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Mario Fausto Gómez-Lamont

La Terapia Sistémica Multicultural con Perspectiva de Género

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Mario Fausto Gómez-Lamont

La Terapia Sistémica Multicultural con


Perspectiva de Género
Epistemologías del Sur, Género y Feminismos en la Práctica
Psicoterapéutica

Editorial Académica Española


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ISBN:978-3-659-06929-1

Copyright Mario Fausto Gómez Lamont

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A Octavio
Que te quedaste aunque aveces sea un desastre
Que te quedaste a ser parte de mi vida

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El Autor

Mario Fausto Gómez Lamont

Licenciado en Psicología por la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM,


Especialista y Maestro en Medicina Social por la Universidad Autónoma Metropolitana campus
Xochimilco. Tiene estudios de posgrado en Terapia Familiar Sistémica por la UNAM y por la
representación en México de la Escuela de Milán, donde fue supervisado por Teresa Arcelloni.
Hizo estancias de investigación en el Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente
Muñiz“ con los temas de Trastornos de Ansiedad y Trastornos de la Conducta Alimentaria
asociados a la violencia de género. En el Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la
UNAM su investigación giró entorno a la Bioética y el Suicidio en jóvenes LGBT. Ha sido consultor
para la Organización de las Naciones Unidas (ONU-Mujeres) y para el Consejo Nacional para
Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (CONAVIM) formando parte del grupo de
trabajo para la activación de la alerta de género en el estado de Puebla. Actualmente es
profesor definitivo en la carrera de Psicología del Sistema de Universidad Abierta y Educación a
Distancia de la FES Iztacala de la UNAM, así como profesor invitado en el posgrado de medicina
familiar de la Facultad de Medicina de la UNAM, es consultor para la Oficina de la Abogada
General de la UNAM y para la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Es
responsable del Colectivo de Estudios de Género del Sistema de Universidad Abierta y Educación
a Distancia de la UNAM FES Iztacala.

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ÍNDICE

Terapia Sistémica Multicultural con Perspectiva de Género……………………………………..13

El Construccionismo Social y el Relativismo Cultural en la Terapia Sistémica y Posmoderna: Una Reflexión


pendiente desde el feminismo y las epistemologías del sur………………………….…………36

La Condición actual de las familias y la salud mental en México………………………………….45

La Terapia Familiar Sistémica como Práctica de la Salud en México………………..……………..57

El Debate Feminista entorno a la invisibilidad de las mujeres lesbianas en la terapia sistémica………72

Aportes del Feminismo a la Terapia Sistémica de Pareja…………………………………………85

Alias Quetzaly: Una historia de vida desde la Terapia Feminista y Terapia Narrativa……………105

La Terapia con parejas de hombres gays: La Terapia Sistémica en Deuda con los consultantes
homosexuales……………………………………………………………….…………125

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PRÓLOGO
Constituye un placer para mi presentar esta obra pionera en conjugar tres campos hasta ahora poco explorados
en habla hispana: la terapia sistémica, la multiculturalidad y la perspectiva de género.

Reconociendo, al igual que Mario Fausto Gomez-Lamont, el carácter situado de todo conocimiento, me gustaría
compartir la profunda esperanza que me produjo el leer esta obra. Hace algunos años, me producía mucho
conflicto definirme como terapeuta sistémica y activista feminista, ya que, a ojos de las y los colegas formados
en la psicoterapia sistémica, la perspectiva de género y los feminismos no tenían cabida en la psicoterapia, pues
eran una “ideología lineal” y por ello, según me decían, contrarios e incompatibles a la visión sistémica. Esas
voces también afirmaban que tampoco parecía ser necesario integrar dichas propuestas, pues, les parecía que
en la actualidad, la teorización y práctica en la terapia sistémica no era sexistas, clasistas, homofobas, racistas,
etc. En pocas palabras, afirmaban que la terapia sistémica era neutra pero a la vez, liberadora y potenciadora
de crecimiento relacional, demostrando una doble ceguera “no solo no saben, sino que no saben que no
saben”.
Esta doble ceguera sigue imperante aunque cada día se difumina lentamente, y tengo confianza en que esta
obra contribuya a que desaparezca totalmente.

Este texto integra de manera magistral y coherente lo que en apariencia, hace algunos años, según estos
colegas, parecía incompatible. Un libro como este solo podría venir de una persona como Fausto, que tiene la
valentía de reflexionar, reconocer y compartir sus cegueras epistemológicas y lo hace de una manera ética,
reflexiva y a la vez, transparente y comprometida.

En el podrán encontrar reflexiones teóricas y trabajos empíricos que muestran ejemplos honestos sobre el
trabajo con parejas de hombres gays, así como algunas ideas para integrar las epistemologías del sur a la
práctica clínica, pasando por una reflexión crítica y contextualizada del nacimiento de la terapia familiar sistémica
como práctica de salud a partir de la realidad de las familias mexicanas.

Las y los lectores encontrarán en esta obra una postura que cuestiona las propuestas hegemónicas: un análisis
de la colonización y de los ejes de discriminación/exclusión que permean la teorización y práctica de la
psicoterapia sistémica,

Leerlo es una bocanada de aire fresco. Estoy cierta que su lectura generará cuestionamientos, nuevas ideas y
sobre todo, la esperanza de que la terapia puede convertirse en una práctica más justa y ética.

Lidia Karina Macias-Esparza


Instituto Tzapopan

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A manera de Introducción

Quisiera compartirles un secreto, este texto que el día de hoy tienen en sus manos, es resultado de un arduo trayecto,
que como bien me caracteriza, fue un trayecto subversivo, rebelde y contestatario, por ende difícil de escribir. Debido a
que, durante todo recorrido tanto de vida como profesional, nunca me sentí nombrado, no me mal entiendan, no es un
berrinche, quiero decir que en el devenir como terapeuta nunca encontré textos (hasta el día de hoy) que comenzaran
revelando el lugar de donde miran las cosas las y los autores. Es decir, que pocos si no es que ningún autor revela sus
privilegios de clase social, raza, religión, orientación sexual, identidad de género, entre otros elementos de dominación
que sesgan no sólo su intervención sino su mirar el mundo. Por lo que debo confesar que los aportes de la
multiculturalidad con perspectiva de género en la Terapia Sistémica que encontrarán en este libro, deben de ser
pensados siempre desde el feminismo interseccional y decolonial, de lo contrario corre el peligro de no ser un aporte
crítico, incómodo e intrusivo para la hegemonía en la psicología y en este caso la terapia familiar.

Habiendo descrito lo anterior, me gustaría compartirles, desde el lugar de donde miro las cosas. Mis sesgos
interseccionales, como médico social, homosexual, cisgénero, de familia migrante, que, me he dedicado al análisis de
los recursos humanos en salud mental, más específicamente a los campos formativos de los terapeutas familiares. He
de decir que he encontrado cosas gratas y no tan gratas dentro del campo de la terapia familiar en México.

Llevándome a recordar la conferencia de Chimamanda Adichie, escritora, feminista africana, que nos narra
sobre lo que significa vivir el peligro de una única historia, en la cual nos cuenta cómo desde pequeña, cuando
estudiaba la primaria en Nigeria, escribía historias sobre personas blancas, que comían manzanas en días aveces
nublados o soleados, situación muy diferente a su experiencia en Nigeria, donde siempre estaba soleado, la gente no
es blanca y suelen comer mangos, pero no era consciente de ello, puesto que toda su literatura plasmaba la vida
americana y europea, este sesgo se hizo visible hasta que Adichie leyó a mujeres Africanas hablar de Nigeria desde
vivirse como nigerianas, desde las posibilidades y no desde la miseria, desde la experiencia propia y la identidad
colectiva y no desde los estereotipos o la fetichización de los científicos blancos que pretendían describir a la gente de
color de esa región. Esto me hizo reflexionar sobre lo que pasa cuando desde pequeñas se nos instruye a pensar
desde una sola clase social, raza, género, orientación sexual y zona geográfica. Pues, tendemos a generalizar toda
experiencia humana, codificándola en una única historia.

Esto sucede en Terapia Familiar? me temo que sí, hace tres años tuve la oportunidad de tener mi primera
publicación en la UNAM, una investigación en la que me basé en la terapia de Milán, en un caso de una familia que vivió
con una hija con Bulimia purgativa. Para mi sorpresa y ahora que lo leo nuevamente, con algo de decepción, doy
cuenta de lo colonizado que estaba mi pensamiento, pues, toda mi escritura pretendía imitar la forma de categorizar y
habitar la terapia desde un pensamiento eurocentrista, un pensamiento privilegiado, blanco y con sesgos
heteronormados, vuelto hasta ese momento de mi historia, un modelo aspiracional para cualquier estudiante que
consumía cursos, seminarios, y conversatorios con la evidente promesa de sentir mayor estatus al consumir esa
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literatura y formaciones europeas. Hasta los nombres ficticios trataban de emular a gente europea, nombres como:
Laura, Elizabeth y Mara. Analicemos meticulosamente, un modelo terapéutico pudiera llamarse "Milán", pretendiendo
no referenciar imaginaria y simbólicamente el biopoder que implica un espacio socio y político Europeo? sin sentir
responsabilidad de que en cada intervención hay un efecto de colonización en los consultantes latinoamericanos?, que
el leer sus lecturas necesariamente reflejan algo de su sociedad y no de la nuestra? en ese sentido, la colonización y
apropiación subjetiva de este tipo de formaciones son y en palabras de Bolivar Echeverría, el tránsito de una
modernidad tardía y europea a una modernidad americana que sigue vigente en América Latina, sin tener sus propios
precedentes o al menos no visibles, puesto que, todo lo que se produce sólo se reproduce en claves del estándar
americano y europeo, así como su ideal de blanquitud en sus metodologías.

Esto cobró sentido cuando, en mi investigación del posgrado, en una encuesta a 100 egresados y egresadas
de programas de terapia familiar en todo México, un 42% reportó que el análisis de los problemas sociales de México
lo hacen desde los modelos teóricos norteamericanos en terapia familiar, un cercano 38% afirmó saber algo del
modelo neoliberal y su impacto en las familias mexicanas y un 12% no sabe si lo han estudiado o si es relevante en su
campo formativo.

Por otro lado, aunque leía la literatura en terapia familiar, nunca me veía reflejado en sus letras, nunca
encontré casos de familias homoparentales, ni lesbomaternales, o de algún autor mexicano, terapeuta y homosexual, al
igual que Chimamanda Adichie los estragos que deja la invisibilización de historias alternas, críticas y disidentes, hacen
que consumas el único ideal de clase, de raza, de género, orientación sexual y geopolítica disponible. En ese sentido
pudiera decir que las personas homosexuales, en general no existimos para la literatura de las y los terapeutas
familiares en México, puesto y como lo demostré en mi investigación de posgrado, al analizar 484 artículos de revistas
especializadas en terapia sistémica, como lo es psicoterapia y familia y Redes, tras 20 años de publicaciones solo
contaron con 3 publicaciones que hablaran del tema.

Como se habrán dado cuenta, pensar en la multiculturalidad con perspectiva de género, es asimismo un
pensamiento crítico, de colonial e interseccional, eso quiere decir que contempla todos los aspectos que influyen en la
construcción social de la opresión, y que a la vez que reconoce su construcción, toma postura para no sólo de-
construir, sino abolir ciertos sistemas de pensamiento personal como colectivo. Estas reflexiones nos llevan
inmediatamente a considerar a lo que conocerán como epistemologías del sur. Práctica epistemológica que contempla
hacer presentes las críticas latinoamericanas con respecto a la forma en que se nos ha instruido (en este caso la
terapia familiar) el conocimiento. Tomar lo que se ajuste y desechar o abolir lo que no sirva.

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LA TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA
MULTICULTURAL Y LA PERSPECTIVA
DE GÉNERO

A lo largo de este capítulo defenderé la idea de que la terapia sistémica no puede pensarse de forma segregada de las
ciencias sociales, pues, estas últimas son sustantivas en el origen y despliegue político que impulsó el desarrollo de la
terapia familiar sistémica en los Estados Unidos y después en todo el continente Latinoamericano. Revisaré
especialmente la vulnerabilidad y las resistencias que analiza el modelo multicultural en el contexto latinoamericano, el
cual impacta a la consulta de la terapia familiar sistémica. En este contexto, rebelde e independiente del que surgen las
reflexiones críticas al conservadurismo de la TFS norteamericana, nos obliga a tener una voz analítica y honesta ante
las particularidades que distinguen a las familias latinoamericanas que asisten a la consulta en esta modalidad
terapéutica: la feminización de la pobreza, el feminicidio, la migración masculina y femenina, la homosexualidad
femenina y masculina, la transexualidad, la soledad en la paternidad y los procesos de virilidad son algunos de los
temas pendientes para la TFS Multicultural con perspectiva de género.

Quisiera iniciar con una confesión, como todo escrito está íntimamente ligado a su autor y por ende a su
simbología, a sus imaginarios y a su subjetividad, me siento obligado a compartirles que la reflexión sobre la
multiculturalidad, la vulnerabilidad y la resistencia en la TFS, hace referencia a mi vida personal, como cisgénero,
homosexual y latinoamericano que trabaja para un cambio social desde la perspectiva de género en una universidad
pública en la Ciudad de México. Dejo en claro mis privilegios de clase “mediero”, universitario, cisgénero, homosexual,
caucásico y urbano. Estos privilegios son de inicio cegueras epistemológicas, que muestran mi vulnerabilidad ante
ustedes lectores. Y habiendo dicho lo anterior, es punto de partida para comenzar la línea de análisis que conduce al
modelo de multiculturalidad en la TFS.

Antecedentes Históricos
La Terapia Familiar Sistémica, se distingue de otras formas de trabajo clínico por su concepción holística e interaccional
que permea su ontología, su epistemología y su metodología. Además cuenta con un cuerpo de teorías y técnicas que
estudian al individuo en su contexto social, vinculándolo al campo clínico. Los autores, propusieron que si se conocen
los contextos de la familia conectados con el síntoma, se intentará modificar la organización de la familia, pues, se
parte de la idea de que cuando se transforma la estructura de la familia, se modifican consecuentemente las
posiciones de sus miembros y como resultado se alteran las experiencias sintomáticas de cada individuo del sistema,
pues se considera que los individuos no son seres aislados, sino que son integrantes activos y reactivos dentro de sus
grupos sociales. El modelo sistémico estudia al individuo en interacción dentro de grupos más amplios y parte de la
idea de que los grupos sociales se forman como individuos (diferentes) pero con objetivos comunes, donde a pesar de
ser distintos al integrarse en un sistema, forman algo más que la suma de sus partes (Eguiluz, 2004).
La terapia sistémica estudia al ser humano en su contexto social y esta intervención tuvo su origen y
desarrollo después de la segunda mitad del siglo XX. Supone que la información, actitudes y formas de percibir, son

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asimiladas por el individuo y lo llevan a actuar de una u otra manera, en el contexto habitual; la familia es vista como
un grupo importante en este proceso. Es por ello que este enfoque encara el proceso de Feedback entre las
circunstancias y las personas implicadas, por ello se recurre a técnicas que alteran el contexto inmediato, el cual, al ser
modificado, lleva a cambios en la experiencia de cada integrante.
Este tipo de Terapia Familiar se fundamenta de la Teoría General de los Sistemas creada en 1925 por el
biólogo austriaco Ludwing Von Bertalanffy (1954). Esta teoría tiene como propósito, lograr una unificación del lenguaje
a distintas disciplinas y áreas de la ciencia, es decir, conseguir “isomorfismos” en el bagaje conceptual de las áreas
físico matemáticas, biológicas de la salud y sociales administrativas.
La teoría general de los sistemas de Bertalanffy (1954), surge en una época donde el estudio clásico era
atomista. El estudio de la unidad y la idea de tomar el conjunto como un todo más que la suma de las partes, fue una
mirada nueva. Para Bertalanffy (1954) ninguna cualidad de los miembros nos va a explicar ese resultado, esto hace
que las cosas se empiecen a estudiar en una dinámica permanente de elementos articulados.

Para Bertalanffy (op. cit.), en el campo experimental han aparecido propuestas integradoras en contraste a la
visión mecanicista, debido a que diversas ramas de la física teórica moderna, proponen problemas no estudiados en
relación con las nociones de totalidad o sinergia, interacción dinámica y organización. Así, describe que este tipo de
cuestionamientos se manifestaron de igual forma en la psicología, donde el conductismo clásico, solventaba en átomos
el comportamiento tanto del ambiente como del individuo, que al juntarse con lo cognitivo (que poseía las mismas
dificultades pero a diferencia de la materia observable como lo es la conducta, este era en los procesos superiores
como el lenguaje, la memoria y el pensamiento), dio un resultado considerado como “más de lo mismo”. En tanto que
la clásica psicología de la asociación trataba de resolver fenómenos mentales en unidades elementales, tales como las
sensaciones y estimulaciones esenciales para la respuesta. La psicología de la Gestalt reveló la existencia y la primacía
de que todos los elementos integrantes del fenómeno de la percepción, no son la suma de las unidades elementales y
que su característica principal es que se encuentran gobernadas por leyes dinámicas y no monistas anatómicas.

La Teoría General de los Sistemas se basa en dos pilares básicos: aportes semánticos y aportes
metodológicos. Dentro de este marco teórico, Bertalanffy (1954) explica que para poder definir a un sistema, es
necesario que cuente con los siguientes rubros:

· Orden.- Posición jerárquica de los elementos

· Organización.- Función de los elementos, que, dependiendo de su posición jerárquica, estos


elementos, tendrán cargos distintos.

· Interacción.- Intercambio de información entre los elementos que cumplen una función y que se
encuentran ubicados en posiciones jerárquicas distintas.

· Integración.-Distinción de los elementos que conforman al sistema, en otras palabras fronteras


entre los elementos de un sistema y otro, con ello lograr la identificación de las funciones y
niveles jerárquicos de los elementos que integran al sistema.

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· Teleleología.- Finalidad, es decir, todo sistema cuenta con objetivos claros, metas, logros y
finalidades.

· Equifinalidad.- Concepto que describe que los elementos que provengan de un mismo punto de
partida, tendrán distintos puntos de llegada (origen igual, final distinto).

· Equicausalidad.- Concepto que describe que elementos que tengan puntos de llegada similares,
no tienen un punto de partida similar (origen distinto, igual final).

· Totalidad.- Importancia de considerar los integrantes del sistema como conformadores


primordiales para distinguir jerarquías, funciones y fronteras. No es la suma de sus elementos, es
la interacción de todos los pertenecientes al sistema. La ausencia de uno, puede provocar la
creación de un sistema totalmente diferente.

· Sistema abierto.- Es un sistema que intercambia información con su medio ambiente y mantiene
niveles de entropía relativamente bajos.

· Sistema Cerrado.- Es un sistema que no intercambia información con su medio ambiente y


mantiene niveles de entropía altos.

· Entropía.-Medida del desorden en un sistema

· Entropía en la información.- Medida de incertidumbre en los mensajes recibidos

· Comunicación.- Transmisión de señales mediante un código común al emisor y al receptor.

· Información.- Comunicación o adquisición de conocimientos que permiten ampliar o precisar los


que se poseen sobre una materia determinada

· Homeostasis.- Equilibrio dinámico de un sistema, unidad e identidad

· Morfogénesis.- Generación o creación de una nueva homeostasis

· Neguentropía.- Nivel de estabilidad de la retroalimentación negativa en un sistema abierto.

· Conjunto.- Unidad de clasificación jerárquica de elementos.

La meta de la Teoría General de los Sistemas no es buscar analogías entre las ciencias, sino tratar de evitar la
superficialidad científica que ha estancado a las ciencias. Para ello emplea como instrumento, modelos utilizables y
transferibles entre varios continentes científicos, toda vez que dicha extrapolación sea posible e integrable a las
respectivas disciplinas.

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La teoría Cibernética

Siguiendo un orden histórico, durante la segunda guerra mundial, aparece Norbert Wiener (1948), quien fue el
primero en rescatar el concepto de cibernética, como una teoría de la comunicación, que incluyera una teoría del
control de los sistemas complejos como la tecnología en maquinaria militar (teledirigida) y los organismos vivos
(interconexión entre los distintos sistemas anatómicos y fisiológicos), analogía entre seres humanos y las máquinas. El
no se imaginaba, en ese momento, que iba a empezar a revolucionar el mundo de la comunicación con estas ideas
elaboradas en términos de procesos de comunicación e información en circuitos cerrados.

Existe una metáfora que ilustra de forma adecuada a la cibernética, y esta comienza con la siguiente anécdota
histórica: “en la segunda guerra mundial, los cañones estaban diseñados para blancos fijos, pero debido a que un
avión era un blanco móvil, esos cañones tuvieron que ser rediseñados. Por lo que, primero recogían información de
donde estaba el blanco y como el blanco se movía, tenían que corregir la información, alimentarse con esa información
y corregir la desviación”, idea que posteriormente dio origen al concepto de retroalimentación.

La corrección de la información, es el mecanismo de la retroalimentación, o sea, de la corrección sobre la


marcha, a partir de la recolección de información, la metáfora que tomamos prestada de la cibernética, es básicamente
la retroalimentación, entendiéndola como la reacción a la nueva información. En el diálogo, nosotros reaccionamos a
partir de los mensajes que recibimos, entonces a partir de esto se trabaja con el concepto del estudio del circuito que
se genera en este intercambio.

Este punto de vista, contempla a la familia como un sistema relacional, es decir, que las relaciones entre las
personas se les define como un proceso de diferenciación en las normas del comportamiento individual resultante de
la interacción acumulativa entre individuos, estos procesos se distinguen por el hecho de que se desarrollan por
reacción mutua exponencialmente (Bateson, 2006). Estos procesos de reacción mutua consisten en que un
movimiento, por parte de un elemento del sistema, cambia el campo perceptivo reactivo de otro elemento del sistema,
este otro elemento del sistema es obligado a hacer un movimiento compensatorio por la tensión producida por el
intercambio de información entre elementos y así es como se genera un ciclo circular que va hacia el infinito de
intercambios (Hoffman, 2010). Estos ciclos descritos con anterioridad pueden dividirse en conductas comunicación
llamadas simétricas y complementarias. Los primeros dan a entender comportamientos intensificados entre un
elemento A y un elemento B del sistema, donde esencialmente son similares, como en los casos de rivalidad o
competencia entre cónyuges. Los complementarios son caracterizados por conductas comunicación diferenciadas entre
un elemento A y un elemento B del sistema donde las acciones autogeneradoras serían distintas en los ciclos de
sumisión y dominio o dependencia y socorro.
Estas pautas en las relaciones se encuentran estructuradas, ya que toda constancia es mantenida por
pequeños cambios auto correctores que promueven el statu quo del sistema relacional, pero ante el estrés creciente e
insoportable, se presentará un punto de quiebre (el síntoma), como forma para escapar y contrarrestar el exceso por
agresiones o disturbios del ciclo de retroalimentación, con el fin de contener la tendencia a la diferenciación progresiva

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y llegar a un punto de equilibro. Este límite provocará un cambio antes de que el sistema relacional se desplome
(Wiener, 1948).
Un ejemplo de lo anterior, cuando una pareja que vive violencia en su relación puede suceder lo siguiente
desde este modelo cibernético: El hombre dominante aumentará su violencia sobre la mujer hasta que la reacción de
sometimiento se vuelva tan extrema que ya no estimule una reacción de dominio, porque se ha presentado un
trastorno de ansiedad notorio u otra enfermedad física o mental (cambio ante el estrés insoportable), entonces
necesitará de un servicio psiquiátrico, apoyo psicoterapéutico, acompañamiento de la pareja entre otros servicios. Que
cambiará a una nueva forma de relación, cuidador y enferma. Entonces la mujer que presentaba una enfermedad y
que gracias al apoyo de diferentes macro sistemas, se volverá entonces cada vez más auto afirmativa, que en este
punto desencadenará una reacción de dominio por parte del hombre, para que todo el ciclo se repita. Logrando así,
que los síntomas de ansiedad no desaparezcan, se mantengan crónicos como ciclos autocorrectivos y homeostáticos
del sistema familiar y conyugal (Hoffman. Op. cit.).

La cibernética a su vez, cuenta con los siguientes rubros:

· Es un estudio de los sistemas complejos que se adaptan a su medio

· Se centra en funciones de control y comunicación

· No constituye una teoría del cambio sino una teoría de la estabilidad

· Toma como principio fundamental la información como fuerza reguladora

· Existe la retroalimentación positiva.- generadora de cambio en un sistema cerrado

· Existe la retroalimentación negativa.- generadora de estabilidad en un sistema abierto

· La cibernética de primer orden.- hace referencia a un agente externo que regula al sistema

· La cibernética de segundo orden.- hace referencia a un agente interno que regula al sistema (Wiener, 1948).

La Cibernética de segundo orden coincide con la segunda etapa de la cibernética, antes teníamos muchas
explicaciones para el no cambio, para el cambio uno, para todo ese tipo de cambio que sirve para conservar o
mantener el problema. Entonces se comienza a hacer más hincapié en el feed back positivo, en aquello que lleva a la
ruptura del equilibrio, que lleva a la desorganización del sistema para que se vuelva a reorganizar. Hay una
información que hace la diferencia, como decía Bateson (1993) la diferencia que hace la diferencia. Hay una
información que crea una pequeña diferencia, una información que genera la posibilidad de tener una lectura diferente
que precipita una serie de asociaciones diferentes con analogías diferentes.

El feed back positivo es una buena manera de explicar el cambio 2, el cambio donde ya el sistema no queda
igual, a partir de algo que sucede en el grupo, el grupo es otro grupo, hay una diferencia porque aprendieron algo,
hubo una reorganización de la manera de pensar y de actuar. La ruptura de ciertas secuencias de acciones precipitan

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nuevas emociones. Una diferencia habla mucho del desequilibrio, de la tendencia al desorden de los sistemas, aunque
luego, todo sistema tiende a buscar un nuevo equilibrio y así constantemente, esto lo conocemos como la
termodinámica (Von Bertalanffy, 1954).
Este feed back positivo no solo pone el acento en el aprendizaje, sino en algo aun más profundo que es el fin
del aprendizaje, aprenden a aprehender. Bateson (op.cit.), llamaba a esto el deuteroaprendizaje, el aprendizaje del
aprendizaje. Un grupo en esta etapa, tiene la capacidad de producir aprendizaje, tiene la conciencia del aprendizaje y
puede escuchar a los demás como lo hacían los consultantes en el efecto del grupo reflexivo, pueden escuchar
diferencias y pueden tomar alguna de estas diferencias y crear una diferencia en sí misma siendo esta una elección.

La Teoría del Doble Vínculo

En el contexto en el que se desarrolla esta teoría sucede algo histórico, Bertalanffy, Von Foerster, Erickson, Bateson,
Margaret Mead, se encuentran en las conferencias Macy, en EE.UU y comienzan a dialogar entre ellos, por lo cual esta
información comienza a ser compartida, otra vez se vence el aislamiento y tienen una actitud curiosa con respecto a lo
que el otro trae y conoce, de manera que el conocimiento se amplía (Eguiluz, 2004).

Uno de los grandes sintetizadores fue Gregory Bateson (2006), quien tenía una gran formación en biología,
pero en realidad se inclinaba por la antropología. En esa época, había escuelas de antropología con una forma de
abordar el conocimiento que generaba mucha limitación, escribían una teoría sobre determinada población y esta
teoría debía funcionar como el lecho de Procusto, donde se hacía encajar lo que veían en su teoría.

Bateson (1993), era una persona interesada en conocer de una manera distinta lo que estudiaba. Uno de sus
primeros viajes fue a las Islas Bali, donde se interesó por los rituales, los códigos de comunicación, y se interesó en
entender el por qué y el para qué hacen lo que hacen estas tribus llamadas primitivas. Ahí se encuentra casualmente
con Margaret Mead, antropóloga sumamente prestigiosa interesada en el estudio de los rituales de los Iatmul.

En las Islas de Bali trabajan y obtienen documentos muy valiosos que luego van a dar ideas nuevas en un
campo la psicología y la psiquiatría. Lo que observa es que las madres crían a sus hijos de forma muy particular, les
van dando respuestas equívocas en cuanto a las reacciones emotivas, el chico busca algo y la madre se retira, lo deja
confundido, va generando una persona que va a tener poca conexión emotiva, lo cual, para esa población, en ese
contexto, no le genera grandes problemas.
Después, en Palo Alto, cuando observa detrás de cámaras con espejo de doble visión (cámaras de gesell), a
las familias con miembros psicóticos, empieza a relacionar lo observado con lo estudiado en las Islas Bali. Al mismo
tiempo, a través de las conferencias Macy, se comienza a conectar con la cibernética, con la Teoría general de los
sistemas, siendo uno de los primeros que emplea el término “ecología de mente”. Empieza a ver interdependencia
entre los distintos organismos que viven en un medio, comienza a pensar una mente relacionada con otras mentes y
en el marco de un contexto (Bateson 2006).

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El contexto que está permanentemente presente en la epistemología y en la práctica sistémica, o sea, el
marco que le da significado a las conductas verbales y no verbales. Una de las cosas que caracterizan a la terapia
sistémica, sería que nosotros tenemos que conocer mucho de los efectos del contexto, porque queremos generar
contextos de cambios, de aprendizaje (Ochoa, 2004).

Bateson sigue investigando y comienza a ver que estas tribus hacían rituales con otras tribus donde
realizaban simulacros de combate, a raíz de estos, evitaban iniciar una guerra, y con ello quedaba a salvo el honor y la
dignidad de ambas comunidades. Empieza a entender fenómenos como la simetría y la complementariedad, y comienza
a interesarse casi exclusivamente en la comunicación, ya sea entre animales o entre hombres, este proceso de
aprendizaje lo va a caracterizar toda la segunda parte de su vida y lo va a profundizar en su estancia en Palo Alto,
(Bateson, Jackson, Haley, Y Weaklan, 1956).

En la complementariedad los que interactúan están en una posición asimétrica, es decir, hay uno que calla
cuando el otro habla, uno grita cada vez más y el otro calla cada vez más, eso sería una escalada complementaria. Uno
se pone más activo y el otro más pasivo, entonces se podría desembocar, en esta interacción, en una guerra, una
pelea, o tener relaciones sexuales. No está juzgando lo que pasa, sino que está describiendo la interacción, esto es
importante, los conceptos sistémicos no hablan de cuestiones psicopatológicas, sino que hablan de una manera de
interactuar que puede o no ser funcional, de acuerdo a lo que esté sucediendo, al contexto, a las o a las necesidades,
por ejemplo: Un niño o una niña necesita tener una relación complementaria con su padre, lo que no quita que el padre
pueda tirarse al piso y jugar con el niño o la niña, esto indica que, van a haber momentos de simetría entre individuos
de diferentes jerarquías, sin embargo, indica que no son elementos estáticos, esta complementariedad y simetría se va
a ir modificando con el tiempo.
La simetría son aquellos interlocutores que están en el mismo nivel, o sea sean pares, pareja, amigos, lo que
no quiere decir, que esta pareja, amigos, no tengan momentos de complementariedad, uno asume una posición más
activa sobre algo. Las escaladas es cuando esta interacción toma una densidad tal, que desemboca en un pico máximo
de intensidad, que puede derivar en un acto amoroso o en una guerra. Como por ejemplo: yo me armo porque el otro
se arma - Trump contra Corea, yo ejecuto una acción preventiva para evitar que pase determinada cosa, pero eso que
hago, provoca en el otro una acción equivalente, es decir un proceso de reacción mutua.

Esta teoría creada por Gregory Bateson, trata de dar una explicación más al fenómeno enigmático de la
esquizofrenia, describiéndola desde un punto de vista relacional y comunicacional, la cual se fundamenta en los
principios de los Tipos Lógicos de Russell, donde toma a consideración la clasificación y la interpretación de los
mensajes como los principios rectores de la comunicación. Proponiendo así, que un sujeto que padezca esquizofrenia,
en realidad ha sufrido un intrincado juego comunicacional donde, los participantes son dos personajes o más, en una
relación intensa, con condicionantes castigantes o punitivas ante un mandato, poco después de ello, un castigo que
contradice al castigo anterior. Esto debe de ocurrir en una situación repetitiva o crónica, donde el individuo no tenga
posibilidad de escape (Bateson, Jackson, Haley, y Weaklan, 1956).

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Esta teoría contribuyó a la formulación de la teoría pragmática de la comunicación humana, en la que se
explica más detalladamente, cómo pueden existir patologías dentro de la comunicación humana.

La Teoría de la Comunicación Humana

Siguiendo la línea de investigación heredada por Bateson, un grupo de investigadores y seguidores de este singular
personaje, deciden concluir un trabajo más completo al respecto de la comunicación humana. Teniendo a
consideración que el lenguaje es toda forma de comunicar algo, el comunicar algo infiere al entendimiento del mensaje
transmitido por un emisor a un receptor que comparte el mismo código de diferenciación en la información
proporcionada. Este mensaje pertenece al orden de lo sintáctico, que son las reglas de la comunicación gráfica, lo
pragmático correspondiente a la influencia de la comunicación en la conducta y lo semántico que vendría siendo los
significados que le son atribuidos a los conceptos proporcionados por el emisor y el receptor (Watzlawick, Beavin, y
Jackson, 1967).

Para la Real Academia de la Lengua Española la comunicación implica un trato (interacción) así como una
correspondencia entre dos o más personas, de igual forma significan transmisión de señales mediante un código
común al emisor y al receptor. Para Pierre Guiraud (2008), la comunicación lleva consigo un proceso semiótico, el cual
está constituido por diferentes funciones, las cuales se distinguen de la siguiente forma:
· Función referencial.- El cual consiste en la evocación de un objeto sin que este se encuentre presente (abstracción
de una idea).
· Función emotiva.- Consiste en la influencia del acto gesticulador, fónico y corporal del emisor que se hace presente
de forma emotiva en el mensaje.
· Función connotativa.- Significa que el mensaje es interpretado de cierta forma por el receptor al momento de
descodificarlo.
· Funcion metalingüística.- define el sentido de los signos que corren el riesgo de no ser comprendidos por el receptor.

Teniendo en cuenta estas definiciones aportadas por la Real Academia de la Lengua y los elementos
pertenecientes a la semiótica proporcionados por Pierre Guiraud, se puede concluir de la siguiente manera:

La comunicación es una acción que es efectuada entre dos o más personas conocidas como emisores y
receptores, que en esta dinámica emiten información en un mensaje que es fácilmente descodificado entre los
interlocutores por poseer un código en común, de igual forma, dicho mensaje contiene elementos que hacen referencia
a algo, que tiene un elemento emocional por parte del emisor y al llegar al receptor, dependiendo de su relación con el
emisor será la connotación proporcionada, impidiendo o posibilitando comprender o confundir el mensaje.

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Teniendo en cuenta los principios semióticos de la comunicación humana, es necesario pasar a los axiomas
básicos de la comunicación humana Esta es otra teoría nombrada como «  la teoría de la comunicación humana
(Watzlawick, 1993).
• Toda conducta es comunicación, por lo tanto es imposible dejar de comunicar, no existe la no conducta

• Lo comunicado se encuentra dividido en contenido y relación, donde el contenido es lo que se dice con todas
sus reglas fonológicas o gramáticas y la relación es “a quien se lo dices”, concluyendo así que la segunda
clasifica a la primera

• Existe un nivel analógico y un nivel digital, donde lo analógico es un equivalente semántico relacional pero no
sintáctico del lenguaje no verbal, lo digital es un elemento sintáctico pero no semántico relacional.

• La puntuación de la secuencia de hechos explica precisamente cómo todos los individuos tienen la capacidad
de construir imágenes de un objeto, en ese sentido, alude a que ante un mismo evento u objeto, dos
individuos pueden tener la capacidad de construir imágenes de un mismo evento, de manera que dos
individuos pueden tener percepciones distintas de lo que está ocurriendo entre ellos.

• La meta comunicación es un elemento que incluye el ideal de “comunicar sobre lo comunicado” es decir,
aclarar de toda confusión al mensaje emitido

• La comunicación es simétrica y complementaria, que posee elementos por igualdades y por diferencias, las
igualdades las ubicaremos como simetría que la describiremos como escalada cuando ésta se exacerba y las
diferencias serán vistas como elementos conducta-comunicación complementarios y serán rígidos cuando no
exista posibilidad de cambiar de posición jerárquica up-down.

La comunicación se desarrolla a partir de elementos lingüísticos que pueden ser distorsionados y con ello provocar un
conflicto entre los interlocutores. Existen otros elementos indispensables dentro de la interacción conducta-
comunicación. Dados los axiomas de la comunicación humana, cabría explicar que cuando la diferencia es exacerbada
entre los mensajes y los meta mensajes sobre lo comunicado puede dar como resultado procesos de reacción mutua
edificados en estructuras rígidas o patológicas, los cuales, Watzlawick (1993), ha particularizado principalmente en
tres, cuyo contenido es el siguiente:

· Tangencialización. Caracterizada principalmente en la descalificación de la comunicación entre el emisor-


receptor A que envía un mensaje a un emisor receptor B, donde el segundo, rechaza lo emitido por A, al dar
una conducta comunicación de descalificación, por citar algún ejemplo, A puede mostrarse entusiasmado al
informarle a B sobre alguna compra en especial, B puede mostrar el rechazo al manifestar algún desagrado
por dicha compra.
· Mixtificación. Puede mostrarse caracterizada por la incongruencia entre la conducta comunicación analógica
con la digital, donde A puede nombrar alguna emoción que no corresponde a su manifestación corporal.

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· Paradoja. Cualidad de la conducta comunicación mostrada en mensajes que pertenecen a dos niveles
diferentes de clasificación, pero que aparentan ser uno mismo. Como en la sentencia “haz lo que quieras”,
obedecerla daría como resultado, desobedecerla, por lo que es imposible cumplir lo sugerido.

Primera parte: Las Epistemologías del Sur.

El modelo sistémico puede considerarse como un producto de la creatividad humana y por ende, no representativo de
la realidad como tal, es sólo una aproximación. En ese tenor, el o la terapeuta deberá ser cauteloso/a en sus
supuestos y nunca pretender tener una “verdad” objetiva o absoluta, por más atractiva que esta sea, sino ser
consciente de que el modelo le proporciona una lente y una lógica mediada por una epistemología hegemónica y un
posicionamiento personal, que invisibiliza las múltiples intersecciones de la experiencia humana, es así como opera la
invención de la realidad. De ahí la importancia de tener en cuenta los contenidos culturales, históricos e idiosincrásicos
de las relaciones de los grupos humanos, entre ellos los familiares.

Un punto de partida para el enfoque multicultural con perspectiva de género es comenzar por darle muerte a
interpretaciones rígidas, clásicas y santificadas por los grupos hegemónicos de la terapia sistémica (Barthes, 2002).
Para comenzar, tenemos que mirar a la teoría sistémica de Bertalanffy (1943) como ajena a los problemas sociales,
sacarla de la biología para posicionarla como un eje discursivo de los campos sociales. Quienes han realizado una
actualización de la teoría de los sistemas a la sociología, han sido Parsons (1996) y Luhman (1998) que pocos
terapeutas sistémicos conocen (Gómez, en prensa). Para hacer de la teoría de sistemas una teoría sensible a la
multiculturalidad con una perspectiva de género, será fundamental retomar una postura política, una postura crítica y
analítica que busque construir y adaptar la teoría, reconociendo sus debilidades conceptuales y ampliando sus
abordajes.

