Está en la página 1de 11

EL APOSTOL SANTIAGO NOS HABLA HOY

Comentarios a las Lecturas de las Cartas del Apóstol Santiago 1,1-11 a la


4, 1-10
Preparado y editado por Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
www.caminando-con-jesus.org

“Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de


manera que se engañen a ustedes mismos”. (Santiago 1, 22-23). La Palabra
de Dios, pasa ahora a indicar los deberes principales del hombre para con esa
Palabra.

Durante la sexta y séptima semana de este tiempo ordinario, el Apóstol


Santiago nos trae una interesante catequesis, homilías de estilo sinagogal típica
de primeras asambleas judeocristianas del siglo I, no obstante nos hablan hoy
como una catequesis muy actual, ya que nos demanda una seria reflexión sobre
como vivimos nuestra fe cristiana.
En el seno de las comunidades cristianas primitivas existían, a pesar de su
ardiente fe en Cristo, desigualdades sociales. Estas daban ocasión a envidias y
a injusticias entre ricos y pobres. Muchos ricos se creían dispensados de hacer
obras buenas en favor del sector necesitado de los cristianos e incluso negaban
el salario al obrero y esclavizaban al justo.
Santiago, habiéndose enterado de este estado de cosas, escribió su carta, en la
que se propone dar ánimos a los fieles víctimas de las injusticias sociales y
exhortar a ricos y pobres a una vida más conforme con los principios cristianos.
Esto le lleva a inculcar a los cristianos debilitados el cumplimiento de las obras
de caridad, de las que se consideraban dispensados.
Por este motivo, la carta de Santiago contiene una serie de normas morales
inspiradas en los libros Sapienciales del Antiguo Testamento. Tiene la forma de
una instrucción o de una exhortación moral. El autor parece mirar a las
dificultades de orden moral y social, sobre todo a una cierta tensión existente
entre los pobres y los ricos. El fin principal de la carta de Santiago sería, por lo
tanto, recordar la enseñanza auténtica del Evangelio acerca de la riqueza y de
la pobreza, de la paciencia en soportar las pruebas y de la paz social.
Tanto en el sermón de la Montaña como en la carta de Santiago se manifiesta el
mismo espíritu y se habla en términos análogos de la paciencia cristiana y de la
alegría en los sufrimientos; de los pobres, que heredarán el reino; del perdón de
los pecados, del cumplimiento de la palabra oída, de los misericordiosos, que
obtendrán misericordia; del perfeccionamiento de la Ley por la caridad. Se
condena el mal uso de las riquezas y del juramento. En una palabra, el autor de
la carta se muestra embebido en las ideas de la primitiva catequesis cristiana.
Santiago persigue en su carta un fin eminentemente práctico, y, por lo tanto, no
expone de un modo sistemático las verdades de fe. Sin embargo, su epístola
encierra elementos doctrinales de suma importancia para el dogma católico.
Santiago afirma expresamente la unidad de naturaleza en Dios, pero no se
alude en ningún lugar a la trinidad de personas. Dios es creador inmutable de
los astros y de los hombres. Es omnipotente y dueño de toda la actividad
humana; es autor de todo bien, especialmente de la sabiduría, de la
regeneración y de la revelación profética Dios es sumo bien, del cual no puede
provenir el mal, sino toda clase de bienes. Dios es el padre de los hombres, que
escucha sus oraciones, perdona sus pecados y les da su gracia. Para Dios,
todos los hombres son hermanos, que han de amarse como tales. Dios es el
legislador y juez soberano, que puede salvar y condenar; pe-ro su juicio será
misericordioso para aquellos que han hecho misericordia.
Los seres humanos serán salvados no por la sola fe, sino por la fe unida con la
caridad fraterna. Esta caridad se ha de manifestar en las obras, es decir, en la
ayuda material, en la misericordia, en la oración mutua, en la amonestación
espiritual, en la abstención de la maledicencia y de las querellas, en el pago del
salario a los empleados. Consistirá, en una palabra, en la práctica del
Evangelio. En las pruebas y en el dolor, que pueden venir incluso sobre los
justos, el hombre debe pedir a Dios la ciencia de saber sufrir porque Dios
premiará los dolores sufridos por El.
