objeto sexuado. Pero necesitamos ese femenino
nominal para poder decir que la zapatilla es ‘blanca’ y no ‘blanco’. En efecto, el
castellano, al igual que el alemán, es una lengua que atribuye género gramatical a los
objetos no sexuados, tornándose más complejo su aprendizaje y su aplicación, en
cambio, el inglés dispone del género neutro para designar esta clase de objetos,
configurándose en este aspecto como una lengua más simple y de precisa ejecución.
Así, ‘llave’ es femenino en castellano, ‘Schlüssel’ es masculino en alemán y ‘key’ es
neutro en inglés, teniendo los tres vocablos el mismo significado. Algo parecido
ocurre con ‘puente’ que es masculino en castellano, ‘Brücke’ que es femenino en
alemán y ‘bridge’ que es neutro en inglés, términos que también son sinónimos. En
castellano, incluso, los ‘sustantivos comunes en cuanto al género’, como ‘artista’,
‘pianista’ o ‘turista’, que se mantienen invariables sin importar si se refieren a un varón
o una mujer, acaban señalando el género de lo que nombran a partir de los otros
términos que los complementan sintagmáticamente, sean adjetivos, artículos o
determinantes.
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2.- Más allá de estos matices morfológicos que venimos señalando, se acusa a esta
bipolaridad genérica del castellano de haber dado origen a un lenguaje sexista
funcional a los intereses de las sociedades opresoras heteropatriarcales. ¿Qué se
entiende en este contexto por ‘lenguaje sexista’? Básicamente, nombrar ciertos roles
y trabajos sólo en masculino, referirse a la persona genérica como ‘el’ hombre, usar
las formas masculinas para referirse a ‘ellos’ incluyendo a ‘ellas’, dejando las formas
femeninas sólo para ‘ellas’, nombrando a las mujeres siempre en segundo lugar y
otras cuestiones por el estilo. Las indeseables consecuencias de esta desigualdad
morfológica, según el feminismo y otros colectivos que defienden los intereses de
otras identidades de género, se traducen en cierto imperio de la violencia simbólica
en nuestro mundo cultural. Este atropello tendría que ver con pensarnos a nosotros
mismos y a nuestra inserción en el mundo, con categorías que, de algún modo, nos
serían impuestas y que coincidirían con las categorías desde las que los ‘opresores’
definen la realidad, justificando su dominación y su situación de privilegio respecto
de los ‘oprimidos’. La dinámica inherente a esta violencia atravesaría los caminos
simbólicos del conocimiento, el lenguaje y la comunicación, consiguiendo la
invisibilización y la naturalización de la situación de dominio.
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violencia simbólica aparejada, un primer ensayo de neutralización plantea el uso de
la desinencia ‘x’ para significar el género indistinto, así tendríamos nuestra frase
reformulada como sigue: “Lxs compañerxs argentinxs que trabajan en diferentes
sectores del comercio y de la industria son sumamente valiosxs, porque todxs
colaboran con su función parcial a la promoción del bien común.” Una segunda
variante del lenguaje tradicional, análoga a la propuesta anterior, nos presenta la ‘@’,
un ícono inclusivo que traza gráficamente una ‘a’ en una ‘o’, frente a lo cual
tendríamos en nuestro caso:
En tanto que el uso de la ‘x’ está en plena vigencia, aunque con numerosas
incertidumbres sintácticas, el uso de la ‘@’ es cada vez menos frecuente por resultar
sumamente disruptivo, ya que no pertenece al abecedario y en su grafía rompe el
renglón en una nivelación distinta al resto de los signos alfabéticos. Sin embargo,
tanto el uso de la ‘equis’ como de la ‘arroba’ en lugar de la vocal que demarca el
género, restringe el lenguaje inclusivo al campo de la lectoescritura, dado que estos
símbolos gráficos carecen de correlato fonético. Por este motivo, en el campo de la
oralidad, los dos ejemplos enunciados deberían pronunciarse de un modo similar al
que sigue: “Los compañeros y las compañeras argentinos y argentinas que trabajan
en diferentes sectores del comercio y de la industria son sumamente valiosos y
valiosas, porque todos y todas colaboran con su función parcial a la promoción del
bien común.” O también, como a veces se manifiesta de manera abreviada en ciertos
textos, con la ayuda de la ‘/’: “Los compañeros/as argentinos/as que trabajan en
diferentes sectores del comercio y de la industria son sumamente valiosos/as, porque
todos/as colaboran con su función parcial a la promoción del bien común.”
Aunque entre los activistas feministas y de la diversidad sexual que impulsan este giro
lingüístico, hay una tercera variante que parece tener mejor proyección a futuro, para
ser incorporada sin pelearse demasiado con el sistema vigente, consistente en el uso
de la ‘e’ como vocal para señalar el género neutro, especialmente porque puede
utilizarse fácilmente en la interacción oral. En este caso, nuestro ejemplo sería
reformulado del siguiente modo: “Les compañeres argentines que trabajan en
diferentes sectores del comercio y de la industria son sumamente valioses, porque
todes colaboran con su función parcial a la promoción del bien común.” Pensamos
que esta opción tiene serios problemas a resolver, como la creación de un pronombre
neutro (‘elle‘) y de un determinante (‘une‘). Otra dificultad manifiesta de esta variante
del lenguaje inclusivo tiene que ver con la disonancia entre la desinencia verbal y los
sustantivos o adjetivos neutralizados, como en “Consideremos al otre” o “Hoy
estamos todes”, disonancia que se ha visto, en muchos casos, forzada a asumir
género para la desinencia verbal, como en “Consideremes al otre” o “Hoy estames
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todes”, tal como si la ‘o’ verbal se correspondiera con el morfema masculino de los
sustantivos, adjetivos y artículos.
3.- Más allá de los tecnicismos, que son numerosos y caen más en consideración de
lingüistas especializados, pensamos que un cambio morfológico de la lengua no
acarrea necesariamente una transformación conceptual. La interconexión del
significado entre los conceptos no se reduce a un juego combinatorio de fonemas
significantes, por eso creemos que la modificación morfológica no varía
necesariamente el contenido conceptual del pensamiento lingüísticamente
expresado. Al focalizar la atención casi exclusivamente en lo morfológico, los
hablantes inclusivos tienden a un descuido del orden conceptual que consideramos
contraproducente, porque la demanda de la igualdad de género se plantea en el
ámbito en el que se debaten las ideas.
Volviendo al modo peculiar de hablar del lenguaje inclusivo, que se impone de a poco
en ciertos ámbitos académicos locales de tradicional prestigio, como ciertas aulas de
los colegios Carlos Pellegrini y Nacional de Buenos Aires, del profesorado del Joaquín
V. González o de la Universidad de Buenos Aires, debemos mencionar también que el
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uso del mismo produce un extrañamiento respecto del propio lenguaje, porque anula
la espontaneidad del habla del mundo de la vida y focaliza la atención en los
mensajes mismos de la comunicación en cuanto tal, esto es, termina operando más
en el nivel de un metalenguaje que en el de un lenguaje. La exigencia de un alto nivel
de conciencia gramatical, que implica la consideración de la concordancia que
involucran los sustantivos con referencia sexuada respecto de los adjetivos, artículos y
determinantes, no está al alcance de cualquier hablante y de cualquier oyente, sino
más bien de un pequeño sector altamente escolarizado que pretende imponerlo. De
este modo, paradójicamente, el lenguaje inclusivo se torna exclusivo y, en cierto
punto, también elitista.
4.- En este punto hay algo para destacar: los hablantes de una comunidad no pueden
elegir los signos lingüísticos según sus preferencias ni los pueden cambiar a gusto y
piacere, porque la comunidad del habla está ligada a su lengua tal cual le es dada
históricamente de generación en generación y en vistas a su estructuración semiótica.
Este estado de cosas incluye un ‘semántica’ que cristalice las significaciones en un
vocabulario común y una ‘sintáctica’ que articule normativamente la combinación de
sus signos, de modo tal que la ‘pragmática’, esto es, el uso que los seres humanos
hacemos de los signos lingüísticos, sea posible y, por lo mismo, también la
comunicación humana oral y escrita en cuanto tal, en un juego de composibilidades
idealmente infinito. Aunque hay que aclarar que el paso del tiempo también permite
que los signos lingüísticos cambien en función de los usos que reciben en el mundo
de la vida, pero de una manera gradual, paulatina y en su mayor medida inconsciente.
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La lengua castellana, entonces, no escapa a la dialéctica de la inmutabilidad y la
mutabilidad del signo lingüístico, padeciendo mutaciones tanto conscientes como
inconscientes, replicando el ritmo en que deviene el mundo de la vida en su
despliegue epocal. Nos puede servir también el caso del ‘voseo’ que nos caracteriza
como hispanohablantes sudamericanos, a fin de reforzar esta idea que venimos
desarrollando. Los españoles que llegaron a nuestro continente durante la Conquista
todavía utilizaban el voseo en sus dos vertientes de forma reverencial y de signo de
confianza. Este uso del ‘vos’ arraigó en América, en parte a través de la literatura
incipiente y en parte porque los españoles mismos lo usaban reverencialmente entre
ellos para diferenciarse de los nativos. El tiempo transcurrió y hoy millones de
latinoamericanos lo usamos sin reverencialidad alguna. Sin embargo, el voseo
comenzó a desprestigiarse en el siglo XVI en España, donde el castellano peninsular
decantó unívocamente por el ‘tú’. Como se puede apreciar, estas metamorfosis
lingüísticas dependen del devenir de los acontecimientos históricos, que siempre es
circunstancial, contingente y orientado por la dinámica del mundo de la vida.
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culturales. Estas obras registran, exponen y despliegan las articulaciones de una
lengua, respetando su complejidad y la diversidad de sus dialectos, pero a su vez la
fijan, la depuran y la orientan, definiendo lo que es correcto y lo que es incorrecto, a
fin de poder analizarla, sistematizarla y enseñarla mejor a las siguientes generaciones
de hablantes. En este sentido, para que hubiera un cambio auténtico del lenguaje, el
uso de la ‘e’ del lenguaje inclusivo debería llegar a ser espontáneo y habitual. Tendría
que extenderse del pequeño círculo de hablantes actual a las calles, a la prensa, al
mundo académico en su totalidad y, finalmente, terminar siendo aceptado por la Real
Academia Española, al menos si la seguimos considerando como la institución a cargo
del cuidado normativo de la lengua castellana.
5.- Para quienes están muy preocupados por los valores fundamentales de igualdad
de género que pretenden defender los propulsores del giro inclusivo desde el
lenguaje mismo, estos ideales, empero, pueden expresarse de otro modo, respetando
el lenguaje comunitario preestablecido, diciendo por ejemplo: “Todos somos
personas”; “Ninguna persona es más ni menos que otra”; “El varón y la mujer tienen
los mismos derechos y las mismas obligaciones”; “Es inaceptable que la mujer se
subordine al varón” y otras cosas por el estilo. Los únicos términos genéricos
genuinos que disponemos para hablar un lenguaje no sexista en el castellano
corriente son los llamados ‘sustantivos epicenos’ como, por ejemplo, ‘persona’,
‘víctima’ o ‘individuo’, que no sólo van a mantenerse invariables, porque no hay ni
‘persono’, ni ‘víctimo’, ni ‘individua’, sino que ni siquiera tienen la posibilidad de marcar
el género en el adjetivo, porque aunque una persona sea varón, nunca será ‘persona
cuidadoso’ o ‘víctima pasivo’, así como tampoco una mujer podrá ser un ‘individuo
cuidadosa’. En este caso, el género gramatical es absolutamente independiente del
sexo del referente.
Hay otros modos en que también podemos llegar a evitar una forma sexista de
hablar, por ejemplo, en las proposiciones subordinadas en lugar de decir ‘los que’,
podemos decir ‘quienes’ o ‘cualquiera’, o en vez de usar sustantivos como ‘los
estudiantes’ o ‘los alumnos’, podemos decir, ‘el estudiantado’ o ‘el alumnado’. También
podemos recurrir a nombres genéricos y abstractos, substituir el nombre por un
pronombre, utilizar determinantes sin marca de género, elidir el sujeto, eliminar el
artículo y así una infinidad de mecanismos gramaticales que determinados lingüistas
inclusivos parecen ignorar. Estimamos también razonable hasta cierto punto el
desdoblamiento de género en ciertas circunstancias, por ejemplo diciendo ‘chicas y
chicos’ o ‘argentinas y argentinos’, porque, si bien es redundante al incluirse el
femenino en el masculino plural de acuerdo al uso y a lo normado por la Real
Academia Española, se puede equipar a expresiones corrientes y aceptadas
tradicionalmente, como cuando se dice ‘señoras y señores’. Nos parece especialmente
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importante este uso desdoblado en las ofertas laborales, las becas académicas y otras
oportunidades de desarrollo, donde se debería pedir ‘ingenieras e ingenieros’,
‘investigadoras e investigadores’ y cosas similares, porque el masculino plural, tal
como ya lo hemos señalado, tiene la ambigüedad de poder ser interpretado
genéricamente o específicamente y, a través del desdoblamiento genérico, es posible
evitar malentendidos que excluyan a las eventuales postulantes mujeres.
Nos parece, entonces, que no hace falta recurrir a una revolución morfológica para
promover valores igualitarios entre seres humanos desde un nuevo modelo
lingüístico, para así abandonar posiciones totalitarias de corte machista o feminista.
La promoción de esos valores igualitarios requiere transformaciones críticas en el
pensamiento de las personas, las cuales son mucho más complejas y vastas que un
cambio premeditado en la morfología sintagmática impuesto ideológicamente.
Creemos que en un país libre y democrático como el nuestro, cada uno puede hablar,
en definitiva, como quiera. Pero introducir normas que obliguen a aceptar
masivamente los cambios gramaticales del lenguaje inclusivo o la mera intención de
rescribir clásicos de la literatura en esta nueva modalidad, nos recuerda la ‘neolengua’
promulgada por el ‘Ministerio del Pensamiento’ en la novela ‘1984’ de George Orwell.
Tanto el izquierdismo como el derechismo posmodernos tienen una visión
voluntarista del lenguaje como medio de imposición de intereses partidarios
totalitarios.
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el lenguaje se despliega naturalmente como expresión subjetiva de la vida humana y
la comunicación interpersonal. Dicho de otro modo, la palabra es la expresión de un
sujeto hablante y pensante, que se exterioriza como signo oral o escrito, y, gracias a
esta exteriorización espaciotemporal que la dota de cierta autonomía, es posible su
referencialidad estructural y su organización sistemática. Todo discurso, hablado o
escrito, se desarrolla en el tiempo y en el espacio fragmentariamente, remitiendo al
‘polo objetivo del mundo’ como referente intencional significativo (así la multiplicidad
de las palabras en la oración se unifica en el ser de las cosas o de la situación objetiva
a la que remite) y al ‘polo subjetivo del yo’ (así también la multiplicidad del discurso
remite a la unidad del ser humano hablante como a su fuente originaria).
En contra de la tesitura de los partidarios del giro inclusivo, el lenguaje nunca es
‘determinante’ del pensamiento sino ‘condicionante’ del mismo, lo cual no deja de ser
importante. En efecto, cuando no se lo somete a análisis y crítica rigurosa, el lenguaje
en vigencia invade nuestro pensamiento de modo sutil y silencioso, pudiendo
imponer significaciones metamorfoseadas por los convencionalismos de turno, de
manera acrítica y miméticamente adquirida. Esto es notorio en expresiones que se
han colado en nuestro modo de hablar cotidiano, sin haberlo casi advertido y sin que
reflexionemos sobre lo que implican esas modificaciones para nuestra
interpretación de los fenómenos. Por ejemplo, en nuestro ámbito, durante las últimas
décadas, la intromisión de la expresión ‘recursos humanos’ que se ha impuesto en el
mundo empresarial en lugar del vetusto ‘departamento de personal’, con todo lo que
implica connotativamente este cambio en la designación: concebir al hombre como
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Este trabajo coordina algunas observaciones sobre el uso del lenguaje inclusivo en la
enseñanza de la escritura profesional, en el ámbito académico universitario con la
tarea de la Cátedra del Taller de Escritura y Lectura I, materia de la Facultad de
Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata en la que me
desempeño como estudiante adscripta desde hace dos años.
La elección del tema pretende responder a algunas preguntas con las que nos supimos
encontrar al momento de corregir textos universitarios, la primera de ellas (y
probablemente disparadora de las que se formularon después) fue: ¿Hay que corregir
el uso del lenguaje inclusivo?
La respuesta era un desafío en el que aparecían otras reflexiones acerca de el rol de la
universidad pública, las particularidades de la escritura académica y el alcance del
lenguaje inclusivo. Luego de aquella pregunta inicial, surgieron otras: ¿Por qué lxs
estudiantes utilizan el lenguaje inclusivo? ¿Siempre lo utilizan de la misma forma?
¿Podemos considerarlo parte del estilo?
Este artículo tiene como objetivo responder a los interrogantes mencionados y
problematizar constructiva acerca de cómo el lenguaje inclusivo es producto de un
cambio de paradigma político y sociocultural que se está desarrollando en la Argentina
la actualidad.
La mirada de este trabajo nace a partir de las distintas experiencias de la cátedra del
Taller de Comprensión y Producción de Textos I y su posterior transformación en el
Taller de Escritura y Lectura I de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social
(FPyCS) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
El Taller de Escritura y Lectura I forma parte de la currícula del primer año del Plan de
1. Letras es una revista digital publicada por el Centro de Investigación en Lectura y Escritura.
2. El Centro de Investigación en Lectura y Escritura depende de la Facultad de Periodismo y Comunicación
Social de la UNLP se orienta al estudio de ingreso y permanencia de los estudiantes, haciendo foco en las
prácticas de lectura y escritura.
Bibliografía
Estamos ante un aquelarre que verá nacer, como los dragones que salieron de los
huevos de Daenerys Targaryen, una nueva lengua. Bienvenides a un ejercicio de
desobediencia lingüística. Antes de iniciar este recorrido van algunas advertencias: no
es obligatorio, ni se activan sanciones punitivas por no usarlo. No debe ser una pose
ni una cuestión estética o impostada. Y, si bien es claro que el lenguaje por sí solo no
cambiará las bases materiales de desigualdad, es un mensaje en especial para el
varón cis hetero progre que ya hace alarde de la e cuando habla. Si todavía no
revisaste tus privilegios, si no vas a ceder espacios a mujeres, lesbianas, travestis y
trans, si aún no repensaste las violencias de tus masculinidades con otros varones cis
hetero volvé al primer casillero y empezá por estos tres paso antes de hablarnos con
e.
Ante el masculino genérico, desde chicas tuvimos que poner en práctica los poderes
de brujas y desarrollar lo que la filóloga española y feminista Teresa Meana define
como la verdadera “intuición femenina”. Para ella es el talento que tenemos niñas,
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adolescentes y mujeres cis, lesbianas cis, lesbianas trans e identidades feminizadas
para saber cuándo, en qué momento hablan de nosotras. Meana, quien ha estudiado
y escrito sobre el uso sexista del lenguaje, lo explica con un ejemplo similar al
siguiente.
La nena sale y piensa: “cuando dice los niños también soy yo”. Vuelven del recreo y la
maestra dice: “Los niños que se quieran anotar en fútbol levanten la mano”. La nena
levanta la mano.
La nena aprende: todo el mundo a veces es ella y otras veces no. Saber cuándo, en
qué momento habla de ellas es pura intuición femenina.
Ahora lean e imaginen estos sintagmas: les niñes, les ministres, les chiques, les
amigues, les compañeres, les candidates. Para destruir el inconsciente
cisheteropatriarcal esta nueva lengua expansiva advierte a priori: “Todes somos
diverses hasta que se demuestre lo contrario”.
“Reuniones de padres” a las que mayoritariamente van madres pero no las nombran
en la convocatoria. Un Día del Niño que excluye, al menos, a la mitad de quienes
vivencian la niñez. Una Asociación de Mujeres “Jueces” de Argentina integrada por
juezas. Un “Bienvenido” en la entrada del banco que no da la bienvenida a todes. Un
cartel de “hombres trabajando” en la calle que invisibiliza y obtura la existencia de
obreras. Una egresada en Economía a la que en su mención de honor le escriben
“Licenciado”. Profesoras, expositoras, oradoras que cuando se refieren a ellas mismas
hablan de “uno”, “nosotros”. Clases grupales de *complete aquí con lo que quiera*
donde la mayoría es femenina pero la presencia de un solo varón cis -un so lo va rón
cis- hace que la persona que está al frente de la clase generalice en masculino. La
fuerza heteronormativa está en el lenguaje.
No hay dudas que el lenguaje, la lengua y el ejercicio del habla son un campo minado:
mutilaron, en principio, la existencia de las mujeres y dejaron a les hablantes trampas
por todos lados. El género gramatical masculino del español es considerado el género
no marcado mientras que el femenino es el marcado. En la práctica esto implica que
el género masculino posee un doble valor, específico y genérico, mientras que el
femenino sólo puede usarse con un valor específico. Así lo entiende la RAE, una
institución tricentenaria para la cual el uso de @ o de “e” y “x” “como marcas de
género son recursos ajenos a la morfología del español, además de innecesarios,
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pues el masculino gramatical funciona ya como forma inclusiva por su condición de
término no marcado de la oposición de género”. Lo dejó en claro en las
#RAEConsultas que hacen usuaries en Twitter.
También hay litigios que se dan por fuera de los estrados judiciales o los
encorsetados espacios institucionales. En este caso la batalla se está ganando a nivel
institucional desde otros lugares más vitales. En Chile, la Universidad Diego Portales
anunció a mediados de año que incorporará el lenguaje inclusivo en distintas
actividades institucionales y documentos oficiales. Era uno de los pedidos para
levantar la toma feminista que hicieron les estudiantes. La Academia Nacional de
Letras de la Argentina publicó en abril un documento donde aborda “el caso del
lenguaje inclusivo” como si se tratara de una misión imposible. La filósofa española
Amelia Valcárcel y la escritora y periodista mexicana Sabina Berman invitaron a
pensar la lengua viva y suscribir a lo que denominaron el Manifiesto de Monterrey,
publicado en octubre.
