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San Pablo comenzó su actividad de evangelización cristiana en Damasco y Arabia.

En el año 40 marchó a Jerusalén y allí conoció a San Pedro. Conoce entonces a Bernabé.
Bernabé acude a Tarso y se lleva a Pablo a Antioquia, donde pasaron un año
evangelizando. Antioquia se convierte en el centro de los cristianos convertidos desde el
paganismo. Aquí surge por primera vez la denominación de cristianos para los
discípulos de Jesús.
Este periodo de doce años (45-57) fue el más activo de su vida. Comprende tres
grandes expediciones apostólicas de las que Antioquia fue siempre el punto de partida y
que terminaron por una visita a Jerusalén.

Capítulo 6
SUS VIAJES MISIONEROS

El primer viaje1

. En su primera expedición sus compañeros fueron Bernabé y Juan


Marcos, el sobrino de Bernabé. Se fueron primero a Chipre. Estaba a ochenta millas al
sudoeste de Seleucia, el puerto de Antioquia, y pudieron llegar a ella en el mismo día en que
dejaron a esta última ciudad, centro de sus operaciones.

Chipre.- Después de pasar por toda la isla, del oriente al


occidente, evangelizando, llegaron a Pafo, su ciudad
principal, Pafo era el centro del culto de Venus, la diosa del
amor, la cual se dijo haber nacido de la espuma del mar en
este mismo sitio, y su culto se caracterizó por el libertinaje y
la disolución. Fue en pequeño la pintura de Grecia, sumida
en la decadencia moral, Pafo fue el asiento del gobierno
romano también, y en la silla proconsular sentábase un
hombre, Sergio Paulo, cuyo carácter noble, pero
absolutamente falto de una fe sólida, demostraba la
ineptitud de Roma en aquella época para satisfacer las
mayores necesidades de sus mejores hijos. En la corte
proconsular, jugando con la credulidad del investigador,
prosperaba un hechicero judaico, llamado Elimas, cuyas
artes formaron el cuadro de las más bajas miserias a que
el carácter judaico pudo descender. Toda la escena fue una especie de miniatura del mundo,
cuyos males habían salido a curar los misioneros. Pablo redujo al hechicero judaico a la
vergüenza, convirtió al gobernador romano, y fundó en la ciudad una iglesia cristiana en
oposición al templo griego.

Cruzaron el mar hasta Perge, población a la mitad de la


costa meridional de Asia Menor; luego pasaron hacia el norte, cien millas en el continente, y

1 La Vida de San Pablo. James Stalker


entonces hasta el este, hasta un punto casi directamente al norte de Tarso. Esta ruta les
condujo por una especie de semicircuito, por los distritos de Panfilia, Pisidia, y Licaonia, que
tocan por el oeste y norte con Cilicia, la provincia natal de Pablo.

- En Perge, punto de partida de la


segunda mitad del viaje, una desgracia aconteció a la expedición:
Juan Marcos desertó de sus compañeros y partió para su hogar.
Puede ser que la nueva posición asumida por Pablo le ofendió,
aunque su generoso tío no sintió tal enemistad por aquello que fue la
ordenanza de la naturaleza y la de Dios. Pero es más probable que la
causa de su separación fuera el desmayo producido por la intuición
de los peligros que había de encontrar. Más allá de Perge se levantaban las cimas cubiertas
de nieve del monte Tauro, que habían de penetrar por estrechos desfiladeros en los que debían
cruzar, por débiles puentecillos, rápidos-torrentes, y en donde los castillos de los ladrones,
que velaban para prender a los viajeros, estaban escondidos en posiciones tan inaccesibles,
que aun los ejércitos romanos no habían podido exterminarlos. Cuando estos peligros
preliminares hubieron sido vencidos, la perspectiva de más allá no fue más atractiva. El país
al norte del Tauro era una vasta mesa más elevada que las cumbres de las más altas montañas
de Inglaterra, contaba con lagos solitarios, masas irregulares de montañas y extensiones de
desierto, donde la población era ruda y hablaba una variedad casi infinita de dialectos. Estas
cosas llenaron de terror a Marcos y le hicieron volverse. Pero sus compañeros, llevando sus
vidas en la mano, iban adelante. Para ellos era suficiente saber que allí había una multitud de
almas que perecían y que necesitaban la salvación de que ellos eran los heraldos. Y Pablo
conoció que allí había una porción de su propio pueblo esparcida en estas distantes regiones
de los paganos.

