Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
En una puesta “libertaria” del clásico, Norman Briski pone en tela de juicio la versión de Ricardo III
brindada por Shakespeare.
https://www.clarin.com/teatro/teatro-norman_briski-ricardo_iii-caliban-
shakespeare_0_H1QbWwFDmg.html
Ricardo III, según Briski, es un instrumento para la indagación de los procedimientos que
construyen “lo social histórico”, categoría que el director, adaptador, autor esgrime una y otra vez
para dar cuenta de varios proyectos teatrales. Es la línea que mantiene con distintos grupos de
actores -varios de ellos alumnos de sus talleres—que subsiste, por ejemplo, hasta sus recientes El
Barro se subleva, o Vidé, la muerte móvil. En estos casos el teatro es el territorio para desarticular
Ricardo III, de Shakespeare, es, al igual que Hamlet, una marca del teatro occidental. Y esta versión
se apropia de algunas líneas de la obra solo para lanzar las propias. Por ejemplo, se fuga de los
problemas de traducción, porque en la versión de Briski queda en pie solo cierta musicalidad del
condición paródica de las convenciones teatrales. ¿Ricardo III fue el asesino, déspota, hábil en la
batalla que retrata el dramaturgo inglés? ¿O fue el creador de dos universidades y uno de los
protectores más importantes del teatro? ¿O todo eso junto? Para Briski y su equipo fue un
Hay un trazo de la “urgencia por decir” en el espectáculo. No solo por la desprolijidad que reina en
escena, abigarrada de recursos, con músicos, entre ellos, un gaitero. Además los actores, entre
ellos, Laura Gargiulo, incursionan en varios roles. El espacio escénico funciona como una pasarela.
Allí desfila esta caótica composición de Ricardo III que incursiona en datos alternos a la
historiografía oficial como, por ejemplo, los parásitos que fueron descubiertos recientemente
donde fue enterrado el cuerpo mutilado de Ricardo III. Hoy ese lugar es un garaje privado. Eso
FICHA
Músicos: German Cunese, Pedro Gelardi, Luciano Andres Pereyra, Emiliano Virasoro
Calificación: Buena
https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/10-35921-2015-06-28.html
Por María Daniela Yaccar
Norman Briski se metió tanto en la piel de Ricardo III que habla, por momentos, con la precisión de
un historiador, y, por otros, como si aquél hombre hubiese sido un amigo o pariente. Menciona
detalles tales como el número de flechas que le dio la muerte y se detiene, también, en los móviles
más íntimos del rey. Su visión sobre este monarca de pésima reputación es absolutamente
diferente a la que propone el clásico de Shakespeare. Briski es un provocador. “Ricardo III es un
desesperado, un alterado. No tiene buena relación con su cuerpo, con su cara, porque tiene la
potencia de la fealdad. Todo lo que hace es porque tiene ganas de reparar algo. Lo que hace es
extraordinario: es un luchador en contra del Estado. No le interesa el Estado para nada. Es un gran
tema y nadie lo quiere agarrar. Pareciera que es imposible un lugar sin Estado. Si existe la
democracia va a ser porque no hay Estado”, opina.
RIIIcardo se presenta los domingos a las 18 en Caliban (México 1428), con Sergio Barattucci en el
rol principal, la actriz Laura Gargiulo y los músicos Germán Cunese, Luciano Pereyra, Pedro
Gelardi y Emiliano Virasoro. Como en otras obras del director, la técnica ocupa un lugar importante.
“Tenemos una relación de amor con la máquina”, desliza el director y autor del espectáculo, que
está viviendo un momento especial: a los 77 años será papá de gemelas, motivo por el cual
ingresó al Guinness. “Son cosas privadas, no sé mucho. De teatro soy bastante entendido, por eso
de esas cosas prefiero no hablar tanto. No de la sexualidad que es más tabú y tan linda, sino de las
vinculaciones: todo lo que digas de lo que pasa detrás del árbol va a volver, como chisme. Lo que
hago siempre es difundir la información para que no me saquen fotos en la azotea, como sucedió.
