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FACULTAD DE DERECHO
ENTREGA FINAL
ARTÍCULO ACADÉMICO “
CÓDIGO: 20102537
ÍNDICE
ABREVIATURAS: 5
INTRODUCCIÓN: 5
NOTA CONCLUSIVA: 14
ABREVIATURAS
INTRODUCCIÓN
En el Perú, antes incluso de nuestra andadura como República, las fuerzas armadas
contaron, antes que nadie, con un régimen de jubilación beneficioso (Gómez 2012: 674;
Tamayo 2015: 13-14, 138-140). Esta situación de ventaja, fue consolidada por el Decreto
Ley N° 19846, que implementó el régimen previsional unificado de las fuerzas armadas y
policía nacional del Perú.
Siguiendo la tendencia mundial, se le otorgó al personal militar y policial un régimen de
compensaciones basado, principalmente, en dos tipos de prestaciones presentes en la
mayoría de países del mundo: Posibilidad de jubilarse prematuramente (en promedio, a
los 45 años), y derecho a recibir una pensión idéntica a su última remuneración, e incluso
de recibir los aumentos otorgados a su par en actividad (Tamayo 2015: 138-142).
Tal reforma no fue asimilada, ni comprendida por el sector militar policial, quienes
presionaron, sobre todo, por el restablecimiento de la nivelación pensionaria y de la
cédula viva. Y, en efecto, el Congreso de la República, , el 20 de noviembre del año
pasado, votó por unanimidad la ley N° 30683, denominada “ley de pensiones justas”.
Mediante esta norma, se modificó la segunda disposición complementaria final del decreto
legislativo N° 1133.
En mérito a la referida modificación, los pensionistas del decreto ley N° 19846 -o sea,
quienes pasaron a situación de retiro antes de la dación del D. L. N° 1133-, recibirán, en
su integridad, los incrementos otorgados, precisamente en virtud de la reforma previsional
comentada, a sus pares en actividad. En otros términos, LA NORMA restablece (aunque
con efectos puntuales, limitados a los alcances de esta ley), un régimen de cédula viva,
que beneficia únicamente a los pensionistas del régimen cerrado del D. L. N° 19846.
Pero además, esta norma nos brinda la oportunidad para preguntarnos, si las fuerzas
armadas y policiales deberían seguir contando con un régimen pensionario especial y, de
ser afirmativa nuestra respuesta, precisar cuáles son los parámetros, constitucionales y
de sostenibilidad financiera, que debe observar este régimen previsional, en aras de SU
sostenimiento a largo plazo. A resolver estas cuestiones, nos avocaremos en esta
investigación.
Para ello, en el primer capítulo, indicaremos los principios que, de acuerdo a nuestra
norma fundamental, son consustanciales a todo régimen previsional. Seguidamente,
comentaremos el proceso de reforma de los artículos 11°, 103° y, particularmente, de la
primera disposición final y transitoria de la Constitución, y sus consecuencias para el
diseño e implementación del régimen previsional militar policial.
El derecho a la pensión se inscribe dentro del derecho a la seguridad social, por lo que le
son aplicables sus principios rectores, contenidos en el artículo 10° de la Constitución.
“La seguridad social es la garantía institucional que expresa por excelencia la función
social del Estado. Se concreta en un complejo normativo estructurado -por imperio del
artículo 10 de la Constitución- al amparo de la ‘doctrina de la contingencia’ y la calidad de
vida; por ello, requiere de la presencia de un supuesto táctico al que acompaña una
presunción de estado de necesidad (cese en el empleo, viudez, orfandad, invalidez, entre
otras) que condiciona el otorgamiento de una prestación pecuniaria y/o asistencial, regida
por los principios de progresividad, universalidad y solidaridad, y fundada en la exigencia
no sólo del mantenimiento, sino en ‘la elevación de la calidad de vida'”. (Tribunal
Constitucional 2005 A: Fundamento 54
“El Estado reconoce el derecho universal y progresivo de toda persona a la seguridad social,
para su protección frente a las contingencias que precise la ley y para la elevación de su
calidad de vida”.
“Cuando la norma señala que es un derecho universal y progresivo, esta no puede referirse
sino a que la seguridad social será de aplicación general; es decir, está dirigida a todas las
personas sin excepción, puesto que el derecho nos es inherente por el solo hecho de ser
seres humanos. La progresividad, de otro lado, referirá precisamente al acceso al derecho.
Es decir, a fin de efectivizar el principio de universalidad del derecho, deberán establecerse
determinados pasos que habiliten un acceso a la seguridad social, lo cual solo se podrá dar
de manera gradual o progresiva, según la situación económica del país”. (González y
Paitán 2017: 21).
Puede notarse, entonces que, si bien nuestra Constitución establece que toda persona
tiene derecho a gozar de la seguridad social, ésta reconoce que dicho mandato solo
podrá llevarse a cabo de forma gradual y progresiva. Como consecuencia de esta
dualidad de criterios complementarios, el diseño de todo régimen pensionario debe
coadyuvar a lograr el disfrute universal del derecho a la pensión, abarcando al mayor
número posible de beneficiarios. No obstante, en atención al carácter progresivo de dicha
universalidad, las prestaciones deben introducirse de forma gradual, atendiendo a las
posibilidades de la economía nacional.
“El principio de solidaridad es uno de los pilares más importantes de la seguridad social. Este
principio implica que todos los miembros de una sociedad, así como el Estado, contribuyen al
financiamiento del sistema de protección de la seguridad social, de acuerdo a sus posibilidades, con
la finalidad de recibir protección cuando acaecen ciertas contingencias y según sus propias
necesidades”. (González y Paitán 2017: 13).
