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“Éste es un hombre que dejó a una mujer embarazada y decidió no ser

padre -es un padre egoísta, inhumano y holgazán-. Ésta es una mujer que se
quedó embarazada y decidió no ser madre -es pro-elección” 1

En el caso planteado se está discutiendo el derecho que tiene una


madre de implantarse embriones criogenizados del que fue su marido. Antes
que nada, –y dejando de lado la solución legal del caso que hizo lugar a la
implantación requerida–, se advierte que están en juego una serie de

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elementos a tener en cuenta.
Por un lado, en el caso se encuentran presenta cuestiones vinculadas
con la cultura, costumbres y aspectos de la lingüística (idiomáticas y
terminológicas) con un marcado tiente patriarcal. Es conveniente explicar cómo
se vinculan al caso.
La existencia de un sistema patriarcal caracterizado por la opresión que
sufre la mujer dominada por parte de los hombres, se revela en estos términos
con los movimientos feministas que proclamaban la igualdad de las mujeres.
Esta corriente tiene sus orígenes dos siglos atrás, obteniendo en la actualidad
grandes logros y reconocimientos. Es en virtud de este sistema, el cual con
fundamentos convenientemente establecidos a lo largo de la historia, ha dejado
en manos de la mujer una gran responsabilidad: la de reproducción.
Se trata de un criterio que no tolera un embate argumental lógico en la
actualidad, pero que en ese entonces fue aceptado como un mandato, como si
fuera una función natural de la mujer dentro de la sociedad. La aceptación de
ello fue tal, que se encuentra inmiscuida en todas las instituciones, ideologías,
en la lingüísticas y roles culturales de la sociedad. Resulta difícil oponernos a
una ideología atávica que nunca fue contradicha pero que resulta difícil
sostenerla hoy. Debemos luchar contra siglos de historia escrita para afianzar
las ideologías contemporáneas que se abren paso entre el debilitado sistema
patriarcal.
Es en este contexto donde las más duras y viejas costumbres luchan por
subsistir. Un derecho básico y fundamental que encontró su ámbito de
discusión es el derecho de reproducción. Este derecho también es un deseo
que debe satisfacerse, es una meta impuesta por la sociedad: el hombre nace,
1
Frase extraída de una imagen: “deadbeat dad vs pro choice”.
crece, se reproduce y muere. Además, lleva implícito una serie de derechos
potenciales, cuyo ejercicio depende del derecho a reproducirse: derecho a la
intimidad, a la familia, a la salud, a determinar un plan de vida, espiritual, etc.
Por lo tanto vemos que no se trata simplemente de un derecho más, sino de
uno individual y personal, que involucra derechos personalísimos
irrenunciables.
La realidad supera cualquier tipo de norma previsora, razón por la cual
gozan el carácter de mutabilidad –modificando la interpretación– que es tan

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necesario. Incluso los derechos más característicos de las sociedades
modernas: libertad e igualdad, siguen redefiniendo y ampliando su ámbito.
También la ciencia ejerce continuamente su influencia en las conductas
humanas a través de sus aplicaciones. La ética, la moral y el derecho se valen
de los avances científicos para regular sobre los nuevos descubrimientos:
información sobre cuando se produce la concepción, la fecundación in vitro,
etc.
Las dificultades aparecen al contraponer los antiguos conceptos con las
nuevas corrientes. Las ideas nuevas deben superar un test de admisibilidad
para acoplarse al sistema de pensamiento. Estas deben ser confrontadas con
el resto de las ideas. Una vez hecho esto, sino conforma junto con las demás
un sistema de ideas coherente, debe ser rechazada. Por ello el caso planteado:
–un hombre que se niega a ser padre de una forma no convencional, a través
de la implantación de un ovulo fecundado en estado de congelamiento, con la
que fuera su ex pareja–, requiere una interpretación moderna.
Partiendo de la base expuesta, y conforme al sistema patriarcal, la mujer
pretende desempeñar el rol impuesto: el de ser madre. Lo cierto es que el
sistema esta resquebrajado, lo que fuera una distribución de tareas
convenientemente fijadas en el pasado, hoy deben ser dejadas de lado. Claro
que no es fácil luchar contra la costumbre, el lenguaje y la ideología de un
sistema con raíces tan profundas, parece incuestionable. Pero, por más que
parezca, no se trata de derecho natural en cabeza de la mujer que admita por
sí misma la decisión de establecer cuando ser madre, como tampoco lo es la
obligación de los padres de criarlos.
Sin embargo se presenta un inconveniente más, muy difícil de sortear,
sostenido por las corrientes feministas, tendientes a debilitar con un
fundamento falaz los derechos reproductivos de los hombres: se trata del
cuerpo de las mujeres. Para la posición feminista, el cuerpo es el punto de
apoyo de su defensa, y sobre el cual ejercen soberanía absoluta. Sin embargo
no hay derechos absolutos, reconocer esto implicaría destruir las bases de un
sistema de derecho democrático para sumirse en uno dictatorial.
La defensa planteada, bajo el slogan “mi cuerpo es mío y hago lo que
quiero”2, sufre de algunos inconvenientes. Todo humano puede disponer
libremente de su cuerpo siempre y cuando no estén en juego los derechos de

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otros (art. 19 CN). Los casos de aborto, están limitados a ciertos casos. En el
mismo sentido y de la misma forma opera el principio de la autonomía de la
voluntad.
Por lo tanto, en el caso planteado considero que la solución justa es
velar por la voluntad de ambos padres. El hombre no desea tener un hijo, ni
hacerse cargo de las obligaciones que conlleva. Además hay que valorar la
autonomía de voluntad de un hombre libre y con capacidad suficiente para
decidir que obligaciones contraer y como ejercitar sus derechos.
Solapadamente también se ponen en juego otros derechos sobre los que nadie
se puede arrogar la facultad de modificarlos in audita parte: realización
personal, familia, status económico-social, etc.
En este contexto, atravesado por las corrientes modernas, no parece
justo que una mujer pueda legalmente privar a un hombre de su derecho de ser
padre o forzarlo a serlo contra su voluntad. ¿Es equitativo que la mujer tenga el
derecho absoluto a no ser madre, mientras hombre está obligado a ser padre?
A modo de colofón: la vida no puede comenzar con una sola persona, se
necesitan al menos dos. A partir de allí se forma un plan de ruta que,
independientemente como termine, fue aceptado por ambos. Por lo tanto, para
engendrar un hijo se necesitan dos voluntades en el mismo sentido.

Bibliografía

- Imagenwww.lifenews.com/wpcontent/uploads/2014/01/secularprolife2.jpg
2
Lema de la década de los ´60.
- Artículos subidos a FLACSO.

- “La perspectiva de género.” Marta Lamas.

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