Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
LA NOVIA SECRETA
CATHERINE COULTER
PRÓLOGO
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
esta habitación y se había mantenido lejos de ella. A pesar del escaso fuego
hacía calor en la habitación, porque los gruesos tapices de lana tejidos por
su bisabuela, que colgaban en todas las paredes, eran un excelente
aislamiento contra el frío y la humedad. Una magnífica alfombra antigua
Aubusson cubría la mayor parte del piso de piedra desgastado, y se
preguntaba cómo el derrochador de su padre o el haragán de su hermano
no habían reparado en ella y la habían vendido a bajo precio, pues con el
producto de la venta hubieran podido entregarse al menos durante-una
semana a su pasión por el juego y la putería. Era casi un milagro que
siguieran allí la alfombra y los tapices, pues en el castillo quedaba ya poco
de valor. Encima de la chimenea había un viejo tapiz en un estado la-
mentable, con las armas de los Kinross y el lema «Heridos, pero invictos».
Él mismo estaba casi mortalmente herido. Se hallaba en un grave apuro
y la única salida posible era desposarse con una rica heredera lo antes
posible. No sentía el menor deseo. Hubiera preferido tragar los tónicos de
su tía Arleth a casarse.
Pero no tenía otra opción. Las deudas contraídas por su padre y su
hermano mayor eran enormes y lo abrumaban hasta la desesperación.
Ahora toda la responsabilidad pesaba sobre él, el nuevo conde de
Ashburnham, el séptimo maldito conde, y estaba metido hasta el cuello en
problemas financieros.
Todo estaría perdido si no actuaba rápidamente. Su gente moriría de
hambre o tendría que emigrar. Su castillo seguiría deteriorándose y su
familia sólo conocería una decorosa pobreza. No podía consentirlo. Miró a
sus manos tendidas aún al fuego. Eran unas manos fuertes, pero ¿serían lo
bastante fuertes para librar al clan de los Kinross de la pobreza que había
sido también el sino de su abuelo después de 1746? No obstante, su abuelo
fue astuto y se había adaptado rápidamente a las nuevas circunstancias,
congraciándose con los pocos condes poderosos que habían quedado en
Escocia. También fue lo bastante inteligente para no desdeñar la influencia
de la industria, previendo su gran futuro, por lo que había invertido cada
céntimo que caía en sus manos en las fábricas de hierro y textiles que
surgían de repente en el norte de Inglaterra. El éxito superó con creces sus
sueños más optimistas, y cuando murió en edad muy avanzada se sentía
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
satisfecho de sí mismo, sin darse cuenta de que su hijo era un haragán que
arruinaría Vere Castle.
Maldita sea, pensaba, ¿qué era, después de todo, una mujer,
especialmente una mujer inglesa? Si quería, podía encerrarla en una
habitación mohosa y tirar la llave. Podía golpearla a placer si era orgullosa
y obstinada. Es decir, podía hacer lo que se le antojara con una mujer.
Quizá tendría suerte y sería dócil como un cordero, necia como una vaca y
frugal como las cabras del castillo que se contentaban con roer las viejas
botas. En cualquier caso, saldría adelante. No tenía otra opción.
Colin Kinross, séptimo conde de Ashburnham, abandonó su gabinete de
trabajo en la torre del norte. A la mañana siguiente se dirigía hacia Londres
en busca de una novia con una dote comparable al tesoro de Aladino.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Londres, 1807
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
estado normal, pero ahora estaba cambiada. Parecía impenetrable y eso era
muy extraño, porque normalmente ella era transparente como un estanque
en verano. Sus pensamientos y sentimientos se reflejaban en su rostro
expresivo. Pero ahora él no tenía la más remota idea de qué estaba ocu-
rriendo en su cabeza y eso le molestaba. Era como si le hubiera dado una
coz un caballo al que acababa de volver la espalda, como si de repente no
conociese a esa joven alta y hermosa. Por ello buscó refugio en la neutra-
lidad.
-Qué, mocosa, ¿te diviertes? Este último cotillón fue el único baile que te
has perdido en toda la tarde.
-Ya ha cumplido diecinueve años, Douglas -dijo Alex-. Tienes que ir
dejando de llamarla «mocosa».
-¿Aun cuando continúa representando el papel de la Novia Secreta para
quitarme el sueño?
Mientras los dos discutían sobre el desgraciado fantasma de Northcliffe
Hall, Sinjun tuvo tiempo de idear una respuesta. Cuando terminaron, ella
objetó a su hermano:
-Yo no ando haciendo el fantasma por la casa, Douglas, al menos no en
Londres. Oh, Dios mío, ahí está lord Castlebaum con su querida madre.
Había olvidado que le debo el siguiente baile. Suda terriblemente, Douglas,
y sobre todo las manos...
-Ya lo sé, pero también es un joven muy simpático. -Douglas siguió
hablando al tiempo que levantaba la mano para impedir que lo
interrumpiese-. Pero aunque fuese un santo aburrido, no importaría. No
tienes que casarte con él. Acepta su sudor y amabilidad y trata de di-
vertirte. No olvides que estás en Londres sólo para este fin. No hagas caso
de nuestra madre.
Sinjun lanzó un profundo suspiro.
-Nuestra madre me amarga la vida, Douglas. Dice que tengo que
casarme pronto si no quiero quedarme para vestir santos. Y añade toda la
retahíla de cosas horribles, por ejemplo, que cuando se muera, Alex me
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
hará trabajar como una esclava. Asegura que ya empiezo a volverme vieja.
Cuando me miré después en el espejo, me pareció ver arrugas en mi cara.
-No le hagas caso. Yo soy el cabeza de familia. Tú debes divertirte, reír y
flirtear a tus anchas. Si no encuentras a un hombre que te guste, no
importa.
Su voz era austera y majestuosa, y Sinjun no pudo evitar sonreír.
-Tengo diecinueve años, lo que, en opinión de nuestra madre, para una
mujer es inaceptable si no se ha casado aún, y un verdadero desastre
cuando ni siquiera tiene un admirador. Me recuerda que Alex tenía diecio-
cho cuando se casó contigo, y que Sofía tuvo mucha suerte al atrapar a
Ryder con casi veinte, ya que, de lo contrario su destino hubiera sido
probablemente el de una solterona. Ésta es mi segunda temporada. Dice
que tengo que tener la boca cerrada porque los hombres no aprecian a las
mujeres que saben más que ellos; al parecer, eso los impulsa a la bebida y
al juego.
Douglas hizo un comentario bastante grosero.
Sinjun esbozó una sonrisa forzada.
-Bueno, nunca se sabe, ¿no crees?
-Lo único que sé es que nuestra madre habla demasiado. .
Estaba visiblemente enfadado, pero Sinjun imaginó de pronto a aquel
hombre, sonrió sin querer y sus ojos brillaron con una expresión cálida y
soñadora. Se percató de que su cuñada la estaba observando perpleja. Alex
dijo tan sólo:
-Sabes que puedes esplayarte conmigo siempre que quieras, Sinjun.
-Puede que eso ocurra pronto. Ah, ahí está lord Castlebaum con sus
manos sudadas. La verdad es que baila muy bien. Quizá hable con él de
libros. Hasta luego.
Tres veces pisó a lord Castlebaum al intentar ver a aquel hombre.
Después se decía a sí misma que sus ojos la habían engañado, que no
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
podían existir hombres tan atractivos. Pero por la noche soñaba con él.
Estaban juntos y él le rozaba la mejilla con la yema de los dedos, riendo,
ella sabía que lo deseaba y se inclinaba hacia él para tocarlo, y él podía ver
en sus ojos cuánto lo deseaba. Después se desvanecían las imágenes para
fundirse en una nube de vagos colores y cuerpos enlazados, y ella
despertaba al amanecer con fuertes palpitaciones, empapada de sudor y
agotada. Sabía que había soñado con el misterio del amor, pero sólo en
imágenes borrosas. Tenía que resolver el misterio, tenía que conocerlo,
fundirse con él. Hubiera querido saber su nombre, porque intimar de ese
modo con un desconocido, aunque sólo fuera en sueños, no le parecía
correcto.
Tres días más tarde lo vio por segunda vez en una velada musical en la
casa que los Ranleaghs tenían en la ciudad, en Carlysle Square. Una
soprano corpulenta de Milán aporreaba el piano con el puño mientras su
acompañante vienés se esforzaba por mantener los dedos sobre el teclado y
guardar el compás. Sinjun no tardó en aburrirse y empezó a moverse
nerviosa en el asiento. De pronto, sintió que una emoción extraña la
embargaba y supo que él había entrado en el salón. Volvió discretamente la
cabeza y allí estaba. Se quedó sin aliento al verlo. Acababa de despojarse
del abrigo negro y hablaba en voz baja con otro hombre. Su aspecto le
pareció aún más espléndido que en el baile de los Portmaine, vestido de
negro y con una camisa de batista blanca como la nieve. Tenía el cabello
peinado hacia atrás, quizá un poco largo para la moda actual, aunque para
ella era absolutamente perfecto. Él tomó asiento diagonalmente con
respecto a ella, y mientras miraba de lado a la soprano vociferante podía
mirarlo a sus anchas. Estaba sentado sin moverse y con una corrección
impecable incluso cuando la soprano, tras llenar sus pulmones, dió un
estridente do de pecho. «Un hombre con valor y fortaleza de ánimo -pensó
Sinjun satisfecha-. Un hombre con buena educación y finos modales.»
Deseaba a toda costa tocar la hendidura de su enérgica barbilla. Su nariz
era fina y bien modelada, y su boca despertaba en ella el deseo de... No,
debía dominarse, no podía confundir los sueños con la realidad. Dios
santo, tal vez estaba casado o prometido. Consiguió aparentar calma hasta
que, al fin, terminó la función y los invitados se dirigieron al comedor.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
nuevos detalles sobre Colin Kinross, pero no desesperó. Pronto tendría que
actuar.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Kinross.
-¿Se lo dirás a alguien?
-Sólo a Alex, pero a nadie más.
-¿No te importa que sea escocés?
-No, ¿por qué iba a importarme?
-Thomas Mannerly se refirió a los escoceses con cierto desprecio,
llamándolos «bárbaros».
-El padre de Thomas estaba convencido de que un verdadero caballero
tenía que respirar el magnífico aire puro de Inglaterra desde el primer
momento en que veía la luz. Al parecer, Thomas ha adoptado algunos de
sus absurdos puntos de vista.
-Gracias, Douglas. -Sinjun se inclinó y besó la mejilla de su hermano.
Él la siguió con la mirada mientras Sinjun salía de la biblioteca. Lo único
que le molestaría de tener un cuñado escocés sería que ella viviría lejos de
su familia.
Al entrar en el dormitorio, Douglas vio a Alex peinándose en el tocador.
Sus ojos se encontraron en el espejo. Él sonrió y empezó a desnudarse.
Alex dejó el peine y se volvió hacia él.
-¿Es que vas a mirarme hasta que esté completamente desnudo?
Ella inclinó la cabeza sonriendo.
-Me estás devorando con la mirada, Alex. ¿Temes que haya engordado?
¿Quieres asegurarte de que todo en mí funciona como siempre?
Ella sonrió embelesada y dijo meneando la cabeza:
-Oh, no. Sospecho que todo en ti está en perfecto estado. Al menos lo
estaba anoche y esta mañana y... -No pudo reprimir la risa..
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
presentando.
-Te apuesto a que no tardará en conseguirlo. Ya sabes lo ingeniosa que
es...
-Entretanto, intentaré averiguar todo lo posible de este caballero
escocés. Conque duro, ¿eh...?
Al día siguiente por la tarde, Sinjun hubiera bailado con gusto en su
dormitorio. Douglas la llevaba con Alex a una representación de Macbeth
en el Drury Lane Theatre. Siendo escocés, seguramente con un montón de
primos con apellidos que empezarían con «Mac», Colin Kinross también
asistiría al estreno. Pero ¿y si aparecía en compañía de una dama? ¿Qué
pasaría si...? Rechazó esos pensamientos. Había estado una hora
arreglándose, y su doncella, Doris, había inclinado la cabeza en señal de
aprobación sonriendo disimuladamente.
-Está muy hermosa, señora -dijo mientras sujetaba una cinta de
terciopelo azul en su cabello-. Como el color de sus ojos...
Su aspecto era bastante atractivo, pensó Sinjun mientras se miraba por
última vez en el espejo. Llevaba un vestido de seda azul oscuro, una
sobrefalda más clara con mangas cortas ahuecadas y una faja de terciopelo
azul sujeta bajo los pechos. El escote era demasiado decente, porque
Douglas era muy estricto en este aspecto. Pero en general no podía
quejarse, era alta y esbelta, y su cutis presentaba el tono pálido que estaba
de moda.
Sinjun no lo vio hasta el intermedio. En el vestíbulo del Drury Lane
Theatre la alta sociedad charlaba y reía, luciendo joyas cuyo valor era
suficiente para alimentar una docena de aldeas inglesas durante un año.
Hacía mucho calor en el vestíbulo, iluminado con cientos de candelabros
colgantes cuya cera goteaba, manchando a algunos espectadores. Douglas
fue a buscar champán para Alex y Sinjun, y cuando apareció una amiga de
aquélla, Sinjun pudo buscar a su escocés por todos los rincones del
vestíbulo. Para su gran alegría y consternación, lo encontró a dos metros y
medio detrás de ella. Estaba hablando con lord Brassley, un amigo de
Ryder. Brass, que así lo llamaban, era un mujeriego de buen corazón; se
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Bueno, le dije que era alta, rubia y bastante atractiva; que tenía unos
hermosos ojos azules y unos dientes blancos perfectos. También tuve que
decirle que era una descarada.
Ella guardó silencio por un momento mientras miraba al vacío por
encima de su hombro.
-Una descripción muy correcta, diría yo. ¿Y no me reconoció? Qué
extraño. Es amigo de mi hermano. Ryder dice que es un mujeriego, pero
con buen corazón. Probablemente aún me ve como una mocosa de diez
años pidiendo regalos. Durante la última temporada una vez tuvo que
acompañarme a Almack's, y Douglas me dijo claramente que Brass no
estaba dotado de una inteligencia brillante, que debía hablar con él lo
menos posible y en ningún caso de libros. Douglas dijo que eso lo haría
enloquecer.
Colin guardó silencio. No sabía qué pensar de ella. Parecía una dama, y
Brass aseguraba que lady Joan Sherbrooke era una hermosa jovencita,
adorada por sus hermanos, que nunca había sido descarada con él. Aunque
después había añadido, murmurando en voz baja, que hablaba demasiado
de libros, al menos eso era lo que criticaban algunas matronas. Por otra
parte, pensó Colin, le había estado esperando en la escalera, algo impropio
de una dama. ¿No le hubiera recibido una dama inglesa de buena familia
en el salón, con la taza de té en la mano? Además, Brass había añadido que
el cabello de Joan Sherbrooke era de color castaño, y eso no era cierto. Con
el sol de la mañana brillaba en los más diversos colores, desde rubio claro
hasta color ceniza oscuro.
¡Al diablo con todo! No entendía nada y no estaba seguro de si la creía.
Quizá buscaba a un protector, tal vez sólo era la doncella de esa lady Joan
Sherbrooke o su prima. Debía explicarle que no tenía dinero y que todo lo
que podía esperar de él era una cama para revolcarse, ni mas ni menos.
Sinjun había observado atentamente la expresión cambiante de su
rostro.
-Mi comportamiento quizá le ha sorprendido -admitió sin rodeos, y
añadió de pronto-: Es usted el hombre más hermoso que he visto en mi
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
vida, pero eso no es todo. Tiene que saber que no fue sólo su cara lo que me
atrajo irresistiblemente hacia usted, sino también... ¿Cómo explicarlo...?
Dios mío, no lo sé.
-¿Yo hermoso? -Colin la miraba con estupor-. Un hombre no es
hermoso, eso es un disparate. Por favor, dígame lo que quiere de mí y yo
haré todo lo posible por ayudarle. Desgraciadamente no puedo ser su
protector. Aun cuando fuese el mayor sátiro de Londres, no sería posible;
no tengo dinero.
-Yo no necesito un protector, si se refiere a que tendría que mantenerme
como a una amante.
-Sí -dijo él lentamente, sorprendido-. Eso es exactamente lo que he
querido decir.
-No puedo ser su amante. Y aunque lo quisiese, no le serviría de nada.
Mi hermano no le entregaría la dote sin casarse conmigo. Sospecho que no
le agradaría que yo fuese su amante. Es muy anticuado en ciertos aspectos.
-Pero entonces, ¿por qué hace todo esto? Le ruego que conteste. ¿La ha
incitado alguno de mis ignorantes amigos? ¿Es usted la amante de lord
Brassley? ¿O de Henry Tompkins? ¿O quizá de lord Clinton?
-Oh, no, nadie me ha incitado a nada.
-No a todo el mundo le gusta que yo sea escocés. Aunque fui al colegio
con muchos de los hombres de aquí y les agrada beber y hacer deporte
conmigo, no quieren que me case con sus hermanas.
-Creo que mis sentimientos no cambiarían aunque fuese marroquí.
Él no podía apartar la vista de Sinjun. La pluma de color azul de su
sombrero de montar enmarcaba deliciosamente su cara. Iba vestida con un
traje de color azul oscuro muy elegante que resaltaba sus pechos elevados y
su figura esbelta.
-Se parece a mis hermanos -comentó Sinjun-, aunque son más
simpáticos.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
El quería decir algo, pero se dio cuenta de que ella miraba fijamente su
boca. No, no podía ser una dama. Sin duda uno de sus amigos le estaba
gastando una broma pesada y había pagado a esta mujer para burlarse de
él.
-¡Basta! -rugió-. Esto no es más que una comedia, no puede ser otra
cosa. ¡No es posible que quiera casarse conmigo por las buenas y lo
anuncie de la manera más descarada!
Él se giró en la montura, la levantó de su jamuga y la puso sobre sus
muslos. Esperó a que se calmaran los caballos. Ella no pensó ni por un
momento en resistirse, sino todo lo contrario; se apretó contra él. No, no
podía ser una dama, era imposible.
La sostuvo con su brazo izquierdo, levantó con la punta de sus dedos
enguantados su barbilla y la besó. Su lengua no podía franquear sus labios
cerrados y gruñó furioso:
-¡Abra la boca, maldita sea!
-Está bien -dijo ella y abrió la boca.
Al ver su boca abierta, Colin no pudo evitar echarse a reír.
-Santo cielo, parece que vaya a cantar una ópera como aquella
abominable soprano de Milán. -Volvió a dejarla en su caballo, pero Fanny
se asustó y Sinjun, a pesar de estar trastornada, consiguió dominarla
fácilmente.
-Muy bien. Supondré que es una dama -dijo él-. Pero lo que no puedo
aceptar es que me viera en el baile de los Portmain y decidiera casarse
conmigo.
-No, a decir verdad en ese momento no estaba segura de que quisiera
casarme con usted. Sólo pensaba que me gustaría mirarlo durante el resto
de mi vida.
Tuvo que admitir que estaba desarmado.
-Antes de volver a verla, si es que vuelvo a verla, quisiera que intentara
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Sin duda es usted muy fuerte. Me alegro de que no haga daño a los más
débiles. ¿Se preocupa de la gente? ¿Es amable y se siente responsable de
los que dependen de usted?
No podía apartar la vista de ella. Era muy embarazoso, pero dijo:
-Sí, supongo que sí.
Pensó en su enorme castillo, que en realidad sólo era la mitad de un
castillo, y esa mitad no era en modo alguno medieval, sino que lo había
construido un conde Kinross a finales del siglo XVII. Amaba a su castillo
con sus torres, almenas, parapetos y profundas troneras. Pero estaba casi
en ruinas y expuesto a corrientes de aire tan fuertes que podía cogerse una
pulmonía si uno se quedaba diez minutos en un sitio sin moverse. Había
tantas reparaciones que hacer para devolver al castillo su antiguo
esplendor..., además de los edificios anexos y las cuadras, las tierras de
labor y el desagüe. Los rebaños de ovejas y vacas estaban diezmados y sus
numerosos colonos eran pobres, no tenían nada, ni siquiera semillas para
producir la cosecha suficiente para autoabastecerse. El futuro era sombrío
y desesperanzador si no hacía algo...
Apartó la vista de ella y miró las siluetas de los edificios imponentes de
la ciudad que bordeaban el otro lado de Hyde Park.
-Mi herencia fue dilapidada en gran parte por mi padre, y mi hermano
mayor, el sexto conde, despilfarró el resto antes de morir. Necesito mucho
dinero si no quiero ver a mi familia reducida a la pobreza y a mis colonos
emigrando o muriendo de hambre. Vivo en un viejo castillo al este del Loch
Leven en la península Fife, al noroeste de Edimburgo. A sus ojos le
parecería un paisaje desierto, a pesar de la abundante tierra de labor y de
sus hermosas colinas. Usted es inglesa y sólo vería páramos, rocas
escarpadas y desfiladeros con torrentes de aguas salvajes y tan frías que al
beberlas los labios se entumecen. En los meses de invierno generalmente
no hace mucho frío, pero los días son cortos y se levantan vientos
huracanados de vez en cuando. En primavera las colinas se cubren de
brezo de color púrpura y los rododendros se extienden por las cabañas de
los colonos, trepando incluso por los muros de mi agrietado castillo, en los
tonos rosados y rojos más variados.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-¡Ya estoy harto de esto, Joan! No voy a dejarme llevar atado con una
cuerda como un perro.
Sinjun se volvió hacia el hombre irritado con el que había decidido
irrevocablemente casarse, le sonrió y dio dos golpecitos en el brazo.
-A mí tampoco me gusta qué me conduzcan agarrada por las narices,
sobre todo en una casa extraña, extraña para usted, claro. Vaya a mi lado y
conduciremos los dos.
-No tiene nada que ver con la extrañeza de esta maldita casa, mi propia
extrañeza o la de nadie -añadió Colin, y a pesar de sentirse ridículo, siguió
marchando a su lado.
Ella le condujo a las regiones inferiores de la gran casa hasta llegar a una
enorme y confortable cocina que olía a canela, nuez moscada y pan dulce,
que justamente estaba cociéndose en los viejos hornos de piedra. A Colin se
le hizo la boca agua al olfatear las pastas. Llevaba demasiado tiempo lejos
de casa.
-Siéntese a la mesa, milord. Él le lanzó una mirada irritada.
-Por el amor de Dios, con todo lo que ha sucedido en menos de
veinticuatro horas, creo que puede llamarme Colin.
Ella le recompensó esbozando una sonrisa irresistible, y si no se hubiera
sentido tan irritado, la hubiera cogido y besado. Pero se sentó dócilmente
en la silla de madera y dejó que ella le humedeciera ligeramente el labio
herido con un paño mojado. Aunque le escocía, no se movió.
-Hubiera preferido llevarle a mi dormitorio -dijo Sinjun
maliciosamente-, pero Douglas quizá hubiera anulado el armisticio de
inmediato. A veces es muy impulsivo.
Colin refunfuñó.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Es verdad, Douglas. Yo sabía que necesitaba una essa rica, así que le
dije que yo era ideal para él; dinero y buen parecido en una mujer... Y
encima recibe a los demás miembros de la familia Sherbrooke.
Alex no pudo evitar echarse a reír.
-Espero, Colin, que pueda sujetar a este diablillo. Sinjun me agarró una
vez, me tumbó al suelo en medio de la enorme entrada de Northcliffe Hall y
me sujetó delante de todo el mundo hasta que sacaron a Douglas de la
habitación donde lo había encerrado yo. Debe tener cuidado, porque no
suele echarse atrás cuando se le mete una cosa en la cabeza.
Alex soltó una carcajada, Sinjun hizo una mueca burlona, Douglas
pareció aún más enojado y Colin creyó hallarse en un manicomio rodeado
de reclusos.
-Más tarde le contaré los detalles -dijo Sinjun a Colin dándole unos
golpecitos en la manga de su chaqueta de color beige, pero cometió el error
de mirarlo a la cara y se sonrojó ante sus propios pensamientos.
-Basta ya, Joan -dijo él entre dientes-. Es usted un peligro para usted
misma. Compórtese como es debido, ¿o quiere que vuelva a atacarme su
hermano?
-Esto es demasiado... Quiero que escuchéis en silencio. -Douglas se
levantó y empezó a andar por el salón con la taza de té en la mano. Al
derramarse, hizo una mueca y dejó la taza sobre la mesa-. Sinjun, le has
visto por primera vez hace cinco días. ¡Cinco días! Es imposible que sepas
si podrás ser feliz con este hombre; es prácticamente un extraño.