Así también, , la 1ra dft Cons., en aplicación del principio de solidaridad, establece la
habilitación legal para fijar topes a toda pensión que supere una uit, así como la obligación
de fijar pensiones mínimas, y de garantizar una pensión de sobrevivencia. De este modo,
todo régimen pensionario debe observar, en la determinación de la cuantía y criterios para
el otorgamiento de pensiones, el principio de solidaridad.
En suma, estos son los principios que debe observarse en el diseño de todo
régimen previsional, y que permitieron al TC, en la sentencia de la reforma
constitucional, establecer, de acuerdo a lo preceptuado en los artículos 10° y 11°
de la norma suprema, el contenido esencial del derecho a la pensión, como a
continuación detallaremos:
“El contenido esencial del derecho fundamental a la pensión está constituido por tres
elementos, a saber:
Tal como explica Abanto, el Tribunal no define los alcances de cada uno de estos
elementos; lo cual no obsta para que el autor realice un comentario sobre cada uno de
ellos:
Sobre el primer elemento, es decir, el libre acceso a una pensión, el autor refiere que:
“A nuestro criterio, el acceso a una pensión (partiendo de la premisa que acceder implica: ingresar,
acercarse o entrar en un lugar o situación(7)) alude a la posibilidad de formar parte de un régimen
previsional por el hecho de satisfacer los requisitos para aportar al mismo, lo que no genera
automáticamente el goce o percepción de una pensión, pues ello estará condicionado al
cumplimiento de los supuestos fijados para cada prestación (edad, años de aportación o servicios,
incapacidad, etcétera)”.
En cuanto al segundo de los elementos del contenido esencial del derecho a la pensión,
vale decir, la prohibición de ser privado arbitrariamente de una pensión, el citado
doctrinante, sostiene:
“De igual modo, no ser privado arbitrariamente de una pensión implica la preexistencia de un
derecho materializado en el cobro de una prestación o, inclusive, en la garantía del goce futuro de
la misma (por haber cumplido los requisitos previstos por ley), el cual no podrá ser conculcado sin
mediar sustento fáctico o jurídico suficiente”.
Por último, en cuanto al tercer elemento, relativo al derecho a una pensión mínima vital,
nuestro autor señala que:
“Finalmente en cuanto al derecho a una pensión mínima vital, siendo el complemento de la pensión
máxima (tope), que según el Tribunal forma parte del contenido no esencial del derecho
fundamental a la pensión, entendemos que –de igual manera– debía ser parte de dicha
configuración, mas no del contenido esencial. En efecto, un sistema de reparto estructurado sobre
la base del principio de solidaridad (en que los mayores aportes de algunos provee la prestación de
aquellos que aportaron menos) tiene como extremos la pensión máxima y la mínima, por lo tanto,
ambas deberían formar parte del contenido no esencial del derecho fundamental a la pensión.”.
(Abanto 2005 A: 35).
Llegados a este punto, todavía no somos capaces de responder a la pregunta con que
titulamos el presente capítulo. Ello es así, debido a que, ni en los artículos de la
Constitución relativos al derecho de la seguridad social y al derecho previsional, ni en las
interpretaciones del Tribunal Constitucional, existe, un mandato de ausencia de regímenes
establecer regímenes previsionales especiales. Por tanto, recurriremos a las normas
fundamentales sobre el derecho de igualdad. Acto seguido, con base en estos artículos y la
interpretación que de ellos efectuara el Tribunal Constitucional, defenderemos la
constitucionalidad del establecimiento de regímenes previsionales especiales.
Nuestra Constitución aborda el derecho a la igualdad en dos normas: El inciso 2° del art.
2° y el primer párrafo del art. 103°, que no son sino las dos caras de una misma moneda.
Así, el inciso 2° del artículo 2 prescribe:
(…)
2. A la igualdad ante la ley. Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo,
idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole”.
“Pueden expedirse leyes especiales porque así lo exige la naturaleza de las cosas, pero no por
razón de las diferencias de las personas”.
“Las leyes tienen vocación general y universal, de aplicación general para todos los
individuos. Esta concepción de la ley, no obstante, es insuficiente porque no reconoce que
las personas en la realidad tienen diferencias que pueden colocarlos en situación de
desventaja frente a otros, lográndose a través de esta "igualdad formal" un efecto contrario
al deseado: una mayor desigualdad. Por ello es que el artículo 103 de la Constitución, en
su primera oración admite la posibilidad de que se expidan leyes especiales, que sean una
excepción para la generalidad y la abstracción de las normas”. (Muro y Sosa 2005: 21).
“La igualdad jurídica presupone, pues, dar un trato igual a lo que es igual y desigual a lo que no lo
es. De modo que se afecta a esta no solo cuando frente a situaciones sustancialmente iguales se
da un trato desigual [discriminación directa, indirecta o neutral, etc.], sino también cuando frente a
situaciones sustancialmente desiguales se brinda un trato igualitario [discriminación por
indiferenciación]”. (Tribunal Constitucional 2014: Fundamento 11)
Ahora bien, considerando que el primer párrafo del art. 103° permite establecer un
tratamiento diferenciado, solo cuando lo amerite “la naturaleza de las cosas”, conviene
aclarar a qué se está refiriendo esta disposición constitucional. Como señalan, entre otros,
Rubio Correa (Rubio 1999: 25(, y Muro y Sosa (Muro y Sosa 2005: 17), aquí se alude
tanto a la naturaleza jurídica de los institutos materia de evaluación (en nuestro caso, los
regímenes previsionales especiales frente al régimen general de pensiones), como a la
naturaleza o caracteres de su finalidad.
