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Contencioso-administrativo

Definición: Orden jurisdiccional que se encarga de controlar la correcta actuación de la Administración, con pleno
sometimiento a la ley y al derecho; así como de la resolución de los posibles conflictos entre la Administración y los
ciudadanos, mediante la interposición de los correspondientes recursos contenciosos-administrativos por cualquier
persona en defensa de su derechos e intereses, cuando estos se hayan visto lesionados por la actuación (o la falta
de ella) de la Administración.

Objetivos
Generales
Estudiar y analizar la Jurisdicción Contencioso - Administrativo agotada la vía Administrativa como medio de
ataque a los actos que incurran en inconstitucionalidad o ilegalidad.
Específicos
Analizar el Procedimiento para la interposición del Recurso Contencioso-Administrativo de Nulidad de actos
administrativos de efectos particulares.
Determinar la base constitucional y legal del Recurso Contencioso-Administrativo de Nulidad de actos
administrativos de efectos particulares.
2. Justificación
En toda investigación es necesario justificar el estudio exponiendo sus razones. La mayoría de las investigaciones se
efectúa con un propósito definido, en este caso se atenderá la materia, concepción y modo de aplicación por los
particulares del recurso contencioso-administrativo, en caso de abuso de las autoridades administrativas,
contenidas en actos administrativos de carácter particular.
Aunado a ello, se busca la manera de que el bachiller logre, a través de la teoría básica, aplicar estos conocimientos
e información a su próxima entrada al ejercicio como profesional del derecho.
3. Introducción
La Constitución venezolana vigente, al igual que las de la mayoría de los países de cultura occidental,
consagra sistemas e instrumentos de control destinados a asegurar que los detentadores del Poder Público actúen
ajustados a la legalidad instituida y respondan a los fines superiores que justifican la existencia del Estado.
Los rasgos característicos de nuestra Carta Fundamental, también comunes a la casi totalidad de las Constituciones
contemporáneas, a la vez que posibilitan un adecuado control de los actos y actividades de los entes y autoridades
que ejercen el poder público a fin de evitar cualquier desbordamiento de poder autoritario, garantizan mayor
estabilidad en la vida institucional del país y se erigen en salvaguardia de los derechos individuales de los
ciudadanos.
El ordenamiento jurídico inviste a cada una de las ramas del poder público de amplios poderes de control sobre las
demás, correspondiendo a la judicial el control jurisdiccional de los poderes públicos en su plenitud, ninguna de las
tres ramas que componen el Poder Público escapa al control del órgano jurisdiccional y, particularmente, al control
del tribunal de más alta jerarquía dentro de la estructura judicial venezolana: la Corte Suprema de Justicia.
En efecto, el Tribunal Supremo de Justicia es el único órgano judicial en Venezuela que ejerce en forma exclusiva el
control directo de la constitucionalidad de los actos del Poder Público, lo cual, junto con el control de la legalidad de
tales actos, constituye su función primordial (art. 2 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia).
El control del Poder Judicial lo ejerce el Tribunal Supremo a través de los recursos de Casación (art. 266, ordinal 8
de la Constitución y articulo 42, ords. 31 y 33 L.O.C.S.J.); el del Poder Legislativo (Nacional, Estadal o Municipal),
por medio de la acción de inconstitucionalidad contra las leyes (art. 266, ords. 5 y 6 de la Constitución y art. 42,
ords. 1° y 3° L.O.C.S.J.).
Por otra parte, la constatación de la constitucionalidad y legalidad del actuar del Poder Ejecutivo y otros órganos del
Estado de rango constitucional y autonomía funcional (Consejo Supremo Electoral, Consejo de la
Judicatura, Fiscalía General, Contraloría General y Procuraduría General de la República), se ejerce mediante la
acción de nulidad y de los recursos contencioso- administrativos (Art. 266, ordinal 5 de la Constitución y Art. 42,
ords. 4°, 10 y 12 L.O.C.S.J.).
En el presente trabajo se adentrará al estudio del recurso contencioso administrativo, ya sea por
inconstitucionalidad o por ilegalidad, refiriéndonos, para ello, a la evolución del recurso desde la etapa precedente a
la promulgación de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia hasta la doctrina actualmente elaborada por la
Sala Político-Administrativa en la materia.
4. Jurisdicción contencioso-administrativa
Antecedentes
La expresión contencioso-administrativa procede de la Revolución Francesa. Sin embargo, este concepto expresa
una contradicción que sólo se justifica por los motivos que ocurrieron en su origen, pues se pretendía para la
Administración funciones como la de la justicia.
En efecto, la expresión contencioso administrativo une dos conceptos opuestos: contencioso y administrativo. El
vocablo "contencioso" significa contienda (cuando se comenzó a utilizar en Francia se la entendía como litigio). La
palabra "administrativo", sustantivación de administración, significa dirección ejecutiva de personas y cosas
(cuando comenzó a usarse en Francia representaba la materia correspondiente a esta clase de litigio). Por ello, en su
origen, la prenombrada expresión significó "litigio administrativo", pero, como debían tramitarse ante órganos que
formaban parte de la Administración Pública, se llamó a la actividad correspondiente "jurisdicción contencioso-
administrativa", por consiguiente, el término originariamente comprendía litigios desenvueltos en la
Administración Pública.
Ahora bien, si la expresión "contencioso administrativo" había unido en una sola palabra dos conceptos opuestos, la
nueva frase "jurisdicción contencioso-administrativa", identificaba al mismo tiempo dos funciones más
contradictorias: litigios jurisdiccionales resueltos por órganos de la Administración. En efecto, los vocablos que
integraban la nueva frase se oponían a la teoría de la división de poderes, ya que, la referida frase reconocía
funcionalmente al mismo poder que había dictado o realizado "el entuerto" la facultad de juzgarlo por sí mismo. Es
decir, que la Administración Pública juzgaba como juez sus mismos actos.
Las normas legislativas que crearon la jurisdicción contencioso-administrativa provenían del Decreto del 22 de
diciembre de 1789, que establecía lo siguiente: "Las administraciones de departamentos de distrito no podrán ser
perturbadas, en el ejercicio de sus funciones administrativas, por ningún acto del poder judicial". A su vez, esta
norma fue consagrada en el artículo 3º de la Constitución del año 1791, según el cual: "Los tribunales no pueden
intervenir en las funciones administrativas o citar ante ellos a los agentes de la Administración, por razón de sus
funciones". Posteriormente, estos dispositivos fueron ratificados por la Ley del 16 de Fructidor del año III (2 de
septiembre de 1795), donde se dispuso, que: "Se prohíbe intervenir a los tribunales de conocer los actos de la
administración de cualquier especie que ellos sean".
Por otra parte, sostiene el autor Fiorini, que estas normas prohibitivas y tan excluyentes tenían su fuente en un falso
concepto sobre separación de los poderes estatales que los consideraban autónomos y separados para cada función,
dejando sin ninguna respuesta satisfactoria al fundamental principio de la unidad del orden jurídico. Incluso, señala
el referido autor, que además de este grave error de conceptos, la desviación que significaba el contencioso
administrativo, tenía también su fuente ideológica en la desconfianza que los hombres de la Revolución sentían
contra los Parlamentos del antiguo régimen. Por tanto, la "jurisdicción contencioso-administrativa", conjuntamente
con los elementos sustanciales que la integraban reconocen su causa creadora en accidentes históricos e ideológicos
completamente circunstanciales.
En este sentido, esta jurisdicción contencioso-administrativa, surgida bajo supuestos tan erróneos y
circunstanciales, se introduce en el Estado de Derecho. Y, por ende, la oposición entre los conceptos contradictorios
que dieron origen a la referida jurisdicción, conjuntamente con la ideología que representaba la teoría jurídica del
nuevo Estado, producen una terminología que no concuerda con los principios que corresponden al Estado
moderno, multiplicándose así la confusión reinante en la materia.
Sin embargo, el profesor Moles Caubet ha sostenido que no debemos esforzarnos para definir el contencioso
administrativo, porque su propia denominación nos indica de qué se trata. En efecto, el contencioso administrativo
es, como su nombre lo indica, una contención, una controversia con la Administración y, esa contención o
controversia se produce porque se considera que un acto administrativo es ilegal o ilegítimo, o porque una actividad
administrativa lesiona el derecho subjetivo de un particular.
Ahora bien, el derecho administrativo francés ha dado materialmente origen al régimen administrativo de la
mayoría de los países latinos del mundo occidental, sin embargo, su sistema jurisdiccional administrativo ha tenido
menor influencia en cuanto a su forma, ya que es el producto de una larga evolución y tradición, difícilmente
transportable en bloque a otro sistema jurídico. En efecto, los mismos autores franceses han afirmado que la
jurisdicción administrativa separada de la jurisdicción civil, e integrada en el poder administrador, no es una
necesidad, y que la existencia de un derecho administrativo distinto de un derecho privado no implica
necesariamente esa separación entre un orden jurisdiccional administrativo y un orden jurisdiccional judicial.
Por tanto, es el caso de Venezuela, en donde el derecho administrativo no se construyó con base en los criterios de
distinción entre jurisdicción judicial y jurisdicción administrativa, tan extendido en el derecho administrativo
francés. Por ello, podemos afirmar que la evolución y la concepción de la jurisdicción contencioso-administrativa en
Venezuela es distinta de la que surge en Francia, existiendo al contrario una tradición bastante larga de
una competencia especializada de determinados tribunales para conocer de litigios en los cuales interviene la
Administración, pero integrados en el Poder Judicial.
Origen y evolución del sistema contencioso administrativo venezolano
Los titulares de la función administrativa en un Estado de Derecho, están sometidos a diversos controles que hacen
efectivo el principio de la legalidad, que es postulado que surge con el Estado de Derecho al formularse la necesidad
de que el Estado se someta a la ley, lo que implica que la no sujeción de la Administración a la ley es susceptible de
ser considerada por los tribunales. Por tanto, la jurisdicción contencioso-administrativa ha sido considerada como el
mecanismo más eficaz para hacer efectivo el principio de la legalidad y, por ende, el instrumento más efectivo de
protección de los derechos e intereses legítimos de los administrados frente a la Administración Pública.
En este sentido, el surgimiento de la jurisdicción contencioso-administrativa en Venezuela está íntimamente ligado
con los orígenes mismos de la República. En efecto, la Constitución del 21 de septiembre de 1830, que en opinión de
algunos historiadores constituye nuestra primera Carta Fundamental como Estado autónomo e independiente,
consagra por primera vez la atribución de competencia a la Corte Suprema de Justicia para "conocer de las
controversias que resulten de los contratos o negociaciones que celebre el Poder Ejecutivo por sí solo o por medio de
agentes". Es decir, que se trata de una competencia basada en la responsabilidad contractual de la Administración.
Posteriormente, las Constituciones de 1857 y 1858 no aportan nada especial en el aspecto contencioso, pero la
Carta Magna del 28 de marzo de 1864 sí es muy importante en el orden judicial y en la evolución del contencioso
administrativo, ya que la referida Carta crea en nuestro país dos jurisdicciones: la jurisdicción de los Estados
federados y la jurisdicción Federal en cuya cúspide estaba la Alta Corte Federal, es decir, que como órgano máximo
del Poder Judicial se crea la Alta Corte Federal, que vino a sustituir a la Corte Suprema de Justicia y a la cual se le
otorgan amplias facultades que la convierten en guardián del sistema federal, era la reguladora de la Federación.
Por otra parte, la jurisdicción de los Estados significaba que cada uno de ellos era autónoma e independiente, en
otras palabras, la justicia nacía y moría en cada Estado, es decir, que existían unas Cortes Supremas Estadales, cuyas
decisiones no tenían revisión ante la autoridad judicial federal. Pero, al propio tiempo aplicaban la legislación
nacional civil, mercantil y penal, con lo cual podía producir que cada Estado interpretara las leyes a su manera,
resultando así amenazada la unidad legislativa nacional. Fue por eso que el Presidente Guzmán Blanco el 13 de junio
de 1876 promulgó la Ley que introdujo en Venezuela el recurso de casación, facultándose a la Alta Corte Federal
para conocer del mismo, pero al poco tiempo fue tachada de inconstitucional porque se alegaba que atentaba contra
los principios de la autonomía de los Estados. Sin embargo, es en la Constitución de 1881 cuando se crea la Corte de
Casación, la cual se concibe como un tribunal de los Estados, y la Alta Corte Federal se instituye como un tribunal de
la Federación, es decir, que se establece en nuestro país un régimen de dualidad de jurisdicciones en el Poder
Judicial.
Asimismo, es trascendente la Constitución de 1864, porque en sus Disposiciones Complementarias (artículo 92) se
inició el control jurisdiccional sobre los actos del Congreso o del Ejecutivo Nacional, fuesen actos normativos o actos
de efectos particulares, pero siempre que esos actos violaran los derechos garantizados a los Estados en la
Constitución o atacara su independencia, y la titularidad de la acción correspondía a las Legislaturas Provinciales,
pues de lo que se trataba era de proteger a los Estados federados y no a los particulares individualmente
considerados, sin embargo, con esta disposición se comienza a vislumbrar ya cierto control jurisdiccional sobre las
ramas Ejecutiva y Legislativa del Poder Público.
