Tercero Medio
Este mito es una alegoría de la teoría de las ideas propuesta por Platón, y aparece
en los escritos que forman parte del libro La República. Se trata, básicamente, de
la descripción de una situación ficticia que ayudaba a entender el modo en el
que Platón concebía la relación entre lo físico y el mundo de las ideas, y cómo
nos movemos a través de ellos.
Platón empieza hablando sobre unos hombres que permanecen encadenados a las
profundidades de una caverna desde su nacimiento, sin haber podido salir de ella
nunca y, de hecho, sin la capacidad de poder mirar hacia atrás para entender cuál
es el origen de esas cadenas.
Así pues, permanecen siempre mirando a una de las paredes de la caverna, con las
cadenas aferrándolos desde atrás. Detrás de ellos, a una cierta distancia y colocada
algo por encima de sus cabezas, hay una hoguera que ilumina un poco la zona, y
entre ella y los encadenados hay un muro, que Platón equipara a las artimañas que
realizan los tramposos y los embaucadores para que no se noten sus trucos.
Entre el muro y la hoguera hay otros hombres que llevan con ellos objetos que
sobresalen por encima del muro, de manera que su sombra es proyectada sobre
la pared que están contemplando los hombres encadenados. De este modo, ven la
silueta de árboles, animales, montañas a lo lejos, personas que vienen y van, etc.
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Platón sostiene que, por estrambótica que pueda resultar la escena, esos hombres
encadenados que describe se parecen a nosotros, los seres humanos, ya que ni
ellos ni nosotros vemos más que esas sombras falaces, que simulan una realidad
engañosa y superficial. Esta ficción proyectada por la luz de la hoguera los distrae
de la realidad: la caverna en la que permanecen encadenados.
Sin embargo, si uno de los hombres se liberase de las cadenas y pudiese mirar
hacia atrás, la realidad le confundiría y le molestaría: la luz del fuego haría que
apartase la mirada, y las figuras borrosas que pudiese ver le parecerían menos
reales que las sombras que ha visto toda la vida. Del mismo modo, si alguien
obligase a esta persona a caminar en dirección a la hoguera y más allá de ella hasta
salir de la caverna, la luz del sol aún le molestaría más, y querría volver a la zona
oscura.
Para poder captar la realidad en todos sus detalles tendría que acostumbrarse a ello,
dedicar tiempo y esfuerzo a ver las cosas tal y como son sin ceder a la confusión y
la molestia. Sin embargo, si en algún momento regresase a la caverna y se reuniese
de nuevo con los hombres encadenados, permanecería ciego por la falta de luz
solar. Del mismo modo, todo lo que pudiese decir sobre el mundo real sería
recibido con burlas y menosprecio.
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Los engaños, que pueden surgir de una voluntad de mantener a los demás con
poca información o de la falta de progreso científico y filosófico, encarnaría el
fenómeno de las sombras que desfilan por la pared de la caverna. En la perspectiva
de Platón, este engaño no es exactamente el fruto de la intención de alguien, sino
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2. La liberación
El acto de liberarse de las cadenas serían los actos de rebeldía que solemos
llamar revoluciones, o cambios de paradigma. Por supuesto, no es fácil rebelarse,
ya que el resto de la dinámica social va en sentido contrario.
3. La ascensión
La ascensión a la verdad sería un proceso costoso e incómodo que implica
desprenderse de creencias muy arraigadas en nosotros. Por ello, es un gran
cambio psicológico.
Platón tenía en cuenta que el pasado de las personas condiciona el modo en el que
experimentan el presente, y por eso asumía que un cambio radical en la manera de
entender las cosas tenía que acarrear necesariamente malestar e incomodidad. De
hecho, eso es una de las cosas que quedan claras en su forma de ilustrar ese
momento mediante la idea de alguien que trata de salir de una cueva en vez de
permanecer sentado y que, al llegar al exterior, recibe la luz cegadora de la
realidad.
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4. El retorno
El retorno sería la última fase del mito, que consistiría en la difusión de las
nuevas ideas, que por chocantes pueden generar confusión, menosprecio u odio
por poner en duda o cuestionamiento los dogmas básicos que sustentan la
sociedad.
Sin embargo, como para Platón la idea de la verdad estaba asociada al concepto de
lo bueno y el bien, la persona que haya tenido acceso a la realidad auténtica tiene
la obligación moral de hacer que el resto de personas se desprendan de la
ignorancia. Es decir, debe difundir su conocimiento.
Esta última idea hace que el mito de la caverna de Platón no sea exactamente una
historia de liberación individual. Es una concepción del acceso al conocimiento
que parte de una perspectiva individualista, eso sí: es el individuo el que, por
sus propios medios, accede a lo verdadero mediante una lucha personal contra las
ilusiones y los engaños, algo frecuente en los enfoques idealistas. Sin embargo,
una vez el individuo ha alcanzado esa fase, debe llevar el conocimiento al resto.
Eso sí, la idea de compartir la verdad con los demás no era exactamente un acto de
democratización, tal y como la podríamos entender hoy día; era, simplemente, un
mandato moral que emanaba de la teoría de las ideas de Platón, y que no tenía por
qué traducirse en una mejora de las condiciones materiales de vida de la sociedad.
