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RESILIENCIA
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permanente a lo largo de toda la vida, y absoluta (sea cual sea la naturaleza de la agresión o
del acontecimiento traumático). Boris Cyrulnik (2006b) nos muestra en sus textos de qué
modo la resiliencia es, por el contrario, algo en gran medida adquirido, que varía conforme va
desarrollándose la existencia y que difiere en función de la naturaleza del estrés. Además, la
invulnerabilidad, al igual que el coping with, solo significa resistencia, y por tanto una
respuesta inmediata. La resiliencia, por el contrario, implica un efecto duradero, un proyecto
de vida; es dinámica, mientras que la vulnerabilidad permanece estática. Además, según
Cyrulnik, la resiliencia es un proceso, un devenir del sujeto que por medio de actos y de
palabras, inscribe su desarrollo en un medio y escribe su historia en una cultura. No se podría,
por tanto, hablar de resiliencia en términos individuales o bien como características o
cualidades innatas.
La creadora del concepto es la psicóloga estadounidense Emmy Werner, tal como se
ha citado anteriormente, quien realizó hacia el año 1955, el seguimiento de un conjunto de
setecientos niños nacidos en los suburbios de una isla del archipiélago de Hawai. Entre ellos
había doscientos que, a la edad de dos años, según la mirada de los investigadores reunían un
conjunto de características para mostrarse asociales, delincuentes o padres maltratadores.
Viviendo en medio de la pobreza y la miseria, eran educados en familias que poseían las
características de ser monoparentales, alcohólicas o con enfermedades consideradas
psiquiátricas, y se encontraban maltratados o carentes de cuidados elementales y de afecto.
Esto les ocasionaría un pronóstico de evolución psicosocial adversa. Werner realizó un
estudio de tipo longitudinal con estos niños durante más de veinte años. Setenta de ellos,
alrededor del 30 por ciento, sin haber contado con el beneficio de cuidados especiales,
lograron realizar una vida plena de sentido. Fue a éstos a los que esta autora llamó resilientes.
No dijo invulnerables porque quería hacer surgir un término nuevo y no inmiscuirse en el
terreno de los psiquiatras, quienes habrían trabajado con los conceptos de vulnerabilidad y/o
invulnerabilidad, antes mencionados (Tomkiewicz, 2004).
Desde la realización de este primer estudio de investigación hubo múltiples autores
que trabajaron con el término resiliencia. Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) destacan a los
siguientes investigadores que usan acepciones que siguen a continuación, las cuales
consideran a este término como:
“El proceso o la capacidad para desarrollar una adaptación exitosa en circunstancias
asociadas con disfunción psicológica y baja competencia”, Rutter, 1987; Fonagy, Steele,
Steele, Higgitt, & Target, 1994 (pág. 17).
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“La capacidad de tener éxito de modo aceptable para la sociedad, a pesar de un estrés
o de una adversidad que implica normalmente un grave riesgo de resultados negativos”,
Vanistendael, 1996 (pág. 17).
“La capacidad de un sujeto para superar circunstancias de especial dificultad, gracias a
sus cualidades mentales de conducta y de adaptación”, Kreisler, 1996 (pág. 17).
“Resiliar es recuperarse, ir hacia delante tras una enfermedad, un trauma o un estrés.
Es vencer las pruebas y las crisis de la vida; es decir resistirlas primero y superarlas después,
para seguir viviendo lo mejor posible. Es rescindir un contrato con la adversidad”, Manciaux
y Tomkiewicz, 2000 (pág. 17).
Por otra parte, por regla general se piensa la resiliencia como proveniente del ámbito
de la psicología. Si bien habría reflexiones psicológicas concernientes a las características de
los sujetos resilientes, como en lo relativo a los factores que permiten su surgimiento,
Tomkiewicz (2004) sostiene que, en realidad, provendría del campo de la salud pública. Este
ámbito tiene la particularidad valiosa, a su entender, de trabajar fenómenos observables,
mensurables y merecedores de un tratamiento estadístico. Asimismo habría cuestiones no
medibles pero igualmente importantes tal como sería lo que se teje en el interior de un
individuo, sus experiencias vividas, su sufrimiento, su historia no sólo objetiva, sino la
reflejada por sus sueños y sus fantasmas.
