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Una vez que hemos hecho la definición del concepto jurídico, debemos proceder a su
aplicación a un caso concreto, por ejemplo, a una pretensión procesal, a una norma, etc.
Debemos decidir si una determinada cuestión es subsumible o no en un concepto jurídico. Esto
plantea un problema de calificación: cómo se va a calificar esa cuestión a los efectos de
identificar la norma de conflicto aplicable. También este proceso ha de llevarse a cabo desde
los parámetros interpretativos del Derecho español, si la norma de conflicto es de origen
interno, o de forma autónoma y uniforme su es de origen supranacional. Esto es lo que nos
dice el artículo 12.1 CC en relación a las normas de conflicto interno.
Texto. Art 12.1 CC:“La calificación para determinar la norma de conflicto aplicable se hará
siempre con arregla a la ley española”
Cabe decir que esta diferenciación no es absoluta. Los textos supranacionales también son
parte de la ley española. Por consiguiente, puede haber supuestos en los que para garantizar la
coherencia del sistema de DIPr el problema de calificación en relación a una norma de Derecho
interno deba resolverse por referencia a la solución (autónoma) que sigue la norma de
conflicto supranacional.
1. Puede haber cuestiones o aspectos que sean objeto de una doble calificación; esto es,
que queden sujetos a dos normas de conflicto distintas y, por consiguiente, a dos
ordenamientos jurídicos. Esto conlleva una aplicación cumulativa de ambos.
2. Una vez identificada la ley aplicable no hay una segunda calificación conflictual. Se
aplica la ley extranjera en su conjunto. Otra cosa es que dentro de esta ley extranjera la
calificación sea distinta de la que hemos seguido a la hora de identificar la norma de
conflicto aplicable, pero esto no lleva a reconsiderar la calificación que ya hemos
hecho.
a) Aplicar la misma ley que rige en cuestión principal (en nuestro caso, la ley aplicable al
régimen económico matrimonial)
b) Aplicar la ley designada por nuestras normas de conflicto a esa cuestión como si se
hubiese planteado a título principal
c) Aplicar la ley designada por las normas de conflicto del ordenamiento aplicable a la
cuestión principal (en nuestro ejemplo, la norma de conflicto relativa a la existencia y
validez de un matrimonio del ordenamiento extranjero aplicable al régimen
económico.
En principio, y salvo excepciones justificadas, nuestro sistema de DIPr arranca de la opción b).
Los conceptos que emplea el legislador para definir el criterio de conexión plantean problemas
de interpretación, que se resuelven como cualquier otro problema de interpretación: a partir
de los cánones hermenéuticos aplicables a la norma de conflicto correspondiente. Para saber
lo que el legislador ha querido decir cuando emplea el término “residencia”, “domicilio legal”,
“lugar de celebración del contrato”, etc, deberemos acudir a los cánones de interpretación
generales que se proyectan sobre la norma de conflicto de la que forman parte. El análisis es
semejante al que hemos visto en relación al supuesto de hecho: es importante atender al dato
de que la norma de conflicto sea de origen supranacional, se encuentre en un convenio o en un
reglamento europeo, o de origen interno.
Otro dato importante es la distinción entre criterios mutables, que pueden cambiar su
concreción a lo largo del tiempo, o inmutables. Ejemplos de los primeros son el lugar de
situación de un bien mueble, la nacionalidad de una persona, el domicilio o la residencia.
Ejemplos de los segundos son: el lugar de nacimiento o el lugar de celebración de un contrato.
Los criterios de conexión mutables pueden plantear problemas de conflicto móvil, por eso es
necesario identificar cuál es el momento relevante desde el punto de vista conflictual; esto es,
en qué momento temporal nos debemos fijar para concretar el criterio de conexión
correspondiente.
El criterio de conexión se puede manipular con intenciones fraudulentas. El art 12.4 Cc prohíbe
expresamente el fraude a las normas imperativas españolas: “Se considerará como fraude de
ley la utilización de una norma de conflicto con el fin de eludir una ley imperativa española”.
Esta norma se dirige a la creación de conexiones puramente artificiales con intención de
defraudar la aplicación de normas imperativas españolas. Pero su aplicación debe ser
restrictiva y, desde luego, debe excluirse cuando la norma de conflicto utiliza como criterio de
conexión la autonomía de la voluntad: si el supuesto es internacional y cabe la autonomía de la
voluntad, es perfectamente posible que las partes elijan una ley extranjera porque no les gusta
la ley española. En todo caso, si hay intereses generales en juego, su protección debe venir a
través de las normas de policía. En la práctica, los jueces tienden a acudir al expediente del
fraude para corregir la adquisición de una vecindad foral con la única intención de eludir el
régimen de las legítimas del Cc.
1. Que el juez español debe respetar el sistema de fuentes de la ley extranjera, incluidos
los mecanismos de control de la jerarquía normativa (por ej: la posibilidad de descartar
la aplicación de una norma por su incompatibilidad con otra de rango superior).
