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23-Parra-La Sociologia en Colombia Tareas Revolucionarias o Conservadoras PDF
23-Parra-La Sociologia en Colombia Tareas Revolucionarias o Conservadoras PDF
CIONARIAS O CONSERVADORAS?
Hernando Parra
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Desde su origen la sociología ha llevado en su haber un debate que gira en
torno a si ésta es una ciencia de oposición o es una ciencia de estabilización1.
Ello en razón a que la sociología surgió “en la misma medida tanto del espíri-
tu de la Revolución como de la Restauración (donde) cada uno de los bandos
de la guerra civil la reclamó para sí” (Habermas, 1990, P. 278). Esto es, que la
sociología surge en una situación de crisis y se constituye en una ciencia de la
crisis, teniendo así una doble cara, como una moneda: crítica y conservadora a
la vez2(Habermas (1990). Por eso, Habermas (1990), interpretó que dado ese
origen la Sociología en su transcurrir ha llevado parejamente una dinámica de
oposición como de estabilización, afirmando que “aquél que exige a la sociología
tareas críticas o conservadoras de esta especie, choca con enérgicas contradic-
ciones” (P. 273).
Sin embargo, Habermas (1990), también señaló que al interior de la sociolo-
gía moderna este debate tiende a perder vigencia, puesto que la realidad social
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SOCIOLOGÍA EN COLOMBIA
En Colombia la sociología no desarrolla el debate con las características arriba
señaladas, sino que su quehacer se hace recurrente a través de una tensión en-
tre Estado y Sociología, en razón a que, como dice Gonzalo Cataño (1986): “La
historia de la sociología en Colombia es a su vez la historia de sus relaciones con
el Estado”4(P. 17). Y ya sabemos que estas relaciones, entre Estado y Sociología,
no han sido armoniosas o conflictivas durante todo el tiempo, sino que han exis-
tido momentos de relaciones armoniosas y momentos de relaciones conflictivas.
Efectivamente, en la época de la “introducción de la sociología a nuestro país”5,
las relaciones entre Estado y Sociología las podemos caracterizar como relacio-
nes armoniosas, en razón a que para ese momento las relaciones están marca-
das por un interés común tendiente a estabilizar un orden político, a través de la
construcción del Estado. Por eso, vemos que Rafael Núñez en su propuesta sobre
La Regeneración concibe unas relaciones de interdependencia entre sociología y
política, como fundamento esencial para el desarrollo del proyecto político esta-
bilizador denominado La Hegemonía Conservadora6.
3 Dice Habermas que “en el interior de esta autocomprensión científico-teórica resta de todos modos al sociólogo el ámbito de juego
de su doble papel como científico y como ciudadano; puede elegir las tareas que desea cultivar sociológicamente según puntos de
vista de relevancia política, pero semejante decisión previa del ciudadano no puede tener ninguna influencia sobre el mismo trabajo
científico” Op. Cit. Pág. 273.
4 Cataño, Gonzalo. La Sociología en Colombia. Editorial Plaza y Janés. Bogotá, 1986. Pág. 17. Sin embargo, el profesor Gabriel Res-
trepo (2009) sugiere que el quehacer de la Sociología en Colombia ha estado más relacionado con la nación.
5 Existen diferentes interpretaciones sobre la manera como inicio la sociología en el país, por ejemplo, la del Profesor Jaime Jaramillo
Uribe, la del Profesor Gonzalo Cataño y la del Profesor Adolfo González, entre otros.
6 Generalmente este régimen conservador se ubica entre 1886 y 1930. Sin embargo, su Constitución, la de 1886, estuvo vigente hasta
Por demás sabemos que el pensamiento sociológico que más influyó en Co-
lombia durante La Hegemonía Conservadora fue el de Herbert Spencer, pues su
fundamento filosófico, su visión de la ciencia y su visión del capitalismo moderno
armonizaban más con la necesidad de explicación que tenía dicho régimen:
Desde luego, las ideas de Spencer que más amplia acogida hallaron fueron aque-
llas que tenían alguna relación con la política y con las ciencias sociales, por ejem-
plo, la idea de evolución y el intento de hacer de la sociología una ciencia, si no
exacta, por lo menos experimental, cuyas conclusiones sirvieran para fundar la
política sobre bases científicas (Jaramillo Uribe, Jaime, 1997, P.486).
