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Camina como Chencha: la ética cinica de Myrta Silva ‘Licia Fiot-Marta* En una entrevista concedida en 1973, la controvertida cantante, animadora, y empresaria puertorriquefia Myrta Silva coment6: “in a winner. Yo nunca he fracasado en mi vida. Mis fracasos fueron en los primeros afios... desde que yo me hice figura, ya més nunca fracasé”". ‘A pesar de la seguridad que expresa la palabra “winner”, asi, en inglés, Silva mostré clara conciencia que el artista de musica popular aprende a manejérselas slo cuando acepta y asume la relacién perpetua entre “figura” y “fracaso”. Al escoger narrarse como “ganadora”, Silva no ha- cfa més que ironizar la certeza del triunfo. Silva pudo aprender muy bien esta leccién desde que pisé la dura Nueva York, ciudad a la que llegé a la edad de trece afios. Habfa emigrado de Arecibo, pequefia ciudad costanera de Puerto Rico, alre- dedor del afio 1938. Emigr6 para hacerse artista, segtin contd después alos medios. Vivié en la pobreza al igual que cantos miles de emigra- dos hispanos en Nueva York. Sobrellevé la necesidad econémica tra- bajando al son de veinticinco shows de cabaret semanales, por los cua- les fue escasamente remunerada. Obtuvo su primer contrato discogré- fico con la RCA Victor al mercadearse astutamente como cantante de guarachas picarescas, por la cual ya empezaba a hacerse famosa a pesar de tener tan poca edad. De manera precoz, alrededor de 1939 Silva se presenté ante los gerentes de Ia Victor y desafiante alegé poseer una afinidad natural con este género musical por virtud de su carécter (el cual, segyin ella, se adecuaba perfectamente a las necesidades de la inter- pretacién guarachera)”, Silva obligé y nos obliga hoy a repensar, por este doble acto artistico de auto-promocién y de autonomia musical, la relacién con- sabida que los mercados discogréficos establecieron y atin persiguen entre lo natal y lo nacional. La guaracha picaresca se conoce como género cubano. Silva, claro esté, era puertorriquefia. Desde muy tem- prano, a través de sus grabaciones y sus actuaciones en vivo, Silva bus- 121 * Profesora Asociada de Est: dos Latinoamericanos y Puerto- riquerios, Lehman College, Cty University of New York, Es au- tora de A Queer Mother forthe Nation: The State and Gabriela ‘Mistral, Minnesota, 2002, Myta Siva, envevista de Gi- bert Mamory. Mayagdez, Puerto Rico, 10de febrovo de 1973. La Cinta se encuentra en The Diaz ‘Ayala Collection of Latin Ameri- ‘can end Cuban Music, Florida Intemational Univesity, Miami 2 Myra Silva con Elsa Fema ez Wiralles, “Esta es mi vide E]Nuevo Dia, 25 de febrero de 1975, 24 *Resulta muy itilen el contexto puertorriquefio consular arca- io Diaz Quifones, “introduc- cin,” Luis Rafael Sénchez, La ‘queracha del Macho Camacho, Madrid, Catedra, 2000, pp. 22- B, “Nlladen Dolar, Una voz y nada mas, Buenos Aires, Manantial, 2001, 9.15. Shoshana Felman, The Scan- dal of the Speaking Body: Don Juan with JL Austin, or Soduc- tion in Two Languages, Sizntor, ee €6 hacer patente la naturaleza arbitraria y artificial que subyace la co- nexién asumida entre nacién y intisica popular’. En Una voz y nada mds, el critico lacaniano Mladen Dolar escti- be: “Intentaré sostener que ademas de los dos usos més divulgados de la vor —Ia vox como vehiculo de significado y la voz como fuente de admiracién estética—, existe un tercer nivel; el objeto voz que no se esfuma en tanto vehiculo del significado, y no se solidifica en un objeto de reverencia fetichista, sino que funciona como punto ciego en la invo- cacién y como alteracién en la apreciacién estética”’. El “tercer nivel” del cual nos habla Dolar le va como anillo al dedo a Myrta Silva, y es a este “tercer nivel” al cual me refiero cuando digo “voz” en lo que sigue. Hablo de la voz en tanto objeto parcial, en el sentido psicoanalitico. Silva trabajé la “voz” en gran parte de sus presentaciones y graba- ciones. Se convirtié en punto ciego para muchos de sus oyentes y per- turbé estéticamante a los sectores dominantes de Puerto Rico, aun cuando cosechaba grandes triunfos en Latinoamérica y Estados Uni- dos. Mas alld de una