A continuación están las lecturas que van desde el lunes de la sexta semana
hasta el martes de la séptima semana y luego una meditación sobre lo que nos
dice Santiago, como modo de ayuda para desde este explicación, hacer una
propia desde la experiencia de nuestra propia vida de fe y respecto a las
exhortaciones morales que el apóstol nos propone.
Lunes, 6ª semana, Santiago 1,1-11
Santiago, al presentarse como siervo de Dios, quiere significar que su persona,
su vida, su autoridad, vienen como a constituir una especie de servicio, de
ministerio religioso, de acto de culto en honor de Dios y de Jesucristo. Santiago
envía a los cristianos afligidos un mensaje de alegría. Esos cristianos son
designados por nuestro autor con la expresión hermanos. Es una expresión
llena de ternura y afecto, que es bastante empleada en la carta del apóstol. Los
cristianos aplicaban este título a todos los convertidos, incluso a los gentiles;
porque, para el cristianismo, la fraternidad no proviene de la nacionalidad —
como sucedía en el judaísmo —, sino de la fe.
Lectura de la carta de Santiago.
Santiago, servidor de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la
Dispersión. Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean sometidos a
cualquier clase de pruebas, sabiendo que nuestra fe, al ser probada, produce la
paciencia. Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que
ustedes lleguen a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada. Si a
alguno de ustedes le falta sabiduría, que la pida a Dios, y la recibirá, porque El
la da a todos generosamente, sin exigir nada en cambio. Pero que pida con fe,
sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar levantadas y
agitadas por el viento. El que es así no espere recibir nada del Señor, ya que es
un hombre interiormente dividido e inconstante en su manera de proceder. Que
el hermano de condición humilde se gloríe cuando es exaltado, y el rico se
alegre cuando es humillado, porque pasará como una flor del campo: apenas
sale el sol y calienta con fuerza, la hierba se seca, su flor se marchita y
desaparece su hermosura. Lo mismo sucederá con el rico en sus empresas.
Palabra de Dios.
Comentario
Empieza hoy la proclamación de la Carta de Santiago. Este documento puede
ser considerado como un conjunto de exhortaciones dominadas por dos
preocupaciones principales: por una parte, revelar a los pobres el valor de
prueba que tiene la angustia por la que están pasando y, de modo paralelo,
revelar a los acomodados el sentido del peligro que se encuentra en sus
riquezas, y, por otra parte, poner en guardia a todos contra una fe que no se
traduzca en obras prácticas de misericordia.
El clima de sabiduría veterotestamentaria y las perspectivas típicamente judías
están iluminados, aunque no de un modo demasiado directo, por la luz
proyectada por Cristo. Este género literario encuentra dificultades para plegarse
al estilo epistolar, aunque comienza con el encabezamiento clásico de las cartas
apostólicas; la Carta de Santiago se comprende mejor como una homilía de
estilo sinagogal típica de primeras asambleas judeocristianas del siglo I.
El pasaje, recoge el encabezamiento y el comienzo de la exhortación
introductoria que será retomada de distintos modos en el cuerpo de la carta. Los
temas señalados son el carácter providencial de la prueba, la necesidad de la
oración para alcanzar la sabiduría y para saber moverse en medio de las
dificultades de la vida así como el carácter ilusorio de la riqueza.
Martes, 6ª semana, Santiago 1,12-18
Después de hablar de la utilidad de las pruebas para perfeccionar al hombre
moralmente y obtenerle la bienaventuranza eterna, pasa ahora Santiago a
instruir a los fieles sobre las tentaciones propiamente dichas.
Santiago no intenta dar aquí un análisis completo de la tentación, sino que
recuerda simplemente, por una parte, la incompatibilidad de Dios y del mal, y,
por otra, la entera responsabilidad del pecador. El autor sagrado pone en
guardia al fiel que ya ha pecado, contra una excusa fácil de la falta cometida.
Lectura de la carta de Santiago.
Queridos hermanos: Feliz el hombre que soporta la prueba, porque después de
haberla superado, recibirá la corona de Vida que el Señor prometió a los que lo
aman. Nadie, al ser tentado, diga que Dios lo tienta. Dios no puede ser tentado
por el mal, ni tienta a nadie, sino que cada uno es tentado por su propia
concupiscencia, que lo atrae y lo seduce. La concupiscencia es madre del
pecado. Y éste, una vez cometido, engendra la muerte. No se engañen,
queridos hermanos. Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y
desciende del Padre de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra
de declinación, Él ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que
seamos como las primicias de su creación.