Luego del estudio de Werner esos niños fueron considerados invulnerables, portadores
de un temperamento especial, fruto de condiciones genéticas especiales y dotados con una
mejor capacidad cognitiva. Sin embargo, la misma investigadora señaló un hecho en la vida
de estos sujetos que se daba sin excepción: todos habían gozado en su desarrollo del apoyo
irrestricto de algún adulto significativo, familiar o no, sobre el que no parecía ejercer
influencia determinante, ningún detalle relativo a las características físicas o intelectuales del
niño. El afecto, el amor recibido, estaba en la base de tales desarrollos exitosos (Tomkiewicz,
2004).
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factores resilientes provenientes de tres niveles diferentes: soporte social (yo tengo),
habilidades (yo puedo) y fortaleza interna (yo soy y yo estoy). De esta forma, a pesar de
organizar los factores de resiliencia en un modelo triádico, incorpora como elemento esencial
la dinámica e interacción entre estos factores.
Por su parte Cyrulnik (2006a) en su libro La maravilla del dolor afirma que desde la
década de 1990, el problema de la resiliencia se orientó hacia el estudio de los factores de
protección, a fin de analizar de qué modo un niño recurre, ante el enorme dolor de la
existencia, a medios de defensa internos, tal como el de la denegación. Esta división del yo en
una parte socialmente aceptable y en otra más secreta permite no percibir una realidad
peligrosa o trivializar una herida dolorosa.
Este autor también sugiere los motivos por los cuales no se estudió a la resiliencia con
anterioridad:
que la resiliencia no haya sido estudiada, a pesar de que todos los facultativos la hayan
constatado, es muy diciente de nuestra cultura, una cultura para la cual los
sobrevivientes siguen siendo sospechosos. Si no murieron con los demás fue porque
pactaron con el agresor. Sólo las víctimas son inocentes. (pág. 14)
Otro motivo estaría dado por la perspectiva del determinismo que resultó ser un
obstáculo. Cyrulnik toma postulados de John Bowlby, destacado autor psicoanalítico quien
desarrolló estudios acerca del apego sobre los cuales se basan varias teorizaciones sobre
resiliencia. Él opinaba, en el artículo L´avènement de la psychiatrie développementale a
sonné (1992) que la psicología reposa sobre un a priori implícito que sugiere que mientras
más dura es la vida de un sujeto más posibilidades habrían de padecer una patología como la
depresión, lo cual él considera que no es cierto. En forma similar Cyrulnik (2006a) afirma que
Desde hace una o dos décadas se acumulan los trabajos que confirman la impresión de
los médicos, que conocen todos historias de casos que son la prueba de que se puede
salir adelante, y de que el porvenir no es tan sombrío cuando se dispone alrededor del
Además, en relación a estas afirmaciones, Cyrulnik detalla tres errores por los cuales
se argumentó la perspectiva determinista:
El primero se debe a que los profesionales sólo reclutan a aquellos que repiten el
maltrato. Descartan a los resilientes que se las arreglan con sus heridas por fuera del
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circuito de ayuda social. Este atajo profesional es totalmente sincero, ya que para
entrar en contacto con los que han salido adelante los especialistas tendrían que
hacerlo por fuera de los lugares de trabajo, donde por lo general no se habla de esas
cosas.
que los padres maltratadores han sido a menudo niños maltratados, no es lo mismo que
atribuye la cultura, lo han hecho surgir. (pág. 18. Cursivas y negritas agregadas)
Esto significa que por este camino se pueden desmantelar ciertos prejuicios
(pág. 188)
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fantasía y lo sublimatorio, en algo hermoso. Ello responde a su visión del ser humano que
estaría constituido como un oxímoron, lo cual, según expone en el libro La maravilla del
dolor (2006a) consistiría en “una figura retórica que consiste en reunir dos términos
antinómicos [que] (…) permite expresar una antítesis” (pág. 21). La noción entonces del
oxímoron no contrapone dos sensaciones si no que, por el contrario, las reúne y se vuelve
característico de una personalidad herida pero resistente, sufriente pero feliz de esperar a
pesar de todo. Un ejemplo de oxímoron sería la expresión la maravilla del dolor.
Un tercer concepto que, según Cyrulnik (2006a), conformaría un aspecto relevante
para determinar el alcance del término resiliencia, sería el de tutor de resiliencia. Teniendo en
cuenta que la resiliencia se teje y que no habría que buscarla solamente en el interior de la
persona, ni en su entorno, sino entre los dos, porque anuda sin cesar un proceso íntimo con el
proceso social, el tutor de resiliencia se trataría de otro que brinda amor incondicional y
también corrige un desarrollo a través de una interacción que se construye como un tejido.