Entraban en una ciudad tan quieta y secretamente como


dos extranjeros cualesquiera, que alguna mañana pasasen por una de nuestras poblaciones.
Su primer cuidado era conseguir alojamiento, y luego tenían que buscar trabajo, porque
trabajaban en su ocupación donde quiera que se hallaran. Nada podía ser más común. ¿Quién
había de pensar que este hombre, cubierto del polvo del camino, yendo de la puerta de un
fabricante de tiendas a la de otro, buscando trabajo, estaba llevando el porvenir del mundo
bajo su capa? Cuando el sábado llegara, cesarían de trabajar, como los otros judíos de la
ciudad, y se reunirían en la sinagoga. Participarían en cantar los Salmos y en orar con los
otros adoradores, y escucharían la lectura de las Escrituras. Después de esto el presbítero,
quizá, preguntaría si alguno tenía palabra de exhortación que pronunciar. Esta sería la oportu-
nidad de Pablo. Se levantaría y con mano extendida comenzaría a hablar. Desde luego el
auditorio reconocería los acentos del rabí educado, y la nueva voz ganaría su atención.
Considerando los pasajes que habían sido leídos, pronto se juntaría con la corriente de la
historia judaica hasta hacer el anuncio sorprendente de que el Mesías, esperado por sus padres
y prometido por sus profetas, había llegado ya, y que el que hablaba había sido enviado entre
ellos como su apóstol. Entonces seguiría la historia de Jesús: era cierto que había sido
rechazado por las autoridades de Jerusalén y crucificado, pero podía demostrarse que esto
había acontecido de acuerdo con las profecías, y que su resurrección de la muerte era una
prueba infalible de que había sido enviado por Dios. Ahora había sido exaltado a ser Príncipe
y Salvador para dar a Israel arrepentimiento y remisión de los pecados. Fácilmente podemos
imaginar la sensación que produciría tal sermón de tal predicador, y el murmullo de conver-
saciones que se levantaría de entre los congregantes después de su separación de la sinagoga.
Durante la semana sería el tema de conversación en la ciudad, y Pablo estaría listo para
platicar en su trabajo o en los momentos desocupados de la tarde, con cualquiera que deseara
recibir más informes.
El siguiente sábado la sinagoga estaría llena, no de judíos solamente, sino también de
gentiles que tendrían curiosidad de ver a los extranjeros. Y Pablo ahora descubriría el secreto
de que la salvación por Jesucristo era, tanto para los gentiles como para los judíos. Esta sería
generalmente la señal para que los judíos contradijeran y blasfemaran, y volviéndose de ellos,
Pablo se dirigiera a los gentiles. Pero entre tanto el fanatismo de los judíos se excitaría, y
levantarían a la gente o asegurarían el interés de las autoridades contra los extranjeros; y en
un tempestuoso tumulto popular, o por decreto de las autoridades, los mensajeros del
evangelio serían arrojados de la ciudad. Tal aconteció en Antioquia de Pisidia, su primera
estación en el interior del Asia Menor, y fue después muy frecuente en la vida de Pablo.

Algunas veces no escaparon con tanta facilidad. En Listra, por ejemplo,


se encontraron entre paganos rudos, que al principio quedaron tan encantados con las
palabras atractivas de Pablo y tan impresionados con la apariencia de los predicadores, que
les tomaron por dioses, y estuvieron al punto de ofrecerles sacrificio, .Esto llenó a los
misioneros de tal horror que rechazaron las intenciones de la multitud con violencia. Una
repentina revolución sucedió en el sentimiento popular, y Pablo fue apedreado y arrojado de
la ciudad aparentemente muerto.
Cuando eran arrojados de una ciudad, iban a otra. Y por malo que fuera su éxito algunas
veces, no abandonaban una ciudad sin dejar tras ellos una pequeña compañía de convertidos,
tal vez unos pocos judíos, algunos prosélitos y cierto número de gentiles.

Aun en Listra, donde la derrota pareció ser completa, un pequeño grupo de corazones
fíeles se reunió alrededor del cuerpo) molido del apóstol fuera de las puertas de la ciudad.
Eunice y Loida estuvieron allí con sus ministraciones tiernas, y el joven Timoteo, al mirar
aquella cara pálida y sangrienta, sintió que su corazón estaba unido para siempre con el héroe
que había tenido el valor de sufrir hasta la muerte por su fe.

El pueblo de esta región formó parte de las iglesias de Galacia, vemos en la epístola
dirigida a ellos la clase de amor que le tenían. Se llenaron de gozo y del Espíritu Santo, y el
avivamiento se extendió por todas partes con gran rapidez hasta que la palabra publicada por
las pequeñas comunidades cristianas se oyó por los declives del Tauro y los valles del Cestro
y Halis.

