31 de octubre al 6 de noviembre de 2010 ev: 27

MELQUÍADES Padín
Para El Visitante
Estos son días estresantes. Plagados de altas y bajas.
Los gobiernos cambian, la economía cada día va en pica-
da, las industrias fracasan y sin embargo la tecnología au-
menta. Así la vida se nos hace más complicada y confusa.
Vemos un aumento de precios, una escasez de trabajo y
una falta líderes capaces de sugerir un balance. A veces
parece que la vida nos agobiara.
Pero no tenemos por qué dejarnos agobiar por el es-
trés en tiempos como estos. Estamos sufriendo tiempos
malos. Nuestro mundo está lleno de odios y heridas. Los
gobiernos codiciosos y muchas personas egoístas come-
ten atrocidades contra personas inocentes. Parece que el
mal nunca está lejos. Nos toca a cada uno de nosotros.
Pero no tenemos que dejarnos vencer por el mal.
En tiempos peligrosos como estos, ¿quién no tiene
miedo? ¿Quién no siente amargura? Todos sentimos
miedo y amargura. Sin embargo, podemos hacer a un
lado el temor y la amargura. Tal vez estás pensando: “¡si
tan solo pudiera escapar del estrés y hallar un refugio de
las tormentas de de esta vida! Te has preguntado, ¿será
posible que haya seguridad y paz? Y si la hay, ¿por qué
Dios no me la ha dado? Dios, sí ofrece paz. Pero no la
encontrarás en cualquier lugar.
Piensa y medita la escena acompañando a aquellos
hombres, que tarde en la noche, navegaban en un lago
en su barca pescadora. Se levantó una fuerte tempestad.
Los vientos y las olas amenazaban a la barca. Doce hom-
bres luchaban contra la tempestad, sintieron temor al en-
frentarse con la muerte. Pero un hombre dormía en el
fondo de la barca. La paz de Dios es como ese hombre,
descansando en medio de la tormenta. El hombre que
dormía en la barca era Jesucristo, el Hijo de Dios. ¡Maes-
tro, sálvanos que perecemos! Al ver a los pescadores ate-
morizados, Jesús les respondió: ¡Por qué temen, hombres
de poca Fe!. Jesus les estaba enseñando que mientras Él
estuviera con ellos no temieran, a nada ni a nadie. Jesús
habló y la tempestad se calmó.
El camino de estos tiempos difíciles es meternos en
la barca con Jesús. Quiero decir que en estos tiempos difí-
ciles debemos entregarnos en las manos de Jesús y darle
la oportunidad para Él gobierne nuestras vidas. Que Él
tenga todo control y lleve el timón… confiar totalmente
en Él. Nada hay que Él no pueda dominar. Mientras Jesús
estaba en la barca nada podía destruirla. Con Jesús hay
paz. Él nos saca de las tormentas y nos lleva al puerto
seguro a donde queremos llegar.
Por otra parte, es muy triste y lamentable que mu-
chas personas no encontrarán el camino de Jesús. Si he-
mos sacado a Jesús de nuestras vidas y sin embargo que-
remos que todo marche bien. ¡Imposible! Ni el gobierno,
ni el hogar, ni el campo de trabajo, nada marchará bien
sin Jesús… y María Santísima.
Tenemos que empezar a reconocer que el mal pre-
sente en nuestras vidas es culpa nuestra. El mal está en
nuestros corazones. Todos hemos pecado. Sabemos que
hemos sacado a Dios de nuestros hogares, de nuestras
escuelas, de nuestro diario vivir y ¿cómo vamos a pensar
que todo seguirá marchando bien?
Terminemos la historia de los hombres de la barca:
Cuando aquellos doce hombres despertaron a Jesús que
estaba durmiendo, primero los regañó por no confiar en
Él. Entonces se puso de pie y habló a los vientos y al mar
y de inmediato volvió la calma.
No hay tempestad que Jesús no pueda detener. Jesús
sabe exactamente cuando detener cada tempestad y Él
lo hará, pero tienes que buscar a Jesús. Tú sabes donde
encontrarlo. ¡Búscalo! Ese es el camino para obtener paz,
librarte del estrés y disfrutar tu vida. Jesús es la solución.
¡Qué Dios nos bendiga a todos!

LA SOCIEDAD Y EL ESTADO AL SERVICIO DE LA FAMILIA, VERSUS

EL PELIGRO DE LA PRESENCIA DEL INDIVIDUALISMO ACTUAL
VÍCTOR Rojas Rodríguez, Pbro
Para El Visitante
Habiendo establecido que el matrimonio
entre un hombre y una mujer es el fundamento
de la familia y ésta es fundamento de la so-
ciedad y el estado, debemos entender que un
deber fundamental de la sociedad es respetar
y promover la familia. La sociedad y las insti-
tuciones estatales están llamadas a garantizar
y favorecer la genuina identidad de la vida fa-
miliar y a combatir todo lo que la altera y daña.
Por ello es importante que la acción política
y legislativa salvaguarde los valores familia-
res fundamentales. El servicio de la sociedad
a la familia se concreta en el reconocimiento,
respeto y promoción de sus derechos. Es ne-
cesario como requisito previo, esencial e irre-
nunciable, el reconocimiento de la identidad de
la familia como debe ser, entre un hombre y
una mujer. Porque una cosa es la familia y otra
son las demás formas de convivencia que por
naturaleza no pueden ni merecen el nombre de
familia.
El estado y las instituciones civiles deben
reconocer la prioridad de la familia por sobre
cualquier otra comunidad y por sobre la misma
realidad estatal. Esto exige superar concep-
ciones meramente individualistas y asumir la
dimensión familiar como perspectiva cultural
y política, irrenunciable en la consideración
de las personas que la componen, el varón y
la fémina. El Estado debe tutelar la familia y
apoyarla elaborando criterios normativos para
una correcta solución de los diversos proble-
mas sociales porque las personas no deben ser
consideradas sólo individualmente (Cf. Com-
pendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2005,
nn. 252-254).
Sin embargo, la institución del matrimonio
está a menudo en desventaja en las sociedades
occidentales en nombre de los derechos indi-
viduales confundidos con los particularismos
inciertos y en detrimento del bien común. Por
supuesto, los derechos individuales tienen in-
terés, siempre y cuando no se desvíen de su
propósito. Esta perspectiva de los derechos in-
dividuales anuncia el fin de la dimensión de de-
rechos humanos objetivos y universales, sobre
todo porque en nombre de los derechos huma-
nos se reclama cualquier cosa. En la encíclica
Caridad en la Verdad, Benedicto XVI, pone en
duda la tendencia actual, que querría organizar
la sociedad a partir de los derechos individua-
les sin que estos se confrontaran con el bien
común. “En la actualidad, muchos pretenden
pensar que no deben nada a nadie, si no es
a sí mismos. Piensan que son titulares sólo de
derechos y con frecuencia les cuesta madurar
en su responsabilidad respecto al desarrollo in-
tegral propio y ajeno” (n. 43). En la mayoría de
los países desarrollados, la ley está actualmen-
te organizada para “satisfacer las expectativas
psicológicas”.
No hay que ocultar que estamos empe-
ñados en un combate de ideas en el que los
ciudadanos ignoran a menudo lo que está en
juego y en el que se hace todo lo posible para
marginar a la Iglesia que cumple su misión
subrayando las consecuencias de este tipo de
ideología sobre el futuro de la humanidad. (Cf.
Tony Anatrella, Teoría de género: Las cuestio-
nes sobre las que todos debemos actuar, Zenit.
org, 16 de septiembre de 2010).