En la Carta Fundamental de 1893, se establece por primera vez el control jurisdiccional sobre los actos emanados de
autoridades nacionales o del Distrito Federal, por usurpación de autoridad o por decisiones acordadas por
requisición directa o indirecta de la fuerza, o por reunión del pueblo en actitud subversiva. Al respecto, el autor
Henrique Iribarren Monteverde sostiene que la jurisdicción contencioso-administrativa en nuestro país obtuvo
rango constitucional por primera vez en esta Carta Magna.
La Constitución de 1901 consagra varias innovaciones. En efecto, en este Texto Fundamental se introduce por
primera vez la figura del "antejuicio de mérito" cuando se trate de altos funcionarios. Igualmente, da inicio a la
acción popular en el recurso de inconstitucionalidad, tímidamente previsto en la Constitución del año 1893.
En la Carta Fundamental de 1904, el constituyente vuelve a establecer el régimen unitario, cuando se establece un
solo órgano judicial, denominado Corte Federal y de Casación, como tribunal supremo de la Federación y de los
Estados (artículo 91). La fusión de ambas Cortes en una sola, trajo como consecuencia que las atribuciones que
antes les correspondían separadamente, pasaran íntegramente al nuevo órgano creado.
Ahora bien, algunos de los autores patrios consideran que el contencioso administrativo surge en Venezuela a partir
de la Constitución de 1925, pues en esta Carta Magna se afirman los criterios básicos que configuran un sistema
contencioso administrativo.
En efecto, sostiene el profesor Brewer-Carías, que a partir de esta Constitución puede decirse que se inicia en
nuestro país la elaboración del referido sistema separado del control jurisdiccional en materia de
inconstitucionalidad, ya que se estableció por primera vez la posibilidad de que la Corte Federal y de Casación
"declare la nulidad de los Decretos y Reglamentos que dictare el Poder Ejecutivo para la ejecución de las leyes
cuando alteren su espíritu, razón o propósito de ellas" (artículo 120), lo que equivale a un recurso contencioso
administrativo de anulación, pero sólo contra actos administrativos generales o individuales dictados por el
Presidente de la República.
Sin embargo, la autora Josefina Calcaño de Temeltas, sin desconocer que la referida Constitución establece las bases
del contencioso administrativo, sostiene que es más importante el Texto Fundamental del año 1931, por tres
aspectos: porque consagra por primera vez la excepción de ilegalidad oponible en cualquier tiempo; porque
contempla por primera vez un lapso de caducidad para el ejercicio del recurso contencioso administrativo de
anulación (13 meses); y, porque amplía el contencioso administrativo a cualquier caso de ilegalidad o por abuso de
poder de los actos administrativos, es decir, que se comienza hablar de un contencioso administrativo general.
La Constitución de 1936 extiende el control de constitucionalidad que ejerce la Corte a todos los actos del Poder
Público y se establece el lapso de caducidad que sigue siendo de trece meses, sólo con respecto a los actos
administrativos viciados de ilegalidad o abuso de poder, porque si el acto ha violado alguna garantía o derecho
constitucional no se requería ningún término para el ejercicio de la acción.
En la Carta Magna de 1945 se suprime la competencia de los Estados federados en materia de administración de
justicia, la cual se reserva a la competencia del Poder Federal (artículo 15, ordinal 7º), es decir, que a través de esta
Constitución se nacionalizó el Poder Judicial, pues la administración de justicia de los Estados pasó a la reserva
legal de la Nación.
Posteriormente, la Constitución de 1947 utiliza por primera vez el término "procedimiento" para referirse al
contencioso administrativo (artículo 220, ordinales 10º y 12º). Sin embargo, la Carta Fundamental del año 1953 que
deroga la Constitución del año 1947, significa una regresión en la evolución constitucional del Máximo Tribunal de
la República y del propio contencioso administrativo, porque al enumerar las competencias de la Corte Federal se
eliminó la de conocer la nulidad de los actos administrativos por ilegalidad o abuso de poder. En este sentido, el
sistema contencioso administrativo pierde el rango constitucional que venía ostentando hasta ese momento y pasa a
ser de naturaleza legal, ya que, es en la Ley Orgánica de la Corte Federal de 1953 donde se le incluye, atribuyendo
competencia a la referida Corte para "conocer en juicio contencioso de las acciones y recursos por abuso de poder y
otras ilegalidades de las Resoluciones Ministeriales, y en general de los actos de la Autoridad Administrativa, en
cualesquiera de sus ramas Nacionales, Estadales y Municipales" (artículo 7º, ordinal 9º).
Con la Constitución de 1961 se consolida el sistema contencioso administrativo, previsto en el artículo 206, que
prevé: "La jurisdicción contencioso-administrativa corresponde a la Corte Suprema de Justicia y a los demás
tribunales que determine la ley.
Los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa son competentes para anular los actos administrativos
generales o individuales contrarios a derecho, incluso por desviación de poder; condenar al pago de sumas
de dinero y a la reparación de daños y perjuicios originados en responsabilidad de la administración, y disponer lo
necesario para el restablecimiento de las situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad administrativa".
Actualmente, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela sostiene la base contencioso-adnimistrativa
en el articulo 259, prevé en la misma tónica de la Constitución anterior, lo siguiente:
"La jurisdicción contencioso-administrativa corresponde al Tribunal Supremo de Justicia y a los demás tribunales
que determine la ley. Los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa son competentes para anular los
actos administrativos generales o individuales contrarios a derecho, incluso por desviación de poder; condenar al
pago de sumas de dinero y a la reparación de daños y perjuicios originados en responsabilidad de la administración,
conocer de reclamos por la prestación de servicios públicos; y disponer lo necesario para el restablecimiento de las
situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad administrativa".
Por consiguiente, en nuestro país, con base en esta norma constitucional se ha construido la teoría del contencioso
administrativo. Es decir, que el artículo 259 de nuestra Carta Fundamental, contiene, por sí solo, todo un sistema
contencioso administrativo.
Sin embargo, el contenido de este precepto no fue desarrollado hasta 1976, cuando se promulgó la Ley Orgánica de
la Corte Suprema de Justicia. En efecto, la referida ley constituye un elemento fundamental en la evolución del
contencioso administrativo, porque en sus Disposiciones Transitorias establece toda una organización estructural de
la jurisdicción contencioso-administrativa y, además, en su articulado se regula una serie
de procedimientos respecto a las acciones y recursos que se instauran ante la prenombrada jurisdicción.
Asimismo, debemos señalar que cuando el artículo constitucional establece que la jurisdicción contencioso-
administrativa corresponde al Tribunal Supremo de Justicia y a los demás tribunales que determine la ley, esa ley a
la que se refiere el constituyente no es la ley que organiza el funcionamiento del Supremo Tribunal de la República,
sino la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-administrativa, la cual aún no ha sido dictada, sin embargo,
existe un proyecto propuesto por la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE).
Por consiguiente, de lo expuesto, podemos concluir que en Venezuela, la jurisdicción contencioso-administrativa
surge en materia de contencioso de anulación en la Carta Fundamental del año 1925 y, en materia de demandas
contra los entes públicos, en el ámbito contractual, en la Constitución de 1830, como un recurso judicial especial
para la Administración Pública, siendo la Carta Magna de 1947 la primera en emplear la expresión "procedimiento
Contencioso-administrativo".
Igualmente, podemos afirmar, que bajo la vigencia de la Constitución del 2000, nuestro sistema de control de la
legalidad de los actos administrativos es judicialista, pues ha sido el Poder Judicial a través del Tribunal Supremo de
Justicia y los demás tribunales que determine la ley, y no otro poder, el competente para hacerlo.
En efecto, de la lectura del artículo 259 de la Carta Fundamental se desprende el carácter judicial de la jurisdicción
contencioso-administrativa en Venezuela, particularmente, al establecer que la referida jurisdicción corresponde "al
Tribunal Supremo de Justicia y a los demás tribunales que determine la Ley". Por tal razón, la jurisdicción
contencioso-administrativa es completamente judicial, sin que sea posible separarla del resto de las jurisdicciones
que integran el sistema judicial venezolano y, en este sentido, le son aplicables todas las exigencias que la
Constitución establece para los tribunales, sin distinción alguna mientras la propia Carta Fundamental no las
establezca expresamente.
5. Definición y objeto de la jurisdicción contencioso-administrativa.
La garantía del principio de la legalidad aplicado a la Administración Pública, consecuencia del Estado de Derecho,
está en la posibilidad abierta constitucionalmente a los particulares de poder someter los actos, hechos y
actuaciones de la Administración a control por órganos judiciales especializados, que conforman, en el caso
venezolano, la denominada "jurisdicción contencioso-administrativa", prevista en el artículo 259 de nuestra Carta
Fundamental.
El sistema contencioso administrativo exhibe tres elementos esenciales, a saber: el órgano, la materia y el
procedimiento. Al respecto, la materia contencioso-administrativa es el elemento importante en todo sistema ya que
impone la intervención de la jurisdicción contencioso-administrativa. Al respecto, cabe destacar, que nuestra
Constitución de 1999 con entrada en vigencia en el 2000 (artículo 259) define cuál es el objeto de la jurisdicción
contencioso-administrativa, es decir, que en Venezuela, el contenido de la materia contencioso-administrativa ha
sido obra del constituyente.
En efecto, el artículo 259 constitucional establece una cláusula general de la competencia de la referida jurisdicción
especial, de ahí que, la jurisdicción en estudio, constitucionalmente garantizada, se refiere al contencioso de los
actos administrativos generales o individuales contrarios a derecho (en nuestro sistema no hay acto administrativo
que pueda escapar al control judicial), de los contratos y de las actuaciones u omisiones de la Administración
susceptibles de ocasionar la responsabilidad patrimonial.
Por tanto, y en razón del principio de revisibilidad consagrado constitucionalmente, se puede afirmar que todo acto
de la Administración Pública está sujeto a revisión.
En este sentido, ha sostenido el Tribunal Supremo, en Sala Político-Administrativa, en fallo de fecha 11 de mayo de
1981, con ponencia de la Magistrado Josefina Calcaño de Temeltas, lo siguiente: "de acuerdo con la letra
constitucional no puede discutirse que ningún acto administrativo está exento del control jurisdiccional...".
Asimismo, la referida Sala de nuestro Alto Tribunal, en sentencia del 5 de abril de 1984, con ponencia del
Magistrado Domingo Coronil, asentó: "En efecto, todos los actos de la Administración Pública están sometidos al
control jurisdiccional (regla general) y por lo mismo, todo acto administrativo puede ser revisado en vía
contencioso-administrativa, por ordenarlo así nuestra Carta Magna...".
Igualmente, el Tribunal Supremo, en sentencia de fecha 11 de agosto de 1993, con ponencia del Magistrado Farías
Mata, ratificó dicho criterio, al señalar que: "La jurisdicción contencioso-administrativa ha sido establecida para
revisar si la Administración ha permanecido fiel a su eje, el principio de legalidad; en consecuencia, abarca, sin
excepción, a todos los actos administrativos...".
Como puede observarse, en el sistema venezolano es inadmisible justificar cualquier teoría de los supuestos actos
excluidos del control contencioso administrativo. En este orden de ideas, afirma el profesor Brewer-Carías que todos
los actos administrativos, por cualquier motivo de contrariedad al derecho (inconstitucionalidad o ilegalidad) están
sometidos al control judicial por los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa y, por ende, cualquier
exclusión de control respecto de actos administrativos específicos, sería inconstitucional, sea que dicha exclusión se
haga por vía de ley o por las propias decisiones de los tribunales, especialmente, de la propia Corte Suprema de
Justicia.
En efecto, es el caso de la tesis jurisprudencial que ha sostenido que los actos administrativos sometidos al control
de los tribunales que integran la jurisdicción contencioso-administrativa son sólo aquellos sujetos al derecho
administrativo.
Pero es necesario advertir, que según criterio de la extinta Corte Federal de fecha 3 de Diciembre 1959, expresó: "no
todo acto emanado de una autoridad administrativa, constituye un acto administrativo susceptible de entrar en la
esfera de la jurisdicción contencioso-administrativa. Por consiguiente, en toda pretensión que se proponga ante el
órgano jurisdiccional contencioso-administrativo, debe examinarse previamente si cae dentro de la esfera de esta
jurisdicción por estar fundada en preceptos de Derecho administrativo; porque, ni una pretensión de este tipo puede
ser deducida ante jurisdicción distinta, ni una pretensión con otro fundamento podrá ser examinada ante la
jurisdicción contencioso-administrativa".
Como puede observarse, esta tesis implicaba que no todo acto administrativo era susceptible de ser controlado por
la jurisdicción contencioso-administrativa, pudiendo quedar excluidos del conocimiento de la misma ciertos actos
que no pudieran referirse a relaciones jurídico-administrativas.
Por tanto, al no haberse establecido relación alguna de derecho administrativo en el objeto del contrato, la Corte se
declaró incompetente para conocer de la nulidad demandada por vía del recurso contencioso administrativo.
No obstante, cabe destacar, que la antigua Corte Federal, ya se había pronunciado de manera similar en fallo de