Palabra de Dios.
Comentario
Esta fragmento puede constituir la parte final de la exhortación introductoria con
un tema en el que insistirá el cuerpo de la carta: “Feliz el hombre que soporta la
prueba”. El tema de la prueba o tentación está recogido en este versículo con el
mismo carácter positivo de los primero versos, allí se subrayaba la necesidad de
que las cosas preciosas sean probadas y la importancia que tiene para los
cristianos la oportunidad de ser incitados a alcanzar la perfección de la obra. La
proclamación de una bienaventuranza está destinada a los que entran en un
camino que, al comienzo, requiere esfuerzo y paciencia, y sólo en un segundo
momento conduce a algo grande.
No carece de finura psicológica la descripción de la labor lenta y continua de la
concupiscencia, que lleva adelante la “prueba” mediante el halago y la
seducción. El mal, que ha conseguido entrar en el hombre a través de la
seducción y el halago, da a luz el pecado, y éste, a su vez, engendra la muerte.
La finalidad de estas consideraciones no parece ser llevar a cabo una
meditación sobre la naturaleza de Dios, sino más bien una revelación de lo que
la pureza divina engendra en nosotros. En efecto, como es propio de la fuente
luminosa comunicarse, nosotros somos partícipes de la irrigación divina, rica no
sólo de luz iluminadora, sino determinada por la voluntad, capaz de engendrar
“mediante la Palabra de la verdad” (que es el Evangelio, según Col 1,5).
Miércoles, 6ª semana, Santiago 1, 19-27
Después que Santiago ha hablado de la Palabra de Dios, pasa ahora a indicar
los deberes principales del hombre para con esa Palabra. En primer lugar hay
que saber escucharla. El Evangelio exige nuestra cooperación. Santiago
exhorta a los fieles a no querer instituirse en seguida como maestros, sino antes
aprender bien y meditar profundamente la Palabra de Dios.
Lectura de la carta de Santiago.
Tengan bien presente, hermanos muy queridos, que debemos estar dispuestos
a escuchar y ser lentos para hablar y para enojarnos. La ira del hombre nunca
realiza la justicia de Dios. Dejen de lado, entonces, toda impureza y todo resto
de maldad, y reciban con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es
capaz de salvarlos. Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con
oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos.
El que oye la Palabra y no la practica se parece a un hombre que se mira en el
espejo, pero en seguida se va y se olvida de cómo es. En cambio, el que
considera atentamente la Ley perfecta, que nos hace libres, y se aficiona a ella,
no como un oyente distraído, sino como un verdadero cumplidor de la Ley, será
feliz al practicarla. Si alguien cree que es un hombre religioso, pero no domina
su lengua, se engaña a sí mismo y su religiosidad es vacía. La religiosidad pura
y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste en ocuparse de los
huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en no contaminarse con
el mundo.
Palabra de Dios.
Comentario
Este fragmento se inserta en el segmento más amplio delimitado por los que se
articulan, desde el punto de vista literario, en tres tiempos: empiezan con una
exhortación de estilo directo y prosiguen con algunas consideraciones de tipo
sapiencial y de carácter impersonal.
A pesar de esta estructura, la conexión de las ideas no es demasiado inmediata,
y obedece más a un estilo rabínico de acercamiento de conceptos diferentes
que al desarrollo lineal de una idea: en los diferentes aspectos de la “Palabra
revelada” podemos señalar un pensamiento de fondo: la Palabra nos engendra
para ser los primeros frutos de las obras de Dios; esa Palabra, sembrada en
nosotros, tiene la capacidad de salvar nuestras almas y, llevada a cumplimiento
en las obras concretas, nos conduce a la experiencia de la bienaventuranza
evangélica.
Aparecen aquí con claridad huellas de catequesis bautismal. Se plantea aquella
libertad que es prerrogativa de la ley nueva, tema entrañable a Pablo (Rom
3,27; 16,15; 7,1; Gal 4,21 ss). O sea, y recogiendo las expresiones del prólogo
de Juan, que nos parecen también muy adecuadas en este contexto: los que
han recibido en el bautismo el don de haber sido engendrados como hijos han
recibido la iluminación de la fe y la habilitación para obrar: “Estos son los que no
nacen por vía de generación humana, ni porque el hombre lo desee, sino que
nacen de Dios” (Jn 1,13).
