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Sublimación y
decadencia
Mariano Domingo
UNMDP
Introducción
Erich Auerbach, filólogo, ensayista y crítico literario alemán exiliado en Estambul, intenta
reconstruir parte del largo derrotero que atravesó el realismo en el ámbito literario europeo,
desde la epopeya griega antigua hasta bien entrado el siglo XX con la referencia a To the
lighthouse de la británica Virginia Woolf que cierra el libro. Para llevar adelante tal
propósito, para reflexionar sobre en qué medida el realismo se manifiesta a través de casi
2700 años de historia de las letras, Auerbach, aun desde la carencia de su exilio, desarrolla
erudición, con el objetivo de abordar una compleja serie de textos en lenguas distintas,
subyacen y los enfrentan entre sí. En cuanto a la tesis que sustenta el camino trazado por
sugiere que el autor explora las formas en que el realismo se expande progresivamente,
incorporando nuevos sujetos, estratos sociales y motivos a su órbita. Con esto abandona las
seria de lo alto y sublime frente a la comicidad que supone todo lo que es bajo, en especial
en la Antigüedad.
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Dentro de la gran empresa que se impone Auerbach, el presente trabajo tiene como
objeto ahondar en un punto que, en parte, deja entrever el desarrollo de las reflexiones en
Mímesis: el paso, hacia fines de la Edad Media, de una profunda división estamental, que
domina tanto las formas de vida en sociedad como las de representación en la literatura,
hacia una concepción más bien dinámica, vital y mucho más compleja en los albores del
Renacimiento.
tardío se hace manifiesto en la medida que, fuera de todo acaecer relativo a una estática
nobleza guerrera, nada es digno de tener lugar en el arte de época. En este sentido, la
canción de gesta de siglos XI y XII surge como el paradigma de la creación poética, sobre
todo en los países latinos, en los que la caída del imperio romano dejó como saldo un
anquilosamiento de la cultura que encuentra su mejor reflejo en esa clase de textos. El caso
francés de la chanson de geste, estudiado en profundidad por entre otros, Menéndez Pidal
jefe de la retaguardia del ejército francés” para dar cuenta de lo acotado y esquemático de la
representación en el género.
Seis capítulos más tarde, en “El mundo en la boca de Pantagruel”, Mímesis presenta
la contracara del fenómeno antes descripto a partir de la obra de François Rabelais, una
figura propia del Renacimiento francés del XVI, pero fuertemente atravesada por aquella
decir, no oficial del arte y el individuo del medioevo, la del grotesco y el carnaval (en
términos de Bajtín), una cara soslayada por el pensamiento estamental y religioso cristiano
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dominante, arista que Rabelais recupera, intensifica y renueva bajo la luz del Humanismo
Casi todos los elementos que confluyen en el estilo de Rabelais le han sido transmitidos por
la Edad Media tardía. Las bufonadas groseras, la concepción “criatural” del cuerpo, la falta
de pudor y reserva en lo sexual, la mezcla de un realismo semejante con una sustancia
satírica o didáctica, la erudición informemente amontonada (1979: 256)
que, como en el auge de la Baja Edad Media (entre los siglos XI y XII), las dos
concepciones alrededor del arte, la vida y, sobre todo, del hombre antes mencionadas
coexisten en la consideración que sobre ese período desarrollan los capítulos de Mímesis.
Es decir que, superando la negación de la cultura popular por parte la literatura cortesana y
Gargantúa y Pantagruel como objeto de investigación, al mismo nivel que una obra de la
postulado de Bajtín (1987) de una dualidad del mundo, sin la cual cualquier intento de
examen de la existencia de este momento queda trunco. Tal hipótesis abonaría esa teoría
primera de la progresiva expansión de los límites del realismo, desde sus primeras
Para dar cuenta de las particularidades de cada uno de estos sistemas de ideas, los
extraliterarias que justifican tales cosmovisiones y las repercusiones que éstas tienen en la
autor retoma un fragmento del cantar heroico francés de mayor repercusión en estudios
trescientos años antes en Roncesvalles (Pamplona) entre las tropas de Carlomagno y unos
alrededor del 1170, Auerbach recorta una escena en particular: Roldán, sobrino del
España por consejo de Ganelón, su padrastro, traidor y cómplice del rey de los sarracenos,
el infiel Marsilio.