Para comenzar, es fundamental reconocer que la categoría de análisis sistema aparece dentro del campo de
la biología, no de la sociología ni mucho menos la psicología o la terapia, y que su impacto, para esa época y en ésa
disciplina fue un acto revolucionario. Más tarde, bajo la mano de von Bertalanffy (1943) se convirtió en un paradigma
o modelo global (por ende hegemónico) "capaz" de explicar las conexiones entre las diferentes dimensiones de la
realidad, tal como sistemas vivos o biológicos. Desde esta posición, toda la “realidad” está compuesta de sistemas que
operan universalmente en todo el planeta: orden, organización, interacción e integración son elementos clave para
comprender a un sistema. Por lo tanto, esta mirada de la realidad es, en principio, un razonamiento abstracto, lógico-
matemático, biológico y ahistórico: propiedades del pensamiento universalista que la categoría sistema, en sus inicios,
supone, puede explicar cualquier fenómeno.

Para Ochoa (2004) la teoría de los sistemas aplicada a la terapia identifica que: Existe un orden, que asigna
posiciones de poder, organización asigna funciones, integración, que denomina la distinción entre los miembros que
están dentro del sistema a los que están afuera y por último interacción que define las formas en que se establecen las
dinámicas entre los miembros del grupo. Hasta este punto la teoría de sistemas parece abarcar y ser general para la
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interpretación de todos los grupos humanos que hacen familia, supone una suerte de una teoría conciliadora, que da
invisibilidad a las estructuras sociales que están presentes en la configuración de cada familia y que no nombra las
identidades de género, supone que existen, pero que no es necesario nombradas (Gómez- Lamont, 2015).

Sin embargo, hay que distinguir desde las epistemologías del sur los niveles de contribución de la categoría de
análisis sistema: esto quiere decir, mirar lo implícito y lo explícito de un pensamiento global, hegemónico, lógico
matemático y por lo tanto masculino. Debido a que, las epistemologías del sur visibilizan el reclamo implícito entre el
sujeto pensante (el o la terapeuta) en relación con el o los sujetos de conocimiento (las familias), que conducen a
nuevos procesos de producción y de re-elaboración de los conocimientos científicos con los no científicos, dejan en
claro las nuevas tensiones y dan visibilidad al cambio explícito de los diferentes tipos de conocimiento a partir de las
prácticas de las clases sociales y grupos humanos que han sufrido, de manera progresiva y sistemática, la destrucción,
opresión, debido al capitalismo, el colonialismo, el sexismo y heterosexismo entre otras formas de naturalización de la
desigualdad, que justifican diversos procesos de precarización de la vida. Esto quiere decir que la forma de pensar y
re elaborar nuestra categoría analítica sistema ya no es abstracta, ni matemática, mucho menos biológica o ahistórica.
El giro interpretativo opera en los estudios de la vida cotidiana de los grupos humanos, no desde el proceso abstracto
que hace el sujeto cognocente llámese investigador o terapeuta, que define al sistema-de forma irónica- en aislado de
los procesos sociales, históricos y subjetivos de los sujetos de conocimiento.

En una teoría sistémica sensible a los procesos multiculturales desde el género, se reconoce que el sistema
familiar responde a un orden socio cultural de un género binario: el masculino, que, en la cultura, el poder de mando lo
tiene el varón, que asigna una organización familiar basada en la división sexual del trabajo, donde las mujeres
realizan las prácticas de maternidad y los hombres, si así lo desean, actúan la paternidad, además, el varón impone los
deberes y responsabilidades a razón de la generación de pertenencia de cada hombre y mujer del espacio doméstico,
no es lo mismo ser padre a ser hijo, aunque son varones, el primero posee el mando y el otro no pero, el primero
puede transferírselo al segundo en algún momento de la vida y sin tomar en cuenta a las mujeres del sistema familiar.
Otra forma de mirar esta organización puede ser, reconociendo las identidades de hombres y mujeres en el espacio
familiar: el varón, padre de familia, heterosexual, mayor de 30 años, manda sobre la mujer, esposa, ama de casa,
heterosexual, a que responda sobre sus “deberes” de cuidar y criar a los hijos e hijas bajo la norma de castidad hasta
el matrimonio, regla que tiene una excepción para los hombres, a quienes se les permite el acceso sexual a todas las
mujeres del espacio social, menos el familiar (más adelante explicaré el tabú del incesto) y a las mujeres del espacio
familiar se les retiene y domestica su sexualidad, destinada sólo a la reproducción. Esta práctica conocida como “hacer
familia” (Salguero y Pérez, 2016) configura una manera de integrar imaginariamente un sentido de pertenencia a un
grupo socio-cultural: hombre y mujer, mamá y papá, que procrean, es decir bajo una base heterosexual (origen de la
homofobia) y casados. Donde el hombre puede estar presente o no en la educación de sus hijos. Y la mujer, por
mandato de la naturaleza responde al “llamado” de la maternidad. Si bien actualmente podemos ver un cambio con
respecto a los valores tradicionales del hacer familia, se reconoce que aún están presentes y no son funcionales, ni
para los terapeutas sistémicos ni para las familias.

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Una perspectiva de género, en la teoría de los sistemas visibiliza estos procesos, los configura, los cuestiona y
los articula teórica- conceptual y los pone en la práctica clínica para cambiar los roles de género que privan de libertad
a las mujeres sean indígenas, madres, casadas, solteras, homosexuales, transexuales, trabajadoras sexuales, rurales,
urbanas, profesionistas o no y a otros hombres, padres, casados, solteros, homosexuales, transexuales, profesionistas,
trabajadores sexuales, rurales, urbanos. Reconocerlos hace la diferencia que hace la diferencia.

Ahora bien, en la terapia sistémica, la teoría cibernética de Winer es considerada como un punto central
epistemológico de este quehacer clínico (Eguiluz, 2004), sin embargo, se oculta o se ignora cómo la teoría cibernética
se transforma en una ciencia del biopoder, debido que es más una teoría del control que del cambio, en la que se
originan prácticas tecnocientíficas para la regulación de la vida familiar como lo es la terapia sistémica. Donde la nueva
ciencia de la vida cotidiana produce de esta manera, no sólo nuevos tipos de objetos discursivos, sino también nuevas
e innovadoras formas de dominación, regulación y control social.

La cibernética en la terapia sistémica en latinoamérica es entonces un producto del capitalismo trasnacional,


histórico, que dibuja y desdibuja rutas de la dominación colonial. El manifiesto para cyborgs que elabora Donna
Haraway (1991), analiza la transmutación discursiva del organismo biológico funcional a un sistema cibernético
construido a partir de una imaginación militarizada de las redes de mando control - comunicación y de inteligencia
como metáfora disciplinar que construye nuevas técnicas científicas en “pro” de la salud y que logra posicionarse, y
mercadearse en las áreas de la psicología terapéutica. Es importante reconocer los elementos geopolíticos que
configuran las disciplinas emergentes, con tal de analizar sus problemáticas teórico y metodológicas al momento de
aplicarlas a otro territorio, cuya situación es diferente al contexto en el que se engendró dicha disciplina. Así el
reconocimiento del avance teórico de la biología, que tras varios años de funcionalismo, da un salto cuantitativo en su
epistemología, para configurarse como una ciencia de la comunicación y el control, que hará uso de la teoría
cibernética para explicar los procesos de intercambio de información entre organismo y naturaleza. Por lo que es de
menester conocer este campo en dos dimensiones que se han ido visibilizando a lo largo de este escrito: 1) Histórico
crítico y 2) El tecnocientífico.

Esto nos lleva a la necesidad de una ruptura con la epistemología hegemónica de la teoría general de los
sistemas, que nos conduce a dejar de pensar en la categoría sistema como un proceso lógico-matemático a pensar en
un sistema como una categoría conectada con los relatos socio culturales, políticos y personales. Y que su impacto
dentro de la psicoterapia, desde un enfoque socio clínico nos lleva a la comprensión de lo que le ocurre a la familia es
producto de un marco cultural, mediado por la estructura social, que normaliza a las familias y derivado de ello,
produce y reproduce las identidades imaginarias, simbólicas y subjetivas de los individuos sexuados que manifiestan un
síntoma.

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Segunda parte: El método Socio- clínico

Dentro de las metodologías críticas, la socio- clínica ha jugado un papel emancipador. Esta metodología nació a
principios de los años 80, fue consolidada por un grupo académico interdisciplinario que no se identificaban

totalmente con el núcleo duro de disciplinas tales como el psicoanálisis, la psicología y la sociología. Estos

profesionales sin ánimos de quedar estancados en la unidad disciplinaria. Temían no poder ahondar en la profundidad

de los fenómenos políticos y sociales sin antes ser encapsulados por los objetos de estudio de cada una de sus
disciplinas de origen. De ahí que la configuración de la sociología clínica sea una apertura a la creatividad y a la

imaginación interdisciplinaria en los ámbitos teóricos y metodológicos que antes se percibían cerrados y coartados
por los dispositivos disciplinarios de cada campo de estudio (Taracena, Gaulejac, 2005).

Desde la socio clínica, se invita al y a la terapeuta a abandonar las divisiones académicas/disciplinarias

cuando éstas les impidan pensar, comprender, interpretar: lo personal y lo político de cada una de las relaciones
socioafectivas y senso perceptivas entre los géneros, las orientaciones sexuales, las razas y las clases sociales. Se
trata de poner las disciplinas como la terapia familiar, la sociología, y la ciencia política al servicio de los sujetos de
conocimiento (las familias), y no a la inversa (Gómez-Lamont, 2016). En este sentido, la propuesta de la sociología
clínica nos abre a una comprensión más integradora de los relatos de vida en su dimensión simbólica, imaginaria y
subjetiva (Serret, 2004), vista en el devenir sujeto dentro de la novela familiar y social. Uno de sus instrumentos por
excelencia es el relato de vida como expresión de estas dimensiones de la identidad, de los deseos y de las angustias

inconscientes de la sociedad a la cual pertenece su autor, y de la dinámica existencial que lo caracteriza. De Gaulejac

señaló: "Una verdadera ciencia de los relatos de vida debe permitir dar cuenta de esta 'intersección', situándose en

tres niveles: el de los hechos, el de sus significados inconscientes y el de su expresión (senso-perceptiva)


subjetiva” (Taracena, Gaulejac, 2005).

La sociología clínica no hace referencia a una sociología que quiera curar a la sociedad; en otras palabras,
una sociedad no se cura. Uno, desde el lugar que ocupa en la sociedad como terapeuta, puede ayudar a las personas,
pero no hay que confundir el nivel anecdótico de la persona del terapeuta y el nivel de las estructuras de la sociedad
en las que vive el individuo que viene a la consulta.

Las opciones metodológicas que ofrece la sociología clínica oscilan en diferentes procesos de inducción del
conocimiento. Un punto central son las historias de vida, o historia personal que es un fiel producto de factores
psicológicos, sociales, ideológicos y culturales cuya interacción nos esforzamos por comprender. Taracena y Gaulejac
(2005), nos comparten que, la exploración de la historia de vida nos invita a analizar la genealogía familiar, a entender
la formación parental, con ello, comprender la novela familiar que en el devenir sujeto, traerá elecciones y rupturas en
la existencia del sujeto de conocimiento.

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Por lo tanto, la sociología clínica, es, sin embargo, una sociología que se interesa en lo vivido, en las
experiencias humanas, en lo sensorial desde lo sociológico, es decir, que mediante la interpretación sistémica, la socio
clínica da a conocer cómo las experiencias no son individuales, sino que están condicionadas y conectadas desde la
estructura de la sociedad, en ese tenor, las experiencias están socialmente significadas, por lo que el trabajo somático
del individuo que viene a consulta, se mira en coexistencia entre el sentir y los sentidos en relación con la experiencia
en el sistema social y por ende no deben de verse de forma separada. Se pudiera concluir que la experiencia es una
percepción del individuo, una actividad relacional de aprehender el mundo y que a través de la narrativa de vida
conocemos ese proceso intersectado entre los niveles individuales, de la novela familiar y el sistema social (Taracena,
Gaulejac, 2005).

Tercera parte: El Giro Sensorial

La premisa fundamental para entender la incorporación de las sensaciones como uno de los cuatro pilares de este
complejo modelo, es reconocer que la senso-percepción es socio cultural así como cualquier otro fenómeno físico: ver,
escuchar, tocar, sentir y oler, no solamente son fenómenos que aprendemos físicamente sino que vienen de una
transmisión de valores socio culturales. Dando por entendido que la percepción es condicionada por la cultura. Las
sensaciones ensimismas pueden estar conectadas con asociaciones y valores en diferentes escalas de apreciación.

Las metáforas pueden ser usadas para evocar los referentes sensoriales dentro de la narrativa, aunque no
todas las culturas usan todos los sentidos, la vista para algunas está conectada con la razón masculina o con la
brujería femenina, el gusto puede usarse como una metáfora de la distinción entre clases sociales y por ende semilla
de la discriminación o como descripción de una experiencia sexual o el olor puede significar santidad o pecado, poder
político o exclusión social. Juntas éstas sensaciones significan y valoran el modelo de las sensaciones expuesto por la
sociedad y acordado por los miembros de esa sociedad que transforman o dan “sentido” a las percepciones
simbólicas, imaginarias y subjetivas de los individuos (Sabido, 2016).

Es sorprendente leer cómo el campo de las sensaciones permanece en la interpretación biológica sin
posibilidad de abrir este lente de conocimiento a lo socio-cultural. Las sensaciones por más que la psicobiología intente
pregonar el sustrato biológico, el cual no está en duda, ignoran que- las sensaciones- son reguladas por las
sociedades más que otros aspectos de la experiencia corpórea, desde comer hasta envejecer (Sabido, 2016). Los
códigos sociales determinan qué conducta sensorial es permitida e indica cual debe de ser censurada en todo
momento y para cualquiera desde el orden género, bajo esa tesitura se indican las diferentes experiencias sensoriales
entre hombres y mujeres. Por decir un ejemplo, mirar fijamente a alguien puede significar rudeza, adulación, o
dominación, atributos de la masculinidad. La mirada hacia bajo puede sugerir modestia, miedo, recato, contemplación o
inatención, características deseadas de la femineidad. Claro está que depende de las circunstancias y la cultura.

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Por eso la senso-percepción no es un solo aspecto de la experiencia narrativa, sino que es la base de toda
experiencia corporal en un sistema socio cultural determinado. El sistema sexo género guía la experiencia de nuestros
cuerpos en el mundo, por lo tanto, guía nuestras percepciones, sensaciones y produce síntomas diferenciados en la
experiencia de ser hombre o mujer en una sociedad determinada. Así la construcción socio cultural de las condiciones
de la experiencia senso-perceptiva y del entendimiento de nuestros cuerpos en el mundo es un nivel fundamental para
comprender nuestra existencia y la existencia de los sujetos de conocimiento (Sabido, 2016).

Cuarta parte: El sistema sexo género

Ya hemos revisado que la humanidad organiza e interpreta los códigos sensoriales en códigos culturales, entre esta
simbolización senso-perceptiva se encuentran las conductas sexuales. Los estudios socio culturales sobre las
conductas sexuales han querido entender las maneras en que los seres humanos organizan a las sociedades y
construyen lenguajes condicionantes, que se convierten en códigos comunes en todos los pueblos.

Uno de los conceptos clave para comprender el lenguaje universal de las culturas es el que denominaremos
“sistema sexo/género”. Este concepto es utilizado por primera vez por Gayle Rubin en su artículo "El tráfico de
mujeres: notas sobre la economía política del sexo", publicado en 1975. Para Rubin, "un sistema sexo/género es un
conjunto de acuerdos por el cual la sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y
en las cuales estas necesidades sexuales transformadas, son satisfechas" (Rubin, 1986: 44).

La propuesta del sistema sexo/género nace debido a la necesidad de re significar la categoría sistema desde
un planteamiento antropológico, político y social con una perspectiva de Feminista, con el objetivo de dar a conocer la
vulnerabilidad y la resistencia de las mujeres y otros grupos humanos oprimidos por su condición sexual. Para realizar
lo anterior, Rubin (1986) analiza de cerca el sistema de parentesco, propuesta del antropólogo Claude Levi Strauss
(Rubin, 1986). Del cual busca visibilizar el sistema de relaciones por las cuales las mujeres entran en un proceso de
domesticación en relación con los hombres.

Para conocer esta propuesta, Strauss (1998) considera que el sistema de parentesco no es una lista de
parientes o el árbol genealógico de la familia, sino que es un sistema, configurado por las contradicciones entre lo
genético y lo pactado socialmente en un grupo humano determinado, es aquí donde cabe hacer la diferencia entre la
multiculturalidad y el multiculturalismo. El primero define las relaciones que se establecen entre diversos grupos
humanos ubicados en un mismo territorio y el segundo refiere al respeto sistémico de las reglas establecidas entre
cada uno de los grupos, de diferentes tradiciones, valores y conductas. En ambas la figura del matrimonio configurará
reglas y valores diversos en cuanto a cómo deben de ser consideradas las mujeres y los hombres. Para la
multiculturalidad, el matrimonio figura como una red de parentesco para el intercambio de vienes, servicios,
solidaridad, ritualidad y celebración entre los miembros de una comunidad y que son protegidos por el estado. Para el
multiculturalismo, el matrimonio girará entorno al respeto de las configuraciones internas que cada grupo humano

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establezca para poder llevar acabo la misión de “hacer familia”, que en otras palabras, significa obedecer a cada ley
interna de maternidad y paternidad, en tanto que da seguimiento a las normas sobre quién puede casarse con quien,
y qué deberes llevarán acabo desde la heterosexualidad con fines reproductivos. En ese tenor, cabe reconocer que el
multiculturalismo se guía por las leyes internas de los grupos a diferencia de la multiculturalidad que respeta las
diferentes configuraciones culturales bajo el marco de los derechos humanos.

Los sistemas de parentesco (Strauss, 1998) y sus formas de abordarlo han provocado discusiones entre
varios sectores de académicos de la multiculturalidad y el multiculturalismo que se dedican al estudio de la relatividad
de la maternidad y la paternidad en diferentes grupos humanos, pues entra en juego hablar del “tabú del incesto”, el
matrimonio entre primos “cruzados”, los términos de descendencia, las relaciones de intimidad forzada, violación y
abuso sexual como algo consensuado en la ley interna del grupo o algo penado por el Estado. Para Rubin (1986), los
pensadores del Siglo XIX han definido la distancia entre lo biológico y lo cultural en el tema del tabú del incesto,
además observa que la configuración, del sistema de parentesco, matrimonio y tabú del incesto son imposiciones de la
organización cultural del sistema sexo género que impacta directamente sobre los hechos de la procreación biológica.

Al tema le añade, la definición de los sistemas de parentesco de Strauss, que declara la utilidad del
intercambio de mujeres entre los hombres como parte de las leyes internas de los grupos que definen el parentesco
conforme al orden natural de la sociedad humana. Este sistema del multiculturalismo de Strauss (1998) tiene una
razón de ser, que da sentido a la experiencia humana, sobre todo por dejar en claro las reglas y tabúes matrimoniales
en relación a la domesticación de las mujeres y de ahí que deba de ser respetado.

En el acto matrimonial se llevan acabo y de forma previa, una serie de regalos entre las familias que desean
consolidar la unión de los dos clanes, entre estos regalos, las mujeres fungen como parte de los intercambios y son
vistas como "el más precioso de los regalos”. El resultado del regalo de una mujer es que los participantes de este
lenguaje de competencia y rivalidad entre los “jefes de familia”o “tribu”. Pasan a ser afines, y sus descendientes
estarán relacionados por la sangre por que “el matrimonio los conecta de forma permanente”. Sin embargo quedan
claras dos situaciones, la objetivación del cuerpo de las mujeres, la domesticación que condiciona su senso-percepción
y que los beneficiarios del producto de tal intercambio conocido como matrimonio son los hombres.

El “intercambio de mujeres" como lo describe Rubin (1986) en efecto, es un concepto que contribuye a la
revisión de la vulnerabilidad y la resistencia de las mujeres y otros grupos feminizados, que desde el multiculturalismo,
se pregona el respeto “sistémico” a este tipo de intercambios que anulan la dignidad humana de las mujeres y otros
sujetos de sexo, género y deseos no normativos al sistema sexo/género (Gómez-Lamont, 2016).

Esto nos lleva a reconocer que, todas las culturas presentan relativismos, pero el relativismo del
multiculturalismo, como postura de “respeto sistémico” absoluto de valores culturales, es erróneo. Contra el
multiculturalismo debemos proponer diálogos interculturales sobre preocupaciones isomórficas, es decir,

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preocupaciones que atañen al reconocimiento de la dignidad humana de las mujeres y de otros sujetos de sexo,
género y deseo no normativos al sistema sexo/género (Gómez- Lamont, 2016). Debido a que todas las culturas tienen
concepciones de dignidad humana pero no todas ellas la consideran como un derecho humano (De Sousa, 2010).
Contra ese relativismo, que entra en estado de excepción para algunas culturas, debemos reconocer que
absolutamente todas las las culturas están incompletas en su concepción de la dignidad humana. Esta incompletud se
deriva del hecho mismo de que existe una multiculturalidad. Si cada cultura fuera tan completa como reclama ser,
habría una única cultura, surgiría la hegemónica. Y la idea de incompletud, entonces, puede apreciarse mejor desde
afuera, desde la perspectiva de otra cultura que sí rescate y aplique el reconocimiento de la dignidad humana. Por lo
que una de las tareas más cruciales para Boaventura De Sousa (2010) es la construcción de una concepción
multicultural de los derechos humanos que eleve la conciencia de incompletud cultural a su máximo posible. Pues, solo
así es posible desarrollar un diálogo entre diferentes culturas que sí apliquen los principios de la dignidad humana.

Por lo que en el área de los derechos humanos y la dignidad humana, el apoyo social de una terapia sistémica
multicultural con perspectiva de género, que busque las reivindicaciones emancipadoras es primordial para el contexto
latinoamericano.

La Teoría de la Comunicación Humana Revisitada

Uno de los pilares epistemológicos centrales para la Terapia Sistémica ha sido el trabajo de Watzlawick, Beavin &
Jackson (1967) que al analizar dentro del campo terapéutico, las interacciones, patologías y paradojas en la
comunicación, dieron a conocer un planteamiento teórico fundamental para el modelo sistémico, el cual se ve reflejado
en la obra titulada: teoría de la comunicación humana. En este punto del artículo, se recuperarán algunas líneas de
trabajo de los autores ya mencionados (teoría de la comunicación humana de Watzlawick, Beavin & Jackson 1967),
desde la sociología de los sentidos (Sabido, 2016), la cual posee dos niveles analíticos: el interaccional y el individual
disposicional. El primero permite observar el papel de los sentidos en la mutua percepción que se llevan acabo en las
interacciones. El segundo posibilita observar cómo se construyen y aprenden formas de percepción. Daré primordial
importancia al papel que juega el sistema sexo género en ambos niveles analíticos aplicados a la teoría de la
comunicación humana.

Cuando la teoría de la comunicación humana establece en su primer axioma: “toda conducta es


comunicación”, nos habla necesariamente de una percepción sensorial, donde es capaz de pensarse en la experiencia
corporal en interacción con un otro u otros, la cual por su naturaleza sensorial, comunica la forma en que
experimentamos nuestros cuerpos y el mundo a través de los sentidos (Sabido, 2016). En ese tenor las autoras West
y Zimmerman (1990) explican que la cultura patriarcal ha producido y reproducido un condicionamiento perceptivo en
los cuerpos sexuados, basado en estereotipos de género, que a través de medios de comunicación y otras
instituciones disciplinares como la clínica y las escuelas, han taxonomizado conductas sensoriales como propias de

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hombres como la vista, asociada al campo de la ciencia y del gusto de las mujeres asociadas a la belleza, estas
basadas supuestamente, en las diferencias anatómicas.

Cuando en una sociedad se instituye el imaginario de la división sexual del trabajo en el prototipo de familia y

de pareja, a la vez, se construyen identidades complementarias de género, que condicionan a la experiencia de los

cuerpos sexuados como hombres y mujeres en relación mutua como social.

Estos comportamientos repetitivos y signados por la marca de género, serán vistos como complementos del
axioma “toda conducta es comunicación” por lo tanto nunca dejamos de comunicar y hacer genero”. Con hacer género
nos referimos a un proceso sensorial, relacional y corporal que simboliza a un determinado comportamiento como
afirmativo de “mujer” u “hombre”. Un comportamiento que se enuncia sin ser nombrado. Por ejemplo: “Es de hombres
comer picante”, significaría que aquel que quisiera ser afirmado como “hombre" deberá de comer el picante. Este acto
será la acción simbólica que marcará “ser hombre” sin que sea necesario mencionarlo, por citar otro ejemplo, “Una

buena mujer no sale de noche”, implicaría que, para ser una “buena mujer” los actos evitarían a toda costa romper
con el mandato inicial: nunca salir de noche.

Lo anterior indica que hacer género es un verbo, es decir, una conducta que comunica y no un sustantivo que
es pasivo, estático e inmovil. Además es un acto repetitivo que moldea y troquela subjetividades, a la vez que va
enunciando el transitar de una persona en una sociedad que busca ser identificarlo o identificarla en su experiencia
corporal en el binomio hombre/mujer de una cultura específica.

Para West y Zimmerman (1990) comunicar la experiencia corporal de hacer género es, para muchas
personas, un logro, una propiedad subjetiva, perceptiva del modelamiento del cuerpo, adquirida a partir de la
repetición de una conducta determinada por las identidades sociales, las cuales no se cuestionan, sólo se actúan.
Cabría mencionar, entonces que hacer género es un axioma que condiciona a los demás axiomas de la comunicación
humana.

Por otro lado, la feminidad y masculinidad son considerados “prototipos” de expresión esencial de los
cuerpos sexuados. Las expresiones de dichas conductas son “actos convencionalizados y rutinarios que transmiten a
los demás como los consideramos”, esto quiere decir que producen y reproducen las percepciones adecuadas según
el sexo y el género asignado socialmente a los individuos.

Goffman (citado en West y Zimmerman (1990) piensa que: “si se definiera el género como las correlaciones

culturalmente establecidas del sexo, entonces la demostración de género se refiere a las descripciones
convencionalizadas de estas correlaciones”. Esto confirma lo que Classen (1997) afirma “la percepción está mediada
culturalmente”, por lo tanto, la demostración del género comunica directamente las interacciones de las percepciones

!30
y en lo individual disposicional, indica la interiorización de las percepciones subjetivas que han sido mediadas
culturalmente.

Hacer género consiste en manejar las respuestas perceptivas- reactivas de cada situación para que, sin
importar las particularidades individuales, el resultado sea visto y visible en un contexto relacional como apropiado
para el género o, como sea el caso, inapropiado para el género, es decir, explicable. Por poner un ejemplo de este

caso: Los medios de comunicación difunden representaciones sobre “lo propio de las mujeres” y “lo propio de los

hombres” así como la arquitectura y la forma de habitar el espacio público y el privado. Los hombres en puestos de

dirección y las mujeres en el confinamiento familiar. Los hombres deben de marcar territorio mediante la virilidad, las
mujeres deben de enunciar su amor a la familia y a los cuidados. Cualquiera que viole esos mandatos, la sociedad los
confinará en la burla y el menosprecio.

Hacer género significa crear diferencias entre niñas y niños, mujeres y hombres con una base heterosexual,

diferencias que no son naturales, esenciales o biológicas, para a su vez, reforzar la “esencialidad" del género, para
que no sea cuestionado ese orden social. Por ejemplo la vestimenta, la forma de actuar, los gestos, tonos de voz y
maneras de caminar en el espacio público y privado, es ahí donde encontraremos al género más como un verbo que
como un simple acto.

La categoría sexual y el género son características manejadas de la conducta, creadas en función del hecho
de que otros no juzgaran y responderán de formas particulares. El género de una persona no es solo un aspecto de

lo que una persona es, sino algo más fundamental, es lo que hace y lo que hace recurrentemente en interacción con

mujeres y otros hombres que afirmarán o descalificaran sus actos como propios o no de la masculinidad.

La encarnación material de los roles de esposa y esposo y, como una derivación de la conducta propia del

ser mujer y del ser hombre. Lo que también se produce y reproduce frecuentemente son los estatus dominante y

subordinado de las categorías sexuales.

Siguiendo la linea de investigación interaccional en la sociología de los sentidos, la influencia del “textualismo”
en el análisis antropológico que dio como resultado pensar en el axioma “Toda comunicación es digital y analógica”- en
especial digital, nace como un paradigma, como un enfoque que interpreta la escritura y la posiciona de forma
relevante en los modelos narrativos de la terapia sistémica, esta valoración de los medios narrativos sobre los del
cuerpo serán criticados por distraer la atención acerca del sentir de las culturas y evidentemente de los modelos
racionalistas de los sentidos del cuerpo como el de la vista y la escucha.

!31
Estas críticas, buscan mirar más allá del estudio psicológico de la percepción de la comunicación, busca en
especial, resaltar la sociabilidad de la sensación y dejar en claro que la percepción está mediada culturalmente (Howes,
2014). En ese sentido se mira a la percepción como una actividad de aprehender el mundo.

En el caso de la teoría de la comunicación humana, al hacer referencia de la “puntuación de la secuencia de


hechos” (Watzlawick, Beavin & Jackson, 1967), puede analizarse como uno de los axiomas que reconoce a los
sentidos, no como receptores pasivos, sino que funcionan como mediadores interactivos, que conectan las
percepciones corporales con el mundo y con otras personas, debido a que - y a la necesidad de dejar de verla como
una configuración matemática, tal y como la expresan en su libro (Watzlawick, Beavin & Jackson, 1967)- cada
puntuación es vista como una percepción que informa no sólo de significados personales de un hecho, sino que
transmite y aporta valores sociales condicionados en el cuerpo del emisor del mensaje. Estos significados y valores
sensoriales plasmados en la puntuación de la secuencia de hechos, forman parte de las interpretaciones que hacen los
individuos, del lugar que ocupan en la sociedad, llevando a la o el terapeuta a estudiar no sólo los usos pragmáticos
de los sentidos, sino también a la manera en que se infiere un valor social a las distintas puntuaciones de las
secuencias de hechos. Puntuaciones marcadas por un orden de género.

Dando continuidad al análisis de los axiomas, el siguiente pregona: “Los intercambios comunicacionales que
pueden ser simétricos (iguales y paralelos, donde ambos pueden dirigir), o complementarios (donde uno dirige y el
otro sigue); pueden describirse como relaciones basadas en la igualdad o en la diferencia” (Rosales, 2003; pp.47).
Así, cada individuo proyecta sobre su cuerpo un saber compuesto, describe Le Bretón (2002), semejante a un "traje".
Cada hombre y cada mujer construye una visión personal del cuerpo que arma y desarma desde lo dispuesto
culturalmente desde el orden de género. Elementos todos, siempre disponibles para configurar los gestos socialmente
admitidos, entre ellos, los configurados desde el binario heterosexual.

Para Le Breton (2002) estas interacciones simétricas y complementarias son referencias del cuerpo
contemporáneo, que se erige por condicionamientos sociales, que construyen la relación entre quienes deben de
dirigir, quiénes deben de seguir y entre quienes se debe de competir, en este punto será indispensable recordar al
sistema sexo género (Rubín, 1986), que indicará claramente el poder de mando de los hombres sobre el de las
mujeres que deben de seguirlo (indicando la complementariedad entre hombres y mujeres heterosexuales). Explica, de
igual forma la simetría y competencia entre los hombres.
Es así cómo los axiomas de la teoría de la comunicación humana hacen referencia al cuerpo en la modernidad
occidental, esta teoría representa sólo un bosquejo sobre el que se ensayan y se erigen hipótesis que explican la
influencia de la ciencia, la sociedad y la ideología sobre los cuerpos sexuados (Le Breton, 2002). Es en este sentido,
como se explica la presencia del cuerpo dentro de las hipótesis sistémicas, y este toma un papel fundamental, que nos
indica que su presencia no es aislable del orden de género o del multiculturalismo.

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Conclusiones
Hacer terapia va más allá de la reproducción de un modelo y de idolatrar a algún autor, es tener la responsabilidad de
dialogar con alguien en un estado vulnerado, cuya identidad gira entorno en un devenir sujeto, sujeto mujer o sujeto
hombre, cuya cultura los ha producido, sus sentidos, sus gustos, sus percepciones y que en su trayecto de vida, es
decir, en su proceso de transición para llegar a ser sujetos han pasado por una serie de renuncias familiares y
culturales.

Hablar de la multiculturalidad en la terapia sistémica, es hablar de la construcción del individuo en su espacio


familiar y social, implica asumir nuevas responsabilidades analíticas de cada caso en particular, donde el o la terapeuta
va conformando una forma relación entre sujetos de conocimiento y sujeto cognocente, en el cual, se participa en un
proceso de aprendizaje constante, donde en el sistema terapéutico se van creando historias de compromiso mutuo, de
responsabilidad compartida, lo cual va formando un sentido, el social, que conecta lo personal y lo político entre la
relación terapeuta consultante.

La responsabilidad multicultural oscila entre el reconocimiento y el respeto de las reglas culturales entre los
grupos en los que tiene contacto, sean estos urbanos o no, sin embargo, es un emisario que visibiliza las discrepancias
entre las nociones de dignidad, voluntad y autonomía en cada grupo, pues, considera que los derechos humanos son
universales y en esa universalidad caben todas las mujeres, niñas, ancianas, homosexuales, transexuales, bisexuales,
indígenas, así como hombres intesectados entre las identidades homosexuales, transexuales, bisexuales, indígenas,
migrantes, obreros entre otros.

Este artículo busca ampliar la mirada de las y los terapeutas, de mirar desde otro lugar, desde el
conocimiento situado, de nuestra realidad latinoamericana, de reformular las hipótesis, de trasladarlas a hechos
sociales contextuales y a dar un sentido diferente a la terapia.

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!35
EL CONSTRUCCIONISMO SOCIAL Y EL
RELATIVISMO CULTURAL EN LA TERAPIA
SISTÉMICA Y POSMODERNA: UNA REFLEXIÓN
PENDIENTE DESDE LA PERSPECTIVA
FEMINISTA Y LAS EPISTEMOLOGÍAS DEL SUR.

“No es sólo la voluntad discursiva, sino la realidad material las que harán el verdadero cambio”
Raquel Guereca Torres UAM Cuajimalpa

En esta exposición que he escrito quisiera tratar de responder a las siguientes interrogantes:¿Cuales son los límites de
la interpretación pos moderna en la terapia sistémica?, y ¿Cómo pudiera integrar la crítica de los estudios
interseccionales del feminismo a la terapia?, ¿De qué forma las y los terapeutas sistémicos integrarían las
epistemologías del sur en su trabajo terapéutico?, epistemologías, por cierto, tan necesarias en América latina para
combatir el modelo neoliberal que ha desahuciado a tantas familias en México. Sin duda no podré contestar a estas
interrogantes si sigo los caminos teóricos de la hegemonía en la terapia Sistémica en México, por lo que mi propuesta
es trans disciplinaria, en la que me basaré en autoras y autores desde la sociología, la antropología feminista hasta las
terapias pos estructuralistas feministas.

Para empezar debo recordar lo que Bolivar Echeverría (2010) llamó como la americanización de la
modernidad. La cual veía como una dinámica imparable, auto impuesta y pragmática en el pensamiento de inicios del
siglo XX en America Latina, la cual influyó en la modernización de la terapia (entre muchas otras cosas más) para
hacerla parte de “la artificialización de lo natural”. Esto funciona de la siguiente manera: primero, es de menester
reconocer que, la sociedad norteamericana construyó a la terapia sistémica como un dispositivo "artificial" para el
control de los cuerpos, sin embargo, también construyó a la par, un ideal normativo, en el cual, quien no encajara en el
cuerpo del hombre blanco, burgués, heterosexual y productivo, sería objeto de “normalización" por parte de todos los
dispositivos disciplinarios como la terapia familiar, por lo que: el migrante, el homosexual, el/la transexual, el
esquizofrénico, también y como lo diría Marcela Lagarde (2011) las madresposas, monjas, putas, presas y locas, que
yacen dentro de los cautiverios domésticos y que, para este nuevo dispositivo artificial, no se ajustaban a la familia
americana por excelencia, ilustrada en diversos medios de comunicación como prototipo de salud (Witting, 2006).

La terapia sistémica, al hacerse asidero de este imaginario social y en conjunto con la teoría cibernética, no
olvida su origen bélico, de gobierno de la información entre los sistemas complejos, los cuales, metaforizados primero
por el biólogo Bertalanffy (Gómez- Lamont, 2018) y después por Parsons (Gómez-Lamont, 2018) y su pupilo Luhman
(Gómez-Lamont, 2018), hacen de los sistemas y su información al interior, categorías analíticas para las y los
terapeutas, que pronto intervendrían en los grupos humanos como las familias. Esto a su vez construye, y
necesariamente impone, un modelo neoliberal de oferta y demanda de normalidad en salud mental, que llevaría a las
!36
familias a demandar a que se les ayude a poner un "control": de los límites difusos o coaliciones negadas, alianzas
encubiertas, juegos psicóticos, así como poner fin a las patologías en la comunicación y a las disfunciones familiares.
Teresa Forcades (2018) advierte que, esta modernidad americanizada al imponer un modelo normativo capitalista en
la salud mental, construye riesgos para los que quedan fuera de ese parámetro: heterosexual, blanco, americano, del
binario masculino, femenino y sano.

Sin lugar a dudas grandes cambios vendrían en la terapia estadounidense en los años 80´s, provenientes de
críticas, principalmente de los movimientos feministas que dotadas de una fuerza intelectual, heredada de dos textos
canónicos de la época, “La mística de la femineidad” de Betty Friedan (Valcarcel, 2012), y el “Segundo sexo” de
Simone de Beauvoir (Valcarcel, 2012) ambas con el legado del movimiento sufragista, analizaron “la enfermedad que
no tiene nombre” en el espacio doméstico: la violencia familiar, y visibilizaron la necesidad de no sólo hacer presente la
categoría de género y la discusión feminista en el espacio de la terapia, sino además lograron sumarse a los
movimientos de la liberación homosexual y liberación racial, llegando a la victoria en varios frentes, primero las
feministas de la época impulsaron la inclusión de los temas de las mujeres afroamericanas a la discusión terapéutica y
en la justicia social, pues, el racismo intelectualizado, había logrado que las mujeres afroamericanas no pudieran
acceder a trabajos fuera de la esclavitud doméstica de las familias blancas, heterosexuales y católicas, como lo
muestran otras obras de la época: “The Help” Kathryn Stockett y “Hidden Figures” de Margot Lee Shetterly, que
coinciden en señalar las múltiples discriminaciones que vivían las mujeres afroamericanas: un pago por debajo del pago
mínimo, la imposibilidad de utilizar los mismos baños que las personas blancas, el código moral de la imposibilidad de:
comer, ir a la escuela y sentarse en el autobús en el mismo lugar que las personas blancas. Situación que intensificaron
las críticas a los modelos terapéuticos que validaban políticas institucionales de discriminación racial.

No conformes, las feministas junto con colectivos de la diversidad sexual impulsaron la despatologización de
la homosexualidad en 1973 y rectificada en 1990 por la Organización Mundial de la Salud. Además la American
Psychology Association creó la sección 44 para los estudios Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual plus. Dedicada a
defender los derechos de la comunidad LGBTTTI+ de los intentos para patologizarlos nuevamente por parte de
terapeutas con con corte conservador (Gómez- Lamont, 2015).

Ante estas victorias civiles en Estados Unidos, la academia, tuvo necesariamente que moverse y Kenneth
Gergen (2013), un hombre, blanco heterosexual y universitario, comenzó a construir los pilares del enfoque
construccionista social. Este enfoque surge en los años 80, cuyos eslabones sociales habían quedado como
antecedentes de una psicología que considera que los fenómenos que percibe el sujeto, están íntimamente
relacionados con los intercambios sociales y experiencias previas, en ese sentido para Gergen (2013) los significados
son continuos, y con frecuencia su forma y contenido cambian de una relación a otra.

