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5.

- Marco Teórico

 5.1 Aguas de Consumo y Tratamiento

El agua es fuente de vida y salud. El agua es indispensable para la vida. Su


calidad está íntimamente relacionada con el nivel de vida y con el nivel
sanitario de un país.
El agua de consumo puede considerarse de buena calidad cuando es salubre y
limpia; es decir, cuando no contiene microorganismos patógenos ni
contaminantes a niveles capaces de afectar adversamente la salud de los
consumidores. Nuestro país cuenta con abastecimientos de alta calidad y
rigurosos sistemas de vigilancia y de control analítico, que permiten que el agua
llegue en buenas condiciones a nuestros hogares y sea consumida con
seguridad. Para ello, el agua se somete previamente a un tratamiento de
potabilización y a diversos controles sanitarios.
La gestión del agua presenta gran complejidad, por lo que normalmente
intervienen diversos agentes, como los municipios, las empresas
abastecedoras, los laboratorios de control y las administraciones sanitarias.
Todos ellos velan por que el suministro de agua de consumo humano sea
buena calidad, sin riesgos para la salud, fácilmente accesible y en la cantidad
requerida.

Tratamiento de Agua para Consumo Humano

El agua es, como ya sabemos, una sustancia necesaria y vital para los seres
vivos ya que por un lado nos hidrata y por otro constituye un aporte de sales
minerales que regulan el buen funcionamiento del organismo. Sin embargo, el
agua también es, junto con el aire, uno de los mayores vectores de transmisión
de enfermedades y agentes patógenos por lo cual es de suma importancia un
control exhaustivo así como un correcto y adecuado tratamiento de
desinfección que elimine cualquier tipo de riesgo asociado a la ingesta de agua.
De tal forma, el RD 140/2003 establece unas pautas definidas a seguir así como
unos niveles de admisión máximos siendo el tratamiento de adecuación y
desinfección de agua potable de carácter obligatorio y un derecho para
cualquier ciudadano del territorio español.

El cloro fue descubierto en el año 1774 por el sueco C.W. Scheele que falleció
en 1786 convencido de que no tenía usos. En el año 1846 Ignaz Semmelweis
introdujo el uso del cloro como desinfectante en un hospital de Viena
determinando que de esta forma se evitaba el contagio de varias
enfermedades originadas por la manipulación de pacientes por parte de
doctores que posteriormente no se lavaban las manos correctamente. Ya a
finales del siglo XIX el uso del cloro como desinfectante de agua comenzó a
usarse ampliamente en Londres debido a la aparición de unos brotes de cólera
y de fiebre tifoidea que se transmitían a través de la red de suministro de agua
potable. Debido al uso del cloro como desinfectante el problema fue
erradicado.
Ya en la actualidad una correcta desinfección del agua salva millones de vidas
aunque desgraciadamente aún un gran porcentaje de la población no dispone
de una calidad de agua adecuada ni desinfectada lo que produce también
innumerables muertes en el tercer mundo siendo uno de los mayores
problemas de la humanidad de tal forma que, según datos de la UNESCO, dos
quintas partes de la población viven sin un saneamiento del agua.

Sin embargo, la desinfección y depuración de agua potable no está restringida


únicamente al cloro. Bien es cierto que es el desinfectante más usado para
múltiples aplicaciones, esto es debido a que por cloración se obtienen unos
rendimientos de desinfección aceptables a un bajo coste, sin embargo, el uso
del cloro suele originar una serie de problemas asociados a unos correctos
valores de desinfección y sobre todo, a la aparición de una serie de
subproductos de carácter tóxico o molesto para el ser humano como son las
cloraminas, dicloraminas y especialmente los trihalometanos, de carácter
cancerígeno y procedentes de la reacción del cloro con productos orgánicos.

Otro de los problemas del cloro viene dado por el hecho de que el rendimiento
de desinfección está relacionado con el pH del agua tratada. Esto es debido a
que cuando el cloro está en disolución en el agua lo hace en dos estados, como
HClO (ácido hipocloroso) y como ClO- (ión hipoclorito) siendo el primero de
ellos el verdadero agente desinfectante. A un pH mayor que 8 el cloro
comienza a estar únicamente como ClO- (ión hipoclorito) que provoca que la
depuración del agua no sea eficaz.

