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Pablo Baisotti Papers on Latin American Studies Series

Verdad, derechos humanos y castigo en Argentina (1983-1989)


[Order in the house. Truth, Human Rights and punishment in Argentina (1983-1989)]

PABLO BAISOTTI

Universidad SUN YAT SEN

Ph.D. en Instituciones, Política e Historia por la Universidad de Bologna; Master en derecho


de la Integración Económica por la Universidad Paris 1 Sorbonne; Licenciado por la
Universidad del Salvador, Argentina. Realicé varias investigaciones sobre América Latina en
particular Argentina contemporánea y sobre España durante la guerra civil y el primer
franquismo.

Resumen
Con el renacer democrático en 1983 Argentina no solucionó los problemas heredados del
gobierno militar anterior. La cuestión de los derechos humanos, es decir, la búsqueda de la
verdad y el castigo a los responsables de crímenes aberrantes fue una constante durante el
gobierno de Alfonsín que tuvo que mediar entre los reclamos de la sociedad y la amenaza de
los militares que aún conservaban poder. Ello representó luchas desde organismos oficiales y
aquellos formados por grupos de personas que habían sufrido la pérdida de familiares en el
período anterior.
Palabras claves
Derechos Humanos, Nunca Más, Punto Final, Obediencia Debida

Abstract
With the democratic rebirth in 1983, Argentina does not solve the problems inherited from the
former military government. The issue of human rights, that isnamely, the pursuit of truth and
punish those responsible for heinous crimes was a constant during the Alfonsin government
had to mediate between the demands of society and the threat of military still they retained
power.
Keywords
Human Rights, Never Again, Final Point, Due Obedience

Introducción

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Durante la década de 1960, en muchos países de América Latina, la doctrina de

Seguridad Nacional donó a las Fuerzas Armadas una concepción de sí mismas como las

depositarias últimas del destino de la nación1. Ello consintió que las Fuerzas Armadas se

erigiesen, en todos los ámbitos de la sociedad, como equilibrio y fuerza de estabilización

aplicando reglas y castigos ante cualquier desviación o disidencia que, en su mentalidad y

proyección, pudiese agredir al ser nacional. Podría afirmarse que los espacios políticos que

ocuparon se debieron más que nada a las debilidades de las democracias producto del

subdesarrollo de las sociedades civiles las cuales se encontraban fragmentadas e incapaces de

resolver sus conflictos internos. Sumado a ello la ausencia de instituciones fuertes, como

mediadoras y regularizadoras entre las luchas de poder, generadoras de normativas y

estabilizadoras de la gobernabilidad e intereses competitivos, fue notable 2. De ahí que muchos

de estos países latinoamericanos tuviesen que buscar recetas intermedias entre el

autoritarismo y la democracia, con partidos políticos limitados y en muchos casos

fragmentados. No fue sino hasta la década de 1980 cuando las poblaciones subyugadas bajo

las dictaduras impulsaron un renacer democrático comenzando a disfrutar de los derechos

negados durante la época anterior – excepto Chile que recuperó su democracia en 1990 –,

apareciendo gobiernos moderados de centro derecha o de centro izquierda3.

Argentina, país que se estudiará en este artículo, presenta una lamentable continuidad

de interrupciones democráticas desde el primer golpe de Estado en 1930 hasta el último

ocurrido en 1976 y que sobrevivió hasta 1983. La percepción que las Fuerzas Armadas

poseían de ellas mismas, en especial durante el último golpe de Estado, las obligaba a salvar
1
Mario Zañartú, Las fuerzas armadas en la sociedad civil, Santiago de Chile, Talleres Gráficos, 1978, p.155.
2
Graciela Ducatenzeiler y Philip Oxhorn, “Democracia, autoritarismo y el problema de la gobernabilidad en
América Latina”, Desarrollo Económico Revista de Ciencias Sociales, n° 133, abril-junio 1994, p. 36.
3
Jean Francois Revel, El Renacimiento Democrático, Barcelona, Plaza & Janes, 1992, p. 19.

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al país de la “demagogía democrática” a través de un sistema autoritario para conducirlo por

los senderos de sus gloriosa tradición. Se analizará la difícil tarea que llevó a cabo el primer

gobierno democrático (1983-1989) en lo referido a la política de los derechos humanos y la

búsqueda de la verdad y castigo de los crímenes cometidos en el período anterior. Serán

exploradas algunas de las leyes del Alfonsín y las dificultades con las que tuvo que lidiar

debido a la pugna existente entre la sociedad civil y los militares.

La recuperación democrática

El 24 de marzo de 1976 una junta militar que representaba al ejército, armada y fuerza

aérea ocupó el gobierno en Argentina dando inicio a la última dictadura en este país. Fue

conocida como Proceso de Reorganización Nacional. Desde 1976 hasta 1983 se sucedieron

cuatro gobiernos militares. El más importante de ellos fue la junta conformada por el teniente

general Videla, el almirante Massera y el brigadier Agosti desde marzo de 1976 hasta marzo

de 19814. Antes de abandonar el poder en favor del gobierno democrático de Alfonsín, los

militares sancionaron la ley de “Pacificación Nacional” que imponía en su primer artículo la

extinción de las acciones penales emergentes de los delitos cometidos con motivación o

finalidad terrorista o subversiva, desde el 25 de mayo de 1973 hasta el 17 de junio de 1982, y

seguidamente, su segundo artículo excluía de los beneficios estatuidos a los que no se

encontrasen residiendo legal y manifiestamente en el territorio de la Nación Argentina o en los

lugares sometidos a su jurisdicción5. Fue una transición democrática mucho más abrupta y

4
Las restantes: marzo/diciembre 1981: teniente general Viola, almirante Lambruschini y brigadier
Graffigna;·diciembre 1981/junio 1982: teniente general Galtieri, almirante Anaya y brigadier Lami Dozo; junio
1982/ diciembre 1983: teniente general Nicolaides, brigadier Hughes y almirante Franco.
5
Las leyes enunciadas en este artículo pueden encontrarse en Estas leyes pueden consultarse en
www.infoleg.gob.ar/.