La capacidad discursiva del ser humano- dice McNamee y Kenneth (1996)- es enorme, por lo que no hay
razón para pensar que los significados que se generan en la terapia serán los mismos en las relaciones fuera de ella.
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El insight que el terapeuta y su cliente comparten es esencialmente su logro propio, un momento en su conversación

derivado de un intercambio anterior, por lo que no es fácil sacarlo de contexto y ubicarlo en otra conversación lejos
de un tiempo y de un espacio.

Este autor menciona que hay un cambio todavía mayor, más proactivo, en las implicaciones terapéuticas
derivadas del diálogo construccionista. Al ubicar la fuente del significado en el proceso dialógico, éste se empieza a

percibir como una actividad social, ya no originándose en el interior mismo de una mente individual, donde queda

almacenado para su uso futuro. Porque el significado se crea en la acción, y se regenera - o no se regenera - en los
procesos de coordinación subsecuentes; siguiendo y recordando a Wittgenstein (citado en Gergen 2013): el

significado nace del uso social. O, como lo propone de Shazer (citado en Gergen 2013): "en lugar de buscar detrás y

debajo del lenguaje que utilizan los clientes y los terapeutas, yo creo que su lenguaje es lo único que tenemos para
trabajar…”
La propuesta de McNamee y Kenneth (1996) en principio, busca aplicar la tesis de incorporar los contextos y
las realidades sociales de quienes asisten a consulta, viendo a la terapia como un proceso de construcción social
inmerso en la cultura. Esto contribuyó para salir de la ortodoxia de los modelos tradicionales en psicoterapia,
postulando una serie de recomendaciones, tales como: El terapeuta es alguien que no sabe, que necesitará que el otro
le informe, que no tiene acceso a la información privilegiada, que el terapeuta tendrá que aprender más sobre lo que
se dice y lo que no se dice, en ese sentido la interpretación siempre será un diálogo entre el terapeuta y el o la
consultante, no el resultado de narrativas teóricas predeterminadas.

Con esto, puedo iniciar con mi intento de responder las interrogantes iniciales. ¿Cuáles son los límites de la
interpretación pos moderna en la terapia sistémica? El inicio de la transformación sistémica a pos moderna, diversas
fuentes tienen como referente el texto “Los sistemas humanos como sistemas lingüísticos: implicaciones para la teoría
clínica y la terapia familiar” de Harlene Anderson y Harold Goolishian (1998) donde proponen 4 premisas
fundamentales: 1. Los sistemas humanos son sistemas de lenguaje y significado. 2. El significado y la comprensión son
construidos social e intersubjetivamente. 3. Cualquier sistema de terapia es un sistema de lenguaje y significados, 4.-
La terapia es un acontecimiento lingüístico, 5.- El rol del terapeuta es el propio de un artista en la conversación.

Hasta éste momento el construccionismo social es el piso en común para las 4 premisas fundamentales de los
sistemas humanos como sistemas lingüísticos, propuesta transitoria a un modelo pos moderno en la psicoterapia. Para
Michele Bograd y Kaethe Weingarten (1990) insisten en que a estos cuatro principios se les pueden integrar la
perspectiva feminista, debido a que el construccionismo social y sus múltiples perspectivas ofrecen un entorno que
permite a ambos observar y recibir diversas posturas críticas. Además de que el feminismo observa los límites en la
terapia sistémica y el construccionismo social, debido a la falta de críticas así mismos, lo que probablemente les ha
impedido renovarse.

!38
En esa línea de pensamiento Ian Hacking (1998) y Sally Haslanger (1995) se preguntaron ¿de qué hablamos
cuando hablamos de una construcción social?, a lo que respondieron, que pudiéramos decir que es un acto de unión
de objetos o ideas dado históricamente por un grupo de personas, como muestra Ian Hacking (1998), esta amplia
definición nos puede conducir a pensar que la construcción social da como resultado la construcción de la realidad, de
los hechos, del conocimiento, de las emociones, del género, del sexo, de la violencia. Sin embargo, la pieza clave del
construcciónismo social es pensar que es un resultado o acto político-moral de unión de objetos o ideas por un grupo
de personas. En ese sentido, la experiencia histórica de los grupos da la contingencia en la cual fue engendrado lo
político y lo moral de la construcción social.

Ian Hacking (1998) trata de describir qué es lo que es construido socialmente? Según Hacking, hay tres tipos
de cosas susceptibles de ser socialmente construidas:
(i) Los objetos. –la materialidad que está en el mundo, como la descendencia, el desarrollo humano, el proceso salud
enfermedad, el autismo, el abuso, las exclusiones, la discapacidad...
(ii) Las ideas, conceptos (representaciones mentales), creencias, disposiciones, teorías, ideas que son debatidas,
aceptadas, compartidas (…). y que pueden ser confusas, sugerentes, profundas, las clasificaciones o las clases
–intensionalmente entendidas– serán ideas y sus extensiones como son colecciones que están en el mundo;
(iii) Las palabras: como los hechos, la verdad, la realidad y el conocimiento, que dicen algo acerca del mundo, y están
en un nivel más alto.

Según Sally Haslanger (1995), la construcción social es un producto de la práctica social, sin embargo, este
tipo de afirmaciones tienen sus complicaciones categoriales, por lo tanto cuestionables, en ese sentido, es
indispensable definir y precisar el proceso de construcción social:

1) Construcción causal: algo se construye de forma causa-efecto si los factores sociales juegan un papel generativo.
La identidad de una mujer es producto de una construcción social causal debido a la interpretación médico jurídica de
la diferencia sexual.
(2) Construcción constitutiva: Que forma parte esencial o fundamental de algo y lo distingue de los demás. En el
binario femineidad y masculinidad se concentran las esencias que diferencian a los géneros mujer y hombre.
3) Construcción pragmática: Es un aparato clasificatorio que se construye socialmente, refiere en concreto a todos los
factores relacionales. Es decir, entre el binario femenino-masculino se configura directamente entre quehaceres género
individual y el colectivo en interacción, “actuar como hombre” o “como mujer”, como “esposa”, “marido”, “madre” o
“padre". En todas las categorías relacionales construidas socio culturalmente. En este tipo de construcción, se
subcategoriza en dos fuerzas pragmáticas:
(3.1) Construcción pragmática débil: Es aquello que tenga que ver con un rol social u hábitus, instituido en escenarios
o campos específicos como: ser profesor o profesora, secretaria o secretario, doctor o doctora, y terapeutas
sistémicos.

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(3.2) Construcción pragmática fuerte: Su distinción radica en, si son propiedades “intrínsecas”, como ser hombre
macho y mujer femenina, otro habitus en un campo más extenso.

Sin embargo, y a pesar de la aclaración anterior, Haslanger (1995) deja en claro un problema dentro del
discurso del construccionismo social y es que, se puede reducir a un mero ejercicio de construcción de objetos, sin
distinción entre lo material y lo “ideal”, es decir, que autores como Gergen (2015) no distinguen lo objetivo de lo
subjetivo, lo que comprendería a un grave error categorial dentro de cualquier propuesta teórica. Lo que para la
filosofía de la ciencia sería lo epistemológicamente subjetivo, los construccionistas sociales, lo disuelven con lo
ontológicamente subjetivo. Traducido a “lo que la gente cree que es verdad”, incluso, permitiendo la invisibilidad del
racismo, el clasismo, el sexismo, el heterosexismo y la homofobia en aras de reconocer la construcción de objetos,
ideas y palabras por un grupo determinado, sin importar o no, la violencia de los mismos. Otro problema, es lo que se
reconoce como “la verdad material” como los feminicidios, crímenes de odio a razón de la raza, clase social, género y
orientación sexual. Esto hace lo que Haslanger menciona como una posición confusa entre las descripciones de la
realidad material (que son los hechos sociales) y el “psicologismo” lingüístico redundante de Gergen (2013) y
seguidores, dan la pauta a la crítica de que la construcción social, en sentido genérico de este autor, es trivial e
irrelevante, pues parece no aportar nada nuevo, a no ser que, defina adecuadamente lo real material, como las
estructuras de poder, de lo lingüístico, subjetivo individual o colectivo.

Por ello, Ian Hacking (1998) y Sally Haslanger (1995), afirman que no todos los construccionistas sociales
sostienen los argumentos de McNamee y Gergen (1996), sino que, optan por posturas más políticas y radicales, en las
que afirman que las categorías de construcción causal como hombre, mujer, inteligencia, torpeza, tristeza, LGBT,
familia, entre otras, están naturalizadas en la sociedad, en ese sentido argumentan que esa tesis de contingencia (las
categorías de construcción causal) no deberían de haber existido, e invitan a pensar en otra propuesta, la tesis de
indeseabilidad, la cual apunta que las construcciones causales y lo que implican como la construcción constitutiva y
construcción pragmática, deberían de ser analizadas bajo la mirada abolicionista, es decir, problematizar esas
construcciones, hasta erradicarlas, pues, como dicen los autores “estaríamos mejor sin ellas”.

Es ahí donde la discusión de Hacking (1998) y Haslanger (1995), se conecta con otro de los grandes
desafíos que las feministas han encontrado en la aplicación terapéutica del construccionismo social, y es la insistencia
del relativismo cultural como una práctica invisible en los postulados posmodernos, pues como se recordará, Gergen
(2013) al poner en el centro al lenguaje como eje de la polivocalidad, adjudicando que cada construcción de la
realidad es válida dentro de su propia comunidad. Deja de lado la estructura de opresión a las minorías y desarticula
la acción del terapeuta como un orientador hacia la justicia social.

Los estudios feministas, son estudios críticos en sí mismos, que cuestionan el devenir del conocimiento que
ha privilegiado a una reducida población mundial, de hombres, heterosexuales, y católicos (Gómez- Lamont, 2015).
Para las feministas y aliados, han reconocido la importancia del conocimiento situado, así como de hacer visible los

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privilegios y sus riesgos. De ahí que fuese primordial reconocer el género, el sexo, la orientación sexual, clase social,
condición racial y religión de quien escribe. Una práctica poco realizada en la literatura hegemónica de la terapia
sistémica, incluso la posmoderna.

Ahora bien, para hablar del relativismo en la terapia reconoceré al filósofo moral Rachels James (2015), el
cual describe que la forma más eficiente de detectar el relativismo cultural es situándolo en un caso en concreto,
veamos un ejemplo: Una familia judía ortodoxa que asiste a consulta debido a que su hija transexual se ha suicidado.
La familia, muy condolida, comparte al terapeuta que han pensado enterrarlo como varón -es lo único que les
interesa- dicen: “pues, así nació”. Poco después, le comparten al terapeuta la carta póstuma de su "hijo" en la cual
hace referencia del temor de ser enterrado en el género que se le asignó al nacer, el cual rechazó rotundamente
durante toda su vida. Es común, que en el pensamiento sistémico, la toma de decisiones sea desde el utilitarismo,
como lo demostrado en las propuestas del finado Minuchin (Gómez, 2016) o ya en las terapias posmodernas, con las
conexiones entre las polifonías que miran como válidas todas las realidades, pero más, las de la mayoría. En ese caso,
si no se analizan los sistemas de opresión que yacen invisibles ¿Qué propone la terapia si el terapeuta no posee un
conocimiento privilegiado sobre la justicia social? el relativismo cultural se hace presente cuando ya no podríamos
decir que las costumbres de otras sociedades son moralmente incorrectas a las nuestras. Si tomamos en serio el
relativismo cultural, tendremos que ver estas prácticas de discriminación (como borrar la identidad de alguien que ha
fallecido) como inmunes a la crítica, pues, “todas las realidades son válidas”. Estancando el cambio, la inclusión social
y el acceso a la justicia de las minorías. Que por desgracia, es por donde se ha dirigido el construccionismo social
(James, 2015).

Un ejemplo claro de esta crítica a la cultura, es el lugar de la mujer en la sociedad, que ha estado
estrechamente circunscrito a los usos y costumbres, pues no podían tener propiedad, no podían votar ni ocupar un
puesto público y generalmente estaban bajo el dominio casi absoluto de sus maridos como lo muestra el libro The
bostonians de Henry James de 1886. Recientemente, buena parte de esto ha cambiado, y la mayoría lo considera
como un progreso, pero no se pudo lograr si no se cuestionaba (James, 2015).

Ahora bien ¿Cómo pudiera integrar la crítica de los estudios interseccionales del feminismo a la terapia?, para
hacerlo, es primordial recordar lo que Sandra Harding (1993) propone con el Standpoint como base del fundamento
epistemológico del feminismo estructural. Dicha teoría al tratar la relación entre la producción del conocimiento y las
prácticas del poder, deja visible, la rúbrica en la que se suscriben todas las prácticas, incluyendo las terapéuticas, en un
“saber es poder”, y reconociendo que quienes no sólo practican la terapia, sino que la escriben, son varones blancos,
heterosexuales, occidentales como sujetos de conocimiento, en ese saber parcial, deja en claro un deber de inclusión
de todas las miradas faltantes, las no occidentales, urbanas, sexo-genéricas, para complementarlo, se necesita que las
mujeres y las personas de grupos minoritarios sean sujetos de conocimiento, es ahí donde Michi Fu (2015), una
profesora migrante, asiática y lesbiana, escribe que uno de los claros limites dentro del pensamiento del
construccionismo social es utilizar el lenguaje como aquel ente en el que cabe todo, pero paradójicamente no se

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menciona nada de temas primordiales para la multiculturalidad como el racismo, la misoginia y el heterosexismo. A
esto, la autora, lo llamó blancura y ceguera del color, en el cual, profesionales de la salud principalmente, tienen la
dificultad de aceptar el privilegio por ser blancos. Si el construccionismo social abre las puertas a los multiversos,
¿Porqué en sus escritos dejaría fuera los multiversos de la discriminación? es evidente que se necesita un mayor
empuje para ayudar a las y los estudiantes y a profesionales de la salud mental a ver todos los aspectos de las
dinámicas del sistema sexo-género y la raza, impactan en nuestro trabajo clínico. Michi Fu, propone una serie de
estrategias para integrar la mirada interseccional al trabajo terapéutico. Ella emplea la técnica “La historia de mi
nombre”, el cual está enlazado necesariamente a la novela familiar, una actividad en la que se busca reflexionar sobre
las familias de origen, el cambio generacional de los nombres, así como la búsqueda (si es el caso) de los orígenes de
los nombres provenientes de otros países - que revelarían la experiencia migrante-. Otra técnica es presentar al
compañero desde el modelo ADDRESSING, el cual, por sus siglas en inglés, busca presentar a la persona desde A.
Edad, D. Desarrollo de alguna discapacidad, D. Discapacidad adquirida, R. Religión u orientación espiritual, E. Etnicidad.
S. Estado socioeconómico, S. Orientación Sexual. I. Herencia Indígena, N. Nación de origen e G. identidad de Género.
Con la finalidad de comprender las diferentes experiencias y testimonios, no sólo de vida, sino de contacto con los
sistemas de discriminación y opresión. En ese tenor, la autora (Fu, 2015) visibiliza las dificultades para construir
diálogos abstractos con únicamente la mirada de Kennet Gergen, asegura, que es fundamental ampliar las estrategias
dialógicas multiculturales con perspectiva feminista. Entre ellas hablar de la confidencialidad, la honestidad, y la
apertura a la expresión, de tener la mente lo más abierta posible para incluir nuevos aprendizajes y experiencias
multiculturales. No juzgar, solo de manera constructiva y argumentativa, validar y entender la diversidad cultural,
tomando la responsabilidad de tus palabras y las reacciones que ellas puedan generar. Al final de esta experiencia,
Michi Fu (2015) invita a sus estudiantes en formación en psicoterapia sistémica a escribir sobre los multiversos de sus
privilegios, ubicándose en los ejes de la interseccionalidad feminista.

Por último, queda reflexionar sobre un punto crucial en este ensayo ¿De qué forma las y los terapeutas
sistémicos integrarían las epistemologías del sur en su trabajo terapéutico? En muchos sentidos, para esta
integración, la multiculturalidad se ha convertido en una parte central de los discursos teóricos y de acción social en
diversos campos académicos. De hecho, en México, el plan nacional de desarrollo y el plan nacional de salud
2015/2019, especifican que es fundamental que todos los servidores de salud, públicos y privados deben de tener
una formación multicultural y se advierte que el acercamiento multicultural debe de reconocer a las epistemologías del
sur como eje de justicia social.

Según Prilleltensky (citado en Goodman & Gorski, 2015), "el discurso sin acción es peligroso porque crea la
impresión de que el progreso está teniendo lugar cuando, de hecho, solo las palabras han cambiado". Para este autor,
el diálogo construccionista, en su interpretación general, ha dejado de lado la justicia social, por la idea de la
colaboración y el reconocimiento de todos los valores culturales. Idea peligrosa porque puede pasar de largo la
dignidad de las minorías poblacionales. Por lo que se sostiene que el construccionismo social, asociado al relativismo

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cultural sin un marco de justicia social es peligroso debido a que crea, la ilusión de que nuestras prácticas abordan las
opresiones de las personas marginadas y la opresión de la hegemonía, sin necesidad de mencionarla.

De ahí la importancia de incluir al construccionismo social, las epistemologías del sur para el trabajo
interseccional con las familias de América latina. Boaventura De Sousa Santos (2015), propone situar nuestro trabajo
en un contexto sociopolítico, esto es, concebir a los grupos familiares dentro de los sistemas mundiales: Vivir en
Europa o en Norteamérica no es lo mismo que vivir en América Latina, son realidades totalmente diferentes, con
diferentes perspectivas; por esta razón, dice Boaventura de Sousa Santos, los diálogos y las construcciones sociales
dependen mucho de la posición política (más que lingüística) que uno/a tenga (incluyendo a las y los terapeutas).

Nuestras alusiones a la diversidad, dentro de las epistemologías del sur deben ser reexaminadas a la luz de la
colonialidad del poder y la colonialidad del género tomando en cuenta nuestro propio lugar en el sistema de
colonización interna que prevalece en nuestras sociedades. Las mujeres indígenas y africanas, lesbianas o no,
aparecen todavía al margen del los textos de las terapias pos modernas que buscan subsumir lo indígena a lo mestizo,
a lo blanco, a lo occidental. Reconocemos el problema de la ausencia de un aparato conceptual que de cuenta de la
colonialidad de género en su concatenación con la raza, clase social y sexualidad al interior de nuestras sociedades y
sus confabulaciones con las ultraderechas del norte global, nos da la pauta del enorme trabajo que las feministas
latinoamericanas y aliados aún tenemos por delante, para dar visibilidad a los grupos marginados dentro de las
investigaciones y propuestas construccionistas sociales, que si bien, es un referente epistémico “aliado” pos
estructuralista, aún le falta integrar la mirada multicultural feminista e interseccional, que las epistemologías del sur
pueden brindar.
Conclusiones
Ahora bien, soy consciente de que nuestro trabajo en este momento, como terapeutas sistémicas es un mero
acercamiento a la cuestión crítica del construccionismo social. Simplemente, he ofrecido una hoja crítica para conducir
una ruta, trazando las líneas generales del feminismo, el construccionismo social y las epistemologías del sur, en las
que me centré en enmarcar la cuestión de la construcción social y cuáles son los puntos criticables y por qué razones,
quizás de idolatría por algunos grupos hegemónicos de la terapia, no lo habían hecho. En ese sentido, creo haber
mostrado cuáles son las lentes que ofrecen una mayor ampliación del material que tratamos de aprehender, en el caso
de las competencias multiculturales. También, y sobre todo, soy consciente de que hay más cuestiones aún que surgen
en nuestro propio trabajo como terapeutas sistémicos y multiculturales con perspectiva de género, y que requieren un
mayor análisis. Lo es, por ejemplo, dar cuenta de la relación realmente histórica de las terapias sistémicas, con la
política, la cultura y las sociedades... Y, por eso, de cómo y por qué hay una desconexión entre unos planos y otros,
entre unas capas de las terapias sistemaicas y otras. También queda abierta una cuestión fundamental, que es ver
más a fondo el carácter de las disciplinas "psi" o saberes catalogados como intervenciones terapéuticas, donde no hay
verdades objetivas en sentido fuerte, ontológico, pero que sí tienen sus propias verdades y metodologías. Y, por tanto,
queda abierta la cuestión de la relación entre la construcción social y las ciencias humanas, ya que no se pueden

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desprender completamente de los sujetos operatorios y, por eso, de las sociedades. Me he tomado, acaso, la pobre
pero ardua tarea de neutralizar el construccionismo social respecto de los hechos sociales y políticos. O, más bien, de
ofrecer un aperitivo de dicha neutralización de los hechos sociales y políticos.
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LA CONDICIÓN ACTUAL DE LAS FAMILIAS Y
LA SALUD MENTAL EN MÉXICO

El pensamiento multicultural así como el de las epistemologías del sur han construido una escuela de conocimiento
crítico que analiza tanto los procesos de salud y enfermedad en la sociedad, como las políticas públicas en salud; da
cuenta de la organización de las prácticas en salud (Rosen, 1986), entre ellas la práctica médica psiquiátrica que será
objeto de análisis en éste trabajo.

Un punto importante a reconocer desde el inicio del pensamiento multicultural, es el planteamiento de


demostrar que el modelo de acción de la medicina hegemónica (o modelo dominante de la práctica médica como eje
central para pensar todas las prácticas en salud), en su orientación clínica-hospitalaria y de salud pública está en crisis
(Menéndez, 1994).

Crisis originada por la realidad sanitaria y la desigualdad social producto de la política neoliberal, que observa
el biologicismo y el reduccionismo social como explicación del proceso salud enfermedad en su dimensión colectiva. La
perspectiva médico social latinoamericana, define el proceso salud-enfermedad en su carácter histórico, enfocado
desde las ciencias sociales, lo que implica mirar la realidad más allá de lo que la biología plantea (Tetelboin,1997).

Mediante la reconstrucción de conceptos y relaciones de algunos elementos explicativos sobre las


determinaciones de la salud y de la respuesta social frente a la enfermedad, resultando en prácticas en salud y
políticas sanitarias; la perspectiva multicultural se posiciona como una área de conocimiento interdisciplinario que
enfatiza la crítica al biologicismo que naturaliza las desigualdades sociales y por ende los traduce en rasgos propios de
los individuos que los pone en riesgo de vivir alguna condición (Rodríguez, 1992; Linares, Coletti, 2010).

En este sentido la práctica médica psiquiátrica se convierte en el objeto de estudio por ser una práctica en
salud contemporánea, que se encuentra en expansión mercantil y comercial, que ve a las familias como eje clínico,
porque presentan una influencia directa para la mejora del paciente diagnosticado con algún trastorno mental.

El objetivo de éste capítulo, gira entorno a intentar llevar más allá de la comprensión de la práctica
psiquiátrica como un mero avance científico, definido por las técnicas e instrumentaciones protocolarias de la
organización de las acciones en materia de salud mental; también se busca trascenderla de la noción instrumental de
la política en salud mental mexicana que considera a la práctica psiquiátrica como un medio para el desarrollo o para la
satisfacción de necesidades de la población mexicana. Que en su defecto ésta práctica en salud mental es despojada
de su carácter sociohistórico, es decir, de sus contenidos de clase u de otras condiciones sociales que viven las familias
mexicanas usuarias de los servicios de salud mental (Guinsberg, 2007).

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Por lo que es esencial para éste escrito retomar los efectos socio históricos, políticos y económicos que
envuelven a las familias y a la práctica médico psiquiátrica en el periodo de ajuste Neoliberal en México.

Las Familias Mexicanas


Para Espinosa (2009), la familia tiene una razón de ser relacionada a la procreación, la crianza y la socialización, sin
embargo dice Bourdieu, (citado en Gómez, Eguiluz y Campos, 2011), la familia representa en apariencia algo que ha
permanecido estático a través de los siglos; es una creación arbitraria y una construcción social, a partir de la cual las
personas organizan su dinámica a través del ciclo vital y se encuentra en evolución continua. La institución familiar no
fue la misma en todas las épocas, y posicionar en un solo término a la familia, es estancar la posibilidad de observar
diversas configuraciones familiares, sean éstas: familias nucleares, familias extensas, familias con padres divorciados,
familias reconstituidas, familias monoparentales, familias adoptivas, familias homoparentales, todas ellas reflejadas en
las nuevas leyes de convivencia y matrimonio igualitario. Por lo que es esencial hablar de familias y no de sólo familia
(Eguiluz, 2003).

Las familias no sólo difieren en su composición o tipo sino en la diversidad de expectativas que sus miembros
pueden poseer respecto a los lazos que generan en el grupo. Por ser un espacio en donde lo público y lo privado
confluyen, el trabajo dentro y fuera del hogar es necesario para cumplir determinadas expectativas, la educación de
sus miembros es un factor relevante porque repercutirá en lo que hagan dentro y fuera del hogar (Cooper, 2001).

En las familias se constituye un núcleo de relación social, de palanca para la constitución del patrimonio, de
cause para el empleo, de punto de apoyo y de recurso de amparo en caso de crisis y de unidad de prestación de
cuidados asistenciales y de salud (Ordaz, Monroy y López, 2010).

Por lo tanto diversas organizaciones hablan de la necesidad de crear instituciones y mecanismos jurídicos que
apoyen la protección de los derechos de las familias. Hay que recordar que en la década de 1980 se empiezan a
analizar en México los derechos humanos, primero por la sociedad civil y los organismos internacionales, y después,
paulatinamente por el gobierno mexicano. Este proceso en la forma de presentar y legitimar las demandas por una
vida digna de las familias, está influido en México por tres grandes factores: La crisis del modelo económico y los
ajustes neoliberales que han empobrecido a la nación. La agenda internacional promovida por organismos civiles y de
las Naciones Unidas (Ordáz, Monroy, López, 2010).

En los países que edifican sus políticas en un modelo Neoliberal, la atención a la salud de las familias,
observarán a las familias como unidades de ocio y consumo, donde se tendrán que satisfacer sus necesidades desde
el mercado y no desde la responsabilidad Estatal (CEPAL, 2006; Esping-Andersen, 1991; Farfán, 2000). De ahí que la
mayoría de los programas de salud en México con un corte Neoliberal, responsabilicen a las familias de no “elegir” un
servicio de salud así como de no seguir las indicaciones del médico (Cirici, 2002; Peralta, 2008).

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Siendo, el de familia, un concepto construido por individuos que habitan un hogar, que el orden social impone
un modelo de familia prototípica y que aquellos que están alejados del modelo dominante son objeto de prácticas que
pueden vulnerar la salud mental de sus integrantes: ”La medicina trasciende su dominio propio (las enfermedades),
imponiéndose al sujeto en un acto de autoridad” (Fruggeri, 2005; Castro, 1993).

Un problema enlazado a la aplicación de acciones destinadas a prevenir el proceso salud enfermedad de


acuerdo a la distribución de responsabilidades sociales entre Estado Neoliberal, Mercado y las familias, será la práctica
médica una respuesta social, (que aquí se analizará específicamente la práctica psiquiátrica), un lugar clave para
ejemplificar procesos de interacción social, de imposición, de modelo de formación de otros profesionales de la salud,
que influirá directamente en las relaciones entre médicos y familias.

La Política Neoliberal en México


El modelo Neoliberal en México establecido en el año 1982, en el sexenio presidido por Miguel de la Madrid Hurtado,
comienza con una economía orientada al mercado internacional. Se inicia una etapa de privatización de las empresas
paraestatales y una política económica que se apega al libre mercado interno y externo. Esto no resolvió ningún
problema en México, ya que por el excesivo proteccionismo que se dio en nuestro país, se crearon fuertes monopolios,
que no eran ni competitivos, ni productivos y menos eficientes ante el comercio exterior (Eibenschutz, 1981).

En México, las diferentes etapas del Estado se corresponden con diferentes políticas de Salud. A diferencia de
otros países de América Latina, la Reforma Juarista del siglo XIX obligó al Estado Mexicano a responsabilizarse de la
infraestructura de salud principalmente en lo referente a los centros de salud, hasta entonces en manos de la iglesia.
Es a partir de la Revolución Mexicana, que el Estado consolida la política sanitaria como un elemento legitimador que
coadyuva junto con el corporativismo a mantener su hegemonía durante los años del llamado desarrollo estabilizador
1938-1968 (Eibenschutz, op.cit).

En 1980 en adelante, el sistema de salud mexicano era muy diverso, caracterizado por poseer ofertas entre
servicios públicos o privados pero que contaban con cobertura escasa y con serios problemas organizativos
(Eibenschutz y Raphael, 1992). Estos aspectos fueron utilizados como argumentos oficiales para justificar la reforma
del sector salud. A partir de entonces se han realizado cambios cuyo propósito central es promover y estimular la
privatización del cuidado de la salud y que tuvieron y tienen en la actualidad como piedra de toque la mercantilización
de los servicios relativos al cuidado de la salud.

Estos cambios estructurales afectaron a la protección social, lo que produjo un desplazamiento de la


distribución de las responsabilidades sociales entre el Estado, el mercado y las familias (los que constituyen la “tríada
del bienestar”) (Esping-Andersen, 1991). De esta manera, las familias están sobrecargadas de responsabilidades que
el Estado Neoliberal ha abandonado y al mismo tiempo, despojadas de condiciones sociales y económicas que les

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permitan afrontar sus viejas y nuevas responsabilidades, lo que ha generado una prevaricación en sus niveles de
bienestar y un deterioro en la salud emocional de sus integrantes. En este sentido, mientras que el contexto y las
familias se transforman en su totalidad, las instituciones públicas, los agentes del mercado y otros actores sociales
siguen fomentando una visión única de familia constituida por un hombre proveedor, una mujer- madre- ama de casa-
cuidadora, e hijos dependientes. Esta contradicción produce tensiones cotidianas en las relaciones familiares,
frustración de sus integrantes y sobrecargas de trabajo de algunos miembros (que explicaría un proceso de desgaste
en su salud, Laurell, 1980), en especial mujeres y niñas (Ordáz, Monroy, López, 2010).

La práctica Médica
La práctica médica es un objeto de conocimiento determinado por lo social, lo económico y lo político, que definirán así
las necesidades técnicas de la medicina, la organización de las acciones en salud y se verá así misma como agente
ahistórico homogenizador, que se desentiende de las problemáticas de clase social, género, etnia y economía de los
usuarios del servicio.

Para Parsons (1951), la práctica médica es un lugar clave para ejemplificar procesos de interacción social;
debido a que su institucionalización encaja en un contexto funcional de un problema práctico que se presenta en las
sociedades; argumenta que la profesión médica está organizada en relación a pautas de rol y orientaciones de valor,
las cuales están conectadas con las alteraciones de la salud y la enfermedad; por consiguiente a su tratamiento o
terapia en torno a la aplicación del conocimiento “científico”, que crea a su vez relaciones que guardan entre sí como
la dominación, subordinación y la homología en la relación médico-paciente (Castro, López, 2010).
Más adelante Castro y López (2010), explicarán que la práctica médica está construida por el conjunto de instituciones
políticas que regulan, (mediante leyes y reglamentos) la situación sanitaria de la sociedad; por lo que las instituciones
de salud y seguridad social que prestan servicios directamente a la población; producen y reproducen a los
profesionales que eventualmente pasarán a formar parte del campo; estos agentes operarán de forma cibernético
circular (Luhman, 1986), que quiere decir, que construirán sistemas de simbolización, en tanto por estar configuradas
en una comunicación ordenada, jerarquizada, organizada, que impone un tipo de trato a otros médicos, personal de
enfermería, a paramédicos, así como a otros profesionales que influirán directamente en las relaciones médico,
paciente y sus familias (Fruggeri, 2005).

La práctica médica Psiquiátrica en México


Los datos más recientes en torno a la salud en México muestran cómo las enfermedades mentales por su curso
crónico (que se refuerzan por el hecho de que sólo una pequeña parte recibe tratamiento), provocan mayor
discapacidad que muchas otras enfermedades crónicas. En nuestro país se desarrolló un estudio en 2003 conocido
como Prevalencia de trastornos mentales y uso de servicios: Resultados de la Encuesta Nacional de Epidemiología
Psiquiátrica, (Vargas, Palacios, de la Peña, 2007; Medina-Mora, ME, et. Al, 2003) que nos da a conocer que entre las
diez principales enfermedades (considerando mortalidad prematura y días vividos sin salud), tres son enfermedades

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mentales, la depresión y los trastornos de ansiedad ocupan el primer lugar; se trata de enfermedades frecuentes con
alto nivel de discapacidad.

Paradójicamente a la dimensión del problema, sólo el 19% de las personas que padecen un trastorno mental
reciben tratamiento, los que llegan tardan un tiempo en recibir atención con una latencia que oscila entre 4 y 20 años
desde la aparición de los primeros síntomas, según el tipo de trastorno. A diferencia de lo que ocurre en otros países,
la atención es más frecuente en unidades especializadas que en el primer nivel de atención, por cada persona que es
atendida en este nivel, 1.7 recibe atención en unidades especializadas, lo que sugiere que las personas que llegan a
tratamiento, lo hacen en un estado avanzado de sintomatología persistente y recurrente (Medina-Mora, ME, et. Al,
2003).

A lo largo de la historia de la psiquiatría, un tópico de gran envergadura ha sido el relacionado a las causas y
consecuencias de los trastornos mentales, en otras palabras todo lo relacionado a los sistemas diagnósticos. El
manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM por sus siglas en inglés) y la clasificación
internacional de enfermedades (CIE), integran los criterios diagnósticos comúnmente utilizados en la práctica
psiquiátrica.

La primera edición del DSM fue publicada en la década de 1950, esta versión del manual, y la subsiguiente,
reflejaban una psiquiatría teórica y psicodinámica que ilustraba la credibilidad y el uso del poder legítimo de la medicina
de esa época. En la década de 1980 se publicó la tercera edición y su versión revisada, en las que predominaba la
descripción de síndromes. Años después fue publicada la cuarta versión y una revisión posterior del manual en el año
2000 que se encuentra vigente, ahora en la actualidad, desde 1999 hasta el 2007 se planificó la posible presentación
de un nuevo manual, de una quinta versión del DSM que vio la luz en mayo de 2013 (Maldonado, Saldívar y Llanes,
2011). Anuncio por cierto, maculado al haberse dado a conocer públicamente que el 67% de los equipos organizados
para elaborar dicho manual tienen vínculos declarados con la industria farmacéutica (Cosgrove y Burztain, 2010).

Pero este proceso marcará a lo que Menéndez (1987) describe como la “psiquiatrización” de la vida y que
sólo puede operar en sectores minoritarios, que al analizar la práctica psiquiátrica en América Latina, se ha reconocido
una serie de funciones en la misma: a) curar; b) psiquiatrizar conflictos y relaciones cotidianas; c) normalizar, educar a
través de la diferencia; d) ideologizar las relaciones sociales; f) construir un lugar para los desviados (excluirlos)
generar trabajo y/ construir un lugar de retiro para el no trabajo. En última instancia todas estas funciones pueden ser
reducidas a cuatro: curar/ controlar/ normalizar/ producir.

Un cambio contrastante en la práctica psiquiátrica fue en 1978, en Italia, donde los servicios de salud mental
de corte benefactor (que ve a las familias como unidades de cuidado y protegidas por el Estado) dejaron atrás la
institucionalización de las personas, y los centros de salud mental cambiaron, de trabajar sólo con problemas
psiquiátricos, a incluir problemas sociales. En ese momento, los conceptos de la desinstitucionalización pudieron

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trascender a formulaciones teóricas (Maxwell citado en Fruggeri y Cecchin, 1986), estas ideas teóricas se fueron
elaborando hasta llegar a las políticas públicas de Franco Basaglia (Cosgrove y Burztain, 2010), inspirado en el
movimiento llamado “Psiquiatría Democrática”, los trabajadores italianos de la salud mental introdujeron actitudes y
aproximaciones que se oponían al modelo médico hegemónico de la psiquiatría que apoyaba la institucionalización de
las personas. En 1978 estos cambios se codificaron en la reforma 180 de salud mental, la cual tipifica que “la
sociedad es la que enferma”, debido a esta ley, procedieron a cerrar los hospitales psiquiátricos dando la
responsabilidad de una intervención psiquiátrica o de salud mental a centros comunitarios.

Mientras tanto en México las instituciones de salud mental buscaban el llamado normativo, que se establece
como estadístico - adaptativo; esto quiere decir, la adecuación con los comportamientos de los comportamientos de la
mayoría de la población (Guisberg, 2007), fuera de los cuales se encontraría lo no sano o patológico; asimismo
poseían un gran campo de acción desde 1910 hasta 1950 duración del Manicomio General “La Castañeda”, ubicada
en avenida río Mixcoac del Distrito Federal, su capacidad de internos en un principio versaba en 1, 000 enfermos, de
los cuales fue creciendo a tal grado de llegar a albergar a 16 000, que como dato interesante a reconocer dentro de
éste periodo es la clase social (pobres y desempleados) y condición de vida de quienes eran internados, que entre
ellos figuraban mujeres prostitutas, hombres homosexuales, indigentes, presos políticos y ancianos (López, 1995).

Para el año de 1964 el área de salud mental, la Dirección de Neurología se separa para crear la Dirección de
Salud Mental a la cual se le otorga el cometido principal de conducir la reforma de la asistencia psiquiátrica
hospitalaria, que entonces permanecía concentrada en el Manicomio General de México, acción que derivó en el Plan
“Operación Castañeda” el cual tenia como finalidad la sustitución del antiguo Manicomio por cinco unidades
hospitalarias (en 1965 el Hospital Psiquiátrico Infantil “Dr. Juan N. Navarro”, para ofrecer atención a la población
infantil y adolescente, en 1967 son inaugurados el Hospital Psiquiátrico “Fray Bernardino Álvarez” y Hospital
Psiquiátrico Campestre “Dr. Samuel Ramírez Moreno”, en 1979 se adicionó a la unidad estructural El Centro Mexicano
de Estudios en Fármaco-dependencia, del cual emerge el Instituto Mexicano de Psiquiatría) y un albergue (CAIS
“Cuemanco”) donde fueron trasladados los más de 2000 pacientes del Manicomio el cual se clausuro de manera
definitiva en el año de 1968 (López, op.cit).

Poco después en México, en materia de salud mental la Secretaría de Salud creó el “Plan Hidalgo” como
política social, que en inicio es construida a partir del modelo de Italia, e impulsado por parte del Consejo Nacional
Contra las Adiciones (CONADIC), así como con la participación de la Dirección General de Rehabilitación Psicosocial,
Participación Ciudadana y Derechos Humanos; reportaron que la Secretaría de Salud cerró 18 de sus 28 hospitales
psiquiátricos y creó los Centros Comunitarios de Salud Mental (CECOSAMES), con tal de redistribuir la inversión del
Estado hacia la salud mental (Gómez, 2001). Cabe mencionar que este documento, incluye la iniciativa para la atención
psicológica y psiquiátrica en los centros de atención médica de primer nivel, con lo que estaría en posibilidad de
prevenir padecimientos mentales en general (Cámara de Diputados, México, Servicio de investigación y Análisis,
División de Política Social. pp. 4).

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Este plan de trabajo propuso establecer las pautas, políticas, lineamientos, coordinación, supervisión y
evaluación de atención a la salud mental (NOM-025). No obstante, se dieron crisis que actualmente no han podido
solucionar, puesto que y en contra del “Plan Hidalgo” la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal enuncia
que esa política pública del Distrito Federal no cumple con el ajuste a los estándares internacionales para garantizar
una atención adecuada que garantice la rehabilitación y reinserción social de las personas con discapacidad intelectual
o psicosocial en situación de abandono (CDHDF, 2012).

La reforma que impulsó el “Plan Hidalgo” consiguió la institucionalización de un Servicio de Atención


Psiquiátrica; sin embargo, trajo consigo insuficiencias; lleva a grandes desigualdades en la población mexicana: entre la
discriminación, la saturación del servicio de consulta externa, los precios altos en los medicamentos. La política
neoliberal, la cual lleva a resaltar la carente existencia de un contrato del Estado para que garantice su covertura,
delega sus responsabilidades a los programas privados, la entrada de la empresa farmacéutica y de la psiquiatría
biológica; explica la pérdida del empleo para especialistas en psicoterapia (Retozana, 2008).

