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CASTA MERETRIX

según Hans Von Balthasar


1. El tema
Que Lutero compare a la Iglesia romana como la prostituta babilónica es algo que a nosotros nos
parece una inmensa blasfemia. Sin embargo, esto no es novedad suya, ya anteriormente algunos
autores habían utilizado el término. Además estamos hablando de un teologúmeno1 antiquísimo,
cuyo origen se encuentra en las condenaciones véterotestamentarias de Dios, el Marido engañado,
contra la gran prostituta Jerusalén, y en la aplicación de estos textos fundamentales para la Antigua
Alianza a la Nueva Alianza. Ningún creyente ni ningún teólogo cristiano ha dudado jamás de que la
Iglesia de Cristo se distingue profundamente de la infiel Sinagoga.

Guillermo de Auvernia
El gran obispo de París, Guillermo de Auvernia dice:

“Toda hermosa eres, amiga mía, y no hay en ti mancha alguna… Toda hermosa es aquella cuyos
diversos miembros poseen su propia belleza correspondientes y se adaptan entre sí. Pero lo contario
puede afirmarse de babilonia: ellas es la madre de toda prostitución y toda impiedad que existe en
la tierra, como se lee en el Apocalipsis, capítulos 17 y 18; Babilonia es la fealdad inmensa.”

Parece cumplirse la profecía de Isaías: ¡Cómo se ha prostituido la ciudad fiel! Estaba llena de
equidad, la justicia moraba en ella, ¡y ahora no hay más que asesinos! Isaías 1, 21. En numerosos
textos vemos como la bella Jerusalén se irá trasformando en la horrible Babilonia: Tiene frente de
ramera, incapaz de avergonzarse (Jeremías 3, 3: Por eso se detuvieron los aguaceros y no hubo lluvia
de primavera. Pero tú tenías frente de prostituta, rehusabas avergonzarte.) Le quitó los ojos, sus
guardianes se han quedado ciegos (Isaías 56, 10: Sus guardianes son todos ciegos, ninguno de ellos
sabe nada. Todos ellos son perros mudos, incapaces de ladrar. Desvarían acostados, les gusta
dormitar.) Cerró los ojos de videntes y profetas, que veían por ella. (Isaías 56, 10: Porque el Señor
ha derramado sobre ustedes un espíritu de letargo, les ha cerrado los ojos –los profetas– les ha
cubierto sus cabezas –los videntes–.) Le arrancó los dientes, uno por uno (Lamentaciones 3, 10:
Partió mis dientes con un guijarro, me revolcó en la ceniza.) La amada de Dios es la Iglesia, mientas
no se aparta de las huellas de los Padres; pero ahora se ha convertido en Babilonia, a causa de su
fealdad y porque habitan en ella espíritus impuros, que son espanto para el mismo Dios.

Lo que nos preguntamos ahora es que si las palabas véterotestamentarias acerca de la gran
prostituta Jerusalén pueden encontrar también aplicación de algún modo en la Nueva Alianza, o no
tienen ya nada que ver con este nuevo Pueblo de Dios. A continuación, el autor expone un elenco
de estudios realizados para encontrar respuesta a dicho plateo teológico. Nosotros solamente

1
Teologúmeno significa primeramente una proposición teológica que no puede ser considerada
inmediatamente como doctrina oficial de la Iglesia, como proposición dogmática que obliga a la fe, sino que,
más bien, es ante todo resultado y expresión del esfuerzo por entender la fe buscando conexiones entre las
proposiciones obligatorias de fe y confrontando doctrinas dogmáticas con la experiencia y el saber
(profanos) de un hombre (o de un tiempo determinado).

1
vamos a profundizar sobre la redención mediante del matrimonio con la ramera que aparece en el
libro de Oseas.

2. El tema de Oseas: redención mediante matrimonio con la


ramera
Si comparamos con otros personajes, por ejemplo, Rahab, la mujer es la persona principal, es ella la
que se purifica y salva por su fe o por sus obras. Ella misma abre las puertas al Redentor Josué-Jesús.
En el libro de Oseas, en cambio, lo que se subraya es el varón y su acción humillante: Oseas es la
imagen misericordiosa de Dios y de su amor, que se humilla hasta el extremo; y la ramera Israel,
tipo de la Iglesia de la humanidad, se salva, y sus descendientes son rebautizados, únicamente por
este amor. Solo aquí alcanza el tema su incomprensible profundidad.

