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Abandono del Adulto Mayor en Chile: Familia versus Estado

Durante los últimos 10 años en Chile, la situación y condición del Adulto Mayor
(AM) no ha estado lejos de la polémica y el debate colectivo. Se ha puesto en tela de juicio
la situación en que viven y las condiciones con las que participan –pasiva o activamente,
dentro del mundo civil, debate evidenciado no sólo por personas comunes y corrientes, sino
que por profesionales, expertos y autoridades de todas las áreas que remueven el discurso
social en torno a ideas, tales como: la dignidad con la que deben vivir las personas de la
tercera edad; su relación con las instituciones de salud público-privadas; el acceso a la
cultura; el acceso a las actividades económicas; su participación en el mundo del trabajo, su
rol como beneficiario y usuario de la legislación chilena; relación con su cuidado y
autocuidado; el trato que reciben socialmente, por mencionar algunas.

Por otro lado, se hace necesaria la pregunta: ¿Es responsabilidad de la familia o


del Estado brindar una vida digna, en todo ámbito, para las personas clasificadas como
tercera edad? Las respuestas son tan variadas como dicotómicas, pues en primera instancia
sería siempre la familia -del adulto mayor- la responsable de brindar las condiciones
mínimas para llevar una vida digna, pero como la familia se encuentra adscrita a un modelo
social y colectivo, además de democrático –Estado-, debiese establecer las
responsabilidades, tal sean obligaciones y deberes ético-morales, o bien, normativos, del
Estado que cobija a ese ciudadano, de tal forma se puedan establecer los derechos legales
que a éste último se le ofrece desde lo político.

Actualmente, del total de la población de Chile el 12% (2.040.000 personas)


corresponde a personas sobre los 60 años, y se espera que, para mediados de siglo, este
porcentaje aumente a un 22%. (SENAMA, 2017). Este dato no deja ser interesante si se
establece que, a partir de los 65 años, toda persona en Chile pasa a conformar la tercera
edad. En igual sentido, es necesario mencionar que el SENAMA (Servicio Nacional del
Adulto Mayor) fue una institución creada dentro del contexto de creación de leyes de
protección para estas personas, lo cual se concreta a través del decreto Ley n° 19.828,
gestada en septiembre del 2002 (Biblioteca Congreso Nacional [BCN], 2002) y con
modificaciones a nivel reforma en julio de 2015. Asimismo, es este grupo de ciudadanos,
quienes año tras año son protagonistas fijos de los desafíos políticos por parte de los
gobiernos de turno. No obstante, se debe indicar que su situación en el país sólo pasa a
primer plano, o forman parte esencial de la coyuntura, cuando son parte de una tragedia
social: maltrato en hogares de larga estadía, suicidios en casas particulares, homicidios a
manos de familiares, abandonos en distintos espacios, situaciones económicas precarias, e
incluso, situaciones de discriminación sociales, etc. Las interrogantes, junto con la opinión
pública, no son las menos: ¿Dónde está la familia? ¿Dónde el Estado? ¿A quién se acude?,
o bien, en defensa de estas dos instituciones: ¿No es el propio ciudadano quien debe ser
capaz de preparar(se) para enfrentar su vejez?

Las familias son núcleos sociales sobre los que recae el funcionamiento de la
sociedad, en gran parte. En palabras de Pierre Bourdieu, “las familias son constructos
sociales a los que se le confiere realidad, en tanto crean en su interior vínculos afectivos y
de comunicación, además de un sustento de fraternidad”. (Bourdieu, 1993). Si bien el autor,
más adelante, en su estudio sobre esta agrupación socio-fraternal, minimiza la
conceptualización de familia, no justifica que al ciudadano le sea posible eliminar ningún
rastro de ética y moral sobre este núcleo social, si se establece como base mínima, el hecho
ad ovo: el nacimiento y el cuidado de una persona. Se explica, si la familia se hace cargo en
toda su globalidad de una persona en sus primeros años de vida, también debiese cumplir
este rol cuando se acerca la finitud de la vida. Aún más, se aplica la ética y la moral al
brindarle los cuidados necesarios al formar socialmente a esa persona; a ser parte de su
desarrollo social, y tal vez, a heredar los constructos sociales a los que apela Bourdieu.
Debido a esto, es que la familia sí posee una responsabilidad sobre sus consanguíneos, sean
éstos adultos mayores o no. Dicha responsabilidad deberá estar acorde con las condiciones
mínimas de cuidado de salud propuesta por la OMS, a su vez que deberá estar dentro de los
parámetros sociales propuestos por la ley nacional vigente, por extensión Constitución.