Referencias bibliográficas:
GUÍA DE ACTIVIDADES
RESUMEN EXPLICATIVO
El filósofo griego Platón, explica en su reconocida obra La República, que existen dos
niveles de saber: la opinión y el conocimiento. Las declaraciones o afirmaciones sobre el
mundo físico o visible, incluyendo las observaciones y proposiciones de la ciencia, son sólo
opinión. Muchas veces las opiniones tiene muy buenos argumentos que la fundamentan ,
pero otras no, y nunca ninguna de ellas debe ser considerada como un conocimiento
verdadero. El verdadero conocimiento o saber nace desde la razón pura, en vez de la
experiencia observable. La razón, utilizada de la forma debida, conduce a ideas que son
ciertas y los objetos de esas ideas racionales son los universales verdaderos, las formas
eternas o sustancias que constituyen el mundo real. Antes de entrar al analisis del significado
del Mito de la Caverna, haremos un breve paseo por esa época del mundo griego.
Guiados por un poderoso anhelo de verdad aparecieron los filósofos, es decir, los
“amantes de la sabiduría“. No eran investigadores o profesores sostenidos por ej.
Estado, sino hombres que vivían para la filosofía y no de la filosofía.”
Los grandes filósofos: En la Atenas de Pericles vivió Sócrates, considerado por el
oráculo deifico como el hombre más sabio de Grecia. Junto con Platón y Aristóteles,
este hombre notable influyó de un modo decisivo en la trayectoria del pensamiento
humano. Sócrates no escribió nada, pero podemos conocer sus enseñanzas a
través de las bellas palabras de Platón, que escribió La República, uno de los
mejores esquemas para una sociedad ideal elaborados por el hombre.
Sócrates (470-399 a. C). nacido en Atenas, es una de las figuras más destacadas
de la filosofía griega. Aunque no escribió nada, la posteridad, conoce su persona,
su carácter y “sus doctrinas por el cariño y la estima que le profesaron su ilustre
discípulo Platón y su gran admirador Jenofonte.
Su máxima preferida fue: “Conócete a ti mismo“. La filosofía de Sócrates era
aplicable a todas las personas, pues para él la verdad se hallaba en el fondo de los
espíritus y cualquiera podía llegar a descubrirla.
Empleaba el “método socrático” que consistía en dirigirle a un individuo continuas
preguntas hasta que éste se convencía de que ignoraba lo que pretendía saber;
luego, por medio de ejemplos prácticos tomados de la vida corriente, lo guiaba para
que por sí solo llegase al conocimiento de la verdad.
En el año 399 (a. C.) fue acusado ante los tribunales de Atenas de corromper a la
juventud e introducir nuevos dioses. Encerrado en la cárcel, sus amigos le ofrecieron
liberarlo, pero se negó. Fue condenado a muerte y no quiso apelar la sentencia.
Con gran entereza bebió el veneno oficial —la cicuta— y murió lentamente, rodeado
de sus desconsolados discípulos, mientras afirmaba que, a pesar de la destrucción
del cuerpo, el alma del hombre vivirá eternamente.
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Platón
Imagina que toda tu vida has sido prisionero en una caverna. Tienes las manos y
los pies encadenados, y la cabeza sujeta de modo que sólo puedes ver la pared
que queda enfrente. Detrás de ti hay una llama, y entre tú y el fuego una pasarela
por la que tus captores desplazan estatuas y todo tipo de objetos. Las sombras que
proyectan en la pared estos objetos son lo único que tú y tus compañeros de
cautiverio habéis visto siempre, lo único de lo que habéis hablado y en lo que habéis
pensado. Esas sombras son la única realidad que han conocido.
Sus habitantes no saben que han tomado las sombras por objetos reales; creen
conocer la realidad, aunque de hecho están viviendo en la oscuridad, tanto en
sentido figurado como en el literal.
A medida que desarrolla la alegoría, Platón nos pide que imaginemos que alguien
entra en la caverna, quita los grilletes a un prisionero y lo conduce al exterior, a la
luz del Sol. ¿Cuál crees que será la reacción del prisionero liberado? Enceguecido
por el brillo del Sol, probablemente lo primero que hará será correr hacia la
seguridad de la caverna. Necesitará tiempo y paciencia antes de que sus ojos se
acostumbren a la luz y a ver las cosas tal como realmente son. Sin embargo, una
vez que lo haya conseguido, el prisionero comprenderá con claridad que lo que
había tomado por conocimiento no era más que puras sombras.
De regreso a la caverna, el prisionero explica a los demás la “realidad”, pero
seguramente encontrará oposición. Sus antiguos compañeros continúan creyendo
que las sombras son la realidad. Ahora que escuchan una versión nueva y extraña
estarán convencidos de que quien la expone se ha vuelto loco. “¿No dirán”, se
pregunta Platón, “que el otrora prisionero, después de haber ascendido al exterior,
regresó con los ojos tan arruinados que ni siquiera valdría la pena intentar subir y
salir de la caverna? Y si pudieran, ¿no apresarían y matarían a cualquiera que
tratara de liberarlos y sacarlos de las profundidades de la caverna?”.
La vida ordinaria, sostiene Platón, es como la vida dentro de la caverna. De ella
había escapado Sócrates y a ella nunca quiso volver. Los humanos somos
prisioneros que vivimos en un mundo de supuestos no comprobados, que confiamos
en los sentidos como fuentes de información acerca de la realidad y que creemos
que sólo es real lo que podemos ver, oír, tocar, gustar y oler.
Quizá Platón también deseaba hacer notar cuan fuerte es el poder del grupo sobre
el pensamiento del individuo. Si a todos nuestros amigos les gusta o disgusta algo,
si nuestros compatriotas suponen las mismas cosas o si nuestras pautas familiares
nos han convencido de que sólo hay una forma de hacer las cosas, entonces tal vez
vivamos muy a gusto con esas preferencias, supuestos pautas. Lo anterior puede
parecer inofensivo cuando se trata de comer un pollo la noche de Navidad o de no
poner los codos sobre la mesa, pero resulta verdaderamente peligroso cuando se
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