Jueves, 6ª semana, Santiago 2, 1-9
El autor sagrado ha hablado en el capítulo anterior de cómo el hombre no sólo
ha de limitarse a escuchar la palabra divina, sino a ponerla en práctica mediante
una fe laboriosa. El cristiano ha de obrar siempre en conformidad con su fe. Por
eso pasa ahora a hablar de la acepción de personas, considerándola como
incompatible con la fe de Cristo.
Lectura de la carta de Santiago.
Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan
acepción de personas. Supongamos que cuando están reunidos, entra un
hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra
otro pobremente vestido. Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le
dicen: «Siéntate aquí, en el lugar de honor», y al pobre le dicen: «Quédate allí,
de pie», o bien: «Siéntate a mis pies», ¿no están haciendo acaso distinciones
entre ustedes y actuando como jueces malintencionados?
Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de
este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha
prometido a los que lo aman? Y sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre!
¿No son acaso los ricos los que los oprimen a ustedes y los hacen comparecer
ante los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman contra el Nombre tan
hermoso que ha sido pronunciado sobre ustedes?
Por lo tanto, si ustedes cumplen la Ley por excelencia que está en la
Escritura:"Amarás a tu prójimo como a ti mismo", proceden bien. Pero si hacen
acepción de personas, cometen un pecado y son condenados por la Ley como
transgresores.
Palabra de Dios.
Comentario
Con un ejemplo vivo y concreto, que afecta al aspecto cotidiano de la vida
comunitaria, ilustra Santiago lo que debemos entender por una fe activa. Está
marcada por una connotación esencial: la capacidad para acoger al pobre. La fe
auténtica no rechaza a nadie por el aspecto con el que se presenta, no se deja
impresionar por él. Es significativo señalar que el término empleado,
favoritismos, corresponde al utilizado por Pablo en Rom 2,11 y Col 3,25 a
propósito de Dios para indicar que no tiene preferencias personales. Sólo quien
se comporta con esa ecuanimidad tiene una fe recta en Jesús, a quien se le
atribuye el título, tal vez litúrgico, de “Señor de la gloria”
El ejemplo que aparece en los versículos muestra, por el contrario, lo fácil que
resulta también para los cristianos honrar a las personas importantes y
despreciar, sin embargo, al pordiosero, es decir, al que está necesitado de todo.
No es éste el modo de obrar de Dios. Santiago lo recuerda introduciendo lo que
dice con un verbo muy importante: “Escuchen, hermanos muy queridos”.
Escuchen, presten atención a los caminos de Dios, que no son los vuestros.
Dios prefiere a los pobres “que le aman” y que, de este modo, pueden llegar a
ser “ricos” en la fe. Encontramos aquí un eco de la primera bienaventuranza (Mt
5,3), que recoge un tema muy querido en toda la Biblia. Santiago no habla, en
efecto, de la pobreza material como condición para la elección divina, ni de la
riqueza como motivo de condena. Al rico se le reprueba cuando sus bienes se
convierten en motivo de injusticia con el pobre. Esa opresión es equiparada a
una blasfemia contra el “Nombre tan hermoso”; probablemente, se trata de una
referencia al nombre de Jesús, que todo cristiano lleva desde el momento de su
bautismo. Con él ha sido injertado en la vida nueva, cuya única ley es el amor
que abarca de manera indistinta a cada hombre, porque en cada uno de ellos
está Cristo; en el momento del juicio (Mt 25,31-46), se nos preguntará
precisamente si hemos sabido reconocerlo. Este será el mejor fruto de la divina
sabiduría en nosotros.
Viernes, 6ª semana, Santiago 2, 14-24. 26
El tema de las relaciones entre la fe y las obras es el punto central de la carta
del apóstol Santiago. En el capítulo anterior ha enseñado Santiago que no basta
con escuchar la palabra, sino que hay que cumplirla. También ha insistido en
que no se puede creer en Cristo y ser aceptador de personas. Ahora pasa a
desarrollar la tesis de que la fe sin las obras es incapaz de salvarnos.
Lectura de la carta de Santiago.
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras?
¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un
hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: «Vayan
en paz, caliéntense y coman», y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo
mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente
muerta.