En sus artículos Theumer trazó una genealogía para derribar con argumentos el mito
circulante que dice que el lenguaje inclusivo es una moda. Las feministas denuncian
las marcas masculinas de la lengua castellana desde los ‘70. La argentina Delia
Suardíaz fue la primera en diagramar sus tramas problemáticas en 1973: analizó el
modo en que las mujeres estaban ausentes en diversos usos sexistas de la lengua
castellana y apostó a la necesidad de un cambio lingüístico.
El lenguaje es una herencia de otrOs con O: las mujeres y las disidencias no fueron
invitadas a su construcción. Es androcéntrico y sexista pero, ojo, también tiene un
componente clasista. Por eso la insistencia: la apuesta de un lenguaje incluyente y de
una lengua inclusiva no es un simple cambio de letras.
Furiosa, una maestra se dirige a un aula de niñes: “¿Cuántas veces les dije que no
pueden ir a la planta alta porque están los chicos más grande? A partir de ahora los
que vayan a la planta alta pasan directo a dirección. ¿Entendido?”. Unos días más
tarde, en el patio de la escuela de la zona sur de Rosario, un nene señala los dos
árboles que están en el centro del patio y le pregunta a la maestra ahora calma:
“Seño, ¿cuál es la planta a la que no podemos subir?”. La e es una puerta que se abre.
Otro ejemplo es el empleo de la palabra kilombo o quilombo que es usada con una
carga negativa, pero la historia señala una trayectoria afrodescendiente invisibilizada:
es un término proveniente del lenguaje kimbundu del pueblo bantú originario de
Angola en África, que en Latinoamérica denominó concentraciones políticamente
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organizadas de población esclava escapada y reunida en lugares con fuentes de agua
y cuevas, con autoridades y ejércitos en defensa de la condición de libres adquirida
en los hechos.
Si sos varón cis y querés referirte a un grupo de varones cis que te rodean decí
nosotros, no nosotres. No se trata de esconder tus privilegios. Si sos una chica cis y tu
pareja es un varón cis, no es necesario que digas compeñere. Tampoco se trata de
invisibilizar la heternorma. Varón cis hetero: ¿Hablás con e pero no cuestionas tus
privilegios y vas a paneles donde solo hay otros varones cis hetero?
Yo, tú, el, ella, elle, nosotres, elles. Habrá que imaginar nuevos pronombres
personales. Desobedecer a lo aprendido de memoria y recitado en las escuelas sin
quedar atrapades en nuestras propias palabras. Hace poco, en una reunión de
activistas feministas, alguien dijo: “Le compañere Manuele”. La e no aplica a los
nombres propios. Tampoco a los objetos. No decimos “les ventanes”.
Las palabras en las que el género lo marca la “e” no se modifican pero si se modifican
el artículo y los adjetivos. Si decimos “les concejales” ya estamos incluyendo. ¿Qué
pasa con los sustantivos irregulares que se desdoblan de dos maneras distintas como
príncipe y princesa?
Si la apuesta es a cambiarlo todo: se trata de un esfuerzo mayor que colocar una “e”
en el lugar que antes estaba cómoda la “o”. La “e” es el síntoma de una conversación
que está abierta a repensar una herencia que no nos pertenece, que impugnamos y
que tampoco queremos dejar a las futuras generaciones. El pacto feminista que
propone esta época tiene mucho de saber heredado, de acción directa pero también
de futuro: que las imaginaciones que vengan sean infinitas. Doble desafío: que la e
nunca se estabilice en su institución y que siga abriendo posibilidades de escucha. Eso
sí, si me querés, quereme con e.
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Lenguaje inclusivo: la nueva grieta
tn.com.ar/sociedad/lenguaje-inclusivo-la-nueva-grieta_902251
Una sola expresión en lenguaje inclusivo en las redes sociales desata una catarata de
agresiones y descalificaciones. "Ridícula", "superficial", "ignorante" son solamente algunos
de los adjetivos que inspira. Ante una consulta, la Real Academia Española fue
categórica: en el español, el masculino se usa como genérico . Es decir, aunque en un
conjunto de personas haya un solo varón y muchas mujeres, se debe usar el masculino
para designarlo. Ni que hablar de considerar otras sexualidades: eso sería demasiado
pedir.
Así, las alumnas se ven invisibilizadas en una clase con un solo estudiante varón, y lo
mismo ocurre en otros colectivos. Un entusiasta académico, Ignacio Bosque, aun
admitiendo que la violencia, la discriminación y la desvalorización de la mujer existen,
publicó en 2012 un texto provocador con el título "Sexismo lingüístico y visibilidad de la
mujer". Por alguna razón, hoy no se puede acceder a él desde el sitio de la RAE.
No le estamos pidiendo a la lengua que cambie la realidad, sino que se ponga a tono con ese
cambio y no siga usando formas gramaticales que ya no son satisfactorias.
Pérez Reverte apoya apasionadamente lo dicho por su colega y celebra que el texto haya
"venido a poner un límite". "Estaba siendo intolerable el matonismo casi indiscutido de las
ultrarradicales feminazis. Cada vez más crecidas en la impunidad. Y la cobardía de
políticos y rectores de universidad que llevan años subvencionando disparatadas guías 'no
sexistas' con dinero público. Porque también el feminazismo orgánico, oficial, es un
negocio del que trincan pasta muchos. Y sobre todo, muchas. Pero lo peor es el silencio
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cómplice de los que saben y callan por miedo. Todos esos rectores y políticos sin ápice de
vergüenza, agachando las orejas para que no los llamen misóginos o machistas. O, por
supuesto, directamente fascistas. Como si tuviera que ver ser de izquierda o de derecha
para maltratar a una mujer", sostuvo.
Está claro: la Real Academia Española dice que el lenguaje inclusivo es inadmisible y
además, innecesario.
En nuestro país, el escritor Alan Pauls fue menos virulento, pero sostuvo que pasarían
sobre su cadáver antes de que él diga "todes". Sin embargo, admitió la justicia de la
causa, aunque dudó de la eficacia del uso de la lengua para un cambio. "Me parece que no
es ahí donde la lucha va a producir resultados... es un concepto un poco ingenuo de la
lengua, o un concepto un poco ingenuo de cómo las relaciones de fuerza y de dominación
se inscriben en la lengua", dijo en una entrevista reciente al periodista Matías Falco.
¿El lenguaje puede modificar la realidad, ser un instrumento para cambiar una situación
de injusticia?
"El lenguaje además de ser una herramienta de uso práctico moldea nuestra percepción
del mundo, nos crea un modo de interpretar nuestro entorno. En este caso estamos ante
una realidad que ya cambió y no le estamos pidiendo a la lengua que cambie la realidad,
sino que se ponga a tono con ese cambio y no siga usando formas gramaticales que ya
no son satisfactorias", responde la especialista.
Esperando a la Academia
Galperin no está de acuerdo con el argumento de que para usar el lenguaje inclusivo en
cualquiera de sus formas se deba esperar a que lo acepte la Real Academia. "Me parece
irrelevante pensar cuánto falta para que la Academia lo acepte, creo que más que un
cambio gramatical estamos viendo la disconformidad con las formas gramaticales que
heredamos. Y frente a eso estamos viendo algunas soluciones, grupos que utilizan un
tercer género con distintas formas, la arroba, el desdoblamiento, la "e", pero ninguna de
esas formas todavía se impuso. Falta mucho tiempo. Y las academias van a aceptarlas
cuando efectivamente estén establecidas, si es que se establecen".
Según todos los lingüistas, las modificaciones duraderas en la lengua fueron procesos
que tomaron siglos. ¿Pero cuál es la influencia que la velocidad de la circulación de la
palabra en internet y las redes puede tener en esto?
"Las modificaciones suelen tomar siglos, tienen razón los lingüistas. Pero esto ha
ocurrido a una velocidad inaudita. Yo sería muy cauta al decir que si no son lentos los
cambios no se van a imponer, porque vivimos en una era de revolución tecnológica. Por lo
tanto, estaría abierta a pensar que en ese nuevo contexto, la velocidad y la extensión del
fenómeno pueden ser mayores a los que conocimos o estudiamos", apunta Galperin.
"En la historia, siempre existieron etapas en las que hubo necesidad de acuñar palabras
nuevas para explicar procesos que antes no existían. En la Revolución Francesa, referidas
a derechos. En la Revolución Industrial, referidas a técnica y tecnología. Hoy mismo, la
revolución digital nos ha conducido a resemantizar algunas palabras. Lo que demuestra
esto es que el español está vivo, que circula", celebra Arri.
Hay una parte de la academia que motoriza este cambio, sobre todo desde el área de las
ciencias sociales. Hay otro sector que está en contra. La proposición de Arri, que se
siente un testigo afortunado, es pararse fuera de la grieta. "En lugar de enrolarnos en
"lenguaje inclusivo sí - lenguaje inclusivo no", los que hacemos comunicación, los que
estamos preocupados por los procesos de asignación de sentido, deberíamos aprovechar
para estudiar un fenómeno que no creo que muchas veces se nos dé en la vida".
"Es interesante lo que ocurre, aunque puede sospecharse que ciertas dificultades laterales
no dejarán de aparecer. En mi caso, por ejemplo, no me quedan claras las reglas de
implementación del todes, en particular con respecto a la extensión con que se
aplicarían", sostiene en una columna publicada recientemente.
De todos modos, como a algunas de las feministas de olas anteriores, la preocupan otros
temas y no confía en la fabricación de un lenguaje no espontáneo como modificadora de
las relaciones de poder. "A mi modo de ver, temas mucho más trascendentes que
el todes deberían concentrar la atención de nuestra sociedad en este momento -
educación, separación de Iglesia y Estado, etcétera-. Flaco favor se le hace al feminismo
impulsando falsos problemas y falsas teorías pseudolingüísticas al respecto", sentencia.
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El lenguaje inclusivo empieza a llegar a los libros.
La historia de Mamá Cultiva, el camino del cannabis terapéutico de Valeria Salech también
está escrito de ese modo, así como Cómo criar hijxs no machistxs, de Liora Gómez y Ariel
Doirfman. Hasta la promoción del material para esa franja etaria no se puede sustraer al
uso del genérico inclusivo: "Novelas para chicxs", se lee.
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Lenguaje inclusivo: tres miradas para entender
rosarioplus.com/ensacoycorbata/Lenguaje-inclusivo-tres-miradas-para-entender-20181130-0020.html
La legalización del aborto, la lucha contra los femicidios y la paridad salarial son solo
algunas de las luchas que lleva adelante el movimiento feminista, instalado en el
escenario político y social para dar pelea al tan arraigado patriarcado. En ese marco
surgió el “lenguaje inclusivo”, una herramienta de protesta celebrado por algunes y
resistido por otres.
Cabe señalar que el modo en el que hablamos es cuestionado por el feminismo pero
también por algunos sectores del ámbito académico desde hace décadas. El lenguaje
es tildado como “sexista” por varios motivos y el principal de ellos reside en identificar
a la humanidad con lo masculino utilizándolo como genérico. Porque “todos” incluye a
“todas”, pero de ninguna manera puede ser al revés.
A lo largo de los años, el feminismo planteó distintos usos más inclusivos de la lengua.
Antes de utilizar la "e" como vocal para señalar al género neutro, se implementaron
otras opciones como la barra en diagonal (todos/as), la x (todxs) y el arroba (tod@s).
Sin embargo, ninguno tuvo éxito, ya sea por considerarlo disruptivo o por
problemas fonéticos a la hora ser replicados en la oralidad.
Como era de esperar, esta semana la Real Academia Española (más conocida como
RAE) se metió una vez más en el debate sobre el uso del lenguaje inclusivo y sentó de
manera explícita su posición rechazándolo de plano al argumentar que “el problema
es confundir la gramática con el machismo”. Además (y para que no queden dudas
sobre su postura) desestimó el uso desdoblado (como el todos y todas) y la
incorporación de las variantes x y @.
Por otro lado, señaló que “la lengua es una experiencia estética” y que “las inclusiones
de masculinos, femeninos, la x y el @ tienen un efecto distorsivo en relación con la
visualidad y la sonoridad del habla”. “Genera cierta violencia dentro de la textura
material de la lengua y resulta muy antieconómico porque se produce una cacofonía
y frases larguísimas”, agregó al respecto.
1/2
otros”. En este sentido, subrayó que “nunca hay una relación directa entre el uso del
lenguaje y los cambios sociales” y añadió: “Que la RAE reconozca el lenguaje inclusivo
no va a hacer que la sociedad sea menos machista o violenta con las mujeres”.
En tanto, expresó que la propuesta del lenguaje inclusivo “se puede enmarcar en el
juego político de los movimientos de género como una demanda más” al tiempo que
remarcó que “no se puede llevar al rango de lo político un sistema como el de la
lengua porque es muy específico y tiene sus propias reglas y funcionamiento”.
Asimismo, subrayó que el lenguaje inclusivo “incomoda” y añadió que “si hay
personas que se sienten excluidas de ese masculino o femenino, también hay que
cuestionarse. No sé si ya adoptar el uso del lenguaje inclusivo, pero sí estar atentos al
malestar sobre el uso de la lengua en nuestra cultura”.
La socióloga cordobesa e investigadora del Conicet Sol Minoldo fue consultada por
este medio y subrayó que “lo que hace la RAE es solapar un posicionamiento político
con excusas lingüísticas porque en realidad no hay ninguna razón para que sean
imposibles estos cambios” y añadió que “las funciones de esta institución que no
deberían ser valorativas”.
En este sentido, señaló que “la RAE no explica por qué el lenguaje no sería machista
frente a las evidencias que demuestran que sí lo es. Es una postura irresponsable” al
tiempo que destacó: “Intenta desde su autoridad imponer una perspectiva y censurar
otra por una diferencia política e ideológica con la causa que está detrás”.
En relación con el uso del lenguaje inclusivo, Minoldo advirtió que “es una iniciativa
que tiene mucho potencial político” porque se propone “darle visibilidad al hecho de
que lenguaje tiene un sesgo de género y que está cargada de sentidos consistente
con las asimetrías que vemos en nuestra organización social”.
Por último, subrayó que “la lengua también cumple una función de reproducir la
forma en la que vemos el mundo y cuestionarlo nos permite ser más conscientes de
esas cosas que tenemos naturalizadas para desde ahí transformarla”. “Tiene el
potencial político de ser disruptivo y genera suficiente molestia para que hoy lo
estemos discutiendo en los medios, en la escuela o en casa”, concluyó.
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Palabras que me impiden seguir leyendo
elpais.com/elpais/2018/12/10/eps/1544456326_569657.html
Javier Marías
Cada época sufre sus modas y sus plagas, y lo penoso es que éstas son abrazadas
acríticamente o con papanatismo por millares de personas
TODO ESCRITOR, que se pasa la vida eligiendo y descartando vocabulario, acaba teniendo
sus manías, sus filias y fobias, sus preferencias y aversiones. En realidad eso le ocurre a
cualquiera, pues todos hacemos uso de la lengua con mayor o menor grado de conciencia,
y todos tendemos a aceptar o rechazar palabras, intuitiva o deliberadamente. Cada época
sufre sus modas y sus plagas, y lo penoso es que éstas son abrazadas acríticamente o con
papanatismo por millares de personas, que las repiten machaconamente como papagayos,
hasta la náusea. Esos individuos creen a menudo estar diciendo algo original, cuando lo
que dicen es un tópico. O creen ser “modernos”, o estarles haciendo un guiño a sus
correligionarios, por el mero uso de ciertos términos. Recuerdo que hace unos años todo
era “coral” y “mestizo”; hoy es todo “transversal”, convertido en uno de esos vocablos que,
cuando me los encuentro en un texto —o los oigo en una televisión o una radio—, me instan
a abandonar de inmediato la lectura —o a cambiar de cadena—, sabedor de que quien
escribe o habla está abonado a los lugares comunes y no piensa por sí mismo.
Antes de que empiecen a indignarse quienes los emplean, conviene aclarar que yo sí hablo
solamente por mí mismo. Que me irriten términos o expresiones no supone nada, ninguna
condena. Es sólo que a mí me sacan de quicio y que no los soporto, lo mismo que a una
pazguata de antaño la hería leer “coño” o “cojones”, o que a un recio varón le producían
arcadas los “nenúfares” y “azahares” de un poema. Debo decir con lástima que el actual
feminismo feroce ha plagiado o acuñado unos cuantos palabros que me atraviesan los
ojos y oídos. En cuanto me aparecen el espantoso “empoderar” y sus derivados
(“empoderamiento”, “empoderador”), interrumpo al instante el artículo o el libro, por mucho
que la Real Academia Española los haya admitido en el Diccionario (nada me puede traer
más sin cuidado, en este periodo asustadizo de esa institución a la que pertenezco…, creo).
Lo mismo me ocurre con “heteropatriarcal” y no digamos con “heteropatriarcalizar”, que,
aparte de larguísimos y sobados, me parecen injustos e inexactos, como si los hombres
homosexuales no hubieran estado a menudo casados y no hubieran participado del
“patriarcado”. En cuanto a “sororidad”, tentado estoy de hacerme cruces (o el harakiri) cada
vez que cae ante mi vista, porque me resulta inevitablemente monjil y con olor a naftalina.
Tampoco se les da bien la recreación castiza a estos feministas feroci: me provocan
urticaria “cipotudo”, “machirulo” y la más reciente “machuno”, con reminiscencias de
“chotuno”. El desdichado sufijo en “-uno” no es demasiado frecuente en nuestra lengua,
seguramente por feo y zafio, lo que invita a recurrir a él en este siglo XXI. Cada vez que leo
“viejuno” (en vez de “vetusto”, por ejemplo), ya sé que quien me lo suelta es mimético y
habla por boca de ganso.
1/2
Otro tanto me sucede con quienes empalman sin cesar verbos cursis calcados del inglés
más estúpido, como “empatizar”, “socializar”, “interactuar” y similares. Estoy seguro de que
un escritor no vale la pena —y de que además es un pardillo deslumbrado— si recurre a la
expresión inglesa “ponerse en sus zapatos”, que es como se dice en esa lengua lo que aquí
siempre se ha dicho “en su lugar”, “en su piel” y aun “en su pellejo”. Sé que el escritor en
cuestión se ha nutrido de traducciones malas o que ha leído directamente en inglés sin
conocer su propio idioma. Una de las razones por las que la mayoría de los novelistas
estadounidenses de las últimas generaciones me parecen pomposos y bobos —una, hay
varias— es por su irrefrenable tendencia a hacer algo que ya he percibido en los copiones
españoles, a saber: juntar un adverbio “original” con un adjetivo. Hace ya años que los
autores baratos adoptaron, por ejemplo, “asquerosamente rico” y “ridículamente feliz”, hoy
en día insoportables vulgaridades. Pero ahora empiezan a abundar los “extravagantemente
enérgico”, “impetuosamente simpático”, “hirientemente eficaz”, “inquietantemente bueno”
o “minuciosamente inútil”. Se nota tanto (en los españoles como en los americanos) que el
escritor en cuestión se ha pasado largo rato pensándose la combinación, y creyendo hacer
literatura con ella, que se me hace aconsejable arrojar en el acto el volumen por la ventana.
Sé que se trata de un farsante.
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Sobre 'pilota', 'portavoza', 'miembra' y otros femeninos
elmundo.es/espana/2018/02/10/5a7df963ca474179478b4698.html
Podemos y PSOE defienden a Irene Montero por referirse a las "portavozas": "Avanza en
la igualdad"
De vez en cuando los políticos sacuden la conciencia normativa de los ciudadanos con la
propuesta de femeninos rupturistas. Así ocurrió con jóvenas, miembra y, estos últimos
días, con el uso de portavoza. En tales casos, se producen debates intensos, incluso
encarnizados, que, con independencia del costado al que se incline la razón, denotan una
saludable preocupación por la salud y pureza de la lengua. Todos hemos interiorizado en
los años de formación, primero, y, luego, a lo largo de toda la vida, una preocupación por
las normas de la corrección (el recte loquendi del que hablaban dos gramáticos hispánicos
de relieve universal: Quintiliano y Nebrija). Es normal asimismo que, en el fragor de la
discusión, los ciudadanos airados giren la mirada hacia los gramáticos y hacia los
académicos pidiendo una condena inquisitorial ("crucifícalo, crucifícalo"). Las personas
menos airadas, pero sorprendidas, solicitan una aclaración: "¿Está bien dicho?".
Con la norma hemos dado, amigo Sancho. En estas situaciones, recuerdo las palabras de
Emilio Alarcos en el "Prólogo" a su Gramática de la lengua española: "Conviene así que
el normativismo se forre de escéptica cautela". Incluía esta afirmación después de hacer
referencia al Appendix Probi, un texto normativo del siglo IV en el que se condenaban la
1/3
forma de pronunciar y de escribir más de 250 palabras en el latín hablado porque se
apartaban de la norma del latín clásico: "mensa non mesa", "tabula non tabla", corregía. El
éxito de tales anatemas fue nulo: casi la totalidad de las formas repudiadas triunfaron en
las lenguas romances. El resultado del análisis coincide siempre con la tesis de Horacio
en el Arte poética: la palabras perecen o reviven "si el uso lo quiere" ("si uolet usus"). El
pueblo es el dueño del idioma.
Más cercano tenemos el caso del arbitraje. En la dirección de los partidos de fútbol y de
otros deportes, en un principio solo teníamos la forma árbitro. Cuando acceden las mujeres
a esta profesión, al principio la norma de los hablantes (guiada por la costumbre) rechaza
el femenino árbitra, que es perfecta según el sistema de la lengua. Se acudía la forma
común: el árbitro y la árbitro. Pero pasó el tiempo, y hoy hemos incorporado el femenino
árbitra con toda normalidad.
Veamos, en primer lugar, el femenino miembra. ¿Está bien formado según el sistema? La
respuesta es positiva. ¿Está aceptado por el juicio normativo de los hablantes? La
respuesta es "aún no". La causa del rechazo proviene de las connotaciones. Resulta que
los femeninos de sustantivos que designan individualidades suelen venir cargados de
asociaciones negativas: así ocurre con tipa, individua, elementa, fulana, prójima, e incluso
socia. Sería difícil que miembra se librara de una connotación peyorativa.
