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II
III
La mayoría de las manifestaciones históricas de las religiones han sido negativas. Hay
excepciones (el trabajo educativo de los budistas o de los benedictinos) pero en conjunto la
religión ha hecho mucho mal: ha santificado el conservadurismo, la adhesión a los hábitos del
pasado, la intolerancia y el odio.
La necesidad de la religión en los hombres viene del miedo, de que el hombre se siente
impotente: miedo ante la naturaleza, miedo ante lo que otros hombres pueden hacerle (la
guerra), miedo ante lo que él mismo puede llegar a hacer dejándose llevar por las propias
pasiones.
Lo que predican los fundadores de religiones no tienen gran cosa que ver con lo que
predican sus discípulos: del Sermón de la montaña a la justificación oficial de la Bomba H. Las
religiones institucionalizadas en iglesias obstaculizan toda forma de pensamiento honesto y dan
importancia a cosas que no las tienen, pierden el sentido de lo que es importante: se quedan en
un aspecto y ocultan u olvidan los demás. Hay en ellas una falta del sentido de las proporciones
y una pérdida de coraje ante los problemas de la vida actuando con los medios que esta ofrece.
Las religiones implican laxitud y resignación.
La fe en la bondad divina es inversamente proporcional a los testimonios que tenemos
de ella: cuando no hay testimonios las gentes creen en ella; y cuando las cosas van mejor,
cuando sería el momento de creer en ella, entonces dejan de creer.
IV
1º Ser claros en nuestras propias mentes en cuanto a la clase de vida que creemos buena
y a la clase de cambio que deseamos en el mundo.
2ª Pero los que quieren ganar el mundo por el pensamiento deben resignarse a perderle
como sostén en el presente.
3ª Lo que se necesita no es la invención de una utopía, sino el descubrimiento de la
mejor dirección del movimiento.
4ª Dos principios generales para ello:
a) el progreso y vitalidad de los individuos y las colectividades han de ser promovidos
en toda la extensión posible;
b) el progreso de un individuo o de una colectividad ha ser lo menos posible a expensas
de otro individuo u otra colectividad (principio de reverencia, en el plano de las relaciones
personales; y principio de la libertad en el plano de las relaciones políticas).