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Las esquinas de Buenos Aires son cada vez más ruidosas

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Los decibeles aumentan año tras año y superan los límites
recomendables

Teresa Bausili
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15 de agosto de 1999

Javier Lovito oye que lo llaman. Voltea la cabeza, pero no hay nadie. Asegura que ya no
puede discernir los sonidos que lo rodean: sirenas, bocinazos, arranques, frenadas, el paso
del tren y la música de las bandas de cumbia que atruena por los parlantes de la disquería
vecina a su lugar de trabajo.

Este joven de 21 años vende panchos y hamburguesas en un local sobre Juan B. Justo y
Santa Fe, la esquina más ruidosa de la ciudad, según revelan mediciones oficiales y
privadas.

Son las 10 y el medidor de los técnicos del Instituto de Seguridad y Educación Vial (ISEV)
marca 104,9 decibeles, 20 más de lo que establece la legislación vigente como máximo
tolerable. Las cifras acusan, además, un crecimiento del 14 por ciento en el mismo lugar con
respecto a 1993, cuando comenzaron los primeros registros.

El aumento de la contaminación sonora es un fenómeno que se registra en toda la ciudad.


Un estudio realizado por el ISEV durante la semana última demuestra que Buenos Aires es
una ciudad cada vez más ruidosa.

Además de Juan B. Justo y Santa Fe, Lima y Garay, Santa Fe y Coronel Díaz, Corrientes y
Pellegrini, Cabildo y Juramento, Pueyrredón y Mitre, Córdoba y Reconquista, Corrientes y
Madero, Rivadavia y Medrano, Salguero entre Libertador y Costanera, y Corrientes y Callao
conforman la lista de las esquinas más ruidosas de la ciudad.

Año tras año, el estruendo se hace cada vez más intenso y se acerca al denominado umbral
del dolor, que es de 120 decibeles.

El panorama se ensombrece si se tiene en cuenta que Buenos Aires -incluidos la Capital y 17


partidos del conurbano- figura entre las 10 ciudades más ruidosas del mundo, según alertan
informes de la Organización Mundial de la Salud.

El triste récord de ruido lo ostentan Hong Kong y San Pablo, con Santiago (Chile) y Buenos
Aires a la par, pisándoles los talones.
En cambio, las urbes europeas están muy por debajo de las primeras posiciones. Una de las
principales razones se debe a que la Comunidad Europea impone estrictos valores límite de
ruido y fomenta la circulación de vehículos de última generación (por ejemplo, 25 camiones
nuevos producen juntos el mismo ruido que un camión a principios de los años 80).

Más grave que la polución

"La contaminación sonora es en Buenos Aires más grave que el peligro del monóxido de
carbono, aunque es un problema al que no se le da la importancia que merece", se lamentó
Eduardo Bertotti, director del ISEV.

"La población porteña posee una sordera muy pronunciada. A veces, cuando hablamos con
personas del interior, nos da la impresión de que hablan en voz baja. Pero la realidad es que
nosotros oímos menos", ejemplificó Bertotti. La exposición cotidiana al estruendo provocado
por autos, motos, colectivos y camiones -principales fuentes móviles de ruido- no sólo puede
provocar disminución de la audición. Los trastornos van desde la simple molestia hasta la
hipoacusia total, pasando por el dolor, la fatiga, las alteraciones del sueño o la pérdida de
memoria, según explicó el otoneurólogo del Hospital Pirovano, Santos Tieso.

El especialista en oído destacó que aquellos que deben soportar ruidos en forma permanente
padecen una sordera particular que se caracteriza por no oír los sonidos suaves y sentir
magnificados los intensos. Además, aparecen los "acúfenos", unos zumbidos que llegan a ser
insoportables. "A largo plazo se producen problemas en las relaciones interpersonales, ya
que la persona afectada se vuelve más agresiva e irritable", concluyó Tieso.

Posibles soluciones

Para el director del ISEV, la única forma de lograr la disminución del ruido pasa por
instrumentar el ordenamiento del tránsito, por un lado, e imponer la revisión técnica
vehicular, por el otro.

En la Capital Federal, por donde circulan a diario 2 millones de vehículos, los controles de
escapes libres y motores ruidosos, entre otros aspectos, sólo rige para el transporte público.
En el resto del país, la obligación corre para todo el parque automotor.

Juliana Marino, presidenta de la Comisión de Transporte y Tránsito de la Legislatura,


informó que la concesión de las plantas de control vehicular no se hará hasta el año próximo.

La Secretaría de Medio Ambiente del gobierno porteño está abocada a actualizar el mapa
sonoro que especifica los niveles de ruido de cada zona.
"Se actúa en cada área en función de los valores establecidos y de los excesos cometidos.
Con el próximo presupuesto vamos a adecuar la capacidad tecnológica para poder operar
mejor", prometió el titular de la cartera, Norberto La Porta. El secretario también adelantó
que el mapa acústico estará a punto en pocos días.

Mientras, en la calle los porteños se comunican a los gritos y el ruido rebota en los edificios,
traspasa las paredes y se cuela en escuelas, hospitales y departamentos.

Javier Lovito llega a su casa, con los oídos perforados por los cientos de picos altos de ruido
que soporta desde las 6. Su pequeña hija llora a los gritos y él solamente quiere relajarse.
Enciende el televisor y sube el volumen al máximo. Sólo así puede escuchar.

Los máximos tolerables

La Nacion acompañó a los técnicos del ISEV en el recorrido por las esquinas más ruidosas
de la ciudad. El decibelímetro, un pequeño aparato que se asemeja a un micrófono, midió el
nivel de la presión sonora, que se expresa en decibeles. Un nivel por encima de los 80
decibeles sumado a una exposición prolongada genera el riesgo de daño auditivo. A partir de
los 100 decibles y hasta los 120 el rango es riesgoso, más allá de la duración. Después se
llega al umbral del dolor.

La legislación vigente sobre calidad del aire fija un máximo para las zonas no residenciales
de 84 decibeles y de 60 para las residenciales.

Por: Teresa Bausili

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