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El sistema nervioso es el amo del control y la comunicación del organismo.

Cada pensamiento, acción o


emoción es un reflejo de su actividad. Se comunica con las células del organismo mediante impulsos
eléctricos, que son rápidos y específicos y generan respuestas casi instantáneas. Para desempeñar su
papel, el sistema nervioso cuenta con tres funciones que se solapan entre sí (Figura 7.1): (1) como un
centinela, utiliza sus millones de receptores sensitivos para observar los cambios que tienen lugar tanto
dentro como fuera del organismo. Estos (NUESTROS OBJETIVOS, continuación) 228 cambios se
denominan estímulos y la información recogida se llama aferencias sensitivas. (2) Procesa e interpreta
las aferencias y decide qué hacer en cada momento, proceso conocido como integración. (3) A
continuación emite una respuesta activando músculos o glándulas (efectores) mediante las eferencias
motoras. Un ejemplo ilustrativo de cómo actúan conjuntamente estas tres funciones: cuando estamos
conduciendo y vemos un semáforo en rojo en nuestro camino (aferencia sensitiva), el sistema nervioso
integra esta información (la luz roja significa “parar”) y envía la respuesta motora a los músculos de la
pierna y el pie derechos, de modo que el pie derecho se dirige al pedal del freno (la respuesta). El
sistema nervioso no trabaja solo para regular y mantener la homeostasis del organismo; el sistema
endocrino es el siguiente sistema controlador en importancia. Mientras que el sistema nervioso
funciona con rápidos impulsos eléctricos, los órganos del sistema endocrino producen hormonas que se
secretan a la sangre. Por este motivo es característico del sistema endocrino que sus efectos tarden más
en producirse. Organización del sistema nervioso Sólo tenemos un sistema nervioso, pero es tan
complejo que resulta difícil considerarlo en su conjunto. Así pues, para simplificar su estudio, se divide
según la estructura (clasificación estructural) o la actividad (clasifi- cación funcional). A continuación se
reseñan brevemente estas dos clasificaciones, y sus relaciones se muestran en la Figura 7.2. No es
necesario memorizar en este punto toda la clasificación, pero, a medida que se avance en la descripción,
es importante “captar” las partes principales y cómo se relacionan entre sí. Esto hará que el aprendizaje
posterior sea más sencillo, a medida que avance el capítulo. Más adelante se repetirán todos esos
términos y conceptos más detalladamente. Clasificación estructural Desde el punto de vista estructural,
todos los órganos del sistema nervioso se clasifican en dos grandes subdivisiones: el sistema nervioso
central y el sistema nervioso periférico (véase la Figura 7.2). El sistema nervioso central (CNS) está
compuesto por el encéfalo y la médula espinal, que ocupan la cavidad dorsal del organismo y actúan
como los centros de mando e integración del sistema nervioso. Interpretan la información sensitiva
aferente y emiten instrucciones de acuerdo con las experiencias pasadas y las condiciones del
momento. El sistema nervioso periférico (PNS), la parte del sistema nervioso fuera del CNS, está
compuesto básicamente por los nervios que nacen del encéfalo y de la médula espinal. Los nervios
espinales transportan impulsos desde y hacia la médula espinal. Los pares craneales transportan
impulsos desde y hacia el encéfalo. Estos nervios son cables de comunicación que unen todas las partes
del organismo transportando los impulsos desde los receptores sensitivos hasta el CNS y desde el CNS