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difícil en comparación con otros países de América Latina como Uruguay, Brasil o Chile pues

los pactos entre las fuerzas democrátics y militares fueron casi nulos 6. Quizás ello se debió a

la rapidez con que los militares perdieron el poder impidiéndoseles fijar las condiciones bajo

las cuales abandonar el control del Estado. Ello operó en dos sentidos: por un lado los líderes

democráticos se encontraron libres de gravosos compromisos pero, a la vez, se vieron

confrontados con la grave responsabilidad de decidir cómo resolver la cuestión militar7.

Estas medidas impulsaron actos de repudio organizados por organizaciones defensoras

de los derechos humanos tales como la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH),

el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos

(APDH) y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) surgidos antes de

1976. Ya durante la dictadura aparecieron: La asociación de Familiares de desaparecidos y

detenidos por razones políticas (Familiares), 1976; la asociación de Madres de Plaza de Mayo,

19778; la asociación de las Abuelas de Plaza de Mayo, 1977 9; el Centro de Estudios Legales y

Sociales (CELS), 1979. Muchos de los miembros de estas organizaciones denunciaron a la

Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979 los abusos que las Fuerzas Armadas

estaban perpetrando con total impunidad. Con el fin de la dictadura esta red ya estaba

sólidamente establecida y esparcida en la sociedad mostrando algunos elementos de

significativa intensidad como los reclamos sobre los derechos humanos vinculados con la
6
Cfr. Hugo Quiroga, El tiempo del “Proceso”. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares 1976-1983,
Rosario, Editorial Fundación Ross/ Homo Sapines, 2004; Waldo Ansaldi, “La novia es excelente, sólo un poco
ciega, algo sorda, y al hablar tartamudea. Logros, falencias y límites de las democracias de los países del
Mercosur, 1982-2005”, en Waldo Ansaldi (ed.) La democracia en América Latina, un barco a la deriva, Buenos
Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007.
7
Juan Carlos Torre y Liliana de Riz, “Argentina, 1946-c. 1990”, en Leslie Bethell (ed.), Historia de América
Latina, Barcelona, Crítica, 2002.
8
Sufrió una división en el año 1986, de la que nacieron dos asociaciones distintas: la Asociación Madres de
Plaza de Mayo (MPM) presidida por Hebe de Bonafini y la asociación de las Madres de Plaza de Mayo Línea
Fundadora (Madres LF).
9
A inicios de mayo de 2017 eran 122 las personas a las que le fueron restituidas las identidades.

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actividad de los organismos y referidos al problema de cómo tratar los crímenes de la

dictadura10. En abril de 1982 unas 3.000 personas se habían reunido en la Plaza de Mayo

convocados por las Madres de Plaza de Mayo, en octubre y diciembre del mismo año la

Marcha por la Vida y la Marcha de la Resistencia, respectivamente, congregaron a más de

10.000 personas cada una. En abril de 1983, la marcha en repudio a la ley de Amnistía

elaborada por el régimen militar reunió cerca de 50.000 manifestantes. Estas movilizaciones

posibilitaron que el tema de los derechos humanos informara y se estableciera en la sociedad

cambiando su matiz: de la postura del olvido y de la reconciliación a la búsqueda de la verdad

y posteriormente a la de la justicia y del castigo11.

Con la vuelta a la democracia se marcó un punto de división aún mayor entre la

sociedad civil y militares colocándolos en abierta competencia. Los partidos políticos, por

otra parte, intentaron acomodarse a los nuevos tiempos con la conciencia de no ser ya lo que

fueron en el pasado mientras que los militares si bien no querían ser gobierno tampoco

querían estar afuera de las decisiones o someterse completamente a las mismas. Hubo que (re)

ocupar a las Fuerzas Armadas para que no tuviesen demasiada incidencia dentro del ámbito

interno pues el objetivo principal de los militares era defender la sociedad y no definirla 12. Por

ello fue que el presidente Alfonsín intentó democratizar las Fuerzas Armadas para

10
Nadia Tahir, “Justicia y memoria en la acción de las asociaciones de víctimas de la dictadura en Argentina
(1983-2000)”, Revista de Indias, n° 256, 2012, p.828 y Emilio Crenzel, “La Conadep treinta años después La
investigación sobre las desapariciones forzadas en la Argentina”, en Sebastián Rey (ed.), Derechos Humanos,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Editorial del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, 2013,
p. 10; Elizabeth Jelin, “Los derechos humanos entre el Estado y la sociedad” en Juan Suriano (ed.), Nueva
Historia Argentina. Dictadura y democracia (1976-2001), X, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.
11
Daniel Lvovich y Jaquelina Bisquert, La cambiante memoria de la dictadura: discursos públicos, movimientos
sociales y legitimidad democrática, Buenos Aires, Universidad Nacional de General Sarmiento, 2008, p. 28.
12
Ana Mustapic y Matteo Goretti, “Gobierno y oposición en el congreso: la práctica de la cohabitación durante
la presidencia de Alfonsín (1983-1989)” en Desarrollo Económico Revista de Ciencias Sociales n° 126, julio-
setiembre 1992, p. 251; Richard Kohn, “How the democracies control the military”, Journal of Democracy n°
8/4, 1997, pp. 140-153; Liliana de Riz, “Política y partidos. Ejercicio de análisis comparado: Argentina, Chile,
Brasil y Uruguay”, en Desarrollo Económico Revista de Ciencias Sociales n° 100, enero – marzo 1986, p. 659.