Estos tres conceptos, según Rubén Zukerfeld y Raquel Zonis Zukerfeld, estarían en relación
con la perspectiva psicoanalítica de resiliencia, cuya definición se describirá en el apartado
Nociones y alcances específicos en psicoanálisis del término resiliencia del presente capítulo.
El autor Michael Rutter, un destacado psiquiatra infantil de Gran Bretaña, afirma que
la resiliencia puede variar, tanto en función del tipo de agresión como en función de los
períodos de la vida. Así un mismo niño, resiliente al enfrentarse a la pérdida de sus padres,
quizá se derrumbe frente a algún tipo de situación de abuso. Además él afirma que el origen
de la resiliencia no es nunca puramente intrínseco y que las características de la resiliencia
que él codifica serían “nunca absoluta, variable en función de los riesgos, variable en el
tiempo y siempre de origen simultáneamente intrínseco y epigenético” (Citado en
Tomkiewicz, 2004, pág. 37).
En este mismo sentido otros autores también proponen que no se nace resiliente si no
que se adquiere en el desarrollo dependiendo de ciertas cualidades del proceso interactivo del
sujeto con otros individuos, lo cual sería responsable de la construcción del sistema psíquico
humano (Melillo, Estimatti & Cuestas, 2001).
En cuanto a las cuestiones que giran en torno a las discusiones de lo innato y lo
adquirido Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) nombran nuevamente a Cyrulnik y afirman que
en realidad Cyrulnik –a nuestro entender– liquida la controversia entre los ‘Innatos de
es ‘100% innata y 100% adquirida’. De este modo este prolífico investigador responde
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a los malos usos que puede tener el constructo especialmente en el uso del
la salud ‘porque si es resiliente significa que se arregla muy bien con sus propios
En este mismo sentido otra autora, Alicia Miller (citada en Tomkiewicz, 2004), ingresa
en el planteo de los autores Zukerfeld, al cuestionarse si el constructo resiliencia le da a las
entidades que deben administrar el dinero necesario para la asistencia social y la salud el aval
para afirmar que ciertos sujetos saldrán adelante sin ayuda alguna y que otros, por el
contrario, nunca saldrían del estado en que se encuentran y que no merecerían ser tenidos en
cuenta.
Por otra parte, en cuanto a los ámbitos de aplicación del término resiliencia el autor
Pierre-André Michaud (2004), reflexionando sobre los mismos, dice que existirían cuatro
ámbitos que quizá pudieran reducirse a tres:
- El ámbito biológico: correspondería a las desventajas somáticas congénitas o adquiridas
como consecuencia de una enfermedad o de un accidente.
- El ámbito privado, que se podría subdividir en ámbito familiar y microsocial:
el ámbito familiar: se trataría en el éxito existencial de los niños procedentes
de familias perturbadas, maltratadoras, alcohólicas, ausentes, o bien en un
permanente conflicto violento, capaz de desembocar incluso en el asesinato
(Citado por Tomkiewicz, 2004).
el ámbito microsocial: sería el ámbito en el que la miseria y el hábitat malsano
son los que crean las situaciones adversas, suponiendo una agresión crónica.
- El ámbito histórico o público: estaría representado por la resiliencia frente a las catástrofes,
tanto las de origen natural (temblores de tierra, erupciones volcánicas, inundaciones, ciclones)
como, con mayor frecuencia, las provocadas por el accionar de los hombres (guerras civiles e
internacionales).
Con el paso de los años el término resiliencia se ha ido perfeccionando, o bien, los
autores nos muestran su carácter polisémico, al discernir al menos tres cuadros clínicos de
sujetos llamados resilientes, que según el autor Tomkiewicz (2004), serían los siguientes:
Primer cuadro: agrupa a todos aquellos a quienes se los encuentra viviendo de una
forma autónoma en la sociedad, sin haber pasado por la asistencia en salud mental o la
asistencia social. Un ejemplo sería el de un niño de la calle, quien si quisiera ser oblativo,
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moral y socialmente correcto, corre el grave riesgo de no sobrevivir. Para ser resiliente y
poder sobrevivir, un niño de las calles debe saber robar, huir de la policía e incluso matar. A
los fines de ejemplificar se podría nombrar a una persona conocida en la historia que
corresponde a este primer cuadro; se trataría del narcotraficante Pablo Escobar.
