Está en la página 1de 9

Cuentos que te invitan a reflexionar y a

cambiar tu manera de pensar


Una buena selección de cuentos que invitan a reflexionar, todos necesitamos de algo que nos
haga pensar de una manera diferente, que nos permita adentrarnos en ese misterioso mundo
interior que es donde esta contenido todo el conocimiento. estos cuentos transmiten un bonito
mensaje que entendido se convierte en una poderosa fuerza motivante.

de cada uno de ellos se puede extraer un valioso aprendizaje para nuestra propia vida.

son recursos que bien entendidos pueden ser la base para desarrollar cualquier conferencia
de motivación, muchos de los grandes motivadores, por no decir todos, buscan su inspiración
en estos breves pero valiosos mensajes.

La casa imperfecta
Un maestro de construcción ya entrado en años estaba listo para retirarse a disfrutar sin
pensión de jubilación. Le contó a su jefe acerca de sus planes de dejar el trabajo para llevar
una vida más placentera con su esposa y su familia. Iba a extrañar su salario mensual,
pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de alguna manera.
El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la compañía y le
pidió, como favor personal, que hiciera el último esfuerzo: construir una casa más. El
hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las claras que no estaba poniendo el
corazón en lo que hacía. Utilizaba materiales de inferior calidad, y su trabajo, lo mismo
que el de sus ayudantes, era deficiente. Era una infortunada manera de poner punto final a
su carrera.
Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las
llaves de la puerta principal. "Esta es tu casa, querido amigo -dijo-. Es un regalo para ti".
Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la
hubiera hecho totalmente diferente. ¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta que
había construido!
Construimos nuestras vidas de manera distraída, reaccionando cuando deberíamos actuar,
y sin poner en esa actuación lo mejor de nosotros. Muchas veces, ni siquiera hacemos
nuestro mejor esfuerzo en el trabajo. Entonces de repente vemos la situación que hemos
creado y descubrimos que estamos viviendo en la casa que hemos construido. Si lo
hubiéramos sabido antes, la habríamos hecho diferente.
La conclusión es que debemos pensar como si estuviésemos construyendo nuestra casa.
Cada día clavamos un clavo, levantamos una pared o edificamos un techo. Construir con
sabiduría es la única regla que podemos reforzar en nuestra existencia. Inclusive si la
vivimos sólo por un día, ese día merece ser vivido con gracia y dignidad.
La vida es como un proyecto de hágalo-usted-mismo. Su vida, ahora, es el resultado de sus
actitudes y elecciones del pasado. ¡Su vida de mañana será el resultado de sus actitudes y
elecciones de hoy!