-Me ha dicho que no me pegaría. Asegura que es bondadoso y que se
siente responsable de todos los que dependen de él. Cuando hace frío, deja
que los gatos duerman en su cama. ¿Qué más necesito saber, Douglas?
-¡Podría interesarte saber si además de tu dinero le importas tú!
-Si no le importo ahora, le importaré más tarde. No soy una mala
persona, Douglas. Tú también me quieres.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Colin se levantó.
-Joan, deje de contestar por mí como si fuera un retrasado mental o ni
siquiera estuviera presente.
-Muy bien -dijo Sinjun y enlazó decorosamente las manos en el regazo.
-¡Milord, no tengo ni una maldita palabra más que decirle! Esto no es... -
Douglas no encontró las palabras. Se fue hacia la puerta y dijo por encima
del hombro-. Dentro de una semana a esta misma hora hablaré con useed,
Colin Kinross. ¡Siete días! Siete días más, ¿me ha entendido? Manténgase
alejado de mi hermana durante este tiempo. ¡Y sobre todo no ponga las
manos encima de ella cuando se despida dentro de diez minutos!
Cerró la puerta golpeándola con estrépito tras él. Alex se levantó y sonrió
irónicamente a Sinjun y Colin.
-Creo que voy a frotarle la frente con agua de rosas. Eso le calmará. -Se
fue hacia la puerta riendo disimuladamente, se detuvo antes de llegar y dijo
sin volverse-: No le pongas las manos encima, Sinjun, ¿me oyes? Los
hombres en este aspecto son muy susceptibles. No hay que inducirlos en la
tentación. Te aseguro que en diez minutos pueden olvidar todas las reglas
de la urbanidad.
¿Estaban locos los Sherbrooke, incluso los parientes políticos?
-Me alegra haber divertido a su cuñada -dijo Colin con voz nerviosa-. Si
quiere que no le ponga las manos encima, deje de mirar mi boca.
-No puedo evitarlo. Es tan hermoso. ¡Cielos, sólo tenemos diez minutos!
Colin se levantó de un salto y empezó a pasear de un lado a otro como
Douglas lo había hecho.
-Todo esto es insólito, Joan -dijo y se dirigió hacia la chimenea-. A partir
de ahora hablaré por mí mismo.
¿En qué estaba pensando...? Se detuvo a mirar la chimenea de mármol
italiano de color rosa construida por expertos artífices, imaginó el enorme
hogar ennegrecido en el gran vestíbulo de Vere Castle, viejo y sucio, con la-
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-¿Y me respetará?
-Si merece el respeto.
-Muy bien. Puede contarme todo lo que desee de usted después de la
boda, pero no antes. Nada que pudiera decir cambiaría mis sentimientos.
Lo único que deseo es que no llegue a oídos de Douglas nada negativo y sin
la menor importancia antes de que estemos casados.
Se casaría con ella. Su situación financiera no le dejaba otra salida. Pero
a pesar de su comportamiento extravagante y de su franqueza chocante, le
gustaba. Con el paso del tiempo le enseñaría a moderar su lengua. Por otro
lado para él no supondría problema alguno acostarse con ella. Sí, se
casaría, pero debía esperar la semana que su hermano les había impuesto
para pensar. Sin embargo, después no podría perder el tiempo. La
situación en casa empeoraba con cada día que pasaba. Joan Sherbrooke
era un regalo del cielo que se le había ofrecido en bandeja de plata. Sólo un
loco lo dudaría, y Colin Kinross no era un loco.
Fue hacia ella, la levantó en brazos y la contempló en silencio. A
continuación la besó ligeramente en la boca cerrada. Deseaba más de ella, y
aunque suponía que podría tomarla incluso en el suelo en ese mismo
instante sin que ella se opusiera, se contuvo. No correría ningún riesgo.
-Quisiera volver a verla a pesar de la orden de su hermano. ¿Le gustaría
pasear a caballo mañana? Seremos discretos.
-Me encantaría. Douglas nunca lo averiguará. Oh, ¿Colin?
Él se volvió.
-¿Me enseñará a hablar el escocés?
-Con sumo placer -dijo él con el melodioso acento escocés-. Y tú serás el
hada de mi castillo.
-Nunca he sido el hada de un castillo. Suena maravilloso. -Colin meneó
una y otra vez la cabeza sin salir de su asombro.
No he averiguado nada negativo sobre Ashburnham -informó Douglas a
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Eso espero yo también. Ahora tengo que hablar con nuestra madre. No
deja de gruñir, está volviendo loca a su doncella y exigiendo que le lleven al
joven. Amenaza con enviar a Sinjun a Italia hasta que olvide a ese bribón
extranjero. Lo raro es que no le importe lo más mínimo que se case con su
hija sólo por el dinero. Lo que no tolera es que sea escocés. Dice que todos
los escoceses son brutales y avaros, y sobre todo presbiterianos.
-Quizá debieras leerle unas poesías de Robert Burns. Son
verdaderamente bellas.
-Ja! Poesías en una lengua extranjera... Aún la enloquecerían más. Ojalá
Sinjun no estuviera en cama con jaqueca. Nunca está cuando la necesito.
-¿Quieres que te acompañe?
-Si lo hicieras, su cólera haría temblar el cielo. Todavía no ha hecho las
paces contigo, querida, y es probable que pronto te eche la culpa de su
estado. -Douglas suspiró y salió de la habitación refunfuñando contra su
hermana y su maldita jaqueca.
Sinjun se encontraba en perfecto estado. Tenía un plan que ya estaba
poniendo en práctica. Había metido una almohada grande en la cama,
cubriéndola como si fuera una persona, de modo que pareciera que estaba
acostada con la cabeza tapada. Si no miraban de cerca, no se darían cuenta.
Se subió los pantalones, se estiró la chaqueta y se ajustó el sombrero de
fieltro cubriéndose la frente. Sin duda parecía un hombre. Se giró y se miró
en el largo espejo. Silbando suavamente abrió la ventana. Todo lo que tenía
que hacer era deslizarse por el olmo al jardín.
El alojamiento de Colin estaba en el segundo piso de una vieja casa
georgiana situada en Carlyon Street, a sólo tres calles de distancia. Aún no
había oscurecido y Sinjun siguió silbando para ahuyentar su miedo y dar la
impresión de que era un muchacho que estaba dando un paseo nocturno.
Vio a dos hombres envueltos en sus capas, riendo- y fumando puros, pero
no le prestaron la menor atención. Un muchacho harapiento escobaba el
camino a cada uno que pasaba y ella le dio las gracias y le tiró un penique.
Sinjun encontró la casa sin contratiempos y se dirigió hacia la puerta
principal decididamente. Golpeó con fuerza en la puerta con la enorme
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Sí -confirmó la muchacha-. ¡Eh, espera! No sé si está. Hace dos días que
no lo he visto. Tilly, mi amiga, subió una vez para ver si quería divertirse
un poco (por cuenta de la casa, dijo Tilly), pero no estaba. Al menos no ha
contestado. ¿Y qué hombre no contestaría a la llamada de Tilly?
Sinjun subió por las escaleras diciendo en voz alta por encima del
hombro:
-Si no está, quizá volverá y tomaremos una taza de té juntos, ¿qué te
parece?
La muchacha se rió.
Sinjun aún reía cuando llegó arriba. Era una casa elegante con un
amplio pasillo, bien cuidada y recién pintada, un alojamiento apropiado
para un caballero. Se preguntó si las chicas tendrían siempre en aquella
casa el mismo aspecto. Tocó la puerta de Colin. No hubo respuesta. Volvió
a llamar. «Por favor -pensó-, por favor, que esté aquí. ¡Cuatro días enteros
sin él!» Le parecía que era mucho tiempo, quizá demasiado. Aquella
primera mañana habían engañado a Douglas, pero Colin no había
intentado verla desde entonces. Tenía que verlo, tocarlo, sonreírle.
Al fin oyó una voz profunda que gritaba:
-¡Quienquiera que sea, váyase al infierno!
Era Colin, pero su voz sonaba extraña. ¿Había alguien con él? ¿Quizá
una muchacha como la que estaba abajo?
No, no podía creerlo. Volvió a llamar a la puerta.
-¡Maldita sea, váyase! -Al Improperio siguió una tos ronca y seca.
Sinjun tuvo miedo. Para su gran alivio la puerta no estaba cerrada con
llave. La empujó y entró en un pequeño vestíbulo. Dirigió la vista hacia la
derecha, a un largo y estrecho salón; estaba bien amueblado, pero era
completamente impersonal. No había nada que hiciese recordar a Colin ni
a nadie, excepto quizá a algún caballero anticuado del siglo pasado.
-¿Colin? ¿Dónde está?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Oyó más improperios procedentes del otro lado del salón. Lo atravesó
deprisa, abrió la puerta que daba al dormitorio y vio a su prometido
sentado en una cama deshecha, desnudo de medio cuerpo, cubierto con las
sábanas hasta la cintura. Sinjun se quedó allí un momento mirando
fascinada. Su pecho estaba densamente cubierto de vello y su aspecto era
fuerte y musculoso, bien proporcionado. No podía dejar de mirar su pecho,
sus brazos y hombros, incluso su cuello. Tenía una barba negra de dos días,
sus ojos estaban enrojecidos y su cabello revuelto, aunque a ella le pareció
maravilloso.
-¡Joan! ¿Qué diablos está haciendo aquí? ¿Se ha vuelto completamente
loca? ¿Está...?
Su voz era un grito ronco. Sinjun fue inmediatamente junto a él.
-¿Qué le ocurre? -En ese mismo momento se dio cuenta de que estaba
temblando como una hoja. Y ella había estado mirándolo como una
imbécil-. ¡Dios santo! -Lo recostó en las almohadas y lo tapó con las sába-
nas hasta la barbilla-. No, no, no se mueva y dígame qué le pasa.
Colin estaba acostado de espaldas y miraba a Joan, que se había
disfrazado de muchacho, lo cual era ridículo. Pensó que tal vez era la fiebre
la que le hacía fantasear, que quizá ella no estaba allí, que sólo la había
imaginado.
-¿Joan? -farfulló tratando de asegurarse.
-Sí, mi amor, estoy aquí. ¿Qué te ocurre? -Se sentó a su lado al borde de
la cama y le puso la mano en la frente, que estaba muy caliente.
-No puedo ser tu amor -dijo él-. Es demasiado pronto. Maldita sea, estoy
cansado y tan débil como un cachorro recién nacido. ¿Por qué te has
vestido como un muchacho? Es ridículo. Tienes las caderas de una mujer y
tus largas piernas no se parecen en nada a las de un muchacho.
Era un tema de conversación interesante, pero Sinjun estaba demasiado
preocupada para dejarse distraer.
-Tienes fiebre. ¿Has vomitado?.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
encontrado, y nadie le había preguntado qué había pasado, por qué Fiona
se hallaba tendida a diez metros de profundidad y con el cuello roto.
Pero por supuesto, pronto surgieron rumores que eran mucho peores
que una acusación directa, porque no podía defenderse contra esas
alusiones malignas. Aunque hubiera sostenido su inocencia, ¿cómo
hubiera podido creerla alguien si no podía dar explicación alguna de por
qué se hallaba él en el despeñadero? Cuando despertó, no podía acordarse
de nada. El único hombre al que había contado lo poco que podía recordar
era el padre de Fiona, el jefe del clan de los MacPherson, y él le había
creído. Pero eso no servía de mucho, porque el olvido lo mortificaba, le
perseguía en sueños, cuando era más vulnerable. Aunque nunca creyó ser
el asesino de su mujer, pensaba que sus pesadillas eran un castigo
merecido.
En aquel instante se movía violentamente dando puñetazos al aire y
lanzando profundos quejidos. La herida del muslo escocía y lo consumía.
Sinjun se levantó enseguida y le puso las manos suavemente en los
hombros para tranquilizarlo.
-¡Psss, Colin! Tranquilízate. Sólo son pesadillas, nada más. Fantasías
que te atormentan. Así está bien... Vamos, bebe algo. Pronto te sentirás
mejor.
Ella inclinó ligeramente su cabeza y le puso el vaso de agua en los labios.
Colin bebió, y cuando había bebido bastante giró la cabeza a un lado. Le
limpió la barbilla mientras decía en voz baja a su cuñada:
-He echado un poco de láudano en el agua para que duerma mejor, sin
pesadillas.
Alex no dijo nada. Sabía que nadie podría arrancarla de Douglas si él
estuviera enfermo. Trató de animar a Sinjun con unas palmaditas en el
brazo y salió del dormitorio.
Douglas estaba despierto y atrajo a su mujer hacia sí con fuerza.
-¿Cómo está?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Tienes razón. Pero ahora, con Colin enfermo y una boda que preparar,
supongo que es mejor dejarlos con sus tíos.
-Sinjun querrá casarse con Colin lo antes posible. Si es así, Ryder y Sofía
no estarán presentes.
-Estoy demasiado cansada para seguir pensando en eso. Vayamos a
dormir.
Douglas notó que una mano blanda le acariciaba el pecho y sonrió en la
oscuridad.
-Ah, creí que estabas cansada. ¿Has recuperado tus fuerzas? ¿Quizá me
he ganado una recompensa?
-Si prometes no despertar a tu madre con tus alaridos. -Alex se
estremecía aún recordando la noche en que la madre de Douglas había
entrado precipitadamente en la habitación pensando que Alex había
matado a su hijo. Había sido una situación muy embarazosa.
-Me meteré un pañuelo en la boca -prometió Douglas.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
La próxima vez que Joan le pidiese que se casara con ella, le diría que
trajese al pastor de inmediato.
«LOAD NORTHCLIFFE:
COLIN ROSS HA ASESINADO A SU MUJER. SE CASARÁ CON SU
HERMANA Y DESPUÉS TAMBIÉN LA ELIMINARÁ.
NO LO DUDE. ES CRUEL Y CAPAZ DE TODO POR CONSEGUIR
LO QUE QUIERE, Y LO QUE QUIERE AHORA ES DINERO.»
hacer?
Él sabía que a Sinjun no le importaría aunque la maldita carta acusara a
Colin de haber asesinado a un regimiento entero. Sin duda no lo creería, y
preferiría declarar la guerra a toda su familia antes que perder a ese
hombre.
Pero él no podía ignorar el asunto y por eso se dirigió al dormitorio de
Colin tan pronto como Alex y Sinjun salieron de casa para recoger el
vestido de novia de ésta en Madame Jordan.
Colin llevaba puesta una de sus propias batas, ya que Finkle había vuelto
a su apartamento a recoger toda su ropa y la había traído en dos baúles a la
casa de los Sherbrooke. Estaba de pie junto a la cama, mirando a la puerta.
-¿Necesitas ayuda? -preguntó Douglas mientras entraba en la
habitación.
-No, gracias. Estoy tratando de demostrarme que puedo ir y venir de un
lado a otro de la habitación tres veces sin caer de bruces.
Douglas rió.
-¿Cuántas veces lo has hecho ya?
-Dos, en intervalos de cinco minutos. Pero me temo que a la tercera me
mataré.
-Siéntate, Colin. Tengo que hablar contigo.
Colin se sentó con cuidado en un sillón que había junto a la chimenea.
Estiró la pierna con dificultad y empezó a frotarla suavemente.
-No se lo has dicho a Joan, supongo.
-No, sólo a mi mujer, aunque no comprendo por qué no debe enterarse.
-La enfurecería y preocuparía, no lo aceptaría sin más. Quizá contrataría
a alguien para que encontrase a mi agresor. O pondría un anuncio en la
Gazette ofreciendo una recompensa por información que ayudase a
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Sólo vamos hasta Chipping Norton, al White Hart -dijo Sinjun cuando
Colin despertó-. Estaremos allí dentro de una hora. ¿Cómo te sientes?
-Terriblemente cansado.
Le tocó suavemente el brazo.
-Supongo que estás muerto de cansancio con todo este ajetreo, pero
cada día te sentirás mejor. No te preocupes. Aún nos quedan por lo menos
seis días para llegar a Escocia. Así que tienes mucho tiempo para
recuperarte.
Como en el interior del coche estaba oscuro, Sinjun no podía ver la
expresión irritada de su cara. Se sentía desvalido e impotente como un
niño al cuidado de un ama, sólo que su ama tenía apenas diecinueve años.
-¿Por qué demonios has escogido el White Hart?
Ella sonrió. Era una reacción insólita para un dama, pensó Colin
sorprendido.
-Por las historias que solían contar Ryder y Douglas a Tysen para
escandalizarlo, pues estaba estudiando para clérigo. Ryder y Douglas se
desternillaban de risa.
-Y no sospechaban que la niña de la casa estaba escuchando
disimuladamente.
-Oh, no -dijo ella sonriendo frívolamente-. No tenían la menor idea. Con
siete años era una experta en ese arte. Pero tengo la impresión de que tú
también estás informado sobre el White Hart y de cómo los jóvenes ca-
balleros de Oxford se divierten allí con sus amigas.
Colin guardó silencio.
-¿Estás pensando en tus propias citas?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
imprevisible.
-Sí, quizá piensa que he mentido, el muy puerco. -Colin echó una mirada
ansiosa a la cama, sintió las manos de Joan en su abrigo y se detuvo-. Ese
tipo no sería capaz de reconocer a un matrimonio aunque estuviese
presente en la boda.
-Deja que te ayude. -Aunque sus solícitos cuidados le irritaban, él la dejó
hacer. Su único deseo era echarse cuanto antes en la cama y dormir una
semana.
-Si te sientas, te quitaré las botas.
Le quitó las botas enseguida. Lo había hecho muchas veces con sus
hermanos.
-¿Deseas algo más?
-No -dijo él-. Vuélvete.
Ella le dio la espalda, se quitó los zapatos y las medias, colgó los dos
abrigos en el armario y se giró de nuevo al oír crujir la cama. Él estaba
echado de espaldas con los ojos cerrados y los brazos desnudos sobre la
cubierta.
-Todo esto es muy extraño -dijo ella notando con preocupación que su
voz sonaba débil como la de una doncella. Él no contestó y eso la alentó a
continuar su monólogo-. Es verdad que soy bastante franca, pero mis
hermanos me han animado siempre a serlo, y por eso me he comportado
así contigo. Pero ahora, estar a tu lado en esta habitación es bastante
embarazoso. Sé que no llevas nada puesto y que tengo que meterme en la
cama y...
Un ronquido sordo y suave interrumpió su monólogo.
Sinjun tuvo que echarse a reír ante su propia actuación. Había abierto su
pecho a un hombre dormido y un armario ropero. Se acercó lentamente al
borde de la cama y lo contempló. Le pertenecía, nadie conseguiría quitár-
selo, ni siquiera Douglas. ¿Cómo podían inculparlo del asesinato de su
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Apenas podía apartar los ojos de su ingle, hasta que vio el vendaje
blanco de su muslo derecho.
De pronto se acordó dé que lo había visto cojear al llegar a la fonda. Sin
duda estaba herido. Debiera haber imaginado que su prolongado estado de
debilidad no podía deberse a un simple resfriado. A su preocupación se
unió un sentimiento de enfado. ¿Por que diablos no se lo había dicho?
Saltó de la cama y se puso la bata..
-Maldito granuja -dijo en voz baja-. Soy tu mujer y deberías confiar en
mí.
-Aún no eres mi mujer, ¿y por qué gruñes de este modo?
Hacía dos días que no se había afeitado y tenía el cabello revuelto, pero
sus ojos mostraban una expresión expectante, y ella se quedó mirándolos
embelesada, olvidando por un momento lo que quería decir.
Colin se dio cuenta de que estaba desnudo y dijo con calma:
-Tápame, por favor, Joan.
-Lo haré cuando me cuentes qué ocurrió. ¿Por qué llevas este vendaje?
-Bueno, la verdad es que recibí una cuchillada, e idiota de mí, no acudí a
un médico. No quería que lo supieses, porque suponía que revolverías todo
Londres para encontrar a ese hijo de perra y entregármelo en bandeja.
Ahora ya no estamos en Londres y por tanto da lo mismo. Ya no corres
peligro.
Sinjun se quedó mirándolo. Tenía razón. Sin duda se hubiera
enfurecido. Le sonrió.
-¿Hay que cambiar el vendaje?
-Sí. Habrá que quitar los puntos mañana o pasado mañana.
-Yo lo haré. Con los niños de Ryder aprendí a hacerlo.
-¿Cuántos hijos tiene tu hermano?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-En realidad, yo los llamo sus seres predilectos. Ryder salva a niños que
se encuentran en situaciones terribles y los lleva a Brandon House. En este
momento creo que tiene una docena aproximadamente, pero nunca se sabe
cuándo vendrá otro, o cuándo alguno será acogido por una familia escogida
cuidadosamente por Ryder. Colin, a veces siento ganas de llorar viendo a
uno de esos pequeños golpeado por un padre borracho o abandonado en la
calle por una mala madre.
-Comprendo. Vístete, pero antes tápame, por favor.
Lo tapó a regañadientes, y él rió disimuladamente. Nunca había
encontrado una mujer como Joan. El interés que mostraba por su cuerpo
era sorprendente.
Sinjun colgó una manta en una puerta abierta del armario y se vistió
detrás sin dejar de hablar un momento. Mientras desayunaba observó
cómo se afeitaba. Se ofreció para ayudarle a lavarse, pero él rehusó la
oferta. En lugar de eso le exigió que se volviera y recogiera sus cosas,
aunque le permitió echar un vistazo a la herida, que cada vez parecía
mejor.
-Gracias a Dios -dijo ella-. Tenía tanto miedo...
-Ahora estoy bien., Sólo tengo que recobrar las fuerzas.
-Todo esto es muy extraño.
Él observó a esa muchacha extraordinaria que no parecía temer a nada
ni a nadie, que actuaba como si el mundo le perteneciera y pudiera
cambiarlo a su antojo. La experiencia había enseñado a Colin que la vida
despojaba muy pronto a esas personas de sus ilusiones y su optimismo,
pero confiaba en que Joan los conservase por mucho tiempo. Era fuerte, no
se trataba de una señorita amedrentada, y por eso se sentía agradecido.
Una señorita inglesa melindrosa no sobreviviría en Vere Castle y a sus
habitantes, de eso estaba seguro.
De pronto, notó en sus ojos un atisbo de miedo, y ese ligero indicio de su
vulnerabilidad le hizo guardar silencio. Ya tendría tiempo de averiguar el
motivo.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
conocía bien a los tiranos, aunque Douglas rara vez representaba ya ese
papel. Sin embargo, aún recordaba los primeros tiempos de su matrimonio
con Alex. No, no permitiría que Colin presumiera de tirano. Lo miró de
soslayo, pero guardó silencio. Colin durmió hasta que llegaron por la noche
al Golden Fleece Inn en Grantham.
Al parecer, Colin había decidido quitarse él mismo los puntos de su
herida ya curada. En todo caso volvió a alquilar dos habitaciones, se
despidió de Sinjun delante de su puerta y la dejó. A la mañana siguiente él
alquiló un caballo después de decirle durante el desayuno que estaba
cansado de viajar en el maldito coche. Sinjun pensó que en realidad estaba
cansado de viajar con ella. Cabalgó junto al coche durante todo el día. Si le
dolía el muslo, lo disimulaba. En York, Sinjun también alquiló un caballo y
su mirada desafiante parecía decirle: «¡No se te ocurra protestar!» Pero él
tan sólo se encogió de hombros con aparente indiferencia. Por otra parte,
Sinjun se alegraba de que él hubiera decidido no ir por el Lake District,
aunque al principio ella había insistido en esta ruta con vehemencia. Colin
quería llegar a casa lo antes posible, y ni siquiera sus advertencias,
previniéndolo de Douglas, lo habían hecho desistir de su propósito. Sinjun
pensaba, mientras el viento hacía ondear sus cabellos, que el lago
Windermere era un lugar demasiado romántico para compartirlo con aquel
hombre silencioso. Era obvio que no había imaginado su fuga a Escocia de
aquella forma.
Al fin, una mañana cruzaron la frontera de Escocia y Colin frenó el
caballo y exclamó:
-Detente, Joan. Quisiera hablar contigo.
Era un paisaje de colinas suaves, hermoso pero solitario, sin un alma
viviente ni una casa, que se extendía casi hasta el horizonte. El aire era
cálido y apacible, y olía intensamente a brezo.
-Me alegro de que no hayas perdido el habla por completo -ironizó
Sinjun.
-Frena tu lengua. No puedo creer que estés enfadada por no haberme
acostado contigo, siendo como eres una joven dama de buena familia.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
por una esquina para entrar en Abbotsford Crescent. La casa de los Kinross
estaba situada en el centro de la calle. Era un edificio alto de ladrillo rojo,
muy hermoso, con tres chimeneas y el tejado de pizarra gris. Las estrechas
ventanas tenían vidrieras emplomadas y debía de tener unos doscientos
años de antigüedad.