Oseas actúa por encargo de Dios, siendo de este modo prefiguración de Cristo. Pero lo que hace no
es humillante sólo para él, sino que también es equívoco y expuesto a malentendidos para otros.
Por ello es posible y lógico que los Padres interpretasen también otros matrimonios carnales de la
Antigua Alianza como referidos a Cristo y a la Iglesia.

Dado que lo que en esta ocasión se subraya es la acción y la intención del varón, y esta intención es
absolutamente redentora, no puede, por otro lado, aparecer como esposa, de modo primario y
propio, una Iglesia bien delimitada y concreta, pues esto significaría que la intención salvadora de
Dios en Cristo sólo se extendería a una parte de la humanidad. Aquí la esposa tiene que ser
sencillamente "la carne": En primer lugar, la carne de Cristo, como Iglesia prototípica, por así decirlo,
y, por intermedio de esta carne asumida, "toda carne", es decir, la humanidad entera, a que tiende
la Iglesia y que progresivamente se irá incorporando a ella.

Fue San Ireneo, con su realismo, el que dio carta de naturaleza a este tema. "Quiso Dios congregar
la Iglesia de la muchedumbre de los pecadores; esta Iglesia debía ser santificada mediante el
matrimonio con su Hijo, así como aquella ramera fue santificada por su matrimonio con el profeta.
Y por este motivo dice San Pablo que la mujer infiel es santificada por el varón fiel. Lo que el profeta
hizo con una acción simbólica, lo ha hecho Cristo en la Iglesia.

El Crisóstomo justifica la aparición de las rameras en la genealogía de Cristo diciendo sencillamente


que "Dios se desposó con una naturaleza prostituida, tal como ya antes habían dicho los profetas
que había ocurrido en la Sinagoga" y ocurre ahora en la Iglesia.

San Jerónimo desarrolla ampliamente este tema: "¿Quién no se escandalizará ya al principio del
libro, al ver que es Oseas el primero de los profetas al que se le dice que tome como mujer una
ramera, y Oseas no se opone..., no arruga la frente, sino que marcha directamente al lupanar y
conduce a la prostituta al lecho? Y no la santifica con castidad matrimonial, sino que revela ser él
mismo lascivo y desordenado. Pues el que se une a la ramera, se hace un solo cuerpo con ella"

La solución a este problema hay que buscarla en la Nuevo Alianza. “Pues entonces se comprende
quién es el patriarca Judá, elegido para rey, y no nos admiramos ya de que el varón santo se una
con Tamar como con una ramera; no nos admiramos de que Sansón (que significa: "el sol") amase
a Dalila (que significa: “la pobre"); elevamos a la mujer que se sienta a los pies de Jesús a la cabeza
del Evangelio; y comprendemos la razón por la que David, que tenía tantas mujeres, no designó

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como sucesor suyo sino al que había engendrado con Betsabé, de tal modo que no sólo las rameras,
sino también las adúlteras parecen agradar a Dios. Es la misma mujer que en el Evangelio lavó con
sus lágrimas los pies del Señor, los secó con sus cabellos y los honró con el ungüento de su
confesión… El Señor nos da ocasión de comprender cuando dice: En verdad, en verdad os digo que
dondequiera que este evangelio se predique en todo el mundo, se dirá también, para recuerdo de
esta mujer, lo que hizo”

Orígenes había llamado ya la atención sobre el hecho de que una de las genealogías de Cristo, la
que desciende desde Dios, menciona a las mujeres pecadoras, y, en cambio, la que asciende hacia
Dios no las nombra. San Mateo menciona a Tamar, Rahab, Rut y Betsabé: “Pues como Cristo vino
para cargar con el pecado de los hombres, asumió, al descender al mundo, la persona de los
pecadores y de los hombres viciosos".

Para San Hilario el misterium de Oseas constituye una de las partes fundamentales del tipismo
véterotestamentario. "No hay la menor razón para dudar de que aquí nos encontramos ante una
prefiguración de la Iglesia. El Señor toma como esposa, (en justicia y fidelidad), a esta adúltera unida
con el profeta.

Del paganismo de la humanidad entera es engendrado, como primer hijo, Israel, el cual pierde la
promesa. “Pero antes la adúltera se convierte en esposa de Dios, y elige la fe y la justicia, y entonces
la No-amada y el No-suyo, que nacieron de la adúltera, son llamados ‘hijos del Dios vivo'.

San Hilario interpreta el matrimonio de Oseas aplicándolo a la unión de la revelación divina con la
humanidad pecadora, unión de la que proceden, como fruto, los hijos de Dios, el Pueblo de Dios. Y
por ello el (Pseudo-) Ambrosio puede ir un paso más allá y afirmar que Cristo mismo es ese fruto, es
decir, que la unión hipostática es la unión entre la palabra divina y la carne humana.