Aclarado este punto, resta, sin embargo, determinar las pautas que nos servirán para
evaluar la constitucionalidad del trato diferenciado que se dispensa, al amparo de los
regímenes previsionales especiales y, concretamente, en el régimen pensionario de las
fuerzas armadas y policiales. Afortunadamente, nuestro TC ha dispuesto las directrices
correspondientes:
“la noción de igualdad ante la ley no se riñe con la existencia de normas diferenciadoras, a
condición de que se acredite:
“Una ley especial –de por si regla excepcional en el ordenamiento jurídico nacional– se ampara en
las específicas características, propiedades, exigencias o calidades de determinados asuntos no
generales en el seno de la sociedad. Las leyes especiales hacen referencia específica a lo
particular, singular o privativo de una materia. Su denominación se ampara en lo sui géneris de su
contenido y en su apartamiento de las reglas genéricas. En puridad, surgen por la necesidad de
establecer regulaciones jurídicas esencialmente distintas a aquellas que contemplan las relaciones
o situaciones indiferenciadas, comunes o genéricas”. (Tribunal Constitucional 2004: Fundamento 2
Por último, cabe señalar que el TC, aplicando el principio derecho de igualdad en los
términos que aquí se ha delimitado, se ha pronunciado a favor de la constitucionalidad del
régimen especial de jubilación minera, en los siguientes términos:
“Cuando el legislador ordinario establece los requisitos que deben cumplir los trabajadores mineros
para acceder a una pensión de jubilación, toma en consideración las mismas exigencias básicas
previstas en el Decreto Ley 19990, vale decir los años de edad y el número de aportaciones,
agregando otros requisitos que se relacionan directamente con la actividad que se busca privilegiar
con un tratamiento particular, dadas las especiales características del trabajo minero. (…) Como se
ha indicado, lo que se busca con esta medida legislativa es lograr una protección superlativa a un
grupo de trabajadores que realizan labores en condiciones particularmente penosas o que implican
un riesgo para la vida o la salud”. (Tribunal Constitucional 2007: Fundamento 7
Nota Conclusiva:
La denominada “Ley de Goces” de 1850, fue la primera norma expedida por el Estado
peruano para cubrir las contingencias sociales de los servidores públicos. Anterior a la
consolidación de un sistema de seguridad social, esta ley prescribía el financiamiento de
las contingencias previsionales con dinero del tesoro público; situación que se agravaría,
con la posterior introducción de otros colectivos ajenos a este régimen (Gonzáles 2016: 9-
11).
““La Ley de Goces de 1850 fue excesivamente generosa y elaborada sin sustento técnico
alguno, puesto que posibilitaba pensiones de cesantía con solo siete años de aportes,
siendo que las modificaciones habidas en el tiempo tampoco tuvieron base técnica, pues
se dictaron sin estudios económicos ni matemáticos actuariales, además de carecer del
natural sistema de reserva previsional determinándose que sea el erario nacional el
llamado a cubrir las pensiones que dimanaban de él”. (Gonzáles 2016: 11).
“La promulgación del Decreto Ley Nº 20530 tuvo por propósito proyectado el regular un
beneficio temporal y cerrado, constituyéndose así en un especial régimen previsional. No
tenía por objeto mantenerse en el tiempo ni mucho menos constituir una carga para el
Tesoro Público. Por el contrario, se buscaba que los beneficiarios del régimen pudieran
acceder a una pensión en caso de cesantía, la que sería financiada con los aportes
realizados. Además, encontraba razonabilidad en la medida que se buscaba retribuir a los
trabajadores del Estado que no alcanzaban ingresar al Sistema Nacional de Pensiones. En
buena cuenta, se proyectó como un régimen previsional en favor de un grupo determinado
de servidores y funcionarios públicos, sin posibilidad de apertura hacia otros servidores que
no hubiesen sido considerados en la norma originaria de 1850”. (Gonzáles 2016: 16).
La nota característica del régimen cerrado del D. L. N° 20530, consistía en otorgar a los
servidores allí comprendidos diversos privilegios, no previstos en el régimen general. Así,
éstos solo debían aportar el 6% de su remuneración, además de que, con solo 20 años de
servicios, accedían a una pensión nivelada con su remuneración, y al beneficio de la
renovabilidad o cédula viva, al menos parcialmente, ya que para percibirlo en su totalidad
debían computar 25 o 30 años de servicio.
Como explica Ernaú: “Se denomina pensión nivelable al monto que recibe un pensionista
al pasar a la situación de retiro, el mismo que es igual al que venía percibiendo en la
situación de actividad. Cédula Viva (en cambio (, es el derecho que tiene el pensionista a
recibir los aumentos, tanto de haberes como otros beneficios que recibe el personal en
actividad”. (Ernaú 2011: 36).
Se trata pues, de dos beneficios cuya percepción por un número más creciente de
servidores (que en su etapa más crítica se contaba en 300.000) (Neves 2009; González y
Paitán 2017), no solo amenazaba con conducir a la insolvencia nuestro sistema de
pensiones, sino que, además, hacía inviable la concesión de incrementos remunerativos,
pues todo incremento al servidor o servidora en actividad, debía trasladarse
automáticamente al pensionista que hubiera laborado en su categoría (el denominado
efecto espejo), si éste era pensionista del D. L. N° 20530.
