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Antropología

filosófica
estudio filosófico del ser humano

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Este aviso fue puesto el 21 de enero de 2018.
El Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci.

La antropología filosófica (del Idioma


griego, ánthropos, 'hombre', y, logos,
'razonamiento' o 'discurso') se puede
entender de varias maneras. Una sería el
estudio filosófico del ser humano
elaborado a lo largo de los siglos y
actualmente, objeto de atención de los
filósofos. Otra manera de entender la
expresión sería más restringida, y se
aplicaría a un movimiento o escuela de
pensamiento fundada en Alemania en
los años 1920 y 1930, de filósofos,
antropólogos y sociólogos. Este
movimiento tuvo una influencia decisiva
en el panorama intelectual alemán del
siglo XX.

El tema general u objeto material de la


antropología filosófica es el fenómeno
humano, es decir, la serie de
manifestaciones que atestiguan la
presencia del hombre. Interesan
especialmente aquellas manifestaciones
que entrañan un cierto enigma o
paradoja, tales como el fenómeno del
conocimiento científico, de los juicios de
valor, de la libertad, de la comunicación
interpersonal y de la religión. Su objeto
formal (aspecto o ángulo especial que
escoge la ciencia para estudiar el objeto
material) reside en las características
humanas que posibilitan dicho
fenómeno. La psicología y la historia, por
ejemplo, coinciden en el objeto material
de la Antropología filosófica, pero no en
su objeto formal.[1]

La antropología filosófica marca un


punto de inflexión en la filosofía por
medio de la crítica del idealismo y del
dualismo cartesiano, con una
concepción del hombre como una unidad
física y psíquica. Fue también una
respuesta a la teoría del historicismo
alemán.

La base de su planteamiento consistía


en utilizar las enseñanzas de las ciencias
naturales (como la biología, zoología,
etología, paleoantropología, etc.) y las
ciencias humanas para tratar de
identificar las características de la
especie humana y su posición específica
en el mundo y el entorno natural.

Sus principales representantes son Max


Scheler, Helmuth Plessner y Arnold
Gehlen. También destacan cerca de esta
corriente Gotthard Günther, Helmut
Schelsky, Erich Rothacker y Peter
Sloterdijk.
Orígenes
Los problemas que ocupan a la
antropología filosófica se han venido
planteando a lo largo de la historia, pero
la disciplina como tal nace a mediados
del siglo XIX.

En la Edad antigua diversos autores


ofrecieron reflexiones filosóficas sobre el
ser humano. Como síntesis de sus ideas
podemos evocar a algunos de ellos.
Sócrates, quien propone una mirada
reflexiva sobre sí mismo; Platón, quien
sostuvo que el hombre tiene un alma
unida a un cuerpo y necesita mover a
ambos simultáneamente (Timeo), si bien
el alma tiene el primado sobre el cuerpo
(Fedón, República). Aristóteles en
cambio, sostuvo que el hombre es una
sustancia compuesta de cuerpo y alma.

En la Edad Media reinó un periodo


teocéntrico, en el que todo giraba en
torno al concepto de Dios. Al hombre se
le interpreta por su relación con Dios,
visto como un ser creado por Dios a su
imagen y semejanza (posesión de
inteligencia y capacidad de amar). El
hombre es considerado un compuesto
de cuerpo y alma, y ésta es considerada
algo de naturaleza espiritual, libre e
inmortal. San Agustín se apoya en un
argumento platónico y dice respecto a
Platón: «Nadie como Platón se ha
acercado tanto a nosotros»[cita requerida].
Aparece, por tanto, la idea de salvación
eterna, esta vida es un tránsito; un
camino para conseguir la vida eterna por
medio de la virtud, que consiste en
obedecer los mandamientos de la ley de
Dios y conduce a la felicidad de la
salvación eterna; la vida sólo tiene
sentido como camino de salvación. Lo
contrario sería la condena sobre .

