Para los sacerdotes babilonios el arte de la predicción era
una parte fundamental de su quehacer diario. Usaban todos
los métodos imaginables para ello: la interpretación de los sueños, el vuelo de las aves, los nacimientos anormales... Sin embargo, los sucesos realmente importantes sólo podían predecirse mirando al cielo. Únicamente el destino de los países y sus gobernantes podía ser obtenido interpretando los fenómenos astronómicos. Esta primitiva astrología no daba importancia a las constelaciones en que se encontraban los planetas, sino únicamente al brillo y posiciones relativas de éstos, a los eclipses de Luna y de Sol, a la aparición de estrellas fugaces... Fue hacia el 700 a.C. cuando nació la idea del Zodiaco. La primera tablilla de una serie llamada Mul Apin menciona 'las constelaciones del camino de la Luna' que, traducidos a nuestros propios grupos de estrellas, son: Pléyades, Tauro, Orión, Perseo, Cochero, Géminis, Cáncer, Leo, Spica, Libra, Escorpión, Sagitario, Capricornio, Acuario, Piscis, Pegaso, Piscis más la parte media de Andrómeda y Aries. 18 signos en total. Los doce signos aparecieron hacia el 400 a.C., después de un periodo donde su número había sido reducido a once. La constelación faltante era Libra, que se construyó a expensas de las pinzas del vecino Escorpión. El por qué a un conjunto de estrellas se la llamó Capricornio o Sagitario tiene su origen en diversos motivos: la muy vaga apariencia con algún animal (Tauro o Leo), las características climáticas de la región cuando el Sol se encontraba en esa constelación (Acuario, cuyo significado es el portador del agua porque Enero era el mes más húmedo en Mesopotamia) o algún otro tipo de razonamiento lógico.