Por ello, merced a la reforma constitucional de los artículos 11°, 103° y, especialmente,
de la primera disposición final y transitoria de la Constitución, no solo se cerró
definitivamente el régimen del D. L. N° 20530, sino que se prohibió la nivelación de las
pensiones con las remuneraciones (nivelación), y su renovabilidad (cédula viva o efecto
espejo), para todos los regímenes pensionarios a cargo del Estado, incluso para el
régimen previsional de las fuerzas armadas y policiales, como veremos en el segundo
capítulo.
“Constituían derechos adquiridos en el régimen del Decreto Ley 20530 —para el Tribunal
Constitucional— conforme a la Primera Disposición Final y Transitoria de la Constitución en
su versión original: «1) tener la calidad de pensionista del mismo, 2) tener la facultad de
adquirir derecho a pensión al alcanzar quince años de servicios el hombre y doce y medio
la mujer [...] y 3) tener el derecho a una pensión nivelable, con los requisitos establecidos
en el [...] Decreto Ley [20530]”. (Neves 2009: 14).
Una posición mucho más respetuosa de los principios de la seguridad social, y consciente
de la situación económicamente insostenible que representaba pagar las elevadas
pensiones de un pequeño, pero privilegiado, grupo de pensionistas dentro del régimen
previsional del Estado, fue expresada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
en el caso Cinco Pensionistas contra el Perú, como se explica en: Neves 2009: 20.
Los años 2002 y 2003 fueron clave para la jurisprudencia constitucional en materia
previsional. En efecto, nuestro Tribunal Constitucional se pronunció, en dos sentencias
diametralmente distintas, sobre aspectos relevantes del régimen del D. L. N° 20530. En la
primera de ellas, de 2002, la Alta Corte expresó:
“En el caso de autos, por este aparente conflicto de normas, este Tribunal, como operador
de la justicia constitucional, opta por la aplicación de la norma que da acceso a la pensión
de la demandante, y llega a la convicción de que la agraviada, al haber alcanzado un
récord de servicios de carácter ininterrumpido a favor del Estado por un lapso de tiempo
mayor a 18 años, sí posee el derecho de acceder a una pensión dentro del régimen del
Decreto Ley Nº 20530”. (Tribunal Constitucional 2002 A: Fundamento 4
“Finalmente, considera este Colegiado que, (…) debe legislarse sobre el monto de las
pensiones, a fin de que no existan abismales diferencias en la cuantía de las mismas y sin
perjuicio de disponer el pago de los tributos que la ley imponga. Asimismo, estima de su
deber formular un llamado para que, de conformidad con los Principios Constitucionales
respectivos, se revise y perfeccione el sistema de la Seguridad Social, teniendo en cuenta
los artículos I y XVI de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
de 1948”. (Tribunal Constitucional 2003: Fundamentos 3, 4 y 20).
Tomando nota de la exhortación del TC, el Congreso pretendió reducir, en alguna medida,
las distorsiones y desigualdades del régimen del D. L. N° 20530:
“A la luz de estas serias deficiencias del sistema regulado por el Decreto Ley N° 20530 es
que el 31 de julio de 2003, el Congreso de la República, en un intento de reducir en
alguna medida las inequidades del Régimen Previsional del Estado, promulga las Leyes
N° 28046 y Nº 28047. (…) Así, se creó una contribución solidaria para la asistencia
previsional cuya fuente serían las pensiones que en la suma anual sean mayores a 14
Unidades Impositivas Tributarias – UIT. Es decir, aquellos pensionistas del régimen
regulado por el Decreto Ley N° 20530 que percibieran pensiones mayores a dicha cifra,
debían pagar un tributo especial. Además, se impusieron escalones de incremento en el
porcentaje de aportación, empezando con la equiparación del mismo al del Sistema
Nacional de Pensiones, a partir del 1 de agosto de 2003”. (Gonzáles 2016: 43).
Pese a todo, resultaba indispensable acometer una reforma constitucional de los artículos
11°, 103° y de la Primera Disposición Final y Transitoria de la Constitución, a fin de
establecer, a nivel constitucional, criterios uniformes y racionalizadores, para el
tratamiento tanto del régimen especial del D. L. N° 20530, como de los demás regímenes
previsionales existentes y futuros (Morales 2004: 57; González 2016: 45). En el siguiente
apartado, comentaremos los aspectos más relevantes de esta reforma, para los fines del
presente trabajo, que no son otros que delinear el marco constitucional dentro del cual
debe hacerse la reforma del régimen de pensiones militar policial.
2-Los trabajadores que, perteneciendo a dicho régimen, no hayan cumplido con los
requisitos para obtener la pensión correspondiente, deberán optar entre el Sistema
Nacional de Pensiones o el Sistema Privado de Administradoras de Fondo de Pensiones.
Por razones de interés social, las nuevas reglas pensionarias establecidas por ley se
aplicarán inmediatamente a los trabajadores y pensionistas de los regímenes
pensionarios a cargo del Estado, según corresponda. No se podrá prever en ellas la
nivelación de las pensiones con las remuneraciones, ni la reducción del importe de
las pensiones que sean inferiores a una Unidad Impositiva Tributaria
Autorízase a la entidad competente del Gobierno Nacional a iniciar las acciones legales
correspondientes para que se declare la nulidad de las pensiones obtenidas ilegalmente,
salvo los casos definidos por sentencias con carácter de cosa juzgada que se hayan
pronunciado expresamente sobre el fondo del asunto o que las respectivas acciones
hubieran prescrito”.