En ese sentido se puede entender ahora como en México se instrumenta un modelo importado de Italia, pero
que no tiene coherencia alguna en su aplicación, pues recordando la Psiquiatría Democrática o como otros autores
llamarán psiquiatría pública, se caracteriza por llevar a la práctica de la salud mental a las comunidades, salir de los
hospitales y crear centros comunitarios eficaces, así como visitas domiciliadas. Retozan (2008) invita a cuestionar
seriamente las consecuencias del modelo neoliberal y su discurso de modernización, porque sientan las bases para la
conformación de proyectos sociales destructores de derechos constitucionales, pues entraña una transformación en la
distribución de la riqueza al interior de los países, en la estructura de clases y en el reparto social del poder (López,
Blanco, 2007).

Por lo que la idea de asistencia de la reforma psiquiátrica mexicana, en general, queda limitada a la
racionalidad de la organización de los servicios asistenciales, entre los públicos y los privados. A partir de la
experiencia llevada a cabo en Trieste (Italia), se introdujo un nuevo aspecto en el contexto de la reforma psiquiátrica: la
cual trata de superar el enfoque administrativo y asistencial de la categorización médica. Debido a la
internacionalización la reforma Psiquiátrica va perdiendo su esencia (Amarante, Freitas, Pande, Nabuco, 2013).

Franco Basaglia el impulsor de la Psiquiatría Democrática planteó que la práctica en salud mental
(esencialmente la psiquiatría) había puesto entre “comillas” al humano (entiéndase como el contexto social y familiar)
para dedicarse a un objeto abstracto y que el día de hoy lucha por sobrevivir mediante el enlace biológico, me refiero a
la psicopatología; y que, desde entonces, había construido un conjunto de aparatos conceptuales, legales, políticos,
éticos y comerciales sobre la enfermedad mental, dejando a la vida humana en el segundo plano (Basaglia, 2005).

Por lo que una verdadera política democrática en psiquiatría deja de concebir a la psicopatología en el
binomio salud/enfermedad como un proceso homólogo en todos los casos, ya que sería seguir en el mismo campo

!51
ideológico tradicional que lleva a la exclusión social, la marginación, la discriminación y la entrada de los ideales
comerciales de la vida sana en las políticas de salud mental, venta dirigida al consumo de las familias, el intercambio de
derechos constitucionales por instituciones privadas (Birman, 1992).

Pensando en los ideales comerciales neoliberales y el insumo creado por la psiquiatría, debemos resaltar
concretamente el fetiche del modelo de atención y su práctica médica, que conjuga un aparato “científico”, legislativo,
administrativo, referencial y de relaciones de poder que se enlazan en torno a la enfermedad como objeto, que quiere
decir; dejar de negar la violencia institucional de la práctica psiquiátrica, que a través de nuevas formas de gestión de
la exclusión, con un modus operandi más suave y sutil, con nuevos “equipos” “multidisciplinarios”, nuevos servicios y
tecnologías (psicoterapias, terapias familiares, arte terapias entre otras), llevan a cabo lo que Basaglia llamó
“ideología de la tolerancia” (Amarante, Freitas, Pande, Nabuco, 2013).

Desde esta óptica las características de la situación socio institucional en la cual el servicio de salud mental y
la práctica médica psiquiátrica tienen lugar no son ya consideradas con un significado universal y objetivamente
definido. Su significado es considerado como construido a partir de sistemas de percepciones, creencias y significados
de los sujetos implicados, así como los sistemas y las estructuras políticas estatales, socio-históricas, demográficas y
sanitarias, en la cual las familias y la comunidad se ubican (Fruggeri & Matteni, 1994).

Conclusiones
El conocimiento psiquiátrico ejerce una importante influencia en la manera en que se percibe y expresa la enfermedad
mental, en cómo se entiende ésta y en las respuestas de atención que suscita. Así, termina moldeando la enfermedad
misma, sistematizando los síntomas, las interpretaciones y la forma como se procura la asistencia, siguiendo patrones
de comportamiento que difieren según las sociedades y los grupos étnicos o familiares (Desjarlais, Eisenberg, Good y
Kleiman, 1997; Campos, 1992; Fruggeri, 1997).

Para interpretar todo lo anterior cada cultura cuenta con un sistema de signos, conceptos, creencias y
significados propios del contexto relacional de la sociedad a la que representa. (Desjarlais, Eisenberg, Good y Kleiman,
1997; Campos, 1992; Fruggeri, 1997).

Por lo que se podría entender que el proceso salud enfermedad desde el modelo médico hegemónico, está
determinado por un factor biológico (un gen o un trastorno; como un valor adquirido y contemplado por el médico) y
no por un proceso del ciclo vital de las familias, influido por macro sistemas como el político, el económico, alimentario
y educativo ubicado geográficamente por la segregación de clases sociales (Lewontin, Rose y Kamin, 1991).

Desde este punto de vista parece claro que las técnicas y el método clínico psiquiátrico no pueden ser
consideradas universalmente válidas o eficaces, Laurell señala que el objeto de estudio de la medicina clínica se
distingue del objeto de estudio que permite aprender el proceso salud enfermedad de un grupo. Debido a lo anterior,

!52
la autora apunta que el proceso salud- enfermedad tiene un carácter social - contextualizador- tanto por ser
socialmente determinado cuanto por ser en sí mismo un proceso social (Fruggeri, 2005; Laurell, 1981).

Entender al proceso salud- enfermedad y la terapéutica es un momento o un tiempo diferenciado del ciclo
vital humano, que se encuentra en constante cambio, en la que expresan relaciones y organización social, en la que
abre temporalmente la discusión en torno a la causalidad y la determinación del proceso salud- enfermedad y la
atención (López, Escudero y Carmona, 2008).

Los procesos de determinación social del proceso salud enfermedad, no actúan como agentes biológicos-
físicos- químicos en la generación de la enfermedad, no tienen especificidad etiológica, ni obedecen a una mecánica de
dosis-respuesta. (López, Escudero y Carmona, 2008). Un proceso de determinación social significativo en la expresión
biológica e histórica de los individuos que habitan en colectivos y que crea contextos, es el ciclo vital de las familias. En
donde se explican periodos de equilibrio, adaptación; periodos de desequilibrio y cambio como lo sería la presencia en
el caso de una enfermedad, en un espacio- territorio definido por la condición de clase y el proceso de trabajo de los
miembros de la familia (Ochoa, 2004; Carter y McGoldrick, 1981).

Por lo que la relación médico paciente- familia, el ciclo vital, modos de producción, proceso salud-enfermedad,
serán vistos como categorías de análisis de un contexto de interacción, de relación y correspondencia, que a su ves
cobra importancia dentro de la institución de salud mental. Por contexto entendemos como: "una serie de
circunstancias de las cuales emerge un determinado hecho y se desarrolla" (Fruggeri, 2005). En palabras de Bateson
(1972), "Sin identificar el contexto no se puede entender nada... El contexto es la matriz de significados”.

La idea del conocimiento del contexto como matriz de significados aplicado al análisis del proceso salud
enfermedad, la respuesta social organizada y la práctica médica psiquiátrica introdujo una revolución en el modo de
considerar las categorías clínicas como el síntoma, el diagnóstico y el tratamiento, redefiniendo en ellos en términos
relacionales.

El síntoma o la enfermedad deja de ser tratado como una expresión de disfunción individual y es analizado
como un dato sobre la red de relaciones socio-histórico, demográfico y sanitario, en la cual la persona, las familias y la
comunidad se encuentran, que en la actualidad podemos dar cuenta de la influencia del modelo Neoliberal en la
edificación de la práctica psiquiátrica en México así como sus defectos, problematización que se debe de trabajar día
con día. (Fruggeri, 1991; 1995; 1997; Peruzzi, 2005; López, Escudero & Carmona, 2008; Laurell; 1981).

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!56
LA TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA COMO
PRÁCTICA DE LA SALUD EN MÉXICO

Con la enunciación "práctica en salud" se específica con mayor detenimiento a una potencial capacidad profesional para
desempeñarse en las instituciones sanitarias, teniendo un vínculo específico en su relación laboral con el sector salud y
por lo tanto en las políticas de salud (Jarillo, 1997). Toma relevancia por las tendencias en la orientación de las
políticas internacionales de salud y cómo ha impactado en la formación profesional en el campo de la salud.

Sobre las prácticas en salud, ha predominado el análisis de las funciones económicas de las políticas
sanitarias y son menos los estudios sobre la formación de profesionales de la salud (Granados, 2007). Por lo que
considero que el fenómeno de las propuestas de intervención en terapia familiar en México deben ser abarcadas por la
multiculturalidad en su articulación como práctica en salud y campo formativo en salud mental.

En sentido del análisis desde la multiculturalidad y las epistemologías del sur; la terapia familiar se convierte
en una unidad de análisis dentro de la medicina social en tanto que es reconocida como una práctica en salud Mental.
En esta línea el quehacer del terapeuta familiar, en su devenir histórico, engloba cuatro áreas como práctica en salud:
la asistencial, la docencia, la investigación y la gestión; las cuatro se interrelacionan y es deseable que los terapeutas
puedan desenvolverse en ellas (Tetelboin, 1997; Guinsberg, 1973; Gómez, 2015).

Para iniciar, la Terapia Familiar en México surge como una práctica en salud diferente a la práctica psiquiátrica
pero complementaria a ese quehacer, incluyente a todos los miembros de la familia como unidad social de la
enfermedad mental pero diferenciada del predominio psicoanalítico que segrega a los individuos (Eguiluz, 1998).
También por la condición geopolítica y colonial de Estados Unidos con México, los iniciadores de la terapia familiar
tratan de importar el análisis de las unidades familiares, su modo de vida, la prosperidad, industria, riqueza y
capitalismo, todo aquello que hace de Estados Unidos patria de la terapia familiar hacia México (Bertrando, Toffanetti,
2004).

La terapia familiar nace poco después del año 1950 y adquiere su optimismo característico del movimiento
Child Guidance, así como de las Ciencias Cristianas y por supuesto de la propia idiosincracia estatal liberal que se
transformaría en neoliberal norteamericana. De éste clima social, nace su carácter apolítico y la imposibilidad de
transformarlo en una crítica social, condición que prevalece en la actualidad (Bertrando, Toffanetti, 2004).

Su objeto de estudio y de análisis clínico ha sido la unidad familiar (Eguiluz, 1998), desde su origen esta
forma de intervención miró a la familia prototípica, reconocida en todo el mundo como el estereotipo norteamericano
conformada por lo general por un padre, caucasico, heterosexual, proveedor, de clase media-alta, casado por la iglesia
católica con una mujer blanca, madre, ama de casa que educa y cría a los hijos; que de forma solemne tolera y lleva
con gusto y gracia la violencia de su esposo, por cierto no reconocida en ese entonces.
!57
El análisis que abordáremos aquí desde la medicina social, es aquel en el que mirará a la familia
estadounidense como una forma de reproducción social que se transforma después en símbolo y en arquetipo de lo
que debe ser la familia “normal" o la estructura familiar “funcional” relacionada a la salud, que alude necesariamente
al proceso del ciclo global de producción y consumo cultural, colonial que se importa de Estados Unidos a México
(Guisberg, 2007).

Se puede entonces conjeturar que el nacimiento de la terapia familiar y el tipo de familia sobre la que
inicialmente actúa están estrechamente ligadas a la reproducción social, que lleva en sí mismo a un estudio de clases o
grupos sociales y su proceso de consumo (Bertrando, Toffanetti, 2004; Laurell, 1981;1993).

Por lo que la Terapia Familiar tiene un nacimiento en dos vertientes, la primera como una práctica en salud
ligada a la reproducción de un ideal familiar y de salud, por el otro a la creación de diseños curriculares influenciados
por las políticas internacionales de salud y de la práctica profesional moderna (Eguiluz, 1998; Bertrando, Toffanetti,
2004).

El reconocimiento de las influencias de la política internacional, se sitúa paralelamente con algunos elementos
del discurso curricular que impactaron la formación del profesional en terapia familiar (Eguiluz, 1998). El análisis
concreto se centra en la experiencia del Posgrado en Terapia Familiar en México, donde se puede observar en ésta
experiencia el impacto de la situación de las políticas sanitarias en las familias mexicanas (Ordaz, Monroy y López,
2010) y de forma paralela proyectos educativos para intervenir en las familias pero que son totalmente distintos a la
realidad social, planteándonos un problema de adaptación de las técnicas a las condiciones en las que viven las
familias mexicanas.

1960-1970: Entrada de la Terapia Familiar en México


La situación de México entorno al tema de salud en la década de 1960 a 1970 no es muy alentadora y totalmente
diferente a Estados Unidos, con una población de más de 60 millones de habitantes de los cuales el 58.5% vive en el
medio urbano y el 41.5% en el medio rural, el 58.4% de la población es menor a 15 años, por lo que la población
económicamente activa es mínima sobre la cual gravita todo el peso de la producción. Los datos encontrados en esas
fechas indican que de la población económicamente activa el 71.7% de los mexicanos activos tienen un ingreso
mensual de menos de $1000 mensuales per se (Campillo, Alvarez, González, 1975). En la actualidad los porcentajes
de aumento en relación al poder adquisitivo de bienes de uso y consumo básicos no se ha modificado sustancialmente
(Ordaz, Monroy y López, 2010).

En el aspecto educativo, el analfabetismo alcanzó cifras altas, el 30% de la población, que si se considera
esta situación únicamente por el saber leer y escribir, las cifras son más elevadas, de ahí que quienes hayan alcanzado
llegar a los estudios superiores en esa época fuesen de familias con posibilidades económicas y de manutención de los

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estudios universitarios de por lo menos uno de los hijos, pues en lo relativo a vivienda, existe en el país un 40% de
casas con una sola habitación, con un promedio de ocupación de 5.2 personas por vivienda y el 58.5% de las
viviendas carecen de drenaje (Campillo, Alvarez, González, op.cit). Situación que llevaría a una consciencia social de la
importancia de las instituciones públicas y el acceso a la educación, lo que explicaría la movilización estudiantil de
1968 que se manifestaría en contra del recorte presupuestal a la educación pública en diversas universidades como la
UNAM, el IPN la Universidad de Chapingo entre otras instancias. Movimiento que fue reprimido con el genocidio de los
estudiantes en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, llevadas a cabo por el gobierno de Díaz Ordaz. La movilización
estudiantil buscaba, entre otras cosas, cambiar los sistemas autoritarios educativos que querían reducir el acceso a la
educación (Eguiluz, 2004).

Para 1969 la terapia familiar en México se institucionaliza por medio de la Universidad Iberoamericana, una
universidad privada dirigida por religiosos jesuitas. Pero ¿Qué acontecimientos influyeron para que de una iniciativa en
salud mental girara de lo público a lo privado?, el acontecimiento vinculado y relacionado a la educación pública y
privada; un año antes en la ciudad de México: la represión estudiantil conocida como el movimiento del 68 (Eguiluz,
1998).

Politólogos e historiadores (Dresser, 2011) coinciden en señalar que este movimiento y su terrible desenlace
incitaron a una permanente y más activa actitud crítica y opositora de la sociedad civil, principalmente en las
universidades públicas, así como de alimentar el desarrollo de guerrillas urbanas y rurales y dio cabida al periodo
conocido como la Guerra Sucia hacia las entidades de educación pública.

Para Basaglia (2005) la terapia familiar es un intento por parte de una sociedad inquieta de protegerse
frente a la disgregación, buscando perpetuar el modo de convivencia supuestamente ideal y tolerante, pero ya no a
través de la sanación social sino mediante la curación, es decir, de transitar de un Estado benefactor preocupado por
sus ciudadanos y respetar sus derechos a un Estado Neoliberal que oferta una serie de medidas curativas desde el
mercado en expansión, sin importar si se cumple o no los derechos constitucionales.

Para ésta década, en todo el mundo la psiquiatría comienza a modificar sus estructuras políticas, clínicas y
pedagógicas en el sentido estricto de la conceptualización patológica a una comprensión social comunitaria, llevando
consigo el “declive” total o parcial de los hospitales psiquiátricos por centros de atención comunitaria en el que el eje
de trabajo y toma de decisiones multidisciplinaria es por parte de los psiquiatras (Eguiluz, 1998; Bertrando, Toffanetti,
2004).

La Asociación Americana de Psiquiatría promovió la psiquiatría extramuros con el fin de prevenir los ingresos
en los hospitales generales, las clínicas para pacientes no hospitalizados, el uso de la terapia de grupo, los

!59
ambulatorios, los programas de trabajo, las organizaciones para atender a las familias, los centros de servicios para el
cuidado y tratamiento de ancianos (Retozana, 2008).

Por poner un ejemplo, en Inglaterra se afianza un método de rehabilitación social, que prevé la construcción
de centros donde los pacientes con un diagnóstico psiquiátrico puedan aprender un oficio. Al mismo tiempo se insiste
en la disminución del número de camas destinadas a pacientes con “trastornos mentales” en hospitales de segundo
nivel de atención a la salud, con tal de apoyar la construcción de los centros comunitarios públicos y prevenir el daño
de la institucionalización de las personas a largo plazo. En Estados Unidos en 1959 aprueban la propuesta de Mental
Health Study Act la cual, propone una comisión sobre las enfermedades mentales, que para el año de 1961 publican
un informe, este impactará las formas en que se aborda la salud mental en aquel país. El Action for Mental Health,
influyó para que en el periodo de 1963 a 1965 se construyan y constituyan una serie de centros comunitarios para la
atención específica de la salud mental (Retozana, 2008; Bertrando, Toffanetti, 2004).

En ese sentido Bertrando y Toffanetti (op.cit.) describen como los Community Mental Health Centers, los
Medicare y los Medicaid eran destinados para los ciudadanos con menos recursos, idea segregada del acceso
universal a los servicios de salud y derechos de la ciudadanía, recordando nuevamente el ideal capitalista del modelo
económico Neoliberal, que en Estados Unidos influyó en los programas de salud mental, la presión de los continuos
insumos instrumentales de la psicoterapia, para la persuasión de muchas compañías de seguros privados, para la
incorporación de la psicoterapia como una forma de tratamiento breve, reembolsable para sus trabajadores y otros
para los pobres sin recursos.

Rápidamente - dice Bertrando y Toffanetti (op.cit.)- todo lo que atañe a la salud mental empieza a ser
incentivado de sobremanera en Estados Unidos. La psicoterapia se transforma en un fenómeno de masas. A esta
nueva orientación debe su fortuna la terapia familiar: la psiquiatría de comunidad necesitaba nuevos instrumentos que
integren los de la vieja psiquiatría de los manicomios, y la terapia de la familia llega a ser una suerte de técnicas
dadoras de modelos como respuesta social a los nuevos requerimientos de las políticas públicas en salud mental, que
concebían el tránsito de lo hospitalario a lo comunitario, de lo clínico a las redes sociales.

De ahí que en México en 1964 coincidan las fechas con la revolución mundial de la psiquiatría y las
intervenciones familiares, prácticamente la introducción de la terapia familiar. Pues en ése año se recuerda por la
separación de la dirección de neurología con la de salud mental, la cual por parte de la segunda dicta la
descentralización, desmantelamiento y destrucción del Manicomio General de México, o mejor conocido como la
Castañeda con la finalidad clara de crear cinco unidades hospitalarias entre ellas en 1965 el Hospital Psiquiátrico
Infantil “Dr. Juan N. Navarro”, para ofrecer atención a la población infantil y adolescente, población adecuada para la
impartición formal del primer seminario de psicoterapia Familiar a cargo de Raymundo Macías en aquel nuevo hospital
(Avilés, Espejel, Fortes, 2003).

!60
1970-1980: Gestación de la Terapia Familiar en México
Para Eguiluz (1998) Macías en ese periodo de 1968 a 1972 fue director del departamento de Psicología de la
Universidad Iberoamericana. Pero su antecedente como profesor de posgrado de la carrera de Psicología en la
Universidad Nacional Autónoma de México lo determina. No quedan claros los motivos de Macías para impulsar las
formaciones desde una instancia privada, pero como antecedente histórico marcado en el 68 da la pauta de apertura
en otros espacios vistos como “apolíticos”, entre ellos las instancias privadas, cuyo capital simbólico es de mayor
prestigio.

En 1971 se lleva a cabo en México el primer congreso Mundial de Psiquiatría, presidido por Ramón de la
Fuente, donde Macías tuvo la oportunidad de conducir un simposium sobre terapia familiar donde invitó a
personalidades del extranjero como Virginia Satir, Carl Whitaker, Anton Ferver y David Rubinstein para que expusieran
sus ideas sobre la terapia familiar (Eguiluz, 1998). Para Bertrando y Toffanetti (2004) los fundadores de la terapia
familiar atribuirán en sus escritos autobiográficos, una gran importancia a los congresos, seminarios y a los encuentros
informales con otros terapeutas, los cuales les permiten debatir acerca de sus métodos y técnicas. Sin embargo, los
terapeutas que no logran entrar en ese círculo quedarán aislados y sin posibilidad de influir en su área de
investigación, debido al creciente insumo tecnológico, de rápida producción y reproducción, los costos por esos
seminarios, formaciones y cursos quedan prácticamente para las clases sociales privilegiadas.

Ya en 1972 debido a su presencia en los escaparates de la terapia familiar, Macías decide separarse de las
aulas de la Universidad Iberoamericana (pero continúa afiliada hasta 1977) para conformar su propio círculo
educativo, con ello creó el Instituto de la Familia, A.C. Que imparte los cursos a nivel posgrado pero sin reconocimiento
ni validez oficial, esto junto con otros terapeutas formados en el extranjero. La tecnología propia que la disciplina de la
terapia familiar va generando a la par de su pedagogía técnica y rápida, insumos para su venta y novedad, propios de
su comercio y exportación, sin un proyecto social como tal (Eguiluz, 1998).

Esto convierte a la terapia familiar en un área abierta a lo nuevo, dispuesta a incorporar la novedad a toda
costa, incluso en menoscabo de la memoria histórica o con el riesgo de redescubrir muchas veces ideas ya viejas en un
contexto apolítico, conservador y privilegiado.

Mientras tanto en ésta década, la población sin ninguna educación formal o con educación primaria
incompleta, disminuyó de 70.5 a 42.2 por ciento, mientras que aquélla con educación primaria completa o más, se
incrementó de 29.5 a 57.8 por ciento. También mejoró el nivel educativo de las mujeres que, como se sabe, constituye
un determinante importante de la sobrevivencia infantil y de los niños. Para 1987, más del 60 por ciento de mujeres
en edad reproductiva había terminado la educación primaria o contaba con más estudios (Hernández, 1989). Sin
embargo, el tamaño de la población que vive en la pobreza ha ido en aumento progresivo y las cifras siguen siendo
contradictorias además de sexistas.

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Cabe señalar que se han dado avances significativos en las condiciones sanitarias, a pesar de que aún existen
deficiencias importantes. Entre 1970 y 1987, aumentó la proporción de hogares con agua corriente, de 61.0 a 76.9
%. En ese mismo periodo se incrementó el de hogares con drenaje, de 41.5 a 63.3 % (Anuario-INEGI, 1985). Además
entre 1970 y 1980 disminuyó la proporción de hogares, con piso de tierra de 41.1 a 25.8 %.

La red de servicios sociales desarrollada por el gobierno se ha incrementado y desmantelado desde sus
inicios (de 1946 a 1980) han incurrido cambios importantes en la estructura del servicio público con el privado.
Alrededor del 50 por ciento de la población actual en México está cubierta por prestaciones que proporcionan atención
médica a través del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), fundado en 1943, y mediante otros programas
gubernamentales para trabajadores asalariados. En 1972, el IMSS comenzó a prestar servicio a los trabajadores no
asalariados en las áreas rurales, mediante acciones que se ampliaron de manera significativa con el programa IMSS-
COPLAMAR algunos años después. La Secretaría de Salud es la responsable de proporcionar atención médica a la
población que no cuenta con este tipo de servicio. Debe atender casi al 40 por ciento de la población, pero su
presupuesto asciende aproximadamente al 20 por ciento del total del gasto público en salud y seguridad social (Sexto
informe, Presidencia 1988).

Estudios recientes (López, Blanco, 2007) señalan que el 70 por ciento en promedio de los fondos destinados
por México a la atención a la salud se dirigen a la medicina curativa, mientras que, en contraste, sólo un seis por ciento
se destina a la medicina preventiva, lo que lleva a plantear que los programas iniciales de medicina comunitaria se van
perdiendo, así como los de salud mental comunitaria.

Para ese entonces, el logro simbólico del Instituto de la Familia, en su proceso de enseñanza aprendizaje fue
su incorporación en la prestación de servicios por parte de los alumnos en formación. Las sedes de entrenamiento y
enseñanza fueron el Hospital de Pediatría del Centro Médico Nacional y el Hospital Infantil de México “Federico
Gómez” (Avilés, Espejel, Fortes, 2003). Sin embargo, pese a que el espíritu inicial de la terapia familiar en otros países
fue la propuesta política y técnica de la anti psiquiatría o la psiquiatría comunitaria como proyecto en las agendas
federales, en México la terapia familiar se centró meramente en la formación académica (Eguiluz, 1998).

1980 a 1990: La Política Neoliberal y la Terapia Familiar


Una de las características del modelo neoliberal desde los inicios de su instauración, fue mercantilizar servicios que
hasta entonces eran considerados por el Estado mexicano como derechos sociales tales como la salud y la educación.
A partir de 1982, han sucedido varias reformas, las cuales han servido a ese propósito en todos los campos de la
política social. El impacto de esa situación se expresa en una profundización de las inequidades y desigualdades en
salud, sustentadas en un modelo excluyente que tiene como base la injusticia social.

A partir de la década de los 80’s el pago de la deuda hizo crisis y como respuesta, especialmente en América
Latina, se impulsaron las políticas de Ajuste Estructural impuestas por el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario

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Internacional (FMI), en un periodo que anunciaba la adopción del modelo neoliberal por parte del Estado Mexicano
(López, Blanco, 2007).

La clase media-baja es hoy por hoy la más afectada, al resentir los estragos de este modelo (Neoliberal), la
consigna del Estado es la privatización de los sistemas de salud, primordialmente con miras a la extinción de los
sistemas de pensión, los cuales garantizan al trabajador mexicano la cobertura de las necesidades básicas en el último
periodo de la vida, por otro lado la tendencia en este país es la inaccesibilidad a los servicios de salud a los sectores
marginados y de mayor pobreza, a la cual únicamente podrán acceder a ella aquellos que puedan costear sus
servicios. Este planteamiento de “desarrollo” centrado en la eficiencia y en la rentabilidad ha dejado en la más
dramática pobreza a cientos de familias en el mundo; ha generado la mendicidad, la desintegración familiar y otros
problemas sociales, como la delincuencia, la violencia hacia las mujeres y homosexuales así como la explotación infantil
(Ordáz, Monroy, López, 2010).

En ésta década se produjeron grandes descubrimientos tecnológicos y pedagógicos para “paliar” parte de las
problemáticas sociales, un ejemplo de ello es la terapia familiar, sin embargo, es un por ciento muy reducido de la
población la que tiene acceso a ella. Además, la familia en el contexto de la estructura macro económica neoliberal, no
parece fortalecerse; sin embargo, tampoco tiende a desaparecer ya que, en contextos de crisis, es la familia la llamada
a garantizar el sustento de sus miembros y atender la salud de los mismos, aunque sea precariamente,
conviertiéndose hoy en un valor de refugio y sostén imprescindible (Ordáz, Monroy, López, 2010). Que de forma
paradójica, en éste periodo las políticas sociales en beneficio de las familias han sido sometidas a recortes
presupuestales, debido al debilitamiento de las funciones del Estado y la apertura del mercado a satisfacer esas
necesidades (López, Blanco, 2007).

Una de las propuestas del mercado como satisfactor de las necesidades familiares fue el creciente número de
instituciones que formarían al personal de salud con técnicas en terapia familiar. Idea que congenia con las
transformaciones en el contenido del concepto de salud, que hacen al individuo responsable de su proceso salud
enfermedad (OPS, 1998), por lo tanto, se dice que tienen la “libertad” de escoger el proveedor que sea de su
preferencia para atender sus “malos” estilos de vida y su poca “adherencia al tratamiento” (Cirici, 2002).

La lógica del mercado, en el cual, el consumidor (ya sea una familia que busca atenderse o un estudiante
quiera formarse en terapia familiar) pueda elegir entre aseguradoras (empresas), prestadores públicos y privados
(entiéndase por la consulta privada) en los que el empeño y el esfuerzo correspondan a la eficiencia y calidad de los
servicios prestados: la competencia entre estos tres sectores (aseguradoras, prestadores públicos y privados) estarán
de acuerdo en la calidad y el precio brindados, con ello crea un ámbito de competencia entre las distintas instancias
que otorgan los servicios para (“según”) lograr un incremento en la calidad del servicio (Frenk, 1994). Por lo tanto,
hace que la calidad dependa del ingreso y el egreso económico de cada persona para poder acceder a un servicio, sea
educativo o de salud.

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Por poner un ejemplo de la lógica del mercado y el desinterés social, en 1980 la primera universidad privada
que ofreció una formación en terapia familiar con nivel maestría fue la Universidad de las Américas (UDLA, pero sin
reconocimiento de la Secretaría de Educación Pública), Campus Distrito Federal. La maestría en orientación y terapia
familiar con una duración de dos años. Sus planes curriculares no poseían ningún contenido con visión social, en su
mayoría eran meramente enfocados a la práctica clínica y de consulta privada (Eguiluz, 1998).

Por otro lado, en ese mismo año se crea la Asociación Mexicana de Terapia Familiar con el objeto de
congregar al gremio de los terapeutas familiares (Eguiluz, 1998), que formados en el extranjero llegaron a colonizar
con instituciones privadas. La Asociación patrocina una revista de divulgación científica titulada Psicoterapia y familia
que sale a la luz en 1988 (Eguiluz, 2004) entre otras cosas la Asociación Mexicana de Terapia Familiar no cuenta con
un proyecto social como tal, no tiene informes presidenciales, ni registro de actividades, solo busca tener socios
activos que paguen las cuotas para la organización de sus eventos de difusión que promociona el desarrollo técnico
de sus escuelas particulares.

Para 1984 Ignacio Maldonado funda el Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia (ILEF). Esta
escuela incorporó a personas formadas en la psicoterapia y provenientes de Argentina, Chile y Uruguay. Esta
institución comienza en 1982 con un programa de dos años que sería ampliado a tres en 1986; en 1990 desarrolla
un programa propedéutico obligatorio con duración de un año (Eguiluz, 2004), todo esto traducido en costos
elevados que clases sociales muy específicas pueden tener acceso. En ese momento histórico coincide con el proyecto
neoliberal en México, que tiene su aplicación con el período presidencial de Miguel de la Madrid (1982-1988); que
inicia con la venta y privatización de las primeras empresas paraestatales; desmantelamiento de los servicios públicos
como la educación por iniciativas privadas, que abarca el régimen de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y el de
Ernesto Zedillo (1994-2000). Esto estimula la creación de asociaciones civiles como el ILEF que tratan de contribuir
con el bienestar familiar y con la formación de servidores públicos interesados en intervenir en las familias mexicanas.

Con ello se comprende cómo con la política estatal neoliberal se van perdiendo los espacios y los recursos
públicos para crear instancias propias del Estado como universidades o institutos comunitarios de salud mental, para
poder mejor contratar por medio de subsidios muy específicos a instituciones privadas, cuya visión “apolítica”
contribuyan a mantener la visión de competencia y libre mercado. Por ejemplo en 1987 el programa de terapia familiar
del Instituto de Terapia Familiar “Cencalli” fue el primero en lograr el reconocimiento como especialidad por la
Secretaría de Educación Pública (SEP), lo que le sirvió para colaborar con el Instituto Mexicano del Seguro Social
(IMSS) para la actualización de los especialistas en Medicina Familiar de dicho instituto (Eguiluz, 2004), sin embargo,
esta colaboración se ve mediada por los recortes presupuestales, de igual manera no es absorbida por parte del
Estado para mejorar a los profesionistas de ésta institución pública.

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Hasta éste momento el entrenamiento para ser terapeuta familiar está a cargo de instituciones particulares,
por lo que un rompimiento simbólico al capital social creado por la iniciativa privada fue la creación de el primer
diplomado en Terapia Familiar Sistémica en 1989 en la (que en ese entonces se llamaba así) Escuela Nacional de
Estudios Profesionales Iztacala (ENEPI ahora FES Iztacala) de la UNAM (Eguiluz, 1998).

Tal programa se vio modificado por el acuerdo académico de la UNAM en el 2001, para dar paso a las
maestrías con residencia, lo cual es un cambio en los programas profesionalisantes, pues, involucran una actividad
supervisada de 1600 horas en sedes clínicas y hospitalarias del sector público, lo que lo hace comparativamente
superior con otros programas de iniciativa privada que cuentan con sólo 200 hrs de supervisión (Eguiluz, 2004).

Este evento es importante, pues una institución nacional, estatal y pública como la UNAM absorbió éste
programa de formación y lo implementó en apoyo a las instituciones de seguridad social, dando un acceso laico y
gratuito tanto a la educación como a esta práctica en salud (Eguiluz, 2004).

Desarrollo de 1990 al 2000: La globalización


La discusión en torno al neoliberalismo y una de sus fases: la globalización, y sus supuestos beneficios a las
economías “emergentes” como la mexicana, ha sido cuestionada con más insistencia a lo largo del presente siglo en el
sentido de interrogar sobre ¿estos “beneficios” fueron dirigidos también para la población? En los albores del siglo XXI
se presenta un escenario en el que más de tres mil millones de personas están en la pobreza extrema, pues el ingreso
mínimo no les alcanza para adquirir los satisfactores básicos (Ordáz, Monroy, López, 2010).

Conocer este problema es de gran relevancia, reconocido hace décadas, y que adquiere otra dimensión
cuando se enfoca por el lado de las clases sociales: el empobrecimiento de la clase media en México (López, Blanco,
2007).

La aplicación de éstas políticas neoliberales tuvieron un impacto en la desocupación, informatización del


mercado laboral, caída del gasto público; y por el otro, la globalización, cuyo rasgo característico consistió en la
apertura de mercados a la competencia internacional, sin protección a las micro y pequeñas empresas, lo que provocó
la quiebra de la mayoría y se tradujo en una pérdida del ingreso cercano al 50% de la mayoría de la población en las
décadas mencionadas, particularmente de la clase media (López, Blanco, 2007).

En la lógica de la globalización y la apertura al mercado internacional, la Asociación Mexicana de Terapia


Familiar, participó activamente en esta estrategia de mercado, pues, en 1995 se desarrolló el congreso mundial de
terapia familiar en Jalisco, promoviendo la inversión en el material extranjero (entrevistas videograbadas, textos
europeos, teorías americanas), así como de su desarrollo tecnológico (aulas equipadas con cámara de gessel, circuito
cerrado entre otras) dentro de las formaciones de terapia familiar (Eguiluz, 2004).

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Mientras el intercambio y los acuerdos se realizan entre las escuelas pioneras de la terapia familiar entre los
extranjeros en un evento considerado como el “más importante de ésta disciplina” (Eguiluz, 1998). En la realidad
mexicana la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, es decir la economía del cuidado de las unidades
familiares, traducido en ingresos y egresos, muestra cómo ha habido un decaimiento en el ingreso y una tasa en alza
de la canasta básica alimentaria (Ordáz, Monroy, López, 2010). El recorte presupuestal y el desmantelamiento de las
entidades públicas asistenciales de la salud por el capital privado, ha conseguido que muchas familias no logren
costear los gastos por los paquetes de salud que inician su promoción, por un lado, por el otro ante el
desmantelamiento del servicio público en salud mental, no se logró el acceso universal para la salud mental; aunque se
haya logrado el cierre de 18 de los 20 hospitales psiquiátricos y la construcción de los CECOSAME, no satisfacen a la
población, pues por cada 100 millones de habitantes existen sólo 10 psiquiatras, de los cuales por cada 100 sólo hay
20 psicólogos en donde no se especifica si son terapeutas familiares (Medina-Mora, 2012).

La Organización Mundial de la Salud (Media- Mora, Berenzon, 2013) plantea como recomendación que al
aumentar la capacidad de prepago puede mejorar el gasto en salud mental (por consiguiente “mejoraría” la economía
del cuidado de las familias). Así como incrementar el personal de salud mental en la atención primaria.

Pero en esas recomendaciones no se discute directamente ni jerarquizadamente el problema del modelo


neoliberal en los servicios de salud mental; la responsabilidad de la salud mental recae en las familias y las parejas
(López, Blanco, 2007), sostenidos por la economía del cuidado (ingresos y distribución financiera de las familias), se
ven afectadas por un incremento en el gasto de bolsillo en el uso de servicios privados y que el salario mínimo es
insuficiente para cubrir las necesidades de salud (Ordáz, Monroy, López, 2010)

Los logros capitales de la terapia familiar como disciplina en México distan de la realidad de las familias
mexicanas a las cuales pretenden apoyar con sus técnicas, pues, si el ingreso de las familias se ha reducido, y la
mayoría de las escuelas hasta ese momento son privadas, va en contra del acceso universal al servicio de salud mental
que ofrecen, pues sólo una pequeña parte de la población tiene acceso a ella.

Desarrollo de 2000 al 2014: El lucro de la terapia familiar frente a los servicios públicos.
Según expertos, en los últimos 35 años la tendencia indica que la educación privada en México ha crecido a tasas
superiores que la educación pública. Mientras que la matrícula en la pública creció a 566 por cierto, en la privada
creció mil 847 por ciento, más de tres veces que la primera. Con base en información del Consejo Nacional de
Evaluación de la Política Pública de Desarrollo Social en relación a datos de 2012 (CONEVAL, 2013), 94 millones de
personas, de una población total de 117.3 millones, son pobres por carencia social (acceso a alimentación, a la
educación, a servicios de salud y a un trabajo digno), por lo que los que acceden a la educación privada son un
porcentaje muy reducido de la población (Ordáz, Monroy, López, 2010).

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La desigualdad social en la que vivimos los mexicanos se traduce en la acumulación de la riqueza y el despojo
de los bienes materiales y económicos para generar mayor pobreza, un tema en el que se encuentra la educación
(López, Blanco, 2007), en ella la terapia familiar que se posiciona en un incremento en los servicios privados y no en
los públicos (Eguiluz, 1998). Las causas de este incremento se debe a la multiplicación de universidades garaje o
patito, producto de una política pública que favorece su creación para que los jóvenes tengan “donde meterse”. Esas
son respuestas fáciles de la política pública neoliberal que recorta presupuestos a la educación pública, promoviendo
que éstas empresas se expandan.

Un ejemplo de ello es la creación del Centro de Terapia Familiar y de Pareja (CEFAP) inicialmente en Puebla,
para después expandirse a Oaxaca, San Luis Potosí y a San Cristobal de las Casas. Donde anuncian Diplomados,
Maestrías y Doctorados (Eguiluz, 2004). Para poder impartir cualquier posgrado es necesario que el programa
formativo de la institución cuente con el reconocimiento de validez oficial (RVOE) de estudios superiores federales y
estatales con tal dar legitimidad al plan de estudios propuesto ya sea por una entidad pública o privada (SEP, 2014).

Que en éste caso el C.E.FA.P. para su maestría en Terapia Familiar cuenta con el reconocimiento Oficial RVOE
M- 030438 el cual es obtenido en Campeche y se comercializa en la sede de Puebla. Para su sede de Oaxaca no hay
datos sobre los registros de sus Maestrías y Doctorados. Para Pachuca Hidalgo su documentación de validez oficial
están en “trámite”, sin embargo eso no suspende sus actividades. Para San Luis Potosí sólo hay anuncios de
simposium, sin reconocimiento de la SEP. Para San Cristobal de las Casas nuevamente sus actividades registradas en
su sitio web son sólo simposium sin el aval institucional federal.

