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En España la Ilustración llegó de forma más tímida que en Francia. En un país gobernado
por una nobleza y un clero que deseaban perpetuarse con las normas y privilegios del
Antiguo Régimen, para así mantenerse como caudillos despóticos de un pueblo, habría
sido casi imposible una revolución como la francesa, por lo que los ilustrados fueron más
reformistas que revolucionarios. Algunos católicos, otros ateos, pero todos tenían algo en
común: querían una España mejor.
Los ilustrados rechazaban el arte por el arte y creían que la pluma debía ser la espada de
la cultura para aplastar la ignorancia. Era por tanto un movimiento realista que rechazaba
la poesía pues la consideraba poco útil pero que dio a los ensayos una gran importancia.
Un ilustrado en especial importante fue Gaspar Melchor de Jovellanos, (1744-1811)
que trabajó para el gobierno escribiendo ensayos donde explicaba su visión sobre
educación, agricultura, etc. En ellos se defendían ideas, que aún en la actualidad no han
sido llevadas a cabo, donde se ven su situación de avanzado. Sufrió la cárcel por esas
ideas tan progresistas pero al ser liberado aún seguía amando a su país y lucho por él
contra el francés.
Otro escritor igual de importante fue el famoso dramaturgo Leandro Fernández de
Moratín(1760-1828). Viajó por Europa y ahí se perfiló su ideología de intelectual. Sus
obras, con un tono humorístico, hacen también una dura crítica a esa España tan poco
avanzada. Aunque tan patriota con su amigo Jovellanos, al que conoció cuando ambos
trabajaban para el gobierno en su intento de modernizar el país, su respuesta a la
invasión fue diferente y ayudó al francés creyendo que los Bonaparte traían la
modernización que tanto necesitaba España. Al acabar la guerra fue tratado como un
traidor y tuvo que huir para finalmente morir en el exilio.