Segundo cuadro: consistiría en los puntos de vista de los estudiosos Emmy Werner
así como el de Stefan Vanistendael. Según este último, “para ser resiliente, no basta con
sobrevivir, ni siquiera con sobrevivir de manera autónoma: es preciso convertirse en un ser
humano moral, incluso oblativo, que consiga hacer el bien a su alrededor” (pág. 40). Una
persona de fama mundial es la cantante Tina Turner, quien habría sido múltiples veces
maltratada por su marido, con quien estuvo casada 16 años, hasta que logró divorciarse y
proseguir con una prestigiosa carrera. En nuestro país otro caso lo ejemplifica la Sra. María
Rosa González, fundadora de la asociación Madres contra el Paco ubicada en el Gran Buenos
Aires, quien fundó esta asociación para luchar contra esa mortífera droga ayudando a los
adolescentes y sus familias, luego de que su hijo estuviera al borde de la muerte en varias
oportunidades.
Tercer cuadro: esta acepción, más restrictiva, indicaría que para merecer el adjetivo
resiliente, ya no basta con ser políticamente correcto si no que sería preciso recobrarse, tener
más éxito que la media de las personas y, a la vez, servir de modelo. Casos históricos estarían
dados por F. D. Roosevelt, Abraham Lincoln y Bill Clinton (Tomkiewicz, 2004). El primero
poseía serias limitaciones físicas, el segundo creció en condiciones infrahumanas similares a
los esclavos de su época, cuya esclavitud luchó por abolir durante su trayectoria política y, por
último, Bill Clinton habría tenido una niñez de carencias y desdichas, tales como la muerte de
su padre antes de que él naciera, alejamiento de su madre por razones de estudios y en el
transcurso de su adolescencia se crió con un padrastro alcohólico, cuyo apellido Clinton
habría adoptado.1
El comienzo del nuevo siglo ha traído nuevos interrogantes y nuevos desafíos en el
área del desarrollo humano, de allí que la autora Francisca Infante (2001) afirme que:
el énfasis de estas reflexiones está en la importancia de promover el potencial humano
En cuanto a los alcances ya descriptos del término resiliencia, haría falta reconocer
que tanto los investigadores Zukerfeld y Zonis Zukerfeld, como Cyrulnik, así como casi todos
los autores citados, recalcan que el origen y el trabajo actual sobre resiliencia no corresponde
exclusivamente al campo de la psicología ni del psicoanálisis. Sin embargo ya se comenzó a
recorrer un camino en ese sentido, sobre todo, en Argentina, desde la incursión de Zukerfeld y
Zonis Zukerfeld en ese campo, aunque no son los únicos.
En otro orden ellos afirman que “la resiliencia hoy en día es una noción
transdisciplinaria” (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld, 2005, pág. 15), y lo manifestarían desde su
prolífico trabajo, que incluye diversas áreas de la salud y la integración teórico-clínica que
han efectuado hasta arribar a las conceptualizaciones actuales sobre resiliencia.
jugará un juego que implicará no sólo señalar repeticiones sino desarrollar una creatividad
como resultado de la involucración intersubjetiva y de cada uno de los integrantes de la pareja
analítica con sus propios procesos primarios y secundarios” (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld,
2005, pág. 78). Asimismo estos investigadores trabajaron sobre las nociones que harían
extensibles los procesos terciarios a todo vínculo intersubjetivo como una modalidad del
psiquismo considerado creador y, de esta forma, concibieron también los procesos resilientes.
Por otra parte el interés de estos autores se ha dirigido a las denominadas locuras privadas de
Green en relación a lo que se ha considerado como lo irrepresentable. Ellos afirman que
“numerosos autores post-freudianos, independientemente de su foco de interés clínico y
teórico … se han ocupado de cuestiones parecidas que tienen en común existir apartadas del
campo de la representación” (pág. 80). Además apuntaron al desarrollo de las consecuencias
psíquicas que conllevarían los procesos terciarios. Desde este enfoque describen creación y
creatividad y afirman que “la mayor y más profunda creación, en el sentido de gestación de lo
nuevo, proviene de darle nombre y posibilidad transformadora a lo irrepresentable, que … es
efecto de lo traumático” (pág. 86).