Cuando una institución obtiene un RVOE, éste es válido solamente para una carrera determinada que se
impartirá en un plantel concreto. Si una institución imparte varias licenciaturas en un plantel, deberá obtener un RVOE
para cada una de ellas. Si imparte la misma carrera en dos planteles diferentes, tendrá que obtener un RVOE diferente
para cada plantel ya que, como hemos visto, aunque el plan de estudios sea el mismo, las instalaciones y el personal
docente no lo son, y la institución debe acreditar que reúne todos los requisitos en cada plantel. Siempre se tiene que
verificar que el RVOE que proporcionan las instituciones corresponde a la carrera y al plantel que te interesan y no a
otro diferente de la misma institución, de lo contrario pueden ser multadas por los engaños a los que recurren para
que los alumnos ingresen a sus planes de estudio (SEP, 2014).

Se puede comprender esta “tolerancia” del Estado en cuanto a la falta de registros o el tiempo para
obtenerlos en las instituciones particulares, pues en el periodo presidencial de Felipe Calderón que abarca del 2006 al
2012 se puede reconocer que la apuesta del gobierno fue el impulso de la Educación privada, donde la Asociación
Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior reportó que el 30% de 2.7 millones de alumnos a
nivel superior asisten a planteles privados, concesionadas las instituciones de educación privada mediante el Programa
Nacional de Financiamiento a la Educación Superior con una inversión inicial de 2 mil 500 millones de pesos, que
beneficiará con créditos a 23 mil jóvenes (La Jornada, 2012). Sin embargo, diversas voces del sector público
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cuestionaron ese programa. Por citar un ejemplo ilustrado en el periódico La Jornada el martes 10 de enero del 2012.
El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narro, dijo que con tan sólo la mitad de los 13 millones
de pesos sería posible duplicar la cobertura en la educación superior.

Éste proceso de imposición de lo privado sobre lo público amenaza con apropiarse no sólo de la educación
sino también del conjunto de servicios sociales que aún quedan en manos del Estado como es la salud. Este
“adelgazamiento” del Estado en su función social y la apertura de nuevos espacios para la obtención del beneficio
privado promueven la autorregulación por el mercado, pero la ejecutan por medio de políticas estatales de “ajuste
estructural” y “estabilización macroeconómica” a través de las agencias e instituciones internacionales que concensan
dichos acuerdos que benefician sólo a un pequeño sector de la población.

Conclusiones
En este capítulo desarrollo una genealogía en la historia de la terapia familiar en México, en la que intento mostrar
cómo su surgimiento es un producto de relaciones de poder, su vinculación estrecha con el capital financiero, los
tratados de los altos mandos, así como los intereses capitales centrados en un orden material, generador de insumos
y de una reproducción y producción social de un prototipo familiar, llevando consigo la generación de programas
formativos, de servicios de salud que brindan una atención específica a sólo un porcentaje reducido de la sociedad.

Al reunir esta información, datos y fechas sobre lo que ha sido hasta ahora la evolución de la terapia familiar
podríamos decir a modo de conclusión que durante la década de 1970 a 1980 se construyen dos escuelas de
iniciativa privada, recordando a politólogos y sociólogos que marcaran el oscurantismo mediático de la educación
pública por el de la privada debido a la matanza de estudiantes en 1968, que posicionó a la educación pública como
dadora de rebeldes, críticos sin oficio, así como privilegiando a la educación privada como “mejor” en términos de que
las personas sí estudiaban, tenían más recursos para aprender sin “distracciones”; de 1980 a 1990 se formaron
cinco más así como la Asociación Mexicana de Terapia Familiar que congrega en un sistema cerrado a los “padres”
fundadores, que comienzan a “dialogar” sobre el “futuro” de la terapia familiar, pero que conserva un aire apolítico,
concentrado y condensado en la generación de institutos privados de la educación sin generar sus propios contenidos
vinculados directamente con la situación de las familias mexicanas que ante el desarrollo desmantelador del
Neoliberalismo creció el empleo informal, el salario mínimo se reduce y los servicios de salud dejan de contratar a
psicólogos por formar a médicos en áreas de la psicología.

De 1990 a 2000 el crecimiento de la terapia familiar ocurre principalmente en la provincia, y el modelo se


populariza a las universidades públicas, que no podrán competir ante la creciente aceptación del modelo globalizado
en la educación, donde el interés está puesto en quienes tienen a profesores “extrangeros” o que estudiaron con
ellos, en ése periodo se lleva a cabo el congreso mundial de terapia familiar en México, donde los iniciadores de las
escuelas de terapia familiar se congracian entre los extranjeros y su interés en ser contratados para dar clases en
seminarios internacionales que llevará a la terapia familiar a un punto diferente y asilado de las políticas en salud; no

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hay propuestas para mejorar la salud familiar, ni los puentes entre los salarios mínimos y la salud familiar, la violencia
familiar o los derechos sexuales y reproductivos serán temas que no se tocan a menos que un extranjero venda un
curso y que hable de técnicas pero no así de políticas públicas para familias.

Aunque las escuelas privadas han mantenido la hegemonía así como su material tecnológico importado, las
escuelas públicas han colaborado en hacer de la investigación un factor prioritario.

Sin embargo no se han cuestionado las implicaciones de la formación de recursos humanos en esta práctica
en salud, implicaciones referentes directamente al perfil laboral, fuentes de empleo, tiempo en obtener un empleo,
ingreso mensual en los empleos obtenidos como terapeutas, así como la situación fiscal del lugar de trabajo; si es
público o privado.

En el deber de la formación de recursos humanos en terapia familiar, coexisten elementos que se conectan y
se superponen al ideal de familia incluido en el diseño curricular, en la planeación educativa, desarrollo del personal,
educación permanente, clase social y de orientación sexual.

Por lo que una aproximación necesaria es mirar los programas formativos, así como los centros de
implementación y de introducción de ideales y valores relacionados al género, donde como lo menciona Bertrando el
modelo prototípico familiar ha sido y será el gestionado por la heterosexualidad- judío cristiana reproductiva, donde los
hombres y las mujeres en la relación familiar tienen una función específica y complementaria, que para Basaglia las
terapias serán medios de tolerancia, de acomodación de los individuos a la norma social esperada.

Por lo que el debate es el cuestionamiento a las construcciones que se generan en los alumnos receptores de
la información de los programas de formación en terapia familiar, cuyos diseños curriculares, su planeación educativa,
desarrollo de personal y educación permanente deberán ser vistos desde puntos críticos.

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EL DEBATE FEMINISTA EN TORNO A LA
INVISIBILIDAD
DE LAS MUJERES LESBIANAS EN LA
TERAPIA FAMILIAR

En los sesentas los movimientos feministas al tratar de comprender y explicar el porqué de la subordinación de las
mujeres se percataron que no había una teoría que explicara esta situación. En ese momento histórico surgió una de
las primeras hipótesis: dicha subordinación era resultado del poder de hombres hacia las mujeres, que no solo
pertenecía al Estado, sino que se debía a un poder múltiple, casi imperceptible, muy probablemente generado por toda
una sociedad que enmascaraba los cautiverios de las mujeres bajo los más nobles sentimientos como el afecto, la
ternura, la familia y el amor (Barbieri, 1992).

De ahí, nació la idea de plantear la discusión entre naturaleza y cultura, con lo que se revitalizó la hipótesis
crítica al determinismo biológico como práctica cultural que escencializa la desigualdad social y política, que confina a
las mujeres en el grupo familiar llamado también “natural” y de “pertenencia” de las mismas. Pero el debate llegó a la
conclusión que dichas diferencias sexuales iban más allá de solo las diferencias biológicas, sino que eran producto de
la herencia cultural, de un devenir histórico que se configuró en las subjetividades y en las identidades de cada mujer
(Serret, 2004).

Debido a ello, las características biológicas han sido utilizadas durante siglos para naturalizar la desigualdad
entre mujeres y hombres, esta situación se convierte en el centro de análisis de la investigación feminista,
precisamente, la desmitificación de esa naturalización. De esta manera, al admitir que lo sexual es un sistema de
diferenciación construido socialmente, se pueden buscar las herramientas para romper con el androcentrismo
presente en las ciencias. Es decir, al romper con la idea de que el hombre, blanco, burgués y occidental es el
representante universal de la humanidad y del conocimiento y que además tiene un derecho natural sobre la mujer.
Por lo tanto las investigaciones feministas buscan un cambio en las formas “de conocer y hacer las ciencias” y de
representar a la humanidad (Harding, 1998).

Así surgen dos diferentes propuestas para el estudio de la condición de las mujeres: uno que centra el objeto
de estudio en ellas mismas, por lo que genera, acumula y revisa el archivo para dar a conocer las condiciones de vida
y de trabajo, la creación y la cultura producida por las mujeres, y otra cuyo sujeto histórico está concentrado en la
sociedad como generadora de la subordinación de las mujeres (Barbieri, 1992).

De esta forma la primer corriente ponía énfasis en la generación de conocimientos sobre las mujeres y los
determinantes sociales de la precarización e invisibilización de sus condiciones de vida, un claro predominio turbio de
la relaciones varón- mujer y mujer-mujer. Mientras la segunda corriente sostenía que la subordinación de las mujeres
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es producto de las formas de organización funcionamiento de las sociedades y que no se avanzaría con el solo hecho
de estudiar a las mujeres por lo cual se requería del análisis en todos los niveles, ámbitos y tiempo en las relaciones:
mujer - hombre, mujer-mujer y varón-varón (Barbieri, 1992).

Entonces las investigaciones realizadas desde una mirada crítica que busca la visibilidad de las condiciones de
opresión de las mujeres también son conocidas como estudios feministas o crítica feminista de la ciencia (Blazquez,
Flores, Ríos, 2012). Para Corres (2012), la reflexión feminista nos lleva a definir la categoría de género, como
elemento fundamental para comprender las diferencias culturales moldeadas en el cuerpo, afirmando así que el sexo
también es socialmente construido, o mejor dicho en palabras de Rubin (1989): “ Un conjunto de disposiciones por el
que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en el que se satisfacen
esas necesidades humanas transformadas” (Barbieri, 1992 p 151).

Los sistemas de género/sexo son los conjuntos de prácticas, símbolos, representaciones, normas y valores
sociales que las sociedades elaboran a partir de la diferencia sexual anátomo-fisiológica y que dan sentido, encaminan
el deseo, a la satisfacción de los impulsos sexuales “coherentes” a la reproducción de la especie humana y en general
a la forma en que las personas se deberían relacionar (Barbieri, 1992). Este sistema de sexo/género es por lo tanto el
objeto de estudio más amplio para comprender y explicar el binomio subordinación femenina-dominación masculina.

Es importante resaltar que el hecho de estudiar esta relación con la sexualidad y la reproducción, nos permite
una mayor comprensión entre la relaciones mujeres y varones, y la dominación masculina en condiciones de
heterosexualidad (Rubín, 1989).

Sandra Harding (1998) cuestiona la idea de que exista un método específico de investigación feminista para
resolver las inquietudes que deja el objeto de estudio encarnado en el sistema sexo/género. A pesar de que acepta
que las teóricas feministas hayan realizado claras modificaciones a las herramientas de investigación de las ciencias
sociales, esto es porque se vuelve complicado desarrollar trabajos que tienen como objeto de estudio a las mujeres
desde una metodología androcéntrica, que toman la postura de hombres blancos, occidentales y burgueses como la
única representación de lo humano universal; Harding también explica que, si se analiza la manera en que trata de
explicarse la existencia de un método específicamente feminista, en realidad se están confundiendo los términos
método, metodología y epistemología. Asimismo, sugiere que, en vez de discutir si realmente existe un método
feminista, debe estudiarse la forma en que se llevaron a cabo las investigaciones feministas actuales que han tenido
mayor impacto dentro de las ciencias sociales.

Por eso, en un primer momento, Harding (1998) hace una distinción entre método (“una técnica para recabar
información”), metodología (“teoría sobre los procedimientos que sigue o debería seguir la investigación y una manera
de analizarlos”) y epistemología (teoría del conocimiento), y explica a qué se refiere cada término dentro de una
investigación con enfoque feminista.

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Después, presenta el problema que existió en los trabajos que sólo “agregaron” a las mujeres como objeto
de estudio sin realizar cambios en las estructuras de las ciencias sociales, para luego examinar los grupos de mujeres
en los que estas investigaciones se enfocaron (mujeres científicas o investigadoras, mujeres que participaban en la
vida pública y mujeres víctimas de dominación masculina) y las limitaciones que estos temas tienen para la
comprensión de la experiencia de las mujeres (Harding,1998).

Posterior a esto, Harding (1998) señala las ventajas que el enfoque histórico tiene en las investigaciones
feministas, así como la de hacer a un lado la supuesta “objetividad” de las y los investigadores y, en cambio, apostar
por su subjetividad y la explotación de la experiencia personal basada en sus características de raza, género y clase,
pues esto permite una mayor reflexión sobre el tema. Y que los enfoques tradicionales en donde se estudian a las
mujeres son androcéntricos y explica tres clases de estudios: los que suman o agregan mujeres, los que estudian la
participación de las mujeres en la vida pública pero desde una perspectiva masculina y los que colocan a las mujeres
como víctimas inertes incapaces de buscar el cambio social.

Un análisis feminista expresa de manera explícita la relación entre política y ciencia. En ese sentido, retoma el
conocimiento situado, que expresa el carácter histórico de la investigación, donde el uso de categorías de análisis
fundamentadas en los procesos políticos e históricos de la sociedad van a reflejar las investigaciones feministas
(Bartra, 2012). Sin embargo, y pese a los aportes valiosos realizados por Harding (1998), Wittig (2006) hará un
señalamiento que será el eje central de este trabajo. Y es la predominancia de un heterofeminismo configurado en las
investigaciones feministas. Wittig no va a criticar la “heterosexualidad” en el sentido de práctica sexual, sino de
dispositivo explicativo y discursivo del sistema sexo-género como objeto de conocimiento objetivo y subjetivo en el
campo académico del feminismo.

Para Wittig (2006), la heterosexualidad cobrará sentido como un régimen político que asegura la
reproducción de una estructura de dominación de las mujeres y de confinamiento sus respectivos cautiverios, entre
ellos el de la familia. Para poder abordar el mundo heterosexual como un régimen político que crea sumisión, opresión,
marginación y, con ello, la apropiación de las mujeres, Wittig (2006) analizó a la heterosexualidad como una forma de
configuración social donde la elite social impone a la sexualidad reproductiva como única posible en la sociedad que se
reproduce a partir de sus instituciones.

De esta forma Wittig (2006) explica que los discursos que oprimen muy en particular a las lesbianas
feministas y a los hombres homosexuales dan por sentado que lo que funda la sociedad, toda la sociedad, es la
heterosexualidad. Estas estructuras discursivas niegan toda posibilidad de crear categorías basadas en la historia y en
las experiencias de las mujeres lesbianas, impiden hablar si no es en los propios términos androcéntricos, objetivos,
revocables y mensurables de la diferencia sexual. Por lo que el rechazo metodológico es el de la interpretación
totalizadora que busca leyes explicativas. Continua narrando Wittig (2006) “Estos discursos hablan de nosotros y
nosotras, y pretenden decir la verdad sobre nosotros/as”. Estos discursos tienden a la voluntad del poder y de la

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verdad, se dibujan como campos “apolíticos” como si hubiera algo significante que pudiera escapar a lo político y
como si pudiera haber en lo que concierne signos políticamente insignificantes.

De ahí que la noción de biopolítica esté de forma tan estrecha con el del régimen heterosexista que está
elaborando Wittig (2006). En su pretensión del Estado y sus instituciones disciplinarias como la familia y las
tecnologías psicológicas de regulación de los cuerpos como lo es la terapia familiar; que a su vez designan el campo
legítimo de la sexualidad estos discursos; son ejemplos claros de lo que llamó Foucault (1991) biopoder.

A este biopoder se le conocerá como heteronorma o heteronormatividad. Según el feminismo crítico al


sistema sexo-género heterosexual es un régimen social que se retroalimenta con mecanismos sociales como la
marginalización, invisibilización o persecución y se articula con el heterosexismo. Esta articulación discursiva incluye la
idea de que todos los seres humanos recaen en dos categorías distintas y complementarias: hombre y mujer; que las
relaciones sexuales y maritales son normales solamente entre personas de sexos diferentes; y que cada sexo tiene
ciertos papeles naturales en la vida. Así, el sexo físico, la identidad de género y el papel social del género deberían
encuadrar a cualquier persona dentro de normas íntegramente masculinas o femeninas. En consecuencia, la
heterosexualidad es considerada como la única orientación sexual normal regulada y mantenida por las disciplinas de
la salud mental (Patterson, 2005).

Las Mujeres y la Terapia Familiar


El lugar que ocupa la mujer en la terapia familiar ha evolucionado a lo largo del tiempo, sin embargo, el primer debate
en torno a las mujeres y su función familiar, tuvo lugar en la década de los 50s, cuando Estados Unidos recibe una
gran ola de inmigrantes y las políticas familiares así como las políticas anti obscenidades trataron de regular a las
familias migrantes sin romper los esquemas planteados por el modelo americano, que estipulaba la necesidad de que
las mujeres fueran madres esposas perfectas. Los movimientos feministas criticaron la manera en que la terapia
reproducía el modelo madre-esposa-heterosexual, ya que reforzaba la organización patriarcal de matrimonio y
fortalecía los roles estereotipados en cuanto al papel del hombre y la mujer dentro de la familia (Osman, 1972).

Ante este escenario la mujer en el ambiente terapéutico no estaba recibiendo lo que necesitaba y se estaba
violando su dignidad y autonomía, esta entendida desde la visión que cada ser humano tiene un valor intrínseco por el
sólo hecho de existir, que es independiente a sus actos y otras consideraciones como la económica, social, religión.
Partiendo de esta definición la mujer se merece respeto y justicia que se traduce en términos prácticos dentro del
marco terapéutico. Para poder convertir esto en una realidad la mujer tendría en el espacio terapéutico la opción de
definir su propia forma de vivirse como mujer, si es que así quisiese nombrarse como tal, como parte de una familia, o
de manera individual, su manera de expresar su sexualidad sea esta heterosexual u homosexual, sin por eso
arriesgarse a perder su dignidad y su “estatus”, ya que este no necesita ganárselo sino que lo tiene implícito.

No es un reto sencillo ya que las mujeres por el imaginario social de género se les ha negado una igualdad
humana, y han permanecido siempre en otredad; añadido a esto se le ha puesto en un rol muy específico, un rol que
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posee una marca de género que las ata a la heterosexualidad, por lo que es necesario realizar esfuerzos para superar
estas limitaciones que están presentes en los campos formativos de la terapia familiar (Lamas,1996; Lagarde, 1996;
2003).

En una investigación realizada por Gómez-Lamont (2015) exploró los elementos históricos que conectan a la
terapia familiar con el heterosexismo, mostró el devenir heterosexista en la escritura de los autores de la terapia
familiar conectado a las políticas públicas vigentes en ese periodo histórico: “Los textos publicados del 2000 al 2011
traen consigo un recorrido histórico del modelo sistémico, desde sus orígenes con el enfoque estratégico-sistémico
utilizado en el Mental Research Institute (MRI) de Palo Alto en los años 1971- 1975; después, al enfoque sistémico de
Milán, como llegó a desarrollarse en 1975-1985, de 1985 a 1990 la modificación sustancial fue la inclusión del
constructivismo y de 1990 hasta el 2000 influyó el construccionismo social; ideas plasmadas en el contexto europeo
de Italia, que, para los programas de Terapia Familiar en México será incluido y capitalizado sin critica alguna de la
diferencia de contextos en los cuales se desarrolla. Para Rubín (1989) en Europa y Estados Unidos desde 1950 hasta
1980 implementaron campañas educativas y políticas para alentar la castidad y la vida familiar, con los objetivos de
eliminar la prostitución y reprimir la masturbación, así como la homosexualidad, en especial entre los jóvenes. Estas
cruzadas se implementaron por medio de los departamentos de sanidad mental, iniciados por las Clínicas de
Seguimiento infantil que consolidaron los modelos de intervención en terapia familiar, así como aparatos de coerción
social contra la sexualidad. Por lo que el origen de la terapia familiar evitó a toda costa publicar o trabajar con la
homosexualidad (Gómez-Lamont, 2015 pp. 1606)”.

El pensamiento heterosexual bosqueja los contornos de un contrato social que se dibuja en todas las
instituciones del Estado, creando dispositivos disciplinarios y de control del cuerpo y de la sexualidad. El pensamiento
dominante en tanto que es el mismo que establece el contrato social entre mujeres y hombres en relación con las
instituciones, se niega a analizarse a sí mismo para comprender aquello que lo pone en cuestión (Wittig, 2006).

El destino que el Estado y las Instituciones han asignado a las mujeres en el campo de la familia ha sido
aportar tres cuartas partes del trabajo en la sociedad, trabajo al que hay que añadir el corporal de la reproducción.
Esto lleva a la gran interrogante, las mujeres no saben que están totalmente dominadas por los hombres, y cuando lo
admiten casi no pueden creerlo (Wittig, 2006).

En el espacio de la terapia familiar, la reproducción de la dominación masculina heterosexual pasa invisible en


sus escritos e investigaciones, para los autores Boscolo y Bertrando (2008) y para Salvador Minuchin (1987), la
identidad de la familia estará embestida por la consigna de un grupo “natural”, en el cual es evidente la inmutabilidad
del sexo, que codifica y educa a los cuerpos sexuados a una sinergia procreadora heterosexual, misma que
telelológicamente dividirá la fuerza de trabajo respecto al sexo en aquella agrupación para que coincida con la
imposición de la moralidad burguesa de lo que es una familia (Preciado, 2009; Gómez, 2015). Y lo que no coincida con

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esa “coherencia” sexo-genérica, causará estragos en las relaciones familiares (Butler, 1998). Esto fue documentado
por Rubín (1989) donde nos narra que en el sistema de justicia criminal de 1950 hasta 1970 de Estados Unidos y
parte de Europa incorporó el término de “delincuente sexual” para trabajar jurídica y psicológicamente con violadores
y “pederastas” y de hecho funcionaba como clave para referirse a los homosexuales. Estas leyes proporcionaron a las
profesiones psicológicas mayores poderes sobre los homosexuales y otros “desviados” sexuales (Rubín, 1989). Dando
a conocer la imposibilidad de separar la sexualidad reproductiva, la vida familiar heterosexual y la división sexual de
trabajo, de la vida “normal” y esperada; los que no cumplan con esa norma, la psicología y las terapias corrieron con
la suerte de ser dispositivos de control y regulación de la vida familiar (Rubín, 1989; Gómez- Lamont, 2015).

Esto quiere decir que los pensamientos dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones
materiales dominantes, son estas relaciones materiales dominantes capturadas bajo la forma de ideas, por lo tanto,
son la expresión de las relaciones que hacen de una clase la clase dominante; dicho de otro modo, son las ideas de su
dominación (Preciado, 2009; 2010). Y la categoría de sexo, es una categoría política que funda la sociedad en cuanto
a heterosexualidad. Esta categoría para Wittig (2006), establece como natural la relación que está en la base del
contrato social del biopoder disciplinario heterosexual y través de ella la mitad de la población - las mujeres - son
“heterosexualizadas”.

La terapia familiar funge como parte de esa fábrica social de mujeres heterosexuales, que impone (de manera
sutil corrige su “funcionamiento”) a las mujeres a regresar a la obligación absoluta de reproducir “la especie”, es
decir, de seguir reproduciendo a la sociedad heterosexual. Desde el discurso de la naturaleza femenina, criar hijos,
realizar tareas domésticas, son representadas en la producción material sobre el ciclo vital de la familia, que conduce a
prácticas terapéuticas del “funcionamiento” familiar. Por citar a un autor emblemático de la terapia familiar en México:
Avilés (2000) dice por ejemplo: “Por familia entendemos aquí, un grupo (dos o más) de seres humanos adscritos en
forma natural” o recordar a Lauro Estrada (2012): “La estructura biológica y psicológica de la familia humana pasa
por un"ciclo"(nace, crece, se reproduce y muere) que comprende seis etapas: el desprendimiento, el encuentro, los
hijos, la adolescencia, el reencuentro y la vejez”.pp.5. Por ende, podemos reconocer que el discurso transitó de
autores europeos como Boscolo y Bertrando y estadounidense como Minuchin, para llegar a autores mexicanos que
reproducen aquella voluntad de poder que viene inscrita en el discurso del dispositivo disciplinario y tecnológico de la
terapia familiar, que en conjunto con la “naturaleza” femenina, definen el lugar de la mujer en el grupo familiar.

El contrato que une a una mujer con un hombre es, en principio, un contrato de por vida, que sólo la ley
puede romper mediante el divorcio. Asigna a la mujer ciertas obligaciones, incluyendo un trabajo no remunerado. Su
trabajo (la casa, criar a los y las niñas), así como sus obligaciones relacionadas a la cesión de su reproducción puesta
a nombre del marido, coito forzado, cohabitación día y noche, asignación de una residencia, como se sobreentiende
en la noción jurídica de abandono del domicilio conyugal, significa que la mujer en cuanto persona física, pertenece a
su marido (Wittig, 2006). Como ya lo mencionará el psiquiatra y terapeuta familiar Duval (1988). “Después de la
Segunda Guerra Mundial las familias americanas fueron convocadas y organizadas de manera que las mujeres dejaran

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sus trabajos y se dedicaran al hogar y los hombres dirigieran a sus familias y re establecieran la economía de la pos
guerra”. pp.127. Duval es un ejemplo claro de cómo el discurso médico y psiquiátrico, fusionado con el tecnológico de
la terapia familiar, trasciende su dominio discursivo para lograr imponerse como una verdad política, que confiere un
deber a los hombres y a las mujeres para re establecer la economía del país.

De ahí nos lleva a la siguiente interrogante ¿Por qué no están presentes las mujeres lesbianas en la terapia
familiar?, Si la terapia familiar define a la familia como un grupo natural donde se acerca a la cultura a sus miembros
con tal de establecer la economía, nos enfrentamos a un problema ontológico y descriptivo que plantea el feminismo, y
es la definición “natural” del grupo familiar, pues el método feminista busca destruir la idea de que las mujeres son
parte de un grupo “natural” como por ejemplo el de la familia. Una sociedad construida por ideologías en las que ven
a las personas homosexuales como los “otros” y que es reproducida en las prácticas de la terapia familiar, nos indica
el heterosexismo y androcentrismo al cual están refiriendo la intervención familiar, por citar un ejemplo, para Espinosa,
(2009): “Parejas del mismo sexo que adoptan (no legalmente) y crían hijos … asumiéndose como familia”. pp.19, que
en otras palabras, muestra como los otros tratan de asumirse dentro de la normalidad, sin que necesariamente eso
sea cierto para la sociedad que inventa la normalidad y a los anormales.

Una sociedad lesbiana revela pragmáticamente que no sólo no existe el grupo natural familiar y “mujeres”.
Wittig (2006) afirma que la homosexualidad femenina es prueba de ello y que la opresión de las mujeres es biológica e
histórica. Rechazar convertirse en heterosexual (o mantenerse como tal) dice Wittig (2006) ha significado siempre
conscientemente o no, a negarse a convertirse en una mujer, o en un hombre. Para una lesbiana esto va más lejos que
el mero rechazo del papel de “mujer”. Es el rechazo del poder económico, ideológico y político que otorga la relación
con un hombre. Además, se convierte en un atentado hacia su libertad individual y hacia su dignidad.

En torno a este debate de liberar a las mujeres lesbianas de la consigna de la vida familiar y reproductiva, nos
acercamos de pronto al sinuoso camino que Martha Nussbaum a enunciado junto al feminismo liberal. Para que las
mujeres lesbianas tengan los mismos derechos en condición de reconocimiento individual.

A continuación Martha Nussbaum (2012) defiende con firmeza la centralidad del individualismo para la
posición liberal, pero entendiendo el reconocimiento de la particularidad de los sujetos “que siempre tienen sus
cerebros, voces y estómagos separados, a pesar de todo lo que puedan amarse”. Este reconocimiento de la política
liberal, sostiene, que es crucial para las mujeres, cuyas necesidades y personas se han visto a menudo subsumidas
dentro del “bien mayor” de la familia o la comunidad, las instituciones de salud mental o el Estado sin posibilidades de
externar su nula heterosexualidad, sus deseos contrarios de reproducirse y sobre todo, la negativa a casarse con un
hombre. Las mujeres necesitan desesperadamente ser reconocidas como seres separados, cuyo bienestar es diferente
al del marido, o al del imaginario social que espera su actividad reproductiva y heterosexual. Necesitan - según
Nussbaum- más y no menos individualismo liberal.

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La defensa del individualismo liberal atenta los principios de la terapia familiar sistémica, pues, está construida
desde una idea de identidad colectiva, donde el valor y las ideas del grupo familiar son superiores al de los individuos
que lo componen y por principio deben de seguir unidos con tal de preservar la identidad familiar. El principio del
individualismo liberal consiste en hacer presente el valor individual de las mujeres sobre el del colectivo, más si se trata
de una mujer homosexual (Nussbaum, 2012).

Esto en definitiva ha levantado las sospechas de muchos terapeutas familiares, sospechas que giran entorno
a que el individualismo implique un egocentrismo despiadado (antes narcisismo) que ha provocado bastante ansiedad,
y en medio de la preocupación que esto provoca, han olvidado lo importante, crucial, que es para las mujeres
homosexuales ser reconocidas como seres individuales, autónomos, y en dignidad, que poseen derechos propios
(Macías-Esparza & Laso, 2017). Para Nussbaum (2012) Insistir en la importancia de cada individuo por separado no
nos compromete con una visión de los seres humanos como máquinas calculadoras, egoístas egocéntricos o ermitaños
misántropos que atentan contra las unidades familiares.

Como nos recuerda Nussbaum (2012), hay muchas mujeres en el mundo cuya individualidad es tan poco
reconocida que sistemáticamente se las pasa por alto durante la distribución de alimentos o atención de la salud o se
las empuja a sublimar sus necesidades y deseos para perpetuar el honor de la familia. Aquí seguiré recordando la
sentencia: “Para referirnos al terapeuta hemos usado el género masculino sólo a fin de evitar complicaciones y
confusiones lingüísticas” (Boscolo, Bertrando, 2008. pp. 13). Muestra cómo en el proceso de la escritura de los
terapeutas familiares, es lo mismo hablar del “universal” masculino que supone representar a las “mujeres” en las
relaciones familiares dentro de la terapia, a tal grado en que no se ve la necesidad de describir la individualidad de las
mujeres de la familia en el proceso terapéutico, con tal de evitar “complicaciones y confusiones”. Si sólo se describe un
género, evidentemente no se describirá el sexo o su deseo sexual (Gómez-Lamont, 2015).

Conclusiones
La obligación de respetar los derechos humanos de las mujeres homosexuales o no dentro de la terapia familiar, debe
de ser un imperativo categórico presente en toda formación y práctica clínica.

“El desarrollo humano debe entenderse como un conjunto de oportunidades (capacidades) y no como un proceso de
acumulación de bienes, servicios y riqueza” Amartya Sen (citado en Nusbaum, 2012. pp.12).

La expresión capacidades se refiere a potencialidades del ser humano, libertades sustantivas que disponen
los individuos para desarrollar funcionamientos que les permitan realizarse y alcanzar el bienestar. Las capacidades en
concreto son una noción que refiere a la libertad la oportunidad de transformar tanto los ingresos económicos
posibles en recursos personales y en funcionamientos valiosos.

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Este enfoque de las capacidades está estrechamente relacionado al de calidad de vida. La calidad de vida se
refiere al grado de desarrollo de la educación, acceso a los servicios de salud, el nivel socioeconómico y la economía
del cuidado. Estos elementos comprenden al índice de Desarrollo Humano (IDH). El IDH mide los niveles relativos de
desarrollo humano de todos los países del mundo fijándose en los fines de desarrollo en lugar de los medios para
conseguirlos. El IDH es un indicador fundamental que nos da la medida de qué países o sociedades proporcionan más
libertad y más desarrollo de sus ciudadanos.

El enfoque de las capacidades se ha convertido en un marco conceptual teórico desde las bases de una
nueva justicia social, el cual debe de influir dentro del espacio de la terapia familiar. La filósofa americana Martha

Nusbaum considera que el enfoque de las capacidades, además de proporcionar buenos indicadores sobre el

desarrollo humano, proporciona comprensión para fundamentar una nueva teoría de la justicia. Las capacidades

básicas, sostiene Nussbaum, como la salud, la vida, la educación o la alimentación son fundamentales para la calidad
de vida de las personas, por ello, no pueden ser reducidos a pura métrica. (Nussbaum; 2012: 38).

La filosofa americana va a estar en desacuerdo con la concepción de los bienes primarios. Considera que un
reparto equitativo de bienes, no satisface la diversidad de necesidades y capacidades que tienen una pluralidad de
seres humanos, este dilema es presentado en el espacio clínico, el cual, supone estructurar a la familia desde un
modelo normativo que no visibiliza a las mujeres lesbianas. Así, mientras algunos pueden hacer algo más con su

bienes gracias a las capacidades que tienen para aprovecharlos, otras no podrían ni aprovecharlos pues no han
desarrollado la capacidad, caso claro cuando en la terapia no se menciona el tema de la sexualidad, la seguridad
personal, los cuidados de las mujeres en el espacio público así como en las relaciones de pareja. Argumento que va en
la misma línea de Sen, cuando afirma, que la pobreza es ausencia de capacidad y esto conlleva a repensar la
feminización de la pobreza, que a su vez indica que las mujeres son quienes gozan de menos oportunidades para
desarrollar sus capacidades.

En cuanto al acceso de las mujeres a la justicia y por ende al desarrollo de sus capacidades, las mujeres
carecen de apoyo en educación, salud y alimentación, pilares de la vida humana. Las brechas de género muestran que
están peor alimentadas que los hombres, tienen un nivel inferior de salud debido a las actividades de cuidado, son
vulneradas socialmente a la violencia física y al abuso sexual. Es más probable que no estén alfabetizadas, y menos

probable que posean educación profesional o técnica. Si intentan ingresar en un puesto de trabajo, deben enfrentar

obstáculos mayores, incluyendo la intimidación por parte de la familia o del esposo, discriminación por su sexo en el
salario y acoso sexual en su lugar de trabajo. Y todo ello sin tener recursos legales efectivos para defenderse.
Obstáculos similares les impiden a menudo una participación efectiva en la vida política. En muchas naciones, las
mujeres no tienen plena igualdad ante la ley: no tienen los mismos derechos de propiedad que los hombres, ni los

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mismos derechos contractuales, de asociación, de movilidad, ni la misma libertad religiosa. A menudo cargadas con la
“doble jornada” que deriva de las exigencias del empleo y de la responsabilidad por el hogar y por el cuidado de los
niños, carecen de oportunidades para el juego y para el cultivo de sus facultades imaginativas y cognitivas.

Todos estos factores tienen su costo en cuanto a bienestar emocional que la sociedad les ha asignado en el
espacio privado de la familia: las mujeres tienen menos oportunidades que los hombres de vivir libres de temores y de
disfrutar de tipos más gratificantes de amor, especialmente cuando -como sucede a menudo- se las casa sin elección
propia desde la niñez y carecen de amparo ante un mal matrimonio. De todas estas maneras, las desiguales

circunstancias sociales y políticas dan a las mujeres capacidades humanas desiguales. Este problema, muchas veces,
no es mencionado en el espacio del entrenamiento en terapia familiar, donde prima la noción sistémica de la familia
que produce y reproduce una identidad colectiva, que supone el nombramiento de idénticos (Linares, 2008), con las
mismas capacidades y oportunidades de desarrollarse en ese medio, ignorando por completo una realidad que exige
un individualismo de las mujeres (y sobre todo las homosexuales), del espacio familiar.

Se puede resumir todo esto diciendo que con demasiada frecuencia se trata a las mujeres no como fines en sí
mismos, no como personas con una dignidad que merece respeto por parte de las leyes, las instituciones o las
prácticas en salud mental como lo es la terapia familiar. Por el contrario, se las trata como meros instrumentos para los
fines de otros: reproductoras, encargadas de cuidados, puntos de descarga sexual, agentes de la prosperidad general
de una familia. A veces, ese valor instrumental es fuertemente positivo; otras veces, puede ser realmente negativo. La
familia natal de una niña las suele tratar a menudo como prescindible, considerando que, de alguna manera, ella no

abandonará a la familia y brindará a sus padres el sustento en la vejez. A lo largo del camino hacia su inevitable
partida, la niña acarreará a la familia los considerables gastos de la dote y de las festividades nupciales. ¿Con qué

objeto, pues, debería cuidarse de su salud y educación del mismo modo en que se cuidaría de la de un muchacho?

¿Por qué extrañarse, entonces, de que el nacimiento de una niña sea a menudo ocasión de tristeza más que de
alegría? Como dice el antiguo proverbio indio: “Ha nacido una hija / sea para el esposo o para la muerte / ella ya se
ha marchado” (Nussbaum; 2012).

La obligación constitucional y convencional de respetar los derechos humanos de las mujeres consiste en no
obstaculizar, no interferir, ni impedir el goce de sus derechos. Implica así, “una noción de restricción al ejercicio del
poder estatal”. Es decir, consiste en la obligación de abstenerse de violar los derechos, por ejemplo, mediante acciones
u omisiones que impliquen estereotipos de género, prejuicios o que culpabilicen a las víctimas.
 
En este sentido, esta obligación requiere de un esfuerzo estructural y transversal de todas las autoridades
encargadas de prevenir, atender, investigar, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres para incorporar una
perspectiva de género y de derechos humanos de las mujeres que permita a las servidoras y servidores públicos
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tratar a las mujeres con el respeto debido a sus derechos como víctimas, de ser el caso, pero sobre todo como
personas dotadas de la dignidad inherente a su condición humana y como titulares plenas de derechos. Esto incluye
necesariamente a que las y los terapeutas familiares estén familiarizados con la perspectiva de género, los derechos
humanos y el liberalismo, con tal de no reproducir y producir estereotipos que las regresan o impiden a las mujeres al
acceso a sus libertades individuales.
 
Asimismo, implica que “el estado se abstenga de elaborar leyes, políticas, normas, programas, procedimientos
administrativos y estructuras institucionales que directa o indirectamente priven a la mujer del goce de sus derechos
civiles, políticos, económicos, sociales y culturales en pie de igualdad con el hombre” (Nussbaum; 2012).

Referencias

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!84
APORTES DEL FEMINISMO A LA TERAPIA
SISTÉMICA DE PAREJA

¿Por qué los hombres bebían vino y las mujeres agua? ¿Por qué un sexo era tan adinerado, y tan pobre el otro?, ¿Qué
influencia ejerce la pobreza sobre la literatura? ¿Qué condiciones requiere la creación de obras de arte?
Virgina Woolf
Una Habitación Propia

El marco epistemológico del feminismo se consolida a partir de la crítica al discurso androcéntrico (DRAE), reflexión
que lleva a pensar de inicio sobre la condición política de las mujeres y la necesidad de dar visibilidad a la
“subordinación histórica de éstas; al igual de cómo surge, porqué se perpetúa, cómo puede cambiarse y cómo sería la
vida sin ella: Las teorías feministas tienen un doble propósito: son guías para la comprensión de la desigualdad entre
hombres y mujeres, así como orientan una acción para repensar la división sexual del trabajo, su componente
simbólico y la clase sexual a la cual hegemónicamente está presente en todos los discursos” (Dorantes, Martínez,
Segura, 2011).