fecha 23 de febrero de 1950, con ponencia del Magistrado Rafael Angel Camejo, mediante el cual señaló, respecto a
los actos administrativos, lo siguiente: "Las declaraciones de la voluntad del Poder Ejecutivo Federal cuando obra en
el ejercicio del jus imperii, constituyen los verdaderos actos administrativos, esto es, actos que emanan directamente
de su potestad administrativa y que por tanto, están sometidos al derecho público (Político, Constitucional,
Administrativo, etc.); en cambio, las declaraciones de voluntad del Ejecutivo Federal, que tienden, no a crear o a
regular coactivamente situaciones jurídicas frente al Poder Público, sino a ‘constituir, reglar, transmitir, modificar o
extinguir’ convencionalmente con los particulares vínculos jurídicos de derecho privado, no son actos
administrativos, en el sentido propio y exacto de la expresión, sino actos de derecho privado, regidos en
consecuencia por éste".
Por ello, al ser materia de derecho privado, la misma escapa del control de la jurisdicción contencioso-
administrativa y, en consecuencia, la Corte declaró que carecía de competencia para conocer de
la demanda interpuesta.
Por otra parte, la Procuraduría General de la República sostuvo en 1967 que los actos de registro son actos
administrativos dictados en ejercicio de la función administrativa y, por ende, son susceptibles de recurso
contencioso administrativo. Sin embargo, el profesor Gonzalo Pérez Luciani ha señalado que la Sala Político-
Administrativa de nuestro Máximo Tribunal no es competente para conocer de la nulidad de los actos de un
Registrador Público por ser actos de la Administración regidos por el derecho privado.
En este orden de ideas, sostiene el profesor Brewer-Carías que siendo la actividad de registro una actividad
cumplida por autoridades administrativas (Registradores) gestionando un servicio público, y en ejercicio de la
función administrativa, es indudable que la misma es actividad administrativa y los actos de registro son actos
administrativos, a pesar de que los mismos puedan referirse o tener por objeto actos jurídicos privados.
La Administración del derecho privado comprende todos los actos administrativos con los cuales la autoridad
administrativa puede ser llamada a tomar parte en la formación de actos jurídicos de los particulares, y entre ellos se
incluyen los actos de registro. En todo caso, la tesis restrictiva del control de los actos administrativos es contraria a
nuestro Texto Fundamental y a la tendencia general de la universalidad del control contencioso administrativo que
no admite actos administrativos excluidos de control. Sin embargo, a pesar que la propia Corte Suprema de Justicia
ha reconocido la tendencia universal y ampliación del referido control, la misma en sus distintos fallos ha excluido
del control contencioso administrativo a ciertos actos por considerar que los mismos no están sujetos al derecho
administrativo.
En el caso particular, la Corte ratificó el criterio sostenido en sentencia de la Corte Federal del 03.12.1959 y, por
ende, sostuvo que el acto impugnado no había sido dictado en ejecución de normas de derecho administrativo.
Al respecto, sostuvo nuestro Alto Tribunal, que: "...por definición el Contencioso-administrativo se justifica cuando
las situaciones jurídicas de los particulares en sus relaciones con la Administración estén reguladas por normas de
Derecho Administrativo (por ejemplo, relaciones de empleo público, servicios públicos, ejercicio de derechos cívicos,
etc.). Moles Caubet, Antonio: "Contencioso-administrativo en Venezuela". su competencia y la de los otros órganos
de la jurisdicción contencioso-administrativa, en lo atinente a los recursos contencioso-administrativos de
anulación ha de quedar circunscrita al conocimiento de las pretensiones que se dirijan a impugnar los actos
emitidos por los órganos de la Administración Pública en ejecución de normas de Derecho Administrativo y, por
consiguiente, se encuentran excluidos del control de esa misma jurisdicción los actos de la Administración Pública
emitidos con arreglo a otras ramas del ordenamiento jurídico positivo (civil, mercantil, laboral, etc.)".
Sin embargo, en opinión del profesor Peña Solís, a través de este fallo queda expuesto el concepto de derecho
administrativo como "sistema normativo", el cual, tiene además del significado propio de esa rama del Derecho, la
connotación de un indicador de la competencia de la jurisdicción contencioso-administrativa, en lo atinente a los
recursos de nulidad interpuestos contra actos emanados de la Administración Pública.
Como puede apreciarse, el Tribunal Supremo de Justicia e, incluso, la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo, han adoptado un criterio impreciso para definir la competencia de los órganos de la jurisdicción
contencioso-administrativa limitando la misma al conocimiento de los actos administrativos sometidos al derecho
administrativo, es decir, que los litigios que surgen de un acto sujeto al referido derecho deberán someterse a la
jurisdicción contencioso-administrativa y todos aquellos litigios que surgen de actos no referidos al derecho
administrativo (civil, mercantil, laboral, etc.) deberán estar sometidos al conocimiento de la jurisdicción ordinaria.
Solucion de la ley organica de la corte suprema de justicia
Bajo la vigencia de la Ley de la Corte Federal, el procedimiento aplicable a las acciones o recursos de nulidad se
determinaba por la categoría de la norma infringida, si la disposición era de rango constitucional, el acto se reputaba
inexistente y en consecuencia, podía ser atacado por cualquier ciudadano (acción popular); la acción era
imprescriptible y los efectos de la decisión absolutos. Si por el contrario, la norma infringida era de rango legal, se
aplicaba un procedimiento diferente, pues se establecía un lapso de caducidad, se requería un interés calificado en el
recurrente, el juicio era contradictorio y el fallo podía o no tener efecto retroactivo. En otras palabras, se distinguía
entre la infracción de la norma constitucional o de la norma legal y se aplicaba en cada caso un procedimiento
diferente: el llamado "recurso de inconstitucionalidad" contra actos de efectos generales o de efectos particulares y
"recurso de ilegalidad" ejercido, también, contra actos de la Administración Pública independientemente de sus
efectos.
La Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia modificó la situación descrita, tanto en el ámbito conceptual, como
estructural y procedimental, particularmente por lo que atañe al contencioso- administrativo.
En efecto:
A nivel estructural, en razón de la circunstancia antes resaltada y en virtud de la interpretación que
la jurisprudencia del Tribunal Supremo de Justicia había hecho en los últimos años al señalar que los asuntos
enumerados en los ocho ordinales del artículo 266 de la Constitución de la República, constituyen la competencia
originaria o constitucional del Máximo Tribunal de la República, y que por tanto esa competencia era inmodificable
y no podía ser alterada por el legislador a menos que fuera autorizado a ello por una norma expresa del
constituyente, pero que si podía en cambio el legislador ordinario, de acuerdo con el ordinal 9 del mismo artículo
266 de la Constitución, según el cual el Tribunal tiene "las demás competencias que le atribuya la ley", ampliar o
alterar la competencia de las Salas que integran el Tribunal en aquellos aspectos no previstos por el constituyente,
así como modificar la competencia que le hubiere sido atribuida al Tribunal mediante otras leyes y no por la
Constitución, y tomando en cuenta además de lo anterior, que la única competencia originaría en lo que al
Contencioso-administrativo se refiere está únicamente referida a la nulidad de los actos administrativos del
Ejecutivo Nacional (Art. 266 ord. 5), el legislador, por medio de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia,
atribuyó a órganos jurisdiccionales diferentes a la Sala Político-Administrativa (los Tribunales Superiores en lo Civil
y Contencioso- Administrativo), el conocimiento en primera instancia, de los asuntos originados por la actividad de
la administración Estadal o municipal, y por otra parte, creó lo que hoy conocemos como la Corte Primera de lo
Contencioso-administrativo, a la cual corresponde el conocimiento de los asuntos antes señalados en segunda
instancia, así como de otras cuestiones de naturaleza administrativa que hasta entonces conocía y decidía la Corte
Suprema de Justicia, en Sala Político- Administrativa.
De esta forma, se estructuró la jurisdicción contencioso-administrativa en Venezuela, en las Disposiciones
Transitorias de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, mediante la introducción en el orden judicial
venezolano de dos figuras propias de la ciencia administrativa, como son la "descentralización" de atribuciones y la
"desconcentración" de actividades. Con ellas se persiguió una doble finalidad: acercar la justicia a los administrados,
facilitando la acción de los particulares en determinada clase de cuestiones de orden contencioso respecto a las
cuales pueden ahora ejercer las correspondientes acciones o recursos en sus respectivas circunscripciones judiciales;
y de otro lado, se procuró descargar a la Sala Político-Administrativa del conocimiento de los juicios contencioso-
administrativos derivados de la acción de la administración regional o local.
En lo que se refiere al aspecto procedimental, la solución fue aún más importante y si se quiere revolucionaria para
la evolución del contencioso- administrativo en Venezuela. Con fundamento en el dispositivo contenido en el
artículo 259 de la Constitución de la República Bolivariana, según el cual los órganos de la jurisdicción contencioso-
administrativa son competentes para anular los actos administrativos generales o individuales "contrarios a
derecho", expresión que ha sido entendida por el tribunal en su expresión más amplia, o sea, que la contrariedad al
derecho implica tanto inconstitucionalidad como ilegalidad propiamente dicha, introdujo una distinción en los
procedimientos de nulidad no basada ya en el vicio que se alegaba contra el acto (inconstitucionalidad o ilegalidad),
sino más bien, en la naturaleza misma del acto, es decir, si se trata de un acto de efectos particulares o un acto de
efectos generales.
A decir del proyectista, la diferencia de procedimientos consagrados en el proyecto, estriba en la forma que reviste el
acto. Si el acto es de carácter general, emanado de los cuerpos legislativos nacionales, estadales o municipales, o del
Poder Ejecutivo Nacional, se aplica el procedimiento de la acción de nulidad prevista en la Sección Segunda,
Capitulo II del Titulo V. Si ese acto general es atacado por razones de inconstitucionalidad, su conocimiento
corresponde a la Corte en Pleno, y silo es por razones de ilegalidad, conoce la Sala Político-Administrativa, pero el
procedimiento es siempre el mismo, el de la acción de nulidad, que viene siendo una acción popular, que reúne las
otras características propias de este tipo de juicio, como ausencia de lapso de caducidad, etc.
Por otro lado, "si el acto impugnado es un acto de efectos particulares, dictado por cualesquiera de los Poderes
Públicos actuando en función administrativa, se consagra también un procedimiento único para su tramitación, que
es el procedimiento del recurso contencioso administrativo de anulación, desarrollado en la Sección Tercera del
mismo Capitulo II, Titulo V."
No hace diferencia entonces la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, en cuanto al vicio que afecta al acto,
sino entre los actos de efectos generales y los actos de efectos particulares distinción que, a decir del proyectista, si
se refleja en las cuestiones que se plantean sobre el procedimiento.
En efecto, según el proyectista, "el recurso contencioso- administrativo, por versar sobre un acto de efectos
particulares, es decir, un acto que se concreta a una determinada persona o a una categoría de personas
perfectamente individualizadas, es un recurso subjetivo y, en consecuencia, exige un interés calificado en el
recurrente, un lapso para impugnar el acto y ciertos requisitos en cuanto a la documentación de la demanda. El acto
general, en cambio, por ser un acto que afecta en igual medida a toda la colectividad o a un sector de la misma cuyos
componentes no se pueden identificar, como recurso objetivo requiere un tratamiento especial para impugnarlo, en
cuyo caso se justifica la acción popular.
Y en el aspecto conceptual, el legislador de la Corte adopta una noción amplia del contencioso- administrativo, al
hacer recaer en el ámbito de control de la jurisdicción contencioso- administrativa, todos los actos, hechos u
omisiones derivados de la actuación de las administraciones públicas, en todos sus niveles, o de otros órganos del
Estado actuando en función administrativa, tal como se desprende del articulado de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia.
Así pues, quedó establecido un sistema de recurribilidad en la Ley Orgánica de la Corte Suprema de justicia, que
durante ya dos décadas, ha servido de base a la justicia administrativa para ejercer la competencia que le atribuye el
articulo 259 de la Constitución de la República.
El artículo 259 del Texto Fundamental precisa la competencia de los órganos de la jurisdicción contencioso-
administrativa para anular los actos administrativos contrarios a derecho, pero el mismo no distingue entre actos
administrativos sujetos o no al derecho administrativo, por lo que sólo el planteamiento de esta posibilidad es
inconstitucional. Por ende, no tiene sentido la definición de la jurisdicción contencioso-administrativa referida sólo
a conocer de actos administrativos sujetos al derecho administrativo.
Derecho Comparado
Lo que ha sucedido es que nuestro Alto Tribunal ha interpretado inadecuadamente el texto del artículo 1º de la Ley
de la Jurisdicción Contencioso-administrativa española (27 de diciembre de 1956), que dispone:
"Artículo 1:
1.
2. La Jurisdicción Contencioso-administrativa conocerá de las pretensiones que se deduzcan en relación con los
actos de la Administración pública sujetos al Derecho administrativo y con las disposiciones de categoría
inferior a la Ley.
3. Se entenderá a estos efectos por la Administración pública:

a) La Administración del Estado, en sus diversos grados. b) Las entidades que integran la Administración local; y c)
Las Corporaciones e Instituciones públicas sometidas a la tutela del Estado o de alguna Entidad local".
Como puede apreciarse, la nota que delimita la jurisdicción contencioso-administrativa del sistema español es el
derecho administrativo. La actuación que se pide al órgano jurisdiccional está fundada en el derecho administrativo.
Al respecto, para averiguar qué actos de la Administración Pública están sujetos al derecho administrativo y qué
actos de la Administración Pública no están sujetos al derecho administrativo, la Ley de la Jurisdicción Contencioso-
administrativa consagra en sus artículos 2º y 3º, que:
"Artículo 2: No corresponderán a la Jurisdicción contencioso-administrativa:
 Las cuestiones de índole civil o penal atribuidas a la Jurisdicción Ordinaria, y aquellas otras que, aunque
relacionadas con actos de la Administración pública, se atribuyan por una Ley a la Jurisdicción Social o a otras
jurisdicciones.

 Las cuestiones que se susciten en relación con los actos políticos del Gobierno, como son los que afecten a la
defensa del territorio nacional, relaciones internacionales, seguridad inferior del Estado y mando y organización
militar, sin perjuicio de las indemnizaciones que fueren procedentes, cuya determinación sí corresponde a la
Jurisdicción contencioso-administrativa.

 Las decisiones de cuestiones de competencia entre la Administración y las Jurisdicciones ordinarias o especiales
y las de conflictos de atribuciones".

"Artículo 3: La Jurisdicción Contencioso-administrativo conocerá de:


 Las cuestiones referentes al cumplimiento, inteligencia, resolución y efectos de los contratos, cualquiera que sea
su naturaleza jurídica, celebrados por la Administración pública, cuando tuvieren por finalidad obras y servicios
públicos de toda especie.

 Las cuestiones que se susciten sobre la responsabilidad patrimonial de la Administración pública; y

 Las cuestiones que una Ley le atribuya especialmente".

No hay ley que contenga una definición del derecho administrativo.


Por otra parte, la frase "actos de la Administración pública sujetos al Derecho Administrativo", nos indica, a
contrario sensu, que, según el legislador, existen actos de la Administración Pública no sujetos al derecho
administrativo o, con otras palabras, que el derecho administrativo no es el derecho regulador de toda la actividad
de la Administración.
En efecto, como hemos afirmado con anterioridad, no toda la actividad de la Administración Pública está sujeta al
derecho administrativo, ya que la misma puede estar sujeta, igualmente, al derecho privado (civil, mercantil,
laboral, etc.).
No obstante, debe señalarse que todo acto administrativo sí está sujeto al derecho administrativo, porque hablar de
acto administrativo equivale a calificarlo de acto sujeto al derecho administrativo, pero lo que no puede darse es que
un acto administrativo o una Administración Pública sólo se rija por el derecho privado.
En este sentido, debe distinguirse que una cosa es hablar de "actos de la Administración Pública", los cuales pueden
estar sometidos al derecho administrativo o al derecho privado, con preponderancia de uno u otro; y, otra cosa de
"actos administrativos", porque si bien es cierto, que todo acto administrativo es un acto de la Administración
Pública, no todos los actos que emanan de la Administración Pública son actos administrativos.
Sin embargo, ha sido nuestro Alto Tribunal, a través de sus distintos fallos, el que ha confundido estas nociones,
resolviendo de manera errónea, que algunos actos administrativos no están sujetos al derecho administrativo. En
todo caso, debe reafirmarse que no hay actos de la Administración Pública exento de control jurisdiccional y, por
ello, es inadmisible cualquier teoría de los supuestos actos excluidos del control contencioso administrativo.
6. Fundamento Legal
Los procedimientos ordinarios contencioso administrativos a los que se limita este estudio tienen su fundamento
legal en:
Primeramente en la Constitución Bolivariana de la República de Venezuela, como Carta Fundamental de la cual
derivan las leyes, en su artículo 259 y 266 ordinal 5.
Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia: en sus artículos 181 a 187, disposiciones transitorias hasta tanto se
dicte una ley especial de la así llamada jurisdicción contencioso administrativa.
En el 42 y 43, establecen las competencias contenciosas administrativas de la Corte en Sala Político-administrativa.
En el 81 al 102, disposiciones generales de los procedimientos ante la Corte.
Del 103 al 111, demandas contra la República.
Del 112 al 120, recurso de nulidad de los actos de efectos generales y a la vez del recurso de inconstitucionalidad de
las leyes.
Del 121 al 129, recurso contencioso administrativo de nulidad (actos de efectos particulares).
Del 140 al 137, disposiciones comunes a los procedimientos contenciosos.
El 42 numeral 23, recurso contra la abstención.
En el 42 numeral 24, recurso de interpretación.
También mencionaremos la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales cuyos artículos 5
y 8 modifican profundamente el contencioso administrativo ordinario.
Igualmente se observa un procedimiento incipiente en la Ley de Carrera Administrativa en su Título VI, artículos
64,65 y 66.
Asimismo, la Ley Orgánica de la Procuraduría General de la República y la Ley Orgánica de Hacienda Pública
Nacional, Ley Orgánica de Régimen Presupuestario y Ley Orgánica de Régimen Municipal contienen normas
fundamentales relativas a representación de la República, privilegios procesales y ejecución de las sentencias.
La Resolución de fecha 20 de diciembre de 1994 N° 88 de la Presidencia de la República, creó diez circunscripciones
especiales para lo contencioso-administrativo por regiones a lo largo del país, a saber: Capital, Central, Centro
Norte, Centro Occidental, Occidental, Los Andes, Sur, Nor-Oriental, Sur Oriental, Bolívar y Amazonas.
Bases y poderes del juez contencioso-administrativo segun la constitution bolivariana
Las bases tradicionales son las que han impuesto en el contencioso administrativo del control de legalidad de la
actividad administrativa, de una parte, limitaciones al juez (derivadas de las prerrogativas de la Administración) y,
de la otra, poderes al juez contencioso administrativo, que lo distinguen del juez ordinario, y que inciden en la
actividad judicial que estos cumplen.
1. La primera base tradicional del contencioso francés (un límite) es la prohibición de juzgar el mérito, la
conveniencia del acto, y aun en materia de legalidad, la prohibición de sustitución en la labor administrativa,
lo cual ha incidido negativamente en el tema de la ejecución de los fallos judiciales.
2. La segunda, el carácter objetivo del control, lo que da lugar a un procedimiento en el que juez tiene poderes
inquisitivos - ampliación de sus poderes- al punto de que se admite la declaración de vicios de orden público
no denunciados.
3. La tercera, los privilegios y prerrogativas de la Administración (límites también, en cuanto a la ejecución de los
fallos, privilegios probatorios, por ejemplo), que a la vez han llevado al reconocimiento de poderes al Juez
contencioso para equilibrar la desventaja del particular recurrente y garantizar una tutela judicial efectiva,
como seria la actividad probatoria del juez, la solicitud de los antecedentes administrativos y los poderes
cautelares, entre otros.

Dentro de los aportes de la constitución de 1999 con vigencia 2000, tenemos:


1. Específicamente, puede decirse que aporta la posibilidad de resolver las reclamaciones que se presenten en
materia de servicio público, pues el artículo 259. Que hoy consagra la jurisdicción contencioso administrativa
innova al incluir este aspecto como parte de sus competencias.
2. Debe sin embargo decirse ya esta materia, en algunos casos estaba en el ámbito de conocimiento del
contencioso (en el caso de actos o contratos en materia de servicios públicos, que por administrativos estaban
bajo el ámbito de tal jurisdicción). Pero esta nueva regulación sin duda ahora lo ampliaría a otros aspectos que
presentaron dudas en el pasado y que eran conocidos por la jurisdicción ordinaria (caso amparo en materia de
servicios, recuérdese amparo CSB Vs. Electricidad de Caracas)
3. También (en el tema de las competencias) la sujeción al contencioso electoral al aún puede considerarse como
parte del contencioso administrativo y no de manera autónoma, dado el surgimiento de un nuevo Poder
Electoral), de las materias relativas a los procesos electorales de Sindicatos, gremios y partidos políticos y
otras Organizaciones de la sociedad civil. Partidos políticos y sindicatos se hallaban en el pasado en una
especie de limbo, pues eran rechazados por el contencioso administrativo y no encontraban cabida en la
jurisdicción ordinaria,
4. En materia de responsabilidad aporta, la precisión que se hace respecto a que ella abarca tanto el
funcionamiento normal como anormal del servicio y cualesquiera actuaciones públicas, no sólo
administrativas, sino también judiciales, legislativas, ciudadanas o electorales, precisión que si bien no hizo el
artículo 140, se encuentra en la exposición de dudosa legitimidad.
5. Aporta el reconocimiento de la legitimación de los intereses colectivos o difusos (art. 26).
6. Aporta la garantía de la oportunidad de la justicia al eliminar las dilaciones indebidas y los formalismos
innecesarios y reposiciones inútiles (artículo 26), lo cual debe contribuir a flexibilizar el contencioso, sin que se
lleguen a excesos como algunos casos que se han presentado (por ejemplo, la determinación de la competencia
por la Casación Social en una demanda laboral, en la cual ordenó al TCA diera un plazo al recurrente y le
indicara como debía plantear la querella) y que dieron lugar a la precisión del Tribunal Supremo de Justicia en
distinguir ente las formalidades y los formalismos, cosas distintas.
7. La constitucionalizarían del control difuso (artículo 334).
8. Aporta mayor independencia cuando da autonomía presupuestaria al Poder Judicial, en general, y le confía el
régimen administrativo y disciplinario al Máximo Tribunal.

Características

Es una competencia especializada, que no jurisdicción especial, el procedimiento es contencioso, subjetivo y dispositivo.

FUNCIÓN ESTATAL: La jurisdicción ha sido definida como la función estatal por la cual éste obra y actúa, para asegurar y
garantizar el rigor práctico del derecho, para quien quiera y contra cualquiera que fuere (aun contra sus propios oficios,
si es necesario), promoviendo y controlando su observancia o reprimiendo los hechos cometidos iniura, o poniendo (o
constriñendo a poner) remedio a las consecuencias de eventuales transgresiones.

Y esta función estatal es única si bien puede haber actos de los restantes poderes que se asemejan a la función
jurisdiccional tales como el juicio político por el Congreso o los así llamados en la doctrina venezolana actos cuasi
jurisdiccionales, pero sólo en ejercicio de la función jurisdiccional se producen decisiones con fuerza de cosa juzgada,
elemento que debe añadirse a la definición de Redenti ya dada. No existen distintas jurisdicciones sino distintas
competencias siendo éstas: "una medida de la jurisdicción... es la potestad de jurisdicción para una parte del sector
jurídico: aquel específicamente asignado al conocimiento de determinado órgano jurisdiccional".
Procedimiento Contencioso: Lo contencioso es definido como:

"Por oposición a 'gracioso', se dice de las decisiones que resuelven un litigio trabado entre dos o más partes".

Y tal es el caso de los procedimientos que estudiamos desde que hay ciertamente partes desde el momento que el
legitimado busca la satisfacción de una pretensión, busca que la administración se someta a la orden del juez y satisfaga
su reclamo coactivamente y no ya en virtud de la auto tutela de la administración sino en base al sometimiento del
ejercicio del poder público a la legalidad y el derecho de accionar en defensa de los derechos e intereses que le
corresponde como afectado.

La existencia de partes se desprende de los artículos 112, 111 y 121 de la L.O.C.S.J. y fue reconocido por el T.S.J. en julio
de 1990, que ratifica lo establecido el 21 de noviembre de 1974, en el sentido que: "Este interés que en el recurso
contencioso ostentan las partes, entendiéndose por tales las que han establecido una relación jurídica, con la
administración pública, o todo aquel a quien la decisión administrativa perjudica en su derecho o interés legítimo".

Naturaleza Objetiva: Con respecto al recurso contencioso administrativo de nulidad se pretendía que tiene naturaleza
objetiva, pues no se disputa sino en defensa de la legalidad, se trata de anular el acto si es contrario a derecho o
mantenerlo en caso contrario: "la cuestión que debe resolver el juez es de derecho objetivo".