El elefante encadenado

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran
los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el
elefante.
Durante la función, ¿la enorme bestia hacía despliegue de su peso, tamaño y fuerza
descomunal? pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el
elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a
una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos
centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que
ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza podría, con facilidad,
arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía cinco
o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún
maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me
explicó que el elefante no se escapa porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado ¿por qué lo encadenan?? No recuerdo
haber recibido ninguna respuesta coherente. ¿Con el tiempo me olvidé del misterio del
elefante y la estaca? y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se
habían hecho la misma pregunta
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio
como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que
era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de
que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de
todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. ¿Juraría que se
durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía?
Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se
resignó a su destino. ¿Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa
porque cree? ¿pobre? que NO PUEDE.
él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco
después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
¿Jamás? ¿jamás? intentó poner a prueba su fuerza otra vez?
¿Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad? condicionados
por el recuerdo de «no puedo»? ¿Tu única manera de saber es intentar de nuevo poniendo
en el intento todo tu corazón?
La parábola del Caballo
Un campesino, que luchaba con muchas dificultades, poseía algunos caballos para que lo
ayudaran en los trabajos de su pequeña hacienda.
Un día, su capataz le trajo la noticia de que uno de los caballos había caído en un viejo
pozo abandonado. El pozo era muy profundo y sería extremadamente difícil sacar el
caballo de allí.
El campesino fue rápidamente hasta el lugar del accidente, y evaluó la situación,
asegurándose que el animal no se había lastimado. Pero, por la dificultad y el alto precio
para sacarlo del fondo del pozo, creyó que no valía la pena invertir en la operación de
rescate.
Tomó, entonces, la difícil decisión: Determinó que el capataz sacrificase al animal tirando
tierra en el pozo hasta enterrarlo, allí mismo. Y así se hizo.
Los empleados, comandados por el capataz, comenzaron a lanzar tierra adentro del pozo
de forma de cubrir al caballo.
Pero, a medida que la tierra caía en el animal este la sacudía y se iba acumulando en el
fondo, posibilitando al caballo para ir subiendo. Los hombres se dieron cuenta que el
caballo no se dejaba enterrar, sino al contrario, estaba subiendo hasta que finalmente,
¡consiguió salir!
Si estás "allá abajo", sintiéndote poco valorado, y los otros lanzan sobre ti la tierra de la
incomprensión, la falta de oportunidad y de apoyo, recuerda el caballo de esta historia. No
aceptes la tierra que tiraron sobre ti, sacúdela y sube sobre ella. Y cuanto más tiren, más
irás subiendo, subiendo, subiendo...
Lo importante es levantarse si es que se ha caído, siempre valemos lo mismo para Dios y
ninguna persona nos puede quitar ese valor.
La oruga
Mari era una oruga como cualquier otra y al igual que la mayoría de su especie, esperaba
el gran día de convertirse en una hermosa mariposa para volar a lo más alto del jardín y
disfrutar más de toda la naturaleza. Cada día Mari se quedaba mirando al cielo y soñaba
con el gran día de volar alto, ella sentía que ya era hora de partir y buscar un lugar muy
hermoso en donde pudiera ser verdaderamente feliz y sin una vida tan monótona.
Un día Mari decidió partir con otras orugas hacía otro lugar del jardín, todas buscaban
una hoja perfecta para iniciar con la metamorfosis que cambiaría su aspecto para siempre.
El gran día había llegado y Mari se sentía muy ansiosa por llegar a ser esa hermosa
mariposa que siempre había soñado.
Ese día todas las orugas se aferraron a diferentes hojas que escogieron por propia
voluntad. Para su mala suerte ese día se desató una gran tormenta y todo se
complicó mucho hasta el punto de tener que aferrarse fuerte a las hojas para no morir. Las
orugas estaban muy tristes y ya no querían esperar más para ser mariposas.
Mari duró mucho tiempo aferrada a las hojas hasta que un día despertó siendo diferente.
Tenía unas grandes y enormes alas que le permitían ver el jardín desde otro lado; todo era
muy hermoso, colorido y lleno de vida.
Mari y sus amigas empezaron a volar muy alto y vieron que la naturaleza era demasiado
hermosa, sentían que la libertad era un sueño, se imaginaban viajando muy lejos y
disfrutando de todo lo que ahora podían observar.
Por fin el sueño de las orugas se había hecho realidad, ahora eran hermosas mariposas
volando libres en el viento y sintiendo la verdadera felicidad. Mari comprendió que nunca
se debe desistir ante una dificultad, porque tras la tormenta siempre aparece un día
soleado, hermoso y listo para volver a soñar.
El gran valor de una mujer