Así, es en ese contexto, donde encontramos el discurso de corte spenceriano
de Salvador Camacho Roldán en la Universidad Nacional “el 10 de diciembre de
1882, en el mismo recinto en que Núñez había propuesto dos años antes el es-
tudio de la Sociología de Spencer” (Jaramillo, P. 485), donde Camacho resaltaba
“la marcha del mundo moderno hacia la paz y la concordia, hacia la conquista
total de la naturaleza por la ciencia” (Jaramillo, P. 485).
Ya en el Siglo XX, la historia de las relaciones entre Estado y Sociología en Co-
lombia, las vemos marcadas por la tensionalidad inclusión-exclusión-inclusión,
en un contexto que podemos denominar “estado de naturaleza turbulenta”, en
razón a que permanentemente nos “vienen a la mente expresiones como desins-
titucionalización, crisis, ingobernabilidad, etc.” (Francisco Gutiérrez Sanín, Fran-
cisco, 1997, P. 90), o porque como dice William Ramírez Tobón (2000), que el
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la sociología por el cambio social. Efectivamente, como Gonzalo Cataño (1986)
nos recuerda que el Segundo Congreso Nacional de Sociología (1967) “fue mu-
cho más crítico respecto de las diferencias de clase, de la organización política
y de los proyectos de desarrollo impulsados por el Estado. Subrayó la necesidad
de comenzar a estudiar la realidad nacional a partir de una óptica científica pro-
pia y reclamó el compromiso del sociólogo con las urgentes tareas de transfor-
mación social” (P. 30).
Es sabido que frente a tal situación el quehacer de la sociología colombiana se
fragmentó y se orientó de manera general a través de dos grandes posturas8:
una de resistencia y otra contestataria.
La postura de resistencia orientó su quehacer en el marco de un mundo uni-
versitario en crisis, donde “las universidades se habían radicalizado y los mo-
vimientos estudiantiles y profesorales pedían cambios estructurales” (Cataño,
1986), intentando mostrar su fuerza y aporte en la construcción de una nación
a través de “un acento en la formación clásica, con un llamado a formar una
sociología científica, nacional y política” (Restrepo, Gabriel. 2002, p. 120). Sin
embargo, ya para este momento el Estado colombiano “no estaba interesado en
la universidad ni en las Facultades de Sociología” (Cataño, 1986, p. 43), por lo
tanto, su quehacer no pasó de ser “una mera exégesis de los padres de la ciencia
social, y el estudio de los problemas teóricos y metodológicos se tradujo en una
8 Podría pensarse en una académica y la otra profesional, sin embargo, este binomio parece ser más estrecho para el presente aná-
lisis.
retórica sobre las bondades de ciertos enfoques y las limitaciones de otros, sin
llegar a confrontarlos en el terreno de la investigación” (Cataño, 1986, p. 43).
Por su parte, la postura contestataria, asumió para su quehacer una utopía
política a partir del concepto “Crisis Estructural del Sistema”, el cual estaba so-
portado en
Indicadores como la corrupción administrativa, la bancarrota moral, la aparición
de ideologías como la del populismo militar, el control abusivo de la propaganda y
los medios de comunicación de masas, la urbanización generalizada, el neonacio-
nalismo desenfocado, el prurito reaccionario de la seguridad nacional, la contrain-
surgencia, etc. (Fals Borda, Orlando, 1987, p. 27).
