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nfermedad que te convierte en hueso

Un estudio acaba de abrir una prometedora vía para combatir por


primera vez una de las dolencias más raras que se conocen

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NUÑO DOMÍNGUEZ

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7 SEP 2015 - 09:56 CEST

Esqueleto de Harry Eastlack MÜTTER MUSEUM

Para los médicos ha supuesto un enorme misterio, y para los pacientes, una versión
real y devastadora de la metamorfosis de Kafka. En 1692, el médico francés Guy
Patin la describió por primera vez sin ocultar su sorpresa: “Vi a una mujer hoy cuyo
cuerpo acabó por volverse tan duro como la madera”. Siglos después, otros médicos
hablaron de “la enfermedad del hombre de piedra”, de pacientes cuyos esqueletos
crecían “como el coral” y acaban formando un opresivo “corpiño de hueso”.

Harry Eastlack es el paciente más conocido. Donó su cuerpo a la ciencia tras morir
en 1973, poco antes de cumplir 40 años. Para entonces ya tenía gran parte de los
huesos de la espalda y el cuello paralizados. Su esqueleto, que se conserva en el
Museo Mütter del Colegio de Médicos de Filadelfia (EE UU), ha sido indispensable
para comprender mejor esta dolencia, llamada fibrodisplasia osificante progresiva
(FOP) y que actualmente no tiene tratamiento ni cura.

Un pequeño golpe o el pinchazo de una vacuna bastan para


desencadenar el proceso

Hoy se sabe que afecta aproximadamente a una persona de cada dos millones, por lo
que es rara incluso dentro del grupo de enfermedades raras. Su causa no puede ser
más universal, pues radica en el mecanismo que gobierna hasta dónde deben
desarrollarse los huesos y cuándo debe parar este proceso. En 2006 se descubrió que
una sola mutación en un gen es la delgada frontera que separa el desarrollo normal
del enloquecido crecimiento óseo en el que músculos, tendones y otras partes
blandas del cuerpo son reemplazadas poco a poco por una especie de armadura que
acaba paralizando todas las articulaciones.

Generalmente la FOP aparece en la infancia, en forma de pequeños bultos. Si se


intenta extirparlos, el cuerpo reacciona a la agresión generando aún más hueso,
como si fuera un extraño mecanismo de defensa que al final acaba paralizando a los
pacientes hasta impedirles comer o respirar. La fractura de un hueso, un pequeño
golpe o incluso el pinchazo para poner una vacuna bastan para desencadenar el
proceso, lo que ha dificultado enormemente la búsqueda de una cura. Todos los que
estamos a un lado u otro de esa delgada línea nos deberíamos preocupar por que se
encuentre una cura. Según los expertos, entender cómo progresa este desarrollo óseo
acelerado puede ayudar no solo a los enfermos de FOP, sino a millones de personas
en todo el mundo que pierden masa ósea y cuyo remedio puede llegar gracias a la
investigación en este campo.

ampliar fotoVista posterior del esqueleto


de Eastlack, con muchos huesos fusionados A.B. SHAFRITZ ET AL.

Esta semana, un descubrimiento casual ha abierto una prometedora vía hacia un


posible tratamiento. Los investigadores de una empresa farmacéutica de EE UU han
descubierto que el anticuerpo que habían desarrollado para otro proyecto parece
detener el avance de la FOP. Lo primero que tuvieron que hacer fue desarrollar
modelos animales que imitan la enfermedad humana, lo que no es nada fácil.
Cuando se generan ratones con la mutación en ACVR1, el gen de la enfermedad,
estos mueren poco después de nacer. El equipo de la empresa Regeneron usó un
modelo de ratón al que se le puede inducir la mutación incluso de adultos.
En un estudio publicado esta semana en Science Translational Medicine,descubren
un nuevo detalle para entender mejor la delgada línea entre las personas que tienen
la mutación y las que no. La clave parece estar en la activina A, un compuesto
bioquímico que segrega el cuerpo para regular varias funciones. En los ratones, el
gen mutado se vuelve hipersensible a la acción de este compuesto e inicia ese
mecanismo de autoprotección generando placas de hueso muy similares a las que
desarrollan los pacientes. Sin embargo, los ratones con la versión normal del gen son
totalmente inmunes a la activina A y mantienen un mecanismo de crecimiento y
reparación del hueso normal. Los responsables del trabajo les han administrado a los
ratones un anticuerpo humano especialmente diseñado para combatir la acción de la
activina A y que habían creado para otros fines. El resultado, tal y como explican en
el estudio, es que la progresión de la enfermedad se frena en seco.

“Este descubrimiento supone un importante paso para entender el mecanismo


molecular de la enfermedad y nos indica el camino hacia un posible tratamiento en
humanos”, explica Aris Economides, autor principal del estudio.

Trama complicada

Frederick Kaplan lleva más de dos décadas investigando esta dolencia y actualmente
dirige el Centro de Investigación del FOP adscrito a la Universidad de Pensilvania.
En 2006 lideró el estudio que identificó el gen causante de la enfermedad. “Los
investigadores creen que el anticuerpo totalmente humanizado contra la activina A
puede ser una opción terapéutica a corto plazo para los pacientes, pero antes es
necesario hacer más trabajo de laboratorio, probar su toxicidad en animales y su
seguridad en humanos antes de que este descubrimiento fortuito pueda llevarse a
ensayos clínicos sobre su efectividad en pacientes”, explica en un editorial
comentando el trabajo.

Manuel Posada dirige el Instituto de Investigación de Enfermedades Raras, una de


las instituciones que coordinan el único estudio con pacientes de FOP en España,
una enfermedad con unos 20 afectados en todo el país. “El artículo tiene buenas
noticias para los pacientes de FOP porque desarrolla un modelo experimental, que
aunque complejo, permite evaluar mecanismos; porque alerta sobre un posible
mecanismo de acción y porque busca y encuentra una posible acción terapéutica que
es creíble”, resalta. Pero considera que aún quedan años de investigación por
delante, primero para saber si lo que se observa en los ratones sucede también en
humanos y luego para ver si el tratamiento resulta efectivo y no produce efectos
secundarios graves e incluso si hay una empresa o institución dispuesta a desarrollar
el fármaco.

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