2. Que las dudas hermenéuticas y las lagunas que se encuentren en la ley extranjera
deben resolverse conforme a los parámetros de dicha ley.
3. Que en principio, el juez español debe aplicar las normas extranjeras con
independencia de su calificación y naturaleza.
4. Que en principio, el juez español debe respetar las posibles limitaciones de aplicación
espacial que contengan las normas extranjeras.
Si llevamos esta idea hasta sus últimas consecuencias, la pregunta que nos podemos hacer es si
el juez español debe aplicar también las normas de conflicto extranjeras, en cuyo caso puede
encontrarse con que dichas normas le remitan de nuevo al Derecho español o a un tercer
Derecho. Esto es lo que se conoce como problema del reenvío. Cuando la norma de conflicto
extranjera nos vuelve a remitir al Derecho español se habla de reenvío de primer grado o de
retorno y cuando la norma de conflicto extranjera nos remite a un tercer Derecho se habla de
reenvío de segundo grado.
Aceptar el reenvío suele introducir una enorme complejidad en el análisis y encierra cierta
inconsistencia: si el legislador español ha tomado una decisión sobre la Ley aplicable es porque
la considera la más acertada, no habría, entonces, motivos para cambiar esa decisión por la del
legislador extranjero. La tendencia en el DIPr moderno es a rechazar el reenvío, salvo
supuestos puntuales. En el DIPr de origen interno, este es también el punto de partida (art 12.2
CC: “La remisión al derecho extranjero se entenderá hecha a su ley material, sin tener en
cuenta el reenvío que sus normas de conflicto puedan hacer a otra ley que no sea la española”.
Este precepto lo único que hace es rechazar el reenvío de segundo grado (“a una ley que no
sea la española”). Pero no impone necesariamente un reenvío de primer grado o de retorno,
sino que deja la cuestión abierta. El criterio más prudente es pensar que el legislador español
tiene una predisposición favorable al reenvío de retorno aunque solo sea por un afán de
facilitar las cosas: permitir que el juez español resuelva el fondo de litigio conforme al Derecho
español y asegurar una armonía internacional de decisiones. Pero solo es una predisposición.
El tercer problema de aplicación es la cláusula de orden público, que está recogida con alcance
general en el art 12.3 Cc (“En ningún caso tendrá aplicación la ley extranjera cuando resulte
contraria al orden público”.
Junto a las leyes de policía del foro, la salvaguardia de los principios e intereses fundamentales
del ordenamiento español se canaliza a través de la cláusula de orden público. Esta cláusula, a
diferencia de las normas de policía que operan directamente superponiéndose sobre la ley
extranjera, opera negativamente, como excepción a los resultados materiales que puede llevar
la aplicación de la ley extranjera.
Para determinar el régimen normativo aplicable a una relación privada internacional, las
normas de conflicto se remiten a la ley interna española o a una ley extranjera. En cierto modo,
ello conlleva una “nacionalización” de la relación privada internacional. Un supuesto vinculado
con varios ordenamientos jurídicos acaba localizándose bajo una ley estatal interna. Todo ello
exige cierta adaptación interpretativa cuando se proyectan sobre supuestos internacionales, si
no se quiere acabar tratando igual a situaciones desiguales. Esto es: aunque el régimen
aplicable a una relación privada internacional sea a una ley estatal interna, sus normas deben
interpretarse y aplicarse teniendo en cuenta la idiosincrasia de aquélla.
Dentro de este grupo de problemas generales, la doctrina suele caracterizar dos de ellos bajo
los conceptos de sustitución y transposición. El término sustitución se suele utilizar para
referirse al problema de si bajo una institución nacional puede acogerse una institución
extranjera. Ver ejemplo 1 página 322
Junto a los problemas meramente interpretativos, hay otros problemas más complejos
derivados de la concurrencia de distintos ordenamientos sobre una misma relación jurídica.
Estos se suelen subsumir bajo el concepto de problemas de adaptación. Se plantean cuando
concurren varios ordenamientos jurídicos sobre una relación y, aunque cada uno regule un
aspecto distinto, la suma puede conducir a un resultado injusto o disfuncional.
Las soluciones a estas cuestiones deben partir siempre, como cualquier otro problema
interpretativo, del sentido y fin de la norma material correspondiente, adaptada al contexto
internacional.
Este problema ha cobrado nueva luz en el contexto europeo. El TJUE ha afirmado que puede
constituir un obstáculo al ejercicio de las libertades fundamentales del TFUE y, en particular, de
la libertad de circulación y establecimiento, no reconocer ciertas relaciones configuradas o
derechos adquiridos bajo la ley de otro Estado miembro, independientemente de que se hayan
configurado bajo la ley aplicable según las normas de conflicto del Estado miembro de destino.
Las normas sobre Ley aplicable se hallan dispersas en leyes internas (principalmente, en el CC),
en convenios internacionales (como los Convenios de La Haya) y en textos europeos
(reglamentos y directivas). Junto a ellos, hay que tener en cuenta los convenios de Derecho
uniforme que establecen normas materiales comunes para supuestos internacionales.