Por las redes ha circulado estos días una crítica mordaz a los ignorantos e ignorantas que
forman femeninos de antiguos participios de presente: no decimos cantanta, escribienta,
atacanta, etc. Esta es, efectivamente, una de las restricciones originarias en la formación
de femeninos en -a, pero no una restricción absoluta. En el inicio de la lengua se decía la
infante, la parturiente, la sirviente; pero hoy se han generalizado la infanta, la parturienta,
la sirvienta, la presidenta, la gobernanta, la clienta, la intendenta, la gerenta... Que no se
digan aún cantanta, estudianta, videnta... es cuestión de norma, es decir, de aceptación de
los hablantes (hecho mudable), no prohibición del sistema.
En cambio, sí parece representar una ruptura del sistema el femenino portavoza, al menos
mientras se mantenga la conciencia de que se trata de una palabra compuesta, formada
por la unión de porta y de voz (que ya es femenina y no designa persona). Pero tampoco
en este caso quiero sentar cátedra. La lengua es caprichosa. En la calle he oído más de
una vez el femenino guardiacivila.
3/3
Si es mujer, ¿un miembro, una miembro o una miembra?
medicablogs.diariomedico.com/laboratorio/2018/02/23/si-es-mujer-un-miembro-una-miembro-o-una-miembra/
Igual ocurre con las partes del cuerpo en sentido metafórico: con independencia de que
las apliquemos a personas de uno u otro sexo, el término conserva normalmente su
género explícito original: de un varón puedo decir, por ejemplo, que es «la mano derecha»
de la directora del hospital, o «la cabeza pensante» de una banda criminal; y de una mujer,
que es «el cerebro» de un equipo de investigadores, o que es «un hueso» porque suspende
a casi todos sus alumnos. ¿Verdad que a nadie se le ocurriría decir que una mujer pueda
ser *la cerebro* ni *la cerebra* del equipo?
Pues con miembro (cada una de las extremidades articuladas con el tronco),
curiosamente, está sucediendo algo extraño. Desde antiguo, era en español un sustantivo
masculino de género invariable, también cuando se aplicaba en sentido metafórico: fuera
uno hombre o mujer, solo podía ser «un miembro» de tal o cual sociedad científica, como
también «una parte» importante de ella. Con la corriente lingüística que propugnaba la
visibilización de la mujer en el discurso, no obstante, empezaron a surgir hablantes que
consideraban ‘miembro’ como un sustantivo de género común («un miembro» y «una
1/2
miembro») o, más raramente, como un sustantivo con doble forma («un miembro» y «una
miembra»). ¿Un disparate? Al principio lo parecía, pero la RAE terminó por ceder ante el
uso y en el 2001 dejó de considerar ‘miembro’ (referido a personas) como sustantivo
masculino de género invariable, para pasar a considerarlo como sustantivo de género
común. La RAE, pues, admite ya para las mujeres «una miembro» (que a mí sigue
sonándome a rayos); hay quien opina que «una miembra» llegará también al diccionario
en un futuro próximo, con lo que el lapsus de Aído habría sido en verdad premonitorio.
Fernando A. Navarro
2/2
Lenguaje inclusivo, un aspecto de una rebelión mucho más
profunda
lavoz.com.ar/numero-cero/lenguaje-inclusivo-un-aspecto-de-una-rebelion-mucho-mas-profunda
March 4, 2019
La posición asumida por el Gobierno nacional respecto del lenguaje inclusivo, casi
como una bajada de línea a los ministerios de educación provinciales, intenta
ningunear con una absurda rigidez lingüística uno de los aspectos de la lucha del
1/3
sector más dinámico del movimiento de mujeres, que dio paso y nutrió el
#NiUnaMenos, la marea verde por el aborto legal, el #MiraComoNosPonemos y la
exigencia de la separación de la Iglesia del Estado.
Como era de esperar, con formulaciones del tipo “no tiene que ver con las formas
sino con el fondo del problema”, el Gobierno de Córdoba, a través de su Ministerio de
Educación, se inscribe en la misma línea, denostando los aspectos transgresores en
la forma de manifestarse de la juventud y colocándose en el rol de maestro ciruela de
la situación que los agobia, cuando le corresponde un lugar de plena responsabilidad.
Las demandas más sensibles del movimiento, el contenido de los reclamos “de
fondo”, así como las responsabilidades que recaen sobre el Estado, hace rato han
sido puestas con crudeza sobre la mesa.
En el país del #NiUnaMenos se han producido 33 femicidios este año; una mujer
muere cada 28 horas por esta causa; más de 500 mueren al año por abortos
clandestinos; una de cada cinco niñas ha sido abusada sexualmente en la infancia; a
estas mismas niñas se les niega el acceso a la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) y
se les impone la maternidad; otras tantas son desaparecidas y prostituidas por redes
de trata que operan con el amparo y complicidad de funcionarios políticos, judiciales
y fuerzas represivas; el promedio de vida del colectivo trans es de 36 años; no se
brinda educación sexual laica, científica y con perspectiva de género (en el mejor de
los casos se dicta con carácter estrictamente biologicista, mientras en los colegios
confesionales se imparten contenidos reaccionarios, misóginos y
homolesbotransfóbicos).
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2/3
El Estado, sus fuerzas políticas e instituciones han tomado nota de la potencialidad de
este movimiento que está demostrando capacidad de sobra para cuestionar la
estructura sobre la que se sostienen todas las formas de violencia y opresión. Sólo un
gobierno de trabajadoras y trabajadores podrá desarrollar a fondo toda esa
potencialidad.
Edición Impresa
El texto original de este artículo fue publicado el 4/03/2019 en nuestra edición
impresa.
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Diez motivos por los que no conviene usar (todavía) el
lenguaje inclusivo
perfil.com/noticias/columnistas/diez-motivos-por-los-que-no-conviene-usar-todavia-el-lenguaje-inclusivo.phtml
March 3, 2019
1) Somos casi 600 millones los hablantes de español. El idioma evoluciona según la
voluntad de la mayoría de los hablantes y el paso del tiempo que consolida el léxico.
Debemos aclarar, ante la confusión general, que hace mucho tiempo que ni España
ni la Real Academia Española nos imponen nada. España tiene menos del 10% de los
hablantes de español y la mayoría no habitamos la península. La RAE no trabaja sola.
Lo hace en conjunto con las 21 academias de la lengua. Esa asociación de academias
que representan a todos los hablantes de español se llama Asale (Asociación de
Academias de la Lengua). Tampoco el diccionario, consensuado por las 21 academias,
se llama ya DRAE. El diccionario más importante de nuestro idioma se llama
Diccionario de la Lengua Española o DLE. Es cierto que muchos, para consultarlo,
entran al sitio Rae.es, pero hay que averiguar bien. El mundo de la lengua es otro. No
el de los años 60 o 70. Así que el primer motivo es que no se debe ignorar a la gran
mayoría de hispanohablantes, quienes decidirán si un cambio se acepta o no.
2) Muchísimos años atrás, dos estudiosos del idioma elaboraron la hipótesis de Sapir-
Whorf que dice que la palabra antecede o condiciona el pensamiento. Es una
hipótesis. O sea que ni Sapir ni Whorf pudieron demostrarla. Al contrario, el
psicólogo suizo Jean Piaget demostró que los bebés tienen inteligencia, y muy
desarrollada, antes de aprender a hablar. Así que el pensamiento surge en el ser
humano antes que la palabra. Entonces, el segundo motivo es que las palabras no
preceden ni condicionan el pensamiento por sí mismas ni pueden modificar la
realidad.
1/4
presidentas, juezas, fiscalas. No todas las formas se usan en todos los países
hispanohablantes pero existen y son correctas. Las mujeres no son “la esposa de”
sino que ellas ejercen los cargos. Esta cuestión es más que válida, porque el femenino
no indica dependencia del varón. Así que por extensión, todos los cargos políticos,
empresariales o de cualquier categoría jerárquica deben emplear la forma femenina:
por ejemplo, “la jefa”. El tercer motivo es que incluir supone muchas y diversas
situaciones y no solo la que se pretende desde el lenguaje inclusivo.
4) Hasta ahora hemos hablado del léxico, pero el “lenguaje inclusivo” no se centra en
el léxico sino en la gramática, el esqueleto que sostiene nuestro idioma. El léxico es
muy simple de cambiar: tenemos variantes geográficas, de edad, de clases sociales,
las palabras que se relacionan con la formalidad o la informalidad (no es lo mismo
decir faz, rostro, cara o jeta), aunque todos signifiquen lo mismo. El hablante decide
en qué momento es oportuno o no usar una u otra forma. El cuarto motivo: no
usemos formas léxicas que violentan la estructura del idioma.
8) Nadie duda de las buenas intenciones de la gente de que usar la “e” incluye a todos
en la sociedad. Pero la discriminación sigue existiendo, la falta de respeto, el chiste
obsceno, la violencia verbal y física hacia la mujer, el mirar “desde arriba” al
homosexual siguen existiendo. La dominación y el menoscabo permanente a las
mujeres seguirá existiendo hasta que muchas generaciones acepten que todos
somos dignos por igual. Los cambios que se están produciendo en la sociedad no van
a detenerse pero no son gratis. El octavo motivo: ninguna vocal incluye o excluye a
nadie.
10) El último motivo: nuestro título dice “todavía” porque sabemos que el idioma se
modifica desde pequeños círculos y de manera no planificada, porque sabemos que
no se pueden imponer los cambios, porque sabemos que el idioma seguirá el cauce
que le marquen los millones de hispanohablantes y no pequeños grupos argentinos.
Pero no negamos la posibilidad del cambio. El idioma vive en cambio, fluye a través
3/4
de las voces de nuestros antepasados y llega a las de las futuras generaciones,
incesante, maravilloso y con un caudal rico en matices y tonalidades. El décimo
motivo es que tenemos que esperar y ser pacientes.
Propuestas para un lenguaje inclusivo sin usar la “e”. Las tomo, como señalé, del
profesor Marenghi:
2. En las proposiciones, en lugar de decir “los que” o “las que”, utilizar quien/quienes,
cualquiera/cualesquiera.
4. Usar sustantivos abstractos, oraciones con sujeto tácito, eliminar el artículo cuando
sea posible.
Patricia Nigro
4/4
GUÍA
PARA EL USO DE UN
LENGUAJE
no sexista e
igualitario
EN LA HCDN
AUTORIDADES DE LA
HONORABLE CÁMARA
DE DIPUTADOS DE LA NACIÓN
Presidente
Dr. Julián Andrés Domínguez
Vicepresidenta 1a.
Prof. Norma Amanda Abdala De Matarazzo
Vicepresidenta 2a.
Prof. Patricia Viviana Giménez
Vicepresidenta 3a.
Dra. Graciela Camaño
Secretario Parlamentario
Lic. Lucas Javier Chedrese
Secretario Administrativo
CPN. Ricardo Hugo Angelucci
Secretario De Coordinación Operativa
Ing. Ricardo Ancell Patterson
Prosecretaria Parlamentaria
Da. Marta Alicia Luchetta
Prosecretario Administrativo
Dr. Julio César Vitale
Prosecretario De Coordinación
Dr. Carlos Urlich
Secretario General De La Presidencia
Dr. Miguel Ángel Recalde
Prosecretario General De La Presidencia
CPN. Héctor Luis Trucco
“Es un derecho inalienable el poder nombrar
y ser nombrado y nombrada
con respeto a la propia identidad.
* Convención Constiuyente, Expte. 431. Proyecto de Resolución; Raquel Ortemberg, María del
C. Falbo. María del C. Feijóo Do Campo; María S. Parías; Clara C. Servini García, Hebe A. Ma-
rucco. Zulema B. Daher. Vicente M. Brusca. Antonio F. Cafiero. Héctor Masnatta. Olga C. Abra-
ham. María C. Vallejos. Rodolfo O. J. Ponce de León. Floro E. Bogado. Leticia El Bacha. Carlos
Corach. Ester A. Schiavoni. Dora Rocha de Feldman. Anahí de Tapatta y Elsa G. González.
Equipo
Coordinación
Asesoría técnica
Agradecimientos
Producción
Diseño
Ana Uranga B.
ÍNDICE
Prólogo.................................................................................7
Presentación........................................................................9
Capítulo I
Introducción.......................................................................15
¿De qué hablamos cuando decimos género?
¿Qué pasa con el género y la gramática?
Sexismo y androcentrismo
Referencias internacionales y nacionales
sobre el uso del lenguaje
La igualdad en la estructura de la función pública
El Congreso Nacional y el uso del lenguaje
Capítulo II
Sobre el sexismo en el lenguaje......................................31
Usos lingüísticos excluyentes
Capítulo III
Razones para la inclusión de
un lenguaje igualitario.......................................................39
Capítulo IV
Pautas de estilo y estrategias superadoras
para el lenguaje legislativo...............................................43
Código Civil: marco referencial
para la redacción de los textos legislativos
Capítulo V
10 recomendaciones para
el ámbito legislativo..........................................................53
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8
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PRESENTACIÓN
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10
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11
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12
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13
lucas chedrese
secretario Parlamentario
Honorable cámara de diputados de la nación
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Introducción
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16
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17
El género es un concepto
El lenguaje participa en la que refiere al conjunto de
distribución de poder en valores, sentimientos, ac-
una sociedad.
titudes, expresiones, mo-
dales, y roles asignados a
través de la cultura a las personas, por el hecho de nacer de
un sexo u otro, que varían en función de cada sociedad y del
momento histórico.
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18
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19
Sexismo y androcentrismo
¿En qué medida es sexista o androcéntrica la forma de
conocer la realidad y de representarla a través del lenguaje?
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20
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21
¿QUÉ ES EL ANDROCENTRISMO?
Referencias internacionales
y nacionales sobre el uso del lenguaje
Como antecedente de la incorporación de un lenguaje iguali-
tario y la eliminación del sesgo sexista podemos mencionar:
la Resolución 14.1 de la UNESCO (1987) que en el apartado
1 recomienda evitar el empleo de términos que se refieren a
un solo sexo, salvo si se trata de medidas positivas a favor
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22
UNESCO
El lenguaje –por su estrecha relación con el pensamiento–
puede cambiar gracias a la acción educativa y cultural, e
influir positivamente en el comportamiento humano y en
nuestra percepción de la realidad.
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23
en el plano normativo de
nuestro país, la Constitu- CONSTITUCIÓN
NACIONAL
ción Nacional incorpora la
acción afirmativa para el lo- El principio de igualdad
está contemplado por
gro de la igualdad real en el
nuestra Constitución en
artículo 75, inciso 23. Allí es-
el artículo 16 y establece
tablece entre las atribucio- que nuestra Nación no
nes del congreso: “legislar admite privilegios de
y promover medidas de ac- ningún tipo: todas las
ción positiva que garanticen personas somos iguales
la igualdad de oportunida- ante la ley.
des y de trato, y el pleno
goce y ejercicio de los derechos reconocidos por esta
constitución y por los tratados internacionales vigentes
sobre derechos humanos (…)”. las medidas de acción
afirmativa (o positiva) buscan instaurar la igualdad sus-
tantiva o real, mediante un trato que garantice a las per-
sonas en desventaja la equiparación en el ejercicio de
sus derechos de igual forma con aquellas que no se en-
cuentren en desventaja.
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24
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25
La igualdad en la estructura
de la función pública
Nuestro país muestra avan-
El uso del lenguaje sexista ces alentadores en materia
o discriminatorio en la
de igualdad e inclusión en
redacción legislativa de
cualquier tipo y aun en las términos de género. La san-
conversaciones informales ción de las leyes de cupo fe-
contribuye a reproducir menino, la ley de matrimonio
relaciones asimétricas, entre personas del mismo
jerárquicas y desiguales. sexo, la ley de identidad de
género y el nuevo Código
Civil son algunos de los ejemplos que expresan estos avan-
ces y a los que ya nos hemos referido antes.
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26
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27
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28
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29
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SOBRE EL SEXISMO
EN EL LENGUAJE
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32
¿Cómo?
Volver
33
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34
Volver
35
EJEMPLO:
Secretaria Asistente.
Sargento Militar.
Volver
36
EJEMPLO:
EJEMPLO:
EJEMPLO:
Volver
37
EJEMPLO:
EJEMPLO:
Volver
38
EJEMPLO:
El trabajador.
La mujer trabajadora.
1 Cabe señalar que tenemos presente que el principio fundamental del lenguaje
es que la comunicación sea efectiva, por lo que, en el peor de los casos, se op-
tará por la utilización de formas que faciliten la lectura y comprensión del texto,
más que la visibilización de un lenguaje igualitario. En esos casos, entendemos
que es imprescindible aclarar que la narración se ha realizado desde una pers-
pectiva de igualdad de género a pesar de que no aparezca este diferenciado en
todas las articulaciones gramaticales.
Volver
RAZONES PARA
LA INCLUSIÓN
DE UN LENGUAJE IGUALITARIO
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40
Volver
41
Volver
PAUTAS DE
ESTILO Y
ESTRATEGIAS
SUPERADORAS
PARA EL LENGUAJE
LEGISLATIVO
4
Desde el enfoque de derechos se reconoce la necesidad y la
exigencia de expresarse de manera igualitaria y no discrimina-
toria respondiendo a la equidad e igualdad entre los géneros
y se hace imperiosa la necesidad de utilizar un lenguaje no
sexista como mecanismo coherente para trabajar por la igual-
dad entre mujeres y hombres.
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44
PERSONAS
En primer lugar, el Código Ci-
vil no habla de hombres ni de
mujeres, habla de personas. Un
uso adecuado del lenguaje de-
berá priorizar esa forma por so-
bre otras.
MATRIMONIOS
El matrimonio produce los mismos efectos ya sea que esté
constituido por dos personas de distinto o igual sexo y nin-
guna norma podrá restringir, limitar ni excluir la igualdad de
derechos. La igualdad en materia de derechos para las pare-
jas del mismo sexo, implica un cambio cultural en la referen-
ciación a quienes integran el matrimonio, que debe tenerse
en cuenta en la redacción.
Esposo / esposa
»» Los cónyuges / Las cónyuges
Volver
45
FAMILIAS
En lo que respecta a las fuentes de filiación, el Código civil
reconoce legalmente a todas las familias: aquellas formadas
por dos mamás, dos papás y no solamente las conformadas
por una madre y un padre. En consonancia con este estable-
cimiento, la comunicación sobre maternidades y paternida-
des deberá referirse a todas las familias.
DOCUMENTOS CERRADOS
Los documentos cerrados
son aquellos en los que se
reconoce a la persona o
personas destinatarias a las
que se hace referencia en el
texto. En ese sentido, y por-
que se sabe el género de la
persona implicada es preciso explicitarlo, omitiendo toda
forma genérica para la redacción.
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46
DOCUMENTOS ABIERTOS
Los documentos abiertos, al contrario de los anteriores,
no reconocen a la persona destinataria o aquella que in-
tervendrá en el proceso que se propone. En consecuen-
cia es imposible conocer a priori el género de ese sujeto.
Siguiendo un principio de inclusión y no discriminación
en este caso se exige la denominación explícita en forma
masculina y femenina conjuntamente cuando el documen-
to es abierto a fines de visibilizar a quienes integran la
ciudadanía sin exclusiones basadas en la economía del
lenguaje.
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47
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48
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49
SUPRESIÓN DE SUSTANTIVOS
CON MARCA DE GÉNERO
Se puede omitir el sustantivo cuando no aporta nada a la in-
formación que provee la frase.
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50
SUSTANTIVOS GENÉRICOS
Son aquellos términos que se refieren a ambos géneros en
lugar de utilizar el masculino como universal.
SUSTANTIVOS COLECTIVOS
Es una alternativa que supera el uso de las dobles formas y
por ende agiliza el discurso:
SUSTANTIVOS ABSTRACTOS
Es especialmente útil para hablar en términos generales o si
ignoramos si las personas a las que nos referimos son mu-
jeres u hombres.
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51
PERÍFRASIS O GIROS
Se utilizan cuando no
disponemos de gené-
ricos, colectivos o abs-
tractos. Las perífrasis
más comunes son las
que incluyen las pala-
bras: persona/s; colec-
tivo; personal; entidad;
población.
Terceros o terceras.
»» Terceras personas.
Los administrativos.
»» El personal administrativo.
Los niños.
»» La infancia.
Los políticos.
»» La dirigencia política.
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52
SUSTITUCIÓN DE PARTICIPIOS
POR ORACIONES DE RELATIVO
Cuando un participio sigue a un sustantivo, sustituye por
“que” para dar sentido a la oración.
Los diputados.
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10
RECOMENDACIONES
PARA EL ÁMBITO
LEGISLATIVO
1
5
Un lenguaje no excluyente permite crear referentes feme-
ninos porque visibiliza a las mujeres, nombra correctamen-
te tanto a varones como a mujeres, rompe estereotipos y
neutraliza los prejuicios sexistas que afectan a unos y a
otras.
2
Evitar la utilización de la expresión “la mujer” para referirse
a las mujeres. Las mujeres no son parte de un grupo ho-
mogéneo. Las mujeres constituyen la mitad de la población
mundial, no conforman un colectivo.
3
Evitar el uso de tratamientos de cortesía innecesarios. En
el caso de incluirlos, se utilizarán los siguientes: “señor”
para varones y “señora” para mujeres. Nunca se emplea-
rán nombramientos que impliquen relaciones de depen-
dencia o subordinación.
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54
4
El uso innecesario o abusivo del masculino genérico es un
obstáculo a la igualdad real entre hombres y mujeres por-
que oculta a las mujeres y produce ambigüedad. Se evitará
su utilización en textos y documentos.
5
Utilizar profesiones y diferentes formas de trabajo legislati-
vo en femenino cuando corresponda. Las legisladoras exis-
ten, trabajan en ambas cámaras del Congreso y es correcto
e imprescindible visibilizar su presencia y participación.
6
Se utilizarán, siempre que sea posible, las denominacio-
nes de cargos, profesiones y titulaciones en femenino,
mediante el morfema de género y/o el artículo. Cuando su
uso se haga en plural, se evitará la utilización del genérico
masculino.