En la Edad Moderna el filósofo francés


René Descartes puso la certeza del
conocimiento en la pura autocerteza de
la conciencia (cogito ergo sum). El «yo»
de la conciencia está seguro de su propia
existencia antes que de la existencia del
resto de las cosas. Con la conciencia
Descartes no se refiere al hombre, sino a
la pura razón. De este modo en el modelo
cartesiano el ser humano se presenta
como un agregado de dos realidades
distintas e incomunicables. Por un lado
la razón, la conciencia pensante (res
cogitans) y por otro el mundo corporal
extenso (res extensa). Con ello se niega
la unidad substancial entre cuerpo y
alma espiritual en el hombre y la
posibilidad de una interacción entre las
dos substancias. Más tarde, Immanuel
Kant contrapondrá los conceptos de
naturaleza y persona. Según el Kant, la
persona posee conciencia moral y es el
único ser que la posee. Kant define a la
persona como «la libertad e
independencia frente al mecanicismo de
la naturaleza entera». La persona es el
único ser del universo sometido a leyes
propias, es decir, sometido a leyes puras,
prácticas establecidas por su propia
razón. «La persona es la libertad de un
ser racional sometido a leyes morales».
Estas leyes morales de las que habla
Kant se las da el ser racional a sí mismo,
lo cual no quiere decir que sean
arbitrarias.

En la Edad Contemporánea se abre


espacio a una amplia diversidad de
corrientes que proponen una visión sobre
lo que es el hombre. La mayoría de éstas
son el resultado de una radicalización de
las posturas surgidas en la Edad
Moderna. Por un lado se posiciona
fuertemente una visión materialista
sobre el hombre, según la cual en el ser
humano no existe más que el ser y el
acontecer materiales. Se niega con ello
lo espiritual en el hombre, que siglos
antes había sido considerado como la
esencia misma del ser humano. A favor
de esta teoría se han intentado esgrimir
argumentos surgidos de la teoría de la
evolución de Darwin. Por otro lado, la
corriente existencialista ha negado que
en hombre se dé una esencia que lo
determine, abogando que el hombre es
ante todo indeterminación y libertad
pura. En esta doctrina se enfatiza la
inmediatez de la experiencia personal y
la autodeterminación de la propia
existencia por parte de cada individuo,
con el peligro de caer en el relativismo
ético. Una tercera corriente muy fuerte
surgida en la Edad Contemporánea para
tratar el tema del hombre es el
personalismo. Esta corriente filosófica
busca poner el énfasis en el significado
del ser personal del hombre y su apertura
constitutiva hacia los demás. Parte de la
segunda formulación del imperativo
categórico kantiano según el cual la
persona se debe tratar como un fin y
nunca como un medio. En los últimos
años, algunos intelectuales de
Latinoamérica han analizado esta
temática, tal como nos explica el
antropólogo ecuatoriano Daniel Xavier
Calva Nagua (2013): "la mezcla de
filosofía y de antropología, es el caldo de
cultivo perfecto para la investigación
sociohumana, dos grandes disciplinas
académicas que se parecen tanto, pero
que estudian a su manera a la
humanidad, juntas intentan darnos una
mejor concepción del ser humano, no
solo como un ser racional o como un ser
biótico, sino como un ente que ama, que
siente, que forja su destino".[2]

El problema de la naturaleza
del hombre
Podemos empezar enumerando tres
tesis: «naturalismo o monismo»,
«esencialismo o dualismo», y las
contribuciones de la filosofía
hermenéutica.

Naturalismo o monismo
antropológico

Según esta tesis, no hay una diferencia


esencial entre el hombre y el animal, sino
diferencias de grado, de modo que la
vida superior del hombre resulta ser una
forma más desarrollada, perfeccionada o
evolucionada de la serie animal. Las
formas más altas de la vida humana
(pensamiento, lenguaje, arte, etc.) no son
más que las resultantes genéticas de
procesos inherentes a las
manifestaciones más elementales. Las
dos variantes de esta teoría son la
concepción mecánico-formal, y la
concepción vitalista. La primera tiene
dos variedades: el materialismo, que
reduce los fenómenos vitales y psíquicos
a fenómenos físicos-químicos; y el
sensualismo, que considera que todas
las formas de fenómenos psíquicos son
formas más complejas de los datos
sensibles. La segunda explica al hombre
en su integridad por la vida: el hombre se
convierte en el último producto de la
evolución vital. Esta concepción se
diversifica según qué se considere como
decisivo en la variedad de los impulsos
vitales. Algunos le dieron importancia a
los impulsos nutritivos, otros a los
impulsos de poder y otros a los impulsos
sexuales.

