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La Iglesia, por su encargo misionero, está llamada a cumplir con la niñez una tarea docente
entendiendo la educación cristiana de manera integral y dándole a ésta su verdadera dimensión
evangelizadora. La proclamación del evangelio es incompleta si no se la acompaña con una
permanente formación discipular (Mt. 28: 20) la cual incluye también el desarrollo integral de la
personalidad.
En una sociedad donde los medios de comunicación procuran manipular a los niños y las
niñas con valores opuestos al reino de Dios utilizando los recursos técnicos y psicológicos más
avanzados, la tarea docente de las iglesias requiere claridad pedagógica, creatividad metodológica
y una gran inversión de recursos materiales y humanos.
La Biblia nos enseña que los niños son más receptivos al evangelio que los adultos En
Marcos 10:15 el Señor Jesús dice: «Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un
niño, de ninguna manera entrará en él». En Mateo 18:3 el Señor Jesús dice: «Les aseguro que a
menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos».
Martín Lutero dijo en alguna ocasión, referente a la enseñanza de los menores: «Sé que
aparte de la predicación, esta es la mejor, la más segura y la más útil vocación, y no estoy seguro
cuál de las dos es mejor pues es difícil reformar a los viejos pecadores con quienes trata el
predicador, mientras que el árbol joven se puede doblar sin que se rompa.»
Muchos de los que trabajan con niños, y también los que trabajan con adultos, han
comprobado la relativa apertura de los menores a la enseñanza del evangelio. Pareciera que el
adulto de hoy, e incluso el adolescente de hoy, se torna cada vez más duro, y más resistente al
evangelio y las demandas de Cristo. Desafío a cualquier lector que dude de lo escrito que lo ponga
a prueba, y compare las reacciones y respuestas de niños, adolescentes y adultos al mensaje del
evangelio.
Actividades:
Para Jesús los niños fueron tan importantes que él dedicó el tiempo necesario para
demostrar, con palabras y con hechos, que ellos eran también destinatarios de la buena
noticia de Salvación.