7
En los casos en los que el texto se refiera a quien posee
la titularidad de una entidad, área o institución, el lenguaje
se adecuará al masculino o al femenino en función de si se
trata de uno u otro género.
8
Los documentos administrativos deben dirigirse a la ciu-
dadanía con fórmulas que nombren específicamente a las
mujeres cuando se conoce su género. Cuando se desco-
noce quién será la persona destinataria, se usarán fórmu-
las que engloben a ambos géneros, evitando el uso del
masculino genérico.
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55
9
El uso de dobletes mediante barras queda limitado a los
formularios de carácter abierto y a determinados encabe-
zamientos, no utilizándose en ningún caso en otro tipo de
redactados.
10
No podrá utilizarse, en ningún documento, la arroba @,
porque no es un signo lingüístico, y no permite su lectura.
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Recomendaciones
para el uso
de un lenguaje igualitario
Lenguaje
Uso sexista
igualitario
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58
Lenguaje
Uso sexista
igualitario
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59
Lenguaje
Uso sexista
igualitario
El legislador La legisladora
y el legislador; quienes
integran la legislatura;
quienes legislan
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60
Lenguaje
Uso sexista
igualitario
El trabajador El trabajador y la
trabajadora;
el equipo de trabajo
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Bibliografía
y fuentes consultadas
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62
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Lingüística
Vol. 26, diciembre 2011: 172-192
ISSN 2079-312X en línea
ISSN 1132-0214 impresa
L
1. Introducción
as lenguas indígenas sudamericanas han demostrado ser de
sumo interés para las tipologías que se ocupan de la clasifica-
ción nominal, dado que no siempre se encuadran dentro de los ‘tipos
básicos’ de clase nominal –sistema gramaticalizado de concordancia
que obligatoriamente asigna cada sustantivo a una clase determinada,
y que presenta un número reducido de clases (Dixon 1986)–, géne-
ro –sistema generalmente de dos o tres clases nominales que exhibe
concordancia (Corbett 1991) y usualmente está basado en los rasgos
semánticos de animacidad y sexo– y clasificador –sistema abierto que
categoriza los sustantivos según rasgos semánticos variados y que
típicamente no se manifiesta a través de la concordancia (Grinevald
2004). Numerosos estudios han demostrado que la categorización
nominal de las lenguas indígenas americanas suele combinar carac-
terísticas de sistemas antes considerados mutuamente excluyentes
(Payne 1987; Derbyshire y Payne 1990; Aikhenvald 2000). No
obstante, es posible encontrar un importante grupo de lenguas que
exhiben sistemas ‘tradicionales’ de género, semejantes a los de las
lenguas indoeuropeas, organizados en dos categorías (masculino/
femenino) o en tres (masculino/ femenino/ neutro) y fundados en
diferente grado sobre el rasgo semántico de sexo.
Este trabajo se centra en un conjunto de cinco lenguas indígenas
de América del Sur que pertenecen a diferentes familias:
• el mosetén, lengua aislada de Bolivia. Cuenta con aproximadamente
1.000 hablantes que habitan en la región del alto río Maniqui y el
Apere. Las fuentes bibliográficas utilizadas son Sakel (2002, 2004).
• el jarawara, perteneciente al grupo Arawá, hablado por unas 150
personas que se localizan en la zona del curso medio del río Purus
(Estado Amazonas, Brasil), cerca de la ciudad de Lábrea. Los
datos de esta lengua provienen de Vogel (1989) y Dixon (2004).
• el guajiro o wayuunaiki, una de las lenguas de la extensa familia
Arawak, hablada en la península Guajira (Colombia) y en regiones
aledañas que se extienden hasta Venezuela. El análisis de esta lengua
se basa en bibliografía publicada por Jusayú (1975); Olza Zubiri y
Jusayú (1978); Mansen y Captain (2000); Captain y Captain (2005).
• la lengua wari’, que pertenece a la familia Chapacura y se lo-
caliza en la cuenca sudoccidental del Amazonas (en torno de
174 Lingüística 26, diciembre 2011
1
De aquí en más mos, jar, war, teh.
2
De aquí en más, gua.
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 175
3
Dixon (2004: 79) observa que, a pesar de presentar un género fijo, si se conoce o se quiere
focalizar el sexo de un animal superior, es posible utilizar el género gramatical apropiado.
176 Lingüística 26, diciembre 2011
En cuanto al mos, Sakel (2004: 86) observa que, excepto para los
seres humanos, la asignación de género parece arbitraria. Sin embargo,
algunos ejemplos muestran que es posible asignar concordancias de
género acordes con el sexo del referente:
4 a nunca katyi’ khä bailar-yi-’ mö’ achae Diana (Sakel 2004)
nunca evid bien bailar-mv-f.sg 3f.sg perro Diana
‘La perra Diana nunca va a bailar’
b mi’ achae sabe wailar (Sakel 2004)
3m.sg perro saber bailar
‘el perro sabe bailar’
4
La lengua jar incluye entre los inanimados a plantas, fenómenos naturales, objetos y
conceptos, así como nombres de lugares. En mos, los ejemplos muestran que se consideran
entidades inanimadas las plantas, los elementos de la naturaleza (agua, montañas, etc.) y
los objetos.
5
Vogel (1989: 4) calcula los siguientes porcentajes de distribución de género para humanos,
animados no humanos e inanimados:
seres cuerpos fenómenos objetos y
animales plantas lugares
humanos celestes naturales conceptos
femenino según sexo 15% 0% 47% 93% 78% 75%
masculino de individuo 85% 100% 53% 7% 22% 25%
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 177
Dado que el war no cuenta con artículos, pero utiliza los demostra-
tivos a fin de indicar el carácter definido o indefinido de un sustantivo,
retomaremos este tema al presentar la clase correspondiente.
La clase de los demostrativos existe en las cinco lenguas aquí
consideradas. El mos presenta formas supletivas para el único de-
mostrativo que posee: iits ‘dem.m’ / öi ‘dem.f’6:
7 a iits soñi’ b öi nanasi’ (Sakel 2004)
dem.m hombre dem.f muchacha
‘este hombre’ ‘esta muchacha’
6
Dichas formas valen para singular y plural. Comparar el siguiente ejemplo con (7a):
iits mimi’ paerae’ tara’tara’ (Sakel 2004)
dem.m solo.m dos rata.grande
‘
solo estas dos ratas’
178 Lingüística 26, diciembre 2011
11 a ?eme xalwen b
?emn ka:rken (Fernández Garay 1997)
dem.m tigre dem.f mujer
‘ese tigre’ ‘esa mujer’
Excepto por el war, que según Everett y Kern (1996: 338) no tiene
numerales (existen los verbos xica’ pe ‘estar solo’ y tucu caracan
‘enfrentar uno a otro’ para ‘uno’ y ‘dos’ respectivamente, aunque en
la actualidad se recurre a los numerales del portugués), las demás
lenguas exhiben al menos una forma que manifiesta género. El jar
también cuantifica por medio de formas verbales. Según Dixon (2004:
559), los jarawaras no tienen términos para los números: indican
las cantidades a través de los verbos intransitivos: -ohari(ha)- ‘ser
único, estar solo’ y -fama- ‘ser dos, ser un par’. A partir de ellos se
constituyen los numerales ‘uno’ y ‘dos’7, que manifiestan el género
a través del sufijo de modo declarativo8:
12 a barato fama-ke (Dixon 2004)
plato ser.dos-decl.f
‘los platos son dos (=‘hay dos platos’)’
La lengua teh cuenta con formas femeninas para los tres primeros
numerales: čočenne ‘una’, xawken ~ xa:one ‘dos (f)’ y qa:šn ‘tres
(f)’, frente a čoče, xawke y qa:š:
13 a xa:one ka:rken b xawke kaseke (Fernández Garay 1997)
dos.f mujer dos.m cacique
‘las dos mujeres’ ‘dos caciques’
7
Para cantidades superiores a dos, se recurre a préstamos del portugués: terei-na ‘ser tres’;
kowato-na ‘ser cuatro’; siko-na ‘ser cinco’, etc.
8
En el ejemplo (18) se muestra el mismo contraste de las formas masculina y femenina del
sufijo de modo declarativo.
180 Lingüística 26, diciembre 2011
m f
1 waneshia waneshia wanesiya
2 piama piama-shi piama-s
3 apuniin apuniin-shi apuniin-s
4 pieinchi pieinchi-shi pieinchi-s
5 jarrai jarrai-shi jarrai-s
6 aipirrua aipirrua-shi aipirrua-s
7 akarraishi akarraishi-shi akarraishi-s
8 melisali / mekisat mekisat-shi mekisat-s
9 mekietasali/mekietasat mekietasat-shi mekietasat-s
10 polo polo-shi polo-s
Cuadro 3. Numerales del gua (Jusayú 1975: 26-27)
9
Los pronombres nia ‘3sg.m’ y jia ~ šia ‘3sg.f’, presentan formas ligadas n- y j- ~š- que se
prefijan al sustantivo; en algunos casos, se agrega una vocal entre el prefijo y el sustantivo.
El género gramatical en algunas lenguas indígenas... / M. Regúnaga 183
5. Conclusiones
Las características de los sistemas de género contemplados, consi-
derados en sí mismos, presentan semejanzas con muchos otros casos
estudiados a lo largo de la historia de la lingüística. Los sistemas de
género en las lenguas amerindias también presentan dos categorías
(masculino y femenino, en mos, jar y gua) o tres (masculino, fe-
menino y neutro, en war y teh), fundamentadas –no siempre en la
misma medida– en animacidad y sexo; al igual que en muchas otras
186 Lingüística 26, diciembre 2011
11
13
Millán Chivite (1994: 58) observa que en todos los casos el árbol o planta es de género
masculino y las partes de género femenino.
14
Al ampliar la observación a los casos de género sexuado, esta correlación del femenino
con el colectivo se mantiene (el guardia/la guardia, el policía/la policía).
190 Lingüística 26, diciembre 2011
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Dauzat, Albert. 1952. Le genre indice de grandeur, Français Moderne, XX, 4:
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Dixon, Robert Malcom Ward. 1986. Noun Classes and Noun Classification in
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extinción, Valdivia, Universidad Austral de Chile.
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tehuelche, UniverSOS, Revista de Lenguas Indígenas y Universos Culturales,
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Fernández Garay, Ana y Graciela Hernández. 2006. Textos tehuelches (Aonek’o
?a?en). Homenaje a Jorge Suárez, Munich, Lincom Europa.
192 Lingüística 26, diciembre 2011
RESUMEN:
La definición de la norma lingüística del español desde una perspectiva lexicográfica plantea
dificultades y ha provocado debates intensos. Normalmente se otorga al Diccionario académico
un valor normativo en el mundo de habla española, sin embargo no está concebido como
estrictamente normativo, ya que da entrada a elementos diversos de carácter vulgar, jergal, etc.
Por otra parte, ha sido rechazado como referencia normativa por quienes critican su centralismo
o su falta de correspondencia con la situación real del español. Estas actitudes críticas se han
expresado con frecuencia en la lexicografía hispanoamericana. Las Academias de la lengua
española han dado pasos en los últimos años para configurar una norma de carácter
panhispánico que sea alternativa real a la implantación de normas de ámbito local o nacional,
pero en el terreno lexicográfico la tarea es ardua. Para llevarla a cabo es necesario fundamentar
teóricamente con mayor profundidad el concepto de norma panhispánica y elaborar recursos
lexicográficos útiles para adaptarla al español actual. La alternativa que se plantea es: avance en
la configuración de una norma panhispánica o contienda entre normas nacionales.
ABSTRACT:
The definition of linguistic norm in Spanish from a lexicographic perspective poses some
problems and has led to heated debates. The academic Dictionary is usually given a normative
value in the Spanish speaking community. However, it is not actually conceived as strictly
normative as it includes entries of diverse nature such as vulgarisms, jargon, etc. On the other
hand, those who criticize its linguistic centralism or lack of correspondence with the real
situation of the Spanish language have rejected it as a normative reference. This criticism is
more conspicuous in the Spanish-American lexicography. In the last few years, the Spanish
language Academies have taken steps to create a norm with a panhispanic character as a real
alternative to the establishment of national and local norms. However, it has turned to be a
rather difficult task in the lexicographic field. To achieve this goal, it is necessary to provide a
sounder theoretical foundation of the concept of panhispanic norm as well as useful
(ISSN 2174-7245)
54 ALEJANDRO FAJARDO AGUIRRE
lexicographic resources to adapt it to present-day Spanish. The alternatives are either progress
towards a panhispanic norm or conflict between national norms.
0. INTRODUCCIÓN
Hablar de norma lingüística en el ámbito hispánico puede suscitar aún hoy día
cierta incomodidad, resquemor o incluso resentimiento ante ciertos auditorios. No es
una situación nueva, porque hay cuestiones sin resolver que permanecen enquistadas en
discursos que se repiten periódicamente desde hace mucho tiempo.
El concepto de norma incluye habitualmente dos perspectivas: la norma en el
sentido prescriptivo, o norma propiamente dicha, entendida como modelo que seguir,
por una parte y, por otra, la norma entendida como realización, como el producto
lingüístico útil para comunicarse en un contexto sociolingüístico determinado, la norma
como uso. La mayoría de los lingüistas ha reconocido esta ambivalencia del término y
ha procurado referirse a ella utilizando diversas denominaciones1. Sin embargo, aunque
la diferencia es muy fácil de discernir teóricamente, no se deja trasladar a la práctica
lexicográfica. Es bien sabido que aunque se suele tomar el Diccionario de la Real
Academia Española (DRAE) como referencia normativa del español, no registra solo lo
que se debe decir, sino también muchas palabras de las que simplemente se dicen,
aunque se consideren incorrectas, vulgares, locales, etc. Norma y uso se convierten en el
diccionario en la pescadilla que se muerde la cola. El hablante necesita seguridad
lingüística, busca dónde constatar la norma y presupone que encontrará en el
diccionario una respuesta contundente y actualizada, espera de él la eficacia de la
legislación y en cada nueva edición la contundencia de un real decreto. El consultor
común del diccionario no busca medias tintas, sino respuestas inequívocas e ignora que
en el DRAE faltan los neologismos más de moda y sobran los arcaísmos que deberían
estar en un diccionario histórico que aún no existe. Espera de los académicos el papel de
registradores de la propiedad léxica, pero en el diccionario encuentra un batiburrillo en
el que caben los vulgarismos y adaptaciones de extranjerismos que le pueden resultar
insólitas o risibles. No extraña, por tanto, que se haya convertido en un género la
publicación en medios de comunicación –ahora también en la web colaborativa– de las
reacciones del consultor del DRAE, que se muestra desencantado, frustrado o incluso
afrentado ante la ausencia de algunas palabras o la presencia de otras en el «diccionario
de la Academia».
1
P. ej. norma – sistema (Coseriu 1952: 166-167), modelo – uso (Lara 1976: 12, 111), buen uso –
uso habitual (Alvar 1982: 38), norma prescriptiva – norma descriptiva (Eberenz 1995: 50-51), etc. Más
numerosas aun son las designaciones de la norma en el primer sentido, es decir, como modelo
institucionalizado, así Kany (1969: 7) hablaba de: español consagrado, español culto, español estándar,
español normal, español sancionado y español tipo.
(ISSN 2174-7245)
LA NORMA LINGÜÍSTICA DEL ESPAÑOL DESDE UNA PERSPECTIVA LEXICOGRÁFICA… 55
(ISSN 2174-7245)
56 ALEJANDRO FAJARDO AGUIRRE
2
El neologismo panhispánico, cuyo uso se ha difundido a raíz fundamentalmente del Diccionario
panhispánico de dudas (2005) y, en menor medida, por alusiones diversas a partir de la divulgación de la
política lingüística panhispánica de las Academias, puede utilizarse prescindiendo de la intensificación
del prefijo, pues el adjetivo hispánico ya abarca por sí mismo al conjunto de los territorios y hablantes de
español y establece oposición semántica con otras designaciones para lo local o lo nacional (no obstante,
lo usamos en el título considerando la extensión de su en los últimos años).
(ISSN 2174-7245)
LA NORMA LINGÜÍSTICA DEL ESPAÑOL DESDE UNA PERSPECTIVA LEXICOGRÁFICA… 57
(AALE)–. Aún harán falta tiempo y esfuerzos mutuos para deshacer los resentimientos
y prejuicios que se han acumulado en ambas orillas a lo largo de la historia común.
Una muestra de las divergentes visiones que han surgido a uno y otro lado del
Atlántico la podemos ver en opiniones vertidas por lexicógrafos, filólogos, escritores,
políticos y, en definitiva, por cualquiera que quisiera opinar, pues el debate se azuza
fuera del ámbito lingüístico y se convierte fácilmente en tema enjundioso para animar
tertulias. Valgan como muestra algunas citas:
- [...] que diez y ocho millones de españoles nos impongan la ley á cincuenta y tantos
millones de americanos (Tobías Garzón 1910: V)
- Si hablar mal es una forma nacional de expresarse, hablemos mal (Rossi 1929: 0)
- Es injusto aplicar al habla de una comunidad un criterio de corrección exterior a ella
(Rosenblat 1967: 7)
- Los peninsulares somos los amos de la lengua (Clarín, ap. Menéndez Pidal 1944: 32
y Rosenblat 1962: 53-54)
- ¡Qué vamos a ser los amos! (Menéndez Pidal 1944: 32)
- de cada diez hombres que hablan español por el mundo, sólo uno es de España
(Alvar: 1991: 218).
Junto a actitudes lingüísticas de origen ideológico como las anteriores –ya rancias
pero aún con arraigo emocional– en la actualidad se ha hecho presente con
contundencia la idea de que la lengua es un recurso económico de primer orden. Estos
planteamientos, que partieron del ámbito de la economía, fueron percibidos con claridad
por los lingüistas más atentos a la evolución del español, como Lodares (2001: 173)
(2005: 125). Si somos conscientes de que los diccionarios son el producto lingüístico
que más sostenidos beneficios reporta a las empresas editoriales, podemos entender que
el más o menos airado intercambio de ideas de otros tiempos resulte cándido hoy en día,
cuando todo es cuantificable en cifras económicas.
(ISSN 2174-7245)
58 ALEJANDRO FAJARDO AGUIRRE
Sin embargo, estas reacciones contra el casticismo venían a menudo lastradas por
la permanencia de la idea de la corrupción del lenguaje, de manera que se daba una
paradoja en la actitud de unos lexicógrafos que por una parte se reafirmaban como
americanos, cuestionando una supremacía española que se extendía aún al dictado de la
norma lingüística de la Academia, pero por otra parte iban a formar un frente común
junto con la Española en la lucha contra los malos usos e influencias extranjeras, que
(ISSN 2174-7245)
LA NORMA LINGÜÍSTICA DEL ESPAÑOL DESDE UNA PERSPECTIVA LEXICOGRÁFICA… 59
Este enfoque purista se prolongó mucho tiempo y no se superó hasta las últimas
décadas del s. XX (Haensch 1997: 225), cuando liberados los diccionarios por fin de la
crítica de barbarismos, solecismos, etc., quedó el interés por el léxico más cercano, el de
la propia región o del país, lo que dio lugar a un gran número de nuevos diccionarios
que abrieron la etapa de la lexicografía regional y nacional (Fajardo 2010: 37-38).
Lo habitual ha sido que sobre una base importante de estas obras de enfoque local,
muchas de ellas pertenecientes a la anterior etapa, se hayan terminado redactando
diccionarios nacionales, que han cribado los datos anteriores y, con uno u otro método,
los han contrastado con el uso coetáneo. Salvo en los pocos casos de diccionarios
nacionales elaborados con un criterio descriptivo o integral, el resto tiene su punto de
mira enfocado a España para establecer lo que le es propio por comparación con los
usos de la Península Ibérica; de ahí que algunos hayan tildado de «eurocéntricos» a los
diccionarios diferenciales de esta etapa, como Zimmermann (2003: 71-83) quien critica
que la lexicografía diferencial americana pretenda valorar y reivindicar lo propio sin ser
capaz de desligarse de la referencia constante al uso de España.
Dentro de este primer grupo, el de los denominados diccionarios diferenciales,
unos recogen el léxico nacional por oposición al «español general»; así hace Tejera
(1983) y el DA (2010):
(ISSN 2174-7245)
60 ALEJANDRO FAJARDO AGUIRRE
(ISSN 2174-7245)
LA NORMA LINGÜÍSTICA DEL ESPAÑOL DESDE UNA PERSPECTIVA LEXICOGRÁFICA… 61
Asia y África, lo que le ofrece el DEM es un vocabulario de uso mexicano que hace
evidente la unidad de la lengua por la que tanto nos hemos esforzado desde la época de
nuestras independencia, a la vez que muestra la riqueza derivada de un español arraigado
en la experiencia histórica de México, seguramente semejante a la variedad que se
encuentra en los otros veintiún países que forman la comunidad hispánica, y que
históricamente ha sido soslayada por el centralismo académico y la idea de la lengua a la
que ha dado lugar. (Lara 2010: 27).
(ISSN 2174-7245)
62 ALEJANDRO FAJARDO AGUIRRE
Lo que nosotros queríamos era un diccionario integral del español, basado en el uso
mexicano. No, como lo publicó alarmado el ABC de Madrid, para “dar nuestro grito de
independencia”, ahora lingüística, y producir un “cisma de la lengua española”, sino para
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LA NORMA LINGÜÍSTICA DEL ESPAÑOL DESDE UNA PERSPECTIVA LEXICOGRÁFICA… 63
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64 ALEJANDRO FAJARDO AGUIRRE
(ISSN 2174-7245)
LA NORMA LINGÜÍSTICA DEL ESPAÑOL DESDE UNA PERSPECTIVA LEXICOGRÁFICA… 65
parte, el DM aporta elementos para reflexionar sobre qué entienden por ‘Madrid’
quienes afirman que la norma que marca el DRAE se basa en el uso madrileño.