Es Un Proceso Dispositivo: Ajustados a la ley se observa que en el artículo 82 L.O.C.S.J. se dice: "La Corte conocerá de los
asuntos de su competencia a instancia de parte interesada, salvo en los casos en que pueda proceder de oficio de
acuerdo a la ley".

Con lo cual se hace referencia a uno de los aspectos básicos del principio dispositivo "nemo iudex sine actore" a lo cual
además debe sumarse que de acuerdo al artículo 88 ejusdem da carácter supletorio al Código de Procedimiento Civil,
por lo tanto hace aplicable el articulo 12 C.P.C. que le exige al juez "atenerse a lo alegado y probado en autos".

Muestra del carácter dispositivo se ven además en la exigencia de los artículos 113 sobre el libelo de la demanda o el
131 cuando hace depender la condena a la administración al que así se haya solicitado.

Sin embargo, no debe concluirse que el juez contencioso administrativo como el juez civil hasta 1986, al menos en
teoría, "es de palo", como se dice en la jerga forense, pues en la L.O.C.S.J. hay antecedentes de la filosofía del artículo 14
C.P.C. según el cual el juez es el director del proceso. Quien redactó la norma no se ha paseado últimamente por
nuestros abarrotados tribunales o tomado en cuenta que el T.S.J. se ha visto obligada a aumentar su número de
relatores y que ha debido recurrir a formalismos exagerados para descargarse de trabajo. Así, hay una serie de artículos
que introducen elementos inquisitivos en el proceso contencioso administrativo sin que se convierta en un proceso
regido por el principio Inquisitivo.
8. Recurso contencioso-administrativo de nulidad de actos administrativos de efectos particulares

El recurso contencioso de nulidad de actos administrativos de efectos particulares que corresponde en la doctrina
francesa al recurso por exceso de poder, se encuentra fundado en la Constitución Nacional en su art. 259 que atribuye
competencia a los órganos contenciosos para anular los actos administrativos individuales contrarios a derecho y cuyo
procedimiento regula la L.O.C.S.J., arts. 121 a 129 y 130 a 137, estas últimas disposiciones aplicables igualmente al
recurso de nulidad de actos de efectos generales.

Pero como la Constitución Nacional en su art. 259, establece además de la nulidad del acto la posibilidad de condenar a
la reparación de los daños o al restablecimiento de situaciones jurídicas, la L.O.C.S.J., en su art. 131, establece la
posibilidad de, en el mismo juicio, acordar la condena al pago de sumas de dinero o establecer la situación jurídica
lesionada, es lo que sería llamado en Francia recurso de plena jurisdicción, pues no se limita la sentencia del juez a
anular el acto, sino que condena. Queda sin embargo subsistente el que se demanda conjuntamente con la nulidad del
acto sin necesidad de un proceso para la anulación y otro para la condena, por eso preferimos hablar simplemente de
recurso de anulación.

Con la entrada en vigencia de la Ley Orgánica de Amparo se modifica este recurso pues su interposición conjunta con el
recurso de amparo permite que se intente ya transcurrido el lapso de caducidad del recurso de nulidad, evita el tener
que agotar la vía administrativa y tendrá como efecto real la suspensión de los efectos del acto, lo cual es especialmente
útil porque dado los plazos excesivamente largos para decidir y la necesidad de caución para suspender los efectos del
acto, hacen nugatorio en general el ejercicio de recursos, pues ya el daño se ha consumado.

PARTE: La doctrina de la antigua Corte ha admitido que el contencioso de nulidad es de naturaleza subjetiva ha quedado
desechada la idea decimonónica del recurso objetivo, no se trata de una acción popular sino que corresponde a ciertas
personas desde el momento que hay contención hay partes.

Y como parte entendemos: 'los sujetos de la pretensión, o sea, aquellos entre quienes se afirma la existencia de un
derecho o interés jurídico independientemente de que ese derecho o interés afirmado corresponda realmente a la
parte"

Siendo sujeto activo quien afirma ser titular del derecho y sujeto pasivo contra quien se afirma. En Venezuela es
necesariamente parte activa un particular o muy excepcionalmente el Fiscal General de la República, y parte pasiva el
ente cuya actividad administrativa da origen al recurso.

Pues en Venezuela, dada la redacción del art. 121 L.O.C.S.J. no podría darse un proceso de lesividad, como se conoce al
Intentado por la administración para revisar su acto creador de derechos subjetivos o intereses legítimos, a lo cual
estaría obligada por estar impedida la auto tutela, por la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos art. 19
numeral 2. Igualmente pueden ser partes pasivas, los terceros interesados que pueden ser coadyuvantes,
codemandados o terceros adhesivos ex art. 125 L.O.C.S.J.
La capacidad de ser parte viene a ser en principio igual a la capacidad de obrar del derecho ºcivil, y por parte de la
administración pública debemos recordar que esto no tiene personalidad jurídica, sino la República, los Estados y los
Municipios, así como los institutos autónomos y empresas del Estado.

LEGITIMACIÓN: La legitimación viene a ser el punto central de lo relativo a las partes, es más, el Tribunal Supremo de
Justicia define a las partes en función de la legitimación, así considera que son: "las que han establecido una relación
jurídica con la Administración Pública o todo aquel a quien la decisión administrativa perjudica en su derecho o interés
legitimo".

ACTIVA: La L.O.C.S.J. requiere la legitimación en su art. 121 cuando exige un interés personal, legitimo y directo en
impugnar el acto, siendo su revisión in limine litis ex art. 124 numeral 1, y esto a pesar de la larga discusión al respecto
durante la vigencia del C.P.C. del 16, que se resolvería en el 86 cuando la disposición del 361 permite oponer la falta de
cualidad o interés junto con el resto de las cuestiones perentorias o de fondo.

La legitimación sin embargo no es un presupuesto procesal y veamos el porqué. Esta se puede definir como "la cualidad
necesaria de las partes", y viene dada por la regla: "la persona que se afirma titular de un interés jurídico propio, tiene
legitimación para hacerlo valer juicio (legitimación activa), y la persona contra quien se afirma la existencia de ese
interés nombre propio, tiene a su vez legitimación para sostener el juicio (legitimación pasiva)".

Si esta legitimación existe o no, depende de que realmente exista la titularidad de la relación jurídica que se debate, en
nuestro caso, una relación jurídico administrativa, lo cual es cuestión que sólo puede saberse durante el proceso, de allí
la norma del C.P.C., requiriéndose que el juez se pronuncie sobre el particular como punto previo de la sentencia de
fondo, pues de no comprobarse la legitimación no podría haber pronunciamiento de fondo eficaz.

Porque, entonces, la disposición de la L.O.C.S.J. que permite el pronunciamiento in limite litis, sin que obste a un
pronunciamiento en capitulo previo de la sentencia de fondo, pues porque en la tradición del contencioso
administrativo influye de manera decisiva la acción popular. y se busca evitar la sobrecarga de trabajo, puede verse en
sentencias y autos de la Corte de los últimos años como los nombres de algunos ciudadanos se repiten constantemente
y con la misma regularidad una decisión inicial descarta la admisión de tales recursos.

La legitimación es más extensa en el contencioso de nulidad que en lo civil, pues, puede venir dada bien por ser titular
de un derecho subjetivo o bien poseer un interés legitimo.

Todo esto quedó asentado en la sentencia IVAN PULIDO MORA del 3, de octubre de 1985, en los siguientes extractos:

No dejan los ordenamientos jurídicos, en general al libre arbitrio de los particulares la Interposición de los recursos, sino
que, por el contrario, generalmente imponen a estas limitaciones para demandar. Lo contrario llevaría... a embarazas
inmotivadamente el funcionamiento de los tribunales preserva en cambio al juez de los llamados recurrentes de oficio...
Por mandato del legislador, pues, el juzgador se ve constreñido por el derecho positivo a examinar con prioridad la
capacidad del demandante para actuar enjuicio".
Aquí notemos que se confunde legitimación al proceso o capacidad procesal que puede ser examinada ab initio con
legitimación a la causa necesariamente examinable previo al fondo pero nunca in limine litis, continúa:

"en el procedimiento contencioso administrativo de ilegalidad contra actos particulares la solución es intermedia: ni tan
amplia como en el recurso de inconstitucionalidad, ni tan limitada como en el proceso civil. Habida cuenta de que cobra
carácter prioritario la defensa del interés general o colectivo son admitidos a recurrir en vía contencioso administrativa:
de una parte, los titulares de derechos subjetivos administrativos. Es decir, quienes derivarían su capacidad procesal de
vínculos establecidos previa y especialmente por la Administración con el particular en virtud de lo cual resulta justo que
el afectado solicite la nulidad del acto ilegal lesivo y hasta la restauración de su derecho mediante dicho acto
desconocido, por haberse irrumpido contra esos vínculos previos (contrato, concesión, permiso) y... desconocimiento
que configura la lesión de ese derecho subjetivo preexistente y de índole administrativa. Pero además detentan esa
misma capacidad procesal para actuar enjuicio los interesados legítimos - concepto diferente en derecho público del
anteriormente expuesto - es decir, aquellos que sin ser titulares de derechos subjetivos administrativos se encuentran
en una especial situación de hecho ante la infracción del ordenamiento jurídico, la cual, por eso mismo los hace más
sensibles que el resto de los administrados a' desconocimiento del interés general o colectivo por parte de la
administración al violar la ley".

La Corte incluye aquí el derecho subjetivo administrativo no mencionado en la ley, desde que considera a éstos más
amplios que la noción de interés.

Ha de notarse además que supone tenga origen en la actividad formal de la administración sea contrato, concesión,
permiso, etc., por lo tanto, no excluye el acto administrativo, pero sí, eso sí es un error, la actividad material.

Se podría definir el derecho subjetivo como la posibilidad de exigir la actuación de los tribunales en razón de que esta
protección se dispensa directamente al patrimonio del afectado, o con una defectuosa definición como el interés
jurídicamente protegido de una manera directa e inmediata, o mejor que interés: una potestad de querer. Así, el
funcionario de carrera destituido tiene el derecho subjetivo a la estabilidad. Pero, y eso es algo que obvia, la antigua
Corte también el dueño de un automóvil dañado a consecuencia del mal estado de la vía tiene un derecho subjetivo de
propiedad que deriva de una obligación universal de respeto que atañe igualmente a la administración y medió para
entrar en contacto el uso de la carretera que podría decirse que es el hecho generador. Aquí traemos en apoyo a García
de Enterria quien ve el derecho subjetivo en la "acción reaccional, no en la situación previa, la integridad pacífica del
ámbito vital, la cual se protege con dicha acción porque nadie puede ser afectado en ella sino por titulo y cauces
legítimos que impongan al sujeto, pasivo la carga o la obligación de soportar esa incidencia".

Luego se terminó igualando interés legitimo y derecho subjetivo, cosa que sería deseable, pues ese tipo de
disquisiciones puede dar pie a dejar de lado recursos bien fundados. El interés legitimo vendría dado precisamente por
el hecho de que el patrimonio moral y material de la persona no puede ser disminuido sin causa justa por la actividad
administrativa. Para otros sería interés legitimo: la posibilidad de querer que es protegida de una manera indirecta al
proteger el interés público. Tal sería el caso del perdidoso en un concurso de oposición para nombrar un profesor que
tendría no un derecho a ganar sino un interés legitimo en el resultado limpio del concurso.
El interés sería directo cuando la lesión deviene del acto de manera inmediata sin que integre parte de una cadena de
sucesos que formalmente causen la lesión.

También se incluye en directo la actualidad del daño, no simple expectativa del daño. Sin embargo, se ha llegado a
afirmar que si la situación fáctica creada por el acto es la que causa el daño, el interés seguiría siendo directo. También
sería admisible si se intenta conjuntamente con la acción de amparo art. 5 L.O.A.D.G.C. que permite intentar el recurso
aun ante la sola amenaza de lesión.

Debe igualmente traer consigo un beneficio por su eliminación o un perjuicio por su mantenimiento. Consecuencia
principal es que no podrá intentarse por quien fue favorecido por el acto, aun sí atenta contra algún principio de orden
público.

Por último no basta haber sido parte en el procedimiento administrativo así: "una errónea admisión de la legitimación
de los primeros (simples interesados) por el funcionario administrativo, condicionando la actuación del juez de lo
contencioso en el mismo sentido interpretación que (al menos por vía general) resulta inadmisible para esta Sala".

Esto se plantea en base a que el art. 22 de la L.O.P.A remite a la L.O.C.S.J. para determinar la legitimación. Pero la
apreciación del funcionario administrativo no vincula en lo relativo al fondo, tampoco podría vincularlo en una cuestión
previa al fondo.

Ese interés además debe ser personal, afectar individualmente al particular, el titular del interés es el afectado de
manera directa.