Sobre esta breve porción del texto, fiel a su metodología, el alemán destaca en
forma en que se construye resulta estático, limitado, poco fluido. En primer lugar, dentro
del asunto general de la guerra, la reunión del consejo, como motivo, dominado por una
palabras que se emplean regularmente en las mismas condiciones métricas con el fin de
expresar una idea esencial dada. De ahí que los cantos heroicos, plagados de ellas, se
muestren repetitivos. Así lo explica el filólogo estadounidense Milman Parry, que Rychner
(1999) recupera para su estudio El cantar de gesta: Ensayo sobre el arte épico de los
juglares.
Lo que es más, esa ceremonia pone en juego los principios sustanciales del ser
caballeresco prototípico, principios que rigen por entero el accionar individual, aunque para
ellos no exista justificación alguna, entre otros: la voluntad de lucha, el concepto de honor,
la fidelidad entre compañeros de armas, la comunidad de linaje, etc. De esta forma, todo el
espectro de los personajes representados exhibe las mismas características, incluso los
enemigos de Carlomagno. Son guerreros excelentes, despojados del sufrir del ser común,
jerarquía social similar, casi especular y responden a los valores fundamentales de auxilium
y consilium (Real 2002) que determinan las formas del vasallaje francés de siglo XI.
Representantes de cualquier otro sector del rígido sistema estamental de la Edad Media,
máxime mujeres, se encuentran por completo ausentes. El cantar de gesta es por y para
festejo de la corte, aun cuando pueda trascender sus límites y llegue al pueblo en la voz de
los juglares.
que retoma la anterior. Un nuevo estilo alto, en palabras de Auerbach, que hace uso de la
planteo de Hauser (1951) sobre la génesis de los cantos heroicos medievales. Frente a la
literatura sostiene que tales relatos surgen a raíz de la necesidad de la Iglesia de propagar la
literatura oral comunitaria, verbalmente transmitida durante largo tiempo. Frente a ella,
individual que recupera, transcribe y modifica. Las tendencias al respecto se dividen en dos
líneas o genealogías. Por un lado, aquellos influidos por Ong y Parry, como Menéndez
Pidal y Rychner, los “tradicionalistas” u “oralistas”, que defienden el acervo oral de unos
cantares de gesta que habrían nacido paralelamente a los hechos narrados y solo luego
fueron volcados a la escritura. Por el otro, los “individualistas”, encabezados por Joseph
Bédier, prefieren enfocarse solo en el componente textual, comparando este tipo de obras
Aunque la posición que adopta Auerbach podría encuadrarse en este último grupo
escrita, buena parte de sus planteos encuentran un correlato con los desarrollos de
formular de La chanson de Roland la explica con motivo de la difusión oral que en primer
término tuvieron los cantares en boca del artista destacado de la época: el juglar. Dice
Rychner:
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podía ser a la vez músico, poeta, saltimbanqui; el vagabundo, que yerra por las rutas y da su
presentación en los pueblos, el zafonista, que, en la parada canta la gesta a los peregrinos,
charlatán, maestro de la danza, acróbata que hace malabares con cuchillos (…) en fin, el
ancestro de todos los puesteros de nuestras ferias. (1999: 7)
Mas lo que hace verdaderamente al juglar es el caudal de argumentos que conoce de
combinar de forma nueva cada vez que recita. Lo mismo sea en frente algún señor feudal
que lo acoge, sea en la plaza pública. Fue Ong quien señaló por primera vez la repetición
conocimiento en las culturas de índole oral. Rychner lo retoma e insiste en que lo que tiene
transcripción caligráfica vendría a ser un hecho secundario, que nace como ayuda memoria
del juglar y es posterior al desarrollo del cantar original. De ahí también las repeticiones, el
volver a comenzar una y otra vez, el predominio de la parataxis, medios todos de los que se
cuando mediara entre los dos órdenes la labor de un poeta y/o compilador.
realismo en el cantar de gesta francés, plantea que, como aproximación efectiva para dar
demasiado acotada, de una simplificación tal que omite buena parte de la realidad más allá
las cortes señoriales. Por otro lado, su limitación a lo ideal sublime, el estilo empleado, con
sus reiteraciones, sus abruptos encadenamientos (donde resuena la impronta oral), todo
junto al propósito doctrinario que lo subyace, hacen del género un espacio poco propicio
para ahondar en el verdadero sentido de la época. Pese a su fondo histórico, pese a haber
En estas líneas se resume lo fundamental del planteo del teórico ruso. La Edad Media
presenta, por un lado, una faceta oficial, seria, con ciertas directrices particulares para la
popular. Por el otro lado, y Bajtín lo caracteriza en detalle, tras la cara seria, en sus bordes,
subsiste toda una constelación de creencias, ritos y significados, en conexión directa con la
esfera del carnaval y aquello que implica, que sin embargo no encuentra cabida en la
literatura de la época, al menos de forma relevante y duradera. Con todo, el fenómeno del
grotesco que supone la cosmovisión carnavalesca trasciende las fronteras del arte y se
confunde con la vida misma de la plaza y es allí donde encuentra su expresión más
fidedigna.