Sobre el tercer párrafo de la disposición reformada, que contiene una prohibición general
de nivelar las pensiones con las remuneraciones, coincidimos con Gonzáles:
Finalmente, Respecto de su quinto párrafo, por el cual se exige que todos los regímenes
pensionarios se rijan por los principios de sostenibilidad financiera y no nivelación,
concordamos con el autor antes citado, cuando afirma:
“Esta regla es de aplicación para todos los regímenes (públicos y privados), actuales y
futuros, y no se refiere exclusivamente al régimen de pensiones del Estado del Decreto Ley
N° 20530. Es más, a nuestro juicio, esta regla fue una de las más importantes en la
reforma constitucional pues introdujo la evaluación económica como un criterio de reforma
legislativa y, en consecuencia, de continuidad de todo sistema previsional. Los estudios
actuariales y la revisión de la sostenibilidad financiera de cualquier sistema constituyen una
regla básica y a la que debe responder cualquier reforma sea para mejorar como para
alterar las reglas evitando costos mayores”. (Gonzáles 2016: 56).
“De hecho, todo cambio en los derechos fundamentales debe ubicarse dentro de una
tendencia evolutiva orientada a fortalecer, ampliar y mejorar la esfera de autodeterminación
y desarrollo en sociedad del individuo. Este principio implica que los derechos
fundamentales únicamente pueden reformarse para mejorar su situación preexistente. Sin
embargo, los derechos fundamentales no son absolutos; en su desarrollo histórico y
concreto se han generado conflictos jurídicos —reveladores de la antinomia social sobre tal
cuestión—, lo que puede acarrear la necesidad del cambio de su estatuto”. (Tribunal
Constitucional 2005 A: Fundamento 37).
Así pues, no es posible olvidar que si la economía social implica, entre otros factores, una
racionalización del gasto público en la legislación social en favor de los más desamparados
(ancianos, enfermos, niños y minusválidos, como en cierta forma lo reconoce el artículo 4
de la Constitución), no será facultad, sino deber del Estado, remover todos los obstáculos
jurídico-constitucionales que Impiden efectivizar dichas medidas. Éste es el sentido que
hace de la reforma constitucional del sistema pensionarlo un mandato constituyente
fundado en el modelo económico constitucional”. (Tribunal Constitucional 2005 A:
Fundamento 44).
Lo que debe quedar claro es que el establecimiento de topes pensionarios obedece a dos
razones esenciales, a saber: la disponibilidad económica del sistema de seguridad social y
el principio de solidaridad. (…)Por estas consideraciones, y mientras el Estado garantice el
pago de las pensiones y los montos de éstas cubran el mínimo de subsistencia, la fijación
de topes no pueden ser tachada de inconstitucional. Será, entonces, constitucionalmente
razonable y legítimo que se disponga la disminución progresiva del monto de las pensiones
más elevadas —propio del contenido no esencial— y el incremento de las pensiones más
bajas a un tope mínimo vital —propio del contenido esencial—“. (Tribunal Constitucional
2005 A: Fundamento 100).
“El Tribunal Constitucional considera que, en tanto que todos los regímenes previsionales
administrados por el Estado comparten el objeto de proveer a los pensionistas o a sus
sobrevivientes de los recursos necesarios para su mantenimiento o sustento, la reforma
implementada debe ser tomada como un primer paso para su unificación progresiva.
NOTA CONCLUSIVA:
Rasgo característico de las pensiones otorgadas bajo esta norma, era que el monto
percibido variaba significativamente en función de criterios propios de la dinámica
castrense (carácter ininterrumpido del servicio, presencia en el cuadro de méritos para el
ascenso, ser calificado como combatiente de guerra, entre otros similares). En
consecuencia, el pensionista que cumpliera con alguno de estos criterios, podía ser
favorecido, incluso, con una pensión equivalente al sueldo íntegro de su inmediato
superior en actividad, más un 14%; pensión que, en caso de fallecimiento, se trasladaba a
sus sobrevivientes.
A continuación, describiremos las prestaciones brindadas por el decreto ley bajo
comentario, restringiendo nuestro análisis a las pensiones por derecho propio derivadas
del estado de cesación temporal o definitiva; tal como haremos en la descripción de las
normas posteriores.. Consideramos adecuada esta restricción, ya que estas prestaciones
son las más representativas del régimen de pensiones militar policial, y porque su
conocimiento basta para observar el otorgamiento, profuso, de beneficios carentes de
sustento técnico.
A.- Prestaciones Por cesación temporal o definitiva: Considerando que el ciclo laboral de
referencia se estableció en 30 años para el personal masculino y 25 para el femenino, el
artículo 10° prescribe que:
“*Si tiene entre 15 y 20 años de servicio, percibirá tantas treintavas partes de su última
remuneración, como años de servicios tenga. Aquí, reconocemos que se establece un
derecho a la nivelación pensionaria, el cual es parcial ya que no ha completado su ciclo
laboral.
*Si tiene entre 20 y 30 años, percibirá tantas treintavas partes de las remuneraciones
correspondientes a las de su grado en situación de actividad. En este caso, ya se consagra
el derecho a la renovabilidad (parcial) de la pensión.
*En caso cuente con entre 30 y 35 años de servicio, tendrá derecho a percibir el íntegro de
las remuneraciones correspondientes a su grado en situación de actividad (renovabilidad
total de la pensión). Pero además, si los servicios han sido ininterrumpidos, se
incrementará a dicho monto el 7% de la remuneración básica respectiva; en cambio, el
aumento será del 14%, si, adicionalmente, está inscrito en el cuadro de méritos para el
ascenso, %. Aquí puede observarse la introducción de beneficios anti-técnicos que
distorsionaban, aún más, el otorgamiento de las pensiones (Abanto 2005 B: 30).