hasta las glándulas o los músculos efectores. En las páginas posteriores de este capítulo se abordan en
detalle los órganos que componen el CNS y el PNS. Clasificación funcional La clasificación funcional se
ocupa tan sólo de las estructuras del PNS. Se clasifica en dos subdivisiones principales (véase la Figura
7.2). La división sensitiva o aferente consiste en nervios (compuestos por fibras nerviosas) que
transportan impulsos hacia el sistema nervioso central desde los receptores sensitivos situados en
distintas partes del organismo. Las fibras sensitivas que transportan los impulsos de la piel, los músculos
esqueléticos y las articulaciones se denominan fibras sensitivas (aferentes) somáticas (de soma, cuerpo),
y las fibras que transmiten impulsos de las vísceras se denominan fi- bras sensitivas viscerales o
aferentes viscerales. La división sensitiva mantiene al CNS continuamente informado de todo lo que
sucede dentro y fuera del organismo. Capítulo 7: El sistema nervioso 229 7 Eferencias motoras Receptor
sensitivo Efector Encéfalo y médula espinal Integración Aferencias sensitivas FIGURA 7.1 Funciones del
sistema nervioso. La división motora o eferente transporta los impulsos desde el CNS hasta los órganos
efectores: músculos y glándulas. Estos impulsos activan los músculos y las glándulas, es decir, efectúan
(provocan) una respuesta motora. La división motora se subdivide a su vez en dos partes (véase la Figura
7.2): 1. El sistema nervioso somático nos permite controlar conscientemente (o voluntariamente) los
músculos esqueléticos. Por ello, a esta subdivisión se la suele denominar sistema nervioso voluntario.
Sin embargo, no toda la actividad muscular controlada por esta división motora es voluntaria. Los
reflejos de los músculos esqueléticos, como el reflejo de retirada por ejemplo, se ponen en marcha
automáticamente por parte de esas mismas fibras. 2. El sistema nervioso autónomo (ANS) regula
funciones automáticas o involuntarias, como la actividad del músculo liso y cardiaco y de las glándulas.
Esta subdivisión, denominada habitualmente sistema nervioso involuntario, se compone a su vez de dos
partes, el simpático y el parasimpático, que característicamente provocan efectos contrarios. Lo que uno
estimula, el otro lo inhibe. Se describirán más adelante. Aunque resulte más sencillo estudiar el sistema
nervioso en función de sus subdivisiones, hay que tener en cuenta que estas subdivisiones sólo se
establecen por conveniencia. Es importante recordar que el sistema nervioso actúa como una unidad
coordinada, tanto estructural como funcionalmente. ¿LO HAS ENTENDIDO? 1. Nombra los componentes
del CNS y los del PNS. Véase la respuesta en el Apéndice D. Tejido nervioso. Estructura y función Aunque
es complejo, el tejido nervioso está compuesto básicamente por dos tipos de células: las células de
soporte y las neuronas. Células de soporte A las células de soporte del CNS se las aúna bajo el nombre
de neuroglía (literalmente, “pegamento nervioso”). La neuroglía incluye muchos tipos de células, que
generalmente sirven de soporte, aislamiento y protección a las delicadas neuronas (Figura 7.3). Además,
cada uno de los tipos de neuroglía, denominados también simplemente glías, o células gliales, posee
otras funciones especiales. La neuroglía del CNS incluye las siguientes células: • Astrocitos: células
estrelladas muy abundantes, responsables de aproximadamente la mitad del tejido nervioso. Sus
numerosas prolongaciones tienen extremos engrosados que se adhieren a las