PASIVA: Ahora se referirán a la persona en contra de quien se sostiene la pretensión, es decir, aquella cuyos órganos
emitieron el acto administrativo recurrido.

Esta necesariamente debe ser considerada parte, caso contrario la decisión del juez no le sería oponible por no obra la
cosa juzgada sino contra las partes. Dado el carácter subjetivo y contencioso del recurso, no cabe duda de su cualidad
de parte. De plantearse que es un proceso al acto y no hay parte, la decisión del juez no le sería oponible y no tendría
efecto alguno y nada impedirá a la administración reiterar el acto.

Los problemas que la doctrina observa podrían plantearse son:

La posibilidad de que no sea identificable la administración legitimado pasiva. Así, ante un problema de vialidad se
solicita una decisión de un Municipio, pero éste alega que compete al municipio contiguo y éste a su vez remite al
gobierno estadal que responsabiliza al Ministerio de Infraestructura o antiguo de Transporte y Comunicaciones. En el
extranjero se ha considerado que la decisión negativa de cualquier de los órganos seria factor que permitiera acceder al
contencioso, si el tribunal se declara incompetente el deberá declinar en el que considere competente sin necesidad de
presentar recaudo alguno (art. 72 C.P.C.).
Los codemandados "son aquéllos que derivan derechos del acto" así seria el caso de quien obtuvo un permiso de
construcción y cuya nulidad solícita otro, la L.O.C.S.J. puede considerarse, se refiere a ellos al hablar de opositores en su
art. 126.

Los coadyuvantes son aquéllos que tienen un interés directo en el sostenimiento del acto. Así, el dueño de un
estacionamiento tiene interés, directo en que se mantenga el permiso de construcción de un edificio que no posee
puestos de estacionamiento suficientes. Son procesalmente intervinientes adhesivos simples pues no les, afecta la cosa
juzgada de manera inmediata.

AGOTAMIENTO DE LA VÍA ADMINISTRATIVA: Una norma que tardíamente asentó la ley en nuestro ordenamiento
jurídico es la que hace necesario agotar la vía administrativa. En efecto, la L.O.C.S.J. es de 1977 y jurisprudencialmente
tenían antecedentes en sentencias de la Corte Federal y Casación del 6 de abril de 1945 y 1946 y Corte Federal del 5 de
agosto de 1958. Pero en Italia ya para 1971 en la ley número 1.034 del 6 de diciembre había convertido en facultativo el
agotamiento de la vía administrativa. Igualmente, la ley alemana de la jurisdicción contenciosa del 21 de enero de 1960
previó la posibilidad de que las leyes especiales eliminasen el requisito de agotar la vía administrativa, especialmente en
caso de silencio.

En Venezuela, en principio con la L.O.P.A., se pudo haber logrado la unificación de la vía administrativa y su agotamiento
con la entrada en vigencia de la L.O.P.A.

Esta establece que contra todo acto definitivo o con fuerza de definitivo (arts. 83 y 94 L.O.P.A.), se intentaría recurso de
reconsideración, luego contra esta decisión se podrá interponer el recurso jerárquico siempre para ante el Ministro
respectivo o ante el funcionario de mayor jerarquía si no se trata de un Ministerio sino de un organismo como la
Procuraduría o la Contraloría o bien, si se trata de un instituto autónomo y, salvo que la ley que crea a éste, como es el
caso de la Ley de Bancos de 1993 para las decisiones del Superintendente, superior jerárquico de un instituto
autónomo, lo excluya expresamente, habrá un jerárquico de segundo grado (art. 95 L.O.P.A.).

Agotados estos dos recursos, quedaría abierta la vía contencioso administrativa. Y éste debería ser el sistema para todo
lo contencioso administrativo, salvo Aduanas, Tributario y Laboral.

Pues se trata de una ley orgánica y tiene aplicación preferente sobre todas las leyes especiales anteriores o posteriores.
Si se hubiese mantenido la consideración de las apelaciones a la Corte como jerárquicos de segundo grado, la L.O.P.A.
habría casi unificado la vía administrativa. Además, el art. 47 ejusdem hace supletoria la L.O.P.A. sólo en el caso del
procedimiento constitutivo único que puede tener particularidades, el de revisión no tiene ninguna, su carácter
especial, "no es otra cosa que la singularidad que resulta del mero arbitrio de quienes los diseñan, arbitrio que rara vez
responde a una finalidad garantizadora sino, más bien, a todo lo contrario".

Y así a la multiplicidad que surge de procedimientos distintos en Aduanas y Tributario y ahora Laboral, se añade que la
antigua Corte en sentencia del 6 de mayo de 1985 decidió aplicar la ley especial, pues el carácter de orgánica de la
L.O.P.A. "no excluye, sin embargo, la aplicación de reglas legales diferentes, en las materias que constituyen su
especialidad, cuando esas reglas se revelen más apropiadas para alcanzar los objetivos de economía, eficacia y celeridad
que dicha ley enuncia en su artículo 30".

En sentencia del 6 de junio de 1991, la Corte corrigió su posición, donde en base a que la ley orgánica tiene aplicación
preferente sobre la especial, y a que el art. 47 excluye la aplicación de la L.O.P.A., sólo del procedimiento constitutivo y
además en favor de la celeridad y economía, repitiendo los argumentos de la sentencia precitada, decidió la aplicación
de la L.O.P.A. sobre la ley de protección al consumidor.

A esto tiene que añadirse el caso del silencio de la administración art. 134, el cual permite recurrir al contencioso dentro
de los seis meses siguientes al plazo de noventa días dentro del cual según esta disposición debería decidir el recurso
jerárquico, único que existía a la fecha. En tal caso se ha dicho que se podría recurrir al contencioso administrativo sin
agotar la vía administrativa.

Pero en realidad y dada la intención y el contexto de La ley no era sino la consagración del silencio rechazo que ratifica
expresamente la L.O.P.A. estableciendo noventa días para decidir el jerárquico, y a falta de decisión habilita para
recurrir ante los tribunales (art. 4 L.O.P.A.). Sólo esta interpretación evita conflictos de interpretación sobre la aplicación
de estas dos normas que de otra manera colidirían.

En sentencia del 22 de junio de 1982, la Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia estableció: "3. Que
esa garantía consiste en permitir el acceso a la jurisdicción contencioso administrativa en ausencia de acto
administrativo expreso que ponga fin a la vía administrativa".

Es decir, se tendría como negativa del jerárquico, único que pone fin a la vía administrativa.

Y añade, y es de interés, que el administrado decide si espera el acto expreso o recurre. Si decide esperar perderá la
oportunidad de recurrir si nunca decide, en caso de no intentar el recurso en los lapsos del art. 134.

SOLVET ET REPETE: El art. 122 de la L.O.C.S.J. establece que "cuando la ley exija como condición para admitir algún
recurso contra el acto, que el interesado pague o afiance el pago de una cantidad líquida deberá presentarse también
constancia de que se ha dado cumplimiento a dicho requisito...".

Con lo cual se consagra la exigencia que se llama solve et repete, o previo pago de la multa o impuesto antes de recurrir.

Este requisito ha sido considerado un privilegio injusto de la administración pública, pues no tiene como base las
necesidades de la administración, se ha dicho que es "anacrónico e inútil". Y que "destruye el equilibrio procesal" y
"perjudica el derecho a la defensa de los débiles".
LOS LAPSOS DE ADMISIÓN: Por último, es necesario estudiar lo relativo a la caducidad del recurso de nulidad, pues el
art. 134 de la L.O.C.S.J. establece dos fugaces plazos de caducidad: 6 meses a partir de la decisión final o partir del
vencimiento del lapso para decidir el recurso jerárquico y 30 días en los casos de los actos temporales.

Los términos en el contencioso administrativo y con ello la posibilidad de verse perdidoso antes de entrar a discutirse el
fondo, se multiplican en las leyes y los administrativistas y jueces en su afán de defender el interés de la administración,
cuyas bondades no discuten, unos, y de reducir su trabajo, los otros, elevan a la enésima potencia.

La caducidad como se repite en doctrina, es de orden público y el juez la aplica de oficio, no se interrumpe ni suspende y
conlleva que el derecho no llegue siquiera a nacer o en todo caso se pierde.

Estas consecuencias son, en principio, plenamente aplicables en principio en el procedimiento contencioso de nulidad
de actos de efectos particulares. Este lapso es común a las apelaciones a la antigua Corte, a raíz de la sentencia ya
estudiada de Pan American Airways del 11 de mayo de 1981, y en el caso del silencio administrativo los 6 meses corren
vencidos los 90 días hábiles que la L.O.P.A. establece para decidir el jerárquico, no obstante la pretendida especialidad
de la L.O.C.S.J., dado que la antigua Corte ha rechazado la distinción entre leyes orgánicas por mandato constitucional y
legales, y ha interpretado días consecutivos como días hábiles en la famosa sentencia sobre lapsos del C.P.C.

En el caso de los actos temporales y se entiende éstos como: "actos cuyos efectos se extinguen antes de vencer el lapso
general de caducidad (6 meses) debe corresponderle un lapso de caducidad menor, de modo que no subsista la
posibilidad de ejercer un recurso contra un acto sin efecto alguno por haberse ya cumplido o ejecutado
irremediablemente".

Sin embargo, la extinción del recurso no extingue el derecho subjetivo, así si el recurso contencioso de nulidad ha
caducado puede, aun intentarse la acción contra la República, si no ha prescrito.

Además, siempre que se intente conjuntamente con un recurso de amparo, procederá en cualquier tiempo pues la
violación de derechos constitucionales acarrea la nulidad absoluta y podrá recurrirse en cualquier tiempo.

Igualmente, en todo caso de nulidad absoluta habría posibilidad de, en cualquier tiempo, solicitar la nulidad, pero ha
dicho la antigua Corte debe solicitarse la declaratoria de nulidad a la administración y negada ésta, dentro de los 6
meses siguientes deberá acudirse al Tribunal Supremo so pena de caducidad del recurso que se ejercería contra la
negativa a declarar la nulidad absoluta.

Por último, debe recordarse que aún en caso de caducidad del recurso podrá oponerse en todo tiempo la ilegalidad del
acto como excepción. Excepto cuando se trate de tributos pues el C.O.T. veda esa posibilidad.

LA NO SUSPENCIÓN DE LOS EFECTOS DEL ACTO: En Venezuela, se ha fundamentado la no suspensión de los efectos de
los actos administrativo en los sacrosantos principios de la ejecutividad y ejecutoriedad, en razón de los cuales la
administración no necesita recurrir a un juez para validar sus actos ni recurrir a aquél para ejecutarlo, potestades que se
derivan de la presunción de legitimidad de los actos administrativos. Se ha visto como fundamento fuera de Venezuela,
en la potestad de autotutela de la administración, que a su vez se deriva de la supremacía de la administración que
devendría de la protección por ésta de los intereses generales contra "los bastardos intereses egoístas" de los
particulares. Postura esta que no se pone en duda en nuestro país a pesar de que tal tesis no tiene basamento alguno en
la Constitución, sino en la tradición autoritaria del derecho venezolano, que no es capaz sino de hacer suyas las palabras
de Laferriere: "lo propio de la soberanía es imponerse, sin compensación". Olvidando que el Estado no es un fin en si
mismo sino uno, y no el único, medio de acción colectiva para lograr intereses particulares y egoístas que han logrado
consenso, que están sí, por encima de los intereses generales de los burócratas, entre los cuales debe incluirse a los
profesores universitarios y jueces.

La L.O.C.S.J. en su art. 136 establece que: "a instancia de parte podría suspender los efectos de un acto administrativo
de los efectos particulares cuya nulidad haya sido solicitada, cuando así lo permite la ley o la suspensión sea
indispensable para evitar perjuicios irreparables o de difícil reparación por la definitiva, teniendo en cuenta las
circunstancias del caso".

Con lo cual, se establece el principio general que también se establece en la L.O.P.A. art. 87.

Debe tratarse de un acto de efectos particulares, lo cual tiene fundamento legal expreso y que se deriva del carácter
subjetivo y garantizador del contencioso de nulidad, pues se busca mantener el equilibrio entre el particular y la
administración evitando que actos cuya ejecución recae directamente sobre particulares se tradujeran en un daño
injusto. Por lo cual no procedería si es un acto de efectos generales, si bien la Ley Orgánica de Amparos y Garantías
Constitucionales permite la desaplicación de la norma general de manera excepcional.

Lo que no significa que deba valorarse sólo el daño que recaiga sobre el recurrente, sino que debe evitarse que terceros
sufran el daño. Así, en sentencia del 17 de mayo de 1984 se reconoció que: "el perjuicio alegado por el recurrente en
cuanto a la clausura de los cursos ya comenzados y registrados, podría ocasionar tanto al alumnado como a la academia
daños irreparables".

Tampoco se trata de cualquier acto administrativo de efectos particulares, debe tratarse de un acto que imponga una
obligación positiva, de dar o hacer, al particular.