Comparando todos los diccionarios diferenciales del español de distintas zonas,
llegamos a la conclusión de que la creación de diccionarios de americanismos responde
a criterios que se basan en la tradición, en el sentido práctico, o en la simplificación de
una visión bipolar del español (español de España frente a español de América), pero no
en criterios exclusivamente lingüísticos, porque dar entrada, p. ej., a cubanismos y dejar
fuera a los canarismos puede servir para reducir el volumen de la obra, o para
enmarcarla dentro de la tradición lexicográfica que consiste en hacer diccionarios de
americanismos, no de dialectalismos generales del español), pero no a criterios
metodológicos: es difícil encontrar una justificación lingüística desde el momento en
que se renuncia a hacer la contrastividad del léxico con España y se hace con el español
general. En cualquier caso, estamos ante un diccionario de americanismos –el mejor sin
duda– y ese es su límite. Su presencia, por contraste, recuerda una vez más la
inexistencia de un correlato en forma de diccionario de regionalismos o de
españolismos que se ocupe de todas las regiones de España y que tenga un carácter
contrastivo respecto al español común, tarea compleja que deberá esperar a que se siga
trabajando en las distintas comunidades, tal como se ha hecho con éxito en Canarias,
Madrid, etc. Por tanto, para la definición de un inventario léxico que pueda constituirse
en base de la norma hispánica, sigue siendo una tarea necesaria unir estos datos del
Diccionario de americanismos a la enorme riqueza del léxico regional de España,
tratarlos con el mismo método y darles a todos ellos el peso que cuantitiva y
cualitativamente les corresponde.
La explicación de esta aparente contradicción del DA en cuanto a la referencia con
la que busca establecer la diferencia es probable que se deba buscar en el cambio
conceptual que se constata a lo largo de su elaboración: cuando se publicó en 2003 una
síntesis de su planta se afirmaba: «es un diccionario dialectal –del español de América–
y diferencial con respecto al español de España». (López Morales 2003: 115).
Posiblemente el impulso de la llamada política lingüística panhispánica, que cobró
fuerza públicamente a partir de 2004, propició que se pasara a hablar de un español
general, lo que se refleja en el cambio conceptual posterior, pues según se indica en
2010 (DA: XXXI) (la cursiva es nuestra):
(ISSN 2174-7245)
66 ALEJANDRO FAJARDO AGUIRRE
palabra está documentada solo en una forma, aparecerá así aunque vaya en contra de las
normas ortográficas, puesto que el diccionario «no es normativo».
Sin embargo, ya hemos señalado lo que es bien sabido: el diccionario per se
contribuye a la fijación y difusión de formas por el simple hecho de registrarlas, si una
forma documentada tiene prioridad sobre la forma correcta, se está dando el primer paso
para su generalización, ya que cualquier forma documentada prevalece sobre la
supuestamente correcta pero no documentada, como se demuestra desde las primeras
documentaciones históricas de la lengua.
4. CONCLUSIONES
(ISSN 2174-7245)
LA NORMA LINGÜÍSTICA DEL ESPAÑOL DESDE UNA PERSPECTIVA LEXICOGRÁFICA… 67
el DA será sin duda una base sólida para su desarrollo en los próximos años. Por otra
parte, la lexicografía integral tiene su propio campo de trabajo para ayudar a conocer el
uso real de las regiones, siempre que se base en corpus reales sin manipular, pero para
ser creíble no puede venderse sin más como escolar, atendiendo a intereses comerciales
o prácticos, porque los diccionarios necesitan para cumplir esta función una
reelaboración del corpus base que los invalida científicamente como diccionarios
descriptivos.
No hay que olvidar que, mientras la redefinición de la norma toma cuerpo en una
nueva forma lexicográfica, los hablantes buscarán en el diccionario una referencia
necesaria de autoridad. Si la vieja norma no es sustituida por una alternativa
convincente y aceptada, se facilitará la extensión de los usos divergentes, es decir, de las
norma nacionales, que tenderán a consolidarse a costa de ir borrando las variedades
menos potentes dentro de su ámbito de influencia regional. No hay una norma
pluricéntrica, sino distintas normas nacionales, el uso sí es pluricéntrico, pero la norma
que aspire a cumplir una función válida para todos debe ser unívoca, no focalizada y
supranacional. La alternativa «norma nacional versus norma panhispánica» se debería
plantear como una construcción de la norma desde las variantes nacionales hacia la
norma panhispánica, no como una contienda de unas normas contra otras, etapa que
debería ser definitivamente superada. Desde la perspectiva lexicográfica, en los
próximos años comprobaremos en qué medida la norma lingüística panhispánica se
concreta en nuevas obras aceptadas como referencia o se queda en un compromiso
utópico.
Mientras tanto, las reflexiones de Julián Marías al respecto nos recuerdan lo sutil
de la frontera entre el uso y la norma y la facilidad con que una cosa puede trasformarse
en la otra:
Lo decisivo es el uso, no la vieja norma purista, pero cuando se ha dicho esto, que es
verdad, se cae en la cuenta de que el uso es normativo (Marías 2000: 293)
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
(ISSN 2174-7245)
68 ALEJANDRO FAJARDO AGUIRRE
(ISSN 2174-7245)
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70 ALEJANDRO FAJARDO AGUIRRE
(ISSN 2174-7245)
© Bonifacio Rodríguez Díez
En este trabajo, el autor se centra en un ámbito muy concreto de la evolución del género en el paso
del latín al español: la evolución del género neutro en los pronombres. Los pronombres y los adjetivos,
a diferencia de los sustantivos, conservan los tres géneros latinos (masculino, femenino y neutro).
Puesto que en el sustantivo solo existen dos géneros, el autor parte de la premisa de que el neutro de los
adjetivos y pronombres no puede ser reflejo de la concordancia con el sintagma nominal. El neutro
romance puede convertirse así en objeto de estudio independiente del masculino y femenino. Después
de exponer un listado de catorce formas neutras en español, estas se agrupan en cuatro situaciones
diferentes de ‘neutro’ a partir de las cuales se analizan las diferentes sustancias conformadas bajo esta
etiqueta: (a) Neutro de pronombres heredero de la situación general de los adjetivos latinos (tipo ILLE,
ILLA, ILLUD> él, ella, ello, etc.); (b) Indefinidos existenciales (alguien, alguno, algo); (c) Ciertos tipos
de leísmo (le, la, lo: “al niño le vi” / “el zapato lo compré”) que opone en el C.D. masc. los valores “no
personal”/ “personal”; y (d) Un leísmo extendido en la zona leonesa centro-oriental, hablas cántabras y
ámbitos rurales de las dos Castillas que conforma los valores “contable”/ “no contable” (neutro de
materia).
*
Este artículo, que se publica de forma póstuma, y que ha sido revisado y preparado para la
imprenta por Mª C. Egido Fernández, profesora del Departamento de Filología Hispánica de la
Universidad de León, era parte de un proyecto más amplio cuyo autor, el profesor D. Bonifacio
Rodríguez Díez, muerto prematuramente a finales del año 2003, no pudo ver finalizado. El
Secretariado de Publicaciones de la Universidad de León ha aceptado para la publicación un
libro, con la parte principal de la investigación [B. Rodríguez Díez, El género: del latín al
español. Los nuevos géneros del romance], en el que se consideró que no se debía incluir el
capítulo correspondiente al pronombre, por no estar completamente terminado. No obstante,
Contextos ha creído que este bloque forma una unidad que, aunque contenga lagunas, tiene
suficiente entidad como para editarse y honrar así, de nuevo, la memoria de su autor.
Contextos, XXI-XXII/41-44, 2003-2004 (págs. 19-117). ISSN: 0212.6192
20 Bonifacio Rodríguez Díez
In this study, the author focuses on a very specific area concerning the evolution of the gender in its
transition from Latin to Spanish: the evolution of gender–neutral pronouns. Pronouns and adjectives
contrary to nouns maintain the three Latin genders (masculine, feminine and neutral). Given that for
nouns there only two genders are available, the author bases his hypothesis on the fact that the gender
neutral of adjectives and pronouns can not be a reflection of the agreement with the nominal phrase.
Thus, the gender - neutral in Romance languages can be the object of a study which is independent of
the masculine and feminine genders. After presenting a list of fourteen neutral forms in Spanish, they
are grouped into four different conditions of “neutral” according to the different essences that
correspond to the label and are analysed. (a) Gender–neutral pronouns which are heir to the general
situation of Latin adjectives (of the type ILLE, ILLA, ILLUD> él, ella, ello, etc.); (b) Indefinite
existential pronouns (alguien, alguno, algo); (c) Some types of leísmo (le, la, lo: “al niño le vi” / “el
zapato lo compré” which differentiates, in the masc. direct object, the personal / non personal values;
and (d) An extended version of leísmo which is used in the central-eastern area of León, Cantabrian
dialects and rural areas of both Castilla La Mancha and Castilla y León and which incorporates the
countable/ uncountable values (neutral material)
1. Introducción
Con el título “La evolución del género en los pronombres”, se pretende
abordar otro ámbito de la evolución del género en el paso del latín a las
lenguas romances y, en concreto, al español. Como se verá, el estudio de la
evolución del género en los pronombres se va a reducir y concretar en la
evolución del género neutro, entendido éste de forma general, es decir,
como etiqueta gramatical que puede incluir —e incluye— variadas
sustancias conformadas.
Ciertamente, en la evolución del género de los sustantivos del latín a las
lenguas romances se pasa de tres géneros —masculino, femenino y
neutro— a dos —masculino y femenino—, con las implicaciones o
peculiaridades que se advierten en el mantenimiento de los neutros plurales.
Éstas, como se ha señalado, afectan a aspectos morfonológicos del
significante y, en mayor medida y de variadas formas, a novedades en el
significado, concretadas en la aparición en romance de nuevas sustancias
conformadas por el género, además de la consabida de “sexo”.
Sin embargo, en el ámbito de los adjetivos sí se conservan los tres
géneros latinos y también en los, así llamados, pronombres1. Ahora bien,
1
La etiqueta de ‘pronombre’ se halla instalada en la tradición académica y ofrece al mismo
tiempo una facilidad y libertad de uso, pero también una cierta ambigüedad. Bien es cierto que
en la gramática tradicional (p. ej.: BELLO & CUERVO 1847/1964, RAE−1931, RAE−Esbozo,
FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951) y también en autores más modernos (ROCA PONS 1960/70, ALCINA
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 21
FRANCH & BLECUA 1975, etc.) se estudia el pronombre, si no siempre como una clase funcional
—de la que los lingüistas modernos se cuidan de precisar sus diferentes funciones—, sí en un
capítulo en el que se engloban ‘personales’, ‘posesivos’, ‘demostrativos’, ‘relativos’ e
‘indefinidos’. Si bien nosotros consideramos que el pronombre es una clase no funcional y, por
lo tanto, no ha lugar a hablar de ‘pronombres’ en una gramática funcional (salvo que nos
refiramos sólo a los ‘personales’), pensamos, por otro lado, que es útil mantener y utilizar esta
etiqueta en virtud de su designación extensional, unida a la tradición gramatical y académica de
la misma. Ciertamente, el pronombre es una categoría semántica, si bien no todos los lingüistas
lo concretan de la misma manera. En efecto, ciertos lingüistas han afirmado que el significado
de los pronombres (personales, demostrativos, posesivos, etc.) —también llamados ‘sustitutos’
por algunos— es ‘ocasional’. Este planteamiento viene avalado por la tradición gramatical que
consideraba al pronombre un ‘nomen vicarium’ (la άντωνυμία de los griegos). A la opinión del
carácter ‘ocasional’ del significado de los pronombres se adhiere A. Mª. Barrenechea en la
conclusión de su estudio sobre el pronombre, en el que revisa las distintas opiniones al respecto
(BARRENECHEA 1962/69: 70), destacando la defendida en el dominio hispánico por A. Alonso y
P. Henríquez Ureña (ALONSO & HENRÍQUEZ UREÑA 1938−39: I, 227). Sin embargo, L.
Hjemlslev, que se plantea el problema en su artículo “La naturaleza del pronombre”, no llega a
tal extremo, afirmando lo siguiente: “Una simple observación de los hechos muestra, en efecto,
que el único contenido positivo que se puede encontrar en un pronombre es el que se encuentra
de ordinario en los morfemas. El contenido positivo del pronombre es puramente morfemático”
(HJEMLSLEV 1959/72: 255).
2
J.A. Martínez afirma lo siguiente: “El género no ofrece en castellano especiales dificultades. A
no ser en lo que atañe al ‘neutro’ […] sobre todo porque acumula especiales características: el
‘neutro’ no es sólo morfema sino a la vez un transpositor (sustantivador o adverbializador): y,
así, prácticamente sólo existe en el ámbito de la reproducción, en la concordancia heteronexual,
es decir, en combinación con sustitutos” (MARTÍNEZ 1977/94: 185–186). Ciertamente, algunos
pronombres pueden funcionar, aislados, como núcleos del sintagma nominal, en cuyo caso
podrán llevar el artículo o términos adyacentes concordando. Los casos en que, por ejemplo, un
adjetivo neutro concierta con un pronombre neutro son estadísticamente escasos. Se trataría de
ejemplos como los siguientes: Eso rojo me gusta más. Para el verano prefiero algo cálido. En
estos casos cabe discutir sobre el carácter de adyacentes nominales de rojo y cálido, si bien
siempre queda el recurso a la aposición.
22 Bonifacio Rodríguez Díez
1) El artículo: el / la // lo.
2) El personal tónico de tercera persona: él / ella // ello.
3) El personal átono de tercera persona: [lo], lo, la, los, las
(‘implemento’ o ‘complemento directo’) / [le], le, les (‘complemento’
o ‘complemento indirecto’) // lo (‘atributo’).
4) Adjetivos de tipo I —calificativos—, más ordinales y posesivos
(sustantivados, sin marcas específicas propias): el bello / la bella // lo
bello, el cuarto / la cuarta // lo cuarto, el mío / la mía // lo mío.
5) Adjetivos del tipo II —determinativos— con marcas específicas
(demostrativos): este / esta // esto, ese / esa // eso, aquel / aquella //
aquello.
6) Adjetivos del tipo II (indefinidos gradativos, intensivos y otros) sin
marcas específicas (éstas pueden ir hechas explícitas por medio del
artículo): más / lo más, mucho / lo mucho; otro (esto otro, lo otro),
uno (lo uno y lo otro).
7) El identificativo mismo (explicitado por medio del artículo): lo
mismo.
8) Relativos con artículo (sin marcas específicas): el que / la que // lo
que, el cual / la cual // lo cual.
9) El relativo indefinido cuanto (en concordancia, en contexto de género
neutro, sin marcas específicas y sin artículo).
10) El demostrativo indefinido tanto (en concordancia, sin artículo,
salvo la lexía por lo tanto).
11) El indefinido todo (en concordancia: todo ello, todo lo bueno).
12) Ciertos indefinidos existenciales: alguien / alguno // algo (ant. al),
nadie / ninguno // nada.
3
Vid. a este respecto nuestro trabajo, RODRÍGUEZ DÍEZ 1996: 638−646.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 23
4
A los que hay que añadir la nueva categoría romance del artículo: el, la, lo (de ILLE, ILLA,
ILLUD, salvo en las zonas en que procede de IPSE, IPSA, IPSUD). El artículo en español es —
conforme a una descripción funcionalista—un morfema nominal que puede referir por efecto de
la concordancia, pero con formantes específicos, la triple distinción genérica de adjetivos y
pronombres (vid. infra, § 1.1.2.1).
24 Bonifacio Rodríguez Díez
3ª. La tercera situación está ligada a ciertos tipos del fenómeno que las
gramáticas denominan leísmo (le / la // lo: al niño le vi / a la niña la vi −
la casa la vi // el zapato lo compré) en que se establece en el referente
pronominal del implemento (C.D.) masculino una oposición “no
personal” / “personal”.
Este fenómeno del leísmo puede aparecer de hecho junto al laísmo
(motivación en el complemento (C.I.) de la oposición ‘masculino’ −
“macho” / ‘femenino’ − “hembra”: al niño le di un libro / a la niña la di
un libro) y también junto al loísmo tradicional (fenómeno que, en
principio, supone una mera sustitución formal —no motivada— de le
por lo, o les por los en el complemento (C.I.): al[os] señor[es] lo / los
gusta el vino).
Pero además, en ciertas zonas castellanas de leísmo generalizado
puede aparecer un nuevo loísmo (diferente del no motivado tradicional),
éste sí motivado, con los valores generales del neutro español,
“abstracto” / “concreto”: a eso no lo doy importancia / a ese informe no
le doy importancia.
5
Vid. infra¸ § 1.2.3.2.3. El, así llamado, ‘neutro de materia’ opone lo “no−contable” a lo
“contable” (o lo “continuo” a lo “discontinuo”), que en el dominio lingüístico iberorrománico
más cercano —en ciertas zonas del leonés central— no se halla relegado a los referentes
pronominales sino que está presente en los adjetivos de tipo I (calificativos), p. ej.: buenu
(mozu...) / buena (moza...) / bueno (xente…, maíz…) // buenus [−os] (mozus [−os]…) / buenas
(mozas…).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 25
6
GRANDGENT 1907/70: § 350.
7
Ya hemos señalado que en algunas zonas de la Península Ibérica pasó a designar lo “no
contable” o “continuo”.
26 Bonifacio Rodríguez Díez
8
Vid. RODRÍGUEZ DÍEZ (En prensa-b): § 2.2.
9
Y de forma análoga para el alemán:
10
JESPERSEN 1924–68/75: 279.
28 Bonifacio Rodríguez Díez
El neutro pronominal nos sirve, en español, para designar objetos que no conocemos
bien o nos interesa considerar de un modo poco preciso y también para reproducir
un conjunto de objetos no personales, hechos expresados en oraciones y el predicado
nominal11.
realiza una mención inconceptual. Mediante ella, el objeto de esta mención queda
innominado, inclasificado, dentro del sistema de conceptos en que se organiza la
realidad, o más bien señalado por un concepto general que es válido para todos los
objetos posibles. Como en los otros casos ya examinados por nosotros, el neutro... se
presenta como un instrumento cómodo, apto para una mención provisional o
hipotética, o dirigida a una realidad compleja y de conceptuación difícil, o que no se
conoce enteramente, etc.14.
11
ROCA PONS 1960/70: 212.
12
MARTÍNEZ 1977/94: 191.
13
RAE−Esbozo: § 10 b.
14
FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951: § 188.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 29
Este neutro, el del español, cuyos valores así se han descrito, según la
bibliografía más explícita al respecto, es o coincide con el ‘neutro
conceptual’ que denomina O. Jespersen y que describe así: “Podría decirse
que se trata del neutro real, conceptual o universal frente al neutro concreto
o especificado que se emplea en inglés cuando se dice it para hablar de una
casa o de un gusano... y al neutro arbitrario que tenemos, cuando en alemán
empleamos es para referirnos a una Haus o Mädchen”16.
Una vez descrita la sustancia conformada por el neutro en español, se
podría concretar más el esquema sublógico del género en español, que se
proponía más arriba:
15
MARINER 1973: 34.
16
JESPERSEN 1924–68/75: 287. Este neutro podemos considerarlo próximo al das grosse
Neutrum der Natur (el gran neutro de la naturaleza), que cita SPITZER 1922, el propio de frases
como ingl. it rains, al. es regnet, dan. det regner, fr. il pleut (cit. por JESPERSEN 1924–68/75:
287).
30 Bonifacio Rodríguez Díez
ejemplo, del neutro del latín, del griego o del alemán. Obviamente, porque
es un neutro distinto. De ahí que los ‘numerales’, que, como su propio
nombre indica, expresan “número”, no tengan neutro. El carácter
“abstracto” del neutro español impide la concreción que supone el número,
a diferencia de lo que ocurre en las lenguas citadas17.
Es indudable que existe una gran proximidad entre el ‘neutro de materia’
y el ‘neutro conceptual’ español18. En efecto, podemos considerar que el
ámbito o dominio de lo ‘neutro’ forma un continuum en el que ambos
valores, lo “abstracto” y lo “no contable” o “continuo”, son contiguos y
gozan, al menos, de una característica formal o gramatical común, la
ausencia de plural19. Esto se podría representar así:
17
B.L. Velleman en su ‘Nota’ parte del siguiente estado de la cuestión a la hora de plantearse el
estudio del neutro: “En general, los gramáticos han considerado el neutro eso, lo que como
singulares y gramaticalmente lo son (eso es bueno; lo que me gusta). Sin embargo,
semánticamente vale más considerar el ‘neutro’ como ‘neutro’, no en género, sino en número.
La tesis que intentaremos demostrar en la discusión que sigue es ésta: los neutros lo que y eso
corresponden semánticamente a una noción de masa, mientras que el (la) que y ése (ésa)
seleccionan de entre entidades contables previamente identificadas en cuanto a sus
características masa. La idea de identificación de masa del neutro ayuda a explicar 1) la falta de
formas neutras en el plural, y 2) la imposibilidad de referencia personal de los neutros”
(VELLEMAN 1979: 307). Señala también que saber selecciona no contables y conocer, contables.
Ciertamente, los no contables no tienen plural; ahora bien, en el caso del neutro español es, a
fortiori, su valor de “abstracto” lo que conlleva que el neutro conceptual español carezca de
plural.
18
De ello es consciente F. Klein−Andreu cuando afirma que “[el neutro propuesto aquí] permite
interpretar el ‘neutro de materia’ como una explotación adicional de un mismo significado
básico —el de ‘deixis imprecisa’—existente ya en el neutro del castellano” (KLEIN−ANDREU
1981a: 293).
19
Este continuum podría completarse incluyendo otras nociones aparentemente ‘no neutras’: el
número (“singular” / ”plural”) y la oposición genérica “masculino” / ”femenino”. Vid.
HJELMSLEV 1956/72: 327.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 31
“ABSTRACTO” “CONCRETO”
“No plural” “NO CONTABLE” “CONTABLE”
“Plural” “inanimado” “animado”
“no “personal”
personal”
−Artículo: el / la // lo.
− Personal tónico de tercera persona: él / ella // ello.
20
Vid. infra, § 1.2.3.
