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Para elaboración de este trabajo nos hemos beneficiado de la ayuda del Ministerio de Ciencia
e Innovación al proyecto de investigación I+D HAR2010-21941-C03-02 titulado «La minería y
su contribución al desarrollo económico, social y territorial de España (1700-2000). Producción
y empresas».
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Por ejemplo, la Revista Minera no comenzó a imprimirse hasta 1850, al igual que otras
publicaciones nacionales o provinciales.
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G. Chastagnaret, «Conquista y dependencia».
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También estaban controladas por la Administración las minas de cobre de Riotinto y las de
plomo de Arrayanes en Linares.
5
G. Chastagnaret, «Marsella en la economía internacional».
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6
Ibid., p. 18.
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control de este mercado como a sus expectativas a largo plazo. De todas formas,
Figueroa y Heredia eran personalidades con unas maneras de actuar muy dife-
rentes. Pero, además, la nueva coyuntura extractiva con la puesta en explotación
de los minerales argentíferos, la prohibición de exportar los metales sin despla-
tar y el desarrollo de estas operaciones de desplatación por primera vez en la
fundición de Heredia pudo ser elemento de desunión. Eran nuevos tiempo y
nuevos metales, por lo que la alianza anterior había dejado de tener la operati-
vidad que se podía haber planeado en un primer momento.
Valor
Años Luis Figueroa San Andrés Guerrero y Cª Guillermo Barrón Resto exportación,
realesa
Fuente
M. Á. Pérez de Perceval Verde, Fundidores, mineros y comerciantes, pp. 105 y 153-154. La columna final la
hemos elaborado para este texto.
a
Se trata de valores fiscales: el precio al que se tasaba los plomos para aplicarles el impuesto del 5%.
b
Sólo tenemos datos de los ocho primeros meses del año 1849, con cuya base hemos calculado el resto.
74 miguel á. pérez de perceval verde
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En 1843 el contenido medio de plata del mineral de las minas ricas de Almagrera era de 4 onzas
y tres adarmes de plata (120 gramos) por quintal (46,04 kg) y un porcentaje de plomo del 13%. En
1848 seguían teniendo la misma cantidad de plata, pero una ley en plomo del 4%.
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Francisco Scotto aparece al frente de la fundición de Fiñana, que estuvo en actividad hasta
1836, en que dejó de funcionar. También comercializó plomos de este distrito hasta 1840 bajo la
denominación «Sres. Scotto y Baro», con domicilio en Adra y Motril (Granada) [M. A. Pérez de
Perceval, Fundidores, mineros y comerciantes, pp. 103-104].
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Esta situación duró hasta 1847, momento en el que toma el relevo la Fundición Carmelita,
situada en las inmediaciones de Sierra Almagrera y propiedad de los accionista de otra de la ricas
del Jaroso, la mina «Carmen».
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Asturias
León
Ciudad
Real Alicante
Córdoba
Huelva
Alicante
La Carolina
Murcia
Linares
Cartagena
Mazarrón La Unión
Jaén
Águilas Sierra de Cartagena
-La Unión
Vera
Granada
Sierra Almería
de Gádor
Berja
En Alicante con aporte de capital extranjero se instalan entre 1841 y 1842 las
fundiciones Alicantina y La Británica, destinadas fundamentalmente a la fun-
dición y copelación de los minerales de plomo de Almagrera y que tendrán una
vida efímera.
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Situación
en 1846 En actividad Parada Parada En actividad En actividad
Producción
873 (927) — 449 373
de plomo (t)
Producción
de Plata (kg) 3.718 (7.464)a
Operarios 75 20 22 35
Hornos
de Calcinación 14 3 6
Hornos
de Manga 10 5 7 3 2
Hornos
de Reverbero 1
Hornos
de Copela 2 2 2
Hornos
de refino 7 1 1
Hornos
escoceses 1 1
Fuente
M. Á. Pérez de Perceval y M. Á. López-Morell, «Inversión extranjera», p. 5.
a
Hipotética producción de 1843, en base al contrato con los Rothschild.
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10
G. Chastagnaret, L’Espagne, puissance minière, p. 372.
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La legislación española en materia de minas partía del principio de la igualdad de trato,
independientemente de la nacionalidad. La Ley Minera de 1825 en su artículo cuarto señalaba
expresamente: «Todo español o extranjero…».
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El otro hijo que también destacó en la sucesión era Manuel, pero se suicidó en 1852 a la edad
de 35 años.
