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Taller de Lectura, Escritura y Oralidad I

Profesora: Sandra Sánchez

22-10-2018

Niemand, Mariano Andrés

El atorrante como transgresor


Una indagación histórica-sociológica en torno al sujeto atorrante
(Mariano Andrés Niemand, IES N° 1 “ALICIA M. DE JUSTO”)

I.- Introducción

En la cultura argentina, existen numerosos prototipos construidos en torno a la pobreza,


los cuales no son solo actuales, sino que se han conformado a lo largo del tiempo. Este
escrito se interesa particularmente por la figura del atorrante teniendo en cuenta que
existe una apropiación simbólica polisémica de este término, cuya connotación puede ser
simpática o peyorativa.
Si bien se ha desarrollado cierta bibliografía en torno a la palabra atorrante (Conde, 1994;
Forcadell, 2009; Gobello, 1953; Ostuni, 1997; Pomés, 2003) no se encuentran reflexiones
respecto al uso de esta palabra, del sujeto que se configura bajo este nombre y su
diferencia con otros personajes de la pobreza en la actualidad. Frente a esto, la pregunta
que surge es cuál es la visión que se tiene en la cultura argentina contemporánea del
atorrante, qué se designa bajo este término y cuáles son sus particularidades.
Este escrito se propone realizar una indagación histórico-sociológica a fin de dar cuenta
que en la actualidad el atorrante se configura como un estereotipo particular de la pobreza
o la marginalidad, diferente al vago, al mendigo, al pordiosero o al ciruja (Forcadell,
2009). Esto se debe a que fue pensado en sus orígenes como el personaje de la pobreza
que menos daño hacía a la sociedad por su postura autosuficiente y transgresora.
Para esto, primero, se explicitará la etimología del término atorrante, luego se indagará
acerca de su construcción en la cultura argentina, en el análisis de sus orígenes y sus
características contemporáneas. Esto permitirá dar cuenta de la vinculación entre
atorrante y transgresión y, finalmente, se analizará la relación entre ésta y su uso actual.

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II.- El atorrante en los diccionarios

Según Conde (1994) el origen de la palabra atorrante es incierto, a pesar de las muchas
teorías que tratan de explicarlo. Una de ellas es la que fue incorporada al Diccionario de
la Real Academia Española (RAE) y define atorrante como un americanismo cuyo
significado es malandra, callejero y generalmente sin domicilio, que vive de pordiosear
(Ostuni, 1997). Otras interpretaciones (Gobello, 1953) lo relacionan con el verbo torrar,
es decir, dormir. En otras palabras, se define al término atorrante como holgazán.

Adicionalmente, aparece un registro en el Diccionario del Argot de Juan Manuel Oliver


(1985) donde describe que, en algunas pequeñas localidades de España durante el siglo
XIX, los adultos mayores que solían trabajar en los torrados (lugar donde se tostaba el
café) y que ya no podían realizar sus trabajos habituales, vendían de manera ambulante
productos semi elaborados llamados torrados (garbanzos tostados) y otros tipos de frutos
secos. Según el autor, por entonces, iban de pueblo en pueblo y ofrecían sus productos en
todos los almacenes de los poblados, pero por su aspecto físico generaban el espectáculo
de un sujeto desalineado. En estos lugares los comenzaron a llamar atorrantes (Oliver,
1985).

Entonces, a esto se suma que el atorrante no es solo un personaje marginal con


características ociosas, sino que se define como una persona que posee un gran abanico
de herramientas para la subsistencia. Por ende, los diccionarios -que, si bien revisten
características distintas, ambos utilizan esta denominación- permiten obtener un
acercamiento etimológico a la palabra atorrante.

III.- Los orígenes de la construcción social de la figura del atorrante

El mito, quizá la teoría más arraigada y la que más difusión tuvo en el Río de la Plata, es
la que vincula el origen del sujeto atorrante con la supuesta marca de caños A. Torrent o
A. Torrant utilizados en las obras sanitarias de la Ciudad de Buenos Aires. Los tubos que
se usaban en el tendido de la red de aguas corrientes y que, apilados en el Bajo de las
Catalinas (hoy barrio de Retiro), daban albergue a personas en situación de vulnerabilidad
que dormían en ellos y eran llamados atorrantes (Ostuni, 1997).
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Con dicha expresión, se denominaba a un tipo particular de marginal que habitaba en esos
tiempos la ciudad (Conde, 1998). Ese individuo que dormía en los caños se consideraba
un sujeto pobre, totalmente particular, diferente al mendigo o al vago (Pomés, 2003). Bajo
esta expresión se lo describía como una persona que no dependía de nada, ni nadie, sino
que era autosuficiente. No robaba, debido a que su principal objetivo era conseguir su
alimento y carecía de límites relacionados a la vergüenza. El atorrante pensaba
únicamente en comer, y luego, en dormir. Esta significación del atorrante excluía la idea
de que era un ladrón o un mendigo.