32 Bonifacio Rodríguez Díez
2.2.1. Lo + ‘adjetivo’
La combinación ‘Lo + adjetivo’ es o supone un episodio concreto de un
fenómeno más general, ‘artículo’ + ‘adjetivo’, bien que con el añadido de la
condición de neutro de la forma lo, que conlleva algunas particularidades,
de las que la más relevante —en palabras de R. Lenz— es que la
construcción de ‘Lo + adjetivo’ es “la función del neutro más peculiar y
específico de la lengua castellana”21.
21
LENZ 1935: § 194.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 33
La diferencia entre esta clasificación y la jerarquización que realiza A. Martinet no radica en los
criterios empleados sino en el lugar de aplicación y en la redefinición del criterio de
“gramaticalidad vs. lexicalidad” (MARTINET 1960: cap. IV). En efecto, el criterio de
‘gramaticalidad vs. lexicalidad’ no puede ser abordado bajo supuestos léxico–estadísticos. En
este punto nosotros adoptamos las nociones de ‘característica (exponente)’ vs. ‘base
(constituyente)’ que L. Hjelmslev utiliza para distinguir morfema de plerema (vid. ALARCOS
LLORACH 1951: 46–47 y 56 ss.). A este respecto, somos conscientes de que las llamadas
preposiciones y conjunciones —señaladamente las primeras— podrían asemejarse a elementos
que no son base o constituyente de un sintagma; de ahí que explícitamente las hayamos
diferenciado tanto de los monemas gramaticales como de los lexicales, pues participan, en cierto
34 Bonifacio Rodríguez Díez
26
Se trata de una independencia gráfico−funcional, ya que se oponen la presencia y la ausencia
del artículo, así como la presencia del artículo junto al sustantivo y la interpolación de otro
elemento entre ambos: vienen los mozos / vienen mozos, vienen los mozos / vienen los buenos
mozos. Por otra parte, esta independencia gráfico−funcional del artículo puede deberse o estar
originada por su otro valor, el de ‘transpositor’.
27
Opinión radicalmente distinta a la de E. Alarcos Llorach, sobre todo en los aspectos que aquí
señalamos primordialmente, los formales y funcionales, es la que manifiesta F. Lázaro Carreter.
Este autor señala expresamente que el artículo (el, la, lo, los, las) no es un morfema (en el
sentido hjelmsleviano), ya que se trata de un elemento muy diferente en cuanto a su estatuto
gramatical del artículo definido sufijado de las lenguas escandinavas y del rumano; admite, por
otra parte, interpolación entre él mismo y el nombre al que acompaña; y es equiparable a otros
signos fronterizos, como los átonos posesivos (mi, tu, su) y adverbios (muy, tan). En
consecuencia con esto y siguiendo a A. Bello (BELLO & CUERVO 1847/1964: § 277), F. Lázaro
Carreter incluye el artículo (el...) y el personal (él...) en una misma subclase funcional; lo que le
lleva a análisis enormemente arriesgados como, por ejemplo, a considerar que en el grupo
36 Bonifacio Rodríguez Díez
etc., sin que el artículo añada ni quite nada al nombre propio29. En suma, el
nombre propio es indiferente al artículo.
Por otra parte, podemos observar que el nombre propio (con o sin
artículo) equivale siempre al nombre común con artículo. Así, por ejemplo,
dadas las oraciones siguientes:
29
Vid. nuestro trabajo “Nomenclaturas, nombres propios y topónimos”, RODRÍGUEZ DÍEZ 2002.
38 Bonifacio Rodríguez Díez
Esta inclusión del artículo entre los transpositores quizás puede explicar
su carácter de elemento exento —es una palabra— y la dificultad que
encuentran los lingüistas para identificar su categoría, si bien las opiniones
que se oponían a la condición de morfema del artículo no se basaban en su
carácter de transpositor30.
Por tanto, la aparición del artículo hizo posible la generalización de los
adjetivos en el desempeño de funciones oracionales (además de la de
atributo), que ya desempeñaban en latín, pero con ciertas restricciones
(siempre suponiendo un elemento elíptico, el sustantivo). A este respecto
señalan A. Ernout & F. Thomas: “Dans l’usage courant, l’adjectif
substantivé n’est pas aussi répandu qu’en grec, par suite de l’absence
d’article”31.
30
También hay que señalar que la mayor parte de las veces el artículo resulta redundante en
cuanto a las marcas de género y número que conlleva dentro del sintagma nominal. Tales
marcas son simple repercusión del número y del género que exigen los sintagmas nominales a
que se agregan. Pero otras veces el género y el número del artículo es pertinente:
(a) Cuando el sintagma nominal carece de expresión formal diferenciada de género (p. ej.:
artista, penitente, etc.) o de número (p. ej.: crisis, tesis, etc.).
(b) Cuando se expresa el neutro, pues el sustantivo español no tiene neutro, p. ej.: lo moderno, lo
breve.
31
ERNOUT & THOMAS 1951/53: § 190.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 39
32
A éstos hay que añadir el adjetivo identificativo mismo.
33
Parece que la construcción *Primero es deshacer las maletas no es gramaticalmente correcta,
aunque se pueda comprender, señaladamente porque primero sí puede aparecer aisladamente
con un significado similar en otras construcciones, que veremos, p. ej.: Hay que deshacer las
maletas primero. Pero se trata de construcciones sintácticas diferentes.
40 Bonifacio Rodríguez Díez
34
Vid. supra, § 1.1.1. Este valor “abstracto” lo confirman los gramáticos: “Pero no es esta [p.
ej.: el segundo (el piso segundo), la derecha (la mano derecha)] la única sustantivación posible
de los adjetivos. Todos los anteriores ejemplos constituyen sustantivos concretos. Otras veces
los adjetivos, al sustantivarse, originan sustantivos abstractos. En Alabó lo noble de su
conducta, lo noble es un adjetivo empleado sustantivamente y cuyo carácter abstracto se
advierte cotejándolo con la nobleza en la frase equivalente: Alabó la nobleza de su conducta”
(SECO 1930/75: 37–38). “Podríamos, en vista de todo esto, aventurar el siguiente principio: en
general se acude al uso de lo + adjetivo cuando no existen sustantivos abstractos equivalentes.
Se emplean, en cambio, con preferencia los sustantivos abstractos a menos que especiales
intenciones expresivas o fórmulas típicas determinen el uso del adjetivo con lo” (FERNÁNDEZ
RAMÍREZ 1951: § 71).
35
LAPESA 1984/2000: 190. De la misma opinión que R. Lapesa es J. Neira (NEIRA 1983:
476−477). G. Rohlfs encuentra formas neutras del artículo en la Italia meridional, como no
podía ser menos en este dominio dialectal tan complejo y diverso. Se trata de oposiciones del
tipo lo mele / ru cane, etc., con distintas variantes fonéticas y combinatorias, en que se opone el
artículo neutro ante sustantivos colectivos o continuos, que no tienen plural, frente al artículo
masculino ante sustantivos concretos. Sin embargo, G. Rohlfs no entra en el tipo de
construcciones de que hablamos aquí. (Vid. ROHLFS 1949/68: § 419).
36
Vid. MEYER−LÜBKE 1890−1906: III, §§ 7−8.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 41
En resumen: creo que el elo procedente de illud (y, por lo tanto, neutro) tuvo el
mismo doble resultado el, lo que el elo masculino procedente de illum. Ante
sustantivos neutros latinos que pasaron a masculinos en castellano, el artículo el se
hizo también masculino y lo desapareció muy pronto, en época preliteraria. Ante
37
En rigor, R. Lenz no habla de “sustantivación abstracta” para lo bueno, pues no considera a lo
como artículo, ya que las sustantivaciones abstractas se hacen con el: “sustantivación abstracta
masculina”, p. ej.: el sublime, el ridículo, el superfluo, etc. (LENZ 1935: § 76). Asimismo señala
“que la substantivación de proposiciones enteras es un fenómeno muy corriente en castellano, y
se hace con el artículo masculino el. Si hubiera en castellano un verdadero artículo neutro, sería
de esperar que se usara en tales substantivaciones, y en los demás casos que hemos tratado en el
§ 80, como sucede en griego y en alemán” (LENZ 1935: § 198).
38
HANSSEN 1913: § 477.
39
LENZ 1935: § 76.
40
LAPESA 1984/2000: 173–178.
41
BELLO & CUERVO 1847/1964: § 58. R.J. Cuervo trata con mayor amplitud el asunto en la Nota
54 a la Gramática de A. Bello (BELLO & CUERVO 1847/1964: 436–441). R.J. Cuervo no sólo da
ejemplos con preposición, como los que propone A. Bello, sino que incluye casos sin
preposición y sin artículo, bien que obtenidos de textos poéticos.
42 Bonifacio Rodríguez Díez
Pues bien, en lo que se refiere a mucho, harto y poco, que son indefinidos
‘gradativos’, lo que se está diciendo es que el fenómeno de la
inmovilización de marcas de este tipo de indefinidos (junto con la de los
‘intensivos’ más y menos) supone o se identifica con el empleo del neutro,
que en estos adjetivos se halla en sincretismo con el masculino y singular,
y, solamente, tal como ocurre con los adjetivos del tipo I (calificativos),
puede hacerse explícito cuando van acompañados por el artículo: mucho /
lo mucho, más / lo más, blanco / lo blanco, etc.
En efecto, como señalábamos en otro lugar, un rasgo peculiar de los
indefinidos, en concreto ‘gradativos’ e ‘intensivos’, frente a otros adjetivos
42
LAPESA 1984/2000: 190. S. Gili Gaya advierte los diferentes valores de la doble
sustantivación del español: el carácter “abstracto y colectivo” de ‘Lo + adjetivo’ y la
significación “concreta e individual” de ‘El + adjetivo’. Asimismo, señala que “el fenómeno es
tan extenso y antiguo, aun en la lengua vulgar, que hay que considerarlo como autóctono,
aunque en algún tecnicismo particular pueda hallarse influencia latina o francesa” (GILI GAYA
1943/73: § 169). En la misma línea se manifiesta RAE–Esbozo: § 3.9.2.
43
BELLO & CUERVO 1847/1964: § 376.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 43
Adjetivo:
Tiene mucho tiempo libre /... más tiempo libre.
Sustantivo:
Convenció a muchos /... a más ~ . a los más.
Adverbio:
Trabaja mucho el bronce / ... más el bronce.
Tolera temperaturas muy bajas /...más bajas.
Gasta muy fácilmente / ... más fácilmente.
44
Vid. RODRÍGUEZ DÍEZ 1992: 231−255.
45
BELLO & CUERVO 1847/1964: § 377.
46
En todos estos ejemplos el contexto es suficientemente explícito para poder identificar pronto,
rápido, recio y duro como segmentos en funciones de aditamento (complemento circunstancial),
función desempeñada autónomamente por el adverbio. Sin embargo, si el contexto no fuera
suficientemente explícito tendríamos situaciones de neutralización sintáctica, de dos tipos:
−−− Neutralización de ‘adjetivo’ − ‘atributo’ / ‘adverbio’ − ‘aditamento’:
El niño vino pronto.
El corredor descendía rápido.
−−− Neutralización de ‘sustantivo’ − ‘implemento’ / ‘adverbio’ − ‘aditamento’:
El viajante come poco
El atleta corre demasiado
(Vid. RODRÍGUEZ DÍEZ 1997c: 94−101).
44 Bonifacio Rodríguez Díez
47
Vid. supra, § 1., nota 2.
48
BELLO & CUERVO 1847/1964: § 972. Esto mismo viene a decir J.A. Martínez cuando afirma:
“el ‘neutro’ no es sólo morfema sino a la vez un transpositor (sustantivador o adverbializador)”
(MARTÍNEZ 1977/94: 186), si bien no desarrolla este punto, al menos, en esta dirección. S.
Mariner habla de los empleos ‘transcategorizadores’ del género pero referido a otros casos “esto
es, el substantivador y el adjetivador: respectivamente, cf. ‘en lo profundo’ y ‘a lo bestia’”
(MARINER 1973: 27).
49
ALARCOS LLORACH 1970: 340.
50
Vid. nuestros trabajos: RODRÍGUEZ DÍEZ 1993 y 1997a.
51
Queda hablar de los adverbios en −mente, pero éstos históricamente vienen precisamente de
una lexía cuyo núcleo era un sustantivo, mente o guisa, que en el caso del triunfante, −mente, ha
quedado reducido a una especie de derivativo, en este caso, heterogéneo, pues convierte a un
adjetivo en adverbio.
52
Vid. nuestros trabajos: RODRÍGUEZ DÍEZ 1987−88, 1990 y 1993.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 45
53
A este respecto señalábamos en otro lugar: “Algunos de estos usos con preposición se hallan
fijados o casi fosilizados, pero en la mayoría de los casos estamos ante un mecanismo de
creación vivo en la lengua. Más aún, la constatación de esta construcción: PREP. + ADJETIVO
(con inmovilización de marcas), permitiría analizar así algunas construcciones sin necesidad de
acudir a fenómenos de elipsis, p. ej. : hoy viene de rojo, … de corto, viste de oscuro, ... de largo.
No sería necesario, pues, acudir en estos casos a la elipsis, que habría de resolverse interpolando
un sustantivo, como, por ejemplo: color (hoy viene de color rojo) o traje (viste de traje oscuro,
viste de traje corto, viste de traje largo), etc.” (RODRÍGUEZ DÍEZ 1993: 651−652).
54
Vid. infra, § 1.2.2.
46 Bonifacio Rodríguez Díez
Pues, vees aquí el primero mortal pecado cometydo, e mucho se podría dezir más
prolixo, pero por non ser enojoso ceso de escrevir largo (Corbacho, p. 104).
55
Vid. MENÉNDEZ PIDAL 1944/76: I, § 122.
56
Este empleo adverbial de algunos adjetivos se puede dar con adjetivos determinativos
cuantificadores: saber mucho, hablar poco y de modo más frecuente con adjetivos calificativos
adverbializados del tipo dezir aguisado (Alexandre), saber cierto (Corbacho), tratar copioso
(Tratado sobre el amor), hablar alto, decir claro, pegar duro, actuar rápido, etc.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 47
Resumiendo:
2.2.3. El lo atributo
Una mención especial dentro de este apartado del neutro español
ejemplificado en la lista del 1) al 11) (véase § 1), merece el lo atributo,
homófono del masculino singular y del neutro en función de implemento.
Es conocido el artículo de F. Carrasco al respecto, cuyo título es
precisamente “El pronombre neutro lo como pro−forma del predicado
nominal”57. Curiosamente en los referentes pronominales de tercera
persona la oposición genérica tradicional o pronominal, que ya hemos
comentado, no sólo sirve para distinguir los diferentes casos−funciones por
medio de la peculiar combinación de las marcas de género y número, en
concreto, las funciones de implemento (C.D.) y el complemento (C.I.), sino
que el mismo procedimiento sirve para identificar la función de atributo, a
través de la forma lo (sin género y sin número), bien que solamente en el
caso de los verbos ser, estar y parecer58. Así pues, en los átonos del
personal de tercera persona el mantenimiento y reajuste de distinciones de
tipo casual se hace tomando como significantes la peculiar combinación de
las marcas de ´género’ y ‘número’:
‘Género’ (+) - ‘Número’ (+) (lo, la, los, las): ‘Implemento’ (C.D.):
Al niño lo vi ~ a la niña la vi ~ eso lo vieron todos
A los niños los vi ~ a las niñas las vi.
57
CARRASCO 1972
58
Vid. nuestro trabajo, RODRÍGUEZ DÍEZ 1982.
59
Vid. MARTÍNEZ 1977/94: 186.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 49
60
MARTÍNEZ 1977/94: 186.
61
Por ejemplo algunas de las que señala S. Gili Gaya: a) conjuntos de dos o más substantivos
que no designen personas; b) los conceptos expresados por verbos u oraciones enteras; c) el
atributo propiamente dicho; etc. (GILI GAYA 1943/73: § 178).
62
CARRASCO 1972: 3.
50 Bonifacio Rodríguez Díez
ello, etc.) e incluso por lo, en el caso de que sea menester —o sea posible—
catalizar el verbo auxiliar correspondiente63; p. ej.:
63
Precisamente por eso la reproducción por medio del neutro es la prueba para identificar la
función de atributo en determinados sintagmas preposicionales concordados, así como para
postular la existencia de fenómenos de catálisis; véanse nuestros trabajos: “Sobre las lagunas del
enunciado: elipsis y catálisis” (RODRÍGUEZ DÍEZ 1983) y “Sintagmas preposicionales
concordados” (RODRÍGUEZ DÍEZ 1987−1988).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 51
1º) El primer extremo viene dado por ser sustituto de un neutro, p. ej.:
Aquello lo vimos muy negro desde el principio / A aquel lo vimos desde el principio
Esto lo creerán a pies juntillas / A este lo engañan todos los días
64
El reflexivo no tiene ‘caso recto’. Conmigo, contigo, consigo son formas fijadas léxicamente
por una peculiar evolución fonética y analogía ulterior.
52 Bonifacio Rodríguez Díez
2º) Pues bien, el segundo extremo viene dado por los atributos o
atributivos sustituidos por lo:
65
Vid. infra, § 1.2.2.
66
Vid. BELLO (en BELLO & CUERVO 1847/1964: §§ 292 ss); en § 302 resume la situación así:
“Son, pues, neutros los sustantivos esto, eso, aquello, ello o lo; mucho, poco, algo; y los
infinitivos de los verbos como cantar de canto... Y damos el mismo valor a los conceptos
precedentes expresados por verbos y proposiciones, y a los que se reproducen como
predicados”. Véase también MARTÍNEZ (1977/94: 178 ss).
67
RAE−Esbozo: § 2.5.2 solamente habla para las formas átonas de tercera persona de ‘caso
acusativo’ (el implemento) y ‘caso dativo’ (el complemento).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 53
68
Salvo la que establecen los pares del tipo planchador / planchadora, segador / segadora, etc.,
que oponen ‘masculino’ − “operario” / ‘femenino’ − “instrumento”, que no deja de ser la
reproducción de la vieja oposición indoeuropea “animado” / “inanimado” (RODRÍGUEZ DÍEZ En
prensa-b: § 3.2.5).
69
Vid. supra, § 1.1.
54 Bonifacio Rodríguez Díez
70
Vid. VÄÄNÄNEN 1967/75: § 285.
71
MENÉNDEZ PIDAL 1904/68: § 101.
72
En efecto, tanto en latín y en griego como en las lenguas romances, quedan restos de la vieja
oposición “animado” ~ “personal” / “inanimado” ~ “no personal”, en la que el término
“animado” ~ “personal” sólo dispone de una forma para el masculino y el femenino. Se trata de
ciertos temas evidentemente arcaicos; así, gr. τίς / τί lat. QUIS (esp. quien, fr. qui, it. chi) / QUID
(esp. que, fr. quoi, it. che, etc.).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 55
Otro aspecto de interés —y que puede tener relación con el hecho de que
quien haya adoptado en el español moderno el plural, quienes— reside en
que el pronombre relativo−interrogativo quien es categorialmente
sustantivo en la oración transpuesta73.
73
He aquí, en esquema, la pertenencia categorial de los relativos:
Relativos
‘Sustantivo’ ‘Adjetivo’ ‘Adverbio’
Que + + +
Quien + – –
Cual + + –
Cuyo – + –
Cuanto + + +
Donde – – +
Cuando – – +
Como – – +
74
Hemos descrito los indefinidos en la sincronía del español actual en nuestro trabajo, “Los
cuantificadores en español” (RODRÍGUEZ DÍEZ 1982). Clasificábamos allí los indefinidos en los
siguientes tres grupos (siguiendo para su nomenclatura a ALCINA FRANCH & BLECUA 1975: §
4.5):
1º) Indefinidos ‘gradativos’: mucho, poco, bastante, demasiado, etc.
2º) Indefinidos ‘intensivos’: más, menos y tanto.
3º) Indefinidos ‘existenciales’ (o de ‘de existencialidad’, FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951: § 187):
alguien / nadie, alguno / ninguno, algo / nada.
Se concluía, a propósito de ‘gradativos’ e ‘intensivos’ lo siguiente: “forman un grupo
gramaticalmente homogéneo que podríamos definir en virtud de los siguientes rasgos:
- Son adjetivos con variación de género (‘masc.’, ‘fem.’ y ‘neut.’) y número (‘sing.’ y ‘plur.’).
56 Bonifacio Rodríguez Díez
- Son adjetivos del tipo II por su combinatoria en el grupo sintagmático nominal, en el que
siempre preceden al otro adjetivo de tipo I.
- Necesariamente preceden al núcleo nominal.
- No necesitan del artículo para ir nominalizados. Pero, salvo tanto, no incorporan el valor de
“identificador” que conforma el morfema artículo; de ahí que puedan llevar el artículo en
algunos casos y que no excluyan la presencia del mismo en el grupo sintagmático nominal de
que forman parte, p. ej.: los muchos años.
- Inmovilizando sus marcas pueden desempeñar las funciones propias del adverbio, tanto en el
marco del sintagma nominal (adyacente adjetival o adyacente adverbial) como del sintagma
verbal (aditamento)” (RODRÍGUEZ DÍEZ 1982: 245).
Los indefinidos ‘existenciales’, como veremos, poseen características bastante diferentes, si
bien, son los que semánticamente cumplen mejor con la etiqueta de ‘indefinidos’.
75
BASSOLS DE CLIMENT 1956/81: 209.
76
“Como ellos [los interrogativos], presuponen los indefinidos un problematismo acerca de la
existencia de un objeto o de una serie de objetos más o menos conocidos o consabidos, al mismo
tiempo que están privados, frente a ellos, de la función apelativa. Por este dato específico que da
coherencia al sistema de los indefinidos podrían recibir la denominación de pronombres de
existencialidad” (FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951: § 187).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 57
77
De forma análoga a los adjetivos de tipo I o de tipo II que pueden también desempeñar las
funciones de adverbio, en su caso, inmovilizando sus marcas (vid. supra, § 1.1.2.2).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 59
Sus valores y rasgos, de alguna forma paralelos a los latinos, son los
siguientes78:
78
Vid. RODRÍGUEZ DÍEZ 1992: 245–248.