Si se suspendiese un acto negatorio de una autorización o licencia, la suspensión no conllevaría otra cosa si no el
equivalente de la autorización o licencia. Es decir, que se trata con la medida de mantener el status previo al acto a
través de la medida cautelar, nunca se puede con esta medida, sustituir la actividad de la administración. En España, sin
embargo, se suspendió la negativa de licencia a una sala de juegos autorizándola a funcionar provisionalmente, dado
que el Tribunal Supremo consideró que la determinación de las ganancias y pérdidas era imposible y por tanto
irreparable.

INICIACIÓN. DEMANDA. DOCUMENTOS QUE DEBEN ACOMPAÑARSE: El procedimiento contencioso administrativo se


inicia como todo proceso por demanda, que es el acto procesal por el cual se postula la pretensión. Este escrito, pues
necesariamente deberá revestir esta forma, sirve para demostrar el cumplimiento de los requisitos procesales so pena
de no poderse llegar a la decisión de fondo, caso de faltar y no ser subsanados, siesta posibilidad existe.

La demanda art. 122 L.O.C.S.J. debe contener los elementos que establece el art. 113 ejusdem así como los del 83
ejusdem y 340 C.P.C.

Entonces, deberá indicarse el nombre del tribunal ante el cual se introduce la demanda, de ser la Corte se indicará la
Sala Político Administrativa a la cual se enviará, aun en caso de falta de la indicación cuando del escrito se evidencia su
carácter de recurso contencioso de nulidad. En caso de duda decidirá la Corte en Pleno (art. 83 L.O.C. S.J.).

Se deberá identificar al demandante e identificar el organismo del cual se encargó el acto administrativo. El objeto de la
demanda, es decir, el acto, deberá identificarse con precisión.

Se mencionarán las disposiciones legales y constitucionales que se consideren violadas (sin que se requiera mencionar el
número, basta el contenido).

Y sin poder citar sólo el 137 C.N. art. 133 L.O.C.S.J., igualmente las razones de hecho y de derecho en que funde la
acción los motivos de hecho serán contrastados con los que consten de la motivación del acto administrativo si la
tuviere o los que se desprendan del expediente administrativo. Los motivos de derecho se requieren pues el aforismo
iura novit curia no tiene valor alguno en Venezuela pues tanto la L.O.C.S.J. como el C.P.C. exigen que se expongan los
argumentos legales que el juez, por tanto, presumen ambas leyes no conoce, lo cual incluye citar las disposiciones.

Es más, el C.P.C. art. 340 ord. 5° exige se adelanten en la misma demanda las conclusiones y que se prefigure la solución.

Deben acompañarse los documentos fundamentales de la acción, es decir el acto administrativo que denegó la vía
administrativa, en caso de haber habido silencio en el recurso jerárquico se presentará el acto que denotó la
reconsideración, a falta de éste, el acto definitivo y en último caso se presentaría la solicitud con la fecha de recibo que
exige la L.O.P.A. art. 46, tanto de ésta como de los sucesivos escritos de recurso no contestados.

SI la ley exigiere el cumplimiento del solve et repete podría solicitarse su desaplicación por inconstiucional como ya se
vio, o si se está dispuesto a cumplir se dejará constancia del cumplimiento del requisito sin que obste esto para solicitar
la nulidad del requisito, aun cuando la Corte en Pleno se pronunció en sentido contrario, una violación de un derecho
fundamental dado que acarrea nulidad absoluta no puede ser consentida y aquí de nuevo a pesar de la disposición de la
L.O.A.D.G.C.

Si en virtud de lo establecido en el art. 131 L.O.C.S.J. se solicita indemnización de daños y perjuicios deberá además
especificarse el tipo y monto de los daños.
Se acompañarán además el instrumento que acredita el carácter de representante legal o apoderado judicial en caso de
actuar como representante y todo documento que quiera utilizarse para apoyar la pretensión.

En caso de litigar ante el Tribunal Supremo si el demandante no esta residensciado en Caracas, podría presentar el
recurso ante un tribunal civil de la circunscripción en la cual resida. Este tribunal dejará constancia de recibo y los
remitirá a la Corte foliado y sellado.

Una vez que la Corte recibe la demanda, en ese mismo día de despacho, podrá solicitar los antecedentes
administrativos y al recibirlos remitirá los expedientes administrativos y judicial al juzgado de sustanciación o los
remitirá de inmediato al juzgado de sustanciación aún sin solicitar antecedentes administrativos si se solicitó la
suspensión de los efectos del acto.

Pero antes de continuar debemos observar que es válida la reforma de la demanda por una sola vez antes de la traba de
la litis art. 343 C.P.C. en concordancia con el 88 L.O.C.S.J., y por lo tanto se podrá ampliar, modificar o transformar el
objeto de la demanda

Lo que significaría en principio que se podría añadir la pretensión de condena a la de nulidad ex art. 131 ejusdem.

Igualmente, una vez introducida la demanda se produce la perpetuatio jurisdictionis dictamis y por lo tanto, salvo que la
ley establezca otra cosa, el tribunal que sea competente para ese momento lo será hasta el final (art. 3 C.P.C.).

La Corte en sentencia que establece un peligroso precedente ha considerado que la instancia se inicia con la
introducción de la demanda y aun por falta no imputable a la parte sino al juzgado de sustanciación ha declarado la
perención anual a partir de la introducción de la demanda sin siquiera haber habido acto de admisión.

LA SUSTANCIACIÓN. LA APERTURA A PRUEBAS. MEDIOS DE PRUEBAS: Una vez que comparezcan, el Procurador y los
terceros interesados podrán oponer cuestiones previas que serán decididas en la sentencia de fondo, salvo que alguna
amerite trámite previo en cuyo caso se aplicará el procedimiento del art. 607 C.P.C.

Durante el lapso de diez días hábiles que tienen 108 terceros para comparecer, que debe determinarse si corren
paralelos con los noventa días que tiene el Procurador para darse por notificado, en caso de que el juez decidiese
notificarlo, no deberían correr hasta vencido el lapso para darse por notificado. podrán las partes solicitar la apertura a
pruebas de la causa y además deberán anunciar los "hechos sobre los cuales versará" la prueba y además producir las
pruebas que no necesitan evacuación o bien documentos públicos o bien actas emanadas de la administración y que se
quieren hacer valer contra ésta.

A pesar de que aquí el lapso de pruebas no se abre de pleno derecho, como el proceso civil, tampoco puede decirse que
a falta de petición de las partes no se vaya a abrir pues la interpretación del Alto Tribunal al respecto ha sido interpretar
que la expresión podrá se refiere sólo a la producción de pruebas y no a la apertura del lapso. Así, en sentencia del 24
de marzo de 1994 se dijo:

"Entender que el no ejercicio de esa facultad impide de que el juicio se abra a prueba, además de riguroso y excesivo,
resulta ilegal... Algunas veces serán las partes, expresamente y mediante solicitud fundamental quienes pedirán la no
apertura del juicio a pruebas y otras como en el juicio ordinario (art. 278 del Código de Procedimiento Civil [derogado
hoy]), será el juez por legal y propia iniciativa, quien podrá así decidirlo. Pero siempre será indispensable la solicitud de
la parte o la orden del Juez o una disposición prohibitiva y expresa de la Ley para1 impedir o negar la apertura del lapso
de pruebas...".

Pero al seguir esta postura de FARIAS MATA, la Correcta sin duda, exigirán enviar a la papelera todo lo escrito sobre el
contencioso objetivo, que quedaría por completo en entredicho si la apertura del lapso probatorio quedase librado,
como legalmente queda, al impulso de las partes.

Vencido como sea el lapso de comparecencia se abre un lapso de cinco días para promover pruebas y de quince días
para evacuarías. Siendo este ultimo lapso prorrogable por quince días más.

El auto de admisión de pruebas debería producirse al tercer día siguiente al lapso de promoción de pruebas en
aplicación del art. 10 del C.P.C., dando así tiempo para que los escritos de prueba sean añadidos al expediente y las
partes puedan oponerse. Una segunda opción es en base al art. 127 L.O.C.S.J. que remite al C.P.C. en lo relativo a la
admisión de las pruebas y, en consecuencia, serian tres días para añadir las pruebas y oponerse y tres días más para
admitir las que sean legales y procedentes (arts. 397 y 398 C.P.C.). La segunda opción es la preferible dada la remisión
expresa de la ley.

El auto que admita las pruebas es inapelable dado que no causa gravamen alguno desde que en la sentencia definitiva el
juez puede desestimarías. En cambio, se oirá en ambos efectos la apelación contra el que deniegue las pruebas,
suspendiendo el proceso innecesariamente. Esta decisión corresponde en el Tribunal Supremo en la S.P.A.

Dentro del procedimiento contencioso administrativo surge aquí un diferencia fundamental con el proceso civil, y es
que el juez podrá solicitar informaciones y hacer evacuar pruebas de oficio silo considera necesario, con lo cual suma
una oportunidad a las del 401 y 514 C.P.C., sin las limitaciones de estos dos artículos, dado que no establece cuáles
medios de prueba puede utilizar el Juez ni lo restringe a pruebas no evacuadas o sobre qué puntos. La antigua Corte, sin
embargo, no comparte este criterio que exponemos, pues dado que ahora sí, el procedimiento contencioso
administrativo es subjetivo y garantizador de intereses privados, el juez sólo podrá suplir a la parte cuando esto
signifique proteger el interés general.

O lo que es lo mismo, el juez está obligado a ser parcial a favor de la administración, y como dijera Constant, es
precisamente cuando el ciudadano necesita la protección del estado, es decir, cuando sus derechos son amenazados,
que el Estado no protege al individuo.
Si se evacuan todas las pruebas antes del tiempo o si ya hay pruebas suficientes para decidir el Juzgado de Sustanciación
devolverá el expediente a la sala.

Cuando se hubiese vencido el lapso y si algunos puntos hubieren quedado sin probar podrá el juez ordenar evacuarías
en las condiciones del art. 401 C.P.C. pero, como ya dijimos, sólo si el interés colectivo lo exige y sin traer nuevos hechos
el proceso, pues la facultad inquisitiva: "esta limitada a la búsqueda de los elementos de justicia que emergen de los
autos sin que le sea dado innovar en los planteamientos del recurrente o de las partes en general, por cuanto, de
hacerlo, estarían impidiendo que pudiesen rebatirse los nuevos argumentos que se plantean por tal medio".

Mero Derecho y Urgencia

Especialmente confusa ha sido la postura del Tribunal Supremo, acerca de la interpretación del art. 135 L.0.C.S.J. que
permite, a solicitud de las partes o de oficio, reducir lapsos y sentenciar sin más trámites, cuando haya urgencia, siendo
uno de tales casos el conflicto entre poderes.

Y si la cuestión fuese de mero derecho podrán sentenciar sin relación ni informes, lo que en principio significaría que
habría aún lapso de pruebas, cosa por supuesto ilógica, dado que de bastar la confrontación de las norma que se alegan
aplicables no exigiría pruebas.

Pero en caso de haber pruebas documentales no sería tan ilógico porque suprimidos relación e informes, no podría
incorporarse al proceso en un lapso tan amplíe como en el proceso civil, donde pueden presentarse hasta informes.

La antigua Corte considera y en efecto es así, que el art. 135 contempla dos supuestos distintos; uno, la declaratoria de
urgencia con la consecuencial reducción de lapsos y segundo, la declaratoria como de mero derecho que se daría en los
casos del art. 389 del C.P.C. a falta de norma expresa en aplicación del art. 88 L.O.C.S.J.

En un procedimiento ordinario no habrá lapso de pruebas pero si informes, y si añadimos que mero derecho significa no
abrir a pruebas, la conclusión es la única lógica.

Medios de Prueba

Son aplicables los mismos medios de prueba que en el C.P.C., y dado que ésta incorpora una amplísima libertad de
pruebas. ésta será lógicamente la situación del contencioso administrativo, pero con las especialidades que incorpora la
L.O.C.S.J.

La prueba por excelencia seguirá siendo el propio expediente administrativo y especialmente las actas levantadas al
inicio de los procedimientos. Estas serían con estricto apego al C.C. art. 1.357, un documento público, lo que obligaría a
utilizar el procedimiento de tacha de documentos y haría inútil el procedimiento de nulidad. Pero se afirma que, dado
que no cumple "a cabalidad con los requisitos del documento público se admite cualquier prueba en contrario".

La prueba documental puede ser incorporada al proceso por la orden del Juez a la administración solicitando el
expediente ex art. 123. L.O.C.S.T.

Podrá promoverse por las partes dentro de los diez días de plazo para la comparecencia de los interesados, lapso éste
no preclusivo. O durante el lapso de promoción de pruebas o hasta informes.

No son admisibles como documento las llamadas certificaciones de mera relación, en las cuales el funcionario deja
constancia de la opinión que tiene sobre los hechos de los cuales tenga conocimiento (art. 60 Ley Orgánica
Administración Central).