Sin embargo, alguien puede objetar: «Uno tiene la fe y otro, las obras». A ése
habría que responderle: «Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en
cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe». ¿Tú crees que hay un
solo Dios? Haces bien. Los demonios también creen, y sin embargo, tiemblan.
¿Quieres convencerte, hombre insensato, de que la fe sin obras es estéril?
¿Acaso nuestro padre Abraham no fue justificado por las obras, cuando ofreció
a su hijo Isaac sobre el altar? ¿Ves como la fe no estaba separada de las obras
y por las obras alcanzó su perfección? Así se cumplió la Escritura que dice:
"Abraham creyó en Dios y esto le fue tenido en cuenta para su justificación", y
fue llamado "amigo de Dios". Como ven, el hombre no es justificado sólo por la
fe, sino también por las obras. De la misma manera que un cuerpo sin alma está
muerto, así está muerta la fe sin las obras.
Palabra de Dios.
Comentario
La carta prosigue su reflexión sobre la relación fe-obras. No se trata tanto de dar
una definición de la fe en sí misma -una realidad bien conocida por los cristianos
de la comunidad de Santiago- como de mostrar que ésta no puede existir sin
manifestarse en una acción consecuente. En su argumentación apremiante y
repleta de preguntas que implican la escucha, Santiago pone el ejemplo de esos
creyentes que presumen de despedir en paz a los hermanos menesterosos de
todo sin ofrecerles lo que necesitan. ¿No es acaso esto algo absurdo? Eso
mismo es también la fe sin obras. Es un cadáver. La fe y las obras son
inseparables. En efecto, no es suficiente una fe proclamada sólo de palabra. La
afirmación de la carta es muy fuerte y siempre actual. No basta con que alguien
diga que cree para que sea cristiano: también los demonios creen por
conocimiento intelectual “que hay un solo Dios”, pero eso puede correr el riesgo
de seguir siendo precisamente sólo una fe “diabólica”. El creyente, como
Abrahán, atestigua con sus obras lo que conoce, porque -lo remacha una vez
más Santiago- “así está muerta la fe sin las obras”, es como un cuerpo
inanimado.
El pasaje en cuestión ha dado pie a las más diversas interpretaciones y
controversias, en especial a partir de la lectura que hizo Lutero, contraponiendo
el pensamiento de Santiago al de Pablo. Los exégetas actuales están de
acuerdo en sostener que se trata, sin embargo, de formulaciones
complementarias que nacen de mentalidades y posiciones diferentes. Pablo (cf.
Rom 4,2ss y 3,28) tiene ante sí a judeocristianos que buscan la salvación en las
“obras de la Ley”. A éstas contrapone Pablo la salvación obrada por Cristo y
acogida en la fe. Santiago subraya, en cambio, la necesidad de que la fe no se
quede en una teoría, sino que se exprese de modo activo y laborioso. Este es el
mensaje que hoy nos vuelve a proponer la Palabra y sobre el que nos pide que
nos interroguemos.
Sábado, 6ª semana, Santiago 3, 1-10
Las instrucciones y exhortaciones que siguen no tienen ningún nexo especial y
directo con lo que antecede. Recuerdan, sin embargo, lo que ya había dicho el
autor sagrado en 1:19.26; 2:12. Santiago enseña que todos los cristianos deben
refrenar la lengua, pero principalmente los maestros, los cuales han de ejercitar
su ministerio docente mediante la lengua y han de procurar que sus palabras
estén llenas de sabiduría y de prudencia. De ahí que el autor sagrado trate de
refrenar la ambición de los cristianos de querer constituirse en maestros de los
demás. El oficio de enseñar está lleno de peligros por la dificultad en custodiar
la lengua. Las faltas de la lengua pueden ser causa de un juicio más severo por
parte de Dios.
Lectura de la carta de Santiago.
Hermanos, que no haya muchos entre ustedes que pretendan ser maestros,
sabiendo que los que enseñamos seremos juzgados más severamente, porque
todos faltamos de muchas maneras. Si alguien no falta con palabras es un
hombre perfecto, porque es capaz de dominar toda su persona. Cuando
ponemos un freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan,
dominamos todo su cuerpo.
Lo mismo sucede con los barcos: por grandes que sean y a pesar de la
violencia de los vientos, mediante un pequeño timón, son dirigidos adonde
quiere el piloto. De la misma manera, la lengua es un miembro pequeño y, sin
embargo, puede jactarse de hacer grandes cosas.