Esta opción lleva a la sociología contestataria a comportarse como una So-
ciología Rebelde, asumiendo las connotaciones de “una sociología aplicada a la
liberación”, es decir, la de “hacer una ciencia politizada”, cuya, “justificación es la
investigación del proceso de toma del poder y la construcción de un nuevo siste-
ma social” (Fals, 1987). Además, esto la lleva a asumir que la misma sociología
también está afectada por la crisis y que por lo tanto ella debe ser “reorientada
hacia las urgencias actuales de la sociedad” (Fals, 1987).
Ya para los años ochenta y hasta finales del Siglo XX, las relaciones entre Es-
tado y Sociología, vuelven a ser de inclusión. Varios factores influyen en dicho
cambio. En primer lugar, la nueva situación internacional, que al decir de Miguel
Ángel Urrego (2002), está determinada por “un movimiento de derechización
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La Pobreza en Colombia.
Según las últimas estadísticas del Dane (2008) la pobreza e indigencia en Co-
lombia está por el orden de más de 20 millones de pobres y más de 8 millones
de indigentes, lo cual se constituye en un porcentaje bastante significativo para
un país que cuenta con 44 millones de habitantes. El camino para superarla en
un futuro próximo no es muy prometedor, pues, según el PNUD, la meta del Es-
tado Colombiano de reducir la pobreza al 28% para el 2015 no será posible de
cumplirla por ahora9(Ban Ki-moon, 2011).
Por otra parte, el economista Jorge Iván González (Vanguardia, Febrero 2010)
señala que la sociedad colombiana no ha podido afectar la pobreza ni la indi-
gencia, sino más bien que lo que se ha reforzado constantemente es la concen-
tración del ingreso. Esto nos deja entrever, entonces, es que la particularidad
de este fenómeno en Colombia es que se da en el marco de una abundancia de
recursos y no de escasez. Por lo tanto, ello obliga a que revisemos el modelo de
distribución de los recursos, puesto que lo que hasta ahora ha generado es la
concentración de la riqueza y la ampliación de la pobreza. Obliga a conocer por
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qué “una gran parte de la población posee múltiples carencias que van desde
la ausencia de puestos de trabajo dignos, ingresos inhumanos e inadecuados,
desnutrición, analfabetismo, sistemas de educación inapropiados, etc.”10(Luis
Carlos Narváez Tulcán, 2003). Es decisivo, entonces, mostrar que las soluciones
asistencialistas del Estado son ineficaces, puesto que no es suficiente mantener
con vida a los pobres sino que hay que hacerlos sentir humanos “seres capaces
de realizar y hacer actos valiosos para su propia existencia” (Narváez, 2003).
Obliga a mostrar que el “sudor y lágrimas” y el “apretarse el cinturón” no puede
ser siempre para la mayoría de la población colombiana.
En estas condiciones el fenómeno de la pobreza se ha constituido en un pro-
blema estructural de la sociedad colombiana por lo tanto la mirada de la sociolo-
gía a este fenómeno debe apuntar hacia un análisis de la totalidad social en una
perspectiva de cambio social.
La Corrupción en Colombia.
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Lo cual puede entenderse como una acción del crimen organizado que permea
el tejido social y superando el ámbito ético-individual.
Tradicionalmente se ha considerado que la sociedad colombiana ha cultivado
históricamente unas debilidades que posibilitan la corrupción, como dice Eliza-
bet Ungar (2010), unas “condiciones estructurales del Estado colombiano, del
sistema y del ejercicio político que se constituyen en caldo de cultivo para la
corrupción”, tales como:
La concentración del poder ejecutivo y las debilidades del sistema de pesos y con-
trapesos, el clientelismo, la impunidad, la falta de transparencia en la financiación
de la política, la “cultura del atajo” y el “todo vale”, una débil cultura de rendición
de cuentas, el incumplimiento por parte de muchas entidades públicas del derecho
de acceso a la información, fallas en el diseño de la institucionalidad estatal, in-
cumplimiento de la normatividad vigente12…la corrupción está inmersa en toda la
sociedad, involucrando al sector público, al sector privado y a la ciudadanía. Dicho
en otras palabras, el fenómeno parece estar relacionado con causas de orden éti-
co, social, político y administrativo (Párrafo 5, 8,10).