En este esfuerzo, las pensadoras feministas, más que buscar respuestas en la tradición, se han dedicado a
desarrollar nuevas interpretaciones utilizando las herramientas ofrecidas por las diferentes concepciones filosóficas.
Para efectos del presente trabajo, existen dos aproximaciones ubicadas en las olas del movimiento feminista que
influyeron en la Terapia Familiar, las ubicaremos como la primera ola y la segunda:

Primera ola - Siglo XVIII - Siglo XX


El feminismo en el recorrido de la historia denunció la situación de desigualdad que muchas mujeres comenzaron a
observar en su día a día. Los comienzos pueden situarse en las reuniones organizadas por mujeres burguesas en el
ámbito de lo privado y lo doméstico, su objetivo era el reconocimiento de sus derechos políticos. Un escrito ejemplar es
el de Olympia de Gouges con la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana manifestado en 1791 como
una contra cara de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que, ante tal “desacato” fue
guillotinada en la plaza pública (Dorantes, Martínez, Segura, 2011).

En México, en 1916 se llevó a cabo el Primer Congreso Feminista en Yucatán. De igual forma, en el semanario
ilustrado se publicó “La mujer moderna” que fue editada por Artemisa Sáenz Royo y Hermila Galindo entre 1915 y
1919, años en los que se comienza a dar visibilidad a otros temas de competencia de las mujeres. Tres años más
tarde se reconoció por primera vez el voto limitado a las mujeres, por lo que Rosa Torres (profesora que integró el
Consejo Feminista Mexicano ese mismo año) desempeñó un cargo de elección popular: el de presidenta del Consejo
Municipal de Mérida (Tuñón, 1998). Finalmente en 1953 se reconoció pleno derecho de ciudadanía a las mujeres en el
territorio nacional.

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Sin embargo, queda preguntar ¿Cuáles fueron las ideas que influyeron para que las mujeres se movilizaran en
este periodo histórico? Sin lugar a dudas fue el pensamiento de Marx.

Como pudimos leer en el párrafo anterior, a mediados del siglo XIX se impone en el movimiento obrero el
socialismo inspirado en la obra póstuma de Marx, el Capital, el cual constituye la primera teoría crítica de la historia que
analiza la dominación y subordinación entre las clases sociales.

En ese sentido, Marx y Engels describen la opresión de la mujer como una experiencia de explotación
económica, pero hay que reconocer que la emancipación de las mujeres no es un tema relevante para la emancipación
del proletariado. Muestra clara de ésta ideología es El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, donde la
descripción de la sujeción de las mujeres no estará dada por su diferencia sexual, sino por causas sociales, la
monogamia, la aparición de la propiedad privada y la exclusión de las mujeres de la esfera de la producción social.

[La monogamia], entra en escena bajo la forma de esclavizamiento de un sexo por otro (marcado en el
ejercicio del poder de los hombres sobre las mujeres*), como la proclamación de un conflicto entre los sexos,
desconocido hasta entonces en la prehistoria (pues se validaban en pactos sociales*)… La primera división del
trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de los hijos. Y hoy puedo añadir: el primer
antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la
mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases (o violencia de género), con la del sexo femenino por el
masculino. La monogamia fue un gran progreso histórico, pero al mismo tiempo inaugura, a la par con la esclavitud y
con las riquezas privadas, aquella época que dura hasta nuestros días y en la cual cada progreso es al mismo tiempo
un retroceso relativo, y el bienestar y el desarrollo de unos verificase a expensas del dolor y de la represión de los
otros (en este caso de las mujeres*). (Engels, 1976; pp. 33-34).

Este establecimiento de la monogamia implica, sobre todo, una censura sexual para las mujeres, no así para
los hombres. A las mujeres se les exige recato sexual, virginidad al llegar al matrimonio, una vez casadas, se les vigila,
se les aísla y “si la mujer se acuerda de las antiguas prácticas sexuales y quiere renovarlas, es castigada más
rigurosamente que en ninguna época anterior” (Ibid, p. 59). Alrededor de la virginidad y el recato sexual que se exige
a las mujeres se fundan un conjunto de mitos y tabúes que perduran de una u otra manera hasta nuestros días,
originando así la violencia de género dentro de las familias.

La recuperación del planteamiento teórico- marxista dentro de las teorizaciones feministas siguió dos
vertientes muy importantes en ésta ola: el feminismo ortodoxo o reivindicativo y el feminismo radical transitorio con la
segunda ola:

!86
Feminismo Ortodoxo: Surge fuertemente influido por el pensamiento marxista que plantea la abolición del
capitalismo y la implantación del socialismo como forma de liberación de las mujeres, mismas que materializan
históricamente dentro de la desigualdad económica, confusión política, moral burguesa y relaciones sociales
insalubres, reflejando así la discriminación de las mujeres como un producto de la lucha de clases sociales.

En este movimiento resaltan los trabajos de August Bebel (trabajo desde el Marxismo la igualdad de derechos
y el sufragio femenino) y Alejandra Kollontai. Para Bebel no todos los socialistas apoyaban la igualdad de los sexos:

Hay socialistas que se oponen a la emancipación de la mujer con la misma obstinación que los capitalistas al
socialismo. Todo socialista reconoce la dependencia del trabajador con respecto al capitalista (…) pero ese mismo
socialista frecuentemente no reconoce la dependencia de las mujeres con respecto a los hombres porque esta
cuestión atañe a su propio interés (Dorantes, Martínez, Segura, 2011).

Por su parte, Alejandra Kollontai defendió el amor libre, la igualdad de salario para las mujeres, la
socialización del trabajo doméstico y del cuidado de l@s niñ@s. Asimismo, señaló la necesidad de cambiar la vida
íntima y sexual de las mujeres. Además articuló el feminismo y el marxismo en una postura en la cual no se limitó a sólo
incluir a la mujer en la revolución socialista, sino que indicó qué tipo de revolución necesitaban las mujeres: una
revolución de la vida cotidiana, de las costumbres y de las relaciones entre los sexos (Dorantes, Martínez, Segura,
Op.Cit).

Segunda Ola (1960 - 1990)


En éste periodo las feministas demandaron, principalmente el reconocimiento a los derechos sexuales y reproductivos:
el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. Asimismo, reclamaron derechos económicos, sociales y
culturales. La liberación sexual de la época coincidió con el mayor acceso de mujeres a la educación superior, lo que
reflejó una disminución natal y crecimiento del trabajo remunerado fuera del hogar.

En México la involucración de las mujeres en los cambios de la sociedad están conectados con el incremento
en sus niveles de escolaridad y la llegada de las mujeres a la educación superior, así como con la y caída de la
fecundidad como efecto de ésta participación de las mujeres.

En este periodo la categoría de genero nació como aportación teórica del movimiento feminista: En la década
de los setenta las feministas anglosajonas introducen el concepto de “género” como una categoría analítica, diferente
del sexo biológico, que alude a las normas culturales y expectativas sociales por las que machos y hembras se
transforman en hombres y mujeres.

Jhon Money propuso el término “rol de género” para describir el conjunto de conductas atribuidas a los
varones y a las mujeres, pero fue Robert Stoller quien estableció con mayor claridad la diferencia conceptual entre

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sexo y género (Alcántara, op.cit.). La distinción entre “sexo” y “género” es que sexo se determina por la diferencia
sexual inscrita en el cuerpo, mientras que el género se relaciona con los significados que cada sociedad le atribuye.

Feminismo radical: Este feminismo tiene una influencia teórica proveniente del marxismo, el psicoanálisis y las
teorías de la Escuela de Frankfurt. Para este feminismo sus obras medulares son: Política Sexual de Kate Millet
publicada en 1969 y Dialéctica del Sexo de Shulamith Firestone de 1970.

Para ellas el término radical se basa en el sentido marxista de tomar las cosas por la raíz, es decir, se
pretendía ir al origen mismo de la opresión, pero a la vez rechazan las concepciones clásicas marxistas como que la
lucha feminista debía subsumirse dentro de la noción de lucha de clases. Bajo este marco, se cuestionó el papel de la
mujer en el sistema socialista, donde a pesar de haber cambiado el sistema, la mujer seguía en situación de opresión.
De ahí que era necesario diferenciar entre los sistemas económicos y los sistemas sociales que reproducen la
dominación del hombre sobre la mujer, por lo que se empezó a integrar la categoría de género como un clasificador de
la diferencia sexual como una unidad de análisis más específica de las “clases socioeconómicas” (Dorantes, Martínez,
Segura, 2011).

Este feminismo afirmó que la utilización de categorías económicas no agotaba la investigación de la condición
de marginación de las mujeres. Bajo esta perspectiva, se planteó que era necesario adentrarse en el estudio del
ejercicio del poder sobre las mujeres, lo cual implicó la exploración de la forma en que estas sociedades controlaban a
las mujeres. Este cambio en los parámetros de análisis significó que se estudiara el sistema que establecía roles
sociales dependiendo del género.

Shulamith Firestone (1976) propuso en la Dialéctica del sexo la reflexión acerca de la relación entre los sexos
y, para tal efecto, utilizó el concepto de “clases sexuales” con el objetivo de superar las diferencias sexuales de origen
natural para llegar a una especie de utopía comunista donde reine la homogeneidad de funciones y comportamientos.
Ejemplo de ello lo marcó con la reflexión de la división de la sociedad en dos clases de sexo- biológicamente
diferenciadas y marginadas con la reproducción.

Feminismo de la Igualdad: El feminismo de la igualdad plantea como objetivo lograr la igualdad legal y social
de las mujeres y con ello ir eliminando progresivamente la discriminación hacia las mujeres, la cual la ubican como algo
que no está en las diferencias biológicas sino de la cuestión cultural. Esto es debido a la capacidad de parir y
amamantar, pues la mujer queda responsabilizada de todo el trabajo familiar, no sólo el relativo al cuidado y atención
de los hijos. De ahí que la gran reivindicación de este feminismo ha sido desmitificar el espacio privado de la familia
mostrando las relaciones de poder que lo sostienen –lo personal es político- como el trabajo no reconocido que en
ese espacio se realiza (Dorantes, Martínez, Segura, 2011).

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Una de las representantes de este tipo de pensamiento feminista es Simone de Beauvoir que describe que en
la estructura ontológica “hombres” y “mujeres” son iguales, aunque se reconozca que la cultura y la sociedad les
asigna connotaciones diferenciadas en las desigualdades. También se pregunta ¿Qué es mujer? un ser reducido a la
inmanencia (al “ser para otro”), negándoles así su condición de trascendencia (“ser para sí”).

Por otro lado Celia Amorós (1991) describe que el espacio público es un operador distributivo que troquela
individualidades. En tanto que lo privado, que es el espacio familiar y es en el que se desenvuelven las mujeres, no
favorece este proceso de individuación dándoles a éstas tan sólo la posibilidad de una relación de “idénticas”. Amorós
comenta que entre lo público y lo privado existe una articulación asimétrica –no es una relación complementaria-, pues
en una de las categorías (lo público) se ha puesto lo socialmente valorado, mientras que en la otra se ha puesto lo
socialmente menospreciado. Los hombres se insertan dentro de la esfera pública, una esfera en la cual se establecen
los pactos para el poder y el control, en tanto que a las mujeres se les destina a la esfera de lo privado, un espacio
que tiene menos importancia. Así, Amorós sostiene que para el surgimiento de la mujer como ciudadana, como sujeto
político pleno, con derechos y obligaciones en el contrato social, se requiere de un doble movimiento, tanto de la
entrada masiva de las mujeres al ámbito público, como la de los varones al ámbito de lo privado.

Feminismo de la Diferencia: Como crítica al feminismo de la igualdad, surge dentro del pensamiento feminista
la tendencia de rescatar la diferencia, esto es, resignificar a lo femenino o a lo propio de las mujeres fuera del contrato
social. Esta postura se abocará a construir teorizaciones en las que se revaloriza y se dé presencia a lo femenino,
dejando de considerarlo como la alteridad. Lo que se busca es establecer distancia respecto de la tradición cultural en
la cual lo masculino es el eje universal y generalizado en la interpretación de la realidad. Por ello, esta corriente
recurre a los planos de construcción simbólica de la diferencia sexual con tal de denunciar la existencia de ese modelo
androcéntrico que ha considerado a la diferencia sexual en términos jerárquicos y que ha negado el carácter de
sujetos a las mujeres.

Ejemplo de ello es Estela Serret (2004), pues en su articulación del orden simbólico esclarece cómo el
binomio hombre/mujer deja explícita la centralidad y la marginalidad y su significante gira en torno a dualidades
complementarias, que llevan a definir al hombre como todo aquello que no es mujer, En esta preposición se encontrará
la discriminación.

El Feminismo en la Terapia Familiar

Walters, Carter, Papp y Silverstein (1991) iniciaron su trabajo inspiradas en El segundo Sexo de Simone De Beauvoir
así como en La mística femenina de Betty Friedan. A consideración de las autoras, estas publicaciones crearon el clima
propicio para una “nueva toma de conciencia” sobre los problemas de la mujer dentro de la sociedad, pues, de alguna
forma, la reflexión de que lo personal es político fue un punto de ruptura para cambiar su pensamiento e influir en el
de otros terapeutas.

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Asimismo, dichas autoras, influidas por la segunda ola del feminismo, visibilizaron y articularon intervenciones en
terapia familiar que evitan la reproducción de la opresión de las mujeres en la familia. Ellas deconstruyeron las
creencias en la terapia sobre las relaciones familiares, entre: Madres e hijas, Padres e hijas, Madres e hijos, Parejas, El
Divorcio, Hogares encabezados por mujeres y Mujeres solas. Sus intervenciones interdefinidas e interconectadas con
el feminismo fueron un punto de ruptura para cuestionar el modelo tradicional de familia y cambiarlo por uno que diera
lugar al análisis de las relaciones de opresión hacia las mujeres y creara espacios de libertad y de reconstrucción del
significado de ser mujer en las relaciones familiares.

Además, su trabajo inspiró a otras investigadoras a ir desarrollando las ideas del feminismo en la práctica de
la terapia familiar. Para Goodrich, Rampage, Ellman, Halstead (1989), conocer el trabajo de Walters, Carter, Papp y
Silverstein las llevó a plantear más cuestionamientos: ¿Qué sucedía con las mujeres?, ¿La Familia se había convertido
para ellas en un refugio, en un lugar seguro y acogedor? Sin lugar a dudas -ellas responden- “El hogar no ha sido
enriquecedor para las mujeres, y lo que es peor, ni siquiera ha sido seguro para ellas.” pp. 22.

Sin embargo, siguen siendo pocos los escritos con una verdadera mirada feminista y son más los que dan
invisibilidad y crítica continua al feminismo, sin considerar sus aportaciones, visiones y pasiones que entrañan la crítica
de la masculinidad hegemónica en los campos universales del saber.

¿Una habitación propia?

Virginia Woolf (1929) en su libro Una habitación propia hace un resumen a lo largo de la historia del papel de la mujer
en la literatura, no de las mujeres y lo que parecen, ni de las mujeres y de lo que escriben, ni de lo escrito sobre ellas,
sino una combinación sobre las tres cosas a través de sus vivencias personales y estudios.

Una habitación propia es el rescate de tres puntos fundamentales:


• Las diferencias sustanciales que existen a la hora de la educación entre hombres y las mujeres;
• La opinión universal de los hombres que describen a las mujeres;
• Las mujeres nunca tienen tiempo necesario para concentrarse sin ser interrumpidas.

Una habitación propia esconde la reflexión que la autora hizo para un ciclo de conferencias sobre la literatura y la
mujer. El ensayo recorre la historia literaria de la mujeres, con el fin último de reivindicar para el género femenino la
posibilidad de ser admitido en una cultura que hasta entonces se había mostrado como uso exclusivo de los hombres,
en una sociedad inglesa de una pronunciada idiosincrasia patriarcal.

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¿La Psicoterapia puede ser una habitación propia?
Para el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la psicoterapia es un tratamiento de las enfermedades,
especialmente nerviosas, por medio de la sugestión o persuasión o por otros procedimientos psíquicos. Sin embargo,
esta definición concentrada e influida por la práctica médica ha sido modifica de tal manera que se entendiese como un
espacio de interacción social, un contexto más en la vida de las personas (Bertrando, 2011), donde se realizan
intercambios de ideas y diálogos que construyen continuamente nuevos diálogos y conversaciones sobre tiempos,
ideas, anécdotas, proyectos, problemas, soluciones y posibilidades; todo esto, conectado a su vez con personas
significativas para el o la consultante (Boscolo, Bertrando, 1993). En ese sentido, es un espacio donde las personas
construyen, deconstruyen y reconstruyen su identidad, dando sentido de propiedad y autonomía. Esto forma parte de
uno de los posibles contextos que le da sentido de pertenencia y por ende de propiedad para las mujeres después de
la escritura.

La escritura y la experiencia
Para White y Epston (1993) la "analogía del texto" es un “mapa” especialmente útil para entender la experiencia de las
personas, y en este caso, de las mujeres. Ellos nos explican que las científicas sociales Scott (1991) y Alcoff (2000)
empezaron a trabajar con analogías cercanas, al observar que el recordar una acción en el presente y el significado
que se le otorga persiste a lo largo del tiempo (Boscolo, Bertrando, 1993): "Esto permitió considerar la interacción de
las personas como la interacción de los lectores respecto de ciertos textos. Esta analogía hizo también posible
concebir la evolución de las vidas y de las relaciones en términos de lectura y escritura de textos, en la medida que
cada nueva lectura de un texto es una nueva interpretación de éste, y por lo tanto, una nueva forma de
escribirlo" (White y Epston, 1993; p.27).

Muchos tipos de terapias influidas por estos principios han propuesto que la terapia es un proceso de "re-
escribir historias” y, en este caso, reconocer la escritura de las mujeres. Generalmente se utiliza el término "re-escribir"
metafóricamente, refiriéndose a que a través de la conversación se revisan y posiblemente se resignifican nuestras
historias. A continuación se presentan ejemplos de cómo literalmente se "re-escriben" historias, al incorporar el escribir
al proceso terapéutico (Tarragona, 2003).

Queridas mujeres de color, compañeras de escritura.


Queridas mujeres sin habitación propia, sin pensión mensual, sin dinero para escribir:

¿Por qué me siento tan obligada a escribir? Porque la escritura me salva de esta complacencia que temo. Porque
tengo que mantener vivo el espíritu de mi rebeldía y de mí misma.

Olvídate del “cuarto propio” - escribe en la cocina, enciérrate en el baño. Escribe en el autobús o mientras
haces fila en el Departamento de Beneficio Social o en el trabajo durante la comida, entre dormir y estar despierta. Yo
escribo hasta sentada en el excusado. No hay tiempos extendidos con la máquina de escribir a menos que seas rica, o

!91
tengas un patrocinio (puede ser que ni tengas máquina de escribir). Mientras lavas los pisos o la ropa escucha las
palabras cantando en tu cuerpo. Escribe cuando estés deprimida, enojada, herida, cuando la compasión y el amor te
posea. Cuando no puedas hacer nada más que escribir.
Gloria Anzaldúa

Para Fernández (2009) escribiendo se pone distancia y se facilita la simbolización, cuando la tendencia hacia
la actuación y a la descarga masiva es fuerte. Con sus escritos, las mujeres tratan de comunicar algo y también de

ocultar, dado el carácter introvertido y endurecido del lenguaje escrito. Es necesario tener en cuenta que aquello que

traen las personas a consulta está dirigido a una audiencia concreta y surge en el contexto de una relación con un

otro que abre las puertas quizás a reconocer y ayudar a ese reconocimiento de la capacidad escrita. Y esta creación
final termina trascendiendo la relación, su biografía, sus deseos y conflictos.

La escritura en esta etapa cumpliría una función de comunicación analógica (Watzlawick, Beavin, Jackson,

1981) mitigando la sensación de pérdida, acompañando y facilitando el paso del tiempo,


que conlleva cambios importantes en la vida de las mujeres (Boscolo, Bertrando, 1996). En un momento de
reorganización, de cambio, aporta consistencia y continuidad y puede constituir un espacio protegido en un entorno
vivido como amenazante (Goodrich, Rampage, Ellman, Halstead, 1989).

La psicología y la psicoterapia contemporánea se han centrado en la importancia de las historias o


narraciones de las vidas de las personas como excelentes elementos que nos conectan a las experiencias o
acontecimientos vividos por ellas (Bruner, 1990; White & Epston, 1989; Gergen, 1994). La Terapia Narrativa o
modelos narrativos propusieron que las personas estamos organizadas por nuestra experiencia de vida, “habitada”
continuamente en una narración; es decir, que en cada diálogo recordamos eventos que tienen una secuencia
temporal, un desarrollo, intenciones, significados y desenlaces; que a su vez son modificados en cada diálogo
(Bertrando 2011).

Estas narrativas de vida no sólo reflejan nuestras vidas, sino que las constituyen. Ya lo habría descrito Bruner
(1987) con mayor experticia: “nos convertimos en las narrativas autobiográficas con las que 'contamos' nuestras
vidas" (p.15). Harlene Anderson explica: "es un proceso reflexivo y discursivo de dos direcciones. Construye nuestras
experiencias y al mismo tiempo, la usamos para comprender esas experiencias vividas. El lenguaje, por lo tanto, es el
vehículo de comunicación de éste proceso: lo usamos para construir, para organizar y para atribuirle significado a
nuestras historias" (1997, p.213).

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A lo largo de nuestra vida, revisamos constantemente nuestras historias y posiblemente modificamos el
significado de los eventos y de las relaciones que hemos establecido. Nuestras narrativas personales no son estáticas,
sino fluidas y se dan en el contexto de nuestras relaciones e intercambios lingüísticos con otras personas (Gergen,
1994; Anderson, 1997).

De este modo, Scott (1991) como tantas autoras más, proveen un método indispensable del feminismo que
ha influido en la psicoterapia y éste ha sido la fenomenología, reconociendo las experiencias de las mujeres como un
referente importante para generar una interpretación y, en el caso de la terapia, una acción. Sin decirlo, de esta
manera Scott (1991) sabe que la experiencia vivida forma subjetividad (o posiciones del sujeto) y sugiere que ésta es
capaz de producir respuestas contra las condiciones padecidas. Entonces, Scott (1991), propone a la “experiencia”
como categoría de análisis y estrategia para hacer otro tipo de historia de género o clase, como evidencia para
cuestionar las viejas narrativas de la historia normativa, que supone coherencias e interpretaciones neutras del
carácter opresivo de las mujeres evidenciándolas como mero producto de su clase sexual.

Hacer la experiencia visible implica poner al descubierto la existencia de mecanismos represivos. Esto, al tener
en cuenta que no son los individuos los que tienen la experiencia, sino que los sujetos son constituidos a través de las
experiencias en el tiempo (Boscolo, Bertrando, 1993) y que las experiencias son efectos de fuerzas estructurales que
constituyen a hombres y mujeres (Alcoff, 2000). Además, la experiencia construye y fundamenta a la teoría, y a su vez,
la teoría se construye como explicación de la experiencia (Ibíd.).

Pero Scott (1991) intuye un elemento de relevancia para la práctica psicoterapéutica sistémica y feminista.
Ésta se refiere a la discusión de la experiencia de los sujetos que se estudian como a la de la historiadora o terapeuta
que analiza; en otras palabras, la experiencia compartida que legitima la crítica contra el sesgo masculinista de la
objetividad y el razonamiento.

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MÉTODO
Planteamiento del problema
La reproducción de la opresión de las mujeres en las familias es un proceso continuo de socialización que se perpetúa
continuamente, dañando la salud mental de las mujeres (Gómez, 2012). Por esta razón la psicoterapia se vuelve una
práctica en salud de suma importancia para visibilizar esas inequidades y apoyar a las mujeres a que tengan un
desarrollo pleno en el campo de lo familiar, de pareja y laboral (Walter, Carter, Papp, Silverstein, 1991).

En este sentido, las experiencias son construcciones externas por medio de estructuras lingüísticas, esto hace
que sean vistas como un efecto discursivo que se transmite en los espacios de familia, pareja, individuo. Esto nos lleva
a la pregunta de investigación:

¿Cómo un proceso de diálogo terapéutico y escritura puede influir en las experiencias y significados de una
mujer que ha vivido conflictos con su pareja?

Objetivo general:
Lograr cambios en los significados y en las experiencias de una mujer con respecto a los conflictos con su
pareja

Los objetivos específicos y categorías de análisis son:


Conocer la historia familiar
Describir los escritos de la experiencia de vida de una mujer
Interpretar los significados a los escritos

Diseño:
Es una investigación-acción, de corte cualitativo con una posición teórica fenomenológica y un diseño narrativo en
primera persona, con entrevistas individuales y de pareja (focales).
Participantes: Como se trata de un estudio de caso, sólo se trabajó con una pareja con un conflicto que los llevó al uso
de la psicoterapia (Los nombres fueron cambiados para respetar su anonimato).

Procedimiento:
(1) Punto de partida –categorías de análisis, género, experiencias, historias y escrituras.
(2) Recogida de información e identificación del problema (Primera sesión).
(3) Análisis e interpretación de datos (intervalo entre una sesión y otra; descripción de las experiencias).
(4) Planificación para la acción (la escritura como espacio de apropiación):
(5) Puesta en marcha de la primera acción (Segunda, tercera y cuarta sesión): Aplicación de la escritura como un
espacio propio y acciones de reflexión continua.

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(6) Observación y seguimiento del proceso en la realidad y con los actores sociales: Necesidad de una terapia de
pareja.
(7) Evaluación y detección de realidades sociales o nuevos problemas: Reporte de lo observado.

Resultados

Punto de Partida
Una mujer joven, que describiré aquí como Xóchitl, quien es la que asiste a consulta, relata que hace algún tiempo (7
años de relación con Cuauhtémoc) se ha vuelto irritable e intratable, debido al descubrimiento de una serie de
coqueteos que Cuauhtémoc tuvo con una chica del trabajo. Esto condujo a Xóchitl a tratar de salir con alguien más,
pero se dio cuenta de que aún amaba a Cuauhtémoc y que lo que hizo fue por mero “revanchismo”. Pasada la crisis,
ambos decidieron seguir en la relación, pero ella siente aún incertidumbre, pues no está segura si volverá a pasar; o
no está segura de “por dónde irá a parar su relación”.

La familia de Xóchitl está compuesta por su madre y su padre, ambos alrededor de los 50 años, juntos por
compromiso y distanciados emocionalmente. Tuvieron tres hijas, la mayor, Xóchitl, de 31, Mariana de 29 y Daniela de
27. Los padres viven aparte; Xóchitl vive con Daniela y Mariana vive con su esposo. El padre es comerciante y
continuamente se desenvuelve con otros hombres para realizar el intercambio de la materia prima. Él tuvo y tiene
bastantes problemas con su esposa, describiéndolo como machista. La madre trabaja en casa a pesar de haber
trabajado por mucho tiempo fuera de ella. Los padres, aunque conflictuados continuamente, tratan regularmente con
los problemas personales y familiares.

Xóchitl trabaja en relaciones internacionales de forma independiente, por lo que continuamente está fuera de
casa. Ella tiene una maestría internacional obtenida en Londres, experiencia que la cambió bastante porque la forjó
como una mujer independiente y autónoma, pero que en ocasiones sigue “arrastrando” algunos miedos “familiares”,
como el temor al machismo, el no ser valorada ni tomada en cuenta en su casa como en su relación con Cuauhtémoc,
situación que la llevó a tomar la decisión de terminar la relación, pero al paso de una semana regresar.

La familia de Cuauhtémoc está compuesta por su madre y su padre, los dos oscilantes entre los 40 y 50 años
de edad, divorciados desde hace 12 años y con dos hijos que durante esos años vivieron con su madre. Cuauhtémoc
es el hijo mayor. Trabaja como ingeniero en sistemas de forma independiente, lo que lo lleva trabajar todo el tiempo.
Además, comenta que desde la separación de sus padres cuando él tenía 16 años, tuvo que hacerse cargo de
diversas responsabilidades, entre ellas, actividades para proveer a la familia de sustento económico, por lo que tuvo
que estudiar y trabajar. Esto lo llevó a creer que la forma adecuada de resolver los problemas es por medio de “hacer
entrar en razón a las demás”, pues continuamente debatía con su madre y su hermana, las cuales describe como
mujeres de “ciencia” debido a que su madre es Química-fármaco-bióloga y su hermana menor recién terminó un
doctorado en biología. Su madre recientemente sufrió una embolia cerebral, condición que la hace dependiente de los
cuidados de Cuauhtémoc, así como del sustento emocional.

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Xóchitl y Cuauhtémoc se conocieron en la universidad, pero debido a sus intereses académicos se separaron
un tiempo, pues, Xóchitl comenzó la maestría en Londres, pero poco tiempo después Cuauhtémoc la “alcanzó” en
Europa al conseguir una beca para estudiar en el mismo país. Nuevamente juntos, pero con ritmos distintos porque en
todo ese tiempo sólo pudieron verse los fines de semana -que se convertiría en un verdadero martirio una vez
regresando a México y tratar de coincidir-, la costumbre los abrumó, pues no tenían actividades recreativas juntos,
sólo el esperar los fines de semana a verse. Esto provocó la crisis en ellos. Cuauhtémoc coqueteó con una chica;
Xóchitl lo descubrió; Cuauhtémoc le pidió perdón; Xóchitl lo “castigó” un tiempo sin verse para después regresar pero
a una dinámica de desconfianza de su parte y de confusión para Cuauhtémoc.

Sobre las categorías de análisis (puntos 1, 2 y 3 del procedimiento):


Una habitación propia es el rescate de tres puntos fundamentales interconectados con el género, la clase social, la
etnia, lo personal y lo político:
• Las diferencias sustanciales que existen a la hora de la educación entre hombres y mujeres:
En la historia de Xóchitl, podemos encontrar que vivió una educación partida de la diferencia sexual: su padre (por ser
hombre) es quien manda sobre las demás mujeres, situación que la incomoda y que se conecta con la clase social baja
en la que se encuentran las mujeres sobre el único hombre de la familia, que además es el que las provee. En una
reflexión, Xóchitl notó cómo la formación de relaciones internacionales la educó para ser una mujer sociable, sensible y
amigable a diferencia de la formación de ingeniería de Cuauhtémoc que le enseñó a ser razonable y pragmático.
• La opinión universal de los hombres que describen a las mujeres:
Para Cuauhtémoc, su papel como único hombre en su familia le dio el privilegio de corregir a las mujeres de su hogar.
Continuamente el espacio familiar se volvió un campo de simetrías entre hombre y mujeres de “ciencia”, todos
razonables y pragmáticos, lo que lo llevó a que en la relación con Xóchitl tratara de corregirla siendo continuamente
“jodón”, con miradas, expresiones faciales o expresiones de “sin afán de ofender pero…” situación que llevó a Xóchitl
a revivir ese miedo al machismo.
• Las mujeres nunca tienen tiempo necesario para concentrarse sin ser interrumpidas:
Estas expresiones continuas vigilantes y correctivas de Cuauhtémoc a Xóchitl, han hecho de Xóchitl una persona
desconfiada y continuamente vigilante de los significados de cada conducta de Cuauhtémoc. Esto la ha distraído en su
trabajo y otras actividades que tiene en el día. Por su parte, Cuauhtémoc comenta que “lo hace por su propio bien” y
que a él, por su “pragmatismo”, le es fácil olvidar, cosa que Xóchitl “debería aprender”.

Planificación para la acción (la escritura como espacio de apropiación):


El espacio de la terapia en este caso es visto como un espacio de diálogo (Boscolo, Bertrando, 1996), por lo que será
indispensable describir los pasos para la planificación de la escritura como espacio de apropiación de las mujeres.
• Preguntas: en la apertura a mis dudas fue indispensable comenzar a explorar mediante interrogantes que pudieran
parecer “tontas” o “inocentes”: “La verdad es que a veces no entiendo la razón de los hombres al querer corregir
a las mujeres”, “Me siento extraño cuando los hombres afirman con tanta seguridad”. Bertrando (2011) sugiere no

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tener un significado por sentado, pero olvida que hay posicionamientos de centralidad y marginación en todas las
sociedades (Serret, 2004) y que se transmiten en los valores familiares. Si bien originan curiosidad, esta curiosidad
es dirigida a conocer cómo se establecieron esas jerarquías por la división sexual.
• Transparencia y opacidad: Bertrando (2001) al describir el diálogo terapéutico, hace bien en cuestionar la
intencionalidad “opaca” del terapeuta, pues de alguna forma hace visible el poder del terapeuta sobre las personas.
Esto se conecta con la lógica de Kate Millet, que en su obra “Política Sexual” (citada en Escario, Alberdi y López-
Acoto, 1994) expresa: lo personal es político; entendiendo a lo político como lo relativo al poder y lo personal a la
capacidad que cada cual tiene para influir en cómo se reparte ese poder. Por citar un ejemplo: las bromas de
Cuauhtémoc, que en los espacios masculinos y públicos son “bien vistas”. Un día en una reunión familiar con Xóchitl,
Cuauhtémoc quería que ella le sirviera el alimento; al negarse ella, Cuauhtémoc le “ofreció” “¿Con qué juego sexual
quieres que te pague?”.
• Debido a que mi condición de terapeuta, hombre, homosexual, caucásico y clase media, se encuentra presente, el
trabajo consiste en un movimiento subjetivo entre “guardar evaluaciones” y trabajar reflexiones con las mujeres y
otros hombres sobre las actividades domésticas, sin privilegiar a los hombres, y apoyar a la repartición equitativa de
dichas actividades del hogar y afectivas.
• Metáforas: El uso del lenguaje metafórico está ampliamente difundido en la psicoterapia en general (Bertrando,
2011). Fue una herramienta útil para poder introducir la habitación propia en las escrituras.

Puesta en marcha de la primera acción (Segunda, tercera y cuarta sesión): Aplicación de la escritura como un espacio
propio y acciones de reflexión continua.

Al comenzar la terapia, Xóchitl continuamente recordaba anécdotas, pasajes e historias vividas con
Cuauhtémoc, unas más vívidas que otras, por lo que decidí metaforizar el espacio de la terapia como una habitación
propia: aquel lugar donde puede traer simbólicamente a quien ella quiera. Una herramienta adicional fue el uso de una
libreta de “aventuras”, aquella que será su confidente, la que le ayudará a frenar las situaciones de conflicto, pues,
todo lo que ella sienta lo escribirá, incluyendo sus inquietudes. De ahí en adelante, en las sesiones consecuentes la
libreta fue y ha sido su confidente, la que la aconseja a no seguir los “juegos”, o no caer en discusiones, pero se
presentarían más dudas…
Observación y seguimiento del proceso en la realidad y con los actores sociales: Necesidad de una terapia de pareja.

Su libreta siempre fue su compañera, pero fue necesario convocar a una sesión de pareja, principalmente por
decisión de Xóchitl. La metáfora de la terapia como una habitación propia a la cual puede traer a quien ella quiera fue
un elemento indispensable para fomentar su capacidad de agencia (Scott, 1991) y regular el poder del terapeuta
(Bertrando 2011).

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Al llegar (Xóchitl había llamado para acordar la cita), Cuauhtémoc saluda con extrema desconfianza y Xóchitl
con extrema timidez (quizás porque se encontraba en una sala llena de hombres). Ella se muestra corporalmente
contraída y retraída en sí misma, escuchando la conversación que Cuauhtémoc entabló conmigo después de
preguntarles “¿Cómo se organizaron para llegar juntos a la terapia?” Ella continuaba retraída en sí misma; quedaba
claro que no estábamos en la misma habitación. Ella mostró su posición de sufrimiento frente a una “audiencia” hostil
encabezada por Cuauhtémoc. En este punto fue difícil encontrar un terreno en común. Hasta que dejé que en un
momento ellos llevaran la conversación, entre dimes y diretes, observé cómo Cuauhtémoc continúo recordando su
“apoyo” para que otras personas no se burlaran de “Xóchitl” (era evidente que no logra ver su poder sobre ella y
otras mujeres). Irrumpí en esa conversación con un “¿es así como tratan de resolver sus problemas? –continué
dirigiéndome a Xóchitl y Cuauhtémoc- por un lado existe la dificultad para que se entienda lo diferente que son –
mirando a Cuauhtémoc- por el otro creo que en lo que dices existe una falsa igualdad, aparte de saber que tus
comentarios lastiman y ofenden, esperas que Xóchitl sea como tu madre y hermana sin comprender que son mujeres
distintas”.

Evaluación y detección de realidades sociales o nuevos problemas: Reporte de lo observado.


Dos semanas después de esa sesión con la pareja, Xóchitl me manda unos mensajes inquietantes para ella, por lo que
transcribiré textualmente lo mandado en los mensajes:

Xóchitl -Fausto
- X: Buenos días
- Cuauhtémoc me escribió esto a la 1am
- Espero algún día te recuperes y siendo muy optimista, quizás me perdones por los malos momentos que has tenido
a mi lado. Lo siento mucho. Siempre han sido buenas intenciones lo que he tenido y te seguiré deseando. Descansa
y se feliz. Abrazo.
- Siento muy feo, me duele la panza
- F: Es algo desconcertante lo que me cuentas, ayer parecía bien.
- X: Sii
- F: Vaya es una pena, además es una respuesta ambigua.
- Es muy pronto para tomar medidas, seguro en el transcurso del día tienes más información de él.
- X: Uff no creo que haga o diga más, pero uno nunca sabe. A mí me gustaría verte informalmente. A qué hora
podrías?
- F: Claro, podría acompañarte en el proceso, vaya como es algo inesperado, no sé bien la hora.
- Aprovechando estas tecnologías, me gustaría que en el transcurso del día me mandes mensajes de cómo has
estado y cómo van las cosas.
- De las 12 a las 4 y de las 4 a las 8pm
- Así creo que puedo estar presente en el transcurso del día y saber cómo te encuentras
- ¿Te parece la propuesta?
- X: Si está bien.
- F: Ok, perfecto
- X: Gracias
- F: No hay de qué
- Ahora sólo me gustaría saber ¿Qué piensas hacer en este momento?, ¿Con quién estás ahorita?
- X: Mi rutina de siempre. Estoy sola.
- F: Ok, ¿Cuál será tu rutina?
- X: Ya me voy a meter a bañar, arreglar un poco el departamento, desayunar y ponerme a trabajar.
- F: Ok, me parece bien, cualquier cosa estaré al tanto ¿va?
- X: De entrada, antes de ver el mensaje de Cuauhtémoc hoy, tenía muchas ganas de ir a su casa y abrazarlo, mimarlo
… Pero conociéndolo, así como está, no me lo permitiría.
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- Creo que necesita estar solo, que no interfiere.
- F; Será lo más sano para los dos … sobre todo para ti
- X; No puedo ahora darle ni los buenos días
- F: Ahorita, creo que lo mejor será estar contigo misma … mímate, date un tiempo, relájate… lo mereces.
- X: Ok, bueno así será, Normalmente nos vemos los viernes por la noches, pero hoy ya no sé.
- Ok, lo haré al terminar de trabajar o después de la comida
- F: Claro, me mantienes al tanto ¿vale?
- X: Sí, estamos … un abrazo y buen día.

En este momento me referiré un poco a la descripción que hace Rivière (1929) sobre la temida angustia de la
separación que experimentan las mujeres ante el rechazo de los hombres, así como los hombres y sus estrategias de
dominación en un sentido ambiguo. Más adelante ese día a las 2 pm:
- X: Fausto … No ha pasado nada con la cuestión de Cuauhtémoc
- Yo me he mantenido ocupada toda la mañana trabajando
- F: No te ha escrito entonces
- X: No y no creo que lo haga
- F: Ok y ¿Cómo te has sentido?
- X: Yo en general me siento bien pero no deja de doler un poco… mantenerme ocupada me ayuda
- F: Claro es lo mejor estar ocupado
- X: A mí me gustaría llamarle en la tarde o noche pero no sé si sea lo adecuado
- F: Vamos a ver cómo sigue el día y cómo está tu humor, ¿va?
- X: Cuando él está muy enojado no acepta mis demostraciones de cariño y es lo único que quisiera darle ahora
- F: Es sano mantener la distancia
- X: Si, me comunicaré contigo más tarde… ok … así le hacemos
- F: Claro, estoy al tanto.

