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Acompañamiento Terapéutico en Niñez y Adolescencia

Caso para trabajar en clase.

Cap 1. YO SOY MARIA

María tenía 6 años cuando nos conocimos, la primera vez que nos vimos no fue
en la situación deseada... Los at esperamos conocer nuestros pacientes en el
consultorio del terapeuta y tener en la protección de ese espacio una presentación
formal. La urgencia de incorporar un acompañante a la vida escolar de María no dio
lugar a esa instancia en la incorporación de la estrategia de AT.

La conocí en la fila para ingresar al aula. Ella sabía que yo iría ese día, estaba
nerviosa, al igual que yo, me acerque y le explique, junto con su mama que yo era su
AT, la persona de la que había hablado con Fernanda, su terapeuta. Ella me miro, y se
dirigió a su mamá diciendo: “menos mal que es rubia, lo único que quería yo era que
fuera rubia”.

Una semana antes de este primer encuentro me convocan a trabajar como


acompañante para un acompañamiento terapéutico escolar, la psicóloga menciona: “es
una niña muy dulce, que está sufriendo, yo creo que esta encaminándose para una
psicosis, muchas veces cree que es una abeja, y a veces se traslada de lugar en lugar
moviendo las manos como si fueran alas, tiene muchísima dificultad para controlar los
impulsos, por ejemplo el otro día en el acto de inicio de clases, le chupo el dedo gordo
del pie a la directora mientras esta hablaba a toda la escuela…”

Desde el día que me encontré con la psicóloga y me conto sobre las particularidades de
María, intente hacerme una idea acerca de cómo sería esta niña. En que pensaba
cuando le chupo el dedo a la directora? Porque sentía la necesidad de hacer todo como
la abeja? Estas y algunas más preguntas me daban vueltas hasta el día en que la
conocí.

María parecía una niña como cualquier otra, y la idea de la terapeuta de ayudar a frenar
estos impulsos, contenerla y acompañarla en la escuela, me parecían fuera de lugar, yo
no veía nada de raro en ella.

Cap. 2 LA ESCUELA

El colegio al que María asiste es un colegio católico, con mucha disposición y


deseos de ayudarla en lo que haga falta. La terapeuta, las maestras, los directivos y yo,
nos reunimos el mismo día en que conocí a María para poder pensar juntos el
acompañamiento. Esta primera reunión fue muy importante porque nos permitió sentar
bases para el futuro del acompañamiento. Se fijaron días y horarios en que yo estaría
en la escuela, y la terapeuta explico el por qué de mi presencia: “queremos ayudar a
que María pueda estar en el aula como cualquier otro chico, que no esté todo el tiempo
haciendo cosas raras y que también pueda tener amigos”.
La señorita de María está muy interesada en saber que tiene que hacer, que
tiene que hacer con los berrinches, con los gritos, con el llanto o cuando María contesta
de mal modo y quiere pegar.

La terapeuta tomo la palabra y explico que los acompañantes no tienen una


solución mágica o un libro de recetas que nos diga que hacer y cómo hacerlo ante
determinadas situaciones problemáticas, los acompañantes…acompañan, se vinculan
con los pacientes con la idea de modificar o crear vínculos y maneras de estar más
saludables. Intentan trabajar con lo que el paciente y su vida cotidiana muestran, el aquí
y el ahora.

Cap 3 LA FAMILIA

María vive con su mama y su papa, es la más chica de la familia, tiene dos
hermanos más grandes, antes del nacimiento de los hermanos, la mama de María,
Sandra, tuvo un embarazo que al dar a luz la bebe murió, esta bebe aterroriza a María,
sueña constantemente con ella y refiere que a veces le habla y le dice que haga cosas,
a veces cosas buenas, a veces cosas malas.

Los padres de María trabajan mucho, tienen una casa muy grande, linda y un
status social alto. Con mucho esfuerzo mantienen esta manera de vivir, los hijos del
matrimonio se encuentran con sus padres por las noches a la hora de comer, durante el
día todos tienen múltiples actividades y los padres trabajan hasta tarde.

Cap 4 EL ACOMPAÑAMIENTO

Acompañar a María

María no copia del pizarrón

María no habla con sus compañeros

María quiebra en llanto si alguien le toca su banco o se lo mueve

María se va a la biblioteca en las recreos

Todas estas situaciones se presentaron como “normales” para toda la institución,


ya que María siempre hacia lo mismo y todos estaban acostumbrados a que así fuera.
Frente a esto la comunicación con la terapeuta se hizo indispensable y fundamental
para poder re orientar el acompañamiento terapéutico, ella no sabía que estas cosas
pasaban en la escuela, y la manera en que sucedían.