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introducirlas en la sociedad de la forma menos penosa para todos pero también fue este

presidente quien más se envolvió más que ninguno con el pasado estableciendo una comisión

para la verdad y otra para los derechos humanos. Alfonsín pugnó por enjuiciar las violaciones

a los derechos humanos cometidas tanto por guerrilleros como militares durante el período

comprendido entre el 25 de mayo de 1973 y el 10 de diciembre de 1983, es decir, partiendo

desde un gobierno democrártico, pasando por la dictadura claro está, hasta el inicio de su

gestión13. En su discurso de asunción, Alfonsín subrayó:

combatimos el método violento de las élites derechistas o izquierdistas [...] El país ha vivido

frecuentemente en tensiones que finalmente derivaron en la violencia espasmódica del

terrorismo subversivo y una represión indiscriminada con su secuencia de muertos y

desaparecidos [...] Esto no exime de tremendas responsabilidades al terrorismo subversivo, que

debió haber sido combatido con los medios que la civilización actual pone en manos del

Estado14.

Prueba de su involucramiento se encuentra el informe anual de la Comisión

Interamericana de Derechos Humanos (1983-1984) que expresó: “el gobierno del presidente

Raúl Alfonsín ha demostrado [...] una vocación decidida en la tarea de [...] consolidar un

sistema democrático en beneficio de la vigencia plena de los derechos humanos” 15. La


13
Louis Bickford, “The Archival Imperative: human rights and historical memory in Latin America‘s Southern
Cone”, Human Rights Quarterly n° 21/4, 1999, pp. 1097-1122.
14
Mensaje de Raúl Alfonsín ante la Asamblea Legislativa al asumir la Presidencia de la Nación el 10 de
diciembre de 1983 en:

http://www.elhistoriador.com.ar/documentos/raul_alfonsin/raul_alfonsin_mensaje_presidencial_10_de_diciembr
e_1983.php. Consultado el 12 de diciembre de 2015.
15
Ver Informe Anual de la CIDH 1983-1984 del 28 de Septiembre de 1984.
http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/document/infcidh_19831984.htm. Consultado el 3 de diciembre de
2015.

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revisión del accionar represivo de las Fuerzas Armadas durante la dictadura y de la subversión

que el gobierno de Alfonsín persiguió tuvo el objetivo fundamental de aplicar un castigo

ejemplar sobre un reducido núcleo de militares – y subversivos – y exculpar al resto de la

institución militar. Ello se produjo dentro de un límite cronológico estableciéndose

mecanismos jurídicos para prevenir futuras violaciones de los derechos humanos. El gobierno

moderó los impulsos de revancha contra los militares porque sabía que éstos (y como sucedió)

reaccionarían ya que poseían medios de coerción16.

Medidas concretas adoptadas por Alfonsín

Una de las primeras acciones del Poder Ejecutivo fue la promulgación de los decretos

157 y 158 del 13 de diciembre de 1983 los cuales apuntaron a subordinar el poder militar al

civil, a juzgar salomónicamente sea a militares que guerrilleros, como también a la búsqueda

de un marco jurídico. Sumado a estos decretos se agregó el 187 que obligaba a brindar

informes relativos sobre los desaparecidos y a la vez creaba la Comisión Nacional sobre la

Desaparición de Personas (Conadep)17. Esta fue una entidad dependiente de la Presidencia de

la Nación que se tuvo como objetivo reunir pruebas sobre el destino de los desaparecidos, los

secuestros, las prisiones ilegales, las torturas y los asesinatos. En sus seis meses de actividad

16
A pesar de ello pasaron a retiro a 50 mil reclutas, se reorganizó la cúpula militar, se suprimió del cargo de
comandante en jefe de cada una de las fuerzas armadas (la Constitución Nacional establece que el comandante
en jefe de todas las fuerzas es el presidente), la transferencia de las empresas militares al ámbito del Ministerio
de Defensa (por ejemplo la Dirección General de Fabricaciones Militares y la Comisión Nacional de Energía
Atómica), la reducción del presupuesto militar, el ingreso al servicio militar obligatorio, la creación de la fuerza
policial antiterrorista dependiente del Ministerio del Interior. Ver Carlos Nino, Ética y derechos humanos,
Buenos Aires, Paidós, 1984.
17
El decreto 157 estipulaba la persecución penal de varios jefes de las organizaciones armadas y el 158 el
procesamiento de las tres primeras Juntas militares por parte del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas
permitiendo en abril de 1985 el inicio del Juicio a las Juntas Militares. Ver decretos en
http://www.historiaydoctrinadelaucr.com/2014/08/raul-alfonsin-decreto-15783-y-15883-13.html. El decreto 187
ver en http://www.derechos.org/ddhh/arg/ley/conadep.txt.Consultados el 12 de diciembre de 2015.