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Santo Tomás en Almería. Su objetivo era beneficiar plomos con bajo conte-
nido en plata mediante sistemas de concentración, con lo que se aprovechaba
la franquicia aduanera13. La nueva fundición apenas tuvo éxito, confirmando
el deterioro de la posición de este apellido en el plano metalúrgico. También
veremos actuar a los descendientes en algunos distritos, como el de Linares, en
donde la Sociedad Sucesores de Heredia aparece entre las diez con mayor pro-
ducción de mineral de plomo en las décadas finales de siglo14. Pero globalmente
el papel de esta familia es ya muy secundario en la producción y comercializa-
ción de los productos mineros.
La evolución del apellido Figueroa tiene una trayectoria diferente. El sucesor
de la saga fue Ignacio Figueroa Mendieta, de dilatada existencia (1808-1899).
A diferencia de Tomás, que tenía 27 años cuando tuvo que suceder a su padre,
Ignacio contaba con 45 años cuando le tocó ser el único que podía llevar el
testigo familiar. Conocía más profundamente los negocios y había participado
en toda la remodelación que se produjo alrededor de la década de 1840, por
lo que sus vinculaciones con la minería y los mercados del plomo eran más
estrechas. Continuó domiciliado en Marsella hasta finales de la década de 1850,
momento en el que se traslada definitivamente a Madrid. No sólo continuó con
los negocios de su padre sino que amplió el campo de acción, adecuándose a
los nuevos distritos que estaban descollando. Cuando la legislación española
cambió, como veremos más adelante, potenció la metalurgia en Marsella con la
tecnología más adelantada del momento. Aparte de otras inversiones mineras
(Linares con la fundición San Luis y en Ciudad Real con su participación en la
Société Charbonnages) destaca su intervención en la metalurgia de la Sierra de
Cartagena-La Unión, donde será el propietario de una de las más importantes
fundiciones del distrito: Santa Lucía, en el puerto de Cartagena. Su relevante
participación minero-metalúrgica la traspasarán sus descendientes en 1912 a
la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya, consiguiendo un importante
paquete de acciones de esta empresa y el control de la comercialización del
plomo en España. En resumen, Ignacio fue digno sucesor de los negocios de
su padre, ampliando la posición que tenía en el panorama de la explotación y
comercialización de los recursos del subsuelo español.
El atractivo que tenían los minerales nacionales se situaba sobre todo en la plata,
que en aquella época no sólo se destinaba a la orfebrería y artículos de joyería sino
que, junto al oro, era la base del patrón monetario de buena parte de los países.
El control de la poca plata que habían contenido anteriormente los metales espa-
ñoles se había realizado a través de los plomos que salían al exterior. Pero ahora,
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En 1851 se eliminó el gravamen que existía sobre la exportación de la plata contenida en
plomos cuando era menor de 24 adarmes por quintal.
14
M. A. Pérez de Perceval y Á. Sánchez Picón, El plomo en la minería española, pp. 130-131.
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15
Sobre el particular se puede consultar M. Á. López-Morell, La casa Rothschild, pp. 137-139.
16
Sobre Hilarión Roux: G. Chastagnaret, «Espace industriel et stratégie personnelle».
También M. Á. Pérez de Perceval y M. Á López-Morell, «Hilarión Roux, 1819-1898». Estos
últimos autores han trabajado la correspondencia de nuestro personaje con los Rothschild que se
conserva en Archives nationales du monde du travail de Roubaix. Parte de la información que se
menciona procede de estas cartas.
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La primera carta suya que hemos podido consultar en el mencionado archivo data del 24 de
abril de 1843 y la envió desde esta localidad.
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18
M. Á. Pérez de Perceval y M. Á López-Morell, «Inversión extranjera», p. 7.
19
G. Chastagnaret, «Espace industriel et stratégie personnelle», p. 274.
20
Además, sólo estaban gravados con el impuesto que pesaba sobre el plomo.
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100% 40
Menos de 25% 29
Fuente
Compagnie française des mines et usines d’Escombrera, Rapport des Commissaires, Paris, 1877.