Le han dado 50 pesos a la portera para que me saque fotos. Doy la primicia para que no crean que
soy un aristócrata que vive en un castillo. Es exótico, el rating se basa en eso. No tanto en que
Scioli vaya a gobernar a alguien, sino en cómo patinan con la señora.”
–¿Por qué dice que ésta es una “versión libertaria” de Ricardo III?
–El lucha en contra de su propia monarquía, que lo manda a la guerra. No es un guerrero, sino un
guerrillero que busca la paz. Hay algo que falla en la obra, con toda seguridad. Se piensa que es
un amante de la guerra, porque él mismo dice: “yo extiendo la guerra”. Pero yo hago teatro, no
formulaciones de conducta. El tipo piensa así y hace otra cosa. Cambia, como casi todos nosotros.
Yo ni siquiera reflexionaba con Perón, que ha sido un hombre buscando las instituciones y el
Estado, no la revolución. Apoyé ese movimiento porque tenía estadios anarquistas. Porque había
alegría, mayorías, y porque no entendíamos qué significaba el espanto del Estado. Países con
fronteras e intereses y no con afectos con la otra comunidad. Este Ricardo sabe que va a durar
poco. Que no quiere durar.
–¿Cómo llegó a la conclusión de que Ricardo III es un guerrillero que no quiere un Estado?
–Nosotros fuimos a la información histórica, genealógica. ¿Por qué lo hicieron así? ¿Maligno y
maldito? Entre las Dos Rosas se echaron la culpa de todo. En diez años, les cortaron la cabeza a
86 príncipes. ¿Quién corta todo eso? ¿Quién funda las universidades más importantes de
Inglaterra? ¿Quién es protector del teatro? Ricardo III. Era un libertario en contra de su propia
monarquía. Terminó con la monarquía de su época. Corta cabezas para que no lo maten a él. Con
su bandita, su barrabrava. Lo querían mucho, el sector del norte lo adoraba. Se metía en la
taberna, no le tenía miedo a nada y estaba con la gente. Era cordial. No tenía tanto protocolo.
Sabían que en la batalla era un alegre homicida. No estaba en ninguna atalaya. A él lo mataron con
flechas y, después, lo re cagaron a palos. Con una bronca... Yo me la agarré con Shakespeare por
varias razones. Con Tato hicimos La gran marcha (sobre el general romano Cayo Marcio). Aprendí
mucho, yo la dirigí. Después me encuentro con Otelo, estudiando lo mismo, grandes guerreros.
Otelo, que era negro, no iba a llegar a la monarquía como tal. Y quería. Coriolano no. Quería era ir
a joder a la guerra, una tradición de los hombres. Se vive más intensamente en la guerra que en la
casita con el jardincito.
–La primera escena revela lo escatológico del personaje. ¿Es para hacerlo más humano?
–Uy... ¡si te enterás lo escatológico de los franceses no vas más a Francia! En el Palacio de
Versalles no tenían un solo baño. Cuando te enterás de las pulgas que sacan del cuchillo que tiene
Ricardo en la ingle... se descubrió que tenía parásitos. Hoy en día eso pasa en el campo. Pero esta
gente vivía con esas cosas encima. Se sabe muy bien que la arquitectura del castillo tenía una
letrina para todos.