-Es hermosa, Colin -dijo ella mientras desmontaba-. ¿Hay una cuadra
para los caballos?
Dejaron los caballos en el establo, pagaron al cochero y bajaron los
baúles y las maletas del coche. Sinjun no podía dejar de hablar. No dejaba
de mirar al castillo que estaba sobre la colina, repitiendo estusiasmada que,
aunque lo había visto en cuadros, al verlo tan imponente y envuelto en una
niebla gris, se había quedado perpleja. Colin sólo sonrió, complacido con
su entusiasmo, porque estaba cansado y deprimido por la llovizna, a pesar
de que estaba acostumbrado a ella desde la niñez, y el castillo de
Edimburgo era sin duda imponente, aunque para él era una vista familiar
en la que apenas reparaba.
Abrió la puerta Angus, que había pasado toda su vida al servicio de la
familia Kinross.
-Milord -dijo-. ¡Santo cielo! ¡La joven viene con usted! ¡Tanto peor!
¡Tanto peor!
Colin se quedó sorprendido. Tenía un desagradable presentimiento,
pero no obstante, preguntó:
-¿Cómo sabes lo de la muchacha, Angus?
-¡Oh Dios, oh Dios! -se lamentó Angus mientras tiraba de sus largos
mechones de cabello blanco que caían a ambos lados de su cara rolliza.
-Espero que no te importe que haya entrado en tu casa sin invitación. Tu
criado no quería dejarme pasar, pero insistí -dijo Douglas al tiempo que
aparecía detrás de Angus sonriendo maliciosamente-. ¡Entra, maldito hijo
de perra! Adelante. En cuanto a ti, Sinjun, espera a que te ponga la mano
encima.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-¡Tonterías!
-¿Cómo puedes saberlo, Ryder? Ésta es la primera vez que lo ves. Colin,
te presento a mi hermano Ryder.
-Estoy seguro de que va a ser una conversación interesante -dijo Colin.
Ryder lo observó detenidamente mientras gritaba a su hermana:
-No necesito mirarlo dos veces para ver que no es nada de lo que tú
dices. ¡Razonable, ja! Como mucho podrá ser tan razonable como Douglas.
Maldita sea, Sinjun, te has portado como una imbécil y voy a decirte...
-Entremos al salón, Ryder. Allí podrás decirme todo lo que quieras. -
Sinjun lanzó a Colin una mirada interrogante.
-Por aquí. -Colin condujo a los hermanos por el estrecho vestíbulo de
entrada, que olía a enmohecido y atascaba la nariz con el polvo que
desprendía, a un recinto que podría describirse generosamente como de
raída elegancia.
-¡Dios mío! -exclamó Sinjun-. Sus dimensiones están bien, Colin, pero
necesitamos urgentemente una alfombra nueva y cortinas; ¡cielo santo,
éstas tienen que tener ochenta años! Y mira esas sillas; ¡el acolchado está
medio podrido!
-¡Cierra la boca!
-Oh, Douglas, lo siento. Está claro que tú no estás muy interesado en mis
planes de ama de casa. Por favor, sentaos. Como dije, bienvenidos a mi
nuevo hogar. Colin me ha dicho que esta casa tiene más de doscientos
años.
Douglas miró a Colin.
-¿Cómo estás?
-Mucho mejor.
-¿Juras que estás completamente restablecido y en plena forma?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Sí.
-Muy bien. -Douglas se abalanzó sobre él e intentó agarrarlo por el
cuello, pero Colin estaba preparado para el ataque. Cayeron al suelo y una
nube de polvo se levantó de la alfombra desteñida que los envolvió
mientras rodaban por el suelo, con lo que tan pronto estaba uno arriba
como el otro.
Sinjun miró a Ryder, que seguía la pelea intrigado y fuera de sí.
-Tenemos que detener esto. Es la segunda vez que ocurre y sería un
melodrama de mal gusto si no fuera tan peligroso. ¿Me ayudas? Es
absurdo. Se supone que sois unos caballeros civilizados.
-Olvida la civilización. Si por alguna razón completamente improbable
tu marido dejara fuera de combate a Douglas entonces me tocaría a mí.
Sinjun exclamó:
-¡Malditos idiotas! ¡Deteneos inmediatamente!
Sus palabras no surtieron efecto alguno. No había ninguna bastonera ni
otro objeto que pudiera usar para aporrear la cabeza de Douglas.
Entonces vio el arma que buscaba: un banquillo para poner los pies, que
estaba casi oculto detrás de un sofá. Lo cogió tranquilamente y lo blandió
con toda su fuerza para golpear la espalda de Douglas, que lanzó un alarido
de dolor al tiempo que soltaba a su rival para mirar atónito a su hermana,
que ya tenía el banquillo sobre la cabeza dispuesta a golpear de nuevo.
-Si no lo sueltas de inmediato, Douglas, te juro que te romperé el cráneo.
-Ryder, ocúpate de esa idiota hermana nuestra mientras mato a este
asqueroso hijo de perra.
Pero eso no debía ocurrir. Los juramentos, los resuellos y los gemidos
terminaron abruptamente al oírse el disparo ensordecedor de una
escopeta, que en la habitación cerrada parecía más bien el disparo de un
cañón.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Sólo entones Colin se dio cuenta de que había estado callado como una
tumba. Carraspeó con fuerza, al fin y al cabo era su casa.
-Caballeros, ¿les apetece un coñac?
Ryder asintió con la cabeza y Douglas apretó de nuevo los puños, pero
dijo:
-Sí. ¿Buen coñac francés de contrabando?
-Por supuesto.
«Bueno, menos mal», pensó Sinjun relajándose algo. Cuando los
hombres bebían juntos, no podían golpearse, menos sin dejar los vasos
antes. Naturalmente siempre podrían arrojárselos, pero ella nunca había
visto hacer nada semejante a Ryder ni a Douglas.
-¿Cómo está Sofía y todos mis sobrinos, y los demás niños? -preguntó
Sinjun a Ryder. -Todos están bien, excepto Amy y Teddy, que se estaban
peleando en el henal, cuando se soltó una bala de heno y los derribó al
suelo. Gracias a Dios no se han roto ningún hueso.
-Supongo que Jane les ha dado una buena reprimena. -Jane era la
directora de Brandon House, o «casa de locos», como llamaba Sinjun a la
bonita casa de tres pisos que se hallaba a sólo cien metros de Chadwyck
House, la residencia de Ryder, Sofía y su hijo pequeño Grayson.
-Oh sí, a Jane le entró uno de esos raros accesos de furia y amenazó con
tirarles las orejas y ponerlos a pan y agua tan pronto se repusieran de sus
magulladuras. Creo que es lo que ha hecho, añadiendo mermelada al pan.
también Sofía los regañó y les dio un beso después.
-¿Y tú, Ryder?
-Yo los abracé y les dije que si volvían a hacer una tontería parecida me
enfadaría mucho con ellos.
-Una amenaza terrible -dijo Sinjun riéndose. Se levantó y abrazó a su
hermano-. Te he echado tanto de menos...
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-¿Qué?
-¿Ni siquiera vas a cogerme la mano?
Sintió el calor de sus dedos. Era imposible que tuviera frío. Pensó que su
futura esposa estaría dispuesta a hacer lo que fuera para conseguir sus
propósitos. Tendría que vigilarla.
-Espero que te sientas bien en mi bata.
-Oh, sí, es suave y huele a ti.
Él guardó silencio.
-Así, al menos puedo imaginar que estás tocándome por todas partes.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
En ese momento entró Agnes en la cocina y Sinjun cerró los ojos con
gran alivio. Agnes hizo saber a los tres hombres de manera contundente
que eran prácticamente inútiles y además desconsiderados, portándose
como tres gallos impertinentes mientras la pobrecita mujer estaba herida.
Diez minutos más tarde, Sinjun reposaba en la cama.
Colin se sentó a su lado.
-Tus hermanos sospechan que tus náuseas y quejidos sólo han sido una
comedia. ¿Es cierto?
-Sí. Tenía que hacer algo rápidamente. Si hubiera fingido que perdía el
conocimiento, no lo hubieran creído. Lo siento, Colin, he hecho todo lo
posible. No deben averiguar la verdad. Nunca se irían o te golpearían y me
raptarían. No podía permitirlo.
Colin se echó a reír a pesar de su asombro.
-No tienes que disculparte porque te dispararan e intentaras engañar a
tus hermanos. No te preocupes, yo seguiré la farsa. Descansa un rato
mientras hablo con ellos, ¿de acuerdo?
-Si me besas antes.
Él le dio un beso, otro beso odiosamente fraternal.
Sinjun no dormía cuando entró Colin en su dormitorio. Estaba tan
excitada que no se atrevió a respirar cuando él se acercó a la cama y la miró
con el candelabro en la mano.
-Estás poniéndote morada. Respira.
Exhaló el aire con un silbido.
-Lo había olvidado por completo.
-¿Cómo está esa mejilla?
-Bien. Apenas me duele. La cena también ha ido bien, ¿no crees?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Él meneó la cabeza.
-Eso me parece muy improbable. Londres es muy peligroso y yo no
estaba en un lugar muy... elegante cuando sucedió. No, ése no fue más que
un ladronzuelo que quería llenar sus bolsillos. Y ahora, ¿te gustaría que te
hiciera el amor? Al fin y al cabo, es tu noche de bodas.
Al menos había conseguido desviar su atención, pensó Colin, mientras
observaba a su mujer.
Sinjun llevaba puesto un camisón blanco que le llegaba casi hasta la
barbilla. Su largo cabello caía, suelto, por la espalda y los hombros. Cogió
unos mechones y se los llevó a la cara. El cabello era suave y olía a jazmín,
si no estaba equivocado.
-Cuántos matices diferentes -dijo, consciente de que ella ya no sentía
ansia alguna por perder su virginidad, ahora que ya no tenía que
sacrificarse para salvarlo. Antes de la boda, ella hubiera sido capaz de
desnudarlo, echarlo de espaldas y tomar las riendas en sus manos sólo para
protegerlo y ayudarle a conseguir su dinero. Era dulce y transparente,
enérgica, y más inteligente de lo que le convenía. Tendría que ser riguroso
con ella si no quería que hiciera con él lo que quisiera, y eso no podía
permitirlo. Pero no podía imaginarse encerrándola en una habitación
enmohecida de la torre.
Había sido afortunado al encontrarla, de eso no cabía la menor duda.
Entonces se acordó otra vez de la bala y del fragmento de roca que había
herido la mejilla de Joan. ¿Y si le hubiera dado en el ojo? Trató de no
pensar en ello. Afortunadamente no había ocurrido y de ahora en adelante
tomaría medidas para protegerla. Sus hermanos tenían intención de partir
a la mañana siguiente y poco después ellos saldrían hacia Vere Castle. Ese
era el único lugar de Escocia donde ella estaría completamente a salvo.
Se inclinó y la besó en la boca. Ella se estremeció, pero abrió los labios
ligeramente. En lugar de aceptar esa invitación, siguió besándola
acariciándole suavemente el labio inferior con la lengua hasta que sintió
que empezaba a relajarse con sus besos delicados.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
de los Sherbrooke, como había oído decir en Londres. Pero también veía el
miedo en esos ojos que seguían cada uno de sus movimientos. Cuando
estaba completamente desnudo, se irguió sonriendo.
-Ahora puedes hartarte de mirarme, querida.
Sinjun lo miró atentamente, meneó la cabeza y dijo consternada:
-Eso no puede funcionar jamás. Es imposible.
-¿Qué es lo que no puede funcionar? -Siguió su mirada y comprobó con
sorpresa que tenía una erección. Sabía por su experiencia anterior que las
mujeres se excitaban mucho al verlo así, pero también podía suponer que
una virgen reaccionaría de un modo mucho menos entusiástico.
-Eso -dijo Sinjun señalando hacia su ingle.
-Pronto comprobarás lo bien qué funciona. ¿Podrías intentar confiar en
mí?
Tragó saliva penosamente y apenas podía articular una palabra.
-Está bien -susurró al fin, se subió la cubierta hasta la barbilla y se
deslizó hasta el otro lado de la cama-. Pero no creo que esto tenga algo que
ver con la confianza.
-¿Tienes idea de cómo se hace el amor?
-Por supuesto que sí. No soy estúpida ni ignorante, pero lo que pensaba
no puede ser cierto. Eres demasiado grande y, aunque confío en ti, no
puede ser del modo que yo creía. Es completamente imposible, tienes que
admitirlo tú también.
-De ningún modo -dijo y se dirigió a la cama sonriendo.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Él penetró en ella y ella gritó y apretó las caderas contra el colchón, pero
eso no sirvió de nada porque Colin la cogió por las caderas y la atrajo hacia
sí hundiéndose más y más en ella. Sinjun trató de contenerse y ahogar sus
gritos. Cerró los ojos y trató de aguantar el dolor, pero éste aún se hizo más
insoportable. Él se detuvo y dijo con voz temblorosa y jadeante:
-Tengo que penetrarte... Tengo que hacerlo, no grites, mi amor. -Antes
de acabar de hablar empujó con toda su fuerza y ella no pudo contener un
agudo chillido. Lo sintió entonces profundamente en su interior, pero no
quería tenerlo allí, a ese intruso, que le causaba tal dolor mientras él
mismo parecía no sentir dolor alguno. Era un salvaje, penetrando en ella y
retirándose una y otra vez, hasta que de pronto se arqueó, rígido como una
tabla. Ella abrió los ojos instintivamente y lo vio preso de violentas
sacudidas, con los ojos cerrados, la cabeza echada hacia atrás y gimiendo
enloquecidamente.
Dejó de gemir y se desplomó sobre ella. Ella sintió su humedad, su
semilla de hombre en el interior de su cuerpo. No estaba segura de lo que
sentía. Por un lado sentía dolor, pero más que el dolor físico que le había
infligido sentía que la había engañado al pedirle que confiara en él. Había
confiado en él como una imbécil y había abusado miserablemente de su
confianza.
Se sintió traicionada.
Él aún jadeaba, con la cara pegada a la de ella y el cuerpo sudado,
descargando todo su peso sobre ella.
Le hubiera gustado golpearle, pero consiguió dominarse y dijo:
-No me gustó lo que hiciste, Colin. Fue horrible.
Sus palabras parecían proceder de un sueño, de un mundo irreal. ¿Cómo
era posible que no le hubiera gustado cuando él había sentido un placer tan
enorme? Meneó la cabeza incrédulo. No, eso era imposible.
Tardó un buen rato hasta que volvió a respirar con normalidad y
durante todo este tiempo ella permaneció inmóvil debajo de él. Aunque era
consciente de su peso no era capaz de retirarse de ella. Al fin se apoyó en
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Oh, pero si ya hablas -dijo Colin-. Tus lágrimas se han secado pronto. -
La cogió por los hombros con fuerza-. Voy a decirte una cosa, Joan, y no
tengo intención de repetirla. Ésta es mi casa. Tú eres mi mujer y yo soy un
hombre, no un perro faldero que debas proteger escondiéndolo bajo tus
faldas. ¿Me has entendido?
Ella intentó librarse de él, pero él la retuvo mientras Sinjun decía:
-¿Es que no entiendes que te hubieran matado? Y si abrieras los ojos,
podrías ver que no llevo puesta ninguna falda.
-No intentes distraerme. Nunca más volverás a ponerte delante de mí
para protegerme, ¿está claro? Dios mío, en una situación de auténtico
peligro podría ocurrirte algo. Estamos en Escocia, que es muy diferente de
vuestro refinado país. Aquí siempre hay que contar con la violencia y no
toleraré tu comportamiento alocado, nunca más. ¿Me has entendido?
-¡Tú no eres un perro faldero, pero sí un maldito imbécil! ¡Es absurdo,
Colin, andas arremetiendo como un toro furioso! Sólo he fingido que
lloraba para hacer entrar en razón a mis hermanos. ¿Qué tiene eso de
malo?
-¡Basta! -Se golpeó con la mano en la frente-. ¡Es demasiado, maldita
sea! Métete en la cama, Joan, estás tiritando de frío.
-No. Si me meto volverás a hacerme esas cosas horribles. No me gustan,
Colin. No confío en ti.
Colin echó una ojeada al dormitorio con las paredes demasiado oscuras,
los muebles gastados y las cortinas deslucidas y se quedó al fin mirando a
su mujer, que quería prohibirle hacer el amor con ella. Era intolerable.
Además había tenido la osadía de intervenir otra vez en una discusión
entre él y sus hermanos. Estaba enloquecido. Le arrancó la cubierta del
cuerpo y la echó a la cama.
-¡Quédate ahí!
-No, no permitiré que vuelvas a hacerlo, Colin. Fue horrible y no quiero.
¡Maldita sea, déjame en paz de una vez!
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
agua humeante.
Tan pronto estuvieron solos otra vez, Sinjun se apresuró a decir:
-Puedes bañarte el primero. -Quería evitar así entrar desnuda en la
bañera ante sus ojos.
Él se quitó la bata y se metió en la bañera. Era tan grande que tuvo que
doblar las rodillas. Sinjun hubiera reído al verlo, si no se hubiera sentido
tan desdichada. No quería levantarse, no se atrevía a ver a sus hermanos.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Y besos a los mellizos. Ryder me ha dicho que le han puesto la casa del
revés. Debe de ser maravilloso. Echo mucho de menos a todos los niños.
-Sí, ya sé, pequeña. También yo los echo de menos. Es una gran suerte
que Ryder y Sofía adoren a los niños, incluso cuando son unos verdaderos
pillos. He cerrado la casa de Londres. Alex y los niños estarán en
Northcliffe Hall cuando regrese. No te preocupes por nuestra madre.
Me ocuparé de que, cuando te escriba, sus cartas sean amables.
Ryder la abrazó con fuerza y dijo:
-Sí, daré a Sofía un beso de tu parte y a los pequeños un abrazo. Te
echaré terriblemente de menos, Sinjun.
-No olvides a Grayson, Ryder. Es un cielo, lo añoro tanto...
-Es el retrato de Sofía. De los Sherbrooke sólo tiene los ojos azules y la
barbilla obstinada.
-Sí, le quiero mucho.
-No llores, mocosa. Imagino cómo te sientes. Aún me acuerdo de cuando
Sofía sentía una terrible añoranza por Jamaica, aunque sólo fuera por el
frío que pasó en Inglaterra. Pero Colin es tu marido y cuidará bien de ti.
-Sí, lo sé.
Ryder pensó que su tono de voz no parecía muy convincente. ¿Qué
debían hacer? Estaba casada con ese tipo. A pesar de eso, no le gustaba en
absoluto dejarla sola, aun cuando Douglas opinara que ya se habían inmis-
cuido bastante.
-Al principio el matrimonio no siempre marcha como uno desearía -dijo
él, y al ver que Sinjun lo miraba sin hablar, continuó-: Quiero decir que
pueden surgir pequeños problemas. Pero se solucionan con el tiempo.
Tienes que tener un poco de paciencia.
No tenía idea de si sus palabras podían aplicarse a su situación, pero vio
el dolor en sus ojos y apenas podía soportarlo. Le repugnaba
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
profundamente dejarla en este país extraño y con este extraño que era su
marido.
Colin se mantuvo algo separado de los tres, observándolos. Reconoció
que estaba celoso por lo unidos que estaban. Él y su hermano mayor
Malcolm siempre estaban peleando y su padre siempre había tomado
partido por Malcolm, el futuro conde. Sólo su opinión contaba, sólo sus
deseos importaban, y naturalmente había que pagar sus interminables
deudas de juego. Entonces Colin se negó a luchar para Napoleón porque
consideraba funestas las convicciones de su padre, que también compartía
su hermano. Quería un despacho de oficial en el ejército inglés, que su
padre se negó naturalmente a comprar porque tenía otros planes con su
hijo menor. Colin debía acabar la hostilidad con los MacPherson. Se había
casado a los veinte años con Fiona Dahling MacPherson y la hostilidad
había acabado; hasta hacía un mes, hasta que por alguna razón Robert
MacPherson había desenterrado el hacha de guerra.
-¿Ocurre algo, Colin?
La voz de Douglas rescató a Colin de sus sombríos recuerdos.
-No, nada. Yo cuidaré de vuestra hermana. No os preocupéis.
-¿Crees que os será posible venir a vernos en otoño?
Colin inclinó la cabeza tras un breve silencio.
-Tú me has dado los medios para poner en regla mi casa y mis tierras.
Tengo mucho que hacer, pero para el otoño debería estar terminado todo.
-Era el dinero de Sinjun, no el mío, y me alegra que se utilice para un
buen fin. Personalmente odio ver hundirse en la ruina a una propiedad.
Colin observó los dos magníficos sementales árabes que relinchaban y
resoplaban impacientes.
-Venid a visitarnos cuando hayamos restaurado Vere Castle. La avenida
al castillo es muy hermosa, bordeada de árboles, y ahora, en verano, el
follaje forma una bóveda.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Vendremos con gusto -dijo Douglas-, y Ryder podría traer a los niños.
-Me gustan los niños -dijo Colin-, y Vere Castle es muy grande. Hay
habitaciones de sobra para alojaros a todos.
Poco después Douglas y Ryder cabalgaban por el empedrado y sus capas
ondeaban al viento.
Sinjun los seguía con la mirada de pie en la calle. No recordaba haber
estado jamás tan triste, pero se propuso enérgicamente luchar contra su
depresión. Ryder tenía razón; debía tener paciencia. Al fin y al cabo
adoraba a su marido, a pesar de todo lo que le había hecho. Ya se las
arreglaría. Había mucho que hacer, y ella no era una mujer que se quedaba
de brazos cruzados cuando estaba angustiada. Por otra parte tenía que
reconocer que hasta ahora apenas había habido situaciones de angustia en
su vida.
Ella se volvió y sonrió a su marido; al menos hizo el esfuerzo honesto por
sonreír.
-Quisiera otra taza de té. ¿Tú también?
-Sí, Joan. Creo que sí. -Fue con ella a su lado-. Me gustan tus hermanos.
Ella guardó silencio por un momento, y enseguida dijo con una
jovialidad desesperada:
-Oh, sí, a mí también.
-Sé que los echarás de menos. Iremos a verlos pronto. Te lo prometo.
-Sí, me lo prometes.
Él la miró brevemente y prefirió no hacer comentario alguno a su
respuesta sarcástica.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Se sentó en una maleta que se plegó bajo su peso y ella permaneció allí
con los pies cruzados. No dijo ni una palabra más a su marido. Estaba
dolorida, pero nunca lo admitiría ante él. Cabalgaría sin la menor queja, y
confiaba únicamente que no le costara la vida.
Una hora más tarde habían desembarcado del Forth Star y estaban en
camino hacia Vere Castle con las maletas amarradas a las monturas.
-Tal vez podamos hacer un viaje a los Highlands en verano. Es una
experiencia impresionante, como si pasaras de un lago tranquilo a ún mar
embravecido. Es un paisaje salvaje, primitivo, lejos de la civilización.
Seguro que te gustará.
-Sí -dijo Sinjun lacónicamente. Nunca hubiera pensado que cabalgar
pudiera convertirse en semejante tortura. Aunque cambiara de posición, la
montura parecía clavarse en ella.
Colin le lanzó una mirada escrutadora. Ella miraba fijamente hacia
adelante entre las orejas del caballo y ergía la cabeza como había hecho en
los últimos dos días.
El traje de montar de color azul oscuro era muy elegante y la pluma de
avestruz de su sombrero de terciopelo azul enmarcaba deliciosamente su
mejilla derecha. El traje ya estaba bastante polvoriento y arrugado,
después de varios días cabalgando con él, pero le gustaba a pesar de todo.
Ahora que tenía dinero le compraría cosas bonitas.
Pensó en sus largas piernas blancas y sus muslos apretados y su corazón
empezó a latir con fuerza.
-Nos detendremos a almorzar en una posada cerca de Lanark. Podrás
hacerte una primera idea de la cocina nacional. Agnes desprecia la cocina
escocesa porque su madre procedía de Yorkshire. Le encanta la carne de
vaca inglesa y las patatas hervidas, pero no son platos escoceses, aunque
tengo que admitir que es una cocinera exordinaria.
Tenía que reconocer que él intentaba ser amable con ella, pero no le
importaba, porque tenía fuertes dolores.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
vistos con tus aristocráticos ojos ingleses, pero son mis paisanos y desde
luego no son sordos.
-Nunca dije que fuesen unos bárbaros. Eres...