Las ciudades mencionadas en su itinerario son Antioquia en Pisidia, Iconio, Listra y


Derbe; pero cuando en la última de ellas había acabado su curso, y el camino se le abrió para
descender por las puertas de Cilicia a Tarso y de allí a Antioquia, prefirió volver por el camino
por donde había ido. A pesar de los peligros más inminentes volvió a visitar todos estos
lugares, para ver otra vez a sus amados convertidos y consolarles en presencia de la
persecución; y ordenó presbíteros en todas las ciudades para que velaran sobre las iglesias
durante su ausencia.
Al fin, los misioneros bajaron de estos terrenos altos a la costa, y navegaron
a Antioquia, de donde habían salido. Cansados con el trabajo y los sufrimientos, pero llenos
de gozo por su buen éxito, aparecieron entre aquellos que los habían enviado y que sin duda
los habían seguido con sus oraciones. Como exploradores que volvían de encontrar un nuevo
mundo, relataron los milagros de la gracia que habían presenciado en el mundo desconocido
de los paganos.

Primer viaje de San Pablo2 COMPLEMENTO


La siguiente parada es Antioquia. San Pablo y Bernabé embarcan en Páfos hacia Galacia, r
egión de Asia menor, hogar de los Gálatas. Allí volverá a predicar, provocando la ira de las
comunidades judía de la zona, que además arrastrarán a los gentiles en contra de San Pablo
y su acompañante. Esto es debido a que al ver San Pablo que los judíos no querían escuchar
sus predicaciones, les dijo que les dejaba y se iba a predicar a los gentiles (Hechos, 13, 47-5
2). A partir de este punto, las mujeres acomodadas de la zona, pasarán a ser instrumentos de
los judíos para perjuicio de los Apóstoles. De Antioquia de Pisidia, la ciudad gálata donde s
e encontraban, saldrán precipitadamente hacia Iconia, otra ciudad de la zona.
Allí San Pablo realiza algunas curaciones. Algunos paganos toman a Pablo por un Dios y le
hacen sacrificios. Los judíos irrumpen en esta escena antes de que San Pablo y Bernabé pue
dan deshacer el entuerto y provocan reacciones violentas en los gentiles, los cuales llegan a
la lapidación de San Pablo, el cual se salva milagrosamente de morir. (Hechos, 14, 13-20)
Nuevamente, los dos viajeros se encaminan a la siguiente ciudad: Derbe. Allí obtendrán un
éxito notable con sus predicaciones.
Tras esto, San Pablo y Bernabé volverán al punto de partida.

2 Bibliografía
- Voz San Pablo en wikipedia.org.
- Orlandis, José; Historia de la Iglesia. La Iglesia Antigua y Medieval.
- geocities.com/leydeamor/bibliamapas.html
- Voz San Pablo en enciclopediacatolica.com
- Voz San Pablo en ewtn.com
- comayala.es
http://www.gecoas.com/religion/historia/antigua/sigloI-F.htm (vi: 7 de febrero del 2016, 11 am.)
CITA BÍBLICA DESDE EL CAP 13 DE LOS HECHOS.

Bernabé y Saulo comienzan su primer viaje misionero

13 Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé,


Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con
Herodes el tetrarca, y Saulo.
2
Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a
Saulo para la obra a que los he llamado.
3
Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.

En Chipre:

Los apóstoles predican en Chipre


4
Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí
navegaron a Chipre.
5
Y llegados a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos.
Tenían también a Juan de ayudante.
6
Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto mago, falso profeta, judío,
llamado Barjesús,
7
que estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este, llamando a Bernabé y a
Saulo, deseaba oír la palabra de Dios.
8
Pero les resistía Elimas, el mago (pues así se traduce su nombre), procurando apartar de la
fe al procónsul.
9
Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los ojos,
10
dijo: !!Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda
justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?
11
Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y no verás el sol por
algún tiempo. E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y tinieblas; y andando
alrededor, buscaba quien le condujese de la mano.
12
Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina
del Señor.

En Antioquía de pisidia.

Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia


13
Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; pero
Juan, apartándose de ellos, volvió a Jerusalén.
14
Ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia; y entraron en la sinagoga un día
de reposo[a] y se sentaron.
15
Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga
mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el
pueblo, hablad.
16
Entonces Pablo, levantándose, hecha señal de silencio con la mano, dijo:

Varones israelitas, y los que teméis a Dios, oíd:


17
El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros padres, y enalteció al pueblo, siendo
ellos extranjeros en tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella.
18
Y por un tiempo como de cuarenta años los soportó en el desierto;
19
y habiendo destruido siete naciones en la tierra de Canaán, les dio en herencia su
territorio.
20
Después, como por cuatrocientos cincuenta años, les dio jueces hasta el profeta Samuel.
21
Luego pidieron rey, y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por
cuarenta años.
22
Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He
hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo
quiero.
23
De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a
Israel.
24
Antes de su venida, predicó Juan el bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de
Israel.
25
Mas cuando Juan terminaba su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo él; mas
he aquí viene tras mí uno de quien no soy digno de desatar el calzado de los pies.
26
Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios, a
vosotros es enviada la palabra de esta salvación.
27
Porque los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, no conociendo a Jesús, ni las
palabras de los profetas que se leen todos los días de reposo,[b] las cumplieron al
condenarle.
28
Y sin hallar en él causa digna de muerte, pidieron a Pilato que se le matase.
29
Y habiendo cumplido todas las cosas que de él estaban escritas, quitándolo del madero, lo
pusieron en el sepulcro.
30
Mas Dios le levantó de los muertos.
31
Y él se apareció durante muchos días a los que habían subido juntamente con él de
Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo.
32
Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros
padres,
33
la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está
escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy.
34
Y en cuanto a que le levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo
así: Os daré las misericordias fieles de David.
35
Por eso dice también en otro salmo: No permitirás que tu Santo vea corrupción.
36
Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de
Dios, durmió, y fue reunido con sus padres, y vio corrupción.
37
Mas aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción.
38
Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de
pecados,
39
y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es
justificado todo aquel que cree.
40
Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas:
41
Mirad, oh menospreciadores, y asombraos, y desapareced;
Porque yo hago una obra en vuestros días,
Obra que no creeréis, si alguien os la contare.
42
Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el
siguiente día de reposo[c] les hablasen de estas cosas.
43
Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron
a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles, les persuadían a que perseverasen en la gracia de
Dios.
44
El siguiente día de reposo[d] se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios.
45
Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo
decía, contradiciendo y blasfemando.
46
Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era
necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no
os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.
47
Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo:
Te he puesto para luz de los gentiles,
A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra.
48
Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron
todos los que estaban ordenados para vida eterna.
49
Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia.
50
Pero los judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas, y a los principales de la
ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites.
51
Ellos entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, llegaron a Iconio.
52
Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo.

Pablo y Bernabé en Iconio

14 Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal
manera que creyó una gran multitud de judíos, y asimismo de griegos.
2
Mas los judíos que no creían excitaron y corrompieron los ánimos de los gentiles contra
los hermanos.
3
Por tanto, se detuvieron allí mucho tiempo, hablando con denuedo, confiados en el Señor,
el cual daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos
de ellos señales y prodigios.
4
Y la gente de la ciudad estaba dividida: unos estaban con los judíos, y otros con los
apóstoles.
5
Pero cuando los judíos y los gentiles, juntamente con sus gobernantes, se lanzaron a
afrentarlos y apedrearlos,
6
habiéndolo sabido, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a toda la región
circunvecina,
7
y allí predicaban el evangelio.
Pablo es apedreado en Listra
8
Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento,
que jamás había andado.
9
Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser
sanado,
10
dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo.
11
Entonces la gente, visto lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua
licaónica: Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros.
12
Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la
palabra.
13
Y el sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y guirnaldas
delante de las puertas, y juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios.
14
Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre
la multitud, dando voces
15
y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes
a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo
el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay.
16
En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos;
17
si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y
tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones.
18
Y diciendo estas cosas, difícilmente lograron impedir que la multitud les ofreciese
sacrificio.
19
Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la multitud, y
habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.
20
Pero rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y al día siguiente salió
con Bernabé para Derbe.
21
Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos,
volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía,
22
confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y
diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de
Dios.
23
Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los
encomendaron al Señor en quien habían creído.

El regreso a Antioquía de Siria


24
Pasando luego por Pisidia, vinieron a Panfilia.
25
Y habiendo predicado la palabra en Perge, descendieron a Atalia.
26
De allí navegaron a Antioquía, desde donde habían sido encomendados a la gracia de
Dios para la obra que habían cumplido.
27
Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho
Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles.
28
Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos.

El concilio en Jerusalén

15 Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis


conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.
2
Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se
dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles
y a los ancianos, para tratar esta cuestión.
3
Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria,
contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos.
4
Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y
refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.
5
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es
necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.
6
Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto.

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