–Ah, no sabe bien. Dice cosas muy contradictorias. No tiene idea de cómo podría gobernar, no
quiere eso. Quiere desafiar a lo que le han hecho. Me agarra medio tristeza... porque a él lo han
deshecho. Los ingredientes familiares son como para estar muy resentido, pero no son los que lo
preocupan más. Tuvo un hijo con Ana, que murió. Shakespeare dice cualquier pavada, porque
estuvo casado con Ana. Después se fue con el otro. Ricardo podría haber estado más divertido,
jodiendo, con un hijo, con caballos, esas cosas. Mi hija cabalga y la pasamos fenómeno en todo
ese ciclo en que ella quería estar y hablar con los caballos. Ricardo III era un atrevido. Como militar
era un desastre, no conducía. Se mataba solo. Las cuatro flechas que encontraron en el cuerpo se
las clavaron porque perseguía a un oficial. Se entusiasmó con cagar a uno. Salió de la fila, se fue
detrás de él y lo agarraron. Tenía más soldados, tendría que haber ganado esa batalla. Le doy una
vuelta de tuerca diciendo que habló con la madre antes, que le viene a decir “morite, me estás
cagando la vida”. El tipo en la corte tenía muy mala fama, y ella estaba perdiendo prestigio. La
suya es una madre que quiere estar ligada al poder. Bravísima. Armó un ejército en el norte, por las
suyas, lleno de franceses. Entonces no existía el patriotismo. Nace con Stalin.
–Vamos a ver si llegamos. Nos juntamos el miércoles que viene. Tato está grande, yo no tanto,
pero necesitamos ayuda de afuera. El Tato está delicioso. Cuando entra a escena dice cualquier
cosa que se le ocurre, ya se despojó de ciertos criterios de la conciencia. Podemos tener
discusiones bastante serias. Inclusive este Ricardo me trae temas como: “¿A vos qué te pasa?
¿Sos un asesino?”. Me han dicho de todo. Que soy un violento. Somos de la época en que la
violencia se originó como buscando la justicia del esclavo. Yo, estando en el privilegio, asumo la
negritud. Soy negro.
–¿Adhiere al mito de que Shakespeare trabajaba para la corte?
–No, eso es mucho; pero él sabía que si jodía mucho, El Globo no existía. El trabajaba para el
público, era muy del comercio el momento. Se dedicó a las monarquías como tema, con alguna
cosa loca por ahí. Cuando escribió Ricardo III buscaba la revisión. Hay que ver que otros intereses
tenía. A mi manera de olfatear tenía presiones en la competencia. Quería agarrar el mejor actor de
la época y todo lo demás. No se puede creer cómo Shakespeare ha capturado la conducta
humana. A eso, tres mil sombreros.
–Hay aspectos en algunos. Por ejemplo, en Felipe Varela, un tipo que está en el poder, porque es
jefe de policía, tiene sentido de la justicia, es un federalista, “déjense de joder, rebano la cabeza,
chau”. Ricardo III era un compañero de batalla como ningún otro, te iba a defender con todo, y es
un devenir del poder. Las contradicciones de Shakespeare están siempre en el poder. Edmundo,
de Rey Lear, es el más increíble personaje que yo jamás haya leído. Una persona incapaz de sentir
afecto. Ricardo III la tiene clarísima con eso, y es una observación de Shakespeare, una grandeza.
Ricardo le dice a Ana que moriría por ella, y que ella es incapaz de morir por alguien. El tipo que
tiene un discurso así es tomado por psicópata. Yo sé quién es Videla. ¿Qué tiene de psicópata?
Nada. Es un normal total. Los peligrosos son los normales.
Al teatro llego por vía familiar, porque mis tías eran Berta
Singerman, Paulina Singerman… También de origen eslavo:
rusas, y trabajaban en el cine en esa época. Y venían a
Córdoba al teatro-comedia. Y mi padre el negocio que tenía
era de arañas. Y llevaba las arañas al teatro para las
escenas. Entonces yo iba al teatro casi todos los días.
Recorriste bastante.
Yo creo que no. Pero bueno, puede ser que alguien quiera
vender La fiaca por ahí…
Y volviste al país.
Y volvimos acá.
Este articulo fue realizado por periodistas profesionales y cuenta con Editor responsable. Te
agradecemos que quieras compartirlo pero te solicitamos que lo hagas desde este link: Un heroico
asesino honesto - URL: "https://www.lanacion.com.ar/1803588-un-heroico-asesino-honesto -
Suscribite al periodismo de calidad - Copyright © LA NACION