-Sólo soy realista. Podrías estar embarazada, deberías aceptar esa
posibilidad.
Sinjun tragó saliva.
-No, no lo permito.
-Anda, come unos haggis.
Sinjun miró primero la guarnición, patatas y nabos, y después el
embutido caliente envuelto en una piel de estómago de oveja y relleno de
una masa de hígado, corazón, gordo de riñones y avena mondada.
-Tú no has pedido esto -dijo ella haciendo un gesto de asco.
-No es necesario. Es el plato principal de aquí desde que abrió la posada
hace cinco años. Come. -Cortó un trozo de su embutido y se lo comió con
gran apetito.
-No, no puedo. Dame tiempo, Colin.
Él sonrió.
-Como quieras. Pero prueba por lo menos la guarnición. Se supone que
los vikingos ya preparaban las veruras de este modo.
Estaba agradecida por su concesión. Los nabos eran horribles, pero
podía dejarlos en el bordé del plato sin más. Las patatas estaban sabrosas
con el toque de nuez moscada y nata. Ella comió en silencio y tampoco
Colin intentó continuar la conversación.
Sinjun pasó la hora y media siguiente aturdida por el olor. A pesar de los
exhaustivos comentarios de Colin, ella ignoró por completo el paisaje.
Estaba a punto de decirle que no podía continuar cabalgando ni un metro
más, cuando él dijo:
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Por supuesto.
Él sonrió por encima de la cabeza de Sinjun. Había que reconocer que
tenía coraje. Lo necesitaría.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Sinjun le pareció que había andado un kilómetro en sus brazos hasta que
al fin entró en un amplio dormitorio y la dejó con cuidado sobre la cama.
Entonces empezó a cogerle las faldas.
Ella le golpeó las manos mientras gritaba:
-¡No!
-Joan, déjame ver. Por el amor de Dios, soy tu marido y ya te he visto
desnuda.
-¡Vete! No siento un gran afecto por ti en este moento, Colin. Por favor,
déjame sola.
-Como quieras. ¿Quieres que haga traer agua caliente?
-Sí, gracias, pero vete.
Aún no habían pasado diez minutos cuando una muchacha llamó a la
puerta.
-Me llamo Emma y le traigo agua caliente -anunció.
-Gracias, Emma. -Despidió a la muchacha lo antes sible.
Se lavó con sumo cuidado, dado que el estado en que hallaba era muy
delicado y doloroso. Después se echó el borde mismo de la cama. Se sentía
fuera de su lugar y estaba enfurecida con Colin. ¿Cómo había podido
ocultarle algo tan importante? Era la madrastra de dos niños que no la
conocían. Afortunadamente no tardó en quedarse dormida.
Pero al despertar, tendría que levantarse, hablar no sólo con Colin, sino
también con su tía, su cuñada, que ya no lo era, y sus dos niños. Se
preguntaba qué habría dicho Colin a todos. Desde luego no habría dicho la
verdad. Ahora todos la tendrían por una débil mujer inglesa. Estaba a
punto de levantarse de la cama, cuando se abrió la puerta y apareció en ella
una cara pequeña.
Era Dahling.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Estás despierta.
-Sí -dijo Sinjun mirando a Dahling que estaba asomada a la puerta-,
estaba a punto de levantarme y vestirme.
-¿Por qué te has desnudado? Papá no nos quiso decir qué te ocurría.
-Sólo estaba cansada. Fue un largo viaje desde Londres hasta aquí. Tu
padre quería volver a casa deprisa a estar contigo y con Philip. ¿Querías
algo en especial?
Dahling entró lentamente en la habitación. Sinjun vio que llevaba un
vestido de lana demasiado grueso y corto, unas botas pesadas que parecían
muy pequeñas y gastadas. Era imposible que la niña estuviera cómoda
vestiada sí.
-Quería ver si eras tan fea como pensaba.
Sinjun se acordó de Amy, uno de los niños de Ryder, una mocosilla
descarada que trataba de ocultar su miedo profundamente enraizado.
-Entonces tienes que acercarte más. Lo mejor es que te sientes junto a
mí en la cama para que puedas verme . Querrás ser justa, ¿verdad? Ser
justo es muy importe en la vida.
Cuando la pequeña alcanzó el estrado, Sinjun se inclinó y la levantó
hasta la cama.
-Así, ahora puedes observarme todo lo que quieras.
-Hablas de forma muy extraña, como la tía Arleth. Ella siempre nos
regaña a Philip y a mí para que no hablemos como los demás, sólo como
papá.
-Tú hablas muy bien -dijo Sinjun sin moverse mientras la pequeña
tocaba con suavidad el rasguño de su cara-.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-¿Qué es esto?
-Una piedra me lastimó cuando tu padre y yo estábamos en Edimburgo.
No es nada grave y la herida se curará pronto.
-No eres muy fea, sólo un poco.
-Gracias, me siento muy aliviada. Tú tampoco eres fea.
-¿Yo? ¿Fea? Soy una gran belleza, como mi mamá. Lo dicen todos.
-¿De verdad? Déjame ver. -Sinjun hizo exactamente lo mismo que
Dahling. Deslizó sus dedos por la cara de la niña, deteniéndose aquí y allá,
sin decir nada.
Dahling empezó a impacientarse.
-Soy una gran belleza. Si no lo soy ahora, lo seré cuando sea mayor.
-También te pareces a tu padre, y eso está muy bien, porque es muy
guapo. Tus ojos son como los suyos, de color azul oscuro. Los míos
también son hermosos, ¿no crees? Son de un color azul Sherbrooke. Ése es
mi apellido.
Dahling se mordió el labio inferior.
-Creo que sí -dijo al fin-. Pero eso no significa que no seas un poco fea.
-También tienes el cabello oscuro de tu padre, que también es bonito.
¿Te gusta mi cabello? Es de color castaño.
-No está mal, es muy rizado. El mío no. La tía Arleth menea la cabeza y
dice que tengo que resignarme.
-¿Pero ya eres una gran belleza?
-Oh, sí, papá me lo dijo -declaró Dahling con énfasis.
-¿Crees todo lo que dice tu padre?
La niña inclinó a un lado la cabeza.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-¿Por qué no coméis esta tarde con nosotros para celebrar mi llegada?
¿Tienes otro vestido?
-No me gustas y no quiero celebrar tu llegada. Tú no eres mi mamá. Diré
a Philip que tenemos que echarte.
-¿Tienes otro vestido?
-Sí, pero no es nuevo. Es igual de corto que éste. La tía Arleth dice que
crecemos demasiado deprisa y que papá no tiene que gastar su dinero
conmigo. Dice que no le extraña que seamos tan pobres, porque papá
nunca debería haber sido conde.
-Verás, tu padre ahora tiene dinero para nuevos vestidos. Se lo
preguntaremos, ¿de acuerdo?
-Es tu dinero. Oí que el primo MacDuff decía a la tía Arleth que eras una
rica heredera y por eso se había casado papá contigo. Ella dijo que era justo
que se sacrificase. También dijo que era la primera cosa decente que había
hecho en su vida.
Sinjun pensó que la tía Arleth debía de ser una persona abominable. A
pesar de todo, dijo sonriendo:
-Tiene razón. Tu pobre padre es muy noble y razonable, y tú deberías
reflexionar si quieres hacer que me vaya, ya que estoy aquí por motivos
más importantes que vuestras institutrices.
-La tía Serena dijo que papá tiene ahora tu dinero y que pronto irás al
cielo como mi mamá.
-¡Dahling! ¡Cierra la boca!
Colin había entrado en la habitación inadvertidamente, y su hija lo
miraba extasiada y turbada porque su padre parecía descontento con ella.
Sinjun se sorprendió de verlo entrar, severo y amenazante como el amo y
señor, el jefe de familia.
-Estaba poniéndome al corriente de la familia, Colin -dijo Sinjun
apaciblemente-. Supongo que te interesará que sepa lo que piensan de mí
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
la tía Arleth y la tía Serena. Creo que tienes razón, que Dahling es una
belleza. Además es muy precoz y necesita urgentemente nuevos vestidos.
Razón más que suficiente para que te acompañe a Edimburgo, ¿no crees?
-No. Dahling, ve con la tía Serena. Hoy vas a cenar con nosotros en la
mesa grande. Ahora vete.
Dahling saltó de la cama, echó una última ojeada a Sinun, meneó la
cabeza y salió a toda prisa de la habitación.
-¿Qué te ha contado?
-De todo un poco, como hacen los niños. Como te dije, me gustan los
niños y tengo mucha experiencia con ellos, lo que no es extraño teniendo
tres sobrinos y con todos los niños de Ryder. ¿Por qué no me dijiste nada
de Philip y Dahling?
Vio entonces que Colin reaccionaba como sus hermanos. Supuso que esa
forma de comportarse era típica de los hombres. Cuando no tenían razón o
cuando un tema de conversación no les gustaba, lo ignoraban sin más.
Colin trató de cambiar de tema.
-¿Qué te ha contado Dahling?
Pero Sinjun había aprendido a ser tenaz con sus tres hermanos.
-¿Por qué no me dijiste nada de tus hijos?
Él se mesó el cabello.
-Maldita sea, Joan, eso ya no importa.
Sinjun se recostó en las almohadas, sujetando, por si acaso, la cubierta
con más fuerza.
-Comprendo tu situación, Colin. Temías que no me casara contigo si me
confesabas que sería la orgullosa madrastra de dos hijos que ahuyentaban
a todas las instituces. ¿No es así?
-Sí. No... Bueno, quizá. Maldita sea, no lo sé.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-¿Tienes más sorpresas guardadas para mí? ¿Tal vez una amante en una
de esas torres, de cabello rubio? ¿O un par de hijos ilegítimos? ¿O quizá un
tío loco encerrado en una mazmorra?
-¿Tienes un vestido para esta tarde?
-Sí, pero Emma debe plancharlo antes. Sólo tengo uno aquí. Colin,
¿tienes más sorpresas?
-Avisaré a Emma. No, ninguna, excepto... ¿Cómo averiguaste lo del tío
abuelo Maximilian? El pobre está verdaderamente loco y aúlla cuando hay
luna llena, pero quién te lo ha dicho? Generalmente se contenta con citar
Rabbie Burns y beber ginebra.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Sinjun se quedó atónita y miró a la tía Arleth sin creer lo que había oído.
Entonces la tía Arleth dijo a Sinjun:
-¡No te preocupes, muchacha! Los hombres son todos iguales
dondequiera que vayas, todos tienen amantes, y Fiona averiguó que él se
había llevado a la cama a esa putilla.
Sinjun miró a Colin, pero sólo vio una expresión sardónica en su rostro,
como si estuviera acostumbrado a ese tipo de ataques y no se diera por
enterado. Pero Sinjun no tenía intención de hacer lo mismo. Contuvo la
rabia y dijo en voz alta y clara:
-No volverá a hablar de Colin de ese modo deshonroso. Él nunca
rompería su juramento de fidelidad. Si piensa que lo haría, o es ciega o
estúpida o sencillamente maliciosa. No lo toleraré, señora. Usted vive en la
casa de mi marido y lo tratará con el respeto que merece.
La tía Arleth respiró profundamente. Sinjun sabía que acababa de
ganarse definitivamente a una enemiga y se calló angustiada.
Colin soltó una carcajada sonora que retumbó en las paredes manchadas
por la humedad del enorme salón.
-Ten cuidado, tía Arleth. Joan cree que tiene que protegerme a toda
costa y no permitirá que me insulten. No necesita una armadura y un
caballo para batirse en torneo por defender mi honor. Así que será mejor
que vigiles tu lengua cuando estés cerca de ella. Sólo ella puede
reprenderme, nadie más. Y ahora vayamos al comedor. Philip, coge a
Dahling de la mano. Joan, permíme que te muestre el camino.
-Hay que enseñarle modales -dijo la tía Arleth en voz baja, pero
permitiendo que la oyeran.
-Apuesto a que ganas -susurró MacDuff a Sinjun al oído mientras Colin
le asignaba el lugar de la condesa al final de la larga mesa de caoba. Sinjun
sospechó que era el lugar que la tía Arleth había ocupado hasta ahora, pero
la dama tan sólo se detuvo un momento, se encogió hombros y se sentó en
la silla que le mostraba Colin a izquierda. Sinjun estaba muy contenta de
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Los niños deben acompañar a Joan. Les guste o no, ella es su madrastra
y va a quedarse aquí. Tienen que conocerla. -Dirigió una mirada severa a su
hijo-. No la vejaréis, ¿entendido, Philip?
-Sí -asintió jovialmente Sinjun-, nada de culebras en mi cama, ni lodo en
un pasillo oscuro.
-Tenemos mejores cosas que ésas -dijo Dahling.
-El lodo no es una mala idea -murmuró Philip con una expresión
profundamente pensativa que Sinjun había visto muchas veces en otros
niños.
-Cómete las patatas -ordenó Colin- y olvida el lodo.
Había haggis, y Sinjun se preguntó si moriría de hambre aquí para
convertirse en otro fantasma familiar. Afortunadamente pudo hartarse de
guarnición. Escuchó a Colin y MacDuff mientras discutían sobre negocios y
problemas con gente de la vecindad, pero no prestaba mucha atención
porque seguía teniendo dolores, aunque habían cedido bastante. Sin
embargo, escuchó con atención al oír a Colin que decía:
-Mañana por la mañana iré a Edimburgo. Hay muchas cosas que hacer.
-¿Ahora que tienes su dinero? -preguntó la tía Arleth con voz melosa.
-Sí -respondió Colin-. Ahora que tengo su dinero puedo al fin empezar a
resolver todos los problemas que han dejado mi padre y mi hermano.
-Tu padre fue un gran hombre -dijo Arleth-. Todo eso no fue culpa suya.
Colin iba a hablar, pero desistió, meneando la cabeza sonriendo, para
continuar luego su conversación con MacDuff. Sinjun deseó lanzarle su
plato a la cabeza. Así que estaba decidido a dejarla sola en este extraño
lugar. Se marchaba sin dignarse siquiera a pedirle su opinión. Era
maravilloso, sencillamente maravilloso; dos niños que tratarían con todas
sus fuerzas de hacerle la vida imposible y dos mujeres cuyo deseo más
ardiente probablemente sería ver cómo se arrojaba desesperada de una de
torres.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-No te creo -dijo Philip-. ¡Novia Secreta, vaya hombre más tonto!
-Bueno, yo tampoco te creo a ti. Jane de las Perlas también es un
nombre absurdo. No, no te creeré hasta que la haya visto con mis propios
ojos. -Un reto excente, pensó Sinjun mientras miraba a Philip. No se
sorprendería lo más mínimo de ver una representación de Jane de las
Perlas vagando por su habitación después e irse Colin.
-Niños, es hora de ir a dormir. Ahí está Dulcie.
Sinjun no quería que los niños se fueran ahora que al menos había
conseguido despertar su interés. Philip dirigió a su padre una mirada
suplicante, pero Colin meneó cabeza y dijo:
-Subiré luego para arroparos y daros las buenas noches. Ahora sed
buenos e id con Dulcie. Joan, cuando hayas acabado, podrías acompañar a
tía Arleth y Serena al salón. MacDuff y yo tenemos que discutir aún un par
de cosas, pero nos reuniremos con vosotras enseguida.
-Vaya, querida, parece que le intereses tan poco que vuelve a dejarte.
«Oh, tía, deberías refrenar tu lengua», pensó Sinjun mientras le sonreía
amablemente.
-Sí, es lamentable. Quizá no tendría que dejarme si su padre, ese gran
hombre, no hubiera sido un maldito rufián derrochador.
Sinjun oyó cómo Colin se echaba a reír y comprendió que había jugado
mal sus cartas. Ahora podía marcharse tranquilamente, seguro de que no
tendría problemas con sus parientes. Si hubiera sido lo bastante perspicaz
para echarse a llorar desconsoladamente, quizá se hubiera quedado o la
hubiera llevado consigo a Edimburgo.
-Creo que Colin es el hombre más guapo de toda Escocia -dijo Serena.
-Eres igual de estúpida y tonta que tu difunta hermana -replicó la tía
Arleth.
Sinjun respiró hondo y trató de seguir sonriendo.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
10
Sinjun abrió la boca para gritar de nuevo, pero se abstuvo. Estaba
echado entre sus piernas estrechando sus caderas con los brazos, con la
barbilla apoyada en su vientre y sonriendo satisfecho.
-¿Quieres que siga?
Ella logró dominarse y dijo:
-Lo que estabas haciendo era... desconcertante..., embarazoso... ¿Estás
seguro de que eso es normal?
Volvió a besarla en el mismo sitio, levantó la cabeza, separó más las
piernas y la obsequió con una sonrisa irresistible.
-Sabes realmente bien, Joan. Sí, querida, un hombre disfruta besando a
una mujer entre las piernas.
-Tengo una sensación muy extraña, Colin. ¿Me dejas, por favor? No
estoy acostumbrada a que me levanten el camisón hasta la cintura y a que
me toquen... así. En fin, tú eres un hombre, después de todo.
-Si sigo besándote y acariciándote, sentirás un placer enorme.
-Oh, no, no es posible. De verdad, Colin, déjame. ¡Cielos, estás desnudo!
-Sí, pero no tengas miedo. No voy a tomarte otra vez. Quería ver el daño
que te has hecho cabalgando.
-¡El daño que me he hecho! ¡Es el colmo! ¡Tú me has hecho ese daño!
Se incorporó entre sus piernas y ella vio que estaba mirándola «allí».
Luego notó que sus dedos la acariciaban suavemente y ella se sintió tan
confundida que no sabía qué decir.
-Creo que debe de escocerte, pero te curarás pronto si no cabalgas por
un tiempo. -Besó su vientre y se puso cómodamente sobre ella.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Por otra parte, quizá sea mejor que duerma un poco. Mañana tengo que
levantarme muy temprano.
-¿De verdad te gustaría, Colin? ¿Te proporcionaría placer?
Su voz reflejaba tal incredulidad y perplejidad que él se apresuró a decir:
-Está bien. La verdad es que tengo que dormir.
-Si quieres, lo intentaré.
-¿Qué?
-Te besaré ahí abajo, si quieres.
Él comprendió que esa idea no le resultaba repulsiva,sino que la
intrigaba, y se estremeció.
-Está bien -dijo impetuosamente y se puso de espalda sin hacer nada
más.
Sinjun levantó la cubierta y observó su miembro tensamente erguido.
Retiró la cubierta hasta los pies y volvió a observarlo. Le pareció que
pasaba una eternidad hasta que ella le puso la mano en su vientre.
-Eres hermoso, Colin.
Él no pudo evitar soltar un gemido y cuando sus dedos tocaron
ligeramente su miembro, tembló como un muchacho inexperto y apretó los
puños contra los costados.
-Métetelo en la boca, Joan.
Ella se arrodilló junto a él, sus cabellos cayeron sobre vientre y él notó su
aliento caliente en su miembro y creyó morir de placer. Cuando sus labios
lo rozaron, estuvo a punto de gritar.
-Tú eres muy diferente a mí -dijo ella mientras lo acariciaba de manera
insegura pero tanto más seductora-. Yo nunca podría ser tan hermosa
como tú.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Él hubiera querido decirle que no era sí, pero no dijo nada, enloquecido
por el deseo de que lo tomara en la boca. Pero no quería forzarla;
aprendería poco a poco. Además, sus tímidos experimentos lo excitaban de
tal modo que hubiera lanzado gemidos, pero temía asustarla.
Cuando al fin se lo puso en la boca, Colin se dio cuenta de que no podría
contenerse, y eso no debía suceder; quizá le repugnaría, y él quería evitarle
esas sensaciones. Por eso la apartó haciendo un gran esfuerzo.
Ella levantó la cabeza y lo miró desconcertada.
-¿No lo he hecho bien?
Él intentó sonreír.
-No es fácil para un hombre, Joan. No hagas más preguntas. Acuéstate
junto a mí y tratemos de dormir.
Ella se apretó contra él sin hablar y le puso la mano sobre su corazón
que latía con fuerza. Lo besó en el pecho y dijo:
-Trataré de hacerlo mejor en el futuro, Colin. Me gusta tocarte y besarte,
porque eres muy hermoso. Pero esa otra cosa... Es demasiado grande,
tienes que comprenderlo. No puede funcionar, ya lo has visto tú mismo. Lo
siento, pero no puede remediarse.
-Eres una tonta que no tiene idea de nada. -La besó en la nariz y la
apretó más fuerte contra su pecho-. Preferiría que te quitases ese camisón
tan ridículo.
-No -dijo ella tras unos instantes de vacilación-. Creo que no sería una
buena idea.
Él suspiró.
-Probablemente tienes razón.
-¿Colin?
-¿Sí?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
sonrisa.
-Señora, he oído..., todos lo han oído, que ya no estamos en graves
apuros.
-Es cierto. Su señoría se encuentra en este momento en Edimburgo para
salvarnos de esta situación infernal.
La señora Seton respiró hondo.
-Bien. He pasado toda mi vida en Vere Castle y me deprime ver este
abandono.
Sinjun pensó en Philip y Dahling y decidió abandonar a Dulcie a su
suerte durante un rato más.
-Podríamos tomar una taza de té en su alojamiento y pactar una lista de
lo que necesitamos.
Una lista que tendría que aprobar Colin, por supesto. Era
verdaderamente absurdo. ¿Qué sabía él de ropa de cama, cortinas, forros
de sillas desgarrados, platos y cacerolas?
-Y después tiene que decirme dónde podemos conseguir todo lo que
necesitamos.
La señora Seton parecía al borde del llanto. Sus mejillas se sonrojaron
de alegría.
-¡Oh, sí, señora, oh, sí!
-He observado también que los sirvientes no están bien vestidos. ¿Hay
una buena costurera en Kinross? Los niños también necesitan nuevos
vestidos.
-¡Oh, sí, señora! Iremos a Kinross, una pequeña aldea al otro lado del
Loch Leven. Allí tendremos todo lo que necesitamos. Como verá, hay
buena mercancía. No es preciso ir a Edimburgo o a Dundee.
-A Colin no le gustará que interfieras así nada más llegar. Tú no eres de
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Yo no espero eso de ningún modo -dijo Sinjun con acritud-. Lo único
que espero es una justa oportunidad. No me conoces. No repites más que
tópicos que no vienen al caso. ¿No podemos intentar vivir juntos en paz?
¿No puedes darme al menos una oportunidad?
-Eres muy joven.
-Sí, pero supongo que con el paso del tiempo creceré.
-¡También eres demasiado osada, jovencita!
-Sí, eso lo he aprendido de mis hermanos.
-Colin no debería ser conde de Ashburnham. No está a la altura y se
negó a obedecer a su padre, se negó a luchar por el emperador.
-Me satisface saber que no tuvo nada que ver con Napoleón. Sin
embargo, Colin complació a su padre poniendo fin a las hostilidades con
los MacPherson al casarse con Fiona. ¿No es eso cierto?
-Sí, pero después mira lo que ocurrió. Mató a esa zorra. La despeñó y
luego fingió que no sabía qué había ocurrido, fingió que no se acordaba de
nada. Oh, sí, y ahora él es el conde y los MacPherson están otra vez en pie
de guerra.
-Colin no mató a Fiona y tú lo sabes. ¿Por qué lo odias tanto?
-Claro que la mató. ¿Quién si no? Ella lo engañó con su hermano. ¿Te
sorprende, joven inglesa ignorante? Pues bien, es verdad. Colin lo
descubrió y la mató, y no me extrañaría que hubiera matado también a su
hermano, a ese apuesto muchacho, a mi apuesto e inteligente muchacho.
Pero esa maldita Fiona lo sedujo de improviso sin que él pudiera
defenderse... Ya puedes ver las consecuencias.
-Tía Arleth, hablas mucho, pero sólo desvarías.
-¡Necia criatura! Colin te ha trastornado la cabeza con su buen parecer y
tú estabas loca por acostarte con él y por ser condesa. Todas las muchachas
lo aman porque son insensatas, y tú eres igual de insensata que todas las
demás...
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
preguntas concretas? La razón era que creía saber todo lo que había que
saber. Al fin y al cabo, había leído la colección de tragedias griegas de
Douglas, que no eran precisamente puritanas.
Pensó en Douglas y Alex, en cómo se besaban apasionadamente
creyendo que nadie los veía. Y Ryder y Sofía hacían exactamente lo mismo.
Ryder reía mientras la acariciaba e incluso la provocaba mordisqueándole
la oreja. Sinjun pensó que le gustaría que Colin le hiciera eso también. Pero
lo otro era desagradable. ¿Por qué no había preguntado a Alex? Ésta era
incluso más pequeña y delicada que ella y Douglas era igual de corpulento
que Colin. ¿Cómo diablos podía aguantarlo Alex?