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(enero/junio 1984) la Conadep concentró y centralizó los testimonios por desapariciones y

dispersos en Argentina y en el exterior. En total fueron 1.500 testimonios de sobrevivientes.

Conadep elaboró 7.380 legajos de denuncias que la APDH recogió en Argentina

durante la dictadura y otras miles presentadas ante la Comisión Interamericana de Derechos

Humanos de la OEA, la Cruz Roja Internacional, la División de Derechos Humanos de

Naciones Unidas, Amnistía Internacional y órganos de diversas confesiones; creó 5 filiales y 4

zonas de trabajo: litoral, centro, norte y sur; visitó 15 provincias y numerosas embajadas de

Argentina en el exterior para recibir denuncias de los refugiados; realizó 38 procedimientos de

inspección en centros clandestinos de detención, hospitales psiquiátricos y otros lugares en

acompañamiento a los denunciantes. A los grandes centros clandestinos conocidos que

concentraron a la mayoría de los desaparecidos como la ESMA y el Club Atlético en Capital,

Campo de Mayo y El Vesubio en Buenos Aires y La Perla en Córdoba, se lograron detectar

340 centros clandestinos de detención, como Campo de Mayo, del cual había sólo un

testimonio al formarse la Conadep, lo que permitió detectar el tránsito de desaparecidos entre

distintos centros probando su integración en un mismo sistema comprobando en muchos

casos que decenas de menores desaparecidos fueron apropiados por los perpetradores o sus

allegados.

La Conadep elaboró posteriormente una base de datos definiendo a quien considerar

como desaparecido: detenidos o secuestrados cuyo paradero era desconocido. Asimismo

restituyó nombres y apellidos, elaboró datos estadísticos con edades y sexo (casi el 82% tenía

entre 16 y 35 años y el 70% eran hombres) y sus ocupaciones o actividades (el 30% eran

obreros y el 21% estudiantes). A la vez, propuso la responsabilidad exclusiva de la dictadura

en las desapariciones, pese a que el 10% de las denuncias que recibió eran de casos de

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desapariciones anteriores al golpe las cuales fueron incluidas en su informe, pero omitió las

responsabilidades del peronismo y de otros actores en ellas. Un total de 1.086 legajos fueron

entregados a la justicia para que se procediese a la investigación penal. En 1984, la cantidad

de desaparecidos en el país era de 8.960 personas. Varios organismos colaboraron con la

Conadep: Abuelas de Plaza de Mayo coordinó la búsqueda de los niños desaparecidos, la

APDH, la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, Familiares de Detenidos y

Desaparecidos por Razones Políticas y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos

remitieron las denuncias que poseían y aportaron personal.

El resultado final fue un informe de 5.000 páginas elevado al Presidente. El público

tuvo acceso a una versión editada llamada Nunca Más18. La Conadep recomendó tratar a la

desaparición forzada como un crimen contra la humanidad, además de brindar ayuda

financiera, social y educativa a las víctimas, y de insistir sobre la necesidad de una

“investigación judicial profunda” de los eventos informados. También denunció la falsedad de

la hipótesis de la represión como supuesta respuesta a una “guerra insurgente”, pues de los

supuestos “25.000 combatientes subversivos” de que hablaban los militares, pudo comprobar

que solo 350 fueron mencionados en los procesos de la justicia militar. La comisión no estuvo

exenta de problemas internos centrados en la relación de su investigación con la justicia. Dada

la reforma del Código de Justicia Militar19 impulsada por el Ejecutivo, que localizaba a la

justicia militar como primera instancia en las causas por violaciones a los derechos humanos,

el Ministerio de Defensa solicitó a la Conadep que las pruebas recabadas fuesen remitidas a

18
Ver el informe en: http://www.derechoshumanos.net/lesahumanidad/informes/argentina/informe-de-la-
Conadep-Nunca-mas.htm. Consultado el 10 de diciembre de 2015.
19
En febrero de 1984 se reformó el Código de Justicia Militar de 1951 estableciendo que la justicia Civil
intervendría como órgano de apelación de las decisiones de la justicia militar. Este proyecto fue convertido en la
ley 23.049 el 9 de febrero de 1984.

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ese tribunal. No obstante la solicitud, la Conadep arguyó que el decreto que la había creado

había sido antes de la reforma militar por lo que sostenía que sus obligaciones eran

exclusivamente con el poder judicial. Finalmente se otorgó a la decisión a los denunciantes de

decidir el ámbito de justicia donde tramitar sus denuncias20.

Casi contemporáneamente el gobierno radical envío al Congreso el 15 de diciembre de

un proyecto de ley que derogaba la ley de Amnistía o ley 22.924 sancionada por el gobierno

militar. Dicho proyecto fue el primero sancionado por el Congreso durante la nueva etapa

democrática, convirtiéndose en la ley de “Pacificación Nacional” 23.040 21, el 22 de diciembre

de 1983. Además de la política de derechos humanos, el otro componente central de la política

militar del gobierno fue la implementación de una reforma organizativa u orgánica que redujo

el poder organizacional y la autonomía de las Fuerzas Armadas mediante la ley de Ministerios

23.023 de diciembre de 1983 y los decretos 280 de ese mismo mes y el 436 de febrero de

1984, entre otras medidas. Los Comandantes en Jefe fueron desjerarquizados a Jefes de

Estado Mayor, subordinados al Jefe del Estado Mayor Conjunto en el planeamiento de

operaciones conjuntas, y varias de sus funciones fueron asumidas por el Presidente de la

Nación y el Ministro de Defensa, o colocadas bajo control ejecutivo y legislativo (una de las

más importantes fue la de la decisión sobre los ascensos militares).