En relación con lo expuesto Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) definen a la
resiliencia, desde la teoría psicoanalítica, de la siguiente manera:
Desde el punto de vista psicoanalítico definimos la resiliencia como una metamorfosis
una capacidad universal propia de la condición humana: crear e inventar, es decir los
correspondería el uso del concepto” (pág. 18).4 Y, en referencia al segundo término, el de una
evolución contraintuitiva con características de transformación, “implica un proceso psíquico
que se manifiesta en comportamientos determinados que brindan bienestar. En esta valoración
conviene diferenciar el punto de vista del observador del punto de vista del propio sujeto”
(pág. 18). Por lo tanto, teniendo en consideración el evento de eficacia traumática o
disruptiva, y las transformaciones originadas en la subjetividad, la definición de resiliencia
desde el psicoanálisis permitiría describir las distintas modificaciones subjetivas que van
desde un funcionamiento psíquico vulnerable a uno resiliente.
A fines de proseguir con la conceptualización desglosada se afirma que la resiliencia
“implica funcionar en proceso terciario, es decir con la fluidez libidinal necesaria para la
creación de condiciones psíquicas nuevas que capturen y transformen el efecto traumático”
(pág. 39).
Aquí nuevamente se estaría en presencia de la compleja combinación de mecanismos
y procesos psíquicos (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld, 2005) que podrían llevarse a cabo gracias
a que los procesos secundarios no saturarían a los primarios y viceversa, lo que supone la
prosecución de los procesos terciarios. Se podría dar cuenta, mediante la implicación de los
procesos terciarios, de lo escindido o lo irrepresentable para así poder construir lo nuevo.
La última parte del concepto de resiliencia desglosado corresponde al siguiente
extracto: “con la imprescindible existencia de vínculos intersubjetivos”. De este modo se
estaría puntualizando la existencia de los vínculos haciendo referencia tanto a la “presencia
como a su interiorización, pero esta última no es posible si no hubo presencia” (pág. 39).
La dimensión vincular sería de total relevancia para el desarrollo resiliente. Las
nociones de vincularidad ya estaban incluidas como un factor necesario, desde la primera
generación de investigadores, a los fines de construir procesos resilientes. Se había
conceptualizado ya desde los comienzos que el vínculo con alguien significativo que haya
amado incondicionalmente al sujeto es determinante para el surgimiento de la resiliencia en
él.
Para los autores Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) los vínculos intersubjetivos son
tomados como sostén vincular y como modelos de identificación. Además se basan en el autor
psicoanalítico Isidoro Berenstein para afirmar que “El objeto en tanto otro porta algo ajeno
que junto con lo ajeno de lo propio entendemos como lo escindido” (pág. 51). Esta afirmación
guardaría relación con el funcionamiento del aparato psíquico entendido como tercera tópica.
Los dos grandes conjuntos de funciones, que son las de sostén y las de modelo identificatorio,
4 El desarrollo del concepto de situaciones de adversidad figura en el capítulo IV.
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poseen una importancia decisiva para determinar la eficacia patogénica de los sucesos y las
condiciones de vida del sujeto.
El autor mencionado, Isidoro Berenstein, ha sido pionero del psicoanálisis vincular en
Argentina y sus desarrollos sobre configuraciones vinculares han servido de base para otras
teorizaciones que unen el psicoanálisis con lo intersubjetivo, tanto en la Argentina como en
otros países.5 Por lo tanto se podría observar que las teorizaciones sobre resiliencia del
presente trabajo anudarían los conceptos psicoanalíticos más recientes.
fin, como sostuvo Freud durante mucho tiempo, o simultáneamente al fin y al objeto
psicoanálisis (…) 1932?: ‘Llamamos sublimación cierto tipo de modificación del fin y
del cambio del objeto, en el cual entra en consideración nuestra valoración social’.
(pág. 416)
5 Profesora Gigena, M., clase de la cátedra psicoterapia de pareja, grupo y familia, abril de
2011.
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A los fines de poder explicitar las relaciones posibles entre resiliencia y sublimación
Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) describen la existencia de cierto consenso, tanto en
autores psicoanalíticos como en los que no lo son, sobre lo que no es resiliencia. Este
consenso conceptual, además de permitir reforzar la definición psicoanalítica ya expuesta,
afirmaría que el término resiliencia no se trataría de sublimación.
Parece claro que resiliencia no es mera resistencia ni vuelta a un estado anterior de lo
una gran cantidad de energía libre que buscará recrear el objeto de satisfacción en un
movimiento metafórico y complejo que permite tolerar la ausencia objetal y expresar la
creatividad del aparato psíquico (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld, 2005).