*Si ha servido entre 35 y 40 años, tendrá el mismo derecho a la renovabilidad total que en
el caso anterior. La diferencia es que, si los servicios han sido ininterrumpidos, su pensión
será aumentada en un 14%; pero si, además, está inscrito en el cuadro de mérito, tendrá
derecho a recibir el íntegro de las remuneraciones correspondientes a las de su grado
inmediato superior en actividad. Es decir, se trata de una cédula viva todavía más
privilegiada, pues se toma como referencia, no las remuneraciones de su grado, sino las de
su grado inmediato superior en situación de actividad.
*Si ha servido por 40 o más años, se le brindan beneficios todavía más elevados. Así,
tendrá derecho a la misma cédula hiperprivilegiada comentada en el caso anterior. Pero, si
hubiera servido ininterrumpidamente, se le incrementará el 5% de la remuneración de su
grado superior en actividad; y si está inscrito en el cuadro de mérito para el ascenso, el
incremento será del 10%.
¿Si pasa a retiro con el grado de general de división, vicealmirante o teniente general o con
el grado máximo de acuerdo a su especialidad y a los cuadros orgánicos de su institución,
se le incrementará, además, el 14% de la remuneración básica respectiva.
*Si pasa a retiro por la causal renovación de cuadros, su pensión será incrementada con
un 14% de la remuneración básica respectiva. Si está inscrito en el cuadro de mérito para
el ascenso, percibirá el íntegro de las remuneraciones correspondientes a su grado
superior en actividad (cédula viva hiperprivilegiada).
*Si pasa a retiro con 30 o más años de servicio o por el límite de edad en el grado, en
ambos casos por servicios ininterrumpidos, o por renovación, percibirá las mismas
remuneraciones del personal en actividad de su grado, además de los beneficios no
pensionables que se otorgue a estos servidores.
*Finalmente, cabe señalar que los oficiales superiores o generales que hubieran percibido
una remuneración más alta a la correspondiente a su grado o jerarquía, tendrán derecho a
que su pensión se regule en base a dicha remuneración”.
Como puede notarse, esta norma consagraba un régimen de nivelación y cédula viva,
agravado por la concurrencia de diversas circunstancias ajenas a la dinámica previsional
(servicios ininterrumpidos, presencia en el cuadro de méritos, entre otras).
Sintomáticamente, la reforma constitucional que comentamos en el capítulo I, no implicó
que se modificara el régimen pensionario de las fuerzas armadas.
“Como se ha señalado al justificar las razones para la reforma constitucional del régimen
del Decreto Ley Nº 20530 (cédula viva), un sistema basado en la actualización
permanente de la pensión sobre la base del incremento del haber del servidor en actividad
(nivelación o efecto espejo) estará condenada al colapso financiero, razón por la cual
deberá eliminarse este precepto o –al menos– en su defecto, disponer la restitución del
aporte para el pensionista que se beneficia con esta anquilosada modalidad de reajuste”.
(Abanto 2005: 30).
En efecto, cada vez hay menos aportantes por pensionista en el r.p.m.p: Si para 1972
había 15 aportantes por pensionista, en 2005 la proporción era de 7 a 1. Asimismo, en el
período 1999-2005, se observó que, mientras la cantidad de aportantes aumentaba en
1,20%, el número de pensionistas incrementaba en 14,40% (Ernaú 2011: 78-82).
Considerando estos datos que denotan una presencia cada vez mayor de pensionistas, y
que estamos ante un régimen cerrado, con una cantidad limitada de aportantes, resulta
que la aplicación de mecanismos de nivelación y cédula viva es, todavía, más nefasta de
lo que ya fue para el régimen del D. L. N° 20530.
Ocurre, sin embargo, que quienes defienden la cédula viva como derecho necesario para
el personal militar y policial, confunden la necesidad de un régimen especial para este
sector (cuestión que a continuación discutiremos), con la implementación de mecanismos
que distorsionan, de forma gravísima, el otorgamiento de las pensiones, amén de estar
constitucionalmente proscritos.
I.I.- La reforma del r.p.m.p: El D. leg. N° 1133, norma que declara cerrado el régimen
del D. L. N° 19846
Por fin, el 8 de diciembre de 2012, se expidió el D. leg.N° 1313, decreto legislativo para el
ordenamiento definitivo del régimen de pensiones del personal militar y policial. Esta
norma, que implementa el nuevo r.pm.mp, trae diversas novedades respecto del anterior
sistema:
“*En su art. 9°, prescribe que toda pensión tendrá como tope 2 (2) uits, cumpliendo con la
regla establecida en la 1ra dft Cons.
*En su art. 13°, se indica que podrá reajustarse la pensión, recién cuando el pensionista
haya cumplido 65 años. Aún más relevante, el mecanismo de reajuste ya no será la cédula
viva o renovabilidad como en el sistema anterior, sino que se incrementará según el índice
de precios al consumidor y el costo de vida.
*En ese mismo artículo, se fija en 30 años el ciclo laboral para hombres y mujeres.
*Asimismo, en el art. 14°, la norma estipula que el personal que compute 30 años de
servicio, recibirá el 55% de la remuneración de referencia. Ello implica dos modificaciones
trascendentales respecto del régimen anterior: Por un lado, ya no recibirá el 100%
(nivelación); y, de otra parte, el monto de referencia no será su última remuneración, sino el
promedio de sus 60 últimos haberes mensuales.