Suspiró y volvió a ponerse de espaldas. Fue en ese momento cuando oyó
el ruido. Abrió los ojos y miró en la oscuridad. Había sido como un
arañazo, aunque quizá lo había imaginado, ya que era una casa muy
antigua y sus muros chirriaban y crujían con frecuencia por motivos
incomprensibles. Cerró los ojos y se acurrucó bajo las sábanas.
De nuevo oyó el ruido, esta vez algo más fuerte. Era un rasguño, como si
hubiera algo atrapado en el revestimiento de madera. ¿Una rata? Le
horrorizó la idea.
El ruido cesó de nuevo, pero Sinjun estaba tensa, esperando a que
comenzase de nuevo.
Volvió a oírlo, cada vez más fuerte. Iba acompañado de otro ruido, como
si siguiera, al primero. Era como si arrastraran algo por el piso, como una
cadena que se arrastraba lenta y pesadamente por el piso de madera, pero
extrañamente apagado.
Sinjun se irguió de repente. ¡Era absurdo!
Luego se oyeron unos gemidos agudos, humanos. Se le puso la carne de
gallina en los brazos y el corazón empezó a latirle con fuerza. Se esforzó por
ver en la oscuridad.
Tenía que encender la vela. Buscó a tientas las cerillas con la mano por
la mesita de noche, pero tiró al suelo la caja sin querer.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
11
Sinjun se detuvo junto a los cuatro hombres que estaban hablando en
voz alta entre sí en un idioma que no tenía gran parecido con el inglés.
Habían bajado el enorme candelabro, habían cambiado la cadena oxidada
y estaban limpiando la suciedad acumulada durante años. Intercambió
unas palabras amables con ellos y continuó su camino hacia la habitación
del desayuno, pero se detuvo al oír la voz histérica de la tía Arleth. Estaba
riñendo a una criada que fregaba de rodillas el suelo de mármol del
imponente vestíbulo.
-¡No lo permito, Annie! ¡Levántate y lárgate, pero rápido!
-Qué ocurre? -preguntó Sinjun con calma.
Tía Arleth se volvió rápidamente.
-¡Desapruebo todo esto de la manera más enérgica, muchacha! ¡Mira lo
que está haciendo! Estas baldosas de mármol llevan así desde hace años.
-Desde luego, y por eso están tan sucias que la pobre Annie debe de
tener callos en las rodillas de tanto fregar.
-Joven, te dije que tú no formas parte de esto y lo dije en serio. Y ahora
tienes incluso el descaro de gastar dinero del conde en esta majadería.
-Oh, no -repuso Sinjun sonriendo-. Es mi dinero, te lo aseguro.
-Yo lo encuentro muy bonito, tía.
Serena bajó por la amplia escalera ataviada con un vestido de seda azul
claro; parecía una princesa aun más desorientada que la última vez que
Sinjun la había visto.
-¿Qué sabes tú? ¡Mírate! ¡Estás completamente loca!
-¿Mirar qué, tía? Soy hermosa. Los espejos no mienten. En cambio, tú
eres vieja, tía, y por eso estás celosa de mí. Querida Joan, ¿cómo puedo ser
útil?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Es muy amable por tu parte, Serena. ¿Por qué no desayunamos juntas y
pensamos en qué podrías hacer?
-Oh, no quisiera desayunar ahora. Creo que voy a coger unos cardos
rojos. Son el emblema de Escocia, ¿lo sabías?
-No, no lo sabía.
-Según la tradición, los vikingos vinieron aquí para saquear y violar,
pero uno de ellos pisó un cardo y gritó de dolor. Eso alarmó a los nativos
gaélicos, que pudieron así escapar del enemigo.
-¡Tonterías! -gruñó la tía Arleth y añadió-: ¿Por qué no te sientas debajo
de un serbal?
-No eres muy amable, tía. Pero aunque lo hiciera, no pasaría nada. Cada
día que pasa soy más poderosa. Soy una bruja, ¿sabes, Joan? Pero una
bruja buena. Hablaremos más tarde, Joan.
Salió por las imponentes puertas tarareando suavemente una
cancioncilla.
-¿Qué es un serbal? -preguntó Sinjun.
Oyó cómo Annie se quedaba sin aliento.
-Eso no te importa.
-Como quieras, tía Arleth. Ahora vas a dejar a Annie trabajar en paz.
¿Querrías desayunar conmigo?
-Libraré a este lugar de ti -dijo la tía Arleth con la voz más maligna que
jamás había oído Sinjun. Después dio media vuelta y se fue rápidamente
por el vestíbulo escaleras arriba. ¿Podría romper algo en los pisos superio-
res? No, pensó Sinjun con alivio.
-Cuando te canses, Annie, puedes ir a la cocina a descansar. La cocinera
ha preparado café y té para todos, y creo que hay también una enorme
bandeja de broonies. -Sinjun hizo vibrar la «r» al pronunciar el nombre de
esos deliciosos pastelitos de jengibre.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Gracias, señora.
Sinjun sonrió al oír cómo trabajaban los carpinteros en las escaleras.
Cuando estuvieran reparadas las escaleras y las barandillas de esta parte de
la casa, acometerían las escaleras de la torre del norte. Sinjun estaba
satisfecha de sí misma.
Para su propia alegría, encontró en la habitación del desayuno a Dulcie
con Philip y Dahling.
-Buenos días a todos -exclamó jovialmente.
-Buenos días, señora -dijo Dulcie-. Philip, no estés tan ceñudo, que te
saldrán arrugas en la frente. Dahling, deja de ensuciar el tapete de la mesa
con los huevos!
«Es un desayuno normal», pensó Sinjun acordándose de los desayunos
turbulentos con los niños de Ryder en la casa de los locos.
Se sirvió ella misma en el aparador y se sentó en la silla de Colin, que era
la que estaba más cerca de los niños.
-Ésa es la silla de papá.
-Sí, y es una silla hermosamente tallada e incluso lo bastante grande
para vuestro padre.
-Ése no es tu sitio.
-Aquí no hay ningún sitio para ti -añadió Dahling.
-Pero yo soy la mujer de tu padre. ¿Cuál debería ser sitio, si no Vere
Castle?
Dahling pareció confundida, pero no Philip.
-Ahora que papá tiene tu dinero, podrías ir a un convento.
-¡Señorito Philip! -exclamó Dulcie estupefacta.
-Pero yo no soy católica, Philip. ¿Qué iba a hacer en un convento? No
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Philip necesitó menos de dos horas para despistar a Sinjun en las colinas
de Lomond y ella necesitó otras tres para encontrar el camino de regreso al
castillo. Sin embargo, no había sido tiempo perdido. Había conocido a
cinco familias de colonos y había bebido cinco clases diferentes de sidra.
Un hombre llamado Freskin sabía escribir, y por por eso tenía una pluma y
papel. Empezó a anotar los nombres y las reparaciones más importantes
que necesitaban. Tenían poco grano, informó Freskin, y Sinjun vio el
miedo reflejado en la cara de su mujer. Necesitaban una vaca y algunas
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
de morir aplastado por ese monstruo. Ahora parece colgar de una cadena
nueva y resplandece.
Ésa era la señal para entrar, pensó Sinjun, que se arregló las faldas de su
único vestido y entró a saludar a los huéspedes con una amplia sonrisa.
La visita había transcurrido perfectamente. Philpot, impecablemente
vestido con su nuevo uniforme blanco y negro y con un porte digno del rey
George III en uno de sus mejores días, había servido los pastelitos de
manzana de la cocinera, que eran sin duda el plato más delicioso mundo.
Tía Arleth estaba aun más enojada de lo habitual y sólo pudo inclinar la
cabeza, confundida, cuando Sinjun ofreció un pastelito de manzana
diciéndole:
-Esta crema de la cocinera es un verdadero poema, ¿no te parece, tía?
Los MacBean eran muy simpáticos y parecían tener sincero afecto por
Colin. Cuando se despedían, lady Louisa sonrió a Sinjun, le dio unos
cariñosos golpecitos en el brazo y le dijo en voz baja:
-Usted parece una muchacha muy hábil. Aquí en Vere Castle ocurren
cosas muy extrañas y circulan toda clase de rumores, pero supongo que
usted pondrá las cosas en orden sin hacer caso de las habladurías, que no
son más que un disparate ridículo.
Sinjun dio las gracias a lady Louisa, aunque no sabía exactamente a qué
rumores se había referido. Mientras Sinjun hacía señas con la mano desde
la escalinata para despedirlos, la tía Arleth susurró:
-Crees que eres mejor que nosotros, pero Louisa ha adivinado tus
intenciones y contará a todos que eres una arribista, una advenediza
inculta que...
-Tía Arleth, soy la hija de un conde y no tengo ganas de seguir
escuchando tus insultos. Tengo mucho que hacer -Se dio media vuelta y se
fue sin dar tiempo a Arleth a contestar-. ¡Dahling! Ven, cariño, tenemos
que probarte un vestido.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Estoy tan contenta de que hayas regresado -dijo Serena con su voz
suave al tiempo que Colin arqueaba las cejas sorprendido.
-¡Dahling, suelta mi pierna! Philip, llévate a tu hermana de aquí. Arleth,
un momento, por favor. ¿Dónde está Joan?
-Estoy aquí, Colin.
Ella bajaba por la ancha escalera y él advirtió que llevaba un vestido
nuevo, un vestido muy sencillo de muselina de color amarillo como podía
llevar cualquier muchacha del campo, pero que en Joan parecía muy
elegante. La había echado de menos y había pensado en ella en todo
momento. Había vuelto a casa sólo por verla a pesar de que aún quedaban
cosas por hacer. Pensó que estaba muy atractiva y que deseaba quitarle el
vestido, besarla y poseerla. Entonces olisqueó y sus agradables fantasías se
desvanecieron. Había un extraño olor a cera abejas y limón. Creyó ver la
imagen de su madre ante él aunque sabía que era imposible. Miró
alrededor y no pudo creer lo que vieron sus ojos. Todo brillaba y se extrañó
de que no hubiera notado antes la suciedad de tantos años. Pero ahora se
daba cuenta. El candelabro parecía nuevo, el piso de mármol estaba tan
reluciente que se veía reflejado en él. Sin decir una palabra y algo aturdido,
entró en el salón y luego la sala del desayuno. Había cortinas nuevas que
no se parecían a las viejas y las alfombras era imposible que fueran nuevas,
si bien con el sol de la tarde sus colores azules y rojos brillaban tan
intensamente que apenas las reconocía.
-Estoy muy contenta de volver a verte, Colin.
Miró a su mujer, vio que apretaba los labios y dijo en baja:
-Ya veo que has estado muy ocupada, Joan.
-Oh, sí, lo hemos estado todos. Ya habrás visto las cortinas nuevas,
Colin, son nuevas pero del mismo material que las viejas. ¿Puedes creer
que la tienda de Dundee todavía tenía el mismo tejido después de
cincuenta años? ¿No es increible?
-A mí me gustaban las cortinas como estaban.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Bien. Se ha ido.
Colin miró fijamente a la tía Arleth.
¿Qué quieres decir?
-Quiero decir que se ha ido a caballo y la desvergonzada ni siquiera se ha
puesto un traje de montar. Llevaba subido el vestido, enseñando las
medias. La he visto desde las ventanas del comedor.
-¿Podrás quedarte con el dinero, Colin?
Era Serena, que iba bailoteando por el vestíbulo principal
contemplándose en cada centímetro cuadrado brillante que veía.
No tuvo tiempo de contestar, porque en ese mismo instante apareció
Murdock en el umbral con la raída gorra roja en sus manos rugosas.
-Estoy preocupado, milord -murmuró.
Colin juró de un modo tan enérgico y soez que Murdock lo miró con
desaprobación y la tía Arleth se disponía a increpar a Murdock, pero no
tuvo tiempo porque Colin ya había salido por la puerta principal.
Siguió jurando a lo largo de todo el camino hasta las cuadras. Su
semental Gulliver estaba cansado, así que cogió a Old Cumber, un caballo
viejo y manso que había presenciado más peleas que la mayoría de los
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
12
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
que no creía que fuese capaz de alzar la mano contra un niño, ni siquiera
contra Dahling, que podía hacerse insoportable.
-No, lo haremos correctamente. Ya he aguantado bastante abstinencia.
No estoy hecho para el celibato. Te tomaré tantas veces como me plazca y
tú disfrutarás con ello, Joan. Sólo tienes que confiar en mí.
Ella no pestañeó.
-Me obligas a poner las cartas sobre la mesa, aunque me duele hacerlo. -
Respiró hondo y lo miró directamente a los ojos-. No estoy embarazada,
Colin.
-Eso no me parece grave, Joan, al contrario. Necesitamos más tiempo
para conocernos y comprendernos mejor. Tienes que aprender sobre todo
tu papel en mi casa y lo que yo espero de mi mujer.
-No, quiero decir que no estoy embarazada en este momento.
Su decepción fue tan grande que tuvo ganas de lloras, pero aún había un
rayo de esperanza.
-¿Quizá lo descubriste la semana pasada?
-No, ahora, durante nuestra charla.
-¿Estás aproximándote al final...?
-No.
Esperaba que dijera la verdad, de hecho, la creyó.
-¡Por mil demonios! -exclamó él.
-Eso es lo que dicen siempre mis hermanos –dijo ella riendo-, excepto
Tyson, el clérigo.
-Supongo que he debido de oírselo decir cada vez que me atacaban.
-Ellos me quieren. -Los dos guardaron silencio durante un rato y al fin
Sinjun dijo-: Sí, ¡por mil demonios!
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
en el respaldo.
-Yo tampoco. Creo que al menos deberías tenerlo en cuenta. Y ahora,
Colin, supongo que deberías disculparte por tu abominable
comportamiento de esta tarde.
Él se irguió como el atizador de la chimenea.
-Tú y yo hicimos un trato y tú no lo has cumplido. No me has obedecido.
-Y si yo no estuviera indispuesta en este momento me castigarías por
ello, ¿verdad?
-¡Maldita sea, hacer el amor no es un castigo!
-¡Ja! Soy tu mujer y puedo opinar por propia experiencia. ¡Naturalmente
que es un castigo! ¡Es doloroso y humillante, y no es agradable más que
para el hombre, los hombres serían capaces de disfrutar incluso con una
cabra!
Él juró y era evidente que tenía los nervios exacerbados. Como Sinjun no
era un monstruo, dijo:
-Está bien, Colin, te perdono aunque no seas capaz de pedir disculpas.
Seguiré mejorando las cosas, pero desgraciadamente tengo que decirte que
he gastado mis trescientas libras.
-Perfecto. Entonces se habrá acabado tu maldita intromisión.
-Claro que no, si no me das más dinero, tendré que dejar que la señora
Seton siga diciendo en adelante a todos los comerciantes que tú, el conde
cazadotes, conseguiste pescar a una rica heredera.
-¿Qué «siga»? ¿Quieres decir que ya lo ha hecho?
-Sí, le encanta recuperar su antigua importancia. Incluso está
encariñada conmigo porque soy un pozo inagotable de dinero. Me resultó
muy fácil obtener su simpatía.
Él pensó que se hundía en la traidora turbera de Kelly sin ninguna
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
esperanza de salvación.
-Hablaré con ella y le diré que guarde su lengua. –Se dio cuenta de que
era un intento deplorable de recuperar una apariencia de mando, pero ésa
no era una razón que ella riera irónicamente.
Colin suspiró.
-A decir verdad, he venido a casa para verte a ti. Y a mis hijos,
naturalmente. ¿No podrías intentar ganarte su afecto?
-A los niños hay que darles tiempo. Philip y Dahling no son diferentes de
los demás. En realidad, estoy muy satisfecha con los progresos que hemos
hecho.
-¡Tú tienes diecinueve años, no veintinueve! ¡No sabes nada de niños!
-Te equivocas. He averiguado que son imprevisibles, tercos y muy
imaginativos. Pero el resentimiento no es habitual en ellos. Ya veremos...
Naturalmente sería una gran ayuda que estuvieras tú aquí. Entonces quizá
comprenderían que su madrastra es una persona encantadora.
-Voy a ir a Clackmannanshire para supervisar la compra de ovejas. El
ganado viene de Berwick. Regresaré a casa una vez haya resuelto esto y
cuando Robert MacPherson esté muerto o me haya convencido de su ino-
cencia.
Sinjun lo miró durante largo rato.
-Hay varias listas en tu estudio para que las revises; son de los colonos
que he visitado. Supongo que querrás verlas, ¿no?
Él volvió a maldecir, pero ella no le hizo caso y desapareció detrás del
biombo para ponerse el camisón.
A la mañana siguiente Colin ya se había marchado cuando ella despertó.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Sinjun sonrió cuando oyó al enorme reloj de la planta baja dar las doce
campanadas. ¡Medianoche! Ya no tardarían mucho.
No se había equivocado. Apenas habían pasado diez minutos cuando oyó
el ruido de arañazos, como si hubiera ratas detrás del revestimiento de
madera. Siguieron los gemidos habituales y el chacoloteo de cadenas.
Lentamente se sentó en la cama, contó hasta cinco y gritó consternada:
-¡Oh, por favor, detente, por favor, por favor! ¡Oh, Dios mío, ayúdame,
sálvame! -A continuación gimió con voz fuerte-. No puedo soportarlo,
tendré que dejar este lugar encantado. ¡No, Jane de las Perlas, no!
Al fin cesaron los ruidos.
Una hora más tarde, se deslizaba de la cama riendo maliciosamente.
Philip daba sacudidas en la cama mientras dormía. Soñaba con una gran
trucha que había pescado en el Loch Leven, adonde había ido la semana
pasada con Murdock. En el sueño la trucha fue haciéndose cada vez más
grande y su boca era ahora tan ancha como una puerta abierta. Entonces
Murdock le tocó en el brazo y le dijo qué buen cazador era, y la voz del
jorobado se volvió cada vez débil y...
De pronto, Murdock y la trucha desaparecieron y él estaba acostado otra
vez en su cama, aunque no estaba solo. Unos dedos suaves tocaban su
cuello, pero no eran los dedos de Murdock, y una voz suave -¡que no era la
voz de Murdock!- dijo: «Eres un muchacho inteligente, Philip, inteligente y
bueno. Oh, sí, eres un buen muchacho.» Se irguió de repente en la cama y
allí, junto a su cama, había una mujer con la mano extendida. Tenía el
cabello largo y casi blanco, y llevaba un yeso blanco. Era joven y hermosa,
pero su aspecto era cadavérico. Su mano sólo estaba a unos centímetros de
él y sus dedos muertos eran aun más blancos que su vestido. Philip tragó
saliva, lanzó un chillido estridente y se tapó la cabeza con las cubiertas. No
era más que una pesadilla. La trucha se había transformado en un
espectro, nada más. Pero él enterró la cara en la almohada agarrando las
cubiertas como si fueran una cuerda. Volvió a oír la voz suave.
-Philip, soy la Novia Secreta. Tu madrastra te ha hablado de mí. Yo la
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
protejo, Philip. Vuestra Jane de las Perlas tiene miedo de mí. No le gusta el
modo con que tú y Dahling tratáis de ahuyentar a Sinjun.
De pronto dejó de oírse la voz, pero Philip siguió sin verse y sólo cuando
pensó que iba a asfixiarse abrió un estrecho túnel de aire hasta el borde de
la cama. Esperó resollando con fuerza.
Sólo al amanecer se atrevió a sacar lentamente la cara. Una luz matinal
débil se filtraba en la habitación. No había rastro alguno de nada ni de
nadie. No quedaba ninguna señal de la Novia Secreta.
Sinjun se dedicó a sus deberes, exteriormente jovial y sonriente, aunque
deseaba ardientemente que la tía Arleth cayera en un pozo profundo. Colin
llevaba ausente cuatro días y ella estaba furiosa.
Estuvo tentada de ir cabalgando a Edimburgo, pero era posible que
Colin estuviera entonces en Clackmannanshire o en Berwick.
Por suerte, a última hora de la mañana llegaron al fin sus baúles y su
yegua con James, un caballerizo mayor de Northcliffe Hall, y tres
compañeros suyos, todos ellos caballerizos. Ella se puso a bailar como una
niña, y era tal su excitación y alegría que incluso besó a James y abrazó a
los otros caballerizos. Todos estaban bien en Northcliffe Hall, incluida su
madre, la condesa viuda, que, no obstante, según James, estaba un poco
abatida porque ahora ya no quedaba nadie a quien educar a su antojo. Ja-
mes entregó a Sinjun muchas cartas, vio cómo Dulcie le sonreía como si
fuera un príncipe y se mostró encantado de poder pasar la noche en Vere
Castle.
Cuando hubo despedido a James, y a los demás hombres a la mañana
siguiente, después de darles cartas para su familia y de llenarles los talegos
de las monturas con provisiones para el viaje, se fue a la cuadra y ensilló a
Fanny.
-Una yegua bonita -dijo Murdock, y Ostle, el jamelgo de veintidós años,
pareció asentir vehementemente. George II, un perro mestizo de raza
indeterminada ladraba furioso al nuevo caballo cuyo olor no conocía, y
Crocker le gritaba en un lenguaje tan plástico que Sinjun se propuso tomar
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
lecciones de él.
Era un día cálido y soleadado y ella cabalgó tranquilamente. Sinjun
chascó la lengua a Fanny, que se puso tranquilamente en camino por la
avenida de grava, ahora ensanchada y cubierta con nueva grava,
naturalmente con la promesa de que el conde, lo pagaría a su regreso.
Sinjun sonreía. Había ordenado que se hicieran otras cosas el mismo día en
que se había ido Colin. Estaban poniendo nuevos tejados a tres cabañas de
colonos. Había comprado siete cabras y las había repartido entre los
colonos con niños pequeños. Había enviado al señor Seton -que nunca
tenía inconveniente en impresionar a sus vecinos y a los comerciantes con
su importancia- a Kinross para comprar más grano y los aperos de
labranza más urgentemente necesitados. Se habían repartido
correctamente varias docenas de pollos entre los colonos. Sin duda, había
estado muy ocupada y había metido las narices en todos los asuntos
posibles, y si Colin no regresaba pronto, podría caer en la tentación de
añadir una nueva ala a Vere Castle. La modista del pueblo ya estaba
confeccionando las banderas para las torres del castillo. El diseño de tartán
de los Kinross era de color rojo, verde oscuro y negro. Le hubiera gustado
ver a Colin vestido con una falda de las tierras altas de Escocia, pero las
habían prohibido tras la batalla de Culloden en el año 1746. Era una pena,
pero pronto ondearían al viento orgullosas las banderas de tartán de los
Kinross.
Sinjun hizo galopar a Fanny todo el camino que había hasta la orilla de
Loch Leven y, una vez allí, le aflojó las riendas para que se refrescara con el
agua fría. Dirigió la vista hacia los brezales que se extendían al este por las
colinas de Lomond. Incluso desde lejos podían verse las manchas
purpúreas de brezo que crecía por todas partes entre las rocas. Al oeste
eran tierras de labor verdosas y ricas, cultivadas hasta el último palmo,
campos de trigo, cebada y centeno que se extendían hasta el horizonte. Era
una tierra llena de contradicciones, una tierra de una belleza imponente, y
ésa era ahora su tierra.
Dio unas palmaditas a Fanny en el cuello.
-Soy una romántica y tú estás gorda -dijo Sinjun aspirando
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
13
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-¿Te dije que se me ha aparecido Jane de las Perlas varias veces desde
que estoy aquí?
Él se estremeció y se sonrojó.
-Ese necio fantasma no existe. Tú te lo has inventado porque eres una
chica y tienes miedo de todo y de todo y de todos.
-¿Y los muchachos no tienen miedo de los fantasmas?
Pareció a punto de desmayarse, pero levantó la barbilla energicamente y
contestó con desdén:
-¡Claro que no!
-¿No te acuerdas que te hablé de la Novia Secreta, el fantasma que vive
en Northcliffe Hall?
-Sí, pero yo no te creí.
-Pues deberías, porque existe realmente, pero... -Sinjun respiró
profundamente-, pero no puede estar en Vere Castle. Por lo que yo sé,
nunca ha salido de Northe Hall, aunque supongo que Escocia le gustaría.
Philip hizo ademán de coger la pistola de duelo, pero Sinjun le apartó el
brazo.
-No, Philip, no está aquí. Ven conmigo. Tengo algo que enseñarte.
El la siguió receloso.
-Éste es el dormitorio de papá.
-Ya lo sé. Entra.