El Estado, por su parte, cuenta con obligaciones de protección al Adulto Mayor,


pactadas a nivel nacional e internacional, frente a una situación de carencia. Así pues, Chile
firma en el 2015 la última, y más actualizada, ratificación de la Convención Interamericana
sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. Con ello, el Estado
chileno ha de facilitar todas la herramientas y recursos sociales, económicos, culturales y
políticos a fin de cumplir con los principios generales aplicables a la Convención:

a) La promoción y defensa de los derechos humanos y libertades fundamentales de


la persona mayor
b) La valorización de la persona mayor, su papel en la sociedad y contribución al
desarrollo
c) La dignidad, independencia, protagonismo y autonomía de la persona mayor
d) La igualdad y no discriminación
e) La participación, integración e inclusión plena y efectiva en la sociedad
f) El bienestar y cuidado
g) La seguridad física, económica y social
h) La autorrealización
i) La equidad e igualdad de género y enfoque de curso de vida
j) La solidaridad y fortalecimiento de la protección familiar y comunitaria
k) El buen trato y la atención preferencial
l) El enfoque diferencial para el goce efectivo de los derechos de la persona mayor
m) El respeto y valorización de la diversidad cultural
n) La protección judicial efectiva
o) La responsabilidad del Estado y participación de la familia y de la comunidad en
la integración activa, plena y productiva de la persona mayor dentro de la
sociedad, así como en su cuidado y atención, de acuerdo con su legislación interna.
(Organización de Estados Americanos [OEA], 2015).

Entonces, es posible determinar responsabilidades de protección y cuidado tanto


para la familia como para el Estado, sin embargo, es necesario que establezca un puente
institucional entre ambos conceptos/entes sociales, dicho puente podría estar construido
sobre una fusión de ambos –familia y sociedad-, resultando a priori algo así como: familia
social. Este último concepto convoca la responsabilidad afectiva, empática y colectiva de la
sociedad en su conjunto. No obstante, con tal objetivo la tarea se hace más difícil, toda vez
que el desafío es enfrentarse a los valores más intrínsecos de la postmodernidad, entre ellos,
el individualismo puro; luchar contra el ciudadano “indiferenciado” (Connor, 1989), o
bien, a contrario sensu, intentar cambiar “el drama de la tercera y de la cuarta edad,
problemas que invitan a pensar nuestro tiempo bajo el signo de la exclusión, del abismo
entre los grupos”. (Lipovetsky, 1983).

En conclusión, existe un “drama generacional”. Los tiempos en los que la sociedad


se desenvuelven han provocado una minimización de las condiciones humanas. La
economía, y la cultura superficial, desvaloriza radicalmente los vínculos afectivos y la
emocionalidad en su conjunto. Si bien existe familia y Estado, con sus respectivas
normativas éticas, morales y legales, no asegura el cumplimiento, o al menos, el
compromiso hacia el Adulto Mayor, hacia su “buena vejez”. Los reparos pueden ser tan
directos como paradójicos, o sea, la ley, elemento esencial de la carta magna de Chile,
puede apelar al aseguramiento pleno de la salud de todo Adulto Mayor, sin embargo, el
sistema de salud está adaptado, desde su estructura base, para la inversión exagerada de
recursos económicos con los que la tercera o cuarta edad no cuenta, y en la gran mayoría de
los casos, tampoco sus familias.

Además, se hace recomendable establecer un modelo económico solidario en todos


los ámbitos facilitarían en extremo, la condición de vida de estos ciudadanos, parte
importante de toda sociedad. El Estado debiese asegurar, desde la ley misma, el acceso libre
y universal a: locomoción colectiva, atención en salud, pensiones y/o jubilaciones
solventes, acceso al mundo laboral (siempre y cuando sea la voluntad socio-participativa
del Adulto Mayor), acceso libre a los espacios culturales y recreativos, entre otros. Lo
anterior deben ser establecidas como políticas públicas a corto y largo plazo, a fin de no
confundir con planes o programas sociales dispuestos por la rotativa gubernamental. En
tanto, la familia debiese cumplir con los requerimientos mínimos impuestos por el Estado
para un cuidado digno del Adulto Mayor, con responsabilidad social basada en seguimiento
a través de las instituciones de salud pertinentes. Por consiguiente, es la familia, el primer
grupo social, obligado a revalorar al Adulto Mayor, pues quiérase o no, todos se dirigen
hacia allá.
Bibliografía

BCN, Biblioteca del Congreso Nacional. Consulta Ley n° 19.828. Link:


https://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=202950

Bourdieu, P. (1993) El espíritu de familia. Francia, Editions du Seuil, 1994. Traducción de


María Rosa Neufeld.

Connor, S. (1989) Cultura Postmoderna: Introducción a las teorías de la contemporaneidad.


Madrid. Ediciones Akal.

Informe Final SENAMA. Estudio sobre brechas legales en Chile para la implementación de
la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las
Personas Mayores. (2017). Visitar link:
http://www.senama.gob.cl/storage/docs/ESTUDIO_SOBRE_BRECHAS_LEGALES_PAR
A_CHILE%2C_IMPLEMENTACION_CIPDHPM.pdf

Lipovetsky, G. (1983) La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo.


Barcelona, Anagrama. Traducción de Joan Vinyoli y Michéle Pendanx.

OEA, Organización de Estados Americanos. En Documento Convenció Interamericana


sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores. (2015) En link:
http://www.oas.org/es/sla/ddi/tratados_multilaterales_interamericanos_a70_derechos_huma
nos_personas_mayores.asp

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