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CRONICAS DE VIAJE

Una crónica de viajes no es un folleto turístico, pero más largo;


ni una publicidad de hotel, pero mejor escrita; ni un puñado de
adjetivos previsibles —encantador, mágico, asombroso—
apiñados en torno a las montañas, la puesta de sol, el mar, el
puente, el río.

Un crónica de viajes no se hace en los ratos libres entre el


almuerzo y la siesta, ni se resuelve con una caminata por el
centro histórico, ni se consigue desde una piscina cinco estrellas.

Hacer crónicas de viajes es un trabajo extenuante y vertiginoso:


el cronista enfrentado al espacio —desmesurado—, y al tiempo
—finito— de su viaje, viviendo en una patria en la que, a cada
paso, debe tomar la única decisión que importa: qué mirar.

No hay un decálogo del buen cronista, pero, si lo hubiera, diría


que es alguien que entra en iglesias y mezquitas, en bares y en
cementerios, en clubes y en las casas, que habla poco, que
escucha mucho, que lo mira todo —carteles y colegios, la gente
por la calle, los perros, el clima y las comidas— y que, después
de mirar, hace que eso signifique: que descubre, en aquello que
miraron tantos, una cosa nueva; que cuenta Nueva York —París
o Tokio— como si fueran terra incognita.

En su crónica sobre Hong Kong, incluida en Larga


distancia (Planeta), el escritor y periodista argentino Martín
Caparrós dice: «Los periodistas solían hablar del Rolls Royce
rosa de la señora Chan, que hacía juego con su armiño rosáceo
y su perrito de aguas sonrosadas, o del edificio más alto y
bamboleante del planeta o de los siete mil cristales de Murano
de la araña de aquel centro comercial —y no terminaban de
darse cuenta de que el monumento estaba en otro parte (…) En
el bar del aeropuerto de Hong Kong, a la entrada, a mano
derecha según se llega de la revisación, hay un menú de bronce:
allí, los precios de las coca colas y sandwiches del bar grabados
en el bronce, inscriptos en el bronce por desafiar al tiempo, son
un monumento discreto y orgulloso al triunfo del capitalismo más
salvaje».

Fuente: https://www.altairmagazine.com/voces/que-es-una-
cronica-de-viajes

. El micro partió a las 17 horas del día 20 de febrero de este año. Los próximos
10 días los pasaríamos en la cordillera, en la ciudad de Bariloche, provincia de
Neuquén, Argentina.

Al llegar a las 12 horas del día 21 de febrero, nos dispusimos a tomar la


habitación. Luego de una cálida ducha fuimos al centro comercial para
almorzar.

Allí llegamos a las 15 horas y, luego del ascenso, visitamos el museo y la


confitería giratoria. Por supuesto no pudimos evitar tomar un café en la
confitería y observar el magnífico Cerro Tronador (siempre nevado, siempre
espléndido de admirar) a lo lejos.

Más tarde visitamos el bosque que se encuentra de lado sobre el mismo cerro
Otto.

Logramos sacar muchas fotografías y, siendo las 19 horas decidimos emprender


el regreso.

Luego, en el hotel, cambiamos nuestra ropa y partimos para visitar el centro


comercial, realizar algunas compras y cenar mariscos.

Ya cerca de las 23 horas regresamos al hotel, cansados y con deseos de dormir


para al día siguiente comenzar otra aventura en familia.

Fuente: http://www.ejemplos.co/ejemplos-de-cronica-corta/#ixzz5Fmqsci4s
Alumno: Numa Perez Pace
Curso 3 ‘‘A’’
Junin, 17 De Mayo Del 2018

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