Otras medidas: se sancionó el 9 de agosto de 1984 la ley 23.077 de “Defensa de la

democracia” que anulaba las leyes llamadas de “represión a la subversión” (la ley 20.840

dictada por el gobierno peronista y la ley 21.338, dictada por el gobierno militar). Las leyes

23.050 y 23.057, por las que se facilitó y liberalizó el régimen de excarcelación, libertad

20
Javier Giraldo Moreno, Búsqueda de verdad y justicia. Seis experiencias en posconflicto, Bogotá, Cinep,
2004, pp. 14-15; Emilio Crenzel, La Conadep treinta años después..., op.cit., pp. 10-20.
21
Esta ley invalidaba la ley 22.924 para el juzgamiento de los actos terroristas y los operativos anti-terroristas en
el período 25 de mayo de 1973 a 17 de junio de 1982.

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condicional y reincidencia; la ley 23.042 del 22 de diciembre de 1983 que preveía un recurso

especial de hábeas corpus para obtener la nulidad de las sentencias condenatorias dictadas

contra civiles por tribunales militares; la ley 23.070 del 4 de julio de 1984 contemplando las

condiciones de detención inaceptablemente severas a las que fueron sometidos los procesados

y condenados durante la dictadura; la ley 23.098 del 28 de septiembre de 1984 en la cual se

extendía y precisaba el recurso de hábeas corpus; la ley 23.097 del 28 de setiembre de 1984

por el cual la tortura se equiparaba a la pena del homicidio, castigándose también la omisión

de denunciar actos de tortura o tomar medidas para que tales actos no se produzcan en un

establecimiento carcelario, policial o militar; la ley 23.052 del 22 de febrero de 1984 sobre la

protección de la libertad de expresión y abolición de la ley 18.019 – que durante el Proceso

militar creó el Ente de Calificación Cinematográfica como órgano de censura – y su

reemplazo por un sistema de calificación que sólo protege a los menores y a los adultos que

no consienten en presenciar un espectáculo ofensivo. Estas iniciales medidas del gobierno

radical apuntaron a la creación de un marco jurídico que sustentara el inicio de los juicios a

los miembros de la cúpula militar de la dictadura.

El juicio a las Juntas Militares se desarrolló entre el 22 de abril y el 14 de agosto de

1985; se recibieron las declaraciones testimoniales de 833 personas, adjuntándose asimismo

todo el material reunido hasta el momento. El juicio fue precipitado, pues se quería llegar

cuanto antes a una sentencia, lo que obligó a reducir a 711 casos la acusación del Fiscal,

cantidad que solo representaba el 8% de los casos formalmente denunciados. Fueron

desechados millares de casos porque las pruebas no podían ser perfeccionadas llegando

finalmente a tomarse en cuenta un escaso 2.37% de los crímenes de desaparición forzada.

Durante el juicio surgió una importante diferencia de criterio jurídico evidenciada entre la

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acusación de la fiscalía federal y el tribunal. En tanto que aquella propugnó que la

responsabilidad penal por cada hecho ilícito comprobado debía alcanzar a todos los miembros

de la junta gobernante en el momento de su comisión, el tribunal mantuvo el criterio de la

responsabilidad individual por parte de los comandantes de cada Fuerza Armada. Por su parte,

los alegatos de las defensas se centraron esencialmente en la existencia de una guerra civil

desatada en Argentina entre 1976 y 1983 propiciando la absolución de los acusados como

expresado por la Junta militar en su “Ley de Pacificación Nacional”.

La emisión del fallo llegó el 9 de diciembre y por unanimidad los jueces sentenciaron

a los ex comandantes Videla y Massera a reclusión perpetua e inhabilitación absoluta

perpetua, con la accesoria de destitución; a Viola a 17 años de prisión e inhabilitación absoluta

perpetua y accesoria de destitución; a Lambruschini a 8 años de prisión e iguales penas

secundaria y accesoria; a Agosti a 4 años y seis meses de prisión alcanzado también por

aquellas penas de inhabilitación y destitución; absolviendo de culpa y cargo a Graffigna,

Galtieri, Anaya y Lami Dozo. La sentencia fue criticada por varias fallas de fondo: parceló la

responsabilidad y atribuyó a cada comandante solo los crímenes bien documentados como

aquellos perpetrados por sus subordinados durante su período de mando, a pesar de que el

Acta Institucional de la Junta Militar del 28 de abril de 1983 reconocía explícitamente que

todas las operaciones “fueron ejecutadas conforme a planes aprobados y supervisados por los

mandos superiores orgánicos de las Fuerzas Armadas y por la Junta Militar a partir del

momento de su constitución”. Esto evidenciaba una responsabilidad compartida en todos los

crímenes. Otra falla fue la de admitir solo como prueba de muerte la aparición del cadáver, ya

que el Código Civil argentino en su artículo 108 señala: “A falta de los referidos documentos,

las pruebas del fallecimiento de las personas podrán ser suplidas por otros en los cuales conste

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el fallecimiento, o por declaraciones de testigos que sobre él depongan” o la ley 14.394.