Cuentan que dos marineros que iban navegando por los mares del sur, desembarcaron en
una preciosa isla para descansar. Los habitantes de la isla les recibieron con gran
entusiasmo y durante varios días les agasajaron con fiestas.
Uno de los días, los marineros decidieron dar un paseo por la isla y se encontraron con una
muchacha que estaba lavando ropa en el río. Uno de los marineros se acercó a ella y le
preguntó: “¿Cómo te llamas?” La muchacha no respondió. El marinero pensando que no le
había escuchado le volvió a preguntar: “¿Cuál es tu nombre?”. La muchacha se giró y le
dijo: “Lo siento no puedo hablar contigo sin estar casada antes”.” Entonces me casaré
contigo”, le respondió el marinero.
El otro marinero le dijo: “¡Estás loco!”” ¡Apenas la conoces!”” Además, hay otras
muchachas mucho más bellas que ella”. “Me casaré con ella”, le respondió el amigo “y
espero que te quedes para mi boda ya que yo ya no me marcharé”. “Como tú quieras
amigo”, le respondió el marinero.
Y así se dirigieron a hablar con el padre de la muchacha para pedirla en matrimonio.
“Señor”, le dijo el marinero “deseo casarme con su hija”
El padre se mostró encantado y le dijo: “forastero si te quieres casar con una de mis hijas
tendrás que pagarme una dote de 9 vacas”. “¿con cuál de mis hijas deseas casarte?”
“Quiero casarme con la muchacha que lavaba ropa en el río”, le respondió el marinero.
Sorprendido ante la elección del marinero ya que sus otras hijas eran mucho más
hermosas, le dijo” en ese caso sólo tendrás que darme 3 vacas “. El marinero le replicó, “Te
pagaré las 9 vacas”. Y así fue.
El marinero se casó con la muchacha que lavaba ropa en el río y su amigo se quedó a
presenciar la boda para posteriormente zarpar de nuevo. Pasado un tiempo el marinero
volvió por la isla y decidió ir a visitar a su amigo, Sentía curiosidad por saber cómo le iban
las cosas y si seguía casado.
Al llegar a la isla, vio a un grupo de hombres y mujeres que iban cantando y bailando. En el
centro iba una mujer hermosísima con el cabello adornado con unas flores. Se detuvo para
contemplar la imagen y ver la belleza de la mujer.
Al cabo de un rato encontró a su amigo. Se saludaron con gran entusiasmo y el marinero le
preguntó si seguía casado. “¡Por supuesto!”, le dijo él.” De hecho, te habrás cruzado con
ella de camino”.
El marinero no recordaba haberse cruzado con ella. “Si”, le dijo el amigo. “Hoy es su
cumpleaños y están celebrándolo” ¡Era la mujer que iba en el centro bailando! “¿Cómo es
posible?”, le dijo el marinero. “Esa mujer no se parece en nada a la muchacha que yo
conocí”. “Muy sencillo”, le contestó el amigo. “Me dijeron que valía 3 vacas y yo la traté
como si valiese 9 vacas”
Eres tú quien controla tu mente

Un estudiante de zen se quejaba de que no podía meditar: sus pensamientos no se lo