*En el art. 14.2°, manda que, al personal que cuente con más de 30 años, se le reconozca
un 0.5% por cada año de servicio adicional; pudiendo recibir, como máximo, hasta el 100%
de la remuneración de referencia. Creemos que, en este punto, la norma es desacertada,
pues si bien es poco probable que un pensionista perciba este 100%, tal disposición
implica un mecanismo de nivelación de la pensión con la remuneración, nivelación
prohibida por la 1ra dft Cons”.
Estamos pues, ante una reforma de gran trascendencia, pues, además de establecer un
nuevo régimen de pensiones para el personal militar y policial, elimina (aunque con los
defectos arriba indicados), los mecanismos de nivelación y cédula viva, que solo
contribuían a hacer más gravoso su sostenimiento.
Ésta fue incluso abalada por el Tribunal Constitucional, quien declaró infundada una
demanda de amparo en que se alegaba que la no percepción, por parte de los
pensionistas del antiguo r.p.m.p, de los incrementos otorgados al personal en actividad
comprendido en el d. leg. N° 1132, era discriminatoria (ver: fundamentos del 12 al 15 de la
STC N° 07357-2013-PA/TC, de 16 de setiembre de 2014).
En realidad, la familia militar policial, en general, siempre consideró que la cédula viva era
un derecho inherente al sector. Por ello, no quedando conformes con la reforma de su
régimen de pensiones, continuaron bregando por el restablecimiento de este mecanismo
de reajuste. En consecuencia, el Congreso de la República, en actitud por demás
irresponsable, restableció la cédula viva, solo para los pensionistas del D. L. N° 19846.
Así pues, modificó la 2da dcf del d. leg. N° 1133, la cual establecía:
Los actuales pensionistas del régimen de pensiones del Decreto Ley N° 19846 percibirán
además de la pensión y los beneficios adicionales que actualmente vienen percibiendo, el
monto equivalente al incremento de la remuneración que se otorga al personal militar y
policial en actividad dispuesto en el Decreto Legislativo que aprueba la nueva estructura de
ingresos aplicable al personal militar de las Fuerzas Armadas y policial de la Policía
Nacional del Perú, según el grado en base al cual percibe su pensión”.
Los pensionistas del régimen de pensiones del Decreto Ley 19846, perciben como pensión
un monto equivalente a la remuneración consolidada que se otorga al personal militar y
policial en actividad dispuesto en el Decreto Legislativo que aprueba la nueva estructura de
ingresos aplicable al personal militar de las Fuerzas Armadas y policial de la Policía
Nacional del Perú, según el grado remunerativo en base al cual perciben su pensión de
conformidad con los artículos 5, 10, 39 y 41 del Decreto Ley 19846 y sus normas
modificatorias y complementarias””.
En otros términos, mientras que la disposición original otorgaba a los pensionistas del d. l.
19846, un aumento de acuerdo a su grado, fijado en el anexo 4 del decreto supremo N°
243-2012-EF (aproximadamente, 240 soles en promedio), la norma modificada ordena
que se les incremente su pensión, con el íntegro de la remuneración consolidada prevista
en el d. leg. N° 1133.
Vale decir que, si la eliminación de la cédula viva hizo posible sincerar las remuneraciones
de las FF.AA. y PNP y, por consiguiente, aumentarlas significativamente, con esta
modificación se logra precisamente el efecto no querido por la norma, pues este
incremento se trasladará, automáticamente, a los pensionistas del régimen anterior.
Esta medida, además del consabido desembolso a que obligará al tesoro público (el
Ministerio de Economía lo estima en más de mil millones de soles) (según noticia del
diario Perú 21, publicada el 11 de noviembre de 2017), a futuro podría implicar el
surgimiento de diversos conflictos jurídicos. Obsérvese que esta cédula viva limitada, solo
favorece a los pensionistas del d. l. 19846.
Impulsadas por el pacto de Toledo y sus sucesivas reformas, así como por la progresiva
integración que, de forma gradual y progresiva, se les ha dispensado dentro del régimen
general, España ha sido prolífica en reflexiones sobre esta cuestión. Sirva de ejemplo
citar los siguientes planteamientos:
“La estructura del Sistema público de Seguridad Social sigue girando en torno a la existencia de un
Régimen General y diferentes regímenes Especiales. […]Esta pluralidad de regímenes,
"excesivamente fragmentada, inadaptada a la realidad socio-económica actual, confusa y
de complicada gestión", opera, en la práctica, como una modalidad asistencial
esencialmente desigual, pues una misma situación protegida dispone de atención
diferenciada, en extensión o intensidad, según cual sea el grupo profesional al que el
necesitado pertenezca”. Rodríguez 2011: 101).
“La creación de regímenes especiales debe ser siempre una medida excepcional […]pues
entraña en sí la posible disfuncionalidad de poder entrar en contradicción con los principios
de una Seguridad Social evolucionada, basada en la búsqueda de la homogeneidad y
solidaridad del colectivo protegido. […]El afirmar ese carácter excepcional no priva de
legitimidad a la creación de regímenes especiales, siempre que se evite la "normalización"
de esa práctica”. (Monereo 2011: 96-97).
Con sus matices, los autores coinciden en que el mantenimiento de regímenes especiales
debe darse, solo de forma excepcional, siendo que debe tenderse a la mayor integración
posible, dentro del régimen general de seguridad social.