Sumado a ello, el 2 de diciembre de 1986 se dictó la sentencia condenando al general Camps

a 25 años de prisión, a Riccheri, otro jefe de Policía de Buenos Aires, a 14 años, a

Etchecolatz, ex director de investigaciones de la Policía de Buenos Aires, a 23 años; a Bergés,

principal oficial médico de la Dirección de Investigaciones, a 6 años, y a Cozzani, auxiliar de

investigaciones de la Policía, a 4 años. En total fueron condenadas 10 personas, beneficiadas

posteriormente por las “leyes de impunidad”22. A pesar de que pareció que Alfonsín había

cumplido el objetivo de castigo ejemplar quedó sin resolver el problema de la responsabilidad

de los subordinados en los actos de represión y violación de los derechos humanos. En el

punto 30 de la sentencia la Cámara se menciona:

Disponiendo, en cumplimiento del deber legal de denunciar, se ponga en conocimiento del

Consejo Supremo de las F.F.A.A., el contenido de esta sentencia y cuantas piezas de la causa

sean pertinentes, a los efectos del enjuiciamiento de los Oficiales Superiores, que ocuparon los

comandos de zona y subzona de Defensa, durante la lucha contra la subversion, y de todos

aquellos que tuvieron responsabilidad operativa en las acciones (arts. 387 del Código de Justicia

Militar y 164 del Código de Procedimientos en Materia Penal) 23.

22
Luis Niño, “Dictadura y justicia. El Poder Judicial argentino durante los regímenes militares y en la
transición” en Alberto Filippi y Luis Niño (eds.), De las dictaduras a las democracias: experiencias
institucionales comparadas: Brasil, Uruguay, Chile, Argentina 1964-2014, Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Infojus, p.149 y Javier Giraldo Moreno, Búsqueda de verdad y justicia...op.cit., cap.1 Argentina, parte II:
Ejercicios de búsqueda de verdad y justicia, encuadrados dentro del orden institucional nacional.
23
Texto completo del fallo: http://www.derechos.org/nizkor/arg/causa13/index.html. Consultado 12 de diciembre
de 2015; Marcelo Sancinetti, Derechos Humanos en la Argentina Post-Dictatorial, Buenos Aires, Lerner, 1988,
pp.224-230. Del mismo autor Marcelo Sancinetti y Marcelo Ferrante, El derecho penal en la protección de los
derechos humanos, Hammurabi, Buenos Aires, 1999; Marcelo Sancinetti, “Las leyes argentinas de impunidad y
el artículo 29 de la Constitución de la Nación Argentina”, en Libro de Homenaje a Enrique Bacigalupo, I,
Madrid, Marcial Pons, 2004. También: David Rock, Argentina 1516-1987...op.cit., p.492.

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El 16 de mayo de 1986 organizaciones de derechos humanos organizaron la “Marcha

contra la Impunidad” en la que se rechazaba la postura de conciliación presidencial e

importantes miembros del partido del presidente como Jaroslavky, Nosiglia y Stubrin se

sumaron a ella poniendo de relieve los problemas internos del partido gobernante. La

repercusión política de la marcha fue muy importante, no sólo por la participación del

oficialismo en contra de funcionarios del gobierno, sino también por el masivo apoyo de la

oposición política que contribuyó a poner en guardia a los militares24.

El riesgo de ampliación del círculo limitado que procuraba cerrar el Ejecutivo lo llevó

a modificar su estrategia y a centrarla, ya no en la definición de quiénes y por qué debían ser

considerados culpables o inocentes, sino en la extinción temporal concreta de la acción penal.

A este fin, Alfonsín y su ministro de Defensa, Jaunarena, temiendo que ello llevara a un

alzamiento militar impulsaron en diciembre de 1986 la ley 23.492 lamada Punto Final 25. Esta

ley establecía que las causas contra personas presuntamente involucradas en violaciones a los

derechos humanos durante la lucha antisubversiva debían caducar el 22 de febrero de 1987.

Ello provocó, contrariamente a lo esperado, la aceleración los juicios, el agrupamiento de las

causas y la acusación de numerosos oficiales de graduación intermedia sólo cuando éstos

hubieran tenido capacidad decisoria o hubieran incurrido en la ejecución de hechos

aberrantes. Como consecuencia, a casi un mes de operado el vencimiento del término legal, el

número de oficiales encausados se multiplicó hasta alcanzar la cifra de 400, de los cuales 30%

estaban en servicio activo. En otras palabras, la ley de Punto Final lejos de frenar los

24
Ver Roxana Patiño, “Intelectuales en transición. Las revistas culturales argentinas (1981-1987)”, Cuadernos de
Recienvenido, n°4, Universidad de Sao Paulo, 1997; Cfr. Ignacio Massun, Alfonsín: una difícil transición,
Buenos Aires, Métodos, 1999, pp.58-60.
25
A fines de octubre de 1986: la ley 23.466 que estableció una pensión equivalente a una jubilación mínima para
los familiares de los desaparecidos.