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Rabelais como anfibio cultural
Entonces, ¿qué papel desarrolla en todo este entramado François Rabelais, clérigo,
hijo de un burgués acomodado, hombre nacido a principios del XVI? Si bien, como se ha
toda la Edad Media, no es sino hasta entrado el Renacimiento que encuentra, según Bajtin,
una sustancial representación en el ámbito literario. En esto no hay paladín que iguale al
posibilidades más escatológicas del lenguaje. Y lo hace aun en contradicción con aquel
En este sentido, Claudia Moller Recondo (2000) se refiere a Rabelais en tanto que
completamente distinta, hegemónica, de la que forma parte, no solo como burgués, sino
también como eclesiástico y letrado. La retroalimentación entre las esferas de lo alto oficial
elite de siglo XVI, sino de una resignificación de sus motivos más importantes en el nuevo
con un fragmento del capítulo 32 del libro segundo. En él, el autor, hecho personaje,
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investiga dentro de la cavidad bucal del gigante Pantagruel y encuentra allí todo un
complejo universo de países, ciudades y hombres, en todo similares a él, que lo interpelan
descubrimiento del nuevo mundo remite directamente a la llegada a América que tuviera
lugar poco tiempo antes. En cambio, para el motivo del monstruo que alberga una galaxia
dentro de sí, el crítico alemán reconoce dos fuentes probables, primero, el libro popular
original de Gargantúa; segundo, un episodio similar que el latino Luciano incorpora en sus
Historias verdaderas. Sea cual fuere el lugar del cual se inspiró Rabelais, Auerbach insiste
en que a la refundición que lleva adelante le impone su estilo particular, marcado por el
horizontes ideológicos del hombre renacentista frente a lo que era su par del medioevo,
supone un tema polémico para la época, aunque no se desarrolle en Rabelais con toda su
fuerza, cercado como está por la exageración grotesca y la hipérbole cómica constante.
La temática de por sí es harto más amplia que aquella del cantar de gesta, escenarios
cánones para su representación en el arte. Con el estilo al que se recurre sucede algo
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Gargantúa y Pantagruel, la guerra en clave grotesca
que elige Auerbach. En él es posible revisar de qué forma se trata el asunto de la guerra
desde la cosmovisión carnavalesca. En otras palabras, cómo el mismo tema se reescribe con
otra mirada, cómo se manifiesta lo popular, lo bajo, sean las clases bajas, presentes,
nombradas, relevantes para la trama, sea el cuerpo en su aspecto más grotesco, decadente,
conflicto entre el rey Grandgousier, el padre de Gargantúa, y uno de sus vasallos, Picrócolo,
que deriva en un combate del que Gargantúa resulta gran héroe. Lo cómico de la cuestión
es la razón del enfrentamiento que da comienzo a la rivalidad entre los dos reyes: una
disputa entre gente de la más baja condición, unos pasteleros que se niegan a vender sus
pasteleros, por ser ejemplo de la importancia de la injuria para el vocabulario del carnaval,
es digna de reponerse:
Los pasteleros no se mostraron en modo alguno inclinados a acceder a este ruego, sino, lo
que es peor, los insultaron gravemente, llamándoles ordinarios, habladores, pelirrojos,
perdidos, carátulas, desdentados, chalanes, holgazanes, golosos, barrigones, fanfarrones,
pillos, zafios, tontos, parásitos, vagabundos, pisaverdes, remedadores, rústicos, babiecas,
simples, bromistas de mala sombra, fatuos, hampones, pastores de mierda y otros tales
epítetos difamatorios.