En nuestro país, solo Francisco Gómez Valdez ha efectuado un estudio pormenorizado
sobre los regímenes especiales contenidos en nuestro sistema de pensiones; trabajo en
el cual concluye:
Pese a la referida carencia,, , en nuestro país, de estudios que aborden con detenimiento
la problemática de los regímenes especiales, es menester reconocer que diversos autores
se han pronunciado por su abandono definitivo, a favor de un sistema previsional
unificado. Así, para de los Eros:
“Habría que analizar en este caso qué hacer con regímenes especiales de trabajadores
que gozan de jubilación temprana como los mineros, o los trabajadores pesqueros, o con el
caso de la Caja de Pensiones Militar Policial o el de los miembros del cuerpo diplomático,
pues en un nuevo régimen aplicable sin excepciones a todos los trabajadores, debería
evitarse situaciones singulares”. (De los Eros 2006: 806).
Sin apartarnos del ámbito nacional, los siguientes doctrinantes defienden la necesidad de
reconocer un régimen pensionario especial a favor de este sector. Así, para Gómez:
En sentido similar, Ernaú manifiesta que el tratamiento previsional especial que nuestro
ordenamiento dispensa a las fuerzas armadas, se sustenta en las siguientes razones:
“* Naturaleza del trabajo. Las funciones de seguridad y defensa nacional, son realizadas
por personal que resulta irremplazable e indelegable, por lo cual debe ser entrenado
específicamente para cumplir estas funciones, constituyéndose un mercado laboral de
escasa o nula rotación.
*Alto período de pensión. El servicio del personal militar y policial, se realiza desde
temprana edad (20 años en promedio) y lo concluye a los 47 años aproximadamente, luego
de lo cual, le espera un periodo largo de pensión (38 años), con lo cual, ningún sistema
privado podría asumir dichas obligaciones.
* Alta siniestralidad. La carrera militar y policial en el desarrollo de su trabajo, muestra una
alta siniestralidad, basados en índices de mortalidad, invalidez e incapacidad,
especialmente en épocas de terrorismo, las AFP para estos eventos críticos cobran a los
trabajadores el 0.75% de sus remuneraciones, para el caso de las FFAA y PNP este
porcentaje sería mucho mayor y con una alta volatilidad; todo lo cual imposibilitaría su
administración bajo un régimen privado de pensiones.
*Sindicalización. Los derechos de sindicalización en el sector Civil no son aplicables al
personal Militar y Policial en actividad”. (Florián 2009: 65-66).
A.- Previamente, como recomiendan Ernaú y Abanto (Ernaú 2011; Abanto 2005 B(, debe
realizarse un estudio actuarial, a fin de determinar los recursos con que cuenta la Caja de
Pensiones Militar Policial (CPMP), el número de aportantes y pensionistas del r.p.m.p. y
realizar las correspondientes proyecciones a futro.
B.- En base a dicho estudio, debe lograrse que este sistema especial adqueira la mayor
auto-sostenibilidad posible, para lo cual:
B.1.- Se incrementará la tasa de aporte. Como explica Ernaú (2011: 67), ya en 1972, los
asesores actuariales recomendaron al gobierno establecer una tasa de aporte del 27%.
Claramente, la tasa de 19% establecida en el d. leg. N° 1133 (13 a cargo del aportante y
6% del Estado), resulta insuficiente. La tasa adecuada debe determinarse, de acuerdo a
criterios económicos, implementándose de forma gradual y progresiva.
B.2.- Los pensionistas aportarán también un porcentaje a la Caja (tasa por determinarse).
Los pensionistas que perciban montos elevados (de acuerdo con una escala a fijarse de
acuerdo a criterios de sostenibilidad y solidaridad), contribuirán con un porcentaje más
alto.
B.3.- Se establecerá una pensión mínima, para favorecer al personal con sueldos más
bajos; cumpliendo así con el principio de solidaridad, propio de nuestro sistema de
seguridad social.
B.4.- Se estudiará el monto que debe establecerse como pensión máxima, manteniendo,
si fuera pertinente, el tope de 2 Uits prescrito por el de. Leg. N° 1313.
B.5.- Finalmente, se estudiará el porcentaje con el que el Estado contribuirá al
sostenimiento de este régimen previsional.
La reforma del r.p.m.p. debe implicar medidas que contribuyan a su sostenimiento a largo
plazo, y que a su vez, sean respetuosas de los parámetros mínimos, fijados por la
Constitución en el ámbito pensionario. La cédula viva, al responder a una visión
desfasada y particularista, no contribuye, más bien entorpece este camino.
Por ello, consideramos que debe profundizarse en lo avanzado por el D. Leg. N° 1313,
contando con que el Tribunal Constitucional declare la inconstitucionalidad de la Ley N°
30683. Mientras tanto, debe acometerse una reforma integral de este régimen previsional;
objetivo al cual esperamos haber contribuido.
CONCLUSIÓN GENERAL
Los diversos aspectos que abordamos para estudiar, con pretensión de exhaustividad, el
régimen previsional de las fuerzas armadas, brinda una idea general del ingente desafío
que implica el análisis de los regímenes y sistemas especiales presentes en nuestro
ordenamiento. No obstante, esta circunstancia hace que esta tarea resulte aún más
estimulante.
REFERENCIAS:
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Constitucional sobre el régimen pensionario del Decreto Ley N° 20530”. En:
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(2005). Contenido Esencial del Derecho a la Pensión: Cierre del Régimen de la
Ley N° 20530. En: Diálogo con la Jurisprudencia, N° 82
Gutiérrez, Walter y Sosa, Juan Manuel (2005). “Artículo 2, inciso 2. En: VV.AA. La
Constitución Comentada. Análisis Artículo por Artículo. Lima, Gaceta Jurídica
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TORTUERO, JOSÉ LUIS Y PANIZO, JOSÉ ANTONIO (2003). “Estructura del Sistema de
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