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La vida de Jesús abarca toda la humanidad bajo una sola cabeza. Cristo como
Cabeza y sus creyentes, como miembros, pertenecen a un mismo Cuerpo, son una Persona
Mística.
En la vida de los cristianos se repite todo lo que Jesús vivió: llorar y alegrarse, tener
sed y hambre, asistir a un banquete de bodas y cortar espigas. Pero no solo la vida de cada
cristiano, sino la vida de toda la Iglesia, ha recibido la forma de toda la vida de Cristo.
San Ignacio de Antioquía, habla sobre los misterios de la vida de Jesús que
ocurrieron en el silencio de Dios, cuando fundamenta la humanidad de Jesús, la Virginidad
de María, su alumbramiento y la muerte de Jesús. A Ireneo le interesa más que nada la
salvación humana integra. Para ello tiene que defender la verdadera humanidad de Cristo.
Para Orígenes y la escuela de Alejandría los misterios de la vida de Jesús tienen una
significación pedagógica para la Revelación. San Agustín concibe con claridad y
perfección la importancia teológica que tienen en su triple dimensión; como revelación de
Dios, Redención y Recapitulación.
En la Edad Media, Bernardo de Claraval influyo en la contemplación de los
misterios de la humanidad de Cristo. El amor del corazón es en cierta manera de carne,
porque Él ha inflamado el corazón del hombre más hacia el Cristo corporal y hacia aquello
que Cristo ha obrado y mandado en carne. Se centra principalmente en el misterio de la
Ascensión. Por otro lado los Ejercicios de san Ignacio de Loyola se inspiran en la vida de
Jesucristo.
Hugo Rahner, más cercano en el tiempo a nosotros, hace el primer bosquejo de una
teología de la vida de Jesucristo. Cada detalle y la totalidad de esta vida la lee él como
revelación, como suceso salvífico y como forma original permanente de nuestra vida
cristiana. Nos indica que toda la vida cristiana está fundamentada en una conformación
sacramental con la vida terrenal de Cristo. En el Concilio Vaticano II en el capítulo 22 de
la Gaudium et Spes y en el Catecismo de la Iglesia Católica nos hablan de una Cristología
orientada a los misterios de la vida de Jesús.
1
F. Ocariz, L. Mateo-Seco y A. Riestra, El Misterio de Jesucristo (Eunsa, Pamplona 32004) 396.
2
no es una fase previa a la preparación de la misión propiamente dicha. Su servicio
apostólico está completamente apoyado en “estar con Él”.
EL BAUTISMO
3
muerte con la propia. Segundo para nuestra precaución a fin de que nadie se tenga por
seguro e inmune a la tentación. Por lo que también Él quiso ser tentado después del
bautismo. Tercero para ejemplo, esto es, para enseñarnos el modo de vencer las tentaciones
del diablo. Cuarto para infundir en nosotros la confianza de su misericordia.2
TRANSFIGURACIÓN
Los ángeles cantan el pobre nacimiento de Jesús. La voz del Padre revela al Hijo
cuando se humilla en el bautismo. El Padre glorifica al Hijo cuando este emprende el
camino hacia Jerusalén para morir allí. En la Transfiguración, la divinidad de Dios se les
manifiesta con toda claridad a los tres apóstoles. Durante su vida terrenal, esta divinidad
quedaba oculta bajo la debilidad de su carne humana. La transfiguración no cambio nada
del ser de Jesús ni le añadió nada sino que dejo aparecer algo que estaba ya presente en el
pesebre.
Para Tomás la Transfiguración es Trinitaria. Aparece la Trinidad entera: “el Padre
en la Voz, el Hijo como hombre, el Espíritu Santo en la nube luminosa”3
La muerte de Cristo no fue uno de los posibles términos de su vida terrena, sino la
meta terrena prevista que consumaba su acción redentora, pre-ordenada por Dios y querida
también por la voluntad humana de Jesús.4
La muerte de Jesús se relaciona en la escritura con el hecho de que fue entregado.
Fue entregado por Judas a los judíos, fue entregado por Pilato a los judíos. El mismo se
entregó. Estas entregas están en dependencia y son un fruto de la entrega que el Padre hace
de Él a los hombres. 5
Jesús fue crucificado y los evangeliod narran con brevedad la muerte de Jesús. Se
cumplen en su muerte las características esenciales a toda muerte humana: separación de
cuerpo y alma.6
2
Cfr. S. Th. III, q. 41, a.1.
3
Cfr. S. Th. III. q 45, a.4.
4
Ocariz, Mateo-Seco y Riestra, El Misterio… 407.
5
Ocariz, Mateo-Seco y Riestra, El Misterio… 414.
6
Ocariz, Mateo-Seco y Riestra, El Misterio… 419.