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Los agujeros negros

Los agujeros negros son los objetos más extraños del Universo. Carecen de superficie, a
diferencia de los planetas o estrellas. Constituyen una zona del espacio en la que la materia
se ha replegado sobre sí misma. Ese colapso catastrófico genera una masa gigantesca que se
concentra en una zona extraordinariamente pequeña. La atracción gravitatoria de ese punto
es tan grande que nada puede escapar de ella, ni siquiera la luz.

Aunque los agujeros negros no son visibles, sabemos de su existencia porque afectan al
polvo, las estrellas y las galaxias cercanos. Muchos de ellos están rodeados por discos de
material. A medida que esos discos giran en torno de ellos como torbellinos, alcanzan
temperaturas muy elevadas y despiden rayos X.

Los agujeros negros tienen distintos tamaños. Muchos de ellos sólo son pocas veces más
grandes que el Sol. Esos agujeros negros de “masa estelar” se forman cuando una gran
estrella, de unas 10 veces el tamaño del Sol, termina su existencia en una explosión de
supernova. Lo que queda de la estrella —todavía varias veces del tamaño del Sol— se
colapsa en una zona de unos pocos kilómetros.

La mayoría de las galaxias, como la Vía Láctea, tienen agujeros negros enormes en el centro.
Pueden ser millones o miles de millones más pesados que el Sol. Los agujeros negros
supermasivos también alimentan galaxias activas o antiguas conocidas como quásares. Los
quásares pueden ser cientos de veces más brillantes que la más grande de las galaxias
normales.

Los objetos que son atrapados por los agujeros negros se expanden hasta el punto de ruptura.
Si un astronauta se acercara demasiado y fuera absorbido por un agujero negro, sería
destrozado por la enorme fuerza de gravedad.

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