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a varios grupos sociales de la sociedad colombiana13(Jaramillo, 1996); en tercer
lugar, la adopción de la Concepción del Estado de Jeremías Bentham, la cual
con el Estado, mostrando que esa experiencia condujo a la sociología a una pro-
funda insatisfacción debido a
La desesperanza de cambio real por parte del Estado en la resolución de los pro-
blemas sociales, debido a las insuficiencias en las políticas económicas y sociales,
y a sus encuadramientos neo-regeneracionistas o neo-autoritarios, revestidos de
una suerte de actualización de paradigmas tayloristas de la administración supera-
dos en el mundo por otros enfoques administrativos sistémicos y con altos grados
de participación, pero también respecto a una corroboración absoluta de la nulidad
de las violencias que desde distintos signos de izquierda o derecha intentan cam-
biar hacia los extremos ( P. 35).
Desde allí es claro para el profesor Restrepo (2009), que la situación deja
como saldo “la urgencia de reconstituir las relaciones entre Estado, Nación y
Pueblo con un nuevo pacto en vísperas del Bicentenario de la Independencia” (P.
25).
Ahora bien, lo señalado arriba por el profesor Restrepo corrobora de cierta
manera el planteamiento que se ha venido desarrollando en el presente escrito:
qué después de doscientos años de vida republicana subsisten unos problemas
sociales que aparecen como connaturales a la sociedad colombiana, tales como
la pobreza, la corrupción, el conflicto armado y la construcción de la nación,
en donde se encuentra que la sociología ha desarrollado un trabajo enmarcado
en la dinámica de relaciones tensionales de inclusión-exclusión-inclusión con el
Estado colombiano14.
Así, en este contexto, se sugiere la pregunta para la sociología en el Siglo
XXI en Colombia ¿Tareas revolucionarias o conservadoras? Intentar responder
a esta pregunta implica analizar algunos elementos de una línea discursiva que
algunos sociólogos han recreando en los últimos diez años en Colombia, y que
creo comparten, de cierta manera, la visión del profesor Restrepo (2009) en lo
relacionado con que
Las ciencias sociales y la sociología puedan avanzar de modo extraordinario en el
pensamiento de la “re-fusión”, una que sin más significaría pensar estrategias para
refundar el Estado y la Nación en términos de esa lettre en souffrance enviada
como mensaje al mar en la tormenta por Simón Bolívar en su discurso inaugural
del Congreso de Angostura, el 15 de Febrero de 1819 (una ocasión para celebrar
más feliz que el hecho militar de la Batalla de Boyacá, ya que nuestra emancipa-
ción fue primero intelectual, sapere aude, que militar (P. 59).
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emanado de la ideología absolutista de Jeremías Benthan y que se asumió como
fundamento para la creación de Estado de la Primera República. Allí, Fals Borda
(2003), argumentó siete razones a favor de una Segunda República: 1) Una
razón histórica tiene que ver con la incapacidad de la propuesta de la Primera
República de construir una nación incluyente; 2) Una necesidad apremiante de
cambio social en el país; 3) El desarrollo de iniciativas que dejan entrever una
acción visionaria hacia nuevos agrupamientos territoriales, como los del Nuevo
Despertar; 4) El desarrollo de una conciencia colectiva sobre la existencia de
mecanismos democráticos más ventajosos para la participación popular, como
La Asamblea Constituyente; 5) Que existen grupos sociales interesados en con-
vertirse en “grupos claves estratégicos” del proceso transformador; 6) Que el
proceso puede recuperar vocaciones ancestrales comunitarias del país, que ga-
ranticen reales beneficios a la población rural; 7) Que el proceso permitirá redi-
mensionar el horizonte histórico de los colombianos desde raíces propias, que se
asumirán con orgullo y dignidad (P. 59-66).