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Hubo dispersión pero también una importante concentración, como nos mues-
tra el desenvolvimiento de actores como Hilarión Roux. Su trayectoria plasma el
trabajo de más de tres décadas en los yacimientos mineros de la Península y del
Mediterráneo, los cuales traspasará a sociedades como Escombrera-Belyberg. Esta
empresa hubiera podido ocupar un puesto mucho más singular si no se hubiera
visto limitada su evolución por la quiebra de la Banca Roux en 1883, que obligó
a una dura reestructuración de la empresa. Incluso después de estas dificultades,
84 miguel á. pérez de perceval verde
21
En los Archives nationales du monde du travail de Roubaix se conservan los «coupures»
(recortes de prensa) que de cada sociedad recopilaba en la época la Cámara de Comercio de Paría.
Supone una ayuda inestimable ya que se puede seguir fácilmente la visión que se exponía en las
publicaciones periódicas.
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Hemos tenido ocasión de analizar las variables demográficas de algunos núcleos mineros.
En el estudio de «El Beal» (D. Navarro Ortiz et alii, La vida en la sierra minera) se señala el
enorme atraso de este núcleo de población minera de la Sierra de Cartagena-La Unión, con unas
elevadísimas tasas de mortalidad y una pésimas condiciones de vida, que la sitúan como uno de
los núcleos de población más deprimidos de la España de fines del siglo xix y comienzos del xx.
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cada vez mayor, tanto por lado de la iniciativa privada como por la atención
que le dispensa la Administración (con sus aciertos, pero también con sus
errores). La legislación del 68, a nuestro modo de ver, apenas influyó en un
sector que había alcanzado cierta madurez y donde no había trabas para que
se pudiera desarrollar la actividad empresarial nacional o extranjera23. Los
inconvenientes para el aumento de la producción minera procedían de otros
elementos (infraestructura de transportes, demanda internacional, avances
técnicos en el laboreo y en la metalurgia y en la pacificación de ciertas zonas),
que con el paso del tiempo se fueron solventando, lo que facilitó el creci-
miento productivo posterior.
De todas maneras, el liberalismo a ultranza no es la mejor política que se
puede tener con un sector tan especial como el minero, como se acepta con
claridad actualmente. Se trata de una actividad que aprovecha un recurso no
renovable, con elevados índices de contaminación y alteración de los paisajes
y que tiene que realizar unas labores con una dirección especializada dados los
altos índices de siniestralidad que le acompañan. De hecho, la labor de los legis-
ladores en las décadas siguientes al decreto de Bases de 1868 fue la de intentar
una progresiva re-regulación, que se vio torpedeada por los representantes de la
patronal minera. Ello tendrá como consecuencia que, a pesar de ser un Decreto
provisional, va a constituir la legislación minera más longeva de toda la etapa
contemporánea, estando vigente hasta 1944.
Por otra parte, hemos presentado la pugna que se desarrolla por el control
del negocio de los metales en España. El cambio de cuencas y de productos va
a remodelar las élites mineras, que evolucionan en base a la nueva organiza-
ción que va tomando la extracción y beneficio de los minerales. Par ello nos
hemos servido de la figura de Hilarión Roux como arquetipo de la figura de
empresario minero emprendedor de mediados del siglo xix. Tuvo que partir de
las limitaciones que tuvieron en las cuencas históricas, especialmente el mini-
fundio minero. H. Roux nos enseña cómo tras ese enjambre de concesiones
existían unas estrategias y una práctica empresarial organizada, bajo cuya base
se asentaba cierta oligarquía minera. No se trataba sólo de un negocio especu-
lativo (lotería) sino una aventura económica para la que se necesitaba mucha
dedicación y un profundo conocimiento de los engranajes que lo determina-
ban. Nuestro personaje, de origen extranjero y con vinculaciones con el exterior
(a pesar de cierta naturalización, como su matrimonio con una española) pone
de manifiesto las posibilidades de adentrarse en el campo minero-metalúrgico
del sureste, el más complejo de todos, en base a un importante trabajo y a una
elevada perseverancia independientemente de la nacionalidad.
23
La ley de Bases de 1868 sólo eliminó la obligación del pueble, algo que en la práctica no se
cumplía en buena parte de las minas y que no entorpecía el laboreo de los criaderos reconocidos,
que evidentemente cumplían con los requisitos ya que se ponía en explotación. El otro
elemento era el de los criaderos reservados por el Estado, pero la ley en sí no procedió a ninguna
desamortización del subsuelo. Por otra parte, al eliminar el denuncio se favoreció una minería de
papel o «registrería», que entorpeció la labor de las empresas que intentaban poner en explotación
los recursos.
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BIBLIOGRAFÍA