permitían. Habló de esto con su maestro diciéndole: “Maestro, los pensamientos y las
imágenes mentales no me dejan meditar; cuando se van unos segundos, luego vuelven con
más fuerza. No puedo meditar. No me dejan en paz”. El maestro le dijo que esto dependía
de él mismo y que dejara de cavilar. No obstante, el estudiante seguía lamentándose de
que los pensamientos no le dejaban en paz y que su mente estaba confusa. Cada vez que
intentaba concentrarse, todo un tren de pensamientos y reflexiones, a menudo inútiles y
triviales, irrumpían en su cabeza…
El maestro entonces le dijo: “Bien. Aferra esa cuchara y tenla en tu mano. Ahora siéntate y
medita”. El discípulo obedeció. Al cabo de un rato el maestro le ordenó:” ¡Deja la
cuchara!”. El alumno así hizo y la cuchara cayó obviamente al suelo. Miró a su maestro
con estupor y éste le preguntó: “Entonces, ahora dime ¿quién agarraba a quién, tú a la
cuchara, o la cuchara a ti?
La rosa y el sapo...
Había una vez una rosa roja muy bella, se sentía de maravilla al saber que era la rosa más
bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de lejos. Se dio cuenta
de que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso por lo que
nadie se acercaba a verla de cerca. Indignada ante lo descubierto le ordenó al sapo que se
fuera de inmediato; el sapo muy obediente dijo: Está bien, si así lo quieres.
Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa y se sorprendió al ver la rosa
totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Le dijo entonces: Vaya que te ves mal. ¿Qué
te pasó?
La rosa contestó: Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca
pude volver a ser igual.
El sapo solo contestó: Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por
eso siempre eras la más bella del jardín.
Tu valor siempre sera el mismo.
Un adolescente estaba pasando por momentos muy duros. En su casa reinaba la discordia,
su padre no dejaba de criticarlo por cualquier cosa y su madre, por miedo a mayores
enfrentamientos, no tomaba partido en esos asuntos. Los hermanos tampoco lo trataban
bien. Se burlaban de su apariencia, de los granos en su cara, de su forma torpe de andar y
de su tono de voz que por estar cambiando parecía más bien de gallos de media noche.
Nadie lo tomaba en cuenta, por lo que se sentía despreciable y su autoestima estaba por
los suelos.
Esta situación empezó afectar también su rendimiento en el colegio. Ya no prestaba
atención en clase, no hacía sus tareas y reprobaba la mayor parte de los exámenes. Lo
peor fue que como su actitud había cambiado, sus propios amigos de toda la vida
empezaron a darle la espalda, a criticarlo y a burlarse de él. Sólo se le acercaban quienes
tenían la peor conducta del salón.
Un profesor en particular venía observándolo desde hacía un tiempo y finalmente decidió
actuar. Al terminar una clase le pidió que se quedara. De mala gana se sentó en la primera
fila mientras sus compañeros alborotados salían riéndose de él ya que suponían que iba a
ser castigado o por lo menos reprendido. Un breve silencio generó un poco de tensión
entre el profesor y el joven. Entonces, lentamente el profesor sacó un billete de 100
Dólares tan nuevo que todavía no había sido doblado por primera vez. Los ojos de su
alumno empezaron a brillar, al tanto que el profesor le decía
- ¿Lo quieres?, ¿quieres que te de este billete?
- Si – respondió el joven con voz baja y dubitativa
- Tómalo, es tuyo
Pero cuando el joven se levantó de su asiento para tomar el billete, el profesor continuó:
- Espera un momento, déjame hacer esto – dijo mientras arrugaba todo el billete una y
otra vez – Ahora si es tuyo, ¿todavía lo quieres?
- Claro que lo quiero – contestó el joven con cara de extrañeza.
- Se me olvidaba algo – replicó el maestro mientras dejaba caer el billete para pisotearlo
una y otra vez con sus viejos zapatos ya gastados – Creo que así estará mejor, ¿todavía lo
quieres? – dijo finalmente mientras lo recogía del piso.
- Por supuesto – dijo el joven con una media sonrisa esbozada en su rostro.
- Ah, casi se me olvida lo más importante – volvió a interrumpir el maestro – Mira lo que
hago ahora.
Y ante la mirada de asombro de su alumno comenzó a escupir el billete una y otra vez
hasta que tuvo un aspecto baboso y desagradable. Finalmente lo tomó con mucho cuidado
por una esquinita y levantándolo en dirección a su alumno le dijo:
- Ahora si es tuyo, ¿Todavía lo quieres?
- Si, por supuesto que lo quiero – contestó con voz fuerte y gran determinación.
- ¿Pero, porqué lo quieres si está todo arrugado, pisoteado y hasta escupido?
- Por qué a pesar de todo siguen siendo cien dólares – contestó de inmediato el joven.
- Has aprendido bien la lección, ahora aplícala a tu vida – y ante la súbita expresión de
incomprensión en la cara del joven, continuó - Al igual que el billete, cada uno de nosotros
tiene un valor que nadie nos puede arrebatar. Tu valor como persona, como ser humano,
como hijo de Dios, no va a cambiar si otras personas te maltratan, te humillan, te
desprecian o te agreden. Sin importar lo que te hagan o lo que otros piensen de ti, tu valor
seguirá siendo siempre el mismo. Ahora bien, depende exclusivamente de ti que te des
cuenta de todo lo que en realidad vales, de todos los dones que tienes, de toda la energía
positiva que vive dentro de ti, de toda la capacidad que tienes para dar y amar. Para ello
no le prestes atención a las opiniones necias y desfavorables de quienes te rodean. Un día
despertarás y te darás cuenta de que en realidad tu vida es invaluable.
El profesor continuó hablando sobre todas las virtudes y aspectos positivos que él veía en
su alumno. La cara del joven había cambiado por completo, su postura encorvada se había
enderezado, sus ojos volvían a brillar y repentinamente se paró, dio las gracias y se dispuso
a salir del salón con la actitud de quién está dispuesto a conquistar el mundo. Pero la
lección todavía no terminaba. El profesor le dijo:
- Espera un momento, toma, llévate el billete sólo para que lo guardes y puedas recordar
cuánto vales cada vez que te sientas atacado o deprimido. Pero hay una condición: debes
prometerme que la semana que viene me entregarás otro billete completamente nuevo de
la misma denominación, así podré enseñarles esta misma lección a otros de tus
compañeros que también la necesitan.
¿A QUIEN ESCOGERÍAS?
Una mujer regaba el jardín de su casa y vio a tres viejos con sus años de experiencia frente a su
jardín. Ella no los conocía y les dijo:
No creo conocerlos, pero deben tener hambre. Por favor entren a mi casa para que coman algo.
Ellos preguntaron: ¿Está el hombre de la casa? No, respondió ella, no está. Entonces no podemos
entrar, dijeron ellos.
Al atardecer, cuando el marido llegó, ella le contó lo sucedido. ¡Entonces diles que ya
llegué invítalos a pasar!
La mujer salió a invitar a los hombres a pasar a su casa. No podemos entrar a una casa los tres
juntos, explicaron los viejitos.
¿Por qué?, quiso saber ella. Uno de los hombres apuntó hacia otro de sus amigos y explicó: Su
nombre es Riqueza. Luego indicó hacia el otro. Su nombre es Éxito y yo me llamo Amor.
Ahora ve adentro y decide con tu marido a cuál de nosotros 3 desean invitar a vuestra casa. La
mujer entró a su casa y le contó a su marido lo que ellos le dijeron. El hombre se puso
feliz: ¡Qué bueno! Y ya que así es el asunto entonces invitemos a Riqueza, que entre y llene nuestra
casa. Su esposa no estuvo de acuerdo:
Querido, ¿por qué no invitamos a Éxito? La hija del matrimonio estaba escuchando desde la otra
esquina de la casa y vino corriendo. ¿No sería mejor invitar a Amor? Nuestro hogar estaría
entonces lleno de amor.
Hagamos caso del consejo de nuestra hija, dijo el esposo a su mujer. Ve afuera e invita a Amor a
que sea nuestro huésped. La esposa salió y les preguntó ¿Cuál de ustedes es Amor? Por favor que
venga y que sea nuestro invitado.
Amor se levantó de su silla y comenzó a avanzar hacia la casa. Los otros 2 también se levantaron y
le siguieron. Sorprendida, la dama les preguntó a Riqueza y a Éxito: Yo invité sólo a
Amor ¿porqué Uds. también vienen? Los viejos respondieron juntos:
Si hubieras invitado a Riqueza o a Éxito los otros 2 habrían permanecido afuera, pero ya que
invitaste a Amor, donde vaya él, nosotros vamos con él. Donde quiera que hay amor, hay también
riqueza y éxito.