Miren cómo una pequeña llama basta para incendiar un gran bosque. También
la lengua es un fuego: es un mundo de maldad puesto en nuestros miembros,
que contamina todo el cuerpo, y encendida por el mismo infierno, hace arder
todo el ciclo de la vida humana. Animales salvajes y pájaros, reptiles y reces de
toda clase han sido y son dominados por el hombre.
Por el contrario, nadie puede dominar la lengua, que es un flagelo siempre
activo y lleno de veneno mortal. Con ella bendecimos al Señor, nuestro Padre, y
con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios. De la misma
boca salen la bendición y la maldición. Pero no debe ser así, hermanos.
Palabra de Dios.
Comentario
Prosiguiendo el examen de la raíz profunda de los problemas eclesiales de su
tiempo, se detiene Santiago en el de la veracidad en el hablar, tema que formula
como control de la “lengua”. La fe se manifiesta en el obrar y también en el
decir. De hecho, hablar con verdad y coherencia es, para el creyente, signo de
una fe sincera.
Con un estilo sapiencial, afronta el autor sagrado este importante tema y nos
pone en guardia contra la tentación de erigirnos, de manera indebida, en
maestros de otros. La severidad de juicio sobre las palabras (cf. Mt 12,36), de la
cual se nos pedirá cuenta un día, es una señal de la importancia de la lengua,
cuyo buen uso es indicio de perfección, entendida ésta como autocontrol y
como relación correcta con los otros. Los ejemplos del freno en la boca que se
pone al caballo y del timón son muy eficaces: la lengua, aunque es un miembro
pequeño, puede guiar al hombre.
Con la tercera comparación; “De la misma manera, la lengua es un miembro
pequeño y, sin embargo, puede jactarse de hacer grandes cosas”, se traslada la
atención a los peligros de una lengua no controlada. De ella se considera su
poderosa carga destructora. El hablar ambiguo es como un fuego (cf. Prov
16,27), como una llama infernal, que una vez instalada dentro de nosotros
destruye toda la vida. Sorprende la vehemencia con la que el apóstol presenta
el aspecto negativo de la “indomable” lengua, a la que se considera como
malvada e irreductible, “llena de veneno mortal”. Produce, en efecto, una
dolorosa sorpresa que con la misma lengua podamos bendecir al Padre y
maldecir a nuestros hermanos. El texto nos suena duro porque estamos
acostumbrados a reducirlo todo a dimensiones que nos acomoden. Sin
embargo, después de su proclamación, aclamamos: “Palabra de Dios”.
Lunes 7ª semana, Santiago 3, 13-18
En esta parte del capítulo, el autor sagrado expone las cualidades que debe
tener la sabiduría del maestro. Es difícil cumplir la misión de maestro, a causa
de la facilidad con que la lengua desbarra. Sin embargo, este mal connatural
puede ser superado por una conveniente preparación del alma por medio de la
verdadera sabiduría. Esta es la razón de que el autor sagrado pase del abuso
de la lengua a hablar de los peligros de la falsa sabiduría.
Lectura de la carta de Santiago
Hermanos míos: ¿Hay entre ustedes algún sabio y experimentado? Pues
muestre con su buena conducta que sus obras tienen la sencillez de la
sabiduría. Pero si tienen el corazón cargado de envidias y rivalidades, ¿por qué
se enorgullecen y no dicen la verdad?
Semejante sabiduría no procede de arriba, sino que es terrena, sensual,
demoníaca. Porque donde hay envidia y ambición, allí reina el desorden y toda
clase de maldad. En cambio, la sabiduría que procede de arriba es en primer
lugar intachable, pero además es pacífica, tolerante, conciliadora, compasiva,
fecunda, imparcial y sincera.
En resumen, los que promueven la paz, van sembrado en paz el fruto que
conduce a la salvación.
Palabra de Dios.
Comentario
La Carta de Santiago está dirigida a los cristianos procedentes de la sinagoga.
Sus destinatarios son hermanos que se reúnen en asamblea constituyendo
Iglesias. En éstas, eran muchos los que llegaban a ser maestros; por eso, tras
haberlos amonestado para que dominen la lengua, plantea Santiago esta
pregunta: ¿Hay entre ustedes algún sabio y experimentado? El autor
contrapone aquí dos tipos de sabiduría: la de arriba y la terrena; una conduce a
la comunión y la otra a la discordia.