Neuronas Anatomía Las neuronas o células nerviosas están muy especializadas en la transmisión de
mensajes (impulsos nerviosos) de una parte del organismo a otra. Aunque hay notables diferencias
estructurales entre los distintos tipos de neuronas, muchas características son comunes a todas ellas
(Figura 7.4). Todas tienen un cuerpo o soma, que contiene el núcleo y es el centro metabólico de la
célula, y una o más prolongaciones alargadas que parten del soma. Soma El soma es el centro
metabólico de la neurona. El núcleo, transparente, contiene un nucleolo prominente. El citoplasma que
rodea al núcleo contiene todas las organelas habituales, excepto centriolos (lo que confirma la
naturaleza amitótica de la mayoría de las neuronas). El retículo endoplasmático rugoso, denominado
sustancia de Nissl, y las neurofibrillas (filamentos intermedios importantes para el mantenimiento de la
forma celular) son especialmente abundantes en el soma.

Sistema nervioso central Durante el desarrollo embrionario, el CNS aparece inicialmente como un
simple tubo, el tubo neural, que se extiende a lo largo del plano medio dorsal del embrión. A la cuarta
semana el extremo anterior del tubo neural comienza a expandirse, iniciándose así la formación del
encéfalo. El resto del tubo neural, posterior al encéfalo, se convierte en la médula espinal. El canal
central del tubo neural, ininterrumpido entre el encéfalo y la médula espinal, se agranda en cuatro
regiones del cerebro para formar unas cámaras denominadas ventrículos (véase la Figura 7.18 a y b; pág
250) Anatomía funcional del encéfalo La apariencia del encéfalo de un adulto, muy poco espectacular,
ofrece pocas pistas de sus impresionantes capacidades. Consiste en unos dos puñados generosos de
tejido gris rosado, arrugado como una nuez y con la textura de gachas de avena frías. Pesa alrededor de
kilo y medio. Como el encéfalo es la masa de tejido nervioso más grande y compleja de todo el
organismo, se estudia habitualmente dividiéndolo en sus cuatro regiones principales: hemisferios
cerebrales, diencéfalo, tronco encefálico y cerebelo (Figura 7.12).

Hemisferios cerebrales Los dos hemisferios cerebrales (el izquierdo y el derecho) forman el cerebro
constituyen la parte superior del encéfalo y son mucho más grandes que las otras tres regiones
encefálicas juntas. De hecho, a medida que los hemisferios cerebrales se desarrollan y crecen, rodean y
ocultan a la mayor parte del tronco encefálico, de modo que muchas estructuras del tronco encefálico
sólo se pueden observar en un corte sagital. Si imaginamos una seta, cuyo sombrero tapa el extremo
superior del pie, tendremos una buena imagen de cómo los hemisferios cerebrales cubren el diencéfalo
y la parte superior del tronco encefálico (véase la Figura 7.12). Por toda la superficie de los hemisferios
cerebrales aparecen crestas elevadas de tejido denominadas circunvoluciones (o gyrus en latín, plural
gyri; “giros, torbellinos”) separadas por depresiones profundas llamadas surcos (sulcus, plural sulci,
“surcos” hechos con el arado). En menor número, también hay depresiones más hondas denominadas
cisuras (Figura 7.13a), que separan grandes regiones del encéfalo. Muchas de las cisuras y
circunvoluciones constituyen importantes marcas anatómicas. Los hemisferios cerebrales están
separados por una única cisura muy profunda, la cisura interhemisférica. Otras cisuras y surcos dividen
cada hemisferio cerebral en varios lóbulos, denominados según el hueso craneal situado por encima
(véase la Figura 7.13a y b). Cada hemisferio contiene tres regiones fundamentales: una corteza
superficial de sustancia gris, de color gris en el tejido cerebral vivo; la sustancia blanca, interna, y los
núcleos basales, islas de sustancia gris situadas en lo profundo de la sustancia blanca. A continuación se
explican estas regiones. Corteza cerebral El lenguaje, la memoria, la lógica y la respuesta emocional, así
como la conciencia, la interpretación de las sensaciones y el movimiento voluntario, son funciones de las
neuronas de la corteza cerebral y se han identificado muchas de las áreas funcionales de los hemisferios
cerebrales (Figura 7.13c). El área somatosensitiva primaria está situada en el lóbulo parietal, detrás de la
cisura de Rolando (o surco central). Los impulsos transmitidos desde los receptores sensitivos del
organismo (excepto aquellos provenientes de los sentidos especiales) se localizan y se interpretan en
esta región cerebral. El área somatosensitiva primaria nos permite reconocer el dolor, el frío o un toque
suave. Como ilustra la Figura 7.14, todo el cuerpo está representado en el área sensitiva, de arriba
abajo. Esta representación espacial se denomina homúnculo sensitivo (de homunculus, “hombrecito”).

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