Estar con María en el colegio no es fácil, cualquier situación puede desencadenar


una gran desorganización. La labilidad que presenta me sorprende. Hubo una vez una
crisis muy grande debido a que un compañero le movió el banco mientras ella estaba
escribiendo, María lloro desesperadamente “ no ves que me estas moviendo! No ves
que estoy yo acá!”. En aquel momento lo primero que se me ocurrió fue tranquilizarla,
contenerla hablándole suavemente al odio diciéndole que ella está bien, que se quedara
tranquila que nada malo había pasado. Su reacción no era acorde a lo sucedido, su
reacción se correspondía con una vivencia de desintegración, era como si mover el
banco significara que no era vista, y si no era vista, pues entonces no existía. Su
reacción tenía que ver con lo que la psicóloga muchas veces me había informado:
“María no sabe bien que le va a pasar con la gente que la rodea, no puede anticiparse,
y eso le da mucho miedo, porque no sabe como continuara estando ella ahí”

Recuerdo una vez en la escuela en que la señorita de arte les pidió un dibujo
libre, María se dibujo a ella misma, encima de cada hombro había dos figuras, un
pequeño diablo y un pequeño angelito. Cuando le pregunte que significaba me dijo “es
mi hermanita muerta, diciéndome que haga tal cosa”. No sabía qué hacer, ni que decir,
ese día al salir de la escuela llame a la psicóloga de mi paciente para preguntarle que
debía hacer cuando ella hablara de estas cosas, ya que me había quedado sin palabras,
no sabía si creerle o seguirle la corriente o decirle que eso que me estaba diciendo era
imposible.

Acompañar a María no era tan fácil, trabajar con su familia, tampoco…sus padres
estaban muy preocupados por la posibilidad de que su hija se quedara de grado, algo
que pertenecía a sus fantasías, ya que el colegio nunca había hablado de esta
posibilidad. Al salir de la escuela, Sandra me preguntaba ansiosamente si María había
copiado todo del pizarrón. María no podía copiar del pizarrón, no porque no quisiera,
ella no podía, escribir implica un grado tal de organización psíquica que la paciente no
presentaba por el momento, su madre tenía muchas dificultades para entender esta, y
otras dificultades de María. De hecho en una ocasión me amenazo diciendo “si María
no copia del pizarrón nosotros no te vamos a pagar”, por suerte la terapeuta y yo
pudimos abordar esta escena aclarando una vez más cual era mi tarea allí.

Para ayudar a María a copiar del pizarrón fuimos conociéndonos, en sus tiempos y sus
necesidades, incluso a partir de este trabajo nos dimos cuenta, digo “nos” haciendo
referencia al equipo y a la familia, que la niña no podía copiar desde las filas del fondo,
donde generalmente la ubicaban debido a su altura, se pidió a la familia que consulten
con el oftalmólogo y como resultado de la misma María comenzó a usar anteojos.

En un primer momento, además de sentarnos en la tercera fila de bancos, para copiar


yo le iba dictando letra por letra, ella las conocía a la perfección, pero copiar le implicaba
mucho esfuerzo, no podía tolerar el paso de la mirada del pizarrón a la hoja, note que
al dictarle yo las letras, ella se ubicaba en el espacio de su cuaderno y podía hacerlo sin
dificultad por el hecho de evitar el cambio de espacios: cuaderno-pizarrón-cuaderno.
Con el tiempo empecé a dictarle palabras, ya no letra por letra, y su escritura se organizo
de una mejor manera, y así fuimos avanzando hasta que María se sintió lo
suficientemente segura para copiar del pizarrón.

Durante los primeros encuentros solo me enfoque en observar que hacia la niña, como
se manejaba en la escuela, dentro y fuera del aula, con sus compañeros, con las
docentes, y a que jugaría en los recreos. Fue todo una sorpresa ver para mí lo que María
hacia en los recreos…todas sus compañeras y compañeros salían rápidamente del
curso cuando tocaba el timbre, para no perder ni un minuto de ese momento, María, en
cambio, se quedaba ordenando su cartuchera, su mochila y luego lentamente salía del
aula y se dirigía a la biblioteca, sacaba un libro de cuentos y se sentaba a leer mientras
comía su merienda. El primer día que la vi hacer esto la acompañe, me senté a su lado,
y le pregunte por qué no salía a jugar a fuera como todos sus compañeros y me contesto:
“ellos salen al patio y corren todo el tiempo como tontos, es aburrido, yo acá leo y me
divierto”. Yo no podía creer lo que escuchaba, pero si tan solo tenía 6 años, como podía
pensar eso del recreo? Acaso no era el momento esperado por todos los niños? No le
gustaba jugar? Podía jugar? Alguien querría jugar con ella? Le habría dado esta
respuesta a alguien más? Qué pensarían sus compañeros si la escuchaban decir esto?
Intente calmar este mar de preguntas y sensaciones y le conté de la importancia del
recreo, de cómo era divertido jugar con otros, sobre todo con otros de la misma edad.
Ella hizo referencia que solo le gustaba saltar la soga, pero que ninguna quería jugar a
eso y ninguna compañera traía soga, entonces le pregunte si ella podía traer una soga,
para que invitáramos a las compañeritas a jugar, antes su respuesta positiva, se abrió
un abanico de posibilidades, sentí un gran alivio al reconocer que tenía algo para hacer.

Al día siguiente María trajo la soga, peor no quizá preguntarle a nadie si quería jugar,
me ofrecí acompañarla a buscar a alguna nena y que juntas le preguntáramos, accedió
y enmudeció al mismo tiempo cuando nos paramos frente a Carmen, se miraban con
cara bicho raro, Carmen me miro y me dijo: que les pasa a esta?, en ese instante mire
a María y le dije: vos querías decirle algo a Carmen, no? Sin levantar la mirada del piso
María movió la cabeza en respuesta negativa a mi pregunta, entonces le explique a
Carmen, a que a veces María se ponía nerviosa, o tenia vergüenza entonces yo le iba
a preguntar por ella, le conté de la soga y accedió a venir a jugar con nosotras. Así las
tres saltamos la soga. Así María salto la soga por primera vez en su escuela.

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