Sinjun despidió a Emma, que estaba limpiando el polvo del pesado
armario. Esperó a que Emma saliera de habitación y, cuando estuvieron
solos, abrió las puertas del armario, revolvió en uno de los rincones y sacó
una sombrerera.
-Mira, Philip.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Ya veo que te has ganado a Philip. ¿Y cómo vas con Dahling?
-Es un hueso difícil de roer, pero creo que he encontrado su punto débil.
-Sólo tiene cuatro años y medio, Sinjun, ¿y ya tiene punto débil?
-Oh, sí, está loca por los caballos. Le he enseñado mi yegua Fanny y ha
perdido el tino nada más verla. Ha sido amor a primera vista. Todavía no la
he dejado montar a Fanny, pero en cuanto la deje, caerá en la red.
-Eres peligrosa, Sinjun. Así pues, todo va bien.
-Yo diría que simplemente va. Bien o no depende de la hora del día y del
humor de los habitantes de la casa. -Mientras iban juntos hacia el castillo
Sinjun se detuvo de vez en cuando, frunciendo el entrecejo.
-¿Qué ocurre?
-Estoy elaborando mentalmente una lista de todo lo hay que hacer. Es
una lista interminable. El gallinero necesisa urgentemente un nuevo tejado
y hay que reparar el cercado. Supongo que hemos perdido muchas gallinas
a causa de los agujeros. Ah, podría mencionar todavía cien ejemplos más.
Ven y te enseñaré el nuevo huerto. La cocinera está encantada y Jillie, la
chica de la cocina, es una auténtica maga de las plantas. Ahora es ayudante
de cocina sólo la mitad del tiempo y la otra mitad es jardinera. Las dos son
felices y nuestras comidas saben cada vez mejor. Ya sólo queda convencer a
la cocinera de que pruebe algunos platos ingleses.
-Mucha suerte -dijo MacDuff riendo. Admiró sobremanera el nuevo
huerto con los bretones verdes y rollizos que acababan de surgir de la tierra
rica y oscura-. Colin no es feliz -dijo él de pronto deteniéndose junto la
cisterna. Apoyó los codos en el borde de piedra y miró al fondo.
-Es muy honda -dijo Sinjun- y el agua es dulce.
-Sí, lo recuerdo. Veo que has puesto una cadena nueva, y el cubo
también es nuevo.
-Sí. ¿Por qué no es feliz Colin?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
o en las fronterizas.
-Dudo que los primeros Kinross pudieran elegir en que parte de Escocia
iban a vivir. ¿Quiénes son esos Ashcroft, MacDuff?
Él sonrió.
-Unos amigos de mis padres. Hacía mucho tiempo que les debía la
visita.
-Como a nosotros. Me alegro de que hayas venido.
-Quiero ver todo lo que has hecho. A propósito, que opina Colin de tus
mejoras?
-No gran cosa.
-Espero que no haya herido tus sentimientos.
-Lo ha hecho, supongo que ya lo sabes.
-Quizá. Tienes que intentar comprenderlo, Sinjun. Desde que era
pequeño le quitaron lo que tenía. Por eso aprendió a esconder y guardar lo
que era suyo, pero a veces no le sirvió de mucho. Ya sabes que siempre
estuvo a la sombra de su hermano, y si Malcolm reclamaba algo que era de
Colin, se lo quitaban sin más. Aún recuerdo el escondite donde Colin
guardaba sus tesoros, nada de valor supuesto, pero eran cosas que le
pertenecían y significaban mucho para él y que Malcolm le hubiera
arrebatado con toda seguridad, porque quería todo lo era de Colin. Por eso
él guardaba sus tesoros en un pequeño cofre de madera que escondía en un
hueco del tronco de un viejo roble. Iba al roble sólo cuando sabía que
Malcolm no estaba en casa. Tal vez ahora comprendas por qué desea
hacerlo todo él mismo. Vere Castlc le pertenece y él guarda celoso lo que le
pertenece.
-Entiendo -murmuró Sinjun, pero no era sincera No tenía sentido. Colin
ya no era un niño; era un hombre
-Lo descorazonó mucho que no hubiera dinero para devolver al castillo
su antiguo esplendor. Probablemente le costará aceptar que eres tú quien
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
ha salvado la situación.
-¿Por qué lo odia tanto la tía Arleth?
-Es una vieja bruja. Sus razonamientos se substraen a un análisis
razonable. Malcolm fue siempre su favorito, aunque no sé por qué. Quizá
sólo porque era el futuro conde y quería asegurarse su respeto y afecto
duraderos. A Colin lo trataba como si fuera el hijo de un gitano, sin la
menor importancia. Aún me acuerdo de cuando ella informó a Malcolm del
amor que Colin sentía por la pooesía (lo había heredado de su madre), y
cómo Malcolm hizo creer a su padre que también él amaba la poesía y
quería por eso el libro de Colin. Por supuesto que consiguió el libro.
-¡Pero eso no era justo!
-Quizá no, pero el conde veía el futuro de los Kinross en manos de
Malcolm y por eso nunca le fue negado nada al primogénito. Eso arruinó
su carácter. Además, la tía Arleth odiaba a su hermana por la sencilla razón
de que quería al conde para sí. Se dice que al morir su hermana lo
consiguió; pero sólo consiguió llevárselo a la cama, no al altar. La vida
juega bromas muy extrañas, ¿no crees?
Sinjun se estremeció, no porque el sol de la tarde se había ocultado
detrás de unas nubes grises, sino porque ella nunca había tenido tales
conflictos en su propia familia. Su madre había sido siempre una
tribulación, pero ni sus hermanos ni ella habían sufrido de veras con ella, y
ahora incluso le parecía en cierto modo divertido.
-Pero ahora Colin es el conde -dijo MacDuff- es un buen hombre y en mi
opinión ha encontrado a una mujer excelente.
-Es cierto -convino ella con sarcasmo-. Es una pena que no esté aquí
disfrutando de su buena suerte.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Al contrario que la tía Arleth, Serena regresó unos minutos más tarde
con una jarra de agua y varios vasos. Llenó uno y se lo puso a Sinjun
delante de los labios.
-Tienes que beber despacio -dijo ella con una voz suave e insinuante-.
Dios mío, tienes un aspecto malo. Tienes la cara muy pálida y el cabello
completamente revuelto. Y el camisón parece mojado de sudor. No, no
tienes buen aspecto.
A Sinjun no le preocupaba en absoluto su aspecto. Bebió y bebió hasta
saciar su sed y después volvió a recostarse en la almohada, exhausta y
jadeando por el esfuerzo.
-No puedo levantarme, Serena.
-Creo que estás bastante enferma.
-¿Hay algún médico en las cercanías?
-Sí, pero es viejo y achacoso. Apenas visita a nadie.
-Haz que venga enseguida, Serena.
-Hablaré con la tía Arleth de ello, Joan. -Luego salió del dormitorio
envuelta en un vestído de seda rojo oscuro con una larga cola. Sinjun
intentó llamarla, pero sólo pudo emitir un susurro.
-No tenemos dinero para un médico.
Era la tía Arleth. Sinjun se sentía tan mareada que apenas podía ver
claramente a la mujer, como tampoco al reloj que había junto a la cama.
Debía de estar atardeciendo. Otra vez tenía sed y necesitaba orinar.
-Haz que venga Emma o Dulcie.
-Oh, no, Dulcie está ocupada con los niños. Cielos, que calor hace en esta
habitación. Necesitas aire fresco sin falta. -Tía Arleth abrió las ventanas y
sujetó las
cortinas de brocado a los lados-. Ya está. Eso te bajará la fiebre. Que te
mejores, querida. Vendré a verte después.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
14
Northclffe Hall
Cerca de New Romney, Inglaterra
sande en su sueño.
Alex se sosegó y volvió a adormecerse, pero esta vez no soñó, sino que
oyó una voz suave de mujer junto a su oreja que decía una y otra vez:
-Sinjun está enferma... Sinjun está enferma. Se halla en apuros. Ayúdala,
tienes que ayudarla.
Alex despertó sobresaltada dando un gemido. Junto a su cama estaba la
Novia Secreta con aspecto apacible y su vestido blanco brillando con una
luz titilante en la habitación silenciosa. Habló de nuevo a Alex sin mover
los labios, con voz baja y suave, pero insistente.
-Sinjun está enferma... Tiene problemas. Ayúdala, ayúdala.
-¿Qué ocurre? Por favor, ¿qué le ocurre?
-¡Ayúdala! -suplicó la hermosa joven mientras se retorcía las manos. Sus
dedos eran largos, muy delgados y extrañamente transparentes, mostrando
los huesos como sombras oscuras. Su largo cabello era tan rubio que
parecía casi blanco en el sol de la tarde-. Ayúdala... Se halla en graves
apuros.
-Lo haré. -Alex se levantó de la cama de un salto. Vio cómo el espíritu
inclinaba la cabeza y se retiraba hasta un rincón del dormitorio. Luego se
desvaneció lentamente hasta desaparecer por completo.
Alex respiró hondo. La Novia Secreta no se le había aparecido desde
hacía meses y la última vez le había sonreído y le había contado que la vaca
del campesino Elías había sobrevivido al cólico y podía dar ahora leche
para el bebé enfermo de la casa. También se le había aparecido en los
momentos más difíciles de Alex, en el nacimiento de los mellizos, en el que
había sufrido tales dolores que llegó a temer por su vida. Entonces la Novia
Secreta le la dicho que todo iría bien y que no debía dudar de ello un solo
instante, y Alex hubiera podido jurar que su mano suave le había tocado la
frente y el vientre y el dolor había cedido al instante. Por supuesto, Douglas
aseguró más tarde que había estado delirando. No debería haberle contado
nada. Sabía por qué él se mostraba tan terco al respecto. Los hombres no
podían aceptar nada que no pudieran imaginar, que no pudieran agarrar
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Vere Castle
Philip salió a hurtadillas del castillo a las diez de la noche. Su miedo no
era tan grande como para impedirle pensar y, en cualquier caso, su
preocupación por Sinjun era más fuerte que el miedo que sentía.
Alcanzó las cuadras sin que George II diese un sólo ladrido,
afortunadamente le había rascado detrás de las orejas antes de que
despertara a toda la casa.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
caballos. Philip tenía mucho frío y su único pensamiento era que el más
fuerte enviase al infierno cuanto antes a los otros dos.
La pelea acabó unos diez minutos más tarde al oírse un disparo de
pistola seguido de un agudo alarido. Philip tragó saliva con tal fuerza que
casi se ahogó. Después se produjo un profundo silencio.
-¡Maldita sea, has matado a Dingle, imbécil!
-Sí, pero se lo ha ganado por cepillársela.
-¿Y qué pasa si ella está embarazada? -inquirió el hombre-. ¡Eres un
desgraciado imbécil, Alfie! No quisiera verme en tu pellejo si se entera
MacPherson.
-No diremos una palabra. Se lo ha cargado un maldito Kinross.
¡Larguémonos de aquí! ¡Vámonos!
Abandonaron al tercer hombre y se fueron. Philip estaba indeciso. Ató a
Bracken a un tejó y se acercó despacio a la carretera. El hombre estaba
tendido de espaldas con los brazos y las piernas completamente extendidos
y una gran mancha roja en el pecho. Tenía los ojos abiertos con una
expresión de sorpresa y mostraba los dientes. Estaba muerto.
Philip vomitó, corrió a su poni y se alejó al galope.
Le había reconocido. El tipo se llamaba Dingle y era de los más
peligrosos matones al servicio de los MacPherson.
Su padre le había mostrado una vez a ese Dingle y le había dicho que era
un cretino y un excelente ejemplo de MacPherson.
Philip cabalgó hasta que a Bracken le faltó el resuello. Se quedó dormido
a horcajadas en su poni y fue Bracken quien lo despertó tocándolo
suavemente con el hocico. Philip, sin saber qué hora era, partió de nuevo al
galope, pero tuvo que aminorar la marcha porque Bracken no podía
sostener el galope. Por el camino vio a más gente, la mayoría campesinos, y
no comprendió qué podían hacer levantados y de camino en medio de la
noche. Los evitó, aunque oyó cómo uno de los hombres le increpaba.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Sinjun sentía una extraña calma. Por otro lado, se sentía tan
profundamente exhausta que deseaba dormir sin parar, quizá para
siempre. El dolor había desaparecido, sólo el deseo de liberar la mente de
su cuerpo, de ceder a esa lasitud que la atraía con tanta persistencia. Gimió
suavemente y su propia voz le pareció extraña, como si viniera de muy
lejos. Estaba muy fatigada. ¿Cómo era posible que estuviera tan fatigada y
no pudiera dormir?.
De pronto oyó una lejana voz de hombre que resonaba en su cabeza, y se
preguntó si era su propia voz lo que estaba oyendo y, en tal caso, por qué
estaba hablando. No era necesario hablar, ni ahora ni nunca más. No, esa
voz era fuerte, profunda, impaciente e imperiosa, sin duda la voz de un
hombre, de un hombre insatisfecho. Había oído ese tono de voz muchas
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Maldito marido -repitió ella despacio-. No, tienes razón, tengo que
volver. No puedo dejar que muera Colin. No quiero que muera jamás. Hay
que salvarlo y sólo yo puedo hacerlo. Él es demasiado honesto para sal-
varse. No es cruel... sólo yo puedo salvarlo.
-¡Pues no me dejes! No puedes salvarme si te mueres, ¿entiendes?
-Sí.
-Bien. Ahora voy a levantarte y quiero que bebas. ¿De acuerdo?
Ella consiguió inclinar la cabeza y después sintió un fuerte brazo en la
espalda y un vaso frío que rozaba sus labios. Bebió en abundancia; el agua
era ambrosía. Caía por su barbilla y le empapaba el camisón, pero tenía
tanta sed que nada importaba más que la deliciosa agua que corría por su
garganta.
-Bueno, ya basta. Ahora voy a lavarte para que baje la fiebre. ¿Me
entiendes? Tienes una fiebre muy alta. Pero tú no vas a dormirte otra vez,
¿me entiendes? ¡Dime que me entiendes!
No pudo decírselo porque de pronto se oyó la voz de una mujer que
decía:
-Empeoró de pronto. Estaba a punto de llamar a ese loco de Childress
cuando llegaste tú, Colin. No es culpa mía que se haya puesto peor. Hace
poco estaba bien.
Sinjun gimió. Tenía miedo de esa mujer, quería alejarse de ella,
esconderse, desaparecer.
El hombre hermoso que no era un ángel dijo con voz calmosa:
-Vete, Arleth. No quiero que vuelvas a, entrar en esta habitación. ¡Vete!
-¡Esa bribona no te dirá más que mentiras! Yo te conozco de toda la vida.
¡No puedes ponerte de su lado contra mí!
Sinjun oyó de nuevo su voz, pero él se alejaba de ella. Entonces hubo un
silencio relajante. De pronto un paño fresco y húmedo tocó su cara y ella
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
intentó levantarse para sumergirse en él, pero de nuevo oyó su voz, esta vez
suave y tranquilizadora, que le decía que estuviera tranquila, que él haría
que pronto se sintiese mejor.
-Confía en mí -le dijo-, confía en mí.
Y ella confió. Él mantendría a la malvada mujer alejada de ella.
Oyó al otro hombre, al que tenía la voz vieja y suave, que decía:
-Continúe así, milord, hasta que baje la fiebre, en intervalos de unas
horas. Y déjele beber todo lo que quiera.
Sintió el aire fresco en su piel. Se dio cuenta vagamente de que alguien
estaba quitándole el camisón sudado y ella se alegró porque había sentido
de pronto el picor de su piel. Sintió el paño húmedo deslizarse por sus
pechos y costillas, aunque el frescor maravilloso del paño no alcanzaba las
capas profundas que aún seguían quemándola. Intentó arquear la espalda
para sentir más el paño.
El hombre hermoso apoyó las manos en sus brazos la empujó
suavemente hacia abajo mientras decía con voy queda:
-Estáte quieta. Ya sé que quema. Yo también tuve una vez una fiebre
muy alta, como ya sabes, y sentí como si estuviera ardiendo dentro de mí
sin que nada pudiera apagar ese fuego.
-Sí -murmuró ella.
-Te prometo no dejarlo hasta que se apague ese fuego.
-¡Colín! -Abrió los ojos y le sonrió-. No eres un ángel. Eres mi
condenado marido. Me alegro tanto de que estés aquí...
-Sí -dijo él hondamente conmovido-. Nunca más volveré a dejarte, pase
lo que pase.
Ella trató de levantar la mano para tocar su cara y atraer su atención.
Era muy importante que lo entendiera, aunque sólo podía articular sonidos
roncos y desapadables.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Tienes que irte, es más seguro para ti. No quería que regresaras antes
de haberle eliminado. Es un pérfido y te haría daño. Tengo que protegerte.
Colin frunció el entrecejo. ¿De qué demonios estaba hablando? ¿De
quién quería protegerlo? Volvieron a cerrársele los ojos y él continuó
lavándola desde la cara hasta los dedos de los pies, poniéndola boca arriba.
Ella gimió, pero estaba demasiado débil para resistirse.
Él siguió frotando su cuerpo hasta que la piel estaba fresca al tacto.
Cerró los ojos y rezó con gran fervor por su curación, aunque no estaba
seguro de que Dios oiría a un hombre tan poco piadoso como él.
-Dios mío, por favor, haz que se ponga bien -dijo en voz alta en la
habitación silenciosa.
La tapó cuando oyó que abrían la habitación.
-¿Milord?
Era el médico y Colin le informó.
-La fiebre ha bajado.
-Perfecto. Sin duda volverá a subir, pero repitiendo las friegas la
controlará. Su hijo está durmiendo en el pasillo junto a la puerta y su hija
está sentada junto a él, se está chupando el dedo y parece muy
preocupada.
-En cuanto haya puesto a mi mujer un camisón me ocuparé de los niños.
Gracias, Childress. ¿Se queda en el castillo?
-Sí, milord. Mañana sabremos si sobrevivirá.
-Sobrevivirá. Es fuerte. Ya verá. Además tiene un estímulo importante,
tiene que protegerme -añadió Colin sonriendo.
Sinjun oyó la voz de mujer y empezó a temblar. Tenía miedo de moverse,
de cerrar los ojos. Aquella voz era maligna y llena de odio.
Era la tía Arleth.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Así que aún no estás muerta, ¿eh, ramera? Bien, entonces tendremos
que ayudar un poco. No, no, no te esfuerces, estás tan débil que es inútil
que trates de defenderte. Tu querido marido, ese imbécil, te ha dejado sola,
y ahora estás a mi merced, muchachita, y eso no va a sentarte bien.
-Tía Arleth -dijo Sinjun abriendo los ojos-. ¿Por qué quieres que muera?
Sin contestar a su pregunta tía Arleth continuó hablando.
-Tengo que darme prisa, mucha prisa, porque ese joven loco volverá
pronto, aunque no te quiere. ¿Cómo podría quererte? Eres una extranjera,
no eres de los nuestros. Quizá debiera taparte la cara con esta bonita almo-
hada. Sí, exacto, eso voy a hacer. Así desaparecerás para siempre. Tú no
eres de aquí, eres una extraña, no eres nadie. La almohada. No, eso es
demasiado evidente. Debo actuar con astucia, aunque deprisa, si no
seguirás viviendo y amargándome la vida como hasta ahora, ¿verdad?
Conozco a la gente de tu condición, sois viciosos N malignos, uno no puede
fiarse de vosotros. Sois altaneros y dominantes. Quieres mandarnos porque
nos considera unos salvajes despreciables. Si no actúo deprisa estaremos
perdidos. Incluso ahora estás pensando en cómo podría, echarme de aquí.
-Tía Arleth, ¿qué haces? -preguntó una voz de niño.
Se volvió rápidamente y vio a Philip que estaba en la entrada con los
puños apretados en sus caderas.
-Papá te ha prohibido entrar en esta habitación
-¡Deja a Sinjun en paz!
-Ah, maldito bellaco. Tú lo has estropeado todo y me has decepcionado.
Sólo quiero ayudarle. ¿Por que iba a estar aquí si no? Márchate, márchate.
Puedes ir a buscar a tu papá. Sí, ve a buscar al maldito conde.
-No, me quedaré aquí y tú te irás, tía. Mi papá no es un maldito conde,
sino el mejor conde que puede haber.
-¡No tienes la menor idea de lo que es! Su madre (mi propia hermana y
tu abuela) engañó a su marido y se lió con un kelpie que vivía en el lago
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
MacPherson había robado dos vacas y había matado a MacBain y sus dos
hijos. Colin temblaba de rabia.
-La mujer de MacBain asegura que los asesinos le dijeron que le
informase de que era una venganza por haber matado usted a Dingle.
-¿Dingle? Maldita sea, no he visto a ese canalla desde hace una
eternidad... -Colin juró en voz alta-. ¿Que ocurre, Philip? ¿Se trata de
Joan?
-No, papá, pero yo lo sé todo acerca de Dingle.
Colin escuchó atentamente las palabras de su hijo y, al pensar que Philip
posiblemente había estado al borde de la muerte aquella noche, se le hizo
un nudo en la garganta. Sin embargo, le dio unas palmadas en el hombro
en señal de aprobación y se retiró a su estudio de la torre.
No había esperanza. Él quería poner fin a las sangrientas hostilidades.
Así pues, tendría que hablar con Robert MacPherson, pero ¿qué le diría?
¿Quizá que no podía recordar nada de la muerte de Fiona y que perdió
conocimiento al borde del precipicio?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
conocerla: No sintió miedo alguno, pues ni ella ni Colin habían hecho nada
malo al espíritu. Esperó...
Las perlas titilaban con una luz cada vez más intensa hasta que Sinjun
sintió daño en los ojos. Las perlas lanzaban destellos. El espíritu no hizo
nada. Sólo la observaba atentamente, como si quisiera averiguar qué clase
de persona era.
-Él intentó sobornarme -dijo el espíritu al fin, y a Sinjun le pareció que
movía los labios-. Con una sola perla quiso librarse de mí, el muy granuja,
pero no pudo hacerlo tan fácilmente, después de todo me había matado. Ni
siquiera pestañeó cuando me atropelló con el coche. Y su amante le
acompañaba, esa persona arrogante que me miraba como si yo fuera un
montón de basura al borde del camino. Por eso le exigí tantas perlas como
cabían en mi vestido y le juré que sólo entonces lo dejaría en paz.
«Pero tú ya estabas muerta», pensó Sinjun, contenta de conocer el
secreto de las muchas perlas.
-Oh, sí, muerta y bien muerta, pero a ese condenado le he hecho la vida
insoportable, a él y a su mujer. Sí, atormenté a esa perra hasta que no pudo
soportar la visión de su querido marido. Veo que ha desaparecido mi
retrato. ¡Cuélgalo otra vez! Debe colgar entre los dos, en medio, y
separarlos a los dos, como lo estaban cuando yo vivía. Allí tiene que colgar
mi retrato. No sé por qué lo quitaron, pero tú tienes que volver a colgarlo y
cuidar de que esté siempre en su sitio.
-Te lo prometo. Por favor, vuelve cuando quieras.
-Sabía que no tenías miedo de mí. Es bueno que estés aquí.
Sinjun cayó en un profundo sueño reparador y cuando despertó a la
mañana siguiente, se sentó en la cama y se desperezó. Se sentía en plena
forma.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
15
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-¡Oh, sí! -asintió Sofía-. Lo es de veras. Grayson andaría entre llamas por
ella. En cuanto a los gemelos de Alex, Melissande seguramente irá a verlos
casi todos los días. Se parecen tanto a ella... Los llama sus espejitos y eso
enfurece a Douglas. Cada vez que ve a los muchachos, mira al cielo
desesperado y pregunta qué ha hecho para merecer los dos niños más
guapos del mundo, lo que sin duda terminará estropeando su carácter y
educación.
-Sentaos las dos de una vez. Me da vueltas la cabeza. ¿La Novia Secreta
te ha dicho que estoy enferma, Alex?
Antes de que Alex pudiera contestar se abrió la puerta y entró la señora
Seton bizqueando y nerviosa, con una gran bandeja de plata en las manos,
erguida y majestuosa como una duquesa.
Sinjun lo comprendió al instante.
-Gracias, señora Seton -dijo ceremoniosamente-. Estas dos damas han
venido a visitarnos. Son mis cuñadas, la duquesa de Northcliffe y la señora
de Ryder Sherbrook.
-Encantada, señoras. -La señora Seton hizo una reverencia con la que se
hubiera lucido incluso en el salón de la reina.
-Voy a preparar la habitación de la reina Mary y la habitación del Otoño
-anunció haciendo una segunda reverencia solemne-. Los lacayos se
ocupan de su equipaje y Emma deshará las maletas.