En cuanto a la creación los mismos investigadores consideran que
es el producto de la activación de un segundo potencial inconsciente que
denominamos heurístico que solo puede activarse en el vínculo con la presencia del
otro … Es en realidad una construcción colectiva en el sentido de otro a quien decir,
con quien construir un relato y/o realizar una acción transformadora. (pág. 35)
Boris Cyrulnik, autor ya citado anteriormente, de relevancia internacional poniendo de
relieve y en trascendencia al concepto de resiliencia, es psicoanalista, neuropsiquiatra y
etólogo. Él ha publicado escritos en los que describe el proceso resiliente en niños
mayoritariamente. Afirma que la eficacia de este proceso sería mayor en aquellos niños mejor
equipados con el dibujo, la palabra o la comedia. Asimismo la eficacia resiliente o, en
contrapartida, el efecto devastador del trauma, hay que buscarlos también en el discurso social
además del discurso íntimo del niño (Cyrulnik, 2006b). Los niños traumatizados podrían
presentar cuadros opuestos, por un lado la amoralidad y la delincuencia o, por el otro, la
creatividad y la generosidad. Éste último incluye el arte y las sublimaciones.
En el niño la evocación del recuerdo traumático le produce emociones que le generan
la producción de un relato, que según la singularidad del sujeto, puede armar o no. El modo
como reciban los adultos este discurso tendrá influencias en la formación de su personalidad.
Siempre siguiendo al mismo autor (2006b), luego del trauma sería importante que el entorno
proponga ámbitos de expresión. Si el niño vuelca allí sus capacidades intelectuales podría
evitar la neurosis, aunque seguirá siendo la agresión vivida lo que gobierne la mayoría de sus
elecciones. Por otra parte sería necesario mencionar nuevamente que los conceptos de
metamorfosis y oxímoron implicarían procesos de sublimación y producciones simbólicas y
así posibilitar desarrollos resilientes en el sujeto.
En otro orden Cyrulnik (2006b) también relaciona la resiliencia con producciones
simbólicas al afirmar que existiría un trabajo del sueño dormido (sueño biológico) más un
trabajo del sueño despierto (verbal) a los efectos de la incorporación neurológica del trauma.
El sueño rápido, que produce sueños más fantasmagóricos, permite incorporar el
acontecimiento (de orden emocional experimentado durante el día) a las huellas mnémicas.
Serían necesarios el trabajo del sueño y la envoltura afectiva durante los primeros años
después del trauma, dado que la consecuencia del proceso de resiliencia es de orden verbal,
emocional y cerebral.
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del objeto en el que algo ‘es sin serlo’, el tiempo de construcción del espacio no-yo
para que el yo advenga (si es que lo pensamos en términos de yo), o para que el
aquel autor, del intermedio en el que se juegan la fusión y defusión, pasaje que dará
Por otra parte afirma Cyrulnik (2006a) que “se podría observar que el exceso de
estructura de una familia impositiva … le da seguridad al niño. Pero impide su creatividad al
obligarlo a desarrollarse según las directivas prescriptas” (pág. 59). Sin embargo los niños
huérfanos estarían liberados de dichas imposiciones y, si encuentran el entorno que favorezca
la producción de su relato vital, podrían pasar a la categoría de los creadores. Asimismo no
significa que todos los creadores deban sufrir necesariamente. La creación y la felicidad que
conlleva es vivenciada tanto por los niños favorecidos como por los niños que no lo han sido
(Cyrulnik, 2006a).
En este sentido Tulián (2010), estudió a grandes intelectuales y artistas que generaron
obras revolucionarias para su época, es decir, que han sido y son considerados grandes
creadores. Ella encuentra llamativa la presencia de algunos aspectos que persisten en todos
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ellos tales como el desafío y la rebeldía ante las reglas imperantes en la cultura de su
momento histórico y la destacable existencia de pérdidas o duelos importantes, así como el
distanciamiento de las figuras parentales; lo cual, se podría afirmar, habría sido vivenciado
por el sujeto como una situación de adversidad.
Para Zukerfeld y Zonis Zukerfeld (2005) la resiliencia puede ser expresada por un
sujeto gracias a la puesta en marcha de los procesos terciarios, los cuales implican la
creatividad, en un primer nivel, la cual otorgaría la condición de posibilidad de la creación
que se construye con lo escindido. Estos mecanismos darían lugar también “al desarrollo de
prácticas sociales nuevas que ponen en evidencia que lo padecido no es el destino” (pág. 94).