Sin embargo, esta teoría no tiene sustento histórico puesto que no se logró probar hasta
hoy la existencia de caños que llevaran impresos la marca comentada (Ostuni, 1997). Pese
a esto, de este relato se desprende la acepción de atorrante más arraigada en el imaginario
popular. Aquí se vislumbra la diferencia del atorrante con otros personajes de la pobreza.
Su característica principal es su autosuficiencia y su separación respecto a la sociedad. Su
único vínculo con ésta, era obtener aquello que necesitaba para vivir, aún así guardaba
ciertos valores morales que lo apartaban del hurto o la mendicidad (Forcadell, 2009).

IV.- La construcción social contemporánea del atorrante

Por lo descripto anteriormente, se infiere que la palabra atorrante consigna a un sujeto


astuto, en vista de que se las “rebuscaba” y sobrevivía, sin tener pudor respecto a las
formas en la que conseguía su alimento, pero guardando ciertos valores. De esta manera,
se sintetizan las definiciones anteriormente descriptas: el atorrante es un callejero, cuya
subsistencia siempre resulta exitosa.

Sin embargo, la acepción moderna del atorrante adquiere nuevos matices, se le agrega a
este término una connotación pícara y simpática. A modo de ejemplo, el tango
“Atorrante” con letra de Alberto Vacarezza que data de 1929 define con este vocablo a
una persona que “(…) la va de gran señor, un desfachatado que da vueltas en la milonga
con actitud de que nada le importa (…)”. Este sujeto marginal descripto en la letra del
tango, se caracteriza por ser un individuo con carácter desvergonzado, sagaz y avispado
quien traiciona frente a sus propios intereses y siempre consigue lo que se propone.
(Pomés, 2003)

V.- Atorrante y transgresión

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En las acepciones vistas hasta aquí se puede identificar un rasgo común: atorrante
significa una cualidad que refiere a la capacidad de ir más allá de las reglas de la sociedad
en beneficio propio y sinvergüenza que va por la vida sin tener en cuenta códigos
preestablecidos (Forcadell, 2009). En virtud de ello, el atorrante es un transgresor que
siempre logra sus objetivos y su supervivencia. Significa un individuo que renunció a ser
uno más de la multitud. Esto último, habilita los dos sentidos descriptos al comienzo: uno
peyorativo y que usa la palabra atorrante como una persona que abandona las formas
correctas, se dedica a ser un vago y vive de arriba. La otra connotación es positiva. Se
admira a aquel que se atreve, que quebranta lo establecido y siempre se sale con la suya.
En ambos casos, la palabra que se esconde detrás es la transgresión.

VI.- Conclusión

En la actualidad es posible escuchar en varios contextos una alusión peyorativa en


referencia a los beneficiarios de los planes sociales: ¡Choriplaneros Atorrantes vayan a
laburar!, o con una connotación pícara: Cuando era pibe era un ¡atorrante!, salía de mi
casa el viernes a la tarde y no volvía hasta el lunes. A lo largo de este texto se ha podido
dar cuenta del origen de estas dos variaciones en el uso de este término.

El atorrante constituye un estereotipo particular de la pobreza o la marginalidad, esto, se


debe a su carácter transgresor respecto a sus modos de sobrevivir y relacionarse con la
sociedad. Esta polisemia en su utilización revela las distintas posturas que pueden derivar
de la ruptura de los postulados sociales respecto a las conductas que se interpretan como
correctas. Se puede decir que la palabra atorrante y su inclusión en el lenguaje cotidiano,
refleja esta tensión intrínseca a la configuración social, es decir la dicotomía entre
pertenecer-no pertenecer, cumplir-no cumplir, estar dentro del sistema o fuera de este.

VII.- Bibliografía

Conde, Oscar (1998). Diccionario etimológico del lunfardo. Buenos Aires: Taurus.

Forcadell, María (2009). Representaciones e imaginarios sobre la pobreza: Villa miseria


y subjetividad en la literatura argentina del siglo XX y XXI. Washington University in
St. Louis: All Teses and Dissertations (ETDs). 113.

Gobello, José (1953). Lunfardía. Introducción al estudio del lenguaje porteño. Buenos
Aires: Argos.

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Oliver, Juan Manuel (1985). Diccionario del argot. Madrid: Sena.

Ostuni, Ricardo (1997). “Origen de la palabra atorrante: Refutación de una fábula”.


Buenos Aires: Academia Nacional del Tango. Cuadernos de lecturas académicas v.7

Pomés, Raúl (2003). Vagabundos, atorrantes y mendigos de Buenos Aires (1870-1920).


Tesis de Licenciatura en Historia. Buenos Aires: Universidad Nacional de Lujan.

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