Esencialismo o dualismo

Esta tesis afirma que el hombre se


distingue esencialmente, y no puramente
de grado, de los demás seres vivos pues
en él hay un principio que le pertenece en
exclusividad y que entraña la posibilidad
de una separación radical entre el
hombre y el animal. El principio que
diferencia al hombre puede concebirse
de distintas maneras: según el hombre
es el que razona al animal, en cambio el
animal por no tener raciocinio no puede
razonar al hombre.

Según autores del mundo antiguo y


medieval, la diferencia básica entre
hombres y animales está en el hecho de
que el hombre poseería un alma
espiritual, no reducible a los elementos
materiales que componen el cuerpo
humano.

Hermenéutica

El hombre no es algo que viene dado


«esencialmente», sino que se configura a
través de sus relatos, mitos, narraciones,
saberes, creencias y construcciones
culturales. En todo esto tiene una
importancia capital el lenguaje, que le
brinda la posibilidad de expresión y de
«sentido», pero también le muestra sus
límites.

El hombre no está «atado» a algo fijo o


estático, sino que se va configurando. El
ser humano se debe a un desarrollo
temporal (historia) y a la vez a un
«proyecto» que le configura como
alguien en desarrollo, nunca acabado. En
esta historicidad, el hombre no es un
espectador imparcial de los fenómenos,
sino que se ubica frente a los mismos
desde presupuestos «heredados»
(tradición) que le orientan.

Bibliografía adicional
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de Antropología Filosófica . RIALP.
ISBN 8432124621. Archivado desde el
original el 24 de diciembre de 2009.
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hombre . Ediciones Rialp.
ISBN 9788432128912.
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existencia . Ediciones Palabra.
ISBN 9788482397450.
Jorge Vicente Arregui, Jacinto Choza
(1991). Filosofía del hombre . Instituto
de Ciencias para la Familia.
ISBN 9788432128288.
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Sobre quién es el hombre: una
antropología filosófica . Encuentro.
ISBN 9788474906059.
Javier San Martín Sala (1988). El
sentido de la filosofía del hombre: el
lugar de la antropología filosófica en la
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ISBN 9788476581131.
José Ángel García Cuadrado (2006).
Antropología filosófica: una
introducción a la filosofía del hombre.
EUNSA. ISBN 9788431324223.
Ramon Lucas Lucas (2005). El hombre,
espíritu encarnado . Sígueme.
ISBN 9788430113910.
Calva, Daniel. (2013, 1 de noviembre).
Antropología Filosófica. Diario Opínion,
sección Opínion, pp.10. ISSUU .
Ramon Lucas Lucas (2008). Horizonte
vertical. Sentido y significado de la
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ISBN 9788479149437.
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ISBN 9788878791657. (enlace roto
disponible en Internet Archive; véase el
historial y la última versión).

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Antropología para inconformes (2ª
edición). Ediciones Rialp.
ISBN 9788432135965.
José Ramón Ayllón (2011).
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ISBN 9788434468436.
Gutiérrez Saenz, Raúl (1984).
Introducción a la Antropología
Filosófica.

Referencias
1. Gutierrez Saenz, Raul (1984).
Introducción a la Antropologia Filosofica.
Esfinge.
2.
http://issuu.com/opinion_digital/docs/im
preso_01_11_13

Enlaces externos
Sociedad Hispánica de Antropología
Filosófica SHAF
Voz Antropología Filosófica en
Philosophica: Enciclopedia filosófica
online

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