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“Afirmar que la sexualidad tiene como único fin la procreación es, por

empezar, una completa obliteración del placer. […] Una sexualidad aplicada
a la reproducción reduce las relaciones sexuales a la penetración del pene
del varón en la vagina de la mujer. Cualquier otra práctica será viciosa y
pecadora. […] De este modo, características fuertemente humanas de la
sexualidad como la comunicación y el placer, comunes a prácticas
diversas, son renegadas reduciendo la sexualidad a la reproducción
biológica. Incongruentemente, el resto de las prácticas recibe anatemas
morales, e incluso intentos de criminalización, logrando que por los
dispositivos patriarcales del derecho, en sociedades muy conservadoras,
sean perseguidos con la fuerza pública” (Maffia, 2003, p.6)

“El hombre del que se nos habla y que se nos invita a liberar es ya en sí
mismo el efecto de un sometimiento mucho más profundo que él. Un “alma”
lo habita y lo conduce a la existencia, que es una pieza en el dominio que el
poder ejerce sobre el cuerpo. El alma, efecto e instrumento de una
anatomía política; el alma, prisión del cuerpo” (Foucault, 2008, p.39).

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