Ya lo habría explorado Simone de Beauvoir: la estructura del binomio hombre/mujer y el sentido de inmanencia o el ser
para otro, el dolor por separarse del otro que complementa a la mujer y la diferencia con los hombres al poder
demostrar su “ser para sí mismos”. Esto describiría la experiencia de Xóchitl ante la ambigüedad de Cuauhtémoc y la
“soltura” de Cuauhtémoc para no dar respuesta, porque es sólo para sí mismo, no rinde cuentas a nadie más.

- X: Fausto… Cuauhtémoc me llamó hace media hora


- Eres un adivino
- Me preguntó que si tenía planes para hoy y que si nos podíamos ver
- F: Ok, ¿Cómo lo escuchaste?
- X: Se escuchaba muy calmado y podría decir que hasta tranquilo y contento.
- F: Entonces ¿ha funcionado el darse un espacio?
- X: Siii
- F: Y no buscarse
- X: Bueno pues, ahora con buena actitud yo también.
- Bueno, me cayó trabajo así que mientras tengo que trabajar… y apurarme … Gracias por tu apoyo hoy.

Para Celia Amorós (1991) el espacio público es un operador diferenciador que troquela, moldea, produce y reproduce
individualidades. El espacio privado, que es el espacio familiar y es en el que se desenvuelven las mujeres, no favorece
este proceso de individuación dándoles a éstas tan sólo la posibilidad de una relación de “idénticas”. Para Xóchitl, el
valor emocional y de cuidados tuvo un alto impacto; sin embargo, el espacio público la ayudó a no estatificarse en lo
emotivo de la vida privada. Esta articulación es asimétrica y complementaria; los hombres se insertan dentro de la

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esfera pública, una esfera en la cual se establecen los pactos para el poder y el control, en tanto que a las mujeres se
les destina a la esfera de lo privado, un espacio que tiene menos importancia.

En otro mensaje, Cuauhtémoc cancela la cita de psicoterapia individual:

- X: Le dije que me hubiera gusta mucho que fuera, y me dijo que no sabía que era tan importante para mi que fuera
él de manera individual
- Me dijo que actué como decepcionada, y que es a mi quién le está pasando el problema grave. Entonces le dije,
entonces entiendo que dices que sólo a mi me está pasando el problema grave, y dijo no, no quise decir eso, si
quieres lo platicamos con más calma después.
- Dice que lamenta decepcionarme y que con mi actitud no se siente aprobado ni valorado.

Woolf describe en su obra “Una habitación propia” que las mujeres nunca tienen tiempo necesario para concentrarse
sin ser interrumpidas, esto quería decir que las mujeres nunca podrían haber escrito grandes obras por los tiempos
dedicados a las actividades de cuidado hacia los otros. En el caso de Xóchitl, son largos los días en los que tiene que
hacer una labor de cuidados emocionales hacia Cuauhtémoc; fatiga, cansancio y frustración son las sensaciones que
llega a tener Xóchitl por esta situación.

- F: ¿Tú crees que realmente sea así? … O ¿lo dice sólo de forma momentánea?
- X: No lo sé, es que no entiendo bien porqué lo dice
- Más bien si veo por qué lo dice, pero no comprendo por qué se siente así.
- Cuando me reclamaba demasiado las cosas antes un par de veces me dijo que nada de lo que hacía ni lo que hará
parece suficiente para satisfacerse. Entonces, puede ser que sí crea que no valoro lo que hace o deja de hacer.
- F: Te lo preguntaba por el contexto de un intercambio de “dimes y diretes”, donde todo surge a partir de un
comentario inicial y que no dejan de escribirse para descalificarse… En este sentido lo mejor es dejar de
mensajearse.
- X: En este caso fue una llamada rápida… Pero imagino que aplica igual, pues sí, colgamos rápido… Pero igual y si
se siente así.
- F: ¿No crees que lo mejor es no tomarlo tan en serio y distraerte con otras cosas más importantes?… Hay que
dejar que se le pase, ¿recuerdas lo que ocurrió la última vez? … Escribió un mensaje y después de unas horas te
volvió a escribir y se vieron
- X: mmm ok … no lo había relacionado … Gracias

A la sesión siguiente Xóchitl se presentó sonriente. Relató que Cuauhtémoc después del mensaje desconcertante de
aquella vez: “a partir de ahí no hemos peleado. Cuauhtémoc ha hecho cosas muy lindas por mí”. Fue un momento
oportuno para pedir una valoración del trabajo realizado hasta el momento en la psicoterapia individual y de pareja.

- F:Si pudiéramos ponerle un numerito del 1 al 10 en el que 1 sea no sirvió la terapia feminista hasta el 10 que sea si
sirvió, ¿qué número le pondrías?
- X: ¿A esa terapia que tuvimos le llamas feminista? - sorprendida -
- F: En su totalidad del tratamiento así le llamo.
- X- Le pondría un número alto … 9 ó 10, no sé. En mi caso 9, y en la sesión que tuvimos con Cuauhtémoc 10, por el
trato que me da ahora y mi actitud también. Él esfuerzo estos días ha sido uno con gusto, de los dos, y a
consecuencia de verte.
- Él necesitaba de un tercero que dijera las cosas que le dijiste.
- F: Ok, qué gusto! creo que faltaría ver la forma para que los cambios perduren.
- X: Hasta le sudó la axila estando sentado, y eso no recuerdo que le haya pasado antes… estaba nervioso…Sí será
necesario ver cómo mantener los cambios, puede que tarde o temprano nos vayamos a tropezar.

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Durante las sesiones con Xóchitl y Cuauhtémoc, el diálogo se convertía en la danza descrita por Bertrando
(2011), donde en la conversación se recrearon microrritmos; los movimientos, proximidad, mímica y tiempos de
conversación se armonizan en una danza interactiva.

Cuauhtémoc en las sesiones consecutivas aceptó que lo ideal ha de ser controlar esa forma continua de
“joder” a Xóchitl, que quisiera formalizar su relación con ella pero no podrá si siguen las cosas igual. También le
gustaría ser comprendido en su papel de proveedor económico y emocional de su madre y de Xóchitl, porque afirma lo
cansado que es corresponder a esas exigencias en la vida familiar, explicación que le da a su fatiga y hartazgo.

La pareja sigue en sesiones de seguimiento. Cuentan ahora con herramientas complementarias para comprenderse y
poder solucionar sus problemas de una mejor manera.

Conclusiones

El punto de vista feminista nos lleva a desarrollar el proceso de investigación de manera un tanto diferente, en la
medida en que se inicia con la formulación de preguntas distintas desde un planteamiento completamente opuesto a la
investigación positivista. Para ejemplificar un poco esta situación, en este escrito se dio un comienzo histórico de los
movimientos feministas con tal de dar visibilidad a la diversidad de pensadoras que engendraron diversas formas de
acción social pero que convergían en un punto, la desigualdad en distintos campos de la vida humana.

Por ejemplo, en esta investigación un punto a cubrir fue: ¿dónde están las experiencias de las mujeres en el
proceso de terapia familiar? Inicio para la discusión ya planteada por las investigadoras feministas de la terapia familiar
que desarrollaron una instrumentación en el pensamiento sistémico de la terapia de familia, donde rescataron la
experiencia de las mujeres.

La experiencia rescatada aquí fue otro dilema metodológico que se podrá discutir con mayor amplitud en otro
espacio de visibilidad del feminismo en la terapia familiar. Sólo quisiera incluir en esta conclusión que la “experiencia”
como categoría de análisis de la fenomenología fue útil para ampliar la historia de Xóchitl; esta categoría en sí misma
entraña la siguiente problemática: Para Alcoff, (2000) fue importante este proceso metodológico por que rescata los
relatos de las mujeres, sean escritos o verbales (como lo trabajado en esta investigación), pero la categoría
“experiencia” como evento lingüístico implica eliminar todos aquellos tipos de “experiencias” no susceptibles a la
articulación lingüística, ignorando todas aquellas formas de opresión que no pueden ser expresadas bajo el régimen
discursivo.

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Este problema plantea incluso la necesidad de ampliar la forma de concebir los problemas en la terapia
familiar o de pareja. En todo caso, habla de recurrir a la etnografía, a la observación no participante en los contextos
en los que ocurren las experiencias de vida, a entender lo precario de la vida de las mujeres, de cómo se conforma su
identidad sin que pase por la justificación o el razonamiento que entraña la co-existencia “experiencia-lenguaje” que el
patriarcado construye en las mismas mujeres y su papel social subalterno porque culturalmente se les ha educado
para el matrimonio y la maternidad.

Por último, el recorrido histórico del feminismo muestra un interés en el campo de lo político, lo que ayuda a
recordar que en toda investigación científica existe siempre un interés político e ideológico y lo que sucede es que la
mayoría de las veces éste se encuentra oculto y se despliega, en cambio, la bandera blanca de la supuesta neutralidad
del conocimiento.

La investigación feminista no es, de ninguna manera, uniforme, como tampoco lo son la investigación
marxista, positivista o neoliberal. Sin embargo, los conocimientos que se desarrollan con base en las distintas
posiciones políticas tienen denominadores comunes, por eso se puede llamar a los distintos enfoques feministas de la
misma forma.

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ALIAS QUETZALY: UNA HISTORIA DE VIDA
DESDE LA TERAPIA FEMINISTA Y LA TERAPIA
NARRATIVA.

"Podría ser alias Mariana, o Alias Juana, o alias todas nosotras, que muchas veces nos vimos envueltas en el edredón que se teje
por encima y por afuera de nuestras propias expectativas, deseos y necesidades. Alias es un nombre que encubre al propio, es el
nombre que damos cuando no queremos, o no podemos expresar nuestra verdadera identidad. Es una negación”.
En recuerdo de Grace Marks

Esta terapia con corte feminista trata de crear un ambiente en el que el terapeuta descubra y analice sus propios
puntos obscuros y visibilice sus prejuicios relacionados al género, presentes en en la triada relacional: el/la
consultante, el/la terapeuta y la teoría con la que describe la realidad. En ese sentido la terapia feminista, tiene un
estandarte ético y político en el espacio terapéutico el cual dicta lo siguiente: “lo personal es lo político” (Gómez-
Lamont, 2014). Esta frase representa un gran compromiso profesional, pues guía al terapeuta a “entender que las
experiencias personales están influenciadas por las relaciones más amplias de poder”, de igual forma ilustra las
implicaciones que tiene el terapeuta en su vida personal y profesional (Russel y Carey 2003). Es por esto que las
experiencias particulares de una sola mujer no son solamente de ella, sino que, esas experiencias están conectadas y

vinculadas a las experiencias de otras mujeres, ligadas a una política más amplia (Blazquez, Flores, Rios, 2012). Este

vínculo entre las experiencias, el punto de vista personal y una política pública, también ha sido un aspecto clave en
otros movimientos sociales como el movimiento de derechos civiles, el poder de los negros y la liberación gay; pero

fue el feminismo el que articuló de esta manera lo personal y lo político (Russel y Carey 2003).

Este enfoque cuestiona el lugar que ocupa la mujer y las mujeres en la terapia familiar, que sin lugar a duda
ha evolucionado a lo largo del tiempo, pero y sin embargo, el primer debate en torno a las mujeres y su función
familiar, sigue estando vigente pese a que su origen haya sido en la década de los 50s en Estados Unidos (Gómez-
Lamont, 2016). Los movimientos feministas han criticado la manera en que la terapia reproduce el modelo madre-
esposa-heterosexual, ya que refuerza la organización patriarcal del matrimonio y fortalece los roles estereotipados en
cuanto al papel del hombre y la mujer dentro de la familia (Walters, Carter, Papp y Silverstein, 1991).

Uno de los aspectos más importantes de la terapia familiar feminista es entender su significado ya que
considera que los roles culturales de género y los estereotipos, afectan a la vida de cada integrante de la familia, a la
relación entre cada uno de ellos/as, a los/as integrantes de la familia con la sociedad y por último a la familia con el
terapeuta (Gómez- Lamont, 2014). Por citar un ejemplo, las grandes interrogantes sobre la implicación terapéutica se
relacionan con el compromiso de hacer del feminismo una parte explicita del contexto de la terapia y para que esto sea
posible es fundamental considerar lo siguiente: ¿Cómo comprenden el género nuestros/as consultantes y cómo su
comprensión del genero limita su capacidad para resolver su problema?, ¿Cómo estamos nosotras entendiendo el
!105
género y cómo esa noción está afectando a nuestra concepción de los problemas de los/as consultantes?, ¿Qué
prejuicio sobre el género contiene la teoría que estamos aplicando y cómo está obstaculizando el proceso terapéutico?

De esta forma se tiene que tomar en cuenta el género y la familia como sujetos y teoría de conocimiento para
la terapia, ya que es en ese espacio cultural donde se reciben las enseñanzas o los ejemplos de los roles tradicionales,
volviéndose una situación desventajosa para las mujeres, ya que se les ha considerado como las principales
responsables de los cuidados de los hijos y al padre como el principal sostén económico, esto de acuerdo a los roles
de género que socialmente son aceptables (Gómez-Lamont, 2016).

Ante este escenario, la mujer en el ambiente terapéutico no estaba recibiendo lo que necesitaba y se estaba
violando su dignidad y autonomía (Gómez-Lamont, 2016). Debido a que la terapia familiar, de alguna manera, funge
como parte de esa fábrica social de mujeres heterosexuales, que impone (de manera sutil corrige su
“funcionamiento”) a las mujeres a regresar a la obligación de reproducir “la especie” y cuidarla (Gómez- Lamont,
2016).

Tradicionalmente se ha tomado el hecho de que las mujeres sean las responsables del cuidado de los hijos no
importando, que también sean trabajadoras y proveedoras económicas en la familia, cuando es necesario se pide que
sea ella y no el hombre quien abandone su carrera y necesidades personales.

Desgraciadamente la terapia familiar, es producto de ese contexto cultural, dando desventaja a las mujeres
respecto a sus prioridades y responsabilidades dentro de la familia (Goodrich, Rampage, Ellman, Halstead, 1989).
Desde el discurso del sistema de parentesco (Gómez- Lamont, en prensa), criar hijos/as y realizar tareas domésticas,
son representadas en la producción conceptual del bagaje terapéutico, sobre el ciclo vital de la familia, que conduce a
prácticas terapéuticas que dan prioridad al “funcionamiento” familiar desde un orden “natural”. Por citar un ejemplo de
un autor emblemático de la terapia familiar en México: Avilés (2000) dice: “Por familia entendemos aquí, un grupo (dos
o más) de seres humanos adscritos en forma natural” o recordar el escrito de Lauro Estrada (2012): “La estructura
biológica y psicológica de la familia humana pasa por un”ciclo" (nace, crece, se reproduce y muere) que comprende
seis etapas: el desprendimiento, el encuentro, los hijos, la adolescencia, el reencuentro y la vejez”.pp.5.

Para Walters, Carter, Papp y Silverstein (1991), existen muchos factores en la terapia familiar que no han
permitido que exista igualdad entre hombres y mujeres los cuales no se encuentran en la teoría, la práctica y la
capacitación. Si hablamos de la teoría de los sistemas la cual ha sido adoptada por autores (varones) de la terapia
familiar veremos que omite variables tan importantes como el poder y el género, lo cual es de suma importancia que
se puedan analizar algunos conceptos como:

!106
1.- La complementariedad, un concepto que resulta muy interesante cuando observamos que en la
interacción conyugal la mujer se encuentra en desventaja al vivir en un sistema que fue estructurado por la ley, la
religión y las costumbres, por lo que no existe un punto de complementariedad (Goodrich, Rampage, Ellman, Halstead,
1989).

2.- La circularidad, este concepto maneja que una mujer no tiene el poder ni los recursos para ser igual a su
marido en cuanto a la influencia que puede ejercer en lo que sucede en la vida familiar, pero cuando se trata de
responsabilidad si hay algún problema ella es la culpable así que la mujer siempre sale afectada y el hombre queda
libre3 de responsabilidad pero con el poder suficiente para manejar a la familia (Goodrich, Rampage, Ellman, Halstead,
1989).

3.- La neutralidad.- es un posición que puede adoptar el terapeuta con el fin de que los miembros de la familia
se sientan aliados unos a otros y eviten sentirse aliados en contra de otros miembros buscando el objeto de sostener
que todos o ninguno son responsables de lo que pasa en la familia en lugar de solo culpar a la mujer o mantenerla en
desventaja por las creencias sociales, uno de los ejemplos más graves y bastante común que se ha presentado es el
caso de incesto, cuando existe abuso sexual del padre hacia las hijas en lugar de culpar al padre por el sometimiento
que está ejerciendo, se culpa a la mujer ya sea porque no supo cómo complacer a su marido sexualmente o porque no
supo cómo cuidar a sus hijas, cuando resulta ilógico que se pueda pensar que se tienen que cuidar a las hijas de su
mismo padre (Goodrich, Rampage, Ellman, Halstead, 1989).

Así como este ejemplo existen otros tantos problemas similares en la familia y solo es la mujer quien resulta
culpable o responsable de lo que pasa sin tomar en cuenta que muchos de estos problemas son consecuencia del
poder absoluto que el padre ejerce como jefe de familia y quien no tiene que rendir cuentas de sus actos a nadie.

Ahora bien, en la terapia familiar feminista se fundamentan valores que contribuyen a que los hombres y las
mujeres sean responsables de igual manera de la vida familiar y conyugal basada en relaciones con reciprocidad e
interdependencia, en donde la estructura familiar sea democrática en donde se prohíbe el ejercicio de la violencia de
los hombres a los otros integrantes de la familia (Goodrich, Rampage, Ellman, Halstead, 1989).

Con respecto a la práctica, la terapia familiar feminista, se desarrolla solo a partir de que los terapeutas
toman conciencia de sus propios valores relacionados al género y puede examinar de qué manera sus ideas respecto
a las diferencias entre hombres y mujeres están basadas en estereotipo sexistas y de esa manera apodan reformar
sus teorías y prácticas de la terapia, rechazando o modificando los conceptos que afecten la equidad de género.

De esta manera podemos decir que es responsabilidad del o la terapeuta abordar las cuestiones que se
refieren al género y ayudar a que la familia pueda verlas y darse cuenta que muchos de sus problemas están
relacionados con los roles tradicionales de género y que en cuanto queden aclarados todos estos estereotipos se
puedan resolver sus problemas cambiando la idea que se tiene de que la conducta relacionada con los géneros es
algo natural con la que se nace y por lo tanto es inevitable e inmutable (Goodrich, Rampage, Ellman, Halstead, 1989).

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Cabe señalar algo muy importante respecto a la conducta que puede presentar el terapeuta respecto a su
consciencia de género, ya que posiblemente, si no se tiene, reforzará o no cuestionará las ideas que tenga la familia
en terapia, debido a que muchas familias de acuerdo a sus creencias y a los problemas que en ese momento los lleven
a terapia, puedan sentir que el terapeuta no pueda manejar el problema si creen que el tema es exclusivo de algún
sexo y si el padre de familia cree que por que la terapeuta es mujer no tiene la autoridad o la competencia para ayudar
en ese campo (Goodrich, Rampage, Ellman, Halstead, 1989). Por tanto es necesario que el terapeuta pueda
incorporar alternativas a la definición de la identidad de las mujeres y hombres que tenga la familia en cuestión,
pensando en que el cambio no se va a producir porque el terapeuta trate de incorporar nuevas definiciones, sino por
la interacción que el terapeuta inicie con su pacientes a fin de que ellos se perciban de una manera distinta a como
llegaron a la terapia (Gómez- Lamont, 2015).

Ahora bien la sensibilidad del/la terapeuta ante el género afectará las intervenciones que implemente, por eso
es más probable que el/la terapeuta feminista y no el tradicional pueda apoyar a las mujeres tomando en cuenta sus
preocupaciones y obteniendo la información y los recursos para que ellas pueda tomar una mejor decisión y su marido
no se sienta amenazado y pueda cooperar en ese cambio (Gómez- Lamont, 2016).

Precisamente por la creencia de que son las mujeres las que tienen la responsabilidad de la vida familiar, son
ellas las que generalmente recurren a solicitar terapia y son en la mayoría de los casos, quienes se sienten
responsables de todos los problemas que surgen en su hogar y al mismo tiempo son las únicas que deben remediarlos
(Goodrich, Rampage, Ellman, Halstead, 1989), de manera que cuando ingresan a la terapia, traen grandes culpas y
pensamientos fatalistas. Para Walters, Carter, Papp y Silverstein (1991) el primer paso del terapeuta es hacerle ver a
la madre y a la familia, que ella no es la única responsable del bienestar y de los problemas familiares, el/la terapeuta
debe tratar de encomendar tareas a los dos cónyuges liberando así a la mujer de ese sentimiento de responsabilidad y
dividiéndolo equitativamente las prácticas de cuidado entre la pareja y la familia.

Precisamente por eso es tan importante que en la terapia familiar feminista se asegure usar la conciencia de
género (lo personal es político) y no los estereotipos que la sociedad marca, así como ayudar a que los integrantes de
la familia desarrollen una mayor reciprocidad entre ellos, analizando los roles de los géneros en la familia,
promoviendo la libertad cuando los mandatos son injustos, con el fin de lograr establecer una forma de interacción
más equitativa entre todos los integrantes de la familia (Gómez- Lamont, 2015: 2016).

En este sentido, el presente trabajo trata de hacer una revisión que contenga algunas recomendaciones
generales de las terapeutas feministas Russel y Carey (2003) en relación con la conciencia feminista y “lo personal es
lo político” en la psicoterapia. Para después mostrar las intervenciones específicas de la terapia narrativa.

Para ellas (Russel y Carey, 2003) es importante señalar los siguientes ejemplos como producto de la reflexión entre
el feminismo y la práctica terapéutica.

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• Cuando una mujer busca ayuda porque sufre depresión, la práctica terapéutica tiene que explorar: el contexto

más amplio en relación con la pobreza, la manutención entre otros, también hay que explorar las relaciones e
interacciones sexistas/herterosexistas en su sistema de parentesco.

• Asegurarse de no re-víctimizar a la víctima de violencia (si es el caso), por el contrario, es importante señalar la
responsabilidad de la persona que realiza la violencia y el abuso.

• Balancear la oportunidad de participar y hablar en la terapia, a las mujeres y lxs niñxs para que puedan exponer su
propia experiencia y sus opiniones sobre el problema.

• La obligación del/la terapeuta de romper el secreto profesional en casos de abuso sexual.

• Que a las mujeres se les brinde la oportunidad de escoger a su terapeuta, hombre o mujer, y cuando esto no fuese
posible, que sepan y estén conscientes de cómo los problemas de género podrían influir en el contexto

terapéutico.

• A las mujeres, asegurarles la confidencialidad de la terapia, que sepan que lo que digan no va a ser comunicado a
su pareja.

• Estar alerta a la influencia de los discursos dominantes y hegemónicos que culpan a las madres y a las mujeres de
las patologías familiares, encontrar los caminos para nombrarlos y deconstruir su influencia, así como reconocer sus
resistencias ante la violencia feminicida.

La Terapia Narrativa y el feminismo


La Terapia Narrativa es uno de los modelos terapéuticos más utilizados entre las y los psicoterapeutas, incluso las que
se definen como feministas. Por esa razón, se le hizo una revisión al modelo, desde este posicionamiento ético y
político (Gómez- Lamont, 2014).

Mientras el feminismo sigue invitándonos a cuestionar nuestro quehacer terapéutico se considera que hay
muchas áreas en las que es necesario seguir cuestionando. Hay varios aspectos de la terapia narrativa que las
autoras (Russel y Carey, 2003) creen son congruentes con los principios feministas.

• Externalizando los problemas – la persona no es el problema


Una de las contribuciones claves de la terapia narrativa es la determinación social de los problemas, que significa que
la y el terapeuta no debe de localizar los problemas en el interior de las personas; sino al contrario, externalizar los
problemas, separarlos de la identidad del o la consultante y con ello guiar una conversación en el que se logre dar a
entender que los problemas se construyen y que están relacionados al orden cultural del género y al trayecto de vida
personal (Russell & Carey 2002; Epston 2008). Las conversaciones externalizantes identifican los problemas
separados de las personas, localizan el problema en la historia y en la línea de tiempo de la vida de la persona,
!109
trazando los efectos del problema en su vida y en sus relaciones. Una vez que el problema se ha externalizado de esta
manera, es posible identificar los eventos extraordinarios (los momentos y la forma en que la persona ha resistido a la
influencia del problema), y en forma gradual, estos eventos podrán ser entretejidos en una historia alternativa (Russel

y Carey, 2003). Por esta razón se cree que esta orientación externalizante puede ser congruente con los principios
feministas.

En este sentido es indispensable reconocer el trabajo de la feminista Susan Sontag (1996), que realiza un
análisis exterernalizante en casos de pacientes con VIH/SIDA, Cancer y Tuberculosis. Sontag, de forma maestra expone
que las enfermedades y sus síntomas son metaforizados socialmente como “buenas”, “malas” o “indignas” por causas
relacionadas a la clase social. Con esto, Sontag, expone que las personas no le temen persé a las enfermedades, sino
a la metáfora social de la misma. Esto coincide con la práctica narrativa de externalizar el problema, pues, si ubicamos
el problema como algo ya externalizado en un contexto más amplio de la historia social y cultural, es más factible
explorar en la vida de la persona los eventos excepcionales y extraordinarios, para poderlos vincular con historias
preferidas, sin la metáfora de la enfermedad o del problema. Este ejercicio, en sí mismo encaja con los principios
feministas de vincular las experiencias personales a las historias y prácticas sociales más amplias.

• Contando historias- buscando y co-construyendo historias alternativas


El segundo punto de relevancia en la práctica narrativa se refiere a prestar atención en las “historias“ y distinguirlas
entre dominantes y alternativas, debido a los efectos que produce contar las historias llenas de problemas a historias
alternativas o sin el problema presente (White 2002). Para la terapia narrativa según Russel y Carey (2003), esta
práctica de diferenciación entre historias dominantes e historias sin el problema tiene relación con el compromiso del
feminismo. Los espacios feministas buscan proveer espacios seguros en donde las mujeres compartan sus historias y
experiencias ante una audiencia que las apoye, para así encontrar nuevos significados a las experiencias vividas que

guíen la transformación de sus vidas (Gómez- Lamont, 2014).

Para Virginia Woolf (1929) que en su texto Una habitación propia hace un resumen a lo largo de la historia
del papel de la mujer en la literatura. Una habitación propia es el rescate de tres puntos fundamentales: Las
diferencias sustanciales que existen a la hora de la educación entre hombres y las mujeres; La opinión universal de los
hombres que describen a las mujeres; Las mujeres nunca tienen tiempo necesario para concentrarse sin ser
interrumpidas. Una habitación propia esconde la reflexión que la autora hizo para un ciclo de conferencias sobre la
literatura y la mujer. El ensayo recorre la historia literaria de la mujeres, con el fin último de reivindicar para el género
femenino la posibilidad de ser admitido en una cultura que hasta entonces se había mostrado como uso exclusivo de
los hombres, en una sociedad inglesa de una pronunciada idiosincrasia patriarcal. 


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En ese sentido, Gómez-Lamont (2014) retoma la metáfora de la habitación propia, para trasladarla a la
psicoterapia, definiéndola como: “un espacio donde las mujeres construyen, deconstruyen y reconstruyen su identidad,
dando sentido de propiedad y autonomía. Esto forma parte de uno de los posibles contextos que le da sentido de
pertenencia y por ende de propiedad para las mujeres después de la escritura” (pp.9).

Para la terapia narrativa con la perspectiva feminista, las historias dominantes están cargadas de
protagonismo masculino: héroes, jefes, ingenieros y escritores, que durante el desarrollo infantil de las mujeres han
marcado los espacios públicos, dejando el espacio privado a algunas historias de mujeres (Gómez-Lamont, 2014).
Russel y Carey (2003) nos recuerdan que la liberación de las mujeres como objetivo de los grupos feministas,
enfatizaron, entre otras cosas, lo importante que es que las mujeres pudieran ser capaces de reunirse para compartir
y analizar sus historias, para hacer conexiones entre las experiencias de unas y otras y así ser capaces de crear
interpretaciones centradas en las historias de aquellas mujeres que incluso conocían, pero que, desconocían su lucha y
su genealogía.

En este punto, me centraré en la materia prima de este trabajo, y es el uso del libro Cuentos de buenas
noches para niñas rebeldes de Elena Favilli y Francesca Cavalo (2016), como un medio narrativo, de historias
alternativas, que crean un puente para la identificación, que revela las experiencias de las mujeres marginadas y las
historias jamás relatadas, para que fueran contadas. De este modo, se cumple el objetivo de la terapia narrativa, el

cual presta especial atención para que surjan las historias preferidas o alternativas de identidad y se robustezcan. Los
acontecimientos extraordinarios se convierten en las puertas de entrada para contar y co-crear las historias preferidas
(Russel y Carey, 2003).

• De-construyendo los discursos dominantes


Para los grupos feministas siempre se ha habido un interés en invitar a las mujeres a cuestionar las maneras en que
las relaciones de poder influyen en su forma de vida. En la práctica narrativa los discursos dominantes de género y

otras relaciones de poder pueden ser de-construidas por medio de preguntas terapéuticas y de esta manera hacer
visibles las prácticas y tácticas de los discursos que subyugan a las personas. Una de las maneras de de-construir las

historias dominantes que las personas tienen de su vida y que les hacen daño, es cuestionando los discursos que

sostienen esas historias. Así, esto puede ayudar a que las mujeres dejen de “internalizar” significados y suposiciones

sexistas, y en cambio los localicen dentro de los discursos patriarcales más amplios (Russel y Carey, 2003).

• El Diálogo del/la Terapeuta


El o la terapeuta feminista rompe con los modelos tradicionales que usan el monologo y la entrevista como métodos
infalibles en la terapia, pues, consideran que desde el diálogo se logra un intercambio no jerárquico y que debe de ser
el ingrediente terapéutico primario para cada encuentro (Olson, Laitila, Rober & Sikkula, 2012). En este caso aplicado

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a la terapia familiar y de pareja feminista se retoma la investigación “The Dialógical Investigations of Happenings of
Change” (Las Investigaciones Dialógicas de los Eventos de Cambio). Cuyos objetivos han sido mostrar que el dialogo
es el remedio para muchos problemas humanos, que por el contrario, la ausencia de expresión esta reforzada por una
voz única o “monologo”. Que desde esta óptica se emplean los conceptos de Bajtín: enunciado, voz destinatario y
polifonía, que a continuación se explicarán:

• Enunciado.- Se refiere a la unidad mínima de comunicación hablada, tanto literal como metafóricamente, pero
también comprende la expresión no verbal inserta en las relaciones y tiene una naturaleza esporádica.

• Voces.- Se conceptualiza como la voz del autor/a, que se vincula a las experiencias vividas durante el dialogo. La voz
del autor/a también visibiliza a las voces de los/as demás personas implicadas en su vida.

• Polifonía.- Representa una multiplicidad de voces (teorías o relatos) independientes no fundidas entres sí que
emergen en el dialogo sin que ninguno sea dominante.

• Destinatarios.- Son las presencias invisibles a quien se dirige en primera instancia y que tendrán que volverse
explicitas para que se dé la comprensión más genuina entre los participantes reales involucrados en las experiencias
de las mujeres.

• Posicionamiento.- Referido a hacer del dialogo lo central y primordial. Representa un tipo de proceso comunicativo
distinto que es emocional y creativo.

Método
Planteamiento del problema
La cultura y la sociedad produce y reproduce la opresión de las mujeres en relación con los hombres, esta opresión
tiene escenarios íntimos como la familia, la pareja y las amistades cercanas. En ese tenor se interioriza en las mujeres
un valor de inferioridad, incapacidad, dependencia y poca autodeterminación (Gómez-Lamont, 2016). Las mujeres que
han vivido violencia familiar durante su infancia, adolescencia y parte de la vida adulta, sufren consecuencias
psicológicas, que determinan socialmente su ingreso a los espacios psicoterapéuticos o psiquiátricos (Gómez- Lamont,
2012), espacios, por cierto, detectados como normalizadores y biopolíticos de la cultura misógina y patriarcal (Butler,
1998). Según las estadísticas (Media-Mora, 2003) el uso de servicios en salud mental en México, arroja que mujeres y
hombres tardan de 4 a 20 años en pedir algún apoyo psicológico o psiquiátrico, sumado a eso 6 de cada 10 mujeres
en México han reportado que en algún momento de su vida sufrieron cualquier tipo de violencia (ENDREH, 2017). Por
esta razón, la psicoterapia se vuelve una práctica de la salud de suma importancia, pues, en ese espacio las mujeres
pueden acceder a lo que en su momento Virgina Woolf (1929) llamó una habitación propia. Un lugar de encuentro
consigo mismas, al uso de su tiempo para sí mismas y sobre todo a la re escritura de sus propias experiencias de vida.
En este sentido, las experiencias se convierten en construcciones externas por medio de estructuras lingüísticas
(Gómez- Lamont, 2014), esto hace que sean vistas como un efecto discursivo que se transmite en los espacios de la
familia, la pareja y los individuales. Esto nos lleva a la pregunta de investigación: ¿Cómo un proceso de terapia
narrativa con perspectiva feminista puede influir en las experiencias y significados de una mujer que ha vivido violencia
familiar y de pareja?
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Objetivo general: Lograr cambios en los significados y en las interpretaciones de las historias dominantes en la vida de
una mujer con respecto a la violencia familiar y de pareja, mediante una terapia narrativa con perspectiva feminista.
Los objetivos específicos y categorías de análisis son: Conocer la historia familiar y de pareja. Describir su experiencia
de vida. Interpretar de forma colaborativa los cambios a través de diversos medios narrativos como dibujos e
historias.

Diseño: Es una investigación-acción, de corte cualitativo con una posición teórica fenomenológica y un diseño narrativo
en tercera persona, con entrevistas individuales.

Participantes: Como se trata de un estudio de caso, sólo se trabajó con una persona con un conflicto que la llevó al
uso de la psicoterapia (Su nombre fue cambiado para respetar su anonimato).

Procedimiento:

. (1)  Punto de partida –categorías de análisis, género, experiencias, historias y escrituras.

. (2)  Recogida de información e identificación de las narrativas dominantes (Primera sesión).

. (3)  Análisis y co construcción de los datos (intervalo entre una sesión y otra; descripción de las
experiencias).

. (4)  Planificación para la acción (la escritura y otros medios narrativos como espacios de apropiación):

. (5)  Puesta en marcha de los medios narrativos (Segunda, tercera y cuarta sesión)

. (6)  Recorrido de cierre con las narrativas predilectas

Instrumentos

• Genograma (Gómez-Lamont, 2016)

• Dougrama (Arcelloni, Ferrero, 2009)

• Dibujo libre

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Resultados

Sesión 1: Quetzaly de 45 años es una mujer excepcionalmente talentosa, su habilidad para el dibujo la condujo a
estudiar diseño y comunicación visual, profesión que la ejerce hasta el día de hoy. Ella había nacido en una familia
humilde y tradicional de la Ciudad de México. Su padre Tonatiuh de 68 años, un hombre frío y nada afectivo,
continuamente le decía que “le chocaba que hiciera cosas de hombre”, como estudiar y trabajar en lo mismo que el
(Diseño). Quetzaly recuerda que tuvo que tomar terapia para entender “el amor de ese padre alcoholico y violento”.
Su madre Xel-Há, una mujer de 65 años, dedicada a la enfermería, le inculcó que las necesidades de los hombres son
primero al de las mujeres, pues hasta el día de hoy (su madre) cuida de su esposo Tonatiuh y de su hijo menor de 43
años, Yareth. Quetzaly durante su adolescencia y parte de su vida adulta entendió los privilegios de los hombres, pues,
su padre, se le permitía ser violento y nadie le podía decir nada, al igual que su hermano, que siguió los mismos pasos
que su padre, pues, también es violento y alcoholico. Quetzaly formó una familia con Yuma, un hombre que conoció al
terminar sus estudios de diseño y comunicación visual. Con él tuvo una hija de nombre Tlaneci y un hijo de nombre
Edahi. Esta relación con Yuma, Quetzaly la recuerda como tormentosa y dolorosa, que al día de hoy le trae malos
recuerdos, pues el divorcio para ella no era una opción, pero la tuvo que elegir debido a la violencia que vivió con
Yuma. Después de haberse separado, Quetzaly conoció al joven Tizoc, con quien tuvo una pequeña niña de nombre
Jatziri. Sin embargo, esta relación no fue la mejor para las dos, pues, aunque Quetzaly le apoyó en sus estudios, Tizoc
prefirió romper su corazón para salir con otras “personas”. El sentía que no podía crecer como persona a lado de una
mujer con hijos y adulta. Quetzaly narra esa historia con dolor y culpa, emociones que la condujeron a buscar ayuda
profesional. Ella durante mucho tiempo estuvo en tratamiento psicoanalítico, sin embargo, afirma con dolor, que la
culpa crecía al estar con alguien tan frío, que no sólo la cuestionaba sino que hasta la hacia sentir humillada. Quetzaly
sintió que debía buscar por otra parte, hasta que un amigo cercano a ella le recomendó buscar mi consultorio. El
motivo de consulta de Quetzaly fue en un inicio: duelos no resueltos por la violencia que vivió de niña y que vivió en sus
relaciones de pareja.

Familiograma

La Figura 1. Muestra la red de relaciones que Quetzaly fue configurando a lo largo de su historia.

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• Sesión 2: Externalizando los problemas – la persona no es el problema
Completud Desprendimiento

Imagen 1. Externalización de su sentir Imagen 2. Externalización de sus pérdidas


se alcanza a leer “y esto también pasará”.

Quetzaly narra con dolor sus vivencias con la violencia de Yuma y Tizoc, así como sus pérdidas, sin embargo, en el
ejercicio, ha podido externalizar su historia mediante dibujos, algunos, que ha llamado bosquejos (Imagen 1 y 2), que
narran, pequeños cambios en su forma de mirarse, donde, ve crecimiento y cambios. Pero, para Quetzaly, era
fundamental darle una historia más compleja a su vivencia, así que ella dividió su historia de vida en tres “temporadas”
marcadas por los hombres con los que ha vivido. La primera la ha llamado “La señora Desesperación”, en ella ubica su
primer matrimonio con Yuma. En ella, “La Señora Desesperación” junto con la violencia de Yuma, le impidió sentir amor,
y no mirar el “machismo” y la violencia de Yuma.

Sesión 3: Externalización, 1er Temporada

Imagen 3. Muestra el dibujo que externaliza a la “Señora Desesperación.

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Para la segunda temporada de la vida de Quetzaly, logro ubicar a la señora “despistada”, en ella narra la confusión
que en alianza con la violencia de Yuma y de Tizoc. Quetzaly no podía sentir la curiosidad por la vida, sentirse libre de
prejuicios y violencias continuas que ambos ejercían hacia ella.

Sesión 4: Externalización de la Temporada 2

Imagen 4. Muestra el dibujo que externaliza a la “Señora Despistada”.

Para la tercera temporada de la vida de Quetzaly, logro ser honesta consigo misma y mirar con mayor “color”, lo que
ella había logrado, en la tercera temporada, ilustra a una Quetzaly más honesta consigo misma, con su historia y con
sus logros. Como tal no nombró a una “señora diferente” sino a sí misma. En ella narra el momento preciso en el que
se encuentra después de tres semanas de externalizaciones, de dibujos más cada vez más diferentes.

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Sesión 5: Externalización de la Temporada 3

Imagen 4. Muestra el dibujo que externaliza a su “Despertares y volviendo a aprender”.

