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Unidad 2: Ética y crecimiento personal

Objetivo de la unidad: Comprender la práctica de las virtudes como el corazón de una


vida ética.

Semana 6: ¿Quién soy y quién quiero ser?

“¿Qué es carácter? En las condiciones más hostiles, ser capaz de dar de sí.
¿Y falta de carácter? En las condiciones más favorables, recibir lo que se necesita y
quedárselo para sí”
Alexander Solzhenitsyn

Aprendizajes esperados:
- Identifica los componentes de la personalidad.

- Comprende la importancia del desarrollo del carácter a través de las virtudes.

- Comprende la importancia de la virtud como el buen ejercicio de la libertad para adquirir


la felicidad.

Conceptos clave: Personalidad – Carácter – Virtud – Vicio – Libertad – Plenitud

1. Por qué soy como soy. La personalidad: temperamento y carácter.

En la unidad anterior, reflexionamos sobre la naturaleza de la ética, el papel que juega en


nuestra vida y en nuestra formación personal y llegamos a la conclusión de que vale la pena
actuar bien, pues lo que está en juego es muy grande: nuestra felicidad. La felicidad tiene
estrecha relación con los buenos hábitos que vamos incorporando en nuestra vida, tema que
nos convoca en esta clase.

Hagamos una revisión y vamos poco a poco. El conjunto de rasgos que diferencian a una
persona de otra se denomina personalidad. Habremos experimentado a lo largo de nuestra

1
vida que hay aspectos de nuestra personalidad que son positivos y otros no tanto y
seguramente muchas veces hemos soñado con ser un poco mejores o con eliminar los
aspectos negativos de nuestro modo de ser. ¿Estamos hablando de un sueño imposible?
Definitivamente, no. La respuesta viene dada por los factores que componen la personalidad:
temperamento y carácter. El temperamento es innato, es decir, “viene” en y con nosotros, por
factores principalmente genéticos. Por otro lado, el carácter se va formando o modificando a
través de nuestras acciones del día a día.

Lo que veremos a continuación es cómo ir orientando nuestra actuación con el fin de


tener un carácter sólido, maduro y que nos haga ser personas plenas y felices.

2. ¿Cómo se construye el carácter?

Algo de verdad tienen los dichos populares: “lo que se hereda no se hurta” o “de tal palo,
tal astilla”. El factor genético -mencionado anteriormente como temperamento- es un
componente de la personalidad, y tiene elementos positivos y otros defectuosos. Nos encanta
considerar los aspectos satisfactorios de nuestra forma de ser, pero ¿qué hacer con los
defectos? ¿Nos tendremos que quedar tranquilos pensando que varios integrantes de nuestra
familia tienen los mismos defectos? ¿No será un poco triste pensar que nuestros defectos no
tienen solución y permanecer como seres inactivos ante nuestra situación?

La respuesta es alentadora, ¡hay mucho por hacer! De hecho, ya cada uno de nosotros
hemos hecho bastante en lo que llevamos vivido. Ya hemos tomado muchas decisiones sobre
aspectos más o menos relevantes: la elección de la carrera, salir o no a una fiesta el día
anterior a un examen, ser leal a un amigo, quedarnos con el dinero de más que nos dio el
cajero en el supermercado, etc. La enumeración de éstas y otras acciones han ido dando forma
a nuestro carácter. Más allá de los aspectos básicos o innatos de la personalidad, la hemos
ido construyendo o destruyendo con nuestra libertad. El buen carácter se construye mediante
la práctica constante de acciones buenas libres, que se traducen en virtudes.

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3. Yo soy lo que hago. Los hábitos hacen al hombre: virtud y vicio.

La pregunta sería, entonces, ¿hemos cultivado el carácter o sólo nos dejamos llevar por
el temperamento? En primer lugar, sólo podemos cultivar aquello que hemos adquirido y
realizado libremente; en segundo lugar, tendríamos, entonces que responder si es que hemos
adquirido hábitos que se traduzcan en un buen carácter. Por ejemplo, podemos tener la
tendencia a distraernos con facilidad y a perder la concentración en el estudio, para superar
este defecto del temperamento tendríamos que realizar acciones que nos permitan
mantenernos concentrados, tales como: apagar el celular y/o la televisión, establecer metas y
objetivos en el estudio, buscar un espacio adecuado, etc.