Tienen en cambio el mismo valor del documento público, las microflimaciones y otras reproducciones fotográficas si se
hacen de la manera reglamentaria. Basamos esta opinión en que en ese caso se destruirían los originales, art. 52
L.O.A.C.

Igualmente las copias certificadas de los documentos realizadas en base al art. 59 L.O.A.C. tendrán el mismo valor que el
original (art. 429 C.P.C.).

No serían admisibles por ilegales, las copias obtenidas de funcionarios no autorizados, ni en ningún caso los originales
sustraídos por un funcionario (art. 56 L.O.A.C.).

Para su valoración, dado que no hacen plena prueba al no ser documentos públicos, strictu senso, rige el principio de la
sana crítica art. 507 C.P.C y 127 L.O.C.S.J.

LA SENTENCIA: La decisión del proceso se producirá terminada la relación dentro de un plazo de 30 días de despacho a
partir de la culminación de la relación, salvo que la complejidad del asunto exija más tiempo. Esto en base al art. 118 de
L.O.C.S.J. que regula el contencioso de nulidad de actos de efectos generales y art. 81 ejusdem.

Dentro de ese lapso deberá el ponente informar a los demás Magistrados acerca de los puntos de hecho y cuestiones de
derecho, proponer soluciones y presentar un proyecto de sentencia (art. 65 L.O.C.S.J.), y una vez distribuida éste entre
todos los Magistrados, el Presidente de la Sala fijará la fecha de la votación (66 y 58 L.O.C.S.J). De ser aprobada por la
mayoría de la Sala, se suscribirá por todos los Magistrados y los que no estén de acuerdo con la sentencia tendrán cinco
días para consignar su voto salvado debidamente razonado.

El lapso será prorrogable hasta por dos veces, de no consignarse el voto, o no ser razonado se presumirá la conformidad
con la decisión. Vencido el término se publicará el fallo a favor.
Normalmente el proceso terminará con la sentencia que resuelve el fondo del asunto y tendrá los requisitos de forma y
de toda sentencia art. 243 C.P.C., debiendo indicar la identificación del tribunal, la de las partes, una síntesis clara,
precisa y lacónica de los términos en que se planteó la litis, los motivos de hecho y de derecho de la decisión, decisión
expresa y positiva y la determinación del acto administrativo sobre el cual recae la decisión.

En caso de condena (art. 131 L.O.C.S.J.), al pago de sumas de dinero, deberá determinar la cantidad y de no poderla
estimar, deberá en la misma sentencia ordenar la experticia complementaria, estableciendo los elementos que servirán
de base a los expertos (incluyendo expresión de en qué consisten los daños, art. 249 C.P.C.).

En cuanto al contenido, deberá primero resolver en capítulo previo, las cuestiones previas no decididas art. 130
L.O.C.S.J., y si no se hubiese podido resolver lo relativo a la legitimación a la causa, será ese el momento de hacerlo.

Luego, y de acuerdo a lo alegado y probado en actos, declararía o no la nulidad del acto, salvo que se trate de vicios de
orden público, caso en el cual puede actuar de oficio y revisar el acto en lo no pedido por las partes, art. 87 L.O.C.S.J.

Así dijo la Corte en sentencia del 26 de julio de 1984 (Despachos Los Teques), que:

"dada la entidad de la irregularidad que afecta la decisión administrativa, de vicios de orden público, que permiten al
órgano jurisdiccional en casos de solicitud de nulidad de un acto administrativo, entrar a conocer de ellos de oficio, esto
es, aun cuando no hayan sido invocados por las partes. Esta naturaleza de 'orden público' de los vicios de nulidad
absoluta...".

A este respecto de la nulidad no tiene importancia alguna el sistema cerrado de vicios del art. 19 L.O.P.A., pues éste
tiene plena justificación en el campo administrativo para evitar la inseguridad jurídica que derivaría de la posibilidad
permanente de la administración de revocar sus actos creadores de derecho. Pero no es aplicable a la Corte ni a los
tribunales, (art. 1 y 7 L.O.P.A.), pues la L.O.P.A. no se aplica sino a la administración pública.

En el caso de vicios cuya sanción no sea sino la nulidad relativa, la decisión deberá estar acorde con lo alegado y
probado en los autos, determinándose tal cosa de acuerdo a la situación de hecho del momento en que se los impugne.

La sentencia podrá declarar la nulidad total o parcial del acto, en este caso subsistiría la parte del acto separable de la
viciada.

Cuando la nulidad venga determinada por vicios de forma, la nulidad sólo procederá si es de tal entidad que justifique la
reposición del procedimiento, tal como la que el art. 19 L.O.P.A. establece, aquí a título de ejemplo, como es la
inobservancia total y absoluta del procedimiento.
No debería proceder silos actos cumplieron su cometido, de tal manera que el procedimiento habría conducido al
mismo resultado sin necesidad de afectar los derechos garantizados por los principios procesales.

La sentencia a más de pronunciarse por la nulidad, debe pronunciarse sobre la condena a la administración y también
sobre el restablecimiento de la situación jurídica lesionada.

La sentencia produce efectos de cosa juzgada sólo entre las partes. Pero es importante la afirmación de la cosa juzgada
respecto de la administración, pues es la única manera de impedir que dicte un nuevo acto idéntico al anulado y deba
volverse agotar todos los recursos.

La sentencia no sólo puede determinar la nulidad del acto sino que también puede desestimar el recurso, con lo cual se
mantendría incólume la presunción de legalidad que protege al acto administrativo, que no es confirmatorio del acto
sino una sentencia declarativa que tiene efectos sólo entre las partes, por lo cual el recurso quedaría abierto a cualquier
otro interesado que no sea causahabiente del primer perdidoso.

EFECTOS DE LA SENTENCIA CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA: La Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos


incide en el recurso contencioso-administrativo de anulación, refiriéndose a los efectos de la sentencia del recurso
contencioso-administrativo de anulación. En efecto, el Articulo 181 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia
señala que en el fallo definitivo, el tribunal competente contencioso-administrativo, no sólo debe declarar si procede o
no la nulidad del acto impugnado, sino que debe determinar los efectos de su decisión en el tiempo, es decir, si la
anulación surte efectos sólo hacia el futuro a partir de la sentencia, lo cual es lo natural, o si los efectos de la anulación
se retrotraen al momento en el cual el acto se dictó, teniéndose por tanto, como nunca dictado.

Ahora bien, sin duda, los efectos de la decisión en el tiempo de las sentencias contencioso-administrativas, van a
depender, directamente, del tipo de vicio que afecte el acto administrativo, y, por tanto, que conlleve a la anulación del
acto. En esta materia la regulación de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos contenida en el Artículo 19, es
de primera importancia, ya que precisa los casos de nulidades absolutas. En efecto, en estos casos de nulidades
absolutas, una vez que por su motivo se declare la anulación de un acto, ello conlleva normalmente a que el acto se
considere como si nunca ha producido efectos y, por tanto, se estime que la decisión judicial que anula un acto por
considerarlo nulo, de nulidad absoluta, retrotrae sus efectos al momento en el cual el acto se dictó y, así mismo, en esta
forma, se impide que un acto nulo, de nulidad absoluta, pueda producir efecto alguno. En todo caso, conforme al citado
Artículo 131 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, el tribunal competente debe determinar, expresamente,
los efectos de su sentencia en el tiempo, en la forma indicada, debiendo presumirse que si no lo hace, se entiende que
surte efectos sólo hacia el futuro.

La simple declaratoria de nulidad del acto no requiere acto de ejecución alguna. Si a la nulidad se acompaña la condena
a dar o hacer algo con la consiguiente orden a la administración de dar o hacer se plantean con frecuencia conflictos.

Se ha dicho que la ejecución podría hacerse a través de las multas del art. 174 L.O.C.S.J., pero sería una aplicación
analógica de penas y por lo tanto inconstitucional. Otra solución sería recurrir al art. 531 C.P.C. y que la sentencia sea
tenido como sustituto del acto. En definitiva lo más lógico seria aprobar una reforma de ley para resolver esta situación.
FORMAS ANORMALES DE TERMINACIÓN DEL PROCEDIMIENTO: Las formas anormales de terminación del procedimiento
incluyen la perención, el desistimiento, el convencimiento y la transacción.

La perención o la extinción del proceso por la Inactividad de las partes durante un lapso de tiempo está regulada en el
art. 86. Esta ocurre de pleno derecho por la paralización de la causa por un ano desde la fecha en que se efectuó el
último acto del procedimiento. Transcurrido el lapso se declarará la perención de oficio o a instancia de parte.

La perención no debería operar después de dichos vistos, pues la inactividad del juez no es imputable a las partes y no
hay medio alguno de impulsar el procedimiento una vez que termina la relación (art. 96 L.O.C.S.J.). Y así, el C.P.C. en su
art. 267 lo estableció expresamente para evitar la evidente denegación de justicia que resulta de la extinción de un
proceso por la negligencia del tribunal y resolver la discusión previa a la promulgación del C.P.C. del 86, pues el C.P.C.
del 16 nada decía.

Igualmente, puede terminar desistimiento expreso de la parte o bien tácito, art. 125 L.O.C.S.J. El desistimiento debería
ser homologado por el Tribunal Supremo para tener valor. Esto no se hará cuando se hayan denunciado vicios de orden
público, es decir, de nulidad absoluta, lo cual se vería en cada caso y no según el art. 19 L.O.P.A., y que corresponda al
Tribunal el control de la legalidad del acto. Esto último evita que se mantenga el proceso desistido en apelación por
decisiones de la Corte Primera en lo Contencioso-Administrativo, pero hará aplicable el art. 87 siempre que la antigua
Corte conozca en única instancia salvo que se haya avocado al caso art. 42 numeral 29. Lo mismo es aplicable a la
perención.

Dado lo expresado en el art. 87 que establece que queda firme el acto, se entiende que el desistimiento es del recurso o
la acción y no sólo del procedimiento.

La transacción y el convenimiento para tener valor tienen que ser aprobados por escrito por el ejecutivo nacional (art.
44 Ley Orgánica Procuraduría General de la República), y luego homologados por el tribunal.

9. Conclusion

El derecho administrativo es el derecho de la Administración Pública, sin embargo, ello no significa que sea un derecho
excluyente, porque el derecho administrativo no es el único derecho aplicable a la Administración Pública, ya que hay
actos de la referida Administración que están sometidos al régimen jurídico-privado.

En segundo lugar se concluye que existe una interaplicación del derecho administrativo y del derecho privado a la
Administración Pública.
De acuerdo a nuestra Carta Fundamental, todo acto de la Administración Pública está sometido al control judicial. Por
ende, cualquier teoría de los supuestos actos excluidos del referido control es inconstitucional.

Debe distinguirse que, si bien, todo acto administrativo es un acto de la Administración Pública, no todo acto que emana
de la misma es un acto administrativo.

Al hablar, entonces, de acto administrativo equivale a calificarlo de acto sujeto al derecho administrativo, pero no toda
la actividad de la Administración Pública está regulada de manera absoluta por el derecho administrativo, ya que existe
una interaplicación de la referida rama jurídica y del derecho privado, con preponderancia de uno u otro. En este
sentido, lo que no puede darse es que un acto administrativo o una Administración Pública sólo se rija por el derecho
privado.

El derecho administrativo no puede ser indicador de la competencia de la jurisdicción contencioso-administrativa. La


tendencia hoy día es la ampliación de la prenombrada jurisdicción y, por ende, debe superarse cualquier teoría que
propugne la exclusión de determinados actos del control contencioso-administrativo.

Teniendo en cuenta la carga que configuran los recursos administrativos, no sujetos por demás a una regulación
uniforme y teniendo presente la complejidad del régimen de competencia de los órganos contencioso-administrativos,
es positiva la consagración legislativa de formalidades especiales para el acto de notificación en los casos de actos
individuales. 10. Bibliografia BREWER-CARÍAS, Allan R, El Derecho Administrativo y la Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos, Colección de Estudios Jurídicos N° 16, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1999.

CAPITANT, Henri, Vocabulario Jurídico, Editorial de Palma, Buenos Aires, 1986.

CABANELLAS, Guillermo, Enciclopedia de Derecho Usual, Tomo II, V y VII, Editorial Heliasta, Buenos Aires,

1997.

CONTITUCIÓN DE LA REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA, Gaceta Oficial Extraordinaria N° 5453 del 24 de

marzo de 2000.

LEAL WILHELM, Salvador, Curso de Procedimientos Contencioso-administrativos, Ediciones Astro Data S.A.,

Maracaibo 1995.

Ley de Carrera Administrativa, Gaceta Oficial Extraordinaria N° 1.745 del 23 de mayo de 1975.

Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.

Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, Gaceta Oficial N° 2.818 del 1 de julio de 1981.

HIPERVINCULO http:// www.jurisweb.com

HIPERVINCULO http:// www.tsj.gov.ve

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