descripcién musicolégica de la vor de Silva, no es posible entender su inteligencia musical ni medir el impacto de su carrera sin examinar detenidamente su sorprendente ejecutoria de la vor en tanto significante. Es el fin de este articulo. Silva fue sumamente hébil al juntar el significante con su voz y as{ darle rienda suelta en sus performances en vivo y grabadas. Como nos explica Dolar, la voz es un objeto parcial precisamente porque se relaciona y no se relaciona a la materialidad irreductible del cuerpo. Es una sustancia corpérea, porque emana del cuerpo, pero en tanto soni- do esta separada del cuerpo, no pertenece totalmente a él. Ocupa el lugar de lo éctimo, segtin veremos. A Silva siempre se la pensé como “toda cuerpo” y se interpret6 su canto segtin su supuesto exceso corporal. A principios de su carrera, iable. Luego se torné en la mujer de mundo que de una incapacidad de sentir re- pugnancia, de ser el puro objeto irreflexivo de la fantasfa masculina, se la vio como una suerte de “Lolita” voraz, precoz, e insa mujer joven y descable, pasé a ser en si el objeto repugnantey destruc- tivo, ajeno al estatuto de objeto sexual. El escéndalo de una mujer en sobrepeso y pasada de los treinta afios de edad, quien sin embargo insistfa en su derecho a la sexualidad y que tomé como piedra de to- que lo vulgar y lo obsceno, nos recuerda el “cuerpo hablante” de Shos- hana Felman, cuyo poder performativo se centra en la palabra, el inge- nio, y la sexualidad’. 122 El epiteto mds duradero de Silva fue el de la “Gorda de Oro,” que se le asigns a partir de la década de los cincuenta. Quiads sorpren- daaalgunos saber que Silva rechazaba este epiteto, aunque al darle una vuelta de tuerca llegara a apoderarse de él. Sin embargo, su insistencia en la sexualidad a contrapelo de los dictémenes sociales es reveladora, en tanto descubre, por un lado, la obsesién cultural con el discurso desaforado, pero superficial sobre la sexualidad y, por otro, la objecién a que la propuesta sexual surgiera de un cuerpo a todas luces desauto- rizado de lo sexual. Ese puiblico tenia una demanda muy particular: que Silva actua- ra como si las guarachas que interpretaba fucran reflejos exactos de su vida en tanto sujeto privado aunque, claro, el goce de la escucha deri- vaba precisamente del saber que se trataba de un juego sostenido con el significante “Myrta’. Es lo que Freud tan acertadamente llamé nega- cién. Era de todos (0 de casi todos) sabido que Silva era lesbiana. Nos parece, tomando en cuenta este presunto saber colectivo sobre el otro, que Silva encaraba una fantas{a compleja a través de su performance y en particular a través de su vor. Silva lidié con la identificacién entre su figuracién artistica y su vida privada, haciendo que su nombre de pila (Myrta’) funcionara como punto de almohadillamiento (Lacan). ‘Ala vez Silva desartollé otra figuracién, con otro nombre propio cla- ramente ficticio, que terminé ligado a su nombre de pila de forma metonimica y metaférica:“Chencha’. Sin duda su lesbianismo tuyo mucho que ver con el asco que algunos sujetos sentian ante ella, Aunque no desestimo ese detalle, mi lectura se articula desde el nudo mds amplio de lo normativo, que aqui nombro queer. Queer, tal y como lo utilizo, no es una esencia sino una contingencia. Silva concebfa la voz como vehiculo. Como artista, te- nia un concepto claro, desarrollado de la voz, y en sus momentos més queer utilizaba la vor en contra de todo aquello que en lo més minimo pudicra representar una ley estricta que pretendiera dictaminar la con- ducta de género (entendidos todos los sujetos, hombres y mujeres), en especifico la conducta sexual. Lo que més le divertia, sin duda, era “manosear sonoramente” la moral burguesa dominante. Por supuesto, ser lesbiana o queer no significa que Silva estuvo exenta de la conducta normativa. Tampoco que a un queer le llamara laatencién ser discipulo de su ética del deseo. No hay que afirmar que disparar lo queer en sf resulte en beneficios automiticos a nivel social Desde el psicoandlisis, no hay contradiccién, porque el significant, 123

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