60 Bonifacio Rodríguez Díez
80
La etimología de NEMO fue explicada por Cicerón en Brutus: NE HOMO > NEMO. Quizás de la
pérdida de NEMO, en el que aún se sentiría, de algún modo subyacente, HOMO, puede venir el
empleo de este, omne, en fórmulas negativas, p. ej.: por. nome no “no hombre, no”. Como
señalan M. Alvar & B. Pottier, “omne, acentuado, aparecía con el valor de ‘alguien, alguno’ y se
documenta desde antes que alguno; el sintagma negativo ningún hombre es paralelo al de algún
hombre” (ALVAR & POTTIER 1983: § 111.2).
81
Ya en Terencio se encuentra: “E RE NATA MELIUS FIERI HAUD POTUIT” (Ad., 295) (vid. ALVAR &
POTTIER 1983: § 111.1. n.118).
82
Como señalan M. Alvar & B. Pottier, “en cast. ant. se conoció nul (Berceo, Fuero de Avilés,
documentos montañeses de 1220, pero no en textos posteriores” (ALVAR & POTTIER 1983: §§
111.1, n. 114). Lo encontramos en el Alexandre, Apolonio, Alfonso X. No supera el siglo XIII,
en concreto la segunda mitad del XIII. Junto a la grafía nul encontramos null. Asimismo,
encontramos “nullo (Cid, Fuero de Avilés, etc.) y el fem. nulla (Alex., Berceo), que son formas
según J. Corominas “muy usuales en los ss. XII y XIII” (COROMINAS & PASCUAL 1980−91: s.v.
no). Curiosamente todos los ejemplos que hemos consultado de nullo y nulla se corresponden
con adjetivos. No se entiende lo que dice J. Corominas cuando habla de “forma sustantiva” para
62 Bonifacio Rodríguez Díez
nullo; parece que con forma sustantiva quiere decir con forma plena. Nulo procede por vía no
patrimonial.
83
M. Alvar & B. Pottier, a propósito de que se encuentra el resultado de ALIQUNUS desde los
orígenes del idioma, señalan que es “innovación de la Romania central que se documenta con
mayor densidad a lo largo de las vías de comunicación del Imperio; falta −−sintomáticamente−−
en rumano” (ALVAR & POTTIER 1983: §§ 109.2.1, n. 93).
84
A estos étimos y resultados hay que añadir el simple ALIUD, en su variante ALIID latino vulgar,
que da lugar al cast. al “alguno”, arag. ali.
85
. ALVAR & POTTIER 1983: §§ 109.2.1. Vid. MALKIEL 1948.
86
Hay que suponer que la acentuación aguda está en la base etimológica, ya que, si no, no se
podría explicar la diptongación; ello unido a una posible analogía con QUEM > quien.
Ulteriormente se produciría el desplazamiento del acento. La acentuación antigua, aguda, se
conserva en formas vulgares.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 63
87
En este apartado seguimos en buena medida nuestro trabajo, “Un ejemplo de motivación del
género: los fenómenos de ‘leísmo’, ‘laísmo’ y ‘loísmo’ del español” (RODRÍGUEZ DÍEZ 1997b);
vid. también RODRÍGUEZ DÍEZ 1998.
88
Efectivamente, un problema de difícil solución es el relativo al estatuto paradigmático de los
personales átonos. Obviamente los tónicos son claros sustantivos personales; pero, los átonos,
¿son morfemas o lexemas? El último Alarcos, deliberadamente o no, es ambiguo al respecto
(ALARCOS LLORACH 1994: 199).
89
RODRÍGUEZ DÍEZ (En prensa-b): § 1.2.
64 Bonifacio Rodríguez Díez
90
Los rasgos que conforman los referentes átonos de 3ª persona son los siguientes:
(1º) “Noción de 3ª persona”.
(2º) “Número”: “singular” / “plural”; p. ej.: lo, la, lo / los, las; le / les.
(3º) “Género”: “masc.” / “fem” / “neut.”; p. ej.: lo / la / lo; le.
(4º) “Reflexividad” / “no reflexividad”; p. ej.: se / lo, la, lo ~ los, las; le (se) ~ les (se).
(5º) “Caso−función”: ‘implemento’ / ‘complemento’ / ‘atributo’; p. ej.: lo, la, lo ~ los, las / le ~
les / lo.
Todos estos valores van referidos tanto en el lexema como en los morfemas. Podemos decir que
la sustancia léxica del personal es la de “persona”, en concreto, la de “3ª persona”. Del resto
podemos decir que son valores morfemáticos, en muchos casos con supletivismo en la
expresión. El carácter tan abstracto de todos estos valores, incluido el más claramente léxico en
este caso, el de “persona”, hace difícil separar o asignar algunos de estos valores al componente
léxico o morfemático del sintagma personal, ello unido al hecho de que en algunos casos se ha
producido una especie de amalgama de formantes. Hay una evolución en la doctrina de E.
Alarcos Llorach a este respecto (vid. ALARCOS LLORACH 1994: § 86).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 65
Ejemplos:
91
Esta es la descripción de la sincronía en el español actual del personal átono de 3ª persona,
independientemente de que, en efecto, las formas del implemento (lo, la, lo / los, las) procedan
del acusativo latino: ILLUM, ILLAM, ILLUD / ILLOS, ILLAS, y las del complemento (le / les), del
dativo: ILLI, ILLIS.
92
El adjetivo etimológico de este grupo es producto de consideraciones diacrónicas, pero ahora
nos desentendemos de su explicación porque estamos describiendo los hechos desde una
perspectiva puramente sincrónica. Los ‘etimologistas’ serán los hablantes que utilizan este
modelo, y también los que sostienen que debe implantarse como norma correcta. Los estudiosos
parecen aceptar, implícita o explícitamente, que el uso etimológico debió ser el que triunfó en el
protorromance castellano y en general en la Edad Media. A este respecto señala R. Lapesa:
“Durante la Edad Media el empleo de los pronombres átonos de tercera persona había
respondido en general a su valor etimológico” (LAPESA 1942/80: 405). Y en otra ocasión afirma:
“Como no han prendido [leísmo, laísmo y loísmo] en Andalucía, Canarias ni Hispanoamérica,
es preciso admitir que no habían logrado pleno desarrollo en tierras castellanas en el segundo
tercio del siglo XIII, cuando Fernando III reconquistó y repobló Jaén, Córdoba y Sevilla, cuna
del español atlántico. Sin embargo, desde el Cantar de Mio Cid y otros textos arcaicos se
registran en cantidad no desdeñable muestras de le como dativo ampliado e incipientemente
invasor” (LAPESA (1968/2000: 280). Los usos pronominales que vamos a ver a continuación,
leísmo, laísmo y loísmo, se consideran anomalías o desviaciones posteriores y se definen
tomando como punto de referencia el uso etimológico (y, a veces, también, la lengua latina). Sin
embargo, como veremos, las situaciones pueden ser más complejas y estar más arraigadas en los
orígenes del castellano. Por su parte, el término ‘loísta’ puede tomarse como equivalente o
66 Bonifacio Rodríguez Díez
A la vista del esquema del ‘uso etimológico’, una primera cuestión que se
puede advertir aquí es que existe coincidencia de significantes entre el
masculino singular y el neutro (lo, la, lo) —es decir, sincretismo de
masculino y neutro en ‘masc.’ + ‘sing.’—, cosa que no ocurre en los
tónicos (él, ella, ello), ni el algunos otros casos, como son el del
demostrativo (este, esta, esto, etc.) y el del artículo (el, la, lo). Esta
coincidencia o sincretismo entre ‘masc.’ y ‘neutr.’ la encontramos en los
adjetivos de tipo I (p. ej.: blanco ~ blanca ~ blanco) y en algunos adjetivos
de tipo II (p. ej.: mucho ~ mucha ~ mucho)93. Por tanto, en los átonos de 3ª
persona, en concreto en la función de implemento, nos hallamos ante una
triple distinción genérica, bien que con sincretismo de masculino y neutro,
tal como encontramos de forma generalizada en los adjetivos.
El uso etimológico es el más extendido en el dominio del español.
Predomina en Asturias, Aragón, Andalucía, Canarias e Hispanoamérica,
salvo en partes de Ecuador, Argentina, Perú, en Paraguay, etc., en contacto
con lenguas amerindias. Se recomienda para el uso culto y literario; es,
pues, la norma de mayor prestigio, aunque se permite también el leísmo
masculino de persona. En las zonas no etimologistas, como las dos Castillas
y León, podrá aparecer, por estas razones, en las clases socio−culturales
más elevadas así como en los estilos o situaciones que requieren un registro
más cuidado, como, por ejemplo, en la manifestación escrita94.
3.3.2. Leísmo
Sin embargo, en el castellano —el español de las dos Castillas y de
León— aparecen usos o normas, con mayor o menor pujanza, que se
apartan del sistema etimológico que hemos señalado para los átonos de
tercera persona, en los cuales la incorporación de distinciones de género se
hace en detrimento de la indicación de función, llegando hasta la confusión
total entre los referentes de las funciones de implemento (C.D.) y
complemento (C.I.). Estos fenómenos, combinados e imbricados, se
denominan ‘leísmo’, ‘laísmo’ y ‘loísmo’ y suponen procesos de motivación
del género en los casos de leísmo —aunque no en todos— y de laísmo; no
así en el loísmo tradicional, en cuyo caso sólo se da un mero cambio de
significante, lo(s) por le(s)95.
La motivación del género en el leísmo supone la introducción en el
implemento masculino de una nueva distinción de género que, en principio,
podemos etiquetar como una nueva implantación del neutro. Ahora bien,
esta etiqueta gramatical general de ‘neutro’ se puede concretar
semánticamente de diversas formas, por ejemplo, como “animado” /
“inanimado”, “personal” / “no personal”, “contable” / “no contable”, etc.
Por tanto, pueden existir muchos tipos de leísmo96.
95
Dejamos a un lado los casos que aparecen en autores o personas de zonas distinguidoras por
razones de estilo y las situaciones fruto de adstrato con lenguas indígenas en el español de
América. Vid. FERNÁNDEZ-ORDÓÑEZ 1994: 73–74.
96
El adjetivo correspondiente, ‘leísta’, se aplicará a los hablantes que utilizan cualquier tipo de
leísmo, así como a los partidarios de imponer cualquiera de sus variedades en la norma culta o
correcta. Los términos ‘leísmo’ y ‘leísta’ adquieren en los diccionarios un sentido más
restringido, porque el leísmo masculino singular y, sobre todo, el de persona siempre fue más
frecuente, y en consecuencia las observaciones y discusiones se polarizan en torno a este punto.
68 Bonifacio Rodríguez Díez
97
RAE–Esbozo: § 3.10.5.c. Sin embargo, la edición 21ª del DRAE−1992 (s.v. leísmo) amplía la
tolerancia del leísmo al plural les referido a personas: “Empleo de la forma le y, con menos
frecuencia les, de él en el acusativo masculino singular o plural cuando el pronombre representa
a personas”. Este sería un leísmo en cierto modo reconocido o tolerado. En una segunda
acepción añade otras referencias a ‘leísmos’ no admitidos: “Vicio de emplear la forma le o les
para el acusativo masculino singular o plural cuando el pronombre no se refiere a personas, o
para el acusativo femenino singular o plural”.
La edición 22ª, DRAE−2001 (s.v. leísmo), viene a coincidir con la anterior: “1. Empleo de la
forma le y, con menos frecuencia les, de él en el acusativo masculino singular o plural cuando el
pronombre representa a personas. 2. Incorrección consistente en emplear la forma le o les para el
acusativo masculino singular o plural cuando el pronombre no se refiere a personas, o para el
acusativo femenino singular o plural”.
De cualquier modo, los diccionarios no van de acuerdo en sus definiciones. Así, por ejemplo, en
el DDL. (s.v. leísmo) también se lee algo parecido: “empleo del pronombre de dativo /le/ como
objeto directo en sustitución de /lo/” pero luego se admite que puede ser empleado
exclusivamente para persona masculina, y se considera correcto, o bien puede referirse a un
objeto singular o plural, aunque en este caso es mucho menos frecuente”. El DTF (s.v. leísmo)
amplía el fenómeno al femenino, pero sólo en singular; dice así: “Empleo exclusivo del
pronombre personal le, como complemento directo, en lugar de lo y la. Así, voy a verle, en vez
de voy a verlo o voy a verla”. No dice nada del leísmo de plural.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 69
98
Así lo plantea O. Jespersen cuando señala que “una distinción entre lo que está vivo y lo que
carece de vida, o entre lo animado y lo inanimado, o a veces entre lo humano y lo no humano, lo
personal y lo no personal (cosas que no siempre es fácil diferenciar) figura en las gramáticas de
muchas lenguas, a veces en relación muy estrecha con el género y el sexo, otras veces
independientemente de ellos” (JESPERSEN 1924/68: 279), y propone como ejemplo más claro de
esto el caso de los pronombres del inglés.
70 Bonifacio Rodríguez Díez
Y a este respecto L. Hjelmslev señala: “La antigua distinción heredada entre lo ‘animado” y lo
‘inanimado’ se presenta en efecto, al espíritu liberado de las concepciones de antaño, como una
distinción semánticamente opaca entre lo ‘no neutro’ y lo ‘neutro’ [...]. Por esta razón la nueva
distinción que se introduce en el masculino o en el plural entre lo animado y lo inanimado no es,
para los hablantes, la ‘misma’ que la existente entre lo masculino-femenino respecto al neutro, y
el nuevo sistema no comporta nada ilógico. No menos cierto es que la nueva distinción repite en
principio la de antaño” (HJELMSLEV 1956/72: 313).
101
MEILLET 1919/58a: 208. S. Fernández Ramírez apoya esta interpretación: “Acaso debamos
pensar en cierto grado de solidaridad entre el acusativo le(s) y el complemento–objeto con a”
(FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1964: 281). L. Hjelmslev, por su parte, no considera análogo al proceso
de motivación del género en el eslavo el caso del empleo o no de la ‘preposición’ a +
‘implemento’ (C.D.): “El hecho español consiste en que el complemento directo viene
introducido por la preposición a cuando se trata de la designación de un humano, pero también
en otros muchos casos diferentes (basta consultar cualquier gramática del español para darse
cuenta de esto)” (HJELMSLEV 1956/72: 302).
Aunque, efectivamente, en la actualidad, y sobre todo en el lenguaje coloquial, el empleo de la
‘preposición’ a + ‘implemento’ (C.D.) no esté ligado a estos contextos de “animado”, sino a
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 71
este punto entre ambos, eslavo y español, no viene dada por el empleo de la
‘preposición’ a + ‘implemento’ (C.D.), sino por este tipo de leísmo que
comentamos, ya que además de conformar la oposición “personal” / “no
personal” (o “animado” / “inanimado”), esto se hace, también a semejanza
del eslavo, utilizando los formantes de ‘caso’ (o ‘función’), que en español
ya no tiene formantes propios, sino que son combinaciones de formantes de
género y número, como hemos señalado. En efecto, las semejanzas entre el
fenómeno del eslavo y el leísmo español que comentamos son más que
notables y las podemos detallar en las siguientes:
resolver la ambigüedad en la identificación del sujeto en cualquier supuesto (p. ej.: La economía
condiciona a la política); sin embargo, la implantación histórica de la ‘preposición’ a +
‘implemento’ se hizo a partir de contextos con ‘nombres propios’, pasando a ‘nombres de
personas’ y a ‘nombres de seres animados’ (vid. MEIER 1948, MARTÍN ZORRAQUINO 1976,
MONEDERO CARRILLO DE ALBORNOZ 1983). Habitualmente las gramáticas señalan fórmulas o
reglas como la siguiente: “Con la preposición a, referido a personas, animales o cosas
personificadas” (PÉREZ RIOJA 1965: 280).
En nuestra opinión, ambos procesos de motivación del género, el de a + ‘implemento’ (C.D.) y
el del leísmo suponen una motivación del género con semejanzas y diferencias. Lo semejante es
que la motivación del género se hace dentro de la función de implemento (C.D.) y consiste en la
conformación de una sustancia del tipo “no personal” / “personal”, con la particularidad, muy
interesante, de que en ambos casos el proceso de conformación del género neutro lleva
aparejado otro que lleva a la desaparición de las marcas distinguidoras de función entre
implemento (C.D.) y complemento (C.I.). La diferencia reside —además de que se trata de
procedimientos diferentes: preposición, en un caso, y combinación de marcas de género y
número en el otro—, en que la distinción de casos: ‘implemento’ / ‘sujeto’ en un caso, se
mantiene, en tanto que en el otro la motivación del género propicia una progresiva indistinción
de casos o funciones hasta llegar a la indistinción total; al final en el proceso evolutivo del
leísmo se pierden tanto la distinción de caso como la de género.
72 Bonifacio Rodríguez Díez
102
Vid. LAPESA 1968/2000: 299, FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951: § 106 y 1964: 278.
103
“Desde los textos más viejos el leísmo es mucho menos intenso en plural que en singular”
(LAPESA 1968/2000: 297).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 73
104
Vid. supra, §1.2.3.2.1.
105
SALVÁ 1830/39: 165–166.
106
“La que a mí me parece aproximarse algo al mejor uso es la de Don Vicente Salvá: le
representa más bien las personas o los entes personificados; lo las cosas” (BELLO & CUERVO
1847/1964: § 928). Pero A. Bello no rechaza del todo el laísmo: dice que conviene el leísmo
para las personas y los entes personificados, y el laísmo limitado “a los casos que convenga para
la claridad de la sentencia” (BELLO & CUERVO 1847/1964: § 930).
107
“Lo que Salvá propone y que algunos gramáticos han vuelto regla (porque los tales andan
siempre a caza de reglas, aunque sean ilusorias), es una pura conciliación y no tiene fundamento
en el uso general; no obstante, parece haber ejercido alguna influencia en moderar el loísmo de
algunos andaluces” (CUERVO 1847/1964: nota 121). O con otras palabras de CUERVO (1895:
230): “de estas dos fuentes, Salvá y Bello, se ha derivado la regla a muchas gramáticas en
España como en América”.
74 Bonifacio Rodríguez Díez
110
Vid. GARCÍA GONZÁLEZ 1977–78, 1978, 1980.
111
Vid. GARCÍA GONZÁLEZ 1981. Un resumen de todas sus investigaciones al respecto lo
constituye GARCÍA GONZÁLEZ 1994. Asimismo, aspectos concretos se presentan en GARCÍA
GONZÁLEZ 1996.
112
Vid. GARCÍA GONZÁLEZ 1980 para el bable oriental y GARCÍA GONZÁLEZ 1977–78 y 1978
para las hablas cántabras del occidente de Santander.
113
GARCÍA GONZÁLEZ 1981: 352–353. J. Neira ya había advertido una semejanza entre el
fenómeno del leísmo castellano y el sistema de átonos del bable que incluyen los valores de
“contable” / “no contable”: “Por otra parte, en el castellano hablado de la zona norte, se advierte
una tendencia a la especialización de /lo/ como neutro frente a /le/ como masculino, tanto de
persona como de cosa. De este modo, el leísmo en su fase más avanzada significa un sistema
exactamente igual (en la forma del contenido) al del bable […]. La novedad del bable es que /lo/
puede referirse también a lo continuo” (NEIRA 1978: 275–276).
76 Bonifacio Rodríguez Díez
Ejemplos117:
114
Vid. KLEIN–ANDREU 1979, 1980, 1981a y 1981b.
115
Vid. FERNÁNDEZ–ORDÓÑEZ 1993, 1994, 1999 y 2001.
116
GARCÍA GONZÁLEZ 1994.
117
Es una zona laísta (lo que hemos reflejado en el cuadro), por una parte, y además las
referencias del complemento en los casos de nombres continuos alternan lo/le para el masculino,
trigo; lo/la para el femenino, leche; y lo/le para el neutro, eso.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 77
Ejemplos118:
Los encontramos muy animados... y... los (les) dimos buenos consejos.
Los compré usado(s)... y... los (les) puse forros nuevos.
118
Es lo mismo que el anterior, con la única diferencia de que para el plural el resultado es los,
aunque en algún caso alterna con les. I. Fernández−Ordóñez con relación a su sistema (b), casi
en todo coincidente con éste, hace la siguiente reflexión: “Este sistema es probablemente el que
intentó describir Correas en la Salamanca de principios del siglo XVII y debe estar muy
extendido en toda la provincia de Ávila, según nos lo hacen suponer anotaciones diversas sobre
el leísmo, laísmo y loísmo (normalmente plural) de escritores nacidos en esta provincia. La
explicitación de este sistema permite explicar algunas observaciones que se venían haciendo
tradicionalmente sobre el loísmo: El hecho de que fuera menos frecuente en singular que en
plural y que en los Siglos de Oro apareciera entre autores nacidos en las cercanías de Madrid”
(FERNÁNDEZ−ORDÓÑEZ 1994: 89–90).
78 Bonifacio Rodríguez Díez
Badajoz. La diferencia con el sistema anterior estriba únicamente en que aquí las
formas de plural son los, las”119.
119
GARCÍA GONZÁLEZ 1996: 398. FERNÁNDEZ−ORDÓÑEZ (1994: 84–90) coincide básicamente en
la identificación de estos dos sistemas más generalizados, que denomina (a) y (b).
120
Para el ‘neutro de materia’ vid.: MENÉNDEZ PIDAL [1897–1906] 1962, CANELLADA 1944,
ALONSO 1958/62, BLAYLOCK 1965, HALL 1968, PENNY 1970, NEIRA 1978, GARCÍA GONZÁLEZ
1989, KLEIN–ANDREU 1981b. F. Klein–Andreu explica el proceso de instalación de las distintas
formas pronominales así: “Para que la distinción de limitación/continuidad se consolidara, hacía
falta que entes de tipo opuesto —entes limitados— se designaran con formas distintas a lo.
Inicialmente, pues, la distinción encontraría apoyo formal en referencia a femeninos,
distinguiéndose, por ejemplo, referencias a casa, puerta, etc. (hechas por la) de referencias a
leche, madera, etc. (hechas por lo). Para que se extendiera a masculinos (que el sistema casual
no distingue de los neutros) habría que echar mano del clítico restante, le, para los entes
limitados, masculinos” (KLEIN–ANDREU 1981a: 293).