Debido a estos problemas surgieron otras alternativas de desinfección al cloro,


que en muchos casos conllevan una sustitución del mismo o en otros sirven
como un complemento al procedimiento, como podría ser el caso de una
precloración, con el objeto de disminuir el contenido de materia orgánica y
conseguir así evitar la aparición de altos niveles de trihalometanos.

El ozono es capaz de conseguir esta eficaz oxidación de la materia orgánica, y


no sólo eso, por sí sólo es 3000 veces más rápido y eficaz que el cloro
destruyendo virus, bacterias y una serie de organismos cloro-resistentes sin
originar subproductos ni olores y sabores extraños en el agua debido al hecho
de que la molécula de ozono está formada por tres átomos de oxígeno y se
origina in situ mediante descarga eléctrica del aire, por lo tanto, tras un tiempo
relativamente corto, el ozono se transformará de nuevo en oxígeno
renovándose de nuevo al ambiente del que proviene.

La desventaja del ozono es un coste de inversión superior al del cloro que en


determinados casos, como en el tratamiento de depuración de pequeños
pueblos o a nivel doméstico, puede suponer un esfuerzo económico alto y
difícil de asumir. Por otra parte, requiere de la adición de una pequeña
cantidad de cloro residual que confiera al agua un carácter desinfectante que
evite la aparición de gérmenes durante el periodo comprendido entre el
momento del tratamiento del agua y el uso de la misma. Sin embargo, esta
pequeña cantidad de cloro se encontrará como cloro residual libre, y no como
cloro combinado a otras moléculas orgánicas que es la causa de subproductos
perjudiciales evitando de esta forma cualquier tipo de sabor y sustancias
extrañas.

Los usos del ozono son innumerables y de vital importancia como puede ser la
depuración y potabilización de agua, la desinfección de agua de lavado de
hortalizas, eliminación de legionella, lavado de botellas, tratamiento de
acuarios y piscifactorías, fabricación de hielo, esterilización de aguas residuales
provenientes de industrias de tipo farmacéutico, industrias lácteas,
alimentarias y en general todo tipo de industria con un contenido residual
orgánico.

Mención aparte se merece el tratamiento de piscinas mediante ozono debido a


que el cloro supone una serie de importantes inconvenientes a la hora de tratar
una piscina ya que el sudor de los bañistas, la orina, aceites, cremas y otros
productos que introducen en el baño provocan un alto contenido de cloraminas
que otorgan el característico olor a piscina. Además de eso, se produce un alto
contenido de cloro gas en la superficie de la piscina que debido a su carácter
tóxico produce irritaciones de las mucosidades y los bronquios. Además, el uso
del cloro en piscinas supone un aumento gradual del Ph por lo que viene unido
a una adición de ácido clorhídrico para compensarlo. Debido a ello es necesario
un control exhaustivo y automatizado de cloro libre y combinado así como del
pH por lo que en muchas ocasiones se producen errores o desviaciones del
proceso que tienen su repercusión en el bañista. El uso del ozono permite
eliminar todos estos problemas, la manipulación de productos químicos
peligrosos y además colabora en una mejor aireación en las instalaciones y
superficie de la piscina lo que produce una mejora en las marcas de los
nadadores y un mayor beneficio para la salud de los mismos.

Los generadores de radiación ultravioleta constituyen otro poderoso agente


desinfectante. El funcionamiento es sencillo y consiste en irradiar el agua
mediante una lámpara que produce radiación a una longitud de onda de 254
nanómetros a la cual se consigue una máxima eficacia de desinfección
consiguiendo la muerte e inactivación de microorganismos con una eficacia
muy superior a la del cloro y a una velocidad prácticamente instantánea. El
mecanismo de desinfección consiste en la destrucción de la molécula de ADN
mediante interacciones entre nucleótidos adyacentes produciendo la muerte
celular de los microorganismos y por tanto la desinfección de un agua que
podría ser utilizada posteriormente con seguridad.

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