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enjuiciamientos, los aceleró, produciendo una creciente tensión entre los cuadros intermedios

de la oficialidad y los altos mandos 26. El resultado de tanta tensíon se reflejó en el motín de

Campo de Mayo (a unos 30 kilómetros de la Capital Federal) durante abril de 1987 dirigido

por el teniente coronel Aldo Rico, cerrándose el 4 días después, el 19 de abril. Cuando todavía

no se tenía certeza de lo que habría de suceder, el presidente Alfonsín dijo: “aquí no hay nada

que negociar, la democracia de los argentinos no se negocia. Se termino para siempre el

tiempo de los golpes, pero también se terminó el tiempo de las presiones, los

pronunciamientos, y los planteos”27. Otra de las consecuencias de este levantamiento militar

fue el reemplazó del jefe del Estado Mayor, general Ereñú por el general Caridi y el

aceleramiento de los trámites conducentes a la sanción de la ley 23.521 llamada Obediencia

Debida la cual fue sancionada el 4 de julio de ese año. Para Alfonsín fue un medio para

prevenir la guerra civil28. Esta ley fue de total impunidad ya que violó todos los marcos de la

licitud. Sancinetti la analizó afirmando que cuando se realizaba un acto en obediencia a una

orden, ese acto podía ser: justificado (por cumplir un deber o ejercer un derecho); inculpable

(por error inevitable sobre su licitud) o disculpable (por coerción de fuerza mayor). En este

caso no eran justificables porque las órdenes eran ilegítimas; ni era concebible que hubiese

error sobre su licitud porque eran crímenes horrendos; ni la coacción podía llevar a algo peor

que cometer el crimen y siempre pudo ser evitada al menos pidiendo la baja. El Código de

26
Ver Hugo Quiroga, “La reconstrucción de la democracia argentina”, en Juan Suriano (ed.), Nueva Historia
Argentina. Dictadura y democracia (1976-2001), X, Buenos Aires, Sudamericana, 2005, p.103.
27
Discurso reproducido por todos los diarios más importantes. Clarín y La Razón, por ejemplo, del 18 de abril
de 1987. En resumen, durante el gobierno de Alfonsín fueron cuatro insurrecciones (tres militares y una del
grupo terrorista ERP) que dejaron la sensación de un conflicto no resuelto, y fueron la evidente demostración de
que las armas de un importante sector de las Fuerzas Armadas no estaban al servicio del gobierno civil. Hugo
Quiroga, La reconstrucción de la democracia argentina...op.cit.,p.105.
28
Salvador Lozada, De López Rega a Menem: los derechos humanos y la impunidad en la Argentina (1974-
1999). http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/investig/lozada00.htm. Consultado el 1 de diciembre de
2017.

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Justicia Militar nunca debió ser criterio para la obediencia ciega, pues su artículo 652:

“Mientras subsista la rebelión, los militares que participen en ella, quedan privados de la

autoridad y prerrogativas inherentes a su grado”. Sumado a ello, la convención contra la

Tortura, ya en ese momento firmada y ratificada por Argentina, establecía en su punto 2,

inciso 2 que: “En ningún caso podrán invocarse circunstancias excepcionales tales como

estado de guerra o amenaza de guerra, inestabilidad política interna o cualquier otra

emergencia pública como justificación de la tortura”; y en el inciso 3: “No podrá invocarse

una orden de un funcionario superior o de una autoridad pública como justificación de la

tortura”.

Además la ley de Obediencia Debida fue dictada por los legisladores arrogándose

poderes que correspondía a la rama judicial. Fallaron sin conocer los expedientes, sin

examinar las actuaciones, sin evaluar las pruebas, sin oír a las partes. Aún si se interpretó esta

ley como una amnistía irregular, no legítima pues ningún órgano puede amnistiar delitos que

no puede derogar: se trataban de delitos constitucionales e internacionales. Centenares de

oficiales y suboficiales sindicados de crímenes quedaron impunes gracias a esta ley que hizo

tambalear el proceso institucional en la búsqueda de verdad y justicia29.

Corolario de impunidad

Alfonsín abandonó el poder a mitad de 1989, meses antes de que su mandato

concluyera. Ello se debió a la insoportable tensión social producto de la incontrolada carrera


29
Javier Giraldo Moreno, Búsqueda de verdad y justicia...op.cit. p.10; Marcelo Sancinetti, Derechos Humanos
en la Argentina Post-Dictatorial, Buenos Aires, Lerner, 1988. Entre la promulgación de ambas leyes – Punto
Final y Obediencia Debida – se aprobaba en el Congreso Nacional a iniciativa del gobierno la ley 23.511 (mayo
1987) de creación del banco nacional de datos genéticos, destinado a la detección de niños desaparecidos o
presuntamente nacidos en cautiverio ya que las mencionadas leyes no incluyeron los casos de apropiación de
menores.

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inflacionaria que destruyó literalmente la economía. En relación a la cuestión de la defensa de

los derechos humanos el nuevo presidente, el peronista Menem, firmó el 6 de octubre de 1989

los decretos 1.002, 1.003, 1.004, y 1.005 que indultaron a 220 militares y 70 civiles, entre

ellos los responsables de la guerra de Malvinas, los oficiales presos por los levantamientos

contra Alfonsín y los máximos dirigentes de la organización Montoneros. A fines de 1990 fue

dictado el decreto 2.741 mediante el cual fueron indultados altos mandos militares de la

última dictadura (Videla, Massera, Agosti, Viola y Lambruschini) 30. También fueron

beneficiados por ese indulto montoneros condenados por crímenes cometidos durante el

gobierno anterior a la dictadura, de Isabel Perón (Kennedy y Firmenich). En total, los indultos

llegaron a 400. Todo ello a pesar que el artículo 86 de la Constitución argentina (actual 99, inc

5) establecía que el presidente: “Puede indultar o conmutar las penas por delitos sujetos a la

jurisdicción federal, previo informe del tribunal correspondiente, excepto en los casos de

acusación por la Cámara de Diputados”, siempre y cuando fuese coherente con el artículo 95

(actual 109): “En ningún caso el presidente de la Nación puede ejercer funciones judiciales,

arrogarse el conocimiento de causas pendientes o restablecer las fenecidas31. .