***

Lo que nos interesa aquí no es la idea general de que la unión hipostática es una unión matrimonial
– idea corriente de los Padre –, ni tampoco la idea igualmente general de que la carne de Cristo en
cuanto tal es la proto-Iglesia, de la cual, por la incorporación de la carne restante, surge la Iglesia y
el Christus totus. Lo que nos interesa es la recuperación de la humanidad adúltera precisamente por
la encarnación. Citando a Jeremías 3, 3 (La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: Si un
hombre repudia a su mujer y ella, al irse de su lado, llega a ser la mujer de otro, ¿puede aquel volver
de nuevo a ella? ¿No está acaso esa mujer irremediablemente mancillada? Y tú, que te has
prostituido con tantos amantes, ¿podrás volver a mí? –oráculo del Señor–), nos amonesta San
Gregorio Magno: “Medid, hermanos, el peso de tal bondad. Mira, el Señor llama y quiere abrazar y
besar precisamente a los que había llamado manchados y de los que se queja que le abandonaron”

Gerhoh de Reichersberg, teólogo alemán del siglo X, alude al tema de David y Betsabé: “David es la
figura de Cristo; Betsabé, la de la Iglesia; Urías, la del demonio. Así como Betsabé agradó a David
cuando, despojándose de sus vestidos, se bañó en el torrente Cedrón, y mereció llegar al abrazo
real, y así como su marido fue muerto por orden del rey, así la Iglesia, la comunidad de los fieles,
fue purificada del adorno del pecado por el baño del santo bautismo, por el cual fue vencido también
el demonio, contra el cual luchaban los apóstoles… Y así como Betsabé no volvió a experimentar el
abrazo del primer marido, después de copular con David, así también la Iglesia ... No te asombres
de que un adúltero simbolice a Cristo, y una adúltera prefigure a la Iglesia, y el demonio sea

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representado por un hombre casto, pues nada aprovecha a la vergüenza el que se la describa con
letras de oro, así como tampoco perjudica a la virtud el que se la describa sencillamente con tinta"

A pesar del intenso empleo de la imagen, tal alegorización del episodio de David corre riesgo de
alejarnos de la seriedad de lo que en él se refleja. Esta seriedad consiste en la esencia de la
encarnación de Dios, humillada hasta el máximo; y únicamente esta humillación extrema (hasta la
“carne de ramera") constituyó el medio y el presupuesto de la trasformación de la “prostituta" en
“santa", de la humanidad caída en Iglesia sin mancha. Y si anteriormente algunos Padres adujeron
la sentencia de Salomón, en la que la ramera lavada dice que no ha hecho nada malo, y describían
con ello el milagro de la buena conciencia cristiana, no son menos insistentes, sin embargo, las voces
de aquellos que, a la vez, y en una aguda contraposición a lo anterior, advierten a los purificados
que no deben olvidar jamás su pasado, el estado del que fueron sacados.

3. A modo de conclusión
Por todo lo anteriormente dicho no podemos negar que la Iglesia sea santa, pero es una santidad
realista, que es santa por lo que Dios pone en ella, por la obra de Dios en sí misma. No lo es por lo
que los hombres aportan a ella, de sí mismos, ni tampoco por la activada que aquellos desarrollan
en ella, en la medida en que este obrar procede de los hombres. ¡Ay de los hombres de la Iglesia
que se consideran en sí mismos justos y mejores que los demás! Entre los miembros del Cuerpo
místico y los más pobres existe un profundo parentesco, que es percibido y querido por los mas
sinceros.

Hay que exceptuar aquellos actos de la Iglesia que son actos del Señor y en la medida en que lo son:
los sacramentos o la solemne proclamación de una verdad de fe. Aquí no hay más que santidad.
Pero en todos los demás sitios, en todos los lugares en que el hombre actúa como hombre, en todos
los cristianos, incluso en los mejores, en todo lo que hacen los dirigentes, incluso los que ocupan
puestos más altos, se dará a conocer de manera inevitable y frecuente la debilidad y astucia
humana. Incluso los santos solo escapan completamente a esta miseria cuando han llegado a su
máxima madurez espiritual, en el momento de su muerte. Certamen la Iglesia hace lo que puede
para preservar de esto a los pastores de la Iglesia, tanto más cuanto graves consecuencias tengan
sus acciones, pero no los violenta, pero esto equivaldría suprimir al hombre.

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