• Contando historias- buscando y co-construyendo historias alternativas


En este punto, fue fundamental para Quetzaly acompañar estas “portadas” que externalizan gran parte de su historia
de vida, con un contenido más profundo de su experiencia. Para ello, fue fundamental colaborar con un ejercicio de
elaboración de duogramas (Arcelloni, Ferrero, 2009). Para realizarlo, fue fundamental armar mapas de sus relaciones
de pareja, de todas aquellas que recordara o que las identificara como significativas. Para Quetzaly, fue importante
dibujarlas, pues, ella se auto nombra como alguien muy visual, y ver su historia contada mediante dibujos, es algo que
le ha nutrido en demasía.

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Sesión 6: Duogramas

Imagen 5. Muestra mediante los duogramas, un mapa de sus historias de pareja, indicando con un + las cosas que le atrajeron
de sus parejas y con un - las cosas que le parecieron repulsivas.

Quetzaly cuando tenía 11 años tuvo a su primer novio, su nombre era Sugey. Su relación estaba basada en
juegos y en lo atractivo que le parecía estar con él. Al paso de un año de relación, aparecieron constantes conflictos,
por ejemplo uno de ellos fue que Sugey era muy mujeriego y ególatra, eso llevó a un desgaste de la relación y ellos
rompieron, Quetzaly lo recordará toda la vida con el nombre del “hijo del sol”. Dos años después, Quetzaly conoció a
Donaji, el cual la tomó por despistada, pues él era mujeriego y enojón, además no dominaba sus emociones,
afortunadamente esa mala experiencia duraría sólo dos meses, debido a que conocería a Tonatiuh dos años después.
Él era detallista, amable, cariñoso y simpático “un gran hombre” diría Quetzaly. Pero la felicidad no duraría mucho
tiempo, pues él se mudó y ella perdería contacto con él. Después de un año de tristeza, ella se toparía con Cuitláhuac,
él para su sorpresa, era caballeroso, atento, guapo e inteligente, todo parecía perfecto en esa relación, había llegado
su “príncipe azul”. Sin embargo, un “fantasma” del pasado la acechó, este fantasma que rondaba su cabeza
continuamente era el de Sugey, que le recordaba continuamente la traición de los hombres, encaminándola a
desconfiar de Cuitláhuac y después de un año rompería con él. Esto la marcó duramente y el año la pasó sola
llevándola a concluir que merecía un castigo, y a sus 17 años se emparejó con un hombre de nombre Atzayacalt que
era manipulador, chantajista, obsesivo y acosador. Quetzaly estaba cansada de buscar, y además se encontraba
arrepentida de haber perdido a Cuitláhuac por escuchar las voces de Sugey. En ese momento oscuro de su vida,

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Quetzaly pudo levantarse un poco y terminar con esa relación. Aunque satisfecha con su decisión, no podía dejar de
sentir dolor por sus rompimientos, además la sensación de auto castigo aún estaba presente. Cansada de todo eso,
encontraría refugio en los brazos de Yuma, el cual la cautivó por tener seriedad y madurez, atributos que le generaron
en un inicio confianza, tal, que duraría 19 años con él. Su inexpresivo rostro, la ausencia de detalles que la hicieran
sentir amada, así como su frialdad e infidelidad la conducirían nuevamente al rompimiento. Con valor, pudo divorciarse
de Yuma, pero no la dejó ilesa, su corazón estaba herido severamente. Así que Quetzaly se dio nuevamente la
oportunidad de salir con alguien. Salió con Tizoc, un joven que de inicio era muy inseguro, situación que la motivó para
ayudarle con sus estudios y con su manutención. Tizoc poco a poco empezó a sentir confianza a tal grado que fue
cambiando en la relación. Estos cambios lo llevaron a decidir romper la relación con ella. Quetzaly hasta hace poco, se
sentía extremadamente insegura, pero una vez que empezó a hacer contacto consigo misma a través del arte, pudo
narrar de otra forma su vida, a tal grado que ha podido sentir mayor seguridad en si misma. Y un aliado fundamental
es su viejo amigo Cuitláhuac, con el cual pudo establecer una amistad cercana después de tanto tiempo de no verse.

Sesión 7 Cuentos de Buenas Noches para Niñas Rebeldes


Es fundamental conocer cómo las personas organizan su vida al rededor de ciertos significados, y cómo, al hacerlo,
mantienen el problema. Generalmente, cuando las personas reflexionan sobre el problema y la exigencia social que lo
mantiene logran identificar dentro de la descripción dominante, algún hecho significativo que puede convertirse en un
suceso extraordinario. Estos relatos y los sucesos excepcionales les ayuda a identificar la influencia que ellos tienen
sobre su vida y las relaciones sociales. Según Russel y Carey (2003), la terapia narrativa busca la diferenciación entre
historias dominantes e historias sin el problema. En el caso de Quetzaly, al realizar su duograma, detectó una vida
“dominada” por historias de dependencias, fantasmas del pasado y ciclos “no resueltos”, pensamientos y sentimientos
que la guiaron por mucho tiempo, a tal grado de culparse por no defenderse, acción, por cierto, que nunca nadie le
enseñó. Pero Quetzaly, al leer Cuentos de Buenas Noches para Niñas Rebeldes de Elena Favilli y Francesca Cavalo
(2016), fue un medio narrativo, que co construyó un puente para la identificación, que reveló para ella, experiencias
de mujeres marginadas e historias jamás relatadas, para que fueran contadas. Quetzaly quedó fascinada con el libro y
le sorprendió la historia de Yusra Mardini que va más o menos así:

“Había una vez una nadadora llamada Yusra que vivía en Damasco, Siria.
Todos los días, su hermana y ella entrenaban con su papá en la piscina local. Siria estaba en guerra, por lo que un día
una bomba destruyó la piscina. Por fortuna, Yusra no estaba ahí en ese momento.
Al poco tiempo, otra bomba destruyó su casa. Una vez más, Yusra se salvó por poco. Su familia y ella no tenían ni un
lugar donde vivir, así que decidieron huir del país.
Yusra había oído que Alemania era un buen lugar para los nadadores. El viaje era largo y llegar hasta ahí sería difícil,
pero eso no la desanimo.
Su hermana y ella se unieron a un grupo de refugiados que durante un mes atravesó varios países y luego abordó una
lancha de plástico hacia la isla de Lesbos. La lancha era para unas seis o siete personas, pero en ella había veinte
amontonadas. De pronto, el motor se descompuso.
!119
“Podemos morir en medio del mar”, pensó Yusra. “¡Pero somos nadadoras!”. Entonces, saltó al agua con su hermana
y otro muchacho”.
Entre los tres patalearon y jalaron y empujaron la lancha durante más de tres horas, hasta que por fin llegaron a la
costa.
Cuando llegaron a Alemania, la primera pregunta que hizo Yusra fue:
¿Dónde hay un club de natación?
No sólo encontró un club al cual unirse, sino que en 2016 formó parte del primer equipo de refugiados que compitió
en las Olimpiadas (Favilli & Cavalo, 2016. pp. 198).

Sesión 8: Re autoría del Duograma

Imagen 6. Muestra la nueva forma en que Quetzaly ve sus últimas dos relaciones de pareja y su nueva amistad con Cuitláhuac.

Para Cuetzaly leer que Yusra sobrevivió a dos bombas, una que destruyó la piscina que tanto frecuentaba así como la
bomba que destruyó su casa, la inspiró de sobremanera, pues, vio que en su propia historia había sobrevivido a dos
“bombas" simbólicas, que casi la destruyen, su relación con Yuma y con Tizoc. También se dio cuenta que Yusra tenía
familia y aliados que ante la posible muerte están para apoyarla. Eso pensó inmediatamente que se enteró que Yusra y
más de 20 sobrevivientes de la guerra estaban varados a la mitad del mar, intentando llegar a Alemania. Le
sorprendió saber que Yusra al igual que ella, tiene el valor y gente que saltaría al agua con tal de apoyarla. En eso, le
llegó inmediatamente a la memoria, su recién amistad con Cuitláhuac. Donde, ella ahora sabe lo mucho que él la quiso,
y que la apoyará sin importar el costo. También sabe que su amistad es preciada por que Quetzaly sabe que Cuitláhuac
está casado y conoce el dolor de la infidelidad, por lo que reconoce que tiene una amistad fuerte y respetuosa.

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Sesión 9: El número “3”

Imagen 7. Muestra de forma íntegra su sentir: tres colores, tres temporadas, tres relaciones, tres parejas significativas
compuestas en un todo. Se puede leer “Mi comienzo fuiste tú, el equilibrio está en mi, y mi fe está en Dios”.

Para Quetzaly, el darse cuenta que el número “3” cobró una gran relevancia en su vida, fue importante, a tal grado que
planeó la figura que llevaría tatuada en el cuerpo. Esta figura está construía con diversos elementos que descubrió en la terapia.
Estos son tres de sus colores favoritos, morado, azul, y naranja, rodeado de tres corazones que representan sus tres hijas, tres
frases que descubrió al re elaborar sus historias de pareja y por último, el diente de león que configura un estado
complementario y total. Quetzaly me compartió que la terapia le fue muy útil y más que esta fuera con ejercicios visuales, debido
a que ella se considera sumamente visual.

Conclusiones
En este tipo de terapia, la intervención es un fenómeno recíproco, dado que las relaciones modifican las vidas de
manera significativa. De este modo, cuando se trabaja con mujeres sobrevivientes de las violencia y que han elegido
enfrentar de una manera distinta las consecuencias psicológicas de la violencia familiar y de pareja. De acuerdo con
Russell y Carey (2003), en el trabajo terapéutico feminista, hay que reconocer el ejercicio de la corresponsabilidad, de
tener presente lo personal y lo político (Gómez, 2014, 2015) que construye implicaciones diferentes si estas se tienen
presentes. Esta noción es favorecida por la politización y la reflexión personal del mismo terapeuta.

En este sentido Russell y Carey (2003) recomienda fomentar y alentar en las personas la voluntad de ser
“participantes activos de su propia historia”, de cambiar lo que se pueda cambiar y aceptar aquellas cosas que sean
imposibles de cambiar. Quetzaly sitúa su narrativa en el contexto de sus propias experiencias vividas; esto permitió en
cierta medida, que ella fuera re-construyendo sus redes entre las personas y aquellos con quienes pudo perdonar en
su pasado. Esto la ayudó para construir de forma diferente su identidad, de una “derrotada y dependiente” a una vista
desde las soluciones.
!121
Al presentar los pasos progresivos en los cuales Quetzaly re elaboró de forma colaborativa su identidad,
vivimos un cambio en la trayectoria de su vida. Donde la narración familiar y de pareja pasó de repetir patrones
“Inconscientes” de “elección” de parejas violentas, que la dejaban abatida, a permitirse re encontrarse con nuevas
posibles parejas, pero sabiendo en todo momento su derecho a defenderse y a alejarse de la violencia.

El significado que Quetzaly co-construyó, y re elaboró relatos diferentes que la fortaleció, pues, ahora
sabemos (Quetzaly y yo) que su identidad personal está construida por lo que “sabe” de ella y de cómo se describe
así misma, así como el panorama que percibe. Quetzaly ahora puede co crear narraciones nuevas y liberadoras,
historias que promuevan el bienestar común. La comprensión y la descripción de Quetzaly la llevaron a conciliarse
consigo misma y a mantenerse tranquila sin culparse.

Esto nos dice que lo personal y lo político está inmerso en narrativas, que nos sitúan en intersecciones de
diversas historias aún inconclusas y el modelo narrativo feminista explora diferentes prácticas en diversos contextos;
posibilitando diálogos externalizantes y no patologizadores.

Con respecto a la psicoterapia, es necesario que sea feminista ya que actualmente se ha seguido enseñando
el mismo modelo opresivo y sexista que no contribuye a una equidad y esto se puede ver tan solo en la diferencia que
existe en los cargos de autoridad en la docencia, donde los hombres ocupan un gran porcentaje y en donde las
mujeres que llegan a tener esos puestos no cuentan con el apoyo en horarios flexibles, sueldos equitativos o licencias
por maternidad, lo que lleva a muchas de ellas a abandonar esos puestos por tanta exigencia y poca ayuda.

Ahora bien para lograr esto es necesario primero que a la mujer se le considere igual que al hombre respecto
a la autoridad que puede ejercer, hemos visto que en muchos de los puestos de capacitación en donde una mujer y un
hombre tienen el mismo nivel, no hay equidad en cuanto al sueldo ya que por lo general el hombre gana más y en
cuanto a la autoridad tampoco la hay, debido a que una mujer generalmente va a tener que rendir cuentas al hombre
que está en su misma categoría, lo que lleva a darle máxima atención a éste tema y buscar la equidad en la jerarquía
en el programa de capacitación.

Por último es de suma importancia que en la terapia familiar sea incluida la enseñanza de la teoría feminista y
estar siempre mencionando que si se sigue considerando el sistema patriarcal que ha predominado desde hace
muchos en la vida de todos los terapeutas que han crecido con esas normas, la terapia familiar no tendrá buenos
resultados ya que seguirá ejerciendo sobre la mujer grandes desventajas, de manera que si se empieza a adoptar el
feminismo empezarán a surgir los cambios necesarios para encontrar un balance entre hombres y mujeres.

No es posible seguir repitiendo esos errores que en un principio fueron manejados en la terapia familiar, urge
empezar a realizar el análisis de los roles basado en géneros, pero no como se ha hecho en el pasado sino haciendo
uso de la gran riqueza de recursos que nos pueden brindar los estudios feministas y de esa manera empezar a
implementarlos en la terapia familiar.
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De esta manera podremos decir que como terapeutas estaremos rompiendo esquemas e innovando la terapia
familiar desde un enfoque feminista, brindando a las mujeres la equidad en todos los aspectos de la vida cotidiana que
ha venido buscando y por lo cuales ha luchado encontrado pequeños avanzases de los cuales no sería justo que se
retrocediera o se quedaran estancados. Tenemos la tarea de buscar la forma de aplicar la teoría feminista a fin de
lograr la equidad entre hombres y mujeres y continuar con el propósito de que más terapeutas la conozcan y la
pongan en práctica de ahora en adelante.

Referencias

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!124
LA TERAPIA CON PAREJAS DE HOMBRES
GAYS: LA TERAPIA SISTÉMICA EN DEUDA
CON LOS CONSULTANTES HOMOSEXUALES

Cuando las personas LGBT miran la mayoría de los filmes románticos, “no siempre lo experimentan de la misma forma, porque
debes imaginar: ‘¿Qué pasaría si este personaje fuera gay?’”.

A lo largo de este capítulo, se dejarán pequeñas luces de la crítica hacia las categorías analíticas que
usualmente se reproducen en la terapia familiar y la terapia breve estratégica, en su modalidad breve, pero la que nos
ha dejado consternados, es la categoría “ciclo vital” la cual, denota su ideal normativo y heterosexista en los espacios
terapéuticos.

La homofobia sigue siendo uno de los principales problemas de exclusión en México. Según la primera
Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, los homosexuales son uno de los sectores más discriminados; esta
forma de inserción social genera en los homosexuales un patrón de enfermedad que se caracteriza por menores
niveles de salud general que el resto de la población (Perkins, 1994), así como mayores tasas de trastornos mentales
(Jorm, Korten, Rodgers, Jacomb y Christensen, 2002), específicamente depresivos, ansiedad, (Perkins, op.cit) y
pensamientos e intentos suicidas (Skegg, Nada, Raja y Dickson, 2003), debido a ello, diversos autores hipotetizan que
el suicidio en jóvenes homosexuales es tres veces superior a la de jóvenes heterosexuales, pues es un grupo
marginado y vulnerable a la depresión que puede conducir al suicidio (Artiñano, 2004).

Para ir entendiendo la importancia de las categorías es fundamental conocerlas, el heterosexismo o la


heteronorma son un régimen, en el que se impone una idea de normalidad asociada con la heterosexualidad, el
matrimonio legal, la fidelidad y la reproducción, haciendo de la homosexualidad una patología social, en ese sentido, se
entiende que no es una crítica hacia esa práctica sexual (la heterosexual), sino, a la estructura social que la impone
como ideal normativo solo a una de ellas (Gómez- Lamont, 2015).

Se han realizado investigaciones amplias que analizan la postura heterosexista de autores de la terapia
familiar (Gómez-Lamont, 2015; 2015; 2016), que reproducen esta idea de normalidad. Por ejemplo, autores
representativos de las terapias breves y estratégicas escribirán lo siguiente entorno a la paradoja de la
homosexualidad: “Esto también es un problema del hombre homosexual que añora una relación con un “hombre de
verdad”, “sólo para encontrarse con que éste último siempre tiene que ser, necesariamente, otro hombre homosexual”
(Watzlawick, Helmick Beavin, y Jackson, 1967, p. 200). Una de las características de los modelos de terapias breves y
estratégicas son las paradojas, las cuales, son intervenciones indirectas con una lírica confusa pero al final con un
mensaje de cambio “claro” (Eguiluz, 2004), en ese sentido los autores comparan al deseo homosexual con el error
heterosexual de las mujeres, el cual gira entorno a la añoranza de un “hombre de verdad”, pero se encuentran con el
problema de toparse con otra mujer, en este caso un hombre homosexual. El heterosexismo se presentan de diversas
formas en los escritos de los profesionistas y los especialistas en terapia familiar, este, como lo ilustra el ejemplo, no
necesariamente es una afirmación clara de menosprecio a los homosexuales o a las mujeres, sino que, el desprecio,

!125
puede presentarse de forma indirecta y confusa, llevándonos directamente a comprender otro concepto que va de la
mano con el heterosexismo y este es la homofobia.

Otra forma más clara de representación heterosexista en los textos de los terapeutas familiares, es aquello
que describe Haley (citado en Cade y O’Hanlon, 1995), con su ideal de madurez del terapeuta, asociado con el
matrimonio y la reproducción, Gómez (2015), nos ilustra cómo Boscolo y Bertrano no utilizan un lenguaje “incluyente”
al manifestar que escribir en masculino evita confusiones, o Arcelloni y Ferrero (2008) en la que se propone una
metodología para el trabajo con la historia de las parejas, la cual fue llamada dougrama donde la técnica es
contemplada en condiciones heteronormativas sin distinción de las necesidades, fantasías y emociones de las parejas
homosexuales (Gómez- Lamont, 2015).

En ese tenor heterosexista, una investigación realizada por Desatnik (2013) con estudiantes de maestría en
terapia familiar en México, con la finalidad de comprender las representaciones y sus cambios en personas que inician
una formación en terapia familiar y quienes la terminan, en el estudio no se hace mención de la evolución del concepto
de familia en los estudiantes, ni mucho menos de las posturas con respecto a las familias homoparentales, y tampoco
se habla de algún material técnico terapéutico que trabaje con el tema. Esto se conecta con dos de las críticas
realizadas por la Comisión de Acreditación en Terapia Marital y Familiar: “la literatura que prevalece en los centros de
entrenamiento en terapia familiar es heterosexista y no provee a los estudiantes el conocimiento, las habilidades
suficientes y necesarias para atender las necesidades de la comunidad lésbica, gay y bisexual, y por el contrario,
genera un rechazo hacia los homosexuales” (Clark y Serovich, 1997; Green, 1996).

Esto nos lleva a plantear la necesidad de re-escribir la terapia, desde lugares más incómodos para la
hegemonía, postura que es reconocida por la APA (Gómez-Lamont, 2015) y las epistemologías del sur. En el que la
Association of Gay Psychologists, impulsó a que se creara el Comité sobre Asuntos Lesbianos y Gay, en el que
investigaciones dieron a conocer que en el espacio de la terapia Familiar no se publica lo suficiente o se ignora el tema
(Gómez-Lamont, 2015). Situación anunciada por Greenan y Tunnell (2003), que escribieron sobre la terapia de pareja
con hombres gays, en la cual, ellos proponen que no se pude iniciar un trabajo con esta población si se desconoce de
los movimientos sociales como el feminismo y los convocados por la comunidad LGBTTTIQ, desde ese lugar,
construyeron los siguientes pasos a trabajar con las parejas:

1) Implicaciones de crecer como gay, en cercanía con la masculinidad tóxica: esto implica la exploración de los desaires
y la ambivalencia emocional que se construye en la identidad masculina, donde la intimidad en las relaciones de pareja
implica un ocultamiento emotivo, conflicto que se genera desde la infancia, elementos que nos proporciona la teoría del
apego de Bolwlby y Amstrong (Greenan y Tunnell, 2003).

2) La enseñanza cultural de la masculinidad y las parejas masculinas: Esta reflexión va en el sentido de comprender los
roles de género, en los cuales, la cultura hace de la expresión emocional como algo exclusivo de las mujeres, las
cuales, la educación femenina está orientada atender las necesidades de los y las demás (Gómez-Lamont, 2014).

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Situación que se complica con los hombres, cuya regulación entre la cercanía y la distancia emocional, construye un
doble vínculo que los ata a relaciones difíciles, dificultades que son fallas de origen cultural, educación que les impide
identificar estas problemática, por lo que será indispensable hacerlo visible.

3) El trauma del descubrimiento de la homosexualidad: Para Greenan y Tunnell, (2003), cuando un niño es
descubierto con conductas “femeninas” y exhibido por ello, genera diversas experiencias en su mundo interior, en el
cual interioriza que todo lo relacionado con lo femenino es despreciable (sexista), además de que se relaciona con la
idea de lo “natural” es el deseo heterosexual y que lo homosexual con expresión femenina es doblemente despreciable
(interiorización de la homofobia).

4) El desarrollo de una falsa identidad: Lo que muchos chicos homosexuales enfrentan antes de salir del closet pp.34
(Greenan y Tunnell, 2003): La construcción de la identidad es un proceso que dispone a los individuos el dilema
generado entre la diferenciación y el sentido de pertenencia a un grupo. En el cual, los estereotipos de género, juegan
un papel importante en el espacio familiar y en los roles sociales. Esto hará que la aceptación sea más o menos difícil
para el chico. En medida en que la familia tenga mayor flexibilidad ante los roles de género, construirá mayor cercanía
entre los miembros de la familia y el integrante que se asume como gay, pero si existen roles rígidos en los
estereotipos de género, las fricciones y los conflictos serán mayores (Greenan y Tunnell, 2003).

5) “Coming out”: El desarrollo de la identidad gay: Para los autores (Greenan y Tunnell, 2003), existen diferencias
básicas y primordiales que es indispensable tener en cuenta: 1) La identidad gay es diferente a la orientación sexual,
2) La orientación sexual es la atracción erótica y sentimental hacia un cuerpo sexuado y es independiente a la
identidad de género, 3) La identidad de género es aquella construcción cultural que parte de la diferencia sexual que
cada sociedad construye, a partir de esta diferencia, lo propio de los “hombres” y lo propio de las “mujeres”, 4) La
identidad gay es una identidad de género construida a partir del desprecio que tiene la sociedad por la
homosexualidad, donde, ante la duda binaria que genera esta práctica, se les definió de forma despectiva como “gay”.
Los grupos rechazados, se apropiaron del término “gay” como un elemento simbólico e imaginario para construir su
identidad. Sin embargo, el proceso de construcción de la identidad en hombres gay, tiene matices que les dificulta
relacionarse con sus parejas.

La masculinidad gay tiene diversas complicaciones, pues gira en el campo de la violencia intragénero y las
instituciones sociales que validan esa violencia en múltiples esferas de la vida cotidiana. Por otro lado el mercado gay y
la construcción de la masculinidad, hacen del consumo del cuerpo, el sexo y la biomedicina, como constituyente de
capitales simbólicos, imaginarios y subjetivos de la identidad gay y por último la socialización en los diferentes campos,
permitirá que los grupos, dispongan de manera libre esos habitus, los cuales construyen el escenario del deseo gay, y
con ello, permitirá la existencia de las diferentes subcultura gays como: la Leather, Bear, Marica entre otros.

En ese sentido, las personas homosexuales, ante la homofóbia y el heterosexismo, recurren a los servicios de
salud mental; sea por motivación propia o por coerción de la familia con tal de cambiar esa orientación (Granados,
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2009). Por lo que, el terapeuta familiar tiene como uno de sus compromisos éticos y profesionales (Gómez-Lamont,
2015) y es evitar que los prejuicios heterosexistas salga y dañen al consultante.

Este tipo de intervención busca lograr cambios en los significados y en las interpretaciones de las soluciones
y las estrategias en la vida de una pareja de hombres homosexuales, con respecto a la infidelidad, mediante una
terapia estratégica con perspectiva de género. Los objetivos específicos y categorías de análisis son: Conocer la
historia familiar y de pareja. Describir su experiencia de vida. Interpretar los cambios a través del diálogo.

Diseño: Es una investigación-acción, de corte cualitativo con una posición teórica fenomenológica y un diseño narrativo
en tercera persona, con entrevistas individuales.

Participantes: Como se trata de un estudio de caso, sólo se trabajó con la pareja, con un conflicto de infidelidad, que la
llevó al uso de la psicoterapia (Su nombre fue cambiado para respetar su anonimato).

Procedimiento:

. (1)  Punto de partida –categorías de análisis, género, experiencias, historias y escrituras.

. (2)  Recogida de información e identificación de los cuatro puntos:

. (3)  Análisis y construcción de los datos (intervalo entre una sesión y otra; descripción de las experiencias).

. (4)  Planificación para la acción (formular un plan estratégico):

. (5)  Puesta en marcha de las estrategias (Segunda, tercera y cuarta sesión)

. (6)  Cierre

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Resultados

“Te acostumbras a existir en un mundo así y ni siquiera te das cuenta de todo el ejercicio mental que implica
ver que todos los demás sí están representados en las historias de amor de las películas más comerciales”

Planificación para la acción


A excepción de lo que usualmente se considera dentro de las terapias breves, en el caso de las parejas homosexuales,
es fundamental conocer bien el problema para poder resolverlo. Greenan y Tunnel, nos ofrecen categorías analíticas en
los 5 procesos de vida de una pareja homosexual, esto es con el objetivo de comprender cómo las parejas de hombres
homosexuales han llegado a vivir la infidelidad. Reconocer que las personas cuentan con las fuerzas y los recursos
necesarios para resolver sus quejas y cambiar es primordial para avanzar en una infidelidad.

Al realizar la exploración de su proceso de vida, de aceptación de su identidad, conlleva a la creación de la


cooperación. Diferente a lo que Espinosa (2004) concibe como algo “inevitable”, la cooperación en parejas
homosexuales se genera una vez que se les haya escuchado adecuadamente, así como visibilizando su vulneración
social y validando su proceso de vida. Por otro lado, la noción del cambio constante e “inevitable” conlleva a una serie
de problemas epistemológicos, estos relacionados con los tiempos y ritmos de cada individuo (Gómez-Lamont, 2015;
2016), es decir, las terapias breves tienen por objetivo empujar a las personas a que en un tiempo corto, logren
resolver sus dificultades, tiempo, por cierto, marcado en los ciclos rítmicos de la heterosexualidad, cisgenérica y
condiciones de vida burguesa. En la homosexualidad, el despertar sexual, el ocultamiento por la homofobia rompen los
ciclos esperados dentro de los modelos heteronormados, por lo que es fundamental, escuchar en propia voz de las
personas homosexuales, sus vivencias desde estos cinco puntos para, a consideración de ellos, fijar los pequeños
cambios que necesitan para crecer. En ese sentido se coincide con la creencia de que las personas que asisten a
consulta fijan los objetivos del tratamiento. Esto es primordial porque reconoce los tiempos de los consultantes.

Tonatiuh es un joven homosexual de 30 años, trabajador de una empresa de coaching, debido a sus labores,
no gozaba de mucho tiempo para salir con amigos y conocer a chicos, por lo que decidió intentarlo por “Tinder”, es
ahí donde conoció a Yuma, a quien describiría desde su primera impresión como “arrogante” e “infantil”, pero que,
desde los 3 meses se enamoró rotundamente, pues, él representaba todo aquello que nunca había encontrado en
alguien. Al cuarto mes, decidieron irse a vivir juntos, Tonatiuh estaba “encantado”, sin embargo, el encanto pasaría
pronto, pues, Tonatiuh le descubriría una infidelidad y al poco tiempo de eso él se “volvería un monstruo”, es ahí
comenzaría a ser altamente violento con Yuma. Para Tonatiuh, el sexo es muy importante y está conectado con el amor,
es por eso que una traición así era intolerable. Por ese motivo buscó el apoyo psicológico.

1) Implicaciones de crecer como gay, en cercanía con la masculinidad: Para Tonatiuh, darse conocer la cultura gay fue
algo novedoso, algo que lo liberó, pues, él al ser de la ciudad de México, y tener la posibilidad de movilidad de un
extremo a otro de la ciudad, no se volvió complicado conocer y hacer de la cultura algo propio, las aplicaciones, las
zonas de encuentro, los bares, el “joteo”, el “ligue”, las medidas de seguridad sexual entre otras, sin embargo, su

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padre Moctezuma, un hombre al que describe altamente viril y violento, al que le ocultó por mucho tiempo su
orientación. De él le aprendió a ser estratega y estoico, de ahí que los conflictos con Yuma, él siempre respondiera
de forma fría y violenta.

Para Yuma fue más complicado, pues, él no es de la ciudad de México, él proviene de Ensenada, una ciudad
pequeña y fronteriza de México, donde la Homofobia es latente y evidente. Yuma no conoció a su padre y dadas las
condiciones económicas tuvo que trabajar desde muy temprana edad como herrero, también cuidaba a sus hermanas,
las peinaba, las arreglaba y les preparaba el desayuno para ir al colegio. Él es el hijo mayor de tres, situación que le
ocasionó un gran estrés por tener que demostrar ser el “ejemplo”, así como ser el protector. La cultura gay en
Ensenada es limitada y concentrada en las zonas de entretenimiento nocturno, dadas sus condiciones económicas y
laborales, no era una opción ir a esos lugares, por lo que no conoce todos los avatares de la cultura gay, conoce parte
de ella debido a que al terminar la universidad pudo mudarse a la ciudad de México para encontrar mejores
condiciones de vida. De igual forma al llegar a la CDMX tuvo acceso a la tecnología y conocer a más jóvenes gays; de
ahí conoció a Tonatiuh, sin embargo, lo maravillado que le dejó la libertad sexual sin consentimiento, le llevó a tener la
infidelidad con Tonatiuh.

2) La enseñanza cultural de la masculinidad y las parejas masculinas:


Tonatiuh comenta que aprendió a ser “un cabrón” como “cualquier otro chico de su edad”, pues, antes de asumirse
como homosexual, tuvo novias y muchos amigos, reconociendo que era visto como el chico popular. Tiempo después
de asumirse como gay, tuvo diversas parejas, las cuales describe como compañeros de “a rato”, con quienes nunca
intimó emocionalmente, solo sexualmente. Los conocía por aplicaciones como Grinder, Tinder, Hornet, ManHunt, donde
siempre comenzaba la relación con un contacto sexual, de ahí decidía si valía la pena conocerlos a profundidad. Al
conocer a Yuma, se sorprendió que el inicio fue diferente, pues, fue primero una cita al cine, después a cenar y
después ya contacto sexual. Le atrajo su forma inquieta, impulsiva y romántica de ser, pues, nadie en ningún momento
le había llevado un ramo de rosas. Eso hizo que de inicio se enamorara de él.

En el caso de Yuma, las relaciones de pareja fueron más complicadas, pues en Ensenada, la situación entorno
a la homosexualidad es estigmatizada, por lo que los acercamientos eran principalmente por medios electrónicos,
donde y aunque no llegaba a intimar sexualmente, si había intercambio de inquietudes, intimidades y anhelos, sin
embargo, todo quedaba en el espacio virtual sin poder conocer personalmente a la otra persona. El contacto con el
mundo más emocional, por la cercanía con sus hermanas, lo llevaba a crear más fácilmente historias románticas, pero,
estas chocaban con sus “pares”, pues continuamente las conversaciones giraban entorno a la sexualidad. Mensajes
contra puestos que continuamente lo conflictuaban a la hora de establecer alguna relación, con algún chico en
Ensenada. Al llegar a la CDMX, se dio cuenta que las dinámicas de los hombres gays eran más libres y de mucho
conocimiento sobre el placer, los juegos, el erotismo, situación que le llega a extrañar incluso en la actualidad.

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Yuma y Tonatiuh comenzaron la relación de forma impulsiva (así lo comentan), donde al conocerse, primero
fue una serie de cotilleos de Yuma a Tona, eso los llevó a que dos meses después tuvieran relaciones sexuales. Yuma
se ve así mismo como el más tímido en los juegos sexuales y Toda como el más dinámico y experto del tema. Incluso,
refieren que el asunto de la infidelidad se complicó debido a que con anterioridad ya habían tenido un trío, que, al no
funcionar, por miedos de Yuma, lo llevaron a querer perderle el miedo con otra persona, entonces Tona, al no ser
incluido en ese acuerdo fue lo que lo llevó a disgustarse con Yuma, más allá de lo que se cree sobre la infidelidad
tradicional, fue el hecho de no ser incluido en el juego sexual o en sus intentos de solución.

3) El trauma del descubrimiento de la homosexualidad:


Para Tonatiuh, descubrirse como homosexual fue difícil, pues, sabía que su padre nunca lo aceptaría, además su padre
figura como alguien imponente, importante y significativo para él, de él aprendió a resolver los problemas, a ser astuto
e inteligente, le debe su carrera profesional. Por lo que el miedo era algo continuo que se encontraba presente,
además, por la vigilancia de amigos, tíos y primos. Sin embargo, y a pesar de todas esas condiciones, estando
entrando a la preparatoria, menciona haber tomado valor para poder salir con chicos, pronto, el cobijo de la cultura
gay le sirvió para retar las imposiciones de la cultura heterosexual, menciona que no fue nada fácil, pero logró
desasirse de esos pesos que cargaba en la espalda. Recuerda que el evento más difícil fue cuando su mamá lo
encontró en casa besando a un chico, en ese momento, su mamá le dio un “bofetón”, y sintió mucha vergüenza de sí
mismo, incluso, al mencionármelo me comparte que recordó ese evento al ver “Soy Simón”, cuando éste es expuesto
ante toda la escuela.

En lo que respecta a Yuma, debido a ser el hijo mayor de tres hermanas, hizo que el descubrimiento de su
homosexualidad haya sido lento y cuidadoso, pues, sabía que tenía mucho por perder, sus amistades, el aprecio de su
madre y hermanas. Recuerda a Ensenada como un lugar muy conservador y estereotipado, donde lo gay sigue
conectado al antro, a las fiestas, al sexo y al SIDA. Elementos que le robaron el sueño por un largo rato. Después de
graduarse de la universidad, tuvo la idea de viajar a la CDMX, sabia que podía encontrar mejores condiciones de vida,
así como mayor seguridad para expresarse como él es.

4) El desarrollo de una falsa identidad:


Para Tonatiuh, en un inicio, resolvió la situación “actuando” como los demás “hombres” “heterosexuales”, teniendo
novias, siendo un “cabrón”, y reproduciendo la violencia que se le inculcó, situación que reconoce como problemática,
pues todo lo aprendido en una comunidad heterosexualizada así como machista le ha traído problemas con su
compañero romántico, pues, ante la infidelidad, decidió castigarlo de diversas formas, a la “mexicana”, retirarle la
comunicación, silenciarlo con muecas, gestos y control de su vestimenta.

En el caso de Yuma, reconoce que al convivir más con mujeres, parece haber adoptado de una mejor manera
la expresión emocional, pero, no se aleja de la identidad masculina, pues la asume cuando habla de la infidelidad, al
hablar de su deseo de ser “conquistador”, y moverse con mayor libertad y confianza a la hora del flirteo con otros

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hombres. Esa identidad que se moviliza entre los géneros masculino y femenino, le ocasionaron malestar, ambos en
una lógica aprendida en la heterosexualidad machista.

5) “Coming out”:
La salida del closet para ambos ha tenido sus complicaciones particulares, pues, no aplica de forma general para
todos, incluso para ellos dos. Pues, para Tonatiuh vivir en la ciudad de México, le proporcionó la seguridad suficiente y
necesaria para poder modificar su situación, pero que para Yuma ha sido más complicado por el lugar donde se
encontraba, pues, migrar fue la medida necesaria para poder expresar su identidad de género y su identidad sexual.

Conclusiones
Es interesante leer a los autores y situarlos en el contexto histórico y político en el cual emerge su postura, porque
visibiliza los propios sesgos de su escritura, además, nos compromete a re escribir los textos, dado que no creo que
respondan a las necesidades actuales de las necesidades de las parejas homosexuales, como se pudo leer en este
capítulo. Por poner un ejemplo, leer a Haley, O´Hanlon y Don Jackson tiene su importancia formativa dentro de la
historia de la terapia familiar sistémica americana, pues, es fundamental conocer a los iniciadores de las terapias
breves, pero, uno de los problemas centrales es pensar que propuestas de 1950, a 1980, fechas en las que las
políticas pro familia castigaban y patologizaban fuertemente a las personas homosexuales, entonces se puede inferir
rápidamente, que esos modelos no responden a las problemáticas que viven las personas no cisgenéricas de América
Latina. De ahí que fuese importante retomar la propuesta de Greenan y Tunell, se convirtieran en relevantes debido a
su capacidad de traducir las técnicas clásicas para darles un sentido de pertenencia y reconocimiento de la diferencia
ante la orientación sexual. Un reto importante y fundamental si se quiere ser terapeuta sistémica del siglo XXI. Me
parece fundamental lograr una postura crítica e histórica, pues de lo contrario no veremos los marcos sociales que le
dieron vida a esas propuestas. De igual forma, es de menester tener presente que, el trabajo con personas de la
diversidad sexual nunca será igual, como en el caso presentado, estamos hablando de una pareja homosexual,
mexicana que uno de los integrantes vivió la migración y que, al enfrentarse al contexto de la ciudad de México, así
como las interacciones sociales, se puede comprender, la multiculturalidad de la pareja, los usos y costumbres que
difieren de un sitio a otro, así como las creencias con respecto a la sexualidad, dado que no es igual vivir como
homosexual fuera de la ciudad a dentro de ella. Todas estas particularidades por lo general no son descritas por los
autores hegemónicos de la terapia sistémica, dejando un gran compromiso el de escribir desde diversos lugares, para
enunciar el conocimiento, y dar puerta abierta a otros y otras escritoras, espero que estos capítulos contribuyan para
salir del estancamiento teórico y conceptual, en el que creo, la terapia sistémica y posmoderna ha caído, en el que se
lee a gente extranjera, sin citar los ejes de la estructura social y que se cree que con sólo cambiar el lenguaje, ya se es
incluyente de los factores sociales y las múltiples discriminaciones. Tenemos un largo camino que recorrer, pero es un
buen inicio.

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Referencias

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a la Pareja: Marcos Teóricos para el trabajo terapéutico. Pax. México.

Cade, B. O’Hanlon, (1995). Guía Breve de Terapia Breve. Barcelona: Paidós.

Eguiluz, L. (2004). Terapia Familiar, su uso hoy en día. México, Pax.

Fisch, R. Weakland J.H. Segal, L. (2003). La táctica del cambio, cómo abreviar la terapia. Herder. 2003 España. pp.
19-130

Greenan, D., Tunnell, G. (2003). Couple Therapy Whit gay men. New York: The Guilford Press.

Gómez, M. (2016). Bioética, feminismo y la dignidad de las “mujeres”: proceso social y cambio de valores en las
terapias familiares. Alternativas en Psicología. No. 36. Noviembre: 61- 79

Gómez-Lamont, M. (2016). Homofobia y Suicidio: 6 sesiones de intervención en crisis en juventudes homosexuales.


Revista Electrónica de Psicología Iztacala. UNAM. 19. No.1: 248- 265

Gómez-Lamont, M. (2015). Hacia una terapia Familiar Feminista para Homosexuales. Revista Electrónica de Psicología
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PsicoTerapia y Familia. Vol. 17, no.2: 48-68

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