La Vaca
Un maestro samurái paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un
sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar.
Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de realizar visitas,
conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que obtenemos de estas
experiencias. Llegando al lugar constató la pobreza del sitio: los habitantes, una pareja y
tres hijos, vestidos con ropas sucias, rasgadas y sin calzado; la casa, poco más que un
cobertizo de madera...
Se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le preguntó: “En este lugar
donde no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen
para sobrevivir? El señor respondió: “amigo mío, nosotros tenemos una vaca que da
varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos
por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso,
cuajada, etc., para nuestro consumo. Así es como vamos sobreviviendo.
El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, se despidió y se
fue. A mitad de camino, se volvió hacia su discípulo y le ordenó: “Busca la vaca, llévala al
precipicio que hay allá enfrente y empújala por el barranco
El joven, espantado, miró al maestro y le respondió que la vaca era el único medio de
subsistencia de aquella familia. El maestro permaneció en silencio y el discípulo cabizbajo
fue a cumplir la orden.
Empujó la vaca por el precipicio y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en la
memoria de aquel joven durante muchos años. Un bello día, el joven agobiado por la
culpa decidió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar. Quería
confesar a la familia lo que había sucedido, pedirles perdón y ayudarlos.
Así lo hizo. A medida que se aproximaba al lugar, veía todo muy bonito, árboles floridos,
una bonita casa con un coche en la puerta y algunos niños jugando en el jardín.
El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia hubiese
tenido que vender el terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y fue recibido por un hombre
muy simpático. El joven preguntó por la familia que vivía allí hacía unos cuatro años.
El señor le respondió que seguían viviendo allí. Espantado, el joven entró corriendo en la
casa y confirmó que era la misma familia que visitó hacia algunos años con el maestro.
Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaca): ¿Cómo hizo para mejorar este
lugar y cambiar de vida?” El señor entusiasmado le respondió: “Nosotros teníamos una
vaca que cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de
hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos. Así
alcanzamos el éxito que puedes ver ahora.”

También podría gustarte