La comunión viene inspirada siempre de arriba, da un buen testimonio y permite
vivir en la dulzura y en la paz. La discordia, en cambio, tiene su raíz en el
corazón del hombre y hace que crezcan los sentimientos de envidia, de
rivalidad, alimentados por la soberbia. Es una sabiduría terrena, mala, que
divide, sugerida por el demonio, e invita a realizar toda clase de acciones
negativas, veladas por un bien aparente. La sabiduría que viene de arriba, en
cambio, obra siempre el bien y es pacífica, tolerante, conciliadora, compasiva,
fecunda, imparcial y sincera. Queda así manifiesto que la paz y la concordia de
una comunidad siembran una semilla que dará fruto en el campo de la justicia
divina.
Martes, 7ª semana, Santiago 4, 1-10
Aquí el autor sagrado pasa a considerar la ambición o el deseo de riquezas,
que, como dice San Pablo 1, es “la raíz de todos los males.” Esa ambición
produce discordias entre los cristianos, por lo cual Santiago arremete contra
esta “auri sacra fames”, esto es la ¡detestable hambre de oro! en todo este
capítulo y en parte del siguiente. En toda esta sección expone las causas que
motivan las discordias entre los cristianos. Por una parte está la envidia de los
pobres; por otra, la avaricia desmesurada de los mercaderes, y, en fin, la
injusticia de los ricos.
Lectura de la carta de Santiago
Hermanos míos: ¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes?
¿No es acaso de las malas pasiones que siempre están en guerra dentro de
ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando;
ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la
guerra; y si no lo alcanzan, es porque no se lo piden a Dios; o si se lo piden y no
lo reciben, es porque piden mal, para derrocharlo en placeres.
¡Gente infiel!, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios?
Por tanto, quien decide ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios. No
piensen que la Escritura dice en vano: “Dios ama celosamente a nuestro espíritu
y nos da su gracia con generosidad”. Por eso dice también la Escritura: “Dios
aborrece a los soberbios y concede su gracia a los humildes”.
Por consiguiente, sométanse a Dios; resistan al diablo y se alejará de ustedes.
Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. Que los pecadores se purifiquen
las manos y se decidan por Dios los indecisos; comiencen ya a lamentar y a
llorar su miseria. Que su risa se convierta en llanto y su alegría en tristeza.
Humíllense ante el Señor y él los enaltecerá.
Palabra de Dios.
Comentario
Tras haber considerado, de manera general, los aspectos negativos que nos
llevan a dividirnos, penetra Santiago de modo más profundo en el corazón de
aquellos que se erigen en maestros de la comunidad. La incorrección de estos
conduce a guerras y contiendas suscitadas por las pasiones de la codicia y de
la posesión, que matan moralmente y suscitan la envidia. ¿Cómo es posible
pensar que se va a obtener lo que se pide si hasta la más pequeña petición está
hecha con estos sentimientos? A ésos sólo les corresponde el título de “¡Gente
infiel!”, esto es, los que aman y son amigos de las cosas del mundo, mientras
que odian y se hacen enemigos de Dios.
Para dar razón de lo que dice, cita el apóstol la Escritura y afirma que es Dios
quien nos otorga el amor en su plenitud y totalidad. De este amor, justamente
definido como “celoso”, parte la llamada a la conversión. No más confusión,
doblez de corazón, compromisos entre el mundo y Dios, sino transparencia y
humildad, a fin de ser reconocidos ante los hombres por lo único que vale ante
Dios. Éste sólo exalta a quien se le somete.
Muchas Bendiciones
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
www.caminando-con-jesus.org
Febrero 2012

Fuentes de estos comentarios: Junto a los comentarios personales, las


lecturas están tomadas de la “Liturgia Cotidiana” de Ediciones San Pablo, para
el estudio y comentario de la Palabra, utilicé los textos de la Biblia Nácar-
Colunga, (SBNC) y/o Biblia de Jerusalén (SBJ). Se han incluidos los
comentarios de la Lectio Divina, Lectio Divina para cada día del año, de Giorgio
Zevini y Pier Giordano Cabra (Eds.)

caminandoconjesus@vtr.net

………………

También podría gustarte