Una enumeración como esta es impensable para la forma de estrofas o bloques
independientes que adopta el discurso en el cantar de gesta. Mucho menos un lenguaje tan
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soez, todo es alto y distinguido en los parlamentos de los caballeros, incluso en medio de la
batalla, cuando cristianos e infieles se agravian frente a frente. Varios otros episodios
dentro de este recorte son igual de productivos para observar las distancias que se han
Rabelais. Caben mencionar solo dos a modo meramente ilustrativo y porque destacan sobre
En el primero, una vez desatada la guerra, Picrócolo, rey de los pasteleros, se lanza
a la conquista de los poblados de Grandgousier mientras éste reúne sus tropas. Los soldados
invasores, llegados a una abadía, encuentran a los monjes rezando y se disponen a saquear
su huerto y viñedo. En vista de lo que sucede, uno de los eclesiásticos, Juan des
Entommeures, de quien se dice era “joven, galán, vivaz, ágil, diestro, osado, audaz,
resuelto, alto, delgado, agraciado de rostro, de nariz grande, buen despachador de horas,
gran apurador de misas, que no hacia maldito caso de abstinencias y ayunos y, para decirlo
todo, un verdadero monje (…)” (1978: 130-131) enloquece al ver saqueado el vino de todo
el año. Inmediatamente arenga a sus hermanos a la defensa y termina por lanzarse solo,
crucifijo en mano, cual Roldán en Roncesvalles, contra el enemigo a quien vence, poseído
por una violencia casi sobrenatural. Lo cómico aquí es el motivo último que justifica la
lucha, poco importa ya la religión, ahora es el vino, la satisfacción del placer de lo corporal
la razón necesaria para arriesgar la propia vida. Por otro lado, la descripción de las heridas
que el colérico monje inflinge a su paso recuerda algo a las que el sobrino de Carlomagno y
sus doce pares ocasionaban en los servidores de Marsilio. Ahora evidencian un elemento
fundamental que cruza la concepción del cuerpo en Rabelais, lo bajo y grotesco que sale de
la oscuridad y es puesto en primer plano, estómagos, ombligos y tripas rodaban por el suelo
tipo de consejo, rito de designación ni escena que se le parezca, Gargantúa deja París y
arremete contra las fuerzas de Picrócolo. Antes, hace una parada para proveerse de una
lanza, a saber un enorme árbol, y dejar descansar a su yegua. Ésta es de tal magnitud que, al
orinar, inunda los campos circundantes y ahoga a buena parte del ejército rival. Lo bajo
imagen de aquella compañera del héroe se acerca más al estatuto cómico del posterior
Rocinante que al del legendario Babieca del Cid Rodrigo Díaz de Vivar.
que alimentan la vida del medioevo, las pone en contacto, lima sus asperezas y
contradicciones para dar forma a un cuadro en el que lo grotesco del carnaval alterna con lo
sublime de la corte. Todo esto en un mundo nuevo, en vías de descubrimiento, más libre y
diverso, tras dejar detrás de sí la oscuridad del largo período que significó la Edad Media.
Sus personajes, los acontecimientos de los que son parte, los motivos que los mueven son,
por contraste, más profundos, menos estereotipados. Lo mismo podrá decirse del hombre
entre las tradiciones encontradas del medioevo, por un lado, y el mundo en expansión del
Renacimiento, por el otro. He ahí la llave de la transición entre dos períodos tan
noción de lo literario.
Conclusiones finales
señorial y la libertad carnavalesca de la plaza pública, con sus reyes falsos, su vocabulario
mismo momento histórico, la faceta oficial oblitera la realidad del pueblo y obtura su
el desborde. Frente a la sobriedad del rígido vivir de la corte, la risa renovadora que
desacraliza y subvierte.
multifacético de sus expresiones, indaga más allá de las manifestaciones del discurso oficial
difusión de sus valores aristocráticos. En el trayecto que construye hace lugar para el
temporales para dar estatuto literario al fenómeno del carnaval medieval en toda su
Si el canto heroico, cuyos orígenes aún se discuten, atravesado como está por la
experiencia tan antagónica como la de la plaza pública, aunque tenga lugar en forma
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Referencias bibliográficas
Coira, María (2015). “Mímesis, una reedición celebrada”. CeLeHis, año 2, número
3.
Hauser, Arnold (1998). “Poeta y público de los poemas épicos” en Historia Social
de la Literatura y el Arte. Madrid: Debate. Tomo I.
Rychner, Jean (2008) [1999] El cantar de gesta: Ensayo sobre el arte épico de los
juglares. Selección, traducción y notas de Manuel Abeledo. Buenos Aires: Facultad
de Filosofía y Letras.
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