-Muy amable, señora Seton. Muchas gracias.
-Ésta es la casa solariega del conde y aquí todo se hace correctamente.
-Sí, por supuesto -convino Sinjun seriamente y observó cómo se retiraba
la señora Seton-. Bueno, jamás hubiera imaginado que la señora Seton
tenía tanto...
-La verdad es que ha sido imponente -dijo Alex.
-En realidad sólo tenemos un lacayo, Rory. De todos modos, Emma es
una chica excelente y será ella la que se ocupará de vosotras. Ahora
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
estropearán todo.
-De acuerdo -dijo Sofía-. Esperemos que ocurra como dices y no se
presenten antes del viernes. Mañana desayunaremos contigo y podrás
contarnos tu plan con detalle. ¿De acuerdo?
-¿Qué plan? -preguntó Colin desde la puerta.
-Es tan sigiloso como Douglas -dijo Alex-. Resulta provocador.
-Nuestros planes para el día, por supuesto -dijo Sofía suavemente
mientras se levantaba y se sacudía la falda-. El reparto de las tareas de la
casa y todo eso. Ya sabes, temas sin interés para un caballero; el embarazo
de Alex y el bordado de los calcetines y las chaquetas de bebés, entre otras
cosas.
Los ojos azules de Colin brillaron maliciosamente.
-¿Qué te hace pensar que no me intereso por los asuntos de mujeres, mi
querida cuñada? Al fin y al cabo esos temas me afectan. En cuanto sea
posible veréis a Joan andando de un sitio a otro con la barriga hinchada.
-¡Colin!
-Quizá aprenda a hacer punto, Joan. Podríamos sentarnos delante de la
chimenea traqueteando las agujas y discurriendo nombres para nuestra
prole.
Sofía, sin hacer caso de sus comentarios, dijo:
-Ya está. Ahora tenéis fuego para varias horas. Gracias por permitir que
visitásemos a Sinjun, Colin. Vamos, Alex. Buenas noches.
Cuando se hubo cerrado la puerta, Colin se sentó al borde de la cama y
dirigió a su mujer una mirada escrutadora.
-Son tan peligrosas como sus maridos. Sólo sus tácticas son diferentes.
No me fío de ellas, ni de ti. Vas a contarme ahora mismo qué ocurre.
Ella bostezó de nuevo.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Nada en absoluto. Dios mío, creo que podría dormir durante una
semana.
-Joan, no debes entrometerte en mis asuntos -dijo él con una calma
inquietante.
-Por supuesto -afirmó Sinjun complaciente y se dispuso a bostezar de
nuevo, pero cambió de idea. Él frunció el entrecejo.
-Cuando regresé de Edimburgo, no dejabas de hablar. La fiebre no te
permitía refrenar la lengua. Repetiste continuamente que tenías que
protegerme. No es que eso sea nada especial o nuevo, pero MacPherson
está ahí. Mi querida esposa, te ordeno que no salgas del castillo. Dejarás
que sea yo quien ajuste cuentas con ese canalla.
-Es muy guapo -dijo Sinjun sin querer, quedándose sin aliento al
percatarse del desliz.
-¡Lo sabía! -exclamó Colin inclinándose hacia ella y poniendo las manos
en la cabecera de la cama a ambos lados de su cara-. Así que has visto a
Robbie. ¿Cuándo? ¿Donde?
Ella trató de encogerse de hombros, pero era difícil porque los dedos de
Colin se deslizaban por su cuello. Sinjun se preguntó si iba a estrangularla.
-Fui a dar un paseo a caballo y me encontré con él en lago Leven. Estuvo
un poco desagradable y me marché, eso fue todo, Colin.
-Mientes. -Se levantó suspirando.
-Está bien... Cogí su caballo. Nada más. Lo juro.
-¿Cogiste su caballo? Maldita sea, jamás hubiera creído que fueras capaz
de entrometerte en mis asuntos hasta ese punto. No, no digas nada más,
prométeme sólo que no abandonarás el castillo.
-No, no puedo prometerte eso.
-Entonces tendré que encerrarte en nuestro dormitorio. No tolero que
me desobedezcas, Joan. Robert MacPherson es peligroso. ¿Has olvidado la
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
herida de tu mejilla?
Sinjun no estaba preocupada; Sofía y Alex estaban aquí y las tres juntas
podrían salvar a Colin de cualquier peligro.
-Sí, estoy de acuerdo contigo -dijo ella-. Es peligroso a pesar de su
hermosa cara.
-Quizá tenga eso algo que ver con su perversidad. Cuando se hizo un
hombre adulto, los rasgos de su cara en vez de endurecerse se hicieron
más suaves. Tal vez intentó compensarlo con acciones violentas. Por tanto,
mujer, ¿me obedecerás?
-Tú sabes, Colin, que siempre trato de hacerlo. Pero en ciertas ocasiones
tienes que permitir que haga lo que considere oportuno.
-Sí, claro, y una de esas ocasiones es hacer el amor.
-En efecto.
-Te sientes muy segura porque sabes que no soy lo bastante canalla para
tomarte mientras estás debilitada por la enfermedad.
Sinjun inclinó la cabeza asintiendo.
Él suspiró mientras se mesaba los cabellos.
-Joan, no me porté bien contigo al venir a esta casa por primera vez.
-Fuiste una bestia repugnante.
-Yo no iría tan lejos, pero entretanto debo admitir que mis hijos te han
tomado mucho cariño. Mi hijo incluso ha arriesgado su vida para venir a
buscarme a Edimburgo.
-Lo sé y sólo de pensar en ello se me hiela la sangre. Es un muchacho
muy valiente.
-Es mi hijo.
Ella sonrió.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Pues claro.
-¿Cómo han podido dejarlas venir solas? No, no contestes, no quiero
encanecer antes de tiempo. Colin se desnudó delante de la chimenea. Era
completamente consciente de que su mujer lo estaba mirando. -Me parece
muy imprudente por parte de Alex que haya venido. Corre el riesgo de
perder a su hijo por esta insensatez. Cuando tú estés embarazada harás lo
que te diga.
Sinjun sonrió porque sabía que estaba equivocado. Se había desnudado
y ella miraba fascinada su espalda musculosa, sus nalgas y sus piernas. Era
perfecto, no tenía la menor duda.
-¿Colin? -Su voz le pareció ronca a ella misma.
-¿Sí? -él se volvió despacio y Sinjun se dio cuenta de que sabía
exactamente lo que ella quería.
Tragó saliva y deseó que siguiera de pie para seguir contemplándolo.
Pensó que tal vez podría tomar lecciones de pintura y convencerlo de que
posara para ella.
-¿Sí, Joan?
-¿Dormirás esta noche conmigo? Quiero decir...
-Sí, ya sé que te gusta porque no es peligroso. Te besaré porque sé que
eso también te gusta.
Se acercó lentamente a la cama para que pudiera mirarlo a placer. Su
entusiasmo era maravilloso, como también lo era sentirse admirado por su
mujer. Entonces oyó que ella respiraba hondo y se miró a sí mismo. Estaba
excitado y ella volvía a tener miedo. Pero ¿qué esperaba? Él era un
hombre..., y deseaba que se recuperara lo antes posible. Toda esta
estupidez le crispaba los nervios.
-¿Te quedarás en casa, Colin?
-Sí, puesto que MacPherson está haciendo de las suyas, tengo que
pararle los pies. Y lo conseguiré solo, sin tu ayuda, Joan, ¿entendido?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
16
Douglas y Ryder no aparecieron al amanecer en Vere Castle, para gran
consuelo, y al mismo tiempo preocupación de sus mujeres. A las ocho de
esa mañana, durante desayuno en el dormitorio de Sinjun, Sofía
exteriorizó al fin su preocupación:
-Pero ¿dónde están? ¿Crees que les ha ocurrido algo, Alex?
-No, no lo creo -respondió Alex frunciendo el entreceejo-. Empiezo a
creer que están enfadados y que no vendrán para darnos una lección.
Douglas quizá se ha hartado de que sus intentos de imponerse sean
infructuosos la mayoría de las veces y por eso me castiga con su ausencia y
aparente indiferencia.
Sinjun miró a sus dos cuñadas y no pudo evitar echarse a reír, a pesar de
las atroces miradas que tuvo que soportar.
-No puedo creer lo que estáis diciendo, parece como si quisierais que
viniesen ahora mismo.
-¡Claro que no, querida!
-¡Qué absurdo!
Sinjun observó las caras sombrías una después de la otra
-¿Ha pensado al menos una de las dos en enviar una carta para desvelar
vuestro paradero?
Alex miró a Sinjun indignada:
-Naturalmente que he dejado un recado a Douglas ¿Por quién me
tomas? No quiero que Douglas esté preocupado.
-¿Y qué le has escrito?
-Bueno, que iba a ver a Sofía. ¡Oh, maldita sea!
Sinjun guiñó un ojo a Sofía, que estaba mirando enfurecida a sus zapatos
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
viernes estarán aquí. Ahora ¿podéis daros las manos para que pasemos de
una vez a los asuntos verdaderamente importantes?
Sinjun se sentía bien mientras veía a sus cuñadas abrazándose, aunque
no dejaron de gruñirse por eso. Se sentía más fuerte que el día anterior, al
menos lo suficiente para entrar en acción, sobre todo porque por fin podía
pensar con claridad.
Discutieron el plan hasta que Sinjun estuvo satisfecha y segura de haber
previsto todas las circunstancias que podrían surgir. Alex y Sofía se
mostraron disconformes, pero Sinjun las convenció de que no había otra
alternativa.
-¿Preferiríais que lo matara de un disparo y arrojara su cuerpo al Leven?
-Con este argumento Sinjun superó la última resistencia de sus
cuñadas. El día anterior después de comer ya había escrito una carta, había
hecho ir a Ostle y le había encomendado una misión, no sin antes hacerle
jurar que guardaría el secreto. Ahora sólo esperaba que mantuviese la boca
cerrada.
-Actuaremos esta mañana. No podemos contar con que nos quede un
día más. A diferencia de vosotras, yo confío plenamente en Douglas y
Ryder.
Tanto Alex como Sofía iban armadas con pistolas de bolsillo y las dos
sabían disparar, aunque no tan bien como Sinjun.
-La Novia Secreta habló de problemas -dijo Alex- y no somos idiotas,
aunque no pensáramos en todo... ¿Dónde tienes tu pistola, Sinjun?
Sinjun sacó la pequeña pistola de debajo de la almohada.
-Esta mañana me siento con fuerzas suficientes para ejecutar nuestro
plan. Me aseguraré de que Colin esté ocupado con otras cosas para que no
pueda prestar atención ni a vosotras ni a mí. Ahora venid aquí y escuchad
atentamente.
Pero librarse de Colin no resultó tarea fácil. Al fin, Sinjun ya no sabía
qué hacer y no vio otra salida que empezar a toser de modo lastimoso,
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
altura.
-Ha venido -dijo con los brazos cruzados delante del pecho-. Me
pregunto, señora, por qué ha venido sola a mi cueva y por qué no hay
miedo alguno en sus hermosos ojos azules.
Ella pensó que era muy guapo, cada uno de sus rasgos estaban
finamente trazados, desde el arco perfecto de sus cejas rubias hasta su
nariz delgada y aristocrática. Sus ojos eran tan hermosos como los suyos.
Sinjun se contentó con mirarlo asombrada por unos instantes.
-¿Quiere dar un paseo conmigo? -preguntó ella.
Robert MacPherson echó la cabeza hacia atrás riendo.
-¿Me considera tan necio? Sin duda su marido se encuentra escondido
en aquel bosquecillo de abedules con una docena de hombres para
abatirme a disparos.
-Eso es absurdo. ¿O considera a Colin Kinross un canalla tan falto de
honor que enviaría delante a su mujer para cazar a su enemigo?
-No -admitió MacPherson-, Colin tiene demasiado orgullo para hacer
eso. No es una cuestión de honor. Se ha casado con un hombre arrogante,
mi querida amiga, demasiado orgulloso y extremadamente malicioso.
Vendría personalmente a caballo hasta mi puerta para desafiarme.
-Así pues, ¿lo considera también un valiente?
-No, su excesiva vanidad le induce a cometer estupideces.
Probablemente moriría sin comprender cómo pudo ocurrir. ¿Ha venido
usted a desafiarme?
-Al parecer no ha entendido mi carta. ¿He hecho este viaje para nada?
-Oh, no, le aseguro que he entendido cada palabra, querida señora. Su
criado casi se meó en los pantalones de miedo. Pero usted no, y eso me
interesa. Y sin embargo, debo confesar que no comprendo por qué quiere
conocerme mejor. En nuestro último encuentro no dio la impresión de que
le importase mi compañía. De hecho, me enojó bastante, porque tuve que
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
las cabañas de nuestros colonos y matar a los hombres. Ahora pagará por
sus crímenes y yo me sentiré muy aliviada de saber que está lejos de aquí.
A propósito, mi marido no mató a su hermana. ¿De verdad cree que podría
matar a una mujer (a su propia mujer) cuando no es capaz de eliminar a un
gusano como usted?
-Estaba harto de ella.
-Un argumento convincente, porque usted me está hartando con sólo
dos encuentros, de modo que estoy tentada de arrojarlo por un
despeñadero. Pero no lo haré, aunque sea usted un fanfarrón y un tipo
innoble y rastrero. Sé que su padre es un hombre decente y no quiero
angustiarlo innecesariamente. ¡Basta ya! Alex, Sofía, ya he dicho lo que
tenía que decir. ¿Lo atamos al caballo?
Colin no podía creerlo, pero después empezó a maldecir hecho una furia.
Poniéndose delante de su hijo, dijo con aparente tranquilidad:
-¿Insinúas que tu madrastra y tus dos tías se encuentran en este
momento paseando por ahí?
-Eso es lo que dijo Sinjun, papá, que se sentía maravillosamente y que
quería mostrarles nuestras tierras. Yo le he preguntado dónde estabas tú
y... supongo que no me ha dicho la verdad.
-¡Lo que quieres decir es que ha mentido! Maldita sea, voy a enseñarle
quién soy, la encerraré en mi dormitorio, la...
-Milord -lo interrumpió el doctor Childress tocando a Colin en la manga-
. ¿Qué ocurre, milord? ¿La condesa no ha sufrido una recaída?
-Mi mujer -dijo Colin entre dientes- ha simulado estar enferma para
librarse de mí. ¡Por mil demonios! ¿Qué estará tramando?
Se volvió y corrió hasta Gulliver, que estaba mordisqueando las rosas
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
dosis de miedo, había actuado como un loco insensato, sin pensar antes si
era o no conveniente lo que iba a hacer.
Pero ¿dónde se hallaban Joan y sus queridas cuñadas?.
Respiró hondo, dio la vuelta a Gulliver y vio de pronto a Philip, que
estaba tranquilamente sentado a horcajadas sobre su poni. Colin tuvo que
admitir que no se encontraba en plena forma, ya que ni siquiera había
advertido que le seguía su hijo. Cabeceó. En silencio, padre e hijo
regresaron a casa completamente entregados a sus pensamientos.
Colin ni siquiera se sorprendió de ver en las cuadras a los tres caballos
en sus casillas como si estuvieran muertos de hambre. Hasta un ciego
podía a ver que estaban agotados. Argyll echó un vistazo a su amo como si
quisiera decirle: «Esta vez sí que lo ha hecho bien, amigo mío»
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
17
-Lo mereciste -intervino Alex sin abrir los ojos. Ryder no estuvo tan
contenido como su hermano mayor. Cogió a su mujer por los brazos y
rugió:
-¡Maldita sea, mírame, Sofía!
-¡Ya lo hago!
-¡Me has abandonado, mujer! No dejas de fastidiarme, pero esta vez has
ido demasiado lejos.
-¿Que te he fastidiado, Ryder? Sabíamos que os pretaríais aquí, aunque
Alex empezaba a temer que Douglas no vendría para castigarla.
-Ni a Douglas ni a mí se nos ocurriría en la vida castigaros con nuestra
ausencia, pero he estado muy preocuocupado hasta que me he dado cuenta
de que todo era mentira. No estás embarazada.
-Nunca dije que lo estuviera. Tú ibas presumiendo por ahí satisfecho de
ti mismo, y yo no quería decepcionarte.
-Te moleré a palos. ¿Dónde está tu habitación?
-No voy a llevarte a mi habitación -repuso Sofía-. Alex no se siente bien y
Sinjun ha estado gravemente enferma, aunque ahora ya está mejor. Colin
parece sereno, pero no me fío; tú y Douglas estáis como siempre. Sinjun
dijo que pronto vendríais, aunque no comprendo cómo lo sabíais
-Sí -murmuró Alex-. ¿Cómo has sabido dónde estábamos, Douglas?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
comer.
-Por supuesto -ironizó Colin-. ¿Cuál de tus cuñadas debe llevar el
almuerzo hoy a MacPherson?
-¡Vete al diablo, Colin!
Ryder se echó a reír.
-Bueno, pronto sabremos dónde está ese maldito MacPherson. Si no
quieren dejarlo morir de hambre, tendrán que ir tarde o temprano a esa
cabaña. No tendré tendremos más que seguirlas.
-¿Por qué fuiste a Edimburgo, Colin? –preguntó Douglas.
-Para proteger a mi mujer -respondió-. Y a mis hijos. Aquel rasguño que
tenía Joan en la mejilla fue provocado por una piedra que saltó por los
aires cuando alguien me disparó. Tras ese incidente no podía permitir que
se quedara conmigo en Edimburgo. Pensé que aquí estaría segura y así fue
hasta que MacPherson decidió abandonar Edimburgo y volver a cometer
fechorías por aquí.
-¿Qué hijos? -preguntó Ryder a su cuñado.
-Sí, es cierto -reconoció Sinjun-. Tengo dos hijastros, Philip y Dahling.
Los conoceréis enseguida y seguro que te querrán con locura, Ryder, como
todos los niños. Y si te libras de esa cara de ogro, Douglas, puede que no se
echen a correr al verte.
Douglas miró a Colin cavilosamente. Al fin suspiró y dijo:
-Aquí están ocurriendo muchas cosas. Voy a llevar a mujer a la cama
(para que descanse, naturalmente) y después me gustaría conocer a mis
nuevos sobrinos.
-Vamos, Sofía, es mejor que acompañes a Alex, porque si me quedo solo
con ella, podría olvidar los buenos modales.
Una vez solos Colin y Sinjun, él fue a sentarse al borde de la cama junto
a ella. La expresión de su rostro era impenetrable, pero sus ojos azules
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
centelleaban de cólera. Con la cara pegada casi a la suya dijo con aparente
calma:
-Esta vez has ido demasiado lejos. No permitiré que sigas
inmiscuyéndote en mis asuntos, insultándome así. ¿Dnde está
MacPherson?
-Si te lo digo, él podría hacerte daño. Por favor, Colin, ¿por qué no puedo
llevar a cabo mi plan?
Él se apartó un poco y cruzó los brazos.
-Cuéntamelo -ordenó.
-Voy a entregarle a la Royal Navy. Tengo entendido que no les preocupa
mucho que los hombres que se presentan quieran realmente hacerse a la
mar o no. ¿Entiendes?
-Sí, lo entiendo. -Apartó la vista de ella-. No es mal plan. ¿En qué barco
habías pensado?
-He enviado a Ostle a Leith para que investigue qué barcos hay en el
puerto. Al menos habrá uno, ¿no crees?
-Sí, y si no lo hay, sin duda pronto entrará alguno. Sin embargo, tu plan
no es realizable por una razón que tú no podías conocer.
-¿Y puedes decirme qué razón es ésa?
Él sonrió satisfecho por el tono rencoroso de su voz y añadió
-El término «clan» se deriva de la palabra gaélica clann que significa
“hijos”. El clan MacPherson se compone de los hijos de MacPherson y si
eliminas a uno de ellos, los demás están obligados a tomar venganza y re-
presalias. Si de pronto desaparece el hijo del jefe del clan, sospecharán de
inmediato del clan Kinross y se intensificará la violencia. ¿Entiendes?
Sinjun inclinó la cabeza lentamente.
-No había pensado en eso. Dios mío, ¿qué debo hacer ahora, Colin?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
cuello.
-Parece que tus hermanos se han reconciliado con sus esposas -dijo
Colin-, y yo diría que si Sofía no está embarazada en este momento, lo
estará pronto. Ryder la devoraba con los ojos durante la cena.
-Siempre hace lo mismo, aunque esté muy enfadado con ella.
-Es una mujer afortunada.
-Quizá podrías mirarme así de vez en cuando -isinuó ella con la vista fija
en su barbilla.
-Quizá... -la estrechó con fuerza entre sus brazos-. ¿Cómo te sientes?
-Nuestra aventura con Robert MacPherson no me ha resultado fatigosa.
-¿Por eso has dormido dos horas al regresar a casa?
-Bueno, quizá un poco -admitió ella-. ¿Crees que renunciará por fin a
sus ataques? ¿Crees que podermos confiar en sus promesas?
Colin pensó en la hora que habían pasado con Robert en la cabaña.
Habían llegado allí a media tarde y él le había permitido entrar la primera.
Su porte de general conduciendo a sus soldados a la batalla le arrancó una
risa. Se alegraba de haberla traído consigo. Dos días atrás eso hubiera sido
inimaginable, pero Joan le había enseñado a ver las cosas de otra forma.
Robert MacPherson estaba tan furioso que al principio no podía hablar.
Al verla entrar en la cabaña, hubiera querido lanzarse sobre ella y golpearla
hasta matarla. Entonces vio a Colin entrar detrás de ella y el miedo se
apoderó de él por un instante, pero trató de disimular escupiendo al suelo
con rabia.
-¡Lo sabía! -exclamó MacPherson-. ¡Fue una trampa tal como yo
pensaba! Has enviado a tu mujer para atraparme. ¡Miserable y cobarde
hijo de perra!
-Te equivocas -repuso Sinjun enseguida- él está aquí para salvarle de mí.
Yo quería entregarle a la Royal Navy, donde hubiera estado fregando
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-No, creo que ni tú serías capaz de eso, Robbie. Sin embargo, queda
Joan. Es mi mujer y además tiene la desgraciada costumbre de querer
protegerme y salvarame continuamente.
-Merece una buena paliza. Al fin y al cabo sólo es una maldita mujer.
-Supongo que no pensarías así si fuese a ti a quien protegiese. ¿Quién te
dijo que maté a Fiona?
-¡No haré daño a tu mujer, maldita sea!
-Pero seguirá intentando matar a Colin, ¿verdad? -Sinjun se había
puesto de pie de un salto. No sentía la menor compasión por MacPherson.
Si hubiera dependido de ella, lo habría dejado allí hasta morir.
Colin podía leer los sentimientos de Sinjun en su rostro y le sonrió
satisfecho. Luego dijo:
-Siéntate, Joan, y no te metas en esto.
Ella obedeció, pero su cerebro trabajaba furiosamente.
¿Quién había acusado a Colin de asesinato? ¿Tía Arleth? Esa parecía una
posibilidad razonable. Si él moría, ella podría hacer lo que quisiera. Pero en
realidad eso no tenía sentido. Tía Arleth apreciaba la dote que ella había
aportado al matrimonio. «Si yo muriera, ella se alegraría -pensó Sinjun-,
¿pero Colin?» ¿Quizá le odiaba tanto como para desearle la muerte por
considerarlo responsable de la muerte de su hermano? Sinjun sintió de
pronto una fuerte punzada en la cabeza y palpitaciones en la sien derecha.
Todo esto era demasiado...
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
18
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
placer. ¿Le haría daño ahora? No, no volvería a hacerlo. Pero su placer... Su
corazón se tranquilizó. Los párpados se le cerraron. Colin contempló
orgulloso que se durmió al instante.
La tuvo durante un rato entre sus brazos, observándole, mirando las
débiles llamas y preguntándose qué significaba esta mujer para él.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Consuelo -repitió él-. Qué palabra tan triste para descubrir el deseo
enloquecido y el placer sexual. ¡Consuelo! Tengo que contárselo a mis
amigos para ver qué opinan de eso.
-No lo hagas, por favor. Eso pertenece a nuestra vida privada. Está bien,
olvídalo. Siento no haberte dado ninpún placer sexual.
-Así está mejor. Pero ¿qué te hace pensar que no fue un placer para mí?
He asistido a tu primer orgasmo, Joan, y he sentido tu placer, he sentido
cómo temblabas bajo mis dedos y cómo gemías y, cuando gritabas de pla-
cer, te aseguro que sentía ganas de gritar contigo.
-Pero no lo hiciste.