Los mismos familiares de los desaparecidos impulsaron la aprobación de la ley 24.321

en 1994, con el objetivo de solucionar los problemas legales de los desaparecidos, como el de

la patria potestad, el del vínculo conyugal, de la disponibilidad de bienes, entre otros. Esta ley

consagraba la ausencia por desaparición forzada (sin necesidad de declarar “muerto” al

desaparecido) y permitía la reconversión de las declaraciones de ausencia por presunción de

30
http://www.dipublico.org/legislacion/Decreto1002-1989.pdf
http://www.infojus.gob.ar/legislacion/decreto-nacional-1003-1989-indultos.htm?10
http://argentina.ar/2013/12/06/pais-24149-las-leyes-de-la-impunidad-indultos-
menemistas.php. Consultados el 3 de julio de 2017
31
Raul Alfonsín, Memoria política. Transición a la democracia y derechos humanos, Méjico, Fondo de Cultura
Económica, 2009.

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fallecimiento que muchos familiares se habían visto en necesidad de tramitar. Ese mismo año

se dictó también la ley 24.411 que reconocía una indemnización a las familias de las personas

desaparecidas o fallecidas como consecuencia del accionar de los militares, organismos de

seguridad o paramilitares hasta el 10 de diciembre de 1983. Mientras que la ley 24.043

siempre en 1994 estableció una indemnización a los ex presos políticos de la dictadura. Estas

dos últimas leyes declaraban incompatibles el acceso a sus beneficios con las instauración de

acciones judiciales por daños y perjuicios.

El 4 de octubre de 2000, Vebitsky, presidente del Centro de Estudios Legales y

Sociales – CELS –, presentó una querella contra varios ex –comandantes del primer cuerpo

del ejército responsables de la desaparición de los padres de Claudia Poblete (José Liborio

Poblete Roa y Gertrudis Marta Hlaczik). En dicha querella se sostuvo que se debía declarar la

nulidad de las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida. Finalmente el 6 de marzo de

2001, dentro de la mencionada causa Poblete, el juez federal Cavallo dictó una resolución

invalidando dichas leyes por considerarlas incompatibles con varios tratados internacionales y

con la constitución argentina32.

Conclusión

El gobierno de Alfonsín heredó la responsabilidad histórica de hechar luz sobre los

crímenes cometidos en el período anterior, principalmente durante la dictadura militar. Los

decretos iniciales fueron un punto de partida para establecer inicialmente las

responsabilidades por los crímenes de lesa humanidad perpetrados casi en su totalidad por
32
Gracias al trabajo desarrollado por Abuelas de Plaza de Mayo, la menor fue identificada veinte años después y
estaba en poder del militar retirado Ceferino Lande y su esposa. En febrero de 2000 los esposos Lande fueron
detenidos y la joven Poblete recuperó su identidad legal que había sido cambiada. Javier Giraldo Moreno,
Búsqueda de verdad y justicia...op.cit. p.11-13.

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militares y paramilitares. Y fue un inicio prometedor que ilusionó a la sociedad civil que

comenzaba a saber más y a pedir justicia. La Conadep buscó con gran intensidad llevar

adelante un proceso investigativo, debidamente justificado y argumentado, para apoyar las

futuras acusaciones. El reducido tiempo en el cual se desarrollaron los juicios a las Juntas

militares provocó que las acusaciones fuesen basadas en un porcentaje ínfimo condenándose

un reducido grupo de militares.

Las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida no representaron las justas demandas

de justicia de la sociedad. La justicia enfatizó la importancia de instituir una legal

accountability, debido proceso, e igualdad ante la ley, mientras que el gobierno persiguió la

reconciliación y democratización de la sociedad argentina. Por ello el gobierno radical fue

acusado por la izquierda de claudicantes frente a la presión militar y de favorecer la

impunidad y por la derecha como un instrumento de la “venganza terrorista” contra las

Fuerzas Armadas. Asimismo los militares afirmaron en defensa propia que durante la

dictadura el país estaba inmerso en una guerra de guerrillas desacreditando la cada vez mayor

evidencia sobre los desaparecidos.

Sea como fuere estas leyes fueron para el gobierno el único mecanismo posible para

evitar nuevas crisis con los militares pero crearon una sensación de debilidad y pérdida de

legitimidad frente a la sociedad que no se conformaba con un castigo que parecía más

simbólico que real. La confianza de los ciudadanos en la democracia sufrió un duro revés

pues se habían depositado todas las esperanzas en un Estado que debió hacer frente a

demasiados problemas heredados y adquiridos (como el económico) y que no supo y no pudo

enmendar o corregir. En definitiva, la cuestión de los derechos humanos comenzó a dar sus

frutos a inicios de los 2000 cuando fueron abrogadas las leyes del perdón gracias al impulso

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de organizaciones civiles las cuales fueron los verdaderos motores que llevaron – y llevan – la

lucha por la verdad y justicia.

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