De otra parte, está el proyecto de investigación titulado Reinvención de la
emancipación social15, el cual es orientado por Boaventura de Sousa Santos y
Mauricio García Villegas (2004), donde argumentan que en los últimos años en
Colombia se ha estado viviendo un proceso de colonización al revés de la mítica
14 Esta recurrencia de los problemas sociales no implica la creencia de que la historia se repite de la misma manera o mecánicamente.
15 “Esta propuesta teórica se funda en la idea utópica de una exigencia radical: sólo habrá emancipación social en la medida en que haya resistencia a
todas las formas de poder”. De Sousa Santos, Boaventura y García Villegas, Mauricio. Emancipación social y Violencia en Colombia. Grupo Editorial
Norma. Bogotá, 2004. Pág. 29.
colonización antiqueña, esto es, que
En lugar extender el modelo de organización y convivencia social y política a zonas
del país en las cuales no existe ley ni orden, las zonas “salvajes”, sin ley ni orden,
colonizan a las zonas “civilizadas”, es decir, que “el colono es colonizado por la ley
de la selva y con sus armas extiende la descolonización al resto del país (P. 58).
Además, que a su vez, es desde allí donde se da “una reactivación del poten-
cial emancipatorio de las luchas populares” (P. 62).
También, que esta situación ha generado unas condiciones de fragmentación
social conducentes a una mayor inestabilidad del Estado colombiano, pues,
unos grupos sociales orientan sus luchas sociales hacia la institucionalización
pero otros hacia la desinstitucionalización: “Dicho en otros términos, el sentido
social y político de las luchas sociales está ligado a la fijación de su posición favo-
rable o desfavorable respecto del Estado y del derecho” (Santos y García, P. 62).
Esto no quiere decir que en esta situación no existan las combinaciones “grises”
propias de realidades complejas como la colombiana.
A MANERA DE CONCLUSIONES
En este punto ya son claras las características de la crisis de la sociedad co-
lombiana en el Siglo XXI: En primer lugar, que el camino elegido por La Primera
República para construir el Estado-nación ha fracasado, puesto que dicho proce-
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16 Sin embargo, se hace necesario reconocer que la “Crisis Bicentenaria” es mucho más compleja que lo que aquí se señala.
mírez Tobón, 2000), que por lo tanto, no puede renunciar a actuar de manera
explícita en el contexto vital de la totalidad social, con el fin de influir de manera
práctica en su devenir (Habermas, 1990); además, que debe tener en cuenta
que de acuerdo con la naturaleza de la crisis, la sociología no puede renunciar
a un quehacer por una sociedad más justa, sin importar si para ello tiene que
hacer estallar la concepción de la ciencia que ha establecido “barreras entre la
ciencia y la política, entre el conocimiento y la acción, entre la racionalidad y la
voluntad, entre la verdad y el bien que permitieron que los científicos se volvie-
ran, con buena intención, los mercenarios de los poderes vigentes” (Santos y
García, 2004); también la crisis obliga a la sociología a hacer conciencia de que
hoy la ciencia en general atraviesa “una profunda crisis de confianza epistemo-
lógica” (Santos y García, 2004) puesto que
Las promesas que legitimaron el privilegio epistemológico del conocimiento cientí-
fico a partir del Siglo XIX –las promesas de paz y de racionalidad, de libertad y de
igualdad, de progreso y de repartición de progreso- no se realizaron ni en el centro
del sistema mundial, y adicionalmente se transformaron en los países de la perife-
ria y la semiperiferia –lo que se convino en llamar el Tercer Mundo- en la ideología
legitimadora de la subordinación al imperialismo occidental (Pág. 12).
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interior se presentan alternativas a los paradigmas dominantes” (Santos y Gar-
cía, 2004), reconocer, además, que el conocimiento es contextual, lo cual obliga
a luchar contra el colonialismo intelectual.
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