El elemento más importante de la personalidad lo constituye el carácter, que está


compuesto por un conjunto de buenos y malos hábitos, producto de un conjunto de acciones
realizadas libremente. La repetición de un mismo acto conforma un tipo de conducta estable
y fácil. Gracias a los hábitos no es necesario que comencemos siempre desde cero 1, por
ejemplo, si ya tenemos el buen hábito de lavarnos los dientes después de cada comida, el
hacerlo cada vez no será una tortura –como suele ser para los niños pequeños-, sino que será
una actividad grata y sencilla. Es muy probable que hayas escuchado la frase: “una
golondrina no hace verano”. Para tu conocimiento, la dijo Aristóteles en el Libro de la Ética,
refiriéndose a que realizar una sola acción no constituye un hábito. Sólo el conjunto de
acciones en el tiempo, no esporádicas, puede formar el carácter.

Advertimos entonces, que los hábitos que hemos adquirido conforman parte esencial de
nuestra personalidad. Una personalidad bien definida se forja a base de hábitos y vale lo que
valen éstos. El que tiene el hábito de la vagancia, es un vago; el que tiene el hábito del trabajo
es laborioso. El primero es un desgraciado, el segundo es honorable y seguramente bastante
feliz2. En este sentido, podemos afirmar que, de algún modo, “somos” lo que hacemos.

La palabra virtud se conecta con la expresión griega areté que se traduce como
“excelencia”. La virtud es una acción buena permanente en el tiempo (hábito) que

1
Cfr. José Ramón Ayllón, Ética Razonada, Palabra, Madrid, p.66.
2
Pbro. Dr. OROZCO, Antonio, http://es.catholic.net/imprimir.php?id=7133

3
perfecciona la naturaleza humana. Practicar las virtudes hace buena la acción y al que la
ejecuta, pues la acción virtuosa es buena en sí misma y hace de la persona alguien de
excelencia, por tanto, “la virtud humana es un hábito que perfecciona al hombre para obrar
bien”3. Así la virtud no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar la felicidad. Tal
como lo señalamos en la clase anterior, la ética está al servicio de la persona para que alcance
la excelencia moral. Lo anterior viene a dejar claro que la ética no está para cumplir con un
listado de normas básicas, sino para orientar nuestro acto humano mediante el mayor bien
que podamos hacer.

El crecimiento personal, el cultivo y la perfección de la personalidad solo se logra


mediante la práctica libre de un conjunto de acciones buenas, no de una acción aislada, “el
que siembra actos, recoge hábitos, el que siembra hábitos cosecha su propio modo de ser”4.
En efecto, las virtudes morales fortalecen nuestra voluntad, nuestra capacidad de amar (pues
tal como lo vimos en Antropología, el objeto de la voluntad es el amar) en cambio los vicios,
empobrecen y estropean la voluntad, y por tanto, disminuye su capacidad de amar5. Ser una
persona feliz no es algo espontáneo, sino que implica una pregunta profunda “¿quién quiero
ser?”, y que seamos felices va a depender en gran parte de la práctica de las virtudes.

4. Virtud, felicidad y libertad.

El fin natural del hombre es la felicidad. Lo anterior implica que la plenitud o perfección
del hombre no es algo que se vaya logrando por fuera o por sobre la ética. Si suponemos que
podríamos ser felices realizando acciones malas, el estudio de esta asignatura no tendría
sentido, y tampoco lo tendría el esfuerzo por adquirir virtudes mediante del ejercicio correcto
de la libertad6. Las virtudes aumentan el ejercicio de la libertad7. Ejercer bien la libertad va
teniendo un efecto multiplicador, nos hace más libres, personas más plenas en la acción y
también en nuestras relaciones con los demás. Por ejemplo, con nuestra familia, amigos y en

3
Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica I-II, cuestión 58, artículo 3.
4
José Ramón Ayllón, Op. Cit., p. 67.
5
Leonardo Polo, Ética, Unión Editorial, Madrid, 1997, p. 116.
6
Para profundizar este tema, revisar las clases de Antropología.
7
Leonardo Polo, Ética, Unión Editorial, Madrid, 1997, p. 116.

4
nuestro trabajo ¡verás que la vida será todo un gusto vivirla! Las virtudes permiten que todas
las acciones buenas sean más fáciles de realizar, pues han pasado a ser parte de nosotros.

En síntesis: la personalidad está formada por dos componentes importantes: el


temperamento y el carácter. El primero es involuntario e innato, mientras que el segundo es
voluntario y adquirido libremente. ¿Por dónde comenzamos la tarea de ir formando un buen
carácter? La adquisición de las virtudes nos permite perfeccionar nuestra naturaleza humana,
logrando con ello la plenitud o la felicidad, la cual todos aspiramos a tener.

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