121
Vid. GARCÍA GONZÁLEZ 1978. En la meseta castellana, además de los subsistemas (a) y (b)
que hemos señalado, F. García González identifica otras cinco variantes en zonas fronterizas al
oeste del dominio referencial castellano, desde el centro-suroeste de Salamanca hasta el centro-
oeste de León (GARCÍA GONZÁLEZ 1994). Sin embargo, nuestro análisis puede realizarse
atendiendo únicamente a los dos subsistemas más generales que hemos señalado. Asimismo, I.
Fernández-Ordóñez —además de los sistemas generales (A) y (B)— señala dos sistemas de
transición: el (D), en el centro-este de León —al que habría que añadir el (C), en la parte más
oriental del subsistema (A), al que nos referiremos más adelante -vid. infra, §1.2.3.2.4, nota 141-
y el (E), en la frontera oriental del subsistema (B) (FERNÁNDEZ−ORDÓÑEZ 1994: 90–100).
Analizaremos a continuación, por su especial interés, éste último, que en nuestra exposición
señalamos como V) (Un) sistema de transición entre leísmo de “contable” / “no contable” y el
sistema etimológico.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 79
buscadas por estos autores—, sino también, sobre todo en zonas urbanas y
en niveles cultivados, a diferencias diafásico–diastráticas.
Son precisamente estas últimas diferencias las que pueden explicar los
procesos de instalación de ciertas normas o usos —más o menos avalados
por los gramáticos o la Real Academia Española—, el más representativo
de los cuales es el que hemos denominado ‘leísmo de singular o leísmo
académico’. Curiosamente, I. Fernández–Ordóñez encuentra en una zona de
transición entre el castellano y zonas etimologistas un sistema de átonos de
3ª persona que viene a coincidir con el leísmo de singular o leísmo
académico (con matices que no aparecen en el cuadro) y que podemos
representar así122:
El que este sistema sea una variante diatópica marginal o sea una variante
diafásico–diastrática —tal como se ha presentado el ‘leísmo académico’—
no tiene por qué condicionar el análisis, pero sí puede ayudar a intuir mejor
las líneas explicativas. En efecto, I. Fernández–Ordóñez comenta a
propósito de la zona en que aparece este sistema de transición lo siguiente:
“En los lugares más próximos al sistema ‘etimológico’, le alcanza su
máxima frecuencia con referentes personales; en cambio, cuando nos
acercamos al sistema referencial, le se generaliza con todo tipo de
referentes contables masculinos al tiempo que lo se introduce
122
“La segunda zona de transición se sitúa al sureste y comprende al menos la esquina
noroccidental de Ciudad Real, el oriente de Toledo y el occidente de Guadalajara”
(FERNÁNDEZ−ORDÓÑEZ 1994: 97).
80 Bonifacio Rodríguez Díez
123
FERNÁNDEZ–ORDÓÑEZ 1994: 97.
124
Vid. GARCÍA DE DIEGO 1951/70.
125
Sería interesante seguir en paralelo las vicisitudes de la conformación de los valores de la
combinación ‘preposición’ a + ‘implemento’ (en la actualidad prácticamente limitada a los
valores meramente formales y negativos de ‘no sujeto’, despojada, por tanto, de valores
semánticos), por una parte, y de los del leísmo, por otra. Vid. supra, nota 102.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 81
126
Ello unido al hecho de que en ciertos ámbitos socio–culturales el laísmo está
sociológicamente desprestigiado.
127
Más adelante advertiremos que en el sistema de leísmo o norma castellana no aparece el
neutro le en el complemento: a eso no le doy importancia, como hemos señalado en el leísmo de
singular (y plural) y aparece claramente en el sistema etimológico, sino que el referente neutro
del complemento (C.I.) es lo: a eso no lo doy importancia. Vid. infra, §1.2.3.2.4
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 83
128
No obstante, como veremos más adelante, esta realización de loísmo de plural, los, puede
emparentarse con realizaciones análogas, yos ~ los, para el complemento (C.I.) de hablas
asturianas y cántabras. Tendremos ocasión de analizar el alcance de estas realizaciones que en su
ámbito no son variantes de les, sino las verdaderas y únicas realizaciones del complemento
(C.I.) en plural. Vid. infra,§ 1.2.3.4
84 Bonifacio Rodríguez Díez
ahí que, en buena medida, sea también una mera variante del
significante. A su vez, la mayor generalización, de hecho, en el
sistema (b) de “contable” / “no contable” de la forma los en el
plural —si la comparamos con la frecuencia de lo en singular, que
en ambos subsistemas, (a) y (b), tiene que alternar con lo y la—,
puede explicar que el loísmo, asistemático y no motivado, pueda
aparecer más en plural.
En resumen, el problema del loísmo es que, aparecido como una
evolución interna de sistemas de “contable” / “no contable”, fuera
de estos sistemas, en el marco del castellano estándar aparece
desmotivado −−ya lo era en plural en el sistema referencial (b)−−
y sólo supone un cambio de significante, lo, los por le por les. A
diferencia del leísmo, que pudo apoyarse —mientras eso duró—
en una oposición del tipo “animado” / “inanimado”, o del laísmo,
fácilmente motivado por los valores “macho” / “hembra” del
género de algunos sustantivos, el loísmo, nacido, según nuestra
hipótesis, al amparo de los mismos orígenes, se presenta en el
marco del castellano estándar como asistemático. Sin embargo,
como veremos, en el caso del leísmo generalizado, el actual
sistema o norma castellana, vuelve a motivarse un loísmo nuevo y
distinto, lo en función de complemento (indirecto), pero motivado
como el neutro conceptual español, que precisamente no tiene
plural: a eso no lo doy importancia.
Este análisis que hemos realizado, que pretende ser más ontogénico que
filogénico, da entender que el leísmo puede interpretarse como una
evolución interna del sistema de átonos de 3ª persona en zonas castellanas
(así como el laísmo y el loísmo), precisamente a partir de sistemas que en
su origen o primera instalación ofrecían valores de “contable” / “no
contable”. I. Fernández−Ordóñez considera que esta evolución “es fruto de
haber reanalizado el sistema ‘etimológico’ ante la presión en avance del
sistema referencial”129. Sin embargo, esta opinión no es admisible ni cuadra
con otros planteamientos de esta autora, que sugerirían casi lo contrario.
Que de hecho puede haber habido presiones del sistema etimológico, tanto
129
FERNÁNDEZ−ORDÓÑEZ 1994: 99.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 85
por vía culta como en zonas de transición, es evidente. Ahora bien, éstas
han de interpretarse no como presiones de sistema a sistema que supongan
una especie de contagio, sino en la medida que esas presiones pudieron ser
paralelas a la pérdida de la motivación de los valores de “no contable” o
“continuo”; es decir, que tales sistemas de “contable” / “no contable”
evolucionaron internamente hacia la desmotivación del neutro de materia,
con o sin influencias diastráticas o diatópicas del sistema etimológico. A
partir de ahí lo que ocurre es un reajuste interno de los sistemas
referenciales castellanos, que acaban en el leísmo de “personal” / “no
personal”. Una presión directa y pura del sistema etimológico hubiera
supuesto, quizás, una cierta reintroducción de las desinencias casuales, cosa
que no se produce.
130
Vid. MOZOS 1984b: 26, donde propone los siguientes ejemplos:
‘Implemento’ ‘sing.’ me te le la lo
y
‘Complemento’ ‘plur.’ nos os les las ∅
131
MOZOS 1984b: 24–26. El planteamiento de S. de los Mozos es el tradicional desde CUERVO
1895, que posteriormente es recogido por el mismo R. J. Cuervo en las notas 106 y 121 de
BELLO & CUERVO 1847/1964, FERNÁNDEZ RAMÍREZ 1951: §§ 105–108, LAPESA 1968/2000, etc.
132
Vid. infra, § 1.2.3.4.
133
LAPESA 1968/2000: 299.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 87
134
Decimos “se consuma” porque en el fondo estamos pensando en una evolución ‘sistema
etimológico’ → ‘leísmo de singular o leísmo académico’ → ‘leísmo de singular y plural’ →
‘leísmo generalizado o norma castellana’. Pero quizás no siempre, o no en todos los lugares, se
haya seguido este proceso. Tengamos en cuenta que en los subsistemas referenciales, (a) y (b)
tampoco existen diferencias funcionales entre implemento y complemento.
88 Bonifacio Rodríguez Díez
(el, la lo) y el personal tónico de 3ª persona (él, ella, ello), aunque, como
veremos, hay que suponer implicaciones más profundas e internas en la
aparición de este ‘loísmo’ motivado.
S. de los Mozos —y la mayoría de los estudiosos— comparan esta norma
o sistema castellanos con el sistema etimológico135. También se establecen
comparaciones entre la norma o sistema castellanos y el leísmo de singular
o leísmo académico, y el leísmo de singular y plural.
Pero quizás se pueda entender mejor la norma actual castellana
comparándola precisamente con los sistemas de leísmo de “contable” / “no
contable” que algunos autores, como hemos visto, han identificado en
amplias zonas de la meseta castellana. Si se comparan directamente estos
subsistemas de leísmo de “contable” / “no contable” con el sistema de
leísmo generalizado o ‘norma castellana’ se encuentran muy claras
semejanzas —quizás habría que decir extraordinarias semejanzas— entre
ambos:
135
MOZOS 1984b.
136
Fuera queda el loísmo de plural, los, del subsistema (b), que es un loísmo no motivado si lo
consideramos una variante del les del subsistema (a) o de variantes del (b). Pero si lo
consideramos aisladamente equivale al loísmo yos del asturiano.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 89
137
Ciertamente, a estos sistemas de transición y compromiso que hemos señalado hay que
añadir otros varios sistemas de átonos que, según hemos señalado, distinguen los investigadores
en el ámbito geográfico que cubren los fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo. Vid. supra, nota
113.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 91
138
Con los sistemas a) y b) de F. García González vienen a coincidir los sistemas A) y B) de I.
Fernández-Ordóñez. La ‘complejidad’ los (les) para el masc. plur. “contable” del subsistema b),
según F. García González, la resuelve I. Fernández−Ordóñez proponiendo un tercer subsistema,
C), para las zonas en que tanto en el implemento y el complemento alternan les ~ los para el
masc. plur. “contable”: “No obstante, la generalización de les o de los debe haber sido
relativamente moderna, ya que en algunas áreas del sistema referencial ambas conviven en
estado de relativa igualdad para referir a posiciones sintácticas de objeto directo o indirecto (este
y sur de Burgos, sur de Valladolid, norte y centro de Segovia, oeste de Soria)” (FERNÁNDEZ–
ORDÓÑEZ 1999: 1362).
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 93
Por ejemplo:
A Juan le he visto.
El abrigo le he comprado.
Eso blanco hay que quitarle después; ya te le dije (“lo”).
Hemos venido a visitarle a Tere.
139
M. de Unamuno en La tía Tula (citado en RAE–Esbozo: 206).
140
P. Baroja en La busca (citado por MARCOS MARÍN 1978. 257).
94 Bonifacio Rodríguez Díez
Se trata de un leísmo que nada tiene que ver con el que venimos
analizando, en sus diferentes variantes. En este caso el hablante de lengua
materna vasca, cuando aprende castellano sólo es capaz de reproducir un
sistema de átonos —para implemento como complemento, como para
masculino, femenino y neutro— con variación singular / plural: le / les142.
Sería un claro caso de sustrato o adstrato vasco.
Con relación al islote de leísmo total del islote que aparece en América,
en zonas de adstrato amerindio (parte de Ecuador y Paraguay, etc.) hay
importantes autores que lo achacan al superestrato vasco, ya que los más
destacados y prestigiosos entre los primeros colonizadores de aquellas
tierras parecen haber sido castellanos viejos y vascos143. Sin embargo, en
este segundo caso, hay que pensar que el sustrato o adstrato amerindio,
guaraní y quechua, es el que verdaderamente está en el origen de ese leísmo
americano y no, por interesante que parezca, un superestrato vasco.
141
En Milagros, 274.
142
Pero si los hablantes de lengua materna vasca aún tienen un escaso dominio del castellano no
utilizan referentes para el implemento.
143
Vid. GRANDA 1979. En relación con estos colonizadores se explica también la ausencia de
yeísmo y las articulaciones asibiladas de /r/, así como la pronunciación especial del grupo /-tr-/,
semejante a la que perdura aún en zonas riojanas, navarras y aragonesas.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 95
3.3.3. Laísmo
El ‘laísmo’ consiste en utilizar /la/ o /las/ o ambas formas en función de
complemento (C.I.)145. Hay también diversas variedades de laísmo, como
ya implica la definición: puede haber laísmo sólo en singular, o bien en
singular y plural; a lo que hay que añadir la posible información sobre
“personal” / “no personal” o “animado”/“inanimado”. Por ejemplo:
144
Para este tipo de ‘leísmo total’, vid. FERNÁNDEZ–ORDÓÑEZ 1994: 107–114 y 1999: § 21.3.
145
O dicho de otro modo: presencia de /la/ o /las/ o de ambas formas en el paradigma de los
referentes del complemento (C.I.). La primera definición está más próxima al enfoque
sintagmático, la segunda, al paradigmático. Lo mismo podíamos haber hecho con el leísmo:
definirlo desde el punto de vista sintagmático o paradigmático. El DRAE–2001 (s.v. laísmo)
señala: “Empleo irregular de las formas la y las del pronombre ella para el complemento
indirecto”.
96 Bonifacio Rodríguez Díez
3.3.4. El loísmo
La tradición académica ponía en relación y trataba conjuntamente los tres
fenómenos que caracterizan ciertos cambios en el sistema de los átonos de
3ª persona: los llamados ‘leísmo’, ‘laísmo’ y ‘loísmo’. Independientemente
de la concreta naturaleza de estos fenómenos y de las discusiones sobre sus
causas, el loísmo aparece siempre como un tertium quid, casi siempre
meramente formal, al que no se presta especial atención. Sin embargo, el
estudio del loísmo plantea curiosas y raras cuestiones, que convendría
delimitar, deslindar y definir.
Por otra parte, dentro de la propia terminología de estos fenómenos, la
del loísmo era confundidora. En efecto, el adjetivo correspondiente a
loísmo, ‘loísta’, hacía referencia, todavía en la 19ª edición del Diccionario
de la RAE (DRAE–1970), a los que utilizaban el sistema etimológico:
“Aplícase al que usa siempre el lo para el acusativo masculino del
pronombre él”. Sólo a partir de la 21ª edición (DRAE–1992), (la 20ª,
DRAE–1984, es de transición y en ella se hacen coincidir las dos
acepciones), se incorpora la acepción única que hace referencia al
146
En Santander, por ejemplo, es corriente el leísmo, especialmente el que distingue “contable” /
“no contable”, pero en las comarcas montañosas y en los núcleos rurales en general no ha
prendido el laísmo.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 97
fenómeno del loísmo, que se define así: “Vicio consistente en emplear las
formas lo y los del pronombre él en función de dativo”147.
También aquí, en el caso del loísmo —como en el problema general en el
que se inscribe, el de los fenómenos de leísmo, laísmo (y loísmo)—, la
referencia a R. Lapesa nos sitúa en el centro del problema y ya nos va a dar
las claves o los indicios del camino que hay que seguir.
Las referencias al loísmo aparecen siempre al socaire del leísmo, pero,
curiosamente, en el planteamiento general que hace R. Lapesa, no son
pocas. Así, R. Lapesa interpreta la aparición del leísmo como efecto de la
forma interior del español, que le lleva a motivar la noción de “personal” en
los referentes átonos de la 3ª persona. Pero a ello añade otro factor: el de la
analogía con la triple distinción de género en otras categorías, p. ej.: en el
personal tónico de 3ª persona (él, ella, ello), en el demostrativo (este, esta,
esto; etc.), etc. Esta tendencia neológica, que implica un proceso de
eliminación de las distinciones de casos (mejor, de funciones), dará lugar
—según el propio R. Lapesa— a otros fenómenos o hechos concomitantes
y subsiguientes al leísmo originario:
147
En DRAE-2001 (s.v. loísmo) se matiza: “Error consistente en emplear las formas lo y los del
pronombre él en función de dativo”. Por su parte DTF (s.v. loísmo) señala: “Uso del pronombre
personal lo como complemento indirecto masculino, que se considera como extremadamente
plebeyo: lo di una bofetada”.
148
LAPESA 1968/2000: 299.
98 Bonifacio Rodríguez Díez
153
Vid. LAPESA 1968/2000: 307. Otro ejemplo, que toma de R. J. Cuervo, lo considera fruto de
las exigencias de la rima.
154
I. Fernández–Ordóñez sí menciona este loísmo de neutro en su definición general del loísmo
y en la ejemplificación correspondiente, pero no lo discrimina suficientemente del loísmo de
masculino singular y plural (FERNÁNDEZ–ORDÓÑEZ 1999: 1320).
100 Bonifacio Rodríguez Díez
mandaron unas patatas’, pidiérenme ke yos diera… que les diera (Caso); achayos (Llanes,
Amieva)” (RODRÍGUEZ CASTELLANO 1952a: 126). Y al final de la exposición L. Rodríguez
Castellano dice: “Todas estas formas dialectales tienen aún bastante arraigo en los medios
rústicos. […] En cambio el dativo yos ‘les’, se oye incluso a gentes instruidas de las ciudades de
Oviedo, Avilés y Gijón” (RODRÍGUEZ CASTELLANO 1952a: 130).
158
ALARCOS LLORACH 1960: 105. Y en esta línea se sitúa la interpretación de otros
dialectólogos asturianos, p. ej.: “La /y/ del singular se extendió analógicamente al plural : elis >
yis, y por una segunda analogía con nos vos, pasó a yos” (NEIRA 1976: 198); “El supuesto
‘loísmo’ de ciertos bables (yos en vez de yes) no es más que una extensión analógica de otras
formas del plural: nos, vos” (CANO GONZÁLEZ – CONDE SÁIZ – GARCÍA ARIAS & GARCÍA
GONZÁLEZ 1976: 44).
102 Bonifacio Rodríguez Díez
159
LAPESA 1968/2000: 280.
Del Latín al Romance español: la evolución del género en los pronombres 103
3.3.6.4. El laísmo
El laísmo ha tenido siempre menor extensión y frecuencia. Aparecen
algunos ejemplos en la Edad Media, pero muy escasos y poco seguros. Se
desarrolla progresivamente a lo largo del siglo XV, en autores de las dos
Castillas, y continúa aumentando en el siglo XVI. En el siglo XVII es ya un
fenómeno muy corriente. Se afianza en la corte, destaca en escritores
160
No lo hemos mencionado en la exposición precedente. Se corresponde con el siguiente
esquema:
IMPLEMENTO
‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’
‘Leísmo de ‘masculino’ ‘femenino’
femenino’ ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’ ‘NO NEUTRO’ ‘NEUTRO’
‘personal’ ‘no personal’ ‘personal’ ‘no personal’
‘singular’ le lo le la lo
‘plural’ les los les las
En efecto, si, como hemos dicho, el nuevo neutro que se incorpora sobre el masculino es un
neutro concreto, no el neutro conceptual, es obvio que el leísmo ha de pasar al plural: el neutro
concreto (el de las distinciones de “personal” / “no personal”, “animado” / “inanimado”) sí tiene
plural. De ahí que en ciertos lugares y épocas, incluso en la lengua literaria (o quizá, mejor,
fundamentalmente en la lengua literaria), la distinción de persona se haya introducido en el
masculino plural, y también —aunque esto es menos general— en el femenino.
104 Bonifacio Rodríguez Díez
3.3.6.5. El loísmo
El loísmo fue siempre el fenómeno más raro, aunque no faltan
testimonios en ninguna época. Frente a los anteriores, el loísmo es más
antiguo y siempre más abundante en plural que en singular. Se explica que
sea casi exclusivamente de persona, ya que el complemento indirecto es
eminentemente personal. Escaso en la Edad Media, se han recogido
muestras sueltas, y algunas discutibles, en el Cantar de Mío Cid, Apolonio,
Fuero Juzgo, Alfonso Onceno, etc. Aumenta en los siglos XVI y XVII, pero
se mantiene siempre con índices muy bajos. Hay ejemplos en Santa Teresa,
Cervantes, Lope de Vega, etc., y quizá Quevedo con mayor frecuencia que
en ningún otro. El siglo XVIII parece mantener la misma tónica; es
relativamente abundante en el Fray Gerundio del P. Isla. Ha desaparecido
prácticamente en los siglos XIX y XX, aunque siguen registrándose
algunos casos (como en Núñez de Arce: Ese sol los sirve de corona, la
misma espada los traspasa el pecho, en Gritos de combate, citados por
Cuervo; o D. Cañabate: no los hace caso, Historia de una taberna, citado
por Fernández Ramírez, etc., etc.).
Pastor Díaz. Además, por estas fechas, el director era Martínez de la Rosa,
quien no miraba del todo mal al /lo/, como buen andaluz (lo solía utilizar en
sus escritos). Por fin, en 1854 aparece la nueva gramática en la que la
Academia admite indistintamente /le/ y /lo/ como acusativo (reconociendo
que el uso no es tan uniforme como sería de desear). En las ediciones
posteriores se mantiene este criterio, aunque en algunas se observa que
“muchos de los escritores más correctos evitan el uso de /lo/ refiriéndose a
personas”.
162
Sin embargo, como ya hemos señalado, la última edición del Diccionario... de la REAL
ACADEMIA ESPAÑOLA (1992: s.v. leísmo) amplía la tolerancia del leísmo al plural les referido a
personas: “Empleo de la forma le y, con menos frecuencia les, de él en el acusativo masculino
singular o plural cuando el pronombre representa a personas”. Este sería un leísmo en cierto
modo reconocido o tolerado. En una segunda acepción añade otras referencias a ‘leísmos’ no
admitidos: “Vicio de emplear la forma le o les para el acusativo masculino singular o plural
cuando el pronombre no se refiere a personas, o para el acusativo femenino singular o plural”.
163
Puede verse también MARCOS MARÍN 1978.
108 Bonifacio Rodríguez Díez
me >m’ > me
te > t’ > te
se > s’ > se
lo > l’ > le
le > l’ > le
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DICCIONARIOS