Él le dirigió una mirada insondable y le preguntó escuetamente, como si
llevaran cincuenta años casados:
-¿Quieres gachas?
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
dicho, por eso trataba de ser amable con ella vinculándola a sus
intereses.Pero ella odiaba su amabilidad porque era un sentimiento
demasiado frío.
-No, esta vez no -dijo tirando la servilleta al plato y levantándose-.
Quisiera dedicarme un poco a los niños. A Philip le debo una disculpa y,
como es tu hijo, supongo que exigirá que me arrodille ante él antes de
absolverme graciosamente.
Colin soltó una carcajada.
-Además, mis cuñadas querrán saber qué ha ocurrido con MacPherson.
-Les he contado lo ocurrido y Alex me ha criticado con mucho rigor
hasta que de repente se puso pálida, se llevó la mano al estómago y salió
corriendo de la habitación, mientras Douglas le seguía con la palangana
que le había dado la señora Seton. Ryder y Sofía tan pronto reían como
gritaban, fingiendo interesarse por mis proyectos agrarios, pero sin el
menor éxito. Tus hermanos son encantadores, Joan, cuando no intentan
matarme.
Sinjun se echó a reír. No le era difícil imaginar la escena.
-¿Y cómo han reaccionado tía Arleth y Serena? ¿Se han sentido
culpables? ¿Se han enfadado?
-La tía Arleth no ha dicho una palabra y Serena daba la impresión de
estar distraída. En cambio, Dahling no hacía más que preguntar. Quería
saber por qué no la habías llevado contigo para encararse con MacPherson,
después de todo ella también era una mujer. Entonces preguntó a Serena
por qué su hermano era un hombre tan malo. Serena contestó que él
odiaba su cara de ángel y que por eso cultivaba su alma demoníaca.
-Está visto que tendré que disculparme con ella también ¿Estás seguro
de que tía Arleth no parecía sentirse culpable?
-Sí, no obstante, hablaré con ella a solas.
-Todavía tengo miedo, Colín.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Creo que no se trata sólo de esposas, sino de las mujeres en general. Los
hombres necesitan demostrarse que son más fuertes que ellas.
-A pesar de tu audacia, de tu inagotable imaginación y tu conmovedora
preocupación por mi bienestar, sigues siendo más débil que yo, Joan.
Cualquier hombre, incluso un idiota, podría hacerte daño, y por eso los
hombres tenemos el deber de proteger a nuestras mujeres y niños.
-Ja! Sabes muy bien que eso es un disparate, Colin, ya no vivimos en la
Edad Media, cuando los bandidos infestaban el país.
-¿Por qué discutís? -preguntó Philip mirando primero a Sinjun y
después a su padre-. Los dos tenéis razón. También los muchachos
podemos ser útiles. ¿No fui yo a buscarte a Edimburgo, papá? Sin mí,
Sinjun podía haber muerto.
Los dos cambiaron miradas por encima de la cabeza de Philip. Sinjun
sonrió. Colin dijo:
-¿Crees que cada miembro de la familia deburía aportar su parte? ¿Que
todo el mundo debería tener la posibilidad de ser un héroe de vez en
cuando?
-Eso significaría que incluso Dahling tendría su oportunidad -dijo Philip
frunciendo el entrecejo-. ¿Qué opinas tú, Sinjun?
-Creo que tu padre ha comprendido al fin.
-Basta, ya, Philip, ¿aceptas la disculpa de Joan?
-Se llama Sinjun, papá... Sí, la acepto, Sinjun. Tú harías cualquier cosa
por papá, así que no puedo enfadarme contigo.
-Gracias -dijo ella humildemente.
Colin frunció el entrecejo y se fue de la sala del desayuno con su hijo,
inclinándose para oír lo que el muchacho decía. Sinjun los siguió con la
mirada, abrumada por su amor hacia él.
¿Quién demonios había dicho a Robert MacPherson que Colin había
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
asesinado a su mujer?
Era una tarde fresca, pero el cielo estaba claro. «Azul Sherbrooke», le
había dicho Sofía a su marido, y luego lo había besado.
Colin había sentido la necesidad de estar solo durante un rato.
Observaba las manchas de humedad del libro que tenía en las manos.
Saltaba a la vista que habían limpiado el libro y untado con aceite las tapas,
pero las manchas eran antiguas. Naturalmente había sido Joan quien se
había ocupado de sus libros, pero sólo ahora se daba cuenta del cuidado y
el respeto con que había tratado la biblioteca. Se sentó a la mesa, cruzó los
brazos sobre cabeza, se recostó en la silla y cerró los ojos. Se encontraba en
su estudio de la torre y olía a beso fresco y a rosas, y también a cera y
limón. Ya no estaba enfadado con su mujer, sino que sentía una profunda
gratitud. Supuso que pronto esos olores ya no le recordarían a su madre,
sino a ella.
«Te quiero», pensó.
Colin había sabido desde el principio que ella lo amaba, aunque le
costaba creer que existiera el amor a primera vista. Pero ella se había
puesto de su lado desde principio y nunca había dejado de creer en él.
Incluso cuando discutían, él sabía que Sinjun estaba dispuesta a hacer
cualquier cosa por él.
Era humillante...
Había tenido mucha suerte. No sólo había conseguido a una rica
heredera, sino también una madre maravillosa para sus hijos y una
excelente mujer, aunque fuese obstinada y demasiado impulsiva.
Las aciagas nubes negras de Vere Castle se desvanecieron al fin; pero él
seguía teniendo un enemigo desconocido. Quizá debiera haber obligado a
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
19
-Es una sorpresa muy seductora -dijo Colin mirando a su mujer y viendo
cómo sus nobles proyectos de acción se desvanecían.
Ella le acarició la cara, lo abrazó, lo besó en la boca y la nariz,
mordisqueó su oreja y dijo resueltamente:
-He sido egoísta, infantil y cobarde. Tú eres un hombre y yo quiero ser tu
mujer en todos los sentidos. No me importa el dolor. Quiero darte todo lo
que necesitas. Me entregaré a ti sin lamentos ni quejas cuantas veces lo
desees.
-Ah, Joan, pero el dolor... Sé que aún no lo has olvidado. No deseo
atormentarte. No quiero hacerte llorar.
-No lloraré. Seré fuerte. Douglas y Ryder me han educado en el
estoicismo. Ryder me ha tirado de las orejas cada vez que me comportaba
como una niña. No te decepcionaré, Colin. -Respiró profundamente-. ¡Lo
juro!
Él le cogió los brazos y los apartó suavemente de su cuello.
-No puedo permitir ese sacrificio. No puedo exigirte eso. Quizá quieras
permitirme que te haga el amor una vez al año para engendrar un hijo. -
Suspiró profundamente y continuó hablando como un mártir-. Amí no me
importa. Me bastará con complacerte cada noche. Tiene que bastarme. No
soy un monstruo para hacerte gritar de dolor.
-Colin, eres tan noble, tan atento, pero mi decisión es firme. Deberíamos
hacerlo ahora mismo, así me habre´recuperado a la hora de cenar. Y si
tengo que gritar de dolor, aquí no podrá oírlo nade. Ahora quisiera
desnudarte.
El la miraba atónito, mordiéndose los labios para no reir.
-Tienes que amarme muchísimo para sacrificarte de ese modo –dijo
fingiendo una profunda emoción-. Aunque sabes lo que te espera, estás
dispuesta a entregarte a mí. Sólo ahora me doy cuenta de lo fuerte y
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Aún necesito más, Joan. No es fácil alcanzar los límites del deseo para
un hombre.
-Entiendo.
-¿Disfrutas con lo que te estoy haciendo? No es necesario, ¿pero por qué
no ibas a disfrutar tú también un pocoo con ello?
-Sí, es una sensación muy agradable.
«Espera, cariño», pensó él mientras su lengua se deslizaba hacia su
vientre liso. Sintió cómo se tensaban sus músculos y supo que ella no
sospechaba lo que él iba a hacer a continuación, pero era evidente que
estaba excitada
A continuación la estimuló con la boca entre los muslos y ella gritó
mientras lo agarraba por los cabellos enloquecida.
La besó y la acarició. Deslizó sus dedos suavemente y comprobó que
estaba lista para recibirlo.
-Mírame, Joan -susurró él con voz ronca mientras alzaba ligeramente
sus caderas.
Cuando penetró en ella él vio cómo se abrían sus ojos
desmesuradamente en espera del dolor que parecía inevitable, pero que no
llegó. Sintió cómo su cuerpo se ajustaba al suyo sin sentir ningún dolor, él
estaba seguro de eso. Su calor le hizo apretar los dientes para no perder el
dominio de sí mismo.
-¿Colín...?
-¿Sí? ¿No te gusta?
-Sí, pero no lo entiendo. ¿Por qué no siento ese terrible dolor esta vez?
Estoy llena de ti, pero no siento el menor daño. Al contrario, es muy
agradable.
Siguió besándola.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Muévete hacia arriba y hacia abajo, Joan. Eso hará aumentar mi placer.
¿Es lo que tú quieres, no?
-Sí... -Sus movimientos eran al principio algo torpes y bruscos, pero
pronto su cuerpo se adaptó al ritmo furioso del cuerpo de Colin. Cuando él
sintió que estaba a punto de perder el control, introdujo una mano entre
sus muslos y la estimuló al tiempo que contemplaba su cara.
-Colin... -Suspiró ella.
-Sí, cariño. Vamos a alcanzar juntos el punto culminante, ¿de acuerdo?
-No entiendo lo que... -enmudeció de pronto, echó hacia atrás la cabeza,
arqueó el cuerpo y gritó. En mismo momento él también alcanzó el
orgasmo.
Cuando a Colin se le calmó algo la respiración le puso a ella una mano
sobre el pecho y comprobó que su corazón seguía palpitando con fuerza.
Fue tal su alegría que tuvo ganas de bailar.
Ella levantó una mano, pero la dejó caer de nuevo sin abrazarlo como
hubiera deseado él. Por otra parte a él le complacía haberla agotado de tal
modo.
-Has sido muy valiente, Joan -le dijo con mucha seriedad-. Es
verdaderamente generoso de tu parte que me hayas ocultado tu dolor e
incluso me hayas hecho creer que sentías placer. Soy el hombre más
afortunado del mundo por haber encontrado a una mujer tan desprendida
y generosa.
Momentos después él lanzaba un gemido y se restregaba el brazo
dolorido.
-Generosa, desprendida y vengativa...
-¡Me has engañado, sinvergüenza! No, no necesitas arquear las cejas de
ese modo tan arrogante. Has mentido. Estabas de acuerdo conmigo en que
hacía un daño terrible. ¡Te has burlado de mí y te odio!
Él soltó una carcajada, lo que enfureció aún más a Sinjun. Pero él no
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
quería dejarla, no quería abandonar esa cueva tan suave y cálida. Y ese
mismo pensamiento volvió a aumentar su erección y penetró de nuevo en
ella.
-No, ésa fue una idea absurda. No tergiverses las las cosas, Joan.
Recuerdo la primera vez...
-¡La primera vez! ¡Me violaste tres veces!
-Muy bien, pero ya me he disculpado bastante, y si no te ha abandonado
por completo la memoria después de este huracán de placer, recordarás
que te aseguré que no volvería a dolerte, pero tú te negaste a creerme.
Ahora ves que te decía la verdad. Esta mañana he intentado explicarte que
los hombres son criaturas verdaderamente útiles. Sirven no sólo para
proteger, sino también para dar placer. Y ahora que sabes qué es el placer
sexual, ¿te gustaría probarlo otra vez?
Su semblante era hosco y amenazador, y sus ojos parecían puñales
afilados. Pero le contestó:
-De acuerdo.
Esta vez él le hizo el amor lentamente y el placer fue aún mayor para los
dos, y cuando volvió a tranquilizarse dijo:
-Admítelo, Colin, te has burlado de mí, ¿verdad?
-Sólo un poco. Tu firme convencimiento de que no cabía en ti me
divertía, pero también sufría porque te deseaba ardientemente. Ah, quizá
te desee ahora otra vez. ¿Qué opinas? No, espera, ésta sería aquella infame
tercera vez. Piénsalo bien antes de responder, Joan.
-No hay nada que pensar -respondió ella inmediaente y se irguió para
besarlo.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
importante. Por supuesto eso no era justo, y sufrí mucho por ello. Tampoco
mi hermano tenía motivo alguno para odiarme, pues él tenía todo lo que
quería. En cuanto a la tía Arleth, ella quería a mi padre y odiaba a mi
madre, su hermana. Depués de la muerte de ésta quería que mi padre se
casara con ella, pero él no lo hizo. Es cierto que me detesta y que tenía a mi
hermano por un semidiós. Tal vez vio en mí una amenaza, porque después
de todo existía la posibilidad, aunque remota, de que algún día fuera
conde.
-Yo no te odio, Colin.
-Gracias, Serena. Ignoro lo que Fiona sentía por mí antes de morir, pero
espero que no me odiara. Yo nunca le deseé nada malo.
-Yo nunca te odiaría, Colin. Tan sólo desearía haber sido yo la rica
heredera, porque entonces no hubieras tenido que casarte con Joan.
-Pero me he casado con ella y a partir de ahora tú vivirás con tu padre en
Edimburgo, querida, y visitarás bailes y fiestas. Es sólo por tu bien, Serena.
-Eso es lo que dicen todos los adultos cuando quieren justificar su
comportamiento.
-Pero tú también eres un adulto -dijo Sinjun- y no puedo imaginar que
quieras quedarte en Vere Castle.
-No, tienes razón. Colin nunca me dará su amor, y por eso es mejor que
me vaya. -Se levantó sin esperar a que Rory la asistiera y salió de la
habitación.
-Tienes unos parientes muy extraños, Colin -dijo Douglas.
-¿Y qué me dices de tu madre, Douglas...?
-Está bien, Alex. La mayoría de las familias tienen figuras extrañas -dijo
Douglas sonriendo-. Pero Serena... En fin, no sé, Colin. Me parece casi
irreal. No es que me parezca que esté loca, pero creo que no es muy
normal.
Sí, siempre está fantaseando y le gusta pensar que es una bruja. Por eso
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
20
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
niños, para que no oyesen cosas extrañas que pudieran asustarlos. Pero
nadie tenía ganas de hablar.
Serena no dijo absolutamente nada. Masticaba despacio sus gachas e
inclinaba de vez en cuando la cabeza asintiendo, como si hablara consigo
misma. Sinjun pensó que jamás comprendería a Serena, aunque dudaba
que ella misma se comprendiese.
Serena al fin se dio cuenta de que Sinjun la observaba y dijo con voz
suave y tranquila:
-Lástima que no fueras tú la muerta, Joan. Entonces Colin tendría todo
tu dinero y a mí. Sí, es una verdadera lástima. Me gustas, naturalmente...,
es difícil no sentir simpatía por ti. Pero es una lástima. -Tras pronunciar
estas palabras, que sacudieron a Sinjun en lo más profundo de su ser,
Serena sonrió a todos y salió del comedor.
-Es espantosa -dijo Sinjun estremeciéndose.
-Creo que todo eso es sólo una comedia -la contradijo Alex-. Quiere
llamar la atención y disfruta conmocionando a la gente. No te preocupes,
Sinjun, sólo es una comedia.
Colin dijo:
-Me ocuparé de que Serena regrese a Edimburgo lo antes posible. De
hecho creo que será mejor que envíe a Ostle ahora mismo con una carta
para Robert MacPherson. Él mismo podría recoger a su hermana. No hay
razón para demorarlo.
Robert MacPherson vino a Vere Castle acompañado por media docena
de sus hombres armados hasta los dientes.
-Como ves, Alfie ya no está entre mis hombres. He mandado ahorcarlo
por matar a Dingle.
Desmontó, hizo señal con la mano de que los demás hicieran lo mismo y
entró en el castillo, no sin insistir en que dejaran las puertas abiertas.
-Esto ha cambiado bastante -dijo e hizo una ligera inclinación de cabeza
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-Todo sería más fácil si el castillo estuviera cerrado con llave por la
noche, pero eso aquí no es habitual -intervino Colin-. Cualquiera que
conozca Vere Castle puede entrar tranquilamente.
-Eso es muy lamentable -dijo Sinjun-, pero yo sigo apostando por
Serena.
Discutieron y debatieron hasta que llegaron los niños, muy asustados y
pálidos porque habían oído decir a los sirvientes que la tía Arleth había
muerto.
-Venid aquí -ordenó Colin. Atrajo a los dos niños contra sí y los abrazó-.
Todo se arreglará. Averiguaremos qué ha pasado. Yo soy muy listo.
Vuestros tíos y tías también lo son, incluso vuestra madrastra llega a veces
a conclusiones lógicas, después de ayudarle un poco, claro. Así pues, todo
se arreglará.
Los abrazó un buen rato. Entonces Dahling lo miró y dijo:
-Papá, suéltame. Sinjun me necesita.
Dahling se durmió en el regazo de Sinjun mientras Philip se colocaba a
su lado de forma demostrativa. «Mi protector», pensó ella y lo miró con
todo el amor que sentía.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
había parido una gata de las cuadras llamada Tom hacía un mes. Oyó a
Ostle hablando con Crocker y a Fanny resoplando en su casilla dos puertas
más allá, sin duda pidiendo heno.
Estaba cansada, pero también agradablemente aturdida, aunque sabía
que sólo había reprimido su miedo. Había dejado a Colin hablando con el
señor Seton y sus hermanos estaban haciendo un trabajo corporal duro con
los colonos.
-Eso me relaja -había explicado Ryder a su mujer.
-Douglas también quería sudar -dijo Alex-. Están frustrados y tienen que
desahogarse. Ya han pasado dos días desde la muerte de la tía Arleth y no
hemos conseguido nada.
Mientras sus cuñadas se ocupaban en discutir y comprobar si había
huellas en las puertas del castillo, Sinjun se había retirado a las cuadras en
busca de tranquilidad. Los gatos la calmaban. Justo en ese momento
trepaban dos cachorros por su falda y se acomodaban en su regazo
ronroneando y apretujándola con sus patitas.
Sinjun los acariciaba distraídamente. La voz de Ostle parecía venir ahora
de muy lejos y se hacía cada vez más débil. ¿Le había dicho algo a ella? No,
seguro que no. Y también Crocker parecía estar muy remoto. Fanny re-
soplaba de nuevo, pero Sinjun apenas la oía. Se sentía muy relajada.
Enseguida se durmió.
Cuando despertó, no había pasado mucho tiempo. Los gatitos dormían
en su regazo. El sol del mediodía brillaba intensamente en la enorme
ventana de la cuadra. MacDuff estaba de pie a su lado. Ella meneó la
cabeza y sonrió.
-¡Hola, qué agradable sorpresa! Enseguida me levanto para saludarte
debidamente, MacDuff.
-Oh, no, Sinjun, no te muevas. Piensa en los gatitos. ¿Son unos
cachorros muy listos, verdad? Quédate ahí, me sentaré a tu lado.
-Como quieras -dijo bostezando-. Han ocurrido tantísimas cosas que
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
sólo deseo estar un rato tranquila. ¿Has visto a Colin? ¿Sabes que han
matado a tía Ar1eth? ¿Has venido a ayudarnos?
-Sí, lo sé. -Él levantó cuidadosamente los gatos dormidos y los puso en
una manta vieja. Entonces apretó el puño y propinó a Sinjun un fuerte
gancho en la mandíbula.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
-¡Dios Santo!
-Es un golpe muy duro. Colin y Ryder han ido con el muchacho que lo
vio para ver el lugar en que se esconde.
-Pronto tendremos en nuestro poder al asesino de Arleth y Fiona. Me
pregunto qué motivo tenía.
Alex meneó la cabeza.
-No lo sé, Douglas. Ni siquiera Colin lo sabe. Naturalmente Sofía asegura
que hubiera sospechado de él de inmediato si hubiera tenido la suerte de
conocerlo en Londres.
Douglas se echó a reír y la abrazó.
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
tampoco a él. Pero quizá os mate de todos modos, pues matar me excita y
me hace feliz.
-¿También mataste a Fiona?
Él inclinó la cabeza con una expresión soñadora en su rostro.
-Sí -contestó finalmente-. Colin siempre tuvo lo que yo quería tener,
aunque él nunca se dio realmente cuenta de ello. Fiona estaba
completamente loca por él, pero él no se preocupaba por ella. Con sus celos
enfermizos lo volvió completamente loco. Ella se ponía histérica en cuanto
lo miraba una mujer. Vere Castle y sus habitantes y colonos le eran
enteramente indiferentes. Para ella sólo contaba Colin y quería hacer de él
su perro faldero. Él debería haberle molido los huesos sin más, pero por
desgracia no lo hizo, sino que se apartó de ella. Yo la había amado y
deseado desde siempre, pero ella me rechazó... Sí, Arleth me dio un brebaje
para que lo mezclara con la cerveza de Colin. Una vez muertos el viejo
conde y Malcolm, no le importaba que muriese el castillo entero. Colin
bebió el brebaje y perdió el conocimiento. Yo rompí el bonito cuello a Fiona
y la arrojé por el acantilado. Me rogó que no la matase y prometió que me
amaría sólo a mí, pero no la creí. No quería creerla porque aquella extraña
excitación se había hecho irresistible. Tenía que matarla... Después actué
hábilmente. Puse a Colin, que estaba inconsciente, al borde del acantilado.
Si hubiera tenido suerte, se hubiera caído, o lo hubieran colgado por
asesinato. Pero por desgracia, no fue así.
Enmudeció de pronto como si alguien le hubiera cerrado la boca.
Pero Sinjun tenía que aclarar a toda costa un punto todavía.
-¿Contrataste a un hombre en Londres para que matase a Colin?
-Sí, pero el imbécil falló. Después visité a mi querido primo en la casa de
tu hermano. Desgraciadamente allí estaba seguro. Si hubiera muerto en
Londres, lejos de Escocia, todo hubiera sido mucho más fácil, pero tuve
que pensar en algo diferente. Tu hermano reaccionó a mi carta anónima tal
como había sospechado que lo haría. Pero tu comportamiento no podía
preverlo, Sinjun. No podía imaginar que persuadirías a tu gran amor a huir
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
21
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Dos días después Sinjun fue a la habitación de la tía Arleth. Nadie había
entrado en el recinto desde que ella había encontrado a la muerta. Nada
indicaba que allí había tenido lugar una tragedia, pero el personal evitaba
acerarse a la puerta.
Sinjun cerró la puerta despacio y miró alrededor. Vio enseguida signos
de que MacDuff había buscado la prueba de la ilegitimidad de Colin sin
encontrarla. Aún tenía que estar aquí, a no ser que tía Arleth hubiera in-
ventado toda la historia, y Sinjun no creía que hubiera mentido sobre eso.
Buscó metódicamente, pero después de veinte minutos seguía sin
encontrar nada especial. No tenía idea de lo que estaba buscando, pero
esperaba reconocerlo cuando lo viera.
Tras otros veinte minutos de búsqueda ya estaba dispuesta a admitir que
la tía Arleth tan sólo había fantaseado.
Se sentó en el sillón delante de la chimenea y cerró los ojos.
¿Qué aspecto podría tener esa prueba?
De pronto, sintióse anegada de calor, de un calor picante y pulsante que
la hizo levantarse de la silla de inmediato.
Se quedó completamente inmóvil, preguntándose qué diablos estaba
ocurriendo, hasta que de pronto comprendió que Jane de las Perlas
intentaba ayudarle. Fue directamente a las largas cortinas de brocado que
llegaban hasta el suelo en el lado este del dormitorio, se arrodilló y levantó
la orla. En ella había algo cosido. Tiró del hilo con cuidado, el cosido se
soltó y cayó un pequeño fajo de cartas atado con una cinta de satén verde
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
descolorida.
Eran cartas amarillentas de un lord Donnally que abarcaban un período
de casi treinta años. La primera estaba escrita hacía casi treinta años, tres
años antes de nacer Colin...
Leyó unas líneas, volvió a doblar la carta presurosamente y la introdujo
de nuevo bajo la cinta. Entonces cogió la última carta, que llevaba una
fecha posterior al nacimiento de Colin.
La tinta negra estaba desteñida, pero la elegante escritura se podía leer.
«Amor mío,
¡Si pudiera ver a mi hijo, cogerlo en mis brazos una sola vez y apretarlo
contra mi corazón! Pero sé que es imposible, como he sabido siempre que
tú nunca podrás ser mía. Pero tú tienes a nuestro hijo. Me doblegaré a tus
deseos y no intentaré volver a verte. Si me necesitas, siempre estaré aquí
para ti. Espero y deseo que tu marido deje de ser cruel y no te haga daño...»
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe
La novia secreta – Catherine Coulter
Espe